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C. M.

BOWRA

Homero
NOTA DE HUGH LLOYD-TONES
TRADUCcT6N oB MARc pntf,Nrz Buzzl

E,DITORIAL GREDOS, S, A.

MADRID
Titulo original ingl6s: Homer.
Publicado originalnrente en Gran Brctaira por Gerald Duckworth t Co l-td.
O (1. M. l)owra, rg7z.
O de la tra<lucci6n: Marc )irndnez Brtzzi,zot j.
O de esta edicidln: rDrIoRrr\L cREDos, s.A., 20I3. CONTENIDO
Lripez tle Hoyos, 14r - zSooz Madrid.
rvww.editorialgredos.com

Primeru ediciön: marzo rle zot j.

RtrF.: GBI'COI3
rsnN: 978-84-24 g j-67 t -6
nlrprisrro tur.,d.r: u- j.7r6,zo13 Nota, por Hugh Lloyd-Jones, 9

HOMERO
Queda rigurosarnente prohibitla sin autorizaci6n por cscrito
del etlitor cualquier firrma de reproducci6n, distribuci6n,
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(wwr.v.conlicencia.conr; gr 7o2 rg 7o / gq zTz o4 47).
4. RECURSOS COMPOSTTMS, 75
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5. LA EDAD HEROICA GRIEGA, IO7
6. LA <<ILiADA>>: FoRMA Y cARÄcrER, r29
LA <<ODISEA>>: FORMA Y CARÄCTER, r53
LA PoESiA DE ACCI6N, r8r
g. EL ASPECTO CREATM, 2r r
Nota bibliogrdfica,, 233
indice anal{tico y de nombres, 235
r28

elegias en verso, que son, segün parece, un antecedente comün de


la poesia heroica. En estas composiciones maduraron el metro y el
estilo de un arte venidero, qrizä incluso parte de su vocabulario. 6

El cambio fundamental debi6 de producirse cuando los aedos pa- LA ILTADA: FORMA Y CARÄCTER
saron del presente al pasado, y el momento l6gico de esa transi-
ci6n lleg6 cuando, tras el hundimiento del mundo mic6nico, los
hombres lo contemplaban retrospectivamente con admiracidn y
asombro y deseaban revivirlo con la imaginacidn. La celebracidn
de actos nobles requeria un metro maiestuoso, como lo era el
hexämetro. La poes(a micdnica no hubo de guardar necesaria- I-a lliada comienza con una invocaci6n a la Musa para que cante
mente un gran parecido con su lejano descendiente hom6rico, y lo que es presumiblemente el tema principal del poema:
seguramente era mäs corta, mäs tosca y mäs brutal y se Preocupa-
La cdlera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles,
ba por el presente de forma mäs inmediata, pero contenia incalcu-
maldita, que caus6 a los aqueos incontables dolores,
lables posibilidades de desarrollo, de las que se beneficiaron los
precipit6 al Hades muchas valientes vidas
aedos j6nicos en los siglos sucesivos.
de hdroes y a ellos mismos los hizo presa para los perros
y para todas las aves asi se cumplia el plan de Zeus-,
-y
desde que por primera vez se separaron tras haber refrido
el Atrida, soberano de hombres, y Aquiles, de la casta de Zeus.

L-7
Lin poeta no tiene la obligacidn de enunciar su asunto al comienzo;
cs libre de guardarse sorpresas. Homero se guarda muchas, pero
sus primeras palabras son veraces. Sin duda, la lliada versa sobre la
t'(rlera de Aquiles, sobre dolores y muertes. Solo hay un elemento
,1ue resulta un poco extrafio: su referencia al plan de Zeus. En la
Antigüedad, algunos estudiosos creyeron que dicho plan era el re-
li'rido enla Cipria:Zetss habia decidido reducir la poblacidn de la
ticrra mediante la guerra de Troya (fr. r Allen; escolio A I 5). Las
lxrlabras sobreviven y las ültimas cuatro son id6nticas a las de Ho-
nlcro. Pero cabe dudar de que Homero se refiera a eso. No lo men-
r'iona en ninguna parte 1l, si acaso atribuye un origen divino a la
ßucrra de Troy:r, tlich«r origcn cs cl del rescntimiento dc Atenea y
r 2()
Homero [-a lliada: forma y car.ricter
I3I
tr lcla 1.,or cl jr:icio cle Paris (XXIV z73o). Es mucho mäs probable La cdlera de Aquiles sirve para mucho mäs que para dar co-
quc las lralalrras honrdricas sc rcficran a la trama delalliada y es- rnienzo a la Iliada o para explicar algunas de sus acciones princi-
lrccilir:;trnentc a la parre clesempefrada en clla por la decisidn de pales. Es un tema dominante que pasa por diferentes fases hasta
Zcrrs rlc pci'rritir, a petici6n de T'etis, la humillacidn de los aqueos
Ilegar a su conclusi6n en el canro xxIV. Resulta admirablemente
l;or 1a r-lcrrota su{l-icla lnicntras Aquilcs se abstiene de intervenir en adecuado para su prop6sito, ya que surge de ra visidn heroica de
lir lr:rtalla. l'.1 plan engarza los distintos episodios y de 6l surgen dos
la humanidad. cuando Agamen6n, para afirmar sus poderes
slrccsori clc prirne m inagnitud: la mue rte dc Patroclo y la muerte de
como comandante supremo, insiste en tomar a Briseida de Aqui-
t {6ctor.
les, este se siente ofendido en lo mäs honclo. A Aquiles lo asisten
l,er tr-:Irlra cle la lllada es compleja, dado que el rnotivo de la todos los derechos para conservar a Briseida, pero Agamen6n
c(ricra dc Acluiles erparcce imbricado cn otro mäs amplio: el desti- hace caso omiso de ello y comete una afrenta gravisim". c.ra.rdo
no r-lc'l'ro1,11. [{orncro prcfigura en parte esta circunstancia en sus cl honor es la norma, un hombre debe dispensar a los otros el res-
palabras iniciales" tal vez con la inte nci6n de relacionar la cdlera de peto que exige para s(, regla que Agamen6n transgrede sin amba_
Acluilcs con slrs consecllencias en una escala mäs ambiciosa que ges. como Agamen6n ha ofendido su dignidad, Aquiles respon-
cualquiera intentada con anterioridad. El poema reviste casi un cle afirmändola plenamente: decidc abandonar el campo cle batalla
c;lr/rctcr rloblc: primero, habla dc la c6lera y sus consecuencias para y, al dejar que los aqueos sufran derrota tras derrota, muestra has-
Arprilcs, sus:rrr-rigos y sus enemigos;despu6s, deldestino de Troya, ta qu6 punto es grande su valia. El honor herido exige una repa-
irrcrtricairlelncntc r-rrrido a la ausencia o la presencia de Aquiles en raci6n, como la que Aquiles, certeramente, no puede por menos
n.ll ca.rnpo dc batalla. El poerna no es una Aquileida sino una Iliada,
rle buscar. El drarna del canto I presenta la disputa entre Aquiles
1, cso cxl,lica su arnplitud y escala. Los dos lnotivos estän estrecha- y Agamen6n con grandes pormenores porque es la base de todo
el
rncl)tc rclacionados y en los ültimos cantos aparecen unidos. La
[)oema, tanto por los actos que provoca como por su caracteriza-
riclrteza <lcla ltiada proccde de que abarca muchas mäs cosas que ci6n de Aquiles. Al final del canro, el plan de Aquiles para humi-
l,-r cdlcra clc ,\quiles. F-l destino dc este personaje es fundamental,
llar a los aqucos ha ganado cl favor dc Zeus y estä , pr.rro de po_
p.'ro r:l rle'l-'t'oy,a aPcnäs lo cs menos, y, al final, aunque ni la Inuer- nerse en präctica.
tc clc ,Aquitrcs ni i:r tor-na clc Troya encuentran hueco en la narra- Los cantos II-VIII relatan 1o que acontece a los aqueos en au-
cirin, las clos son inminentes y seguras. La combinaciön de dos tc- scncia de Aquilcs. Se nota su presencia en segunclo plano y a veces
tri;rs principaies es posiblc porque la composiciön breve se amplia sc lo menciona, pero no torna parte en la acci6n, y ni siquiera
hasta crcar ci poema 6pico clc caräctcr extenso. Para elaborar un:l rnuestra interds en ella. corresponde a los demäs aqueos demos-
composici6n l:rrga, cl poeta p:rsaba de centrarsc t:n un solo tema a lrar de qu6 son capaces sin 61, pero Homero no se limita a contar
csto. El poema adopta las dimensiones de una Iliacla y se cenrra en
rlc .,\quilcs i'ucra uno dc los muchos rnotivos asociados a la gucrnr la gucrra por Troya. Se supone que la accidn sc cresarroila en el
<lc'I.roya; ahora sc lc concccle un lugar dc honor, al mismo ticmllo rli'cirno aflo cle 1a conticncla(lr 729),pero mucho cle lo que se na-
(luc sc lx)r)cn ()tros tcnlas cn rclacirin c()n (:1, rltrc clt un nucv() c()n
rril, col)-ro I«r rlrrt'rc'ficrc I{clcna sobre los jcfcs aqucos o cl duekr
tt'rto collrrlr) I ul:l i rr rllort lr rr:il i rri'< lit;r. rlt' Mcncl:r«r y l';rr is, lr;rlrrir si«l«r nrris rrpr«r1-rirr<l«r
lxrr:r cl prirpcr
Homero I .a lliada:f<trtna y tarictet r33
r32

aflo. Una vez que el poeta ha decidido componer una Iliada, pue- unas veces demasiado prolijas y otras demasiado parcas. Si ya se
de abrir su compäs sin preocuparse mucho de la cronologia, y el conocian y se honraban los catälogos, cabia esperar que figurasen
material suplementario afiade aliento y sustancia. Cuando Aqui- cn un poema sobre la guerra cle Troya. Despu6s, puede empezar
Ia guerra, pero todavia no con una liza general. Primero se inten-
les se abstiene de luchar, los resultados no se aprecian enseguida,
pero la acciön cornienza tal como exige el esquema mäs amplio. ta ponerla en marcha con un duelo entre los dos hombres mäs
Homero se sumerge en los acontecimientos mediante un recurso concernidos por ella, Menelao y Paris. Tambi6n este episodio ha-
sorprendente. Zeus ha prometido a Tetis que los aqueos serän hu- bria encajado mejor al comienzo de la guerra, pero no desentona
millados y pone manos a la obra enviando a Agamendn un sue- donde estä. Mientras se hacen preparativos para el duelo, el poe-
fio falaz que le promete la toma de Troya para ese misrno dia ma nos presenta a Flelena, la causa de la guerra, y lo hace desde el
(II 4y sigs.). El acto podria ser eficaz desde el punto de vista dra- punto de vista de Priamo y los ancianos de Troya. Saben perfecta-
mätico, ya que la confianza que infunde en Agamen6n podria su- lnente por qud se enfrentan los dos ejdrcitos y comentan:
brayar por contraste la gravedad de su fracaso subsiguiente y de su
pesar por ello. Pero no es eso lo que ocurre. Homero no se conten-
No es extrafro que troyanos y aqueos, de buenas greb:rs,
por una rnujer tal est6n padeciendo duradcros <lolores:
ta con el sueflo, sino que, ademäs, hace que Agamendn decida po-
tremendo es su parecido con las inmortales cliosas al rnirarl:r.
ner a prueba la moral de su ei6rcito sugiriendo que todos deberian
levantar el sitio y volver a casa. Es una situaciön posible en un
mundo cle h6roes, pero destruye las posibilidades dramäticas del
III r56-r5tl

sueflo y crea una situacidn enteramente nueva. El ei6rcito entra en


pänico y solo Lilises logra que vuelva en si. La uni6n de los dos A continuacidn, Helena identifica para Priamo a algunos de los
jefes aqueos, lo cual nos ayuda a conocerlos. El duclo acaba sin
rnotivos no estä demasiado lograda, y cabe suponer que al dar co-
mienzo a este arnplio asunto Homero se vio enfrentado a dos op- vencedor, porque Afrodita se lleva a Paris cnvuelto en una nube,
ciones con base en la tradiciön. En una de ellas, el falaz suefro y entonces empieza al fin la batalla.

precedia a los desastres; en la otra, el ejdrcito era Prcsa del pänico Los cantos V-VIII sc ocupan de la contienda, y su caracteristi-
y habia que prepararlo para la batalla. cualquiera de las dos ha- ca dominante es que al principio los aqueos sc las arreglan bastan-
bria sido un buen comienzo, pero tal vez Hotlero no se atreviesc te bien sin Aquiles. El joven Diomedes, tras ser injustamente cen-

a emplear ünicarnente ni la primera, que habr(a adelantado en surado por Agamen6n,logra una victoria tras otra y no cede ante
demasia la derrota de los aqueos, ni la scgunda, porque la puesta cl ataque de los dioses. Tiene la prestancia y la gallardia de la ju-
en marcha del plan necesitaba de la intervenci6n de Zeus. La com- ventud, y durante cierto tiempo ocupa el lugar de Aquiles. ()tros
binaci6n da inicio a la batalla, pero no de forma sencilla ni directa. aqueos lo emulan, no sin 6xito, pero la t6nica general queda csta-
El m6todo brinda una excusa para introclucir los catälogos dc blecida con la entrada en la batalla del troyano lJ6ctor, que pron-
las naves aqucas y los aliados troyanos, pe rtcnccicntcs al comicnz.<r to deia sentir su fuerza y hace rctroccder a los aqueos hasta que al
{c la gucrra. Altcn:rs sc intcnta ocult:tr llrs lrrrcll:rs' y rcsulta (rtil final rlcl canto VIII los tr()y:rnos acarnplln cr-r la llanura quc sc
('ltt(.ril1)()s <lc <1rri(rrcs s«rn los ctrcttrig«ls,,rttttt t tt:ttt«l«t llts listlts sclttl cxticntlc cntrt'«'l ('ilntl):un('nl():l(luc() y lrts tnuntllas tlc'['r<ly:r. Al
r14 Homero La lliada:forma y cardcter r15

fin, el plan de Aquiles ha triunfado, no abrumadoramente, pero si ven en su respuesta una negativa, la proposici6n no ha dejado de
hasta el punto de poner en un trance a sus compafleros de armas. conmoverle; Homero seflala tres fases en su reaccidn a ellos. En
El tema sigue siendo el de una Iliada y Troya recibe una amplia primer lugar, dice que piensa partir maf,ana (IX ZSil,y apoya su
atencidn. Su vida es mäs rica y variada que la del campamento decisi6n con el apasionado argumento de que la guerra no merece
aqueo, como atisbamos por primeravez cuando Priamo habla a la pena, pues el hombre solo tiene una vida y una vez perdida no
Helena sobre la muralla. Mäs adelante, otras dos escenas affaden se puede recuperar a ningrin precio (IX 4o6-4o9). Despu6s, tras
pinceladas asombrosas de humanidad. Despu6s de transportar a escuchar el largo discurso de F6nix sobre los peligros de la c6lera,
Paris lejos del campo de batalla, Afrodita le dice a Helena que hace una correccidn y dice que al amanecer decidirä si volver a
vaya con 61. Helena reprocha a Afrodita su crueldad y habla con casa o quedarse (IX 6r8-6r9). Por riltimo, despu6s de algunas pa-
amargura de la humillaci6n en la que vive, pero Afrodita es obs- labras resueltas de Ayante, da otro paso y dice que solo lucharä
tinada y Helena cede (III ;8: y sigs.). Mäs adelante, cuando FI6c- cuando H6ctor llegue a las naves y las tiendas de los mirmidones
tor acude aTroya, se reüne con su mujer y su hijo, y el diälogo (IX 65o-65S). Oe hecho, la concesidn de Aquiles resuka conside-
que mantienen, lleno de patetismo noble y verdad honda, estä rable. No es todo lo que quieren los aqueos, pero a lo largo del
muy alejado de la ferocidad del campo de batalla, a la que sirve de proceso ha librado una gran batalla consigo rnismo, y al final hay
trasfondo y con la que establece un soberbio contraste (Vl Zg+ y un d6bil rayo de esperanza. Por eso, sin duda, despu6s de dar una
sigs.). Frente a la sociedad de los aqueos, casi exclusivamente interpretaci6n nada halagüefia a su reacci6n, que desde luego no
masculina, caracterizada por su fiero orgullo y su ambiciosa büs- promete su ayuda inmediata, se aprestan los aqueos a reanudar la
queda de honor, Homero inserta estos breves interludios ambien- batalla contando con sus solas fuerzas.
tados en Troya, con sus ancianos y sus j6venes esposas, su insegu- El canto X es un interludio, un capitulo en el que se llevan a
ridad y su sensaci6n de fatalidad. cabo operaciones nocturnas antes de que vuelva la batalla. Presen-
El canto IX vuelve a la cdlera de Aquiles. Lo trata con aten- ta numerosas diferencias, sobre todo en punto a cierta brutali-
ci6n certera, con lucidez absoluta sobre lo que su decisidn signifi- dad de tono, con la mayor parte de la lliada,y se lo ha considerado
ca para 6l y para los demäs; no es fäcil imaginar la ll{ada sin esta sin 66dye- un afladido posrerior. En la Antigüedad habia
pintura completa de un gran h6roe en tiempos de grave crisis. El
-no
quien creia que se trataba de una obra temprana del propio Ho-
canto comienza con los jefes aqueos sumidos en la angustia por el mero; en todo caso, no tiene por qud ser necesariamente posterior.
6xito del ataque troyano. A peticiön de N6stor, Agamen6n dice Emplea materiales notablemente arcaicos en la descripcidn del
que estä dispuesto a disculparse, pues ha actuado movido por la casco confeccionado con dientes de jabali (X z6>265), pero, sea
ofuscacidn (IX rr9), y que va a reparar con ilustres regalos el ho- cual sea su origen, constituye un interludio en rnedio de las tensio-
nor de Aquiles. Es una forma correcta de actuar y los demäs iefes nes y frustraciones del canto IX y la reanudaci6n de la batalla en
la aprueban. Parecen pensar que Aquiles aceptarä, y Ulises y cl canto XI. La trama vuelve a girar entonces para pasar de Aqui-
Ayante, acompafiados por el viejo F6nix, acuden a su tienda. lcs al tema general de la guerra, pero se producen marcados mo-
Aquilcs los rccibe con cortesi:1, escucha lo que tiencn que decirlc vimientos en su interior. Los jefes aqueos marchan y combaten
y a contintracilln cxp()nc su punto <lc vist:t. Atttt<1ttc los cnviados lx)r turnos. Irrnllicz.:rrr bicn, pcro uno tras otro resultan heridos y
r36 Homero La lliada: forma y carticter r77

se ven obligados a retirarse. La figura dominante es H6ctor, que dones, y acto seguido Patroclo inicia su camino a la gloria. Los
mueve a los troyanos a atacar el campamento aqueo. La crisis lle- troyanos emprenden enseguida una completa retirada y Patroclo
ga cuando traspasan el muro de protecci6n e incendian las naves. escala por tres veces las murallas de Troya, aunque Apolo lo repe-
En ese momento, se ve que la plegaria de Aquiles ha sido atendi- le en cada una de ellas (XVI 7o2-Z%). La plegaria de Aquiles ha
da, y cabe esperar que regrese a la batalla. Pero Homero actüa de sido atendida. El acierto de su postura queda justificado por Pa-
forma mäs sutil y prepara un nue\Io climax. troclo y su honor queda, en este sentido, restaurado.
El siguiente movimiento viene precedido por una prepara- Patroclo triunfa primero, pero luego muere, y la arrrradura de
ci6n sumamente häbil. Hasta ahora apenas se ha hablado de Pa- Aquiles queda en posesidn de H6ctor. Aquiles no parece albergar
troclo, el arnigo de Aquiles, que es mayor que 6l (XI78),lo com- temor alguno de que haya ocurrido lo peor, pero Zeus, que no
parte todo con 6l y como 6l ha abandonado la batalla. Ahora puede salvar a su hijo Sarped6n de rnorir a manos de Patroclo, no
empieza a adquirir peso, pero no de golpe. Homero lo introduce estä dispuesto a evitar que este muera a manos de H6ctor. En lo
de pasada en el relato. Cuando Aquiles, que ha estado contem- tocante al 6xito en la batalla, la plegaria de Aquiles es atendida,
plando la retirada aquea, ve que llevan a un herido a la tienda de pero a un precio terrible. La fterza de sus sentirnientos por Patro-
N6stor, desea saber qui6n es y envia a Patroclo para averiguarlo clo puede medirse no solo por las benignas chanzas con que se
(XI 6o8 y sigs.). Patroclo se queda un rato con |J6stor, se entera de burla de 6l al verlo nervioso (XVI 7 y sigs.), sino tambidn por su
la gravedad de la situaci6n y promete que se io dirä a Aquiles (XI dolor incontrolable al enterarse de su muerte (XVIII zz y sigs.).
839). Un poco mäs adelante, cuando el peligro ya no puede ser Su ira contra Agamen6n ha cesado, y pronto pasarä por las for-
mayor, Zeus le dice a Hera que Aquiles enviarä a Patroclo a la rnalidades de la reconciliaci6n, pero su c6lera ha cambiado de ob-
batalia, <londe morirä (XV 6a-67). En este punto, Patroclo no est/t jeto y se ha vuelto mäs fiera. Ahora se dirige contra Hdctor y solo
con Aquiles, sino junto al herido F,uripilo, con quien comparte el quedarä satislecha con su muerte (XVIII go-%). Con este cambio,
desänimo general ante la perspectiva de la derrota (XV 39o y la ll{ada entra en su riltima fase, en que la c6lera de Aquiles y el
sigs.). Sabe cuäl es la tarea de un soldado y decide que debe acudir destino de Troya confluyen en una sola corriente. La presencia de
iunto a Aquiles e instarle a que luche (XV 4oz). Aquiles en el campo de batalla hace que la de los demäs aqueos
De vuelta con Aquiles, Patroclo no lo presiona, cosa probable- sea inütil, y la caza de otros enemigos precede a la de H6ctor.

mente inritil, sino que le pide su armadu ra, para engaflar y asustar Las acciones de Aquiles hasta la muerte de I-{6ctor presentan
a los troyanos y obtener cierto respiro en la batalla (XVI38 y sigs.). un impulso gradual e implacable, sin punto de comparaci6n con
Homero no explica el cambio de intenciones, pero suponemos las de cualquier otro hdroe. Una pasi6n irrefrenable lo crnpuja en
que Fatroclo prefiere asumir la principal responsabilidad, tal vez, la falta de piedad que demuestra con I-ica6n (XXI 3a y sigs.), en
con la espcranza de que Aquiles se una a 61. En todo caso, Patro- su lucha con el dios fluvial Escamandro (XXI 136 y sigs.), en su
clo desempefra el papel principal. Aquiles accede y la acci6n sc rlcsaf(o a Apolo (XXII 15 y sigs.) y en su liza final con Hdctor.
desarrolla con solemnidad mientras hace una libacidn a Zeus y l)cstroza cuanto se le pone por delante, su irresistible fuerza se
rucgär que Patroclo aleje al cnernigo y vuclva stlno y salvo. [,a nuc- «lcspliega sin ccsar, rr-rovicla por su ira rcconcentraclär y dcvorado-
va fnsc vicnc sefralacla p<lr la rlctlllarll orgrtt'izrtci6n <lc los mirtt-ti- ra. F,s vcrtll<l <1rrc l«ls rlioscs abanrlclnrrn y truicionlrn u Ild'ctor,
Homero La lliada:fotma
]38_
pero estä clararnente condenado a la aniquilaci6n y el encuentro calma. Homero lo tiene presente: aunque concluye la llfada antes
ültimo es breve y mortal. Aquiles trata al moribundo H6ctor con de la muerte de Aquiles, dedica los ültimos dos canros a las trlti-
desprecio y desdefia sus funestos presagios (XXII 365366)- Ha mas fases de la cdlera y a su disoluci6n final.
matado a su enemigo y estä en posesi6n de su cuerpo' y su exulta- A Aquiles no le basta con haber matado a H6ctor, haber deia-
ci6n se manifiesta en el alarde que hace ante sus seguidores: do que los mirmidones le atraviesen el cuerpo con sus lanzasrha-
berlo arrastrado en torno a las murallas de Troya. planea mäs
Nos hemos alzado con gran gloria: hemos marado al divino H6ctor, atrocidades contra 6l y piensa en arrojarlo a los perros (XXIII zr);
a quien los troyanos en la ciudad invocaban como a un dios. su furia le hace sacrificar a doce j6venes prisioneros troyanos en la
pira de Patroclo (XXfII 22-23; 175-116), y el poeta dice expresa-
XXII3y-394
"imaginaba ignorninias" (XXII 395; XXIII z4). Du-
mente que
rante el funeral y los juegos funerarios, Aquiles se controla, pero,
Asi se llega a un aparente final. Aquiles ha cumplido su venganza una vez concluidos, nos preguntamos qud ocurrirä con el cuerpo
en Fl6ctor: su muerte es un augurio de la caida de Troya. Cuando de Hdctor y nos tememos algo espantoso. Pero los dioses lo con-
los troyanos ven su cuerpo arrastrado por el carro de Aquiles, servan contra la corrupcidn, y entonces Homero brinda una mag-
Priamo sabe lo que significa: nifica sorpresa. Los dioses disponen que Prfamo vaya de noche a
la tienda de Aquiles y recupere el cadäver. Al fin la furia que du-
Todo parec(a como si la almenada Ilio se estuviera
rante tanto tiempo ha dominado a Aquiles se disipa, no para dar
consumiendo entera por el fuego desde los cimientos'
lugar a una ausencia de ernociones, sino para mudar en noble
XXII4ro-4rr compasi6n por el anciano Priamo. Se insinria que la furia no ha
cesado del todo cuando Aquiles avisa a Priamo de que no lo pro-

Los dos motivos principales se amalgaman en esta consumaci6n voque (XXIV 568-57o), pero dura solo un momenro. I-a esencia y
trägica,pero aün queda algo por decir. cl esplendor del canto xxIV estriban en que la furia que ha con-
Aunque la muerte de H6ctor significa el final de Troya, esc sumido a Aquiles y ha causado tantos desastres llega a su fin en un
final queda mäs allä de los limites dela lliada: es un tema dema- acto de piedad. Aunque ha perdido a su ünico amigo, y aunque su

siado vasto para que encaie en su plan. Asi, igual que la muerte dc: propia muerte estä pröxima, nada de eso le importa. Lo que im-
Hdctor se produce en pago a la muerte de Patroclo' Aquiles paga- porta es que al flnal del poema Aquiles recupera la serenidad he-
rä cuando Paris y Apolo lo maten (XXII 358-36o). Pero tambidn roica tan gravemente perturbada al comi enzo.
esto queda fuera de los limites de la obra. Homero alcanza una Al alcanzar esre climax, la lliada sigue un plan sencillo pero
crisis con la muerte de H6ctor, pero no se contenta con terminar rotundo. El canto I marca la tdnica de todo lo que sigue y presen-
en ese punto. La c6lera, fuente del poema, no queda aplacada dcl ta a los principales personajes aqueos. Los cantos II-Ix presentan
l«rs preliminares de la batalla, luego la batalla misma, los reveses
todo, ni lo quedarä con el mero acto de la venganza. La sangrc
acarrea sangre, y esperamos mäs. Por otra P:trtc, como el propir» ruqueos y el intcnt«r cle persuadir a Aquiles para que vuelva al
Aquiles morirh pr()nto, resulta apropia«kr <;ttt' lrrinrcr<l rccobrc llt combatc. La i.i.irrriv. lr-:rcusu y la prinrcra lfncr Principal clc ac-
r40 Homero ty tt,^!y frlylt ca rdc t e r r4r

ci6n concluye en un tono oscuro. Los cantos X-XX presentan el que la lliada tal vez sea menos desmesurada que la mayoria de
segundo gran movimiento. El canto X es un interludio, pero al los poemas sobre asuntos semcjantes. Es inevitable la prcsencia
menos hace que la historia vuelva a centrase en la contienda, cada de numerosos combates, heridas y muertes, pues ellos forman la
vez mäs amplia, rr.äs feroz y mäs mortifera para los aqueos. Aqui- sustancia po6tica de esta clase de composiciones, pcro su trata-
les deja que Patroclo vaya a la batalla y muera, con el resultado de rniento varia enormemente y nos plantea distintas cxigencias. En
que en el canto XX Aquiles se reconcilia con Agamendn. Los can- primer lugar, el combate entre dos hombres es habitual y resulta
tos XXI-XXIV relatan c6mo Aquiles hace cambiar la suerte de la lamiliar en las sociedades que cultivan la pocsia heroica. Incluso
guerra, mata a H6ctor, dirige el funeral de Patroclo y entrega el cuando se vuelve menos comün, sigue siendo uno cle los temas
cuerpo de H6ctor a Priamo. Este desarrollo magistral queda sefla- preferidos en los cantos 6picos, y los golpes asestaclos y rccibidos
lado por ciertos motivos recurrentes del diseffo. En el canto I se cn estas lizas son apreciados por los oyentes que se ticnen por
inflama la cdlera de Aquiles y Tetis acude a Zeus; en el canto cxpertos en la materia. Incluso en nuestra ignoranci:r al rcspecto
XXIV, la c6lera se disipa despu6s de que Zeus haya ordenado a podemos apreciar que Flomero lo hace muy bien. sus combates
Tetis que se presente ante Aquiles. El estallido de la cdlera se singulares adoptan numerosas formas; las heridas, casi sie.rpre
equilibra con su desaparicidn. Tambi6n se da un equilibrio entre rnortales, muestran una ingeniosa variedad; las extravagancias
los cantos II y XXIII: el canto II comienza con un sueflo y condu- cle los moribundos presentan una verosimilitud espcluznante.
ce al estallido de la guerra, despu6s de que los ej6rcitos se hayan Por otra parte, aunque el combate entre dos enemigos es habi-
puesto en marcha; el canto XXIII comienza con otro sueflo, pero tual, los movimientos de masas ocupan su lugar en ocasiones,
este conduce al apaciguamiento de Aquiles y a las competiciones como cuando los troyanos rompen el muro aqueo (XII43o y sigs.)
de los jefes aqueos. Podemos ver incluso un equilibrio entre el . Patroclo guia a los mirm(dones a la batalla (XVI 257 y sigs.). En
duelo no decisivo entre Menelao y Paris en el canto III y la victo- ,rnbos tipos de conflicto, una mirada nftida ve lo que sucede y
ria decisiva de Aquiles sobre H6ctor en la lucha que mantienen en sefrala el curso de los acontecimientos y sus consecuencias. Ajena
el canto XXII. El poeta, pese a recrearse en las distracciones y la como nos resulta la mayor parte de la acci6n, no solnos insensi-
variedad, tenia en la cabeza un plan general y trabaiaba häbil- bles a su vehemencia y apreciamos que el combate singular se
mente dentro de sus lineas. considera la prueba riltima de la valia de un hombre, con todas
Este parece ser e[ plan principal de la lliada, y la forma exter- las emociones de una competicidn atl6tica pero con la ventaja
ar-
na del poema encaja con el desarrollo dramätico. Se impone una tistica de un resultado fatidicamente definitivo.
estructura en lo que podrian haber sido episodios vagamente co- Homero advertia que en ocasiones la matanza pedia un des-
nectados entre si. El esquema doble es igualmente eficaz en cada canso, y uno de los m6todos para introducirlo era el de situar las
una de sus partes. La fatalidad que pesa sobre Aquiles alcanza cscenas b6licas junto a otras de caräcter mäs apacible. Asi, cuando
una noble grandeza personal; la suerte de Troya y de sus gentes lJelena y Priamo conversan sobre la muralla (III rzr y sigs.), la
otorga diversidad y autenticidad al relato heroico. Como no po- c.rniceria aün no ha comenzado;desencadenada justo despu6s de
dia ser de otra forma, el poema dedica muclro tiempo a la batalla, .stc afectuoso y cntcrnccc(ior diälogr, intr.clucc un fuerte con-
como ocurrc sictnprc con la 1;ocsia hcroiclt; incluso cabc decir trllstc. La t'sct'rr:r.rrlrr'll('ct.r y Ar-r<lr6rnlc:r (vI j6r; y sigs.) r,rn-
r42 Homero La lliada: forma y cardcter r43

pe con una larga secuencia de escenas de batalla y arroia una luz rnismo sucede con los dioses. Tal vez quepa suponer que siempre
nueva, humana, sobre la guerra. Cuando Briseida es devuelta a tlesempeflaron algün papel en la poesia de esta clase, como en la
Aquiles, ve en la tienda el cadäver de Patroclo y llora, como las 6pica de Oriente Prdximo y Oriente Medio. EnelGilgamesh,inrer-
demäs mujeres, .<por Patroclo y tambi6n por sus propios duelos vienen en los actos de los hombres y moldean su destino, y, si bien
cada unar, (XIX 3oz). Aunque Tetis es una diosa, siente un pro- los hombres sufren la derrota, es solo tras luchar encarnizadamen-
fundo alrtor por su hijo, cuyas penas son tambi6n las suyas- Cuan- tc. En la lliada los dioses son menos dominantes, pero no dejan de
do se le aparece por primera vez surgiendo del mar y se entera de revestir importancia. Aunque puede decirse que fueron ellos quie-
la hurnillaci6n que le ha infligido Agamendn, se refiere al destino nes empezaron la guerra con el juicio de Paris, el dato no se nos
que pesa sobre Aquiles, el de vivir una vida breve, y se lamenta de revela hasta el final (XXIY z53o),y, aunque el alineamiento de los
que incluso en ella est6 condenado al sufrimiento (I 4t4-4-,8). Ex- tlioses y las diosas con uno u otro ej6rcito se puede explicar en par-
presa su dolor por la muerte de Patroclo como si fuera una trage- le por esa circunstancia y en parte por la iugarreta que el rey troya-
dia propia, con palabras que Platön desaprobaba (Repüblica lll no Laomedonte le hizo a Poseid6n (XXI 44r y sigs.), no damos
388c). " 1Ay de m(, desdichada! iAy de rr,i,infehz madre del me- gran importancia al hecho. Los dioses enriquecen el relato porque
i"r [...]! " (XVIII 54). Pero el amor por su hiio no la ciega y, cuan- cn ocasiones se mezclan en la acci6n y exhiben sus propias prefe-
do los dioses desean que Aquiles aplaque su ira y entregue el cuer- rencias. Pero sus poderes son limitados. De hecho, Zeus cede ante
po de H6ctor, asi se 1o dice, y 6l obedece (XXIV rz8 y sigs')' '['etis y da pie a la derrota de los aqueos, pero cuando su hijo Sar-
Estas pinceladas familiares y hogarefias, aun cuando sean tan ped6n se enfrenta con Patroclo se ve impotente para salvarlo (XVI
inusuales como en el caso de Aquiles, subrayan la incertidumbre 43r y sigs.), del mismo modo que la compasiön que pudiera inspi-
y la inseguridad de la vida heroica. Entre sus compafieros, en el rarle Hdctor queda al punto disipada por Atenea (XXII r77 y
campo de batalla, el h6roe estä seguro de si mismo y de su destre- sigs.), y el destino fatal de H6ctor queda sellado por la balanza di-
za, pero en su universo no hay nada garattizado, lo cual hace que vina (XXII zo9-zrz). Aunque los dioses tienen algo que decir en lo
sus afectos sean lo mäs vulnerable de su persona. Aquiles sufre (lue ocurre, su palabra no siempre es la que impera.
una herida horrenda con la muerte de Patroclo (XVIII 98 y sigs.); A veces los dioses toman parte en la batalla, lo cual parece un
H6ctor sabe que, si es 6l quien muere, su esposa serä vendida rasgo antiquisimo de los cantos heroicos. Sin embargo, Homero le
corno esclava (YI +S+y sigs.), y ella misma presagia la despreciable 1rcne limites. En general,los hombres no atacan a los dioses. Dio-
suerte que se abatirä sobre su hiio (XXII 49o y sigs.) H6ctor lucha rnedes constituye una excepciön: ataca a Afrodita sabiendo que no
por su lamilia como lucha por su ciudad, pero tambi6n lucha por cs una gran guerrera (V 33o y sigs.),la hiere y se felicita por su de-
algo rnäs. No es un h6roe tan completo ni tan imponente como cisi6n cuando la diosa se retira llorando. Tambi6n se prepara para
Aquiles, pero, a excepci6n de este, ningün otro guerrero lo aven- irtacar a Apolo (Y n4, pero el dios le advierre que no lo haga y
taja en el campo de batalla, y sus hazaf,as estän inspiradas por un l)iomedes desiste. Eso no le impide atacar y herir a Ares, cuyo ru-
deseo similar de aprovechar todas las ocasiones que se le presen- gido es como el de nueve mil o diez mil hombres (V 86o)y puede
tan para alcanzar honores. cxplicarse por la furia que le inspira ver su honor mancillado. Dio-
Si las csccnas dom6sticas otorgan otra tlitncnsi6n al relato, lo rrrcdcs es iovcn y st. ha rn:rlcado, pcro no repite sus ataques contra
r44 Hontero La lliacla:.fonna y carcic-ter
_ t45
los dioses y no tarda mucho en renunciar a toda empresa de esta La intromisi6n de los dioses en los asuntos humanos no
se cir-
clase (VI rc9).La otra excepcidn se produce cuando Aquiles lucha cunscribe a cuestiones Iimitadas como esas. puedcn
dcsencadenar
contra la divinidad fluvial Escamandro. No es un dios olimpico, grandes movimie,tos, como cuando Aporo clesencadena
ra clispu-
pero si un fbrmidable oponente, y se necesita un guerrero como ta entre Agamen6n y Aquiles (I g_g), o Iris, a
perici6n cle Zeus,le
Aquiles para desafiarlo. La lucha implica enseguida a otros dioses dice a Hdctor que los aqueos se preparan para la
guerra (II 7g6), o
mäs poderosos y da paso a una nueva acci6n. En general, los hdroes Atenea persuade a Pändaro para que rompa la tregua (Iy
69 y
homdricos luchan con los dioses tan poco como se oponen a su vo- sigs.), pero desvia su flecha, con lo quc Menelao
no sufrc una he-
luntad en otros asuntos. En eso, Homero se dilerencia del poeta rida grave (IV r3o). En el campo de batalla los dioses
se enrrome_
del Gilgantesh, que coloca a sus dos hdroes en un conflicto casi di- tcn continuamente dirigiendo o desvianclo armas; I{era,
Atenea y
recto con los dioses y con ello los vuelve mucho mäs heroicos. Poseid6n desempefran cual a su mocro-- un papel creter-
Por otro lado, los dioses se inmiscuyen en la guerra de los rninante, mientras que-cada Zeus establece unas linca, g".r.rrl., d.
hombres. Suelen apoyar a sus amigos y atacar a sus enemigos, sin conducta y espera que sean respetadas. La participo.i6,,
divina es
prestar atenciön a lo que los hombres consideran decoroso en la rcal y natural; tanro Home ro como su püblico crebirn
de creer que
contienda. Cuando Paris estä a punro de ser asesinado por Mene- cn la guerra habfa muchas cosas que escapaban ar contror
de los
lao en un duelo, Afrodita lo toma y lo transporta sano y salvo a su hombres y cstaban en manos crc las deidades. Lo
que un pueblo
estancia en Troya (III 38o-383). Tambi6n Eneas es rescarado de la ,enos piadoso asignaria a la suerte lo asignaban los primeros
batalla por Afrodita, su madre (V 3, r y sigs.), y mäs adelante por griegos a los dioses, pero eso no convierte a los agent",
hr_rrru,
Poseid6n, que lo salva de Aquiles (XX 3zr y sigs.). De manera cn meros autdmatas de un juego divino. persiguen
sus propios
anäloga, los dioscs atacan ademäs de proteger. Cuando Patroclo «rbjetivos y asestan sus propios golpcs: los clioses
pueden ser una
escala la muralla de Troya, Apolo lo derriba (XYI Toz-7o3), acaba rryuda o un obstäculo, pero el 6xito o el fracaso
ä. lo, hombres.
hiridndolo en la espalda y le hace perder el casco (XVI 79c.-798). l,os dioses tienen la riltima palabra, pero entretanto ",
los hombres
lncluso H6ctor, que defiende la Troya por la que lucha Apolo, es sc emplean a fondo y obtienen groria por
ello. Aunque Homer.
tratado con dureza por los dioses de los dos bandos. Atenea estä lrabla con frecuencia del destino, no ve a los hombres
como victi-
en su contra y es ella la que persuade aZeus para que no aplace su r.as de un hado predeterminado. Ilasta los clioses
estän limitaclos
muerte (XXII r78-r8r). Facilita la victoria de Aquiles adoptando ;ror el destino, que pone l(mitcs a toda clase de acciones.
la forma de De(fobo, corrro para ayudar a H6ctor, y desvanecidn- Aunque la conducta de los dioses con los hombres debe ser
dose cuando este necesita de su ayuda (XXII 295). Cuando la ba- t'utada en serio, no sucede lo mismo con el trato que
se dan entrc
lanza se ha manifestado desfavorable a H6ctor, Apolo lo abando- si' (luando luchan, como en el canto XX, sus
heri,las no importan,
na (XXII 2r3) y lo deia a rnerced de la muerte. La lealtad de los r).cs por sus venas no corre sangre, sino un fluido llamad. ifthor
dioses tiene lirnites y los hombres los padecen. Su defecci6n ilustra (V 34o). No hay que dar gran importancia a esas
escenas; su pro_
la fragilidad de la condicidn humana, y aunque H6cror nlrncl Prisito es entrctener. La risa no procede crel escepticisrno, sino dc
pueda aspirar realrnente a matar a Aquiles sc le brindan rnuy [x)- rrrrrr lc tan scgllr:r <lc s( rltrc no temc ricliculizar,qu"ll,,
cn lo cluc
cas posibilirlades para hacerlo. t rt't" Ilstc t'sllirittt «lr»tttitt:r lrts r-lr:rrrzus y las
btrrl:rs [;r§ittr:rlcs crr cl
t-l!r^a^$ry, y _rtz
r46
Homero lardcter -_.__
cste lo desoye y su rechazo lo hace mäs heroico. La aspiracidn a las
Olimpo, pero se n-ranifiestacon mäs esplendor en el brillante epi-
el sueflo' a fin de proezas desconoce la atencidn al riesgo, cuan<lo no lo busca por si
soclio en que Flera secluce aZels para el arlor y
en la rnismo o como prueba de coraje. Itl valor florecc en cl peligro y al
que las clivinidacles, inadverticlas por 61, pucclan participar
duerma con h6roe le da igual si acarrea su muerte. Asi, cuando Sarpeddn ani-
batalla. Hera rcalza sus encantos y lo arrae para que
«a escondidas de ma a actuar a Glauco, dice:
ella con-ro cuanclo se amaron por prime ra Yez'
sus paclrcs,, (XIV 296). Mientras yaccn en el monte
Gärgaro' sur-
Pero como, a pesar todo, acechan las ltarcas tle la tnucrtc
<le
gen flcrres lic.to.le rocio, azafräny jacinto espeso y mulli- innumerables, a las que el tnortal no puede escap:rr ni cludir,
äo, (XIV -(<lo1o
y8'Z+il-:r su alrecleclor y los envuelve una nube do- lvayarnos! A uno tributaremos honttr o 61 nos Io rributarh.
rada. Zeus es prcsa de un engafio perfecto y hay una
gruesa
desea mäs que
pincelada cle cornetlia cuando le dice a Hera que la XII 326-328
.,rrlqrri..a de sus amantcs, a l:rs que enume ra (XIV 3 r5-328)' El
" Irn Aquiles, el sentido de la fatalidad roza la obsesidn. Pese a su
*orn"nr., resulta clclicios:rrnentc despreocupado, gräcil y encan-
tador, y Zcus mantie ne su clignidad en la fuerza de su
desco' Es breve intento de evitarlo (IX 356 y sigs.), se vc impulsado a volver
al combate por la idea de que debe haccr todo lo <1uc pueda en el
unepisoclioquerompelamonotrlniadclabatallaynosllevaaun
munclo de fantasia cnteralnente distinto ' Tal vez proceda
de un corto tiempo que tiene a su disposicidn. Eso es lo que da una fuer-
Odisea' en cl '/.a,tan terrible a las crueles palabras quc dirige a I-ica6n:
poerna inclepcnclicnte, como cl cle l)em6doco enla
qr. l^ revelacidn clel arr-ror de Ares y Afrodita desencadena la risa Por esa raz6n, amigo, vas a morir. iPor qu6 tc lltuentas asil
incontenible cle los clioses (vlII 266-366). E,s posible
que estas
Tambidn Patroclo ha muerto, y cso que era tnucho tnejor quc tli"
composiciones gozaran cle popularidad y estuvieran
afianzadas
buena opor- lNo ves c6tr-ro soy yo tambi6n dc bcllo y alto?
en la trrclici6n; clescle luego, Homero aprovech6 una Soy de padre noble, y la madre que me alurnbrd t:s una diosa.
lo hizo' Str
tuniclad para introclucir su "Engafio de Zeus' donde Mas tambi6n sobre mi penden la muerte y el in-rperioso destino,
resulta pla-
construccidn es impecable y equilibrada, y todo en 61 y llegarä la aurora, el crcpüsculo o el mediodia
centero. Son asuntos que no forrnan parte de la vida
humana'
en que alguien me arrebate la vida en la t'narcial pelea,
pe ro que proporcion:ln un contraste con
ella' acertando con una lanza o una flechzr, que surge de la cucrda.
Comoloscliosessotrinmortalesyhastasusheridascarecenclc
importancia, no puedcn ser heroicos u obtener la gloria
especial XXI ro6-r 13
a ella y ltr
del heroismo. Los hornbres, cn cambio, pueden aspirar 'fal
su tinicrt destino de todos los hdroes, que sc enfrentan a los peligros
es el
hacen, y t:rl es su mayor pretensidn, su peculiar grandeza'
la prtr- «le la batalla y saben que dentro de poco ellos serän sus victimas. El
superioridacl sobre los dioses. L,n la büsqueda de la gloria'
prescin h6roe hom6rico no espera otra recompensa que el honor y la glo-
dencia es una consicleraci6n secundaria cle la que puede
rizr, y sabe que cuando muera eso es todo lo que le sobrevivirä.
dirsc. E,n la lliada, Polidamante cs cölcbrc POr su bucn iuici«r
(XVlll z49), pcro, cuanrlo aconscie a [{6ctor tlttc tlcsista <lc atac:tt Al mostrar u h('r«rcs cn acci6n, Hotnero presenta implicita-

cl ptrrr«r il(lp('o (XII zr«r) «r rlrrc sc r('lir('rt lrt citt«lrtrl (xvlll


254), nrcnte dctcrnritt;t<l;ts t',rttt-r'1lci«rncs s«lbrc cl rn(:rittt y la rcctitud, y
r48 Homero La Iliada: forma y carricter r49

debemos prcguntarnos hasta qu6 punto estaban condicionadas rrltura, como Hdctor le recrimina a Paris (III 39 y sigs.; XIII76),
por su creencia de que narraba hechos pertenecientes a una 6poca aceptan el reproche e intentan enmendarse. No existen dudas so-
Jirtirrt" de la suya y en ciertos aspectos superior. La superioridad bre lo que se espera de un hdroe. Estamos ante el principio bäsico
radica en parte en una cuesti6n de empuje fisico, pero tambi(n de la virilidad homdrica, igualmente presenre en el anciano Pria-

tiene que ver con el estilo y con otras cosas. Sin duda, la tradici6n rno cuando se adentra en la noche para rescatar el cadäver de su
preservaba todo lo que creia propio de un pasado admirable, pefo hijo y en el joven Patroclo, avergonzado por la derrota de los
Flomero no se limitd a repetirlo sin mäs y lo trat6 de manera co- lqueos cuando Aquiles se absriene de pisar el campo de batalla. A
here;rte, como si comprendiera su significado y lo que le exigia. todos los hombres se los pzga por el mismo criterio; los a<1ueos y
No podemos por menos de afirmar que el tono de la lliada tiene los troyanos son iguales ante 61. Si Aquiles es superior a Fl6ctor, es

algo de noble, como se pone de manifiesto esenciahnente en el [)or su poderio fisico; en punto a heroismo, estän a la par. Sin em-
trato cortds y considerado que los h6roes dispensan a sus amigos y bargo, en cierto sentido Aquiles no solo se difercncia de H6ctor,
en la furia impiacable con que tratan a sus enemigos. Hay exceP- sino tambi6n de otros h6roes de los dos bandos. Carcce de amigos,
cioncs, pero confirman la regla. cada cual a su modo, Tersites y al margen de Patroclo, y, aunque tiene una buena relaci6n con
Dolön se aiustarr a la norma heroica, pero el primero es castigado Ulises y Ayante, no son intimos suyos. Es la clase de h6roe que
por ello (II 265 y sigs.) y el segundo recibe una muerte desdeflosa vive fundamentalmente para si mismo y para su propio honor.
(X +SS-+SI). For lo demäs, los personajes de la lliada, hombres y Como Sigurth en la leyenda germänica. Si esrä en Troya, es pre-
mujeres, aqueos y troyanos, se mueven con estilo y son fieles a sus sumiblemente porque asi puede demostrar su destreza, y desde
principios. Sus frecuentes discursos ponen de relieve su naturale- luego no le interesa combatir para recuperar a Helena, aunque
za y sus reacciones ante los acontecimientos, sus observaciones so- l)regunta: « iEs que los ünicos de los mise ros humanos que aman
bre [o que sucede y una manera de pensar bien sencilla. Reaccio- rt sus esposas son los Atridasl" (IX 34o). Pero, incluso con esta
nan inmediatamente a las epociones, sobre todo a la c6lera, rliferencia, Aquiles es como los demäs h6roes, solo que al ser mäs
prominente tanto entre enemigos como entre amigos como refle- lreroico y mäs consciente de su negro hado alcan za mayores cotas
jo de ese respeto a uno mismo que rechaza cuanto no es digno del <le perfecci6n que ellos.

honor heroico. Afrontan sus problemas con coraie y como es de- El estilo heroico excluye cierras actividades indignas de un
bido, y dicen exacramente lo que piensan sobre ellos. No hay iro- hombre cabal. Este no debe luchar tramposamenre en la batalla; a
nia, engano, ,:cultaci6n. El caudaloso torrente de las palabras lrn arquero como Pändaro o Paris no se lo considera un guerrero
nunca deja de fluir, impulsado por emociones poderosas. Aquiles t:n el sentido pleno de la expresi6n (XI 385). La idea tal vez tenga
y Agarnendn se muestran igualmente violentos en su disputa; cierta base histdrica. Es posible que los primeros aqueos no em-
Hdctor y Andr6maca esrän igualmente despojados de vanas espe- plearan arcos y flechas, como tampoco los emplearon sus suceso-
ranzas respecto alfuturo. rcs,los filisteos, contra Rams6s III, a un precio muy alto para ellos.
Esta magnifica inocencia es un refleio del respeto por uno I'.n otros aspectos de las negativas y los rechazos heroicos pode-
mismo del quc nace la conducta heroica. I-os hombrcs y las muic- rnos advertir las prefercncias del propio poeta al rerratar el mun-
res sabcn lo quc sc cspcra «lc cllos y lo cttrnplcn. Si no cstltn a la .lo heroico. Al rrmrgcn <lc I lorne ro, la leycnda, cuyo lcgado fuc a
r50 Homero l,u lliada: forma y carticter
__111
parar a la tragedia, pero que primero debiö de fecundar el canto rlue estuviera a su altura y el Hdctor de Homero tal vcz sea el ül-
oral, abunda en horrores, incestos, parricidios, matricidios, muti- timo de los muchos en desempefrar ese papel, detcrmi.ado por las
laciones, torturäs. En algunos casos, Homero apenas los mencio- r:xigencias dramäticas. La humanidad narural y ccrcana cle H6c-
na: por un momento pensamos que Aquiles mutilarä el cadäver tor y la magnificencia aterradora y remota de Aquilcs otorgan al
de H6ctor. Pero en coniunto esos horrores estän notablemente au- ('ontraste toda su fuerza. No podemos imaginar a H6ctor abste-
sentes tanto dela lliada como dela Odisea, en la que no se nos dice rridndose de intervenir en cl combate por una ofensa a su honor,
que Orestes mata a su madre. Esta sensibilidad es fruto de la reac- ,i tampoco cavilando sobre la vida y la muerte con la fucrzade las
ci6n del poeta a las narraciones heroicas. Flomero tiene una im- de Aquiles. Hdctor encaja en su ambiente; Aquiles se
'cflexiones
pronta propia, una concepcidn imaginativa de la 6poca heroica, y ('ncuentra por encima del suyo, mäs allä de 61, y estä a punto de
se rige por ella. tlestruirlo. No resulta dificil necesariamente s11[nso- 2fi1-
Aunque Flomero debia de estar en deuda con la tradici6n por -ni
rnar que Aquiles es la personificaci6n de la 6poca heroica vista
episodios e historias que subrayan la energia y resistencia de los rctrospectivamente, mientras que Hdctor es la encarnaci6n de la
h6roes, tambidn debi6 de apoyarse en su propia observaci6n para ,»rgarizaci6n social de la ciudad griega ral como estaba configura-
dar sustancia a su relato. Aunque no tiene por qu6 haber ofrecido rla en el siglo v.r. Pero ahi no acaba todo. Es posible que Homero
un retrato realista de la gente, su dominio del cuadro vivo tienc t'oncibiera sus personalidades como la representaci6n de dos tipos
que ser fruto de algo mäs que de las f6rmulas de poetas anteriores: rliferentes de virilidad, cada una convincente en su estilo. De
ha de reflejar sus inquietudes personales. La Iliada funde el pasa- Aquiles sin duda sab(a algo por la tradicidn, pero con Hdctor las
do heroico y el presente conocido. Este (rltimo, sometido a un con- ('osas no parecen tan claras. su nombre es griego y significa ,,el
trol estricto y raramente manifiesto sin ambages salvo en los simi- (lue sostiener, lo cual resulta adecuado para el protector y guar-
les y el escudo de Aquiles, infunde sin embargo profundidad y rliän de Troya (vI ao3). La existencia de un rey Hdctor de euios
fuerza a la accidn heroica. No tenemos por qu6 pensar que el Iracia el aflo 8oo qtiz6 indique que era un nombre conocido ya
mundo de Homero era como el de su Aquiles: distante, magnifi- lrrrr la tradicidn podtica (I6n de Quios, z7B F r), pero desde luego
co, casi sobrehumano. El personaje de Aquiles es una creaci6n rro cabe descartar que el nombre procediera de un antiguo linaje.
imaginativa de primera, la encarnacidn de espldndidos ideales l.o importante es el lugar de H6ctor enla lliada, donde el magis-
madurados por los hombres a lo largo de los siglos y que encon- tral artista que fue Homero muestra su destreza al combinar las
traron su plasmaci6n definitiva en este hombre de hombres y h6- lirrmidables hazaf,as de Hdctor en la batalla con la humanidad de
roe de h6roes. Aquiles habr(a sido inconcebible de no haber exis- su ternura y sus afectos. Los numerosos hilos de la lliada,algunos
tido la creencia en una 6poca heroica en la que los hombres eran rnuy antiguos, otros menos, se conjugan en un soberbio plan, en el
mäs fuertes y valientes que en la actualidad. ,;,c la c6lera de Aquiles y el destino de Troya quedan intima-
Frente a 61, en contraste total, estä H6ctor. Ofrece un contra- nrcnte entrelazados, y el entrelazamiento sefiala diferentes planos
peso a Aquiles y obtiene victorias para los troyanos cuando Aqui- «'rr la historia, desde los tenebrosos recelos de Aquiles hasta la con-

les se abstiene de participar en la batalla. Los primeros cantos so- rn«rvedora dcvocirin rlc Hdctor y Andr6maca. Aunque eliminära-
bre Aquiles «lebieron de presentar a un antagonista formidablc rrr<rs rlc h Iliulu ('sr;r () lr«lrrclll
l)artc, la obra scguiria prescntando
r52

una trama y una forma definidas, pero toda eliminaci6n sustan-


cial dafiaria la distribuciön y el equilibrio del coniunto. Incluso el
canto X, el mäs sospechoso de todos, introduce un momento de 7
respiro en el relato cuando, tras la negativa de Aquiles,los aqueos LA ODISEA: FORMA Y CARÄCTER
deben prepararse para hacer un tremendo esfuerzo sin 61.
Es natural hablar dela lliad.a como si en cierto sentido fuera
un poema trägico. El ejemplo mäs claro es el de Aquiles, que, por
su decisi6n de humillar a Agamen6n, pierde a Patroclo. Pero esta
clase de errores es muy comün en la poesia heroica y no reviste un
caräcter exclusiva o necesariamente trägico. El h6roe toma una I-aodisea, como la Iliadarcomienza con una invocaci6n
a la musa:
decisi6n por motivos de honor y paga un alto precio por ella. En
la Chanson de Roland y en La batalla de Maldon encontramos el Musa, dime del häbil varön que en su largo exrravio,
mismo proceso, esencial para la perspectiva heroica. Esta clase de tras haber arrasado el alcäzar sagrado de Troya,
conoci6las ciudades y el genio de innirmeras genres.
decisidn desastrosa no es asimilable a las que acarrean la catästro-
Muchos males pas6 por las rutas marinas luchando
fe en la tragedia propiamente dicha. En el primer caso nos topa-
por si mismo y su vida y la vuelta al hogar de sus hombres,
mos con algo que no se puede eludir sin mancillar el honor, pero
pero a 6stos no pudo salvarlos con todo su empeöo,
en la aut6ntica tragedia los errores suelen deberse a una tacha en
que en las propias locuras hallaron la muerte.
el caräcter o en la inteligencia, a un exceso o un defecto de la per- llnsensatos!
Devoraron las vacas del Sol Hiperidn e, irritada
sonalidad que enceguece a la victima y la condena a un destino la deidad, Ios priv6 de la luz del regreso. principio
funesto. El h6roe trägico puede actuar de otra forma; el heroico, da a contar donde quieras,
loh diosa nacida de Zeusl, [a nosotros
no. Ahi radica la clave de Aquiles, pero tambidn de Hdctor y tal tambidnl.
vez hasta de Troya. Tal es el principio que mueve el mundo he-
I r-ro
roico y le confiere su grandeza y su rigor. La gloria puede ser una
suerte de recompensa; el cumplimiento de la vida heroica estriba liste fragmento presenta varias sorpresas. A diferencia
de lo que
en observar los imperativos del honor hasta sus riltimas cohs€- ocurre con Aquiles al principio de la lliada, el h6roe rJelaodisea
cuencias. ,o es nombrado, sino que se lo llama
(lrrc su historia es conocida, como "el häbil var6nrr, seflal de
confirman las riltimas palabras,
,'rr las que se pide a la musa que nos cuente la historia o,
.roror.o,
t:rrnbi6n». No obstante, la historia conocida queda
perfilada de
rrr* forma peculiar. La referencia a las ciudaJes y ai espiritu de
,r.rcrosos pueblos resulta inapropiada, casi engafrosa, .o,,,o rlrr_
ririn a las incrc(lrlcs uvcnturas de ulises; präcticamente
la finica
, irr«l.d quc vc tllist's t's lrr crrPit,l clc Ia tierra
clc los feacios, y no cs
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