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EL ROL DEL PROCESO DE APEGO EN EL

DESARROLLO

L
as modalidades de apego se empiezan a establecer en la vida
intrauterina, pero es desde el nacimiento cuando el sistema de
apego del neonato entra en interacción con el de los
progenitores: si observamos a cámara lenta a un padre que tiene en
brazos a un niño es posible evidenciar toda una serie de micro-
elementos que caracterizan y constituyen la esencia de esa relación.

La modulación del tono y el ritmo de las palabras, representan


elementos constitutivos del proceso de apego en sus fases iniciales,
predisponiendo al niño a un correcto desarrollo de las capacidades
de adaptación y permitiendo el desarrollo emocional y el de la
conciencia de sí mismo.

La modalidad con la cual se estructura la reciprocidad entre padres e


hijo es extremadamente importante para la organización del
conocimiento del niño, tan importante como difícil porque no está
aún preparado para reconocer las exigencias de nuestra especie.

Las teorías del desarrollo de los procesos emotivos han


comprometido en primera instancia a autores de matriz
psicoanalítica en cuyas tesis, se subrayaba que las emociones y la
consciencia de sí mismo derivan de la regulación y del control de los
impulsos y de la consecutiva distribución energética.

Posteriormente, los estudios de Bowlby han introducido el concepto


de apego a figuras significativas como experiencia fundamental del

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niño para estructurar los comportamientos sociales sucesivos, en
particular para los fuertes vínculos de la edad adulta: lo inadecuado
de este proceso deja vulnerable al sujeto en las situaciones de pérdida,
como consecuencia del insuficiente desarrollo de la autonomía.
Recientemente, el desarrollo de las neurociencias ha llevado a realizar
modelos interpretados más sofisticados que entrelazan aspectos
neurológicos y vínculos afectivos.

Según algunos investigadores, una experiencia emotiva propiamente


dicha aparece hacia los 7 u 8 meses y, por lo tanto, con ella también la
idea de la permanencia de las figuras del apego. Obviamente, incluso
un neonato tiene manifestaciones de terror, por ejemplo, frente a un
sonido muy fuerte, pero esto se define como estado emotivo y no
como experiencia emotiva: estaría por lo tanto genéticamente
predispuesto a esa reacción sin haberla aprendido todavía.

En la gradualidad de las experiencias emotivas el miedo precede a la


vergüenza o la culpa para las cuales es necesario un mecanismo más
elaborado de pensamiento. No existe una prioridad entre desarrollo
emotivo y cognitivo: ambos actúan como estructuras inseparables
desde las primeras fases del desarrollo.

Es posible evidenciar en niños desde los 2 a los 4 años diferentes


reacciones frente al mismo estímulo, por ejemplo, ser dejados en una
escuela; estudiando las relaciones con las madres ha sido posible
identificar algunos modelos de apego que predisponen a la formación
de una estructura de personalidad que, aunque no es determinante,
suministra una marca para las futuras fases del desarrollo.

Entre las investigaciones sobre el apego, una se muestra


particularmente interesante.

Ainsworth ha evidenciado tres modelos:

1. Apego a lo seguro, característico de niños que han mantenido


un buen contacto con los padres, incluso frente a situaciones
nuevas y se reúnen con serenidad con los padres después de un
periodo de separación.
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2. Apego ansioso y resistencia o ambivalencia: caracterizado por
las dificultades de exploración y por un fuerte estrés emotivo
por el momento de la separación. Los niños se muestran muy
impulsivos al apego resistente, siempre alarmados y llenos de
miedo mientras sus padres se muestran híper-aprensivos e
híper-protectores.
3. Apego ansioso: característico de los niños que evitan a los
padres en el momento de la reunión, tienen un comportamiento
más amigable con los extraños que con la familia, mientras en
la escuela frecuentemente se muestran cerrados, hostiles y
aislados del grupo: son comportamientos característicos de
quien ha tenido un apego de rechazo o escasamente
comunicativo a nivel emotivo.

Estas influencias ambientales podrán inducir a esquemas cognitivos


des-armónicos respecto a las metas del sistema comportamental.

Se facilita, por lo tanto, la intersección de factores genéticos, de


predisposiciones biológicas, a las cuales se suman los aspectos de
sistemas de reciprocidad, es decir, el tipo de cuidados que los niños
experimentan en los primeros años de vida, que posteriormente, en
la interacción con los factores ambientales y sociales, determinan el
posterior desarrollo de la personalidad, sea por lo que se refiere al
concepto de sí mismo, como a la autoestima y la seguridad, sea en lo
que se refiere al ambiente escolar, las relaciones con los compañeros,
la familia, las capacidades de tomar decisiones y hacer elecciones.

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