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De utopías y distopias, megarrelatos y transhumanismo

Entre los grandes intelectuales ignorados del siglo XX no existe nombre más reconocido

que el de Aldous Huxley. Proveniente de una familia de intelectuales, igualmente

ignorados1 (la marca negra de su familia), Huxley logro vaticinar los problemas filosóficos

y científicos que aquejan nuestro siglo. Fue en su obra más excelsa, Un mundo feli,z en

donde no solo los expone, sino también los relata con suma claridad y exquisito

refinamiento, fundando con ello a su paso, no solo un mundo nuevo en cuyas variopintas

posibilidades todo es posible, sino también, un nuevo e interesante género literario: la

distopia.

Llámese antitautologia, contratautologia, utopía negra o simplemente distopia, es imposible

negar el carácter negativo de la misma [CITATION Lop91 \p 7 \l 9226 ]. En efecto, un

mundo como el de Huxley es, cuanto menos, un mundo contrario a la felicidad. Huxley,

solo era irónico al utilizar tal combinación de palabras para el título de su libro. Examinado

su misma obra, el autor distopico señala “la pesadilla de la organización total, que yo

situaba en el siglo VII después de Ford, ha surgido del inocuo y remoto futuro y nos está

esperando ahí mismo, a la vuelta de la esquina.”[CITATION Hux84 \p 12 \l 9226 ]. Si bien

aún se nos resisten los avances científicos y tecnológicos descritos en la obra de Huxley, no

cabe la menor duda que en unos pocos siglos, tal vez años, los alcanzaremos, y quizá,

logremos mucho más de lo que la imaginación humana es capaz de vislumbrar. ¿No es

acaso la ciencia ficción un destello atemporal de nuestro inevitable futuro? Si ello es cierto

¿Por qué colocamos todos nuestros esfuerzos en llegar a ello? Luego ¿Un futuro con tales

1 Su abuelo, Thomas Huxley, fue uno de los biólogos impulsores de la teoría de la evolución por selección
natural. Todo su trabajo intelectual estuvo opacado por los estudios de Charles Darwin, negándole así su
merecido lugar en la historia.
características no sería negativo para la especie humana? Todo ello es concebible en un

mundo en donde los grandes relatos ya están muertos, o en el mejor de los casos,

moribundos.

Nietzsche no se equivocó; Dios si está muerto. Pero el alcance de sus palabras va inclusive

más allá del asesinato de un ser celestial. La muerte de este ser no es la única que desprende

lágrimas en occidente. Ante la muerte de este megaralato, se le yuxtaponen otros tres mas:

el capitalista, el socialista y el ilustrado. Ante la muerte de los cuatro mega relatos, dadores

entre otras cosas de la esencia occidental, ha de surgir uno nuevo para reemplazarlos. Es así

que las nuevas utopías2 cobran fuerza en nuestro tiempo. Entre las más deslumbrantes se

encuentra el transhumanismo. “Cuando tantas promesas hechas por otras utopías han

dejado de ser creídas, el transhumanismo se presenta con promesas renovadoras, no

mucho más irrealizables que las de las viejas utopías, pero si más potentes, deslumbrantes

y atractivas.” [CITATION Die17 \p 20 \l 9226 ].

Ante una utopía de aquel talante, surgen siempre seguidores y detractores. Martin

Heidegger, como todo buen filósofo, ya se había anticipado al problema e inclusive había

dado su opinión sobre ello. En una conferencia hecha el 30 de octubre de 1955 titulada

serenidad el filósofo alemán expone la existencia de dos clases de pensamiento: el

calculador (das rechnende Denken) y la meditación reflexiva (das besinnliche

Nachdenken). Sobre este último comenta:

“A esta meditación es a la que nos referimos al decir que el hombre actual está en

fuga del pensamiento. Solo que, así se arguye, la mera meditación se encuentra

flotando sobre la realidad cuando menos lo espera. Pierde tierra. No sirve para

2 A opinión de Huxley y otros autores como distopias.


salir adelante en los negocios ordinarios. No aporta nada a la práctica cotidiana.”

[CITATION Hei93 \p 80 \l 9226 ]

He ahí el miedo de Heidegger: en un mundo donde se valora más un pensamiento

calculador, donde son los negocios la dinámica y el interés universal, se pierde el interés

por reflexionar críticamente. Particularmente, en el contexto histórico de Martin Heidegger,

la energía atómica era considerada el avance tecnológico más significativo. Por ello, no

demora en denunciar y exponer con el máximo vigor: “…la energía atómica puede llegar a

ser un negocio gigantesco. En el negocio atómico se mira la nueva felicidad.” [CITATION

Hei93 \p 81 \l 9226 ]

El desencanto de Heidegger por una sociedad tecnológica no proviene tanto por las

consecuencias éticas que ello genera, más bien su decepción viene dada por la muerte del

relato ilustrado. Así explica este conflicto Ballen Rodríguez [CITATION Bll16 \p 143 \n \t

\l 9226 ]

“Ha señalado Heidegger que una de las notas predominantes de una técnica que

constata y hace constatar, tiene que ver con la liquidación de la filosofía y en

general del pensamiento libre y en consecuencia para la autoderminacion de la

voluntad, un legado cuyo eco proviene del proyecto emancipatorio del siglo XVIII y

que Immanuel Kant pregonara bajo la divisa ilustrada del sapere aude.”

Bajo aquella visión resulta, cuanto menos sensato, rehuir de un mundo en donde la directriz

del pensamiento sea de origen calculador. La sociedad se convertiría entonces en un enorme

mecanismo homogéneo cuyo espíritu seria irreflexivo. La utopía o tecno-topia resultaría

negativa para la especie humana, y con ello, el transhumanimo.


Si es el pensamiento reflexivo lo que ha de mover no solo al filósofo, sino a la sociedad en

general, resultaría, cuanto menos vulgar e inapropiado no exponer, algunas tesis que apoyen

al transhumanismo. ¿No es este una utopía renovadora? Luego, sería inapropiado no

escuchar sus argumentos que, como toda utopía de considerable respeto, ha de tener una

visión clara de progreso y bienestar.

Toda idea innovadora genera conflicto. Entre los detractores y seguidores del

transhumanismo se halla el debate entre lo natural y lo artificial. Lo uno es ajeno a la

técnica, lo otro es producto y consecuencia de ella. Es la técnica lo que hace posible esta

dicotomía, pero también este punto de encuentro. Referirnos a la técnica y su relación con

la naturalidad y la artificialidad, es internarnos en el ámbito de la esencia de la técnica. Es

nuevamente Martin Heidegger el abanderado para abordar dicho tema. El filósofo alemán

afirmara que dicha esencia consiste en el pro-ducir. Sobre ello comenta: “Todo dar – lugar

a que algo (cualquiera que sea) proceda desde lo no presente a la presencia es pro –

ducir.”[CITATION Hei97 \p 119 \t \l 9226 ]. Cuando se hace referencia al pro – ducir,

incluye Heidegger en la ecuación a las cuatro causas originadoras: causa materialis, causa

formalis, causa finalis, causa efficiens. Todas ellas, configuradas en tal lógica, hacen

posible un emerger desde sí. Se pasa por un proceso de velamiento a uno de desvelamiento,

proceso cuyo término es un desocultar3

Aquel des - ocultamiento viene dado por la naturaleza del propio objeto o artefacto creado.

Cada artefacto posee en su seno una dualidad sistémica. Por un lado, la interior, ella cumple

la función de organizar los fenómenos naturales internos, en tal lógica, que pueda lograr los

objetivos propuestos o programados en su interior dentro de unos rangos de ambientes

3 Revelar la verdad de los procesos.


[CITATION Sim06 \p 13 \l 9226 ]. Por otro lado, se encuentra la exterior, este es el

ambiente y determina las condiciones para la consecución de dichos objetivos [CITATION

Sim06 \p 13 \l 9226 ].

Sean técnicas artesanales o modernas4, ambas pasan por el proceso de desvelamiento y del

pro – ducir. No obstante, si existe un proceso único de las técnicas modernas: el provocar.

Se pueden hallar dos artefactos cuya causa finalis (fin) sea la misma, pero en las que ambos

también puedan diferir de las otras tres causas. Teleológicamente, un molino no se

diferencia de una hidroeléctrica; ambos están diseñados para producir energía mediante el

flujo de movimiento del agua. Sin embargo, entre estos dos, las diferencias en forma y

materia son evidentes, al igual que en su constitución interna y su relación con su medio.

Por su parte, el molino requiere de energías externas para funcionar; la hidroeléctrica no

requiere de dichas energías, más bien su funcionamiento interno está hecho para responder

a las energías exógenas. La gran diferencia entre estos dos artefactos radica en la

provocación que cada uno hace a su medio circundante. El uno reposa, descansa sobre su

ambiente natural sin exigirlo; el otro es un intruso, invade el ambiente y no solo exige, le

sobre exige a su ambiente, a las fuerzas naturales, lo provoca para generar ciertas

circunstancias y así cumplir su fin.

Entre la provocación y la artificialidad, ahí se halla el transhumanismo. ¿Qué no es este

sino un provocar a la naturaleza para generar bienestar y felicidad humana? Su provocación

a la naturaleza seria de tal índole que problemas tales como la muerte pasarían del espectro

biológico al tecnológico [CITATION Die17 \p 42 \l 9226 ]. En esa novedad, ahí radica la

4 Entiéndase con ello industriales.


popularidad del transhumanismo y su creciente acogida. Por ello, resulta de vital interés

adentrarnos en este plano.

Quizá uno de los rasgos más llamativos del transhumanismo sea su enorme éxito en

relativamente poco tiempo. En gran medida son las grandes potencias las que han

propiciado este éxito al acoger en su seno muchas de sus tesis. No resulta sorpréndete que

asi sea, pues a la muerte de los anticuados megarelatos, llega uno nuevo, más potente, más

llamativo, pero sobre todas las cosas, posible en su realización.

Tres son los rasgos básicos que explican el éxito del transhumanismo, según Dieguez

[CITATION Die17 \p 21 \n \t \l 9226 ]: el primero de ellos es que hoy día es el único

proyecto de salvación laica asequible en donde no se promete un paraíso extraterrenal, en

contraste, el paraíso es posible en este mundo, siempre y cuando exista la voluntad y la

tecnología necesaria para su consecución; el segundo de ellos se encamina en la línea de

recuperar la confianza en la mente humana, su poder ante las limitaciones de la naturaleza y

su capacidad innovadora para generar felicidad en el ser humano; por último, el tercero de

ellos, es el más obvio de todos, se platea un futuro mejor, con un rasgo único: el progreso

material, si bien seria acelerado, no denotaría un cambio brusco y drástico en las dinámicas

políticas y sociales.

Ora moribundos, ora renovados bajo otro nombre, lo cierto es que el transhumanismo

contiene en su seno lo mejor de los megarelatos; su visón de paraíso terrenal, su confianza

en la racionalidad humana y su novedosa idea de progreso, así lo demuestran. ¿Es por ello

la elección más idónea para asegurar el progreso y la felicidad humana? Esa pregunta

tendrá que esperar a ser contestada, pues el transhumanismo apenas da sus primeros pasos.

Lo cierto es que los filósofos nos urgen en pensar sobre este tema, así podremos
anticiparnos a los posibles problemas que este genere, pero también a sus posibles

soluciones.

Por: Carlos Viloria Antón

Bibliografía

Ballen Rodriguez, J. S. (2016). Posthumanismo, tecnica y filosofia: dimensiones de la

tecno-topia para un mundo feliz. Cuadernos de filosofia latinoamericana, 127-147.

Dieguez, A. (2017). Transhumanismo: la busqueda tecnologica del mejoramiento humano.

Barcelona: Herder.

Heidegger, M. (1993). Serenidad. Camacol, 78-84.

Heidegger, M. (1997). Filosofia, ciencia y tecnica. Santiago de Chile: Universitaria .

Huxley , A. (1984). Nueva visita a un mundo feliz. Barcelona : Seix Barral.

Lopez Keller, E. (1991). Distopia: otro final de la utopia . REIS, 7-23.

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