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Orígenes del peronismo

El peronismo es intrínseco a nuestra identidad como argentinos. No importa cuanto lo


nieguen, lo escondan o lo desestimen, nuestra historia a partir del 1945 fue en mayor o menor
medida atravesada por este movimiento de masas, tan caótico y complejo que no alcanzan los
libros para entenderlo.

Juan Domingo Perón asume

la titularidad de la secretaria de Trabajo y Previsión

Responder hoy en día qué es ser peronista es difícil. ¿Existe acaso un solo peronismo? ¿Es el
peronismo un sentimiento, una pertenecía de clase, un movimiento político? ¿Es el peronismo
el partido justicialista? ¿Su candidato de turno? ¿Su historia? ¿Su continuidad temporal?

Como militante, como estudiante de historia y como peronista todavía no puedo terminar de
responderme estas preguntas. Intentaré, sin embargo, revisar o mejor dicho pensar los
orígenes de este gran movimiento y su relación con el movimiento obrero para empezar, no a
entender, pero sí a desmenuzar el sentido de esta identidad colectiva que dividió aguas en el
país desde sus inicios hasta el día de hoy.

Gino Germani

Una de las teorías más clásicas sobre el origen del peronismo fue propuesta por el sociólogo
italiano Gino Germani. Dicho autor planteaba que el peronismo había nutrido sus filas de
adherentes con la llegada de un nuevo contingente de trabajadores, sin antecedentes
sindicales previos, inexpertos, provenientes de zonas rurales que se relacionarían con el líder
carismático al ver en él una figura paternalista, comparable al patrón en el mundo rural. Según
Germani este grupo de nuevos trabajadores construyó su relación con Perón desde lo
emocional y práctico. Su interés principal se basaba en la satisfacción de las demandas
materiales inmediatas y relacionaban la posibilidad de obtener beneficios económicos y
mejoras laborales por fuera de su capacidad movilizadora como clase social.

Esta división entre nueva y vieja clase obrera, tuvo en la visión de Germani una carga
claramente negativa. Sin embargo, esta distinción entre nuevo y viejo movimiento obrero fue
tomada por los historiadores revisionistas, quienes modificaron dicha visión al plantear que los
nuevos trabajadores, que iniciaron su vida sindical con el peronismo, fueron una bocanada de
aire fresco y puro que venía a poner en entredicho a la viciada burocracia sindical. Esta visión
de la historia resalta la espontaneidad en la movilización del 17 de octubre y da prioridad a la
relación directa entre los trabajadores y Perón.

El famoso libro

de Murmis y Portantiero
Discutiendo estas visiones es que aparece el libro “Estudio sobre los orígenes del peronismo”
de Murmis y Portantiero. Estos autores rechazan por completo la división entre nueva y vieja
clase trabajadora. Ellos ven en la década anterior al peronismo (1930 a 1940) un proceso de
desarrollo industrial basado en la sustitución de importaciones. Este desarrollo económico no
generó, sin embargo, una equitativa distribución de la riqueza. En este proceso encuentran
un movimiento obrero unificado por el sufrimiento de una misma explotación capitalista que
hacía oídos sordos a sus reclamos como clase social. Para Murmis y Portantiero el apoyo del
movimiento obrero al peronismo se basaba en una decisión racional. Los trabajadores
(sindicalizados o no sindicalizados) apoyaban a Perón porque éste aseguraba el éxito para
alcanzar sus intereses de clase.

Una de las muchas imágenes del libro

"Una Nación libre justa y soberana"

A pesar de que esta teoría nos permite entender la racionalidad económica del movimiento
obrero al elegir al peronismo, no nos explica la pasión política que dicho partido generó en los
trabajadores. Esta es precisamente la crítica que Juan Carlos Torre y Daniel James le hacen a
Murmis y Portantiero. Para el primero de estos autores el proceso de ascenso de Perón al
poder abre al movimiento obrero en su conjunto un proceso de democratización por vía
autoritaria.

A su vez, Daniel James plantea que fue en ese momento en el cual la clase trabajadora se
constituyó como fuerza social. En este período se constituye una plena identidad política para
el movimiento obrero el cual se transforma en motor de movilización social con acceso directo
y privilegiado a las esferas de poder. Espacio que les había sido vedado hasta el momento por
los gobiernos oligárquicos, fraudulentos y de facto.

El peronismo ayuda de esta forma a constituir de ahí en adelante lo que será la cultura obrera
argentina. Hace esto al redefinir la categoría de ciudadanía, dado que reconoce al trabajador
no como individuo sino como parte de un movimiento de clase, y a su vez, dignifica su
identidad al constituirlo como actor principal de la vida política. Al mismo tiempo los
trabajadores imponen un carácter netamente obrerista al futuro partido justicialista. Lo cual
marcará la esencia del propio partido a lo largo de su historia.

El apoyo al peronismo hoy en día sigue siendo conflictivo. Las pasiones (para bien y para mal)
que han resurgido en los últimos años superan las explicaciones de racionalidad económica. La
política y el peronismo en particular han despertado sentimientos nuevos, difíciles de explicar.
Quizás tengamos que esperar a futuros sociólogos que nos digan por qué no se apaga tanto
fuego.

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