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LA QUIMERA MARTIANA Y EL TIEMPO AMERICANO1.

Entre el Viaje y la Radicalidad.

Cuando nos acercamos a la transformación de la identidad, nada nos parece más


atinado para intentar captar el universo, que la conocida parábola según la cual
todo el conocimiento humano es como la tripulación de un barco que se tambalea
en alta mar, sin rumbo fijo ni oportunidad de asirse a alguna ensenada y con la
única opción de tratar de reconstruir los mástiles dañados para proseguir un viaje
desconocido.

La misión que lleva el viajero no importa, siempre y cuando tenga la capacidad de


utilizar la alegoría... Ser tripulante del barco, incluso el timonel si las
circunstancias lo exigen. El viajero es quien puede emprender la marcha aún sin
moverse, con el afán no de anclarse en dualidades(puertos y ensenadas) sino de
explorar continuamente el territorio que hay entre esos puntos, a mayor espacio
por conocer más vida y mucho mas conocimiento de ella: ”No me importan las
estaciones del camino humano —anotaba al respecto José Martí — que se
levantan y destruyen en arreglo a las conveniencias de los vivientes, sino el valor,
acomodable, pero libre, que echa a andar el tren por ellas”.

Martí, nómada incontenible, entiende por libertad aquello por lo que vale la pena
luchar, el valor sin el cual todo seria el estatismo de las paradas ferroviarias de un
vagón. ¿Quién mejor que Martí podría entender la dinámica de la existencia si
todo en él fue dinámico?. Basta con echarle una ojeada a su biografía para ver
como desde los dieciséis años, cuando escribe el poema ‘’Abdala” (una
anticipación sorprendente de lo que sería el drama cubano) y hasta su muerte,
abatido a balazos tres décadas después, estuvo siempre en ese ciclo contingente
del cambio. Traslados geográficos de Isla de Pinos a Nueva York y Playitas; y en
el pensamiento: del anciano Platón « que se sienta a ver hervir los mares, desde
las rocas de Egina, y a coloquiar con el espacio vasto, como con natural amigo, y
a vislumbrar en los lejanos siglos, surgiendo como entre colosales brumas tibias,
la Atlántida fragante» al genio de Simón Bolívar cuando « ha llegado para la
América española la hora de declaración de su segunda independencia».
Desplazamientos territoriales en búsqueda de unos topos donde fuera posible
pervivir, mas que sobrevivir, con la conciencia abierta y sensible en la búsqueda de
1 Libro publicado por Editorial Anasazi, Gente Antigua, Bogotá, 1999.
la singularidad esencial del ser humano.

Su vida no será otra cosa que un viaje intermitente de búsquedas y extensiones:


estudiaba en la Universidad de Zaragoza -en la transición de la monarquía de
Amadeo de Saboya a la primera república- mientras costeaba su existencia dando
clases, visitaba en París a Víctor Hugo y en Venezuela a Cecilio Acosta,
poniéndose al lado de indígenas y obreros en cualquier rincón del continente.
Expulsado por dictadores de levita y anatemizado por colonialistas de nuevo cuño,
incomprendido aún por sus propios compañeros y seguidores para salir luego
adelante con la esperanza puesta en la victoria de unas causas nobles y justas, su
fe en el « mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud».

Una vivencia que para Martí implica líneas expansivas de fuga por paisajes
geográficos a través de México, Haití, Guatemala, Santo Domingo, Cayo Hueso;
acción social, desde las canteras de San Lázaro en Isla de Pinos hasta los
tabaquerías de Tampa y psíquicos entre su innatismo o innéismo —como le
gustaba decir— y una pasión mística por el deber.

Fuga que es más que huida porque nunca huye quien se escapa, fuga que
implica una nueva forma de deslindar parajes, cuando ya no hay Arké ni Telos, ni
inicio ni final de la historia. Fugas y desarraigos: a eso podría reducirse la vida de
un hombre si antes y después no hubiera otras maneras de fugarse, si no hubiera
además el más elemental sentido de quietud y conservación. Sólo con el
desarraigo se pueden aprehender las sensaciones más ocultas de una Odisea, las
fronteras, los frontispicios y hasta los pozos sin fondo sobre el «sin fondo infinito
del Universo».

El desarraigo aparece como una ruptura con lo racional, que tiende a ser unívoco,
y con lo irracional que avanza por retrocesos, para evidenciar la banda gris entre
lo blanco y lo negro, lo que rompe con la idea determinista que todo es
convergente y puede medirse. Quien escapa y pierde el arraigo se convierte en
un triple, para no ser nunca nada con claridad; o construye otros imaginarios con
la confianza de no desarraigarse nunca a sí mismo, en la faena de desarraigar sus
prejuicios y ataduras. Aquel que como Martí logra desarraigarse de esa manera
comprende que el nomadismo requiere en su momento analizar el afuera, las
fronteras y los límites para poder volver a ser sedentario y comenzar un ciclo
nuevamente.

Un hombre puede tener grupos de pertenencia y de referencia y ser un completo


desarraigado, un ente en perenne desasosiego. Entonces nace la perturbación,
que es la encargada de realizar las fugas y los desplazamientos de un
asentamiento o una nación, a través del nómada que pone en juego una y otra vez
la seguridad de su identidad y puede renegar de todo aquello que le oprime. El
perturbador es quien garantiza que no todo es igual, que pueden haber márgenes
de duda y desconfianza, que hay engaños y heridas por subsanar.

Aunque Martí rechaza enérgicamente la apostasía desde la integridad humana,


podrá cambiar repetidamente su posición en el espacio sin ser desleal a nadie ni a
nada, con el riesgo de verse menospreciado por quienes alguna vez lo
consideraron un desviado o un ambicioso sin decoro. En un juicio errático de
alguien tan bien intencionado -como el Generalísimo Máximo Gómez- fruto de
alguna coyuntura de contradicción, Martí era visto como un desgraciado a quien
habría que “hacerle patria para él y para sus hijos” (Enero de 1885), y Antonio
Maceo -que con el tiempo sería uno de sus grandes compañeros de lucha- lo
llamó por la misma época un ser de “doblez y falsía”, con “retrógradas tendencias”
y ”maquiavélicos planes que se basan en la infamia y la calumnia”.1

Bien conocidas son las razones que motivaron este distanciamiento intempestivo
entre los líderes de la embrionaria revolución cubana (Gómez y Maceo de un lado
y Martí del otro), en un momento clave para aunar esfuerzos por la independencia,
pero no se puede olvidar que, sin esta “traición” martiana, y sin la ruptura de otros
miles de cubanos (desde Heredia, Varela y Saco hasta nuestros días), nunca se
hubiese obtenido una diáfana conciencia del decoro individual en la isla..

Todo nuestro devenir, desde los albores del cerebro más elemental y el dilema de
ser “a” o “b’’—pequeño o grande, hombre o mujer— se ha basado en un
maniqueísmo absurdo de negar al otro, de separar definitivamente el bien del mal,
el mundo de las ideas del mundo material, la “Ciudad de Dios” de la “Ciudad
Terrena”, y contra esa simplificación brutal sólo sabe rebelarse el hombre como
un ser para la diferencia y la radicalidad. Aquí reside con toda su fuerza un
planteamiento martiano implícito en su obra y en su vida que viene a derribar paso
a paso aquella estructura caduca de pensamiento, cuando nuestra identidad no es
otra cosa que nuestra diferencia, pero no se llega a ella a través de la negación y
la propaganda difamatoria sino por medio de la concatenación, de la armonía, de
ensamblar las tradiciones con lo nuevo en vez de suprimirlas.

Antes que ocultar, re-velar, frente al olvido, el re-cuerdo, entre un pensamiento


sedentario que ha calado profundamente en todos los discursos filosóficos e
ideológicos de Occidente por medio de leyes y un pensamiento nómada que
propugna la transgresión y la ruptura no hay para Martí oposición o
enfrentamiento, existe más bien una instalación en forma de complementariedad.

La fuga, la ruptura, el desarraigo son partes de esta visión trans-histórica, de la


misma manera que el inmovilismo, lo homogéneo y la conservación. Querer
reducir estas ideas de la complejidad a una relación subordinada al orden, es algo
contra lo cual Martí combatirá con denuedo, desde el convencimiento de que todo
sistema es una cárcel que nos encierra y apabulla en nombre de la “verdad”.
Encierro que evoca en uno de sus poemas, cuando reitera el mito griego:

”¡Pues cierro yo los ojos a la tierra


y me repliego en mi, y el alma mía,
su envejecida cárcel sacudiendo
por espacios magníficos pasea,
Y con la brisa universal me orea!”.

Desencadenarse es una misión y un deber para Martí, para evitar que el hombre
sea, “por toda su vida en la tierra, un caballo embridado”. La formación humana
como Paideia de acuerdo al aforismo de José de La Luz y Caballero según el cual
todos los sistemas y ningún sistema conforman la plenitud del conocimiento.
Poder articular lo inarticulado. Una articulación dispuesta a sumergirse en un caos
que se multiplica por tallos subterráneos y superficiales para luego brotar en
arborescencia que desentierra.

Emerger como renacimiento una vez se ha reconquistado y reconstruido nuestra


integridad original en la búsqueda de la radicalidad que desate nuestras fajas
religiosas, políticas, moralistas. La radix Martiana es una de las ideas más
importantes que se han aportado al planteamiento de la singularidad americana
por cuanto implica una nueva metodología al ”estudiar las cosas en su raíz y
significado” cuando solo puede llamarse con orgullo hombre a aquel que es radical
y puede devenir a un mismo tiempo rizoma o raíz.

Lo raizal es lo verdaderamente inmanente del ser, lo único diferente con lo que


cada uno viene al mundo, la capacidad de ir a lo fundamental de las cosas para
abordar los misterios que nos rodean. El proceso del desapego del viajero es la
puesta a prueba de su radicalidad una vez ha sido apegado, sus trazados de
desterritorialización son la ruta inexplorada de lo raizal en la fotosíntesis de la
tierra y de sí mismo.

El incendio de la ciudad de Bayamo en enero de 1869 por sus propios habitantes,


hecho que marcó definitivamente lo esencial cubano, es una manifestación
general del desapego radical de todo un pueblo en el momento preciso de tomar
una decisión y emprender el viaje que en muchos casos quedó sin retorno. El
proceso simbiótico que interrelaciona esa fuerza vital con la superficie, que podría
ser nuestra visión del árbol bosque es aquello que Martí intenta desarrollar en una
Filosofía no metódica de Relación-Revelación que nunca fue expuesta por él como
sistema sino como presentación descentralizada. Filosofía vital, de problemas, al
estilo de Nietzsche, Unamuno, Camus, Michel Foucault, frente a otra sistemática y
lineal según las autoridades Platónicas y Hegelianas. Lo que Martí siente al lado
de su trascendencia es su inmanencia, y eso es lo que él construye con su aporte
que deja como resultado la participación y el diálogo.

El problema de la radicalidad de esta manera tratado, lejos de cualquier


abstracción establece diferencias para convivir, a partir del momento en que se
alcance la independencia de Cuba, en planteamientos como las bases del Partido
Revolucionario Cubano y el ”Manifiesto de Montecristi” donde se parte de la
certeza de que Cuba y Puerto Rico deben ser libres del dominio español para
evitar ser siervos de una nueva potencia imperial: los Estados Unidos de
Norteamérica, y lograr de esta forma insertarse en el contexto continental sin
dejarse reducir por cualquier “complejo” de aldeano.

Aquí el deber suma al interdicto cristiano del “Ama a tu prójimo como a ti mismo” la
advertencia machadiana de ”Ama a tu prójimo como a ti mismo pero no olvides
que es otro” y la realidad de proyección de lo raizal y diferente: Ama a tu prójimo
como a ti mismo pero no olvides que eres otro. Ser otro es ser uno mismo. «Yo
es otro». Mi raigambre como todo lo que tengo, aquello que permitió el primer
acto de interpretación y la primera virtualidad humana cuando en cualquier
intersticio del tiempo alguien pintó unos garabatos en las cuevas de Altamira.
Desde entonces hemos estado peleando por nuestra supervivencia, nuestro
derecho a vivir, pero no siempre lo hemos hecho por nuestro decoro, por una
calidad de vida(s). Es la denotación de la radicalidad como principio ético aquello
que nos permite pasar de los derechos a la participación que se cuida de toda la
lógica equivalencial de la falsa igualdad, que entroniza totalitarismos en nombre de
la sobrevivencia.

La idea de la igualdad
al servicio de la ideología.

La igualdad fué la propuesta de los legisladores y poetas de la antigua Grecia, y


en Roma Cayo Valerio Cátulo le aseguraba a su querida Lesbia que ”a los dioses
me parece ser igual, y, si no es impiedad, estar por encima de los dioses. ” Pero
esa igualdad nacida en la Hélade era todo menos igualitaria, porque solo servía
para los amos que tenían tiempo de divagar por el Hado y de vez en cuando
dedicarse a justificar la esclavitud como no dudó en hacer Aristóteles de Estagira.
A esta sociedad que tenía de todo menos igualdad se le llamó Democracia y
luego se transformó en República donde Julio César colocaba en las arenas a los
vencidos de las Galias donde eran devorados por las fieras para disfrute y deleite
del pueblo.
Estas falacias de la democracia y la igualdad vinieron a repetirse en la Edad
Media cuando según el Papado eran propiedades exclusivas de los hijos de Dios,
lo que produjo todo el fanatismo religioso, las páginas oscuras de la inquisición y la
persecución de los cabalistas y hechiceros por no conservarse parcializados. La
idea pasó inmediatamente al nuevo mundo, y mientras el padre Las Casas pedía
desesperadamente la introducción masiva de negros del Africa para suplantar la
penosa esclavitud de los indígenas se estaba instaurando nuevamente el modelo
eurocentrista y xenófobo de la sociedad blanca, ya fuera criolla o peninsular, por
encima de la barbarie y el salvajismo, sin faltar aquellos que como Fray Domingo
de Betanzos sostenían que los amerindios carecían de razón y Fray Tomás Ortíz
que agotó los improperios del castellano en la descabellada idea de compararlos
con el diablo.

El Renacimiento fue el ensamblaje de un conjunto (Universo, Humanidad,


Naturaleza) en la pugna entre lo moderno que era la democracia de la razón y lo
tradicional o la democracia divina que en América Hispánica se tradujo
paradójicamente en el imperio absoluto de lo tradicional durante mas de tres siglos
gracias a la Contrarreforma y el centralismo de la corona española. El reinado del
absolutismo en nombre de la igualdad que tiende a organizar inflexiblemente la
existencia humana desde los tiempos espartanos del legislador Licurgo hasta el
fallido experimento de la Unión Soviética.

Del mito imperial del ”populus romanus” y la doctrina romana del ”populus
christianitus’ nace, como nos lo recuerda Gómez Hurtado, la idea del nuevo mundo
como el gran y portentoso escenario que sirva de base a la expansión territorial
ibérica que es la puesta en práctica de la vocación universal del pueblo español a
participar en la ”Ciudad de Dios”, paradigma antes desarrollado en las guerras de
Reconquista, y reafirmado por Felipe II en las “Ordenanzas de Poblaciones” de
1573. La revolución secularizante del Humanismo y la Reforma contra los
principales dogmas providencialistas, se trocó entonces en la batalla liberadora
contra el despotismo en la Inglaterra de 1688. Y en la Revolución Francesa de
1789 que dió lugar a una resurrección de la falacia con el lema de “Libertad,
Igualdad, Fraternidad”.

Ardiente seguidor de estas ideas, Francois Noel Babeuf organizó por entonces
una conspiración para establecer una sociedad justa en Francia y dió a conocer
sus ideas en una proclama titulada ”Manifiesto de los Iguales”. Babeuf creía
sinceramente en el dogma de la igualdad entre los hombres y a partir de ahí
elaboró todo un plan según el cual habría que tomarse primero violentamente el
poder, para una vez en él ser implacable con los nobles en el afán de crear un
Estado lo suficientemente poderoso que controlase hasta la forma de vestir de las
personas. Afortunadamente el proyecto de Babeuf nunca se puso en práctica, al
menos hasta mucho tiempo después. El malogrado socialista fué condenado a
muerte en 1796 y prefirió suicidarse antes que visitar la famosa guillotina del
Terror.

Pero el fracaso de Babeuf y sus seguidores no amainó los afanes igualitarios de


los inconformes y es precisamente con la Revolución Industrial que surge la clase
obrera capaz de vender fuerza de trabajo y se les pide que se unan en todo el
mundo reforzándolos como iguales frente a la explotación. Esta postura que los
proletarios recogen es lo que produce la ceguera de los distintos que se creen
idénticos. Martí previó en su conocimiento del Marxismo “que no nacen viables, ni
de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no
han tenido gestación natural y laboriosa”.

Paralelo a este planteamiento de igualdad, que no es en el fondo una idea


retardataria sino progresista, basada en una descripción de la naturaleza como
nos lo recuerda una carta del pensador cubano a Serra Montalvo, Martí preconiza
una radicalidad que se distingue más por lo cultural que por la epidermis de la piel
y en “Mi Raza”, artículo del 16 de abril de 1893, expresará: “Los negros, como los
blancos, se dividen por sus carácteres, tímidos o valerosos, abnegados o
egoístas, en los partidos diversos en que se agrupan los hombres. ’’

Contra la intolerancia y la codificación humana, aquello que para idiotizarnos nos


parcela, tendrá también su crítica, porque todo lo que separa a los hombres,” todo
lo que los específica, aparta o acorrala, es un pecado contra la Humanidad”. Por
eso es inútil y han sido en vano todos los intentos que se han hecho por atrapar a
Martí en mallas ideológicas o religiosas cuando su pensamiento no es nada
convencional ni dogmático, porque está más allá de lo mitológico en todas sus
variantes («Pueblo hay que cierra los ojos a los mayores pecados de sus grandes
hombres, y necesitado de héroes para subsistir, los viste de sol y los levanta sobre
su cabeza,»1885) y de lo ideológico con su carga histórica de reiterados
fanatismos (« Una constitución es una ley viva y práctica que no puede construirse
con elementos ideológicos,»1882).

Martí se escapa de las distinciones filosóficas entre lo “Dionisíaco” y lo ”Apolíneo


” cuando afirma que “En las estrecheces de una escuela, yo no vivo. Ser, es más
que existir: grandeza es más que escuela ” y nos advierte como “ las escuelas
filosóficas, religiosas o literarias, encogullan a los hombres, como al lacayo la
librea; los hombres se dejan marcar, como los caballos y los toros, y van por el
mundo ostentando su hierro.” Esto en el plano moral, y en el transhistórico es
quien transforma el Deber Ser que nos fue impuesto por el Viejo Mundo por una
asunción radical del Ser por sí mismo:

“ Un pueblo libre, en el trabajo abierto a todos, enclavado a las bocas del universo
rico e industrial, sustituirá sin obstáculo, y con ventaja, después de una guerra
inspirada en la más pura abnegación, y mantenida conforme a ella, al pueblo
avergonzado donde el bienestar sólo se obtiene a cambio de la complicidad
expresa o tácita con la tiranía de los extranjeros menesterosos que los desangran
y corrompen.”

Es ese punto de catástrofe donde la lógica de la acción pasa a desempeñar


importantísimo papel al lado de la lógica de las ideas con una visión del individuo
que “ no mira de que lado se vive mejor, sino de que lado esta el deber”.

Su interés no está en construir ideologías para terminar como aquellos que se


empeñan en diseñar grandes y luengas obras, “ sabiendo de antemano que se
moría de siervo del rey y dueño de la tierra “. A estos sacerdotes de la ideocracia
los llama asesinos, ” ingratos a dios y enemigos de los hombres”, porque el
sectario, ”so pretexto de dirigir a las generaciones nuevas, les enseña un cúmulo
aislado y absoluto de doctrinas, y les predica al oído antes que la dulce plática de
amor, el evangelio bárbaro del odio“. La radicalidad es ese empeño ecléctico de
armonizar la equidad humana con la naturaleza y el tiempo en lo aventurado del
azar. Actitud de búsqueda que un día antes de morir lo impulsa a escribir en una
carta a María Mantilla, el 18 de mayo de 1895 lo siguiente:

“ Donde encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo,
en el orden del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y
su fuerza y amores, en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas, y en la
unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y todo es uno, y
reposa en la luz de la noche del trabajo productivo del día”.

Frente a los encandilados ideólogos de la historia, Martí, como en cierto modo


Bolívar medio siglo atrás, ya estaba de vuelta. Lo que persigue con su actividad
por encima de lo teórico es un fin eminentemente práctico y plausible: la
“revolución del decoro, el sacrificio y la cultura“, que pueda propiciar, ya en su
aplicación, una segunda Revolución Americana.

Aquello que para algunos fué la obra gigantezca de un romántico es sin lugar a
dudas el planteamiento utópico más importante que se haya formulado en Nuestra
América hasta el momento. Martí vislumbró problemas que muchos pensadores
de su época ni siquiera pudieron imaginar, preocupados como estaban por las
causas sociales y económicas de la evolución cuando lo verdaderamente
importante era el ensamblaje de una transformación política desde las
perspectivas socioeconómicas de estos pueblos. Nunca se conformó con la
simple copia y puesta en marcha de las ideas y siempre quiso adecuarlas,
armonizarlas y flexibilizarlas con las realidades de Cuba, el Caribe y América
continental del mismo modo que lograba en su devenir literario ensamblar lo
Simbólico y lo Parnasiano, el Realismo y el Romanticismo en sus vertientes
mutacionales de fuga.

En las deformaciones ideológicas como anteriormente en las míticas, se han


basado muchas de las desgracias humanas, las guerras, la dependencia, la
esclavitud. El papel de un verdadero revolucionario es saber sacar lo mejor de los
mitos y las ideologías sin dejarse llevar por ellas, sin transformarse en un “Hobbes
y Napoleón. Esto es, la idea convertida al fin en poder absoluto, en tiranía“. Para
Martí será vital vigilar para prevenir a tiempo a esos Leviatanes que asolan por
donde pasan destruyendo de un zarpazo lo anteriormente construido, sembrando
tinieblas y pobreza material y espiritual. ”Queda siempre en forma de interés lo
que al principio solo tuvo forma de idea- apunta al respecto -las Ideas Humanas,
que empieza el Apóstol, rematan en el mercader, en su aplicación , en su forma
activa. Del que fue grupo de redentores queda luego un grupo de privilegiados. El
logrero está junto al evangelista: como junto a la flor que anuncia el fruto, nace
del árbol el gusano que ha de roerlo”

Si hay que dar oportunidad a lo mejor para que se manifieste no se puede perder
nunca de vista esa revelación, como sería un suicidio entregarse de cuerpo
entero a un prójimo que busca trascendencia por encima de cualquier virtud o
valor. Aquel que simplifica a los otros con trascendencias se equivoca si cree
estar creando un hombre nuevo, porque en verdad lo que crea son esclavos. El
culto a un Apóstol surge de la necesidad del ente de ser manada antes que raíz,
de la ingenuidad de querer ser igual en vez de diferente. Siempre será más fácil
manejar a una manada de borregos que a un solo hombre-raíz.

¿Porqué simplificar a Martí con el rótulo de liberal, casi marxista o conservador


cuando cada una de estas etiquetas le quedan pequeñas?. La imagen martiana,
que había sido utilizada por la clase política tradicional cubana, como estandarte
cívico y soporte moral desde Estrada Palma hasta Batista, y por delincuentes
comunes devenidos “revolucionarios”, pasó a ser asumida, por arte de
birlibirloque, con el mismo interés por algunos ideólogos criollos del Comunismo,
aupados por el poder a partir de 1961 en Cuba. Nunca necesitó Martí la etiqueta
de socialista o anarquista para ser revolucionario, y era el revolucionario por
excelencia en el continente. Ni empequeñecerlo con un supuesto empirismo
ideológico ni agrandarlo con un trascendental apelativo neoempirista. Ponerlo
justo en su lugar, en sus medidas. Cualquier intento de definición de parte de un
positivismo burgués que busca verdades eternas en las cosas es tan infructuoso
como el que se intente hacer con la posición equivocada de un positivismo
comunista tras las mismas verdades eternas desde la necesidad.

Martí, como Andrés Bello, como Manuel González Prada y Francisco Bilbao,
pertenece a lo Real Maravilloso Americano de igual modo que Juan Dahlmann,
José Cemí o Don Juan Matus. Un territorio de audaces y cuerdas locuras,
contrario a cualquier ley o regla que menosprecie la libertad. Basta con el
llamado Principio del Iceberg: por cada una de las partes que pueden observarse,
el iceberg tiene oculta otras siete que ignoramos. Los lados ocultos del iceberg
nos incitan a trabajar con lo sensible, con la paradoja por lo indefinido de las
alegorías. Y nos demuestra que el hombre no es solo una mirada, como supone
el sedentario, sino todas las miradas. Todas las miradas, y todos los sueños,
porque como cree la poesía cualquier ser humano es un dios cuando sueña, y
casi siempre es un mendigo a la hora de utilizar la razón.

El Mito Martiano
Y Su Aprehensión Cultural.

Modelo: ese sea quizás el termino que más se ajuste a la hora de describir a un
Héroe. Modelo creativo, modelo físico o modelo espiritual el héroe siempre será
algo digno de imitar o al menos se verá con simpatía en la mayoría de los casos.
El héroe como metáfora repetida cumple casi siempre con algunos temas básicos
en todas las culturas, lo que cambia es la manera de verlos, de integrarlos a
nuestro espacio sensorial. Existen mecanismos de identificación, de atracción,
pero la prédica Martiana no es una realidad que podamos sentir en estos tiempos
como se sintió en 1895. Es común que pase con los héroes de las mitologías
Grecorromanas, con los de las Cruzadas y del Griaal y hasta con los de nuestra
inacabada Modernidad. Más aún cuando en muchas sociedades en la actualidad
ya se vive un agudo proceso de personalización donde no hay más padre que uno
mismo, ni más héroe que el que uno mismo se sienta, lo que Walter Benjamin
llamó acertadamente “ mesianismo sin mesías “ y Martí: «la conquista del hombre
moderno: ser mano y no masa, ser jinete y no corcel: ser su rey y su sacerdote.».

Lo que ocurre no es la muerte del héroe, ni de sus mitos, realmente la


interpretación mitológica ya se hace desde otros puntos de vista. Hoy sabemos
que lo esencial de un mito, lo que tratan en su generalidad es el cambio de una
conciencia a otra, la mutación de un espacio por otro. Es decir, el viaje. Un viaje
que tradicionalmente se emprende con un fin, en espera de un mensaje o una
recompensa ( el Maná, las Especias, el Dorado), un viaje utópico, una odisea.
Este periplo ya no convence a mucha gente, tal vez por ser demasiado alegórico o
por mantener la misma esperanza redentora de un final feliz. Muchas veces la
humanidad ha reaccionado ante tanta carga, contra tal montaje de símbolos: el
Concilio Constantinopolitano del 692 D.C. ordenando una reducción de alegorías,
por un Jesús que se representara en forma humana y no de cordero; el realismo
en el arte de Courbet a partir de 1848;la literatura colombiana inspirada por
Fernando González y conocida como “Nadaísta”, entre otros ejemplos, han sido
alertas a la saturación, un tirar de orejas a las trampas que puede llevar consigo
un mito. Una protesta contra la ignorancia y el discurso univocal. Redefiniciones
de la alegoría. El primer paso efectivo para intentar esclarecer el caos que nos
rodea. Una manera de recobrar el placer y el deseo de vivir.

Un hombre que ha vencido a su primer enemigo, que es el miedo del que nos
hablan los Budistas y los Yaquis, esta de hecho entrando a una nueva dimensión,
se esta instalando como una figura mitológica ante los ojos de sus semejantes. En
la historia de Cuba hay ejemplos abundantes de aquellos valientes que quedaron
en la memoria en virtud de su coraje: Policarpo Pineda, alias “Rustán”, Manuel
García, Emilio Tro, Gustavo Castellón el “Caballo de Mayaguara”, son algunos
ejemplos. Pero esa no es la única cualidad para ser un héroe. Hay muchos
trayectos que recorrer y muchos desengaños que admitir. Entre otras virtudes;
decoro, generosidad, solidaridad, firmeza y voluntad de carácter.

En el caso de Martí ya nace el mito en vida, un mito sustentado en la magia de


su personalidad universal. Un mito alimentado por su nomadología, en las
actitudes dignas frente a cualquier interés maniqueísta, en la lucha sin cuartel que
entabló contra los poderes establecidos donde quiera que se sintió
momentáneamente arraigado. Un personaje histórico convertido en icono por obra
y arte del imaginario místico de un pueblo que al principio sólo tiene dos opciones:
o considerarlo un redentor (por visiones morales-literarias) o reducir su tamaño por
delirante (posición de los ex-autonomistas). Toda una lógica binaria que se va
haciendo difusa a medida que las otras fuerzas renovadoras, los continuadores de
su pensamiento en la República se van alejando de sus ideas, fragmentandose
entrópicamente en la piñata de las ventajas políticas.

A medida que el espectro de la nacionalidad cubana se va abriendo en este siglo a


múltiples posibilidades de acción y/o interpretación la imagen de Martí va dejando
el matiz binario para moverse también en otras posiciones: El Martí que hubiera
sido pro-soviético en la lectura de Juan Marinello; el liberal moderado de Mañach;
el santo, de Rodríguez Embill; el antimperielista de Roig de Leuchsering; el Martí
de la generación del centenario y el Moncada; el Martí anticomunista de Esténger.
Por cada tendencia ideológica o coyuntura histórica en la nación una definición
martiana distinta.

En ese accidentado devenir, no hay nada que se acerque más al pueblo que Martí,
no solo es su multiplicación; es su transmutación, su alegoría definitiva. Hace
bulbo, transducción, diferencia. Martí es consciente del poder de una nación en
ebullición y es intérprete de esa energeia. Un hombre a la altura de su tiempo,
haciendo revoluciones internas y externas, humanizando por doquier, en busca de
justicia y libertad. Lo que el momento precisaba y exigía.

El mito es entonces la consecuencia de su acción y su pensamiento. De su acción


que es la lucha frente a los aparatos de dominación en cualquiera de sus
variantes, una continua corriente de fisura en los segmentos y dispositivos de
poder. Combate por la paz y la flexibilidad lejos de fanatismos pues siempre
estuvo dispuesto a colaborar con todo aquel que pusiera un grano de arena por la
independencia de Cuba. Una acción que no es intolerante, que es capaz de
perdonar hasta a los traidores, no es una acción asesina. Los verdaderos
criminales, como nos recuerda Cioran, son los que establecen algún dogmatismo
sobre el plano religioso o político, los que distinguen entre el fiel y el cismático.

Martí luchaba precisamente contra eso, contra el egoísmo, la intransigencia, el


odio. Quizás odiara, porque es de humanos odiar, pero su odio, como alguna
vez dijera un poeta, ”también tiene la cara de la bondad y de la dicha y de la fe y
de la unción. Sólo por odio se entrega todo hasta quedarnos desnudos “. Es ese
odio profundo el que crea barricadas de uno y otro lado que luego serán
derribadas. Hay hombres que construyen barricadas del mismo modo que hay
otros que se esfuerzan por derribarlas. El que construye barricadas muchas
veces es un «Salvador», uno de tantos redentores en el mundo, aquel que
destruye esos segmentos es un inconforme, un “paranoico“, todo a lo que nos han
acostumbrado desde siempre a rechazar. La manera está en la acción, el
inconforme es quien decide no quedarse con los brazos cruzados, aquel que es
responsable de hacer y decir lo que considera correcto a cada instante. La acción
es la deuda y la agonía. El deseo y la Idea. De esa forma comienza el mito, y
una vez se ha conectado la acción con la pasión del pensamiento nace el
Paradigma. La capacidad de desear, el pensamiento, no está de ningún modo
alejado de la acción. No hay barricada que divida a los que hablan de los que
obran. Tampoco a los insomnes de los soñadores.

Y es necesario soñar, porque sino seríamos autómatas incansables, pero es


también necesario el insomnio, para poder reconocer la fuerza del cuerpo y del
amor propio, para evitar el engaño y la Tram-parencia. Un soñador con capacidad
de insomnio es alguien preparado para la vida. El objetivo no es luchar contra la
equidad o promover el desorden total; es rebelarse contra la tramparencia, contra
todos esos engaños en forma de iluminación y claridad. La transparencia es un
termino falso y maleable, no hay tal transparencia en nada, ni siquiera el agua o el
aire son transparentes. Es peligroso creer en quien nos ofrezca transparencia
porque en realidad esta urdiendo trampas. Las tentaciones del Diablo a Cristo
siguen teniendo tanta vigencia hoy como hace dos mil años. El soñador es capaz
de creer en transparencias, muchas veces por ingenuidad o ignorancia, el
insomne despierta entonces para evitar el embuste. Y en medio del peligro, entre
el sueño y la vigilia, crece la paradoja. Aparece la alegoría lista a desatar el nudo
gordiano y atravesar el Rubicón.

Es Martí poniéndole un alto a los fetichismos del amo y el siervo. Un atentado


terrorista a las transparencias esclavizantes del dogmatismo. La debacle de una
jerarquía mitológica que mucho tiempo después se sigue repitiendo casi con los
mismos condicionamientos en buena parte del Nuevo Mundo. Todas las
interpretaciones que se han hecho de su figura, antes y después de muerto,
manejan inevitablemente los hilos ocultos del mito y a partir de ahí se han forjado
las visiones más críticas y las más elogiosas, sin faltar aquellos que han
desconocido esa fuerza y relegado su importancia en el contexto nacional cubano.

Muchas veces se le consideró un poeta completamente alejado de nuestra


realidad, una ilusión de revolucionario, la fortuita creación como dirigente político
de una imaginación popular inculta y oprimida. Se repetía entonces el mismo
dogmatismo con que Carlos Marx (independientemente de sus valiosas
concepciones revolucionarias de transformación de la sociedad) había enjuiciado
un siglo antes a Bolívar – a quien calificó como el “ canalla más cobarde, brutal y
miserable “- y en un escrito de diciembre de 1860: “La fuerza de los mitos,
característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia
inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el
de Simón Bolívar. .. ”2

Toda una visión negativa de pueblo, sea americano o de la India, y un


acercamiento bastante superficial al significado del mito, la misma posición
repetida de Platón, Voltaire y los ilustrados del Siglo de las Luces. La
simplificación del héroe, la reducción del mito a simulación pedestre es en sí la
sustitución de una trascendencia humana por una trascendencia “científica” de
pretexto, no hay nada en el discurso lógico que lo haga superior al conocimiento
mítico, como es casi seguro que en su origen haya mucho de factores míticos. El
camino de Martí es interpretado de forma mitológica entre otras, porque no es en
realidad un camino inmanente- a no ser en sus concepciones políticas- sino más
bien trascendente, donde la radicalidad rechaza cualquier discriminación en la
tarea de señalar las diferencias en las riquezas humanas como un aporte para
producir el cambio: «Para conocer a un pueblo se le ha de estudiar en todos sus
aspectos y expresiones -nos dice en 1887 Martí- en sus elementos, en sus
tendencias, en sus apóstoles, en sus poetas y en sus bandidos.»

El lenguaje de los pretextos cree ver las respuestas en el signo desde la verdad,
lo objetivo, lo justo, pero está equivocado porque no se puede reducir a nadie con
elucubraciones ideológicas y mucho menos cuando se sabe que el propio lenguaje
es reductor por naturaleza en su tendencia de abarcar el infinito. Precisamente
en la imaginación, en el valor para afrontar las singularidades, para disoñar el
invisible es en donde hay que buscar la grandeza de los hombres, en donde se
aprecian las raíces fundamentales de cada ser humano. La teoría que ha creado
esas deformaciones del símbolo trae consigo su propio límite, que es una
convergencia pura: en cambio, la ruptura con lo formal es el espacio del abismo,
todo lo que signifique o aspire a la divergencia.

Tras El Imaginario Tradicional,


La Disidencia Imaginaria.

El abismo aparece cuando de pensar-para-sentir que es una aptitud convergente


se siente-para-pensar en una actitud divergente. Lo divergente es lo que busca,
mas que desmitologizar, estudiar los mitos con la intención de depurar su
contenido. En esa corriente es que vemos a Martí, sin tender trampas que
inmovilicen otras visiones o encadenen irremediablemente la propia. Martí como
la manifestación rebelde del Improsulto cubano, donde el improsulto, una
corrupción del “Non Plus Ultra “ latino, usado en el contexto vernáculo cubano
como una frase denotativa del colmo y lo insólito, representa el imposible, lo
nunca antes imaginado o factible de comprender. El improsulto es la
desarticulación del discurso, la ilógica y lo arracional. América Latina es una
realidad mágica del improsulto cuando revela aquello que no puede “entender“ el
raciocinio de nuestros sentidos.

Es la Lógica Aristotélico-Tomista que había planteado un discurso ideocrático para


contrarrestar la escasez de un Mundo Templado que se estrella en el Nuevo
Mundo con el improsulto de nuestra exuberancia. Los colores de un viejo
continente que son los de la necesidad imponiéndose a partir de 1492 a sangre y
fuego sobre los colores de Nuestra América que eran los del Deseo y el Placer. El
subdesarrollo en este continente, y por lo que hoy formamos parte de un Tercer o
Cuarto Mundo es el fruto de ese desatinado “Deber Ser “ que Martí recogería para
transformarlo de una categoría imperiosa de represión, en una tarea contingente y
radical de autorrealización:

”En tierras en que se habla el castellano- anotaba- como el alma tiene mas de
mariposa que de bestia famélica, y vive de mieles, y el suelo de lo que se
necesita, y lleno el espíritu de generosidad y ternura, del suelo se necesita poco,
han escaseado las ciencias, hijas de las necesidades humanas, que obligan a la
pesquisa y a la observación, y de cierta disposición tranquila de la mente, que
entre ojos negros y palmeras de sombra calurosa, no anda casi nunca
desocupada.“
Esta distinción entre una naturaleza madrastra, engendro de carencias, y una
naturaleza madre que florece en abundancias es la diferencia entre una lógica
europea y un improsulto americano que resultó en el cubrimiento de lo primero por
lo segundo, en el ocultamiento de todo nuestro devenir precolombino y el
holocausto masivo de miles de nativos “desiguales “.

Ocultación que no sólo se vanaglorió de acabar con aquella tradición cultural sino
que además destruyó de paso con increíble torpeza el modo de producción
autóctono basado en una estructura de exuberancia para sustituirlo por un modo
de producción – la Plantación caribeña — con una relación de necesidad /
satisfacción.

Erasmo de Rotterdam, Francois Rabelais y Miguel de Cervantes habían


desarrollado en sus respectivas obras una ruptura de manos de la locura y lo
pantagruélico con la lógica de la escasez al poner a hablar a aquellos individuos
sin límites en un mundo europeo altamente delimitado. Los jesuitas demostraron
en sus misiones del Paraguay que ese no era el camino para producir riquezas,
cuando dejaron a los indígenas desarrollar sus propias maneras productivas
reforzándolas con métodos más eficaces como el azadón, pero nada pudo hacer
ver que nos estaban llevando, intencionalmente o no, a la más absurda de las
miserias.

Esta maquinaria de la carencia también llega a Norteamérica con los rebeldes del
protestantismo, aquellos puritanos, anglicanos y cuáqueros que traen la idea
sobre la dignidad del trabajo, primera expresión moderna del capitalismo. De
aquella idea calvinista de que el trabajo resulta ser el fin absoluto de la vida, el
verdadero “estado de gracia», junto a una visión funcional y practica de Dios
surge una nueva ética social que busca escapar desesperadamente de la escasez
( el tiempo es dinero ) y una nueva democracia, oxigenada con las concepciones
utópicas de Tomas Moro a Francis Bacon y James Harrington.

Una ojeada a esas ideas quiméricas que forjaron la mayor nación comercial de la
historia en contrapeso con el tradicionalismo contrarreformista y católico que nos
atascó en América Latina basta por si solo para comprender como vinimos a parar
en esta “igualdad “ desunida. Una misma construcción de la privación aplicada de
maneras diferentes en el continente ha creado hoy un mundo altamente
desarrollado en el norte que regresa cada vez más a Aristóteles y un mundo
periférico en el sur muy pobre materialmente pero con una gran abundancia
natural inexplotada y virgen.

Cuando Martí dijo “viví en el monstruo y le conozco las entrañas ‘’ en realidad


quiso decir: viví en el monstruo y le conozco el hambre. El hambre de los E.U.A.
está principalmente en un deseo residual, oculto en hiperrealidades, mientras el
hambre en nuestra América es el problema de un deseo evidente, el imperativo
físico de alimentarse en medio de aquella magia que revolcó al surrealismo
cuando Buñuel y Bretón conocieron México y Cuba. Este valor del mundo
americano que hemos visto prefigurado en Andrés Bello fué descrito en líneas
inolvidables por Martí:

“ Bueno es abrir canales, sembrar escuelas, crear líneas de vapores, ponerse al


nivel del propio tiempo, estar al lado de la vanguardia en la hermosa marcha
humana; pero es bueno, para no desmayar en ella por falta de espíritu o alarde de
espíritu falso, alimentarse, por el recuerdo y por la admiración, por el estudio
justiciero y la amorosa lástima, de ese ferviente espíritu de la naturaleza en que
se nace, crecido y avivado por el de los hombres de toda raza que de ella surgen y
en elle se sepultan. Solo cuando son directas prosperan la política y la literatura.
La inteligencia americana es un penacho indígena. ¿ No se ve como del mismo
golpe que paralizó al indio se paralizó a América? y hasta que no se haga andar al
indio, no comenzara a andar bien la América. ”

La conquista española destruyó aquellos “pueblos en bulbo “ y el tallo esbelto que


“ debió dejarse erguido, para que pudiera verse luego en toda su hermosura la
obra entera y florecida de la naturaleza “ fue aplastado con sevicia y brutalidad: “¡
Robaron los conquistadores una página al universo!”. En la búsqueda de un
espacio y un tiempo perdidos, Martí anhela un encuentro con el Ser Perdido
cuando dice que la poesía de “nuestra tierra americana es la que desentraña y
ahonda en el hombre las razones de la vida, en la tierra los gérmenes del ser“.

El Ser y los Pasos Perdidos donde “ el espíritu eterno adivina lo que la ciencia
humana rastrea “y “la intuición termina lo que el entendimiento empieza “. Pero
quizás Ser no sea la palabra exacta de un rastreo de la existencia humana, como
hemos sostenido, cuando lo que Martí pretende es dejar de Ser Sujeto, superar
el Estar Sujeto. Su ideal para el hombre se manifiesta en el rompimiento de la
estructura de la subjetividad, en el negarse a estar sujeto, y por lo tanto, a
convertirse con algún devenir macabro en un objeto fácil de manipular. Sólo
conociendo a fondo como se ha construido el sujeto mediante el poder y como se
sigue construyendo en el mundo un esqueleto negativo del deber ser es que Martí
puede formular un anti-discurso que pone el énfasis en la posibilidad de la
independencia humana por encima del anquilosamiento y la unidimensionalidad
que representan las ideologías.

No cabe duda que es Martí uno de los más grandes disidentes de nuestra
historia, un disidente que nos demuestra que es posible acabar con la absoluta
homogeneidad de cualquier imperio por poderoso y omnipotente que fuera.
Disidente es el hereje que toda iglesia persigue y estigmatiza porque es un
desertor que se niega a ser igual en la concentración de conciencias sometidas.
La incomprensión de la disidencia martiana provocó el canje de su inigualable
visión revolucionaria por la difusión oportunista de sus ideas éticas en unas
deformaciones ideológicas en la mayoría de los casos dependientes o represoras.
Su vida y su escritura son la expresión de una disidencia. Como su posición digna
el 4 de marzo de 1870 cuando reclama la paternidad de la carta dirigida al traidor
Carlos de Castro, que se ha pasado a las filas de un regimiento español, con el
rechazo a continuar el mal teatro de los responsables y las justificaciones. Martí
dice que la carta esta escrita por él y así se rebela contra todo tipo de
representación, asume su ser con decoro y desecha la indignidad de hablar por
los demás. Nadie es representación de nadie porque cada uno es radicalmente
diferente del otro. En todo caso podemos suceder en otros tiempos,
metamorfosearnos en algo sin pretender enajenarlo.

Esa capacidad transformadora es la tentativa poética de sobrepasar la naturaleza


humana para entrar en la naturaleza universal. Comprenderlo todo para
perdonarlo todo es la tolerancia del sabio que a Martí le parece insuficiente: es
necesario llegar a una generosidad que sea flexible a todo con solo comprender
una parte. Lo que planteaba era la flexibilidad revolucionaria que pudiera
construir una nación, pero no la tolerancia que propugnaban los autonomistas ni
la igualdad de los reformistas ni las equivalencias del colonialismo español y del
anexionismo yanqui. Equivalencia es a lo que se recurre para edificar una unidad-
yo, tu, él- pero no hay peor esclavitud que la de estar enmarcado dentro de un
conjunto. La unión de estos criterios (equivalencia, igualdad, tolerancia) pudo
desvirtuar fatalmente a partir de 1898 el planteamiento radical martiano y
sustituirlo por una mala copia de lo que pudo haber sido por si solo el
autonomismo respecto a España o la anexión a los Estados Unidos.

Sólo en Cuba se da el hecho histórico, la espacialidad inconsciente de tener a tres


representantes de las más disímiles corrientes ideológicas del siglo XIX
colaborando entre sí para intentar componer, de la manera mejor posible, lo que
tantos añoraran una vez inaugurada la república digna de pertenecer -por fin- a la
llamada modernidad. Y ellos son Enrique José Varona (vicepresidente con
Menocal), un profundo positivista con ideales revolucionarios; Rafael Montoro,
hegeliano e hispanista, varias veces ministro; y Manuel Sanguily, el atribulado
Quijote que luchó con fanatismo por la tolerancia, secretario de Estado con J.M.
Gómez. En los primeros treinta años del experimento republicano el pensamiento
rector de la burguesía será un remedo de aquellos ideales: se escribirá la historia
de manera positivista, se razonará de manera conservadora y se aspirará siempre
a la rebeldía agónica.

Como nuevo gran empeño nacional la revolución del 33 logra resquebrajar


definitivamente el monopolio político del mambisado pero aquel esquema de
pensamiento, aunque se estremece en sus cimientos, permanece intacto. Martí
no es retomado sino a partir de aquellos momentos pues hasta entonces los
verdaderos herederos del poeta se encontraban en España con Juan Ramón
Jiménez, Federico de Onís, Federico García Lorca y sus compañeros de la
generación del 27. Muchos ayudarán a este gran paso entre el discurso
equivalencial y el legado martiano, también desde posiciones muy diversas
llámense Jorge Mañach o Fernando Ortíz. Todos pondrán un grano de arena en
esta transformación. Desde los ancianos libertadores- Eusebio Hernández,
Enrique Loynaz del Castillo, Carlos García Vélez- hasta un machadista como
Ramiro Guerra, marxistas como Mella y Martínez Villena y dirigentes
revolucionarios como Guiteras y Chibás. La vuelta a lo martiense en 1933 con la
publicación de “Martí, el Apóstol, “ de Mañach, permitió que fuera integrado al
ámbito cultural y político con los visos mitológicos que ya citamos, pero su
esencial predica revolucionaria fue manipulada y mixtificada en un aquelarre
colosal donde la mayoría deseaba ser martiana cuando muy pocos lo eran
realmente.

Lo martiano se confundió con martianismo, se trastocó en istmo y aldea, la


radicalidad degeneró en parasitismo y la interpretación de su pensamiento en sus
mejores momentos no fue más que ideológico. La crisis que se originó entonces
no sólo fue cultural, como pensaba Mañach, con la imposibilidad del retorno a
Varona y a Montoro, sino que como supo entender Raúl Roa venía de más atrás,
del estancamiento del proyecto político martiano y de la frustración de la
revolución de 1895 producto de la intervención norteamericana. Pero si el
martianismo fue un fenómeno típico de la república no tardó en llegar, a partir del
afianzamiento del sistema revolucionario de las décadas del setenta y ochenta,
algo del mismo modo equivocado y falaz : el marx(t)ianismo. Un tipo de análisis
que produce aquel que se ha quedado atascado en un proceso de simetrización
donde todo es el otro, todo es el Dios, y únicamente vale aquel que se asemeje al
otro, que se acerque tímidamente al Dios manteniendo siempre su condición de
inferioridad. La metafísica de la escasez utilizada para reducir las inacabables
paralógicas de un topos (Martí, el pueblo de Cuba, etc...) a una sola lógica
hegemónica, a la lógica clásica del ser o no ser. La materialización deformada del
dilema de Hamlet no deja otra alternativa: se pertenece o no se pertenece. Si
pertenezco soy convergente y merezco ser, si no pertenezco soy disidente y ni
siquiera puedo ser.

Pero este dilema no tiene nada que ver con el élan vital de Cuba, el “patria o
muerte “ fue una actitud y un sentimiento general cuando el objetivo era hacer, por
medio de esta decisión terminante e inevitable, la patria y la vida, el ser y el no ser
a un mismo tiempo. Y como para ser hay que estar, entonces hay que estar y no
estar en alguna parte, el viaje.
Ernesto “Ché” Guevara supo prever con lucidez esos errores y advirtió que jamás
se podría llegar a realizar el sueño del socialismo con la ayuda de las armas
melladas de la monovalencia capitalista. Esto para decir que nuestras lógicas, en
América Latina, preceden a las otras lógicas de otras tierras, incluso a la misma
Lógica. Ocultar esto y remachar con “ponderosas herrajerias“ al individuo para
dominarlo solo puede conducir a tendencias microfascistas que defienden la
posición nefasta del ser algo o no ser nada. En Martí el rechazo del mal viene
directamente de su voluntad de reafirmar su raigambre por ser libre
individualmente y por vivir entre libres. Su discusión con Maceo en La Mejorana
fue la cristalización de su prevención a que la nueva Cuba surgiera atada a un
paradigma militar que pudiese justificar en valores trascendentes como Patria y
Revolución; la brutalidad y la tramparencia ocupado ya el poder. Para Martí la
violencia solo es justificable cuando se utiliza para acabar con el estandarte militar
de la dependencia, cuando se lucha contra la ausencia de garantías jurídicas
elementales, libertad de expresión y participación política, hostigamiento o
persecución por motivos de seguridad.

Los Horizontes Místicos:


El Hombre Y La Revolución.

La guerra “necesaria “ y “ sin odios, “, la “libertad sin ira “, es, en su forma


original, un lenguaje que reconoce implícitamente un carácter sobrehumano de la
contienda; casi una función de directa intermediación de los dioses en el conflicto
cubano. Martí se siente delegatario y así lo asume del nuevo derecho divino que
conocemos a través de los mitos griegos: Prometeo, Tántalo y todos aquellos
héroes que recibían algún castigo por haberse atrevido a enfrentarse con el
destino, nunca eran abandonados sin alguna esperanza de triunfo. Incluso Ulises
podía regresar a Ítaca y Hércules vencer en doce famosos trabajos a monstruos y
plagas terrenas. Seres Humanos que por medio de la hazaña pueden alcanzar
condición de semi-dioses con el privilegio de dar o quitar vidas.

El principio de toda fundación divina es la justicia, que puede o no ser


reaccionaria. Martí propone una revolución que es fundadora de poder al ser
creadora de derecho, es decir, una revolución que busca justicia y redención.
Frente a una violencia que combate por el poder y desde el cual produce más
violencia lo que plantea en realidad es una violencia superior, una violencia que
pueda ser a la vez mágica y gnóstica, que se extienda sobre todo lo viviente y por
amor a lo vivo. La fuerza redentora de la violencia no está al alcance de los
humanos y por eso Martí emprende una guerra sin odios, una batalla divina donde
los participantes son dioses destructores-creadores de derecho. ”Los derechos se
toman, no se piden, se arrancan, no se mendigan “, porque el hombre que
reclama siempre “vale mas que el hombre que suplica: el que insiste hace pensar
al que otorga. “

El conflicto moral de si la violencia es ética dependiendo de los medios que utiliza


para alcanzar una finalidad no se resuelve definitivamente con la clasificación de
ese objetivo como justo o injusto, de hecho toda violencia es fundadora de
Derecho (léase de poder) sin preocuparse mucho de las legitimaciones morales de
los medios. Las características violentas de una acción no deben jusgarse por
ende según sus fines, sino según los medios utilizados; el fin puede ser el Paraíso,
el medio para alcanzarlo, un viaje por el infierno.

Pero si la razón a demostrado su incapacidad para convalidar la legitimidad de los


medios sólo una conciencia superior puede hacerlo en nombre de la
Trascendencia. Dios puede manejar una violencia que supere las limitantes de la
vida al contrario del Derecho Humano que está lleno de limitantes; el Derecho
Humano busca un culpable, el divino anuncia la redención, nuestro Derecho
impone sacrificios, Dios estimula sacrificios. El Derecho del individuo es impuro, un
derecho superior puede, en cambio, vanagloriarse de la pureza de sus ideales.
¿Puede el ser humano ser sagrado también? ¿Es capaz de utilizar una violencia
sagrada, es decir, verdaderamente justa?. Martí nos responde afirmativamente de
manos de las Valquirias:

« Un himno siento en mi alma, tan bello que sólo pudiera ser el de la muerte, si no
fuese el que me anuncia, con hermosura inefable y deleitosa, que ya vuelven los
tiempos de sacrificio grato y de dolor fecundo en que al pie de las palmas que
renacen, para dar sombra a los héroes, batallen, luzcan, asombren, expiren, los
que creen, por la verdad del cielo descendida sobre sus cabezas, que en el ser
continuo que puebla en formas varias el Universo, en la serie de existencias y de
edades, asciende antes a la cúspide de la luz, donde el alma plena se embriaga
de dicha, el que da su vida en beneficio de los hombres.”

Esto sin dejar de reconocer que, a pesar de la inevitabilidad de la lucha por la


independencia en Cuba, que él mismo promueve, «la guerra, que era antes el
primero de los recursos, es ya hoy el último de ellos: mañana, será un crimen.»

El poeta nicaragüense Rubén Darío supo ver esta faceta en la genialidad de Martí
y escribió: “el cubano era «un hombre». Más aún: era como debería ser el
verdadero superhombre: grande y viril; poseído del secreto de su excelencia, en
comunión con dios y con la naturaleza. ”Del mismo modo que Martí establece una
ruptura con los vicios mitológicos también lo hace con los religiosos: “no ven la
iglesia portentosa, la iglesia natural, que se esta levantando, como árbol que
tendrá por copa el cielo, del pecho de todos los hombres a la vez. En la iglesia
única inexpugnable y hermosa, pararán como zorras encadenadas, todas estas
iglesias. ” La posición que asume ante lo místico es electiva, tomara aquello que
mejor le parece del hinduismo, el budismo, el catolicismo y hasta la masonería y lo
rosacruz.

Con algunas doctrinas establece relaciones de choque y disidencia pero con casi
todas se mantiene incidente; explora, reverbera, simplifica y construye. Un
Incidente, al contrario del disidente, es capaz de reconocer sin ofuscamiento cada
punto, cada rincón de lo conocido, en una actitud de conservación con aquello
que considera justo y útil para la existencia. El disidente se convierte en incidente
cuando comienza un proceso revitalizador de arraigo y apego. Insidencia es un
poco de nomadismo y de sedentarismo, de ritmo y polirritmo, vida y muerte. Sus
relaciones son problemáticas donde la disyuntiva no es el obstáculo sino su
superación, de nada vale la disidencia si luego no se incide sobre determinados
territorios.

Uno no incide sobre nuevos topos a menos que consienta perder de vista las
costas por un largo tiempo. Si no reconstruye, si se detiene ante los escombros y
no sigue adelante en la continuación de una tarea mitológica que nos viene desde
Nehemías y el templo de Salomón. El incidente es un gran armonizador de
diferencias, conjuga lo blanco y lo negro con lo gris y establece estructuras de
traductibilidad entre los diversos campos del conocimiento y de la naturaleza.
Martí haciendo descripciones geográficas alucinantes en la zona más oriental de
Cuba, a su vez un centro transhistórico de vital importancia en el Caribe: la
temporalidad mágica de Colón, Hatuey, Louvertoure, los Heredia, Maceo,
Esteban Salas, Pepe Sánchez, Máximo Gómez, Jacques Roumain, Henríquez
Ureña, José Soler Puig, etc. Este espacio caótico del Paso de los Vientos entre
Cuba y Haití, muy cerca además de Jamaica, es bastante alejado de La Habana,
donde nació Martí, pero será sin embargo el lugar donde realiza sus últimos
desplazamientos vitales antes de morir, cuando es enterrado cinco veces para
luego descansar definitivamente rodeado de un puñado de tierra de todos y cada
uno de los países de América.

Territorio polivalente donde resurgió la piratería y se instalaron los fundadores de


nuestras villas, los bucaneros; donde se creó la hamaca, que permitió a los caribes
llegar al deseo/placer mucho antes que los europeos, el son, la trova tradicional, el
tabaco, el bolero, el ron Bacardí, el bombón de chocolate, el carnaval en su
manifestación de infinitos mestizajes- de razas, posición social, creencias y
religiones- donde empezó la propia guerra del 95 y triunfaron las revoluciones
Haitiana de 1791 y Cubana de 1959. Es en esta zona, que ha sido clasificada
entre otros por Juan Bosch y Antonio Benítez Rojo como una cultura propia y
definida entre las diversas formas regionales del continente, donde Martí siente el
mismo canto de las sirenas que Ulises sufrió en su tormentosa travesía y donde
logra compaginar este delirio con la furia del mar, la exuberancia del topos
antillano y la presencia embrujadora del vodú: “ y abrí los ojos en la lancha, al
canto del mar. El mar cantaba(...) los vaudous, los hechiceros haitianos, sabrán
lo que eso es : que hoy es día de baile vaudou, en el fondo de la mar, y ya lo
sabrán ahora los hombres de la tierra : que allá abajo están haciendo los
hechiceros sus encantos. ” Del Paso de los Vientos a la relación de la costumbre
social del té en Bogotá sin haber estado nunca allí, la exposición de París que
comentó desde la distancia o la narración para los niños de « la historia del
hombre contada por sus casas » y de la tierra de Anam, muy cerca de la
Cochinchina.

Martí supo y pudo manejar estos conocimientos holísticos junto a análisis


económicos de las nacientes relaciones sociales en los Estados Unidos, ideas
filosóficas y religiosas de casi todas las civilizaciones del planeta, y de estética,
política, ciencias naturales, crítica de arte, poesía, teatro, narrativa, periodismo.
Su eterna inquietud por descubrir en el hombre caracteres que lo hagan un Dios
con la humanidad de un Cristo, que no es lo mismo, lo lleva a descubrir este
anhelo en Monet, Renoir, Degas y otros pintores impresionistas franceses
quienes, como Luzbel, quieren recuperar el «cielo azul» de donde un día fueron
expulsados procurando “dejar creada por la mano del hombre una naturaleza tan
espléndida y viva como la que elaboran incesantemente los elementos puestos a
hervir por el creador. “En el camino de hacer del hombre un Dios en realidad lo
que se está haciendo es un ser humano integral, desde la raíz hasta la copa, un
ser humano trascendente. Un individuo por encima de todas las parcelas, que,
siguiendo el ideal renacentista, pudiera conjugar en sí cada una de las tareas y
conocimientos de la tierra en un arduo proceso de asimilación de la “identidad
universal del hombre “.

No sólo es Martí el heredero directo de la tradición del siglo de oro español, de


Vives y los hermanos Valdés, de Cervantes, Góngora y Quevedo, sino que
manifiesta además la continuidad de aquel hombre surgido en las urbes italianas
del “quattrocento” que está puesto para poseerlo todo, lo “pretende todo“ y puede
devenir en todas las cosas. Así nos dice que viene de cualquier parte y a
cualquier parte va, ‘arte soy entre las artes y en los montes monte soy. ”Es
interesante rastrear como esta idea antropolátrica se repite en la literatura
americana y, específicamente en el Caribe, en poetas como Emilio Ballagas en
su “Nocturno y Elegía,“ Gastón Baquero en «Testamento del pez» y Silvio
Rodríguez con su “Escaramujo. “Aquello que algunos ven como una regularidad
en el Caribe, y por transitividad en el continente entero, que es la noción del viaje,
de la ubicuidad y el cosmopolitismo, es más bien una irregularidad que busca de
nuevo la unión en el des-orden de la transgresión y el caos. Una regularidad, en
cuanto a sentimiento común, que es, por definición, irregular.

Cuando Raúl Roa decía que la revolución cubana del 30, que no era otra que la
martiana, se había frustrado, constataba que el camino nunca se termina aún
cuando se elija de corazón, que la escisión es sincrónica (con el tiempo),
sintópica (con el espacio) e indeterminada. Ni siquiera los grandes mitos cierran
las puertas que una vez fueron abiertas, todo lo contrario, constantemente
ayudan a re-abrirlas.

Las Travesías
De La Utopía Americana.

La idea de la revolución martiana no es un fracaso, porque la aventura y la poesía


no han sucumbido, y tampoco es nuestro ultimo mito moderno porque no es un
concepto determinado o determinable, ni siquiera ha completado su gestación a
pesar de haberse estancado aparentemente en estos últimos cien años. La
importancia de este empeño fue resaltada por el propio Martí en el “Manifiesto de
Montecristi “ cuando lo definía como un “suceso de gran alcance humano“, por “el
bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América y la
creación de un Archipiélago libre.”

Aquí esta el germen de la Quimera de Simón Bolívar y Andrés Bello (1810—1865)


y de los ideales de Ernesto Ché Guevara (1959—1967), las otras dos grandes
utopías de nuestra historia. Quimera entendida como los sueños en el espacio que
son las utopías y los sueños en el tiempo o ucronías. José Martí es el apuntalador
de la mesoquimera américana, el punto de enlace contingente entre Bolivar y Bello
y el Che Guevara y Camilo Torres Restrepo, la consecución de lo imposible en la
reverberación del proyecto de nuestra América hacia el futuro. América, que había
sido pre-vista al menos 3.000 años antes de Cristo, fabulada por los poetas y
filósofos continuadores de Platón, geometrizada por Ramón Lulio y cartografiada
por el cardenal Alíaco, que era en fin, un sueño en el espacio, una utopía
ilocalizable pero visitada por Hércules, los Fenicios y Leif-Erickson, pasó a ser, a
partir de aquel formidable punto de inflexión de 1492, algo real en la periferia de lo
conocido, una Ucronía que se venía desarrollando desde tiempos inmemoriales
sin preocuparse mucho de concepciones metafísicas. “Las Indias” se
transformaron de un deseo manifiesto a un deseo manifestante, se convirtieron de
ucronías y utopías en diacronías (Tiempo total) y diatopías (Espacio total).
Surgió con Tomas Moro y Campanella la visión moderna de utopía hoy manejada
que parte de realizar las quimeras en espacios y tiempos ya establecidos al menos
territorialmente. Desde entonces, el Nuevo Mundo vive y se alimenta de un
inacabable ensoñar que une lo presentacional y lo simbólico, la revolución con las
arrevoluciones, lo real con las virtualidades, lo físico que es visible, con lo fractal
que es lo que no se ve. José Martí se explica en nuestro ámbito continental
precisamente por haber sabido acoplarse de manera magistral a esta tradición
anti-canónica como el creador de un nuevo disoñar americano que vino a
fortalecer los designios de Bartolomé De Las Casas en el siglo XVI y de Bolívar y
Bello en la primera mitad del siglo. Aquello que para los poetas de la antigüedad
fue el sueño maravilloso de la Atlántida y para los pueblos precolombinos la
presencia fulgurante de los Anasazi y Quetzacoátl es todo el mensaje alegórico
que recogen nuestros grandes utopistas con los momentos más importantes de
este pensamiento en el profundo acontecer de la humanidad.

El objetivo político Bolivariano era primordialmente lograr sustituir la caduca y


carcomida sociedad colonial de la América Hispánica por una nueva sociedad de
Naciones libres con relación entre sí que lograsen encontrar un punto medio entre
una posible gigante Monarquía confederada y una poderosa República continental
que superase en extensión, junto a variables culturales a cualquier otro
conglomerado de su tipo en el mundo (“Carta de Jamaica”, 1815; Congreso de
Panamá, 1826).

A la transformación institucional y política añade Bolívar el primer intento efectivo


de construcción de la noción de identidad de América; de la conciencia de
americanos en unos criollos súbditos de España, que de lo contrario no sabrían
porque luchar contra la Madre Patria («Declaración de guerra a muerte» , 1813).
Bolivar responde así al primer grito de guerra a muerte dado en el continente en
1509 por el conquistador español Alonso de Ojeda como preludio para «Atacar a
los salvajes de Cartagena»; y establece la esencia de nuestra cultura que ha
conflictos extremos ha aplicado casi siempre soluciones extremas. Andrés Bello
continuando la labor bolivariana, busca a partir de 1829 en Chile materializar sobre
bases concretas la transformación institucional del continente, desarrollar la
conciencia de la identidad y plantear la integración latinoamericana desde un
lenguaje y una cultura común. ( ¨La Confraternidad americana ¨, 1864.)

De esta tensión fundacional parte Martí para proponer una segunda Revolución
americana que transforme raigalmente la sociedad tradicional de la América –
donde subsiste con todos sus vicios la colonia – por una Sociedad Continental
unida autónomamente en la finalidad de desarrollar formas de autorganización
solidarias y justas (continuidad de la “Carta de Jamaica” a “Nuestra América”, de
1891) y va más allá cuando habla de la “revolución del decoro”, la auto-revolución
individual que hay que hacer en el hombre para poder cambiar la sociedad;
asegurar “ la libertad espiritual ” del hombre que asegure su libertad política
(Prólogo a “El poema del Niágara”, de J.A. Pérez Bonalde, 1882).

La Quimera Martiana es la proyección del esfuerzo para que podamos Ser por
nosotros mismos, de una manera social y de una manera individual; a la vez que
cambiar las estructuras de poder, reconquistar a los seres humanos: “ El primer
trabajo del hombre es reconquistarse. Urge devolver los hombres a si mismos...”
Se abría paso a un proyecto que tuvo sucesivas proyecciones políticas, entre
ellas, de importancia capital, la lucha ideológica del socialismo tercermundista. El
pensamiento radical del Ché Guevara cuya dimensión utópica deseaba realizar “al
hombre del futuro” pero desde los lineamientos directrices del mando
gubernamental, la ideología imperante es la que hace al “hombre nuevo que va
naciendo”, no al contrario,(...)” los hombres del partido deben tomar esa tarea
entre las manos y buscar el logro del objetivo principal: educar al pueblo.(...)
Nuestra aspiración es que el partido sea de masas, pero cuando las masas hayan
alcanzado el nivel de desarrollo de la vanguardia, es decir, cuando estén
educados para el comunismo.”(“El Socialismo y el hombre en Cuba,” 1965).

En la concepción política guevarista, como antes se dio en Lenin y la revolución


de los soviets, es el proletariado quien debe sustituir al Estado burgués para crear
un Estado social manejado y controlado por un partido «único» revolucionario
como alta instancia; con la ilusión de poder suprimir el Estado algún día, que era el
sueño utópico de Marx, lo que se hace es reforzar aún más todo el aparato
institucional. En realidad no se transforman las estructuras de dominación que
perviven bajo otra mascara; lo que se ha hecho es tomar el poder de un Estado
burgués, dependiente, corrupto -como se le quiera llamar- para sustituirlo por otro
Estado, con otras formas de autoritarismo, que se cree capaz de darle a las masas
la hostia del socialismo de la misma manera que la iglesia puede dar, desde el
altar, la hostia de la salvación.

Simón Bolívar y Andrés Bello: la primera revolución política en pos de una


transformación institucional que abarcase toda América Latina, junto a la creación
de la conciencia de americanos en los habitantes del continente. No sólo la
libertad, sino también la identidad. José Martí: iniciar una segunda revolución
política y cultural por la unidad flexible de Nuestra América junto a una revolución
individual en el hombre que puede Ver y Ser en Sí. Ernesto Guevara: continuar la
revolución política americana para instaurar un nuevo ordenamiento institucional
que sea capaz de realizar la transformación del hombre de arriba hacia abajo a
través del Estado.

Estas han sido a grandes rasgos las ideas quiméricas fundamentales de estos tres
momentos de reafirmación de nuestra identidad hacia el mundo; el devenir de
realizar un proyecto socialista de manos de un estatismo revolucionario a partir de
1960 en el continente fue uno de los caminos posibles de la quimera martiana, no
el único que pudo hacerse, ni el único que se hizo (el boom de la novela de los
setenta dice mucho de nuestras potencialidades). Hacer el cambio a través de la
lucha de clases es una vertiente en el objeto de continuar con el sueño Bolívar-
Bello-Martí, quedan otros caminos por agotar. Todos los caminos a la vez y
ninguno por sí sólo son el camino.

Lo martiano no puede ser estudiado cabalmente si antes no se parte de esta


tradición, si se desconoce que, por encima de cualquier denominación que se le
endose, justa o arbitrariamente, está su carácter intrínseco de sembrador de
pueblos y creador de realidades y fantasías. José Martí como el desafío
americano de superar unas ideologías del discurso y la lógica de las ideas por un
pensamiento ético del decoro, la radicalidad y el ser libre, un ideario de la acción
aliado del logos que rebasa cualquier esquema omnicomprensivo. Un disoñar que
es el reconocimiento del camino que el hombre puede recorrer para ser autónomo
en el extremo de unos niveles racionales que se quedaron en la manipulación de
los residuos de la escolástica y el positivismo que en gran medida siguen
determinando hoy la generación del “orden “y la “seguridad “en nuestros
infinitesimales mundos anárquicos. Por eso creía que de pensamiento era “la
guerra mayor que se nos hace: ganémosla de pensamiento “’, que es una manera
de decir que si los obstáculos creados se defienden por medio del pensamiento lo
menos que podemos hacer para derribarlos es pensar también.

Pensar en Cuba siempre ha sido algo habitual, pero pensar en abstracto; no


siempre han habido verdaderos programas políticos de acción, de praxis, a
desarrollar a corto, mediano y largo plazo después de la guerra o la crisis del
momento. Proyectos si hubo, numerosos proyectos. El evolutivo de Arango y
Parreño, el anexionista de Narciso López, el reformista de Morales Lemus y los
autonomistas, el revolucionario de Céspedes y Calixto García, el malogrado de los
gobiernos auténticos. En la república se habló de las demandas de los Veteranos
y Patriotas, se avanzó socialmente en la etapa del gobierno Grau-Guiteras, y con
la constitución del 40; mientras maduraba la intelligentsia humanista de Mañach,
Ichaso, Santovenia, Roig de Leuschring, Ramiro Guerra, Medardo Vitier, González
Palacios, Lizaso, Agramonte. Pero todo, o casi todo, no pasaba de la teoría.

Cuando más cerca se estuvo de convertir la teoría en realidad murió el “Apóstol “,


cayó la improvisación de los Cien Días y se silenció lentamente la constitución de
1940 con sucesivos establecimientos corruptos y dictatoriales. Después de eso
nada pudo hacerse por aterrizar en actos concretos el órgano practico de una
República-o cualquier otra forma de organización- de todos y con todos los
cubanos. De la teoría repetida del progreso futuro para una patria mejor a decir
como se podía hacer, y luego, como funcionaría con todos sus engranajes, hubo
un largo pasadizo intransitado. Siempre se supo y en la actualidad se sabe qué
Cuba se quiere para mañana, pero el cómo hacerlo y el cómo echarla a andar
pertenece al reino de lo insondable. Esto, unido a la incapacidad proverbial de
algunas figuras por regenerar y modernizar sus propias ideas : José A. Saco no vió
o no quiso ver la necesidad de la revolución de 1868, Tomás Estrada Palma nunca
pudo escapar del siglo XIX, Enrique José Varona murió atado al positivismo y Juan
Marinello al neo-marxismo de los países del socialismo «real».

En Martí se nota una regeneración cambiante porque no se adhiere ciegamente a


ningún sistema, por eso está por encima de las ideologías y los sistemas, no
porque los desconozca, sino porque ya pasó por ellos, ya que de alguna manera
cabe decir que él es pura ideología. Lucha contra la injusticia pero no contra los
intentos de acabar con ella. Todo sistema intenta y puede remediar alguna
injusticia, pero termina generando otras. Como una cerradura, se cierra a si
mismo. No hay un sistema martiano como no hubo ninguna realización de la
república que él quiso para su isla, una nación que tuviera como punto de partida
la oportunidad del pueblo de expresar sus propias necesidades y sueños. Martí no
es el creador de la república. Ni siquiera tuvo tiempo de armar un gobierno semi-
democrático en medio de la guerra. La implantación del Estado no llegaría hasta
la imposición de la Enmienda Platt por los Estados Unidos en 1901 y no se conoce
ningún escrito donde proponga, de manera más o menos sistemática, una posible
estructura administrativa o social para la nueva nación. Acaso en este sentido si
sea acertado hablar de su “imagen hiperbólica de la patria“ que no le quita
categoría de líder suprapolítico en el contexto histórico de un país continente que
anhelaba soberanía.

La lucha de pensamiento en 1895 no podía tener más que un camino posible de


angulación: alcanzar la descolonización mental y política de nuestra personalidad
respecto a la identidad europea. Romper cerraduras. Las cerraduras del
conservadurismo, el dogmatismo y el medievalismo español y la posible cerradura
de Washington sobre la espalda de Bolívar. Hornear esta personalidad americana
era posible porque si podíamos ir y volver dentro del cubrimiento occidental
estabamos a un paso de lograr nuestra identidad.

La identidad en la lógica clásica es un dragón que se vuelve sobre sí mismo


mordiéndose la cola. La identidad para Martí comporta un viaje que se desborda
en sus propios límites, la metáfora del tigre y del “ciervo herido que busca en el
monte amparo”. Un viaje que va desde la localidad, donde único existen
verdades, hasta la Globalidad, donde la traductibilidad entre los saberes es posible
con la armonización de disímiles formas de vida.
El Ver En Sí Con Todos
Y Para El Bien De Todos.

La revolución martiana en su concepción dinámica es la guerra de pensamiento


contra las linealidades reversibles, la continuidad lógica y el orden constante,
universal. Esfuerzo por superar las lógicas Cartesianas- Newtonianas-
Enciclopedistas que construyeron la imagen de un mundo continuo y progresivo
hacedor de criaturas unidimensionales. En este artificio propio del siglo XVIII se
van a producir, contemporáneas a Martí, una serie de importantísimas rupturas a
distintos niveles: Darwin y su principio de selección natural, Nietszche con la
inversión platónica, un poco después Einstein y la teoría de la relatividad. Gran
parte de estas técnicas de análisis, como las de Martí y Rodó, son eminentemente
simbólicas: es imprescindible saber cual es el arquetipo ideal, es necesario acudir
a él y utilizar toda su carga simbólica. Nietszche utilizó a Zaratustra, Freud a
Edipo, el comunismo se refugió en la Igualdad de el Obrero y el anarquismo se
quedó sin sustentar un corpus teórico sistemático y capital por malgastar muchos
emblemas mitológicos que siempre le rodearon sin llegar a instaurar uno «sólido»
y autosuficiente.

Martí abordó ese análisis simbólico que nos compele a revivir la historia – “mi
honda es la de David “- de la misma manera que el método clásico que se basó en
la razón – “nos dirige otro algo que llamamos razón “- y el posterior método
estructural que apela a llenar de sentido una forma – “disponemos de otro algo
que llamamos voluntad “. En sus consideraciones filosóficas estarán siempre
presentes tanto el conocimiento clásico (Descartes, Spinoza, Leibniz) en la
búsqueda de la verdad de la mano de lógicas y ciencias exactas; como la
interpretación simbólica que surge con el romanticismo en la lectura de modelos
míticos concretos que dan el paso de bajar del cielo a la tierra (Apolo, Dionisios,
Hermes) a crearse abajo, en la propia tierra (Don Juan, el pirata, Robinson
Crusoe) y algunos análisis estructuralistas contemporáneos que atienden el
problema de la forma con la cantidad de sentido que pueda tener un arquetipo. O
que pueda dejar de tener en un momento dado.

Combinación de lo unívoco y la simbolización de un contenido con el modelo que


realiza su propio universo: David puede ser Paramaconi, Hatuey, el gran Semí,
pero también un elemento cultural que se encuentra “vacío“ con necesidad de
llenarse. Un territorio a reconstruir. Espacio donde la perspectiva apolínea del
“conócete a ti mismo “se complementa con el “Ver en si “que acepta como
principio elemental que hay muchos “yo mismo “, que coexisten tres o cuatro seres
en uno y por tanto no hay cabida a una direccionalidad absoluta.
Ni nuestra naturaleza es transparente ni nuestro yo es único. Ver en sí quiere
decir que hay un tercer ojo que reclama otro sentido común y otra historia. No en
vano se han señalado ya los puntos coincidentes de Martí con Unamuno y el
existencialismo en general que propugna la autorrealización de la persona, del
hombre que tiene y que debe hacerse. Además de conocerse uno mismo, conocer
también a todos los otros que hay por fuera y por dentro de uno. Cuidarse de los
monstruos que siempre se llevan dentro. ”El tigre de adentro se entra por la
hendija, y el tigre de afuera,” porque en todos los hombres hay: «Una fiera
dormida. Es necesario poner riendas a la fiera. Y el hombre es una fiera
admirable: le es dado llevar las riendas de sí mismo.»

Galileo Galilei había planteado una visión analítica para Ver lo invisible, Martí,
hablando de Emerson, reconocía en él los ojos tranquilos de un genio “como aquel
que ha visto lo que no se ve “. La Ilustración Iluminista había seguido los pasos
de Galileo y postuló Ver con el corazón racionalizado, que era una forma de
acabar con lo platónico, de ponerle luz a las sombras. Pero con la revolución
francesa y la mentalidad tipo Babeuf-Saint Just se retrocedió considerablemente
en este empeño considerándose el Ver sin ser visto, donde no es posible ver ni
criticar al líder o maestro que se hace cuasidivino. Esta visión degenerada fue la
que produjo luego los Hitler, Stalin y Polt Pots y no vino a modificarse sino hasta
Mayo del 68 en París cuando la «santa juventud» quiso tomarse el poder a través
de la imaginación: el Ver sin ver. En realidad no se trata de ninguna de esas
posiciones porque conviene mirar para ser mirado, y no se debe llevar la
imaginación al poder como ejercicio político– porque terminaría cercenando su
propia audacia creativa – sino destruir lo que en el poder hay de represivo y
esclavizante por intermedio de la imaginación.

Utopía es autoproyección y extroversión. Cánon, introversión reduccionista.


Quimera para Martí es Ver en sí. Posibilidad de disoñar universos heterogéneos.
De hacer las cosas sin tiempo y sin espacio. De ensamblar la “ naturaleza
tangible, como el brazo,” y la naturaleza “intangible”, que es aquello que no se
puede tocar ni ver: “Yo estoy entre el materialismo que es la exageración de la
materia, y el espiritualismo que es la exageración del espíritu “.

En esta manera de interpretar el mundo no hay unidad entre el pensamiento y el


ser como creen algunas corrientes filosóficas; existen concretamente relaciones de
asociación, problemas relacionales que buscan el diálogo y la concertación en vez
del Une y dominarás o del Divide y vencerás de aquellos que se quedan en la
elaboración de un sujeto convergente, que no se enfrenta a su radicalidad como
diferencia, un sujeto abstracto llámese material, dialéctico o idealista.

”Los hombres libres tenemos ya una fe diversa”, escribirá en sus “Juicios


Filosóficos “. Una fe en nombre de la cual no se mienta, que reconozca en el
“yo“la cerradura biológica más fuerte que hay, que se esfuerce por encontrar los
otros egos, las otras natura-lezas (“hay dos clases de seres: los que se tocan y los
que no se pueden tocar.”).

La obra paralógica y estética que Martí desarrolla es un enfoque diferente de la


Ley Natural de la Contradicción, que Engels elaboraba en la misma época, por
unas relaciones en la naturaleza que son complementarias en vez de conflictivas: “
En el espíritu del hombre están, en el espíritu de cada hombre, todas las edades
de la naturaleza.(...) Unos pueblos buscan, como el germánico; otros construyen,
como el sajón; otros entienden, como el francés; colorean otros, como el italiano;
sólo el hombre de América es dable en tanto grado vestir como de ropa natural la
idea de fácil, brillante y maravillosa pompa.”

Ideas que posteriormente desarrollan los novelistas de la selva americana cuyos


personajes no intentan ni pueden destruir la naturaleza, sus relaciones no son de
contradicción con el territorio, son parte del territorio; es el hombre-río, el hombre-
caimán, el hombre que deviene en otras creaciones. Arturo Cova que desciende al
infierno verde junto a Alicia como antes descendió al infierno rojo Dante Alighieri
en busca de Beatriz.

Nuestro Modernismo seguía siendo exuberante donde la ciudad existe en relación


con lo telúrico, y a veces ni siquiera existe la ciudad, en cambio, el Modernismo
europeo es esencialmente un arte urbano: el París de Baudelaire y Rimbaud, la
Viena de Hofmannsthal, la Praga de Kafka. Espacios super codificados donde la
imaginación escapa de las murallas oscuras del invierno a diferencia de estos
espacios descodificados que ignoran la función de la muralla como de cualquier
otra frontera. De este lado del mundo todavía puede ascender a los cielos
Remedios la Bella y confundirse Alfonsina Storni en el mar para no regresar
nunca. Los pueblos que en su origen indígena “ no imaginaron, como los hebreos
a la mujer hecha de un hueso y al hombre de lodo; ¡ sino a ambos nacidos a un
tiempo de la semilla de la palma! ”.

Al callejón sin salida de lo que puede ser o no ser la contingencia que permite que
algo que no es hoy, pueda ser mañana. Sanguily se reconfortaba pensando que,
si Cuba no pudiese ser nunca más, al menos ya habría sido entre 1868 y 1878.
Martí, insatisfecho, creía que Cuba nunca había sido, y por lo tanto, podría ser
algún día. Y cuando se dice Cuba se habla de América y del mundo, del Alpha y
el Omega con que Colón nos bautizó en el despertar de la modernidad. Cuba es
humanidad. José Martí con su predica radical es humanidad-es. La quimera
martiana quiere y por tanto puede ser realidad. Es un error creer que ya fué o
que existe actualmente esa realidad. Este proyecto, como reconoció Vargas Vila a
comienzos del siglo XX, no es siquiera un hecho: “el sacrificio de Martí, estéril fué,
y , no tuvo el héroe soñador, otro triunfo, que la suprema derrota de verse
convertido en piedra... y, dicen que en las noches, su estatua llora, sobre la tierra
esclava “...

Bastante cierta pareció ser la apreciación del escritor colombiano en ese entonces,
cuando Cuba no era más que una factoría de los Estados Unidos, y lo siguió
siendo tiempo después de disolverse definitivamente esa relación de dependencia.
Varios de los acontecimientos que ocurrieron a partir de la muerte de Martí en Dos
Ríos en Cuba fueron una continua distribución por etapas de relaciones de orden y
desorden donde nunca se supo que era peor, si una cosa o la otra. Cuando por fin
se llegaba a controlar la situación y se introducían algunos cambios favorables
para el país- que no solucionaban nunca los problemas de fondo- el propio orden
se creía indestructible y se intentaba mantener a cualquier costo. Consecuencias:
las guerritas de 1906, 1917, los procesos revolucionarios de 1923-1933 y 1953-
1959, el éxodo masivo de personas a partir de la década del 60. Claro que no
siempre fue así, pues hubo momentos que no se pueden simplificar con una
relación ni de orden ni de desorden, gobiernos como los de José Miguel Gómez
(1909-1913) y Grau San Martín- Prio Socarrás (1944-1952), absolutamente
corruptos y contradictorios; junto a acontecimientos culturales de gran valor como
el núcleo de la revista “Avance “, la Universidad del Aire,” Nuestro Tiempo, “ los
trabajos investigativos de Fernando Ortiz y Lidia Cabrera, José Lezama Lima y el
grupo Orígenes.

El Ver en Sí es un concepto que incluye el orden y el desorden, por cuanto estos


aspectos duales de la vida están “armonizados “por un mismo y tercer funtor: la
Autorganización. Es el modelo que desarrolla Martí, unos años antes de morir, en
el sur de la Florida cuando, a partir de la iniciativa de los obreros cubanos de
Tampa y Cayo Hueso, se decide fomentar la revolución con una democracia
directa de base uniendo todos los focos autogestionarios locales -clubes,
sociedades negras, de mujeres, puertorriqueñas, socialistas, etc.- capaces de
gestar y organizar la lucha por la independencia de las Antillas «en una acción
común, republicana y libre» de «todos los elementos revolucionarios honrados.»
(«Resoluciones de la Emigración cubana de Tampa», nov.28 de 1891; «Bases» y
«Estatutos secretos del Partido Revolucionario Cubano,» Enero 5 de 1892).
Primero, la creación de un mecanismo civil que evite el despotismo aún antes de
empezar la guerra, y una vez iniciada esta, encargar su dirección a un alto jefe
militar por todos aclamado: Máximo Gómez. De concitar las voluntades en
Jacksonville, Ocala, Thomasville, Cayo Hueso, y San Agustín a organizar el
combate también democráticamente en Cuba, desde los núcleos conspirativos de
fuerza en las regiones orientales y occidentales.

En ese empeño Martí tomó muchas bases del primer Congreso Obrero Regional
que se había celebrado en la isla en 1892, a través de las informaciones que le
envió el anarquista Enrique Messonier («Mi amigo Messonier... Nada me aturde ni
me desvía, fundaremos la casa del Amor») y es notable el apoyo que le brindaron
otros libertarios como Ramón Rivero, José Joaquín Izaguirre, Teodoro Pérez, y
José Dolores Poyo en la actividad propagandística del PRC. A Carlos Baliño, de
sus más eficaces colaboradores, le correspondió uno de los discursos del 10 de
octubre de 1892 en Tampa y la posición que defendió entonces fué enteramente
lúcida y audaz: era necesario, en vista de las nuevas batallas políticas, unir el
pensamiento ácrata -los ideólogos de los obreros en Cuba fueron Bakunin y
Reclús- con el independentismo republicano, que era en lo que creía también la
mayoría. El pronunciamiento de Baliño iba hacia las dos líneas de más radicalidad,
y a la vez más populares, del agenciamiento revolucionario en la Cuba de fin del
siglo XIX: el ideario anarquista y la vanguardia emancipatoria.

Es esta labor de Martí y Baliño una de las primeras proyecciones efectivas de


una política transformadora de Autogestión en Nuestra América. Hasta la
fundación del Partido Revolucionario Cubano en 1892 el resultado del gran
esfuerzo de los revolucionarios de la isla no parecía ser más que la reducción de
sus antiguas demandas a un ensayo reformista de autonomía y desarrollo. Ese
era el proyecto de futuro de Montoro, Giberga y Fernández de Castro, un deseo
conservador y aristocrático que quería hacer de España una suerte de potencia
inglesa con Comnwealth reducido a Melilla, Cuba y Filipinas. Una vez terminada
la guerra de los Diez Años uno de los primeros momentos decisivos de desviación
de estos planes fué la fundación del PRC con la posibilidad latente de poder
recomenzar la lucha por la libertad del país.

Se estaba articulando entonces algo realmente significativo y discontinuo, un


proyecto transformador de república independiente y universal. Frente a los autos
de los dirigentes tradicionales una utopía removedora de cánones basada en la
auto-organización, la auto-conciencia y el auto-conocimiento. Y eso fue
considerado un loco e irrealizable sueño. Que fuera sueño y utopía se tomó
como si se tratara de una locura imposible, lo que es peor, fue considerado algo
falto de seriedad, demasiado ingenuo. Esta reducción se hizo tan poderosa que
Martí se convirtió, ya después de muerto, en todo lo contrario a aquello que él
siempre quiso ser: una iglesia, un dogma, libro de citas y sermones. Pero como
nos había señalado hace más de cien años, “el libro importado ha sido vencido en
América por el hombre natural.” La autorganización de esos hombres “no es mas
que el equilibrio de los elementos naturales del país “; “el análisis de los elementos
peculiares de los pueblos de América”.

Parece prefigurarse en los análisis de representación martianos una idea bastante


clara de lo que podría ser una Política Natural en contraposición a una política del
establecimiento racional; no hay necesidad de retornar al estado primitivo si con
saber acoplarnos a la naturaleza -como en algunos momentos de su edad ha
hecho el hombre- es suficiente para poder vivir. Las evidencias fundamentales que
hay de su método alegórico de abordar la realidad apuntan a una búsqueda de
relaciones, de similitudes y de elementos híbridos que guardan las marcas de
semejanza de la naturaleza como un tejido maya donde cada extremo depende de
cada centro y viceversa; por la partición que efectuó el proceso lógico de la
modernidad hemos olvidado nuestras similitudes con el desgraciado, el extraño,
los alienados, los animales, las cosas, los espacios.

Contrato Natural con la Tierra más allá del efímero Contrato Social de una de las
especies vivientes de esta Tierra. El pasado y el presente pertenecen a los
contratos sociales entre las partes de un conjunto, definitivamente el futuro sólo
nos pertenece si se puede elaborar un Contrato Natural donde se recoja todo lo
que se ha visto y sentido, todas las manifestaciones y todos los segmentos del
Universo. Puede parecer un delirio, pero ?Acaso no existe ese Contrato ya
naturalmente en la Tierra mucho antes de que pudiéramos nombrarlo? Lo
sorprendente no es que se quiera abarcar con el conocimiento las realidades
infinitas que nos rodean, sino que sigamos empeñados en cercar desde el
conocimiento cada parte de esa realidad una vez se nos manifiesta. El «hombre
natural», los «elementos naturales», la «política natural», pero para reconocernos
en el mundo es imprescindible que podamos reconocernos nosotros mismos. Yo
soy en el mundo porque puedo ser por mi mismo.

Hay un párrafo de Martí que parece anticipar con increíble lucidez aquello que
ocuparía a este continente y a todo el mundo en el siglo XX; el fin del autoritarismo
como forma de dominio por una relativización del poder, el afianzamiento de las
diversas libertades individuales sobre una libertad de conjuntos, la imposibilidad de
ser de las ideologías si no son capaces de distinguirse globalmente, la importancia
del Ver en sí para poder ver a los otros:

“Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de


América (...) crear es la palabra de paso de esta generación. El vino, de plátano, y
si sale agrio! Es nuestro vino!. Se entiende que las formas de gobierno de un país
han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no
caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad,
para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los
brazos a todos y adelanta con todos, muere la república.”

Crear no es un simple “cambio de formas, sino el cambio del espíritu.” Y el cambio


empieza por el hombre, que en Martí es un recorrido inacabable de aspectos
contingentes y singulares: de lo estético en la poesía o la narrativa, en lo erótico y
la simpatía, a lo ético en sus variantes subjetivas, políticas y económicas que se
manifiesta en el cumplimiento del deber y a lo místico con una fé vital y realizadora
que se adhiere a lo desconocido como el mejor apoyo sensible de nuestra
existencia personal. El hombre completo aparece en Martí cuando es capaz de
reconocer- por encima del viejo problema ya tratado de la diferencia y la igualdad -
que exactamente en el otro extremo de la diferencia se encuentra esa idea que la
complementa y resume: la Semejanza.

En la rebelión contra una identidad que nos impone Occidente, justificadora de la


desigualdad social entre tantas otras, en la lucha por reafirmar nuestro Ser, hacia
el pasado y puente al futuro, y partiendo del pensamiento martiano podemos
denotar que entre el cánon conservador y la utopía revolucionaria está la
autorganización creadora de nuevos territorios, y entre las categoría mal empleada
de igualdad y la hoy tan en moda de diferencia pervive la necesidad de una
Humanidad Semejante que abra continuamente sus brazos a los desconocidos.

De la misma manera que la exaltación del igualitarismo genera monstruosidades


las procrea también la excesiva demarcación de las diferencias que origina, tal
como se repite en la historia, la exaltación del proletario en detrimento del resto de
la sociedad; paralelo al Arios del mundo unios contra las razas inferiores, del
nazismo; y el Hijos de Dios luchad contra las fuerzas diabólicas, del
fundamentalismo islámico.

Semejanza es, al contrario de aquellos planteamientos segregacionistas, el


“abrazar al mundo entero” del libertario alemán J.C.F.Schiller, y el “con todos y
para el bien de todos” martiano. Un Antiguo Testamento se refiere al ojo por ojo,
diente por diente, y el Derecho romano al ojo por dinero, Martí prefiere el ojo por
ojo, abrazo por abrazo (podemos rastrear esta idea desde su obra teatral «Amor
con Amor se paga,» de México, en 1875), y así advierte antes de lanzarse a la
guerra el 25 de marzo de 1895: “Los cubanos empezamos la guerra, y los
cubanos y los españoles la terminaremos. No nos maltraten, y no se les
maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero, y la amistad
a la amistad.”

Mas adelante aclara, y de paso le tiende la mano al opresor, como antes había
hecho Andrés Bello, el motivo por el cual la “ revolución emplea sin miedo este
lenguaje, porque el decreto de emancipar de una vez a Cuba de la ineptitud y
corrupción irremediables del gobierno de España, y abrirla franca para todos los
hombres al mundo nuevo, es tan terminante como la voluntad de mirar como a
cubanos, sin tibio corazón ni amargas memorias, a los españoles que por su
pasión de libertad ayuden a conquistarla en Cuba, y a los que con su respeto a la
guerra de hoy rescaten la sangre que en la de ayer manó a sus golpes del pecho
de sus hijos.” (“Manifiesto de Montecristi”, junto a Máximo Gómez, 1895.).

El ideólogo argentino Domingo Faustino Sarmiento había creado una ucronía


basada en la posibilidad de igualar racionalmente su patria a los Estados Unidos.
El cubano José A. Saco había creído ver en la semejanza de Cuba y España como
en la de Canadá e Inglaterra el verdadero y único puerto al que deberíamos llegar.
Para Martí y Bello el futuro de Cuba y de Nuestra América era justo y pertinente en
la medida en que supiera ser semejante a los Estados Unidos, Canadá, España y
el resto de Europa; siempre y cuando fuera parte del mundo con el compromiso de
conservar su identidad, lo que se debe a si misma como el tronco a la raíz.

El problema fundamental de la explotación no es que le impidan a Calibán ser


Calibán, que le oculten su lengua y le destruyan sus ídolos, sino que le impidan, y
lo que es peor, que él mismo se impida, ser Ariel, Miranda y hasta Próspero, que
se niegue su yo múltiple y fluctuante de sus infinitas identidades. La ilusión del
progreso futuro al amparo de las fuerzas civilizadas contra la barbarie se mantiene
gracias a la mentalidad del conquistador que, con ínfulas de superioridad, no se
reconoce en el otro; como a la mentalidad del conquistado que invierte
receptivamente ese patrón represivo y no sólo es incapaz de verse en el otro, en el
amo, sino que además pierde cualquier otra noción de otredad. Nunca dejaremos
de ser bárbaros si no dejamos de creer antes en la existencia de un estado natural
de barbarie en el hombre, el «civilizado» conoce sus limitaciones y por tanto se
abroga la universalidad, el «salvaje» desconoce sus potencialidades no teniendo
mas horizonte que el que puede ofrecerle su propio entorno.

Martí nunca fué un domesticado porque en él llevaba Cuba la semilla de la


rebeldía, desde entonces nuestro signo ha sido de lucha y revolución, nuestro
anhelo: poder ser semejantes sin dejar de reconocer nuestras diferencias. “En la
formación de los pueblos se empieza por la guerra, se continua con la tiranía, se
siembra con la revolución, se afianza con la paz. Esta nunca es perfecta, pero se
va perfeccionando.” Es la paz el estado utópico con que sueña, una nación que
es probable ni siquiera se configure como Estado, por cuanto Martí no es ajeno a
las injusticias que comporta esa formidable construcción teórica de inmemorial
tradición. La quimera martiense se acerca más a singulares repúblicas autónomas
en conexión intercultural y política a través de una federación de naciones de
Nuestra América donde en una última y revolucionaria instancia ni siquiera queda
excluida la patria de Lincoln.

Su idea, por encima de la asimilación anexionista y de una construcción


ideológica de enfrentamientos entre nuestros Estados Desunidos y aquellos
virtualmente entrelazados por el águila imperial, señala un futuro- que no podemos
recordar porque esta invisible – donde el ser humano sepa tratar la
multidimensionalidad de sus problemas sin ser totalitario, y pueda armonizar los
mecanismos administrativos, técnicos y económicos sin dejarse disolver y
transparentizar en la urdimbre demiúrgica del orden público. Su estrategia apunta,
a grandes rasgos, a lograr que la independencia no concluya en auto-aislamiento
sino en la realidad de relacionarse con otras naciones que asienten en la
asociación y la solidaridad el deseo de una universalidad fractal de intereses
particulares y generales.

Esos intereses son la fuente nutricia de la vida en sociedad, el motor que en


verdad hace mover la historia, pero no se quedan en un plano equivalente de
relaciones sociológicas entre etnias y naciones como siempre se ha pensado en
política clásica, atienden también a los problemas fundamentales del individuo en
su intercambio de persona a persona y al espacio global de la complementareidad
planetaria en un tiempo que se moviliza de lo simple a lo complejo cada vez con
mayor intensidad.

La Quimera Martiana
En La Hora De Los Hornos...

Ya estamos en las puertas del siglo XXI y aun siguen sin resolverse las relaciones
de persona a persona, del semejante al diferente, porque no se ha hecho esa
transformación interior en el hombre que pidiera el cubano y que luego analizaran
otros pensadores como J. Krishnamurti y Cornelio Castoriadis. Eso ha impedido
por ende que exista algún consenso posible en muchos problemas intergrupales
que se desataron producto de la “balcanización “del mundo y que entre otros
factores no han hecho más que agudizar las crisis de carácter global que se
manejan de cultura a cultura y de nación a nación.

Podría diseñarse un tratado con toda la memoria de la humanidad basado en


estas conexiones tríadicas de personajes y circunstancias: en la base, el eterno
retorno que va de la Madre a Cupido, luego Edipo y por último Jesucristo en su
magisterio con los apóstoles, relación de madre con hijo y de hijo con el resto de
los seres que le rodean; le siguen Moisés junto a Mahoma y Gengis Khan, el
infante alcanza la mayoría de edad, constructores y destructores de pueblos que
se repiten hasta la saciedad en Hernán Cortés y Napoleón Bonaparte; por último
llegan esos estadistas “globales “estilo Noé, Constantino el Grande y Felipe II, la
edad madura, que se ven a sí mismos siempre como depositarios de la herencia
progenitora de Adán y Eva o de María y José.

La transhistoria esta montada sobre esta realidad cíclica, en “Cien años de


Soledad “es primero la relación de los Buendía con los gitanos de Melquíades,
Merlín redivivo (interpersonal), luego, de Macondo con Santa Fé de Bogotá a
través de Fernanda del Carpio (intergrupal) y por ultimo de Macondo con Santiago
de Cuba, México y París cuando la prole descendiente de José Arcadio se
expande por la tierra (global). De la conciencia orgánica en el caso de la guerra
de los Diez Años de muchos libertadores para quienes no había patria más allá de
sus respectivas comarcas a la conciencia continental de un Máximo Gómez presto
a libertar Puerto Rico y a la conciencia universal de un Martí disoñando diatopías y
diacronías en la dimensión abisal de las Américas.

La Política martiana, si es que así debería llamarse, como su Estética y su


Hermeneusis (en tanto que estudio de los signos culturales en lenguajes
emergentes ) se hace corriente fluvial de consecuencias impredecibles en el
momento en que se logre considerar esas escalas relacionales (interpersonal,
intergrupal, global ) en una práctica alternativa y polirrítmica que renueve la vida y
el modo en que estamos viviendo.

Es decir, cuando la quimera martiana comience a complementarse en la realidad,


y podemos imaginarlo poética o quiméricamente - mientras tanto, por si nunca
aflora - será sólo una señal de que aún somos parte de un largo sueño que se
despierta intermitentemente para desestabilizar tradiciones y caminos de aldea.
La cuestión está en construir este y otros mundos, no en ofrecer un mundo nuevo
con hombres nuevos (al fin y al cabo no hay algo nuevo que no sea
automáticamente viejo una vez se presenta). Eso implica salir de la guerra, del
patria o muerte, y de los logreros que convierten a la idea en poder absoluto para
instalarnos en una etapa de paz duradera, que, en pensadores como Martí no es
un planteamiento conservador de superación de la revolución sino una propuesta
revolucionaria de afianzamiento de lo heterogéneo en la unigenidad. Incluso por
encima de capiteles sumamente arraigados en la estructura social como el
centralismo gubernamental o el propio Estado:

“El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de si, tendría que trabajar
entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que plugiese al Estado
consignarle... De ser siervo de si mismo, pasaría el hombre a ser siervo del
Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llaman ahora, iría a ser
esclavo de los funcionarios.” 3

Cabe creer, que más que soñar con establecer una organización estatal en Cuba,
con otra bandera y otro amparo constitucional pero con ejércitos, policías y
tribunales semejantes -que fue el devenir republicano posterior a 1902- el
independentismo martiano en realidad tenía como finalidad histórica la
consolidación de maneras de asociación más efectivas que la pirámide estatal;
más solidarias y menos jerárquicas en sus aspectos sociales y más
autoagenciadas por los individuos en su comunidad de intereses. ¿Acaso todo
intento por construir otra nación no es una reelaboración del Contrato Social
Roussoniano?. ¿No es además imprescindible que esto vaya acompañado de una
transformación del propio hombre, de adentro hacia fuera como de afuera hacia
adentro?: « En la tierra no hay más que un goce real,- el de labrarse a sí propio, el
de cavarse en la roca hueco holgado, el de triunfar de la casualidad indiferente, el
de ser criatura de sí mismo.»

La organización jerárquica de las naciones y de los hombres con sus interdictos,


con su presunta lógica, son desnudados a la hora de plantear una quimera
revolucionaria que no confía en la idea escolástica de una Ley para convencer y
dominar al ser humano. Frente a lo desconocido Martí no impone una ley o
distinción, no se trata de cánones preestablecidos, sino se acerca, solo con
deseos y creencias a aquello que le preocupa para intentar entender y vivir su
subsuelo. Respirar su atmósfera. Las puertas dejan de elegir, decide el hombre.
Aquiles puede recorrer mucho menos espacio que la tortuga, pero una vez
culminada la carrera ambos han vivido el mismo recorrido. No existe una
verdadera ventaja de la tortuga o de Aquiles en el viaje.

Martí supo ver perfectamente que nuestros problemas ya no se pueden plantear


desde el punto de vista del camino, de la vereda, sino del caminante, aquel que de
todas formas debe elegir, debe ser. Y para el caminante, por única ley existe la
voluntad, mas allá de la frontera renace el Solitón, la fuerza del agua en su
torrente que invade nuevos territorios. En su cauce lleva fluído orgánico, savia
arborescente, humus subterráneo. Trae consigo arena del desierto, humedad de
la tundra. Trae la estrella y la paloma. El silencio, el ala, la raíz. El relámpago. “
La luz del carbón que se quema él para iluminar alrededor.” La sangre que arde y
la cólera del amor. Es el cenote de Yucatán. Trae germen de la vida. Esquizia.
Granos de maíz. Con un pilar en Oriente y otro en Occidente. De la nada a la
nada. En el espacio y en lo vacío. «Todo pasó, cuando ya fué pasado, pero
también pasó la aurora con su punto de nieve»... Allí esta Martí y en el solitón
vive junto a la presencia invisible de Andrés Bello. Viven en el huracán. Cuba
como un caracol que lleva su casa a cuestas y como un volcán que piafa sus
desengaños en silenciosa contrición. Cuba, una isla que apenas ha podido
encontrar la libertad. Martí, un hombre que murió por alcanzar sin poder lograrlo
ese tormentoso espejismo. “Huracán, Huracán- parece que ya lo vió acercarse
Heredia – Venir te siento.” De huracán en huracán nos ha tocado vivir desde
entonces. Nuestra historia ha sido una ráfaga de viento en encrucijada de
poderes. Entre uno y otro poder siempre ha habido figuras claves. José Martí
es una de ellas. La única encrucijada que nunca se resolvió, que no pudo
encontrar su camino. Hay que hacer todo aquello que no se ha hecho, está por
recoger lo mejor de Martí para construir una nación a las puertas del siglo
veintiuno.

La única lucha realmente imperiosa en estos tiempos, por aquello que perdura,
cien años después, del pensamiento martiano con toda su fuerza inicial que es la
decisión de luchar no sólo por transformar la sociedad, los imaginarios y toda la
estructura sedentaria de las sociedades tradicionales, sino también de batallar por
nuestra propia transformación radical desde el abrazo de hermandad de los que se
dan la mano franca.

El reto de su legado, nuestro reto, no es articular una sociedad que tenga como
paradigma mítico la construcción de Capitolios o de Pirámides majestuosas; ni la
adoración de becerros de oro, cualesquiera que estos sean, ni el “insano triunfo
de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado
de cubanos”, sino crear una sociedad que sea lo más justa posible y a la vez un
Ser Humano integral desatado por completo de sus prisiones individuales y
colectivas.

Es hora de sustituir esa poderosa pulsión a la muerte que ha germinado en estas


tierras con una desmesurada fuerza por una pulsión hacia la vida que nos afirme
aún más en la voluntad de existir y de ser como Eros y Cultura. El acto de nuestros
tiempos no puede ser otro que el de Cuba y la Vida. Chile y la vida. Colombia y la
vida. Nuestra América desde la vida. Revolución por la vida que es lo mismo
que decir semillas de pinos nuevos.

Citas

1.- Los originales de las cartas están, tomado de Carlos Ripoll, autor de «José
Martí. Letras y Huellas desconocidas,» en la División de Manuscritos de la
Biblioteca del Congreso de Washington. La ruptura se debió a la crítica martiana al
posible carácter autoritario de la dirigencia revolucionaria. «General, un pueblo no
se funda como se manda un campamento...» Gómez contesta: «¿Acaso se puede
citar una revolución en el mundo que no tenga su dictadura?’, Martí replica: «la
tiranía es una misma en sus varias formas, aun cuando se vista en alguna de ellas
de nombres hermosos y de hechos grandes.» Es interesante notar como,
cíclicamente, este ha sido uno de los dilemas fundamentales en la historia de
Cuba y América: entre la libertad y el autoritarismo, entre el miedo y la libertad.

2.- En Enero de 1858 Carlos Marx escribe un articulo biográfico sobre Simón
Bolívar que luego es publicado en «The New American Cyclopedia» basado en las
fuentes documentales más viciadas contra el Libertador, la «Historia de Bolívar»
del general Ducoudray-Holstein y «Jornada por el Orinoco» del coronel Hippisley.
No obstante lo tendencioso de sus opiniones Marx nunca aceptó rectificar esas
ideas y ante una critica del editor Charles Dana le escribió a Engels aceptando que
«ciertamente me he salido algo del tono enciclópedico.» (Londres,14 de Febrero
de 1858). Versión en Español de Emilio Molina: «Carlos Marx, Simón Bolívar.»
,Rev. Dialéctica, año1,n.1,1935,Buenos Aires.
3.- La cita pertenece al artículo ‘La Futura Esclavitud,’ comentarios de José Martí a
las ideas de Herbert Spencer, publicado en ‘La América,’ Nueva York, abril de
1884. Una lectura similar a la martiense hizo tiempo después Jorge Luis Borges,
quien, como su compatriota Leopoldo Lugones, nunca disimuló sus afinidades con
el pensamiento libertario. Para Borges el ‘más urgente de los problemas de
nuestra época, ya denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer,
es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo’ en momentos en
que ‘el nacionalismo quiere embelesarnos con la visión de un Estado infinitamente
molesto; esa utopía, una vez lograda en la tierra, tendría la virtud providencial de
hacer que todos anhelaran, y finalmente construyeran, su antítesis.’ Véase
‘Nuestro pobre individualismo,’ Buenos Aires,1946, en ‘Otras Inquisiciones’,
Alianza Emece, Buenos Aires,1960.

Bibliografía

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Rico, 1971.

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Surcolombiana, Neiva, 1995

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Marquez Sterling, Carlos: “Martí, Ciudadano de América“. L. Amer. Publ., 1965.

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Martinez Estrada, Ezequiel: “Martí revolucionario“. 2 ed. La Habana, Ed. Casa de


las Americas, 1974.

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1982.

Ripoll, Carlos: “José Martí, letras y huellas desconocidas”. Queens College, N.Y,
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Vitier, Cintio: “Ese Sol del Mundo Moral“. Ed. Siglo XXI, México. 1975.

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