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Montesquieu (1689-1755)

Lo sociológico frente a lo filosófico; el ser frente al deber ser

Montesquieu rechaza el método apriorístico de los ilustrados e intenta elaborar


una verdadera física de las sociedades humanas. Realiza un análisis histórico
del que extrae su teoría sobre las leyes, las formas de gobierno y los poderes
de Estado. La realidad, no su teorización, el ser y no el deber ser, la
comprensión de la diversidad de leyes y costumbres, no una formulación
abstracta del Derecho y del Estado.

La naturaleza de las cosas como fundamento de la Historia y del


Derecho

Junto al concepto tradicional de ley, destaca Montesquieu otro, afirmando que


leyes son “las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las
cosas”. La palabra ley, está tomada como leyes del ser, del acontecer, no como
leyes del deber ser: es pues un concepto de ley con la objetividad que puedan
tener las leyes de la naturaleza.

El concepto Naturaleza, es tomado por Montesquieu como un conjunto de


realidades físicas e históricas, que han de ser tomadas en cuenta para adaptar
a ellas las normas de conducta (leyes positivas). La norma jurídica es una
adecuación a las realidades naturales y es, en sí, una realidad más, que hay
que estudiar de forma empírica y científica, y no como un valor que debe
presidir la vida. Por todo ello, por esta razón de historicidad la función del
legislador es comprender e interpretar la naturaleza, el sentir general de su
pueblo mediante la utilización del raciocinio. De aquí que la ley, en general, sea
la razón humana en cuanto que gobierna a todos los pueblos de la tierra,
aunque no se refiere a una ley racional universal de la que se derivarían las
leyes particulares de los Estados, sino a la necesidad de que sea la razón la
que, al dictar la ley positiva, analice previamente las condiciones histórico
ambientales y, a ellas, adapte la ley positiva.

El iusnaturalismo historicista de Montesquieu

Si de la naturaleza de las cosas nacen unas relaciones necesarias o leyes en


sentido de la naturaleza, y si las leyes positivas deben ajustarse a esta
necesidad de relaciones naturales de las cosas entre sí, no cabe duda que
Montesquieu está aludiendo a un principio metapositivo, o iusnaturalismo. Y si
esta razón de ajustamiento, de las leyes positivas a las leyes de relación entre
las cosas, se extrae de la historia misma de las cosas, tampoco cabe duda que
la la naturaleza de las cosas manifestada históricamente y, sobre todo, en la
necesidad de adaptación de la norma positiva a las leyes de relación que
dimanan de las cosas mismas. Es un iusnaturalismo que la razón ha de ir
descubriendo en la historia, frente al iusnaturalismo racionalista abstracto de la
época iluminista en que vivió.
La justicia como relación de convivencia. La libertad como
derivada de la naturaleza de la ley

La naturaleza de la cosa requiere una forma tipo para relacionarse con ella. Y
para cuanto más ajustado sea el comportamiento para la cosa referida, mayor
será el grado de justicia alcanzado. Por ello, en Montesquieu, la justicia es la
“relación de convivencia que existe realmente entre dos cosas”.

En todo Estado la ley es una realidad más y, como tal, tiene sus peculiares
normas de relación cuales son provocar la obediencia y regular las conductas.
Se supone que la ley es justa por haber sido elaborada racionalmente y estar
ajustada a la realidad histórica del momento. Pero esa libertad no puede
consistir más que en poder hacer aquello que se debe querer y en no ser
obligado a hacer aquello que no se debe querer. La ley, lejos de limitarla,
asegura la libertad del ciudadano.

Montesquieu apela a la naturaleza de las cosas para razonar la existencia de


una instancia superior al Derecho positivo como expresión de un deber ser de
lo jurídico. Montesquieu significa una afirmación de ese iusnaturalismo amplio
que reaparecerá en pleno siglo XVII con Radbruch.

La naturaleza de la cosa se diferencia del Derecho natural en que, mientras


éste enraiza el Derecho un principio absolutamente supremo, aquélla, en
cambio, busca el fundamento jurídico en el seno de esas relaciones, en un
orden inherente a las mismas. Lo cual tiene como consecuencia el que, tanto el
Derecho natural es concebido como un ordenamiento inmutable, la naturaleza
de la cosa adopta necesariamente la forma histórica de las relaciones de
convivencia en cada momento, con la carga de relativismo y subjetivismo que
ello puede implicar.

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