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Intervención Psicopedagógica Grupal

Unidad N° III – Adolescentes

Jovenmente: una apuesta posible cuando el silencio no es salud - Agustina Pilegi


Resumen: Sucede en la localidad de La Dulce. Es un proyecto de programa radial hecho por
adolescentes. “Jovenmente” apuesta a ser un puente de comunicación entre los adolescentes y la
comunidad. ¿Cómo ven nuestros jóvenes la sociedad? ¿Qué realidad viven a diario? ¿Cómo se
posicionan y qué proponen ante la misma? Intenta reflejarse aquí el recorrido que lleva a los
adolescentes de ser hablados (por el pueblo y sus mitos) a ser ellos quienes toman la palabra.

Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir,


a la voz humana no hay quien la pare.
Si le niegan la boca, ella habla por las manos…
Porque todos tenemos algo que decir a los demás;
Alguna cosa merece ser por los demás celebrada, o perdonada.
Eduardo Galeano

Introducción:

La iniciativa surge a partir de observar cierta invisibilización de los adolescentes en esta localidad,
así como la falta de propuestas y de intervenciones a nivel comunitario/preventivo.

Historizando:

Comenzó a darse un fenómeno en el cual varias adolescentes (mujeres, entre 14 y 16 años) se


desmayaban. Generalmente en la escuela. Esto ponía en jaque a los adultos (padres, autoridades
escolares, unidad sanitaria, médicos, psicóloga).

Y así la autora descubrió que la adolescencia en la localidad de La Dulce tiene algunos matices
históricos que parecen hablarla; hace algunos años, a partir del suicidio de una adolescente, tuvo
lugar un alto índice de suicidio e intentos en esa franja etaria. Hecho que, si bien algunos de los más
jóvenes no llegaron a ver, si han transcurrido con ese imaginario/fantasma de la población.
Posiblemente el caos de preocupación en los adultos (por los desmayos) se vio influenciado por el
fantasma de la historia trágica.

Una de estas chicas que se había desmayado le decía a la autora: “somos la voz del pueblo”.

Es por esto que en el trabajo de la red interinstitucional de derechos humanos de la localidad ha


surgido la necesidad de hablar sobre los espacios o falta de estos para los adolescentes. Se decidió
entonces trabajar convocándolos a un proyecto radial. Se pensaba que la radio es una herramienta
que permitiría a estos jóvenes tener un lugar donde ser escuchados.

Jovenmente: la magia del encuentro

Hablar como escuchar de oído a oído. Hablar para decir lo inocultable, para nombrar algo de luz
cuando ya no queda nada. Hablar como dudar, susurrar que toda verdad no es cierta. (Carlos Skliar)

Los lunes de 14 a 16 hs tiene lugar el taller de radio en la Unidad Sanitaria. Allí se le da contenido a
cada una de las columnas, haciendo hincapié en el tema del día, que es el que motiva el debate.

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También se proponen los temas musicales y se elije quién llevará adelante la conducción del
programa.

La radio apuesta a ser un puente de comunicación entre los adolescentes y la comunidad. Pero
también un espacio terapéutico, preventivo.

En la columna principal se han abordado temas como la tecnología, las etiquetas, la violencia entre
adolescentes, la mentira, los miedos, los celos, la amistad, la libertad. Existe otra columna destinada
a consejos, “has lo que yo digo, no lo que yo hago”, donde suelen darse consejos de todo tipo: con
relación al amor, como conquistar a alguien, recetas caseras de la abuela, algunos con más
fundamento “científico” y otros que rozan las creencias populares.

Además de debates, consejos, música y humor, una de las columnas con más éxito se titula “no todo
es lo que parece”, que nos ayuda a abandonar la lectura ingenua de algunas cosas, para mostrarnos
su verdadero origen sombrío. Se devela investigación mediante, el sentido oculto de una canción,
cuento tradicional, o dibujo animado.

Instancias más personales y profundas suelen tener lugar en el taller de radio, viendo qué de sus
vivencias y pensamientos quieren compartir en la radio en vivo y que otros detalles prefieren
reservar. Esto se relaciona con lo que Minnicelli (2013) describe sobre las ceremonias mínimas, las
mismas tienen la característica de instituir condiciones de posibilidad subjetivantes.

Algunos objetivos de la propuesta:

 Resituar al adolescente como sujeto de derecho.


 Educación para la salud. Promoción de la salud (transmitiendo información, fomentando la
motivación, las habilidades personales y la autoestima, necesarias para adoptar medidas
destinadas a mejorar la salud).
 Crear puente de comunicación entre adolescentes y comunidad.
 Fomentar espacio democrático de expresión.
 Promover la formación de pensamiento crítico, analítico.
 Desarrollar capacidad de escuchar al otro.
 Estimular la asunción de un rol activo en el marco del proceso, y la inclusión de cada
adolescente en función de sus intereses.
 Dar espacio al deseo singular.
 Desmitificar los imaginarios sociales que imperan en torno a la infancia-adolescencia y
juventud.

Palabras finales:

Si tuviéramos que buscar un denominador común, que esté en el espíritu de Jovenmente, el mismo
será el de concebir al adolescente como sujeto de derecho. Hablar de derechos es hablar de sujeto,
lenguaje, política y poder. Es una apuesta constante, ya que esta proclamación de derechos suele
entrar en contradicción muchas veces con el funcionamiento real de sus instituciones.

Los debates de Jovenmente permiten no arribar a una ilusoria conclusión unánime, sino dar lugar a
que cada uno aporte su visión del mundo.

Jovenmente se trataría de una ficción, algo que permite transcribir y traducir.

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Dispositivos grupales y producción de subjetividad. Adolescentes en situaciones de


vulnerabilización Psicosocial – Acuña, Juana
Resumen
El objetivo es presentar reflexiones acerca de las condiciones en que algunos dispositivos
grupales posibilitan modos de subjetivación a adolescentes en situación de
vulnerabilización social. Esto conlleva el reconocimiento de nuevas subjetividades que se
producen en el contexto de pasaje de una sociedad matriz estatal y de carácter inclusivo a
una como la actual de preeminencia del mercado y de carácter excluyente. Estos
adolescentes deben tramitar su singular conflictiva en un espacio y tiempo fragmentados y
acelerados.
Es por esto por lo que se proponen modos de abordaje grupal, con dispositivos que habilitan
posibilidades de producción de nuevos sentidos y subjetivación, se señala la presencia del
coordinador como fundador de un dispositivo que habilitará en tiempo y espacio,
ofreciéndose como sostén.
Introducción
Los procesos de globalización propician instantaneidad, transformaciones que ocasionan
sufrimientos a las subjetividades existentes y hacen emerger nuevas subjetividades, nuevos
modos de sentir, de hacer, de pensar y pensarse.
Pensar lo subjetivo como proceso; en el sentido de transformaciones que cada sociedad
presenta en la construcción de sus habitantes, en determinado momento histórico, a través
de las instituciones y dispositivos que instituye.
En las actuales condiciones de dispersión, fragmentación, al trabajar con malestar o
sufrimiento de grupos de adolescentes vulnerabilizados vemos las dificultades en los
procesos de simbolización y pensamiento. En cuanto a la vulnerabilidad social, se la plantea
como proceso que involucra un recorrido desde la inclusión social hasta la marginalidad
profunda y la exclusión.
Castel (1995) define la vulnerabilidad como proceso de desintegración social, caracterizado
por situaciones de precariedad laboral y fragilidad de los soportes relacionales. Estas
condiciones cuando adquieren ciertas características de permanencia alimentan
situaciones alienantes, como desafiliación o exclusión. Esto implica un problema de pérdida
de una red de relaciones, pertenencias e inscripciones.
El concepto de apuntalamiento (Kaës, 1981) es fundamental para comprender la
articulación de lo sociocultural y los procesos psíquicos inconscientes. Este concepto intenta
dar cuenta de las relaciones cruciales de la psiquis, del cuerpo, del grupo y de la cultura.
Establece la relación de apoyo del psiquismo entre el entorno maternal, entre lo
sociopolítico, entre lo grupal en una relación de articulación transformadora.

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Pensando modalidades de intervención ante la emergencia de nuevas subjetividades


Habitamos una época caracterizada por el desfondamiento institucional y el consecuente
agotamiento del sentido de las prácticas sociales. No hay escenarios estables, el mundo se
volvió “desregulable”, el desgarro y la fragmentación se transforman en vida cotidiana.
Los modos contemporáneos de producción de subjetividades no pueden ser pensados con
las categorías y representaciones del disciplinamiento estatal.
Nos encontramos con multiplicidades de adolescencias. Las subjetividades adolescentes en
condiciones de vulnerabilidad social se enfrentan con otras dificultades. Castel (1999)
señala a la vulnerabilidad social como una zona intermedia, inestable, donde los grupos
vulnerables están expuestos a riesgos de deterioro, pérdida o imposibilidad de acceso a los
recorridos educativos, de salud, de trabajo y a la fragilidad de los soportes de proximidad.
En los adolescentes a la inestabilidad del contexto social se le sumará la producida por el
efecto del trabajo psíquico de transformación y recomposición identificatoria, a la
tramitación de la conflictiva propia se entrelaza el ser habitantes de un espacio y tiempo
fragmentados y acelerados, lo que dificulta el reconocimiento y puesta en acción de los
propios deseos.
En jóvenes y adolescentes de sectores de mayor vulnerabilización, que han sufrido con
mayor incidencia de los efectos de las políticas neoliberales; la figura que se nos presenta
para pensar las formas en las que habitan ese espacio y tiempo nos remite al transitar del
patio manicomio. Esta figura está vinculada a la metáfora del galpón.
Esta metáfora nos permite nombrar una aglomeración de materia humana sin una tarea
compartida, sin una significación colectiva, sin una subjetividad capaz común. Nos
encontramos ante la deambulación solitaria, sin sentido y sin sentidos. El deambular es
atemporal, no hay espera ni demora, no hay registro del antes ni del después, hay puro
presente desarticulado; con dificultad de engarzarlo con el pasado (la experiencia) y la
proyección de un futuro (el proyecto).
Se puede percibir la falta de apuntalamiento social, de deseo social para que existan.
Predominan sentimientos de desesperanza, desilusión, desinterés, transgresiones que
suelen ser intentos de singularización, en otros, violencia internalizada como
autodestrucción o modos de supervivencia y búsqueda fallida de filiación.
La inscripción del lazo social es frágil, estamos ante jóvenes que han estado expuestos a
repetidas situaciones de desamparo, des-auxilio desde su primera infancia.
Cuando los jóvenes deambulan en ese “patio” se producen cruces. El cruce es fugaz,
instantáneo, parece no implicar intención para el intercambio, el otro no puede ser
reconocido como semejante. En los cruces pueden producirse intentos de nuevas formas
de lazo social.

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¿Cómo construir dispositivos de abordaje que posibiliten modos de subjetivación a y entre


los adolescentes que habitan en contextos de vulnerabilidad psicosocial? Es importante
establecer regularidades temporo-espaciales con reuniones coordinadas, crear dispositivo
habitarlo y sostenerlo, crear presencia desde el coordinador. Visualizar un espacio donde
encontrarnos y generar entre todos condiciones para ser alojados, y que pueda circular una
demanda. Permitirnos ir habitando y pensando las nuevas situaciones, posibilita ir armando
trama psíquica a través de la inauguración de un espacio de confianza que auspicie el
devenir del deseo confrontado con la alteridad del otro.
Pensamos los grupos como anudamientos transferenciales y al dispositivo grupal como lo
señala Selener (2002), un espacio intermediario, una zona de ilusión, en la que el
adolescente puede descubrir su singularidad fantasmática realizando un trabajo elaborativo
grupal, centrado en el conocer y conocerse, en un interjuego fusión-discriminación.
El deambular errático en el patio manicomial parece darse hasta que pueda configurarse
activamente una situación, una situación que recorte un tiempo y un espacio que de
posibilidad al encuentro.
Si la fragmentación de sentidos, de tiempos y de espacios produce nuevos sufrimientos, si
las vivencias predominantes son del orden del desamparo, de la anomia; el dispositivo
tendrá que habilitar condiciones para que pueda producirse el despliegue o armado de
ligadura social, de vincularidad y de pensamiento.
Es importante ofrecer en el abordaje grupal otros recursos por fuera de la palabra, que
permitan transitar el arduo camino a la simbolización y al pensamiento.

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FORT-DA – Intervenciones psicopedagógicas con adolescentes – Guadalupe Chanes


Introducción
Este dispositivo está dirigido a adolescentes con trastornos graves entre los cuales se
pueden encontrar bulimia, anorexia, intentos de suicidio. Padecimientos que hace marca
en el cuerpo escapándose de la palabra.
Se apunta al trabajo vinculado a la posibilidad de los pacientes de reinsertarse en su futura
escolaridad, como así también al desarrollo de un taller grupal psicopedagógico llevado a
cabo una vez por semana.
Características del Hospital de Día
La población que asiste al dispositivo comprende púberes y adolescentes, de 12 a 18 años
con trastornos graves. Para el ingreso del paciente al dispositivo se realiza un proceso de
admisión en el que se considera el perfil psicopatológico de paciente, la posibilidad de
concurrir 4 veces por semana, la capacidad de vincularse con otros en un dispositivo grupal.
Asimismo, se considera el compromiso de las familias para acompañar a los adolescentes y
asistir a los espacios obligatorios.
El tratamiento en el Hospital de Día abarca seguimiento psicopatológico, asistencia médica
y talleres. Entre dichos espacios podemos mencionar una asamblea multifamiliar semanal,
una asamblea de pacientes al finalizar la semana, terapia grupal, ocupacional y corporal de
pacientes, grupo de mujeres con los referentes maternos de las pacientes, talleres
(escritura, radio, historieta, plástica, cine y teatro), almuerzo con acompañamiento
terapéutico, administración, tiempo libre y psicopedagogía. La intervención
psicopedagógica se realiza en un espacio de asistencia obligatoria en el que, a través de
repuestas lúdicas y de producción individual y grupal, se intenta reencontrar al paciente con
sus capacidades, habilidades y deseos que lo orienten hacia la posibilidad de pensarse en
un proyecto futuro.
Adolescencia: cuando el cuerpo es el que habla.
Las patologías con las que nos encontramos en Hospital de Día son patologías de borde en
las que se pera con el cuerpo, ya que no hace soporte.
Comprendemos a la adolescencia como aquel momento lógico, más que cronológico, en el
que el sujeto necesita rearmarse, reacomodarse ante los cambios fisiológicos, psicológicos
y sociales. La reorganización de las pulsiones, el surgimiento del cuerpo asexuado y la
genitalidad le dan al adolescente una sensación de extrañeza. Vive su cuerpo como exterior
a él. Es decir, lo que ha podido armas hasta ese momento, se pone en juego al afrontar los
nuevos conflictos que se le presentan.
Durante la adolescencia el sujeto ira buscando diferentes caminos o respuestas a los
interrogantes de la pubertad. Es en la adolescencia cuando el síntoma de la infancia cae, y

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es aquí donde aparece la angustia. Este desajuste que se produce entre el adolescente y la
realidad que debe habilitar subjetivamente, es lo que provoca angustia en el sujeto. El
síntoma aquí es el encargado de crear una barrera ante la angustia mediante una
construcción simbólica, pero cuando esto no es posible en la adolescencia aparecen otras
respuestas. En el caso de los pacientes que asisten a nuestro hospital de día, las más
frecuentes son el acting y pasaje al acto, la anorexia y bulimia, lo que en la actualidad se
entiende como patología borde.
Acto y acting out
En las llamadas patologías del acto, aparece una falla en lo simbólico como marco desde el
que operar con la realidad. Ante la angustia, el sujeto responde poniendo el cuerpo,
recurriendo a la acción.
Tanto el acting out como el pasaje al acto son modos de responder a la angustia a partir de
una falla en el registro simbólico. La diferencia radica no en la gravedad de la acción, sino
en la direccionalidad de esta, y el lugar que en esto ocurre el otro.
El término “acting out” hace referencia a una acción puesta en escena, y como tal, dirigida
a otro “espectador”. En la acción hay un mensaje para otro, cuyo sentido es desconocido
por el sujeto.
El “acting” es un concepto que en psicoanálisis está ligado al tiempo: crear una oportunidad
para intervenir en la medida que la persona que lo realiza avisa a otro, que es su
interlocutor, lo que va a hacer, y es ahí donde “fabrica tiempo” demora la acción y es posible
la intervención.
En el pasaje al acto, la acción está más allá del otro. El sujeto se sale de la escena, y queda
suprimido. No hay otro a quien dirigir un llamado.
El hospital de Dia como terceridad
Desde el hospital de Día se plantea que las familias que participan en el dispositivo
presentan fallas en sus dos funciones básicas: función de sostén y de corte, para el
psicoanálisis, so requeridas por el psiquismo para su constitución y devenir, cuyo ejercicio
se ve sustentado en la asimetría de la relación parentofilial.
El sostén, se refiere a la posibilidad y responsabilidad de los miembros de la familia de
protección y cuidado de quienes transitan periodos de mayor identificación y dependencia.
Y el corte, se refiere a la “posibilidad que la pareja parental tenga de establecer para si
mismo y para sus hijos la renuncia pulsional que genere el reconocimiento del otro de la
pareja y del hijo en tanto sujetos”. Es decir, al mismo tiempo, la familia debe ofrecer amparo
a la vez que apertura separación.
El Hospital de Día y los distintos espacios se incluyen e intervienen “en el sentido de cortar
o quebrar aquello que venía en un estado de confusa continuidad. Es porque se interviene

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desde un lugar de tercero, que se produce una ruptura y una modificación de las estructuras
con las que el paciente y su familia se vinculan con el medio que los rodea”
Este lugar de tercero se sostiene desde distintas aristas. Una intervención fundamental es
el encuadre institucional, que se trabaja con las familias desde un primer momento: la
frecuencia semanal, la obligatoriedad de la asistencia tanto de los adolescentes como de
los padres en distintos espacios, asimismo, la explicitación de que más allá de que es un
hospital público el tratamiento no es gratuito, en términos de que las familias tienen que
llevar la comida, entre otras tareas. Este encuadre, funciona como un marco que regula los
espacios y tiempos del tratamiento en hospital de Dia, en el cual intervienen distintos
profesionales con roles y lugares diferenciados.
El hospital de Día se conforma como un dispositivo que abre posibilidades de compartir con
otros y conformar lazos de pertenencia como así también, habilitar la discriminación y
diferenciación del paciente con los otros, para construir un posicionamiento propio.
Un espacio de ficción
Podemos pensar al Hospital de Día como un “espacio de ficción” es decir, como un lugar en
el que es posible recrear el “afuera”, ese “afuera” que en estos pacientes aparece
desvirtuado.
En los pacientes de Hospital de Día, el poder habitar estos espacios es posible friccionar lo
real (familia, escuela), se ve obstaculizado, por lo que el dispositivo busca restituir y ofrecer
espacios de ficción. Lo “diferente” que viene a ofrecer el Hospital de Día en esa confusa
continuidad que mencionábamos, lo relacionamos también con el concepto de “zona
intermedia” o “espacio transicional” de Winnicott.
Los talleres funcionan ocupando ese lugar diferente que mencionábamos: son
posibitadores de un acercamiento a otra realidad distinta, son escenarios de ficción. Se trata
de que, en ellos, algo de lo perdido y quebrado con ese “afuera”, se vuelva a reconquistar.
Se trata de que el paciente se implique, esto significa que pueda construir un nuevo sentido
a lo que le pasa a partir de lo que hace y que pueda reconocerse y construirse en relación
con sus propios deseos. Que algo del orden de la narcisizacion vuelva a ser posible, que se
creen nuevas tramas vinculares y redes de contención que resulten satisfactorias y que
“sostengan”. En este sentido, en cada espacio del Hospital de Día se generan distintas
ficciones, se arman distintas escenas.
Respecto al planteo de Winnicott en relación con la función materna, la tarea aquí de los
terapeutas será la de sostener, ser “sostén” de los espacios de ficción creados, ayudando a
crear escenarios e impulsando otros personajes. A su vez, deberá cada uno “jugar con estos
personajes que le son dados por los pacientes, sin correr el riesgo de actuar ese personaje
por siempre.
La intervención en acto

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La intervención en acto produce un corte “donde algo queda dicho”. Es en acto porque se
enmarca en una escena, y tiene un sentido que implica al otro. Frente a las patologías del
acto, donde opera una falla en lo simbólico y la palabra no permite elaboración, la
intervención será inventar tramas, crear imaginario, sostener espacios de ficción, poner el
cuerpo. La palabra no es suficiente. Una pregunta o interpretación no generaría marca. Es
aquí cuando concurrimos a la intervención en acto. Esta puede hacerse mediante una
acción o una palabra (puesta en escena). Puede también ser un silencio. Lo distintivo es que
implica una operación que involucra al otro, y que genera un corte, que posteriormente
será retomado para intentar habilitar la palabra la posibilidad de elaboración.
Psicopedagogía en Hospital de Día
El Hospital de Día fue creado en el año 1995. Luego de transcurridos dos años de
funcionamiento del dispositivo, surge el pedido a psicopedagogía. El objetivo principal de la
tarea psicopedagógica en Hospital de Día se enmarca como espacio terapéutico, dentro del
cual cobra importancia el armado del lazo social y la posibilidad de los pacientes de
reinsertarse en su futura escolaridad. La psicopedagogía, en este sentido, por ser una
disciplina que cuenta con herramientas que la vinculan a la escuela y a otras instituciones
que favorecen el acceso a lo simbolizo, puede llevar a cabo una función sumamente
importante en Hospital de Dia y especialmente con estos pacientes.
El trabajo con la escuela
La intervención consiste en tratar de preservar la escolaridad, que no se rompa en la medida
de lo posible. El lazo con la institución educativa.
La gran mayoría de las pacientes se acude a la modalidad de escuela domiciliaria, mientras
que algunas de ellas cursan todas las materias con esta modalidad, otras quizás cursan una
o dos veces por semana en el colegio y las demás materias la aprueban presentando
trabajos prácticos. Por otra parte, también están aquellas pacientes que por su
padecimiento no pueden sostener ninguna de estas modalidades escolares, se trata
entonces de encontrar algo que las convoque, de correr el saber del plano escolar y ubicarlo
ahí donde ellas tengan algún interés: un taller de pintura, yoga, danza, etc. Sea cual fuere
la modalidad implementada esta es ensaña con el equipo de Hospital de Día en función de
las posibilidades de cada una.
Otro de los objetivos del espacio se constituye en torno al armado del proyecto a futuro. Se
observa en las pacientes, una dificultad para poder pensarse, imaginarse y principalmente
proyectarse en base a sus gustos personales. Las dificultades para relacionarse con sus
grupos de pares, colegio y familia son características relevantes en los pacientes del
Hospital.
El taller grupal

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Ofrecemos espacios aptos para el despliegue lúdico y creativo, en tanto que uno de
nuestros objetivos se vincula con la posibilidad de que algo del surgimiento del deseo puede
aparecer, que el “padecimiento subjetivo encuentra un lugar para desplegar un decir
singular, a través de la oferta de objetos mediadores”.
Debemos pensar que cada actividad generará efectos muy distintos en cada una de las
pacientes. A partir de las actividades que proponemos, puede ocurrir que algún dicho, frase,
palabra, suspiro o incluso un gesto, que actúe como disparador y genere situaciones
inesperadas en las actitudes de las pacientes.
En el taller, nos vemos frecuentemente ubicadas frente a adolescentes abúlicas,
desganadas, que abandonan la tarea, que no se cuestionan, que no tienen ganas de “nada”.
Entendemos que, en estas pacientes, el deseo de aprender, de incorporar se encuentra
fallido, propio de su labilidad estructural. En muchas ocasiones, hay una estructura de
aprendizaje “dañada” lo que genera dificultades en el encuentro con los otros, en la
posibilidad de concentrarse en una tarea y poder finalizarla, en el compartir un juego con
ares, entre otros. Frente esto, intentamos intervenir cuando observamos que algo del deseo
de las pacientes.
Reflexiones finales
Intervenimos porque en los pacientes que asisten a este dispositivo el deseo por aprender
se ve obturado. Porque es necesario realizar ofertas que enriquezcan y habiliten el
despliegue simbólico. Porque la mayoría de las veces existe un quiebre de estos pacientes
con el afuera: dificultades en el armado del lazo social, y trayectorias escolares posibles
respuestas a estas problemáticas.

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Cap. 12 Clínica del desamparo, o Winnicott con Lacan- JUAN MITRE

La clínica del desamparo es para aquellos sujetos que no han contado con otro que “los cuide”. Se
construyen a partir del maltrato, de la ausencia del Otro.

Hay que ver cuáles son los nombres del desamparo.

Es habitual que estos chicos cuando se les da una oportunidad se presentan mal, se hacen rechazar,
lo que hacen es poner a prueba el nuevo ambiente, ver si va a aguantar lo que a él le pasa, lo que
está hablando es de algo que le quedo inscripto en su cuerpo, ese otro no cumplió la función de
cuidado, entonces se vuelve a repetir este rechazo.

Muchas instituciones vuelven a repetir este rechazo, a re-inscribir, no lo soportan y expulsan a los
chicos.

La posición de Winnicott

El niño como sintió que el ambiente le fallo, es el ambiente el que debe proporcionar una nueva
oportunidad. Ósea que el niño tiene registro de que perdió algo que venía funcionando, ha perdido
algo que era bueno para él.

Síntomas típicos: voracidad, robo y causar fastidio.

Considera que el método adecuado consiste en proveer al niño de un cuidado que el pueda
redescubrir y poner a prueba, ayudarlo a que vuelva a tener “confianza” en el ambiente. Se trata de
que el ambiente de ahora “sobreviva” al embate antisocial, y donde el sujeto pone a prueba el
andamiaje, la estructura, la institución, pone a prueba al Otro. Que no es “tratamiento” o “cura”,
sino más bien “supervivencia”.

Es importante que la institución sea capaz de alojar lo bueno y lo malo del sujeto, que soporta que
las fastidien, si pueden perdurar para ese sujeto en el tiempo, si está realmente preparada para
soportar que se la ponga a prueba con actos de todo tipo.

Se trata de que la institución no se derrumbe, porque eso implica para el sujeto una nueva caída del
Otro.

Algunas indicaciones clínicas

- Sostener el alojamiento de la escucha.


- Responsabilizar al sujeto, para correrlo del lugar de víctima, de objeto.
- Apostar a la emergencia del inconsciente, reconocer el deseo de juego.
- Ser un sostén, ser confiable.

Cap. 16- para un tratamiento del enemigo íntimo en un contexto escolar.

Experiencia CIEN en una escuela secundaria, población en cuestión: adolescentes de 16 y 17 años.


Docentes y directivos piden la intervención manifiestan que no se puede dar la clase, que se
escupen, se pegan, desafían a la autoridad y no responden a los límites. Y se realizan cargadas densas
entre ellos. Es una escuela que apuesta al dialogo.

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Modalidad de intervención: dividir a cada curso en tres grupos, y abrir un espacio de conversación
con cada uno de los pequeños grupos, para luego de tres encuentros abrir una conversación con
todo el curso. Ante los cuerpos que hablan se ofrece otro tipo de escucha, se les dice a los chicos
que se los va a escuchar, que se quiere conocer su versión.

La “cargada” como modo de relación

En cada pequeño grupo paso algo diferente. Salir del curso y conversar con alguien no reconocido
implico un cambio de rutina. En principio se quejaron de varios profesores, ubican las cargadas como
un código entre ellos donde la gracia es que el otro se enoje.

En el último encuentro los chicos lo valoraron como un espacio de reflexión, se hizo un punteo de
lo que se conversó en cada pequeño grupo. Y concluyen en que “manifiestan ser un grupo que se
lleva bien pero que termina destruyéndose con las cargadas y malos tratos”

Se mantuvieron charlas con los directivos y se trasmitió la experiencia. No ha sido un intento de


tratamiento por medio del Ideal, sino que una conversación intento alojar en su seno aquel plus de
goce que empujaba a hacerse mal a sí mismos.

Cap. 17- Conversar con adolescentes: las palabras y los goces

El dispositivo se basa en la noción de extimidad: de estar en el interior de la institución por afuera.


Las demandas de intervención fueron variadas, por lo general ante problemas de convivencia. Algo
de lo ineducable tiene que aparecer.

En un aula se presenta la rivalidad entre dos grupos d cicas que rompen con el clima de clase. En el
dispositivo se les aclara que no están para esclarecer que paso entre ellas, sino que hay que soportar
el “no saber”, soportar ese enigma sin por eso acusar al otro. Luego de la charla la intervención
apunto a tocar algo del goce en juego. Había pequeñas comunidades de goce y lo que no se
soportaba era que los otros gocen de otra manera, y gracias a estos dispositivos los chicos deciden
armar un sistema de rotación de bancos, todas las semanas se sentaban con un compañero
diferente para realmente conocerse y adquirir otra perspectiva.

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“Las voces de la marginalidad”. La experiencia del Grupo de Palabra - Silvia Morici

Dispositivo con jóvenes marginados o penalizados.

Se lleva adelante a través de dos experiencias de campo:

Una en el Instituto Manuel Belgrano con jóvenes privados de la libertad. Otra en La Boca con jóvenes
en su mayoría no escolarizados y que habían cometido delitos menores, en la que se ofrecían
distintas actividades para niños y adolescentes con situaciones familiares precarizadas y sin sostén
social. Llevado a cabo de forma semanal y continua por dos años.

Se trata de acercar las voces, tanto de los jóvenes (que abrieron sus sufrimientos y desesperanzas a
nuestra escucha, a sabiendas de no compartir mundos comunes) como de los maestros y creadores
del dispositivo.

Ambas experiencias refieren a la intervención en grupos afectados en sus subjetividades por efecto
de realidades sociales (marginación) y que requieren de la nueva creación de vínculos y tramitación
de conflictos.

Basado en la idea de que el lazo social es absolutamente necesario para la organización o


reorganización psíquica tanto como para la construcción de identidad y pertenencia.

Los adolescentes que llegan por distintos motivos pertenecen a familias que aún luchan para no
perder el equilibrio, familias precarizadas, con graves problemas de vivienda, falta de trabajo y
adolescentes con padres que, en ocasiones, no pueden ser protectores ni proveedores.

El dispositivo privilegia la circulación de la palabra de manera espontánea, bajo la escucha atenta,


flotante y carente de prejuicios por parte de una pareja de coordinadores. No se trata de un grupo
terapéutico ya que entendemos que el sufrimiento social no representa una patología sino, por el
contrario, constituye una consecuencia de la indiferencia social, que abandona y descuida a las
infancias y adolescencias más vulneradas.

Los coordinadores muchas veces se quebraban frente a los chicos o temían dadas sus actitudes
amenazantes, además de experimentar impotencia frente al sufrimiento de quien cae en la
inequidad e indiferencia social.

El sufrimiento social no indica patología, pero la inequidad la genera, ya que interfiere en el proceso
de subjetivación al verse atacada la capacidad de proyectarse y ambicionar el futuro.

Una adolescencia sin proyecto y sin esperanza está condenada a “no ser”. El afuera, los grupos de
pares, el encuentro con adultos referentes en la vida de un adolescente, la posibilidad de vínculos
novedosos, y el descubrimiento de la relación amorosa es lo que le otorga una nueva oportunidad
al proceso de subjetivación. Por esto, las adolescencias lanzadas a los márgenes de la indiferencia
social suelen arrastrar historias de desamparo y ven obturada la nueva posibilidad de elaboración y
reinscripción subjetiva e intersubjetiva.

Para considerarnos sujetos de derecho tenemos que ser reconocidos y valorados por el Otro. Si, en
cambio, recibimos indiferencia, queda amenazada la misma categoría de sujeto con derecho. Si se
crece “al margen” del deseo del otro, se ve entorpecido el proceso de subjetivación.

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Estos adolescentes crecen con la violencia, violencia secundaria, provocada por un Otro que
violenta, con conciencia y deseo de violentar, la misma que se desprende de la inequidad de los
sistemas sociales excluyentes.

El sentimiento de injusticia se adquiere precozmente en el proceso de maduración de un niño,


cuando se percibe que uno carece de algo que la mayoría posee, quedando automáticamente
excluido de un grupo referencial.

Imagine, el sufrimiento de estos jóvenes que acceden a la adolescencia sabiendo que no lo hacen
bajo las mismas condiciones que el otro conjunto de adolescentes, ni con las mismas oportunidades,
esperanzas ni futuros, quedando expuestos al sentimiento lacerante y violento que provoca la
exclusión, la inequidad y el destino de los márgenes.

“La marginalidad, como la caja de pandora, contiene todos los males, pero no contiene la
esperanza”.

La población de chicos comprendía entre los 14 y 18 años. En su mayoría no estaban escolarizados,


podían haber participado en hechos delictivos de robo u otros que desconocíamos. Eran casi todos
varones.

La marginalidad no es un estado natural, es una definición político-social desubjetivante. Implica un


orden preestablecido que, al ser injusto y arbitrario favorecedor de la inequidad, impide la inclusión.

En el joven marginal predomina la ausencia de esperanza. Sin proyecto y, por ende, sin futuro, sin
haber sido parte del alojamiento subjetivo que brinda el Otro. La marginalidad es el precio del NO
deseo del Otro. Se vive en el margen de la existencia misma y al margen del otro.

“Las leyes son hechas por dominadores y para ellos, y son escasos los derechos concedidos a los
sometidos”.

Concluimos que, cuando en los contextos culturales confluyen la inequidad y el abuso de poder,
cuando las leyes favorecen al más fuerte, se está en un contexto donde predomina la violencia
secundaria, interfiriendo en los procesos de subjetivación del adolescente, quien tendrá facilitado
así el pasaje al acto violento, casi como un único recurso, teniendo en cuenta que el contexto
contribuye y forma parte del proceso de subjetivación propio del devenir adolescente.

Los jóvenes que crecen en los márgenes son “portadores de rostro”, convirtiéndose en un colectivo
ajeno al que sentimos temible. Se configura así en la mente, una categoría: “los excluídos”.

Esta exposición se basa en las voces de los jóvenes, que denuncian sufrimientos y soledades, con la
intención de visibilizar sus subjetividades.

Las voces de la marginalidad están expuestas a nuestros oídos, los jóvenes las gritan, las denuncian
… nos interpelan con su historia. Solo resta que “quién quiere oír, que oiga…”

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