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¿QUÉ ES LA CUARESMA?

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para


prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros
pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de
Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la


Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo
en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de
verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un


tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación
al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la
Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios,
orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una
serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que,
por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada


día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor,
la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En
Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto
aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la
resurrección.
EL DOMINGO DE RAMOS

El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de


las Palmas y de la Pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la
palabra que evoca la Pasión del Señor en el Evangelio de San Mateo.

En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta
celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la Iglesia madre de la ciudad
santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén,
y la austera memoria - anamnesis - de la pasión que marcaba la liturgia de Roma.
Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación
que no puede dejar de ser actualizada.

Vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al Monte de los Olivos que nos
recuerda el gesto de Jesús, gesto profético, que entra como Rey pacífico, Mesías
aclamado primero y condenado después, para cumplir en todo las profecías. .

Por un momento la gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma abierta


y sin subterfugios aquel que venía en el nombre del Señor. Al menos así lo
entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús, como
un Rey. Era el anuncio del amor de un Dios que baja con nosotros hasta el abismo
de lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte. Era un anuncio al mundo
pagano tanto más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección.

La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, llamado Pascua florida, el triunfo
de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita a entrar
conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el
Señor.
EL JUEVES SANTO

Sabías que este día, este jueves Santo se conmemora la Institución de La Eucaristía como
el regalo de Amor, también se conmemora la Institución de uno de los Sacramentos de
entrega y abandono total al Señor: el Sacramento de La Orden Sacerdotal y La Vida de
Servicio a los demás.
Con la celebración del jueves Santo no solo se abre el Triduo Pascual. En este día nuestra
Iglesia Católica conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cena, pero a la vez
con las Palabras mismas de Jesucristo Hagan esto en conmemoración mía, festejamos a
todos los valientes que dijeron sí, un sí de corazón como el de María a vivir una vida
consagrada a Jesús y con el gesto del lavatorio de pies también festejamos a todos aquellos
que dedican su vida a servir de manera humilde y extraordinaria a los demás cumpliendo
el último mandamiento de Cristo.
En este día que para algunos representa tristeza, dolor e incluso traición, se celebran tres
grandes acontecimientos, por la mañana, tenemos en primer lugar la llamada Misa Crismal,
que es presidida por el Obispo Diocesano y concelebrada por su presbiterio. En ella se
consagra el Santo Crisma y se bendicen los demás óleos, que se usan en la administración
de los principales sacramentos. Junto con ello, todos los sacerdotes renuevan las promesas
realizadas el día de su ordenación. Es una manifestación de la comunión existente entre el
obispo y sus presbíteros en el sacerdocio y ministerio de Cristo y es con este gesto que los
Sacerdotes de nuestra iglesia celebran un año más de la institución de La Vida Sacerdotal.
Luego ya por la tarde tenemos la Misa Vespertina donde damos Introducción a la
celebración del Triduo Pascual es así como el Jueves Santo llega a su máxima relevancia.
En ésta tarde se da comienzo al Triduo Pascual que culminará en la vigilia que se
conmemora, en la noche del Sábado Santo al Domingo de Pascua la Resurrección de
Jesucristo.
EL VIERNES SANTO

La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el


Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y
de esperanza.
Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de Juan contemplamos el misterio del
Crucificado, con el corazón del discípulo amado, de la Madre, del soldado que le
traspasó el costado.
San Juan, teólogo y cronista de la pasión nos lleva a contemplar el misterio de la
cruz de Cristo como una solemne liturgia. Todo es digno, solemne, simbólico en su
narración: cada palabra, cada gesto. La densidad de su Evangelio se hace ahora
más elocuente.
Y los títulos de Jesús componen una hermosa Cristología. Jesús es Rey. Lo dice el
título de la cruz, y el patíbulo es trono desde donde el reina. Es sacerdote y templo
a la vez, con la túnica inconsútil que los soldados echan a suertes. Es el nuevo Adán
junto a la Madre, nueva Eva, Hijo de María y Esposo de la Iglesia. Es el sediento de
Dios, el ejecutor del testamento de la Escritura. El Dador del Espíritu. Es el Cordero
inmaculado e inmolado al que no le rompen los huesos. Es el Exaltado en la cruz
que todo lo atrae a sí, por amor, cuando los hombres vuelven hacia Él la mirada.
El soldado que traspasó el costado de Cristo de la parte del corazón, no se dio
cuenta que cumplía una profecía y realizaba un último, estupendo gesto litúrgico.
Del corazón de Cristo brota sangre y agua. La sangre de la redención, el agua de la
salvación. La sangre es signo de aquel amor más grande, la vida entregada por
nosotros, el agua es signo del Espíritu, la vida misma de Jesús que ahora, como en
una nueva creación derrama sobre nosotros.
SÁBADO SANTO

"Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor,


meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en
oración y ayuno su resurrección (Circ 73).
Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro.Callan las
campanas y los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para
profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.La
Cruz sigue entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un
laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de
la humanidad.
Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo,
de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la
Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me has
abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro.Descansa: "consummatum est", "todo
se ha cumplido".El Sábado es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe,
ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el
desaliento: "nosotros esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.
"...se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo...se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte, es decir conociese el estado de muerte, el estado de
separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el
momento en que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de
Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio
del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo
sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en
la paz al universo entero".

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