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+Foja: 33

Treinta y Tres

Concepción, veintiocho de marzo de dos mil trece.


Vistos y oído:
Este proceso R.U.C. 1000227267-4, R.I.T. O-251-2012 del Tribunal de
Juicio Oral en lo Penal de Concepción, Rol 698-2012 del ingreso de esta Corte de
Apelaciones, seguido en contra de Ricardo Lorenzo Baeza Martínez; Juan
Ignacio Ortigosa Ampuero; Mario José Valeria Leal; Felipe Andrés Parra
Zanetti; José Luis Paredes Villa; Héctor Emeterio Torres Reyes; René Carlos
Pettinelli Loayza y Pedro Antonio Ortigosa de Pablo, se ha elevado a esta
Corte para conocer de los recursos de nulidad deducidos por el Ministerio Público,
por los abogados Enrique Hernández Núñez y Renato Fuentealba Macaya, en
representación de los querellantes Verena Jeannette Cifuentes Galdames, Arturo
Patricio Araneda Quiroz, Amadora Burgos Gutiérrez, Abelardo Arturo Matus
Fernández, Elba Mónica Vergara Pardo, José Luis León Palma, Mónica Inés
Acevedo Núñez, Cristian Manuel Fernández Villanueva, Milena del Carmen Zúñiga
Medina, Verónica Jeannette Riquelme Cisternas y Erik Vittorio Arévalo Aceituno;
Nelson Marcelo Villena Castillo, patrocinante del querellante Boris Enrique Castro
Morales; Víctor Toledo Machuca, en representación de Agustín Antonio Del Campo
Ramos, Amelia del Pilar Méndez Ramos y de Dannae Támara Del Campo
Méndez; Margarita Baeza Vivanco por el querellante Marcelo Antonio González
Sazo; y la abogado Fabiola García Larenas, patrocinante del condenado René
Pettinelli Loayza, todos en contra de la sentencia de 10 de diciembre de 2012,
dictada por los jueces del referido tribunal, Nancy Loreto Vargas Bustamante,
Sylvia Mutizábal Mabán y Adolfo Cisterna Pino, este último redactor del fallo, por
la cual se decidió lo siguiente: 1°.- Que se absuelve a los acusados Ricardo
Lorenzo Baeza Martínez, Juan Ignacio Ortigosa Ampuero, Felipe Andrés Parra
Zanetti, Mario José Valeria Leal, José Luis Paredes Villa, Héctor Emeterio Torres
Reyes y Pedro Antonio Ortigosa de Pablo, de los cargos formulados en su contra
por el Ministerio Público en calidad de autores de ocho cuasidelitos de homicidio
previstos en los artículos 492 inciso 1° en relación al artículo 391 N° 2, ambos del
Código Penal y sancionados en el artículo 490 N° 1 del mismo texto legal; un
cuasidelito de lesiones graves gravísimas y seis cuasidelitos de lesiones
simplemente graves, previstos en los artículos 492 inciso 1° en relación al artículo
397 N° 1 y 2, ambos del Código Penal, castigados en el artículo 490 N° 1 y 2 del
mismo cuerpo de leyes y, en ambos casos, en relación a la Ley General de
Urbanismo y Construcciones, Ordenanza General de la Ley General de Urbanismo
y Construcciones, Norma Chilena 433 de 5 de diciembre de 1996 del Ministerio de
Vivienda y Urbanismo y Código de Diseño de Hormigón Armado ACI318-95,
supuestamente cometidos por ellos el día 27 de febrero de 2010 en esta ciudad.
2°.- Que se absuelve a los acusados Ricardo Lorenzo Baeza Martínez, Juan
Ignacio Ortigosa Ampuero y Felipe Andrés Parra Zanetti de la acusación
presentada por los querellantes en calidad de autores de ocho delitos de homicidio
previstos y sancionados en el artículo 391 N° 2 del Código Penal; un delito de
lesiones graves gravísimas y seis delitos de lesiones simplemente graves,
previstos en los artículos 397 N° 1 y 2, ambos del Código Penal, ilícitos todos
supuestamente cometidos con dolo eventual por los acusados el 27 de febrero de
2010 en esta ciudad. 3°.- Que se CONDENA al acusado René Carlos Pettinelli
Loayza, ya individualizado en el fallo recurrido, a la pena de ochocientos días de
reclusión menor en su grado medio, a las accesorias de suspensión de cargo y
oficio público durante el tiempo de la condena y al pago de las costas del
procedimiento, en calidad de autor de ocho cuasidelitos de homicidio de Carlos
Arturo Cifuentes Cisternas, Ilse Antonia del Campo Ibáñez, Patricio Abelardo
Matus Vergara, Erwin Arturo Araneda Burgos, Paola Francisca Herrera Pavéz,
Vicente Ignacio González Herrera, Jasmina Gregoria Fierro Cerro y José Luis
León Acevedo, previstos en los artículos 492 inciso 1° en relación al artículo 391
N° 2, ambos del Código Penal y sancionados en el artículo 490 N° 1 del mismo
Código; un cuasidelito de lesiones graves-gravísimas de Verónica Jeannette
Riquelme Cisternas, y seis cuasidelitos de lesiones simplemente graves de Erna
Noemy Escobar Sanhueza, Alonso Xavier Díaz Escobar, Erik Vittorio Arévalo
Aceituno, Cristian Manuel Fernández Villanueva, Milena del Carmen Zuñiga
Medina y Boris Enrique Castro Morales, previstos en los artículos 492 inciso 1° en
relación al artículo 397 N° 1 y 2, ambos del Código Penal, sancionados en el
artículo 490 N° 1 y 2 del mismo Código punitivo y, en ambos casos, en relación a
la Ley General de Urbanismo y Construcciones, Ordenanza General de la Ley
General de Urbanismo y Construcciones, Norma Chilena 433 oficial 1996 del
Ministerio de Vivienda y Urbanismo, normas del Código de Diseño de Hormigón
Armado ACI318-95, ilícitos en los cuales a René Carlos Pettinelli Loayza le habría
cabido participación en calidad de autor, cometidos el 27 de febrero de 2010. Que
por reunir el sentenciado los requisitos establecidos en el artículo 4° de la Ley
N°18.216, se le remitió condicionalmente la pena privativa de libertad impuesta,
quedando sujeto al control de Gendarmería de Chile, por el término de
ochocientos días y cumplir las exigencias contempladas en el artículo 5° del antes
mencionado cuerpo legal. En el aspecto civil del fallo recurrido, se declaró que se
rechaza la acción civil indemnizatoria, deducida por los querellantes Marcelo
González Sazo y Boris Castro Morales, representados por el abogado Nelson
Villena Castillo; Agustín del Campo Ramos, Amelia Méndez Ramos y Dannae del
Campo Méndez, representados por el abogado Víctor Toledo Machuca; y Verena
Cifuentes Galdames, Roberto Cifuentes Galdames, Abelardo Matus Fernández,
Elba Vergara Pardo, Arturo Araneda Quiroz, Amadora Burgos Gutiérrez, José León
Palma, Mónica Acevedo Núñez, Erik Arévalo Aceituno, Verónica Riquelme
Cisternas, Cristian Fernández Villanueva y Milena Zúñiga Medina, representados
por los abogados Renato Fuentealba Macaya y Enrique Hernández Núñez, en
contra de los acusados Ricardo Lorenzo Baeza Martínez, Juan Ignacio Ortigosa
Ampuero, Felipe Andrés Parra Zanetti, Mario José Valeria Leal, José Luis Paredes
Villa, Héctor Emeterio Torres Reyes y Pedro Antonio Ortigosa de Pablo. Que se
acogió, con costas, la demanda civil deducida por los querellantes ya
individualizados, sólo en cuanto se condena al acusado René Carlos Petinelli
Loayza a pagarle a los actores, por concepto de indemnización de perjuicios por
daño moral y emergente, las cantidades que se indican en el fallo impugnado.
Posteriormente, por sentencia complementaria de 15 de diciembre de 2012
se rectificó de oficio el referido fallo, en la forma que se indica en la misma. Con
posterioridad a ello, acogiendo un recurso de reposición interpuesto por la defensa
del acusado Pedro Ortigosa de Pablo, por resolución del día 27 del mismo mes y
año, se la modificó nuevamente, en el sentido de condenar en costas al Ministerio
Público en lo que respecta al mencionado imputado.
Habiéndose concedido los expresados recursos de nulidad y
posteriormente declarados admisibles, el ex Presidente de esta Corte fijó la
audiencia de rigor para el día 11 de febrero último, rectificándola posteriormente, a
petición verbal de alguno de los intervinientes, fijando ésta para el día 04 de marzo
en curso, extendiéndose, por lo prolongado de los alegatos y aclaraciones,
durante los días 05, 06, 07 y 08 de este mismo mes, con la intervención del Fiscal
Adjunto del Ministerio Público Nelson Vigueras Camaño y los abogados Nelson
Villena Castillo, Enrique Hernández Nuñez, Renato Fuentealba Macaya, Víctor
Toledo Machuca, Fabiola García Larenas, Alejandro Espinoza Bustos y Marcelo
Torres Duffau, quienes alegaron por sus respectivos representados, en la forma
que se indica en el certificado de fojas 30 de esta carpeta judicial. Concluido el
debate, el proceso quedó en estado de acuerdo y los comparecientes fueron
citados para la audiencia del día 28 de marzo en curso, a las 13:30 horas, a fin de
comunicarles el fallo.
Actuó como Ministro de Fe el Sr. Relator Titular de esta Corte de
Apelaciones, don Adolfo Depolo Cabrera.
CON LO RELACIONADO Y CONSIDERANDO:
1°) Que en contra de la referida sentencia se dedujeron sendos recursos de
nulidad, por el Fiscal del Ministerio Público, por los abogados Nelson Villena,
Víctor Toledo, Enrique Hernández, Renato Fuentealba y Margarita Baeza por sus
representados que actúan como querellantes, recurriendo también la abogada
Fabiola García Larenas por el condenado Pettinelli Loayza, cada uno de ellos por
las siguientes causales:
El Fiscal del Ministerio Público Nelson Vigueras invoca la causal del artículo
374 letra g) del Código Procesal Penal y, en subsidio de ésta, la contemplada en
el artículo 374 letra e) en relación con el artículo 342 letra c) del mismo texto legal.
Por su parte, los abogados Nelson Villena Castillo, Víctor Toledo Machuca y
Enrique Hernández Núñez, este último conjuntamente con el letrado Renato
Fuentealba Macaya, todos en representación de los querellantes que indican en
sus respectivos libelos, deducen sendos recursos de nulidad fundando éstos en la
causal contemplada en el artículo 374 letra e) en relación con el artículo 342 letra
c), ambas normas legales del Código citado precedentemente.
A su turno, la abogada Margarita Baeza, en representación del querellante
Marcelo González Sazo, interpone recurso de nulidad basado en las causales
contempladas en los artículos 373 letra b) y 374 letra e) en relación con el artículo
342 letra c) del cuerpo legal citado, deducidas éstas en forma conjunta.
Por último, la abogada Fabiola García Larenas, por el condenado René
Pettinelli Loayza, presenta recurso de nulidad fundado en tres causales, que son
las consagradas en el artículo 374 letra f), letra c) y letra e) respectivamente, del
Código Procesal Penal;
2°) Que en primer lugar y a modo de exposición, se efectuará una reseña
general del recurso de nulidad deducido por el Ministerio Público y,
posteriormente, se realizará lo propio respecto de los fundamentos de los
interpuestos por los abogados de los querellantes, dejándose constancia que los
recursos presentados por los abogados Nelson Villena Castillo y Víctor Toledo
Machuca se señalarán en forma conjunta, por ser idénticos en su redacción.
Finalmente, se hará mención al recurso hecho valer por la abogada del condenado
René Pettinelli Loayza;
3°) Que como ya se dijo, en el recurso de nulidad interpuesto por el Fiscal
Adjunto del Ministerio Público Nelson Vigueras Camaño, en forma principal, se
invocó la causal prevista en la letra g) del artículo 374 del Código Procesal
Penal, esto es, cuando la sentencia hubiere sido dictada en oposición a otra
sentencia criminal pasada en autoridad de cosa juzgada.
En subsidio de la anterior, se invoca el motivo absoluto de nulidad
contenido en el artículo 374 letra e) del Código Procesal Penal, esto es, cuando
en la sentencia, se hubiere omitido alguno de los requisitos previstos en el artículo
342, letra c), del mismo cuerpo legal, esto es, la exposición clara, lógica y
completa de cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren por probados
por parte del tribunal y de la valoración de los medios de prueba conforme al
artículo 297 del Código Procesal Penal. El recurrente advierte que esta causal, a
su vez, comprende varios vicios que se habrían cometido en la sentencia, cada
uno de los cuales constituiría infracción al referido artículo 374 letra e), según se
indicará más adelante.
En lo que dice relación con la causal principal, el recurrente señala que este
vicio absoluto de nulidad es el contemplado en el artículo 374 letra g) del Código
Procesal Penal, esto es cuando la sentencia hubiere sido dictada en oposición a
otra sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada, específicamente en contra
del auto de apertura dictado por el Juzgado de Garantía de esta ciudad, en este
mismo proceso RUC 1000227267-4, que, el 26 de abril de 2012 y previa
audiencia de rigor, determinó definitivamente los medios de prueba que se
rendirían en el juicio oral, entre ellos, y según consta en el considerando 5º,
números 16 y 17 de la resolución referida, serían los que se indicarán a
continuación: “QUINTO: Las pruebas que deberán rendirse en el juicio oral, son
las siguientes:1.- POR EL MINISTERIO PÚBLICO: I.- TESTIMONIAL … “16.-
Jorge Abate Reyes, Subcomisario de la Policía de Investigaciones, con domicilio
en Angol N° 864, Concepción. 17.- Cristóbal Ramírez Morales, Oficial de la
Policía de Investigaciones, domiciliado en Angol N° 864, Concepción. Los testigos
16 y 17 depondrán respecto a los hechos anteriores, coetáneos y posteriores a los
hechos que son materia de la acusación, en particular de las fijaciones del sitio
del suceso, levantamiento de evidencias, pericias realizadas, declaraciones de
víctimas y testigos, y en general, respecto de todas diligencias investigativas
realizadas.”
Sin embargo, prosigue el recurrente, no obstante lo decretado en dicho auto
de apertura, los jueces del Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Concepción, los
días 02 y 03 de agosto del año recién pasado, fechas en que les correspondió
declarar a los mencionados testigos Ramírez y Abate, respectivamente y, ante una
petición del abogado defensor Alejandro Espinoza, prohibieron a dichos testigos
referirse a la declaración del acusado Ricardo Baeza prestada ante ellos, por
estimar que la rendición de dicha prueba afectaba el derecho a guardar silencio
del referido imputado, lo que, en opinión del recurrente, significó una exclusión
temática de dichos testimonios. Así las cosas, en concepto del Fiscal recurrente,
“las declaraciones de los testigos Ramírez y Abatte fueron cercenadas por la
decisión del Tribunal a quo, no obstante que se trataba de una prueba que ya
había pasado el “cedazo” de la audiencia de preparación de juicio oral”.
Explicando los hechos que configurarían esta causal, el recurrente Sr.
Vigueras señala, respecto del testigo Cristóbal Ramírez Morales, que a éste le
correspondió declarar el día 02 de agosto del año recién pasado y, como
constaría del respectivo registro de audio, cuando se disponía a hacerlo,
refiriéndose a una diligencia en que tuvo participación, esta es, las declaraciones
del imputado Ricardo Baeza durante la investigación, fue interrumpido en la
audiencia por el abogado defensor Sr. Espinoza, quien solicitó al tribunal le
prohibiera referirse a lo que escuchó del acusado Baeza, ya que éste había hecho
uso de su derecho a guardar silencio en el juicio. Agrega el recurrente que, luego
del debate respectivo, en que el Fiscal se opuso a la solicitud de la defensa,
solicitando su rechazo, el tribunal acogió la incidencia del defensor expresando,
según el recurrente, que ”El Tribunal por mayoría, considerando que el que un
testigo se presente y reproduzca en juicio la declaración de un imputado que ha
hecho uso de su derecho a guardar silencio, afectaría este derecho que es una
garantía que la ley le otorga y el ordenamiento en general le otorga a los
acusados, el tribunal va a dar lugar a la petición efectuada por la defensa y por
tanto no va a admitir que el testigo reproduzca la declaración del acusado señor
Baeza,…..”. Indica el recurrente que en lo que dice relación con el testigo Jorge
Abatte Reyes, a éste le correspondió declarar el día 03 de agosto último y, como
constaría también del respectivo registro de audio, cuando se disponía a prestar
declaración respecto de una diligencia en que le correspondió participar, esta es,
las declaraciones del imputado Ricardo Baeza durante la investigación, fue
interrumpido en dicha audiencia por el abogado defensor Sr. Espinoza, quien
solicitó al tribunal le prohibiera referirse a lo que escuchó del acusado Baeza, ya
que éste había hecho uso de su derecho a guardar silencio en el juicio. Sin
embargo, luego del debate respectivo, en que la Fiscalía se opuso a la solicitud de
la defensa, solicitando su rechazo, el tribunal acogió la incidencia de la defensa
en orden a excluir parcialmente el testimonio del testigo, prohibiéndole que se
refiera a lo escuchado al imputado Baeza, señalando el tribunal, según el
recurrente…..”Los testigos Abatte y Ramírez se ofrecieron en términos amplios,
consta en la acusación que dice respecto de todas las diligencias investigativas
realizadas, la verdad no es necesario que se enumeren una a una cada
declaración o diligencia en que el testigo participó, pero en cuanto al aspecto de
fondo, el tribunal mantiene lo que decidió el día de ayer, por mayoría estima que el
que se reproduzca por el testigo, policía en este caso, la declaración del imputado
afecta su garantía a guardar silencio, respecto de la cual ha hecho, ha
manifestado que hace uso en este juicio…..de manera señor Abatte que no se
puede reproducir lo declarado por el señor Baeza.”
Según el recurrente Sr. Vigueras, lo resuelto por el tribunal de juicio oral en
lo penal no es otra cosa que decretar la exclusión parcial o temática de prueba
testimonial que se encontraba incluida en el auto de apertura, “infringiendo con
ello abierta y descaradamente lo dispuesto en el artículo 276 del Código Procesal
Penal y el efecto de cosa juzgada del auto de apertura pronunciado por Tribunal
de Garantía”, pues habida consideración a su naturaleza jurídica de sentencia
interlocutoria, ya que resuelve sobre un trámite que debe servir de base en el
pronunciamiento de una sentencia definitiva, produce dicho efecto.
Añade este recurrente que el artículo 276 del Código Procesal Penal,
referente a la exclusión de prueba, en su inciso 5°, refiere que durante la audiencia
de preparación de juicio oral, el juez de garantía excluirá las pruebas que
provinieren de actuaciones o diligencias que hubieren sido declaradas nulas y
aquellas que hubieren sido obtenidas con inobservancia de garantías
fundamentales, agregando en el inciso final que las demás pruebas que se
hubieren ofrecido serán admitidas por dicho juez al dictar el auto de apertura.
Según el recurrente, esto habría ocurrido en el presente caso, pues jamás se
solicitó por la defensa del mencionado imputado, en la audiencia de preparación
de juicio oral, la exclusión, sea total o parcial, de los testigos Abatte y Ramírez.
En consecuencia, dice que se aceptaron, por sentencia interlocutoria
ejecutoriada, las pruebas ofrecidas por el Ministerio Público, de manera que la
procedencia y discusión de la exclusión de ella sería irrevocable e inimpugnable,
no pudiendo el Tribunal del Juicio Oral en lo Penal de Concepción nuevamente
pronunciarse sobre ello, por cuanto al hacerlo se vulneraría la autoridad de cosa
juzgada de que está revestido el auto de apertura.
En opinión del Fiscal recurrente, los jueces del Tribunal de Juicio Oral en lo
Penal de Concepción, en el caso de que se trata, no estaban facultados para, por
resolución posterior, modificar lo decidido en el auto de apertura en cuanto a la
aceptación y licitud de la prueba, ni tampoco podían revivir el debate sobre dichos
aspectos y, al hacerlo, no sólo habrían actuado fuera de su competencia, sino que,
tal como se dijo, habrían vulnerado la autoridad de cosa juzgada de que está
revestido el auto de apertura, por su carácter de firme y ejecutoriado.
Agrega que lo que sí podían hacer los magistrados del referido tribunal, es
otorgar mayor o menor valor probatorio a las probanzas que se presten en ese
sentido, siempre previa valoración y ponderación de la misma, pero jamás excluir
la prueba en la referida etapa procesal, pues con ello desconocieron la decisión
del juez de garantía en el auto de apertura, que es a quien corresponde fijar los
medios de prueba que se rendirán en el juicio oral, pues incluso esta exclusión de
la prueba habría implicado que en la sentencia se ha omitido cualquier
consideración valorativa respecto de los dichos escuchados por estos testigos al
acusado Baeza, circunstancia que habría llevado al tribunal a tomar decisiones
erradas, “al no tener por establecido el organigrama dado a conocer por los
peritos Yañez, Sanhueza, Silva y, particularmente, al “citar” los testimonios de
Ramírez y Abatte, lo hace de la única forma que podía hacerlo luego de la
exclusión que cercenó sus testimonio, esto es, de manera sesgada y parcial”.
Añade que la defensa del encartado no alegó ni solicitó la exclusión de los
testimonios de los detectives Ramírez y Abatte en la audiencia de preparación del
juicio oral efectuada ante el juez de garantía, pues sólo solicitó exclusión de otros
testigos “por impertinencia y sobre abundancia”, como constaría del registro de
audio de la referida audiencia, por lo que, agotada la oportunidad procesal,
precluyó su derecho en tal sentido.
Agrega el Fiscal Sr. Vigueras que esta exclusión habría tenido incidencia en
las decisiones del tribunal, no sólo por haber sido dictada en oposición al auto de
apertura de 26 de abril del año recién pasado, sino también habría llevado al
tribunal, en el considerando 28, numeral 4º, a desconocer el organigrama
señalado por los peritos del “IDIEM”, que si bien declararon como peritos, en esta
parte de su exposición se habrían referido a declaraciones de diversas personas
que trabajaron en la construcción del edificio “Alto Río”, y que daban cuenta de las
funciones que desempeñaban los diversos acusados. En consecuencia, el propio
tribunal, en el considerando señalado, establece que según estos peritos: “El
organigrama dado a conocer por los peritos Yáñez, Sahueza y Silva, pone a Mario
Valeria como director de obra, persona que sin tener la calidad profesional ni la
experiencia era en la práctica el encargado de dirigir la construcción, y a Ricardo
Baeza, quien sí tiene la calidad de constructor civil, en labores de corte
administrativo.”. El Fiscal recurrente agrega que, pese a ello, más adelante la
sentencia cita otras declaraciones, principalmente de los arquitectos, y también las
de los policías Abatte y Ramírez, pero que, por las razones anotadas, no pudieron
referirse a lo declarado por el propio Baeza durante la investigación, y el fallo
llega a la conclusión contraria, al decir: “De lo que se ha destacado de las
declaraciones anteriores, se puede desprender que Mario Valeria estaba
encargado en la obra de aspectos más bien administrativos en relación a los
contratos, pues la persona responsable de la construcción misma, del proceso
constructivo y su avance, era Ricardo Baeza en su calidad de constructor civil,
sujeto que ejercía la dirección de la obra, y estaba a la cabeza de la jerarquía en
este aspecto relativo al proyecto.”
El Fiscal recurrente dice que, por todo lo anterior, se está en presencia del
motivo absoluto de nulidad contemplado en el artículo 374 letra g) del Código
Procesal Penal, pues la sentencia definitiva absolutoria del Tribunal de Juicio Oral
en lo Penal de Concepción, ha sido dictada en oposición a otra sentencia pasada
en autoridad de cosa juzgada, a saber, el auto de apertura dictado por el Juzgado
de Garantía de esta ciudad el 27 de abril del año recién pasado, resolución ésta
que acompaña en un otrosí de su recurso.
En subsidio de la causal principal ya reseñada, el Fiscal Nelson Vigueras
interpone recurso de nulidad por el motivo absoluto de nulidad del artículo 374
letra e) en relación con el artículo 342 letra c) y 297, todos del Código Procesal
Penal.
Sostiene este recurrente que nuestra legislación, al establecer un sistema
de libre apreciación de la prueba, ha sido especialmente exigente en orden a
imponer a los jueces que conocen y resuelven en definitiva en juicio oral, un
trabajo de elaboración meticuloso y cuidadoso de sus sentencias.
En su opinión, el deber de fundamentar la sentencia tiene por objeto hacer posible
un control “a posteriori” del razonamiento empleado por el sentenciador y de esa
forma, dar legitimidad a la decisión jurisdiccional. Como señala el legislador, una
fundamentación que deberá permitir la reproducción del razonamiento utilizado
para alcanzar las conclusiones a que llegare la sentencia. Así las cosas, la libre
apreciación valorativa no es absoluta, ya que reconoce como limites los principios
de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos científicamente
afianzados, lo que en doctrina se denomina “sistema de la sana crítica o
persuasión racional”.
El Fiscal recurrente, al señalar los vicios que constituirían esta causal,
dice que los jueces del Tribunal Oral en lo Penal de Concepción, no han dado
cumplimiento a la exigencia contemplada en el artículo 342 letra c),
configurándose así el vicio de nulidad del artículo 374 letra e), todos del Código
Procesal Penal, pues no se han hecho cargo en la sentencia de toda la prueba
producida durante la audiencia del juicio oral, lo que impide la reproducción del
razonamiento utilizado para alcanzar las conclusiones a que se llegó en el fallo.
En su opinión, de la lectura de la sentencia impugnada aparece de
manifiesto que el tribunal no se habría hecho cargo de toda la prueba producida
durante la audiencia del juicio oral, ello pues el fallo, “en su parte expositiva” (sic)
y en sus primeros quince considerandos, “se refiere a los hechos de la acusación,
tanto de la Fiscalía como de los querellantes, alegatos de apertura y clausura de
los intervinientes, declaración de los imputados que depusieron en el juicio, esto
es: don Felipe Parra (considerando 13); don Carlos Petinelli (considerando 14) y
don Pedro Ortigosa (considerando 15)”. Luego, en el considerando 16 fija los
hechos que ha tenido por acreditados, en el considerando 17 el fallo impugnado
cita extractos de los medios de prueba utilizados para dar por acreditados los
hechos del considerando 16. En los considerandos 18 a 24 se refiere a las
razones jurídicas que establecen la responsabilidad penal del único acusado
condenado, la pena y circunstancias modificatorias correspondientes. En los
considerandos 25 a 35 el tribunal oral en lo penal se refiere a las absoluciones de
los demás acusados en el proceso, citando, en cada caso, extractos de las
declaraciones de algunos peritos y testigos para fundarlas.
Agrega el Fiscal recurrente que en los considerandos 1 a 15,
particularmente aquellos en que se exponen los alegatos de los intervinientes,
quedaría de manifiesto que “la litis versó sobre un juicio en que hubo tesis
contradictorias, pues la defensa fue activa y planteó una teoría del caso distinta a
la de la Fiscalía y para ello rindió su prueba, al igual que el Ministerio Público”, por
lo cual esperaría que la sentencia, al ser el resultado del juicio, permita saber qué
ocurrió en él, “plasmándose no sólo las teorías del caso de uno y otro
interviniente, sino también la prueba destinada a acreditar dichas teorías, con
expresa indicación de cuales fueron estas pruebas, quien las presentó, cuales
fueron valoradas positivamente y las razones de ello, y cuales fueron desechadas
y por qué”. Sin embargo, en opinión del recurrente, ello no ocurrió, pues se omitió
completamente en la redacción del fallo una descripción de la prueba rendida en el
juicio, “lo que evidentemente impide a quien sólo lea la sentencia, poder entender
y reproducir el razonamiento del sentenciador”. Precisa que no solicita ni esperaba
una reproducción literal o extensa de lo que dijo cada perito y testigo que declaró
en el juicio, pero al menos que se dejara constancia en el fallo un señalamiento o
descripción breve o resumida de lo que expuso cada uno de ellos, que es la única
forma que tiene un tercero que no concurrió al juicio, primero, de enterarse de los
medios de prueba incorporados en el juicio y de su contenido; y, segundo (y en
consecuencia), de entender qué aspectos fueron considerados por el tribunal “a
quo” y cuáles fueron desechados. En otras palabras, dice el recurrente, “como el
fallo carece en su estructura de una descripción o relación de los medios de
prueba rendidos en juicio, no es posible para terceros (lectores del fallo) saber
que dijeron peritos y/o testigos durante la litis, conocimiento necesario para poder
reproducir el razonamiento del tribunal en orden a por qué valora unos y desvalora
otros; y las razones de ello. Este tercero, debe hacer “un acto de fe” y
simplemente creer que todo aquello que el tribunal no consignó en el fallo, y
consecuentemente no fue valorado, (y que no sabemos que es, pues no está
descrito en el fallo) simplemente no existió o no es relevante para la decisión
adoptada”.
Según el Fiscal recurrente, la omisión en la redacción de la sentencia de un
acápite relativo a la prueba rendida en juicio, junto con impedir la reproducción
del razonamiento del sentenciador y obligar al tercero lector “a entregarse en un
acto de fe” a las decisiones adoptadas por éste, dificulta además el control
procesal del razonamiento probatorio que esta Corte pudiera hacer a través del
recurso de nulidad, pues debido a la omisión señalada, no es posible saber quién
y qué prueba se rindió en el juicio y, menos aún, su contenido.
Explicando las consecuencias jurídicas que acarrearían las omisiones en
comento, el recurrente señala que ellas “impiden conocer las pruebas que se
rindieron en el juicio, quien las presentó, cuales fueron contradichas, por que (sic)
tales o cuales fueron desechadas y otras consideradas, pues al no consignarse el
“universo” de las pruebas incorporadas, mal puedo saber si las referidas
parcialmente en el fallo fueron las únicas y si fueron citadas en su integridad”.
En otro aspecto dentro de esta misma causal, el Fiscal recurrente afirma
que en la valoración de la prueba que el tribunal consideró en su fallo, se han
infringido los principios de la lógica. Señala que, en el ámbito jurídico, “se ha
estimado que la referencia a la lógica corresponde al deductivo-formal, entendida
como el razonamiento que permite derivar conclusiones a partir de premisas.
Desde esta perspectiva, se consideran como principios fundamentales del
razonamiento lógico los principios de identidad, no contradicción, tercero excluido
y razón suficiente”.
Explicando la forma concreta en que se habría incurrido en la presente
causal de nulidad, el Fiscal recurrente señala que el tribunal ha infringido el
principio lógico del tercero excluido al asumir una hipótesis no alegada por los
intervinientes en el juicio, una sostenida por IDIEM de la Universidad de Chile y
otra por peritos de la defensa, y también ha infringido el principio lógico de no
contradicción al no considerar los defectos de construcción como un factor
incidente en la caída del edificio Alto Río, ello por cuanto el tribunal atribuye la
caída del edificio a una causa única, esto es, los errores del diseño estructural,
condenando así al ingeniero calculista René Pettinelli Loayza, “a quien considera
el único responsable de la caída del edificio (lo que, entre otros pasajes del fallo,
se indica expresamente en el párrafo segundo del considerando decimoctavo), lo
que no tiene sustento en lo señalado por todos los peritos que depusieron en el
juicio, tanto los de cargo como los de la defensa. La teoría del caso de la fiscalía,
respaldada por la prueba pericial, dio cuenta que el colapso del edificio Alto Río se
debió a errores, negligencias e infracciones reglamentarias cometidas en el
ámbito de la mecánica de suelo, diseño y estructuración, y construcción del
edificio Alto Río. Todo ello, de la mano de una deficiente gestión y fiscalización del
proyecto en su conjunto”.
Agrega el recurrente que “se probó en el juicio que la incorrecta ejecución
en obra de los pilares de los ejes 11, 17 y 24 contiguos al eje I, que ya en diseño
eran débiles, al ser mal ejecutados al momento de construirse, agravaron su
déficit conforme lo expuso el perito Eduardo Sanhueza en el juicio al explicar las
tablas 5.2, 5.3 y 5.4 , tablas que expresan diferencias de armadura en pilar eje 11,
17 y 24, sección por sección, pilar por pilar, señalando el porcentaje de déficit
según plano más déficit por defectos construcción y el total del déficit , conforme
al registro de audio.”
Según el Fiscal recurrente, el tribunal habría infringido el principio lógico del
tercero excluido, por cuanto no acogió las tesis de la Fiscalía ni la de la defensa,
que plantean que el colapso del edificio obedece a múltiples causas y
derechamente opta por una tercera tesis, propia y que nadie alegó en el juicio,
esto es, que el colapso del edificio se debe a una sola causa.
En opinión de este recurrente, en lo que respecta a la segunda parte de
esta causal, se habría infringido también el principio lógico de no contradicción,
ello por cuanto en el considerando Trigésimo letra c, el fallo señala ” En cuanto a
la deficiente configuración de los pilares de los ejes 11, 17 y 24 contiguos al eje I,
en los planos de diseño estructural, el Tribunal dio por probado que efectivamente
tales elementos fueron mal construidos (además de mal diseñados), de tal suerte
que en esta parte se remite en todo lo dicho a propósito de tales tópicos. Aquí, sin
embargo, se agregará material visual que, por no haber sido contradicho en
ninguna forma, se tendrá por suficiente elemento de prueba de esas deficiencias
de diseño y construcción, debiendo ponerse el acento en la disposición de las
barras de acero, y la incorrecta materialización de los traslapos”. El fallo
impugnado dice en esta materia “Estas deficiencias de construcción que
efectivamente se dieron en los pilares 11, 17 y 24 contiguos al eje I, y que son las
únicas que pudieron probarse por los acusadores, tienen una incidencia muy
menor y secundaria frente a tamañas deficiencias y errores en el diseño
estructural de lo cual estos jueces se han hecho cargo profusamente en
motivaciones precedentes. Es por ello que en este caso resulta imposible
sancionar a Baeza, Valeria, Paredes y Torres como autores de cuasidelitos de
homicidio y lesiones, sin vulnerar los contornos de la imputación objetiva de sus
conductas”. Agrega luego el fallo, según el recurrente, que “Resulta a juicio del
Tribunal incontestable que, frente a tamañas deficiencias y errores del proyecto de
cálculo estructural, el colapso del edificio “Alto Río” se habría producido con una
probabilidad rayana en la certeza, igualmente, aun si los acusados Baeza, Valeria,
Paredes y Torres hubieren construido bien los tres pilares en mención”.
Agrega el Fiscal recurrente que lo anterior se contradice abiertamente con
lo expuesto en la misma sentencia, específicamente en el considerando 17, en
que el fallo recoge la declaración del perito Eduardo Sanhueza, la que transcribe
en lo pertinente, así como también lo hace con las declaraciones del Perito David
Silva.
Añade el Fiscal impugnante que el tribunal al razonar no puede soslayar la
naturaleza de la actividad de la construcción, que por definición demanda a quien
se dedica a ella los conocimientos y la experticia necesaria para que puedan
materializarse en obra los planos y especificaciones técnicas que reciben del
calculista, o sea, deben entender y saber interpretar y aplicar dichos planos, y si
hay dudas o inconsistencias, su obligación es consultar al calculista, por cuanto se
establece una estrecha relación entre ambos y si existían, como lo dice el fallo,
“tamañas deficiencias y errores en el diseño estructural” obviamente los primeros
en percatarse de aquello debieron ser quienes estaban a cargo de la construcción,
esto es, los acusados, Baeza, Valeria, Paredes y Torres, particularmente el señor
Ricardo Baeza, responsable de la construcción según se colige de todos los
medios de prueba, tanto de cargo como de descargo, y que por lo demás así lo
recoge el sentenciador. En el mismo sentido, dice el recurrente, se debe tener
presente que la construcción de por sí es una actividad que genera riesgos y, por
lo mismo, nuestro legislador la reguló expresamente, por lo que es exigible a
quienes realizan dicha actividad una serie de medidas de precaución que los
involucrados están obligados a conocer y aplicar, por causa de la generación de
riesgos previsibles. Agrega que no es efectivo que el colapso del edificio “Alto Río”
se habría producido “con una probabilidad rayana en la certeza, igualmente, aun
si los acusados Baeza, Valeria, Paredes y Torres hubieren construido bien los tres
pilares en mención”, como señala el fallo. Según el recurrente, toda la prueba de
cargo, e incluso la de descargo, es categórica en señalar que la caída del edificio
Alto Río se debió a un conjunto de factores y, consultados los peritos de la fiscalía
por la incidencia que tuvo la deficiencia constructiva de los pilares 11, 17 y 24 en la
zona contigua al eje I, “todos fueron contundentes en referir el agravamiento que
implicó en un eslabón débil dicha situación, pues contribuyó aún más al
debilitamiento de esta zona, el eje I que constituía en su totalidad el eslabón más
débil del edificio, incluso los peritos fueron claros en destacar la responsabilidad
tremenda que tenía en particular el pilar del eje 24 que llevaba las cargas hasta
las fundaciones del edificio”.
Para corroborar las afirmaciones anteriores el recurrente transcribe
parcialmente las declaraciones de los peritos Fernando Yáñez, Eduardo
Sanhueza, David Silva y el perito de la defensa Peter Dechent, contenidos en el
considerando decimoséptimo del fallo impugnado.
Según el recurrente, “el mismo fallo reproduce una serie de medios de
prueba que demuestran que la caída del edificio Alto Río no puede ser atribuida
sólo a la culpa del Sr. Pettinelli. El proceso de construcción de un proyecto
inmobiliario, por antonomasia, demanda la realización coordinada y concatenada
de una serie de especialidades que interactúan permanentemente y que
constituyen la base e insumo para que pueda materializarse de buena forma el
proyecto, razón por la cual quien construye no puede desatenderse de los errores
y falta de detallamiento que contenían los planos de cálculo realizados por el
ingeniero Pettinelli”.
Luego el Fiscal impugnante se refiere a la infracción al principio lógico
formal de no contradicción, al considerar un concepto de modificación estructural
para condenar a Petinelli y otro arquitectónico para absolver a los acusados Juan
Ignacio Ortigosa, Felipe Parra y Ricardo Baeza. Agrega luego que “Como se
señaló en la acusación y lo recoge la sentencia, uno de los cargos formulados por
la fiscalía en contra de los acusados Juan Ignacio Ortigosa, Felipe Parra y Ricardo
Baeza fue no haber subsanado el hecho que René Pettinelli Loayza haya hecho
cambios estructurales al proyecto de cálculo, tales como cambios en la armadura
longitudinal en los elementos del primer piso, cambios en la armadura de muros,
dimensiones y armaduras de vigas, apertura de vanos y eliminación de muros,
además de prolongar los dos subterráneos más allá de la planta del edificio, todo
ello con infracción a lo dispuesto en el artículo 119 de la Ley General de
Urbanismo y Construcciones.” Concluye el recurrente en este aspecto que “Así,
tenemos en la sentencia un concepto de cambio estructural bien claro y definido a
la hora de condenar al acusado René Pettinelli, pero como ya se señaló esto se
contradice con lo señalado en el fallo cuando rechaza los cargos formulados en
contra de los acusados Parra Zanetti, Baeza Martínez y Ortigosa Ampuero en el
considerando vigésimo octavo número 2”, el que transcribe en su recurso.
Añade el Fiscal recurrente que el fallo impugnado también incurre en
infracción al principio lógico formal de no contradicción al dar por acreditada faltas
de “detallamientos” en planos estructurales elaborados por el acusado René
Pettinelli, pero no se hace cargo de cómo dichas fallas fueron resueltas en obra,
ello por las razones que latamente detalla en su recurso.
Se refiere también en su petición de nulidad a la infracción al principio
lógico del tercero excluido al acoger simultáneamente dos hipótesis de colapso
contradictorias entre sí, una sostenida por IDIEM y otra por peritos de la defensa
en lo que respecta al eje débil del edificio Alto Río y que también se infringe el
principio lógico de la no contradicción.
Explica el recurrente que el principio del tercero excluido (si una cosa
únicamente puede ser explicada dentro de una de dos proposiciones alternativas,
su causa no puede residir en una tercera proposición ajena a las dos
precedentes) supone que entre dos proposiciones, de las cuales una afirma y otra
niega, entre la atribución de un cierto predicado a un sujeto y la negación de ese
mismo predicado, si se ha reconocido que una de esas proposiciones es
verdadera y la otra falsa, no hay una tercera posibilidad. Para comprobar la
presente infracción denunciada, el recurrente transcribe varios párrafos del
considerando decimoséptimo del fallo recurrido, en el cual se desarrollan varios
pasajes de las declaraciones de los testigos Eduardo Sanhueza, David Silva,
Restrepo y Conte.
Agrega el Fiscal recurrente que el tribunal, al valorar la prueba en la
sentencia, contradice los principios de la lógica, por cuanto si al definir qué
proposición acoge ha declarado que opta por la de la fiscalía, posteriormente al
referirse al eje débil del edificio, en pasajes sigue esta línea, pero en otros se
aparta adoptando la postura esgrimida por la defensa, en circunstancias que
ambas teorías son contrapuestas, “pero aún peor, pareciera que opta por una
TERCERA teoría que ningún medio de prueba refirió en el juicio”.
El recurrente Sr. Vigueras, al concluir su recurso, termina pidiendo que esta
Corte, conociendo del mismo, lo acoja anulando el juicio y la sentencia
impugnada por haberse configurado el vicio absoluto de nulidad señalado en
artículo 374 letra g) del Código Procesal Penal, esto es, cuando la sentencia
hubiere sido dictada en oposición a otra sentencia criminal pasada en autoridad de
cosa juzgada, como se explicó, dice, en el cuerpo del escrito, “determinando el
estado de procedimiento en que debe quedar la causa, ante el Tribunal no
inhabilitado que corresponda para que éste disponga la realización de un nuevo
juicio oral, fijando día y hora para tal efecto”. En subsidio de lo principal, pide a
esta Corte que conociendo del recurso, lo acoja por los motivos expuestos en esta
causal y que configuran el motivo absoluto de nulidad contemplado en el artículo
374 letra e) en relación a los artículos 342 letra c) y 297, todos del Código
Procesal Penal, anulando el juicio y la sentencia impugnada, por no haberse
hecho cargo en su fundamentación de toda la prueba producida, incluso de
aquella que hubiere desestimado y por no haber valorado los medios de prueba
observando la lógica; “determinando el estado del procedimiento en que debe
quedar la causa, ante el Tribunal no inhabilitado que corresponda para que éste
disponga la realización de un nuevo juicio oral, fijando día y hora para tal efecto”;
4°) Que los recursos de nulidad deducidos por el abogado Nelson Marcelo
Villena Castillo y Víctor Toledo Macuca, por sus respectivos representados, son
idénticos, razón por la cual y por economía procesal, la reseña o exposición de los
mismos se hará de manera conjunta.
Ambos recursos se fundan en la causal contemplada en el artículo 374 letra
e), en relación con el artículo 342 letra c), ambas normas del Código Procesal
Penal, por haberse infringido por la sentencia recurrida el requisito establecido en
el Artículo 342 letra c) y artículo 297 del Código citado.
Expresan los recurrentes que el tribunal deberá hacerse cargo en su
fundamentación de toda la prueba producida, incluso de aquélla que hubiere
desestimado, indicando en tal caso las razones que hubiere tenido en cuenta para
hacerlo.
Indican que la valoración de la prueba en la sentencia requerirá el
señalamiento del o de los medios de prueba mediante los cuales se dieren por
acreditados cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren por probados.
Esta fundamentación deberá permitir la reproducción del razonamiento utilizado
para alcanzar las conclusiones a que llegare la sentencia.
Agregan que ha sido decisión de nuestro legislador penal dejar sentado que
las sentencias definitivas dictadas en un juicio oral deben reproducir todas y cada
unas de la pruebas rendida ante él; como asimismo, valorarla estrictamente, bajo
criterios que son esencialmente tres: la "lógica formal", presentada como parte de
la construcción de sistemas deductivos, las "máximas de experiencia", entendidas
por la mayoría de la doctrina nacional, como la base del sentido común; y los
“conocimientos científicamente afianzados”. Dice que son, en conclusión, estos
tres criterios, obligatorios para los jueces, y constituyen también los límites a
su labor intelectual en la apreciación de los hechos y, consecuencialmente, de la
prueba rendida, que necesariamente deben estar presentes en forma explícita
e implícita, en todas y cada una de las partes que conforman la reconstrucción
del relato que realizan los jueces en su decisión, es decir, en la sentencia
definitiva.
Los recurrentes expresan que la sentencia recurrida adolece de vicios de
nulidad de carácter absolutos, toda vez que se ha valorado la prueba rendida en
juicio vulnerando los criterios de valoración que constituyen, en lo concreto, los
límites a la apreciación de la prueba que tienen los jueces para hacerlo en los
términos del artículo 2 97 del Código Procesal Penal.
Agregan que tanto sus representados como el Ministerio Público presentaron
acusación en contra de los acusados, ya individualizados, por los hechos que
transcriben textualmente en su recurso:
En opinión de estos recurrentes, el tribunal no valoró adecuadamente los
hechos ni los medios de prueba aportados en la audiencia de juicio oral por parte
del Ministerio Público, ni de los acusadores particulares que adhirieron a ella,
vulnerando los límites que impone el mismo artículo 297 del Código Procesal Penal,
arribando de esta manera a un veredicto, como es la absolución de siete de los
acusados antes nombrados, quienes participaron de manera directa, en calidad de
autores, de las conductas tipificadas y sancionadas en el Código Penal y
contribuyeron con ésta en la producción del resultado muerte y lesiones
ocasionadas a las víctimas a causa del colapso el edificio denominado "Alto
Río". Es por ello que consideran que dicho razonamiento resulta fruto de
conclusiones que no parecen en nada razonables, y que se alejan totalmente de lo
esperable dentro del campo técnico a que refieren, exorbitando el baremo de los
principios de la lógica y, sobre todo, el sentido común que deben tener los
sentenciadores del caso. Agregan los recurrentes que de lo anteriormente
expuesto surge entonces la necesidad de fundamentación de las sentencias
judiciales, o, dicho de otro modo, la obligación de los jueces de proporcionar las
razones de su convencimiento, demostrando el nexo racional de sus
afirmaciones o negaciones a que arriban y los elementos utilizados para alcanzarlos.
Ello importa, dicen, como efecto fundamental para un estado de derecho, que las
decisiones judiciales no resulten puros actos de voluntad o fruto de meras
impresiones de los jueces, sino que sean consecuencia de una consideración
racional de las pruebas rendidas en juicio, exteriorizada como una explicación
racional sobre qué se concluyó y decidió de una u otra manera; explicación que
debe ser comprensible y compartible por cualquier otra persona mediante el uso de
la razón. Se elimina de esta forma, dicen, la posibilidad que los magistrados
invoquen como razones de su convencimiento impresiones personales que no
puedan ser seguidas racionalmente por terceros.
En el caso de la sentencia recurrida se vulneraron, a juicio de los
recurrentes, los límites señalados más arriba, de la manera que latamente indican,
pudiendo sintetizarse en lo siguiente. Dicen que en la sentencia recurrida, el único
condenado por los delitos imputados en la acusación fiscal y particular ha sido
René Pettinelli Loayza, como se resuelve en el considerando vigésimo primero del
fallo recurrido, “en el que los jueces deciden que en los hechos punibles que el
Tribunal ha dado por acreditados conforme a los considerandos precedentes,
corresponde a Rene Carlos Pettinelli Loayza responsabilidad en calidad de autor,
de acuerdo a lo previsto en el artículo 15 N° 1 del Código Penal”.
Luego los recurrentes agregan que, para determinar los hechos punibles
que el tribunal tuvo por acreditados respecto del condenado Pettinelli Loayza, se
valió de la prueba aportada por el Ministerio Público y compartida por los
acusadores particulares, la que tenía por objeto dejar en evidencia las deficiencias
tanto de diseño como en la estructuración del edificio Alto Río, así como las faltas
de “detallamiento” de los planos y en su construcción.
Agregan que la perito de cargo Marianne Kupfer, a propósito de la
singularidad presente en los pilares de los ejes 11, 17 y 24, específicamente a la
“no colinealidad” y reducción de la sección, se refirió (en los mismos términos que
el perito de cargo René Lagos Contreras, con quien revisó la información
correspondiente) a la falta de “detallamiento” de esa zona particularmente
sensible del edificio, a nivel del primer piso, y habló también sobre los
procedimientos usados para la verificación del déficit de armadura en tales
elementos.
Añaden que el tribunal, dentro de sus consideraciones, también tomó en
cuenta las declaraciones de otro perito de cargo: David Silva Saavedra,
transcribiendo los recurrentes parte de lo declarado por éste en el tribunal oral.
Luego, en cuanto a la falta de “detallamiento” en planos y a su materialización
en obra, los recurrentes citan textualmente algunos pasajes del informe de
Marianne Kupfer, destacando entre ellos el que señala: "que todos los cálculos
matemáticos del diseño se tiene que plasmar en los planos de estructura, de
manera que con ellos se pueda levantar la obra; que algunos
detallamientos debieron ser más completos en los planos para que se
entendieran bien en su ejecución en obra; que el detallamiento es
imprescindible porque es lo que se requiere para construir en obra, es lo que
se refleja de los planos en la construcción; que detallar es tomar toda la
información del diseño obtenida a través de los cálculos, y todo lo que se
determinó como armaduras de refuerzo se dibujan los elementos uno por uno en
los planos con la mayor precisión posible para que se pueda ejecutar
la obra leyendo estos planos; que en el caso del "Alto Río" el detallamiento global
permite construir el edificio, pero no sin aclaraciones del calculista durante la
ejecución de la obra, pues hay sectores que no están claramente
detallados; que se hizo detallamiento pero con referencia general a la Norma, y
eso implica que el plano no era autosuficiente para ese efecto, porque
los planos no eran totalmente claros, y siendo así era esperable que
hubiesen consultas y que el ingeniero explique esos detalles…;
Que en opinión de los recurrentes, para poder determinar la
responsabilidad penal de los imputados Baeza Martínez, Valeria Leal, Paredes Villa
y Torres Reyes en los hechos, el tribunal debió analizar y ponderar la prueba
rendida, centrando su atención en la conducta de estos acusados desplegada
frente a las faltas de “detallamientos” de los planos respecto de los elementos
sismo-resistentes contenidos en ellos, por cuanto ellos resolvieron en obra, sin la
supervisión del ingeniero calculista a cargo de la misma, esas mismas faltas de
“detallamiento” de los planos elaborados por Pettinelli Loayza; faltas de
“detallamiento” que habrían quedado acreditadas en la sentencia. Expresan que el
fallo recurrido no valora la prueba rendida en este punto, arriba simplemente a
determinar la impunidad de los acusados Baeza, Paredes, Torres y Valeria y no a
analizar su conducta desplegada frente a los planos mal detallados.
Que en opinión de los recurrentes, resulta inconsistente sostener en la
sentencia que habiendo el tribunal optado por aceptar la tesis de colapso del
edificio Alto Río propuesta por los acusadores, esto que, que se habría generado
una falla frágil y abrupta a lo largo del todo el eje I y especialmente en los ejes 11,
17 y 24 y muros contiguos 13, 20 y 24, debido a su deficiente diseño, se
desestime por otra parte que una construcción deficiente de esos ejes, es inocua y
no altera de modo alguno el modo de producirse el colapso.
Lo anterior, según los recurrentes, se evidenciaría en los considerandos:
trigésimo segundo, en su párrafo séptimo el cual transcribe.
Añaden los recurrentes que, en el mismo sentido, y evidenciando aquí la
contradicción del tribunal, el fallo declara la absolución de los acusados Baeza,
Torres, Paredes y Valeria, fuera de toda lógica y faltando al sentido común y, para
graficar esta conclusión, el recurrente transcribe el considerando trigésimo,
recalcando el hecho que los jueces hayan sostenido que “Resulta incontestable
que, frente a tamañas deficiencias y errores del proyecto de
cálculo estructural, el colapso del edificio 'Alto Río" se habría producido
con una probabilidad rayana en la certeza, igualmente, aun si los acusados
Baeza, Valeria, Paredes y Torres hubieren construido bien los tres pilares en
mención."
Argumentan los recurrentes que, de lo anteriormente expuesto, se hace
patente la arbitrariedad a que arriba la sentencia recurrida, por cuanto determina,
sin valerse de fundamento lógico, que el colapso del edificio "Alto Río" se habría
producido igual, aún si se hubieran construido los pilares ubicados en la zona de
falla de la misma manera como estaban diseñados en los planos. Los recurrentes,
frente a lo concluido formulan diversas interrogantes, entre ellas ¿Cómo los
sentenciadores arribaron a esa conclusión? ¿En qué prueba se apoyaron para
determinar que aun siendo bien construidos esos pilares el colapso se habría
ocasionado igual?. En opinión de ellos, “lo único cierto es que de las mismas
palabras usadas en la sentencia se constató que esos pilares 11, 17 y 24 del eje I
y muros contiguos fueron construidos de una manera distinta a la que estaba
consignada en los planos de estructura”.
Agregan los recurrentes que los sentenciadores, contrariando el sentido
común, dejaron de estimar la premisa básica de determinación de colapso, dando
por probado sólo lo que concluyeron sin sustento ni conexión con la prueba
rendida y sin dar razón al arribo de esa conjetura; porque es ilógico que no hayan
considerado la conducta, a lo menos negligente e imprudente, de los acusados
absueltos y, sobre todo, respecto del profesional a cargo Ricardo Baeza Martínez,
de haber ejecutado una obra plasmada en planos que el mismo tribunal dio por
probado que se encontraban "deficientes" en cuanto a su “detallamiento” de
manera general y, especialmente, en la zona más frágil del edificio y no haya
reparado, así como lo hizo con Pettinelli Loayza, que Baeza Martínez también tuvo
ocasión de advertir que dichos planos daban cuenta de un diseño con
marcadas deficiencias en su “detallamiento”, que debieron, a lo menos, llamar
su atención, como asimismo discutir al menos la disposición de todos los
empalmes por traslapo a una misma altura en el primer piso.
Refiriéndose a la prueba rendida, los recurrentes hacen presente que se
presentó al tribunal la declaración de todos los peritos de cargo,
que sostuvieron que el lugar físico en donde se debieron plasmar las dudas,
que por cierto debieron existir dado el deficiente nivel de “detallamiento” de los
planos de estructura del edificio "Alto Río", era el “Libro de Obras”;
que este último es, según la “lex artis” y lo dispuesto en la Ordenanza
General de Urbanismo y Construcciones en su art. 1.1.2 "el documento
con páginas numeradas que forma parte del expediente oficial de la obra y que
se mantiene en ésta durante su desarrollo, en el cual se consignan las
instrucciones y observaciones a la obra formuladas por los profesionales
competentes".
Agregan los recurrentes que en el juicio se demostró que el libro de obras
del edificio "Alto Río", no contenía consulta alguna sobre la falta de “detallamiento”
de la zona de falla y que, además, ellas eran mínimas, circunstancia que se
evidenciaría en la letra f) del considerando vigésimo la sentencia recurrida, donde
se consigna que se trataba de un número ínfimo de anotaciones suscritas, "en
total cinco".
Los recurrentes insisten en que el tribunal se contradice en su sentencia
cuando declara que ha optado por el mecanismo de falla propuesto por el
Ministerio Público y los querellantes, en que se considera que el "colapso del
edificio comenzó afectando la parte más débil, a lo largo del todo el eje I,
compuesto de muros y pilares" y sin embargo, usa como fundamento de
absolución de los siete acusados, que ese mismo eje y muros contiguos "no
tienen la virtud de sumar una condición indispensable para el
colapso." Agregando después que "el colapso del edificio 'Alto Río" se
habría producido con una probabilidad rayana en la certeza, igualmente,
aun si los acusados Baeza, Valeria, Paredes y Torres hubieren construido
bien los tres pilares en mención".
Según los recurrentes, la anterior reflexión, esencial para impugnar
el fallo, resulta insostenible dentro del campo de la lógica y el
sentido común y transgrede lo señalado en el artículo 342 letra c) del
Código Procesal Penal, lo cual sería suficiente para anular el fallo y el juicio.
Los recurrentes agregan que tal como se acreditó y se tuvo por probado por
el tribunal, el profesional a cargo de la ejecución y construcción de la obra fue
Ricardo Baeza Martínez; el numeral 7 del motivo decimosexto de la sentencia
recurrida, el cual transcribe, da por acreditado lo siguiente: "DÉCIMO SEXTO: Que
ponderando la prueba rendida por los intervinientes con libertad, de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 297 del Código Procesal Penal, pero sin contradecir los
principios de la lógica, las máximas de la experiencia, ni los conocimientos
científicamente afianzados, este tribunal, más allá de toda duda razonable, ha
dado por establecida la ocurrencia de los siguientes hechos:
7. Que en la constructora SOCOVIL, y para efectos del proyecto
mencionado, el socio RICARDO LORENZO BAEZA MARTÍNEZ era el gerente
técnico; MARIO JOSÉ VALERIA LEAL era el administrador de obra o director de
obras según la denominación y organigrama de la constructora; y JOSÉ
PAREDES VILLA y HÉCTOR EMETERIO TORRES REYES eran los jefes de
obra."
En opinión de los recurrentes, la construcción intelectual en que se basa la
absolución de los acusados a cargo de la ejecución de la obra "Alto Río", Baeza,
Valeria, Torres y Paredes, se apoya en una valoración de la prueba exorbitando el
límite de los principios de la lógica y de las máximas de la experiencia. Agregan
que resulta inconsistente e ilógico fundar la duda razonable de los sentenciadores
en absoluta contradicción con la "historia" que ellos mismos eligieron en la
sentencia de cómo ocurrieron los hechos, de cómo se produjo el colapso, esto es,
que si algo ha sido planteado como cierto, o como falso, lo que venga a
continuación no podrá desconocerlo o refutarlo.
Según los recurrentes, la existencia de contradicciones en la sentencia es
señal que al menos faltó valorar en debida forma la prueba rendida. Por lo
antedicho, al haber arribado el tribunal, sustentado en unos mismos antecedentes
probatorios, a conclusiones que se excluyen recíprocamente, resultaría
forzoso considerar que las afirmaciones contenidas en la sentencia minan lo
categórico del núcleo fáctico que consolidó la convicción absolutoria del tribunal
respecto al acusado Ricardo Baeza Martínez entre otros. Añaden que las
conclusiones de los jueces no pueden coexistir con el hecho fundamental que
determinó la absolución de los acusados, que tiene íntima relación y directa
repercusión con el resultado del hecho delictivo, colapso del edificio “Torre Padre
Hurtado” del “Condominio Alto Río”; evidenciando que el análisis de la prueba
rendida no fue conforme a las reglas de la lógica, ya que se habría infringido con
su formulación el principio de no contradicción, lo que impide seguir el camino
racional y dialéctico recorrido por los jueces a partir de los elementos de prueba
aportados al proceso.
En opinión de los recurrentes, estaría fuera de toda discusión que en este
contexto, y habiéndose resuelto en obra, ejecutando y construyendo sin consultar
al calculista, y de una manera absolutamente diversa a la dispuesta en los planos,
como respuesta material a los problemas suscitados por las contradicciones entre
ellos, los acusados, Valeria Leal, Torres Paredes y especialmente Baeza
Martínez, aumentaron sin más el riesgo permitido que contenía su actuar; que
además su conducta contribuyó a aumentar aún más el peligro de un resultado
típico y que, fruto de ello, su accionar se vio plasmado en el resultado natural de
colapso del edificio Alto Río produciendo la consecuencia típica de muertes y
lesiones graves, gravísimas y simplemente graves en los residentes del mismo y
víctimas.
En concepto de los recurrentes, no resulta razonable que el tribunal haya
dado por establecido que "el colapso del edificio "Alto Río" se habría producido
con una probabilidad rayana en la certeza, igualmente, aun si los
acusados Baeza, Valeria, Paredes y Torres hubieren construido bien los
tres pilares en mención", puesto que lo único que importa es lo realmente
acaecido y, en este contexto, es ilógico que el tribunal haya considerado inocua la
conducta de los acusados vinculados al proceso constructivo que resultaron
absueltos (Baeza, Valeria, Paredes y Torres); “ya que lo idealizado objetivamente
por ellos elevó el porcentaje de riesgo de lesión del bien jurídico protegido por la
norma, ya que «por definición toda conducta incorrecta supone mayor peligrosidad
que la del riesgo permitido» (LUZON PEÑA)”. Más aún, agregan, todo parecería
indicar que si se constata que ha existido un aumento de riesgo, tácitamente se
está afirmando que se ha lesionado la norma de cuidado.
Los recurrentes concluyen que “resultando del mérito de la prueba allegada
al juicio que en el obrar de los acusados ya referidos sí existió relación de
causalidad e imputación objetiva del resultado lesivo ocasionado, infracción de
reglamentos y a lo menos culpa en su obrar, una adecuada valoración de la prueba
conforme a la lógica, las máximas de experiencia y los conocimientos
científicamente afianzados debió llevar al tribunal a condenarlos y no a
absolverlos como lo hace el fallo impugnado”, razón por la cual deducen el
presente recurso, para obtener que esta Corte anule la sentencia y el juicio,
disponiendo una nueva realización del mismo.
Terminan solicitando en su recurso, que esta Corte invalide el juicio y la
sentencia recurrida, determine el estado en que deba quedar el procedimiento y
ordene la remisión de los autos al tribunal no inhabilitado que correspondiere, para
que éste disponga la realización de un nuevo juicio;
5°) En el recurso de nulidad interpuesto por los abogados Renato
Fuentealba Macaya y Enrique Hernández Núñez, se señala como causal del
mismo la prevista en el artículo 374 letra e) en relación con el 342 letra c), ambas
normas del Código Procesal Penal, toda vez que la sentencia habría omitido requisitos
obligatorios del contenido de la misma, en particular la exposición clara, lógica y
completa de los hechos que se dieron por probados y, sobre todo, la valoración de los
medios de prueba en que se fundamentaron sus decisiones, de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 297 del Código Procesal Penal.
Explican los recurrentes que ha sido decisión de nuestro legislador penal
“dejar sentado que las sentencias definitivas de juicio oral deben reproducir todas y
cada una de la pruebas rendidas ante él; como asimismo, valorarla estrictamente,
bajo criterios que son esencialmente tres:
i.- La "lógica formal", presentada como parte de la construcción de
sistemas deductivos,
ii.- Las "máximas de experiencias", entendidas por la mayoría de la doctrina
nacional, como la base del sentido común; y,
iii.- Los conocimientos científicamente afianzados”.
Dicen los recurrentes que “son estos tres criterios, obligatorios para los
jueces, y constituyen también los límites a su labor intelectual en la apreciación de
los hechos y consecuencialmente, de toda la prueba rendida, que necesariamente
deben estar presentes en forma explícita e implícita, en todas y cada una de las
partes, que conforman la reconstrucción del relato que realizan los jueces en su
decisión, es decir, en la sentencia definitiva”.
Al explicar los recurrentes la forma en que se habría producido la infracción,
expresan que la sentencia recurrida adolece de vicios de nulidad de carácter absoluto,
toda vez que se ha valorado la prueba rendida en juicio vulnerando los criterios de
valoración que constituyen, en lo concreto, los límites a la apreciación de la prueba
que tienen los jueces para hacerlo en los términos del artículo 297 del Código Procesal
Penal.
En opinión de estos recurrentes, el tribunal no valoró adecuadamente los
hechos ni los medios de prueba aportados en la audiencia de juicio oral por parte
del Ministerio Público, ni de los acusadores particulares que adhirieron a ella,
vulnerando los límites que impone el mismo artículo 297 del Código Procesal Penal,
arribando de esta manera al veredicto absolutorio de siete de los acusados, antes
nombrados, quienes participaron de manera directa, en calidad de autores, de las
conductas tipificadas y sancionadas en el Código Penal y contribuyeron con ésta en la
producción del resultado muerte y lesiones graves y gravísimas en las personas de
las víctimas, al colapsar el edificio denominado "Alto Río". Es por ello que consideran
que dicho razonamiento resulta fruto de conclusiones que no son razonables, y que se
alejan totalmente de lo esperable dentro del campo técnico a que refiere,
exorbitando el baremo de los principios de la lógica y sobre todo, el sentido común
que deben tener los sentenciadores del caso.
En opinión de los recurrentes, de lo anteriormente expuesto, “surge entonces,
la necesidad de fundamentación de las sentencias judiciales, o dicho de otro modo,
la obligación de los jueces de proporcionar las razones de su convencimiento,
demostrando el nexo racional de sus afirmaciones o negaciones a que arriban, y los
elementos utilizados para alcanzarlos”.
En el caso de la sentencia recurrida, en opinión de los recurrentes, se
vulneraron, los límites señalados más arriba de la manera que latamente señalan en
su recurso.
Expresan que para determinar los hechos punibles que el tribunal tuvo por
acreditados respecto del condenado Pettinelli Loayza, se valió de la prueba aportada
por el Ministerio Público y compartida por los acusadores particulares, que tenía por
objeto dejar en evidencia las deficiencias tanto de diseño en la estructuración del
edificio Alto Río, las faltas de “detallamiento” de los planos, como las de construcción
y, con dicha prueba, el tribunal adquirió su convicción mediante los razonamientos
que expresan y reproducen en su recurso. Añaden que el mismo ejercicio
intelectual desplegado por los sentenciadores, que dio por acreditadas en la
sentencia recurrida las infracciones reglamentarias en relación a la falta de
“detallamiento” de los planos y su relación con el resultado, permitiendo motivar la
condena de Pettinelli Loayza, más allá de toda duda razonable, debió ser
realizado por el tribunal, respecto de la conducta desplegada por los agentes de la
sociedad constructora SOCOVIL, vale decir, Baeza Martínez, Valeria Leal,
Paredes Villa y Torres Reyes, en la ejecución de construcción del proyecto
"Edificio Alto Río". Agregan que “para poder determinar la responsabilidad penal
de ellos en los hechos el tribunal debió analizar y ponderar la prueba rendida,
centrando su atención en la conducta de estos acusados desplegada frente a las
faltas de detallamientos de los planos respecto de los elementos sismo-resistentes
contenidos en ellos, por cuanto ellos resolvieron en obra, sin la supervisión del
Ingeniero Calculista a cargo de la misma, esas mismas faltas de detallamiento de
los planos elaborados por Pettinelli Loaiza: faltas de detallamiento que quedaron
acreditadas como se reprodujo en la sentencia. La sentencia recurrida no valora la
prueba rendida en este punto, arriba simplemente a determinar la impunidad de
los acusados Baeza, Paredes, Torres y Valeria y no a analizar su conducta
desplegada frente a los planos mal detallados”.
Según los recurrentes, volviendo sobre el argumento esgrimido más arriba, el
tribunal se contradice en su sentencia cuando declara que ha optado por el
mecanismo de falla propuesto por el Ministerio Público y los querellantes, en que se
considera que el "colapso del edificio comenzó afectando la parte más débil, a lo
largo del todo el eje I. compuesto de muros y pilares" y, sin embargo, usa como
fundamento de absolución de los siete acusados, que ese mismo eje y muros
contiguos "no tienen la virtud de sumar una condición indispensable para el colapso."
Agregando después que "el colapso del edificio "Alto Río" se habría producido con
una probabilidad rayana en la certeza, igualmente, aun si los acusados Baeza,
Valeria, Paredes y Torres hubieren construido bien los tres pilares en mención". La
anterior reflexión, en concepto de los recurrentes, resulta insostenible dentro del
campo de la lógica y el sentido común y trasgrede lo señalado en el artículo 342
letra c) del Código Procesal Penal.
Los recurrentes sostienen, como corolario, que “las conclusiones de los
jueces no pueden coexistir con el hecho fundamental que determinó la absolución
de los acusados, que tiene intima relación y directa repercusión con el resultado
del hecho delictivo, colapso del edificio Torre Padre Hurtado, del condominio Alto
Río; evidenciando que el análisis de la prueba rendida no fue conforme a las
reglas de la lógica, ya que se ha infringido con su formulación el principio de no
contradicción, lo que impide seguir el camino racional y dialéctico recorrido por los
jueces a partir de los elementos de prueba aportados al proceso”.
Los recurrentes terminan solicitando, respecto de su recurso de nulidad, que
esta Corte “lo acoja en todas sus partes, acogiendo la causal invocada del Art. 374
letra e) del Código Procesal Penal, declarando nulo el juicio y la sentencia,
ordenando la remisión de los autos al Tribunal no inhabilitado que correspondiere,
para que éste disponga la realización de una nueva audiencia de juicio oral”;
6°) Que el recurso de nulidad interpuesto por la abogada Margarita Baeza
Vivanco, en representación del imputado Marcelo Antonio González Sazo se
interpone por tres causales, las que se deducen de manera conjunta en los
siguientes términos:
A. El motivo absoluto de nulidad contemplado en el artículo 374 letra e) del
Código Procesal Penal, en relación con el artículo 342 letras c) v d) del mismo
Código.
En opinión de la abogada recurrente, en este caso la sentencia recurrida no
ha dado cumplimiento a todos los requisitos exigidos por el Código Procesal
Penal, específicamente en cuanto ella -en primer lugar- no contiene una
exposición clara, lógica y completa de cada uno de los hechos y
circunstancias que se dieron por probados, fueren ellos favorables o
desfavorables al acusado, y de la valoración de los medios de prueba que
fundamentaren dichas conclusiones de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 297
del Código Procesal Penal, ello por las razones que latamente desarrolla en su
recurso.
Mediante esta causal se solicita la anulación del juicio y de la sentencia para
que el tribunal llamado a conocer del recurso, disponga la realización de un nuevo
juicio por tribunal no inhabilitado.
B. La causal de nulidad establecida en la letra b) del artículo 373 del Código
Procesal Penal, esto es cuando en el pronunciamiento de la sentencia se hubiere
hecho una errónea aplicación del derecho que hubiere influido sustancialmente en
lo dispositivo del fallo.
Mediante esta causal, se solicita la anulación del juicio y de la sentencia
para que el tribunal llamado a conocer del recurso disponga la realización de un
nuevo juicio por tribunal no inhabilitado.
C. El motivo absoluto de nulidad contemplado en el artículo 374 letra e)
del Código Procesal Penal, en relación con el artículo 342 letras c) y d) del
mismo Código.
En este caso, según la recurrente, no se ha dado cumplimiento a todos
los requisitos de la sentencia dictada, específicamente en cuanto ella -en primer
lugar- no contendría una exposición clara, lógica y completa de cada uno de
los hechos y/o circunstancias que se dieron por probados, fueren ellos
favorables o desfavorables al acusado, y de la valoración de los medios de
prueba que fundamentaren dichas conclusiones de acuerdo con lo dispuesto en el
artículo 297 del Código Procesal Penal. Ello en relación al hecho por el cual se
encontraban acusados Baeza, Valeria, Torres y Paredes, consistente en:
"Respecto de las deficiencias constructivas propiamente tales, cuya ejecución
estuvo a cargo de Ricardo Baeza, Mario Valeria, Héctor Torres y José Paredes, se
pudo constatar las siguientes:
Io En los pilares del primer piso correspondiente a los ejes 11,17 y 24
contiguos a eje I, no se cumplió con el detallamiento indicado en planos de
proyecto en primer y segundo piso. En particular, algunas de las barras
longitudinales no se prolongaron de acuerdo a lo requerido en planos. Esta
deficiencia constituye una reducción de la cuantía de armadura resistente para las
zonas más críticas en un 53% para el eje 11, en un 37%para el eje 17y en un 46%
en el eje 24."
Por esta causal se solicita la anulación del juicio y de la sentencia para que
el tribunal llamado a conocer del recurso disponga la realización de un nuevo juicio
por tribunal no inhabilitado.
A.Como ya se dijo, en primer lugar, se deduce como causal del recurso el
motivo absoluto de nulidad contemplado en el artículo 374 letra e) del Código
Procesal Penal, en relación con el artículo 342 letra c) del mismo Código. En este
caso, en opinión de la recurrente, no se ha dado cumplimiento a todos los
requisitos de la sentencia dictada, específicamente en cuanto ella -en primer lugar-
no contiene una exposición clara, lógica y completa de cada uno de los hechos y
circunstancias que se dieron por probados, fueren ellos favorables o desfavorables
a los acusados, y de la valoración de los medios de prueba que fundamentaren
dichas conclusiones de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 297 del Código
Procesal Penal.
La recurrente expresa que el artículo 342 del Código Procesal Penal
contempla aquellos requisitos más elementales que debe reunir una sentencia de
juicio oral. . Dice que “No se trata de exigencias cuyo cumplimiento quede
entregado a la prudencia de los sentenciadores, antes bien se trata de
exigencias cuya omisión se encuentra expresamente sancionada bajo pena de
nulidad procesal. El encabezado imperativo del precepto infringido, que se
refiere a aquellos requisitos que "la sentencia definitiva contendrá", pone de
manifiesto que nada autoriza a desatender su mandato”.
Explicando la forma en que habría infringido el artículo 374 letra e), dice
que la sentencia se ha omitido el requisito contemplado en la letra c) del artículo
342, esto es la exposición clara, lógica y completa de cada uno de los hechos y
circunstancias que se dieren por probados, fueren ellos favorables o desfavorables
al acusado, y de la valoración de los medios de prueba que fundamentaren dichas
conclusiones de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 297 y, además, el derecho
a la sentencia judicial debidamente fundada, el que está consagrada en el artículo
19 N° 3 inciso 5o de la Constitución Política de la República, que establece: "Toda
sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso
previo legalmente tramitado", garantía que, a nivel legal, se concreta en el artículo
1o del Código Procesal Penal en cuanto dispone: "Ninguna persona podrá ser
condenada o penada, ni sometida a una de las medidas de seguridad establecidas
en este Código, sino en virtud de una sentencia fundada...". Agrega que la idea
anterior se ve reforzada por el artículo 36 del Código Procesal Penal al señalar:
"Será obligación del tribunal fundamentar las resoluciones que dictare... La
fundamentación expresará sucintamente pero con precisión, los motivos de hecho
y de derecho en que se basaren las decisiones tomadas”. Agregando enseguida
que "La simple relación de los documentos del procedimiento o la mención de los
medios de prueba o solicitudes de los intervinieres no sustituirá en caso alguno la
fundamentación".
En opinión de la recurrente, la resolución recurrida infringe esta obligación
al momento de absolver a los acusados Baeza, Ortigosa y Parra, por el hecho de
la acusación, que dice: "El revisor de proyecto de cálculo Patricio Bonelli Canabes
emitió un certificado de revisión del proyecto de cálculo con fecha diciembre de
2006 considerando los planos del proyecto estructural de noviembre de 2006. Sin
embargo el imputado Pettinelli Loayza hizo modificaciones estructurales a dicho
proyecto de cálculo, entregando los planos para construir con fecha septiembre de
2007, realizó cambios en la armadura longitudinal en los elementos del primer
piso, cambios en la armadura de muros, dimensiones y armaduras de vigas,
apertura de vanos, eliminación de muros. Además, amplió y prolongó los dos
subterráneos más allá de la planta del edificio. En fin, una serie de cambios que
modifican el comportamiento estructural del edificio, por lo que esas
modificaciones debían ser nuevamente revisadas por el revisor de cálculo o
diseño estructural. No obstante la naturaleza y envergadura de las modificaciones,
el imputado no presentó el nuevo proyecto a revisión del ingeniero Bonelli
Canabes ni hizo la modificación del proyecto en la Municipalidad, lo que tampoco
fue subsanado por ninguno de los socios de la sociedad constructora SOCOVIL y
la Inmobiliaria RÍO HUEQUÉN, siendo estos los planos, de fecha septiembre 2007,
los que en definitiva se usaron para la construcción del edificio. De esta manera,
se infringió lo dispuesto en el artículo 119 de la Ley General de Urbanismo y
Construcciones".
La recurrente dice que el tribunal, en el considerando 28° de la sentencia
impugnada, señala los motivos por los cuales absuelve a los acusados Parra,
Baeza y Ortigosa por este hecho, los que la recurrente transcribe parcialmente,
para luego concluir que la sentencia impugnada no efectúa una exposición clara,
lógica y completa de los hechos y circunstancias que se dieron por probados,
fueren ellos favorables o desfavorables al acusado y, por sobre todo, de la
valoración de los medios de prueba que fundamentaren dichas conclusiones de
acuerdo al artículo 297 del Código Procesal Penal, debido a que se refiere de
manera muy breve a las declaraciones de los peritos Silva y Lagos,
procediendo a continuación a transcribir largos pasajes de la Ley General de
Urbanismo y Construcciones y de su Ordenanza, para concluir citando parte de los
testimonios de los dos arquitectos que diseñaron el proyecto y lo tramitaron ante la
Dirección de Obras Municipales de Concepción, de la arquitecta que hizo la
revisión independiente de arquitectura y de dos funcionarios de la Dirección de
Obras Municipales de la Ilustre Municipalidad de Concepción.
Sin embargo, según la recurrente, la sentencia recurrida incumple con lo
establecido en la letra c) del artículo 342 del Código Procesal Penal, ya que
absolviendo a los acusados, no expresa concretamente cuáles son las razones
que motivaron tal resolución, al omitir parte fundamental de la valoración de la
prueba pericial presentada por el órgano persecutor y los querellantes en la
audiencia de juicio oral, señalando para reforzar su aserto, “Es así que el fallo no
tiene en cuenta en su valoración -entre otros antecedentes de cargo que menciona
en su recurso, entre otros, las declaraciones de los peritos David Silva, René
Lagos y Fernando Yáñez Uribe”, ello por las razones que latamente expresa en su
recurso, transcribiendo lo que éstos habrían respondido en el juicio oral.
Indica la recurrente que la sentencia recurrida sólo reproduce parte de los
antecedentes que se presentaron por cada uno de los intervinientes en la
audiencia de juicio oral, pero en ningún considerando la sentencia relaciona estos
diversos antecedentes. No pondera por qué a unos se les da más credibilidad que
a los otros. Tampoco señala por qué los antecedentes proporcionados por los
peritos Yáñez, Lagos y Silva son insuficientes para dar por acreditado el delito por
el que se acusó.
Es por ello que, en su opinión, la sentencia recurrida no cumple la
obligación contemplada en el artículo 297, de hacerse cargo de toda la prueba
producida, incluso de aquélla que hubiere desestimado, que no ha señalado las
razones que hubiere tenido en cuenta para hacerlo, infringiendo de este modo
también la letra c) del artículo 342 del Código Procesal Penal.
En opinión de la recurrente, tratándose de un motivo absoluto de nulidad,
de conformidad con lo que dispone el artículo 374 del Código Procesal Penal, el
juicio y la sentencia serán siempre anulados, por lo cual bastaría a la recurrente
con demostrar que ha existido la infracción, sin necesidad de acreditar la
existencia en concreto de un determinado perjuicio, ello pues los motivos
absolutos de nulidad reciben esa denominación "por el propósito de la ley de
liberar al afectado por uno de ellos, de la tarea de probar los perjuicios que el
comportamiento le hubiere ocasionado ", citando al efecto al profesor Tavolari, en
la obra que individualiza.
Agrega la impugnante que, no obstante lo dicho, para los efectos de
demostrar que igualmente existe un perjuicio evidente en la omisión de los
requisitos de la letra c) del artículo 342 del Código Procesal Penal, señalando al
efecto cuáles, en su opinión, serían los perjuicio producidos a su representado
Añade que el perjuicio concreto tiene que ver con que, de haber razonado
el tribunal acerca de la prueba pericial rendida, necesariamente debió establecer
que el ingeniero Petinelli efectúo una serie de cambios que modificaron el
comportamiento estructural del edificio, por lo que esas modificaciones debían ser
nuevamente revisadas por el revisor de cálculo o de diseño estructural. Añade que
no obstante la naturaleza y envergadura de las modificaciones, el imputado no
presentó el nuevo proyecto a revisión del ingeniero Bonelli Canabes ni hizo la
modificación del proyecto en la Municipalidad, lo que tampoco fue subsanado por
ninguno de los socios de la sociedad constructora SOCOVIL y la Inmobiliaria RÍO
HUEQUÉN -los acusados Baeza, Parra y Ortigosa-, siendo los planos del mes de
septiembre 2007, los que en definitiva se usaron para la construcción del edificio,
por lo cual, se infringió lo dispuesto en el artículo 119 de la Ley General de
Urbanismo y Construcciones.
Según la recurrente, los vicios denunciados influyeron sustancialmente en
lo dispositivo del fallo, porque se ha dictado una sentencia absolutoria en perjuicio
de la parte querellante, sin que la misma señale las razones de tal decisión.
Como petición concreta de esta causal, solicita que se declare concurrente
la infracción, que en virtud de ello se anule tanto el juicio como la sentencia
dictada y que se disponga la remisión de los antecedentes al tribunal no
inhabilitado que corresponda, para la realización de un nuevo juicio oral y el
pronunciamiento de una nueva sentencia que cumpla estrictamente con los
requisitos que la sentencia anulada había omitido.
B. Causal signada con la letra b) del artículo 373, esto es, en atención a
que en el pronunciamiento mismo de la sentencia se ha incurrido en error de
derecho que ha influido de manera sustancial en lo dispositivo del fallo.
La recurrente, a través de la presente causal, reclama la aplicación errónea
de los artículos 1.3.2 N° l y 1.3.2 N°7 de la Ordenanza General de la Ley General
de Urbanismo y Construcciones y de la correspondiente “Lex Artís”. En efecto,
indica la recurrente que en esta parte, el hecho de la acusación en contra de los
acusados Baeza, Parra y Ortigosa, expresa: "No haber dispuesto una inspección
técnica externa de la obra, pues éste control técnico se hacía entre los jefes de
obra Héctor Torres y José Paredes, y el director de obra Mario Valeria, o sea los
mismos que la ejecutaban y que imprudentemente ejercieron roles que excedían
sus conocimientos y capacidades, infringiendo los artículos 1.3.2 N°1 y 1.3.2 N°7
de la Ordenanza General de la Ley General de Urbanismo y Construcciones."
La recurrente dice que la sentencia impugnada se hace cargo del tema en
el numeral tercero de su considerando 28°, el que reproduce textualmente en su
recurso.
Según la recurrente, en este punto el fallo adolece de sustanciales
errores de derecho, porque tal como lo afirma el perito David Silva, desde que en
el documento denominado "Especificaciones Técnicas del Proyecto Condominio
"Alto Río", del mes de noviembre del 2006, se da cuenta que va a haber una
inspección técnica de obras, ella debió existir, porque no obstante que si bien en
la Ordenanza no se establece obligatoriedad de efectuar inspecciones técnicas de
obra, sí se indica que el proyecto que se apruebe por parte de la Dirección de
Obras Municipales (DOM) y su construcción debe hacerse con estricto apego a lo
que está implicado en el proyecto, por cuanto si se informó a la DOM que se iba a
realizar un tipo de inspección técnica de obra, es esa la que debe ejecutarse. Dice
la recurrente que dicha inspección técnica tiene por fin velar el control técnico de
la obra y por principio debe ser ajena a la construcción de la misma. La impugnante
dice que no obstante ello, el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal lo descarta porque,
para la norma de la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones vigente a
la época de edificación, no era necesaria la inspección técnica externa, no
obstante haberse comprometido en el proyecto aprobado, lo que la sentencia
establece como completamente demostrado.
Según la recurrente, está en lo correcto el perito Silva y, por ello, en este
caso el error de derecho sería evidente, argumentando que no porque la ley no
exija la participación de una inspección técnica de obras, se trata de un elemento
accidental o sin relevancia; al contrario, siendo un edificio que habitualmente no
tiene una inspección técnica de obras, la especificación realizada sí posee un
carácter sustancial, puesto que compromete una mayor seguridad en el resultado.
En opinión de la recurrente, el fallo comete un segundo error de derecho,
ello pues, en su concepto, se acreditó durante el juicio que la inmobiliaria
propietaria del edificio era una persona jurídica representada por los acusados
Baeza Martínez, Ortigosa Ampuero y Parra Zanetti, mismos propietarios de la
empresa constructora que ejecutó las obras ("Constructora "Socovil"), lo que
implica que hay una coincidencia absoluta entre el dominio de la empresa dueña
del proyecto y la constructora. Entonces, en su concepto, teniendo los acusados
las calidades de constructor civil (los dos primeros) e ingeniero civil el tercero,
siendo destacados profesionales de la ciudad de Concepción, de acuerdo a sus
conocimientos técnicos no pudieron, menos que vulnerar la "Lex Artis", al no
contar con una verdadera y adecuada inspección de obra.
En efecto, en el caso sub-lite se estaría frente a un caso de impericia
profesional, esto es, la carencia de los conocimientos que le son exigibles al sujeto
por su cualificación profesional.
Explicando la influencia sustancial en lo dispositivo del fallo, la recurrente
señala que los errores de derecho denunciados en esta parte, influyeron
sustancialmente en lo dispositivo de la sentencia, desde que si no se hubieren
cometido, el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Concepción hubiere dado por
establecida la obligatoriedad de disponer de una inspección técnica externa a la
obra, y que por lo tanto “su omisión configura los delitos (sic) por los cuales esta
parte acusó”.
Como petición concreta de la presente causal, la recurrente solicita que se
declare concurrente la infracción, que en virtud de ello se anule tanto el juicio
como la sentencia dictada y que se disponga la remisión de los antecedentes al
tribunal no inhabilitado que corresponda para la realización de un nuevo juicio oral
y el pronunciamiento de una nueva sentencia que cumpla estrictamente con los
requisitos que la sentencia anulada había omitido.
C. En tercer lugar, la recurrente denuncia, por último, el incumplimiento de
los requisitos de la sentencia artículos 374 letra e) v 342 letra c) del Código
Procesal Penal.
Interpone esta causal pues, en su opinión, no se ha dado cumplimiento a
todos los requisitos de la sentencia dictada, específicamente en cuanto ella no
contiene una exposición clara, lógica y completa de cada uno de los hechos y
circunstancias que se dieron por probados, fueren ellos favorables o
desfavorables al acusado, y de la valoración de los medios de prueba que
fundamentaren dichas conclusiones de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 297
del Código Procesal Penal.
Expresa la recurrente que “el artículo 342 del Código Procesal Penal
contempla aquellos requisitos más elementales que debe reunir una sentencia de
juicio oral. No se trata de exigencias cuyo cumplimiento quede entregado a la
prudencia de los sentenciadores, antes bien se trata de exigencias cuya omisión
se encuentra expresamente sancionada bajo pena de nulidad procesal. El
encabezado imperativo del precepto infringido, que se refiere a aquellos requisitos
que "la sentencia definitiva contendrá", pone de manifiesto que nada autoriza a
desatender su mandato”.
Según la recurrente, la sentencia recurrida incurre en este motivo absoluto
de nulidad infringiendo, además, el derecho a la sentencia judicial debidamente
fundada, la que está consagrada en el artículo 19 N° 3 inciso 5 o de la Constitución
Política de la República que reza: "Toda sentencia de un órgano que ejerza
jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente tramitado". Reitera
que esta garantía, a nivel legal, se concreta en el artículo 1o del Código Procesal
Penal en cuanto dispone: "Ninguna persona podrá ser condenada o penada, ni
sometida a una de las medidas de seguridad establecidas en este Código, sino en
virtud de una sentencia fundada..."., idea que se ve reforzada por el artículo 36 del
Código Procesal Penal al señalar: "Será obligación del tribunal fundamentar las
resoluciones que dictare... La fundamentación expresará sucintamente pero con
precisión, los motivos de hecho y de derecho en que se basaren las decisiones
tomadas. "La simple relación de los documentos del procedimiento o la mención de
los medios de prueba o solicitudes de los intervinientes no sustituirá en caso
alguno la fundamentación".
Agrega la recurrente que el tribunal, en el considerando 30° de la sentencia
impugnada, señala los motivos por los cuales absuelve a los acusados Baeza,
Valeria, Torres y Paredes por este hecho, expresando, entre otras cosas, la cita
que la recurrente desarrolla en su recurso, de la cual, en su opinión, se puede
apreciar claramente que la sentencia impugnada no efectúa una exposición clara,
lógica y completa de los hechos y circunstancias que se dieron por probados,
fueren ellos favorables o desfavorables al acusado y, por sobre todo, de la
valoración de los medios de prueba que fundamentaren dichas conclusiones de
acuerdo al artículo 297 del Código Procesal Penal. Es así, dice, que la sentencia
recurrida incumple con lo establecido en la letra c) del artículo 342 del Código
Procesal Penal, ya que absolviendo a los acusados, no expresa concretamente
cuáles son las razones que motivaron tal resolución, al omitir parte fundamental de
la valoración de la prueba pericial presentada por el órgano persecutor y los
querellantes en la audiencia de juicio oral.
Para demostrar el aserto anterior, la recurrente señala que el fallo no tiene
en cuenta en su valoración -entre otros- los antecedentes de cargo consistentes
en los dichos de los peritos Fernando Yáñez, Rene Lagos, Edgardo Sanhueza,
David Silva Saavedra, cuyas declaraciones transcribe en lo pertinente.
La recurrente indica que, por todo lo expresado, la sentencia impugnada
incumplió con el inciso tercero del artículo 297 del Código Procesal Penal pues,
como se aprecia, el fallo recurrido sólo reproduciría parte de los antecedentes que
se presentaron por cada uno de los intervinientes en la audiencia de juicio oral,
pero en ningún considerando la sentencia relaciona estos diversos antecedentes.
Así, no pondera por qué a unos se les da más credibilidad que a los otros.
Tampoco señala por qué los antecedentes proporcionados por los peritos, Yañez,
Lagos, Silva, Sanhueza y Kupfer, son insuficientes para dar por acreditado el delito
por el que se acusó.
Refiriéndose al requisito de trascendencia, la recurrente explica que,
tratándose de un motivo absoluto de nulidad, de conformidad con lo que dispone
el artículo 374 del Código Procesal Penal, el juicio y la sentencia serán siempre
anulados, por lo cual le bastaría con demostrar que ha existido la infracción, como
ya lo habría hecho en el desarrollo de la causal, sin necesidad de demostrar la
existencia en concreto de un determinado perjuicio, ello por cuanto los motivos
absolutos de nulidad reciben esa denominación "por el propósito de la ley de
liberar al afectado por uno de ellos, de la tarea de probar los perjuicios que el
comportamiento le hubiere ocasionado", citando en apoyo a su afirmación al
Profesor Tavolari en la obra que menciona.
Sin perjuicio de lo afirmado recientemente, la recurrente, a efectos de
demostrar que igualmente existiría un perjuicio en la omisión de los requisitos de
las letras c) del artículo 342 del Código Procesal Penal, señala que “es evidente
el perjuicio producido a su representado, ello por cuanto se le priva de su derecho
de conocer el fundamento de la sentencia en orden a absolver a los imputados por
delito de homicidio, porque no se ha cumplido con la obligación de
fundamentación del tribunal a la cual tiene derecho este interviniente, lo que resta
legitimidad a su decisión, y, además, porque se ha visto privada de poder
demostrar la existencia del indicado delito, lo que también resta legitimidad a la
sentencia”.
Según la recurrente, no sólo es aquél el perjuicio en el caso concreto, sino
que éste tiene que ver con que, de haber razonado el tribunal acerca de la prueba
pericial rendida, necesariamente debió establecer que entre las deficiencias
constructivas cuya ejecución estuvo a cargo de Ricardo Baeza, Mario Valeria,
Héctor Torres y José Paredes, en aquella referida a los pilares del primer piso
correspondientes a los ejes 11,17 y 24 contiguos a eje I, no sólo no se cumplió con
el “detallamiento” indicado en planos de proyecto en primer y segundo piso, y que
en particular, algunas de las barras longitudinales no se prolongaron de acuerdo a
lo requerido en planos, constituyendo esta deficiencia una reducción de la cuantía
de armadura resistente para las zonas más críticas en un 53% para el eje 11, en un
37% para el eje 17 y en un 46% en el eje 24, sino también que dichos defectos
tuvieron una incidencia relevante en la comisión de “los delitos de homicidio (sic)
por los que se acusó”.
Reitera que los vicios denunciados influyeron sustancialmente en lo
dispositivo del fallo, porque se ha dictado una sentencia absolutoria en perjuicio de
la parte querellante, sin que la misma señale las razones de tal decisión.
Termina solicitando acoger el recurso por las causales que se han
expuesto, las que se interponen de manera conjunta y, tratándose el vicio en que
se funda la causal de una formalidad del juicio, “se declare concurrente la
infracción, que en virtud de ello se anule tanto el juicio como la sentencia dictada y
que se disponga la remisión de los antecedentes al tribunal no inhabilitado que
corresponda para la realización de un nuevo juicio oral y el pronunciamiento de
una nueva sentencia que cumpla estrictamente con los requisitos que la sentencia
anulada había omitido”;
7°) Que en el recurso de nulidad interpuesto por la abogada Fabiola García
Larenas, en representación del condenado René Pettinelli Loayza, ésta expresa
que, en su opinión, la sentencia incurre en los vicios de nulidad que se contienen en
el artículo 374 letra f) del Código Procesal Penal, esto es, cuando la sentencia
hubiere sido dictada con infracción de lo prescrito en el artículo 341 del citado Código,
lo que la hace incurrir en este motivo absoluto de nulidad.
En subsidio, interpone recurso de nulidad en contra de la sentencia dictada con
fecha 10 de diciembre último, por incurrir en los vicios de nulidad que se contienen en
el artículo 374 letra c) del Código Procesal Penal, esto es, cuando al defensor se le
hubiere impedido ejercer las facultades que la ley le otorga.
En caso de desestimarse la causales invocadas precedentemente, y también
en subsidio de las mismas, pide la nulidad del juicio oral y la sentencia definitiva, en
virtud de la causal contemplada en la letra e) del artículo 374 del Código Procesal
Penal, esto es, cuando en la sentencia se hubiere omitido alguno de los requisitos
previstos en las letras 342 letras c), d) o e), del mismo cuerpo legal citado.
Explica que en la especie se ha omitido el requisito contemplado en la letra c)
del articulo 342, esto es, la exposición clara, lógica y completa de cada uno de los
hechos y circunstancias que se dieren por probados, fueren ellos favorables o
desfavorables al acusado, y de la valoración de los medios de prueba que
fundamentaren dichas conclusiones de acuerdo con lo dispuesto en el artículo
297.
Que para fundamentar la causal contenida en la letra f) del artículo 374 del
Código Procesal Penal, esto es, cuando la sentencia hubiere sido dictada con
infracción de lo prescrito en el artículo 341 del citado Código, la recurrente expresa
que el principio de congruencia, contenido en los artículos 259 y 341 del Código
Procesal Penal, se traduce en la correspondencia entre la acusación fiscal y la
condena efectiva producida en juicio.
El principio de congruencia supone, entonces, “conformidad, concordancia o
correspondencia entre la determinación fáctica del fallo con relación a los hechos y
circunstancias penalmente relevantes que han sido objeto de la imputación contenida
en la acusación”. Al haberse condenado por hechos no contenidos en la acusación
se está infringiendo abierta y evidentemente lo dispuesto en el artículo 341 del
Código Procesal Penal, en virtud del cual la sentencia condenatoria queda limitada
estrictamente al contenido de la acusación, por lo que no podrá exceder su contenido.
Dice la recurrente que en este caso concreto, el Ministerio Público y los
querellantes, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 259 y 261 del Código
Procesal Penal, dedujeron acusación fiscal y acusación particular en contra de su
defendido, el Sr. Rene Pettinelli Loayza, por los hechos establecidos en ésta, los
que transcribe textualmente en su recurso, luego de lo cual transcribe
parcialmente la acusación, sólo en lo que dice relación con la imputación de
hechos formulada específicamente a su representado en dicho auto acusatorio, el que
al tiempo de describir las negligencias e infracciones reglamentarias, lo hace en
los siguientes términos:
"IV.- Descripción de las negligencias e infracciones reglamentarías.
IV.2.- Respecto al diseño estructural del edificio. Del análisis de la configuración
estructural, el dimensionamiento de los elementos y la disposición de refuerzos, junto
con los hallazgos constatados de la ejecución de la obra, se pudo establecer que
existieron condiciones específicas que indujeron la falla a lo largo del eje I. En efecto,
el diseño estructural del edificio realizado por el Ingeniero René Pettinelli Loayza
adolece de una serie de insuficiencias en su configuración, dimensionamiento y
detallamiento de las armaduras en la zona de falla. Insuficiencias que fueron
producto de la negligencia e infracción de reglamento del Sr. Pettinelli Loayza en la
confección de dicho diseño y que corresponden a las siguientes:
a. Singularidad presente en los pilares de primer piso de ejes 11, 17 y 24 contiguos a
eje I, caracterizado por la reducción de la sección y la no collnealidad de los pilares en
la interfaz de primer piso con segundo piso. Esta disposición de los elementos
estructurales generó una disminución efectiva del área de la interfaz en un 60% con
respecto a la sección correspondiente al segundo piso. Junto con esto y lo más grave,
el detallamiento de las armaduras de refuerzo longitudinales de los pilares
especificados en la interfaz es insuficiente por cuanto no mantiene la integridad según
el artículo 7.13.1 del código ACI318-95. Se tiene entre un 14% y un 15% de
reducción en la cuantía de armadura resistente de los pilares de primer piso producto
de este detallamiento. Sumado a lo anterior, no existe detalle que indique cómo debía
materializarse la armadura longitudinal del primer piso y que se prolonga hasta el
segundo piso cuando se reduce el espesor del pilar de 25 cm en el primer piso a 20
cm en el segundo piso. Además, estos pilares están controlados por los esfuerzos de
compresión y la carga axial solicitante se encuentra al límite de la resistencia a
compresión del hormigón especificada.
b. Planta estructural en la zona de colapso con configuración de muros de sección
T y L, específicamente en los ejes 8, 13 y 20 del primer piso. Estas configuraciones T
y reducen la ductilidad de estos muros producto de la desigualdad que se produce
entre las fuerzas generadas por las armaduras de tracción y la reducida capacidad de
la cabeza comprimida. Además no tenían confinamiento en los bordes. Estos muros
fallaron por flexo compresión y se encuentran contiguos a los pilares de los ejes 11, 17
y 24 mencionados en el punto a.
c. Cuantías de armadura con una deficiencia mayor a un 10% en los muros de ejes 26
y 35 a nivel del primer piso.
d. Ausencia de refuerzo para momento negativo en las losas de cielo de primer
piso sobre pilares de los ejes 11, 17 y 24 contiguos a eje I. Esto trajo como
consecuencia el debilitamiento y la pérdida de integridad estructural en la unión losa
pilar.
e. Los empalmes de armadura se realizaron dentro de la zona de máximo
esfuerzo y todos al mismo nivel. De esta manera, muchos de los empalmes por
traslapo no podían desarrollarla capacidad resistente de las barras.
f. Para los niveles de demanda establecidos en la NCh 433.0f96, para suelo tipo II, y
de acuerdo a los requerimientos de diseño del código ACI318-95, existen deficiencias
de armadura en aproximadamente un 10% de los elementos sismoresistentes. En
general, estas deficiencias corresponden a armaduras requeridas por corte y
superan el 10%.
g. El legajo de planos que conforman el proyecto de estructura, confeccionado por el
Ingeniero Pettinelli Loayza, presenta algunas inconsistencias y falta de detallamientos
en algunos elementos. En los documentos correspondientes al libro de obra no se
observan aclaraciones al respecto, por lo cual se desconoce cómo fueron resueltas las
inconsistencias y cómo fueron ejecutados los elementos sin detallamiento.
h. Además, el revisor de proyecto de cálculo Patricio Bonelli Canabes emitió un
certificado de revisión del proyecto de cálculo con fecha diciembre de 2006
considerando los planos del proyecto estructural de noviembre de 2006. Sin embargo
el imputado Pettinelli Loayza hizo modificaciones estructurales a dicho proyecto de
cálculo, entregando los planos para construir con fecha septiembre de 2007, realizó
cambios en la armadura longitudinal en los elementos del primer piso, cambios en la
armadura de muros, dimensiones y armaduras de vigas, apertura de vanos,
eliminación de muros. Además, amplió y prolongó los dos subterráneos más allá de la
planta del edificio. En fin, una serie de cambios que modifican el comportamiento
estructural del edificio, por lo que esas modificaciones debían ser nuevamente
revisadas por el revisor de cálculo o diseño estructural. No obstante la naturaleza y
envergadura de las modificaciones, el imputado no presentó el nuevo proyecto a
revisión del ingeniero Bonelli Canabes ni hizo la modificación del proyecto en la
Municipalidad, lo que tampoco fue subsanado por ninguno de los socios de la
sociedad constructora SOCOVIL y la Inmobiliaria RÍO HUEQUÉN, siendo estos los
planos, de fecha septiembre 2007, los que en definitiva se usaron para la construcción
del edificio. De esta manera, se infringió lo dispuesto en el artículo 119 de la Ley
General de Urbanismo y Construcciones."
Expresa la recurrente que la acusación fiscal atribuye a su representado el
incumplimiento normativo que a continuación se señala: "A juicio de la Fiscalía los
hechos transcritos constituyen los siguientes ilícitos: ocho cuasidelitos de homicidio
previstos en los artículos 492 inciso 1° en relación al artículo 391 N" 2, ambos del
Código Penal, y sancionados en el artículo 490 N° 1 del Código Penal; un cuasidelito
de lesiones graves gravísimas, y seis cuasidelitos de lesiones simplemente graves,
previstos en los artículos 492 inciso 1° en relación al artículo 397 N° 1 y 2, ambos del
Código Penal en relación a la Ley General de Urbanismo y Construcciones,
Ordenanza General de la Ley General de Urbanismo y Construcciones, Norma
Chilena 433, Norma Oficial de la República de Chile por Decreto N° 172 de 5 de
diciembre de 1996 del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, publicado en el Diario
Oficial 35.648 de 23 de diciembre de 1996 (NCh433 Of.96); normas del Código de
Diseño de Hormigón Armado ACI318-95 y demás normas técnicas aplicables en la
materia; ilícitos que se encuentran en grado de consumados y en los cuales le
caben a los imputados participación en calidad de autores de conformidad al artículo
15 N" 1 del Código Penal, razón por la cual, concurriendo en favor de todos los
acusados la circunstancia atenuante de responsabilidad penal prevista en el artículo
11 N° 6 del Código Penal y sin que les perjudiquen circunstancias agravantes, solicita
se les imponga la pena de 800 días de reclusión menor en su grado medio, la
accesoria legal de suspensión de cargo u oficio público durante el tiempo de la
condena, y el pago de las costas de la causa."
Indica la recurrente que de lo transcrito se colige, entonces, que el ente
persecutor dedujo acusación entendiendo que el colapso de la estructura
denominada edificio Alto Río, tuvo su origen y causa en la concurrencia copulativa de
cuatro factores, todos los cuales debieron concurrir para que se produjera el
desplome del edificio. Así las cosas, la acusación fiscal entiende que la caída del
edifico Alto Río no se produce sólo por un diseño defectuoso, sino, por la interacción y
concurrencia conjunta de estos cuatro factores, como reza textualmente el libelo
acusatorio, donde dice, "Producto de este terremoto y de los errores cometidos
negligentemente y con infracciones reglamentarias en la clasificación sísmica del
suelo, deficiencias en el diseño estructural y falencias constructivas del edificio "Alto
Río", así como la ejecución del proyecto sin cumplir con la legalidad vigente y con los
debidos controles que garantizaran su correcta ejecución, unido a una deficiente
gestión y decisiones imprudentes por parte de quienes tenían el mando y poder de
decisión en la dirección del proyecto en cuestión, éste colapsó derrumbándose"
En opinión de la recurrente, el tribunal ha procedido a interpretar la acusación
fiscal y darle un contenido diferente del que señala su texto expreso, al entender que
el colapso del edificio obedece sólo a uno de cuatro factores que el ente persecutor
considera concurrentes en forma copulativa.
Expresa que esta interpretación de los jueces falladores, se contradice no sólo
con la acusación fiscal, que ocupa la conjunción "y" para unir los tres factores (suelo,
ingeniería y construcción), sino que con la prueba de cargo rendida en juicio, “desde
que los peritos de cargo, Fernando Yáñez, Eduardo Sanhueza y David Silva fueron
majaderos en insistir y reiterar que el colapso del edificio se da por la interacción y
concurrencia de los cuatro factores que contiene la acusación fiscal, cuatro
aspectos que fueron objeto de la pericia encargada al Idiem por parte del Ministerio
Público”. Agrega la recurrente que la prueba pericial de la Fiscalía comprendió el
estudio de todos estos elementos y todos y cada uno de los peritos que depusieron en
juicio, declararon que la presunta errónea clasificación sísmica del suelo, unida a un
presunto mal diseño, sumado a falencias constructivas y deficiencias en los
mecanismo de control, fueron los que determinaron el derrumbe de la estructura,
confluyendo todos ellos en el resultado dañoso producido.
En concepto de la recurrente, no existe correspondencia entre la acusación
fiscal y la condena efectiva producida en juicio, vulnerándose con ello el principio de
congruencia, el cual supone conformidad, concordancia o correspondencia entre la
determinación fáctica del fallo con relación a los hechos y circunstancias penalmente
relevantes que han sido objeto de la imputación contenida en la acusación.
Así las cosas, la recurrente dice que resulta evidente que se condenó a su
defendido mediante una sentencia que se aparta del marco contenido en la acusación
fiscal y en la acusación particular.
La circunstancia anterior, esto es, la falta de congruencia, habría quedado de
manifiesto en el propio texto de la sentencia, específicamente en el considerando
trigésimo primero, donde el tribunal se hace cargo de la prueba de la defensa en lo
tocante a su representado, reconociendo literalmente en la página 312 del fallo
recurrido, que la información dada en las exposiciones periciales, "permitió al
Tribunal acoger argumentos adicionales a los que se han dado por los acusadores
para imputar culpa al ingeniero estructural".
Indica la recurrente que, pese a que nada dice la acusación fiscal respecto de los
muros curvos en la caja de escala a nivel de primer subterráneo, ni de un vano de
puerta debajo de esos muros curvos, el tribunal considera el diseño de esos elementos
y los consigna como fundamento para imputar negligencias de diseño a su
representado, según consta en el numeral 11, 12 ,15 del considerando décimo sexto
rolante a fojas 159 y siguientes del fallo recurrido y luego en la motivación décimo
séptima letra "j.-" (página 168) y, especialmente, en el fundamento décimo octavo.
En opinión de la recurrente, lo anterior, “corrobora de manera irrefutable que el
Tribunal ha ido más allá del marco fáctico fijado por la acusación fiscal y ha
condenado a mi defendido atribuyéndole errores de diseño que el Ministerio Público
no menciona en ninguna parte del libelo acusatorio, y que nunca formó parte de las
alegaciones del persecutor, impidiendo de esta forma defenderse de dicha imputación,
la que sólo se conoce al tiempo de consignarla el Tribunal en su fallo”.
Afirma la recurrente que jamás el Ministerio Público acusó a su representado
de no haber leído bien y de no haber entendido el espíritu de la norma NCH 433, ni
nadie ha acusado al imputado Pettinelli que el edificio bajo ningún aspecto debió
colapsar porque si así fuere, se infringe la norma de diseño. Lo anterior, además de
ser un absurdo desde el punto de vista lógico y racional (pretender que una norma va
a impedir el colapso de un edificio) no fue parte del texto de la acusación.
Para fundamentar la causal contenida en la letra c) del artículo 374 del Código
Procesal Penal, esto es, cuando al defensor se le hubiere impedido ejercer las facultades
que la ley le otorga, la recurrente afirma que sin perjuicio de lo ya expuesto, entiende
que el tribunal ha incurrido en el vicio de nulidad absoluta en comento, desde que ha
condenado a su representado por incurrir en errores, actuar con mera imprudencia o
negligencia cometidos en relación a la” lex artis”, desatendiendo que la imputación
que se le formuló a éste decía relación con su negligencia e incumplimiento
reglamentario, atribuyéndole específicamente haber vulnerado "La Ley General de
Urbanismo y Construcciones, Ordenanza General de la Ley General de Urbanismo y
Construcciones, Norma Chilena 433, Norma Oficial de República de Chile por
Decreto N° 172 de 5 de diciembre de 1996 del Ministerio de Vivienda y Urbanismo,
publicado en el Diario Oficial 35.648 de 23 de diciembre de 1996 (NCh433 Of.96);
normas del Código de Diseño de Hormigón Armado ACI318-95 y demás normas
técnicas aplicables en la materia", imputación de incumplimiento normativo genérico
que, además, vulnera el derecho a defensa.
Dice que como se puede advertir del texto expreso de la acusación, el Ministerio
Público no atribuye infracción a la “Iex artis” a su representado, sino infracción legal
y reglamentaria y es de esta imputación es de la que se ha defendido René Pettinelli
Loayza, de la presunta infracción reglamentaria en que habría incurrido al tiempo de
hacer el diseño estructural del edificio “Alto Río”. Es por ello que su parte no aportó
prueba alguna para defenderse de la presunta infracción al estado del arte de su
profesión u oficio, desde que ello nunca formó parte de la acusación ni de la imputación
que se formuló en su contra, por lo que se le ha impedido a la defensora recurrente
ejercer las facultades que la ley le confiere para aportar prueba en esa dirección, para
controvertir esa afirmación, resultando así severamente vulnerado el derecho a
defensa consagrado como garantía constitucional y amparada por tratados
internacionales. La recurrente afirma que conforme a lo expuesto, sólo al tiempo de
dictarse sentencia, su representado tomó conocimiento que se le atribuye haber
vulnerado la “lex artis” de su profesión. Dice luego que “La sola lectura del fallo
impugnado permite advertir que el tribunal considera que mi representado ha
desconocido y se ha apartado del estado del arte de su profesión, desde que así lo
señala en reiterados pasajes de la sentencia”.
En concepto de la recurrente, quedó demostrado en juicio que ninguna de las
imputaciones hechas a su defendido constituían infracción normativa alguna y es por
ello, que, para poder fundar una sentencia condenatoria en su contra, se recurrió a
considerar que las insuficiencias del diseño que se le atribuyeron como infracción
reglamentaria, constituían infracción a la “lex artis”, impidiendo de esta forma que
pudiera defenderse de dicha imputación.
Luego, la recurrente se refiere a la fundamentación de la causal contenida en
la letra e) del artículo 374 del Código Procesal Penal, esto es, cuando en la
sentencia se hubiere omitido alguno de los requisitos previstos en las letras 342 letras
c), d) o e), del mismo cuerpo legal citado; en la especie, según la recurrente, se ha
omitido el requisito contemplado en la letra c) del artículo 342 del mismo texto legal.
En opinión de la recurrente, “se entiende que la valoración de los medios de
prueba supone en primer término explicitar el contenido de cada medio de prueba
del modo que lo exige la ley, y luego, comparar los hechos que ha aportado cada
medio de prueba, con los hechos alegados por las partes. Dicha comparación
permitirá determinar cuáles son los hechos probados. La letra c) del artículo 342
contiene una exigencia de motivación en relación a dos aspectos: exposición clara,
lógica y completa de valoración de los medios de prueba y de los hechos y
circunstancias que se dieren por probados”.
Expresa la recurrente que el artículo 297 establece que la valoración de la
prueba requiere el señalamiento de los medios de prueba... pero no basta con la
mera indicación, puesto que "el tribunal debe hacerse cargo en su fundamentación de
toda la prueba producida, incluso la que hubiere desestimado..."
Dice la recurrente que llama la atención que, habiendo depuesto sólo estos tres
peritos desde el 27 de septiembre hasta el 19 de octubre, el tribunal se limite a
extractar sólo frases aisladas, y a resumir sus dichos, rescatando de los mismos, sólo
aquélla parte que perjudica a su defendido o que el tribunal consideró pertinente para
condenar a René Pettinelíi Loayza.
Dice la recurrente que, como puede advertirse de la sentencia recurrida, no
existe siquiera un señalamiento ordenado de los medios de prueba rendidos por los
intervinientes, “sino sólo la extracción de parte de las declaraciones de algunos de los
peritos, de algunos de los testigos y de algunos documentos, mas no de todos ellos,
como exige la ley”, no obstante que el tribunal debe hacerse cargo de toda la
prueba producida, incluso la que hubiere desestimado, especialmente si esta
resulta contradictoria con lo resuelto por el propio tribunal, indicando las razones
que hubiere tenido para hacerlo. Que deba hacerse cargo importa que debe
explicitar, describir el contenido de lo que ese medio de prueba aportó al juicio,
“sin sesgos de ninguna especie, para luego determinar el significado de los
hechos aportados por cada medio, y finalmente proceder a valorar tales hechos,
especialmente en cuanto a su verosimilitud, en cuanto a su correspondencia o no
con los hechos alegados por las partes, concluyendo con todo lo que concierne a
la prueba desestimada”.
En concepto de la recurrente, de la circunstancia que la sentencia sólo
consigne parte de lo que depusieron los testigos y peritos, se sigue que “el medio
de prueba no fue valorado en la sentencia, y definitivamente apartándose en su
análisis y conclusiones de los principios de la lógica, las máximas de la
experiencia y de los conocimientos científicamente afianzados”. En su opinión, los
argumentos que el tribunal esgrime para dar por establecidos los hechos y negar
lugar a la petición de la defensa son del todo insuficientes, contradictorios y no
tienen una línea clara que se apoye en la lógica, la experiencia y los principios
científicamente afianzados, ni mucho menos se hace cargo de toda la prueba
rendida en la audiencia de juicio oral.
La recurrente termina solicitando que esta Corte “invalide la sentencia y el
Juicio Oral efectuado, y para que, procediendo de acuerdo a la última disposición
citada, determine el estado en que hubiere de quedar el procedimiento y ordene la
remisión de éste al tribunal no inhabilitado que corresponda para que éste disponga
la realización de un nuevo juicio oral”;
8°) Que en la acusación fiscal, a la cual se adhirió la mayoría de los
querellantes, el ente persecutor dio por establecidos los siguientes hechos:
"/,- Por escritura privada de fecha 18 de agosto de 2006, la Sociedad Inmobiliaria RÍO
HUEQUÉN Ltda., conformada a esa fecha por los socios Juan Ignacio Ortigosa
Ampuero, Felipe Parra Zanetti y Ricardo Lorenzo Baeza Martínez, compró el inmueble
denominado Lote I guión Uno, ubicado en la comuna de Concepción con acceso
principal por avenida Padre Hurtado N° 776 de una superficie aproximada de 2.503,50
metros cuadrados, con el fin de construir la obra denominada "Condominio "Alto Río"".
El título de dicha propiedad, así como sus características, medidas y deslindes
constan en inscripción de fojas 5.598 N° 4.883 del Registro de Propiedad del
Conservador de Bienes Raíces de Concepción, correspondiente al año 2007. Luego,
la Sociedad Inmobiliaria RÍO HUEQUÉN Ltda. encargó a la Sociedad Constructora
de Viviendas Limitada (SOCOVIL), conformada a esa fecha por los mismos socios,
esto es, Ortigosa Ampuero, Parra Zanetti y Baeza Martínez, la construcción de la
obra denominada "Condominio Alto Rio", mediante contrato general de construcción a
suma alzada de fecha 19 de noviembre de 2007, el que contempló dos etapas
constructivas, la Torre Padre Hurtado y la Torre Paseo Peatonal. La primera, que
fue la que se ejecutó y corresponde a la Torre Padre Hurtado, denominada de aquí
en adelante Edificio "Alto Río", con una superficie construida de 8.455,02 metros
cuadrados, compuesta por una estructura de 15 pisos y 2 subterráneos,
estructurado con muros, vigas y losas de hormigón armado, distribuido en 113
departamentos, 4 locales comerciales, 26 estacionamientos con bodegas, 34
estacionamientos y 92 bodegas. A nivel general, el edificio presenta una configuración
rectangular en planta, siendo la dimensión mayor, la correspondiente al sentido
longitudinal, en dirección paralela a calle Padre Hurtado, y la dimensión menor la
correspondiente al sentido transversal, en dirección paralela a Av. Los Carrera. El
permiso de edificación fue otorgado por la Dirección de Obras Municipales de
Concepción con el N° 342 de fecha 29 de diciembre de 2006, el que fue modificado
por resolución N° 1877-1-37 de fecha 21 de junio de 2007, ambos reducidos a escritura
pública de fecha 12 de julio de 2007 en la Notaría Pública de doña María Eugenia
Rivera. Dicho permiso fue nuevamente modificado por resolución de la Dirección de
Obras Municipales de Concepción N° 254-1-05 de fecha 23 de enero de 2009 y
reducido a escritura pública con fecha 29 de enero de 2009 en la misma Notaría.
Ambas modificaciones dicen relación con aspectos meramente formales, sin incluir
modificaciones estructurales que tuvo el proyecto, según se dirá más adelante. La
recepción definitiva del Edificio "Alto Río" fue otorgado por certificado N° 71 de fecha
2 de marzo de 2009 de la Dirección de Obras Municipales de Concepción, el que se
encuentra agregado al final del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes
Raíces de Concepción del año 2009, bajo el N° 8-H de 11 de marzo de 2009. En
ambas sociedades citadas precedentemente la administración, representación y uso
de la razón social corresponde separada e indistintamente a uno cualquiera de los tres
socios Ricardo Baeza Martínez, Juan Ignacio Ortigosa Ampuero y Felipe Parra
Zanetti. En cuanto a los profesionales que intervinieron en el proyecto, se encuentran
los siguientes: los arquitectos del proyecto fueron Eduardo Rivera Gajardo y Guillermo
Villafañe Feres. Los Informes de mecánica de suelo del referido proyecto fueron
realizados: uno por el Ingeniero Civil Horacio Calvo D'ottone por la empresa EMPRO
Ltda., de junio del año 2006 que clasificó el suelo como tipo III, y un segundo informe
realizado por el Ingeniero Civil Pedro Ortigosa de Pablo, de octubre del año 2006 que
clasificó el suelo como tipo II, siendo esta clasificación la que se utilizó para calcular,
diseñar y construir el edificio. El ingeniero calculista del proyecto fue don Rene
Pettinelli Loayza y el revisor del proyecto de cálculo fue el ingeniero Patricio Bonelli
Canabes. Todos estos profesionales fueron contratados directamente por la
Inmobiliaria R¡0 HUEQUÉN Ltda., salvo los estudios de mecánica de suelo que fueron
encomendados por SOCOVIL.
Como se dijo, la constructora encargada de ejecutar el proyecto fue SOCOVIL
Dentro de esta sociedad, el socio Ricardo Lorenzo Baeza Martínez era el gerente
técnico, lo que implicaba velar por la buena y correcta ejecución de las obras y
construcciones, teniendo a su cargo la supervisión general del proyecto; Mario José
Valeria Leal fue el administrador de obra o director de obras según la denominación y
organigrama de la constructora, lo que implicaba velar por que la obra se ejecutase
de acuerdo a los antecedentes técnicos y requerimientos contractuales, velando por
la calidad, productividad y seguridad de la misma. José Paredes Villa era el jefe de
obra al igual que Héctor Emeterio Torres Reyes, a quienes les correspondía la
supervisión en terreno de toda la obra, lo que implicaba la ejecución, coordinación y
control de las obras asignadas por el director de obras, resguardando que se
cumplan los estándares de construcción.
//.- El día sábado 27 de febrero de 2010 a las 03:34 horas se produjo un sismo de
intensidad 8.8 magnitud Kanamori, cuyo epicentro se ubicó a 63 kilómetros al suroeste
de Cauquenes afectando la zona centro sur de Chile, alcanzando en la ciudad de
Concepción una intensidad de IX grados en la escala de Mercalli. Producto de este
terremoto y de los errores cometidos negligentemente con infracciones reglamentarias
en la clasificación sísmica del suelo, deficiencias en el diseño estructural ¡¿falencias
constructivas del edificio "Alto Río", así como la ejecución del proyecto sin cumplir con
la legalidad vigente y con los debidos controles que garantizaran su correcta ejecución,
unido a una deficiente gestión y decisiones imprudentes por parte de quienes tenían
el mando y poder de decisión en la dirección del proyecto en cuestión, éste colapso
derrumbándose, falleciendo como resultado de aquello sus residentes don Carlos
Arturo Cifuentes Cisternas, propietario del departamento 1209, cuya causa de muerte
fue asfixia por aplastamiento; Use Antonia del Campo Ibáñez, cuyo padre Agustín del
Campo Ramos era el arrendatario del departamento 207, cuya causa de muerte fue
asfixia por sofocación; Patricio Abelardo Matus Vergara, propietario del departamento
1501, cuya causa de muerte fue politraumatismo; Erwin Arturo Araneda Burgos,
propietario del departamento 906, cuya causa de muerte fue politraumatismo; Paola
Francisca Herrera Pavéz, propietaria del departamento 704, cuya causa de muerte
fue politraumatismo y su hijo el menor Vicente Ignacio González Herrera con igual
causa de muerte; Jasmina Gregoria Fierro Cerro, propietaria del departamento 702,
cuya causa de muerte fue asfixia por aplastamiento y José Luis León Acevedo,
arrendatario del departamento 609, cuya causa de muerte fue politraumatismo,
aplastamiento por derrumbe; y resultaron con lesiones graves los residentes, Erna
Noemy Escobar Sanhueza, arrendataria del departamento 1402, consistentes en
policontusa, TAC cervical, fracturas cervicales múltiples con lesiones C3-C4, fracturas
estables dorsales 11 y 14, lesiones simplemente graves que produjeron a la ofendida
incapacidad para el trabajo por más de 30 días; Alonso Xavier Díaz Escobar, quien
vivía en el departamento 1402 junto a sus padres en calidad de arrendatarios,
consistentes en policontuso, fractura pierna izquierda, lesiones simplemente graves
que produjeron al ofendido incapacidad para el trabajo por más de 30 días; Erik
Vittorio Arévalo Aceituno, propietario del departamento 1403, consistentes en fractura
fémur distal a derecha y de tibia proximal a izquierda, lesiones que produjeron al
ofendido incapacidad para el trabajo por más de 30 días; Verónica Jeannette
Riqueime Cisternas, habitante del departamento 804 de propiedad de su padre
Miguel Ángel Riqueime Garrido, consistentes en fractura de columna inestable con
compromiso neurológico, consistente en paraplejia, no puede realizar actividades
cotidianas y necesita ayuda para sus necesidades básicas, desplazándose en silla
de ruedas, lesiones graves gravísimas que produjeron a la ofendida impedimento de
sus extremidades inferiores, con incapacidad de 360 a 540 días, salvo
complicaciones; Cristian Manuel Fernández Villanueva, quien vivía junto a su cónyuge
Milena Zúñiga Medina en el departamento 1108, consistentes en luxofractura
columna cervical C5 C6, parestesia extremidad superior derecha, lesiones
simplemente graves que produjeron al ofendido incapacidad para el trabajo por más
de 30 días; Milena del Carmen Zuñiga Medina, propietaria del departamento 1108,
consistentes en fractura marginal de la tuberosidad mayor del húmero, fractura estable
T 12, contusión ojo derecho, TEC, lesiones que produjeron a la ofendida incapacidad
para el trabajo por más de 30 días y Borís Enrique Castro Morales, residente del
departamento 702 de propiedad de su cónyuge Yazmina Fierro Cerro, consistentes
en politraumatizado, lesión plexo braquial, plexopatía lumbosacra derecha aguda con
daño axonal, lesiones que produjeron al ofendido incapacidad para el trabajo por más
de 30 días. III.- Como se señaló precedentemente, la errónea clasificación sísmica del
suelo con la cual se diseñó el edificio, deficiencias en el diseño estructural del mismo y
falencias constructivas del edificio "Alto Río", generaron la falla del edificio que
motivó su caída. Esta falla se generó a nivel del primer piso, en los elementos
correspondientes a los muros y pilares ubicados en los ejes transversales contiguos
al eje I, conforme a los planos correspondientes. Esto originó la pérdida de la
capacidad de resistir cargas verticales a lo largo de dicho eje I."
9°) Que, a su turno, en la sentencia definitiva que se revisa por esta vía,
los jueces del Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Concepción, expresaron en su
fundamento decimosexto que “Que ponderando la prueba rendida por los
intervinientes con libertad, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 297 del Código
Procesal Penal, pero sin contradecir los principios de la lógica, las máximas de la
experiencia, ni los conocimientos científicamente afianzados, este tribunal, más
allá de toda duda razonable, ha dado por establecida la ocurrencia de los
siguientes hechos:”
1. Que por escritura privada de fecha 18 de agosto de 2006, la Sociedad
Inmobiliaria RÍO HUEQUÉN Ltda., compró el inmueble denominado Lote I guión
Uno, ubicado en la comuna de Concepción con acceso principal por avenida
Padre Hurtado Nº 776 de una superficie aproximada de 2.503,50 metros
cuadrados, con el fin de construir la obra denominada Condominio Alto Río”, cuyo
título de propiedad, características, medidas y deslindes constan del título inscrito
en el Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Concepción,
correspondiente al año 2007.
2.- Que la Sociedad Inmobiliaria RÍO HUEQUÉN Ltda. encargó a la
Sociedad Constructora de Viviendas Limitada (SOCOVIL), la construcción de la
obra denominada “Condominio Alto Rio”, el que contempló dos etapas
constructivas denominadas “Torre Padre Hurtado” y “Torre Paseo Peatonal”,
siendo la primera de ellas la primera en ejecutarse, con una superficie construida
de 8.455,02 metros cuadrados, compuesta por una estructura de 15 pisos y 2
subterráneos, estructurado con muros, vigas y losas de hormigón armado,
distribuido en 113 departamentos, 4 locales comerciales, estacionamientos y
bodegas, con una configuración rectangular en planta, siendo la dimensión mayor
la correspondiente al sentido longitudinal, en dirección paralela a calle Padre
Hurtado, y la dimensión menor la correspondiente al sentido transversal, en
dirección paralela a Av. Los Carrera.
3.- Que el permiso de edificación fue otorgado por la Dirección de Obras
Municipales de Concepción en diciembre de 2006, el que fue modificado por
resoluciones Nº 1877-I-37 de fecha 21 de junio de 2007, y Nº 254-I-05 de fecha 23
de enero de 2009 respectivamente, en aspectos meramente formales.
4.- Que la recepción definitiva del Edificio “Alto Río” fue otorgado en marzo
de 2009 por la Dirección de Obras Municipales de Concepción, certificado que se
agregó al final del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de
Concepción del año 2009.
5.- Que en las sociedades citadas precedentemente la administración,
representación y uso de la razón social correspondía separada e indistintamente a
uno cualquiera de los tres socios RICARDO BAEZA MARTÍNEZ, JUAN IGNACIO
ORTIGOSA AMPUERO Y FELIPE PARRA ZANETTI.
6.- Que en el proyecto intervinieron los profesionales siguientes: los
arquitectos fueron Eduardo Rivera Gajardo y Guillermo Villafañe Feres; el informe
de mecánica de suelos fue realizado por el ingeniero civil PEDRO ORTIGOSA DE
PABLO, en octubre del año 2006, clasificando el suelo como tipo II, siendo esta
clasificación la que se utilizó para calcular, diseñar y construir el edificio; el
ingeniero calculista fue don RENÉ CARLOS PETTINELLI LOAYZA; y el revisor
del proyecto de cálculo fue el ingeniero Patricio Bonelli Canabes.
7.- Que en la constructora SOCOVIL, y para efectos del proyecto
mencionado, el socio RICARDO LORENZO BAEZA MARTÍNEZ era el gerente
técnico; MARIO JOSÉ VALERIA LEAL era el administrador de obra o director de
obras según la denominación y organigrama de la constructora; y JOSÉ
PAREDES VILLA y HÉCTOR EMETERIO TORRES REYES eran los jefes de obra.
8.- Que la sociedad inmobiliaria RÍO HUEQUÉN Ltda. contrató los servicios
de RENÉ CARLOS PETTINELLI LOAYZA, a fin de que, en su calidad de
ingeniero civil dedicado al área, hiciera el diseño y cálculo estructural del proyecto
“Condominio Alto Río”, compuesto de edificios habitacionales, emplazados entre
las calles Padre Hurtado, Maipú, Prat y Carrera de esta ciudad, comenzando el
encargo por la denominada “Torre Padre Hurtado”, de 15 pisos de altura y dos
subterráneos.
9.- Que para dicho cometido se le hicieron llegar al ingeniero civil calculista
RENÉ CARLOS PETTINELLI LOAYZA los planos de arquitectura confeccionados
por los arquitectos Eduardo Rivera Gajardo y Guillermo Villafañe Feres.
10.- Que dado a la tarea encomendada, don RENÉ CARLOS PETTINELLI
LOYZA tuvo ocasión de advertir que dichos planos de arquitectura daban cuenta
de un diseño con marcadas asimetrías y singularidades que debieron llamar
poderosamente su atención, dado que era un edificio esbelto, escalonado en
altura, ostensiblemente más largo que ancho, con muros con atiesadoreso aletas
en el primer piso hacia el frontis, y muros sin atiesadoreso aletas en el primer piso
hacia la parte trasera, con una marquesina hacia el frontis, con la caja de escalas
emplazada hacia uno de sus costados sobresaliente hacia la parte trasera y con
muros curvos, con un vano de puerta bajo esa caja de escalas a nivel del primer
subterráneo, una abertura para paso de vehículos a nivel de primer piso que se
prolongaba a todo lo ancho de la estructura formando un túnel de lado a lado del
edificio, y con la fachada trasera retraída a nivel del primer piso, además de
pilares que a nivel de la interfaz con el segundo piso reducía su sección.
11.- Que en conocimiento de la historia sísmica chilena, habiéndose
formado y desarrollado profesionalmente en Concepción (ciudad mayoritariamente
asentada en suelo arenoso y blando), y pese a tener ante sí un edificio de líneas
arquitectónicas especiales que ameritaban un cuidadoso diseño estructural (como
quiera que el diseño arquitectónico influye en el comportamiento sismoresistente
de las estructuras), RENÉ CARLOS PETTINELLI LOYZA procedió a modelar
computacionalment el edificio cometiendo errores en el diseño estructural de los
muros curvos de la caja de escalas, especialmente considerando la existencia de
un vano de puerta precisamente bajo uno de esos muros curvos a nivel del primer
subterráneo, dispuso todos los empalmes por traslapo a una misma altura en el
primer piso, no tuvo en cuenta que en la planta estructural en la zona de colapso
existían muros de sección “T” y “L”, específicamente en los ejes 8, 13 y 20 del
primer piso, cuya configuración reduce su ductilidad producto de la desigualdad
entre las fuerzas generadas por las armaduras de tracción y la reducida capacidad
de la cabeza comprimida, y no puso confinamiento a los muros y columnas que
debían hacer el esfuerzo de sustentación del edificio ante los movimientos de un
sismo de intensidad excepcionalmente severa, actuando así de manera
imprudente y con infracción a la lex artis de su profesión.
12.- Que asimismo, don RENÉ CARLOS PETTINELI LOYZA cometió en el
desempeño del encargo profesional asumido, infracciones reglamentarias
consistentes en una serie de insuficiencias en la configuración, dimensionamiento
y detallamiento de las armaduras en la zona de falla, las que corresponden, en
general, a las siguientes:
a. Singularidad presente en los pilares de primer piso de ejes 11, 17 y 24
contiguos a eje I, caracterizada por la reducción de la sección y la no colinealidad
de los pilares en la interfaz del primer piso con el segundo. Esta disposición de los
elementos estructurales generó una disminución efectiva del área de la interfaz en
un 60% con respecto a la sección correspondiente al segundo piso. Junto con
esto, el detallamiento de las armaduras de refuerzo longitudinales de los pilares
especificados en la interfaz fue insuficiente por cuanto no mantuvo la integridad
según el artículo 7.13.1 del código ACI318-95 y se reduce la cuantía de armadura
resistente de los pilares de primer piso producto de este detallamiento. Sumado a
lo anterior, no existe detalle que indique cómo debía materializarse la armadura
longitudinal del primer piso y que se prolonga hasta el segundo cuando se reduce
el espesor del pilar de 25 cms. en el primer piso a 20 cms. en el segundo.
b. Cuantías de armadura con una deficiencia mayor a lo permitido en los
ejes de muros del primer piso.
c. Para los niveles de demanda establecidos en la NCh 433.Of96, para
suelo tipo II, y de acuerdo a los requerimientos de diseño del código ACI318-95,
existen deficiencias de armadura de los elementos sismoresistentes.
d. El legajo de planos que conforman el proyecto de estructura,
confeccionado por el Ingeniero Pettinelli Loayza, presentó inconsistencias y falta
de detallamientos en algunos elementos. Y EL 13?
14.- (sic) Que el día sábado 27 de febrero de 2010 a las 03:34 horas se
produjo un sismo 8.8 magnitud Kanamori, cuyo epicentro se ubicó a 63 kilómetros
al suroeste de Cauquenes afectando la zona centro sur de Chile, alcanzando en la
ciudad de Concepción una intensidad excepcionalmente severa de IX grados en
la escala de Mercalli.
15.- Que dados los errores, mera imprudencia o negligencia cometidos en
relación con la lex artis de la profesión del ingeniero RENÉ CARLOS PETTINELLI
LOAYZA e infracciones a la Norma Chilena de Diseño Sísmico de Edificios
(Nch433of96) y al Código de Diseño de Hormigón Armado (ACI318of95) en el
diseño estructural del edificio “Alto Río”, éste colapsó derrumbándose, falleciendo
como resultado de aquello sus residentes don Carlos Arturo Cifuentes Cisternas,
cuya causa de muerte fue asfixia por aplastamiento; Ilse Antonia del Campo
Ibáñez, cuya causa de muerte fue asfixia por sofocación; Patricio Abelardo Matus
Vergara, cuya causa de muerte fue politraumatismo; Erwin Arturo Araneda
Burgos, cuya causa de muerte fue politraumatismo; Paola Francisca Herrera
Pavez, cuya causa de muerte fue politraumatismo; Vicente Ignacio González
Herrera, menor de edad, cuya causa de muerte fue politraumatismo; Jasmina
Gregoria Fierro Cerro, cuya causa de muerte fue asfixia por aplastamiento; y José
Luis León Acevedo, cuya causa de muerte fue politraumatismo y aplastamiento
por derrumbe; y resultaron con lesiones graves los residentes Erna Noemy
Escobar Sanhueza, consistentes en policontusiones, TAC cervical, fracturas
cervicales múltiples con lesiones C3-C4, fracturas estables dorsales T1 y T4,
lesiones simplemente graves que le produjeron incapacidad para el trabajo por
más de 30 días; Alonso Xavier Díaz Escobar, quien sufrió policontusiones y
fractura pierna izquierda, lesiones simplemente graves que produjeron al ofendido
incapacidad para el trabajo por más de 30 días; Erik Vittorio Arévalo Aceituno,
quien sufrió una fractura de fémur distal a derecha y de tibia proximal a izquierda,
lesiones que le produjeron incapacidad para el trabajo por más de 30 días;
Verónica Jeannette Riquelme Cisternas, quien sufrió una fractura de columna
inestable con compromiso neurológico consistente en paraplejia, que le impide
realizar actividades cotidianas y le obliga a desplazarse en silla de ruedas,
lesiones graves-gravísimas que le ocasionaron impedimento de sus extremidades
inferiores, con incapacidad de 360 a 540 días, salvo complicaciones; Cristian
Manuel Fernández Villanueva, quien resultó con una luxofractura de columna
cervical C5 - C6, parestesia extremidad superior derecha, lesiones simplemente
graves que produjeron en él incapacidad para el trabajo por más de 30 días;
Milena del Carmen Zuñiga Medina, quien sufrió una fractura marginal de la
tuberosidad mayor del húmero, fractura estable T 12, contusión ojo derecho, TEC,
lesiones que le provocaron incapacidad para el trabajo por más de 30 días; y Boris
Enrique Castro Morales, quien resultó politraumatizado, con lesión plexo braquial,
plexopatía lumbosacra derecha aguda con daño axonal, lesiones que produjeron
en él una incapacidad para el trabajo por más de 30 días”;
10°) Que por los motivos procesales que más adelante se dirán, estos
sentenciadores estiman del caso analizar, primeramente, el recurso de
nulidad formulado por el Fiscal del Ministerio Público Nelson Vigueras
Camaño.
Tal como ya se adelantó, en él se invocan dos causales, una principal que
es la contemplada en el artículo 374 letra g) del Código Procesal Penal y una
subsidiaria, que es la que establece el artículo 374, letra e) del Código Procesal
Penal, en relación con lo preceptuado en los artículos 342, letras c) y d), y 297
inciso 2° del texto legal mencionado;
11°) Que en lo que dice relación con la causal principal, como ya se dijo, se
la hace consistir en la infracción al artículo 374 letra g) del Código Procesal Penal,
esto es, cuando la sentencia definitiva hubiere sido dictada en oposición a otra
sentencia criminal pasada en autoridad de cosa juzgada, específicamente en
contra del auto de apertura dictado por el Juzgado de Garantía de esta ciudad, en
este mismo proceso RUC 1000227267-4 quien, el 26 de abril de 2012 y previa
audiencia de rigor, determinó definitivamente los medios de prueba que se
rendirían en el juicio oral, entre ellos, y según consta en el considerando 5º,
números 16 y 17 de la resolución referida, concretamente la declaración en
calidad de testigos de Jorge Abate Reyes, Subcomisario de la Policía de
Investigaciones y Cristóbal Ramírez Morales, Oficial de la Policía de
Investigaciones, quienes deberían deponer “respecto a los hechos anteriores,
coetáneos y posteriores a los que son materia de la acusación, en particular de
las fijaciones del sitio del suceso, levantamiento de evidencias, “pericias
realizadas, declaraciones de víctimas y testigos, y en general, respecto de todas
diligencias investigativas realizadas”. Sin embargo, no obstante lo decretado en
dicho auto de apertura, los jueces del Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de
Concepción, los días 02 y 03 de agosto del año recién pasado, fechas en que les
correspondió declarar a los mencionados testigos Ramírez y Abate,
respectivamente y, ante una petición del abogado defensor Alejandro Espinoza,
prohibieron a dichos testigos referirse a la declaración prestada ante ellos por el
acusado Ricardo Baeza, por estimar que la rendición de dicha prueba afectaba el
derecho a guardar silencio del referido imputado, derecho al cual éste se había
acogido, lo que, en opinión del recurrente, significó una exclusión temática de
dichos testimonios, “infringiendo con ello abierta y descaradamente lo dispuesto
en el artículo 276 del Código Procesal Penal y el efecto de cosa juzgada del auto
de apertura pronunciado por Tribunal de Garantía”, pues habida consideración a
su naturaleza jurídica de sentencia interlocutoria, ya que resuelve sobre un
trámite que debe servir de base en el pronunciamiento de una sentencia definitiva,
produce dicho efecto. Añadió este recurrente que el artículo 276 del Código
Procesal Penal, referente a la exclusión de prueba, en su inciso 5°, refiere que
durante la audiencia de preparación de juicio oral, el juez de garantía excluirá las
pruebas que provinieren de actuaciones o diligencias que hubieren sido
declaradas nulas y aquellas que hubieren sido obtenidas con inobservancia de
garantías fundamentales, agregando en el inciso final que las demás pruebas que
se hubieren ofrecido serán admitidas por dicho juez al dictar el auto de apertura .
Según el recurrente, esto habría ocurrido en el presente caso, pues jamás se
solicitó por la defensa del mencionado imputado, en la audiencia de preparación
de juicio oral, la exclusión, sea total o parcial, de los testigos Abatte y Ramírez. En
consecuencia, dice que se aceptaron, por sentencia interlocutoria ejecutoriada, las
pruebas ofrecidas por el Ministerio Público, de manera que la procedencia y
discusión de la exclusión de ella sería irrevocable e inimpugnable, no pudiendo el
Tribunal del Juicio Oral en lo Penal de Concepción nuevamente pronunciarse, por
cuanto con ello se vulneraría la autoridad de cosa juzgada de que está revestido el
auto de apertura;
12°) Que sabido es que la funcionalidad de la cosa juzgada está
directamente relacionada con la intangibilidad de lo declarado y resuelto, está
inspirada en consideraciones de seguridad, certidumbre y estabilidad jurídica, en
términos de asumir que, bajo ciertas y determinadas circunstancias, un asunto
queda definitivamente zanjado tanto para la causa donde se origina el
pronunciamiento, como para futuros y eventuales procesos diferentes.
Que la institución de la cosa juzgada puede revestir un aspecto positivo,
que se conoce como acción de cosa juzgada y, uno negativo, conocido como
excepción de cosa juzgada;
13°) Que la cosa juzgada, en su aspecto negativo, vale decir,
relativamente a su manifestación como “excepción de cosa juzgada”, puede
decirse que consiste en el efecto que producen sólo las sentencias
definitivas o interlocutorias firmes, en virtud del cual no puede volver a
discutirse ni pretenderse la dictación de un nuevo fallo entre las mismas
partes y sobre la misma materia que fue objeto del fallo anterior;
14°) Que, de esta forma, para determinar la existencia de cosa juzgada ha
de existir una resolución previa (sentencias definitiva o interlocutoria firme) en que
se haya resuelto en determinado sentido que resulte ser antagónico o
contrapuesto con lo que resuelva con posterioridad.
Ahora bien, en la argumentación del Fiscal recurrente, la pretendida
contradicción se hace consistir, concretamente, en lo que a su turno se resolvió en
la etapa intermedia por el Juzgado de Garantía de esta ciudad y que quedó
plasmado en el respectivo auto de apertura del juicio oral -y hasta ahí todo se ve
normal-, empero a renglón seguido arguye que lo allí resuelto se contrapone con
lo que se decidió durante la recepción o incorporación de las pruebas en la etapa
del juicio oral, explicando que aquí habría existido una exclusión temática de
declaraciones de testigos que primigeniamente fueron admitidas en dicho estadio
procesal anterior.
Luego, no es que en la situación en análisis se esté acusando una
contradicción entre lo resuelto en el auto de apertura con lo decidido en la
sentencia definitiva impugnada –única forma de evidenciar el defecto
procesal que se reprocha-, sino que se trata de construir la alegación en
relación a lo que se resolvió incidentalmente durante la recepción de la
prueba en la audiencia de juicio, lo cual ciertamente no configura la causal
de nulidad en comento, como quiera que la letra g) del artículo 374 del CPP es
clara al disponer que el motivo de nulidad se configura: “Cuando la sentencia
hubiere sido dictada en oposición a otra sentencia criminal pasada en autoridad de
cosa juzgada”;
15°) Que, de consiguiente, como en la sentencia definitiva recurrida nada se
resolvió sobre la cuestión en que se fundamenta la causal de nulidad invocada,
resulta de toda evidencia que no cabe discurrir aquí sobre ninguna cosa juzgada,
por lo cual el recurso del Ministerio Público, en lo que se refiere a la presente
causal principal, debe ser rechazado;
16°) Que el Fiscal del Ministerio Público hace valer, en forma
subsidiaria de la anterior, la causal contemplada en el artículo 374, letra e)
del Código Procesal Penal, en relación con lo preceptuado en los artículos
342 letra c) y 297 del texto legal mencionado.
La primera disposición legal citada establece, como motivo absoluto de
nulidad, del juicio y la sentencia, cuando en el fallo se hubiere omitido alguno de
los requisitos previstos en el artículo 342, letras c), d) o e). Este último artículo, en
la letra c), dispone que la sentencia contendrá: La exposición clara, lógica y
completa de cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren por probados,
fueren ellos favorables o desfavorables al acusado, y de la valoración de los
medios de prueba que fundamentaren dichas conclusiones de acuerdo con lo
dispuesto en el artículo 297; y en la letra d), estatuye que también debe contener:
Las razones legales o doctrinales que sirvieren para calificar jurídicamente cada
uno de los hechos y sus circunstancias para fundar el fallo. Por último, el inciso 2°
del artículo 297, prescribe que el tribunal deberá hacerse cargo en su
fundamentación de toda la prueba producida, incluso de aquella que hubiere
desestimado, indicando en tal caso las razones que hubiere tenido en cuenta para
hacerlo;
17°) Que el motivo absoluto de nulidad del artículo 374 letra e) hecho
valer por el Fiscal, éste lo relaciona con el artículo 342 letra c) del Código
Procesal Penal, causal que se configura cuando el fallo impugnado presenta
vicios de forma, en lo que dice relación fundamentalmente con dos
aspectos, a saber: a) los jueces deben hacerse cargo en las reflexiones del fallo
de todas probanzas incorporadas por los intervinientes del juicio, incluso de
aquellas que hubiesen desestimado, en cuyo caso deben éstos señalar las
razones que tuvieron en cuenta para no considerarlas; y b) los magistrados no
deben contradecir lo dispuesto en el artículo 297 del citado texto legal, ya que si
bien es cierto que en la valoración de la prueba éstos la apreciarán con libertad,
no lo es menos que no deben contradecir los principios de la lógica, las máximas
de la experiencia y los conocimientos científicamente afianzados.
Lo anterior se debe a que el fundar el fallo tiene como principal finalidad el
hacer posible un control posterior del razonamiento utilizado por los
sentenciadores y, de esa forma, otorgar legitimidad a la decisión jurisdiccional.
Como señala el legislador, una fundamentación que deberá permitir la
reproducción del razonamiento utilizado para alcanzar las conclusiones a que
llegare la sentencia.
En efecto, la fundamentación de toda sentencia constituye una verdadera
garantía constitucional y forma parte del control jurisdiccional y público que
caracteriza el nuevo proceso penal y, además de ello, permite el derecho de todo
justiciable a que efectivamente pueda efectuarse un nuevo examen del asunto
sometido a decisión, el que se efectúa ante jueces distintos.
Así las cosas, la libre apreciación valorativa no es absoluta, pues tiene
como limites los principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los
conocimientos científicamente afianzados, lo que en doctrina se conoce como
“sistema de la sana crítica o persuasión racional”.
En definitiva y en lo que nos atañe, las normas señaladas reglamentan la
forma de cómo los jueces deben dar por acreditados los hechos, las que al ser
infringidas, traen aparejada la anulación de la sentencia y el juicio, de esta forma,
no existe un control del tribunal “ad quem” sobre los hechos, sino sobre la forma
como llegan a ellos.
18°) Que la exigencia contenida en el artículo 342 letra c) del Código
Procesal Penal, se traduce en una exposición cabal y exhaustiva de los
hechos y circunstancias que se dieren por acreditados, pero si bien es cierto
que dicha disposición no exige una transcripción íntegra y textual de los
dichos de cada uno de los peritos o testigos, no lo es menos que sí debe
dejarse constancia en el fallo, al menos, de una descripción sintética o
resumida de lo que declaró cada uno de ellos, que es la única forma que
tiene un tercero que no concurrió al juicio, primero, de tomar conocimiento
de los medios de prueba incorporados en el juicio y de su contenido y,
segundo, como consecuencia de lo anterior, de entender los aspectos que
fueron considerados por los jueces y cuáles fueron desechados. Es por ello
que la reproducción por parte de los sentenciadores de toda la prueba
rendida no significa necesariamente una transcripción por escrito de las
pruebas rendidas en la audiencia de juicio, pero sí se les exige que éstos,
haciéndose cargo de toda la prueba rendida, la analicen y expresen
fundadamente por qué la consideran y para acreditar qué hechos o aspectos
controvertidos y, del mismo modo, deberán dejar establecido, en caso de
existir prueba contradictoria o antagónica, o que se anule entre sí, la razón
de tales conclusiones.
Es por ello también que, si los jueces se limitan a ir citando extractos
de las declaraciones de los distintos peritos y testigos, sólo en la medida
que le sirven para fundamentar una u otra decisión, se estará,
necesariamente, frente a una sentencia que sólo podrá comprender el
redactor de la misma. En efecto, al omitir una descripción previa y resumida
de lo que ha ocurrido en el juicio, se impide que terceros puedan reproducir
el razonamiento del fallador, pues se ignora el contenido de la prueba
rendida en juicio, el que sólo se conoce parcial y limitadamente a través del
“resultado del proceso valorativo del Juez”, pero se ignora el desarrollo de
dicho proceso en sí.
En un sistema acusatorio y adversarial como el nuestro, se impone la
necesidad de motivar las resoluciones judiciales, o sea, la obligación de los
jueces de proporcionar las razones de su convencimiento, demostrando el
nexo racional entre las afirmaciones o negaciones a que arriban y los
elementos de prueba utilizados para alcanzarlas.
Como puede apreciarse de lo reflexionado precedentemente, lo que el
legislador ha querido es que en el fallo los jueces se hagan cargo de toda la
prueba rendida, la útil y la que no lo ha sido pues, como ya se dijo, de lo que
se trata es que las partes y aún cualquiera que lea el fallo, sea capaz de
saber cuál fue la prueba que se rindió y por cuál de los intervinientes,
precisándose si ella fue o no útil y, en ambos casos, por qué razón.
Puede decirse también que la fundamentación exigida por el
legislador, es imprescindible para la existencia de un debido proceso, que
junto con el derecho a defensa, se encuentran consagrados en la
Constitución Política de la República. Si se resolviera el proceso sin motivar
la decisión, omitiendo, ponderando parcialmente o no apreciando toda la
prueba rendida en el proceso, se vulnerarían tales derechos fundamentales.
Es así que la valoración de la prueba en la sentencia, requiere que se
señale el o los medios de prueba a través los cuales se tuvieron por
acreditados cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren por
probados. La fundamentación del fallo debe permitir la reproducción del
razonamiento utilizado por los jueces para alcanzar las conclusiones a que
llegare la sentencia.
19°) Que el artículo 297 del Código Procesal Penal establece “El tribunal
deberá hacerse cargo en su fundamentación de toda la prueba producida, incluso
de aquella que hubiere desestimado, indicando en tal caso las razones que
hubiere tenido en cuenta para hacerlo”. Luego en su inciso 3° dispone “La
valoración de la prueba en la sentencia requerirá el señalamiento del o de los
medios de prueba mediante los cuales se dieren por acreditados cada uno de los
hechos y circunstancias que se dieren por probados. Esta fundamentación deberá
permitir la reproducción del razonamiento utilizado para alcanzar las conclusiones
a que llegare la sentencia”.
La significación de la norma citada, entonces, es que la sentencia contenga
todos y cada uno de los basamentos empleados por los jueces de la instancia
para plasmar el discurso valorativo relativo a toda la prueba incorporada al juicio
oral, ya que ello permite revisar la forma en que arribaron ora a la convicción
condenatoria ora a la convicción absolutoria. En otras palabras, ello posibilita, tal
como se dijo, que personas ajenas a los jueces sentenciadores puedan efectuar
en forma efectiva una revisión del o los silogismos que se hayan empleado en la
construcción de la decisión final;
20°) Que, de este modo, y como una natural exigencia de la garantía
constitucional del debido proceso en un estado constitucional democrático, la
fundamentación persigue que los jueces expliquen circunstanciadamente cómo y
por qué se formaron convicción en uno u otro sentido, por lo que la respuesta
debe ir plasmada en forma concreta en la sentencia, y por ello es que la parte final
del inciso tercero más arriba aludido exige perentoriamente que: “Esta
fundamentación deberá permitir la reproducción del razonamiento utilizado
para alcanzar las conclusiones a que llegare la sentencia”.
En consecuencia, y dicho en términos más simples, la sentencia debe
bastarse a sí misma, es decir, explicarse por sí sola, sin que sean necesarios
factores exógenos a ella que completen dicha tarea. Al lector, de esta
manera -sea el propio justiciable o sea cualquier miembro de la comunidad-
debe resultarle suficiente revisar única y exclusivamente el fallo para que
pueda reproducir el razonamiento que se usó por los jueces para llegar a las
conclusiones finales.
21°) Que lo anterior, en todo caso, no debe entenderse materializado a
partir de una mera transcripción literal de la prueba, especialmente de todo lo que
depusieron en la audiencia los peritos o testigos. No es eso lo que persigue el
legislador en mérito de las normas aludidas; empero ello no importa que los jueces
tengan facultades para sesgar o parcializar sus dichos, sino que de lo que se trata
es que se exponga una síntesis de la declaración, donde sí se contengan los
elementos o capítulos esenciales de la misma -sean o no inconsistentes o
contradictorios-, para luego explicitar por qué toda la declaración o parte de ella es
la que fomentó una determinada conclusión y, en este último caso, explicar
también la razón por la cual se prefiere una sección de la misma y se desecha la
otra;
22°) Que la jurisprudencia también ha resuelto en el sentido indicado en
los motivos precedentes. Es así que este Tribunal ha decidido: “Debe tenerse
presente que la reproducción de los dichos de acusados y testigos en la
sentencia, no necesariamente debe contener la versión textual de las
declaraciones de cada uno de ellos, pero no pueden ser omitidas circunstancias
trascendentes que relatan los mismos y que pueden llevar al tribunal a emitir una
decisión final en el juicio, que pudo haber sido distinta a la consignada en lo
resolutivo de la sentencia que se analiza. Así, como manda el artículo 342 letra c)
la sentencia debe contener la exposición clara, lógica y completa de cada uno de
los hechos y circunstancias que se dieren por probados, fueren ellos favorables o
desfavorables al acusado. Se deja establecido que tales hechos y circunstancias
son obtenidos por el tribunal de las declaraciones de acusados y testigos, así
como también de los peritos que concurren al juicio y, tal como ha detallado en el
cuerpo de su escrito el recurrente, leída la sentencia por esta Corte, se ha podido
constatar que se ha omitido en la sentencia la reproducción de detalles
trascendentes, manifestados por dichas personas, que pudieron alterar la
conclusión final plasmada en lo resolutivo de la sentencia (Rol N° 276-2010).
También ha resuelto en sentido similar la Excelentísima Corte
Suprema de Justicia, al señalar: “Que, contrastada la sentencia con el objeto de
conocer el análisis de la evidencia anterior, fluye de toda evidencia que ella no
consta en el fallo anulado, lo que impide conocer los motivos que puedan haber
llevado al tribunal a valorarla en uno u otro sentido, así como su trascendencia,
por lo que no es posible reproducir el razonamiento efectuado a esos respectos, lo
que conlleva materializar la procedencia y efectividad de la existencia del motivo
absoluto de nulidad alegado, y conlleva objetivamente a la nulidad de la sentencia
y el juicio oral que le antecedió, al tratarse de una causal de efectos absolutos y
autosuficientes, en que no es necesario acreditar un agravio o perjuicio, ya que su
invocación opera de pleno derecho, atendida la gravedad de los hechos en que se
sustenta, en donde se presume que existió una infracción sustancial de garantías,
referida a la valoración de los medios de prueba que fundamentan su decisión de
acuerdo a lo que dispone el artículo 297 del Código Procesal Penal, debiendo
señalar expresamente la apreciación y en definitiva el valor que otorgó a los
medios de prueba indicados en el motivo anterior, lo que constituye el nexo lógico
entre las evidencias rendidas y las conclusiones efectivamente arribadas por el
tribunal, de manera tal de permitir al intérprete verificar el objetivo antes expuesto
referido a la comprensión del razonamiento que efectuó el tribunal, para arribar a
las conclusiones expresadas en la parte resolutiva del fallo. Lo que se vincula con
la exigencia del inciso segundo de la misma norma, en cuanto a que los jueces
deberán hacerse cargo en su fundamentación de toda la prueba producida,
incluso de aquella que hubiere desestimado, indicando en tal caso las razones
que hubiere tenido en cuenta para hacerlo, lo que no se hizo.” (Rol N° 6.751-
2009).
En el mismo sentido ha resuelto el Máximo Tribunal al fallar un recurso
de queja, diciendo: “Que esta Corte ha señalado ya en reiteradas oportunidades
que la fundamentación de las sentencias es una obligación no sólo contemplada
en los códigos de procedimiento, sino que se alza en un aspecto del debido
proceso y del derecho a defensa, en cuanto corresponde a la solución dada por el
órgano jurisdiccional al conflicto penal vigente y que debe plasmarse en una
sentencia clara, íntegra y razonada, comprensible por todos los sujetos que
accedan a ella y que satisfaga, naturalmente, todas las pretensiones sometidas a
su conocimiento por los intervinientes” (Rol N° 10.598-2011).
También ha resuelto así la Excelentísima Corte Suprema de Justicia al
sostener: ”La sentencia es bastante voluminosa, pues dedica toda su primera
sección a la enumeración de la prueba rendida en forma que puede estimarse que
en general cumple con lo establecido en la primera parte del inciso 2º del artículo
297 que exige a la sentencia “hacerse cargo en su fundamentación de toda la
prueba producida”, pero no con el segundo segmento del precepto que la obliga a
analizar “incluso aquella que hubiere desestimado, indicando en tal caso las
razones que hubiere tenido en cuenta para hacerlo”. Prosigue señalando el
Excmo. Tribunal en su considerando 13°: “Por consiguiente, si el tribunal no
realiza su argumentación en la forma indicada, es decir, analizando cada una de
las pruebas rendidas sin omitir ninguna, y por el contrario efectúa aceptaciones o
descartes en forma global, procederá el recurso de nulidad en los términos
indicados en el artículo 374 letra e) en relación con los otros mencionados, o sea,
342 letra c) en relación con el artículo 297, todos del Código Procesal Penal.” (Rol
N° 5.540-2004);
23°) Que el contenido de la motivación fáctica consistente en la
exposición clara, lógica y completa de los hechos, no es suficiente. En efecto, la
motivación fáctica no se agota en la sola declaración de hechos probados (o no
probados, en su caso); el legislador exigió, además, la expresión de la valoración
de los medios de prueba que fundamentan las conclusiones. Por otro lado, si la ley
ordena establecer los hechos, implícitamente está instaurando el deber de valorar
la prueba rendida, desde que valorándola se llegará a ese establecimiento.
Es por ello que la falta absoluta de valoración configura un motivo
de nulidad, conforme a lo ya señalado y, además, se configura por la
valoración incompleta de la prueba, siendo ésta incompleta cuando hay
omisión en la valoración de un medio de prueba y, además, cuando en la
actividad valorativa se omiten datos o circunstancias importantes que
impiden determinar con claridad la verdad de lo acontecido. Por lo
expresado, se ha resuelto que la falta de valoración de un medio de prueba
concreto sirve de fundamento a la causal de nulidad en comento.
24°) Que analizando primero la estructura general del fallo recurrido,
puede apreciarse que éste, en sus primeros quince fundamentos hace referencia a
los hechos de la acusación, tanto del Ministerio Público como de los querellantes,
alegatos de apertura y clausura de los respectivos intervinientes de este juicio,
dichos de los imputados que depusieron en el juicio, esto es: Felipe Parra
(considerando 13°); Carlos Petinelli (fundamento 14°) y Pedro Ortigosa (motivo
15°), para luego, en el considerando 16°, establecer los hechos que ha tenido por
acreditados.
Posteriormente, en el considerando 17°, la sentencia que se revisa cita
numerosos extractos de los medios de prueba utilizados para dar por acreditados
los hechos mencionados en el motivo 16°. En los considerandos 18° a 24° expone
las razones jurídicas que establecen la responsabilidad penal de René Pettinelli
Loayza, único condenado en este proceso, argumentos de su defensa, la pena y
circunstancias modificatorias correspondientes. Finalmente, en los considerandos
25° a 34° los sentenciadores reflexionan sobre las absoluciones del resto de los
acusados y razonamientos de sus defensores, transcribiendo en cada caso
extractos de las declaraciones de algunos peritos y testigos para fundarlas; en el
35° se refiere a las costas de la causa. Concluye el fallo impugnado con los
razonamientos referentes a las acciones civiles, los que van desde el 36° al 50°;
25°) Que analizando ahora los aspectos sustantivos de la sentencia
impugnada, se advierte que en ella se ha omitido la descripción de los
elementos probatorios incorporados por las partes al presente proceso, lo
que constituye una infracción al inciso 2° del artículo 297 del Código
Procesal Penal. En efecto, en los motivos primero a decimoquinto de la
sentencia impugnada por esta vía, en especial los que se refieren a los
alegatos de los intervinientes, aparece que en el presente juicio hubo tesis
contradictorias, la de la defensa fue distinta a la del Ministerio Público,
incorporando ambas partes diversas probanzas, por lo cual el fallo, al ser la
conclusión de la “litis”, debería permitir conocer lo que ocurrió en ella,
consignándose en la sentencia no sólo las teorías del caso de uno y otro
interviniente, sino que, necesariamente, también las probanzas tendientes a
comprobar dichas teorías, señalando cuáles fueron estas pruebas, quién las
presentó, cuáles fueron valoradas positivamente y las razones de ello,
cuáles fueron desestimadas y los motivos que se tuvieron en consideración
para ello; no obstante lo cual esto no ocurrió en la especie.
En efecto, del sólo examen de la estructura general del fallo recurrido
se advierte que ello no se cumplió, pues se omitió por completo la
enumeración y resumen o reseña de las probanzas aportadas al juicio,
omisión que impide a quien sólo lea la sentencia, poder entender y
reproducir el razonamiento de los jueces del tribunal oral.
Vale decir, como la sentencia omite en su estructura una relación y
sintética descripción de las probanzas rendidas en este proceso, no resulta
posible que terceros que la lean sepan lo que dijeron los testigos y los
peritos durante el juicio, lo que, como se dijo en considerandos anteriores
del presente fallo, resulta necesario para poder reproducir el razonamiento
del tribunal en orden a por qué valora unos y desvalora otros, así como las
razones que se tuvo para ello. Es decir, este tercero, en un “acto de fe”,
como lo dijo en su recurso el Fisca, debe creer que todo aquello que el
tribunal no consignó en la sentencia, por lo cual no fue valorado, no existió o
no es importante para la decisión a que éstos arribaron;
26°) Que lo razonado y concluido en el motivo precedente relativo a
las omisiones que presenta el fallo impugnado, se puede comprobar, “verbi
gratia”, con el ejemplo proporcionado por el Fiscal en su recurso, cuando
señala que “si se quisiera conocer el contenido de lo declarado por el perito
Fernando Yáñez, quien declaró durante 9 días (06 al 19 de Julio) no existe un solo
considerando del fallo recurrido que describa o exponga resumidamente el
contenido de su declaración. Lo único que hay, son citas parciales y extractadas a
las que el sentenciador recurre para justificar una u otra decisión”. A ello puede
agregarse que la omisión anotada puede advertirse con todos y cada uno de los
peritos y testigos del juicio, por lo cual si se quisiera contrastar las citas que hacen
los jueces del mencionado perito con el contenido global de su declaración, ello no
puede realizarse, pues no hay una descripción o relación general de toda las
probanzas incorporadas al proceso.
27°) Que, por otro lado, el vicio en comento se trata de una infracción
formal que influye en el fondo. En efecto, es formal, porque para acreditarla
basta leer la sentencia recurrida para comprobar que en él no existe un solo
fundamento que reseñe, aunque sea en síntesis, el contenido de la prueba
incorporada en el proceso. Influye también en el fondo, pues como no existe este
“antecedente”, que es necesario para que enseguida los jueces realicen la
valorización de la misma, es imposible reproducir el razonamiento de los
magistrados, pues éstos omitieron dicha descripción y pasaron directamente a
valorar aspectos parciales de la prueba, tal como lo dice el Fiscal recurrente, “en
la medida que le servían para justificar sus decisiones, pero como se carece de
una descripción de tales medios de prueba, no es posible controlar y entender
dicho proceso valorativo, que se torna parcial e ininteligible para quien trate de
reproducirlo”.
Como se ha dicho anteriormente en este fallo, la omisión en la estructura
del fallo de un apartado que diga relación con las probanzas incorporadas al
proceso, junto con impedir la reproducción del raciocinio del sentenciador,
obstaculiza el control procesal del razonamiento probatorio que este Tribunal
pudiera efectuar a través de la presente vía pues, como consecuencia de ello, no
es posible saber quién y qué prueba se rindió en la litis y menos aún, su
contenido. Tampoco permite saber cuál fue la prueba desestimada y las razones
que tuvieron los jueces para decidir en tal sentido.
Confirma las omisiones señaladas, por ejemplo, el hecho que en este
proceso hubo dos “teorías del caso“ totalmente contradictorias una de la otra. Así
tenemos que la del Ministerio Público atribuyó responsabilidad a los ocho
imputados acusados y, fundamentalmente, las probanzas hechas valer para
arribar a dicha conclusión consisten en prueba pericial, la que se incorporó al
proceso mediante los dichos de numerosos peritos que concluyeron, en síntesis,
que el edificio “Alto Río” colapsó con el terremoto del día 27 de febrero de 2010
por la concurrencia de tres factores: a) errónea clasificación del suelo; b) errores
de diseño y c) errores de construcción; todo ello de la mano de una deficiente
gestión y fiscalización del proyecto en su conjunto. A su turno, la defensa de los
acusados también rindió prueba de peritos y afirmó, en general, que no hay
responsables en el colapso del edificio, pues éste se debió a cuatro factores: a)
dirección coincidente de las ondas del sismo con el eje débil del edificio, b) falta de
confinamiento, c) muros curvos sin refuerzo y d) un fenómeno de resonancia.
Pues bien, la estructura del fallo recurrido no permite a cualquiera que
lo lea, conocer esta prueba y sus alcances, y tampoco entender cómo es
posible que ante dos tesis absolutamente contradictorias, el fallo resuelva
sobre la base de una tercera que nunca nadie alegó en el proceso, esto es,
que el edificio colapsó por una sola causa, cual es, los errores del diseño
estructural, por lo cual sólo condenó al ingeniero civil estructural o
calculista René Pettinelli Loayza.
28°) Que también grafica las omisiones que se han venido denunciando,
otro ejemplo señalado por el Fiscal recurrente (página 21), cuando menciona que
en el considerando vigésimo octavo de la sentencia recurrida, en el cual los
sentenciadores rechazan todos los cargos imputados a los acusados Felipe Parra
Zanetti, Ricardo Baeza Martínez y Juan Ortigosa Ampuero, en su N° 1 se refiere
al rechazo de una de las conductas imputadas a dichos acusados relativas al
hecho de haber encargado, y tenido a la vista dos informes de mecánica de suelo
con resultados distintos, pues uno clasificaba el suelo como Tipo II y el otro como
Tipo III, optando para el diseño del edificio por aquel que clasificaba el suelo como
Tipo II, lo que, obviamente, trajo como consecuencia diseñar y calcular un edificio
con una estructura más débil. Sin embargo, al referirse los jueces a las probanzas
incorporadas al proceso destinadas a acreditar la incidencia del suelo en el
colapso del edificio, éstos señalan: “A mayor abundamiento, toda la prueba del
juicio fue conteste en advertir que la clasificación del suelo no tuvo incidencia
alguna en el colapso de la estructura,… “, luego de lo cual, tal como lo dice el
Fiscal recurrente, ejemplifican citando la siguiente frase del perito Yáñez, de
manera descontextualizada y parcial: “la clasificación del suelo no tiene
incidencia en el colapso del edificio “Alto Río”; que la resistencia que tenía el
edificio fue justo la que el terremoto le aplicó; y que la clasificación del suelo como
tipo II en vez de III no explica el derrumbe.”
Sin embargo, como en el fallo no se resume todo lo que declaró al respecto
este perito en el proceso, la única manera de contrastar si esa cita que hacen los
sentenciadores es efectiva o no, es escuchando la correspondiente pista de audio,
en la cual se advierte que el perito Fernando Yáñez el día 11 de Julio, para
referirse a las causas del colapso declaró respecto de la incidencia de la
clasificación del suelo en relación al terremoto, afirmando que diseñar para suelo
Tipo II quedaba bajo el corte mínimo establecido por la norma, por lo que se
diseñó con ese espectro y que efectivamente resultó coincidente con la fuerza
aplicada por el terremoto. No obstante ello, el mismo perito dice que si se hubiese
diseñado para un suelo tipo III, la resistencia habría sido mayor. A continuación, el
mencionado perito, respondiendo las preguntas del Fiscal recurrente en orden a
cómo se traduce esto en la armadura del edificio y su comportamiento, señaló que
quien estaba en mejores condiciones de explicarlo, era el perito René Lagos,
señalando sí que los déficit en armadura de la estructura aumentaba al 40%.
Posteriormente, en otra pista de audio, el mismo perito señala nuevamente que
el déficit de armadura es de un 10% para un suelo tipo II y si se considera que es
suelo tipo III, el déficit es de un 40%, pero que eso lo podría explicar mejor el
perito Rene Lagos. Luego el mismo perito Yáñez, siempre refiriéndose a las
causas del colapso del edificio “Alto Río”, se refiere a que para ellos el suelo
clasifica como tipo III, por lo cual el déficit de la armadura es de un 40%, lo que
implica “que la resistencia del edificio disminuye en un 40%”.
Al escuchar las correspondientes pistas de audio, puede advertirse que el
propio perito Yáñez, en dos oportunidades, señaló que sería el perito René Lagos
quien mejor podría explicar este punto. Sin embargo, nada dice la sentencia sobre
lo que declaró el perito Lagos sobre este aspecto.
El ejemplo señalado en el párrafo anterior, demuestra que, tal como se
ha venido diciendo, en la estructura del fallo no se contiene una reseña o
relación de los medios de prueba que los intervinientes rindieron en el juicio,
por lo cual nuevamente hay que recurrir a las pistas de audio, en las cuales
se puede escuchar las declaraciones del perito Lagos, quien refiriéndose a
los efectos del terremoto y la incidencia de un suelo tipo II o tipo III en la estructura
de un edificio, quien señaló textualmente, según la cita que de ello hace el Fiscal
recurrente, “……..Las fuerzas que uno debe considerar aplicadas horizontalmente
están definidas por una norma y, a grandes rasgos, podemos decir que la norma
tiene una fórmula la cual uno la alimenta con una serie de datos y en función de
eso la norma dice qué fuerza horizontal tengo que aplicarle al edificio; en general
la fuerza sísmica se asimila a una fuerza horizontal expresada como un % del
peso del edificio. Normalmente la norma dice que esa fuerza horizontal
dependiendo de la zona sísmica si estamos en zona II como Santiago, la fuerza
mínima es un 5% del peso, en zona III, como Concepción es un 6,7% del peso,
como fuerzas mínimas, y también establece unos máximos que son bastante
altos. Pero en general los rangos están entre 5 y 10 o 12%, del peso del edificio
como fuerza horizontal. Entonces, dentro de las variables que inciden en cuál es
la fuerza sísmica que debo aplicarle al edificio, qué porcentaje del peso es esa
fuerza, están: donde esta ubicado el edifico (zona sísmica 3, 2 o 1…), la más
severa es la zona sísmica 3; también este porcentaje del peso que tengo que
aplicar al edificio depende el tipo de suelo en que está emplazado, pues la onda
sísmica se propaga a través de la roca, pero en la superficie se siente distinto y
no llega igual a la superficie. En la práctica….por eso se pide un estudio de
mecánica de suelo para que un especialista haga las prospecciones necesarias y
determine las características del suelo. El ingeniero estructural en esta materia
está en el ámbito de las restricciones más que de las libertades. Les decía que
cuando elabora la estrategia de por donde bajaran las cargas, es plenamente
libre, pero cuando pasa a un paso siguiente y empieza a elaborar este modelo, ya
entra en un ámbito normado en cuanto a normas para que cantidad de cargas
verticales uso, donde y como las tengo que distribuir, etc….en este caso también .
Si tengo suelo tipo II o un suelo tipo III, la diferencia en este caso del porcentaje
de fuerzas que debo aplicarle al edificio cambia del simple al doble, del simple al
doble. La experiencia nuestra después del terremoto y a raíz de los cambios de
normas o de las reinterpretaciones en un primer instante y cambio posteriormente
de las clasificaciones del suelo, nos ocurrió a nosotros en la oficina que edificios
que habíamos terminado de calcular y que tenían un informe de suelo que decía
que era suelo tipo II, que afortunadamente no se habían empezado a construir y
de acuerdo a estos nuevos conocimientos este suelo clasificaba como tipo III “ …
Continúa explicando el perito que comprobaron qué impacto tenía eso en los
planos (refiriéndose a los de otros edificios) y que éstos debían “botarse a la
basura y hacer el proyecto de nuevo”, pues los espesores de muro no servían,
había que aumentarlos, redibujar planos, la cantidad de “enfierradura” debía ser
considerablemente mayor por pasar de suelo II a III., agregando luego: “Por lo
tanto eso es un parámetro sumamente relevante, en las consecuencias del
detallamiento y del diseño estructural.” Finalmente, el mencionado perito explica,
refiriéndose ahora al Edificio “Alto Río” que tomaron el mismo modelo y en vez de
considerar un suelo tipo II, consideraron un suelo tipo III, esto sin cambiar nada
del modelo, y llegaron a determinar que el déficit de armadura ya no era un 10%,
era mucho mayor, del orden del 40% y algunos secciones ya no eran capaces de
tomar estos esfuerzos y que los eslabones débiles detectados aumentaban
considerablemente.
Así las cosas, las omisiones recién anotadas y otras que se advierten
en el fallo, no permiten conocer todas las probanzas que se rindieron en el
proceso, quién las presentó, cuáles fueron contradichas, si son o no
inconsistentes o contradictorias, por qué algunas de ellas fueron
desestimadas y otras consideradas, pues al no señalarse la reseña total de
las probanzas aportadas por los intervinientes, no se puede saber si las
mencionadas en forma parcial en la sentencia fueron las únicas y si éstas
fueron citadas íntegramente. En efecto, sólo se cuenta con citas y extractos
que van realizando los jueces sentenciadores, pero sólo en la medida que
los necesitan para justificar sus proposiciones;
29°) Que, entonces, es aquí donde yerra el discurso empleado en la
situación sub lite por los jueces del tribunal “a quo”, desde que en lo relativo
a la prueba consistente en las declaraciones de los peritos, en muchos
casos hacen citas parciales, sesgadas o descontextualizadas que
distorsionan el mérito de las probanzas, conduciendo a severos equívocos
en sus conclusiones, equívocos que no pueden ser advertidos con la sola
lectura del fallo por un tercero, por lo cual éste no se basta a si mismo.
Existen muchas situaciones como las recién descritas, pudiendo citarse además, a
modo de ejemplo, la afirmación efectuada por los magistrados en el primer
numeral del considerando 28° de la sentencia impugnada, cuando rechazan todos
los cargos en contra de los acusados Felipe Parra Zanetti, Ricardo Baeza
Martínez y Juan Ortigosa Ampuero, especialmente el contenido en la letra a) del
motivo 27° que se refería al hecho de haber encargado y tenido a la vista dos
informes de mecánica de suelo con resultados absolutamente diferentes, ya que
uno clasificaba el suelo como tipo II y el otro como tipo III, no obstante lo cual
optaron para el diseño del edificio por aquél que clasificaba el suelo como tipo II, lo
que significó diseñar y calcular el edificio de que se trata con una estructura más
débil. Ante ello, los jueces, cuando se refirieron a la prueba rendida en el proceso
destinada a acreditar la incidencia del suelo en el colapso del edificio, dijeron: “A
mayor abundamiento, toda la prueba del juicio fue conteste en advertir que la
clasificación del suelo no tuvo incidencia alguna en el colapso de la estructura…”,
luego de lo cual pretenden ejemplificar su afirmación citando una frase del perito
Yáñez, como ya se dijo, de forma parcial y descontextualizada: “la clasificación del
suelo no tiene incidencia en el colapso del edificio “Alto Río”; que la resistencia
que tenía el edificio fue justo lo que el terremoto le aplicó; y que la clasificación del
suelo como tipo II en vez de III no explica el derrumbe”.
Como en el fallo no se reproduce lo que esencialmente dijo este perito en
ese aspecto, debe necesariamente recurrirse a las pistas de audio, quedando de
manifiesto al escucharlas la situación ya descrita en el párrafo segundo de este
considerando.
Como puede apreciarse del ejemplo mencionado en el acápite
segundo de este fundamento y de varias otras situaciones similares, sólo se
ponderó algunas partes de las declaraciones de peritos y testigos, referentes
a determinados aspectos que contribuían a reforzar las conclusiones a que
arribaron los sentenciadores, con prescindencia de sus dichos que
implicaban argumentos en contrario, haciendo ver en el fallo reprochado que
únicamente habían declarado en el primer sentido mas no en el último.
En otros términos, de sólo revisar la sentencia fluye que se efectúan
citas de los peritos que conducen a la absolución de la mayoría de los
acusados, sin siquiera indicarse, ni aún en forma somera, que también
habían dicho luego una cosa distinta o complementaria o modificatoria de su
aseveración primigenia. Un lector, entonces, malamente podía saber todo lo
esencial que depusieron los peritos o testigos acerca de las causas o
concausas que produjeron el colapso del Edificio “Alto Río”, porque lo que
fue sintetizado de su declaración se efectuó en forma incompleta en lo que a
los aspectos medulares de la misma se refiere.
Distinto hubiere sido si, haciéndose un resumen más amplio de la
respectiva declaración, esto es, abarcando todos los aspectos medulares de
lo depuesto en relación con el núcleo de la cuestión de la controversia,
posteriormente, a la hora de la ponderación probatoria, se hubiese explicado
por qué se considera o no toda o parte de esa declaración. Sólo así y nada
más que así quien revisa la sentencia podría efectuar un estudio crítico de la
razón que se consideró por el tribunal para convencerse en uno u otro
aspecto, porque de entenderse lo contrario habría que acudir a factores más
bien etéreos para pretender desentrañar el por qué se dijo y resolvió de la
manera en se hizo;
30°) Que, en estas circunstancias, resulta evidente que la fundamentación
de la sentencia impugnada no permite la reproducción del razonamiento utilizado
para alcanzar las conclusiones a que se arribó en ella y, por lo mismo, incurre en
el vicio que se ha dado en llamar de “falsa fundamentación” o “fundamentación
aparente”, lo que amerita, desde luego, el reproche que se le ha efectuado, no tan
sólo por el Fiscal del Ministerio Público, sino por todos los recurrentes, lo que
significa que efectivamente se ha configurado la causal absoluta de nulidad que se
está examinando;
31°) Que sin perjuicio de lo concluido precedentemente, a mayor
abundamiento, la sentencia recurrida no sólo incurrió en las omisiones anotadas,
sino que, como consecuencia de ellas, el fallo impugnado infringió la valoración de
la prueba conforme a las reglas de la sana crítica, desobedeciendo así lo
dispuesto en el artículo 297 del Código Procesal Penal.
Se ha dicho respecto de la apreciación de la prueba, en general, en
cualquier tipo de procedimiento, no sólo en el procesal penal, que “la valoración
de las pruebas se identifica con el juicio de aceptabilidad de los resultados o del
contenido de los medios de prueba. Importa asignar un determinado peso o
eficacia a tales medios en función de las afirmaciones fácticas realizadas en el
proceso, respecto a los enunciados de las normas que deciden el asunto. En
definitiva, hace referencia a la actividad intelectual del juez dirigida a determinar el
grado de convicción que llega a alcanzar con las probanzas ejecutadas por las
partes, en términos de considerar como verdaderas, como probadas o no
probadas las aserciones que sobre los hechos han efectuado los litigantes” (“El
Recurso de Nulidad Laboral”. Omar Astudillo Contreras. Editorial Abeledo Perrot.
Legal Publishing Chile. Año 2012. Página 94).
También se ha señalado que “La valoración probatoria es, sin lugar a
dudas, un proceso intelectual y, por lo mismo, complejo, que comprende aspectos
diversos. Entre ellos, la doctrina menciona la percepción, que se asocia a
operaciones esencialmente sensoriales (ver oír, palpar y oler), interpretar
(procesar la información y entenderla) y, luego, la extracción de resultados, las
conclusiones que logran obtenerse de los datos o de la información percibida y
procesada. Esta última fase es entendida como valoración propiamente dicha y es
identificada con una actividad racional que opera por inducción o por deducción ”
(Devis Echandía, Hernando, citado por el mismo autor anterior).
Como la valoración probatoria y, con ella la fijación de los hechos, se
produce dentro de un procedimiento judicial, implica que ha de existir también un
modelo institucionalizado para esos fines que, en el procedimiento penal es, al
igual que en el laboral, el régimen de la sana crítica.
Refiriéndose a la sana crítica, el Ministro de la Excma. Corte Suprema
de Justicia don Sergio Muñoz Gajardo, en prevención efectuada en recurso
de casación Rol N° 249-2010, ha señalado “La sana crítica está referida a la
valoración y ponderación de la prueba, esto es, la actividad encaminada a
determinar primero los aspectos que inciden la decisión de considerar
aisladamente los medios probatorios, para precisar su eficacia, pertinencia,
fuerza, vinculación con el juicio y cuanto pueda producir fe en el juzgador respecto
de su validez y su contribución al establecimiento de la verdad de los hechos
controvertidos, esto es, el mérito que puede incidir en la convicción del
sentenciador. Luego, en una valoración conjunta de los medios probatorios así
determinados, extraer las conclusiones pertinentes en cuanto a los hechos. En
ambos escalones deberá tener presente el magistrado las leyes de la lógica, la
experiencia y los conocimientos científicamente afianzados en la comunidad en un
momento determinado, por ello es que son variables en el tiempo y en el espacio,
pero estables en el pensamiento humano y la razón. Este es el contenido de la
sana crítica o su núcleo medular; son los aspectos que no pueden ser
desatendidos…”. (Citado también por el autor Sr. Astudillo Contreras en la misma
obra. Página 95)
Uno de los criterios de la sana crítica son las reglas de la lógica y
éstas “son leyes universales, a priori, que se presentan como necesarias al
raciocinio exteriorizado, para asegurarse de su corrección y que están
constituidas por las leyes fundamentales de la coherencia y de la derivación.
La coherencia es entendida como la concordancia que ha de existir entre los
elementos del pensamiento, de la que se deducen sus principios formales, o
sea: i. el de identidad, conforme al cual una cosa sólo puede y debe ser igual a sí
misma, lo que significa que si se atribuye a un elemento un contenido
determinado, debe mantenerse en todo el curso racional; ii. el de la no
contradicción, que nos indica que si dos juicios se contraponen, implica que
ambos no pueden ser verdaderos, porque una misma cosa no puede ser dos
cosas a la vez o algo que es, no puede no ser al mismo tiempo, e iii. el del tercero
excluido, que dictamina que si una cosa sólo puede explicarse dentro de una de
dos proposiciones contrapuestas, una debe ser falsa y la otra verdadera, pero no
puede haber una tercera posible. A su vez, la derivación es concebida como una
regla que expresa que cada pensamiento debe provenir de otro con el cual está
relacionado, ley de la que se extrae el principio de la razón suficiente según el
cual, para ser verdadero, todo juicio necesita de una razón suficiente. En términos
más comunes, nada es “porque sí”, sino que debe estar suficientemente fundado”
(Omar Astudillo, en su obra citada, página 98, quien deja constancia que los
estudiosos de la lógica no mencionan a la razón suficiente como uno de sus
principios);
32°) Que de la atenta lectura de la sentencia recurrida puede advertirse
que en la valoración de la prueba se vulneraron los principios del tercero
excluido y el de la razón suficiente.
En efecto, el fallo impugnado conculcó el principio del tercero excluido,
principio que supone que entre dos proposiciones, de las cuales una afirma y la
otra niega, entre la atribución de un cierto predicado a un sujeto y la negación de
ese mismo predicado, si se ha reconocido que una de esas proposiciones es
verdadera y la otra falsa, no hay una tercera posibilidad.
En la especie, la sentencia en revisión, tal como lo señaló el Fiscal
recurrente y por las razones por él esgrimidas en este aspecto, asumió una
hipótesis no alegada por los intervinientes en el juicio, pues los acusadores
hicieron valer la tesis sostenida por IDIEM de la Universidad de Chile, en tanto que
la defensa esgrimió la tesis sustentada por los peritos presentados por su parte, es
decir, fundamentalmente, la de los señores Restrepo y Conte. Sin embargo, el
tribunal atribuye la caída del edificio a una causa única, esto es, los errores del
diseño estructural, que no es ninguna de las anteriores, por lo cual condenó
únicamente al ingeniero calculista René Pettinelli Loayza (párrafo 2° del
considerando 18°), conclusión que no tendría sustento en las declaraciones que
transcriben en el fallo, emanadas de los peritos presentados por las partes. En
efecto, la “teoría del caso” del Ministerio Público, corroborado por la prueba
pericial incorporada por dicho ente persecutor propone como causa del colapso
del edificio “Alto Río”, fundamentalmente, errores, negligencias e infracciones
reglamentarias cometidas en el ámbito de la mecánica de suelo, diseño,
estructuración y construcción del citado edificio, unido todo ello a una deficiente
gestión y fiscalización del proyecto en su conjunto. Por su parte, la tesis de la
defensa de los acusados, en síntesis, es que, también el colapso obedece a
múltiples causas (distintas sí a las de la Fiscalía); en cambio, como ya se dijo, los
jueces optan por una tercera tesis, propia, que nadie alegó en el juicio, esto es,
que el desplome del edificio se debió a una sola causa, esto es, los errores del
diseño estructural, condenando así únicamente al ingeniero calculista René
Pettinelli Loayza.
33°) Que también se infringió este principio del tercero excluido y, al
mismo tiempo, el de la no contradicción, en lo que dice relación con la
determinación del “eje débil” del ya mencionado edificio, pues, por un lado, el
peritaje efectuado por IDIEM estableció que el eje débil estaba constituido por todo
el eje “I”, particularmente los muros contiguos 5, 8, 13 y 20 y los pilares contiguos
11, 17 y 24 y, por otro lado, la defensa, a través de los peritos Restrepo, Conte y
Dechent propusieron que el eje débil y por donde comenzó el colapso era el eje
“J”, concretamente los muros curvos de la caja de escala. A su turno, los
sentenciadores, en el considerando 17°, letra j, mencionando a peritos del IDIEM
establecen que el eje débil del inmueble referido era el “i” y, posteriormente, cita a
los peritos de la defensa señores Restrepo y Conte para afirmar la incidencia de
los muros curvos que están ubicados en el eje “J”. Con posterioridad los jueces
afirman que tanto el eje “I” como el “J” eran ejes débiles, mezclando así las
conclusiones de los peritos del IDIEM y los de la defensa, no obstante que ambas
conclusiones no son compatibles.
34°) Que al no encontrarse debidamente explicado y fundada la razón por la
cual los jueces, en los dos casos señalados anteriormente, arribaron a una
conclusión única, totalmente distinta a la que habían planteado las partes,
infringieron no sólo los principios del tercero excluido y el de la no contradicción,
sino que también el principio de la razón suficiente, porque como se dijo
anteriormente al definir este principio, nada es “porque sí”;
35°) Que conviene dejar claramente establecido que conforme a lo
explicado y, como ya se dijo, falta en la sentencia recurrida una reseña, un análisis
de toda la prueba rendida, así como un razonamiento asentado sobre bases serias
y sólidas que avale las conclusiones a que se arribó, trasgrediendo los límites
impuestos a la valoración de la prueba al carecer de fundamentación suficiente
que permita reproducir el razonamiento utilizado para alcanzar sus conclusiones,
lo que, en todo caso, no significa que esta Corte esté adoptando un
pronunciamiento absolutorio ni tampoco condenatorio, ni menos valorando
directamente medios probatorios, dado que ello no es su tarea, pero sí debe
dejarse establecido que en la elaboración del discurso valorativo y conclusivo, se
infringió el principio de fundabilidad, cuestión que tuvo influencia en lo decisivo del
fallo, por lo que, como ya se dijo, corresponde acoger la causal subsidiaria del
recurso de nulidad formulado por Ministerio Público;
36°) Que lo concluido en los dos considerando precedentes, hace
innecesario, no solamente referirse a los demás hechos en que basa la causal
indicada el Fiscal del Ministerio Público, sino que, también, emitir pronunciamiento
sobre los recursos de nulidad formulados por el resto de los recurrentes, decisión
que encuentra asilo legal en lo establecido en el inciso segundo del artículo 384
del Código Procesal Penal;
37°) Que cabe hacer presente, asimismo, que la prueba que rindió el
Fiscal del Ministerio Público en la audiencia de vista del recurso, reseñada en el
otrosí del escrito en el que se contiene su recurso de nulidad, la que dice relación
con la causal principal, no altera lo ya reflexionado y resuelto en este fallo a su
respecto, y la que se refiere a la causal subsidiaria, pistas de audio escuchadas en
la audiencia ante esta Corte, además de la extensión de algunas de ellas a
petición del abogado Sr. Marcelo Torres Duffau constituyen antecedentes que no
hacen más que avalar las conclusiones a que se ha arribado, esto es, su
acogimiento;
38°) Que por último, en lo que dice relación a la extensión de la
nulidad de la presente sentencia y del juicio, es decir, sobre la posibilidad de
existir efectos parciales del recurso de nulidad, cabe señalarse que éste no
es un tema pacífico en la doctrina ni en la jurisprudencia.
En efecto, el artículo 386 del Código Procesal Penal señala: “Salvo los
casos mencionados en el artículo 385, si la Corte acogiere el recurso anulará la
sentencia y el juicio oral, determinará el estado en que hubiere de quedar el
procedimiento y ordenará la remisión de los autos al tribunal no inhabilitado que
correspondiere, para que éste disponga la realización de un nuevo juicio oral”.
La redacción de la norma recién transcrita, según un sector de la
jurisprudencia permite afirmar que los efectos de este recurso de nulidad serían
totales, es decir, o se anula toda la sentencia y todo el juicio, o no se anula nada,
tesis que es compartida por estos sentenciadores. Es así como se ha sostenido
“Que, la sentencia impugnada constituye una sola unidad jurídica, absolutamente
indivisible, no obstante que en ella y en el juicio en que recae, exista pluralidad de
sentenciados y de ilícitos, y por otra parte el recurso de nulidad es un recurso
extraordinario de derecho estricto, que sólo cabe respecto de las sentencias que
la ley ha señalado expresamente y por las causales precisas que también prevé,
sin que exista norma alguna que permita anular parcialmente una sentencia y
parcialmente el juicio en que se hubiere dictado tal sentencia, de donde fluye que
el presente recurso de nulidad, en la forma en que se ha planteado resulta del
todo inadmisible y debe ser desestimado” (Rol N° 501-2005 I. Corte de
Apelaciones de Valparaíso).
La I. Corte de Apelaciones de Santiago ha resuelto en igual sentido en el
proceso Rol N° 2.519-2006, señalando, en lo pertinente, “Dicho de modo sencillo y
discreto: una sentencia y un juicio, o son válidos o son nulos; pero no pueden
serlo, lo uno o lo otro, de modo parcial; sin perjuicio de que algunos
razonamientos de la sentencia nula puedan ser reutilizados en la de reemplazo
que deba dictarse, cosa que no es posible en el caso de anularse el juicio, pues
éste debe repetirse íntegramente”.
39°) Que profundizando el análisis sobre el posible efecto parcial del
recurso de nulidad o la anulación parcial de la sentencia, debe señalarse que la
discusión se produce como consecuencia del efecto relativo del fallo sobre los
recursos, debiendo distinguirse entre los efectos parciales subjetivos y los
objetivos del recurso de nulidad. Entre los primeros, es decir, entre los parciales
subjetivos, esto es, su alcance respecto de los sujetos potencialmente
beneficiados o perjudicados con la decisión sobre los recursos, el efecto relativo
de los fallos resulta muy claro, pues sabido es que la sentencia, en principio,
tendrá efectos relativos en el proceso, a menos que corresponda extender sus
efectos favorables. Este efecto relativo general es una excepción a la regla sobre
prohibición de “ultra petita” establecida en el artículo 360 del Código Procesal
Penal. Entre los segundos, es decir, los efectos parciales objetivos o extensión
objetiva, debe considerarse además que existe una garantía que impide la
“reformatio in peius”, la que brinda protección al acusado ante su propia
impugnación, lo que sería suficiente para salvarlo de los efectos extensivos de un
fallo que, acogiendo su propio recurso, pudiera afectar el fallo en aquella parte en
que no le causa agravio.
Para mayor claridad de lo que se expone, se considera necesario transcribir
el artículo 360 del Código Procesal Penal, que establece, en lo que interesa para
el tema en estudio: “El tribunal que conociere de un recurso sólo podrá
pronunciarse sobre las solicitudes formuladas por los recurrentes, quedándole
vedado extender el efecto de su decisión a cuestiones no planteadas por ellos o
más allá de los límites de lo solicitado, salvo en los casos previstos en este
artículo y en el artículo 379 inciso segundo…”
40°) Que se han pronunciado sobre la procedencia de la nulidad parcial
desde un punto de vista subjetivo algunos fallos de los Tribunales Superiores de
Justicia, entre los cuales puede mencionarse la causa Rol 592-2006 de esta Corte
de Apelaciones y una prevención consignada en el fallo dictado en el proceso Rol
860-2006 de la I. Corte de Apelaciones de Santiago. Respecto del primer fallo que
se menciona, debe decirse que este tribunal de alzada acogió un recurso de
nulidad por errores de construcción del fallo, que decían relación con el análisis
incompleto y erróneo de la prueba rendida en el proceso, a raíz de los cual los
jueces dieron por establecida, con error, una circunstancia atenuante. Esta Corte
acogió el recurso, anuló la sentencia y el juicio oral correspondiente, retrotrayendo
el juicio al estado que jueces no inhabilitados realizaran un nuevo juicio oral. Ante
la petición de aclaración formulada por el defensor de uno de los condenados,
este Tribunal complementó el fallo, dejando establecido que la anulación se refería
sólo a dos imputados y no al peticionario de la aclaración, a quien no debía afectar
la nulidad, precisamente porque a su respecto no se había deducido recurso
alguno.
En relación con los efectos parciales subjetivos del recurso de nulidad se
ha pronunciado, a favor, el autor Cristian Arias Vicencio, quien ha señalado
“Extender los efectos desfavorables que evidentemente tendría la nulidad total
para sentenciados absueltos, respecto de cuyas absoluciones nadie ha
manifestado agravio, no es aceptado por el art. 360 CPP porque no tiene sentido
ese sacrificio. Adicionalmente, la extensión indebida de los efectos del fallo se
puede considerar como un caso en que se vulnera la prohibición de doble
persecución penal. Si, para algunos, este principio impide que el Estado tenga la
posibilidad de provocar un nuevo juicio frente a la sentencia absolutoria, con
mayor razón debería proteger de la incoación de un nuevo juicio en contra del
absuelto respecto de quien el Estado ni siquiera ha ejercido el recurso acusatorio
que la ley concede” (“El artículo 360 del Código Procesal Penal”. Revista de
Estudios de la Justicia - N° 9 – Año 2007).
41°) Que en el presente proceso puede advertirse que los recurrentes,
salvo la excepción que se dirá, coincidieron en pedir la nulidad de la sentencia y
del juicio en que ésta recayó, sin hacer distinción alguna respecto de los acusados
que resultaron absueltos, es decir, no circunscribieron sus recursos a
determinados imputados, salvo el deducido por la abogada Margarita Baeza
Vivanco en el que si bien su petitorio coincide con el de los demás recurrentes, al
comienzo de su recurso dice que lo interpone “respecto de aquella parte por la
que se absolvió a los acusados Ricardo Lorenzo Baeza Martínez, Juan Ignacio
Ortigosa Ampuero, Felipe Andrés Parra Zanetti, Mario Valeria Leal, Héctor Torres
Reyes y José Paredes Villa de la acusación interpuesta en su contra por los
hechos que se indicarán, como autores de delitos de homicidio, previsto y
sancionado en el artículo 391 N° 2 del Código Penal”. Como puede apreciarse, no
lo deduce respecto de aquella parte en que se absuelve al acusado Pedro
Ortigosa de Pablo. Pero, como ya se dijo, este último recurrente también pide la
nulidad total tanto de la sentencia como del juicio en que ella recae.
Como puede apreciarse, la situación de la especie es distinta a la planteada
por el profesor Arias Vicencio, pues en ella uno de los sentenciados resultó
absuelto y nadie manifestó agravio, o sea no hubo recurso respecto de aquella
parte del fallo; en cambio, en el presente caso sí existen recursos que se refieren
a la totalidad del fallo y del juicio, respecto de todos los imputados, por lo cual,
como ya se dijo, la nulidad acordada es total, teniendo presente, además, que la
sentencia recurrida constituye una sola unidad jurídica, absolutamente indivisible.
Por estas consideraciones, normas legales citadas y lo dispuesto en los
artículos 297, 342 letra c), 372, 374 letras e) y g), 376, 384 y 386 del Código
Procesal Penal, se declara:
I.- Que se rechaza, sin costas, el recurso de nulidad del Ministerio
Público, en lo que dice relación con su causal principal, interpuesto éste en contra
de la sentencia dictada el 10 de diciembre de 2012, por los jueces del referido
tribunal Nancy Loreto Vargas Bustamante, Sylvia Mutizábal Mabán y Adolfo
Cisterna Pino, rectificada de oficio por sentencia complementaria de 15 de
diciembre de 2012, en la forma que se indica en la misma, modificada nuevamente
por resolución del día 27 del mismo mes y año, esta vez en el sentido de condenar
en costas al Ministerio Público en lo que respecta al acusado Pedro Ortigosa de
Pablo;
II.- Que se acoge, sin costas, el mismo recurso deducido en contra de la
referida sentencia, en cuanto a su causal subsidiaria, y se declara que se anula, el
fallo ya individualizado y sus complementos o modificaciones, al igual que el juicio
en que se le dictó, retrotrayéndose el proceso al estado de remitir los autos al
tribunal oral para que proceda a la realización de un nuevo juicio, ante los jueces
no inhabilitados que corresponda;
III.- Que atendido lo resuelto y lo dispuesto en el artículo 384 del Código
Procesal Penal, se omite pronunciamiento respecto del resto de los recursos de
nulidad interpuestos en contra de la misma sentencia a los cuales se hizo
referencia en el motivo primero.
Regístrese como corresponde a estas causas e incorpórese al sistema
informático pertinente. Insértese en el acta correspondiente debidamente suscrita
y, sin perjuicio de ello, notifíquese por el estado diario.
Comuníquese este fallo a los intervinientes mediante la lectura de su
parte resolutiva en la audiencia del día de hoy y dese copia a los intervinientes.
Redacción del Ministro don Claudio Gutiérrez Garrido.
Rol N° 698-2012 Reforma Procesal Penal.

Sr. Araya
Sr. Gutiérrez
Sr. Panés
DICTADA POR LOS MINISTROS DE LA SEGUNDA SALA señores Eliseo Araya
Araya, Claudio Gutiérrez Garrido y César Panés Ramírez.

Elí Farías Mardones


Secretario Subrogante

En Concepción, a veintiocho de marzo de dos mil trece, notifiqué por el Estado Diario la
resolución precedente.

Elí Farías Mardones


Secretario Subrogante

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