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CHINA 20 DE FEBRERO DE 2015
Cómo China se volvió capitalista
Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un
relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos
primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos
partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".

Por Ronald Coase y Ning Wang

Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013


del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became
Capitalist (Palgrave, 2013).

Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30
años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica
de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores
chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que
intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del
auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes.
Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a
los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de
proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde
adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de
nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.

En contra de la sabiduría convencional, tomamos el fin de 1976 como el inicio de la reforma


post-Mao y argumentamos que China básicamente se convirtió en una economía de
mercado para fines de los noventa y antes de que se uniese a la Organización Mundial de
Comercio en 2001. En el nuevo milenio, la economía china ha mantenido su ímpetu de
crecimiento y se ha vuelto más integrada con la economía global. Siendo un relato de cómo
China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras
décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por
un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989.

La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín; su
objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo. La otra resultó de iniciativas
que vinieron desde abajo. La reforma liderada por el Estado se dio en dos partes. La
primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por Mao, quien
consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin
a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un reformador económico.
Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzó su programa
económico modernización, que luego sería criticado desdeñado como “El Salto al Exterior”.
Esencialmente, era un programa liderado por el Estado y por las inversiones, con un
enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los economistas denominaron
“la industrialización del gran empuje”. Pero el programa duró poco más de dos años. Se
canceló a principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y en parte debido al
cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo una reunión, en la cual Deng
Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al mando.

Deng Xiaoping es ampliamente conocido en Occidente. La biografía reciente de Ezra Vogel


ha documentado en detalle el papel que jugó Deng en las reformas de China. En
comparación, Chen Yun es una figura obscura. Pero Chen era la principal autoridad de
China a cargo de los asuntos económicos. Él fue el arquitecto del primer Plan Quinquenal
de China en 1953 y un ferviente partidario de la planificación central. Desde que creció y
estudió en Shanghái, antes de convertirse en un revolucionario, Chen también percibió un
papel limitado pero crítico para el sector y el mercado privados bajo el socialismo. Chen
perdió su posición cuando Mao inició el Gran Salto Adelante en 1958, política a la que Chen
se oponía. Él volvió al poder junto con Deng a fines de 1978 y recibió el trabajo de diseñar
una programa de reforma económica.

Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un desbalance
estructural: demasiada inversión en industria pesada en relación a la industria ligera y la
agricultura, y los sectores y la planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a los
sectores y mercados privados. En su opinión, el programa económico de Hua, que se
enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen acabó de
manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición del
Consejo de Estado e impuso su política económica. Esto marcó la segunda ronda de
reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de reformas lideradas por el Estado tuvo dos
elementos: ajustes a nivel macro y reformas en las empresas estatales al nivel micro. Los
ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la economía. Por ejemplo, más
inversiones fueron canalizadas desde los bienes capitales hacia la producción de bienes de
consumo. Más dinero se asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios de compra
para los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó
significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó medidas para
descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los gobiernos
provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base económica
del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era devolverle algunos
derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo de las ganancias. Desde
1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino estuvo preocupado con
fomentar las empresas estatales.

La reforma desde los márgenes

No hay duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con el
beneficio de la retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente estaban
transformando la economía china durante la primera década de reforma fueron la agricultura
privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados en las ciudades, y
las Zonas Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron
jugadores marginales operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas
fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos siempre y cuando no
amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto creó espacio para lo que
denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas
del emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma.

Una de estas reformas marginales es la agricultura privada. La agricultura privada


ciertamente no era algo nuevo en China. Antes de 1949, había existido durante milenios. A
principios de la década de los cincuenta, Mao trató de colectivizar despiadadamente la
agricultura. Algunos campesinos creyeron en Mao y esperaban que la colectivización les
ofrecería una nueva oportunidad para salir de la pobreza. Luego de 20 años de una
agricultura colectivizada y de 40 millones de muertes por hambrunas, ellos sabían qué les
convenía. Muchos volvieron a la agricultura privada luego de que muriese Mao, incluso
cuando Pekín todavía estaba tratando de fortalecer el sistema de las comunas. En
septiembre de 1980, Pekín fue obligado a permitir la agricultura privada en zonas donde “la
gente había perdido su confianza en la colectividad”. Pero una vez que se le abrieron las
puertas al agro privado, este ya no podía ser controlado. Para principios de 1982 esto se
volvió una política nacional. La agricultura china fue des-colectivizada. Después en el
recuento oficial de la reforma, Pekín se atribuiría el crédito de haber lanzado la reforma
agrícola. Pero la reforma implementada por Pekín simplemente elevaba los precios de
compra de los granos y aumentaba las importaciones de granos; el agro privado, que es lo
que en realidad transformó la agricultura china y liberó a los campesinos, no vino de Pekín.

Las empresas municipales y de las aldeas fueron operaciones industriales ubicadas en


áreas rurales. Durante las primeras dos décadas de reformas, estas fueron el sector más
dinámico de la economía china. Como operaban fuera del plan estatal, no tenían acceso
garantizado a materias primas controladas por el Estado pero tenían que comprarlas en el
mercado negro a un precio más alto. También estaban excluidas del sistema de distribución
controlado por el Estado para vender sus productos, pero tenían que contratar sus propios
equipos de ventas para que viajen alrededor de China con el objetivo de encontrar
mercados para sus productos. En otras palabras, tenían que operar como verdaderas
empresas de negocios. Esto es lo que hicieron. Y no tardó mucho para que ellos superen
con su desempeño a las empresas estatales, las cuales tenían todos los privilegios y
protecciones del Estado y que simplemente dejaron de ser emprendedoras.

Los primeros negocios en las ciudades chinas fueron iniciados por personas que no tenían
un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron jóvenes citadinos que recientemente habían
vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20 millones de graduados de los primeros años de
secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en las ciudades fueron enviados al campo en
parte porque el gobierno no podía crear suficientes empleos. Después de la muerte de Mao,
ellos volvieron, pero no encontraron empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes,
desempleados, y ansiosos, se tomaron las calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta
creciente presión obligó al gobierno a abrir la puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas
empezaron a surgir en las ciudades chinas; rápidamente acabaron con el monopolio estatal
de la economía urbana.

Entre las cuatro revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más
controversiales. Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al socialismo. La
idea era permitirles experimentar con la economía de mercado, importando tecnología
avanzada y conocimientos administrativos, vendiendo productos a los mercados globales,
creando empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero los experimentos
estuvieron limitados a unas cuantas zonas para que no socavaran el socialismo en otras
partes, y por si acaso los experimentos fracasaran, su daño al socialismo sería
insignificante.

La competencia regional

La presencia de dos reformas fue una característica determinante de la transición


económica de China. No separar las dos es la principal fuente de confusión al momento de
comprender las reformas en China. El gobierno chino, comprensiblemente, ha promulgado
un relato de la reforma que gira alrededor del Estado, proyectándose así mismo como un
diseñador omnisciente y como un instigador de la misma. El hecho de que el Partido
Comunista de la China ha sobrevivido a la reforma de mercado, todavía monopoliza el
poder político, y sigue activo en la economía ha ayudado a vender el relato estatista de la
reforma. Pero fueron las revoluciones marginales las que trajeron el emprendimiento y las
fuerzas de mercado de vuelta a China durante la primera década de la reforma, cuando el
gobierno chino estaba ocupado rescatando al sector estatal.

La segunda parte de nuestro relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping realizara
su tour por el sur del país. Mientras que las revoluciones marginales trajeron las fuerzas de
mercado de vuelta a la China durante la década anterior, la competencia regional se volvió
la principal fuerza transformadora durante la segunda década, convirtiendo a China en una
economía de mercado para fines del siglo. La competencia regional no era nueva; había
existido durante la primera década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en
las fronteras de las provincias y fragmentó la economía china. China implementó la reforma
de precios en 1992, la reforma tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas
estatales para mediados de los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino
para el auge de un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de
mercado a todos los actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una
fuerza transformadora.

Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo
con características chinas. Un argumento controversial de Huang es que China fue más
capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere decir
que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del Estado durante los ochenta,
entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las “revoluciones marginales”. Pero si
este sugiere que China se apartó del libre mercado durante la segunda década de las
reformas, está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa. Y
esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un requisito para que la
competencia regional funcione.

Identificada con las inversiones repetitivas, la competencia regional es muchas veces


culpada por distorsionar la ventaja comparativa y por socavar las economías de escala. Una
imagen más matizada surgió en nuestro relato. Lo que la competencia regional hizo fue
convertir la ventaja de China en espacio, siendo un país continental, en la alta velocidad de
la industrialización. Cómo esto sucedió puede ser mejor apreciado desde una perspectiva
Hayekiana, la cual resalta el crecimiento del conocimiento como la fuerza catalizadora que
determina el cambio económico. En la época de Mao, la educación estaba siendo atacada y
el conocimiento se volvió un riesgo político; China se aisló de Occidente y se apartó de sus
propias tradiciones. La ideología radical de Mao empobreció la economía China y, peor aún,
cerró las mentes de los chinos.

Luego de la muerte de Mao, China volvió a adherirse al pragmatismo. “Buscando verdad en


los hechos” se volvió el nuevo lema del Partido; volverse rico se convirtió en algo glorificado.
El obstáculo más limitante para el crecimiento económico era la falta de conocimiento. Esto
incluía al conocimiento técnico, al conocimiento acerca de las instituciones —cómo varias
instituciones que respaldan al mercado funcionan, y al conocimiento local —lo que Hayek
describía como “el conocimiento de las circunstancias particulares del tiempo y el lugar”. La
solución a este problema se encontró en la competencia regional. Cuando las 32 provincias
de China, sus 282 municipalidades, 2.862 condados, 19.522 pueblos y 14.667 aldeas se
lanzaron a una competencia abierta en busca de inversión y buenas indeas para desarrollar
la economía local, China se volvió un laboratorio gigantesco donde muchos y diversos
experimentos económicos fueron ensayados de manera simultánea. El conocimiento de
todo tipo fue creado, descubierto y difundido rápidamente. Mediante el crecimiento del
conocimiento, la escala enorme de la industrialización china hizo posible su rápida
velocidad.

Conclusión

Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista, ¿qué podemos decir
acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una característica persistente de
la transición hacia el mercado de China es la falta de liberalización política. Esto no es para
sugerir que el sistema político chino se ha mantenido intacto durante los últimos 35 años. El
Partido se ha distanciado así mismo de la ideología radical; ya no es comunista, excepto en
nombre. En los últimos años, el Internet ha empoderado cada vez más a los chinos para
que hagan escuchar su voz en cuestiones políticas. No obstante, China sigue siendo
gobernada por un solo partido político.

Esta continuidad esconde un cambio fundamental en la realidad política de la China. Con la


muerte de Deng Xiaoping, la política del “caudillo” llegó a su fin. Bajo Jiang Zemin y Hu
Jintao, China ya no fue gobernada por un líder carismático. En este sentido, la política
China hoy es cualitativamente distinta a aquella de la época de Mao o de Deng. Pero el
gobierno chino no ha reconocido el hecho de este cambio político en la realidad; ha habido
pocos esfuerzos para construir instituciones que preparen a China para una nueva realidad
política.

La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no cambiar
ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una economía
liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha reconocido
correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se adherirá a la
democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las principales preguntas
realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva
distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la economía de mercado de
China: China ha desarrollado un mercado sólido de productos, pero todavía carece de un
mercado libre de ideas.

El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar acerca del futuro político
de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las siguientes dos
consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no funciona a menos que
sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual la democracia
fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la tiranía de la
mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica del mercado de ideas,
así como la privatización depende del mercado de activos capitales. Segundo, la
competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente en la historia china.
De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una fuerte connotación negativa en el
pensamiento político chino tradicional. “Formar un partido y perseguir el interés propio” (结
党营私) ha sido consistentemente denunciado como algo que socava el ideal político, que
es que “lo que está debajo del cielo es para todos” (天下为公). En cambio, el mercado de
ideas tiene una raíz profunda y venerada en el pensamiento chino tradicional: “dejen que
cien escuelas de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal político desde los
tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el mercado de ideas promete una estrategia
más gradual y viable para reconstruir la política china sobre los principios de la tolerancia, la
justicia y la humildad.

A lo largo de los últimos 35 años, China se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito


económico. La teoría de los sentimientos morales tiene más de una docena de traducciones
chinas; el libro se ha ganado el corazón y la mente del Premier Wen Jiabao. El mensaje de
Adam Smith atrae mucho a los chinos, no en poca medida debido a su palpable similitud
con el pensamiento chino tradicional acerca de la economía y la sociedad. Un resultado
sorprendente de la transición de China hacia el capitalismo es que China encontró una
forma de volver a sus raíces culturales.

“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping
equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están
encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos
optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado
de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos en el
pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y más determinada
por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas se volverán demasiado
grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos.

La adopción de China tanto de su historia como de la globalización nos conduce a creer que
el capitalismo chino, que recién inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo
para China, sino para Occidente y para todos los demás también. También es deseable
para la economía de mercado a nivel mundial. Hoy, la biodiversidad es reconocida como
algo vital para mantener nuestro ambiente natural. La diversidad institucional juega un papel
similar cuando se trata de mantener a la sociedad humana resistente. El capitalismo será
mucho más sólido si no es un monopolio de Occidente, pero florece en sociedades con
distintas culturas, religiones, historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en el
mercado global de productos hace que la guerra sea demasiado cara como para ser librada,
un mercado global de ideas puede tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos
aleja de la colisión de civilizaciones.

Ronald Coase Ning Wang capitalismo socialismo comunismo reforma económica


liberalización económica Mao Tse-Tung Deng Xiaoping
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CHINA 20 DE FEBRERO DE 2015
Cómo China se volvió capitalista
Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un
relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos
primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos
partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".

Por Ronald Coase y Ning Wang

Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013


del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became
Capitalist (Palgrave, 2013).

Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30
años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica
de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores
chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que
intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del
auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes.
Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a
los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de
proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde
adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de
nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.
En contra de la sabiduría convencional, tomamos el fin de 1976 como el inicio de la reforma
post-Mao y argumentamos que China básicamente se convirtió en una economía de
mercado para fines de los noventa y antes de que se uniese a la Organización Mundial de
Comercio en 2001. En el nuevo milenio, la economía china ha mantenido su ímpetu de
crecimiento y se ha vuelto más integrada con la economía global. Siendo un relato de cómo
China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras
décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por
un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989.

La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín; su
objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo. La otra resultó de iniciativas
que vinieron desde abajo. La reforma liderada por el Estado se dio en dos partes. La
primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por Mao, quien
consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin
a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un reformador económico.

Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzó su programa
económico modernización, que luego sería criticado desdeñado como “El Salto al Exterior”.
Esencialmente, era un programa liderado por el Estado y por las inversiones, con un
enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los economistas denominaron
“la industrialización del gran empuje”. Pero el programa duró poco más de dos años. Se
canceló a principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y en parte debido al
cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo una reunión, en la cual Deng
Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al mando.

Deng Xiaoping es ampliamente conocido en Occidente. La biografía reciente de Ezra Vogel


ha documentado en detalle el papel que jugó Deng en las reformas de China. En
comparación, Chen Yun es una figura obscura. Pero Chen era la principal autoridad de
China a cargo de los asuntos económicos. Él fue el arquitecto del primer Plan Quinquenal
de China en 1953 y un ferviente partidario de la planificación central. Desde que creció y
estudió en Shanghái, antes de convertirse en un revolucionario, Chen también percibió un
papel limitado pero crítico para el sector y el mercado privados bajo el socialismo. Chen
perdió su posición cuando Mao inició el Gran Salto Adelante en 1958, política a la que Chen
se oponía. Él volvió al poder junto con Deng a fines de 1978 y recibió el trabajo de diseñar
una programa de reforma económica.

Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un desbalance
estructural: demasiada inversión en industria pesada en relación a la industria ligera y la
agricultura, y los sectores y la planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a los
sectores y mercados privados. En su opinión, el programa económico de Hua, que se
enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen acabó de
manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición del
Consejo de Estado e impuso su política económica. Esto marcó la segunda ronda de
reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de reformas lideradas por el Estado tuvo dos
elementos: ajustes a nivel macro y reformas en las empresas estatales al nivel micro. Los
ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la economía. Por ejemplo, más
inversiones fueron canalizadas desde los bienes capitales hacia la producción de bienes de
consumo. Más dinero se asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios de compra
para los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó
significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó medidas para
descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los gobiernos
provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base económica
del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era devolverle algunos
derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo de las ganancias. Desde
1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino estuvo preocupado con
fomentar las empresas estatales.

La reforma desde los márgenes

No hay duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con el
beneficio de la retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente estaban
transformando la economía china durante la primera década de reforma fueron la agricultura
privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados en las ciudades, y
las Zonas Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron
jugadores marginales operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas
fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos siempre y cuando no
amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto creó espacio para lo que
denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas
del emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma.

Una de estas reformas marginales es la agricultura privada. La agricultura privada


ciertamente no era algo nuevo en China. Antes de 1949, había existido durante milenios. A
principios de la década de los cincuenta, Mao trató de colectivizar despiadadamente la
agricultura. Algunos campesinos creyeron en Mao y esperaban que la colectivización les
ofrecería una nueva oportunidad para salir de la pobreza. Luego de 20 años de una
agricultura colectivizada y de 40 millones de muertes por hambrunas, ellos sabían qué les
convenía. Muchos volvieron a la agricultura privada luego de que muriese Mao, incluso
cuando Pekín todavía estaba tratando de fortalecer el sistema de las comunas. En
septiembre de 1980, Pekín fue obligado a permitir la agricultura privada en zonas donde “la
gente había perdido su confianza en la colectividad”. Pero una vez que se le abrieron las
puertas al agro privado, este ya no podía ser controlado. Para principios de 1982 esto se
volvió una política nacional. La agricultura china fue des-colectivizada. Después en el
recuento oficial de la reforma, Pekín se atribuiría el crédito de haber lanzado la reforma
agrícola. Pero la reforma implementada por Pekín simplemente elevaba los precios de
compra de los granos y aumentaba las importaciones de granos; el agro privado, que es lo
que en realidad transformó la agricultura china y liberó a los campesinos, no vino de Pekín.

Las empresas municipales y de las aldeas fueron operaciones industriales ubicadas en


áreas rurales. Durante las primeras dos décadas de reformas, estas fueron el sector más
dinámico de la economía china. Como operaban fuera del plan estatal, no tenían acceso
garantizado a materias primas controladas por el Estado pero tenían que comprarlas en el
mercado negro a un precio más alto. También estaban excluidas del sistema de distribución
controlado por el Estado para vender sus productos, pero tenían que contratar sus propios
equipos de ventas para que viajen alrededor de China con el objetivo de encontrar
mercados para sus productos. En otras palabras, tenían que operar como verdaderas
empresas de negocios. Esto es lo que hicieron. Y no tardó mucho para que ellos superen
con su desempeño a las empresas estatales, las cuales tenían todos los privilegios y
protecciones del Estado y que simplemente dejaron de ser emprendedoras.

Los primeros negocios en las ciudades chinas fueron iniciados por personas que no tenían
un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron jóvenes citadinos que recientemente habían
vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20 millones de graduados de los primeros años de
secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en las ciudades fueron enviados al campo en
parte porque el gobierno no podía crear suficientes empleos. Después de la muerte de Mao,
ellos volvieron, pero no encontraron empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes,
desempleados, y ansiosos, se tomaron las calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta
creciente presión obligó al gobierno a abrir la puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas
empezaron a surgir en las ciudades chinas; rápidamente acabaron con el monopolio estatal
de la economía urbana.

Entre las cuatro revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más
controversiales. Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al socialismo. La
idea era permitirles experimentar con la economía de mercado, importando tecnología
avanzada y conocimientos administrativos, vendiendo productos a los mercados globales,
creando empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero los experimentos
estuvieron limitados a unas cuantas zonas para que no socavaran el socialismo en otras
partes, y por si acaso los experimentos fracasaran, su daño al socialismo sería
insignificante.

La competencia regional

La presencia de dos reformas fue una característica determinante de la transición


económica de China. No separar las dos es la principal fuente de confusión al momento de
comprender las reformas en China. El gobierno chino, comprensiblemente, ha promulgado
un relato de la reforma que gira alrededor del Estado, proyectándose así mismo como un
diseñador omnisciente y como un instigador de la misma. El hecho de que el Partido
Comunista de la China ha sobrevivido a la reforma de mercado, todavía monopoliza el
poder político, y sigue activo en la economía ha ayudado a vender el relato estatista de la
reforma. Pero fueron las revoluciones marginales las que trajeron el emprendimiento y las
fuerzas de mercado de vuelta a China durante la primera década de la reforma, cuando el
gobierno chino estaba ocupado rescatando al sector estatal.

La segunda parte de nuestro relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping realizara
su tour por el sur del país. Mientras que las revoluciones marginales trajeron las fuerzas de
mercado de vuelta a la China durante la década anterior, la competencia regional se volvió
la principal fuerza transformadora durante la segunda década, convirtiendo a China en una
economía de mercado para fines del siglo. La competencia regional no era nueva; había
existido durante la primera década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en
las fronteras de las provincias y fragmentó la economía china. China implementó la reforma
de precios en 1992, la reforma tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas
estatales para mediados de los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino
para el auge de un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de
mercado a todos los actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una
fuerza transformadora.

Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo
con características chinas. Un argumento controversial de Huang es que China fue más
capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere decir
que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del Estado durante los ochenta,
entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las “revoluciones marginales”. Pero si
este sugiere que China se apartó del libre mercado durante la segunda década de las
reformas, está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa. Y
esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un requisito para que la
competencia regional funcione.

Identificada con las inversiones repetitivas, la competencia regional es muchas veces


culpada por distorsionar la ventaja comparativa y por socavar las economías de escala. Una
imagen más matizada surgió en nuestro relato. Lo que la competencia regional hizo fue
convertir la ventaja de China en espacio, siendo un país continental, en la alta velocidad de
la industrialización. Cómo esto sucedió puede ser mejor apreciado desde una perspectiva
Hayekiana, la cual resalta el crecimiento del conocimiento como la fuerza catalizadora que
determina el cambio económico. En la época de Mao, la educación estaba siendo atacada y
el conocimiento se volvió un riesgo político; China se aisló de Occidente y se apartó de sus
propias tradiciones. La ideología radical de Mao empobreció la economía China y, peor aún,
cerró las mentes de los chinos.

Luego de la muerte de Mao, China volvió a adherirse al pragmatismo. “Buscando verdad en


los hechos” se volvió el nuevo lema del Partido; volverse rico se convirtió en algo glorificado.
El obstáculo más limitante para el crecimiento económico era la falta de conocimiento. Esto
incluía al conocimiento técnico, al conocimiento acerca de las instituciones —cómo varias
instituciones que respaldan al mercado funcionan, y al conocimiento local —lo que Hayek
describía como “el conocimiento de las circunstancias particulares del tiempo y el lugar”. La
solución a este problema se encontró en la competencia regional. Cuando las 32 provincias
de China, sus 282 municipalidades, 2.862 condados, 19.522 pueblos y 14.667 aldeas se
lanzaron a una competencia abierta en busca de inversión y buenas indeas para desarrollar
la economía local, China se volvió un laboratorio gigantesco donde muchos y diversos
experimentos económicos fueron ensayados de manera simultánea. El conocimiento de
todo tipo fue creado, descubierto y difundido rápidamente. Mediante el crecimiento del
conocimiento, la escala enorme de la industrialización china hizo posible su rápida
velocidad.

Conclusión
Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista, ¿qué podemos decir
acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una característica persistente de
la transición hacia el mercado de China es la falta de liberalización política. Esto no es para
sugerir que el sistema político chino se ha mantenido intacto durante los últimos 35 años. El
Partido se ha distanciado así mismo de la ideología radical; ya no es comunista, excepto en
nombre. En los últimos años, el Internet ha empoderado cada vez más a los chinos para
que hagan escuchar su voz en cuestiones políticas. No obstante, China sigue siendo
gobernada por un solo partido político.

Esta continuidad esconde un cambio fundamental en la realidad política de la China. Con la


muerte de Deng Xiaoping, la política del “caudillo” llegó a su fin. Bajo Jiang Zemin y Hu
Jintao, China ya no fue gobernada por un líder carismático. En este sentido, la política
China hoy es cualitativamente distinta a aquella de la época de Mao o de Deng. Pero el
gobierno chino no ha reconocido el hecho de este cambio político en la realidad; ha habido
pocos esfuerzos para construir instituciones que preparen a China para una nueva realidad
política.

La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no cambiar
ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una economía
liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha reconocido
correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se adherirá a la
democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las principales preguntas
realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva
distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la economía de mercado de
China: China ha desarrollado un mercado sólido de productos, pero todavía carece de un
mercado libre de ideas.

El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar acerca del futuro político
de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las siguientes dos
consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no funciona a menos que
sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual la democracia
fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la tiranía de la
mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica del mercado de ideas,
así como la privatización depende del mercado de activos capitales. Segundo, la
competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente en la historia china.
De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una fuerte connotación negativa en el
pensamiento político chino tradicional. “Formar un partido y perseguir el interés propio” (结
党营私) ha sido consistentemente denunciado como algo que socava el ideal político, que
es que “lo que está debajo del cielo es para todos” (天下为公). En cambio, el mercado de
ideas tiene una raíz profunda y venerada en el pensamiento chino tradicional: “dejen que
cien escuelas de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal político desde los
tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el mercado de ideas promete una estrategia
más gradual y viable para reconstruir la política china sobre los principios de la tolerancia, la
justicia y la humildad.
A lo largo de los últimos 35 años, China se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito
económico. La teoría de los sentimientos morales tiene más de una docena de traducciones
chinas; el libro se ha ganado el corazón y la mente del Premier Wen Jiabao. El mensaje de
Adam Smith atrae mucho a los chinos, no en poca medida debido a su palpable similitud
con el pensamiento chino tradicional acerca de la economía y la sociedad. Un resultado
sorprendente de la transición de China hacia el capitalismo es que China encontró una
forma de volver a sus raíces culturales.

“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping
equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están
encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos
optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado
de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos en el
pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y más determinada
por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas se volverán demasiado
grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos.

La adopción de China tanto de su historia como de la globalización nos conduce a creer que
el capitalismo chino, que recién inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo
para China, sino para Occidente y para todos los demás también. También es deseable
para la economía de mercado a nivel mundial. Hoy, la biodiversidad es reconocida como
algo vital para mantener nuestro ambiente natural. La diversidad institucional juega un papel
similar cuando se trata de mantener a la sociedad humana resistente. El capitalismo será
mucho más sólido si no es un monopolio de Occidente, pero florece en sociedades con
distintas culturas, religiones, historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en el
mercado global de productos hace que la guerra sea demasiado cara como para ser librada,
un mercado global de ideas puede tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos
aleja de la colisión de civilizaciones.

Ronald Coase Ning Wang capitalismo socialismo comunismo reforma económica


liberalización económica Mao Tse-Tung Deng Xiaoping
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2015 Cómo China se volvió capitalista Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How
China Became Capitalist: "Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro
libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este
periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento
Estudiantil de 1989". Por Ronald Coase y Ning Wang Este ensayo fue publicado
originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013 del Cato Policy Report. Está
basado en el libro de los mismos autores How China Became Capitalist (Palgrave, 2013).
Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30
años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica
de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores
chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que
intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del
auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes.
Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a
los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de
proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde
adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de
nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo. En contra de la
sabiduría convencional, tomamos el fin de 1976 como el inicio de la reforma post-Mao y
argumentamos que China básicamente se convirtió en una economía de mercado para fines
de los noventa y antes de que se uniese a la Organización Mundial de Comercio en 2001.
En el nuevo milenio, la economía china ha mantenido su ímpetu de crecimiento y se ha
vuelto más integrada con la economía global. Siendo un relato de cómo China se volvió
capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas.
Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el
Movimiento Estudiantil de 1989. La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas.
Una fue diseñada por Pekín; su objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al
socialismo. La otra resultó de iniciativas que vinieron desde abajo. La reforma liderada por
el Estado se dio en dos partes. La primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el
sucesor designado por Mao, quien consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La
Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao,
Hua era un reformador económico. Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes
chinos, Hua lanzó su programa económico modernización, que luego sería criticado
desdeñado como “El Salto al Exterior”. Esencialmente, era un programa liderado por el
Estado y por las inversiones, con un enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de
lo que los economistas denominaron “la industrialización del gran empuje”. Pero el
programa duró poco más de dos años. Se canceló a principios de 1979, en parte debido a
sus propios defectos y en parte debido al cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité
Central tuvo una reunión, en la cual Deng Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya
no estaba al mando. Deng Xiaoping es ampliamente conocido en Occidente. La biografía
reciente de Ezra Vogel ha documentado en detalle el papel que jugó Deng en las reformas
de China. En comparación, Chen Yun es una figura obscura. Pero Chen era la principal
autoridad de China a cargo de los asuntos económicos. Él fue el arquitecto del primer Plan
Quinquenal de China en 1953 y un ferviente partidario de la planificación central. Desde que
creció y estudió en Shanghái, antes de convertirse en un revolucionario, Chen también
percibió un papel limitado pero crítico para el sector y el mercado privados bajo el
socialismo. Chen perdió su posición cuando Mao inició el Gran Salto Adelante en 1958,
política a la que Chen se oponía. Él volvió al poder junto con Deng a fines de 1978 y recibió
el trabajo de diseñar una programa de reforma económica. Chen creía que la economía
china desde hace mucho había sufrido de un desbalance estructural: demasiada inversión
en industria pesada en relación a la industria ligera y la agricultura, y los sectores y la
planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a los sectores y mercados privados.
En su opinión, el programa económico de Hua, que se enfocaba en la industria pesada,
empeoró la economía china. Por eso Chen acabó de manera forzada con “El Gran Salto
Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición del Consejo de Estado e impuso su política
económica. Esto marcó la segunda ronda de reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de
reformas lideradas por el Estado tuvo dos elementos: ajustes a nivel macro y reformas en
las empresas estatales al nivel micro. Los ajustes estructurales fueron impuestos a través
de toda la economía. Por ejemplo, más inversiones fueron canalizadas desde los bienes
capitales hacia la producción de bienes de consumo. Más dinero se asignó a la agricultura.
El gobierno elevó los precios de compra para los productos agrícolas en mas de un 20 por
ciento en 1979 y aumentó significativamente las importaciones de granos. Pekín también
tomó medidas para descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los
gobiernos provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base
económica del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era devolverle
algunos derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo de las
ganancias. Desde 1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino estuvo
preocupado con fomentar las empresas estatales. La reforma desde los márgenes No hay
duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con el beneficio
de la retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente estaban
transformando la economía china durante la primera década de reforma fueron la agricultura
privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados en las ciudades, y
las Zonas Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron
jugadores marginales operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas
fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos siempre y cuando no
amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto creó espacio para lo que
denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas
del emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma. Una de estas
reformas marginales es la agricultura privada. La agricultura privada ciertamente no era algo
nuevo en China. Antes de 1949, había existido durante milenios. A principios de la década
de los cincuenta, Mao trató de colectivizar despiadadamente la agricultura. Algunos
campesinos creyeron en Mao y esperaban que la colectivización les ofrecería una nueva
oportunidad para salir de la pobreza. Luego de 20 años de una agricultura colectivizada y de
40 millones de muertes por hambrunas, ellos sabían qué les convenía. Muchos volvieron a
la agricultura privada luego de que muriese Mao, incluso cuando Pekín todavía estaba
tratando de fortalecer el sistema de las comunas. En septiembre de 1980, Pekín fue
obligado a permitir la agricultura privada en zonas donde “la gente había perdido su
confianza en la colectividad”. Pero una vez que se le abrieron las puertas al agro privado,
este ya no podía ser controlado. Para principios de 1982 esto se volvió una política
nacional. La agricultura china fue des-colectivizada. Después en el recuento oficial de la
reforma, Pekín se atribuiría el crédito de haber lanzado la reforma agrícola. Pero la reforma
implementada por Pekín simplemente elevaba los precios de compra de los granos y
aumentaba las importaciones de granos; el agro privado, que es lo que en realidad
transformó la agricultura china y liberó a los campesinos, no vino de Pekín. Las empresas
municipales y de las aldeas fueron operaciones industriales ubicadas en áreas rurales.
Durante las primeras dos décadas de reformas, estas fueron el sector más dinámico de la
economía china. Como operaban fuera del plan estatal, no tenían acceso garantizado a
materias primas controladas por el Estado pero tenían que comprarlas en el mercado negro
a un precio más alto. También estaban excluidas del sistema de distribución controlado por
el Estado para vender sus productos, pero tenían que contratar sus propios equipos de
ventas para que viajen alrededor de China con el objetivo de encontrar mercados para sus
productos. En otras palabras, tenían que operar como verdaderas empresas de negocios.
Esto es lo que hicieron. Y no tardó mucho para que ellos superen con su desempeño a las
empresas estatales, las cuales tenían todos los privilegios y protecciones del Estado y que
simplemente dejaron de ser emprendedoras. Los primeros negocios en las ciudades chinas
fueron iniciados por personas que no tenían un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron
jóvenes citadinos que recientemente habían vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20
millones de graduados de los primeros años de secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en
las ciudades fueron enviados al campo en parte porque el gobierno no podía crear
suficientes empleos. Después de la muerte de Mao, ellos volvieron, pero no encontraron
empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes, desempleados, y ansiosos, se tomaron las
calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta creciente presión obligó al gobierno a abrir la
puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas empezaron a surgir en las ciudades chinas;
rápidamente acabaron con el monopolio estatal de la economía urbana. Entre las cuatro
revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más controversiales.
Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al socialismo. La idea era
permitirles experimentar con la economía de mercado, importando tecnología avanzada y
conocimientos administrativos, vendiendo productos a los mercados globales, creando
empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero los experimentos estuvieron
limitados a unas cuantas zonas para que no socavaran el socialismo en otras partes, y por
si acaso los experimentos fracasaran, su daño al socialismo sería insignificante. La
competencia regional La presencia de dos reformas fue una característica determinante de
la transición económica de China. No separar las dos es la principal fuente de confusión al
momento de comprender las reformas en China. El gobierno chino, comprensiblemente, ha
promulgado un relato de la reforma que gira alrededor del Estado, proyectándose así mismo
como un diseñador omnisciente y como un instigador de la misma. El hecho de que el
Partido Comunista de la China ha sobrevivido a la reforma de mercado, todavía monopoliza
el poder político, y sigue activo en la economía ha ayudado a vender el relato estatista de la
reforma. Pero fueron las revoluciones marginales las que trajeron el emprendimiento y las
fuerzas de mercado de vuelta a China durante la primera década de la reforma, cuando el
gobierno chino estaba ocupado rescatando al sector estatal. La segunda parte de nuestro
relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping realizara su tour por el sur del país.
Mientras que las revoluciones marginales trajeron las fuerzas de mercado de vuelta a la
China durante la década anterior, la competencia regional se volvió la principal fuerza
transformadora durante la segunda década, convirtiendo a China en una economía de
mercado para fines del siglo. La competencia regional no era nueva; había existido durante
la primera década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en las fronteras de
las provincias y fragmentó la economía china. China implementó la reforma de precios en
1992, la reforma tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas estatales para
mediados de los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino para el auge de
un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de mercado a todos los
actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una fuerza transformadora.
Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo
con características chinas. Un argumento controversial de Huang es que China fue más
capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere decir
que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del Estado durante los ochenta,
entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las “revoluciones marginales”. Pero si
este sugiere que China se apartó del libre mercado durante la segunda década de las
reformas, está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa. Y
esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un requisito para que la
competencia regional funcione. Identificada con las inversiones repetitivas, la competencia
regional es muchas veces culpada por distorsionar la ventaja comparativa y por socavar las
economías de escala. Una imagen más matizada surgió en nuestro relato. Lo que la
competencia regional hizo fue convertir la ventaja de China en espacio, siendo un país
continental, en la alta velocidad de la industrialización. Cómo esto sucedió puede ser mejor
apreciado desde una perspectiva Hayekiana, la cual resalta el crecimiento del conocimiento
como la fuerza catalizadora que determina el cambio económico. En la época de Mao, la
educación estaba siendo atacada y el conocimiento se volvió un riesgo político; China se
aisló de Occidente y se apartó de sus propias tradiciones. La ideología radical de Mao
empobreció la economía China y, peor aún, cerró las mentes de los chinos. Luego de la
muerte de Mao, China volvió a adherirse al pragmatismo. “Buscando verdad en los hechos”
se volvió el nuevo lema del Partido; volverse rico se convirtió en algo glorificado. El
obstáculo más limitante para el crecimiento económico era la falta de conocimiento. Esto
incluía al conocimiento técnico, al conocimiento acerca de las instituciones —cómo varias
instituciones que respaldan al mercado funcionan, y al conocimiento local —lo que Hayek
describía como “el conocimiento de las circunstancias particulares del tiempo y el lugar”. La
solución a este problema se encontró en la competencia regional. Cuando las 32 provincias
de China, sus 282 municipalidades, 2.862 condados, 19.522 pueblos y 14.667 aldeas se
lanzaron a una competencia abierta en busca de inversión y buenas indeas para desarrollar
la economía local, China se volvió un laboratorio gigantesco donde muchos y diversos
experimentos económicos fueron ensayados de manera simultánea. El conocimiento de
todo tipo fue creado, descubierto y difundido rápidamente. Mediante el crecimiento del
conocimiento, la escala enorme de la industrialización china hizo posible su rápida
velocidad. Conclusión Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista,
¿qué podemos decir acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una
característica persistente de la transición hacia el mercado de China es la falta de
liberalización política. Esto no es para sugerir que el sistema político chino se ha mantenido
intacto durante los últimos 35 años. El Partido se ha distanciado así mismo de la ideología
radical; ya no es comunista, excepto en nombre. En los últimos años, el Internet ha
empoderado cada vez más a los chinos para que hagan escuchar su voz en cuestiones
políticas. No obstante, China sigue siendo gobernada por un solo partido político. Esta
continuidad esconde un cambio fundamental en la realidad política de la China. Con la
muerte de Deng Xiaoping, la política del “caudillo” llegó a su fin. Bajo Jiang Zemin y Hu
Jintao, China ya no fue gobernada por un líder carismático. En este sentido, la política
China hoy es cualitativamente distinta a aquella de la época de Mao o de Deng. Pero el
gobierno chino no ha reconocido el hecho de este cambio político en la realidad; ha habido
pocos esfuerzos para construir instituciones que preparen a China para una nueva realidad
política. La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no
cambiar ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una
economía liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha
reconocido correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se adherirá a la
democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las principales preguntas
realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva
distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la economía de mercado de
China: China ha desarrollado un mercado sólido de productos, pero todavía carece de un
mercado libre de ideas. El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar
acerca del futuro político de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las
siguientes dos consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no
funciona a menos que sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual
la democracia fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la
tiranía de la mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica del
mercado de ideas, así como la privatización depende del mercado de activos capitales.
Segundo, la competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente en la
historia china. De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una fuerte connotación
negativa en el pensamiento político chino tradicional. “Formar un partido y perseguir el
interés propio” (结党营私) ha sido consistentemente denunciado como algo que socava el
ideal político, que es que “lo que está debajo del cielo es para todos” (天下为公). En cambio,
el mercado de ideas tiene una raíz profunda y venerada en el pensamiento chino tradicional:
“dejen que cien escuelas de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal
político desde los tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el mercado de ideas
promete una estrategia más gradual y viable para reconstruir la política china sobre los
principios de la tolerancia, la justicia y la humildad. A lo largo de los últimos 35 años, China
se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito económico. La teoría de los sentimientos
morales tiene más de una docena de traducciones chinas; el libro se ha ganado el corazón
y la mente del Premier Wen Jiabao. El mensaje de Adam Smith atrae mucho a los chinos,
no en poca medida debido a su palpable similitud con el pensamiento chino tradicional
acerca de la economía y la sociedad. Un resultado sorprendente de la transición de China
hacia el capitalismo es que China encontró una forma de volver a sus raíces culturales.
“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping
equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están
encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos
optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado
de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos en el
pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y más determinada
por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas se volverán demasiado
grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos. La adopción de China tanto de su
historia como de la globalización nos conduce a creer que el capitalismo chino, que recién
inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo para China, sino para Occidente
y para todos los demás también. También es deseable para la economía de mercado a nivel
mundial. Hoy, la biodiversidad es reconocida como algo vital para mantener nuestro
ambiente natural. La diversidad institucional juega un papel similar cuando se trata de
mantener a la sociedad humana resistente. El capitalismo será mucho más sólido si no es
un monopolio de Occidente, pero florece en sociedades con distintas culturas, religiones,
historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en el mercado global de productos
hace que la guerra sea demasiado cara como para ser librada, un mercado global de ideas
puede tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos aleja de la colisión de
civilizaciones. Ronald Coase Ning Wang capitalismo socialismo comunismo reforma
económica liberalización económica Mao Tse-Tung Deng Xiaoping Pasar al contenido
principal menú CHINA 20 DE FEBRERO DE 2015 Cómo China se volvió capitalista Ronald
Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un relato de
cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras
décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por
un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989". Por Ronald Coase y Ning Wang
Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013
del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became
Capitalist (Palgrave, 2013). Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno
chino post-Mao lanzó en 30 años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la
gran transformación económica de China. Cómo las acciones de los campesinos,
trabajadores, académicos, y legisladores chinos se combinaron y derivaron en esta
consecuencia no intencionada es la historia que intentamos contar. Hoy, no necesitamos
presentar datos estadísticos para convencerlo del auge de la economía china, aún cuando
China todavía se enfrenta a retos enormes. Muchos chinos todavía son pobres, muchos
menos chinos tienen acceso a agua pura que a los teléfonos celulares, y todavía se
enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de proteger sus derechos y ejercer su
libertad. No obstante, China ha sido transformado desde adentro a lo largo de los últimos 35
años. Esta transformación es la principal historia de nuestra época. La lucha de China, en
otras palabras, es la lucha del mundo. En contra de la sabiduría convencional, tomamos el
fin de 1976 como el inicio de la reforma post-Mao y argumentamos que China básicamente
se convirtió en una economía de mercado para fines de los noventa y antes de que se
uniese a la Organización Mundial de Comercio en 2001. En el nuevo milenio, la economía
china ha mantenido su ímpetu de crecimiento y se ha vuelto más integrada con la economía
global. Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca
principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro
relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989.
La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín; su
objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo. La otra resultó de iniciativas
que vinieron desde abajo. La reforma liderada por el Estado se dio en dos partes. La
primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por Mao, quien
consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin
a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un reformador económico. Con el
respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzó su programa económico
modernización, que luego sería criticado desdeñado como “El Salto al Exterior”.
Esencialmente, era un programa liderado por el Estado y por las inversiones, con un
enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los economistas denominaron
“la industrialización del gran empuje”. Pero el programa duró poco más de dos años. Se
canceló a principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y en parte debido al
cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo una reunión, en la cual Deng
Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al mando. Deng Xiaoping es
ampliamente conocido en Occidente. La biografía reciente de Ezra Vogel ha documentado
en detalle el papel que jugó Deng en las reformas de China. En comparación, Chen Yun es
una figura obscura. Pero Chen era la principal autoridad de China a cargo de los asuntos
económicos. Él fue el arquitecto del primer Plan Quinquenal de China en 1953 y un ferviente
partidario de la planificación central. Desde que creció y estudió en Shanghái, antes de
convertirse en un revolucionario, Chen también percibió un papel limitado pero crítico para
el sector y el mercado privados bajo el socialismo. Chen perdió su posición cuando Mao
inició el Gran Salto Adelante en 1958, política a la que Chen se oponía. Él volvió al poder
junto con Deng a fines de 1978 y recibió el trabajo de diseñar una programa de reforma
económica. Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un
desbalance estructural: demasiada inversión en industria pesada en relación a la industria
ligera y la agricultura, y los sectores y la planificación estatales eran ensalzados
excluyéndose a los sectores y mercados privados. En su opinión, el programa económico
de Hua, que se enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen
acabó de manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición
del Consejo de Estado e impuso su política económica. Esto marcó la segunda ronda de
reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de reformas lideradas por el Estado tuvo dos
elementos: ajustes a nivel macro y reformas en las empresas estatales al nivel micro. Los
ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la economía. Por ejemplo, más
inversiones fueron canalizadas desde los bienes capitales hacia la producción de bienes de
consumo. Más dinero se asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios de compra
para los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó
significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó medidas para
descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los gobiernos
provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base económica
del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era devolverle algunos
derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo de las ganancias. Desde
1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino estuvo preocupado con
fomentar las empresas estatales. La reforma desde los márgenes No hay duda de que el
gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con el beneficio de la
retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente estaban transformando
la economía china durante la primera década de reforma fueron la agricultura privada, las
empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados en las ciudades, y las Zonas
Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron jugadores
marginales operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas fuerzas
marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos siempre y cuando no
amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto creó espacio para lo que
denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas
del emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma. Una de estas
reformas marginales es la agricultura privada. La agricultura privada ciertamente no era algo
nuevo en China. Antes de 1949, había existido durante milenios. A principios de la década
de los cincuenta, Mao trató de colectivizar despiadadamente la agricultura. Algunos
campesinos creyeron en Mao y esperaban que la colectivización les ofrecería una nueva
oportunidad para salir de la pobreza. Luego de 20 años de una agricultura colectivizada y de
40 millones de muertes por hambrunas, ellos sabían qué les convenía. Muchos volvieron a
la agricultura privada luego de que muriese Mao, incluso cuando Pekín todavía estaba
tratando de fortalecer el sistema de las comunas. En septiembre de 1980, Pekín fue
obligado a permitir la agricultura privada en zonas donde “la gente había perdido su
confianza en la colectividad”. Pero una vez que se le abrieron las puertas al agro privado,
este ya no podía ser controlado. Para principios de 1982 esto se volvió una política
nacional. La agricultura china fue des-colectivizada. Después en el recuento oficial de la
reforma, Pekín se atribuiría el crédito de haber lanzado la reforma agrícola. Pero la reforma
implementada por Pekín simplemente elevaba los precios de compra de los granos y
aumentaba las importaciones de granos; el agro privado, que es lo que en realidad
transformó la agricultura china y liberó a los campesinos, no vino de Pekín. Las empresas
municipales y de las aldeas fueron operaciones industriales ubicadas en áreas rurales.
Durante las primeras dos décadas de reformas, estas fueron el sector más dinámico de la
economía china. Como operaban fuera del plan estatal, no tenían acceso garantizado a
materias primas controladas por el Estado pero tenían que comprarlas en el mercado negro
a un precio más alto. También estaban excluidas del sistema de distribución controlado por
el Estado para vender sus productos, pero tenían que contratar sus propios equipos de
ventas para que viajen alrededor de China con el objetivo de encontrar mercados para sus
productos. En otras palabras, tenían que operar como verdaderas empresas de negocios.
Esto es lo que hicieron. Y no tardó mucho para que ellos superen con su desempeño a las
empresas estatales, las cuales tenían todos los privilegios y protecciones del Estado y que
simplemente dejaron de ser emprendedoras. Los primeros negocios en las ciudades chinas
fueron iniciados por personas que no tenían un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron
jóvenes citadinos que recientemente habían vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20
millones de graduados de los primeros años de secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en
las ciudades fueron enviados al campo en parte porque el gobierno no podía crear
suficientes empleos. Después de la muerte de Mao, ellos volvieron, pero no encontraron
empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes, desempleados, y ansiosos, se tomaron las
calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta creciente presión obligó al gobierno a abrir la
puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas empezaron a surgir en las ciudades chinas;
rápidamente acabaron con el monopolio estatal de la economía urbana. Entre las cuatro
revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más controversiales.
Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al socialismo. La idea era
permitirles experimentar con la economía de mercado, importando tecnología avanzada y
conocimientos administrativos, vendiendo productos a los mercados globales, creando
empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero los experimentos estuvieron
limitados a unas cuantas zonas para que no socavaran el socialismo en otras partes, y por
si acaso los experimentos fracasaran, su daño al socialismo sería insignificante. La
competencia regional La presencia de dos reformas fue una característica determinante de
la transición económica de China. No separar las dos es la principal fuente de confusión al
momento de comprender las reformas en China. El gobierno chino, comprensiblemente, ha
promulgado un relato de la reforma que gira alrededor del Estado, proyectándose así mismo
como un diseñador omnisciente y como un instigador de la misma. El hecho de que el
Partido Comunista de la China ha sobrevivido a la reforma de mercado, todavía monopoliza
el poder político, y sigue activo en la economía ha ayudado a vender el relato estatista de la
reforma. Pero fueron las revoluciones marginales las que trajeron el emprendimiento y las
fuerzas de mercado de vuelta a China durante la primera década de la reforma, cuando el
gobierno chino estaba ocupado rescatando al sector estatal. La segunda parte de nuestro
relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping realizara su tour por el sur del país.
Mientras que las revoluciones marginales trajeron las fuerzas de mercado de vuelta a la
China durante la década anterior, la competencia regional se volvió la principal fuerza
transformadora durante la segunda década, convirtiendo a China en una economía de
mercado para fines del siglo. La competencia regional no era nueva; había existido durante
la primera década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en las fronteras de
las provincias y fragmentó la economía china. China implementó la reforma de precios en
1992, la reforma tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas estatales para
mediados de los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino para el auge de
un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de mercado a todos los
actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una fuerza transformadora.
Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo
con características chinas. Un argumento controversial de Huang es que China fue más
capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere decir
que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del Estado durante los ochenta,
entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las “revoluciones marginales”. Pero si
este sugiere que China se apartó del libre mercado durante la segunda década de las
reformas, está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa. Y
esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un requisito para que la
competencia regional funcione. Identificada con las inversiones repetitivas, la competencia
regional es muchas veces culpada por distorsionar la ventaja comparativa y por socavar las
economías de escala. Una imagen más matizada surgió en nuestro relato. Lo que la
competencia regional hizo fue convertir la ventaja de China en espacio, siendo un país
continental, en la alta velocidad de la industrialización. Cómo esto sucedió puede ser mejor
apreciado desde una perspectiva Hayekiana, la cual resalta el crecimiento del conocimiento
como la fuerza catalizadora que determina el cambio económico. En la época de Mao, la
educación estaba siendo atacada y el conocimiento se volvió un riesgo político; China se
aisló de Occidente y se apartó de sus propias tradiciones. La ideología radical de Mao
empobreció la economía China y, peor aún, cerró las mentes de los chinos. Luego de la
muerte de Mao, China volvió a adherirse al pragmatismo. “Buscando verdad en los hechos”
se volvió el nuevo lema del Partido; volverse rico se convirtió en algo glorificado. El
obstáculo más limitante para el crecimiento económico era la falta de conocimiento. Esto
incluía al conocimiento técnico, al conocimiento acerca de las instituciones —cómo varias
instituciones que respaldan al mercado funcionan, y al conocimiento local —lo que Hayek
describía como “el conocimiento de las circunstancias particulares del tiempo y el lugar”. La
solución a este problema se encontró en la competencia regional. Cuando las 32 provincias
de China, sus 282 municipalidades, 2.862 condados, 19.522 pueblos y 14.667 aldeas se
lanzaron a una competencia abierta en busca de inversión y buenas indeas para desarrollar
la economía local, China se volvió un laboratorio gigantesco donde muchos y diversos
experimentos económicos fueron ensayados de manera simultánea. El conocimiento de
todo tipo fue creado, descubierto y difundido rápidamente. Mediante el crecimiento del
conocimiento, la escala enorme de la industrialización china hizo posible su rápida
velocidad. Conclusión Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista,
¿qué podemos decir acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una
característica persistente de la transición hacia el mercado de China es la falta de
liberalización política. Esto no es para sugerir que el sistema político chino se ha mantenido
intacto durante los últimos 35 años. El Partido se ha distanciado así mismo de la ideología
radical; ya no es comunista, excepto en nombre. En los últimos años, el Internet ha
empoderado cada vez más a los chinos para que hagan escuchar su voz en cuestiones
políticas. No obstante, China sigue siendo gobernada por un solo partido político. Esta
continuidad esconde un cambio fundamental en la realidad política de la China. Con la
muerte de Deng Xiaoping, la política del “caudillo” llegó a su fin. Bajo Jiang Zemin y Hu
Jintao, China ya no fue gobernada por un líder carismático. En este sentido, la política
China hoy es cualitativamente distinta a aquella de la época de Mao o de Deng. Pero el
gobierno chino no ha reconocido el hecho de este cambio político en la realidad; ha habido
pocos esfuerzos para construir instituciones que preparen a China para una nueva realidad
política. La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no
cambiar ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una
economía liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha
reconocido correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se adherirá a la
democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las principales preguntas
realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva
distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la economía de mercado de
China: China ha desarrollado un mercado sólido de productos, pero todavía carece de un
mercado libre de ideas. El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar
acerca del futuro político de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las
siguientes dos consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no
funciona a menos que sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual
la democracia fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la
tiranía de la mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica del
mercado de ideas, así como la privatización depende del mercado de activos capitales.
Segundo, la competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente en la
historia china. De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una fuerte connotación
negativa en el pensamiento político chino tradicional. “Formar un partido y perseguir el
interés propio” (结党营私) ha sido consistentemente denunciado como algo que socava el
ideal político, que es que “lo que está debajo del cielo es para todos” (天下为公). En cambio,
el mercado de ideas tiene una raíz profunda y venerada en el pensamiento chino tradicional:
“dejen que cien escuelas de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal
político desde los tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el mercado de ideas
promete una estrategia más gradual y viable para reconstruir la política china sobre los
principios de la tolerancia, la justicia y la humildad. A lo largo de los últimos 35 años, China
se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito económico. La teoría de los sentimientos
morales tiene más de una docena de traducciones chinas; el libro se ha ganado el corazón
y la mente del Premier Wen Jiabao. El mensaje de Adam Smith atrae mucho a los chinos,
no en poca medida debido a su palpable similitud con el pensamiento chino tradicional
acerca de la economía y la sociedad. Un resultado sorprendente de la transición de China
hacia el capitalismo es que China encontró una forma de volver a sus raíces culturales.
“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping
equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están
encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos
optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado
de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos en el
pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y más determinada
por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas se volverán demasiado
grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos. La adopción de China tanto de su
historia como de la globalización nos conduce a creer que el capitalismo chino, que recién
inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo para China, sino para Occidente
y para todos los demás también. También es deseable para la economía de mercado a nivel
mundial. Hoy, la biodiversidad es reconocida como algo vital para mantener nuestro
ambiente natural. La diversidad institucional juega un papel similar cuando se trata de
mantener a la sociedad humana resistente. El capitalismo será mucho más sólido si no es
un monopolio de Occidente, pero florece en sociedades con distintas culturas, religiones,
historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en el mercado global de productos
hace que la guerra sea demasiado cara como para ser librada, un mercado global de ideas
puede tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos aleja de la colisión de
civilizaciones. Ronald Coase Ning Wang capitalismo socialismo comunismo reforma
económica liberalización económica Mao Tse-Tung Deng Xiaoping ShareThis Copy and
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