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CHINA 20 DE FEBRERO DE 2015
Cómo China se volvió capitalista
Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un
relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos
primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos
partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".
Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30
años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica
de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores
chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que
intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del
auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes.
Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a
los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de
proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde
adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de
nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.
La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín; su
objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo. La otra resultó de iniciativas
que vinieron desde abajo. La reforma liderada por el Estado se dio en dos partes. La
primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por Mao, quien
consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin
a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un reformador económico.
Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzó su programa
económico modernización, que luego sería criticado desdeñado como “El Salto al Exterior”.
Esencialmente, era un programa liderado por el Estado y por las inversiones, con un
enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los economistas denominaron
“la industrialización del gran empuje”. Pero el programa duró poco más de dos años. Se
canceló a principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y en parte debido al
cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo una reunión, en la cual Deng
Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al mando.
Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un desbalance
estructural: demasiada inversión en industria pesada en relación a la industria ligera y la
agricultura, y los sectores y la planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a los
sectores y mercados privados. En su opinión, el programa económico de Hua, que se
enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen acabó de
manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición del
Consejo de Estado e impuso su política económica. Esto marcó la segunda ronda de
reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de reformas lideradas por el Estado tuvo dos
elementos: ajustes a nivel macro y reformas en las empresas estatales al nivel micro. Los
ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la economía. Por ejemplo, más
inversiones fueron canalizadas desde los bienes capitales hacia la producción de bienes de
consumo. Más dinero se asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios de compra
para los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó
significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó medidas para
descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los gobiernos
provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base económica
del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era devolverle algunos
derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo de las ganancias. Desde
1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino estuvo preocupado con
fomentar las empresas estatales.
No hay duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con el
beneficio de la retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente estaban
transformando la economía china durante la primera década de reforma fueron la agricultura
privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados en las ciudades, y
las Zonas Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron
jugadores marginales operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas
fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos siempre y cuando no
amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto creó espacio para lo que
denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas
del emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma.
Los primeros negocios en las ciudades chinas fueron iniciados por personas que no tenían
un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron jóvenes citadinos que recientemente habían
vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20 millones de graduados de los primeros años de
secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en las ciudades fueron enviados al campo en
parte porque el gobierno no podía crear suficientes empleos. Después de la muerte de Mao,
ellos volvieron, pero no encontraron empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes,
desempleados, y ansiosos, se tomaron las calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta
creciente presión obligó al gobierno a abrir la puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas
empezaron a surgir en las ciudades chinas; rápidamente acabaron con el monopolio estatal
de la economía urbana.
Entre las cuatro revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más
controversiales. Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al socialismo. La
idea era permitirles experimentar con la economía de mercado, importando tecnología
avanzada y conocimientos administrativos, vendiendo productos a los mercados globales,
creando empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero los experimentos
estuvieron limitados a unas cuantas zonas para que no socavaran el socialismo en otras
partes, y por si acaso los experimentos fracasaran, su daño al socialismo sería
insignificante.
La competencia regional
La segunda parte de nuestro relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping realizara
su tour por el sur del país. Mientras que las revoluciones marginales trajeron las fuerzas de
mercado de vuelta a la China durante la década anterior, la competencia regional se volvió
la principal fuerza transformadora durante la segunda década, convirtiendo a China en una
economía de mercado para fines del siglo. La competencia regional no era nueva; había
existido durante la primera década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en
las fronteras de las provincias y fragmentó la economía china. China implementó la reforma
de precios en 1992, la reforma tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas
estatales para mediados de los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino
para el auge de un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de
mercado a todos los actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una
fuerza transformadora.
Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo
con características chinas. Un argumento controversial de Huang es que China fue más
capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere decir
que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del Estado durante los ochenta,
entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las “revoluciones marginales”. Pero si
este sugiere que China se apartó del libre mercado durante la segunda década de las
reformas, está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa. Y
esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un requisito para que la
competencia regional funcione.
Conclusión
Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista, ¿qué podemos decir
acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una característica persistente de
la transición hacia el mercado de China es la falta de liberalización política. Esto no es para
sugerir que el sistema político chino se ha mantenido intacto durante los últimos 35 años. El
Partido se ha distanciado así mismo de la ideología radical; ya no es comunista, excepto en
nombre. En los últimos años, el Internet ha empoderado cada vez más a los chinos para
que hagan escuchar su voz en cuestiones políticas. No obstante, China sigue siendo
gobernada por un solo partido político.
La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no cambiar
ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una economía
liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha reconocido
correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se adherirá a la
democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las principales preguntas
realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva
distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la economía de mercado de
China: China ha desarrollado un mercado sólido de productos, pero todavía carece de un
mercado libre de ideas.
El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar acerca del futuro político
de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las siguientes dos
consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no funciona a menos que
sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual la democracia
fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la tiranía de la
mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica del mercado de ideas,
así como la privatización depende del mercado de activos capitales. Segundo, la
competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente en la historia china.
De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una fuerte connotación negativa en el
pensamiento político chino tradicional. “Formar un partido y perseguir el interés propio” (结
党营私) ha sido consistentemente denunciado como algo que socava el ideal político, que
es que “lo que está debajo del cielo es para todos” (天下为公). En cambio, el mercado de
ideas tiene una raíz profunda y venerada en el pensamiento chino tradicional: “dejen que
cien escuelas de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal político desde los
tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el mercado de ideas promete una estrategia
más gradual y viable para reconstruir la política china sobre los principios de la tolerancia, la
justicia y la humildad.
“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping
equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están
encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos
optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado
de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos en el
pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y más determinada
por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas se volverán demasiado
grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos.
La adopción de China tanto de su historia como de la globalización nos conduce a creer que
el capitalismo chino, que recién inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo
para China, sino para Occidente y para todos los demás también. También es deseable
para la economía de mercado a nivel mundial. Hoy, la biodiversidad es reconocida como
algo vital para mantener nuestro ambiente natural. La diversidad institucional juega un papel
similar cuando se trata de mantener a la sociedad humana resistente. El capitalismo será
mucho más sólido si no es un monopolio de Occidente, pero florece en sociedades con
distintas culturas, religiones, historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en el
mercado global de productos hace que la guerra sea demasiado cara como para ser librada,
un mercado global de ideas puede tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos
aleja de la colisión de civilizaciones.
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CHINA 20 DE FEBRERO DE 2015
Cómo China se volvió capitalista
Ronald Coase y Ning Wang dijeron de su libro How China Became Capitalist: "Siendo un
relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos
primeras décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos
partes por un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989".
Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó en 30
años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación económica
de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y legisladores
chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es la historia que
intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos para convencerlo del
auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta a retos enormes.
Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen acceso a agua pura que a
los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos obstáculos cuando se trata de
proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante, China ha sido transformado desde
adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta transformación es la principal historia de
nuestra época. La lucha de China, en otras palabras, es la lucha del mundo.
En contra de la sabiduría convencional, tomamos el fin de 1976 como el inicio de la reforma
post-Mao y argumentamos que China básicamente se convirtió en una economía de
mercado para fines de los noventa y antes de que se uniese a la Organización Mundial de
Comercio en 2001. En el nuevo milenio, la economía china ha mantenido su ímpetu de
crecimiento y se ha vuelto más integrada con la economía global. Siendo un relato de cómo
China se volvió capitalista, nuestro libro se enfoca principalmente en las dos primeras
décadas de reformas. Dentro de este periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por
un suceso divisorio, el Movimiento Estudiantil de 1989.
La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín; su
objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo. La otra resultó de iniciativas
que vinieron desde abajo. La reforma liderada por el Estado se dio en dos partes. La
primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por Mao, quien
consolidó su base de poder luego de arrestar a “ La Pandilla de los Cuatro” y poniéndole fin
a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un reformador económico.
Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzó su programa
económico modernización, que luego sería criticado desdeñado como “El Salto al Exterior”.
Esencialmente, era un programa liderado por el Estado y por las inversiones, con un
enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los economistas denominaron
“la industrialización del gran empuje”. Pero el programa duró poco más de dos años. Se
canceló a principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y en parte debido al
cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo una reunión, en la cual Deng
Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al mando.
Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un desbalance
estructural: demasiada inversión en industria pesada en relación a la industria ligera y la
agricultura, y los sectores y la planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a los
sectores y mercados privados. En su opinión, el programa económico de Hua, que se
enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen acabó de
manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición del
Consejo de Estado e impuso su política económica. Esto marcó la segunda ronda de
reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de reformas lideradas por el Estado tuvo dos
elementos: ajustes a nivel macro y reformas en las empresas estatales al nivel micro. Los
ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la economía. Por ejemplo, más
inversiones fueron canalizadas desde los bienes capitales hacia la producción de bienes de
consumo. Más dinero se asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios de compra
para los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó
significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó medidas para
descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los gobiernos
provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base económica
del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era devolverle algunos
derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo de las ganancias. Desde
1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino estuvo preocupado con
fomentar las empresas estatales.
No hay duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con el
beneficio de la retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente estaban
transformando la economía china durante la primera década de reforma fueron la agricultura
privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados en las ciudades, y
las Zonas Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por Pekín. Fueron
jugadores marginales operando fuera de los límites impuestos por el socialismo. A estas
fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos siempre y cuando no
amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto creó espacio para lo que
denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron de vuelta a China las fuerzas
del emprendimiento y del mercado durante la primera década de la reforma.
Los primeros negocios en las ciudades chinas fueron iniciados por personas que no tenían
un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron jóvenes citadinos que recientemente habían
vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20 millones de graduados de los primeros años de
secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en las ciudades fueron enviados al campo en
parte porque el gobierno no podía crear suficientes empleos. Después de la muerte de Mao,
ellos volvieron, pero no encontraron empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes,
desempleados, y ansiosos, se tomaron las calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta
creciente presión obligó al gobierno a abrir la puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas
empezaron a surgir en las ciudades chinas; rápidamente acabaron con el monopolio estatal
de la economía urbana.
Entre las cuatro revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las más
controversiales. Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al socialismo. La
idea era permitirles experimentar con la economía de mercado, importando tecnología
avanzada y conocimientos administrativos, vendiendo productos a los mercados globales,
creando empleos y estimulando el crecimiento económico. Pero los experimentos
estuvieron limitados a unas cuantas zonas para que no socavaran el socialismo en otras
partes, y por si acaso los experimentos fracasaran, su daño al socialismo sería
insignificante.
La competencia regional
La segunda parte de nuestro relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping realizara
su tour por el sur del país. Mientras que las revoluciones marginales trajeron las fuerzas de
mercado de vuelta a la China durante la década anterior, la competencia regional se volvió
la principal fuerza transformadora durante la segunda década, convirtiendo a China en una
economía de mercado para fines del siglo. La competencia regional no era nueva; había
existido durante la primera década de la reforma. Pero luego creó barreras al comercio en
las fronteras de las provincias y fragmentó la economía china. China implementó la reforma
de precios en 1992, la reforma tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas
estatales para mediados de los noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino
para el auge de un mercado común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de
mercado a todos los actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una
fuerza transformadora.
Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su libro, Capitalismo
con características chinas. Un argumento controversial de Huang es que China fue más
capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el argumento quiere decir
que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del Estado durante los ochenta,
entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las “revoluciones marginales”. Pero si
este sugiere que China se apartó del libre mercado durante la segunda década de las
reformas, está ignorando un cambio fundamental en la economía durante los noventa. Y
esto es el florecimiento de un mercado nacional común, el cual era un requisito para que la
competencia regional funcione.
Conclusión
Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista, ¿qué podemos decir
acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una característica persistente de
la transición hacia el mercado de China es la falta de liberalización política. Esto no es para
sugerir que el sistema político chino se ha mantenido intacto durante los últimos 35 años. El
Partido se ha distanciado así mismo de la ideología radical; ya no es comunista, excepto en
nombre. En los últimos años, el Internet ha empoderado cada vez más a los chinos para
que hagan escuchar su voz en cuestiones políticas. No obstante, China sigue siendo
gobernada por un solo partido político.
La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no cambiar
ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una economía
liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente ha reconocido
correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se adherirá a la
democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las principales preguntas
realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro, ofrecemos una perspectiva
distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto en la economía de mercado de
China: China ha desarrollado un mercado sólido de productos, pero todavía carece de un
mercado libre de ideas.
El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar acerca del futuro político
de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las siguientes dos
consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no funciona a menos que
sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual la democracia
fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por la tiranía de la
mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica del mercado de ideas,
así como la privatización depende del mercado de activos capitales. Segundo, la
competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene precedente en la historia china.
De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una fuerte connotación negativa en el
pensamiento político chino tradicional. “Formar un partido y perseguir el interés propio” (结
党营私) ha sido consistentemente denunciado como algo que socava el ideal político, que
es que “lo que está debajo del cielo es para todos” (天下为公). En cambio, el mercado de
ideas tiene una raíz profunda y venerada en el pensamiento chino tradicional: “dejen que
cien escuelas de pensamiento compitan” ha sido respetado como un ideal político desde los
tiempos de Confucio. Es nuestra opinión que el mercado de ideas promete una estrategia
más gradual y viable para reconstruir la política china sobre los principios de la tolerancia, la
justicia y la humildad.
A lo largo de los últimos 35 años, China se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito
económico. La teoría de los sentimientos morales tiene más de una docena de traducciones
chinas; el libro se ha ganado el corazón y la mente del Premier Wen Jiabao. El mensaje de
Adam Smith atrae mucho a los chinos, no en poca medida debido a su palpable similitud
con el pensamiento chino tradicional acerca de la economía y la sociedad. Un resultado
sorprendente de la transición de China hacia el capitalismo es que China encontró una
forma de volver a sus raíces culturales.
“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping
equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están
encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos
optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un mercado
de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de productos en el
pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y más determinada
por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas se volverán demasiado
grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos.
La adopción de China tanto de su historia como de la globalización nos conduce a creer que
el capitalismo chino, que recién inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable no solo
para China, sino para Occidente y para todos los demás también. También es deseable
para la economía de mercado a nivel mundial. Hoy, la biodiversidad es reconocida como
algo vital para mantener nuestro ambiente natural. La diversidad institucional juega un papel
similar cuando se trata de mantener a la sociedad humana resistente. El capitalismo será
mucho más sólido si no es un monopolio de Occidente, pero florece en sociedades con
distintas culturas, religiones, historias y sistemas políticos. Mientras que el comercio en el
mercado global de productos hace que la guerra sea demasiado cara como para ser librada,
un mercado global de ideas puede tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos
aleja de la colisión de civilizaciones.