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RESUMEN. El presente trabajo interroga los ABSTRACT. This work examines the links be-
vínculos entre soberanía y hospitalidad y la tween sovereignty and hospitality and the
importancia deconstructiva de la segunda so- deconstructive importance of the latter over
bre la primera. Si bien, a primera vista, pare- the former. At first, it would seem that what
ciera que lo que hace posible la hospitalidad makes hospitality possible as an effective
como derecho efectivo es la soberanía, si- right is sovereignty; however, following the
guiendo los trazos de la filosofía de Jacques traces of Jacques Derrida’s philosophy, it is
Derrida, se hace manifiesto que la hospitali- evident that hospitality, since it depends on
dad, al depender de la soberanía, del derecho sovereignty and on the right assumed by the
que se arrogan los Estados de hacer efectivo States to make it effective, is constantly
el derecho, se ve constantemente aplazada y postponed and perverted. There is a produc-
pervertida. Existe un lazo productivo entre tive link between hospitality and sover-
hostilidad y soberanía, exaltado por la teoría eignty, exalted by the classical political the-
política clásica, que debe ser «desnaturaliza- ory, which should be «denaturalized» on
do» en nombre de la hospitalidad, es decir, en behalf of hospitality, that is to say, on behalf
nombre de una justicia infinita hacia el otro of an infinite justice towards the other as
como radicalmente otro. radically other.
Palabras clave: Derrida, hospitalidad, sobera- Key words: Derrida, hospitality, sovereignty,
nía, heteronomía, democracia, autoinmunidad. heteronomy, democracy, autoimmunity
«Desde el siglo XVI hasta el siglo XX, existe una continuidad entre guerra y
política, la primera siendo el medio constitutivo de la segunda, su condición,
continuidad característica de la modernidad política en el sentido de que la
ligazón guerra/política está al servicio de una problemática del ser común
pensado según el uno, es decir según el soberano. La modernidad política
revela así su esencia eminentemente profana: la justicia política procede no de
una forma o de una idea a priori, que viene a constituir la política desde el
exterior, por fuera de ella misma, sino de una física de fuerzas. El uno, como
forma múltiple, procede de la acción histórica de los hombres, guerras
fundadoras y revoluciones constitutivas de un orden describiéndose
a sí mismo como estado de justicia.»
(Mairet, 1997, 196. Traducido del francés por la autora)
límites, del ethos en cuanto estancia, habita- de las certezas del sujeto autónomo. Hay
ción, casa, hogar, familia, lugar-propio. Ahora identidad sólo si el Uno reprime lo (al)
bien, deberíamos examinar ahora las situacio- otro de sí: mas lo reprimido siempre re-
nes en que no sólo la hospitalidad es coexten- torna desde adentro. Esta es la paradoja
siva a la ética misma sino donde puede pare-
cer que algunos, como ha podido decirse, ubi- de la soberanía: el poder performativo de
can la ley de la hospitalidad por encima de sí, en el proceso de autocreación, incor-
una “moral” o de una cierta “ética”» (Derrida, pora al otro por su negación, creando si-
2000, 149). multáneamente un afuera en el adentro.
El lugar del tercero (no dialectizable)
Cuando Derrida sostiene que la sobe- y los límites de la reflexión política clási-
ranía — el carácter condicional del dere- ca serían fundamentales para pensar el
cho — debe ser interpelada por la justicia por venir de la emancipación y de la de-
— desde una radical heteronomía—, no mocracia. Aún cuando el espacio so-
se propone realizar una crítica de la sobe- cio-político (la atribución y distribución
ranía a partir de algo externo a ella, sino de los lugares) se constituye en torno de
de algo que es interno a su fundamento: lógicas binarias que buscan otorgar trans-
la incondicionalidad 11. Se trata de mar- parencia y visibilidad al mundo compar-
car desde su origen la imposibilidad de tido, parte del trabajo de Derrida consiste
separar un adentro y un afuera, la intran- en mostrar el travestismo de los concep-
sigencia de una singularidad atravesada tos y su carácter abierto. Si bien reconoce
por el otro como verdadero fundamento la productividad de la lógica oposicional,
de la posibilidad/imposibilidad de la in- también muestra los puntos en los que los
dividualidad (tanto del sujeto como del conceptos políticos no pueden ser sim-
Estado). De ahí que la hospitalidad, el plemente contrapuestos y puestos al ser-
otro como acontecimiento que irrumpe vicio de la identidad/diferencia. Dice De-
en la propia casa exigiendo hospitalidad, rrida en su seminario La bête et le souve-
no sólo se caracterice por poner en cues- rain:
tión los fundamentos de la soberanía (y,
en términos más generales, de la ipsei- «La sola regla que por el momento creo
dad), sino también por hacer visible la ar- que hay que darse en este seminario, es la de
bitrariedad de lo común y lo propio, la no fiarse de los límites oposicionales común-
mente aceptados entre naturaleza y cultura,
porosidad de sus fronteras. La presencia naturaleza/ley, Phycis/nomos, Dios, hombre y
del extranjero coloca a aquellos que de- animal o mismo alrededor de “lo propio del
ben recibirlo o expulsarlo en el camino hombre”, sin mezclar todo y sin precipitarse
de la duda, más también en el de la auto- por analogismo, hacia “parecidos” o identida-
rratificación: basta su presencia para des. Cada vez que se pone en cuestión un lí-
tome forma la particularidad de lo pro- mite oposicional, lejos de concluir una identi-
pio. El extranjero, su llegada, dirá Derri- dad, es preciso multiplicar por el contrario la
da, representa una oportunidad única de atención sobre las diferencias, refinar el análi-
«apropiación de lo propio». sis dentro de un campo reestructurado» (De-
rrida, 2004, 444. Traducido por la autora).
A través de la soberanía lo incondi-
cional cristaliza en lo particular, de ahí Las figuras del soberano y la bestia
que siempre se pueda interrogar la sobe- tendrían en común el encontrarse «fuera
ranía en nombre de lo incondicional del de la ley», hecho que podría ser el princi-
otro, del acontecimiento que la funda y al pio de trascendencia hacia algo divino (lo
mismo la desvela. Existe un asedio de lo suprahumano), pero también arrojo hacia
otro sobre el uno 12, una heteronomía ine- la lascividad y la glotonería animal (lo in-
rradicable como principio de destrucción frahumano); remitiéndose a Aristóteles,
aquel que vive por fuera de la comunidad tica de la soberanía, es decir, de la razón
(de su ley) sería una bestia o un dios, pero calculadora, de la razón de Estado? En
no un hombre: nombre de la hospitalidad del otro cuya
«El estar fuera de la ley puede sin duda,
justicia infinita interroga cada vez lo exis-
por una parte, y esta es la figura de la sobera- tente en nombre de lo único no apropiable
nía, tomar la forma de el estar-por-arriba de por nadie y nada: la singularidad. Se trata
las leyes, y por la tanto la forma de la Ley de pensar de otra manera el «yo puedo» a
misma, del origen de las leyes, del garante de través de la figura del otro como aconteci-
las leyes, como si la Ley, con una gran L, la miento, como aquello/aquel que no puede
condición de la ley, fuera antes, por encima y ser ni anticipado ni calculado: como aper-
por lo tanto por fuera de la ley, exterior, hete-
rogénea a la ley; pero el estar-fuera-de-la-ley tura a la singularidad, como una estructura
puede también, por otra parte, y esta es la fi- ineluctablemente hospitalaria del hombre,
gura de aquello que se entiende más común- ética antes que ontológica.
mente por la animalidad o la bestialidad, si- Volviendo pues al motivo de este tra-
tuar el lugar en el que la ley no se manifiesta o bajo: se trata de la irrupción del y de lo
no es respetada, o es violada» (Derrida, 2004,
445).
otro, de aquel cuya dignidad no puede ser
calculada, haciendo estallar en mil peda-
El estar fuera de la ley es la condición zos la unidad de un sujeto ya-siempre
básica que permite la asociación y la com- hospitalario 13. La política sería la con-
plicidad de las figuras de la bestia, el cri- vergencia paradójica de lo condicional,
minal y el soberano: asedio mutuo de estas cristalizado en la figura del derecho y de
figuras sin ley. A través del rostro del so- la soberanía que lo funda, y lo incondi-
berano se manifiesta la geta de la bestia. cional, como hospitalidad incondicional
No habría, como pretende la tradición po- del radicalmente otro en su singularidad
lítica occidental, una frontera que permita absoluta, que ningún cálculo soberano
separar el mundo animal y violento, del puede incorporar o prever. Un proceso
mundo humano de la ley. De ahí que De- crítico se desata sobre las certezas del so-
rrida sostenga la perversión inherente a los berano: éste, como la figura por excelen-
Estados. El Estado voyous o canalla, es cia de lo condicional, sólo puede ser lo
aquel que no se aviene a ninguna ley, que que es reconociendo la incondicionalidad
actúa de espaldas a todo convenio, no re- que lo funda y lo acecha: sólo hay sobera-
conociendo ninguna reglamentación co- nía ahí donde no existe prelación 14.
mún. En la estructura misma de la sobera- Si se reconoce que no existe una
nía se encontraría inscrita la posibilidad de identidad «natural», sino más bien una
lo bestial, el estar-fuera-de-toda-ley (De- «construcción fantasmática de la identi-
rrida, 2004, 446). dad (del ethos) que busca naturalizar su
origen» (Derrida, 1997a, 45) —es decir,
III que la incondicionalidad funda la sobera-
nía del «yo» y el «nosotros»—, siempre
Para Derrida, la exigencia de soberanía es que se hable de identidad, necesariamen-
indisociable de la exigencia incondicional te, por justicia, se deberá tener en cuenta
de lo incondicionado. La crítica o hi- aquello que se excluye: es decir, la pre-
per-crítica de la soberanía (la deconstruc- sencia/ausencia de todos aquellos cuya
ción como emergencia de lo incalculable) negación constituye una parte sustancial
surge de aquello mismo que la funda: el de la política por la cual se pueden hacer
abismo de la singularidad. ¿En nombre de visibles los de adentro. He aquí la lógica
qué o de quién sería posible hacer una crí- sacrificial que Derrida reconoce y, sin
embargo (instancia de la duda que abre el deriva a la que su propia violencia conti-
tiempo de una justicia sin tiempo), pone nuamente la expone, es porque ya desde
en cuestión a partir del concepto de hos- su inicio puso en funcionamiento un dis-
pitalidad como democracia. positivo inmunitario capaz de atenuar sus
Todo ordenamiento incluyente, den- efectos devastadores. Esto equivale no a
tro de una línea que se podría denominar suprimir la violencia —en este caso, se
«democrática», debería comprender muy extinguiría la comunidad, inseparable de
bien lo que tanto Derrida como Espósito ella— sino a asumirla en formas y dosis
definen como la paradoja autoimunitaria, no letales» (Espósito, 2005, 58). El siste-
ya esbozada por Benjamin en su octava ma inmunitario sería la condición tras-
tesis sobre la historia: «Ningún sacrificio cendental, el modelo destructivo y opera-
es demasiado grande para nuestra demo- tivo, de la comunidad (Ibíd., 205). Si-
cracia, y menos que menos el sacrificio guiendo los trazos de una tradición que
temporario de la propia democracia» somete los cuerpos, a vida y muerte, al
(Agamben, 2004, 36). Derrida se encuen- cuerpo inmortal del Estado soberano,
tra en una línea de reflexión que se pre- Espósito muestra cómo todo el paradig-
gunta por el vínculo entre violencia y de- ma político occidental se basa en la lógi-
recho que Benjamin 15 ya habría hecho ca inmunitaria 19, en una matriz sacrifi-
suyo. Reconoce que, aún cuando el orden cial centrada en la defensa contra las
sacrificial (la muerte actualizada, rituali- amenazas tanto internas como externas
zada y negada) constituye un secreto bien (cuya manifestación más clara es la doc-
guardado al interior del orden común, las trina de la soberanía). Mas no se trata
claves para su desnaturalización se en- (nunca, se podría decir) de los peligros
cuentran en aquello mismo que lo funda que vienen de afuera sino de los que se
y lo niega cada vez: la muerte (matando y gestan en el interior de estos ordenamien-
disponiendo de la muerte del otro como tos, dando lugar al pasaje de la inmuni-
si esto fuera posible), matando y murien- dad a la auto-inmunidad: «las enfermeda-
do para no morir 16. Aquí el concepto de des autoinmunitarias son las que expre-
desapropiación de Derrida se encuentra san, ya en su propia denominación, la
en íntima relación con el concepto de contradicción más aguda: no una dismi-
Jean-Luc Nancy de desobra 17; a través nución, un bloqueo, una falla del aparato
de ellos se deconstruye el lazo común a inmunitario, sino su vuelta contra sí mis-
partir de aquello que no puede ser apro- mo. (...) Algo está fuera de duda: en todos
piado por nadie ni por nada: la singulari- estos casos siempre se trata de un “exce-
dad. La muerte del otro pone al descu- so de defensa” del organismo que, en su
bierto la finitud, sí, pero también la intento de herir al enemigo, también se
irremplazabilidad y el carácter incalcula- daña a sí mismo» (Ibíd., 230). Tanto
ble de lo humano, la dignidad como fun- Espósito como Derrida ponen en tela de
damento de la pregunta por la justicia an- juicio la identidad en nombre de la irre-
terior a todo derecho y a todo cálculo. vocable hospitalidad del otro en el sí mis-
Un gran escándalo es alojado en las mo: toda inmunidad es en realidad au-
entrañas de nuestras democracias: su toinmunidad, pues no hay un límite entre
máscara es la soberanía y la violencia que lo interior y lo exterior. Este punto repre-
ellas excluyen e incorporan sin cesar. senta uno de los puntos más relevantes
Dice Espósito en referencia a la hipótesis para la presente indagación, pues el
de Girard en La violencia y lo sagrado 18: vínculo entre soberanía y hospitalidad,
«(...) si la comunidad logró salvarse de la no dependería de un sujeto autónomo (in-
NOTAS
1 «Por “ipseidad” sobreentiendo, por lo tanto, al- miento, el estar-juntos mismo supone la separación
gún “yo puedo” o, como poco, el poder que se otorga infinita. El en-casa no será ya, por consiguiente, natu-
a sí mismo su ley, su fuerza de ley, su representación raleza o raíz, sino respuesta a una enrancia, fenómeno
de sí mismo, la reunión soberana y reapropiadota de sí de la errancia que él detiene» (Derrida, 1998, 120).
en la simultaneidad del ensamblaje o de la asamblea, 3 Carl Schmitt, con intenciones diametralmente
del estar-juntos, del “vivir juntos”, como se dice tam- opuestas a las que guían la presente investigación, lo
bién. (...) Entenderé pues tanto el sí mismo, el “mismo explica muy bien. Según este autor, el campo político
de sí” (es, decir el mismo, meisme, que viene de me- es el escenario de un enfrentamiento entre distintas
tiese), como el poder, la potencia, la soberanía, lo po- formas de vida colectiva que no pueden resolver sus
sible implicado en todo “yo puedo”, pse del ipse (ip- diferencias racionalmente. Los conflictos surgen de
sissimus) que remite siempre — Benveniste lo mues- una diversidad existencial inerradicable que no puede
tra perfectamente-, a través de complicados relevos, a resolverse por medio de la moral o de las leyes. De ahí
la posesión, a la propiedad, al poder, a la autoridad del que la decisión política fundamental sea aquella que
señor, del soberano y, casi siempre, del anfitrión (hos- determina para el conjunto quién es el enemigo: «El
pites), del señor de la casa o del marido» (Derrida, enemigo es simplemente el otro, el extranjero y basta
2005, 28). a su esencia que sea existencialmente, en un sentido
2 En esta línea es preciso seguir los pasos de Lévi- particularmente intensivo, algo otro o extranjero, de
nas y los de Derrida a través de aquél: «El en-casa de modo que, en el caso extremo sean posibles con él
la morada no significa el cierre sino el lugar del Deseo conflictos que no puedan ser decididos ni a través de
dirigido a la trascendencia del Otro. La separación se- un sistema de normas preestablecidas ni mediante la
ñalada en él es la condición de la acogida y de la hos- intervención de un tercero “descomprometido” y por
pitalidad ofrecida al otro. No habría ni acogida ni hos- eso “imparcial”» (Schmitt, 1963: 23). El Estado, en
pitalidad sin esa alteridad radical que supone ya sepa- sentido político, debe ser aprehendido en el horizonte
ración. El vínculo social es una cierta experiencia de de la guerra. De ahí las críticas a la idea liberal de in-
la desvinculación sin la cual ninguna respiración, nin- dividuo universal, racional y moral y a la posibilidad
guna inspiración espiritual sería posible. El recogi- de resolución racional de los conflictos. Para Schmitt,
la teoría de la Constitución del Estado de Derecho, Francesa y, por otro lado, la realidad histórica o la
fundada en la doctrina de los derechos naturales y uni- concreción efectiva de estos principios» (Derrida,
versales del hombre como garantías contra el Estado, 1997, 30).
es claramente antipolítica, pues busca aplazar y negar 9 En Adiós a Emmanuel Lévinas Derrida opera su
el problema de la soberanía, es decir, la determinación ruptura con el cosmopolitismo kantiano a partir del
de un enemigo que haga posible la afirmación de la concepto levinasiano de hospitalidad: «Mientras que
existencia colectiva. para Kant la institución de la paz no podía más que
4 La democracia contra el Estado (1998) de Mi-
conservar la huella de un estado de naturaleza guerre-
guel Abensour es un buen ejemplo. Dentro de esta lí- ra, en Lévinas, inversamente, la alergia, el rechazo del
nea también está Derrida que critica al Estado, una po- otro, la guerra aparece en un espacio marcado por la
lítica condicional basada en lo jurídico, partiendo de la epifanía del rostro, precisamente donde “el sujeto es
Justicia, de una política incondicional y de una demo- un anfitrión” y un “rehén”, allí donde, responsable,
cracia por venir. traumatizada, obsesionada, perseguida, la subjetividad
5 «El soberano está, al mismo tiempo, fuera y den- intencional, la conciencia-de, ofrece de antemano la
tro del ordenamiento jurídico. Si es soberano es, en hospitalidad que ella es. Cuando afirma que “la esen-
efecto, aquél a quien el orden jurídico reconoce el po- cia del lenguaje es amistad y hospitalidad”, Lévinas
der de proclamar el estado de excepción y de suspen- entiende que está marcando una interrupción: inte-
der, de este modo, la validez del orden jurídico mis- rrupción de la simetría e interrupción de la dialéctica.
mo, entonces cae, pues, fuera del orden jurídico nor- Rompe con Kant y con Hegel: y con un jurídico-cos-
malmente vigente sin dejar por ello de pertenecer a él, mopolitismo que, a pesar de sus denegaciones, no lle-
puesto que tiene competencia para decidir si la Consti- garía a interrumpir la paz armada, la paz como armis-
tución puede ser suspendida “in toto”. La precisión “al ticio; y asimismo con el laborioso proceso de lo nega-
mismo tiempo” no es trivial: el soberano, al tener el tivo, con un “proceso de paz” que organizaría a su vez
poder legal de suspender la validez de la ley, se sitúa la guerra por otros medios cuando no hace de ella una
legalmente fuera de ella. Y esto significa que la para- condición de la conciencia, de la “moralidad objetiva”
doja de la soberanía puede formularse también de esta y de la política —eso mismo acerca de lo cual una dia-
forma: “La ley está fuera de sí misma”, o bien: “Yo, el léctica de un Carl Schmitt daba crédito nuevamente a
soberano, que estoy fuera de la ley, declaro que no hay Hegel. Para Lévinas, la paz no es un proceso de lo ne-
un afuera de la ley”» (Agamben, 1998, 27). gativo, el resultado de un tratado dialéctico entre lo
6 «El concepto de soberanía debe reservarse para Mismo y lo Otro: “Lo Otro no es la negación de lo
la afirmación condicional de que todos los gobiernos Mismo como lo querría Hegel. El hecho fundamental
deben hacer frente a condiciones excepcionales en las de la escisión ontológica en Mismo y en Otro es una
que las normas constitucionales ordinarias deben ser relación no-alérgica de lo Mismo con lo Otro”» (De-
marginadas, si es que el Estado pretende sobrevivir rrida, 1998, 119).
(...). La soberanía es relevante en relación con las si- 10 «En lo que se refiere a las relaciones exteriores
tuaciones de excepción o de emergencia como poten- de los Estados, no se puede exigir a un Estado que
cialidad para mantener el orden en presencia de peli- abandone su constitución, aunque sea despótica —que
gros ciertos y reales y como justificación de poderes es la más fuerte con relación a los enemigos exterio-
de excepción en los que todos los regímenes deben en- res—, mientras corra el peligro de ser conquistado rá-
contrar la capacidad para una acción decisiva, centra- pidamente por otros Estados. Así, pues, queda permi-
lizada e incuestionada, al menos durante cierto tiem- tido, en algunos casos, el aplazamiento de las refor-
po, si el Estado debe sobrevivir» (Crick, 1979, mas hasta mejor ocasión» (Kant, 2004, 62-63). Este
771-772). tipo de reflexiones son las que justamente permiten
7 «(...) el principio de soberanía (...), tratándose entender, según Derrida, cómo se produce y cuáles
del hecho fundamental de la modernidad, se ha mos- son las razones profundas de la autoinmunidad que se
trado como el principio de individuación de los pue- aborda más adelante en este mismo texto.
blos históricos. Pueblos y naciones han construido su 11 «¿Acaso no se puede y no debe distinguir, preci-
identidad propia a través del Estado. Una construcción samente allí donde eso parece imposible, entre, por un
tal, vivida por los modernos como el medio para al- lado, la compulsión o la auto-posición de soberanía
canzar la libertad misma, se ha operado a través y por (que es asimismo, nada menos, la de la ipseidad mis-
la guerra, civil o externa, en todo caso por la violen- ma, del mimo sí mismo [meisme, de metipsissimus,
cia. La construcción de la territorialidad política de los meisme], ipseidad que conlleva, como lo confirmaría
Estados, como materialización del principio de sobe- también la etimología, la posición de poder androcen-
ranía, constituye el telón de fondo de la historia mo- trada del amo de la casa, el dominio soberano del se-
derna» (Mairet, 1997, 13. Traducido del francés por la ñor, del padre o del marido, la potencia de lo mismo,
autora). del ipse como sí mismo) y, por otro lado, esa postula-
8 «Existe siempre una distancia considerable entre ciónde incondicionalidad que se encuentra tanto en la
la generosidad de los grandes principios del derecho exigencia crítica como en la exigencia (perdónenme la
de asilo heredados de las Luces o de la Revolución palabra) reconstructiva de la razón?»
«(...) No se trataría sólo de disociar pulsión de so- 15 Para el vínculo de derecho y violencia remitirse
beranía y exigencia de incondicionalidad como dos a Para una crítica de la violencia (1995) de Walter
términos simétricamente asociados, sino de cuestio- Benjamín.
nar, de criticar, de deconstruir, si quieren, la una en 16 «El hecho es que Bataille no siempre advirtió
nombre de la otra, la soberanía en nombre de la otra» —aunque fue el que más lo advirtió— que la comuni-
(Derrida, 2005, 171). dad no puede hacerse obra: ni de vida, ni de muerte, ni
12 «Más que formar parte de ella, el individuo mis- de cada cual, ni de todos. Es cierto que Bataille no
mo es una comunidad infinitamente plural» (Espósito, buscó en el sacrificio la inmortalidad de la existencia,
2005, 190). sino, por el contrario, la prueba cruenta de su finitud.
13 Derrida retoma a Nancy ahí donde éste hace po- No obstante, justamente aquí, en la iluminación de
sible pensar una libertad como heteronomía, más allá esta verdad extrema, está la zona de sombra que em-
de la fuerza y el poder: «Nancy pretende efectivamen- pañó su lucidísima perspectiva, cuando se prohibió
te abrir de nuevo el acceso a una libertad que “no se ver en la existencia lo que no se puede sacrificar»
deja presentar como autonomía de una subjetividad (Espósito, 2003, 207).
17 «[La comunidad] Está consignada a la muerte
dueña de sí misma y de sus decisiones, desarrollándo-
se sin trabas, con una perfecta independencia”» (De- como a aquello de lo que es, precisamente, imposible
rrida, 2005, 61). hacer obra (excepto obra de muerte, desde que se
14 El Bien, nos dice Derrida, es la primera figura quiere obrar como ella...)» (Nancy, 2001, 34).
18 En el libro La violencia y lo sagrado, Girard
de lo incondicional que funda la soberanía. En la Re-
pública «lo invisible es fuente de lo visible, de la visi- nos coloca frente a una posible respuesta a la pregunta
bilidad invisible de lo visible, de una condición de vi- acerca las razones profundas de los procesos por los
sibilidad que es ella misma invisible e incondicional» cuales determinados miembros aparecen como «extra-
(Derrida, 2005, 165). Platón se pregunta ¿cómo debe ños» y, de forma más radical, como sagrados y sacri-
ser la ciudad perfecta en la que reina absolutamente la ficables. Según este autor, para existir toda cultura y
Idea de Justicia? En una primera respuesta nos arroja sociedad debe resolver el tema de la violencia; los
al terreno de la utopía, al horizonte puro y racional hombres tienen naturalmente un apetito de violencia
desde el cual reconstruir la pólis en crisis. El carácter que, cuando no está regulado socialmente y diferido,
“extraterritorial” de la República pareciera dejar abier- se desparrama por doquier haciendo imposible la so-
to el campo de lo posible más allá de lo actual. Si bien ciedad. El sacrificio cumple una función central, pues-
el proyecto de comunidad racional se funda en la di- to que a través de él se restaura la armonía y se refuer-
mensión necesaria e inmutable de la Idea de Justicia, za la unidad social. Ahora bien, el punto más intere-
ésta no se deja aprehender tan fácilmente; su justifica- sante remarcado por Girard en el horizonte de la
ción política implica una transacción (siempre imposi- presente indagación, es el que se refiere a los rasgos
ble) entre lo contingente y lo sensible (lo incalculable) comunes al conjunto de las víctimas sacrificiales; és-
y lo necesario (a primera vista lo calculable y lo fini- tas se caracterizan principalmente por no pertenecer o
to). Estamos frente al tránsito imposible de la justicia pertenecer de forma incompleta al grupo social, esto
—incondicional y absoluta— al derecho —condicio- es, por no integrarse plenamente (los extranjeros, los
nal y relativo a la comunidad—. La Justicia es decons- niños, las vírgenes, los animales, los reyes, etc.). La
trucción (irrupción y hospitalidad del radicalmente hipótesis de Girard es que entre la comunidad y las
otro): desborda siempre la capacidad reflexiva y lógi- víctimas no existe una relación social particularizada.
ca de la razón, ya sea bajo la forma del lógos, del mito Según Girard la justicia se basa principalmente en
o de la ley. La Justicia nos reenvía al marco el orden diferencial. Cuando un grupo social pierde
pre-mito-lógico de la filosofía platónica (pre-mito-ló- la capacidad de colocar por fuera a ciertas personas
gico porque si bien lo mítico abre el camino hacia lo en base a ciertos elementos de diferenciación, se
verosímil —el mito de las razas— kôra en tanto exce- pone en jaque el orden sacrificial ya que al no polari-
so no dialectizable nos empuja hacia el “abismo sin zarse la violencia sobre los «otros», los «enemigos»
fondo”). Si bien la filosofía platónica busca hacer “co- y los «diferentes» la violencia intestina consume al
municable” y de naturaleza práctica lo justo a través grupo social en un sinfín de acciones y respuestas.
de las narraciones míticas, lo cierto es que la materia- De esta forma, insiste en que «las razones que impul-
lización de (incluso) la mejor de las comunidades con- san a los hombres a exterminar algunas de sus criatu-
lleva la perfección/perversión del proyecto. De ahí ras pueden ser sin duda malvadas pero es difícil que
que justicia/kôra/deconstrucción sea siempre una es- sean triviales» (Girard, 2002, 32) y nos invita a pen-
tructura universal indeconstruible e hiper-crítica, lo in- sar en el conjunto de mecanismos por los cuales se
visible, un secreto irreductible e incomunicable (el se- ponen en marcha los procesos de exclusión y extra-
creto de la última morada del hombre y la mujer); ñeza en todos los grupos sociales. Para un análisis
aquello que dejaría siempre lugar a una redefinición detallado de la tesis de Girard se recomienda la lectu-
del derecho/de lo dicho/del texto y (nuevamente) a ra del capítulo «Sangre doble» de Inmunitas: «Desde
una repolitización (reasignación de las partes) de la esta perspectiva, se debería decir que la comunidad
comunidad. es una violencia diferida, que se diferencia de sí mis-
ma duplicándose en otra violencia. La hendidura que Pues se trata también, y a la vez —ya que la cosa está
por un momento se abre en el corazón de la violen- marcada por la misma palabra en différance—, de la
cia, para volver a cerrarse inmediatamente después différance como reenvío a lo otro, es decir, como ex-
como tenaza en torno de la víctima designada. Un periencia irrefutable —subrayo: irrefutable— de la al-
cambio de lugar de la violencia, de lo propio a lo teridad del otro, de lo heterogéneo, de lo singular, de
otro. De todos a uno: todos menos uno. Uno en lugar lo no-mismo, de lo diferente, de la disimetría, de la
de todos. Aún cuando asume la forma de la no-vio- heteronomía» (Derrida, 2005, 57).
lencia, cuando parece anhelar la paz, la comunidad es 21 «Esta fe es otra forma de guardar razón, por
el fruto oculto —una concesión y un producto— de loca que parezca. Si el mínimo semántico que se pue-
la violencia» (Espósito, 2005, 59). da conservar de los léxicos de la razón, en todas las
19 «(...) el sistema inmunitario es un mapa dibuja- lenguas, es la última posibilidad sino de un consenso,
do para guiar el reconocimiento y el desconocimiento al menos de una interpelación universalmente prome-
del sí mismo y del otro en la dialéctica de la política tida e incondicionalmente confiada al otro, entonces la
occidental» (Ibíd., 205). razón sigue siendo el elemento o el soplo de una fe sin
20 «Si lo prefieren ustedes, esta democracia como iglesia ni credulidad, la razón de ser del compromiso,
envío del reenvío, reenvía a la différance. Pero no sólo del crédito (testimonio) más allá de la prueba, la razón
a la différance como prórroga y rodeo del rodeo, vía de ser del creer al otro o en el otro —y, por consi-
desviada, aplazamiento de la economía de lo mismo. guiente, también del perjurio» (Derrida, 2005, 183).