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18-07-2019
La obtención y gestión de los recursos públicos para la investigación no es todo lo transparente que
debería.
Corrupción en la investigación científica, un problema estructural
Alfredo Caro Maldonado
Blog La Paradoja de Jevons

La ciencia y la tecnología no son los temas que más interesen a la ciudadanía. Tan sólo un 16.3%,
según la FECYT, por debajo de los viajes, y por supuesto los deportes. Sin embargo, más de un 60%
de la población considera la ciencia como beneficiosa y sólo un 6% la considera más perjudicial que
beneficiosa. Por tanto, se puede asumir que la población española considera que la investigación y
el desarrollo, la I+D+i, está infravalorada y sobre todo infrafinanciada. No es para menos, en
España se invierte alrededor del 1.2% del PIB, mucho menos del 2% de la media europea.

Ese 60% de la población considera que invertir más en investigación llevará a una sociedad más
"avanzada" con una economía diversificada, competitiva y con empleos de calidad. Y eso es lo que
vemos en los países europeos con un estado del bienestar más desarrollado. Sin embargo, en mi
opinión, esta tesis que presupone una relación simple entre más inversión en I+D y una mejor
sociedad es, cuanto menos, "cuestionable". Más bien parece una ensoñación
socialdemócrata, que considera que aumentando la "productividad" (con la I+D+i) se conseguirán
mejores condiciones sociales a la vez que se sostiene el libre mercado. Esa productividad derivada
de las mejoras tecnológicas no significa otra cosa que aumentar la explotación a través de la
extracción de plusvalía relativa, es decir, echar las mismas horas produciendo más.

De todas maneras, mucho o poco, España invirtió en el 2018 más de 6000 millones de euros en
investigación civil y, como cualquier dinero público que va a manos de servidores públicos, este
debe ser auditado y transparente en su uso, y cualquier malversación de esos fondos debería ser
considerado corrupción, cosa que no suele ocurrir en investigación.

¿Cómo se consiguen fondos para la investigación?

A los investigadores ya establecidos se les evalúa no sólo el proyecto (su calidad, innovación,
realismo, etc.) sino su credibilidad, en base al "peso" (factor de impacto, "calidad" y
número) de esas publicaciones.

Formalmente, para recibir financiación, los laboratorios y los investigadores tienen que enviar
proyectos que serán revisados por otros investigadores, por "pares", o por comisiones de expertos
de manera teóricamente imparcial y objetiva. La realidad es que, al no ser totalmente anónimos,
tanto favoritismos como rencillas afectan cotidianamente a la concesión de esa financiación. Es
común saber con antelación si te han concedido o no un proyecto; que se hagan llamadas para que
se cambien a última hora los criterios de tal convocatoria pública; que el que evaluó aquel proyecto
que te dio una plaza te diga al poco, "oye, muy bueno tu proyecto, no lo olvides"; o lo más típico,
proyectos o convocatorias de plaza en universidades ad hoc, las llamadas plazas con bicho
(convocatorias a la carta), como denuncia el colectivo de Transparencia universitaria, por ejemplo.

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También es muy habitual que el capital privado financie a laboratorios públicos. Un ejemplo
reciente es el del escándalo del médico José Baselga, que recibió millones de dólares de
farmacéuticas y no declaró el conflicto de intereses. José Baselga pudo olvidar ese "pequeño"
detalle porque es visto como algo burocrático. Pero no es de extrañar que apenas cuatro meses
después de ser obligado por ese motivo a abandonar el Sloan Kettering termine dirigiendo la
sección de oncología de la farmacéutica AstraZeneca, en una clara puerta giratoria científica. Por
otro lado, es muy sorprendente que el escándalo se haya centrado en esa no declaración, cuando el
problema viene de la financiación per se que sesga tanto los resultados de la investigación como la
objetividad a la hora de prescribir un medicamento u otro. La financiación de la investigación está
llena de "pequeños" detalles.

Entonces tenemos por un lado dopaje a través de financiación privada, que nunca será exclusiva en
la investigación académica y, por otro, directa manipulación de los resultados, que permitirá a esos
investigadores publicar antes y "mejor", con el propósito de conseguir plaza y nuevos proyectos de
investigación como veremos en los siguientes ejemplos.

Ejemplos de fraude en el sistema científico español

Esta manipulación, de una gran escala de grises, afecta a la calidad y reproducibilidad de los
resultados, imprescindible para que las conclusiones sean sólidas. Por suerte, existen plataformas
como Pubpeer que ayudan a desenmascarar los casos de falsificación de resultados más burdos
que son probablemente solo la punta del iceberg. Si consultan Retractionwatch, Pubpeer o la
página del periodista Leonid Schneider verán que son muchísimos los casos de fraude científico, de
lo que no se libran incluso premios Nobel.

Por ejemplo, el Nobel Jack W. Szostak dijo haber descubierto una proteína que podría explicar un
misterio del origen de la vida. Sin embargo, esto no pudo ser replicado, debido a que se habían
"malinterpretado los resultados". ¿Cómo puede pasar esto? ¿No se supone que los
controles en la revisión por pares debería impedir que eso pase? ¿Lo hicieron los investigadores a
propósito?

La Dra. Sonia Melo hizo, como yo, la tesis en el Institut d’investigació biomédica de Bellvitge
(IDIBELL), de carácter público, bajo la supervisión de Manel Esteller. En 2009, publicó un artículo de
investigación en la prestigiosa Nature Genetics. En 2016 Nature retiró el artículo porque tenía unas
figuras duplicadas. Aunque es un hecho bastante grave, según las investigaciones internas llevadas
a cabo por la revista y el IDIBELL, "las conclusiones del trabajo son todavía válidas". Siete años se
tardó en detectar un error tan burdo. Varios artículos de Melo con Esteller, y de Esteller sin Melo,
son sospechosos de manipulación y cuatro han sido retractados. Todos en revistas de gran
prestigio.

"El centro de investigación le dijo al periodista Leonid Schneider que no iba a investigar el
resto de artículos publicados por Melo y Esteller porque ella ya no trabajaba allí. Sin embargo, es el
autor principal, Esteller, el que se estaba beneficiando por esas publicaciones. Esa publicación, y
otras que estaban en cuestión, le permitieron a Melo ganarse un buen dinero y prestigio. Melo
continuó su carrera investigadora en la Universidad de Texas donde publicó al menos otros cinco
artículos con claros signos de "fallos" (manipulación y duplicación) en las imágenes."

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Una de las publicaciones, en Nature, llevó a que su jefe de Texas, la universidad, y Melo recibieran,
gracias a los supuestos descubrimientos de esa publicación, una inversión de 80 millones de
dólares de una empresa. Los mismos coautores de la publicación reconocieron que habían
manipulado algunos datos para que encajaran con los resultados esperados.

La EMBO, una organización para la investigación europea que aboga por la excelencia científica,
inexplicablemente le concedió a Melo un proyecto de 50 mil al año por 5 años. Todo por sus
excelentes publicaciones científicas. Pero poco después EMBO atiende las acusaciones de
manipulación de los datos y fraude, y le retira la financiación.

A pesar de todo esto, un instituto público (I3S) portugués le da una plaza en Oporto. Dos años más
tarde, una multinacional farmacéutica, AstraZeneca, y la Sociedad portuguesa de oncología, le
conceden un importante premio. Lo que, en palabras del periodista Leonid Schneider, "significa,
que no solo la academia portuguesa, sino la gran industria farmacéutica internacional, confían en
sus habilidades con el Photoshop". En mi opinión, la ausencia de control que permite que los que
hacen trampas publiquen mejor sin apenas consecuencias alimenta la bola de nieve.
Dicen las malas lenguas que en el laboratorio de Esteller se oye: "Enséñame los resultados de los
que hablamos. ¿Qué versión, la original o la buena para el jefe?"

Otro caso de corrupción muy sonado fue el de Susana González, muy parecido al de Sonia Melo. La
gran diferencia es que González sigue trabajando como funcionaria, ascendida a "Vicepresidencia
de Investigación Científica y Técnica, dependiente del presidente del CSIC" como se relata en esta
noticia de El País.

Otro escándalo más reciente ha generado mucho debate: el del investigador López-Otín.
En marzo del 2017 publiqué un artículo donde casualmente utilizaba como ejemplo de pensamiento
mágico en la ciencia la reflexión de uno de los investigadores más prominentes de España, Carlos
López Otín:

"La vida será muy distinta dentro de 100 o 200 años. Jugando con la imaginación, podemos decir
que el ser humano tendrá los ojos mucho más grandes como corresponderá a una cultura visual;
contará con menos memoria y dispondrá de unos dedos más estilizados para adaptarse a los
teclados, a la digitalización del lenguaje". Este pensamiento es propio de charlatanes, creacionistas
y curanderos, no de científicos. Pero es muy común. Demasiado. Y es que López-Otín parece que
tiene mucha imaginación. Algo que ha llevado a que se le retiren 8 publicaciones en las que
figuraba como autor principal. El motivo, según la revista JBC (en la cual fueron publicados), es que
se habían encontrado algunas imágenes manipuladas o duplicadas de manera inapropiada. Todo un
eufemismo para decir que durante más de una década su grupo de investigación había estado
utilizando en 23 publicaciones distintas la misma imagen de un experimento. Los investigadores
dicen que los artículos retirados han sido fruto de una persecución y un error. Otros, que él no
estaba al tanto y no puede controlar la veracidad de todo lo que se publica, que es algo normal en
laboratorios tan grandes.

En realidad, resulta bastante común que en los laboratorios el jefe llegue con los resultados
dibujados a partir de una hipótesis que se ha montado a partir de un experimento, que cuadra muy

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bien con una teoría más general, que has vendido estupendamente a la agencia financiadora de
turno. Por ello, pides una y otra vez a tu investigador predoctoral o estudiante de máster (estos
además pagan por trabajar) que repita el experimento "todas las veces que sea necesario" porque
"¿no será que te has equivocado?". Estos trabajadores saben que su carrera depende de esa
"banda", una mancha un poco más oscura en una radiografía. De ese resultado que se pide. Y hay
mil formas de darle el gusto al jefe.

El culebrón López-Otín sigue de manera esperpéntica e inverosímil. Al mismo tiempo que esos
artículos eran retirados por falta de credibilidad, el instituto de López-Otín en Oviedo sacrifica toda
su colonia de ratones, 6000 en total, (algunos, modelos utilizados en todas esas publicaciones) por
una infección, con un coste de cientos de miles de euros de dinero público, sin contar el
despropósito ético que supone.

Con todo esto, la academia, en vez de denunciar y pedir explicaciones por esta competencia
desleal, cerró filas en torno al investigador. El argumentario de sus "pares" fue: "Los errores no
invalidan la ciencia", "es un investigador de prestigio e íntegro" o "han ido claramente a por él". Y
cuando Otín volvió de su retiro en París lo recibieron como a un héroe. A Leonid Schneider, el
periodista alemán, al que en la Universidad de Oviedo llaman "el ruso" y que destapó el escándalo,
le intentaron sonsacar el nombre del informante y es que la represión hacia aquellas personas que
osan desafiar al poder establecido es una constante en la ciencia española. Es importante citar este
artículo del blog Investigadores en paro donde analizan más en profundidad el asunto.

Si piensan que esto es una de esas manzanas podridas, unos datos: Entre 1973 y 2012 se ha
multiplicado por 10 el número de artículos retirados (del inglés "retracted" ), solo el 21% se debía a
errores, el resto a fraude. El 2% de los investigadores admite haber falseado resultados y el 34%
otras prácticas cuestionables. Y se calcula que el 70% de los investigadores no puedan reproducir
resultados de otros o incluso propios.

Reflexión Estos son ejemplos, no manzanas podridas, de un sistema tecnocientífico que está
saturado. El cuello de botella es muy estrecho, son pocos los doctores que pueden terminar
trabajando como investigadores. Además, la saturación y la mercantilización de la investigación en
forma de publicación y patente llevan a una competencia feroz por ser el primero. Unos pelearán
por un proyecto y otros por un contrato; y ambos lo necesitan para seguir empujando la rueda.
No se puede pretender que el trabajador de la ciencia resista toda esa presión únicamente con la
ética. Esto no quiere decir que a los investigadores no les queda otra que ser corruptos. Pero el
fraude es mayor de lo que se piensa y es de una amplia gama de grises. Se produce a través de
una multitud de técnicas que van desde el maquillaje estadístico o la repetición de experimentos
que consigue la obtención del resultado esperado, hasta el más puro y vil engaño.

Manipular un resultado para publicar mejor se llama fraude, pero cuando lo enfocamos desde fuera,
desde la sociedad, se le debe llamar corrupción.

El modo de producción del conocimiento en la actualidad, mercantilista, reduce la calidad


epistemológica al someter a sus trabajadores a una gran presión por producir y eso incentiva el
fraude. El filósofo Javier Echeverría dice: "las teorías científicas devienen capital y el conocimiento y
las innovaciones basadas en ciencia se convierten en mercancía."

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Así es: esa mercancía se materializa en el sistema público en forma de patente y/o artículo, que
capitalizará el grupo de investigación que lo publica. Cuanto "mejor publicado" esté el artículo, más
índice de impacto, más valor tendrá el artículo, más financiación recibirá el grupo, que podrá
reinvertirlo en más medios de producción para seguir siendo el primero en publicar "mejor".
Además, se penaliza la publicación (socialización) de los resultados que no lleven a mejoras
tecnológicas, quedándose en los cajones piezas imprescindibles para formar el puzle de la
naturaleza.

La ciencia necesita controles de evaluación, pero los incentivos deben fundamentarse en el servicio
público, el descubrimiento o el prestigio académico basado en la honestidad. Los incentivos
deberían estar libres de mercantilización o presión económica. Y es que al presionar a los
investigadores a que salgan únicamente los resultados que les van a dar más fama y financiación,
estos trabajadores de la ciencia son obligados a dejar la vocación en pos del mercado minando la
credibilidad del sistema científico en la sociedad.

Fuente:
https://www.elsaltodiario.com/paradoja-jevons-ciencia-poder/corrupcion-en-la-investigacion-cientific
a-un-problema-estructural

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