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Introducción
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Sujeto. Una categoría en disputa
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Introducción
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Introducción
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Introducción
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1. F. Nietzsche, Mas allá del bien y del mal, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid,
Alianza, 1983, p. 60.
2. Ibíd., p. 38.
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13. M. Heidegger, Nietzsche, Vol. II, trad. J.L. Vermal, Barcelona, Destino,
2000, p. 119.
14. Ibíd. P. 119.
15. M. Heidegger, “La época de la imagen del mundo, op. cit., p. 73.
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ces el Dasein como “el ser que somos nosotros mismos”, donde
si bien no del modo subjetivo como en la fenomenología, se
reintroduce un presencia-a-sí bajo el modo de un nosotros. Es
este “nosotros” que permanece incuestionado, y que paradóji-
camente restituye el valor de la presencia, el que reúne en sí los
motivos de la proximidad y la propiedad.
De hecho, Derrida señala que justamente este valor de pro-
piedad es el que vacila, esto es, la co-propiedad del nombre
del hombre y del nombre del ser. En este cuestionamiento de
la proximidad se abre a un pensamiento más allá del hombre.
Esto da lugar, entonces, a uno de los hilos conductores del pen-
samiento de Derrida: ¿cómo pensar, si es posible, un concepto
de sujeto que no reconstituye un nosotros supuesto como algo
dado? El problema para Derrida es que este “nosotros” que
permanece incuestionado no es posible sino desde una serie de
exclusiones, pues la evidencia de la proximidad consigo o su
presencia a sí conlleva formas de diferenciación con aquellos
entes que no serían parte de ese nosotros, que en un sentido
heideggeriano no podrían formularse la pregunta por el ser.
Si ya tempranamente Derrida se pregunta por los límites de
ese nosotros, de un humanismo que insiste como posición que
en sus fronteras con el otro no produce sino relaciones de ex-
clusión y dominación, se trata de un motivo que persiste en
el tiempo. La pregunta es si es posible disociar el sintagma
“sujeto humano”, puesto que la noción de sujeto supuesta en
la armazón institucional (ante todo en la historia del derecho),
produce una ligaón irreductible con lo humano, excluyendo lo
no-humano, lo animal como sujeto de derecho32.
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33. J. Derrida, “Hay que comer, o el cálculo del sujeto”, trad. V. Gallo y N.
Billi, Pensamiento de los Confines, Nº 17, 2005.
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35. J. Derrida, “Hay que comer, o el cálculo del sujeto”, op. cit.
36. Ídem. En uno de sus últimos escritos, Derrida discute la definición de
democracia en tanto palabra compuesta por “demos” y “kratos”, indica que
allí se juega una tensión irresoluble entre un principio crático definido por
la ipseidad y un demos que excede cualquier estabilización o limitación.
Para Derrida bajo el término ipseidad se encuentran, al mismo tiempo, una
referencia al sí mismo, al ser que es propiamente sí mismo y una referencia
al poder, a la soberanía, a la potencia. En resumidas cuentas: a sí mismo
como señor. Por ello, la democracia puede definirse como la tensión entre un
principio que define el demos desde esa ipseidad, que regula la apertura sólo
a los ciudadanos, a los hermanos y semejantes, y un principio de apertura a
los desemejantes, a los otros, a todo excluido. Cf. J. Derrida, Canallas, trad. C.
de Peretti, Madrid, Trotta, 2002.
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incluso una ruptura del ser-con, un Otro justamente con el que no puedo
hacer comunidad; segundo, que por ello la crítica que esbozan contra el
concepto de sujeto es radical, aún manteniendo diferencias entre ellos
(Levinas como un pensamiento de la “subjetividad del sujeto” y Blanchot
como un pensamiento de la “subjetividad sin sujeto”). Cf. E. Levinas, Fuera
del sujeto, trad. R. Ranz Torrejón y C. Jarillot Rodal, Madrid, Caparros, 1997 y
M. Blanchot, La escritura del desastre, trad. P. de Place, Caracas, Monte Avila,
1990.
49. Aun cuando sea necesario complejizar el vínculo del estructuralismo
con el concepto de sujeto. Así, Hernán García muestra en su capítulo
la complejidad del lugar del sujeto en Foucault, aquel autor que había
decretado su desvanecimiento como un rostro dibujado en la arena.
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50. J.L., Nancy, “¿Quién viene después del sujeto?”, trad. E. Biset, en
Política Común, N° 6, University of Michigan, 2014.
51. Ídem.
52. La reapropiación también puede ser entendida bajo la forma del
“proyecto”: “En el proyecto, al contrario, el sujeto se apropia la presencia-
a-distancia del sentido en el modo de la proyección: las ideas, los valores, la
idea y el valor del sujeto mismo, no pueden más ser más que proyectados
sobre la pantalla de la representación, puesto que su estatuto o su naturaleza
son del orden de la significación”. J.L. Nancy, El olvido de la filosofía, trad. P.
Perera, Madrid, Arena, 2003.
53. Ibíd.
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54. J.L. Nancy, ¿Un sujeto?, trad. L.F. Alarcón, Buenos Aires, La cebra, 2015,
p. 14.
55. Si en este caso Nancy parece acercar su definición de sujeto al
psicoanálisis lacaniano, no será simple la relación con éste último. En un
libro del año 1973, en conjunto con Lacoue-Labarthe, señalan que el sujeto
de Lacan todavía permanece como “presupuesto” construido desde una
onto-semiología. J.L. Nancy y P. Lacoue-Labarthe, El título de la letra,
Barcelona, Editorial Buenos Aires, 1981. En el presente libro, los capítulos de
Roque Farrán, Daniel Groisman, Natalia Lorio y Mercedes Vargas muestran
diferentes aristas de los modos en que el psicoanálisis lacaniano supone una
redefinición del concepto de sujeto.
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59. J. L. Nancy, El sentido del mundo, trad. J.M. Casas, Buenos Aires, La
Marca, 2002, p. 63.
60. Ibíd., p. 65.
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67. Ídem.
68. J.L. Nancy, El sentido del mundo, op. cit., p. 90.
69. En La verdad de la democracia señala: “La política democrática es, pues,
política alejada de la asunción. Pone término a oda especie de ‘teología
política’, sea teocrática o secularizada. Postula en consecuencia como axioma
no todo (ni el todo) es política. Que todo (o el todo) es múltiple, singular-
plural, inscripción en fragmentos finitos de un infinito en acto”. J.L. Nancy,
La verdad de la democracia, trad. H. Pons, Buenos Aires, Amorrortu, 2009, p.
57. Cf. J.L. Nancy, “Ser-con y democracia”, La pléyade, Vol. 6, N° 1. En su
capítulo dedicado a Balibar, Carolina Juaneda y Aurora Romero muestran
cómo el concepto de ciudadanía permite redefinir al sujeto.
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Sujeto y alteridad
Problemas y desplazamientos desde una
perspectiva decolonial
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1. Para una apreciación detallada sobre las personas, trayectorias, eventos,
temas y espacios institucionales implicados en la conformación de este
proyecto intelectual, cf. S. Castro-Gómez y R. Grosfoguel, “Prólogo. Giro
decolonial, teoría crítica y pensamiento heterárquico”, en: El giro decolonial.
Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global, S.
Castro-Gómez y R. Grosfoguel (eds.), Bogotá, Siglo del Hombre Editores,
Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos
y Pontificia Universidad Javeriana, Instituto Pensar, 2007, pp. 9-23; W.
Mignolo, “El pensamiento decolonial: desprendimiento y apertura. Un
manifiesto”, en: El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más
allá del capitalismo global, S. Castro-Gómez y R. Grosfoguel (eds.), Bogotá,
Siglo del Hombre Editores, Universidad Central, Instituto de Estudios
Sociales Contemporáneos y Pontificia Universidad Javeriana, Instituto
Pensar, 2007, pp. 25-46; E. Restrepo y A. Rojas, Inflexión decolonial: fuentes,
conceptos y cuestionamientos, Popayán, Universidad del Cauca, 2010, pp.
13-40.
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23. Esta es una pregunta que Maldonado-Torres recupera del planteo que
Lewis Gordon hace en Existentia Africana: Understanding Africana Existential
Thought, Nueva York, Routledge, 2000.
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25. Con esto queda claro cómo la apropiación de Levinas delinea una
explícita diferencia con la ontología heideggeriana y sugiere la prioridad de
la ética en relación a la política. En este sentido: “[E]ste mundo —loco, salido
de quicio— ha atestiguado la tragedia brutal de la política que, según el autor
de Totalidad e Infinito, escindida de la ética la ha negado con vehemencia.
De aquí la lucha desatada en un ‘cuerpo a cuerpo’ contra Heidegger. Pues,
pareciera que ante el resuelto enraizamiento en la facticidad, que no tolera
ya la distinción entre ‘vida’ y ‘situación efectiva’ (Da-sein), se abriera una
nueva unidad entre vida y política”. M.M. Quintana, “Entre nos otros. La
radicalización de la alteridad en Levinas. Nuevos apuntes para el hambre
del cíclope”, en: A parte Rei, N° 47, 2006, p. 3.
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3. F. Nietzsche, Más allá del Bien y del Mal, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid,
Alianza, 1983, p. 88.
4. Ibíd., p. 219.
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1. Negatividad
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7. En Acéphale está presente la mención al hombre entero, que tanto Bataille
como Klossowski refieren al hombre integral de Sade (que se opone a servir,
se niega a funcionar).
8. G. Bataille en D. Hollier, El colegio de sociología, trad. M. Armiño, Madrid,
Taurus, 1982, p. 29.
9. G. Bataille, El Culpable, seguido de El aleluya y fragmentos inéditos, trad.
F. Savater, Madrid, Taurus, 1981, p. 153.
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2. Sacrificio
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13. Aunque luego esa verdad sea llevada al discurso y narrada, Bataille se
distingue de Hegel en que esa verdad llevada a discurso no encuentra su
acabamiento en el mismo, se trataría de una verdad que excede el discurso
(acaso en esta consideración se comprende el exceso escriturario de Bataille,
exceso que no quiere encerrar la verdad o acabar de decirla, sino que en su
exceso muestra la imposibilidad de tal cosa).
14. Ibíd., p. 26.
15. No serán pocas las veces que Bataille hable de la farsa, de la comedia o
del fraude que muchas veces se sospecha y se deja ver en el aparentemente
incólume mundo del sentido. La verdad del desgarramiento no puede ser
alcanzada por medio del discurso. Justamente el discurso siempre es medio,
de ahí Bataille señala la impotencia del sabio para alcanzar la soberanía.
Cf. G. Bataille, Lo que entiendo por soberanía, trad. A. Campillo, P. Sánchez
Orozco, Barcelona, Paidós, 1996.
16. Bataille asegura que integra elementos de la Fenomenología del Espíritu,
aunque por supuesto le imprime un “tono heterogéneo” al hablar de
soberanía, que está impregnado de sus interpretaciones de lo sagrado a
través de Durkheim, Mauss, Dumézil, entre otros.
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3. Gasto
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27. Cf. G. Bataille, La Conjuración Sagrada, trad. S. Mattoni, Bs. As. Adriana
Hidalgo editora, 2003.
28. G. Bataille, La Conjuración Sagrada, op. cit., p. 112.
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30. Bataille se apoya en los análisis de Mauss (El ensayo sobre el don) en
torno a las instituciones primitivas para dar cuenta del carácter secundario
de la producción y la adquisición, dado que el intercambio aparece como
“pérdida suntuaria de objetos donados: se presenta así, básicamente,
como un proceso de gasto sobre el cual se ha desarrollado un proceso de
adquisición” G. Bataille, La Conjuración Sagrada, op. cit., p. 119.
31. L. Hill, Bataille, Klossowski, Blanchot: Writing at the Limit, op. cit., p. 44.
32. Mauss en el Ensayo sobre el don estudia los caracteres de la usura en
las prácticas y prestaciones en las que el intercambio le posibilitó reconocer
las ambigüedades del don.: las mismas, en apariencia tienen un carácter
voluntario y gratuito, sin embargo se encuentra forzado por intereses ligado
al prestigio. Mauss asume que todavía intervienen en las transacciones de
nuestras sociedades elementos de la moral y la economía, por lo que el
sistema de prestaciones totales que estudia permiten reconocer que lo que
se intercambia no son sólo bienes y riquezas, sino también cortesias, ritos,
fiestas. Cf. M. Mauss, El ensayo sobre el don. Forma y función del intercambio en
las sociedades arcaicas, trad. J. Bucce, Buenos Aires, Katz, 2009.
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34. L. Hill, Bataille, Klossowski, Blanchot: Writing at the Limit, op. cit., p. 41.
35. La idea que subyace es que en la interioridad del hombre como en
su actividad social no pueden limitarse a lo razonable y al cálculo. Si el
hombre, en relación al gasto cósmico es un ser señalado que presenta como
su característica principal tomar a cargo esa dilapidación en sí mismo.
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4. Lo sagrado y la comunicación
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40. “No querer serlo todo es ponerlo todo en cuestión. Cualquiera subrepticiamente,
queriendo evitar sufrir, se confunde con el todo del universo, juzga cada cosa como
si la fuese, del mismo modo imagina, en el fondo que jamás morirá. Estas ilusiones
nubosas las recibimos con la vida como un narcótico necesario para soportarla: pero,
¿qué es de nosotros cuando, desintoxicados, nos enteramos de lo que somos?”. G.
Bataille, La Experiencia Interior, op. cit., p. 10.
41. G. Bataille, El culpable, op.cit., p. 44.
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45. G. Bataille, Sobre Nietzsche, trad. F. Savater, Madrid, Taurus, 1972, p. 49.
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5. Comunidad
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48. G. Bataille, La Experiencia Interior, op. cit., p. 34-35 (El texto sigue así) “Me
es preciso ahora desplazar el interés. La comunicación de una «realidad-humana»
dada supone entre los que se comunican, no lazos formales, sino condiciones
generales, Condiciones históricas, actuales, pero actuando en un cierto sentido. Digo
esto en un intento de alcanzar lo decisivo. Cuando, por otra parte, he inferido la
herida y después he abierto la llaga”.
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Aporías
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63. Ibíd., p. 120.
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Sujeto y potencia
La des-creación del sujeto en Giorgio
Agamben
1.
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4. Cf. M. Foucault, Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias
humanas, trad. E. C. Frost, Buenos Aires, Siglo XXI, 1968.
5. Cf. G. Deleuze. “¿Qué es un dispositivo?”, en: AA. VV., Michel Foucault
Filósofo, Madrid, Gedisa, 1990.
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tos del poder6. Pero no sólo ello, sino que esa posición señala
también la dirección que el poder debe retomar una y otra vez,
la línea de fuga –término acuñado por Deleuze en sus lecturas
de Foucault– que debe perseguir en todas sus variaciones his-
tóricas. Podemos sostener que en esta lectura, el sujeto para
Foucault sería un efecto del dispositivo en el que se encuentra
inserto, pero un efecto que excede al mismo dispositivo consti-
tuyendo nuevos campos de resistencia y de subjetivación que
redefinirán la entera gramática del poder. Así, en una asunción
lógica del futuro anterior, lo que Chignola realiza con su lectu-
ra foucaulteana es una ontologización de la resistencia y de la
subjetividad política no ya como una antesala natural que los
dispositivos de poder intentan doblegar, sino como un efecto
excesivo, esto es, como un borde que se pliega sobre sí mismo
y se fuga constantemente respecto del orden imperante. Una
verdadera ontología de la fuga constituyente7, que señala una
subjetividad inventiva que se opondría totalmente a la (de)
subjetivación agambeniana ya que esta implicaría un “someti-
miento” y una “pasivización”8 del sujeto.
2.
6. Posición que se hace por demás evidente en Foucault, Michel. Historia
de la sexualidad I. La voluntad del saber, trad. U. Guiñazú, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2005 y en Foucault, Michel. Seguridad, Territorio, Población. Curso en el
Collège de France (1977-1978), Trad. H. Pons, Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires, 2006.
7. De allí su filiación a las tesis de Antonio Negri, como veremos.
8. Respetamos la traducción del italiano “passivazione” que realiza el mismo
Chignola con este término, dado que la alternativa española de “pacificación”
no respeta la solidaridad conceptual que existe entre la pasividad (eje de la
crítica de Chignola a Agamben) y la potencia de a-pasionarse (lo que pierde
de vista la crítica de Chignola), sobre la que volveremos para comprender
la paradoja de la subjetivación/desubjetivación donde el autor de Homo sacer
piensa al sujeto.
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10. Esta es la tesis sostenida por Agamben en uno de los dos grandes polos
de su crítica a Occidente en la saga homo sacer, esto es, el polo de la soberanía.
Cf. G. Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, trad. A. G.
Cuspinera, Valencia, Pre-textos y G. Agamben, Estado de excepción. Homo
sacer II, 1, trad. Flavia Costa e Ivana Costa, Buenos Aires, Adriana Hidalgo,
2005.
11. Esta es la tesis sostenida por Agamben en el otro gran polo de su crítica
a Occidente desarrollada en la saga homo sacer, esto es, el polo de la oikonomía
y de la administración, cf. G. Agamben, El reino y la gloria. Una genealogía
teológica de la economía y del gobierno, trad. F. Costa, E. Castro y M. Ruvitoso,
Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
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3.
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16. G. Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, op. cit., p. 64.
17. G. Agamben, “La potencia del pensamiento” en La potencia del
pensamiento, op. cit., pp. 367-368.
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18. G. Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, op. cit., p. 83.
Traducción corregida.
19. A. Cavalletti, “El filósofo inoperoso”, en: Deus mortalis. Cuaderno de
filosofía política, Dossier: Giorgio Agamben. pp. 51 a 71. Asimismo, consideramos
que esta tercera modulación de la potencia (de-no-no) se corresponde con lo
que Deleuze, a partir de Bergson, ha llamado “imagen-cristal” ya que ella no
es sino “el punto de indiscernibilidad de las dos imágenes distintas, la actual
y la virtual, […] un poco de tiempo en estado puro.” G. Deleuze, La imagen-
tiempo. Estudios sobre cine 2, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 114.
20. Tal como J.-L. Nancy afirma respecto del “comunismo literario” en La
comunidad inoperante, trad. J. M. Garrido Wainer, Santiago de Chile, Arcis,
2000, pp. 50-51: “Vale decir que supone también necesariamente, obras
(literarias, políticas, etc.): mas lo que se inscribe, e inscribiéndose transita
por el límite, se expone y se comunica (en lugar de querer, como el habla,
realizar un sentido); lo que se reparte, es la inoperancia de las obras.” A
pesar de la cercanía que comparten los proyectos filosóficos de Nancy y
Agamben, es importante señalar sus diferencias, sobre todo en la figura de
la inoperosidad, ya que el primero la sigue concibiendo bajo un esquema
relacional mientras que el segundo busca desplegarla en una figuración
de la política más allá de cualquier esquema relacional. Cf. M. L. Saidel,
“Deconstrucción del sujeto metafísico en Nancy y Agamben: hacia una
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26. Cf. G. Agamben, “La potencia del pensamiento”, en: La potencia del
pensamiento, op. cit., p. 363; G. Agamben, Opus dei. Archeollogia dell’ufficio,
op. cit., p. ; G. Agamben, “Oeuvrer/desoeuvrer: en quête d’un nouveau
paradigme. Entretien avec Giorgio Agamben”, en: Agenda de la pensée
contemporaine, N°16, printemps, 2010.
27. Pureza acá no significa simplemente algo incontaminado, exterior a los
dispositivos y juegos de poder, como tampoco al puro resultado de la fricción
entre ellos. Lo puro no es anterior ni posterior al entramado del dispositivo,
así como tampoco lo es la vida ni la potencia. Lo puro (la vida, la potencia)
es la emergencia de una transparencia que como tal no es sino lo más opaco,
una energía que se disipa en su misma brillantez. Inclusive en el más antiguo
palimpsesto que pudiera encontrarse, inclusive en la archi-huella de una
escritura infinita que allí habría, inclusive allí podría seguirse escribiendo
pero, fundamentalmente, podría no escribirse. Y esta ínfima posibilidad,
que se expondría incluso en cada nueva escritura, esa virtualidad sería
pura no porque hiciera primar una alternativa por sobre las otras (la raza, la
nación, la clase) sino porque en una disyunción inclusiva abrazaría a todas
las alternativas sin realizarlas. Es esa no-realización, o esa des-creación, lo
que brilla en medio de los trazos y sus fricciones, en medio de los abecedarios
y las marcas, en medio de la escritura y la tabula rasa. Ese en medio no es sino
la escritura de la tabula rasa: “una tabula rasa que es impresionada por su
misma receptividad y puede, así, no no-escribirse” G. Agamben, “Pardes: la
escritura de la potencia”, en: La potencia del pensamiento, op. cit., p. 460.
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4.
Ahora bien, es posible traer a colación una cita más que mues-
tra de modo cabal quizás toda la estrategia ontológico-política
de Agamben. Hacia el final de la conferencia de 1987, afirma:
“Pero es toda la comprensión del viviente la que debe ser
cuestionada, si es verdad que la vida debe ser pensada como una
potencia que incesantemente excede sus formas y sus realiza-
ciones.”34 En resumidas cuentas, esto implica que ante la conti-
nua y perpetua biologización de la vida que la biopolítica asume
como destino histórico en nuestros días, la propuesta política
agambeniana intenta hacer de dicha vida un factum ontológico
imposible de apropiar. Y esta ontologización de la vida opera-
da a través de la disquisición sobre la potencia inoperosa no
es otra cosa que devolverla a su amorfia constitutiva, es decir,
a su pura materialidad, a una situación inasignable, imposi-
ble de identificar en un sujeto concreto, que impida cualquier
apropiación de ella. Ello es precisamente lo que Agamben
denomina forma-de-vida en tanto vida inseparable de sus for-
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parte del capital, esto es, dentro de los dispositivos del biopoder
que ocupan todas las áreas de lo social, lo corporal y lo afectivo
en que se desenvuelve la vida común. Es esa la misma paradoja
a la que se enfrenta Agamben, la de una vida inoperosa que
se encuentra reducida a ser nuda vida en el mundo biopolíti-
co contemporáneo que hace coincidir el estado de excepción
con la regla, dentro de la cual ha de ser pensada una potencia
inoperante que la pueda desvincular de la soberanía y la oiko-
nomía para abrirla a nuevos usos y formas. Esto implica asumir
una politicidad radical de la contingencia del ser histórico, que
nada tiene que ver con una “escatología” del nuevo día,41 sino
con una asunción radical del presente y su devenir.
Ahora bien, en el caso de Agamben, esa desactivación de la
biopolítica es un agotamiento por parte de la potencia de todo
acto u obra, esto es, una erosión de todas las jerarquías estable-
cidas, una redefinición no de las cosas sino de sus límites. En
cambio, para Negri, el trabajo muerto en que queda reducido
todo hombre en la época de la subsunción real contiene una
fuerza productiva que es inagotable –“el trabajo vivo [que] en-
carna el poder constituyente”, que una y otra vez escapa a los
procesos de subjetivación del capital y los obliga a redefinirse.
En otras palabras, mientras la forma-de-vida agambeniana
agota toda división biopolítica de la vida desnuda y la abre a
nuevos usos, la multitud negriana se escapa una y otra vez a
toda domesticación por parte del imperio. En el caso del pri-
mero, se trata de salvar y emancipar la potencia de lo que no
sucedió para erosionar y desactivar los dispositivos actuales de
dominación, mientras que en el segundo la potencia del trabajo
vivo emancipa a los sujetos de los dispositivos de dominación
abriendo y constituyendo nuevos mundos y subjetividades. Es
importante recordar que Negri identifica al poder constituyen-
te de la multitud y del trabajo vivo con una praxis que no se
agota en la institución, es decir, que no tiene como fin último la
institucionalización de sí, sino que excede continuamente sus
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Sujeto y potencia
5.
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Sujeto y potencia
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Sujeto y potencia
161
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6.
53. Recordemos que Hardt y Negri han afirmado que el imperio tiene una
“carencia propiamente ontológica.” M. Hardt y A. Negri, Imperio, op. cit.,
p. 118.
54. G. Agamben, Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo, trad. A. G.
Cuspinera, Valencia, Pre-textos, 2010.
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Coda
1.
63. El italiano toma esta expresión del fallecido escultor y pintor suizo
Alberto Giacometti, para quien las obras de arte nunca se terminan sino que
se abandonan.
64. Para un desarrollo sustancial de la crítica heideggeriana a la noción de
sujeto, y sus derivas en Jacques Derrida y Jean-Luc Nancy, ver en este libro
el capítulo de E. Biset, “Sujeto y metafísica”.
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168
Sujeto y potencia
2.
67. Con esto, llevamos esta noción de potencia como también la de sujeto
más allá de su domesticación antropogenética en el pensamiento del italiano.
Cf. supra pie de página 30.
68. Cf. G. Agamben, “Identidad sin persona”, en: Desnudez, op. cit., pp.
68-71.
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3.
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Sujeto y potencia
ambos libros y el vínculo esencial que une los análisis sobre el campo de
concentración con el mesianismo agambeniano.
71. Cabe aclarar que utilizamos una versión bíblica distinta a la traducción
que ofrece Agamben en su libro.
72. G. Agamben, El tiempo que resta, op. cit., pp. 35-36.
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Sujeto y Deseo
Notas sobre una dialéctica paradojal
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7. J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario XI,
Trad. J. L. Delmont Mauri y J. Sucre, México, Paidós, 1987, p. 211.
8. J. Derrida, “La estructura, el signo y el juego en el discurso de las Ciencias
Humanas”, en La escritura y la diferencia, Trad. P. Peñalver, Barcelona,
Anthropos, 1989, p. 384.
9. J. A. Miller, “Acción de la estructura”, en Matemas I, Trad. C. de Santos,
Buenos Aires, Manantial, 1987.
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18. Ibíd. p. 28
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Sujeto y Deseo
19. El carácter no teleológico del deseo fue desarrollado por Freud en Más
allá del principio del placer en 1920 a partir de las experiencias clínicas que
echaron por tierra la hipótesis del sueño como cumplimiento de deseo, y
del deseo como principio del placer y motor de satisfacción. La recaída
de los pacientes en el tratamiento (abandonar cuando presentaba mejoría
o repetir aquello de lo que se buscaba sanar), la recurrencia de sueños de
angustia que revivían experiencias traumáticas vividas anteriormente por
los sujetos, e incluso desde la temprana experiencia del juego en el niño
que atraviesa la separación de su madre, Freud pudo detectar el paradójico
movimiento que orienta la vida anímica del sujeto, en el que un más allá de la
vida y del placer empuja, tensa, insiste y hace existir a un sujeto desgarrado.
La tópica freudiana de las pulsiones se define así entre la pulsión de vida
y la pulsión de muerte, en la que se juega el estatuto del sujeto. En este
trabajo no nos detendremos a exponer el concepto de pulsión desarrollado
por Freud ni las variaciones introducidas por Lacan en este sentido. Nos
interesa únicamente con esta referencia mostrar el movimiento paradójico
y no lineal ni necesariamente progresivo que sigue la moción subjetiva sino
socavado constantemente por sí mismo. Ver: S. Freud, Más allá del principio
del placer, Psicología de las masas y análisis del yo, Trad. J.L. Etcheverry, Obras
Completas, Tomo XVIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1990.
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Sujeto y Deseo
48. Decimos escena sin querer que pase por alto el sentido teatral de este
término: escena, montaje, puesta en escena o dramatización que de alguna
manera establece las posiciones en las que los sujetos quedan fijados. Bataille
ha señalado el elemento de la comedia en esta puesta en escena de la lucha
por el reconocimiento, ya que es tan necesaria la presencia absoluta de la
muerte como factor de lucha y como índice de las posiciones amo/esclavo,
pero a la vez la muerte nunca debe darse en acto, ninguno debe morir. Ver:
G. Bataille, Escritos sobre Hegel, Trad. I. Herrera, Madrid, Arena Libros, 2005.
49. Hegel no habla de lucha por prestigio, esto es algo propio de Kojève.
50. A. Kojève, La dialéctica del amo…op. cit., p. 181
51. Ídem.
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52. Oyente de Kojève desde 1933, Lacan lo reconoce como su maestro. Ver,
D. Aufrett, Alexandre Kojève. La filosofía, el estado y el fin de la historia, Trad.
C. Gilman, Buenos Aires, Letra Gramma, 2009, p. 366.
53. J. Butler, Sujetos del deseo… op. cit., p. 263
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Sujeto y nudo
Atravesamiento del vacío y anudamiento
en Lacan, Badiou y algunos otros
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1. Introducción
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Roque Farrán
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Sujeto y nudo
3. J. Lacan, Escritos 2, trad. T. Segovia, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, p. 801.
4. Históricamente, se puede apreciar este viraje epistémico en Lacan al
comparar sus formulaciones de la Tesis de psiquiatría (1932) y las de su
primer Seminario (1953), tal como lo hace B. Ogilvie en Lacan. La formación
del concepto de sujeto (1932-1949), trad. I. Agoff, Buenos Aires, Nueva Visión,
2000, p. 35: “‘Consideremos ahora ― dice Lacan ― la noción de sujeto.
Cuando se la introduce, se introduce el sí mismo. El hombre que les habla
es un hombre como los demás: hace uso del mal lenguaje. El sí mismo está
entonces cuestionado. Así, Freud sabe desde el comienzo que sólo si se analiza
progresará en el análisis de los neuróticos’ (S I, 8) [13]. Esta vuelta sobre sí,
inhabitual en el marco de una psicología cientificista, no estaba aún en el
programa de la Tesis: en 1932, se concedía importancia a las perturbaciones
del sujeto y al sentido que éste les daba, pero lo que se hallaba en cuestión
era solamente el sujeto enfermo. En 1953, el psicoanálisis pasa a ser la
referencia principal, y quien queda también en entredicho es el terapeuta”.
Lo que se profundizará cada vez más, por ejemplo en el Seminario XI (1964),
donde Lacan se interrogará por el objeto del psicoanálisis (el sujeto) y el
deseo del analista (el objeto) en confrontación con una versión reductivista
(cientificista) del concepto. De allí que se puedan practicar distintas entradas
211
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Sujeto y nudo
7. E. de Ípola, Althusser, el infinito adiós, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007, p.
107.
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25. Ídem.
26. B. Ogilvie, Lacan, op. cit., p. 31.
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31. A. Badiou, Condiciones, trad. E. Molina y Vedia, Buenos Aires, Siglo XXI,
2002, p. 264.
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33. Véase R. Farrán, Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto, Buenos Aires,
Prometeo, 2014.
34. C. Marqués Rodilla, “Sobre el sujeto…”, op. cit., p. 348.
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Sujeto y nudo
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Sujeto y nudo
38. Véase sobre la pestilencia del sujeto, en este mismo libro, el capítulo de
D. Groisman.
39. Para ver cómo se aborda esta compleja disposición afectiva desde una
perspectiva próxima a la misma, como lo es la filosofía de G. Agamben, véase
el capítulo de M. Moyano. Aquí y allá no se trata tanto de un pasaje del Sujeto
al Otro (tal es la propuesta decolonial levinasiana presente en el capítulo
de S. Soria) como de pensar al sujeto descentrado (destituido e instituido)
en esos mismos pasajes y cruces entreverados de otredades irreductibles; el
afecto tampoco responde sólo al grito o al llanto, exclusivamente, sino a una
amplia variedad entre las que se encuentra, por ejemplo, la beatitud a la que
aludía Spinoza.
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Sujeto y nudo
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49. Foucault en B. Ogilvie, La formación del concepto de sujeto, op. cit., p. 43.
50. Ibíd., p. 44.
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Sujeto y lengua
O la imposibilidad de relación entre Alain
Badiou y Jacques Lacan
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Sujeto y lengua
5. Cfr. Alain Badiou et al., Sobre la idea del comunismo, Buenos Aires, Paidós,
2010.
6. Horacio González, “Sabiduría de la celda”, Página12, 3 de mayo de 2014.
Web:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-245407-2014-05-03.html
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22. B.Cassin, Jacques el sofista, Lacan, logos y psicoanálisis, op.cit. , pp. 44-45.
23. Ibíd, pp. 43-44.
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Sujeto y lengua
para que la verdad esté a salvo, le hace falta nada menos que
la radical trascendencia del Gran Otro, en cuya suma todo el
deseo humano participa, encontrar a la vez, como pertenecién-
dole, los significados que la articulan, y como ente ahí incluido,
al objeto que la causa”30.
Que esa no sea la vía por la que Lacan se compromete es de-
cir demasiado, ya que mirado globalmente hay múltiples acer-
camientos de éste a la cuestión de la verdad. Y así, por ejemplo,
la radical trascendencia del Gran Otro que la salvaría, viene a
ser puesta en cuestión con el matema S ( ) de la incompletud
de lo simbólico en el seminario Las formaciones del inconsciente
(1958); algo que ya había sido anticipado en el seminario de
Las psicosis (1955-56) con la forclusión del nombre del padre31,
y radicalizado cada vez más con la dimensión real del “objeto
a” a partir del seminario de la angustia (1962/1963)32. En 1968,
de hecho, hace de su cuestionamiento del Otro y su relación al
saber, el punto clave de separación respecto a la filosofía: “al
cuestionar la función del Otro desde el principio mismo de su
topología, hago temblar propiamente lo que Pascal llamaba el
Dios de los filósofos”33.
Por otro lado, dice Badiou, la filosofía es diagonal a los cua-
tro discursos pergeñados por Lacan, retiene al mismo tiempo
la conminación del amo, la interrupción proferidora de la his-
térica, el raciocinio científico de la universidad y la sustracción
del analista34. Esta atopía del discurso filosófico es la que lo
acerca a una plasticidad que le permite enseñar mediante el
impasse, como el de las aporías platónicas. Y, por ello, Badiou
257
Daniel Groisman
258
Sujeto y lengua
la idea de que por más inenarrable que sea éste, hay estilos y
lógicas muy diferentes de ponerlo en juego37. Ya que “Decir
por otra parte que lo real es lo imposible es también enunciar
que es sólo el estrechamiento más extremo del decir, en la me-
dida en que el decir introduce lo imposible y no simplemente
lo enuncia”38.
Lo que podríamos llamar la política de “poubellication” la-
caniana apunta, en este sentido, a una noción de texto como
resto del pensamiento o, en todo caso, como escalera que, a
diferencia de la escalera Wittgensteiniana, no sube a ningún
lado. Sino que está ahí como testigo de un intento irrepetible
por conmover lo que del sujeto se repite.
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Sujeto y lengua
42. S. Freud, Las resistencias contra el psicoanálisis, op. cit., pp. 230-231.
43. En francés, la razón (raison) y la resonancia (résonance) producen una
cuasi-homofonía que en castellano se pierde. Véase la referencia de Lacan
al neologismo de Francis Ponge “réson” (“razonancia”) que surge de la
condensación entre raison y résonance en Función y campo de la palabra.
44. A. Badiou, El ser y el acontecimiento, op.cit., p.204.
261
Daniel Groisman
45. Al mismo tiempo, esto puede ser pensado con los términos de la
discusión entre el descriptivismo y el antidescriptivismo. La idea del
acontecimiento bajo una lupa descriptivista, implicaría que haya una relación
de significación previa entre el nombre del acontecimiento y un conjunto
de rasgos descriptivos. La misma idea en términos antidescriptivistas, en
cambio, al acentuar el carácter bautismal del nombre, supone una fundación
retoractiva de tales rasgos descriptivos (Cfr. Laclau, La razón populista,
op.cit., pp. 131-32).
262
Sujeto y lengua
46. J. Allouch, Prisioneros del gran Otro, Injerencia divina I, op.cit., p.57.
47. J. A. Miller, El ultimísimo Lacan, op.cit., p. 158.
48. Incluso el dispositivo del pase no implica un deshacimiento total del
síntoma, la disolución de éste como si fuera una verdad metaforizada ahora
conocida y que cae de una vez y para siempre. Hay en éste un cariz real
irreductible, un padecimiento indescifrable que no hace distingo entre una
“vieja” o una “nueva” lengua. Así lo refiere Miller: “Los análisis duran ahora
mucho más tiempo que en la época de Freud, donde se podía verlo algunas
veces, como con Gustav Malher una tarde de 1912, por ejemplo. En esa
época, se hacía un paseo con Freud por el jardín, se tenía una conversación
un poco sincera con él, y después, ya está. Hoy eso dura. Al final de todo,
ustedes están quizás ante una contingencia que no se trata más de hacer
significar. Es la razón por la cual el fin del análisis da cuenta más de la
cuestión del pase que de la verdad. Las verdades sucesivas por las que el
263
Daniel Groisman
sujeto pasa, desembocan en una fatiga por la verdad o sobre temas reales no
negociables: darse cuenta que hay para sí algo imposible de soportar, o a qué
uno está fijado para siempre y consentir a ello con el menos pathos posible”,
“Filosofía ◊ Psicoanálisis”, op.cit., s/p.
49. Aun, op.cit., p.166. Versión original: “Seulement, une chose est claire, le
langage n’est que ce qu’élabore le discours scientifique pour rendre compte de ce que
j’appelle lalangue (...) Lalangue sert à de toutes autres choses qu’à la communication.
C’est ce que l’expérience de l’inconscient nous a montré, en tant qu’il est fait de
lalangue, cette lalangue dont vous savez que je l’écris en un seul mot, pour désigner
ce qui est notre affaire à chacun, lalangue dite maternelle, et pas pour rien dite
ainsi”.
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59. B. Cassin, Jacques el sofista, Lacan, logos y psicoanálisis, op.cit., pp. 130-131.
60. F. Vighi, “Dall’evento al sintomo: Badiou e l’ontologia lacaniana”,
op.cit., pp. 33-34. Traducción propia. Aquí el original: “Il soggetto badiouiano
è da sempre soggettivato, implicato nel processo di soggettivazione in relazione
all‘evento. Questo assunto dev‘essere inteso nel suo senso più radicale: l‘evento
esiste, ed è riconosciuto nella sua potenzialità rivoluzionaria, solo da un soggetto
engagé, militante, folgorato “sulla via di Damasco” dall‘urgenza e imprescindibilità
della fedeltà ad esso. Per tutti gli altri soggetti, incapaci di riconoscerlo, l‘evento non
esiste. La relazione tra soggetto e evento è dunque circolare: l‘evento presuppone il
punto di vista di una soggettività engagé, che da parte sua è legittimata solo dalla
sua fedeltà all‘evento”.
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70. J.C. Milner, Los nombres indistintos, trad. I. Agoff, Buenos Aires,
Manantial, 1999, p.41.
71. J. Butler, Sujetos del deseo. Reflexiones hegelianas en la Francia del siglo XX,
trad. E. Luján, Buenos Aires, Amorrortu, 2012, p.62.
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Sujeto y lengua
75. J. Lacan, citado en B. Cassin, El efecto sofístico, Buenos Aires, FCE, 2008,
p. 230.
76. J. Lacan, El fracaso del Un-desliz es el amor, op.cit.,p. 43.
77. J. Lacan, El reverso del psicoanálisis, op.cit., p. 201.
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Sujeto y poder
La deriva foucaulteana entre
sujeción y subjetivación
1. Introducción
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2. F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid,
Alianza, 1987, p. 38
3. F. Nietzsche, La genealogía de la moral, trad. J. Mardomingo Sierra, Madrid,
Edaf, 2000, p. 97
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2. Formas de objetivación/subjetivación
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10. M. Foucault, “Verdad y poder”, en: Microfísica del poder, trad. J Varela y
F. Alvarez-Uría, Barcelona, La Piqueta, 1994, p. 187. La primera alusión de
Foucault a una “historia política de la verdad” se encuentra en las ya citadas
conferencias de 1973, M. Foucault, La verdad y las formas jurídicas, op cit, p. 29
11. M. Heidegger, “La época de la imagen del mundo” en Caminos de bosque,
trad. H. Cortés y A. Leyte, Madrid, Alianza, 2010, pp. 63-90
12. En los papeles preparatorios de una conferencia que dictaría en
1981, Foucault escribe: “Para Heidegger el conocimiento del objeto selló
el olvido del Ser a partir de la tekhne occidental. Demos vuelta la cuestión
y preguntémonos a partir de qué tekhnai se formó el sujeto occidental
y se iniciaron los juegos de verdad y error, libertad y coacción que los
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Sujeto y poder
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3. Sujeción
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4. Subjetivación
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Hernán García Romanutti
32. M. Foucault, El gobierno de los vivos, trad. H. Pons, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica, 2014, pp. 105-106
33. Ibid, pp. 98-99
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Sujeto y poder
34. “Situación del curso” en M. Foucault, El gobierno de los vivos, op cit, pp.
388-389
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Sujeto y poder
44. Ibid, p. 29. Allí se dice: “En suma, para que se califique de “moral”
una acción no debe reducirse a un acto o a una serie de actos conformes a
una regla, una ley y un valor. Es cierto que toda acción moral implica una
relación con la realidad en la que ella se lleva a cabo, y una relación con el
código al que se refiere, pero también implica una determinada relación con
uno mismo; ésta no es simplemente “conciencia de sí”, sino constitución
de sí como “sujeto moral”, en la que el individuo circunscribe la parte de
sí mismo que constituye el objeto de esta práctica moral [sustancia ética],
define su posición en relación con el precepto que sigue [modo de sujeción],
se fija un determinado modo de ser que valdrá como cumplimiento moral
de sí mismo [teleología], y para ello actúa sobre sí mismo, busca conocerse,
se controla, se prueba, se perfecciona, se transforma [elaboración del trabajo
ético]. No hay acción moral particular que no se refiera a la unidad de una
conducta moral; ni conducta moral que no reclame la constitución de sí
misma como sujeto moral, ni constitución del sujeto moral sin “modos de
subjetivación” y sin una “ascética” o “prácticas de sí” que los apoyen. La
acción moral es indisociable de estas formas introducción de actividad sobre
sí que no son menos diferentes de una a otra moral que el sistema de valores,
de reglas y de interdicciones.”
45. “Por ejemplo [continúa diciendo Foucault] podemos practicar la
fidelidad conyugal y someternos al precepto que la impone porque nos
reconocemos como parte formal del grupo social que lo acepta, que se
envanece de ella en voz alta y que silenciosamente conserva su costumbre;
pero podemos practicarla igualmente porque nos consideremos herederos de
una tradición espiritual de la que tenemos la responsabilidad de mantenerla
o de hacerla revivir; también podemos ejercer esta fidelidad respondiendo a
una llamada, proponiéndonos como ejemplo o buscando dar a nuestra vida
personal una forma que responda a criterios de gloria, de belleza, de nobleza
o de perfección.” M. Foucault, Historia de la sexualidad vol II, op cit, pp. 27-28
305
Hernán García Romanutti
5. En la deriva foucaulteana
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Sujeto y poder
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308
Sujeto y poder
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54. “¿Cómo pensar una forma-de-vida, es decir, una vida humana que
se sustraiga por completo a ser capturada por el derecho, y un uso de los
cuerpos y del mundo que no se sustancie jamás en una apropiación?” G.
Agamben, Altísima pobreza. Reglas monásticas y forma de vida, trad. F. Costa y
M.T.D´Meza, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2013, p.10
55. M. Foucault, Historia de la sexualidad volumen II, op cit, pp. 26-27. Cfr.
supra, nota 42.
310
Sujeto y poder
311
Hernán García Romanutti
58. “Hoy, los aportes de los especialistas de la historia de las ideas, revistos a
la luz de las intuiciones de Foucault y de Deleuze, nos permiten recuperar el
esquema de las tres épocas de la constitución de la política moderna, para los
fines de nuestro trabajo. La primera época es aquella de la “política clásica”,
propia del Antiguo Régimen, donde la definición de poder es todavía
entendida como dominio: de las formas constitutivas en un orden social
clasista y rígido. La segunda época, inaugurada por la Revolución Francesa,
es aquella de la “representación política” y de las “técnicas disciplinarias”.
El poder se presenta al mismo tiempo como poder jurídico y representativo
de los sujetos del derecho y como sujeción del cuerpo singular, esto es, como
interiorización generalizada de la función normativa. Pero la ley y la norma
tienen como fundamento el trabajo. Durante toda esa época, el ejercicio del
poder encontraba su legitimación en el trabajo tratándose de la burguesía
(imposición del orden de la organización del trabajo), del capitalismo (como
organización de la condición de la producción) o del socialismo (como
emancipación del trabajo). Se abre ahora un tercer periodo de organización
del poder: aquel de la política de la comunicación o, también de la lucha por
el control o la liberación del sujeto de la comunicación. La transformación
de las condiciones generales de la producción, que ahora incluyen la
participación activa de los sujetos, considera al General Intellect como capital
fijo sujetado a la producción y toma como base objetiva la sociedad entera y
su orden, determinando una modificación de las formas de poder […] De la
misma manera que, en el periodo clásico, la crítica radical era representada
por la revuelta, y en la época de la representación por la reapropiación,
hoy, en la época de la política comunicacional, ella se manifiesta como
potencia autónoma y constitutiva de los sujetos. El tornarse revolucionario
de los sujetos es el antagonismo constitutivo de la comunicación contra
la dimensión controlada de la propia constitución, esto es, que libera las
máquinas de subjetivación de lo real está hoy constituidas.” M. Lazzarato y
A. Negri, Trabajo inmaterial. Formas de vida y producción de la subjetividad, trad.
J González, Río de Janeiro, DP&A, 2001, pp.17-18
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los actos que realizamos nunca son del todo originales, “el acto
que uno ejecuta es, en cierto sentido, un acto que ya fue llevado
a cabo antes de que uno llegue al escenario”10. Butler retoma la
obra del antropólogo Victor Turner para sostener que la repe-
tición de la performance, como acción social, “es a la vez reac-
tuación y reexperimentación de un conjunto de significados ya
socialmente establecidos; es la forma mundana y ritualizada
de su legitimación (…) son acciones con dimensiones tempora-
les y colectivas”11. El proceso de “llegar a ser” un sujeto, en este
sentido, antes que un acontecer original y singular en términos
de su autenticidad supone para Butler una actuación guionada
desde un libreto configurado histórica y socialmente.
En segundo lugar, la concepción social del acto habilita una
manera de comprender cómo se corporeiza y actúa una con-
vención cultural abriendo la posibilidad de atender la relación
entre los actos y sus condiciones de posibilidad. Desde este
enfoque, la actuación no es sólo repetición, también da cuenta
de las configuraciones de poder existentes, “la performance hace
explícitas las leyes sociales”12, pone de manifiesto la configura-
ción del género en términos normativos. Por último, si el géne-
ro no es algo que una tiene, ni tampoco es algo que una es, sino
que es parte de un ir siendo, temporal y socialmente condicio-
nado, sin orígenes-originales de partida, pero tampoco metas
de llegada, los límites del recorrido no pueden ser definidos
a priori. Admiten la repetición consuetudinaria de un camino
establecido, así como el desplazamiento hacia bordes inespera-
dos. Sólo que los desplazamientos no son del todo soberanos.
Desde un abordaje constitutivamente social de la agencia, la
transformación es “más una cuestión de transformación de
las condiciones sociales hegemónicas que de transformación
de los actos individuales que generan esas condiciones”13 por
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20. J. Butler, Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, trad.
Jacqueline Cruz, Valencia, Cátedra, 2001, p. 119.
21. Ibid, p. 136.
22. J. Butler, Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del
‘sexo’, op. cit., p. 317.
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57. Ibid, p. 169. Énfasis añadido. Butler señala que la escena y las implicancias
de la interpelación también pueden entenderse desde el psicoanálisis, en
particular en el contexto de la transferencia psiconanalítica. En sus términos,
“el sentido de la transferencia y la contratransferencia no sólo es construir o
reconstruir la historia de nuestra vida, sino también estatuir el inconsciente
tal como se lo revive en la escena misma de la interpelación. Si la escena
recapitula el inconsciente, sufro de una desposesión de mí misma en la
escena de interpelación”. Porque en otras palabras, entender el inconsciente
“es entender lo que no puede, hablando con propiedad, pertenecerme,
justamente porque desafía la retórica de la pertenencia; es una manera de
quedar desposeído desde el comienzo como resultado de la interpelación
del otro”. J. Butler, Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad, op.
cit., pp. 79, 78.
58. Ídem.
59. Ibid, p. 119.
60. J. Butler, Vida Precaria. El poder del duelo y la violencia, op. cit. pp. 164-5.
61. J. Butler, Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad, op. cit. p.
123. Énfasis original.
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64. J. Butler, Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad, op. cit.
p. 139.
65. Ibid, p. 151.
66. J. Butler, Marcos de Guerra. Las vidas lloradas, op. cit. p. 17.
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71. J. Butler, Marcos de Guerra. Las vidas lloradas, op. cit., p. 22.
72. J. Butler, “Performatividad, precariedad y políticas sexuales”, op. cit,
p. 335.
73. J. Butler, Marcos de Guerra. Las vidas lloradas, op. cit., p. 22.
74. J. Butler, Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del
‘sexo’, op. cit. 293.
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77. J. Butler, Marcos de Guerra. Las vidas lloradas, op. cit. p. 93.
78. J. Butler, “Repensar la vulnerabilidad y la resistencia”, op. cit.
79. J. Butler, Vida Precaria. El poder del duelo y la violencia, op. cit, p. 13.
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85. Ídem.
86. Este término suele ser utilizado por Butler para dar cuenta cierta
proclamación de universalidad por quienes han sido formalmente excluidos
de esa universalidad, como en el caso de “los sujetos que han sido excluidos
de los derechos civiles por las convenciones existentes (…) usan ese lenguaje
de los derechos civiles y activan una “contradicción performativa”, al
afirmar que están cubiertos por aquel universal, exponiendo con ello el
carácter contradictorio de las anteriores formulaciones convencionales de lo
universal”. J, Butler, Lenguaje, poder e identidad, op. cit. p. 151.
87. J. Butler, “Performatividad, precariedad y políticas sexuales”, op. cit,
pp. 327-8.
88. J. Butler, “Repensar la vulnerabilidad y la resistencia”, op. cit.
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89. Ídem.
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El ciudadano como pliegue de
sujeción y subjetivación
1. Introducción
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14. Ídem.
15. M. Foucault, “Struturalism and Post-structuralism”, Dits et Ecrits II…,
op. cit., p. 1266. (Traducción propia).
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21. Ídem.
22. Ídem.
23. Ídem.
24. E. Balibar, Ciudadano Sujeto…, op. cit., p. 14. Balibar dirá; “¿Por qué
es este acontecimiento irreversible, no sólo en el orden de la política sino
también en el orden de la ontología? Con certeza porque, por su mismo título,
la Déclaration plantea una ecuación universal, sin verdadero precedente en
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Sujeto y ciudadanía
la historia, del Hombre como tal y de un nuevo ciudadano definido por sus
derechos, o mejor aún: definido por la conquista y el ejercicio colectivo de
sus derechos, sin ninguna limitación preestablecida”.
25. Ibíd, p. 191.
26. Ibíd, p. 192.
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Sujeto y ciudadanía
36. “Se trata en general de lo que llamo por mi parte diferencias antropológicas,
que son siempre una oportunidad para la sujeción, al menos pueden
transformarse en ella, pero que no dejan de molestarnos porque, a pesar
de que su existencia es indisociable de la representación que nos hacemos
de lo humano (y sin representación de lo humano no hay humanidad, “la
humanidad es su representación”), el lugar o el punto de su diferencia
permanece irrepresentable –salvo si se exhiben fetiches”. E. Balibar, “El
estructuralismo…, op. cit., p. 171.
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58. “Hay que subrayar también que no puede haber relaciones de poder
más que en la medida en que los sujetos son libres. […] Para que se ejerza
una relación de poder hace falta, por tanto, que exista siempre cierta forma
de libertad por ambos lados. […] Eso quiere decir que, en las relaciones
de poder, existe necesariamente la posibilidad de resistencia, pues si no
existiera tal posibilidad -de resistencia violenta, de huida, de engaño, de
estrategias que inviertan la solución-, no existirían en absoluto las relaciones
de poder”. Michel Foucault, “La ética del cuidado de sí como práctica de
libertad”, Obras Esenciales, op. cit., p. 1037.
59. Michel Foucault, La inquietud por la verdad, Trad. Horacio Pons, Siglo
XXI Editores, Buenos Aires, 2013, p. 237.
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60. James D. Ingram, “Democracy and Its Conditions: Étienne Balibar and
the Contribution of Marxism to Radical Democracy” en Thinking Radical
Democracy: The Return to Politics in Postwar France, ed. Martin Breaugh, Paul
Mazzocchi, Rachel Magnusson, and Devin Penner, Toronto, University of
Toronto Press, 2005, p. 222.
61. E. Balibar, Violencias, Identidades y Civilidad: Para una Cultura Política
Global, trad, L. Padilla, Gedisa, Barcelona, 2005, p. 169.
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62. Ibíd., p. 39
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63. Ibíd., p. 40
64. Ídem.
65. El liberalismo pretendió hacer del concepto de ciudadanía algo unívoco
y pensando en una comunidad de consenso absoluto. Precisamente, el
liberalismo revolucionario que fue protagonista de la Revolución Francesa e
introdujo al ciudadano en el centro de la escena política, vació de contenido
emancipador a este concepto, en ese sentido, hablamos de reapropiarnos del
concepto, disputarlo y devolverse su origen revolucionario.
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68. Íbid, p. 2.
69. Un concepto de ciudadanía pautado en una serie de derechos
establecidos históricamente, pactados socialmente y pautados legalmente.
La ciudadanía social del Marshall requiere de un Estado de Bienestar
Keynesiano que, a partir de un acuerdo interclases instituido políticamente,
habilita a que los derechos puedan ser reclamados jurídicamente. En este
sentido, el ciudadano es visto como acreedor de derechos que le permite
acceder a un estatus jurídico básico.
70. El concepto de ciudadanía diferenciada no implica sólo un estatus
legal definido por derechos y responsabilidades, es también identidad y
expresión de pertenencia a un grupo político. En otras palabras, el goce de
los derechos está dado por la pertenencia a un grupo.
71. E. Balibar, “Antonimies of Citizenship”, op. cit., p. 5.
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Algunas notas sobre instituciones,
retórica e identificación para pensar
el cambio político
1. Introducción
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en Revista Latin American Politics and Society, vol. 46, N° 3, 2004; F. Panizza
y R. Miorelli “Taking discourse seriously: Discursive Institutionalism and
Post- structuralist Discourse Theory”, en Revista Political Studies, Vol. 61 (2),
2013; V. Schmidt “Taking ideas and discourse seriously: explaining change
through discursive institutionalism as the fourth ‘new institutionalism’”,
en European Political Science Review, Vol. 2, N° 1, European Consortium for
Political Research, 2010.
11. P. Kjaer y O. Pedersen, Ibíd., p. 223.
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12. El debate sobre los vínculos entre historia y política excede los límites
de esta intervención. Por lo pronto, enfocados en la problemática de la
historia conptual, sirven como una vía de entrada a dicha discusión, E.
Palti, “Temporalidad y refutabilidad de los conceptos políticos” en Revista
Prismas, N° 9, Universidad Nacional de Quilmes, 2005, pp. 19-34; y E. Biset,
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23. Escribe Laclau: “¿Cuáles son los medios posibles de esta representación
distorsionada? Sólo las diferencias particulares internas al sistema.
Ahora bien, esta relación por la que una diferencia particular asume la
representación de una totalidad imposible y enteramente inconmesurable
con ella es lo que llamo una relación hegemónica.” E. Laclau, “Política de la
retórica” en Los fundamentos retóricos de la sociedad, op. cit., p. 106.
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31. E. Laclau, “Articulación y los límites de la metáfora”, op. cit., pp. 23-24.
32. E. Laclau, “Identidad y hegemonía: el rol de la universalidad en la
constitución de lógicas políticas”, op. cit., p. 85. Dicha definición del sujeto
supone un giro retórico a la caracterización ya esbozada por el autor como
el sujeto de la decisión: “… el sujeto no es otra cosa que esta distancia entre
la estructura indecidible y la decisión”, E. Laclau, Nuevas reflexiones sobre
la revolución de nuestro tiempo, op. cit., p. 47. Antes de negar esta definición,
la caracterización retórica del sujeto permite detenernos en la complejidad
que guarda esa distancia entre falla y sutura. Profundizaremos en esto más
adelante, al revisar críticamente la noción de “sujeto heroico” como una
interpretación posible de un puro sujeto de la decisión ética en la obra de
Laclau.
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Sujeto y discurso
33. La cita más extensa dice: “No puede haber sólo una única vez en que
un hombre siga una regla. No puede haber sólo una única vez en que
se haga un informe, se dé una orden, o se la entienda, etc. — Seguir una
regla, hacer un informe, dar una orden, jugar una partida de ajedrez son
costumbres (usos, instituciones). Entender una oración significa entender un
lenguaje” L. Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, trad. A. García Suárez y
U. Moulines, Barcelona, Altaya, 1999, p. 71.
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Sujeto y gesto
Una lectura desde Jacques Rancière
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han sido llevadas a cabo, entre otros, por Slavoj Žižek, quien
argumenta que en la perspectiva rancièrana existe una “brecha
entre el orden global positivo (…) y las intervenciones políticas
que perturban ese orden”9. Pero no solo por él, sino también
otros lectores de Rancière incurren en la misma interpretación,
por ejemplo, Javier Franzé sostiene que:
en: Ontologías políticas, Buenos Aires, Imago Mundi, 2011, pp. 101-122.
9. S. Žižek, El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, trad. J.
Piatigorsky, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 185.
10. J. Franzé, “La política como proceso de subjetivación. Un estudio de
caso sobre los inmigrantes latinoamericanos en Madrid”, en: Migración y
política: latinoamericanos en la Comunidad de Madrid, Madrid, Trama, 2010,
pp., 83-102.
11. M. Escudero, “La práctica…”, op. cit., p. 29.
12. Ibíd. p. 15
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24. Según Franzé, ese modo de visibilizar el daño puede asumir dos formas:
la primera es una exteriorización de un “sí mismo” invisibilizado, víctima
de un daño; la segunda responde a una interiorización de otro invisibilizado
que luego implica una exteriorización de ello, sería la manifestación de un
daño sobre otro que considero un daño sobre mí mismo y me hace rechazar
la cuenta en la que estaba incluido. La expresión típica del primer camino
de subjetivación sería “¿una francesa es un francés?”. Mientras que la de la
segunda sería “todos somos judíos alemanes”. J. Franzé, La política como
proceso de subjetivación… op. cit., p. 65.
25. J. Rancière, “Política, identificación… op. cit., p. 148.
26. Esta analogía que estamos enunciando, nos permitiría sugerir la
presencia de una dimensión retórica en Rancière. Si bien el autor nunca lo
ha explicitado de este modo, siguiendo algunos desarrollos de Laclau por
ejemplo, podríamos decir que la desidentificación es el desplazamiento
metonímico, y la reidentificación apunta a la retotalización metafórica. A lo
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32. Ibíd. p. 7.
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33. Sobre esta noción, desarrollada por J. Butler, véase el capítulo sobre
sujetos performativos en este mismo trabajo escrito por N. Martínez.
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Esta primera edición de 700 ejemplares de Sin retorno se
terminó de imprimir en el mes de marzo de 2015 en Mundo
Gráfico Srl., Zeballos 885, Avellaneda