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Pte. Roca 150 - 2000 Rosario (Sta.

Fe) - Argentina
TE (0341) 4401098 (int. 6 / entre las 17:30 y las 21 hs)
PROFESORADO DE FILOSOFÍA
instituto@donboscorosario.com.ar ISPI Nº 9232 DON BOSCO

Trabajo Práctico N°1

Historia del Pensamiento Latinoamericano


Profesor: José Heit
Alumno: Sebastián Sánchez

UN CHOQUE QUE POR LA ACCIÓN EVANGELIZADORA PUDO SER ENCUENTRO .

1- Introducción

El descubrimiento de América es indudablemente un encuentro de, en principio, dos culturas. Pero


que hablemos de encuentro no significa que haya sido un encuentro ejemplar. Más bien, fue un
encuentro con claros, grises y oscuros. Fue un encuentro donde a veces primó el poder político, en
otras veces el interés económico, pero también y especialmente el interés evangélico. Me gustaría
en este trabajo dar mi punto de vista sobre el Descubrimiento de América centrándome en este
último ítem: el interés evangélico, al cual considero el factor principal para que lo que en el inicio
fue “un choque” haya podido convertirse en “encuentro”.

Es necesario en primera instancia reconocer la importante y principal participación que tuvo la


Iglesia Católica en este hecho histórico. Podemos evaluar, examinar, reflexionar dicha participación
de acuerdo a lo que su principal misión nos permite exigirle: evangelizar. ¿Cómo ha sido aquella
primera evangelización Católica en el territorio americano?

En este breve trabajo trataré de exponer dos factores que humanizaron la conquista, limitando al
poder de los europeos sobre los nativos, y transformando una relación de poder en una relación
generadora de una nueva cultura latinoamericana profundamente cristiana desde sus raíces.

Trataré de demostrar porque decimos que la iglesia Católica es “experta en humanidad” ejemplificando
como es manifestada dicha experiencia en dos aspectos: por un lado una crítica intelectual tenaz,
propositiva; por otro una actividad pedagógica profunda. En definitiva una efectiva praxis
humanizante, que se deja ver por sus frutos.

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2- ¿Un encuentro?

La presencia de la Iglesia no se puede precisar en base a sus ideales teóricos – doy por sentado
que los conocemos- , pero sí a los resultados concretos, a su práctica desarrollada a lo largo del
territorio americano y de los años de conquista. Es decir, cómo ha sido en concreto su
participación, cómo se han encarnado sus creencias en esta coyuntura histórica, cómo ha sido el
encuentro entre los cristianos – misioneros- y los nativos. En este sentido podemos hablar de un
choque inicial, y de una interacción posterior: ¿un encuentro?

Sabemos que llegaron junto a los conquistadores, junto al poder político y militar de los españoles,
a veces para encubrir su violencia, a veces –esta es mi postura-, la más de las veces para
cuestionar, criticar y denunciar la acción de la fuerza y la imposición violenta con el objetivo de
rectificarla de acuerdo al Evangelio de Cristo. Por eso me parece preciso diferenciar que La Cruz
ha sido motivo de falsa evangelización (imposición violenta de la fe) y de verdadera evangelización
(inculturación), es decir, Inculturar el evangelio donde no había más –ni menos- que “semillas del
verbo”, esto es, la fe que venía con los pueblos ibéricos podría haber sido: solo espuma que
desapareciera frente a la pesada esponja de los intereses opresores y ser solo “imposición”; o bien,
pudo haber sido lo que fue, “inculturación”: capaz de conocer y reconocer la cultura de un “otro”,
dialogar entre diferentes –no enemigos- y por fin presentar el Evangelio. Inculturar, no imponer,
posibilitó que haya encuentro y no solo choque.

3- Identidad latinoamericana

En este sentido coincido plenamente con la visión de San Juan pablo II, cuando explicaba en Perú
que la Iglesia Católica desempeñó un papel fundamental en la configuración de la identidad cultural
latinoamericana, siendo la matriz cultural del “nuevo continente”. Debemos tener en cuenta que
cuando hablamos de este nuevo mestizaje no hacemos referencia solo al encuentro de etnias;
tampoco al resultado de la imposición de unos fuertes sobre otros débiles; tampoco podemos
hablar solo de un encuentro entre los autóctono-americano y la cultura europea; sino y
especialmente nos referimos a la acción configuradora de sentido que imprimió la Iglesia
Católica en dicho encuentro.

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4- La evangelización

Ha sido una “moda” de la izquierda en nuestras universidades atacar sistemáticamente a la iglesia


como “inquisidora”. Bien debemos saber que no se puede nunca reducir a eso si queremos hacer
una revisión justa de nuestra historia. Por el contrario, debemos preguntarnos ¿qué hubiese
pasado sin la intervención de la Iglesia Católica?

Como expresa San Juan Pablo II, la obra evangelizadora en el continente expresó y practicó un
compromiso decidido y contundente en la promoción humana, en la defensa de la dignidad de los
Indígenas. Es conocido el inmenso e inabarcable trabajo desarrollado por los primeros misioneros,
en cuestiones materiales pero más aún en cuestiones espirituales. “Los evangelizadores hubieron
de inventar métodos de catequesis que no existían, instruir a niños catequistas, para superar
barreras de las lenguas, catecismo ilustrados que explicaran la fe, componer gramáticas y
vocabularios, usar los recursos de la palabra y del testimonio” Donde se destacaron figuras de
extraordinarios pedagogos como Fray Pedro de Gante entre otros.

Como expliqué al comienzo, luego del primer choque, en la interacción posterior, la evangelización
supo asumir la misión evangelizadora e inspirar las culturas indígenas, promoviendo su dignidad
humana incluso frente a la ferocidad de sus conciudadanos europeos que comenzaron a sentirlos
como contrarios a sus intereses económicos y políticos. La voz de la Iglesia se levantó desde el
primer momento contra el pecado, desde la conciencia crítica del evangelio, que no se dejó seducir
por las riquezas y beneficios materiales que venían de la esclavitud o explotación de los indios.
Surge en muchos la protesta contra la inobservancia de las exigencias de dignidad. Los misioneros
no se dejaron someter a los intereses políticos de los colonizadores y encomenderos, por el
contrario, en la mayoría de los casos, poniendo incluso sus vidas en riesgo, lucharon contra ellos
promoviendo la justicia.

5- La verdadera iglesia. Una crítica propositiva.

Como explicaba Bartolomé de Las Casas, era necesario que se invite a los indígenas a una
“comunidad de argumentación”, es decir racionalmente, donde sus sentidos y valores sean
reconocidos y valorados. Nada justifica la violencia, su irracionalidad, menos aun si quienes son
violentos lo hacen en nombre de la pretendida superioridad cultural. En el interior de la conquista,
entre colonos e intelectuales de la iglesia, con los pies en el barro, se daban las luchas intestinas
por el sentido que haría que el choque se convierta en encuentro o que solo deje un atolladero de
muerte y explotación.

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Bartolomé de Las Casas tira por la borda con tenaz convicción aquellas ideas que pregonaba
Ginés de Sepúlveda, quien justificaba “una violencia pedagógica” y necesaria, como acción
civilizatoria sobre una “barbarie culpable” de no salir de su atraso que estaba condenada a ser
explotada por su “ánimo abatido y servil” que brotaba de lo profundo de su ser interior y en caso
de resistirse a la “acción emancipadora” eran merecedores de la violencia.

Desde un punto de vista intelectual Bartolomé efectúa una dura crítica frente a aquellos que
culpabilizaban a los indígenas de ignorancia y hasta ausencia de alma, para justificar la violencia y
la expoliación de los recursos humanos y materiales. Por eso, podemos decir que establece una
crítica a la “violencia civilizatoria”, al “núcleo” de lo que Dussel califica como “mito de la
modernidad”, en donde plantea que si la Europa cristiana es más desarrollada que el nuevo mundo
debe demostrarlo por el modo en que interactúa con los “otros” pueblos a los que “pretende”
desarrollar. ¿Cuál era el rol de la Iglesia en este contexto? Bartolomé de las Casas encarna una
“presión” rectificadora a los modos de la conquista que trabaja en el sentido planeado por esta
síntesis, de llevar el choque a un encuentro.

6- La Verdadera Iglesia, una práctica constructiva

En el plano Práctico, los misioneros tuvieron profundo interés en conocer y comprender las
culturas autóctonas intentando brindar el evangelio para alumbrar sus propias expresiones
culturales. Existen entre nosotros inmensos monumentos artísticos y literarios, gramáticas y
catecismos que son orgullo y patrimonio cultural, como he tenido la oportunidad de conocer en Alta
Gracia, Córdoba, el museo Jesuítico que allí se mantiene vivo como imagen de una profunda y
avanzado desarrollo humano iluminado por la fe.

Por lo tanto, es injusto no querer –o no poder- reconocer -y destacar - que la Iglesia ha sido y es
“experta en humanidad” y esta experiencia no se reduce a cúpulas y cleros que defraudan sus
bases doctrinales, sino que también cómo, a modo de ejemplo, lo encarna Bartolomé De Las
Casas, (principal defensor de los indígenas, nombrado (Procurador o protector universal de todos
los indios de las Indias hispánicas”) .en quién, como modelo de santidad, la iglesia ha desplegado
su humanismo de alto grado, de profundo entendimiento y de lejano alcance para establecer una
crítica propositiva frente a la vulgaridad de los violentos, ha sido denuncia y des ocultamiento ahí
donde querían someter y ocultar las formas de ser y existir de unos otros desconocidos, pero
merecedores de respeto y dignidad, que sin la mirada humanizadora de la Iglesia hubiesen sido
sometidos hasta el extremo cuando no exterminados por completo.

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7- Los frutos de la evangelización: El encuentro

La izquierda gusta criticar a la Iglesia, goza con culpar a la cruz como la raíz de todos los males,
pero no sabe que la madre de las humanidades fue la que imprimió humanidad en el nuevo
horizonte que inexorablemente, que inevitablemente, al margen de los deseos de la izquierda iba a
imponerse como una realidad, ese mestizaje. La síntesis cultural pos-conquista ha sido forjada
al calor de la Iglesia Católica, gracias a Dios, no ha quedado solo a expensas de la violencia
invasora, sino que ha sido moldeada por la luz de la fe que llevaban centenares de misioneros,
Jesuitas, Franciscanos, Dominicos, entre otros y que supieron humanizar el encuentro entre dos
culturas.

Pudimos ver a lo largo de la historia, hasta llegar a nuestros días, como nuestra cultura está
impregnada del mensaje Cristiano, en el corazón de nuestros pueblos. La mayoría de las veces, las
criticas destructivas hacia la Iglesia Católica provienen de intelectuales de ciudades cosmopolitas
(La Capital, Córdoba, etc), como es el caso de nuestra ciudad de Rosario, que en los últimos años
ha trabajado más en difundir la imagen de Ernesto “Che” Guevara que la de los héroes de la patria,
Como Belgrano o San Martin en los festejos patrios. Ciudades más emparentadas a las ciudades
europeas como Paris, Madrid, Milán, más que con nuestro propio norte argentino, que no son
representativas del “sustrato católico” que impera en nuestros valores, costumbres y creencias.

Fue la primera evangelización la que con duro trabajo misionero “germinó haciendo de la fe el
substrato del alma latinoamericana” Es la fe cristiana el sustento de toda una cultura
latinoamericana que ha sellado el alma de los pueblos, que acobija bajo sí diferentes
nacionalidades, y que ha permitido desarrollar a sus pueblos, a los hombres de cada pueblo, una
forma de vivir particular, pero sobre una misma base común, la Fe en Cristo y en María, que han
sido fundadores de esperanzas y proyectos en los momentos más difíciles.

De acuerdo a esto, Explica German Doig Klinge que “la Fe Católica no fue desarraigada del
corazón de sus pueblos a pesar del vacío pastoral creado en el periodo de la independencia o del
hostigamiento y persecuciones posteriores”. Como también hemos visto en clases, nuestros
pueblos nunca pudieron ser convencidos a abandonar la fe cristiana, ni siendo seducidas por la
avanzada cultura francesa que inspiró a Mariano Moreno, ni por las ideas liberales indiferentes a la
institución católica que intentaron desarrollar el país hacia horizontes que poco tenían que ver con
esta raíz católica. Sin embargo, ningún poder pudo quitar hasta nuestros días aquel sustrato
imperante que da sentido a la vida de nuestros pueblos, la fe Católica.

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