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Familia en la escuela

Eva Giberti, Licenciada en Psicología, analiza el rol de las


familias en un contexto de cambio en el mercado laboral y
su inserción en la vida escolar de sus hijos.

Los padres
tienen un
lugar en el
proyecto
pedagógico
de las
instituciones
.

En otra época "había que mandar a los niños a la escuela"


porque se sabía que era necesario aprender a leer y
escribir y, en la medida de lo posible, se recomendaba
"cursar el secundario". Las demandas culturales y laborales
evidenciaban que la escuela, en sus distintos niveles,
constituía una necesidad insoslayable e indiscutible.

Los padres esperaban quela institucióniniciara a sus hijos


en un mundo diferente del doméstico, caracterizado por la
responsabilidad de "hacer las tareas", por acatar otras
formas de disciplina, y por el enriquecimiento intelectual
que la Aritmética, el Lenguaje, la Geografía y la Historia
(entre otras asignaturas) prometían.

Hoy en día las familias precisan pensar de otro modo en


sus hijos porque la concepción tradicional de la niñez fue
modificada: ya no se la representa como si se tratara de un
conjunto de criaturas que forman parte de un mundo
angelical e ingenuo, sino se las reconoce como testigos
racionales y sensibles de lo que sucede a su alrededor.

Niñas y niños dejaron de ser sujetos pasivos dispuestos a


repetir lo que se les enseña, para convertirse en alumnos
capaces de preguntar y de cuestionar aquello que no les
parece justo. Estas realidades se combinan con nuevos
criterios pedagógicos que, entre otros avances, están
dispuestos a aceptar y coordinar los comentarios y
argumentaciones de sus alumnos, diferenciándose así de lo
que sucedió años atrás, cuando se los evaluaba como
carentes de experiencias y de saberes que mereciesen ser
tenidos en cuenta.

La escuela actual no solo se ocupa de estimular a los


alumnos para que logren "pasar de grado"; también apunta
a colaborar en la construcción de ciudadanos y ciudadanas
conscientes de sus derechos y de sus obligaciones, y los
vincula con la historia de su país, más allá de la celebración
de las fiestas patrias.

Los padres trabajan, trabajan...

Cuando los profesores incorporaron estos temas, que


incluyen el derecho de contar con una familia que los
acompañe y que se ocupe de su escolaridad, a veces algún
alumno reacciona y repite: "En mi casa dicen que la
escuela es asunto de los profesores y no de los padres". O
sea, compara las expresiones que escucha en su casa con
las afirmaciones de su profesor que habla de la escuela
como un valor, como un capital que tiene la
responsabilidad de educar socializando y de mejorarse a sí
mismo mediante la capacitación y como grupo de
convivencia. Para lo cual precisa vincular a las familias de
los escolares con los proyectos pedagógicos.

Ante esta afirmación, muchos padres protestan: "No


tenemos tiempo para ir a la escuela y comprometernos con
sus proyectos! ¡Trabajamos todo el día!" La realidad
latinoamericana no favorece el incremento del interés de
los padres respecto de las actividades escolares, porque las
dificultades económicas -y sus derivaciones- ocupan el
horizonte familiar. Innumerables adultos carecen de
entusiasmo para acompañar a sus hijos en este
compromiso. Entonces, ¿habrá que renunciar a esta
experiencia que constituye una clave en el desarrollo de los
niños y de las niñas? No estamos en épocas de acumular
renuncias, por el contrario, se trata de no desperdiciar las
oportunidades y los recursos que pueden incrementar o
mejorar las relaciones entre los hijos y sus padres y entre
la familia y la escuela.

Los cambios posibles


No se trata solamente del desarrollo de los más pequeños,
sino de los cambios que una familia puede introducir
gracias a los conocimientos y a los criterios nuevos que la
escuela incorpora mediante las intervenciones que
introducen los niños en la cotidianeidad.
Cuando un niño, alumno de los primeros grados, defiende
a una hermanita agredida por un hermano mayor, y le
explica (a los gritos quizás): "¡Las mujeres tienen los
mismos derechos que los hombres! Ella no tiene que
hacerte caso...", está introduciendo en su familia una
pauta aprendida en la escuela. Los adultos, aunque no
siempre decidan incluir estos modelos terminan
escuchando, desde el núcleo mismo de la vida doméstica,
opiniones que pueden cuestionar (o desactivar) prácticas
que se consideraban "normales" sin serlo.

Más allá del cansancio y de las frustraciones que los


padres puedan sobrellevar, mantenerse al margen de los
proyectos escolares (como si se tratase de experiencias
que solo competen a los alumnos y al magisterio) arriesga
caer en un conformismo que impida cambiar ideas con el
magisterio acerca de aquellos temas que a los padres les
parezcan importantes en el desarrollo de sus hijos, por
ejemplo, la educación sexual en la escuela.
A las
escuelas les
interesa
conocer la
relación de
los padres
con sus
hijos.

El aporte de los padres no se limita a escuchar los


informes de las maestras y a adherir -o no- a sus quejas,
tampoco se circunscribe a preguntar: "¿Tienes tareas para
mañana"? procedimientos necesarios pero insuficientes. La
alternativa es otra y ya mostró su eficacia: en la escuela a
la que asisten sus hijos, los adultos cuentan sus propias
experiencias, sus ideas, sus conocimientos y ensayan
articularlas con las novedades que la institución introduce
con las expectativas de los niños.

La participación integral y directa de las familias, no solo


en los centros de padres o recurriendo a la consulta
psicopedagógica, sino también como una presencia capaz
de transmitir el pulso de su comunidad, constituye un
logro de los nuevos modelos que la escuela actual
propicia. "Pero habría que cambiar muchas cosas en la
educación", suele ser el comentario quejoso de algunos
padres ante el reclamo docente que los convoca. De
acuerdo. También sería conveniente revisar "varias cosas"
en el ámbito familiar, por ejemplo, las opiniones que, en
presencia de sus hijos, pueden dar los padres acerca del
colegio. Sin perder de vista las dificultades por las que
pudiera atravesar la familia, la escuela -que asume sus
propios problemas- puede contribuir a crear nuevos y
fecundos estilos de comunicación. Una comunicación que
incluya los conflictos, los intercambios entre los padres y
los docentes, así como el cultivo de las coincidencias en
las que los escolares puedan apoyarse y confiar.

Tomado del portal educativo COLOMBIAAPRENDE: Familia y Comunidad:

http://www.colombiaaprende.edu.co/html/familia/1597/channel.html

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