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El narrador en “El astillero” de Juan Carlos Onetti

Me permitiré empezar con una reflexión personal. Cuando comencé a leer esta
novela me sentía un poco incómodo, sentía que todo iba muy lento y no terminaba
de entender cuál era el sentido de la trama, todo parecía un sinsentido.
Efectivamente, en algún punto de la novela, cuando me metí en mi cuarto a leer
por un par de horas, me di cuenta precisamente de que ese era el chiste de la
novela; el sinsentido. Me dejé atrapar por la narrativa y fue como entrar en la
mente de alguien, con otros ojos. Esto sucede con todas las narrativas pero hay
algo que lo “hunde” a uno en esta novela. Ya mucho más atento me dije mucho
más en el narrador y en sus movimientos, de ahí que naciera hacer mi trabajo sobre
esto. Además de tratar de seguir la dinámica del curso.

La pregunta de este trabajo es: ¿Dónde está situado el narrador en “El astillero”? y
¿Quién es el narrador?

En la gran mayoría de los capítulos se inicia con la narración de una colectividad a


la que podemos identificar como la comunidad de Santa María, que trata de
reconstruir qué fue lo que pasó con Larsen durante cierto episodio. Una
colectividad de la que el narrador forma parte y a que participa en la
reconstrucción de la historia. Parece como si en un primer momento el narrador
estuviera preocupado solamente por el ¿Qué fue lo que pasó? y con base en las
conjeturas del pueblo se llegara a una conclusión. Aquí un ejemplo:

“Si tomamos en cuenta las opiniones y pronósticos de quienes


conocieron personalmente a Larsen y creen saber de él, todo indica que
después de la entrevista con Petrus buscó y obtuvo el medio más rápido
para volver al astillero.”1

1
ONETI, Juan Carlos, El astillero, Cátedra, Madrid, 2010, p. 148
Entonces, se puede creer que el narrador es alguien que sólo conoce parcialmente
la historia y que trata de apegarse a un régimen de verdad sobre lo sucedido. Pero
después el narrador empieza a ejercer facultades que no parecería tener en un
primer momento. Un cambio de facultades que es difícil de notar en una primera
lectura, es un cambio que el narrador nos va mostrando poco a poco para no
hacerlo evidente.

El primer cambio que se nota es cuando el narrador deja de dudar sobre si lo que
está narrando es cierto o no.. Se pasa del “Hubo, es indudable, aunque nadie
pueda saber hoy con certeza […] la semana en que Gálvez dejó de ir al astillero”2,
al “Aquella mañana Larsen llegó al astillero cerca de las diez…” 3. Ya no hay duda
sobre si sucedió esto o aquello; el narrador empieza a afirmar categóricamente.

En un segundo momento, después del inicio dubitativo y alejado parece que el


narrador cambia el lugar. En un principio se piensa que el narrador está narrando
desde un futuro ajeno a la historia, un futuro desde donde está reconstruyendo la
historia. Pero luego parece como si estuviera dentro de la escena que está
narrando; narra gestos, ambientes, acciones y diálogos. Parece que está narrando
un instante después de que ocurrió lo narrado cuando por su posición inicial no
puede ser así.

En un tercer momento, el narrador comienza a narrar pensamientos o sentimientos


de Larsen. Pensamientos que un sujeto externo no podría saber, algo que rompe
por completo con el régimen de verdad que en algún momento se pudiera creer
que poseía el narrador. Un ejemplo:

“No le preocupaba que la vida pasara, arrastrando, alejándole las cosas


que le importaban; sufría boquiabierto […], porque ya no le interesaban

2
Ibid p. 118
3
Ibid
de verdad esas cosas, porque no las deseaba instintivamente y nunca lo
bastante como para mantenerlas u organizar la astucia.”4

Después de este brevísimo recorrido por las maniobras del narrador podemos
llegar a algunas conclusiones; es un narrador que vive en Santa María; forma parte
de la colectividad del pueblo desde un futuro; empieza narrando apegado a un
régimen de verdad que después, conforme fluye la narración, va afirmando con
más convicción la historia, aunque se aleje de este régimen de verdad; y después
se permite penetrar en la intimidad de Larsen narrando sentimientos y
pensamientos del protagonista ¿Pero cómo puede hacerlo si a duras penas puede
saber qué fue lo que pasó realmente con Larsen en un cierto tiempo? La respuesta
para mí es que se lo inventa.

Me parece que estamos ante un narrador que literalmente se inventa casi toda la
historia. Es un narrador que toma una historia “verdadera” que sucedió en Santa
María respecto a alguien, Larsen, y a partir de ahí construye toda la historia
tratando de responder el cómo pudo haber sucedido, lo que al fin y al cabo es un cómo
le hubiera gustado al narrador que hubiera sucedido. En realidad la trama, por sí
misma, no dice mucho: es un hombre que vuelve al pueblo del cual fue expulsado,
trabaja en una empresa que está completamente arruinada pero que sin embargo
sigue trabajando y hace lo que está en su alcance para que esa empresa sobreviva.
Eso es lo que cualquiera hubiera notado, sólo eso. Pero el narrador no, ese ser
misterioso que habita en Santa María ve en Larsen algo digno de narrar.

El narrador, hay que decirlo, es quien hace la novela. La narración lo es todo, la


trama es sólo el pretexto para apoyar la narración. Es el narrador el que elige cómo
hacer las descripciones sombrías y degradadas, es el narrador quién elige como
adjetivar, es el narrador el que nos da su visión de Larsen y el que nos ofrece sus
pensamientos.

4
Ibid. p. 111
Hay novelas en las que esto no sucede, hay novelas en la que los personajes
dominan la novela por completo. Son sus acciones las que por sí mismas avanzan
la trama, no le dan tanto espacio al narrador para moverse. Hay narradores que
son más “objetivos” y les dan más libertades a los personajes, y hay otros
narradores, en cambio, que acaparan la novela siendo ellos quienes le dan sentido
a ésta. Para el primer caso pongo como ejemplo “El beso de la mujer araña” en la
que los personajes son los que hacen avanzar la fama sólo con sus voces, el
narrador aparece sólo al final y en la elección de los diálogos. Y para el segundo
caso pongo al propio Astillero.

Ahora veamos la naturaleza del narrador de “El Astillero”. En palabras de Alonso


Cueto:

“Esta soledad fabricada por monólogos nos da la sensación de que sus


narraciones nunca buscan imponerse. Son relatos que no le hablan a
nadie sino a sí mismo. No aparece nunca en ellos artificialidad de la
pirotecnia, la necesidad exterior de “sorprender” o “conmover” al
lector.5

Es un narrador que nos da una visión sombría de la realidad, un narrador


que utiliza la figura de Larsen para demostrar la farsa que es la vida. Es un
narrador que construye la historia según mejor pueda servir para dar su
visión del mundo. Esto se ve de forma muy clara en la última página de la
novela. Después de dar un final de la novela en la cual Larsen se va del
Astillero y de Santa María para siempre en una lancha río arriba. Un final
triste, un final de fracaso, el desenlace de una historia que sólo se trató de la
decadencia del personaje y del sinsentido que tenía su vida, y ahora su final
tendría el peor de los sinsentidos. Pero el narrador, al final, no termina de
estar a gusto con el final y, poniéndolo entre paréntesis, hace un final

5
CUETO, Alonso, El soñador en la penumbra, Fondo de Cultura Económica, México, 2009
alternativo, todavía más degradante. El narrador escoge el peor final posible
para Larsen, el más humillante:

“(O mejor, los lancheros lo encontraron, pisándolo casi, encogido,


negro, con la cabeza que tocaba las rodillas protegidas por el untuoso
prestigio del sombrero, empapado por el rocío, delirando. Explicó con
grosería que necesitaba escapar, manoteó aterrorizado el revólver y le
rompieron la boca. Alguno después tuvo lástima y lo levantaron del
barro […] Tratando de no humillarlo, lo ayudaron a trepar y
acomodarse en la banqueta de la popa […] Murió de pulmonía en el
Rosario.”6

En conclusión, creo que narrador es una persona situada en Santa María, después
de que ya ocurrieron los hechos, y que a partir de estos hechos recrea su visión de
las cosas. Adecúa lo que para todo el pueblo pasó a su visión de mundo, un
mundo degradado, sinsentido, en el que todo es una farsa y en el que se tiene que
fingir para no perder la cordura tal y como Petrus, como Gálvez o como Larsen
hacen. Es un narrador que ve en la figura de Larsen la prueba fehaciente de todo
lo que él cree, y así lo narra.

6
ONETI, Juan Carlos, El astillero, Cátedra, Madrid, 2010, p. 233

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