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No obstante, pese al desagrado que pueda arrastrar consigo esta idea, la cooperación sur-sur
hoy debe superar el capricho ideológico y transformarse en una realidad estratégica para
toda Suramérica.
Frente a un contexto de reacomodo global como del que hoy somos testigo, una agenda de
cooperación en Suramérica es más que necesaria. Los crecientes conflictos entre
Washington, Moscú y Pekín han sacudido por completo la mesa de juego, obligando a
muchas naciones a tomar partido por uno u otro bando, en ocasiones sin tomar en cuenta el
beneficio de sus ciudadanos, dada la presión de sus más cercanos aliados o la complicidad
ideológica de sus gobernantes.
Suramérica no escapa de todo este paisaje, no es ajena a los cambios que puedan suscitar en
el escenario político internacional, de allí que hoy nuestra región se encuentre en una
encrucijada frente a un turbio panorama que poco favorece a los intereses locales.
Muchos ya han tomado partido, otros se han hecho de la vista gorda, sin embargo, la cruda
realidad es que la inmadurez y la falta de coordinación en materia de política exterior han
involucrado a la región en un juego pernicioso para la salud de nuestras democracias e
instituciones.
El resultado de ello ha sido consecuencia del capricho ideológico que ha cegado la toma de
decisiones de carácter estratégico para la región. Suramérica históricamente ha estado
atrapada bajo un absurdo ideológico que ha encapsulado el viejo esquema bipolar e
impedido avanzar en la formulación de una agenda de cooperación práctica. Unos y otros
siguen desempolvando los mismos viejos discursos para justificar su posición frente a este
nuevo escenario.
Ya la cooperación sur-sur hoy no debe ser tomada como un capricho ideológico, sino
como una realidad estratégica para el beneficio de los gobiernos locales.
Son mucho más las semejanzas que las diferencias culturales que francamente impiden una
interacción beneficiosa entre nuestros ciudadanos. El solo hecho de compartir la lengua es
una increíble ventaja en materia de cooperación, es la cultura, la piedra angular para asentar
este primer pasó.
Y si llegase a parecer poco la potencialidad del bloque tomando en cuenta solo el aspecto
cultural, recordemos la infinidad de recursos naturales que compartimos y que poco
aprovechamos para el fortalecimiento de una industria local. Suramérica es una fuente
importante de materias primas, es un manantial de recursos codiciado por terceros e
ignorado por sus dueños.
Hasta ahora, nuestros gobiernos locales no han sacado el máximo provecho de esta
potencialidad. Cegados por un absurdo ideológico, por ideas contrarias al desarrollo y
la Libertad han dificultado una cooperación sana y natural entre nuestras naciones.
Los mandatarios de turno, el liderazgo regional poco o nada han aprendido del fracaso y de
la miseria que ha arrastrado consigo este absurdo debate en una región estructuralmente
mucho tiene por resolver. Acostumbrados están al verbo y no a la acción, al discurso y no
al trabajo, un pernicioso juego en el que la ciudadanía tiene todas las de perder.
Pese a las implicaciones y causalidades que arrastran consigo la discusión entre izquierda
y derecha, el debate político que hoy amerita Suramérica debe girar en torno a los
retos más significativos para el desarrollo político y económico.