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Las actividades productivas en nuestro país son importantes y necesarias, debido a que gran
porcentaje del desarrollo económico se lo debemos a las actividades agropecuarias, pero estas
actividades generan consecuencias tanto positivas como negativas, a estas consecuencias las
llamamos externalidades. Las externalidades positivas y negativas de la agricultura son
consecuencia no intencional de esta actividad que nos beneficia a todos en el país, y que
tienen impacto sobre la población.
Por otra parte, tenemos la sobre explotación y deforestación del suelo en la agricultura
intensiva, esta externalidad consiste en que los productores en su afán de producir más a
menor tiempo no le dan al suelo un tiempo de recuperación que es necesario para que esa
tierra no se vuelva infértil con el pasar del tiempo. Los agricultores de menores recursos son
los más vulnerables a la degradación ambiental ya que muchos de ellos están cultivando
tierras marginales bajo condiciones muy difíciles. Pocos agricultores cultivan las mejores
tierras y la gran mayoría cultiva las tierras menos fértiles. Es probable que una degradación
posterior afecte la calidad del agua potable y del agua para riego de esos agricultores, la
calidad de sus tierras y en último grado su salud.
Los agricultores están expuestos a varias plagas de insectos y enfermedades que atacan a las
plantaciones, por ese motivo se han visto en la necesidad de utilizar insecticidas y pesticidas.
Estos productos químicos suponen un grave problema en diferentes ámbitos como, por
ejemplo, según datos del MSP (Ministerio de Salud Pública), desde el año 2003 cada vez más
son los casos que se presentan de intoxicaciones y envenenamientos causados por pesticidas
en productos agrícolas. Sobre el daño ambiental que estos productos pueden causar, el
Ministerio del Ambiente enumera desde la pérdida de la fertilidad del suelo, proliferación de
plagas por eliminación de competidores naturales, contaminación del agua hasta disminución
de especies no objetivo, como aves, peces, abejas.