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La desconceptualización de la arquitectura

“La arquitectura no es un negocio de inspiración, es un procedimiento racional para hacer


cosas sensatas y con suerte hermosas, eso es todo.”

Harry Seidler[1]

Los nuevos arquitectos se están formando bajo la inevitable influencia de la tecnología y la


utilización de esta como insustituible herramienta en el proceso de diseño. Softwares,
dispositivos y aplicaciones han dominado y seducido a las nuevas generaciones de
arquitectos quienes se ven paralizados e inútiles cuando alguno o algunos de estos
dispositivos no están en sus manos.

El maratónico avance tecnológico se ha distorsionado en la academia al implementarse en


el proceso de diseño o de análisis, cuando debería ser imprescindible en el proceso de
producción del mismo.
Hacer énfasis y subrayar la diferencia (proceso de diseño-proceso de producción) entre
estas dos fases o etapas es fundamental para poder entender que en cada una las
herramientas y la metodología de representación, así como los alcances, son completamente
diferentes.

Durante años el desarrollo y materialización de la arquitectura se ha basado en la


conceptualización de la misma, es decir, la primera fase o etapa del proceso de diseño de
algunos arquitectos ha partido de la necesidad de plantear un concepto que le de forma a su
proyecto y que lo guíe hasta su materialización. Esto, la mayoría de las veces, es la simple
reinterpretación de un objeto.

Ese concepto que algunos también llaman idea rectora, puede ser una palabra o cualquier
cosa que venga a la mente en cualquier momento de sagrada inspiración. También se ha
distorsionado la formación del arquitecto con preguntas como: ¿cuál es el concepto de tu
proyecto?, ¿en qué concepto te has basado para desarrollar tu proyecto?, mi proyecto está
basado en el concepto de…tomé como concepto…

La conceptualización del proyecto en arquitectura ha llevado a los futuros arquitectos a


definir la forma por la función, a insistir y obligar a funcionar un programa arquitectónico
dentro de una forma determinada y caprichosa, a olvidarse de la importancia de la
investigación, su delimitación y análisis crítico como punto de partida para el desarrollo de
sus proyectos, a una inadecuada selección de materiales y a basar el aspecto tectónico de la
obra únicamente en las pocas o muchas tendencias mediáticas que tienen a su alcance.

¡Qué desagraciada y degenerada arquitectura aquella cuyo principio y argumento es


un concepto!

La evolución de la arquitectura equivale a su desconceptualización, es decir, a la


desaparición del concepto como principio, argumento o fundamento en el desarrollo del
proyecto.
Una arquitectura que pretende y aspira a ser eso, arquitectura, debe regirse bajo los valores
que Villagrán expuso en su Teoría de la Arquitectura[2]: lo útil, lógico, estético y social.
Como parte de estos valores se deberá considerar un exhaustivo y riguroso análisis del
programa, del sitio y de las analogías preexistentes. Sólo así la arquitectura será el resultado
de una serie de estrategias lógicas que se adapten cabalmente a nuestro tiempo y dejará de
ser un capricho formal e individualista.

[1] Harry Seidler, AC OBE fue un arquitecto australiano de origen austriaco, considerado
uno de los máximos exponentes del movimiento moderno en Australia y el primer
arquitecto en hablar de los conceptos de la Bauhaus en este país. Wikipedia

[2] Teoría de la Arquitectura, José Villagrán García, Suplemento de Cuadernos de Bellas


Artes, Cuadernos de Arquitectura, No. 13

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