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ACCIÓN REIVINDICATORIA Y QUIÉN PUEDE EJERCERLA

La acción reivindicatoria fue establecida para que el dueño de una cosa pueda reclamar la
posesión que está en poder de otro, para que este se la restituya; a través de la acción
reivindicatoria, se puede pedir la restitución de bienes ya sean muebles o inmuebles

El titular de esta acción es el propietario de la cosa en contra del actual poseedor, para que este le
restituya la posesión, por ejemplo Juan es el poseedor de una casa, ejerce animo de señor y dueño
sobre ella, pero el propietario es Andrés, Andrés puede ejercer la acción reivindicatoria para que
Juan le restituya la posesión de su casa, y evitar de esta manera que Juan adquiera el bien por
prescripción adquisitiva de dominio.

La Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil en sentencia de 28 de de septiembre de 2004,


al respecto se ha pronunciado de la siguiente manera:

“Conforme lo declaran los artículos 946, 950 y 952 del Código Civil, la acción reivindicatoria debe
dirigirse por el propietario de una cosa singular o de una cuota determinada de ella, contra su
actual poseedor, por ser éste el único con aptitud jurídica y material para disputarle al actor el
derecho de dominio, en cuanto no sólo llega al proceso amparado por la presunción de
propietario (artículo 762, ibídem}, sino porque en un momento dado su situación de hecho le
permitiría consolidar un derecho cierto de propiedad, ganado por el modo de la prescripción
adquisitiva, ordinaria o extraordinaria (artículos 2518 y 2527, ejusdem).

Tratándose, entonces, de una acción real, que constituye la más eficaz defensa del derecho de
dominio, es al demandante a quien le corresponde acreditar, entre otros elementos, la calidad de
propietario del inmueble que reclama, con el fin de aniquilar la presunción de dueño que ampara
al poseedor material, porque al fin de cuentas la defensa de aquélla, también, por regla general,
implica la protección de ésta”.

En el proceso de acción reivindicatoria le corresponde al demandante según lo expresado por la


Corte Suprema de Justicia demostrar su derecho de propiedad, y así desvirtuar la presunción que
recae sobre el poseedor, entonces la carga de la prueba recae sobre el demandante.

Por otro lado son susceptibles de acción de reivindicación los demás derechos reales excepto el de
herencia como lo prescribe el artículo 948 del código civil pues en este caso se puede iniciar una
acción de petición de herencia. También pueden hacer uso de esta acción los herederos sobre las
cosas hereditarias reivindicables que hayan pasado a terceros y no hayan sido prescritas por ellos
(artículo 1325 del C.C.), es decir que no hayan sido declarados propietarios.

Vista Providencia

ACCION REIVINDICATORIA/ ELEMENTOS


El demandante debe probar que es el titular del derecho de propiedad, es decir, necesita acreditar
tanto el título como el modo mediante el cual obtuvo las cosas que reclama, pues debe reiterarse
que el accionante batalla contra la presunción iuris tantum que protege al poseedor como dueño
aparente de los bienes, en tanto nadie dispute su condición. Así, siendo la posesión la
manifestación física, maciza y ostensible de la propiedad, el ordenamiento reconoce que quien se
encuentra en posesión puede ser considerado propietario, mientras otro no justifique serlo.

La posesión en cabeza del demandado, esa condición ha sido reconocida desde antiguo en el
ocupante de un predio que suma a su tenencia, el ánimo de señor y dueño, categoría jurídica que
traduce en el poderío o gobierno material excluyente que un sujeto tiene respecto de un bien,
relación caracterizada porque el titular ejerce tal aprehensión sin reconocer derecho ajeno.

Como se trata de restituir un objeto material, este debe determinarse de manera inequívoca, para
que por esa vía se advierta sin ambages, la relación material ora jurídica, que tienen tanto el
demandado como el demandante frente al objeto pretendido, de suerte que mediante este
elemento logran confluir en el mismo bien de dos relaciones de distinta naturaleza, la posesión y
la propiedad.

El predio pretendido sobre el cual ejerce propiedad el demandante debe estar separado,
individualizado o desmembrado de otros con que pueda confundirse, de manera que tanto el
derecho que tiene el dueño como el objeto en sí mismo, sean totalidades definidas desde los
propios títulos invocados por el reivindicante.

ACCIÓN REIVINDICATORIA/ EFECTOS

Secuelas de la acción reivindicatoria son la restitución material de la cosa con sus accesorios;
mientras el demandado recibe las mejoras que durante su posesión hizo en el predio, el
demandante obtiene los frutos, todo ello, según la calidad de buena o mala fe de su antagonista;
esas restituciones mutuas surgen a partir del restablecimiento del principio de equidad entre los
sujetos involucrados en la pendencia, con el fin de impedir el enriquecimiento sin justa causa a
favor de alguno de ellos.

ACCIÓN REIVINDICATORIA/ DOMINIO PROINDIVISO

En ese mismo contexto, debe explicarse que las adjudicaciones hechas como fruto de los trabajos
de partición dentro del proceso sucesoral de cualquier naturaleza, sirven para demostrar la
propiedad del demandante siempre y cuando sea anterior a la posesión del demandado, pues en
contrario, debería el actor invocar el título anterior al de su causante, al igual que el de este.

CONFESIÓN DE LA POSESIÓN POR ALEGATO DE PRESCRIPCIÓN.

Si el demandado admite que ejerce la posesión sobre el objeto pretendido o propone la excepción
de prescripción sobre el mismo, esa confesión satisface tanto la prueba de la posesión como la de
identidad del predio. Sin embargo, debe observarse que aún en presencia de la confesión en las
circunstancias descritas, tal medio no está exento de debates en torno de la identidad del
inmueble, si es que el poseedor formula reparos o incertidumbres acerca de la coincidencia entre
el bien reclamado y el poseído por el demandado.

ACCIÓN REIVINDICATORIA/ REGLA PARTICULAR

La acción reivindicatoria procede si el demandante prueba el dominio sobre el bien derivado de


una sucesión, a pesar de existir en los antecedentes de la tradición un momento en que la
propiedad fue indivisa, siempre que sus títulos refieran ahora inequívocamente un predio
determinado y singular; igualmente, debe probar la posesión del demandado sobre el bien sin que
medie contrato alguno; así como la identidad bifronte del inmueble, en cuanto a que este
corresponde con aquel descrito en los títulos y poseído por el demandado, estos dos últimos
elementos pueden deducirse de la confesión, si es que se presenta la excepción de prescripción,
salvo que existan polémicas acerca de la identidad, que deben dirimirse a partir de las pruebas
recaudadas, todo lo cual conduce a la prosperidad de la acción reivindicatoria, con las prestaciones
recíprocas como secuela derivada de la restitución.

Sala: Sala Civil Familia

Tipo: Civil Familia

Radicado: 63-001-31-10-004-2008-00202-01(0064

Fecha: 30/07/2012

Tema: ACCION REIVINDICATORIA/ELEMENTOS-EFECTOS-DOMINIO PROINDIVISO CONFESIÓN DE


LA POSESIÓN POR ALEGATO DE PRESCRIPCIÓN. ACCIÓN REIVINDICATORIA/REGLA PARTICULAR

Magistrado: Dr. CÉSAR AUGUSTO GUERRERO DÍAZ

Origen: Juzgado Cuarto de Familia Adjunto de Armenia

Demandante / Accionante: José Duván Martínez Ramírez


Demandado / Accionado / Sindicado: Orfanelly Castellanos de Aristizábal, Luz Marina Rojas
Castellanos, Amanda, Teresa de Jesús, María Gloria Castellanos Sánchez, Carlos Alberto
Castellanos Daza y Margarita María Castellanos Sánchez

Desición: Revocar la sentencia de 20 de marzo de 2012 proferida por el Juzgado Adjunto al


Cuarto de Familia de Armenia

SALA CIVIL FAMILIA

Magistrado Ponente

CÉSAR AUGUSTO GUERRERO DÍAZ

Ref.: Exp. No. 63-001-31-10-004-2008-00202-01(0064)

Armenia, Quindío, treinta de julio de dos mil doce

Aprobado en Acta de discusión No. 284

La Sala decide ahora acerca del recurso de apelación interpuesto por el demandante, contra la
sentencia de 20 de marzo de 2012 proferida por el Juzgado Adjunto al Cuarto de Familia de
Armenia, que desató la primera instancia del proceso ordinario promovido por José Duván
Martínez Ramírez contra Orfanelly Castellanos de Aristizábal, Luz Marina Rojas Castellanos,
Amanda, Teresa de Jesús, María Gloria Castellanos Sánchez, Carlos Alberto Castellanos Daza y
Margarita María Castellanos Sánchez.

ANTECEDENTES

1. El demandante pretendió la reivindicación de un solar ubicado en la carrera 2ª No. 4-05 con


frente de 11,20 mts. y 32 mts de fondo, ubicado en la población de Filandia Q., inmueble
“adquirido por adjudicación que se hiciera en la sucesión doble e intestada de los causante Luis
Angel Martínez y Esther Julia Ramírez, según sentencia No. 22, de Noviembre 2 (sic) del 2007
proferida por el Juzgado Promiscuo Municipal de Filandia Q., registrada el día 28 de Diciembre (sic)
del 2007 en la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de FilandiaQ., en el folio de Matrícula
inmobiliaria No. 284-01515. El predio se identifica en el I.G.A.C.., según la Resolución No. 12 del
2008, con el número catastral 01-01-0040-0029-000” (fl. 2 c.1); todo ello, previa la declaración de
que dicho bien pertenece a José Duván Martínez Ramírez, con la secuela de restitución a favor del
mismo y la declaración de poseedores de mala fe, con los efectos legales correspondientes.
2. Para soportar los anteriores pedimentos, el pretenso reivindicante invocó los siguientes
hechos:

2.1. José Duván Martínez Ramírez heredó de sus padres (Esther Julia Ramírez y Luis Ángel
Martínez), el lote descrito en las pretensiones, ellos a su vez, lo adquirieron mediante compra a
María Marmolejo viuda de Vélez, acto que consta en la escritura 129 de 4 de julio de 1955, inscrito
en el folio 284-001515.

2.2. “Desde antes de morir Esther Julia Ramírez, se iniciaron los trámites encaminados a obtener la
total y correcta identificación del inmueble, pues no contaba con el número de ficha catastral. El
heredero José Duván Martínez Ramírez, residenciado en Bogotá, en el mes de julio del 2002
presentó formal solicitud al Instituto Geográfico Agustín Codazzi, para que se le asignara el
número de cédula catastral sin obtener resultado positivo” (fl. 3 c.1).

2.3. El 18 de febrero de 2008, el heredero propietario intentó tomar la posesión material del
bien pretendido, pero fue rechazado por María América Castellanos, que dijo poseer a nombre de
sus hermanos, que lo habían adquirido en la sucesión de sus padres.

2.4. Los demandados se reunieron con José Duván Martínez Ramírez el 19 de febrero de 2008 y
comunicaron a este que el predio era propiedad de la familia Castellanos hace más de 58 años, por
compra que hizo Isidro Alberto Castellanos Jerez a un sacerdote cuyo nombre no recordaron;
igualmente, sostuvieron que el inmueble es el mismo que adquirieron por sucesión de sus padres,
como consta en la escritura pública 1775 de 30 de mayo de 2001 de la Notaría Primera del Círculo
de Armenia.

2.5. Los demandados se apropiaron de 2.321 metros en la escritura de la sucesión aludida, pues
a propósito de aclarar las medidas y linderos, se valieron de un certificado del Instituto Geográfico
Agustín Codazzi, para decir que el inmueble heredado de Isidro Alberto Castellanos Jerez mide
2.513 metros cuadrados, en lugar de 192 metros cuadrados, que son los que constan en la
escritura 194 del 17 de agosto de 1949 de la Notaría Única de Filandia Q..

2.6. De acuerdo con la demanda, la mala fe de los demandados es evidente pues mediante un
acto doloso se apropiaron de 2.321 metros cuadrados, incluido el predio de José Duván Martínez
Ramírez, con la apariencia de una escritura pública de aclaración.

3. Los demandados resistieron las pretensiones; a propósito, sostuvieron que la descripción


del lote que se pretende reivindicar no corresponde al adjudicado a José Duván Martínez Ramírez
por el Juzgado Promiscuo Municipal de Filandia, sumado a que las escrituras públicas que dan
cuenta de la tradición del predio demuestran que no se ha presentado desmembración,
desenglobe, o particularización alguna de la porción que, según la demanda, perteneció al
causante del demandante.

En ese sentido, afirmaron que no basta con ser copropietario aparente, pues debe identificarse
plenamente el predio en cuestión, así como el de mayor extensión del cual se afirma que aquel
hacía parte. Agregaron que de los títulos aportados con el libelo se desprende que el título de
adjudicación del demandante es irregular y carente de idoneidad, con lo cual consideran en
entredicho que el causante de Martínez Ramírez hubiera sido el dueño absoluto del bien cuya
reivindicación se pretende.

De otra parte, argumentaron que desde el 17 de agosto de 1949, la familia Castellanos ha


detentado la posesión quieta, pacífica e ininterrumpida del predio cuya extensión y linderos se
encuentran descritos en la escritura pública No. 1775 de 30 de mayo 2001, sin que durante ese
tiempo haya existido reclamación alguna del pretenso propietario del lote que se busca reivindicar
en el proceso de ahora, ni de persona diferente a este. Finalmente, negaron ser poseedores de
mala e insistieron en que el terreno fue adquirido legítimamente en compraventa celebrada entre
Eduardo Antonio Duque Hoyos e Isidro Alberto Castellanos Jerez, hace más de 50 años.

Como medio de defensa, plantearon la excepción de prescripción (fls. 75 a 81 c. 1), respecto del
bien reclamado, cuyos linderos actualizaron. Expusieron que son poseedores regulares por un
lapso superior a 58 años de forma continua, permanente y sin interrupción, por lo tanto, para los
excepcionantes ha pasado el tiempo necesario para adquirir por cualquier tipo de prescripción que
se cuente, “que si bien antes era de 20 años, hoy es de 10, y así se tratara del primer evento, esto
es de 20 años y no de 10 como lo es en la actualidad, y que la posesión de mis mandantes fuera
IRREGULAR, ya hubiesen ganado asimismo el lote que se pretende reivindicar por PRESCRIPCIÓN”
(fl. 76 c.1).

4. La juez denegó las pretensiones de José Duván Martínez Ramírez mediante sentencia de 20 de
marzo de 2012 (fls. 214 a 227 c. 1), tras considerar la falta de identidad entre el predio cuya
reivindicación se pretende y el lote poseído por los demandados, “pues conforme al dictamen
pericial por ninguna circunstancia en el predio de los demandados, se encuentra inmerso el del
demandante toda vez que la ubicación es completamente diferente” (fl. 226 c.1). Asimismo,
argumentó que son justos los títulos de propiedad del bien adquirido por los demandados, cuyos
antecedentes datan de una época anterior a la fecha en que, según el demandante, sus
progenitores adquirieron el predio a reivindicar. Finalmente, descartó la presencia de mala fe en la
actuación de los demandados.
5. El demandante recurrió la decisión de primera instancia para pedir la revocatoria de la
sentencia y el despacho favorable de sus pretensiones. Argumentó que a través de la escritura
pública No. 1775 de 30 de mayo 2001, se hace evidente la mala fe de los demandantes, pues
mediante una maniobra ilegal de aclaración de medidas y linderos, extendieron a 2.513 metros
cuadrados el predio adjudicado en la sucesión del causante Isidro Alberto Castellanos, cuya
extensión hasta esa fecha, era apenas de 192 metros cuadrados; al respecto, explicó que dentro
de esa ampliación ilegal de las dimensiones del terreno quedó incluido el lote de propiedad del
reivindicante, que por su condición de dueño, no estaría obligado probar la posesión, la cual se
presume.

De otra parte, reprochó a la juzgadora a quo, porque, a su juicio, dejó de valorar las aclaraciones al
dictamen pericial presentadas por el auxiliar de la justicia, cuya revisión, en su criterio, hubiera
arrojado conclusiones muy distintas a las consignadas en la decisión que se impugna.

Finalmente, sostuvo que las cédulas catastrales allegadas al legajo demuestran la ubicación, cabida
y linderos de los predios tanto de propiedad del demandante, como de los demandados, respecto
de los cuales no se discute la falta de correspondencia, pues insistió en que la controversia gravita
en torno a la mala fe en el actuar de estos últimos, al apropiarse de una gran cantidad de terreno,
incluido el del demandante, prevalidos de una supuesta aclaración de medidas y linderos que
convirtió un lote de 192 metros cuadrados en uno de 2.531 metros cuadrados.

CONSIDERACIONES DE LA SALA

1. Sin reparos sobre la validez formal del proceso y ante la concurrencia de los llamados
presupuestos procesales, el Tribunal decidirá la apelación interpuesta por el demandante.

2. En general, la competencia de la Corporación está demarcada por la inconformidad


propuesta por el apelante, pues si este expresa inconformidad con la decisión del a quo, tal acto
provoca la competencia del juzgador de segundo grado, de manera que el ejercicio legítimo del
derecho a impugnar, al tiempo señala los límites dentro los cuales corresponde decidir la
controversia, en la medida en que si se limita la crítica a algunas zonas del litigio, las demás
estarían vedadas para el ad quem[1].

El máximo Tribunal de casación en Colombia precisó que el sentenciador “de segundo grado no
tiene más poderes que los que le ha confiado el recurso formulado, pues no está autorizado para
modificar las decisiones tomadas en la sentencia que no han sido impugnadas por la alzada,
puesto que al efecto no tiene competencia, como quiera que se trata de puntos que escapan a lo
que es materia de ataque” (Sent. Cas. Civ. de 4 de Julio de 1979).
3. La polémica traída a segunda instancia atañe a la identidad del predio reivincado frente al
poseído por los demandados; sin embargo, dados los perfiles del caso, la Sala abordará el asunto a
partir de los elementos básicos de la acción promovida, por lo tanto, se analizarán en primer lugar,
los títulos de propiedad de los contendientes, para establecer con claridad cuáles son los predios
sobre los cuales ejercen dominio, para luego con ese fundamento empezar el estudio acerca de la
identidad del inmueble perseguido, elemento que el juez echó menos, así como los demás
requisitos que enseguida se explican.

4. Antes de emprender el análisis de la apelación conviene hacer algunas apreciaciones


jurídicas previas.

4.1. Concepto. Las acciones dominicales protegen en forma directa el derecho de dominio, algunas
de las cuales pretenden reprimir violaciones consumadas del mismo, dentro de las cuales se
destacan la acción reivindicatoria y la negatoria[2]; la primera de ellas, dirigida al reconocimiento
del dominio y a la restitución de la cosa a su dueño por el tercero que la posee[3]; algunas otras
acciones amparan la propiedad en forma indirecta, estas están constituidas por las acciones
posesorias y la acción publiciana, que tutelan la posesión como una de las facultades o
expresiones del dominio y de paso, logra proteger este derecho.

Dentro de las acciones que resguardan la propiedad de manera directa, la reivindicatoria encarna
la acción de dominio por antonomasia, pues mediante ella, el dueño de una cosa singular, de la
cual no está en posesión, reclama que el poseedor sea condenado a restituírsela[4], de donde se
deducen los elementos edificantes de la prosperidad de tal pretensión, así como se determinan los
legitimados para la causa activa y pasiva, condición jurídica que revela si el demandante es el
sujeto que tiene derecho a serlo en el proceso de que se trata (propietario) y el demandado la
persona que debe sufrir la carga de tal posición en la controversia (poseedor).

La acción reivindicatoria tiene como fundamento el poder de persecución y la inherencia del


derecho a la cosa, característicos de la propiedad; dicha pretensión procura que el dueño de un
objeto goce su derecho plenamente, de manera que pueda ejercer simultáneamente todos los
atributos del dominio, pues la finalidad de tal acción, se reitera, consiste en la recuperación
material de la cosa que se halla en poder de persona diferente al propietario.

En ese contexto, se explica que tradicionalmente se haya predicado que la acción reivindicatoria
es la que tiene el propietario no poseedor contra el poseedor no dueño, o como sostiene la
doctrina, “la acción ejercida por una persona que reclama la restitución de una cosa de la que se
pretende propietario. Se funda pues, en la existencia del derecho de propiedad y tiene por
finalidad la obtención de la posesión. Debe ser distinguida de un gran número de acciones de
restitución, que se fundan en una obligación existente a cargo del demandado. Estas últimas son
acciones personales, puesto que el demandante hace valer un derecho de crédito, mientras que la
reivindicación, que no es otra cosa sino el derecho de propiedad afirmado, es una acción real”[5].

Al referirse a esta acción, ha señalado la jurisprudencia de la Corte que en términos generales y


según lo preceptuado en el artículo 946 del C.C.,“la reivindicatoria es una pretensión real que
puede ejercer el propietario que se halla privado de la posesión material a que tiene derecho, con
el fin de obtener la restitución del bien. Para ese efecto, es preciso que el demandante destruya la
presunción legal de dominio que opera a favor de todo poseedor por mandato del artículo 762 in
fine, lo que puede ocurrir, entre otros eventos, en presencia de un título de propiedad que
contrarreste la relación de señorío que ejerce el demandado” (Sent. Cas. Civ. de 10 de diciembre
de 2004, Exp. No. 7575). Como puede verse la acción reivindicatoria pretende restituir el orden
natural de la propiedad y es que el dueño de la cosa también sea su poseedor material, pero en
manera alguna busca el reconocimiento del derecho de dominio del demandante, pues este lo
afirma y debe probar que lo tiene.

4.2. Elementos. De la definición legal prevista en el artículo 946 ib. Se extraen los presupuestos
que pueden calificarse de axiológicos, en vista de que tienen similar valor en la configuración de la
acción y la ausencia de cualquiera de ellas impide el éxito de la misma; así: a) el derecho de
dominio del demandante; b) posesión material del demandado; c) identidad entre la cosa que se
pretende y la poseída por el demandado; y d) que se trate de cosa singular o cuota determinada
de cosa singular.

La jurisprudencia[6] ha reconocido que sólo la concurrencia de esos elementos permite la


prosperidad de la acción reivindicatoria. Así, ha sostenido que ellos son “el derecho de dominio del
demandante, posesión del demandado, identidad entre el bien perseguido por el actor y el
poseído por la parte pasiva, y tener por objeto una cosa singular reivindicable o cuota
determinada de una cosa singular, siendo los dos primeros los que definen quiénes son los
legítimos contradictores en la controversia, esto es, el titular del dominio como actor y el actual
poseedor por el aspecto pasivo y quien, según la presunción consagrada en el artículo 762 ib., se
reputa dueño del bien” (Sent. Cas. Civ. de 17 de agosto de 2000, Exp. No. 6334, reiterada en Sent.
Cas. Civ. de 27 de marzo de 2006, Exp. No. 0139-02).

4.2.1. El demandante debe probar que es el titular del derecho de propiedad, es decir, necesita
acreditar tanto el título como el modo mediante el cual obtuvo las cosas que reclama, pues debe
reiterarse que el accionante batalla contra la presunción iuris tantum que protege al poseedor
como dueño aparente de los bienes[7], en tanto nadie dispute su condición. Así, siendo la
posesión la manifestación física, maciza y ostensible de la propiedad, el ordenamiento reconoce
que quien se encuentra en posesión puede ser considerado propietario, mientras otro no
justifique serlo.

Por consiguiente, el reivindicante tiene sobre sus hombros el deber de desquiciar la presunción de
propiedad frente al demandado, entretanto, el poseedor continuará gozando de ella. Sobre el
punto, la Corte sostuvo que al demandante en reivindicación “para triunfar, le basta con probar un
mejor título que el del adversario. Además solo está obligado a la aducción del título de su
antecesor o antecesores, cuando el demandado aporte título anterior o posesión iniciada con
antelación a la fecha de su título de adquisición pues de otra manera será vencido” (Sent. Cas. Civ.
de 2 de diciembre de 1970). En el mismo sentido, la misma fuente enseñó que “la anterioridad del
título del reivindicante apunta no solo a que la adquisición de su derecho sea anterior a la
posesión del demandado, sino al hecho de que ese derecho esté a su turno respaldado por la
cadena ininterrumpida de los títulos de sus antecesores, que si datan de una época anterior a la
del inicio de la posesión del demandado, permiten el triunfo del reivindicante. Entonces, no solo
cuando el título de adquisición del dominio del reivindicante es anterior al inicio de la posesión del
demandado, sino inclusive cuando es posterior, aquel puede sacar avante su pretensión, si
demuestra que el derecho que adquirió, lo obtuvo su tradente a través de un título registrado, y
que este a su turno lo hubo de un causante que adquirió en idénticas condiciones; derecho que así
concebido es anterior al inicio de la posesión del demandado” (Sent. Cas. Civ. de 25 de mayo de
1.990).

También debe explicarse que la prueba que presenta el demandante en reivindicación sólo tiene
como propósito enfrentar a su adversario, en vista de que tal juicio no está destinado a producir
efectos erga omnes, ni declarar la propiedad del demandante, de donde se sigue, en palabras de la
Corte, que “el carácter de dueño, exigido por el artículo 946 del Código Civil, y la noción de
propiedad prescrita en el artículo 950 ibidem, son figuras esencialmente relativas en el sentido de
que se refieren sólo al demandado y se prueban sólo frente a éste” (Sent. Cas. Civ. de 22 de agosto
de 1986, G.J. t. CLXXXIV, pág. 193, en igual sentido, Sent. Cas. Civ. de 18 de abril de 1969, G.J. t.
CXXX, pág. 53).

En algunas controversias, las partes se enfrentan con exhibición de títulos de propiedad, caso en el
cual resulta imprescindible verificar a qué bienes aluden esas credenciales, de manera que pueda
establecerse nítidamente si hay verdadero conflicto de títulos sobre el mismo objeto o si estos se
refieren a distintos inmuebles, para luego escrutar acerca de la validez, eficacia, naturaleza, titular
y valor relativo de ellos[8], todo con el propósito de juzgar cuál derecho prevalece acerca del
predio disputado.

En ese mismo contexto, debe explicarse que las adjudicaciones hechas como fruto de los trabajos
de partición dentro del proceso sucesoral de cualquier naturaleza, sirven para demostrar la
propiedad del demandante siempre y cuando sea anterior a la posesión del demandado, pues en
contrario, debería el actor invocar el título anterior al de su causante, al igual que el de este; así lo
ha formulado como regla la jurisprudencia, al decir que “quien ejercite la acción real de dominio
debe acreditar plenamente la titularidad de su derecho; si ello no sucede, el poseedor no puede
ser obligado a la restitución. Ni puede serlo cuando la posesión tiene una vigencia en el tiempo
anterior al título que se le opone (…) Con efecto, si los ‘actos legales de partición’, son
simplemente traslaticios de dominio, al patrimonio del heredero no ingresan, por virtud de la
adjudicación, sino aquellos bienes de los cuales era propietario su causante; y cuando se trate de
incoar la acción reivindicatoria es indispensable que el actor acompañe, además, el título de su
causahabiente. De lo contrario, fácil sería, como lo dice un ilustre expositor, crear títulos
artificiales incluyendo caprichosamente en el inventario sucesoral bienes que luego han de ser
objeto de las adjudicaciones (Sent. Cas. Civ. de 1º de junio de 1950, G.J. t. LXXX, pág. 389).

4.2.2. La posesión en cabeza del demandado, esa condición ha sido reconocida desde antiguo en el
ocupante de un predio que suma a su tenencia, el ánimo de señor y dueño, categoría jurídica que
traduce en el poderío o gobierno material excluyente que un sujeto tiene respecto de un bien,
relación caracterizada porque el titular ejerce tal aprehensión sin reconocer derecho ajeno.

En relación con el elemento descrito, ha enseñado la jurisprudencia que “la posesión material del
bien por parte del demandado, al decir artículo 952 del C.C. que ‘la acción reivindicatoria se dirige
contra el poseedor’, implica que corre por cuenta del demandante demostrar que su oponente
ostenta la calidad de poseedor del bien que pretende reivindicar, para que así éste tenga la
condición de contradictor idóneo” (Sent. Cas. Civ. de 2 de diciembre de 1997, Exp. No. 4987).
También relativo a los medios probatorios aducidos en el proceso reivindicatorio para demostrar
la posesión en cabeza del demandado, ha dicho la Corte que ellos “deben venir, dentro de las
circunstancias particulares de cada caso, revestidos de todo el vigor persuasivo, no propiamente
en el sentido de conceptuar que alguien es poseedor de un bien determinado, pues esta es una
apreciación que sólo al juez le compete, sino en el de llevarle a este el convencimiento de que esa
persona, en realidad, ha ejecutado hechos que, conforme a la ley, son expresivos de la posesión”
(Sent. Cas. Civ. de 15 de marzo de 1999, Exp. No. 5090).

El ejercicio de la acción reivindicatoria supone que el demandante atribuya la calidad de poseedor


al demandado, circunstancia que corresponde probar a aquel mediante la aducción de los
elementos esenciales que caracterizan la posesión, como son el corpus, es decir, el presupuesto
material u objetivo y el animus, que corresponde con la condición subjetiva o intencional, de
manera que en palabras de la Corte, para “demostrar judicialmente que entre una persona
determinada y cierto bien se ha establecido una relación de hecho, por virtud de la cual aquella ha
ejercido sobre éste actos materiales de uso, conservación y transformación, sometiéndolo al
ejercicio del derecho real de propiedad, que es al que ordinariamente corresponden dichos actos,
el derecho probatorio no exige una prueba específica; y si bien los medios más adecuados para
demostrar la posesión son el testimonio y la inspección judicial, no por eso puede decirse que
estos sean los únicos, o que, como lo pregona la sentencia aquí impugnada, la confesión del
demandado sea un medio probatorio inidóneo o ineficaz” (Sent. Cas. Civ. de 16 de junio de 1982,
G.J. t. CLXV, pág. 125).
Cumple recordar que la acción reivindicatoria repugna la presencia de posesiones derivadas de
relaciones contractuales, pues aquella es de naturaleza real, de manera que entre los
protagonistas del conflicto no debe mediar un vínculo obligacional o personal, que justifique la
presencia del demandado en el predio; en tal caso, hácese necesario desligarlas por cualquier
medio jurídico idóneo de esa atadura convencional, para luego sí aspirar a la reivindicación con las
secuelas restitutorias legalmente previstas.

Así lo ha ratificado la jurisprudencia al sostener que la pretensión reivindicatoria “excluye de suyo


todos los casos en que la posesión del demandado sea de naturaleza contractual, es decir, se rija
por un contrato celebrado entre el dueño y el actual poseedor. En tales casos, mientras el contrato
subsista constituye ley para las partes (artículo 1602 del Código Civil) y como tal tiene que ser
respetado por ellas. Entonces, la restitución de la cosa poseída, cuya posesión legitima el acuerdo
de voluntades, no puede demandarse sino con apoyo en alguna cláusula que la prevea, mientras el
pacto esté vigente. La pretensión reivindicatoria sólo puede tener cabida si se la deduce como
consecuencia de la declaración de simulación, de nulidad o de resolución o terminación del
contrato, es decir, previa la supresión del obstáculo que impide su ejercicio. (…) Cuandoquiera que
alguien posea en virtud de un contrato, es decir, no contra la voluntad del dueño que contrató,
sino con su pleno consentimiento, la pretensión reivindicatoria queda de suyo excluida, pues sólo
puede tener lugar en los casos en que el propietario de la cosa reivindicada ha sido privado de la
posesión sin su aquiescencia. La acción de dominio es por su naturaleza una pretensión
extracontractual, que repugna en las hipótesis en que los interesados han convenido en que uno
de ellos autoriza al otro para poseer en virtud de un determinado contrato celebrado entre el uno
y el otro” (Sent. Cas. Civ. de 12 de marzo de 1981, G.J. CLXVI, pág. 366, ratificada en Sent. Cas. Civ.
de 18 de mayo de 2004, Exp. No. 7076).

4.2.3. Identidad del predio. Como se trata de restituir un objeto material, este debe determinarse
de manera inequívoca, para que por esa vía se advierta sin ambages, la relación material ora
jurídica, que tienen tanto el demandado como el demandante frente al objeto pretendido, de
suerte que mediante este elemento logran confluir en el mismo bien de dos relaciones de distinta
naturaleza, la posesión y la propiedad.

Y vistas de ese modo las cosas, en verdad son dos las identidades que deben establecerse para
colmar este requisito de la acción reivindicatoria; de un lado, que el demandado ejerza la posesión
respecto del bien reclamado y, de otro, que el inmueble reivindicado coincida con aquel en
relación con el cual, el demandante acredita la propiedad.

En este punto es útil recordar, que según reiterada jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia,
“cuando el demandado en acción de dominio confiesa ser el poseedor del inmueble en litigio,
tanto más si en su gestión defensiva esgrime la prescripción, esa confesión tiene virtualidad
suficiente para demostrar a la vez la posesión del demandado y la identidad del bien que es
materia del pleito” (Sent. Cas. Civ. de 1º de junio de 2001, Exp. No. 6286; en el mismo sentido,
Sent Cas. Civ. de 27 de abril de 1955, G.J. t. LXXX, pág. 86; 24 de noviembre de 2000, Exp. No. 5365
y 1º de abril de 2003, Exp. No 7514).

Entonces, si se aprecia en conjunto los anteriores postulados, debe inferirse que, en principio, si el
demandado admite que ejerce la posesión sobre el objeto pretendido o propone la excepción de
prescripción sobre el mismo, esa confesión satisface tanto la prueba de la posesión como la de
identidad del predio.

Sin embargo, debe observarse que aún en presencia de la confesión en las circunstancias
descritas, tal medio no está exento de debates en torno de la identidad del inmueble, si es que el
poseedor formula reparos o incertidumbres acerca de la coincidencia entre el bien reclamado y el
poseído por el demandado; al punto, ha expresado la Corte, que a pesar de las reglas descritas,
resulta de sindéresis “suponer que si alguien arguye haber ganado lo que otro le reclama, es
porque hablan alrededor de una misma cosa. Dicha consecuencia probatoria, sin embargo no es
fatal ni impenetrable, porque aunque normalmente es el reflejo de que en el punto hay concordia,
no excluye sin embargo que así y todo se controvierta la identificación de la cosa disputada, y por
consiguiente ya no haya sitio para aquella suposición. Esto es, invocar la prescripción no traduce
que la cuestión atinente a la identidad en materia reivindicatoria ‘(...) ingrese así en arca sellada
para siempre, y adquiera la categoría de verdad inexpugnable, de tal manera que sobre ella no se
pueda volver la mirada; porque hay que convenir que, hoy por hoy, ninguna circunstancia, en
tanto que forme parte del debate procesal, puede adquirir tamaña impermeabilidad y mirársela
como verdad absoluta; así y todo provenga de la denominada ‘reina de las pruebas’, por supuesto
que la confesión ya no ejerce el mismo imperio de antaño, cuando se hablaba de un verdad
suficiente, sin importar si acompasaba con la verdad verdadera. Es principio admitido ahora que la
confesión es infirmable, según expresión paladina, en cuanto a nuestro ordenamiento respecta,
del art. 201 del Código de Procedimiento Civil’ (Cas. Civ. Sent. de 1° de junio de 2001, exp. 6286).

Muy a propósito vienen estas apuntaciones, por cuanto el caso de ahora se muestra
inmejorable como prueba elocuente de la tesis concebida por la jurisprudencia, pues en éste, al
tiempo que en su gestión defensiva los demandados propusieron la prescripción ordinaria
adquisitiva como excepción, alegaron de otra parte, y en ello fueron pertinaces hasta el
fenecimiento de la instancia, que no existe la pregonada identidad en la demanda, segmento del
debate que por ende nunca pudo tenerse como pacífico, lo que desde luego imponía su escrutinio
riguroso ya en la tarea sentenciadora” (Cas. Civ. Sent. 1° de abril de 2003. Exp. No. 7514, reiterada
en Sent. Cas. Civ. 26 de octubre de 2004, Exp. No. 7568).
Entonces, no es una verdad inconcusa la derivada de la confesión de la posesión o la propuesta de
la excepción de prescripción, pues si se presentan incertidumbres, el juzgador debe realizar una
labor adicional de escrutinio de las pruebas sobre el punto de la identidad del inmueble.

4.2.4. Singularidad del objeto. Este elemento atañe a que el predio pretendido sobre el cual ejerce
propiedad el demandante debe estar separado, individualizado o desmembrado de otros con que
pueda confundirse, de manera que tanto el derecho que tiene el dueño como el objeto en sí
mismo, sean totalidades definidas desde los propios títulos invocados por el reivindicante.

De otro lado, a propósito de los grados o proporción en que un sujeto accede a la propiedad de un
inmueble, conviene establecer que si el demandante apenas tiene una parte proindivisa del
derecho de dominio, puede entablar demanda reivindicatoria, siempre que lo haga en
representación y a favor de la comunidad, de manera que las pretensiones de un comunero motu
proprio carecen de procedencia, puesto que si se trata de reclamar un bien determinado, sería
inadecuado permitir que se pretenda un bien definido, sobre el cual se tiene un derecho
indeterminado o cuota del dominio (art. 2323 C.C.).

En este sentido, la Corte Suprema de Justicia puntualizó que si el demandante es dueño de la


mitad del inmueble objeto de la demanda “con base en él no puede demandar para sí la
reivindicación de todo el predio, como cuerpo cierto, pues si sólo es titular de un derecho, la
acción que le corresponde ejercer no es la consagrada en el artículo 946 del Código Civil, sino la
del artículo 949 ibídem, referente a la reivindicación de cuota determinada proindiviso de cuota
singular (...) El comunero posee el bien común en su nombre y también en el de los condueños y
por lo mismo la acción de dominio que le corresponde debe ejercitarla para la comunidad” (Sent.
Cas. Civ. de 27 de febrero de 1968, ratificada en Sent. Cas. Civ. de 30 de junio de 1989.

Al respecto, la jurisprudencia ha enseñado que en tratándose de la pretensión reivindicatoria, “es


elemento esencial en esta acción la determinación de la cosa de que el actor se dice dueño. El
artículo 946 del Código Civil, que es eje de esa acción, habla de ‘cosa singular’, y es preciso
examinar primeramente si de los autos aparece determinado ese elemento, pues de que no, en
balde se entra al estudio de los otros componentes de la acción” (Sent. Neg. Gen. de 2 de junio de
1950, G.J. t. LXVII, pág. 624).

Con todo, existen eventos en los cuales, los títulos de propiedad del demandante aclaran
hipotéticas diferencias en cuanto al dominio, en especial, cuando sin mediar división de la
comunidad, los comuneros asumen partes divisas del derecho, con lo cual se garantiza la
singularidad del objeto y del derecho invocado por el accionante.
4.3. Efectos de la acción reivindicatoria. Secuelas de la acción reivindicatoria son la restitución
material de la cosa con sus accesorios; mientras el demandado recibe las mejoras que durante su
posesión hizo en el predio, el demandante obtiene los frutos, todo ello, según la calidad de buena
o mala fe de su antagonista; esas restituciones mutuas surgen a partir del restablecimiento del
principio de equidad entre los sujetos involucrados en la pendencia, con el fin de impedir el
enriquecimiento sin justa causa a favor de alguno de ellos.

La modalidad o circunstancia de buena o mala fe del poseedor está destinada a producir efectos
en la determinación de la cuantía y alcance de las obligaciones entre las partes, en especial, define
la responsabilidad, los pagos por frutos al demandante y el reconocimiento de las mejoras que el
demandado hubiere plantado en el bien.

Así, el poseedor reconocido como de buena fe está exento de los deterioros del predio, salvo que
“se hubiere aprovechado de ellos” (inc. 2º art. 963 Código Civil), puede retener los frutos de la
cosa, percibidos antes de la contestación de la demanda (inc. 3º art. 964 de. C.C.); además, tiene
derecho a reclamar las mejoras necesarias y útiles, estas últimas plantadas antes de la
contestación de la demanda[9] (arts. 965 y 966 ib.), respecto de las voluntarias (inciso 2º del art.
967 ib.), tendrá la opción de retirar los materiales con que se construyeron, siempre que el
propietario rehúse el pago que estos tendrían luego de la separación y que el retiro se efectúe sin
detrimento del bien (art. 967 ib. en concordancia inciso final del artículo 966 ib.).

Por el contrario, el poseedor de mala fe es responsable de los detrimentos que ha sufrido la cosa
por hecho o culpa suya (art. 963 C.C.); también debe restituir los frutos naturales y civiles, no solo
los percibidos, sino los que “el dueño hubiera podido percibir con mediana inteligencia y
actividad” (art. 964 ib.); en relación con las mejoras, tiene derecho al reconocimiento de las
necesarias (art. 965 ib.) y respecto de las útiles carece de reclamación (inc. 5º art. 966 ib.), salvo la
posibilidad de retirar los materiales con que fueron edificadas, siempre que el propietario se
niegue a asumir el costo de estos después de separados (inc. fin. art. 966 ib.).

Estos efectos, tanto frutos como mejoras, pueden reconocerse aún sin petición de parte sin
afectar la congruencia del fallo, pues tales secuelas obedecen a las disposiciones legales que
gobiernan el asunto con alcance imperativo, por lo tanto, esos pedimentos “no requieren súplica
formal”[10]; en todo caso, para decretarse se hace indispensable que exista prueba que acredite
su monto, esta vez, porque las decisiones judiciales “deben estar fundadas en los medios regular y
oportunamente allegadas al proceso” (art. 174 Código de Procedimiento Civil)

4.4. Recapitulación de reglas aplicables al caso. Con los apoyos sustantivos que viene de
exponerse, puede concluirse que la acción reivindicatoria procede si el demandante prueba el
dominio sobre el bien derivado de una sucesión, a pesar de existir en los antecedentes de la
tradición un momento en que la propiedad fue indivisa, siempre que sus títulos refieran ahora
inequívocamente un predio determinado y singular; igualmente, debe probar la posesión del
demandado sobre el bien sin que medie contrato alguno; así como la identidad bifronte del
inmueble, en cuanto a que este corresponde con aquel descrito en los títulos y poseído por el
demandado, estos dos últimos elementos pueden deducirse de la confesión, si es que se presenta
la excepción de prescripción, salvo que existan polémicas acerca de la identidad, que deben
dirimirse a partir de las pruebas recaudadas, todo lo cual conduce a la prosperidad de la acción
reivindicatoria, con las prestaciones recíprocas como secuela derivada de la restitución.

5. El caso. Rememórese que el juzgado denegó las súplicas de la demanda, porque no


encontró probado el requisito de la identidad del predio, a pesar de que el demandado propuso la
excepción de prescripción y confesó la posesión, con todo y que hubo protestas acerca de la
coincidencia del inmueble reclamado. El apelante estima que se satisfacen los requisitos de la
acción emprendida, pues los demandados mediante aclaración ampliaron el terreno de su
propiedad, dentro del cual se encuentra el bien reclamado por el demandante, maniobra que este
descalificó como demostrativa de la mala fe de aquellos.

En ese contexto, juzga la Sala que según los elementos estudiados, concurren ahora los requisitos
para la prosperidad de la acción del demandante, como se expone enseguida, todo a partir del
análisis detenido de los títulos invocados, según los cuales, puede inferirse que los demandados
han extendido su posesión a varios sectores aledaños del predio que adquirieron inicialmente,
dentro de aquellos fragmentos, se encuentra ocupado el inmueble de José Duván Martínez
Ramírez, que además cuenta con credenciales suficientes sobre su bien sin enfrentamiento de
títulos con sus antagonistas, pues los invocados por ambas partes se refieren a dos predios
distintos entre sí, que tampoco son contiguos, situación que explica la aparente confusión que
existió en primera instancia.

Entonces, las pretensiones se abren paso respecto del predio cuyos títulos aportó el demandante,
que hace parte del feudo poseído por los demandados, pero respecto del cual ellos carecen de
titulación, pues esta atañe a un inmueble distinto e incomunicado materialmente con el
reclamado en la demanda.

5.1. Sentadas las anteriores conclusiones, procede la Sala a explicar cada una de ellas y establecer
en primer término, si el demandante es titular del derecho real que alegó sobre el bien inmueble
que pretende reivindicar.

Como se expuso enantes, el demandante debería acreditar el título y el modo de adquisición del
objeto reclamado; a continuación se analizan los títulos presentados por José Duván Martínez
Ramírez en orden cronológico, desde el más reciente hasta el más remoto: se tiene que el
inmueble fue adjudicado al demandante mediante sentencia de 2 de noviembre de 2007,
proferida por el Juzgado Promiscuo Municipal de Filandia Quindío, mediante la cual se aprobó el
trabajo de partición adelantado con ocasión del proceso de sucesión de Luis Ángel Martínez y
Esther Julia Ramírez, así: “…Se APRUEBA DE PLANO por los argumentos precedentemente
consignados, en todas y cada una de sus partes, el TRABAJO DE ADJUDICACION, de los bienes de
los causantes LUIS ANGEL MARTINEZ y ESTHER JULIA RAMIREZ, el cual fue elaborado y presentado
por el Apoderado Judicial del demandante JOSE DUVAN MARTINEZ RAMIREZ, dentro de este
proceso de SUCESION DOBLE E INTESTADA, siendo heredero este último en calidad de hijo
legítimo…” (fl. 10. c.1).

Dentro del trabajo de partición aludido se hizo la siguiente adjudicación a José Duván Martínez
Ramírez: “…HIJUELA ÚNICA: Está conformada por el único activo inventariado y avaluado. Para
pagarla se le adjudica en su totalidad al heredero único JOSE DUVAN MARTINEZ RAMIREZ el
siguiente bien inmueble:

Inmueble urbano, solar ubicado en Filandia Quindío, de una cabida aproximada de catorce varas
(14 varas) o sea once metros con veinte centímetros (11.20 metros) de frente por cuarenta varas
(40 varas) o sea treinta y dos metros (32 metros) de centro alinderado así: //POR EL FRENTE CON
CALLE PÚBLICA O CAMPO DE DEPORTES, POR UN COSTADO CON PREDIO DE JESUS MONTOYA,
POR OTRO COSTADO CON PROPIEDAD DE JOSE ESCOBAR GUTIERREZ Y POR EL OTRO COSTADO O
CENTRO CON PREDIO HOY DE ANGELA SABOGAL DE HEREDIA //. Tradición Adquirió el causante
LUIS ANGEL MARTINEZ por compra que hiciera a MARIA MARMOLEJO VIUDA DE VELEZ según
escritura pública No. 129 de la Notaría Única de Filandia Q., fechada el día 4 de Julio de 1955,
registrada en la Oficina de Instrumentos Públicos de Filandia Q., el día 21 de Julio de 1955,
identificado con la Matrícula Inmobiliaria Número 284-0001515…” (sic) (fl. 7. c.1).

Finalmente, a manera de modo de adquisición, dicha sentencia se registró en el folio inmobiliario


No. 284-0001515 correspondiente a la oficina de registro de instrumentos públicos de Filandia, Q.,
como consta en la anotación 2 del certificado correspondiente que se aportó al legajo (fl. 17. c.1)

De las anteriores premisas puede concluirse que el demandante acreditó, en principio, el derecho
de dominio sobre el objeto litigioso, postulado que sería suficiente para continuar con el estudio
de los demás presupuestos de la acción reivindicatoria, sino fuera porque los demandados
alegaron que además de la posesión sobre la cosa, ejercen el mismo derecho del accionante, de
donde viene que es necesario seguir escrutando los títulos de José Duván Martínez Ramírez, cual
se había anunciado.

En efecto, el causante del accionante adquirió el inmueble de María Marmolejo Viuda de Vélez
mediante compraventa consignada en la escritura pública No. 129 de 4 de julio de 1955 (fls. 12 a
14 c. 1), cuyo objeto se determinó así: “… El derecho de dominio y posesión que tiene, en la mitad
en un solar en común y proindiviso con la otra mitad que pertenece al señor Pedro Antonio Gil
Mejía, todo el inmueble está ubicado en el área urbana de esta población en la quinta manzana
partiendo de la plaza principal, frente al campo de deportes, constante de catorce (14) varas de
frente, por cuarenta (40) varas de centro comprendido generalmente por los siguientes linderos,
según el título de adquisición – ““Por el frente, con calle pública o campo de deportes; por un
costado con predio de Jesús Montoya; por otro costado, con propiedad de José Escovar (sic)
Gutierrez (sic); y por el otro costado o centro, con predio hoy de Angela Sabogal de Heredia.-
““Adquirió la mitad en el solar que vende por compra que hizo a la señora Ester Solina Cárdenas S.
segun (sic) escritura numero 1292 otorgada en la notaria 3ª del Circuito de Pereira, el 16 de
noviembre de 1.951, registrada en Filandia el 31 de enero en el libro 1º, folio 54, partida No 62…”
(subraya la Sala) (fl. 13 c. 1).

Asimismo, María Marmolejo Viuda de Vélez había adquirido el solar mencionado por compraventa
celebrada con Ester Solina Cárdenas, acuerdo de voluntades que consta en la escritura pública No.
1292 de 16 de noviembre de 1951 (fl. 15 c. 1), cuyo objeto se describe así: “…Que vende real y
efectivamente a la señora MARIA MARMOLEJO VDA/DE VELEZ, la mitad de un lote de terreno o
solar, ubicado en el area urbana de Filandia Caldas, en la quinta manzana, partiendo de la plaza
principal, frente al campo de Deportes, constante de catorce varas de frente, por cuarenta varas
de centro, que posee en mancomun (sic) y proindiviso con la otra mitad que pertenece al señor
Pedro Antonio Gil Mejía, y comprendido por los siguientes linderos, segun (sic) dictado de los
comparecientes: “Por el frente, calle pública ocampo (sic) de Deportes; por un costado con predio
de Jesús Montoya; por otro costado, con propiedad de José Escobar Gutierrez (sic); y por el otro
costado o censo, con predio hoy de Angela Sabogal de Heredia”.—SEGUNDO: - Que adquirió
inmueble que enajena mediante este instrumento, en mancomun (sic) y proindiviso con el señor
Pedro A. Gil, y en mayor extensión de terreno, por compra hecha al señor José Escobar Gutiérrez
de conformidad con la escritura numero mil cuatrocientos cincuenta de fecha diecisiete de julio de
mil novecientos cincuenta y uno, en la Notaría segunda de este circuito…” (subraya la Sala) (fl. 15
c. 1).

A su vez, Ester Solina Cárdenas y Pedro Antonio Gil compraron el bien aludido a José Escobar
Gutiérrez, como consta en escritura pública No. 1450 de 17 de julio de 1951 (fl. 20 c. 1): “…El
derecho de dominio y la plena posesión que tiene en un solar ubicado en el área urbana de la
población de Filandia, en la quinta manzana partiendo de la plaza principal, partiendo de la calle
de “La Cruz” y alinderado así, según lo manifiestan las partes: “# Por el frente, con calle pública;
por un costado, con predio del Municipio de Filandia por otro, conpredio (sic) de Jesús Montoya,
en una extensión de ochenta varas, y por el otro costado con predio del mismo vendedor”. – Por la
calle, tiene una extensión de catorce varas de frente, por ochenta varas de centro, en el lindero
con Jesús Montoya.- Declara además el vendedor: PRIMERO: Que adquirió este inmueble con
mayor extensión por compra que hizo al señor MARCO J. OCAMPO por la escritura número mil
doscientos trece, de catorce de junio de mil novecientos cincuenta y uno, otorgada en esta
Notaría…” (subraya la Sala) (fl. 20 c. 1).
Finalmente, José Escobar Gutiérrez adquirió el bien mencionado, mediante compraventa
celebrada con Marco Ocampo, como consta en la escritura pública No. 1213 de 14 de junio de
1951 (fl. 21 c. 1), de cuyo texto se tiene la descripción del inmueble, así: “…El derecho de dominio
y la plena posesión que tiene sobre un globo de terreno denominado “La Corea”, constante de
noventa y cuatro varas de frente, por la manzana de centro en lo que respecta a un frente de
ochenta (80) varas y cincuenta varas de centro, en un frente de catorce (14) varas, ubicadas en el
área urbana de la ciudad de Filandia, en- la quinta- manzana, partiendo de la plaza principal,- en la
calle de- “La Cruz”, mejorado con pastos naturales y comprendido por los siguientes linderos:-#
“Por el frente, con la calle pública, por un costado con predio de Jesus (sic) Montoya N; por el
centro o pié, con predio del Municipio de Filandia, o sea con el campo de Deportes; y por el otro
costado con predio de Manuel Benjumea D”-#.- -Declara además el vendedor:- PRIMERO:- Que
adquirió este inmueble por permuta que celebró con el señor Manuel Peláez Gómez, por la
escritura número doscientos setenta y seis (276), de fecha dos de Diciembre de de mil novecientos
cincuenta, otorgada en la Notaría de Filandia y registrada en la Oficina de Registro de Filandia el 16
de diciembre de 1950…” (fl. 21 c. 1).

Para la Sala, los instrumentos públicos antes transcritos ningún reparo de validez tienen, pues
carecen de anotaciones en relación con su vigencia, de donde se sigue que estos documentos
deben interpretarse con sentido práctico, de manera que las formas jurídicas traduzcan con
eficacia comunicativa los acontecimientos que en realidad ocurrieron.

En primer lugar, aunque aparentemente la propiedad del demandante corresponde a la mitad


proindivisa del predio, ello sólo es superficial, en tanto bien vistos los instrumentos recién
descritos, se advierte que en realidad, hubo una impropiedad en la descripción del objeto que se
vendía.

Puede verse que inicialmente el predio tenía catorce varas por ochenta (escrituras 1213 de 14 de
junio de 1951 y 1450 de 17 de julio de 1951), como se subrayó oportunamente; sin embargo,
cuando Ester Solina Cárdenas y Pedro Antonio Gil adquirieron el solar en la escritura 1450, eran
propietarios proindiviso, condición que mutó en la siguiente escritura 1292 de 16 de noviembre de
1951, en que Ester Solina Cárdenas vendió su parte del derecho a María Marmolejo Viuda de
Vélez, ya no indivisa sino el dominio de manera determinada y singular, a pesar de que en este
último instrumento figurara como venta de cuota de dominio, pues al individualizar en cuarenta
varas el inmueble que otrora tuvo ochenta, la conclusión que se abre paso, es que los propietarios
repartieron su propiedad en porciones individuales de semejantes áreas. Esto explica que hacia
atrás de la escritura 1450 de 17 de julio de 1951, el predio tuviera ochenta varas por catorce, pero
hacia delante de la 1292 de 16 de noviembre de 1951, el predio tuvo cuarenta varas por catorce.

Entonces, la tradición que antecedió al demandante, constituida desde Ester Solina Cárdenas a
María Marmolejo Viuda de Vélez, luego de ella a Luis Ángel Martínez y finalmente de él a José
Duván Martínez Ramírez, mediante sucesión, ningún duda permite, en cuanto a que esa cadena se
constituyó por trasferencias sucesivas e ininterrumpidas del dominio de un bien determinado y
singular.

Vale mencionar que la facultad que tuvo inicialmente la comunera Ester Solina Cárdenas
correspondía a una cuota indivisa de la cosa; no obstante, si lleva a cabo la venta de una porción
específica del bien, deberá estarse a la división efectuada en el evento de que se termine la
comunidad y si se le adjudica porción diferente la venta efectuada la secuela sería una eventual
venta de cosa ajena, que no ocurrió en el caso de ahora, pues ninguna protesta hubo desde
entonces (año 1951), situación que permite deducir la regularización de la propiedad transferida a
María Marmolejo Viuda de Vélez y por ahí derecho a todos los demás que componen la cadena
jurídica hasta el demandante.

En segundo lugar, en el folio de matrícula inmobiliaria 284-1515 únicamente se reflejan los actos
contemplados en el instrumento público No. 129 de 4 de julio de 1955 y la sentencia del 22 de
noviembre de 2007 mediante la cual se aprobó el trabajo de partición; sin embargo, en el aparte
de este documento denominado descripción, cabida y linderos se especificó: “…La escritura no.
129 de 1955 contiene la venta de la mitad de un inmueble y en realidad se trata de un inmueble
segregado de otro de mayor extensión conforme a los títulos antecedentes…” (fl. 17 reverso c. 1),
de donde se infiere que los demás contratos fueron reflejados en el folio atinente a este último
predio mencionado y por tal razón, se echan de menos en el documento arrimado al proceso.

Puestas de ese modo las cosas, los negocios jurídicos contenidos en los títulos aportados no
merecen reproche alguno e indican que el derecho que alegó el demandante fue el que recibió
con motivo de la sucesión y de los demás actos que precedieron a la misma.

5.2. En cuanto respecta a los títulos aportados por los demandados, ellos adquirieron un bien
mediante la sucesión de Isidro Alberto Castellanos Jerez y Edelmira Sánchez, en la cual se adjudicó
el 50% del mismo a María América Castellanos Sánchez y el 50% restante a María América
Castellanos Sánchez, Amanda Castellanos Sánchez, Juan Eudes Castellanos Sánchez, Jesús Ricaurte
Castellanos Sánchez, Orfa Nelly Castellanos Sánchez, Teresa de Jesús Castellanos Sánchez,
Margarita María Castellanos Sánchez, María Gloria Castellanos Sánchez y Carlos Alberto
Castellanos Daza, acto consignado en escritura pública No. 1775 de 30 de mayo de 2001 (fls. 22 a
24 c. 1), respecto del bien que enseguida se describe: “…Un lote de terreno mejorado con casa de
habitacciio (sic), constante de 10 varas de frente por 30 varas de centro (8 metros x 24 metros)
ubicado en el Municipio de FILANDIA QUINDIO, en la cuarta manzana en la calle salida para la
Cruz, con registro catastral número 010100400013000, comprendido dentro de los siguientes
linderos # POR EL FRENTE CON LA CALLE PUBLICA, POR EL CENTRO Y LOS OTROS COSTADOS CON
PROPIEDAD DE LA SOCIEDAD URBANIZADORA ## TRADICION. adquirió el causante por compra que
hiciera a EDUARDO ANTONIO DUQUE HOYOS, mediante escritura pública 194 del 17 de agosto de
1949 de la Notaria Unica (sic) de Filandia, registrada 03 de septiembre de 1949, registrada bajo la
matrícula número 284-2018. Es de anotar que el predio fucé (sic) aclarado en sus medidas, y
lineros (sic) mediante certificación 001942 del 18 de julio de 2000, expedida por el INSTITUTO
GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI, como se sigue So,lar (sic) mejorado con casa de habtiación (sic)
ubicado en la calel (sic) segunda número 4-19, en el área urbana de FILANDIA QUINDIO, constante
de 2.513 metros cuadrados, un área construida de 144 metros cuadrados con registro catastral
número 010100400013000, matrícula inmobiliaria número 284-2018, determinado por los
siguientes linderos ## AL NORTE EN EXTENSIÓN DE 18 METROS CON HUMBERTO MONTOYA
ACEVEDO, LUCILA PÉREZ LONDOÑO EXTENSION DE 5.50 METROS CON CARRERA TERCERA,
EXTENSION DE 6.70 METROS CON LUCILA PEREZ LONDOÑO, EXTENSION DE 17.50 METROS,
ALBERTO ANTONIO PEREZ, EXTENSION DE 8.50 METROS, ANTONI VILLADA HERNANDEZ,
EXTENSION DE 15.00 METROS, GERMAN EMILIO QUINTERO VALENCIA, EXTENSION DE 8.70
METROS, JOAQUIN EMILIO QUINTERO VALENCIA, EN EXTENSION DE 8.00 METROS, SUSANA
CARDONA VDA DE GIRALDO, EN EXTENSION DE 7.40 METROS Y CON ORLANDO AGUIRRE
CARDENAS EN EXTENSION DE 24.50 METROS, AL SUR CON LA CARRERA SEGUNDA, EN EXTENSION
DE 32.00 METROS Y ORLANDO AGUIRRE CARDENAS EN EXTENSION DE 3.50 METROS, AL
OCCIDENTE CON LA CALLE SEXTA, EN EXTENSION DE 74.50 METROS ## ESTE LOTE ACTUALMENTE
APARECE A NOMBRE DE MARIA AMERICA CASTELLANOS SANCHEZ, una de las herederas. Por lo
tanto le corresponde a MARIA AMERICA CASTELLANOS SANCHEZ el 50% y el otro 50% a todos los
herederos incluida MARIA AMERICA CASTELLANOS SANCHEZ, en las proporciones citadas…” (fls.
23 a 24 c. 1)

A su turno, el causante Isidro Alberto Castellanos adquirió el bien que se adjudicó a los
demandados por compraventa celebrada con Eduardo Duque, mediante escritura pública No. 194
de 17 de agosto de 1949 (fls. 28 a 29 c. 1), cuya descripción del objeto adquirido se transcribe a
continuación: “…El derecho de dominio y de absoluta propiedad que tiene sobre una casa de
habitación constante de diez varas de frente por treinta de centro (10x30), ubicada en el área
urbana de esta población, en la cuarta manzana, en la calle salida para “La Cruz”, y alinderada de
la manera siguiente: - ## Por el frente, con calle pública; por el centro y los otros dos costados con
propiedad de la “Sociedad Urbanizadora” ## -TRADICION: -que hubo lo que está vendiendo por
haber comprado a la Sociedad Urbanizadora, de Filandia, un solar y haber construido la casa con
sus propios recursos, como consta de la escritura, número ciento cincuenta y cinco (155), otorgada
en esta misma Notaría el día siete (7) de Mayo de mil novecientos treinta (-1930-) y registrada
debidamente el la Oficina de éste mismo Circuito, el día 27 de los mismos mes y año, bajo el No
117…” (sic) (fl. 28 vuelto c. 1).

Y Eduardo Duque obtuvo el predio mediante compraventa con Marco Salazar, que actuó como
agente de la SOCIEDAD URBANIZADORA, según la escritura pública No. 155 del 7 de mayo de 1930
en la cual se contempló como objeto: “… Que como ajente (sic) de la Sociedad Urbanizadora
establecida en esta Población y debidamente autorizado, da en venta real y enajenación perpetua
al Señor Eduardo Duque, también mayor de edad y del mismo vecindario a saber: Una casa de
habitación con su correspondiente solar constante de diez varas de frente, por treinta de centro,
ubicada en el area (sic) de esta Población en la cuarta manzana, en la calle salida para la cruz y
alinderada de la manera siguiente: ‘Por el frente con la calle publica; y por el centro y los otros dos
costados con propiedad de la Sociedad Urbanizadora’ Que hubo la Sociedad Urbanizadora el
aludido inmueble por compra que hizo del solar en mayor extensión al Señor Germán López,
según escritura número quinientos veintitrés otorgada en esta Notaría el veintisiete de septiembre
de mil novecientos veintisiete y la casa a expensas del comprador, según lo ha manifestado…” (sic)
(fl. 32 vto. y 32 c. 1 hoja insertada al revés del orden natural).

Finalmente, se destaca como modo que en el certificado de tradición y libertad del bien
identificado con el folio de matrícula inmobiliaria No. 284-0002018, se registraron los actos
contenidos en los instrumentos públicos 194 de 17 de agosto de 1949, y 1775 de 30 de mayo de
2001, así como la venta de derechos de cuota entre los demandados.

Analizados los documentos referenciados con antelación se advierte que no aparece ningún
reproche respecto de los títulos que componen la tradición de los demandantes, salvo en cuanto
al documento público mediante el cual se protocolizó la sucesión mediante la cual los
demandados adquirieron el objeto litigioso.

En efecto, en el instrumento público No. 1775 de 30 de mayo de 2001 se especificó la adjudicación


de un lote cuya extensión corresponde a 10 varas de frente por 30 varas de centro, objeto que
permaneció en esas dimensiones durante los cambios en el dominio; no obstante, llama la
atención de la Sala la aclaración de las medidas y linderos, pues mediante tal “corrección”, el área
del inmueble original experimentó un sensible incremento, además de que la dicha ampliación se
hizo aparentemente con apoyo en una certificación expedida por el Instituto Geográfico Agustín
Codazzi, documento que para nada estructura un título justo o eficaz para adquirir la propiedad de
un bien, tanto más si ese instrumento no constituye modo de dominio ni sanea “los vicios que
tenga una titulación o posesión” –artículo 18 Resolución 2555 de 1988 del IGAC-.

En consecuencia, aunque se consignó tal enmienda en la escritura pública mencionada, ningún


impacto logra ella en función de hacer propietarios a los titulares originales del dominio sobre el
predio que tiene apenas una dimensión de 10 varas de frente por 30 varas de centro, sin perjuicio
de la eventual relación material de ellos sobre el predio resultante y ampliado.

No sobra advertir que la corrección de instrumentos públicos debe adelantarse de conformidad


con los requisitos previstos en los artículos 48 a 51 del Decreto 2148 de 1983, los cuales no hacen
referencia alguna al método utilizado entonces por los demandados para tal fin.

Por ende, el bien que pertenece a los demandados no se compadece con el bien objeto de la
reivindicación, es decir, ninguna polémica real existe en cuanto a enfrentamiento de títulos sobre
un mismo bien, pues los documentos analizados mencionan otro predio distinto al pretendido por
el demandante, en quien concurre la condición de propietario de aquel como ya se señaló.
Lo anterior explica la discrepancia en los folios de matrícula de los inmuebles en cuestión, pues por
un lado, aparece el numerado 284-0001515, que corresponde con el objeto pretendido y por otro,
el número 284-0002018, que individualiza al bien de los convocados al proceso.

5.3. Posesión de los demandados. El supuesto fáctico al que se circunscribe este requisito de la
acción propuesta se encuentra probado en la medida en que en la parte demandada confesó tal
calidad al momento de contestar la demanda, además de otros elementos que apuntan al mismo
norte.

Así, el demandante afirmó en el hecho décimo tercero de la demanda: “…La demandada,


herederos de ISIDRO ALBERTO CASTELLANOS JEREZ, comenzó a poseer el inmueble objeto de la
reivindicación, desde cuando resolvió anexárselo, ‘aclarando medidas y linderos’ dentro de una
escritura pública, dentro del trámite de la sucesión obrante en la Escritura Pública No. 1775 de
Mayo 30 de 2001 de la Notaría Primera de Armenia Q., registrada el día 14 de Junio de 2001 en el
folio de Matrícula Inmobiliaria No. 284-02018…” (fl. 4 c. 1).

Respecto de tal hecho, el apoderado de los demandados expresó: “…No es cierto este hecho,
como se indicó en los demás puntos o hechos anteriores, la posesión de todo el predio descrito,
en las formas indicadas y condiciones especificadas, viene acaeciendo desde el año de 1.949 (sic) y
la actualización de linderos, y área del predio, ocurrió cuando se tramitó la sucesión de los
progenitores de los demandados, pues antes, no se había hecho necesidad de ello, por cuanto
existían los padres de ellos y no han tenido dificultad o problema alguno…” (fl. 69 c. 1). Así las
cosas, los demandados no sólo admitieron que son poseedores del bien, sino que con ocasión de
los algunos otros medios de prueba aportados y practicados se demostraron también los
elementos que la componen según lo previsto en el artículo 762 del Código Civil.

En efecto, el elemento subjetivo se comprueba, en parte, con la aclaración de linderos efectuada


en la escritura pública No. 1775 de 30 de mayo de 2001, pues la declaración allí contenida,
desconoce los derechos de terceros frente al bien y demuestra la intención de ejercer dominio
sobre la cosa sin injerencia de otras personas (fls 101 a 102 c.1).

También se agrega a la convicción sobre tal elemento, las impresiones derivadas de la diligencia de
inspección judicial, durante la cual se constató que una de las demandadas habita la vivienda
construida en el lote (fl. 21 c. 3), así como con la alusión de varios testigos que informaron la
presencia de los demandados en el mencionado bien (fls. 2 y 5 c. 4).
5.4. Identidad del predio. Para la Sala este requisito se encuentra satisfecho, en contravía de la
decisión de primera instancia que descartó la prosperidad de las pretensiones por falta del
mencionado elemento.

La determinación del objeto litigioso resulta de gran trascendencia en este asunto, en atención a
que el bien pretendido por el demandante se encuentra comprendido dentro del inmueble
poseído por los demandados.

Para tal fin, precisa la Corporación que este presupuesto de la acción reivindicatoria es susceptible
de confesión y se remite a la respuesta de los demandados al hecho décimo tercero del libelo
introductorio (fl. 69 c.1) y no solo de este, sino de la proposición de la excepción de prescripción
sobre el lote demandado y los hechos que fundaron ese medio de defensa (fls. 75 a 80 ib.), todo
que ello señala nítidamente que a pesar de las protestas acerca de la identidad, que por momento
lanzaron los demandados, lo cierto es que ellos están conscientes que el predio reclamado está
dentro del lote que poseen actualmente, pues ninguna otra lectura puede derivarse del hecho de
que interpusieron la prescripción sobre el mismo, sólo que con la correspondiente actualización de
linderos, que por supuesto figuran distintos por los naturales cambios en la propiedad (fls. 79 y 80
c.1).

En este aspecto, figura de importancia sin par, la carta catastral urbana (fl. 19 c.1) en armonía con
la inspección judicial practicada el 26 de mayo de 2011 (fls. 21 a 24 c.3), pues de esos elementos
fluye que el inmueble poseído por los demandados corresponde a todo lo que aparece en la carta
con los números de lote “13” y “29”, que conforman una extensión de cerca de dos mil quinientos
metros cuadrados, pues si se sigue cuidadosamente la inspección judicial aludida, se tiene que el
juzgado realizó un recorrido por el lote mencionado que coincide con lo anotado, es decir, el bien
poseído por los demandados comprende entre otros, el lote número 29, que según los datos
disponibles es efectivamente la propiedad del demandante, sólo que ahora hace parte del terreno
que poseen los demandados.

Nótese que si se practica el ejercicio de seguir el recorrido que hizo el juzgado durante la
inspección judicial, se tiene que el ingreso al lote poseído por los demandados se logra a través de
la casa de habitación que originalmente corresponde con los títulos aportados por ellos, bien que
cuenta en su entrada con la nomenclatura “4-19”; sin embargo, la posesión se extiende allende las
fronteras de este predio rectangular de 19,30 metros por 8,20 metros, porque en la inspección
aparece que “Se trata de un lote ubicado en la carrera 2ª. Con nomenclatura urbana 405 de frente
con la carrera 2ª. Por el costado derecho colindando con edificación o casa No. 4-33 de propiedad
de ORLANDO AGUIRRE, siguiendo a su fondo con una distancia por determinar por el perito, de
aproximadamente 30 metros en ese punto se gira a la derecha en extensión de 3.5 metros
aproximadamente y de ese punto haciendo escuadra en ángulo de 90 grados se continua (sic)
hacia la derecha en extensión aproximada de 50 metros hasta llegar a la carrera 3ª. Al fondo. En
este punto se gira en ángulo de 90 grados hacía (sic) la izquierda en una extensión aproximada de
10 metros, en este punto se gira igualmente en escuadra hacía (sic) la izquierda por una (sic)
matas de jengibre en extensión de 24 metros aproximadamente, en este punto se gira hacía (sic)
la derecha en escuadra en extensión de 20 metros aproximadamente hasta llegar al muro
construido en ladrillo colindando con la cancha de futbol girando en escuadra hacía (sic) la
izquierda siguiendo el muro en mención hasta llegar a la carrera 2ª en extensión aproximada de
110 metros. En este punto giramos en escuadra hacía la izquierda en extensión de 50 metros
aproximadamente comprendiendo en ese trayecto la casa de habitación donde viven las señoras
CASTELLANOS SÁNCHEZ. El lote en litigio se encuentra en la carrera 2ª. Con calle 4ª. Con un frente
de 11.20 metros por 32 metros de fondo (fl. 24 c. 3); como puede advertirse, sin duda los linderos
no pueden corresponder con el inmueble del cual son propietarios los demandados, que apenas
tiene aproximadamente ocho (8) metros de frente por veinticuatro (24) metros de fondo, con lo
cual se ratifica que la posesión de los accionados fue a dar mucho más allá de los originales
linderos de su propiedad, que obran en la escritura No. 194 de 17 de agosto de 1949 (fls. 28 a 29 c.
1), arropando entre tal extensión poseída, el lote respecto del cual el demandante acreditó títulos,
cual señalara el recurrente.

Agrega la Sala que la diligencia de inspección judicial practicada el 26 de mayo de 2011 describe un
bien cuya área correspondería al predio de 2.513 metros cuadrados (fl. 24 c. 3), en consonancia
con el plano anexado al dictamen pericial rendido el 16 de junio de 2011, experticia que no fue
objetada (fl. 50 c. 3).

Entonces, el inmueble a reivindicar está plenamente identificado, sólo que se confunde dentro del
predio poseído por los demandados, que a su vez ejercen poder material más allá del inmueble
propio, en un predio de superiores dimensiones, acerca del cual carecen de títulos, hasta donde se
sabe, tanto que ellos pretenden la excepción de prescripción (fls. 75 a 80 c.1), en relación con el
lote del demandante, que, se insiste, corresponde con el número “29” en la carta catastral
mencionada.

5.5. Singularidad del objeto. Para estos efectos debe remitirse al estudio de títulos que demostró
la presencia unitaria e independiente del inmueble pretendido por el demandante y del cual
aportó prueba idónea e íntegra del derecho de propiedad; tanto más, si se tiene en cuenta que la
propia inspección judicial llevada a cabo el 26 de mayo de 2011 (fls. 21 a 25 c. 3), en concordancia
con la carta catastral urbana (fl. 19 c.1) aportada con la demanda, así como el propio folio de
matrícula inmobiliaria No. 284-0001515 y el dictamen pericial practicado durante el proceso (fl. 47
a 56 c. 3), muestran la singularidad material que bien tiene respecto de los demás, con lo cual
puede derivarse que existe cosa singular reivindicable.

6. Conclusión. De conformidad con lo expuesto, el demandante acreditó los elementos que


conducen a la prosperidad de las pretensiones, que sin embargo, se restringen a la restitución del
inmueble pretendido, sin condenas en materia de frutos o mejoras, pues amén de que ninguno
solicitó tales prestaciones (fls. 2, 66 a 81 c.1), carecerían de comprobación en el expediente.

En estas condiciones, se abre paso el análisis de los medios de defensa propuestos por los
demandados (fls. 75 a 80 c.1).

7. Excepción de prescripción. Los demandados propusieron la excepción de prescripción,


medio defensivo que debe entenderse referido al predio reclamado por el demandante, que es el
único materia de la controversia, además porque expresamente así lo propusieron (fl. 76 c.1).

Como se argumentó con antelación se encuentra probado que los demandados son poseedores de
un bien cuya extensión es de 2.513 metros cuadrados, mas no se infiere de tal premisa que se
haya consolidado la prescripción como modo de adquirir el dominio, pues además de la ausencia
de títulos sobre el bien reivindicado, que descartaría la posesión regular y la prescripción
ordinaria, los demandados no pudieron comprobar que ejercieran la tenencia con ánimo de señor
y dueño por el tiempo legalmente previsto para estructurar la extraordinaria, de acuerdo con la
norma aplicable al caso de ahora, que no puede ser otra que la Ley 50 de 1936 artículo 1º, en
tanto la Ley 792 de 2002 carece de aplicación en el caso de ahora, pues el supuesto de hecho allí
previsto, tiene que acaecer integralmente durante su vigencia.

En efecto, los demandantes no probaron el gobierno material por el término de veinte años, como
era su necesidad, atendidas las circunstancias jurídicas anotadas de ausencia de justo título en
relación con el predio respecto del cual pretenden la declaratoria por excepción del fenómeno
deletéreo.

En primer lugar, se tiene la prueba testimonial, audiencias en las cuales los deponentes fueron
interrogados sobre la propiedad del bien, la ubicación del mismo, los actos que desplegaron
quienes reconocen como dueños y el tiempo durante el cual éstos últimos se llevaron a cabo:

José Duván Arbeláez Aranzazu, este declarante expuso que “…La tierra últimamente está en pasto,
esta (sic) ubicada en Filandia, está lindando con una cancha de fútbol y por la parte del frente y
unas casas de la parte de arriba, eso tiene como una cuadra de largo y media cuadra de frente, el
lote esta en pasto y la casita de las muchachas también se le olvido su nombre, son como cuatro
muchachas, una de las muchachas vive en la casita, las otras viven en Pereira y otras ciudades. (…)
Desde que ella nació, debe tener unos cuarenta años, ese tiempo la conozco viviendo en la tierrita,
pero sus papás tampoco recuerdo sus nombres vivieron primero en la casita, esa casa yo la conocí
construida pero le pusieron mano de obra y la arreglaron…” (sic) (fls. 1 a 4 c. 4).
Gilberto Montoya Vega declaró: “…Esa propiedad siempre ha sido toda la vida de las familia
Castellanos, y ahora vive una muchacha, no recuerdo el nombre es hija del señor Castellanos, me
parece que llama América Castellanos, y antes vivía su mamá Edelmira, me parece que el apellido
era Muriel, y los otros hijos de ella, todos estaban pequeños desde que yo los conocí hace sesenta
años. (…) El terreno lo ha conocido en pasto, y matas, no le conocido mejoras y 7 como le digo en
el 53 me fui para Pereira, no se que (sic) mejoras le habrán hecho. (…) se (sic) que el terreno está
por un costado con la carrera segunda, por el otro costado con la cancha o estadio de fútbol y por
otro costado con la carrera tercera de Filandia. (…) Yo los conocí mucho tiempo en ese terreno, yo
tenía como unos cinco años y ya los veía en el terreno, tenían unos marranitos, yo tengo
actualmente setenta años…” (fls. 4 a 6 c. 4)

José Ramiro Arias Moncada expuso: “…Los dueños de la propiedad que existe en Filandia y que
linda con la cancha o campo de fútbol, y la carrera segunda por una esquina, eso fue de un señor
Eduardo Duque durante mucho y después se la vendió a un señor Alberto Castellanos, y hasta que
yo me fui de Filandia en el año 1958 ellos se quedaron en esa propiedad el señor Alberto
castellanos y la señora y sus hijos como fueron Orfanelly, Teresa, Margarita, Amanda y otros
pelaos que no recuerdo su nombre, estaban niños en ese tiempo, eso es lo que conozco de dicha
situación. (…) Quien es o fue el señor Eduardo Duque, el que dice usted le vendió la propiedad al
señor Alberto Castellanos, y describa el inmueble? CONTESTO: El ya murió hace tiempo, pero fue
un amigo de toda la vida en Filandia, el (sic) era el dueño del predio vendido, que es un lote muy
grande que queda ubicado en la carrera segunda con la cancha de fútbol, y creo que sale hasta la
carrera tercera, en ese terreno había una casa de bareque grande, había hortalizas sembradas, y
pasto para los terneros y terneras, cerdos y gallinas. (…) El predio tiene frente mas o menos por la
carrera segunda de veinticinco a treinta metros, y por la cancha de fútbol como de treinta a
cuarenta metros…” (fls. 8 a 10 c. 4).

Simón de Jesús Morales declaró acerca del inmueble poseído por los demandados: “…por una
parte linda con el campo de fútbol, por la otra con la carrera tercera, y por la otra con la calle
segunda, y con otras casa pero no se (sic) quienes son los dueños, ese predio es un lotecito
grande, pero no sabría decirle que medidas tiene. (…) América vive en la casa, las mejoras que
siempre ha tenido legumbres y maíz sembraban antes, ahora solo tiene pasto”. (sic) (fls. 11 a 12 c.
4).

Isabel Duque de Moreno narró que conocía a “… AMERICA CASTELLANOS, y a sus hermanas, desde
hace unos 20 años mas (sic) o menos, los conocí porque mi papá de nombre EDUARDO DUQUES le
vendió al señor ALBERTO CASTELLANOS, el papá de AMERICA, una casita ubicada por el
Polideportivo de Filandia, y siempre ha lindado con el polideportivo, yo naci (sic) ahí en esa casa,
mi papa (sic) le vendió en $2.010.oo la casita, el papa de AMERICA cultivaba hortalizas, platano,
yuca, el papa de AMERICA vendió una finquita para comprarle la casa a mi papa (sic). (…) Se (sic)
que es por la carrera 2 hasta la 3. (…) Esta ubica por el polideportivo no se la dirección, los linderos
son carrera 2 hasta la 3 no se mas linderos…” (fls. 19 a 21).

De los relatos anteriormente transcritos arriba la Sala avista que a pesar de que los testigos
efectivamente aluden a los demandados como propietarios del predio en su totalidad, debe
notarse que ellos apenas tenían titulado una fracción del lote, de donde viene que los actos de
posesión, en especial, siembras o construcciones sobre el resto de la heredad, sólo pueden
tenerse en cuenta a partir de la escritura de aclaración No. 1775 de 30 de mayo de 2001 (fls. 22 a
24 c. 1), mediante la cual, los demandados excluyeron a cualquier tercero de la posesión de la
totalidad del predio; además, solo a partir de entonces se tiene certeza sobre el ejercicio material
de la posesión y por ende, sobre el predio pretendido.

Para la Sala, las exposiciones de los testigos pudieron confundir la presencia de los causantes de
los demandados en el predio de su propiedad desde tiempos remotos, con la posesión posterior
de las otras áreas que ahora ejercitan los sucesores.

Desde otra perspectiva, todos los testigos hacen alusión a la vivienda, bien que sin duda alguna es
de propiedad de los demandados; sin embargo cuando hablan de sus alrededores es imposible
determinar las dimensiones a las que se refieren, pues aunque sostuvieron que conocen los
linderos del mismo y los manifestaron, en el mismo relato incurrieron en contradicciones al
respecto, circunstancia que atenúa el poder suasorio de tales declaraciones.

Como ejemplo de lo anterior, el testigo José Ramiro Arias Moncada destacó que el predio tenía
una extensión desde la carrera segunda aproximadamente hasta la carrera tercera (fl. 9 c. 4) y de
manera posterior sostuvo como medidas del mismo veinticinco o treinta metros de frente y
cuarenta metros de fondo (fl. 10 c. 4), afirmaciones que resultan contrarias pues según la carta
catastral urbana (fl. 19 c. 1), entre las carreras mencionadas hay una distancia de ochenta y siete
metros con nueve centímetros aproximadamente. De igual forma el declarante José Duván
Arbeláez Aranzazu incurrió en contradicción pues luego de determinar de forma clara los linderos
del predio (fl. 2 c. 4), manifestó que no recordaba bien las calles, ni las carreras, ni los linderos (fl.
3 c. 4). A su vez, el testigo Simón de Jesús Morales adujo como linderos del bien la carrera tercera
con calle segunda (fl. 12 c. 4), ubicación que no obedece a los bienes que fueron objeto de estudio.

Todo lo anterior permite concluir que no se probaron actos de señor y dueño sobre el predio
reclamado por el demandante, durante el tiempo requerido por la el artículo 1º de la Ley 50 de
1936, en tanto el hito inicial que debe atenderse corresponde con la fecha del 30 de mayo de 2001
y la demanda se presentó el 28 de abril de 2008 (fl. 6 de c.1), con lo cual apenas trascurrieron
escasos siete años, término que lejano se encuentra de estructurar el supuesto fáctico de la norma
invocada en la excepción, que por lo tanto fracasa.
8. Entonces, la pretensión de restitución a favor del demandante se abre paso sin obstáculo, en
la medida en que la decisión de las excepciones es adversa a los demandados.

La sentencia de primera instancia será revocada y en su lugar se ordenará la restitución del bien
descrito en las pretensiones a favor del demandante, en concordancia con las pruebas analizadas
en este fallo, en especial, la carta catastral (fl. 19 c.1). Sin restituciones mutuas.

Se condenará en costas de ambas instancias a los demandados, tásense. En segunda instancia, se


impondrá a la misma parte, agencias en derecho por la suma de dos millones de pesos
($2.000.000).

DECISIÓN

En armonía con lo expuesto, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Armenia Q., Sala de
Decisión Civil Familia, administrando Justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE

Primero: Revocar la sentencia de 20 de marzo de 2012 proferida por el Juzgado Adjunto al Cuarto
de Familia de Armenia, que desató la primera instancia del proceso ordinario promovido por José
Duván Martínez Ramírez contra Orfanelly Castellanos de Aristizábal, Luz Marina Rojas Castellanos,
Amanda, Teresa de Jesús, María Gloria Castellanos Sánchez, Carlos Alberto Castellanos Daza y
Margarita María Castellanos Sánchez.

Segundo: Declarar impróspera la excepción de prescripción propuesta por los demandados.

Tercero: Condenar a los demandados Orfanelly Castellanos de Aristizábal, Luz Marina Rojas
Castellanos, Amanda, Teresa de Jesús, María Gloria Castellanos Sánchez, Carlos Alberto
Castellanos Daza y Margarita María Castellanos Sánchez a restituir a José Duván Martínez Ramírez,
el inmueble pretendido por el demandante,de conformidad con la descripción aludida en esta
sentencia, en especial, con la carta catastral aportada (fl. 19 c.1). La entrega se realizará dentro de
los cinco días siguientes a la ejecutoria de esta providencia.

Sin restituciones mutuas.


Cuarto: Se condena en costas de ambas instancias a los demandados, tásense. En segunda
instancia, se impone a la misma parte, agencias en derecho por la suma de dos millones de pesos
($2.000.000).

Notifíquese y en firme esta providencia, remítase a la oficina de origen,

CÉSAR AUGUSTO GUERRERO DÍAZ

Exp. No. 63-001-31-10-004-2008-00202-01 (0064)

MARCOS ISAÍAS RAMÍREZ LUNA LUIS FERNANDO SALAZAR LONGAS

Exp. No. 63-001-31-10-004-2008-00202-01 (0064) Exp. No. 63-001-31-10-004-2008-00202-


01 (0064)

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