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PROGRAMA No.

1144

1 JUAN

Capítulo 5:4 - 6

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por la Primera Epístola del Apóstol Juan, y
estamos en el capítulo 5. Comenzaremos hoy con el versículo 4. Nos encontramos en el último
capítulo ya de esta Primera Epístola del Apóstol Juan y el tema es “Dios es vida”. Hemos visto
en la primera sección de este capítulo, que podemos tener victoria sobre el mundo; eso lo
tenemos en los cinco primeros versículos. Llegamos hasta el versículo 4 en nuestro programa
anterior, y no lo concluimos en nuestro estudio. Así es que, vamos a comenzar leyendo este
versículo una vez más:

4
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha
vencido al mundo, nuestra fe. (1 Juan 5:4)

Este versículo es importante. Juan menciona aquí, la victoria. Ahora, quizá esto le parezca
extraño a usted ya que se escucha hablar tanto de esta palabra victoria en la vida cristiana en el
presente. Esta es la única vez que esta palabra ocurre en el Nuevo Testamento. ¿Cuál es la
victoria que ha vencido al mundo? Bueno, es nuestra fe. Es la fe que nos salva, y es la fe que
nos guarda. Nosotros somos salvos por la fe. Andamos por fe. Somos hijos nacidos en la
familia de Dios, y hemos nacido en la familia de Dios por fe en Jesucristo.

Tenemos un enemigo y ya hemos hablado de este enemigo anteriormente. Juan dice aquí:
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. En el mundo existe aquello que es de la
carne, aquello que es mundano, aquello que es algo malo, del diablo. Todas estas cosas se
encuentran en este mundo malo en que vivimos.

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Hay una ilustración de esto en el Antiguo Testamento, y creemos que puede resultar de ayuda
para nosotros en este punto. Nos referimos al momento cuando Josué entró a la tierra prometida.
La tierra prometida no es un cuadro del cielo, aunque hay cantos e himnos que hablan en cuanto a
Canaán, como si fuera el cielo y el lugar adonde los creyentes van. Pero eso no está de acuerdo
con la forma en que Dios nos ha dado esto. En realidad, Canaán representa el lugar donde los
creyentes deberían estar viviendo aquí, ahora. Ahora, nosotros podemos vivir en el desierto.
Hay muchos creyentes que están viviendo en el desierto ahora. Ellos no se están divirtiendo
mucho. Parecería que así fuera para ellos; pero, por lo general ellos descubren que no es así. No
es muy divertido estar en el desierto. La marcha por el desierto no fue algo fácil. Pero, en la
tierra de Canaán, allí es donde somos bendecidos con toda clase de bendiciones espirituales.
Ahora, cuando Josué entró a esta tierra, él no la recibió en una bandeja de plata. Y si usted y yo,
amigo oyente, en el día de hoy, vamos a disfrutar de estas bendiciones espirituales que nos
corresponden, debemos reconocer que tenemos que luchar una batalla, que el enemigo está en
poder del territorio, y que no simplemente nos va a dejar alcanzar ninguna clase de libertad o
victoria.

Cuando Josué entró a la tierra prometida, había tres enemigos que estaban delante de él, y
hasta cuando él los pudo vencer, él no pudo tomar toda la tierra. El primero era Jericó. Ese fue
el primer lugar que él atacó. Era obvio lo que él estaba tratando de hacer. Él estaba tratando de
dividir la tierra en ciertas porciones y tomar una parte a la vez; lo cual él trató de hacer.

Ahora, el segundo enemigo era la pequeña ciudad de Hai. Deberíamos decir que Jericó
representa al mundo. La pequeña ciudad de Hai representa la carne. Josué envió nada más que
un pequeño ejército contra esa ciudad, pensando que sería fácil conquistarla. Sin embargo, ese es
el único lugar donde él sufrió una gran derrota. Hay muchos creyentes, amigo oyente, que
pueden vencer al mundo, pero siempre son vencidos por la carne. Es decir, que hay muchos
santos en el presente que no se ponen a practicar cosas mundanas; pero por cierto que ellos van a
la iglesia y se entregan a los chismes. Satisfacen los caprichos de la carne. Pueden hacer sonar
las trompetas alrededor de Jericó, pero no lo pueden hacer alrededor de la ciudad de Hai.

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Luego estaban los gabaonitas. Estos representan al diablo. Ellos engañan. Ellos obran
astutamente. Ellos engañaron a Josué. El diablo es mentiroso desde el principio.

Volvamos ahora al versículo 4, y observemos esto en referencia a Jericó. Leemos aquí:


Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. Ahora, usted es un hijo de Dios,
entonces, usted puede vencer al mundo. ¿Cómo puede lograrlo? Dice aquí Juan: Y esta es la
victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. Amigo oyente, esto no se logra luchando, sino por
fe.

Observemos otra vez a Jericó. ¿Cómo fue que Josué se apoderó o venció a Jericó? Jericó era
un enemigo que estaba delante de él. Él tenía que apoderarse de esa ciudad. Y, ¿cómo iba él a
apoderarse de esa ciudad? ¿Luchando? Él no luchó para nada. Dios le dijo lo que debía hacer.
Y Dios le dijo: “Yo no quiero que tú hagas un asalto contra la ciudad. No quiero que ustedes
utilicen los arietes y traten de entrar allí destruyendo las puertas. Lo que Yo quiero que ustedes
hagan es que marchen alrededor de la ciudad, en lugar de colocar al ejército al frente de todo, o
una guardia especial, tú debes poner allí a los sacerdotes con el arca. Ellos llevarán también los
cuernos. Y harán sonar esos cuernos. Las trompetas sonarán cuando pasen alrededor de la
ciudad. Y ustedes no tienen que atacarla”.

Bueno, ese era un método muy fuera de lo común, por cierto y de seguro que la ciudad de
Jericó se había preparado para soportar el ataque de esta gente que había cruzado el río Jordán
cuando estaba crecido, lo que parecía algo imposible, y que era una señal de las cosas que
vendrían. Los habitantes de la ciudad se iban a defender a sí mismos, y la ciudad de Jericó estaba
completamente cerrada. Pensamos que la guardia a la entrada principal, tenía señalado o
indicado que se aproximaba todo el ejército de Israel. Este ejército marchó hasta las puertas
mismas de Jericó, y usted recordará que dentro de la ciudad, detrás de esas puertas, se encontraba
el ejército esperando. El ejército de Jericó estaba listo para la lucha. Pero cuando llegaron los
hijos de Israel allí, voltearon hacia la derecha y continuaron su marcha. Marcharon alrededor de
los muros de la ciudad, y luego de haber hecho eso, regresaron a su campamento. Ahora, uno
puede estar seguro de una cosa. Que esa misma noche hubo una reunión de los generales de
Jericó, tratando de descifrar cuál era la estrategia que estaba utilizando esta gente contra ellos, así
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es que se prepararon para el ataque del próximo día. Los centinelas anunciaron la llegada del
ejército cuando los vio venir. Nuevamente se prepararon para la batalla. Si trataban de derribar
las puertas, detrás de ellas había soldados listos para derramar sobre ellos aceite hirviendo o agua
hirviendo, o lanzar flechas o lanzas, si trataban de invadir la ciudad.

Pero ellos no trataron de hacer eso. Sencillamente volvieron a marchar alrededor de la


ciudad. E hicieron eso por seis días, y para entonces, la gente dentro de la ciudad estaba
preguntándose qué iba a suceder, no sabían lo que estaba pasando.

Pero, en el séptimo día, cuando marcharon alrededor de la ciudad por una vez, los
comandantes generales dieron un suspiro de aliento y pensaron que ya no iban a atacar la ciudad.
Estaban haciendo algo que parecía una locura. Y ese era el punto de vista del mundo, de que era
una locura. Debemos decir que era una estrategia muy fuera de lo común, por cierto, pero esta
vez el centinela dijo: “Esperen un momento. No están regresando a su campamento ahora, sino
que están marchando alrededor otra vez. Y ellos hicieron eso siete veces. Y, ¿qué sucedió
después? Bueno, hicieron sonar las trompetas, y los muros de Jericó se derrumbaron. Cuando
cayeron los muros de Jericó, entraron a la ciudad los hijos de Israel. Usted debe recordar que
ellos probablemente estaban rodeando completamente toda la ciudad, y el ejército adentro ya
prácticamente había abandonado la idea de seguirlos alrededor, y por cierto que fueron tomados
por sorpresa.

Ahora, ¿cómo se apoderaron los hijos de Israel de la ciudad de Jericó? ¿Por medio de la
lucha? No, amigo oyente, ellos no lucharon. Ellos estuvieron marchando alrededor según las
órdenes que les fueron dadas, no por Josué, sino por ese Capitán de las huestes invisibles del
Señor. Francamente hablando, amigo oyente, siempre hemos tenido problemas con esto, hasta
hace algunos años, y no era de la caída de los muros de Jericó. Creemos que eso ha sido
establecido plenamente. Pero lo que nos preocupaba en el pasado, ya no nos preocupa ahora en
el presente, es el hecho de la táctica usada por Josué, un hombre de mucha habilidad militar, que
ya había comprobado su estrategia militar en otras partes. ¿Por qué utilizó él esas tácticas?
Alguien dirá: “Bueno, Dios se lo mandó”. Sí, pero creemos que él pudo haber estado en
desacuerdo con las tácticas. Pero usted recuerda ese incidente, cuando Josué vio a un hombre
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con una espada desenvainada cerca del campamento, y él fue y le dijo a este hombre: “Bueno, ¿y
qué es lo que usted está pensando? ¿Quién le dijo que desenvainara esa espada? La pregunta de
Josué, en realidad, fue: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? (Josué 5:13) Así es
como ha sido traducida, y es una buena traducción. Pero significa: “¿Quién le dijo a usted que
podía desenvainar esa espada? ¿Quién le dio esa orden?” ¿Ve usted? Josué pensaba que él era
el comandante. Pero, cuando esta persona se volvió, Josué pudo apreciar que era una persona
sobrenatural, y creemos personalmente que éste no era otro sino el Cristo preencarnado. Así es
que, cuando Él se volvió y Josué le vio, se postró a Sus pies.

De modo que, Josué aprendió una lección, que él no estaba a cargo de todo en realidad. El
puesto de comando no estaba en su propia tienda, sino que estaba en el cielo. Y que allí estaba el
Capitán de los ejércitos del Señor. Y ese Varón que él vio, dijo en respuesta a la pregunta de
Josué, de si él era de los suyos, o de los enemigos, le dijo: No; mas como Príncipe del ejército
de Jehová he venido ahora. (Josué 5:14a) En otras palabras: “Esta batalla que estás peleando,
es tanto una batalla espiritual, así como una batalla física, y Yo soy el Príncipe, el Capitán”. De
modo que, este General Josué, tenía que recibir órdenes del capitán, del Príncipe del ejército de
Jehová. Él fue quien dijo que debía marchar alrededor de la ciudad. Y él no tiene ninguna
dificultad. Si usted se hubiera encontrado con Josué y le hubiera preguntado por qué estaba
haciendo una cosa que parecía locura, creemos que él hubiera respondido que sí, que quizá
parecía una locura, pero que después de todo él estaba obedeciendo órdenes.

Ahora, si usted ha tenido alguna experiencia en el ejército, sabe que un soldado raso nunca le
habla a un Capitán. Cuando su Capitán le dice que vaya a hacer esto o aquello, el soldado no se
detiene a decir: “Bueno, yo he estado pensando en cuanto a esto, y creo que hay una mejor forma
de hacerlo”. ¿Ha escuchado usted alguna vez que un soldado le dice a un Capitán: No? Lo
único que él contesta es: “Sí, mi Capitán”. Él va y hace lo que su Capitán le ha ordenado.

En cierta ocasión, unos soldados tuvieron problemas con su Comandante en la unidad en que
se encontraban. Habían salido durante la noche sin permiso, y cuando regresaron al día
siguiente, el Capitán se había dado cuenta de sus actividades, y les mandó que cavaran un hueco.
Él les dijo: “Quiero que hagan este hueco de dos metros de largo, uno de ancho, y que sea de dos
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metros de profundidad”. Estos soldados lo hicieron. Cuando concluyeron su labor, fueron y se
lo informaron al Capitán. El Capitán salió, y vino, y observó el hueco que habían cavado y dijo:
“Ahora quiero que lo llenen de nuevo con la tierra que sacaron”. Y tuvieron que hacerlo, aunque
pareciera una locura. Pero estos soldados estaban obedeciendo órdenes.

Pues bien, Josué estaba obedeciendo órdenes también. Él era una persona obediente, y él
cree en el Capitán. Y como podemos leer en el Nuevo Testamento, allá en el capítulo 11 de la
epístola a los Hebreos, versículo 30, dice: Por la fe cayeron los muros de Jericó después de
rodearlos siete días. Por la fe fueron derribados. No fue por la lucha, sino por la fe que los
muros de Jericó fueron derribados.

Ahora, ¿cuál es la lección que podemos sacar de aquí para nosotros en el día de hoy? ¿Cree
usted que puede vencer al mundo luchando contra él? El autor de estos estudios bíblicos, el Dr.
J. Vernon McGee, contaba que esa fue la razón por la cual él, cuando era Pastor, nunca tomó
parte en ningún movimiento de reforma, no importaba cuán importante pareciera. Muchos de
ellos eran proyectos muy buenos, pero él nunca formó parte de ninguna comisión, o comité, y
tampoco tomó parte como Pastor de su iglesia. Porque él pensaba que no había sido llamado
para eso. Uno no vence al mundo luchando contra él.

Contaba el Dr. McGee, que en cierta ocasión conoció a una ex-actriz de cine, hace ya muchos
años y ella le llamó por teléfono cuando él era Pastor en la ciudad de Los Ángeles, en el estado
de California, pidiéndole que formara parte de una comisión para ayudar a reformar el centro de
la ciudad de Los Ángeles. Ahora, la ciudad de Los Ángeles necesitaba ser reformada y aún lo
necesita. Pero, decía el Dr. McGee que él pensaba que no había sido llamado para hacer eso. Por
tanto, se negó a servir en ese comité. Ahora, esta ex-actriz no lo podía creer y le dijo: – ¿Me
está usted diciendo que no quiere formar parte de esta comisión de ayuda? – Y el Dr. McGee le
respondió: – Eso es exactamente lo que estoy tratando de decirle. – Y ella dijo: – ¿No es usted
Pastor de una iglesia? –Y él respondió que sí. Ella dijo entonces: – ¿Y cómo predicador usted
no está interesado en eso? – Él le respondió que no había dicho eso, sencillamente que no quería
tomar parte en ese comité. Y ella preguntó ¿por qué? Y entonces, el Dr. McGee le dijo que él no
tomaba parte del comité porque él creía que el Señor le había llamado a él a pescar en la laguna,
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pero nunca le dijo que fuera a limpiar esa laguna. De modo que el trabajo que él tiene, es pescar,
predicando la Palabra de Dios y dejando que el Espíritu de Dios limpie lo que tiene que
limpiarse. Ese es el departamento donde Él está. Yo no estoy en ese departamento, le dijo. A
ella no le gustó eso, pero tuvo que aceptarlo. El Dr. McGee pensaba que él no tenía que estar
luchando contra el mundo.

Ahora, la tarea de Josué no era luchar, sino creerle a Dios. Y él le creyó a Dios, y los muros
fueron derribados. Amigo oyente, nosotros somos salvos por fe, y si vamos a vencer al mundo,
no lo vamos a vencer luchando contra él. Vamos a vencerlo por la fe. Esa es la única forma en
que usted y yo podemos tratar con el mundo en el cual vivimos. Y creemos que este es el gran
mensaje que tenemos aquí. Ahora, en el versículo 5 de este capítulo 5 de la Primera Epístola del
Apóstol Juan, dice:

5
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1
Juan 5:5)

Aquí tenemos la fe en la persona del Señor Jesucristo, y fe en el futuro. Y Él va a ser quien


va a vencer. Luego, en el versículo 6, leemos:

6
Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente,
sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu
es la verdad. (1 Juan 5:6)

Aquí tenemos la fe que Cristo da para salvación, aquí y ahora en este mundo, y para aquel
que es creyente que confía en Cristo, él es salvo ahora. Pero, ¿cómo? Bueno, mediante agua y
sangre. Creemos que esta es una referencia a lo que se dice allá en el capítulo 19 del evangelio
según San Juan, versículo 34. Usted recordará que el Apóstol Juan estaba contemplando la
crucifixión de Cristo, y él dice que esto fue lo que sucedió: Pero uno de los soldados le abrió el
costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.

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Juan notó algo que nadie más había notado. Existe la posibilidad de que él estaba más cerca
de la cruz, que cualquiera de los otros Apóstoles. Y él notó que cuando el soldado le abrió el
costado con la lanza, de allí salió sangre y agua. No sólo un elemento, sino los dos. Y ahora
Juan hace una aplicación de esto. Él tenía mucho que decir en cuanto a esto. Lo enfatizó. El
aquí nuevamente dice que es mediante agua. ¿Qué agua? Esto nos habla de la Palabra de Dios.
Y eso es lo que quiso decir el Señor Jesucristo cuando dijo: que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. El agua es la Palabra viviente de Dios por el
Espíritu de Dios. Así es que, aquí tenemos a Aquel que vino por agua, la Palabra de Dios, que el
Espíritu de Dios utiliza. Y la sangre es por la muerte de Cristo. Ahora, el versículo 6 dice:

6
Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente,
sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu
es la verdad. (1 Juan 5:6)

Es el Espíritu el que puede hacer vivir estas cosas. Queremos señalar algo que quizá pueda
sorprenderle. El Señor Jesucristo les dijo a Sus discípulos que entre Su muerte y resurrección, y
el día de Pentecostés, permanecieran en Jerusalén. Que ellos no tenían que testificar. ¿Por qué?
Porque ellos no podían testificar sin el Espíritu Santo. Por tanto, es esencial, si alguien ha de ser
salvo hoy, no solamente que Cristo murió hace más de dos mil años, sino que el Espíritu de Dios
obre hoy en los corazones y en las vidas. Esa es una de las razones por las cuales leemos las
cartas de nuestros oyentes. Es para demostrar que la Palabra de Dios, tomada por el Espíritu de
Dios, puede aplicar la sangre de Cristo al corazón y a la vida del hombre. Y Cristo murió por
nuestros pecados. Pero el Espíritu de Dios tiene que hacer eso real y verdadero para nosotros.
Eso hace de este pasaje algo muy importante para nosotros.

Y vamos a detenernos aquí por hoy. Continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo
programa. Hasta encontrarnos de nuevo, le sugerimos leer los versículos finales de este capítulo
5 de la Primera Epístola del Apóstol Juan, para estar así informado de lo que consideraremos en
nuestro próximo estudio. Las notas y bosquejos que enviamos a nuestros oyentes, le serán de
gran ayuda en la comprensión de este pasaje bíblico. Si no ha solicitado todavía este material, le
urgimos a que lo haga tan pronto este programa llegue a su fin hoy. Cuando nos escriba, indique
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con toda claridad sus nombres y dirección completos y en orden, usando de preferencia letra de
molde o imprenta, lo que nos permitirá enviarle sin demora nuestra oferta gratuita de las notas y
bosquejos. Además, si este programa ha sido de bendición para su vida de relación con Dios,
comparta con nosotros lo que el Señor ha hecho con usted. El contenido de su carta será de
bendición, no sólo para nosotros, sino también para nuestra vasta audiencia que se sentirá
motivada a escribirnos. Quedamos pues, en espera de sus gratas noticias. Será entonces, hasta
nuestro próximo programa, amigo oyente, es nuestra oración ¡que el Señor le bendiga
copiosamente!

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