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ESTÉTICA FUNDAMENTAL SANTIAGO, JULIO 2019

Profesor Ángel Álvarez Solis Mg. Estéticas Americanas

ENSAYO DE CRÍTICA TEÓRICA Nº 02

Lectura: Beguiristain, María Teresa. Hume y su influencia


en las difíciles relaciones entre la norma y el gusto.

Constanza Chiorino C.

Esta obra de María Teresa Beguiristain nos presenta una postura


insubordinada y crítica respecto de la instalada necesidad de encontrar
cierta normatividad que dote de “objetividad” al juicio estético, en el juicio
crítico de asignación de valor artístico, y por lo tanto lo valide frente a las
disciplinas y/o áreas de conocimiento ajenas al campo estético-artístico.
Con el fin de dilucidar las cuestiones de norma y juicio, Beguiristain analiza
las bases de la norma estética a través de la relación entre norma y gusto
propuesta por David Hume y sus influencias en el debate contemporáneo.

La autora reflexiona inicialmente sobre el contexto de Hume, momento en


el que se instaura hegemónicamente una nueva forma de pensamiento:
el método analítico. No es extraño entonces el intento por normalizar de
manera análoga el campo de la filosofía y de la apreciación de las artes.
“La ilustración descubre y defiende apasionadamente la autonomía de
la razón y la establece con firmeza en el campo del conocimiento, tan
profundamente que, tan sólo en nuestros días, comenzamos a considerar
que, quizá, tal autonomía no se un axioma, un a priori” (Beguiristain, 21).
Hume establece una “Norma del Gusto” con estos fines, así como la norma
de la razón ampara su verdad en los hechos, para Hume, existiría un método
de traducir los juicios de valor a juicios factuales. Si bien constata la gran
variedad de gustos y opiniones, los cuales residen en el individuo, para Hume
existe “el buen gusto”, que residiría en el refinamiento de la observación
y la comparación práctica entre obras de arte evitando prejuicios. Esta
afirmación implica que existirían individuos “conocedores” cuyos juicios
serían de mayor validez. Así también, las obras serían analizadas por sus
características concretas, siendo estas la evidencia fáctica, los hechos.
Este tipo de juicio, al ser objetivos, no daría cabida a desacuerdos, por
otra parte, los desacuerdos irreconciliables serían los basados en las
preferencias, no en la razón, los cuales se deberían al temperamento,
edad y/o cultura, que a su vez se basan en modas, hábitos o costumbres.
Tendríamos entonces dos tipos de juicios, uno crítico valorativo y otro de
gusto que muestra las preferencias del observador. Al criterio se le podrían
asignar así dos usos; apreciación y designación.

Exponiendo cómo se relacionan norma y juicio en tres teorías actuales: (1)


la teoría institucional, (2) las teorías de la expresión artística y (3) las ideas
Kantianas sobre la unidad orgánica y el carácter cognitivo de la percepción,
además de otros pensadores, Beguiristain expone las problemáticas al
momento de pensar en un juicio crítico cuando aún no se solucionan los
problemas metodológicos planteados inicialmente por Hume hace más de
doscientos años respecto a la relación entre norma y juicio, que aún hoy nos
siguen remitiendo al individuo y su gusto-criterio. La autora desenmascara
una suerte de método científico de la moral explicitando que el juicio crítico
implica un juicio de valor, pero no así el juicio de gusto, lo que podría
rescatar algunas consideraciones respecto a éste. Consecutivamente,
abre una dimensión del juicio incorporando un nuevo factor: la actitud del
individuo frente a la obra, incitando a centrar el interés en la “capacidad de
la obra de arte de extender y profundizar nuestra habilidad apreciadora”
(Beguiristain, 32) y por tanto en la experiencia del arte.

“La evaluación estética afirma una calidad intrínseca a la propia experiencia


y aquí reside la característica definitoria de la distinción entre la evaluación
estética y la valoración por medio de criterios objetivos” (Beguiristain, 33-34).

El alcance de su manifiesto respecto a que la única diferenciación


relevante del “juicio estético” en relación otros juicios es que se basa
en la percepción discriminativa y que esta capacidad perceptiva o
apreciativa es una habilidad cognitiva, es probablemente una posibilidad
democratizadora de la experiencia estética. Al eliminar la idea de valor
en los juicios críticos y por tanto la búsqueda y necesidad de una norma,
se abren las posibilidades emancipadoras de la apreciación estética y de
las artes. A mi juicio, aquí aparecen dos implicancias de interés, por un
lado, al no primar una racionalización que pertenece al plano puramente
mental se abre la posibilidad de validación del conocimiento sensible, y
por otra parte, al prescindir de la norma, se rompe con la omnipotencia del
“conocedor” que disfraza un juicio ético-moral. Además, yendo un poco
más lejos al evitar catalogar la producción como “obra de arte” vuelven
a ser válidas apreciaciones de función y significado que imposibilitarían
las lógicas transaccionales del mercado del arte y la supremacía de las
opiniones de sus “comentaristas” más populares.

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