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Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás,
y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice
a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
En estas bellas páginas, sin duda alguna, nos uniremos en gran medida a nuestra
muy amada Madre María Santísima. En esta parte se sintetiza toda la esclavitud
que propone Montfort: “Coordinan en nuestro interior su fuerza y su suavidad para
nuestra santificación. El esclavo de Amor, es esencialmente un alma obediente,
filialmente sumiso en todas sus obligaciones: alma que no se resiste, que nunca se
opone a la gracia, que no obstaculiza la dirección de su Soberana. El Santo Espíritu
de María, viene a ser progresivamente, el propio Espíritu del Esclavo de Amor”
Montfort argumenta que el Espíritu Santo obró sin obstáculos en María Santísima,
él se valió de ella para que se hiciera efecto el plan de salvación.
Ella es portadora del Santo Espíritu y en consecuencia nuestra unión con ella nos
garantiza semejante dicha.
Por consiguiente, obrar por María quiere decir que ella será el medio con que
ejecutemos todo, y al tiempo el modo con que se ejecuten todas nuestras acciones.
Obrar por María significa que ella será mi razón de ser y en esclavitud de amor todo
lo hago por amor ella, no tengo voluntad, todo le pertenece por eso actúo a su favor
y a su defensa. Es el esclavo fiel obediente el que mantiene la docilidad en todo.
Continúa renuncia.
La renuncia es el punto de partida que nos propone nuestro Señor para avanzar en
el camino espiritual, Debido al obstinado apego a nuestra personalidad. Por eso,
debemos recurrir a la renuncia, porque esta va en contra del deseo desordenado
que tenemos dentro. Esto potencia las virtudes.
Actuar “Por María” desde el comienzo de cada acción, exige la renuncia a todo
movimiento natural que se opone a la gracia.
Montfort responde de esta manera «Porque las tinieblas de nuestro propio espíritu
y la malicia de nuestra voluntad, si los seguimos, se opondrían al Santo Espíritu de
María». Humildemente aceptemos este argumento de un maestro en la santidad;
diariamente podemos comprobar interiormente ¡Cuántas cosas, que nos
Avergüenzan y humillan, vamos secretamente de los bajos abismos de nuestra
naturaleza, aún en nuestras mejores acciones!
Renuncio a todo por mi Señor, por mi Dios, y en efecto de eso por mi Reina de la
cual soy esclavo y lo hago por amor.
Entrega y abandono
Hacerlo por amor y sin interés nos lanzaría al corazón inmaculado de María, es
preciso entregarse y abandonarse en sus manos virginales, como un instrumento
en manos de un obrero; hay que perderse y abandonarse en Ella, como un bebé
en manos de su madre, el cual depende por completo de ella.
Qué comparaciones tan hermosas y consoladoras, con razón dice el Padre Jorge
Gonzales en su libro: “Nuestra unión, nuestro confiado abandono en Ella, nos hace
sus instrumentos vivos, inteligentes, amorosamente dóciles. Ya no estamos solos
en nuestra acción, la Virgen obra sobre nosotros como Dueña y Señora; le
ofrecemos nuestra perfecta obediencia de esclavos y por ella nos mueve y nos
conduce el Espíritu Santo, el amo interior siempre presente. Su acción y nuestro
consentimiento se fusionan.
Este acto de abandono se hace en un instante y de manera sencilla: por una sola
mirada del espíritu, o un pequeño esfuerzo de voluntad, o aún verbalmente diciendo
por ejemplo: «Renuncio a mí y me entrego a ti Madre querida»” (Esclavitud Mariana
Cap. 6)
Obrar por María quiere decir: obedecerla en todo sin vacilaciones dejarse guiar en
todo por ella, según su agrado confiando absolutamente.
2.Don de la santa Sabiduría: Esta buena Madre presta a los esclavos las
disposiciones de su alma para glorificar a Dios y su espíritu, para regocijarse
en Él. (Esclavitud Mariana Cap. VI).
1. La imitación de María.
Aquellos que miran a María como modelo en la práctica de todas las virtudes, están
seguros de:
Alcanzar la perfección cristiana y Cumplir la voluntad divina. En efecto, María que
es nuestra Madre es capaz de avivar en nosotros, ese efecto de admiración que
nos lleva a imitarla en todo, ya que por el bautismo fuimos llamados a la vida
sobrenatural y confirmados en la gracia; María obra mejor en nosotros que las
madres naturales.
En síntesis, se deben imitar todas las virtudes de María, especialmente las que
propone Montfort:
Fe Viva: Le dice Santa Isabel a María Santísima “Dichosa tu que has creído”
no necesito de pruebas para creer, solo le bastó la palabra, ante las
tremendas dificultades que iban a ocasionar aceptar la propuesta de Dios,
no vaciló se mantuvo firme, confío ciegamente.
Oración continua: María es toda una maestra de oración, los relatos que
aluden a que todo meditaba y lo guardaba en su corazón, es una prueba
contundente de la oración profunda de esta mujer. El estar con Jesús
contemplarlo y dialogar es la oración más perfecta que jamás se haya visto.
Mortificación Universal: María Santísima no tuvo una vida fácil, sus siete
dolores superan el martirio de los primeros cristianos. La virgen es un modelo
de mortificación que nos da ejemplo para ayudar a salvar las almas.
Pureza Divina: No ha habido creatura más pura que María. Ser preservada
del pecado original y adornada de las más excelentes virtudes es la
evidencia perfecta de su corazón purísimo.
— Jesús es él tres veces Santo, los Serafines que son los espíritus más
puros se cubren su rostro con un par de alas (Isaías 6) porque la
santidad de Dios es irresistible. En cambio, aquí el tres veces Santo
se encarna en ella. Con esto podríamos pensar que en María su
pureza excede a los mismos serafines, porque en su vientre está el
“Kadosh” el Santo de Israel que no se puede definir y en el cual se
tiembla ante su santidad.
Toda la vida de María fue un ejercicio continuo de paciencia. María creció en este
mundo en medio de muchas tribulaciones. La sola compasión ante las penas del
Redentor bastó para hacerla mártir de la paciencia. Lo que sufrió en el viaje a Egipto
además de todo el periodo que duró, como todo el tiempo que vivió en el humilde
hogar de Nazaret, sin contar sus dolores de los que ya se ha hablado
abundantemente. Lo más extraordinario es la presencia de María ante Jesús
muriendo en el Calvario justamente para darnos a conocer cuán excelsa y constante
fue su paciencia. "Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre" (Juan 19). Con el mérito
de esta paciencia, dice san Alberto Magno: “se convirtió en nuestra Madre y nos dio
a luz a la vida de la gracia”
Pensar en ella endulza el alma, sentirla, estudiar su vida, cualquier acto que
hagamos en ella, con ella, por ella y para ella, endulza la vida.
La Iglesia venera a María como “Trono de la Sabiduría” por eso lo pregona en una
antífona de la Liturgia: “Dichosa eres, santa María, Virgen sabia, que mereciste
llevar en tu seno la Palabra de la verdad; dichosa eres, Virgen prudente, que has
elegido la parte mejor”, “Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían
los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”
(Lucas 2,19).
Es sabio aquel que juzga rectamente sobre las cosas divinas. La sabiduría humana
se logra por el estudio. Pero también existe la sabiduría como don del Espíritu
Santo; un saber sobre Dios que brota. Este favor emana del amor, el cual nos une
a Dios. En la Santísima Virgen María notamos manifestada esta sabiduría que brota
de la experiencia de Dios y de la intimidad en el amor con Él.
“La maternidad de María con respecto a nosotros y nuestra filiación respectiva, son
plenamente conscientes.
La semejanza que nos imprimirá y que recibiremos, será el fruto de su actividad
esclarecida y voluntaria y de nuestra correspondiente y exquisita docilidad.
"Mirad como procede una madre con su hijo cuando le enseña a dar los primeros
pasos o a orar. No sólo ella lo anima con su gesto y con su voz, sino que obra con
él dándole ejemplo y ayudándole en su debilidad e inexperiencia. Por su parte, el
niño obra con su madre, pues él la mira, se muestra dócil a su dirección y no se
separa de ella.
Para obrar con María debo, después de obedecer a su impulso, permanecer bajo
su acción e influencia, fijarme en ella para imitarle y en caso de necesidad, para
levantarme; en fin, debo seguirla sin anticiparme ni retardarme". (Esclavitud
Mariana)
Esto quiere decir al Servicio "Para” es una preposición que denota el fin o término
a que se encamina una acción. Es decir nuestras acciones deben ser encaminadas
a los fines de María.
Para poder comprender esta afirmación, recordemos lo que significa una esclavitud
de amor. El esclavo no se pertenece, él pertenece a su dueño.
“Todos los bienes de fortuna que poseía antes de caer en la esclavitud Y todos los
que pueda obtener, pasan a ser propiedad de su soberano y asimismo, todo el
futuro de sus labores, se da en beneficio de su propietario” (Esclavitud Mariana
Cap. 8)
Como esclavos de María hemos reconocido libre y amorosamente las cadenas que
nos unen a Ella. Le pertenecemos tan plenamente, que aún en el caso de que Dios
no le hubiese concedido este absoluto dominio sobre nosotros, se lo habríamos
otorgado por nosotros mismos y con todo amor. Es justo entonces que realicemos
para Ella todos nuestros actos naturales y sobrenaturales. ¿No son ellos el fruto de
nuestra actividad?, y esta actividad ¿no debe fructificar para nuestra buena Reina
y Señora? Este pensamiento de que nada nos pertenece de lo que adquirimos por
nuestras obras, no debe desalentarnos; al contrario: como buenos esclavos no
estaremos ociosos; sino que apoyándonos en la protección de María,
emprenderemos grandes cosas por esta augusta Soberana. Particularmente
trataremos de atraer a todo el mundo a su servicio y aun trataremos de ganar todos
los corazones hacia esta verdadera y perfecta devoción. Y después de todo, no
pretenderemos de nuestra Dueña, en recompensa de nuestro servicio, sino el honor
de pertenecerle y la dicha de estar unidos mediante Ella a Jesús, su hijo bendito,
por lazos indisolubles en el tiempo y en la eternidad.
Para afianzarnos en esta práctica debemos renunciar a nuestro amor propio, que
tan a menudo vicia nuestra mejor acción. Al efecto, debemos repetir en el fondo del
corazón frecuentemente: "Por ti María mi dulce y buena Madre, vengo aquí o voy
allá; hago esto o aquello, sufro tal pena o tal injuria".
No se trata de acciones extraordinarias, sino de las que llenan las horas de nuestro
diario vivir, y por eso, esta perfecta devoción se ajusta a todos los estados y a todo
género de vida. Ella no consiste en acciones mismas, sino en el espíritu que las
anima y que les da, si lo queremos, un valor nuevo y una mayor riqueza.
María acepta este imperio, sin falsa humildad. Lo ejerce sin desfallecimiento,
consciente de cumplir, en esta forma, la misión que Dios le confió de santificar a las
almas que se abandonan o se entregan a Ella. Nada se apropia para sí; no busca
sino el llevar esas almas a su divino Hijo yeso con un amor y un desinterés
admirables. (Esclavitud Mariana Cap. 8)
El obrar para María, implica dos cosas: 1. Gran pureza de intención. 2. Espíritu de
celo.
"No hay que permanecer ociosos, recomienda Montfort, sino que apoyados en la
protección de María, es preciso emprender y realizar grandes cosas para esta
augusta Soberana". (Esclavitud Mariana Cap. 8).
OBRAR EN MARIA.
Quiere decir: Íntima Unión, y de esta manera el Santo Espíritu obrará mejor en
nosotros y reproducirá la imagen de Jesús. Para explicar esta práctica interior, es
oportuno considerar una frase que tiene el Tratado de la Verdadera Devoción a la
Santísima Virgen (No. 20) y que puede darnos mucha luz; dice así:
Puesto que la Virgen es el medio, por el cual, el Espíritu Santo quiere valerse, -
aunque hablando absolutamente, no tiene necesidad de Ella, es lógico que María
deba encontrarse en el alma, para que el divino Paráclito pueda obrar en Ella.
En resumidas cuentas, para hablar del obrar en María o íntima unión con Ella, es
preciso recordar:
Este lugar santísimo fue construido solamente con una tierra virginal e inmaculada,
de la cual fue formado y alimentado el nuevo Adán, sin ninguna mancha de
inmundicia, por obra del Espíritu Santo que en él habita.
Hay en este divino lugar, árboles plantados por la mano de Dios, regados por su
unción celestial y que han dado y siguen dando frutos de exquisito sabor.
Hay allí jardines esmaltados de bellas y diferentes flores de virtud, que exaltan un
perfume que embalsama a los mismos ángeles.
Sólo el Espíritu Santo puede dar a conocer la verdad que se oculta bajo estas
figuras de cosas materiales. Se respira el aire incontaminado de pureza sin
imperfección; brilla el día hermoso y sin noche, de la santa humanidad; irradia el
sol hermoso y sin sombras, de la divinidad; arde el horno encendido e inextinguible
de la caridad en el que el hierro se inflama y transforma en oro; corre tranquilo el
río de la humildad, que brota de la tierra y, dividiéndose en cuatro brazos, riega todo
este delicioso lugar: son las cuatro virtudes cardinales.
2. El Espíritu Santo, por boca de los Santos Padres, llama también a MARIA:
'' La Puerta Oriental, por donde entra al mundo y sale de él el Sumo Sacerdote,
Jesucristo: por ella entró la primera vez y por ella volverá la segunda.
' El Santuario de la Divinidad, la mansión de la Santísima Trinidad, el trono de Dios,
el altar y el templo de Dios, el mundo de Dios.
¡Qué riqueza! ¡Qué gloria! ¡Qué placer! ¡Qué dicha! Poder entrar y permanecer en
MARIA, en quien el Altísimo colocó el trono de su gloria suprema.
Pero, qué difícil es, a pecadores como nosotros, obtener el permiso, capacidad y
luz suficientes para entrar en lugar tan excelso y santo, custodiado ya no por un
querubín como el antiguo paraíso terrenal, sino por el mismo Espíritu Santo, que
ha tomado posesión de él y dice: «Un jardín cercado es mi hermana, mi esposa;
huerto cerrado, manantial bien guardado».
Las ventajas que se desprenden para el primero son de certeza física; pero el
esclavo de amor, sólo goza de certeza moral, y eso, en el supuesto que persevere
en esta dependencia, a la cual es fácil sustraerse por infidelidad a la gracia.
Pero dada esta fiel dependencia, el alma puede morar placenteramente en el seno
de MARIA, reposar ahí en perfecta paz, apoyarse con confianza y ocultarse con
seguridad y perderse ahí sin reserva.
Cuatro efectos:
2.El alma se verá libre de turbaciones, temores y escrúpulos, que son absolutamente
incompatibles con el estado de infancia espiritual así comprendido.
3.El alma gozará de completa seguridad contra todos sus enemigos: el mundo, el
demonio y el pecado, que jamás tendrán cabida en MARIA.
4.El alma, ahí, en MARIA, es formada en Jesucristo y Él en ella. (EM Cap. IX. Lit.B).
Práctica día 23. HACIA EL CIELO: A imitación de San Luis Gonzaga, santifica tu
tiempo preguntándote en las ocupaciones y descansos. ¿De qué me sirve esto para
la eternidad? Aviva la rectitud de intención en todo, haz todo por María, para María
en María y con María. Que cada respiración sea por ella.