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LINGÚÍSTICA FORENSE: UN CASO PRÁCTICO

JOSÉ LUIS CIFUENTES HONRUBIA


Universidad de Alicante

Abstract
This paper focuses on the concept of interpretation of legal texts and its impact on legal
hermeneutics regarding Section No. 3 of the Spanish Civil Code. After emphasizing the
importance of the concept of linguistic interpretation and its inadequate understanding in
law, we consider its relevance when implementing Rule No. 14: Tax Components: 1.A)
Installed Power Capacity (first and second paragraphs) from Annex II of the Guidelines
for the Spanish Tax on Commercial and Professional Activities (IAE), pursuant to
Judgement No. 577 (11th May 2001) on Civil Appeal 468/1998 delivered by the 2nd Division
of the Court for Administrative-Contentious Issues of the High Court of the Autonomous
Community of Valencia.
Resumen
En este artículo reflexionamos sobre la noción de interpretación en textos legales y su
repercusión en la hermenéutica jurídica a partir del artículo 3 del Código Civil. Tras poner
de relieve la trascendencia de la noción de interpretación lingüística, y su inadecuada
comprensión en derecho, ejercitamos la relevancia de la misma en una aplicación práctica
de la interpretación lingüística de la Regla 14ª: Elementos tributarios. 1.A) Potencia
instalada (párrafos primero y segundo) del Anexo II de la Instrucción del Impuesto sobre
Actividades Económicas (IAE), a partir de la sentencia número 577 de 11 de mayo de 2001,
recaída en el Recurso Contencioso Administrativo 468/1998, y dictada por la Sección
Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de
la Comunidad Valenciana.
PALABRAS CLAVE: análisis del discurso, interpretación, lingüística forense.

1. Introducción

La Lingüística Forense se define, de forma general, como un punto de encuentro


entre lingüística y derecho. Esta disciplina lingüística incluye toda una serie de áreas de
investigación y estudio que están relacionadas con el lenguaje administrativo, jurídico
y judicial, por un lado, y el uso forense de la prueba pericial lingüística en distintos
ámbitos. En este sentido, una de las grandes áreas de actuación de la lingüística
forense es el lenguaje jurídico y legal. Son muchos los aspectos que integran el estudio

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del lenguaje jurídico y legal, y no cabe duda de que uno de ellos es el peritaje sobre
determinados textos oficiales para resolver posibles ambigüedades, o dudas, en la
interpretación1. El trabajo que presentamos se inscribe en esta línea de trabajo, es
decir, se trata de un análisis discursivo sobre un texto legal.

2. Interpretación lingüística e interpretación jurídica

El artículo 3 del Código civil propicia una necesaria colaboración entre lingüística
y derecho:

Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación


con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos y la realidad social del
tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y
finalidad de aquéllas.

Este primer párrafo del artículo 3 del Código civil parece ser uno de los textos más
citados por la jurisprudencia del Tribunal Supremo y parece constituir (Salvador
Coderch, 2001: 516) una de las innovaciones más notables de las introducidas por el
Decreto 1.836/1974, de 31 de mayo, por el que se sancionaba el Título Preliminar del
Código civil, siendo el primer intento de regulación de la interpretación en el Código
civil español y, en los 35 años de vigencia, ha sido muy utilizado para proponer y
justificar determinadas soluciones interpretativas.
En derecho parece ser común la distinción entre interpretación lingüística,
interpretación doctrinal e interpretación usual (Salvador Coderch, 2001: 517 y ss.). Por
interpretación lingüística suele entenderse una noción de significado valorable en
términos de verdad o falsedad (Hernández Marín, 1989: 245-267), aunque también
consideran que el sentido de la interpretación dependerá tanto de lo dicho
lingüísticamente como del contexto, lingüístico y no lingüístico en que viene dado el
texto en cuestión (Hernández Marín, 1989: 249-250).
No obstante lo anterior, la consideración de interpretación doctrinal sólo podría
entenderse valorando la interpretación lingüística en el sentido primero dada, es
decir, considerada en términos de verdad o falsedad, pues suele entenderse en
derecho que interpretar una ley consiste en explicar su sentido frente a un caso
concreto, es decir, el resultado práctico del mensaje que contiene, y el objetivo de la

1
El Prof. Alcaraz (2005: 50) señalaba, a propósito del uso del lenguaje jurídico, que quizás las dos vías de
análisis del mismo más valoradas serían la identificación de la autoría de los textos, y la determinación del
significado de las palabras, las oraciones y los enunciados textuales.

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interpretación es la averiguación del sentido o espíritu del precepto (Albaladejo, 1989:
155; Díez-Picazo, 1980: 724), por lo que se concibe, en realidad, la interpretación
lingüística como una simple descripción de la realidad, sujeta, por ello, a los dictados
de la lógica veritativa, mientras que la interpretación doctrinal se considera tanto o
más valorativa o normativa que descriptiva y diferente de otros modos de razonar
científicos naturales o sociales2. Es claro que una consideración tal de interpretación
obvia toda la consideración que, en lingüística, se tiene de la noción de contexto.
La noción de interpretación usual es distinta, pues viene referida a la aplicación
judicial del derecho, es decir, se trata de dictar la resolución judicial correspondiente
en cumplimiento de la ley de que se trate. Para los juristas, el esquema cognitivo de la
aplicación de la ley requiere una interpretación lingüística previa, a la que luego se le
añaden los medios y recursos interpretativos específicos del derecho y que tienen
como consecuencia la interpretación doctrinal (De Castro, 1984: 462).
A pesar de todo, se reconoce que la interpretación lingüística es el punto de
partida para la corrección de la actividad judicial en términos de verdad o falsedad
(pues recordemos que se considera el significado lingüístico en términos de
verdadero o falso) (Salvador Coderch, 2001: 518), pero sólo el punto de partida, pues
el sentido literal o gramatical y el sentido de la interpretación doctrinal, en el que
confluye el “espíritu, finalidad o razón” de la ley son diferentes, como ya hemos
dicho anteriormente, por lo que la interpretación gramatical se considera insuficiente,
requiriéndose en todos los casos una interpretación jurídica “conforme a su fin” (De
Castro, 1984: 467-468).
Desde el punto de vista de la lingüística, las disquisiciones anteriores sobre la
noción de «interpretación» carecen de sentido, pues la interpretación lingüística no es
la interpretación veritativa. De igual forma, desde el punto de vista lingüístico, la
diferenciación entre interpretación lingüística e interpretación doctrinal sólo tendría
sentido en la medida en que se equipararan a las nociones de «significado» y
«sentido» (o «uso»). Es más, a poco que analicemos el artículo 3 del Código civil, nos
daremos cuenta de que se está proponiendo una interpretación basada en el «uso»,
pues las normas se deben interpretar según su contexto: lingüístico, histórico,
legislativo, social, y considerando el hacer de los sujetos discursivos en la
interpretación de las normas (en tanto discursos), y unos sujetos que, evidentemente,
deben estar modalizados con un saber sobre aquello que hacen, lo cual quizás explica
la afirmación de Culthard (2005: 250) de que los abogados y los jueces normalmente
se ven a sí mismos como los custodiadores del significado de los textos legales. No
obstante, la práctica de la lingüística forense pone de manifiesto su utilidad en la
interpretación textual, pues, como Alcaraz y Hughes señalaban (2002: 56), las trabas

2
Una peculiaridad del derecho es que la argumentación jurídica incrementa la realidad también jurídica.

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más importantes que encuentran los jueces, y los demás operadores jurídicos, en la
interpretación de los enunciados son dos: la imprecisión léxica y la ambigüedad
sintáctica.

2.1. Teoría pragmática del significado

La tesis del significado como uso parte de la crítica de Wittgenstein a la semántica


de condiciones de verdad. La consideración de Wittgenstein de la pluralidad de usos
posibles del lenguaje hace que la función representativa pierda su posición
privilegiada, pues el lenguaje no sirve meramente para describir hechos, junto a esos
usos se sitúan otros como dar órdenes, prometer, saludar, etc., es decir, Wittgenstein
descubre el carácter de acción de las expresiones lingüísticas3. Wittgenstein considera
que el lenguaje tiene sentido, no porque se refiera a cosas o porque sea lógicamente
coherente, sino porque es un instrumento de comunicación. La lengua no sirve para
transmitir un saber dado que le sería exterior, es parte constituyente de ese saber. No
es una descripción de hechos, sino un medio de coordinar los actos de varios sujetos
operantes. Ya no se tratará de mostrar la forma lógica, sino la estructura de los usos
concretos del lenguaje: toda expresión tiene múltiples usos en función del contexto en
que se utilice, variando su sentido en cada caso; esta tesis supone el abandono de la
idea de una estructura lógica homogénea para toda la realidad y el lenguaje; la
estructura del lenguaje no se puede obtener a partir de una teoría lógica abstracta,
sino a través de una investigación antropológica del uso que hacemos del lenguaje,
del lenguaje cotidiano. El sentido se define, pues, por el uso, en tanto que el lenguaje
es puesto en correspondencia con unas situaciones. Concluye Wittgenstein que la
ambigüedad entre dos enunciados es levantada no por una diferencia entre los
significantes sino por la situación en que son empleadas. La significación así
concebida no es siempre absolutamente unívoca, se la podría definir como lo que es
comprendido en medio de tal situación sociocultural. El signo es inerte, sólo el uso le
da vida, dice Wittgenstein. La lengua no sólo viene usada para la descripción del
mundo, sino también en acciones lingüísticas, en «juegos de habla», que son
introducidos en una forma de vida. El lenguaje se aprende, pues, actuando,
aprendiendo las reglas sociales del lenguaje, aprendiendo los distintos juegos del
lenguaje; cada juego tiene sus reglas propias en función de las formas de vida en las
que se usan, conduciendo a distintos tipos de conducta.

3
Más tarde, Austin, a partir de los verbos realizativos explícitos, intentó sistematizar y ordenar los posibles usos
del lenguaje dentro de unos pocos modos de empleo básicos. Ello le permitió analizar el doble rendimiento de
los actos de habla: por medio de ellos el hablante, al tiempo que dice algo, hace algo con palabras.

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El juego en que los actos de habla prestan soporte a la práctica interactiva es de un
modo muy distinto al prestado antes por las actividades coordinadas previas. La
emisión de un acto de habla entraña al mismo tiempo la comunicación del tipo de
acción que el hablante está llevando a cabo, y el oyente puede identificar el acto de
habla como la realización de una determinada acción. Esta estructura reflexiva del
lenguaje vincula el contenido proposicional comunicado con un compromiso del
hablante, con la manera en que cuenta su acto de habla. De esta manera, el significado
pragmático del habla se explica en términos de un conjunto de dimensiones de
validez, que han de verse como pretensiones de reconocimiento intersubjetivo.
La lengua no es una simple y mera transmisión de información: cuando el hombre
usa el lenguaje para establecer una relación consigo mismo o con sus semejantes, el
lenguaje no es simplemente un instrumento, un medio, es una manifestación del ser
íntimo y del vínculo psíquico que nos une al mundo y a nuestros semejantes. Ese
«algo más» de la lengua es lo que nos hace considerarla como un juego, o más
exactamente como las reglas de un juego, y de un juego que se confunde
normalmente con la existencia cotidiana. El uso de la lengua no sólo es un acto
específico, sino una parte integral de la interacción social.
El juego lingüístico da una especial relevancia al hecho de que el uso lingüístico se
atiene a reglas específicas según los distintos contextos vitales, que a distintos juegos
lingüísticos corresponden distintos sistemas de reglas. La regularidad del uso
lingüístico es un supuesto para la intercomunicación mediante el lenguaje, sin reglas
para el empleo no podrá haber tampoco un significado fijo. Los juegos lingüísticos
son maneras particulares, reales o imaginarias, de usar el lenguaje, que tienden a
mostrar cuáles son las reglas de un uso lingüístico. Sin embargo, no hay un número
infinito e indefinido de juegos lingüísticos o usos del lenguaje.
Así pues, en la mayor parte de los casos en los que hablamos del significado de las
palabras, éste puede explicarse hablando del uso que hacemos de ellas. El uso de las
palabras en el lenguaje, en los juegos lingüísticos, está sometido a reglas; es la
conexión regular entre los sonidos y las acciones lo que testimonia la existencia de un
lenguaje. Son las reglas, por su parte, las que nos permiten hablar de corrección e
incorrección en el uso del lenguaje, y las que nos permiten preveer el comportamiento
lingüístico de los demás.
Así pues, parece ir dibujándose una concepción del discurso como práctica entre
otras prácticas, lo cual supone una incidencia no ya en lo que el discurso dice o
manifiesta, sino en lo que hace al decir. Lo específico del hacer semiótico no es ya la
aplicación de una teoría de los signos, sino el examen de la significación como
proceso que se realiza en textos donde emergen e interactúan sujetos.

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3. Análisis discursivo

El texto a comentar es la sentencia número 577 de 11 de mayo de 2001, recaída en


el Recurso Contencioso Administrativo 468/1998, y dictada por la Sección Segunda de
la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de la
Comunidad Valenciana. En la mencionada sentencia, en su parte dispositiva o fallo,
se establece lo siguiente:

Que estimados el recurso contencioso-administrativo interpuesto por VC


AUTOBATERÍAS S.A. contra la resolución de 3 de febrero de 1998 de SUMA,
Gestión Tributaria, Diputación de Alicante, desestimatoria del recurso de
reposición interpuesto contra la resolución de 1 de diciembre de 1997
desestimatoria de la solicitud de devolución de ingresos indebidos en concepto
de Impuesto sobre Actividades económicas, ejercicios 1992 a 1997, que
anulamos dichos actos por ser contrarios a derecho, dejándolos sin efecto,
reconociendo el derecho de la actora a la devolución de los ingresos
indebidamente realizados por importe de 59.993.197 pts. Más los intereses
legales correspondientes, imposición de costas.

La sentencia incurre en una incorrecta interpretación y aplicación de la Regla 14ª:


Elementos tributarios. 1.A) Potencia instalada (párrafos primero y segundo) del
Anexo II de la Instrucción del Impuesto sobre Actividades Económicas (IAE),
aprobada junto con sus tarifas por Real Decreto Legislativo 1175/1990 de 28 de
septiembre. Y es incorrecta por errónea interpretación en virtud de la cual entiende
que la potencia nominal de los rectificadores de corriente directamente utilizados en
la carga de las baterías/acumuladores para vehículos no cuenta a efectos del cómputo
de la potencia instalada tributable. El texto de la norma en cuestión es el siguiente:

Anexo II de la Instrucción del Impuesto sobre Actividades Económicas


aprobada junto con sus Tarifas por Real Decreto Legislativo 1175/1990, de 28 de
septiembre. Regla 14ª. Elementos tributarios.
1. A efectos de lo previsto en la Regla 1ª b), se consideran elementos
tributarios aquellos módulos indiciarios de la actividad, configurados por las
Tarifas, o por la presente Regla, para la determinación de las cuotas. A
continuación se exponen los principales elementos tributarios:
A) Potencia instalada
Se considera potencia instalada tributable al resultante de la suma de las
potencias nominales, según las normas tipificadas, de los elementos energéticos
afectos al equipo industrial de naturaleza eléctrica o mecánica.

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No serán, por tanto, computables las potencias de los elementos dedicados a
calefacción, iluminación, acondicionamiento de aire, instalaciones,
anticontaminantes, ascensores de personal, servicios sociales, sanitarios y, en
general, todos aquellos que no estén directamente afectos a la producción,
incluyendo los destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica.

La sentencia comentada, en su fundamento jurídico, establece dos aspectos


fundamentales: 1) que bajo ningún concepto, con independencia de cuál sea el objeto
de la actividad productiva, los transformadores de potencia y los rectificadores de
corriente que se utilizan en las industrias están afectos a la producción; 2) que esta
opinión la corrobora un informe expedido por el servicio de Industria, Comercio y
Turismo de la Junta de Castilla y León que al efecto transcribe como juicio técnico
soporte.

(…) la Sala entiende que no debe computarse tal potencia, porque según la regla
14.1.A) del Real Decreto legislativo 1175/1990, de 28 de septiembre, debe ser
computada la potencia de los elementos energéticos afectos al equipo industrial,
de naturaleza eléctrica o mecánica y por tanto no son computables las potencias
de todos aquellos elementos “que no estén directamente afectos a la
producción, incluyendo los destinados a transformación y rectificación de
energía eléctrica”, de lo que se desprende que los elementos destinados a la
transformación y rectificación de la energía eléctrica se considera que no están
afectos a la producción, sin que quepa hacer excepción alguna por razón del
objeto de la actividad productiva.

Así pues, la Sala asevera que bajo ningún concepto, independientemente del
objeto de la actividad productiva, los transformadores de potencia y los rectificadores
de corriente que se utilizan en las industrias están afectos a la producción, lo que
considero que vulnera las reglas o criterios que para la correcta aplicación de las
normas establece el artículo 3 del Código Civil.
Podría ser interesante rastrear históricamente los antecedentes históricos y
legislativos de las normas consideradas, por si a la luz de los mismos pudiera haber
algún aspecto concluyente. En ese sentido, la potencia instalada es un elemento
tributario sobradamente conocido, que venía siendo aplicado ya en el ámbito de la
Licencia fiscal de Actividades comerciales e Industriales, y que se aplica con igual
significación en orden a la cuantificación de las cuotas correspondientes a la mayor
parte de las actividades fabriles clasificadas en las Divisiones 1 a 4 de la Sección 1ª de
las Tarifas del I.A.E. aprobadas junto a la instrucción por R.D.L. 1175/1990 de 28/9.
Así, en la Regla 23, punto 3 Potencia Instalada del R.D. de 27.3.1981 núm. 791/81 del

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Impuesto sobre Actividades y Beneficios comerciales e Industriales, Instrucción y
Tarifas de Licencia Fiscal de Actividades Comerciales e industriales, se decía
textualmente:

Se considera potencia instalada tributable la resultante de la suma de las


potencias nominales, según las normas tipificadas de los elementos energéticos
afectos al equipo industrial, de naturaleza eléctrica o mecánica.
No serán, por tanto, computables las potencias de los elementos dedicados a
calefacción e iluminación de edificios, acondicionamiento de aire, instalaciones
anticontaminantes, ascensores de personal, servicios sociales, sanitarios y
análogos.
Tampoco se considerarán a estos efectos los hornos y calderas que funcionen a
base de combustibles sólidos, líquidos o gaseosos.

Así pues, la nueva normativa sustituye la palabra «análogas» de la legislación


anterior, por las siguientes: «en general, todos aquellos que no estén directamente
afectos a la producción, incluyendo los destinados a transformación y rectificación de
energía eléctrica», por lo que está claro que al grupo de los ya no computables, como
eran los elementos dedicados a calefacción, iluminación, acondicionamiento de aire,
instalaciones anticontaminantes, ascensores de personal servicios sociales sanitarios,
se añaden los que puedan no estar directamente afectos a la producción, y entre ellos, si
es el caso, los destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica. Vamos a
tratar de demostrar a continuación que esta misma interpretación es la única que cabe
hacer lingüísticamente de la norma establecida, a pesar de la interpretación contraria
de la Sala.

3.1. Gerundio

La interpretación gramatical del párrafo objeto de discusión del Real Decreto


Legislativo nos dice que el sintagma que introduce «incluyendo» constituye un caso
de gerundio lexicalizado con función adverbial. Esta primera categorización puede
corroborarse fácilmente gracias a la Gramática Descriptiva de la Lengua Española,
dirigida por I. Bosque y V. Demonte (Madrid-Espasa Calpe, 1999, págs. 3484-3485),
pues se dice lo siguiente:

53.5.4. Otros gerundios lexicalizados


El carácter lexicalizado de los gerundios de este apartado, a diferencia de
los examinados en los §§53.5.2 y 53.5.3. deriva de que estos gerundios no

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conservan las propiedades sintácticas del verbo del que proceden. Entre
ellos cabe establecer varios subgrupos en función de las propiedades
verbales que se hallan suspendidas.
a) Un pequeño grupo de gerundios, formado por exceptuando, incluyendo
y quitando, entre otros, tienen complementos directos de persona sin la
preposición a correpondiente:
[Ejemplo del RDL: incluyendo los destinados a transformación y rectificación
de energía eléctrica]
El número muy reducido de estos gerundios y su perfecta equivalencia
con unidades de carácter prepositivo o adverbial como excepto e incluso —
etimológicamente participios pasivos de los mismos verbos— hace pensar
que se trata de gerundios lexicalizados, esto es, formas que se han
convertido en otras categorías, concretamente, adverbios. (Fernández
Lagunilla, 1999: 3484-3485).

Así pues se trata de una construcción adverbial. El punto a dilucidar a


continuación es ¿cuál es el elemento sobre el que incide?, es decir, ¿dónde incluimos
los elementos destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica? La
respuesta es muy sencilla: modifica al Sintagma Nominal «todos aquellos», que a su
vez se ve modificado, en su conjunto, por el modificador restrictivo «que no estén
directamente afectos a la producción».
Las razones gramaticales que nos demuestran la incidencia del sintagma
introducido por incluyendo sobre todos aquellos son dos, al menos:
1) El complemento directo introducido por incluyendo aparece con un sintagma
nominal con núcleo elidido, por cuanto la secuencia «los destinados a transformación
y rectificación...» nos muestra que «los» es un artículo determinante, y «destinados»
(con los distintos complementos que implica) un participio con función
determinadora también. La pregunta es, entonces, ¿cuál es el núcleo elidido del
complemento directo que, por otro lado, otorga género y número a la construcción.
Digo que otorga género y número porque la estructura está en masculino y plural.
Así pues, debemos considerar cuál es el elemento que concuerda en masculino y
plural con «los destinados» y que textualmente puede ser elidido gracias a proceso de
coherencia textual. Sólo hay, en principio, dos posibles respuestas a este interrogante:
«elementos» o «todos aquellos», con la consideración, evidentemente, de que el
sintagma «todos aquellos» lleva también implicado el término «elementos», pero la
interpretación de la oración variará sustancialmente de hacerlo depender de uno o de
otro. Gramaticalmente sólo puede depender de «todos aquellos», la coherencia
textual de párrafo así nos lo demuestra, y ello se puede corroborar gramaticalmente
mediante la sustitución de cada uno de los términos considerados («elementos» y

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«todos aquellos»), pues si eliminamos textualmente el término sobre el que incide, la
oración resultante será anómala, mientras que si eliminamos un elemento sobre el
cual el sintagma introducido por «incluyendo» no incide, la oración resultante no
tiene por qué ser anómala:

a) (Anómala)
??«No serán, por tanto, computables las potencias de los elementos
dedicados a calefacción, iluminación, acondicionamiento de aire,
instalaciones anticontaminantes, ascensores de personal, servicios sociales y
sanitarios, incluyendo los destinados a transformación y rectificación de
energía eléctrica».
b) (Correcta gramaticalmente)
«No serán, por tanto, computables las potencias de todos aquellos
(elementos) que no estén directamente afectos a la producción, incluyendo
los destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica».

Por tanto, la conclusión del primer razonamiento es clara: el sintagma «incluyendo


los destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica» incide sobre el
elemento «todos aquellos».
2) La función que desarrolla el sintagma introducido por «incluyendo» obliga al
mismo a entenderlo modificando al sintagma «todos aquellos». Dicho de otra manera:
si tenemos que incluir en algún conjunto (no puede ser de otra manera) los elementos
destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica, el único conjunto que
hay en el párrafo es el estipulado por «todos aquellos que no estén directamente
afectos a la producción», pues es el único sintagma con cuantificadores.
La explicación gramatical a la anterior conclusión es la siguiente: según se señala,
por ejemplo, en la Gramática Descriptiva de la Lengua Española:

Cuantificar es expresar una cantidad, de ahí que los cuantificadores puedan


definirse de manera informal como elementos que dicen qué cantidad de
individuos u objetos de un dominio dado tienen una determinada
propiedad, o en qué medida una propiedad es poseída por un individuo u
objeto. (Sánchez López, 1999: 1027).

siendo muy numerosos y heterogéneos los mecanismos sintácticos que pueden


utilizarse para cuantificar.
En la misma Gramática anterior se establece una clasificación de los
cuantificadores en dos grupos:

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Según denoten cantidad de forma explícita o implícita, los cuantificadores
pueden dividirse en 'cuantificadores propios' y 'cuantificadores focales o
presuposicionales'. Los primeros expresan explícitamente una cantidad e
incluyen elementos como todos, muchos, bastantes, tres, cada... (cf. el § 16.2).
Los segundos no denotan cantidad, pero implican la lectura cuantificada de
los elementos incluidos en su ámbito. (Sánchez López, 1999: 1029).

De la cita anterior se concluye que el elemento «todos», de la secuencia «todos


aquellos que no estén directamente afectos a la producción» es un cuantificador
propio, y por tanto «todos aquellos» establece el único conjunto en el que poder
incluir «los (elementos —que no estén afectos a la producción—) destinados a
transformación y rectificación de energía eléctrica». Pero no es el único cuantificador
existente en el párrafo objeto de análisis de la RDL, ya que, según se recoge en la
Gramática (Sánchez López, 1999: 1030), los cuantificadores focales o presuposicionales
desencadenan la interpretación cuantificada de la oración, pues obligan a presuponer
la existencia de otros individuos que hacen (o no) lo mismo que el elemento
cuantificado. Y es ésta precisamente la función adverbial que desarrolla el sintagma
introducido por «incluyendo».
Según se recoge en la Gramática Descriptiva de la Lengua Española (Sánchez López,
1999: 1105-1106), los cuantificadores focales o presuposicionales son adverbios que
inducen la interpretación cuantitativa del elemento al que modifican por implicación
de existencia (o inexistencia) de otros elementos. Dentro de los cuantificadores
presuposicionales es posible distinguir dos paradigmas bien diferenciados: el de los
cuantificadores focales 'excluyentes', que niegan la presuposición y en cuya
intepretación interviene el operador de existencia más una negación, y los los
cuantificadores 'incluyentes', elementos como también, tampoco, incluso, hasta, ni
siquiera, que afirman la presuposición y en su interpretación participa el operador de
existencia, o el universal en ciertos casos. Ante lo dicho debemos recordar dos cosas:
a) el uso adverbial del sintagma introducido por «incluyendo», que lo hacía similar a
la forma «incluso»; b) el único cuantificador que existe en el párrafo objeto de
discusión es el elemento «todos», dentro del sintagma «todos aquellos que no estén
directamente afectos a la producción». «Todos» constituye un tipo de cuantificador
existencial, pues como se recoge en la Gramática Descriptiva «los cuantificadores
universales son un subgrupo de los cuantificadores propios que se caracterizan,
frente a los no universales, por denotar la totalidad de los valores que puede tomar la
expresión cuantificada. Forman este grupo todo, cada, ambos y cualquiera, que pueden
cuantificar nombres contables, de sustancia o abstractos» (Sánchez López, 1999: 1037).
La conclusión que obtenemos de este segundo razonamiento es que el sintagma
introducido por «incluyendo» gramaticalmente funciona como un adverbio que

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cuantifica focal o presuposicionalmente a un cuantificador («todos aquellos elementos
que no estén directamente afectos a la producción»), de tal forma que nos vemos
obligados a incluir dentro del conjunto de los elementos que pueden estar afectos a la
producción o pueden no estar afectos a la producción, los destinados a
transformación y rectificación de energía eléctrica.

3.2. Subjuntivo

Por otro lado, la función del subjuntivo dentro del modificador restrictivo (es
decir, de la oración de relativo «que no estén directamente afectos a la producción»)
es también clara: si analizamos detenidamente la alternancia modal del texto que
venimos interpretando, nos damos cuenta de un interesantísimo enfrentamiento entre
subjuntivo e indicativo: en el párrafo correspondiente al apartado «A) Potencia
instalada», se utiliza el modo indicativo: «se considera». En el segundo párrafo (el que
constituye el objeto principal de nuestra discusión) se sigue utilizando el indicativo
(«no serán computables), con lo que se logra un paralelismo contrastivo perfecto, en
principio, entre los elementos que se consideran computables y tributables, y los no
computables y tributables. Sin embargo, el segundo párrafo pierde su paralelismo con
el primero gracias a las proposiciones objeto de nuestra discusión principal:

y, en general, todos aquellos que no estén directamente afectos a la


producción, incluyendo los destinados a transformación y rectificación de
energía eléctrica.

Es muy importante señalar que el verbo está en modo subjuntivo, no indicativo,


aunque hubiese sido perfectamente posible la utilización del modo indicativo:

*y, en general, todos aquellos que no están directamente afectos a la


producción, incluyendo los destinados a transformación y rectificación de
energía eléctrica.

La pregunta que entonces nos tenemos que plantear es ¿por qué se ha utilizado el
modo subjuntivo y no el indicativo?, ¿qué diferencia significativa, gramatical, se
expresa mediante la utilización de un modo u otro? La respuesta a este interrogante
es muy sencilla: al utilizar el modo subjuntivo, en este ejemplo, se está señalando que
no será computable la potencia de todos aquellos elementos que pueden no estar
afectos a la producción, y entre esa generalidad incluimos los que pueden no estar
afectos a la producción destinados a transformación y rectificación de energía

484
eléctrica. Es decir, se trata de un valor de posibilidad, y dentro de los elementos que
tienen esa posibilidad se incluyen los destinados a transformación y rectificación de
energía eléctrica, por lo que si éstos últimos no están directamente afectos a la
producción no serán computables para su tributación, pero el modo verbal subjuntivo
indica que existe la posibilidad de que puedan estar afectos a la producción. Antes de
justificar gramaticalmente la afirmación planteada, creo que el contraste que supone
expresar el texto en modo indicativo o en modo subjuntivo demuestra, ante cualquier
hablante de castellano como lengua materna, de forma clara lo que acabamos de
exponer:

*y, en general, todos aquellos que no estén/están afectos a la producción,


incluyendo los destinados a transformación y rectificación de energía
eléctrica.

Si analizamos la alternancia modal en el ejemplo expuesto, comprobamos que en


caso de que se hubiese expresado en modo indicativo (están) se afirmaría que los
elementos destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica están
incluidos dentro de la generalidad de elementos que no están afectos a la producción,
pero al expresarse en modo subjuntivo indican que pueden no estar afectos a la
producción, o puede que sí.
Si utilizamos como autoridad explicativa la Gramática Descriptiva de la Lengua
Española, se nos dice que, en la mayoría de las construcciones relativas, el modo está
directamente relacionado con el tipo de mención que realiza el sintagma al que
pertenece la relativa, como ocurre en el caso que nos ocupa, pues «que no estén
afectos a la producción» es una construcción relativa. Literalmente se nos dice en la
Gramática:

A grandes rasgos, se puede afirmar que la relativa se construye con


indicativo cuando el SN es específico [§12.3.2] y, por lo tanto, cuando la
entidad que designa existe en un mundo concreto del universo del discurso;
por el contrario, se construye con subjuntivo cuando el SN es inespecífico y
la entidad no existe, o el emisor no puede o no quiere afirmar la existencia.
(Pérez Saldanya, 1999: 3255-3257).

Lo que quiere decir la anterior cita es que, al construirse con indicativo, el


Sintagma Nominal (el conjunto de elementos afectos a la producción) es específico, es
decir, se refiere a un conjunto de objetos determinados. Por el contrario, al construirse
con subjuntivo el Sintagma Nominal es inespecífico, por tanto indeterminado, por lo
que el conjunto general de elementos afectos a la producción, en el que incluimos los

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destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica, no es un conjunto
concreto y cerrado, sino que está abierto al ser indeterminado, con lo que, como
venimos argumentando, se trata de señalar aquellos elementos que, según los casos,
pueden o no estar afectos a la producción.
Por otro lado, la anterior explicación es la única posible para entender el párrafo
en que está inserta la oración, pues se señala una relación de los elementos objetiva y
específicamente no computables, en paralelo a los computables del párrafo anterior,
pero se añade «y, en general, todos aquellos que no estén directamente afectos a la
producción, incluyendo los destinados a transformación y rectificación de energía
eléctrica», con lo que se quiere expresar que no serán computables las potencias de los
elementos que se relacionan con anterioridad y, en general, todos aquellos que, no
habiéndose dicho anteriormente, pueden no estar afectos a la producción, aunque no
se relacionen entre los citados con anterioridad, y dentro de esa posibilidad es donde
se incluye a los elementos destinados a transformación y rectificación de energía
eléctrica.

4. Conclusión

La conclusión que podemos efectuar tras el análisis gramatical de la regla 14.1.A)


del Real Decreto Legislativo 1175/1990, del 28 de septiembre, es la siguiente: los
elementos destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica pueden estar afectos
a la producción o pueden no estar afectos a la producción, dependiendo del tipo de objeto
de la actividad productiva.
Así pues, la Sala se equivoca en la interpretación de la regla 14.1.A) del Real
Decreto legislativo 1175/1990, de 28 de septiembre, pues puede haber elementos
destinados a transformación y rectificación de energía eléctrica que pueden estar
afectos a la producción.
Quedaría por dilucidar, en el caso de la sentencia en cuestión, si la carga de las
baterías efectuada en la empresa en cuestión está afecta a la producción, o no, y, por
ello, si es tributable dicha actividad. Evidentemente, teniendo en cuenta (según dicta
el artículo 3 del Código Civil) el contexto y la realidad social del tiempo de aplicación
(el juego lingüístico adecuado al uso en cuestión), quienes únicamente pueden dirimir
tal cuestión son los técnicos que puedan estar facultados al efecto, como, por ejemplo,
los ingenieros industriales. Evidentemente este es un aspecto en el que no puedo
entrar, pero sí quería señalar, para acabar, que contrariamente al informe expedido
por el servicio de Industria, Comercio y Turismo de la Junta de Castilla y León, hay
múltiples informes técnicos que señalan que 1) la carga de las baterías forma parte del
proceso de producción de las mismas; 2) los rectificadores son máquinas (elementos

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energéticos afectos directamente al equipo industrial) del proceso sin las cuales no se
podrían terminar las baterías; 3) son elementos energéticos y con entidad de
máquinas, cualquier elemento que incide directamente en el proceso de fabricación,
inclusive los transformadores y rectificadores, como es el caso de la carga de baterías.

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