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UNIVERSIDAD CATÓLICA CECILIO ACOSTA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA


PROGRAMA DE TEOLOGÍA A DISTANCIA
PENITENCIA Y UNCIÓN

EVOLUCIÓN DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

Docente: Enrique Calabia


Participante: Dinorahk Calderón
C.I. 7.240.840

Maracay Noviembre de 2015


Evolución del Sacramento del Amor de Dios: Penitencia

Dios a través de su Hijo Jesucristo busca y perdona a los pecadores y


las sagradas escrituras da a conocer la misericordia de Dios en múltiples
relatos entre ellos la parábola del hijo pródigo, la oveja perdida, la mujer
adúltera, entre otras; poniendo de manifiesto el perdón como parte
fundamental de nuestras vidas para recibir la gracia de Dios. Es por ello que
Jesús instituye el sacramento de la reconciliación para los que ponen de
manifiesto arrepentimiento y amor sincero. “El perdón de los pecados
aparece ya al comienzo de los evangelios como el signo esencial de la
misericordia divina y de la realización de sus promesas de salvación”.
(Florez, 1993:44).
Jesús en su vida terrena fue tentado en el desierto pero con su actuar
demostró dominio pleno sobre el pecado y el mal para que tengamos la
certeza que si confiamos en él podremos superar las ataduras del pecado y
glorificar al Señor. En la Iglesia este poder como signo de la misión divina de
Jesús ha sido transmitido de generación en generación a través de los
sacerdotes quienes tienen la potestad de perdonar y reconciliar con Dios a
los pecadores. .
De allí lo relevante del tema pues muchas personas bautizadas
desconoce las bendiciones que brinda el sacramento de la reconciliación,
llegando inclusive a rechazarlo poniendo en duda los dones del sacerdote
como representante de Cristo. Por lo que es conveniente profundizar en el
tema con el fin de adquirir las herramientas necesarias para participar con
frutos en este sacramento que nos llena del amor misericordioso de Dios.
En este sentido es importante conocer la evolución del sacramento que
da testimonio del amor misericordioso de Dios manifestado en Jesús que
intercede por quienes lo buscan ofreciendo a los pecadores la oportunidad
de reconciliarse con el Padre, porque Jesús asumió la condición de hombre
no para juzgar sino para acoger al mundo y salvarlo de la muerte eterna.
Con relación a la penitencia eclesiástica en los primeros siglos es de
hacer notar que Jesús en su vida terrena curó y sanó a muchas personas y
causó inquietud entre quienes lo escucharon decir: tus pecados te son
perdonados, como en el caso de la mujer adúltera, el paralítico de
Cafarnaún, o el ciego entre otros. “El perdón de los pecados aparece ya al
comienzo de los evangelios como el signo esencial de la misericordia divina
y de la realización de sus promesas de salvación”. (Flórez; 1993,47), Por lo
que es importante destacar que la salvación solo se logra por la fe en
Jesucristo, porque sin fe no hay sanación ni salvación.
En este sentido Jesús combinó el perdón de los pecados con la
curación o sanación y es este poder es uno de los aspectos más relevantes
de su condición mesiánica porque lo transmite a sus discípulos y hoy en día
a través de los consagrados el pueblo de Dios tiene acceso a la
reconciliación con el Padre. En la oración del Padrenuestro pedimos perdón
a Dios por nuestros pecados pero generalmente no somos capaces de
perdonar a quien nos ofende y este es uno de los tantos males que afectan
notablemente a las familias pues se dejan vencer por el odio y el rencor.
Es importante destacar que todos estamos inclinados a pecar, a ser
tentados y es por ello que la iglesia consciente de las debilidades de los
hombres brinda a los pecadores desde las primeras comunidades cristianas
la corrección fraterna porque Jesús fue enviado por el Padre y “Por su
muerte en favor de los pecadores, Dios reconcilió al mundo y devolvió a los
hombres la amistad divina” (Flórez: 1993,55).
El evangelista Mateo da las orientaciones en las primeras comunidades
para guiar al hermano que ha pecado y hacer la corrección fraterna. En
primer lugar hacer el llamado de atención personalmente y si hace caso
omiso buscar a otros hermanos que sean testigos de las orientaciones
dadas. Si aun continúa sin corregir su conducta se le hace la corrección ante
la comunidad y si no acata el llamado a corregir e insiste en pecar entonces
será excluido de la comunidad.
En este sentido Mateo confirma las bases del sacramento de la
reconciliación como lo es: los pecados que perdonen en la tierra serán
desatados en el cielo y los que no perdonen en la tierra no serán desatados
en el cielo. El sacerdote al ser ordenado recibe del Espíritu Santo el poder
para atar o desatar los pecados. “Reciben de Cristo la misión de guiar y
pastorear al pueblo de Dios, como una tarea que ha de ejercerse en nombre
de Cristo y con amor a su rebaño”. (Flórez: 1993,70).
Es de hacer notar que en escritos como el Talmud o Qumrán describen
que el pecador era “sometido a un tiempo de castigo penitencial durante el
cual quedaba apartado de la comunidad”. (Flórez: 1993,67). Es decir que
cumplían una penitencia pública hasta demostrar un verdadero
arrepentimiento. Una vez cumplido el castigo el hermano se incorporaba a su
vida cotidiana. Estas acciones se ponían en práctica para garantizar el
cumplimiento de las normas establecidas y garantizar el bien colectivo.
En las comunidades cristianas ponían en práctica lo siguiente: 1) La
llamada constante a la conversión y corrección ante alguna infidelidad o un
decaimiento en la fe y en la conducta. 2) Se recomiendan prácticas
penitenciales tales como la oración, el ayuno y la limosna o caridad. 3) La
Iglesia toma medidas y aparta al pecador de la vida de la comunidad es decir
establece un castigo social. (Flórez: 1993,81).
En los dos primeros siglos los presbíteros hacen el llamado a la
conversión a los pecadores y una vez arrepentidos, vuelvan a la unidad de
la Iglesia según la palabra de Cristo. La Didaché o Doctrina de los Doce
Apóstoles establece confesar los pecados y acercarse a la oración con la
conciencia limpia. Ante los pecados graves los Padres Apostólicos deben ser
severos y prudentes. No hay certeza sobre una práctica oficial de
reconciliación de los pecadores, lo que hace suponer que no existía una
normativa especial al respecto. (Flórez: 1993,84).
En el siglo III los Padres alejandrinos plantean la importancia de
reconocer los pecados. Por su parte Clemente hace una diferencia entre la
penitencia bautismal, que limpia de los pecados, y la penitencia segunda,
que lleva al perdón de los pecados a través del arrepentimiento sincero.
Orígenes hace una distinción entre pecados mortales que convierten al
cristiano en un miembro muerto y los pecados no mortales que no destruyen
la gracia ni excluyen al cristiano de la Iglesia, aunque le hacen menos
perfecto. Considera siete formas de obtener perdón: el bautismo, el martirio,
la limosna, el perdón mutuo, la conversión, la caridad y la penitencia
eclesiástica.
Por su parte la obra de Tertuliano permite conocer la reconciliación y su
funcionamiento en la Iglesia latina y afirma que cuando una persona que ha
cometido una falta se arrodilla ante un hermano debe tener la convicción que
se arrodilla ante Cristo que ora y sufre por él. En cuanto a Tertuliano,
sostiene que el pecador debe someterse a la penitencia eclesiástica y la
exclusión de la eucaristía.
Constantino en el siglo IV establece el cristianismo como culto imperial
y la forma de la penitencia eclesiástica a partir de la reforma constantiniana
tiene sus defensores entre ellos San Ambrosio, obispo de Milán, que escribió
el tratado De paenitentia, en el que refuta el rigorismo novaciano que
sostenía que los sacerdotes como representantes de la Iglesia no tenían el
poder para perdonar y dar la paz a los que renegaron de la fe o cometieron
algún pecado mortal.
El papa Siricio pide a los pecadores casados que guarden una
continencia total incluso después de la reconciliación y con relación al tiempo
de la penitencia el Concilio de Cartago estableció que la decisión la tomara el
obispo dependiendo de la gravedad del pecado.
Por su parte los Libros penitenciales indicaban todas las acciones
motivo de pecado y las penitencias que debía cumplir el penitente y servían
de ayuda a los confesores para establecer la penitencia a los confesores de
acuerdo con el pecado cometido.
Posteriormente a finales del siglo IV se implantó la penitencia tarifada
donde el pecador acudía al confesor y este establecía una tarifa a cancelar
dependiendo del pecado cometido y tuvo mucha relación con la modalidad
que se puso en práctica en la Edad Media y fue conocida como
Indulgencias, la cual consistía en que la Iglesia distribuía los bienes
espirituales unida al cumplimiento de determinadas prácticas religiosas que
incluía establecer un aporte económico a cambio del beneficio espiritual
incluyendo la absolución.
Durante el siglo VII, los monjes irlandeses, tomando como referente la
tradición monástica de Oriente, pusieron en práctica la relación más secreta
entre el penitente y el sacerdote por lo que no era necesaria la penitencia
pública antes de recibir la reconciliación con la Iglesia. “Permitía integrar en
una sola celebración sacramental el perdón de los pecados graves y
veniales” (P. Rivero).
En los siglos XIII y XV se estableció el uso del Manual de confesores y
se le dio propaganda a la necesidad de la confesión frecuente según las
necesidades espirituales, extendiéndola muchas más veces que solo en
Pascua o en caso de peligro de muerte como estaba establecido.
.
El sacramento de la Penitencia en el Concilio de Trento ocupó un lugar
relevante ya que la iglesia estaba viviendo un momento crítico por las
doctrinas y decisiones prácticas adoptadas por los reformadores liderizados
por Lutero que sin duda deterioraron la fe de muchos creyentes. Un aspecto
que diferencia la doctrina de los católicos a los protestantes es “su distinta
concepción acerca de la gracia como realidad que eleva la condición del
hombre y que se manifiesta a través de la fe, los sacramentos y las buenas
obras”. (Flórez, 1993:191).
Entre los aspectos más relevantes establecidos en el Concilio de Trento
se tienen que: La Institución del sacramento fue hecha por Jesucristo y
confiere la gracia al que lo recibe. Este sacramento está constitución por la
contrición, confesión, satisfacción y la absolución. Además la forma de la
confesión de los pecados se hará en forma secreta y privada al sacerdote
que tiene el poder de perdonar los pecados en nombre de Cristo dando
cumplimiento así a la absolución como un signo de perdón y beneficio que
Dios otorga al pecador arrepentido.
En cuanto al valor de las obras satisfactorias, es importante destacar el
rol protagónico del ser humano en la aceptación paciente de las penalidades
de la vida, la práctica constante del ayuno, oraciones, limosnas y otras obras
de piedad de cumplimiento voluntario para el fortalecimiento del Reino de
Dios.
El desarrollo doctrinal del Sacramento de la Penitencia a partir del
Concilio Vaticano II tiene como fundamento ayudar a quien ha cometido un
pecado a recuperar su condición como miembro de la Iglesia fortalecida por
el Espíritu Santo y devolver la santidad perdida. “La reconciliación del
pecador significa la devolución a la vida de la familia de Dios de uno de sus
hijos”. (Flórez, 1993:229).
Cuando un sacerdote ejerciendo el poder que le da la Iglesia en nombre
de Cristo, no sólo puede perdonar los pecados, sino que invita a sus hijos
para que pongan en práctica el amor fraterno con el prójimo para que tengan
la disponibilidad de perdonarse unos a otros, oren unos por otros, pongan en
práctica la caridad y las obras de misericordia con los más necesitados y
trabajen por la reconciliación y la paz, es decir que den testimonio del amor
de Dios en su quehacer diario.
Hoy en día el modo de vida de muchos bautizados alejados de Dios, no
consideran importante este sacramento y siempre encuentran una excusa
para rechazar este sacramento que nos brinda la oportunidad de
reconciliarnos con Dios. El Papa Francisco dijo en una audiencia semanal
que la penitencia es: “un auténtico tesoro, que en ocasiones corremos el
peligro de olvidar”. (news.va). Es por ello que todo bautizado atendiendo al
llamado que hace nuestro Guía y Pastor debemos confesarnos para aliviar
nuestra alma de un peso que nos llena de tristeza y muy especialmente que
nos aparta del amor misericordioso de Dios.

Conclusiones

Jesucristo instituye el sacramento de la reconciliación para que quien


haya pecado se arrepienta, se le perdonen sus pecados y reciba la gracia
santificante. Además el sacerdote por la acción del Espíritu Santo perdona
los pecados cometidos contra Dios y a la vez nos reconciliamos con la
Iglesia, a quien también se ha ofendido con el pecado. Es importante tener
ese sincero dolor de corazón para poder recibir la gracia y valorar el
sacramento de la reconciliación porque el rito es transitorio, pero las gracias
recibidas son para toda la eternidad pero cada persona tiene la libertad de
mantenerla o rechazarla según su comportamiento.
El sacramento de la reconciliación ha experimentado cambios a través
del tiempo por lo que en los primeros siglos los pecadores vivían una
penitencia pública, luego con la incidencia de las indulgencias la penitencia
tenía una tarifa dependiendo de la magnitud del pecado. Con las diferencias
doctrinales surgidas con Lutero, el concilio de Trento dio luces sobre los
beneficios del sacramento.
En el Concilio Vaticano II se exhorta a los creyentes a buscar la
reconciliación, no sólo para recibir del sacerdote en nombre de Cristo el
perdón de los pecados, sino que también como bautizados debemos poner
en práctica el amor fraterno con el prójimo la caridad y las obras de
misericordia con los más necesitados es decir dar testimonio del amor de
Dios en nuestro quehacer diario.
Propuestas
Es conveniente promover jornadas de confesión en las comunidades
eclesiales que conforman las diferentes parroquias con el fin de acercar a
quienes se encuentran en la periferia y que se sienten limitados, culpables o
pecadores indignos de recibir esta gracia.
Además se pueden hacer jornadas de motivación, divulgación e
información sobre la importancia y beneficios de este sacramento para los
creyentes y la Iglesia en general. No podemos confiar en lo que no
conocemos por eso hay que dar a conocer el camino que nos ofrece Jesús a
través del Sacramento de la Reconciliación para participar de la gracia y las
bendiciones que Dios nos tiene deparados para quienes lo buscamos con un
corazón sincero y arrepentido.

.
REFERENCIAS

Flórez, Gonzalo. (1993). Penitencia y Unción de enfermos, BAC, Madrid.

http://ec.aciprensa.com/wiki/Sacramento_de_la_Penitencia

http://es.catholic.net/imprimir.php?id=6780.

http://es.catholic.net/op/articulos/6780/cat/375/diversos-nombres-y-evolucion-
del-sacramento.html

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