Sunteți pe pagina 1din 3

Los años perdidos de Jesús

TRIBUNA DIGITAL

FRANCISCO LÓPEZ-SEIVANE

El ex Papa Benedicto escribió muy poco antes de autojubilarse un prometedor libro sobre La infancia
de Jesús, aunque paradójicamente nada se dice en él acerca de sus años mozos. Los Evangelios -los
cuatro bendecidos por la iglesia de Roma y los innumerables que fueron desatendidos o rechazados
en Nicea- abundan en el relato de los tres últimos años de la vida pública de Jesús. Nada dicen, en
cambio, acerca de los 18 'años perdidos' del Nazareno; desde los 12, en que se le menciona
conversando con los rabinos en el Templo, hasta los 30 en que inicia sus prédicas, tras ayunar
cuarenta días en el desierto de Judea, una época que tuvo que ser necesariamente clave en su
formación y que podría arrojar luz sobre el origen y fundamentos de sus enseñanzas. ¿Dónde pasó
su adolescencia y primera juventud? ¿Quiénes fueron sus mentores? Estas preguntas persiguen a
todo el mundo culto, cristiano o no, desde hace 20 siglos.

Con tanto respeto como merece una religión con 20 siglos de existencia y más de1.200 millones de
seguidores, me propongo exponer aquí lo poco que se sabe y lo mucho que se especula acerca de
las andanzas de Jesús antes de su aparición en el desierto de Judea y de los tres años de prédicas
que terminaron con su supuesta muerte en la cruz. Y digo supuesta, porque, según dice el
evangelio, 'resucitó' al tercer día, un fenómeno, por otra parte, nada inusual, ya que una encuesta
de la Gallup ha sacado a la luz que, sólo en Estados Unidos, hay ocho millones de personas vivas que
han pasado por ese trance. Y con esto ya anticipo que puede que algunas de las hipótesis que aquí
se barajan no satisfagan a todos los creyentes, pero no se trata de entablar una batalla teológica ni
de cuestionar las enseñanzas del Mesías, sino más bien de desentrañar un enigma histórico.
Además, no coincidir en ciertos aspectos con el relato establecido por la Iglesia no significa ser un
hereje ni enemigo del cristianismo. Vivimos en una época en que los amores eternos apenas duran
unos meses y las grandes verdades que hace poco parecían inamovibles se derrumban con estrépito.
¿Cómo explicar, si no, que aquel infierno que aterrorizó durante milenios a tantos creyentes haya
desaparecido de pronto de los catecismos, o que el propio Papa dude de la existencia del limbo?

"Les rechinan los dientes cada vez que aparecen datos o teorías que sugieren que Jesús pudo tener
una juventud viajera"

Resulta muy difícil entender por qué la Iglesia nunca ha mostrado el menor interés en conocer las
andanzas del joven Jesús ni las fuentes donde pudo haber adquirido sus profundos conocimientos,
tan revolucionarios en el mundo judío de la época. Los dogmas, los concilios, las prédicas, el paso
del tiempo y la tradición han terminado convirtiendo al Mesías en una figura de naturaleza divina,
de la que nada importan sus aspectos humanos, ya que la sabiduría que desprendían sus palabras
se supone que era de procedencia 'infusa'. ¿No les parece extraordinario que los sabios de Oriente
hubieran enseñado desde mucho antes las mismas cosas que predicaba Jesús sin saber siquiera lo
que era la 'ciencia infusa'?

A los guardianes de la fe les rechinan los dientes cada vez que aparecen datos o teorías que
sugieren que Jesús pudo tener una juventud viajera y una formación espiritual en tierras y
religiones lejanas, por cuanto eso supondría poner de relieve el lado más humano del Mesías, ése
que le define como mortal, sacando a los creyentes de su zona de confort. Pero lo cierto es que las
enseñanzas de Jesús desprenden un inconfundible aroma oriental. Su famoso Sermón de la
Montaña, en el que desgrana las Ocho Bienaventuranzas, recuerda demasiado al primer sermón de
Buda en Sarnat, cerca de Benarés. Aunque al recién iluminado sólo le acompañaban en aquella
ocasión cinco personas, fue la más memorable de sus charlas públicas, en la que expuso en detalle
el Óctuple Sendero, que llegaría a convertirse en una guía espiritual para millones de budistas en
todo el mundo.

El propio estilo de Jesús en su reaparición pública es notoriamente oriental. Empieza con un


prolongado ayuno en el desierto, una práctica ascética muy común entre los yoguis. A
continuación actúa como un gurú, rodeándose de discípulos que abandonan todo para seguirle, algo
nunca visto en el judaísmo ortodoxo de la época. Además, están sus 'milagros' y poderes, muy
comunes entre los santones de la tradición hindú, como ya destacó Alejandro, pero impensables en
la conservadora casta judía. Las curaciones por sugestión y el ayuno que impone Jesús a los
enfermos eran ya prácticas milenarias en la India de la época,donde el Ayurveda enseñaba los
principios de la curación natural que, más tarde, Hipócrates popularizaría en Grecia. Por no
referirnos a frases que se 'colaron' en Nicea, como aquella afirmación de Jesús de que "nadie
alcanzará el reino de los cielos sin nacer de nuevo", y que parece evidenciar un conocimiento y
aceptación de la doctrina de la reencarnación. O aquella blasfemia que le llevó a la cruz, su
afirmación de que "mi Padre y yo somos uno", una traducción exacta de la esencia de los
Upanishads: (Aham Brahmashmi "Yo soy uno con Dios"). Los judíos lo tomaron como una
blasfemia y en Nicea se interpretó como una autoafirmación de su naturaleza divina. Pero es que
antes ya lo había repetido en sus prédicas con otras palabras que no dejaban lugar a dudas: "El reino
de los cielos está dentro de vosotros", afirmó a quienes le seguían, dejando así claro que, como
enseñan los Vedas, la naturaleza de toda criatura, no sólo la del Mesías, es esencialmente divina.

"Hay indicios suficientes para pensar que la vida de Jesús puede que no fuera exactamente como
nos la han pintado"

Si hemos de creer los testimonios que han ido surgiendo en los últimos tiempos,un Jesús imberbe
se habría enrolado en una caravana de comerciantes hasta la India, en busca de los conocimientos
orientales que ya habían seducido a Alejandro al topar con ellos en sus campañas militares a ambos
lados del Indo. De hecho, muchos manuscritos védicos traídos de la India y oriente por Alejandro
conformaban el grueso de los volúmenes atesorados en la Biblioteca de Alejandría, influyendo
extraordinariamente en los filósofos helenos. Faltan, naturalmente, documentos que avalen
indubitablemente ese viaje de Jesús. Pero, al fin y al cabo, no era más que un muchacho avispado y
emprendedor en busca de experiencias y conocimientos, así que no había ninguna razón para
historiar sus pasos.

Nikolai Notovich, un periodista y viajero ruso, escribió en 1894 un libro titulado La vida desconocida
de Jesús en el que relata cómo sufrió una fractura al caerse de un caballo en las proximidades del
monasterio budista de Hemis, en Ladakh, donde tuvo que pasar un tiempo recuperándose. Notovich
afirma que el abad del monasterio, con el que desarrolló cierta amistad, le mostró en una ocasión
un viejo manuscrito, La vida de San Issa, el mejor de los hijos de los hombres, que guardaba como
oro en paño en su centenaria biblioteca, describiéndolo como una especie de evangelio que
relataba las andanzas del joven Jesús y sus viajes iniciáticos por la India y el Tibet, donde, al parecer,
habría pasado varios años formándose en las enseñanzas védicas y budistas antes de retornar a
Palestina a predicar la 'buena nueva'. Nadie, que uno sepa, se ha tomado la molestia hasta ahora
de indagar en ese misterioso manuscrito de Hemis, una traducción en tibetano del original que
supuestamente se conserva en el monasterio Marbour de Lhasa, escrito en pali.

Siempre resulta muy difícil demostrar, 2.000 años después, lo que ocurrió en tiempos de Jesús,
como fácil es refutar con fundamento cualquier teoría sin pruebas concluyentes, pero, a mi juicio,
son las propias enseñanzas del Maestro las que ofrecen la más convincente prueba de
su conocimiento exhaustivo de las sabidurías orientales, el budismo y los Vedas. Si las conocía tan
a fondo como para inspirar en ellas sus prédicas es que ciertamente estuvo en contacto con aquella
sabiduría y sus maestros, algo que no pudo ocurrir en los confines de Judea. Que cada cual llegue a
sus propias conclusiones, pero me parece que hay indicios suficientes para pensar que la vida de
Jesús puede que no fuera exactamente como nos la han pintado.

S-ar putea să vă placă și