Sunteți pe pagina 1din 73

Título: I Did It All for You

Título original en español: Lo Hice Todo por Ti

Autores: Alejandro Sartino Schneider, Melanie O’Connor & Lisandro Sartino Azcurra

© Copyright, derechos reservados y patentados por Alejandro Sartino Schneider,


Melanie O’Connor & Lisandro Sartino Azcurra & IVREA Publishing editions

Editado por: Mark Luttenberg – Alicia Thorne from IVREA editions

Los hechos y personajes de ésta historia son ficticios, cualquier semejanza con la realidad
es mera coincidencia.

Sinopsis:

“Somos humanos y cometemos el error de apresurarnos y presionar a quienes amamos a tomar


decisiones de las que quizas aún no estén listos”. (Alejandro Sartino, 19 de Septiembre 2012)

Daniel pasó una juventud cruda y llena de vicios y cuando finalmente halló la felicidad en
la mejor amiga de su primo Alfred, Amanda Connelly. Daniel, impulsivo y directo, toma
decisiones apresuradas sin pensar en lo que otros puedan pensar. Daniel & Amy han sido
novios desde el 2014, prometidos por cinco largos años y llegó el momento que Daniel
más deseaba, la graduación de Amy, momento en el que pensaba proponerle matrimonio.
Una beca en Irlanda quebrantó los planes de Daniel, alejándolo de Amy durante cuatro
años más. Creyó que jamás volvería, probablemente, cambiada como todas sus
compañeras que habían obtenido la beca Fullbright. En Dublin por un año y medio y los
años restantes en el sitio que soñaba pisar, Sligo, Amy sigue portando la alianza de plata
y pensando en Daniel. Quería volar alto y lo logró, pero flotar en sus sueños sola no es lo
mismo a cuando solía estudiar hasta el amanecer junto a Daniel. Amy odia y teme al
matrimonio y no quiere saber de ello para no caer en el mismo infortunio de sus padres.
Su hermana Margery ya está casada y ella aún nada. Regresa a Nueva York,
reencontrándose con Alfred, primo y amigo mutuo de Daniel y ella, quien le hace saber
que Daniel está solo y enfermo. Blanche, primer y viejo amor de Daniel tomará ventaja
de la distancia de Amy & Daniel para intentar recuperar las brasas de un amor que se
extinguió hace tiempo. Daniel tendrá que iniciar de cero con Amy, a enamorarla a como
cuando eran jóvenes y ver si todo lo que está haciendo por ella pueda hacerle entrar en
razón que puedan vivir juntos, como siempre lo planearon.
ELENCO
CAPÍTULO 1 "LA PROPUESTA

Año 2018
Llegué finalmente a casa, luego de la compra matutina. Dos años ya viviendo juntos
bajo el mismo techo, Amanda Connelly, la mejor amiga de mi primo Alfred, y yo,
Daniel Rivers.
¿Quién pensaría que la oveja negra de los Rivers sentaría cabeza, en una relación
estable y además conviviendo? Lo logré pese a que nadie tenía fe en mi.
Nos conocimos el 2012 en un shopping mall y desde ese entonces fuimos amigos
inseparables por cuatro largos años y desde el 2014 formalmente nos hicimos
novios.

Éste año sería bueno, según mi opinión, y ya que los acontecimientos se veían
positivos. Publicando mi sexto libro, en el tercer puesto de mejores ventas en
Amazon y en Ebay desde inicios del mes, mientras que Amanda había conseguido
dos turnos de clases en lenguas extranjeras, mañana y tarde, en una escuela
secundaria.

Saqué el contenido de la bolsa de papel madera. Se oía, desde el salón de estudio de


Amanda, una melodiosa música de violines, quizá el album discográfico de Margery,
mi cuñada, ahora, además de abogada, era violinista, de las mejores en todo
Washington.

-¡¿Ams?! ¿Dónde estás?- Antes de cruzar el patio, recogí la correspondencia. Había un


sobre largo con estampilla de Londres. Arrugé el ceño al ver el logo de lo que parecía
ser una universidad. ¿Acaso no me había dicho que una vez que se graduará, daría
por terminada su etapa de formación? Por mi cuenta, me encontraba estudiando
leyes a distancia, con ayuda de mi hermano mayor Frank, en cambio ella, me había
jurado no volver a estudiar más. La intriga me superó y leí el contenido de dicha
carta. La tecnología colapsó el año anterior, algo que agradecí a Dios, ya que los
antiguos medios de comunicación emergieron del polvo, como las cartas, los fax, el
teléfono fijo y pude sacar del depósito mi querida Remington para volver a escribir
mis novelas a máquina. Lo aclaro así ya saben el por qué hay aún cartas.

-¿Dónde estás, cariño?


-Aquí.- Alcé la mano, estaba debajo de la mesa, hurgando por más cosas.
-¿Haciendo souvenirs de Halloween otra vez? Tienen 17 años.
-¡Si, pero son chicos en el fondo! Pese a que los vea besándose con sus novias en el
corredor del colegio, realmente, se merecen un obsequio.
-Un presente que la escuela no te paga.
-Pero vale la pena. Deberías estar ahí al ver sus sonrisas, cómo brillan sus ojos.
Además de darles clase, soy su mundo de distracciones, Daniel.
-¿Y qué estás pintando allí atrás?
-Ah. Un... Un... Ya ni yo misma sé qué diablos es. Iba a pintar la casa de Usher pero...
Es horrible.
-Mmm.... Llegó correspondencia de Londres...
-¿Ah si?- Me detuve en la manualidad que estaba haciendo.-Mierda.
-¿Cuándo pensabas decirme que te anotaste en la beca Fullbright? Dice que en un
mes viajas a Dublin. Y es por cuatro años.
-Mantuve el promedio de 6,80 todos estos años... Por lo visto apreciaron mi esfuerzo.
Es una oportunidad única, Daniel.
-Habíamos quedado que después de la graduación, nos iríamos de aquí.
-No creí que iban a aceptar mi nota. Daniel.... Esta chance es única en mi vida, no lo
quiero perder.
-¿Entonces piensas ir?- Apreté la mandíbula enojada al verlo de brazos cruzados.
-Si, voy a ir. ¿Alguna vez pisé tus sueños? Eres ahora un escritor de renombre.
Déjame hacer los míos ahora. ¿O te molesta que tenga que viajar sola?-No dio
respuesta alguna.- No espero tu aprobación. Mis padres me han dado el sí y retiraré
el dinero de mi cuenta personal, así no tengas que darme un céntimo.
-¡¡No es el dinero, Amanda!!
-¡¿Entonces qué es?!
-Tus compañeras... Ellas.... Ellas han regresado de esos viajes y son personas
totalmente diferentes. Camile dejó a su novio después de su viaje a Chicago.
-¡¿Ah, eso crees?! ¡Tus conjeturas y envidia me van a hacer dejarte!
-¿Envidia? ¡¿De qué?!
-No es mi culpa que tu no hayas querido estudiar algo antes. Ahora te fastidia que
esté creciendo como profesional.
-¡Esto es el colmo! No es por ello ¡No quiero que vayas!
-¡¡Viajaré igual!! Ya hice mi pasaporte, ya está todo.
-¡¡Bien!!- Me dio la espalda. Suspiré y dejé la labor en la mesa. Fui hacia él y tomé su
rostro en las manos.
-Hey... Será un tiempo... ¿De acuerdo?
-Llevamos apenas dos años viviendo juntos, Ams... Yo no...
-Sh. Cuando menos te lo esperes, esos cuatro años pasarán volando. Veré si podré
volver antes de lo que exige la carta, ¿Vale? Mañana tienes que firmar tus libros en la
feria. Yo debo ir a rendir la última materia. No iré a la colación. Llevaré a Margery a
ver a la Virgen de Lourdes como le prometí y le pediré que me bendiga mi profesión.
¿Si?- Le di un beso en la mejilla. Daniel me estrechó fuerte como si fuera a morirme.
-Me da miedo perderte, es todo.
-¿Quién más va a soportar tus ronquidos como yo, eh? Además, mi perra está
acostumbrada a que tú la lleves en el auto todas las mañanas.- Justamente hablando
de ella, llegó corriendo al estudio, brincando a los pies de Daniel.
-¡Oh, pero quien tenemos aquí! ¡La mimada de cuatro patas! ¿Quién te hizo ese
sweater verde y azul?
-Mamá me enseñó finalmente a tejer. Lo hice yo, aunque luce rechoncha con él.
-¡Uh, mamá te dijo "rechoncha"! ¡¿Maia, no le vas a contestar?!- Ella respondió de un
ladrido y luego le pasó su pequeña lengua en el rostro.
-¡Siempre atrevida con el sexo opuesto! ¡Ya déjalo!
-¡Bésame Maia, así le das celos a mami! Me la llevo así no te hace destrozos por aquí.

Eran las siete de la tarde cuando Amanda llegó del trabajo, exhausta. Le dejé la tina
con agua caliente así se relajara. Tomamos café juntos y me acompañó a oír mi
discurso para la entrega de mi sexta novela.
-Suena bien... Me gusta. Vas a ver que les va a encantar.- Apoyó su cabeza en mi
hombro.
-¿Tienes sueño?
-Un poco.
-Limpiaré la mesa. Ve a recostarte un rato. La cena no estará hasta las nueve y
media.- Un breve beso en sus labios la hizo sonreír, caminó arrastrando los pies en
sus alpargatas verdes de pelo. Maia le seguía a la recámara.
-Hey, tu. Podrías acompañarme a lavar las tazas. Deja que descanse, está cansada- Me
miró como entendiendo mi mensaje, sus pequeños pasos fueron hacia mí. Tan bien
adiestrada por Susan Connelly, madre de Amanda, Maia podía permanecer sentada en
el suelo, contemplándome lavar. Fui al refrigerador y le convidé un pedacillo de apio.
-¿Te gusta, eh? Buena chica.- relamía mis dedos alegre. Fui al cuarto sin hacer mucho
ruido. Busqué en la chaqueta la cajita negra de terciopelo. Alfred me había
acompañado un día antes a la joyería a buscar el anillo ideal. No era blanco, era un
topacio multicolor, su piedra favorita. Esperaría hasta el día siguiente, después de
que rindiera su última asignatura para proponerle matrimonio.
CAPÍTULO 2 "No puedo, no ahora"

Daniel estaba particularmente cariñoso conmigo aquella mañana de martes. El sol


comenzaba a salir luego de una lluvia copiosa. Mi alarma sonó antes aunque no
quería abrir los ojos aún.

Me quedé sentado de mi lado donde dormía, pensando, si lo que estaba por hacer
sería sensato o no. Guardé la caja en el bolsillo y fui a la cocina a preparar el
desayuno. La pequeña caniche se percató de mi presencia, agitando su cola feliz. El
cascabel dorado que colgaba de su cuello sonaba entre cada salto.
-Sh... Son las seis y media. Mamá está durmiendo.-Oí el ruido de la ducha. Cesó el
ruido semejante a la lluvia que acontecía fuera.
Arrastrando sus alpargatas, Amanda llegó a la cocina. Su mascota la recibió alegre,
dándole besos en la mejilla.
-¡Hey! ¡¿Desde cuando madrugas, eh?! ¡Hermosa, mi princesita!- Respondía a los
halagos entre ladridos y saltos. Se acercó a mí, dándome un cálido beso.
-Buen día cielo. Mmm... ¿Tostaste pan?-Había olvidado el pan.
-¡Rayos! Estaba con la cafetera ... ¿Dónde le...?- Ella me ayudó con un botón que no
había oprimido.-Ah, era ese.
-Ya te compraré una de expresso.
-Ésta me gusta, Amy. No necesito beber café con espuma.
-Pero siempre has querido beber un capuccino en casa.
-Bueno, ahora no quiero.-Traté no arrugar el ceño, aunque me consternó el cambio de
gusto repentino de Daniel.
-Está bien.-Tomamos café juntos. No me atreví en ese segundo por pedirle la mano.
Quería que fuera normalmente a trabajar.
-Mm... Estaba todo muy delicioso. Debo irme ya. Saldré temprano hoy, antes de
mediodía con seguridad.¿Ibas a decirme algo?- Tan perceptiva como siempre.
-No, nada. Ve. Nos vemos en el lugar de siempre para almorzar, ¿Te parece? Afuera,
así también viene ésta señorita peluda.-Ladró como afirmando.
-¡Aja! Ella también quería opinar.

****
Notaba que Daniel actuaba raro. Lo intuía pero jamás pensé que sería lo que más
temía.
Nací en lo que todos veían como una familia nuclear, mis padres, Margery y yo. Pero
por dentro éramos cuatro fragmentos a la deriva, cada cual con sus problemas.
El matrimonio de mis queridos y ya ancianos padres pasó por más altibajos que
mesetas de paz y amor.
Mi madre vivió de quejas año tras año por la clase de hombre con el que se había
casado, las hijas poco brillantes que había concebido.
Había aceptado contentísima el hecho de que Margery tuviera a su hija por vientre
alquilado, dado sus problemas de salud. En cambio a mí, era su maldito reflejo pero
la versión rebelde. No quería de pequeña ni de adolescente enamorarme para no
terminar como ella, una mujer amargada, desgraciada, desagradecida de la vida y
pesimista.

Margery, quien había tenido más conflictos con mamá era quien acudía más a las
fiestas y las reuniones familiares. En mi caso, nunca llevé a un joven a casa, a
diferencia de Margery que llevó a Andrew, su actual marido, a que papá lo conociera.
No quise, en mi momento de noviazgo, que Daniel conociera a mi madre ya que su
actitud es demasiado tajante e intimidante. Por ello, elegí mejor a que papá le
conociera, y gracias a Dios, se hicieron grandes amigos.
Pero el matrimonio, es algo que me aterra… Me aterra a terminar tan mal como mis
padres o como casos que ya he visto cómo han culminado…

Era tarde ya. A eso de las ocho estaba de vuelta en casa. Vi luces, asumí que Daniel
había vuelto temprano.
-¡¿Dany?! Aprobé el examen. ¡Dios! No sabes lo cansada que quedé pero ya estoy
mejor... -Respondí aunque no recibí respuesta. El patio lucía precioso con las hojas
de otoño. Daniel estaba fumando afuera, de pie en el porche.
-Ah, aquí estás.- dije al fin.- Caminó lento hacia mí y me abrazó con ternura. Lo que
más amaba de él eran sus abrazos, sentir su calidez a mi alrededor, me sentía
cuidada, protegida. Algunas lágrimas de cansancio, como solía pasarme luego de
cada examen, recorrieron mis mejillas.
-Te juro que a los veinte y seis años quería abandonar todo esto y huir contigo...
-Lo sé, Ams…
-Pero era insensato porque mi sueldo era pequeño y ...
-Sh... Ahora estamos bien. No nos falta nada, Ams. Tengo algo que mostrarte.- Parecía
ser algo rectangular, como un libro. Lo abrí y me conmovió al ver la tapa.
-¡¿Esto es... ?!
-El primer volumen de la serie que has hecho con Alfred. Lo envié a mi editorial a que
le dieran un vistazo y les encantó. Hace falta leer historias como ésta.- Acaricié la
tapa, llena de estrellas y entre ellas la más brillante de todas.
-La luz del crux. Como cuenta la novela.
-Y unas alas de fondo. Es lo más romántico que simboliza la trama ¿No?
-Me dejas sin habla... Yo no creí.... No creí que harías esto por mí. No te pedí que lo
hicieras.
-Pero soñabas con que dejara de ser un PDF. Dicen que restaurarán los satélites en
unos meses y la gente volverá a leerla en internet pero como libro vale mucho y
quizá más. Tu sueño era tenerlo en tus manos y aquí lo tienes.
-Si, es lo que quería. No quería venderlo pero si tenerlo así. Gracias.
-Ah... Espera... No es todo.- Me sirvió una copa. No me di cuenta que en la mesa del
jardín habían velas encendidas y la cena estaba tapada con paños. Una cena a la luz
de la noche y parecía que las estrellas brillaban como si estuvieran a centímetros de
nuestras cabezas.- Quiero que... Cierres los ojos.
-Daniel... ¡¿Más sorpresas?!
-Por favor.- Sus ojos, lo primero que me hizo enamorar de él. Hice caso y cerré los
ojos. Sentí que me tomaba las manos con su mano derecha, sus grandes y largos
dedos y su gran palma podían caber una mano mía y la mitad de la otra. Acarició mis
nudillos y abrí los ojos, contemplando una caja de terciopelo negra.
-Ya estamos en los treinta pero... Si no te lo pido ahora ¿Entonces cuándo? Iba a
hacerlo cuando tenías veinte y seis pero... Creí que no era el mejor año. - No sabía
qué decir, cómo reaccionar. Traté no reflejarlo en mi rostro pero el ceño me hizo una
mala jugada y mis manos instintivamente se alejaron de la suya.
-¿Qué ocurre?
-Es difícil .... Verás... Yo no .... No quiero decir un Si falso ni un No rotundo pero...
-¿Pero qué?
-No puedo casarme... No pienses que es por ti...
-¿Entonces por qué? No te comprendo a que viene todo éste enredo de palabras,
entre si y no. No hay mucho que analizar... O acaso es ... Que ya no sientes algo por
mi.- Vi tristeza en su mirar y lo único que pude hacer, en mi patética personalidad,
fue dejar correr algunas lágrimas.
-Es que... No puedo, no ahora.
-¿Por qué? Tienes 28 años, yo treinta. ¿Qué esperas? ¿Ya no me amas? ¿Es eso? Lo
entenderé.
-No es eso... Yo no... Jamás planeé casarme. Nunca lo vi en mi vida como una meta.
-¡No todo en la vida es un objetivo que has de alcanzar! Has rendido tu vida a los
estudios desde los dieciocho años.
-Eso no quiero. Vivir prisionera bajo un título de esposa. Quiero ser más que eso.
-¡No te estoy imponiendo vivir en la cocina! No sabes cocinar, para empezar. Te
quiero en mi vida, Amanda. Desde el primer día que te ví, desde el primer beso que
te di, desde el primer abrazo que te dí, me dije que quería pasar el resto de mis días
contigo.
-Lo siento, Daniel... Pero… No puedo.

Bajé la cabeza, me sentía derrotado, como si una espada me hubiera atravesado.


-¿Sabes a qué me recuerda ésta situación? A cuando peleamos en septiembre del
2016. ¿Recuerdas el por qué fue?
-Por tu primer ataque de ira.
-No. Eso le dijiste a todos. A mis primos, a mis amigos. Me hiciste pasar como el malo
de la historia, inclusive mis lectoras me trataron de golpeador cuando tu y yo
sabemos bien que jamás te pondría la mano encima.
Fue el primer intento que quise pedirte matrimonio y me dijiste que no, igual que
ahora. Pero veo que ni a los 26 ni ahora puedes tomar las grandes decisiones. Y no es
temor al matrimonio, temes decidir, siempre te costó tomar decisiones.... En cuanto a
mis ataques de ira, los llevo controlando desde los veinte años, Amanda. Eso lo sabe
hasta tu hermana- Se llevó consigo la caja, tomó su abrigo y cerró la puerta con
fuerza.

Me quedé sentada en el asiento de hierro del patio, limpiándome las lágrimas. Esa
noche, cada cual durmió en cuartos separados. Al día siguiente debía partir e ir a ver
a mis padres para contarles la buena noticia que ya había culminado mis estudios.
Viajaría con Margery a bendecir mi profesión y en el próximo mes tomaría el vuelo a
Irlanda. Pedí consejos a Margery, sin embargo, ella siempre daba lo contrario.
Margery es dos años mayor, casada con un defensor y fiscal de distrito. Hace tres
años que están casados. Luego de bastante tiempo con el cabello castaño, Margery
decidió volver a su clásico rubio oscuro, logrando así resaltar sus ojos color
almendra.

-Nunca me cayó bien Daniel, y lo sabes, hasta que se ganó mi amistad a cuentagotas.
¿Qué te hizo ahora?
-Me pidió matrimonio... Y le dije que no.
-¡Cielos! Te ha soportado todos estos años ... ¿Y te lo pidió ahora? ¿Por qué dijiste
que no?
-Tu sabes bien lo que pienso del matrimonio.
-¡Ya sé que lo ves como un trámite que implica ataduras legales! Pero... Ams, él te ha
acompañado tanto pero... Bueno... Si aún no estás lista.... Vas a esperar a que se te
cuece el arroz y ....
-¡Margery! No planeo tener hijos ¡¿De acuerdo?! ¡Tu lo hiciste porque elegiste hacerlo!
-¡Elegí hacerlo porque quería tener una niña con el hombre que amo! ¡Oye! Ya que le
has dado un no definitivo a Daniel, pues, puedes acudir a Jonathan... ¿O no?
-¡¡Ay por favor!! ¡Es un amigo! No sentí nada por él. No debí venir...
-Un lindo, apuesto y gallardo amigo. ¡Era tu deber venir!
-¡Ya cállate! ¿Y papá?
-Arriba, en el ático. Mamá está en el living tejiendo crochet, por si te interesa
aprender. ¡Lo olvidaba, tu hobby es redactar novelas de ángeles porno!
-Al menos sé conjugar verbos y no presentar evidencias falsas. Mucho mirar "How to
get away with Murder" de Viola Davis te calcinó tu ética.
-Se llama tener estrategia.

En lugar de ir a ver a la lunática de mi madre, acudí al hombre que siempre tenía


paciencia conmigo. Sentado en su silla mecedora, acompañado de un café humeante
y uno de sus viejos libros de cuero, ahora forrados en nylon para preservar sus
tapas, leía a mi favorito, Oscar Wilde, mi adorado y fiel padre.
-¿Se puede?
-Claro, cariño, pasa. Acá hay otra mecedora.
-Luce nueva.
-La compré hace poco. A tu madre no le gusta venir aquí pero a mi me encanta. Es
tranquilo, no hay ruido y puedo leer en paz. ¿No estás feliz de haber terminado la
universidad?
-Si, lo estoy... ¿Crees que está mal elegir los sueños en lugar del amor?
-Depende de lo que tu quieras en el momento. A tu edad, hice muchas cosas. Fueron
metas profesionales... Pero no son lo mismo a cuando compartes un sueño con esa
persona que quieres. Son senderos divididos que, dependiendo de su caminante, o
pueden seguir así o bien puedan bifurcarse en un solo rumbo. ¿Pasó algo con éste
muchacho... eh...? ¿Daniel? - Sólo entre él y yo compartíamos mi relación con Daniel.
Mamá era muy prejuiciosa y Margery hizo lo mismo con Andrew, a quien lo presentó
primero fue a papá y a mamá directamente le entregó la libreta de matrimonio antes
de que pudiera protestar.
-Le di un no ante una propuesta de matrimonio. Necesito una pausa y ver qué quiero
de ésta relación.
-Es un hombre hogareño, taciturno, un tanto callado pero me cayó muy bien cuando
me lo presentaste. Tu madre probablemente lo hubiera espantado en su
interrogatorio y criticado por el hecho de no poseer título alguno.
-Está rindiendo leyes a distancia y ya ha publicado su sexto libro en Amazon. Es una
segunda entrada de dinero para él y le ha motivado el cariño que le han dado sus
lectoras.
-Lo sé. Tengo una copia del tercer libro. Muy romántico su modo de escribir, me
gusta.- sonrió. John Connelly ya en sus ochenta y tantos años podía saber qué clase
de hombres eran dignos para sus dos hijas y sabía que tanto Andrew como Daniel
eran decentes, oriundos de familias de clase media-alta y con trabajos estables.
-Pues, si éste viaje a Irlanda te ayudará a pensar mejor... Ve. Necesitas volver a estar
a distancia y valorar desde fuera si la relación puede o avanzar, o llegar a su fin. No
voy a defender ningún bando, cariño. La decisión de seguir con él está en ti. ¿Si?
-Lo sé. Te quiero papá, sabía que podía contar contigo.
-Siempre acude a mí. Tu madre.... Mmm, no tiene buen tacto con las palabras. Bah,
nunca lo tuvo.

Pasé unas dos semanas con ellos, ayudando a mi madre con los quehaceres mientras
se dedicaba a su jardín y sus flores.

Empaqué mis cosas, estaba enojado y no quería cruzarme con Amanda cuando
volviera de su viaje de regreso de San Francisco. Le dejé comida y algunas cosas. Sin
recado, sólo una rosa que había hecho con retazos de goma eva que había hallado en
el cuarto de manualidades.

Suspiré, me llevé un retrato con una foto de los dos abrazados.


-Otra vez, más que apuro, ésto fue un error.- me dije.
CAPÍTULO 3 "Cuando éramos jóvenes"

Salí a buscarle en mitad de la noche. Una angustia me oprimía el pecho. Sabía que era
la culpa y el remordimiento de haberle dicho ese "no" tan cortante como si fuera un
cuchillo de hielo.
Allí estaba Daniel, sentado en un banco con los brazos cruzados, tiritando con su
largo abrigo negro. Había olvidado cuán atractivo podría lucir serio. Ya robusto por la
edad pero esa mirada, sus ojos fueron lo primero que me enamoró de él porque
sentía poder ver más allá del color. Sus ojos verdes eran un marrón profundo de
noche. Daniel estaba esperando un colectivo, seguramente para ir a ver a su padre.
-Daniel... Espera.
-¿Qué quieres que espere? ¿Otra declaración tuya de desprecio?
-¿Qué querías que dijera?
-Un "si", como lo dicen todas cuando un hombre les propone matrimonio. No aprendo
más contigo.
Siempre caigo en lo mismo. Y no es tu culpa, ya sé que no te crees como las demás
porque no eres como las demás. Sólo quieres ser libre, vivir tu vida, hacer lo que te
plazca, ser malcriada, hacer las cosas que no pudiste hacer de joven. Eso lo entiendo.
Pero... que no quieras compartir tu vida con alguien más, eso aún sigo sin
comprender el por qué.
-Si quiero compartir mi vida contigo. La he compartido desde que nos conocimos en
el mall.
-Fue diferente en aquellos años. Eras más abierta conmigo, hacíamos todo juntos,
inclusive escribir novelas... Hasta que de un año para el otro cambiaste. Ya no eras
esa muchacha alegre, feliz, iluminada.
-La vida me hizo pisar la tierra. Tu me dabas un mundo de colores del que no podía
vivir atada por siempre. Tuve que trabajar porque papá enfermó y mamá iba a ser
operada de un coágulo en la pierna. Vi la realidad frente a mí y dejé a un lado el
mundo fantasioso de amor y final feliz. Jamás te pedí que me dieras una relación
novelezca e idílica. Y lamento mucho que hayas perdido tantos años junto a mí.
-No los desperdicié, Amanda.-Se sentó a mi lado y tomé su rostro con una mano.- Me
acompañaste mucho, en las buenas y en las malas.
Quizá, el hecho de que surgiera éste viaje es una señal de que debemos darnos
tiempo.
Fue muy pronto de mi parte proponerte matrimonio, acepto mi error.
-Ya me lo habías pedido cuando tenía veinte y seis y te rechacé aquella vez. De
verdad, lo siento mucho. A esa edad, estaba muy preocupada en perder el año
académico, peleamos muy fuerte y no nos hablamos por un año y medio.
-Como ahora.-ella bajó la mirada. En mi abrigo seguía la cajita, había olvidado
empeñarla.-¡Rayos! Olvidé dejar esto en la casa de empeño.- Daniel contempló la caja
por unos segundos. En sus pequeños ojos se resguardaban sus lágrimas. Reaccioné
rápido y manoteé la caja de sus manos.
-¡¿Qué haces?!
-Lo llevaré conmigo... Tienes razón, el viaje a Irlanda me ayudará a pensar... Lo
cuidaré bien.
-¿No quieres que lo nuestro termine, verdad? Pensaba que querías dar un final
rotundo y sin rodeos.
-No es eso... No quiero que esto, nosotros, acabe así, con éste viaje... Pero por otro
lado... Yo... Yo necesito distancia de ti, como antes.
-Bueno, ésta vez serán más que cincuenta kilómetros, un puente y dos paradas de
colectivo. Ahora nos separará un continente y cuatro años.-Tomé su mano, besé sus
nudillos, contando hasta mil para no quebrarme en llanto.- Te amo demasiado, Amy.
Y sea cual fuera tu decisión, estaré aquí, esperándote, ¿Si?- Estaba en la misma
situación que él, conteniendo las lágrimas. Maldecía por dentro que tan tarde, tan
próximo a Navidad fuera el viaje a Irlanda.

-¿Recuerdas cuando peleamos aquella vez?


-2016... Si, cómo no olvidarlo. Me arrojaste una pantufla de dormir a la cabeza pero
fallaste.- dije y ella sonrío.
-¿Por qué fue?
-Me había cruzado con Blanche en el centro y le ayudé a inscribirse a un grupo de
adictos anónimos. Y porque te oculté un mensaje de ella del móvil.
-No fue eso lo que me hizo enojar. Te habías puesto celoso por un colega mío.
-Cierto... Siempre tienes la razón.- la sentí tiritar y extendí un brazo para darle calor.
-Regresemos a casa.- me dijo Amanda, me quitó una valija de la mano y no se separó
de mí.
Dejé la valija en la habitación mientras ella llenaba una palangana de agua caliente y
café.
-Sácate las medias. El doctor dijo que debes cuidarte los pies.- me retó con ese tono
materno.
-"Por la diabetes", lo sé.-Me quitó una media y su cálida mano sintió lo helado que
tenía el pie izquierdo.
-¡No seas lento! ¡Los tienes entumecidos!
-Gracias a ti.- dije al fin.
-Yo no te dije que te largaras de casa. No exageres.- me reí en carcajadas.
-¡¿Qué dije?! - Amy llevaba un saco de lana largo, una blusa de escote en V y el
cabello suelto.
-¿Nunca dejaremos de pelear?
-Una vez dijiste que pelear es sano ...
-Para fortalecer los cimientos.- Daniel entrecerró los ojos, sus labios me invitaban a
besarlos y me senté en su regazo. En sus labios encontraba paz, una tranquilidad
infinita y su modo de besar era irremplazable.

Ella era la segunda mujer en mi vida que había besado pero ella sólo había estrenado
sus labios a mí. Tan finos y suaves, sin precisar de un labial, su boca me daba las mil
y un sensaciones de las que mi cuerpo se sentía vigoroso, exultante, sediento y
anhelante de más.
-No tienes... No tienes por qué marcharte. Quédate conmigo, Amanda.
-Lo sé... - dijo sin aliento y ese mágico rubor cautivó sus mejillas.-Pero tengo que...
Debo ir a Irlanda.- Volví a besarla con ansias pero con dulzura y lentitud. No quería
que terminase la noche. El reloj marcaba la una y treinta y tres de la madrugada.
-Estos cuatro años que pasen... Intentaré recordarte como ahora todos los días... Y
pensaré que el tiempo es efímero y regresarás a mí como siempre lo has hecho.-
Quería que se callara y sólo me abrazara como lo estaba haciendo.
-Voy a volver... Volveré ... Con la mente más clara y... Con una decisión... No quiero
que pienses que voy a olvidarte.
-No lo hago.- La besé una vez más y me aparté unos centímetros.
-La noche es joven aunque nosotros ya no lo seamos.- Sus brillantes ojos marrones
me miraron con ternura.
-¿Qué sugiere ese brillo en tu mirar, mm?
-Ya me has descifrado de joven. Adivina ahora.- Tragué saliva, tenía ese hormigueo
nervioso como si fuera la primera vez que la tuviera sentada sobre mí. Ella asintió la
cabeza como si hubiera acertado en sus pensamientos.
-Tengo... Los pies en la palangana...
-¡Oh! Lo había olvidado.- Se incorporó y me tendió una toalla.-¿Tienes hambre?
-Lleva unos emparedados al cuarto, si es que me da hambre de madrugada. Gracias-
contesté.
-No tienes por qué agradecerlo.- El rubor seguía vigente y junto a esa leve sonrisa
hacían el mejor maquillaje.

Cada cual buscaba su pijama en su closet, ella a la derecha y yo a la izquierda de la


habitación. Sin sujetador, la vi de espaldas y tenía un moretón a la altura de la cadera
izquierda.
-¿Qué te pasó ahí?
-Caí en el colegio hoy por la mañana. No es nada.
-¿No te has puesto hielo?- Su mano tan grande cubría mi golpe. Daniel nunca tenía las
manos heladas como yo.
-No. No es nada, déjalo.
-¿Tomaste un analgésico?
-Si, si tomé.- Sentía su respiración cerca, extrañaba una caricia suya. Quizá la rutina
fue lo que también nos hizo distantes y aquella noche parecía que nos habíamos
reencontrado.
-Sé que ésto se propone casados... Pero como no es tu estilo... Nunca lo hemos hecho.
Bueno, yo si pero tu no.
-Deja de enrostrar que te desvirgaste joven.- su fruncir de cejas me hizo reír.
-No me agranda el ego haberlo hecho con Blanche. Debí haber esperado a la indicada.
Como tú lo haces.
-¿Acaso no te crees el indicado para mí? Cuando éramos jóvenes, tenía ese miedo de
hacerlo y quedar embarazada, por eso nunca me entregué a ti. Y te fui muy clara en
mis condiciones.
-Hasta ahora.
-Aja. Pero ahora, tu y yo somos lo suficientemente grandes para cuidarnos ¿No?- Ese
brillo en su pupila era de decisión. Pestañée rápido y un tanto nervioso.
-Ese moretón será un problema si quiero dejar mi mano descansar allí.
-¡Ah, ahora de viejo retrocedes, está bien, buenas noches!- Iba a apagar la luz de la
mesilla de descanso cuando la abracé tiernamente y fundí mis labios en los suyos. Un
gemido suyo falleció en el beso. Abrazándonos y acariciándonos, permanecimos así
un largo momento. Mi reloj rezaba las tres. Amanda dormía acurrucada a mí, extendí
mi brazo derecho para abrazarla.
Dormida me dijo "te amo", algo de que en el plano de su consciencia nunca había
logrado decir.
-Yo también te amo.- El ticket reposaba en el estante de libros, entre los de J.R.R.
Tolkien, colección de ella & George R.R Martín, los míos.
Si lo rompía, me odiaría por meses. Si no lo rompía, aceptaría el reto de lidiar cuatro
años sin su presencia. Esa noche fue inolvidable, más allá de todo lo ocurrido, había
entregado su alma y cuerpo a mí. No podía defraudarle haciendo añicos el pasaje a
Irlanda así pensé esa madrugada que aceptaría su decisión de viajar.
CAPÍTULO 4 "Voy a extrañarte"

Era ya el seis de diciembre, fecha que tenía mi vuelo a Dublin. Mis padres se
despidieron de mi junto con Margery antes de subirme al taxi con destino al
aeropuerto.
Mi madre, Susan Connelly, pese a sus años, seguía luciendo esa mirada de acero,
inquebrantable, elegante con sus conjuntos de traje y el cabello totalmente blanco,
me miró con esos grandes ojos marrones y apretó mis manos con fuerza y cariño a la
vez.
-De joven jamás quisimos que viajaras fuera del país... Pero ahora... Eres una mujer
hecha y confiamos que te cuidarás mucho. En la maleta te puse comida enlatada,
tranquila, va cubierta en tuppers bajo algo de ropa.
-Ama, cielo ¿Llevas tus libros de Tolkien?- preguntó papá. Él siempre sabía que eran
mi tesoro y llevaba los seis conmigo a todas partes.
Sonreí antes que me ganasen las lágrimas.
-Si, papá.
-Si puedes, sácale una foto a la estatua de Oscar Wilde. ¿Si?
-Por supuesto, papá, cuenta con ello.- Margery me abrazó de sorpresa.
-Cuídate mucho, ¿Si? Eres todo lo que tengo, Ams.
-¡¿Estás llorando, Margery?!- Se apartó un poco.
-Una basura... Me entró una basurilla en el ojo. ¡Por supuesto que estoy llorando! No
te veré dentro de cuatro años.
-Voy a volver... Lo prometo.- La abracé y nuestros padres se sumaron, los cuatro
abrazados. Andrew, mi cuñado, me ayudó a guardar las maletas.
-¿Y Daniel?- me preguntó.
-Tiene un discurso en la feria del libro a éstas horas.- Todos parecían haber fruncido
los labios, decepcionados por su actitud. Yo sabía que él no querría despedirse
porque odiaba hacerlo.

Ingresé al taxi y le pedí que me llevara al aeropuerto. Me coloqué los audífonos,


llevando en el todos los álbums de Westlife, quienes me acompañarían en todo el
viaje.
Llegué al mostrador, donde me atendió una señorita, me entregó el pasaporte y el
ticket con el timbre. Al principio, esperé sentada con mis maletas hasta que
anunciaron por parlante que el avión que iba a mi destino ya estaba preparándose
para abordar pasajeros. Una larga fila de viajeros se formó en la plataforma 335.
Llevaba en brazos un abrigo y "Las Dos Torres", mi favorita, para leerla. Ya la había
leído más de una vez pero adoraba leerla e imaginarme la música de Rohan en mi
mente.

Fue inesperado ver que Daniel apareció entre una multitud, corriendo hacia mí. Venía
con aquel traje azul marino que le había obsequiado para su cumpleaños número
treinta, sin corbata y con una camisa blanca abierta en sus primeros dos botones.
Detuvo el breve trote hasta que llegó hacia mí.
-Pensé que no vendrías.
-¿Cómo no iba a venir a desearte buen viaje?- Me estrechó fuerte en sus brazos. Quise
llorar pero me mantuve fuerte. Igual a cuando aquella vez rompí en llanto al aprobar
la cursada fonología tres.
-Sé que tu sueño siempre fue Irlanda, por eso no puedes irte sin esto.- Había
mandado a hacerme una remera larga con los acantilados de Moher y la frase en
verde "I love Ireland".
-¡Es preciosa!
-Y esto.- Me dio un paquete.- Ábrelo cuando ya estés en el avión.
-Desearía poder llevarte conmigo.
-Todavía no eres Scamander para que me lleves allí dentro.- Reímos. Debía avanzar
sino la gente detrás de mí iba a molestarse.
-¿Qué pasó con tu discurso de hoy?
-Le pedí a Erik que lo pasara para ésta tarde. Creo que vendrán más autores. Te
perderás ver a Nora Roberts y Nicholas Sparks.
-¡¡¿No?!! ¡¿En serio?!
-Si. Juntaron a los legendarios Best-Sellers con la chusma enardecida como yo.
-No digas eso. Has batido el record en Amazon el año pasado.
-Y Wattpad. Pero mi mundo digital no se compara con ellos.
-Vas a ver que sí.
-Tu también podrías serlo.- Daniel siempre recordándome de mi vieja afición. Lo dejé
todo atrás por la carrera y el trabajo.
-No. El mundo de los escritores dejó de ser mío.
-Pero formas parte del mío todos los días. Me has dado tantas oportunidades,
Amanda, que sería un idiota si te dejara partir. Pero quiero verte volar, que
encuentres tu sueño como yo hallé el mío gracias a ti.
-Tampoco quiero que te alejes de mí. Voy a extrañarte y no te imaginas cuánto.
Sigues siendo mi musa, aquí y aquí dentro- Le indiqué mi mente y mi corazón- En
todo lo que se me ocurrió escribir estabas tu porque nunca retraté a un Señor Darcy
en mi cabeza. Siempre eras tu mi ideal.
-Y tu el mío.-Nos abrazamos una vez más. Ya me encontraba en la entrada del
pequeño pasillo que me conducía al avión. Me dio algo en la mano que mantuve
como puño. Entregué mi pasaje, me devolvieron una parte del mismo y caminé hasta
llegar al sector comercial, el primer asiento a mano izquierda que daba a la
ventanilla. Abrí mi mano y me emocioné al ver un viejo dije que hacía años que no lo
veía.
-"El cupido de Melanie O'Connor", cómo no olvidarme.- La plata estaba oscurecida en
las piernas del pequeño angel pero su rostro, arco y flechas seguía brillante. Lo
enganché a mi cadena al cuello. Acomodé mis cosas, por suerte no tendría
acompañante así que podía dejar todo junto a mí. Abrí el obsequio envuelto. Me
detuve al ver una pequeña tarjeta escrita a mano por Daniel.

"¿Recuerdas que plasmamos nuestra historia en una novela? "Profundamente lo


siento". Ahora ha obtenido cinco estrellas en Amazon y pasara de ebook a papel. Ésta
es su primera copia en físico y es tuya. Con dedicatoria y un marcador de libros
personalizado. Seré tuyo siempre y te extrañaré estos cuatro años cada día y cada
mes. Será difícil escribir sin mi musa presente pero todo en mi vida fue un desafío.
Incluso lo fue en conquistarte y reconquistarte más de una vez. Y logré hacerlo. Te
amo. Daniel"

En efecto era la segunda novela que habíamos hecho juntos por allá en el 2015 en
facebook. Sin mucha opinión lectora y permaneció en dicha plataforma digital por
dos largos años hasta que Daniel emprendió la carrera de letras para mejorar su
talento. Le había dado un empujón porque sabía que había nacido para escribir.
El marcador de libros, era una foto de los dos juntos, cuando él tenía apenas veinte y
ocho años y yo veinte y seis.

"Amy y yo, 15 de Diciembre 2016”.

" Tye-meláne" (Te quiero en elfico)

Dublin, Irlanda

Dos días después de hallar una residencia barata y recorrer los sitios cercanos a ella,
recorrí el centro, conocí el "Temple Bar", la estatua de bronce de James Joyce, ingresé
al Trinity College, sitio donde me reuniría con la magister en letras, Sarah Tully. Una
señora mayor, cabello corto blanquecino, vestida de un saco gris y una larga falda
negra me atendió.
-¿La señora Tully?
-Si, tu debes ser la estudiante del Fullbright, ¿No? No todas tienen la suerte de
acceder a ésta beca. Verás, el plan de la beca es que puedan seguir perfeccionándose
en la disciplina que se han graduado. Podrás enseñar en instituciones de nivel inicial
y medio. En tu caso, dadas las calificaciones que has obtenido...
-¿Disculpe? ¿Ocurre algo con la nota? Me habían dicho que aceptaban a partir de 6 en
adelante.
-Si. Bajamos un poco la exigencia. Hace seis, ocho años atrás, el requisito máximo
eran notas de 7,80 en adelante. El tuyo no es tan mal, 6,80. Nos enviaron datos de tu
legajo.- Me mordí los labios, pensando que habrían visto todos los 2 y 3 de los
incansanbles intentos de rendir como kamikaze en cada materia.
-Las bajas fueron reiterados intentos por aprobar. Nunca me rendí ante cada
desaprobado.
-Lo anotamos y nos gustan los alumnos que perseveran. Pero la perseverancia no lo
es todo en la vida, señorita Connelly. Su currículum da muy buenos datos de su
segunda afición, no es carrera pero aquí carecen mucho los intérpretes y
traductores.-No podía creer lo que oía, luego de once años matándome por una
carrera, ahora me querían por mis cualidades con la que había dejado "¡¿Qué rayos
tienen en la cabeza?!" pensé.
-Entonces... ¿Me va dar alguna escuela o a traducir documentos?
-Podrás empezar en Febrero en la escuela Saint Patrick. Estas inscripta para dar
también en Sligo, pero eso será hasta el año siguiente. Ahora, por este tiempo, dado
que se avecinan las fiestas, podrás trabajar con Edward Gallagher, es doctor en
lingüística y traductor. Podrás hacer pasantía con él, necesita una ayudante. Edward
trabaja tambíen en The Sun y el Daily Ireland, precisa de una secretaria.- Bien, no era
algo tan wow pero imaginaba que al principio sería difícil. Tierra nueva, gente nueva,
nuevas reglas.
-¿Te parece bien?
-Si, por supuesto.
-Me alegro. Edward tiene su oficina por éste pasillo, mano derecha, tercera puerta.-
Seguí sus indicaciones que me llevaron a un pasillo bastante lejano del campus. La
tercera puerta estaba casi próxima al área de baños públicos. Toqué la puerta pero
nadie respondía. Entré sin que mis mocasines hicieran ruido.
-¡¿Señor Gallaher?! Soy Amanda Connelly, becada de Fullbright.
-¡Es Gallagher! Pase, pase. Póngase cómoda.- Las sillas estaban apiladas de cajas con
papeles. Dejé una en el suelo y me senté.
Edward Gallagher era un pintoresco irlandés de cabello largo, desalineado, barbón y
de ojos celestes. Llevaba un viejo chaleco marrón, una camisa a rayas sin plantar y
unos pantalones cafés descoloridos.
-Esas brujas te mandaron a mi ¿Eh? Se deshacen de los hijos del rigor. Siempre eligen
a los nenes de elite en los mejores cargos. No pienses que conmigo no crecerás
profesionalmente hablando. Te convertiría en una excelente ayudante en lingüística
formal y hasta podrías dar clases en España si quisieras. Pero, eso podemos hacerlo a
escondidas de ésta gentuza hipócrita. Vi tu prontuario, promociones en gramática
aplicada por tres años seguidos. Buenas calificaciones en literatura. ¿Te gusta la
literatura? ¿Redacción?
-Solía gustarme.
-¿Puedo saber el por qué?
-Sólo fue un pasatiempo.
-Me habían dicho que vendría una graduada. Como siempre, me dedico a averiguar
los intereses y vida estudiantil de mis pasantes. Te hallé en Google pero bajo éste
seudónimo con tu foto. ¿Estoy en lo correcto?- me enseñó en su tablet una foto
antigua de cuando tenía apenas veinte y cuatro años.
-Soy yo pero eran relatos muy mal redactados. Fue sólo una época en mi vida, un
hobby.
-Pues necesito que lo recuperes. Aquí vamos a trabajar mucho tu y yo. Además de
que enseñes en alguna patética escuela de aquí, quiero que te esmeres en esto a lo
que llamaste "hobby" y en las tardes te enseñaré a hacer buenos informes así
obtengas al menos la chance de postularte para licenciada en lingüística formal. Ah,
me olvidaba decirte... Los domingos trabajo en The Sun y preciso de
-Una secretaria. La señora Tully me dijo.
-¿Secretaria? ¡Vil vieja perra! Le dije una co-editora, no eso. Olvida todo lo que te dijo.
Empezaremos la semana entrante. En Navidad ni año nuevo habrá día laboral, así que
tendrás libre. ¿Alguna duda?
-Ninguna, señor.
-Empieza a llamarme Ed. Odio los formalismos.- Ojeaba mi curriculum.- ¿No dejaste
nada allá en América?
-¿Disculpe?
-¿Hijos, perros, marido?
-Ah. no. No tengo hijos. Sólo una caniche- Bajó un poco los lentes.- Y a ... A mi novio.
-¿Le dejaste en claro a ese pobre cristiano que estarás aquí por 4 años?
-Si y creo que lo tomó bien.
-¡Jum! Eso si que es amor. Bueno, mi niña. Vaya, descanse, recorra, que el lunes
empiezas.
-Se lo agradezco mucho se... Ed.
-Tuviste suerte de venir aquí y no con el viejo verde de al lado. Lunes, 8.30 y sé
puntual. Aquí no somos como en América.
-Lo sé, gracias.- Al final, parecía que mis malas expectativas fueron erróneas y
Edward Gallagher pasó a ser uno de mis mejores jefes.

Dos años después.......


2020

Solo en casa con Maia se había vuelto una nueva rutina. Ella ya era una caniche vieja
pero su rostro seguía siendo el mismo de cuando era pequeña. Sus grandes ojos
castaños me miraban cada mañana al despertar. Dormía en su camita junto a mí y me
obligaba a levantarme para sacarla afuera a que hiciera sus necesidades.
-Son las seis, Maia. Sigue durmiendo.- Me gruñó y jaló del pijama. No me quedó otra
opción que levantarme. Me llegó un mensaje de Erik, mi asesor y manager en la
industria literaria y amigo desde que había iniciado como autor.
Le llamé.
-¡Erik!
-No has salido en siglos. Levanta ese trasero y ven a verme al café de Alice.
-No terminé "Your Love, My Heart", ni siquiera sé como deshacerme de Cyara ésta
vez.
-¡Tírala por un balcón! ¡Que la empujen del puente de Brooklyn!
-¡Es en Seattle, Erik!
-Que Christian la tire de la torre Ovni. ¡O que le pase un tren! Eres bueno matando
personajes.
-¡Si, claro! ¡Para ti es fácil decírlo!
-Allá voy. Espera que me de un baño y voy para allá. Debo dejar a Maia en la
guardería canina.
-¡Es una perra, por Dios, no una criatura!
-¡Es mi mascota también, Erik! ¡Te esperas! Iré en... Llegaré en una hora.
-¡Vale, vale!, te espero.
Erik, mi representante, me aguardaba en el bar de "Alice Winehouse", una cafetería
recientemente instalada por una fan de la difunta cantante de jazz. Erik media un
metro sesenta, le era más alto por veinte centímetros más si andaba con mis zapatos
de taco a parte. Cabello corto, ojos grandes de color marrón oscuro y con su típica
chaqueta de gabardina, una remera gris, jeans y zapatos de cachimere.

-¡¡Daniel Rivers!! ¡Finalmente te jactas en aparecer! Tarde, como de costumbre.


-Lo siento. ¿A qué se debía tu llamada si no es por el libro?
-¿Estás trabajando sólo en eso? Creí que al menos estabas haciendo otra historia en
paralelo.
-Tengo una... Bah, tenía una pero quedó en la mitad.
-¡¿Y?! ¿Entonces? Si te trabas con Cyara & Christian, sigue con esa.
-No puedo.
-¡¿Por qué coños no puedes?!
-Amanda me estaba ayudando en seguir.
-¡¡Dios!! ¡No puedes aferrarte de que ella te ayude siempre!
-Lo sé... Es difícil seguir sin que ella esté cerca.
-No puedes depender de la ayuda de Amanda en seguir tus historias. ¡Tienes de todo
aquí! Los recursos para crear el ambiente de espacio y tiempo, una biblioteca a pocas
manzanas. ¡¿Qué más quieres?! Sé que eres un excelente escritor, por eso cuando te
conocí en la feria aquella vez supe que tenías talento.
-Sé que lo tengo todo pero no es lo mismo si Amanda no está aquí para compartirlo.
Siempre fuimos un equipo ella y yo, cuando a alguno de los dos pasaba por un
bloqueo, el otro ayudaba. Era una costumbre.
-¡Bueno pero ahora no está aquí! Está en Sligo en éstos momentos muy campante y tu
no puedes esperar dos años más hasta que ella regrese y te ayude ¿O si?
-Tienes razón. Está bien, tu ganas.
-¡No te gires! Ahí viene mi ex.
-¡Ay, Erik! No era tu ex, es Alice.
-¿No te conté que salí con su hija?
-¿La de veinte? ¡¿Estás loco o qué?! ¡¿Cómo se te ocurre venir aquí?!
-Es que es el mejor café expresso en toda la ciudad.
-No tienes remedio, Erik.
-Hablando de remedios... Lo que perdió el Diablo está por aquí. No voltees pero creo
que he visto a tu ex, Blanche, en la barra.- Me giré de todos modos y ella me saludó.
Blanche había sido mi primera novia en la preparatoria, la causante de años de
descontrol, adicciones y, como decía Erik, las mil y un plagas de Egipto. Un poco más
alta que Amanda, Blanche era de cutis rosada, cabello rubio platinado y ojos de un
tono celestino inclinando a casi verde.
-¡Daniel! ¡Qué sorpresa verte por aquÍ! Erik, crei que seguías de asistente de Anne
Rice.
-No... No, bueno, fue un tiempo hasta que sus hijos me echaron.-dejó de hablarle
para enfocarse en mí. Posó su mano izquierda en mi hombro. Seguía con las uñas
largas como garras y ese estilo de manicuría francesa que había pasado de moda.
Llevaba una alianza y lo que parecía ser un diamante.
-¿Te casaste?
-¡Oh! Divorciada. Empecé mal el año. Era un buen hombre, odontólogo, muy apuesto.
Estuvimos casados cuatro años. Hasta que me dejó por su secretaria. ¡Qué se le va a
hacer, todos me dejan!
-No digas eso. Luces bien ahora ¿Has ido a rehabilitación?
-Si. Desde que me entregaste aquel folleto el 2016, ¿Recuerdas? Creo que fui causante
de una fuerte discusión aquel septiembre después de tu cumpleaños.
-Tu no fuiste la causa.- Erik me miró e inclinó la cabeza, rogándome que le pidiera
que se fuera.
-¿Quieres tomar asiento con nosotros?
-¡Yo me voy!- Erik saltó de un santiamén de su asiento.- Además de representarte a ti,
tengo a Megan Maxwell que me tiene hasta la coronilla con sus conferencias de
novela erótica.-Me dio un abrazo y habló al oído.
-Cuidado con ésta pécora.
-Te oí, Erik.-dijo ella cruzada de brazos.-Tomó asiento y pedí un café con ella.
-¿Qué hay de ti Daniel? ¿Te has casado con ésta chica...? ¡Ay, siempre olvido su
nombre!
-Amanda. Amanda Connelly.
-Es muy bonita. Nunca nos conocimos en persona. Ni antes ni ahora.
-No quería que la espantes con tus cuentos.
-¡Bueno! Reconozco que fui muy mala de jovencita. Pero hoy, soy otra Blanche.- No
llevaba la sortija de compromiso en ese momento, ella seguramente lo había notado,
por ello había lanzado aquella pregunta.
-Hablemos mejor de ti. Porque de mí ya sabes todo, Blanche.
-No, no todo. No sabía que te habían diagnosticado diabetes adulta. Debiste haberme
dicho y te habría ayudado. Mi papá sigue siendo un buen médico.
-Tu padre es clínico, no diabetólogo, Blanche. Y ya tengo mi médico personal.
Amanda me ha acompañado todos estos años desde que me dieron el diagnóstico.
-Dicen que en dos años más estaría la cura. Tendrías que intentarlo.
-No. No quiero una cura. Éste castigo lo llevaré conmigo hasta que me muera. Es el
precio por el que he pagado mis pecados.
-¡Ay vamos! Yo no me arrepiento de las cosas que hice de joven. Lo pasado, pisado.
-Y veo que se te ha hecho bien olvidar que dejamos a una mujer en silla de ruedas
por andar a ciento ochenta kilómetros de velocidad. Luces adulta, educada pero
dentro tuyo sigues siendo la misma Blanche que conocí en la secundaria.
-Al menos no pretendo hacerme la buena. Y no soy como la perseverante de tu
noviecita. ¡Si supiera bien la clase de hombre que eres!
-¡¡¿Qué clase,eh?!!- Me contuve de no jalarla de un brazo.
-No eres celoso pero guardas un genio que da terror. Me pegaste una vez pero
digamos que esa ocasión fue producto de un alto consumo de heroína. Sigamos
diciendo eso. ¿Qué haría Erik si supiera de tu prontuario, mm? Si supiera que de
niñato fumabas y tomabas hasta alcohol etílico, volverías a redactar novelas en la
estúpida página de facebook. Te quedarías en la calle.
-¡¿Qué quieres de mi?!
-Recordarte que andaré por la ciudad un buen tiempo. Así que vete acostumbrándote.
Sligo, Irlanda

Edward Gallagher estaba satisfecho con mi trabajo y su columna de opinión y música


habían crecido con mis aportes como co-editora.
Con el dinero ganado en Dublin logré continuar como becada en Sligo, dando clases
en la antigua preparatoria de donde habían salido mis amados Westlife. Era un
colegio legendario, construído en madera y concreto. Tal cual como lo había
imaginado, Sligo era un paraíso de cuento, poseía ese verde eterno en sus pastos,
rural, pintoresco, caballos que venían en manadas en los grandes prados y animales
de granja que eran transportados de un lugar a otro.
Me cumplí el sueño de ir a la Cafetería de los Filan a probar un exquisito té irlandés y
tartas de una de las hermanas de Shane Filan.
-Cortesía de la casa.- Me obsequió un disco de su hermano autografiado. Shane ya era
mayor y su voz ya no sonaba como aquel ruiseñor de hacían siete años atrás. Daba
como presente a cada turista un disco de su discografía solista.
-Amanda Connelly, quién lo creería.- esa voz me sonaba familiar. Estaba de espaldas,
retrocedí antes de ir a mi mesa.
-Hola ¿Te conozco?
-¡Vaya! ¿Luzco tan diferente?-Lo miré con atención hasta que mi rostro formó una
sonrisa.
-¿Jonathan Kingsley? ¡Cielos! ¡¿Qué haces por aquí?!
-De vacaciones. Estuve trabajando en la capital con beca en el Erasmus.- Jonathan
Kingsley era un antiguo compañero de universidad con quien había perdido todo
contacto desde que había dado de baja mi cuenta en facebook. No había sido ni un
crush ni nada por el estilo, sólo un colega de interpretación y fiel amigo.
-¿La barba no te hizo reconocerme?
-Un poco. Pero tus facciones siguen igual.¡Ese mismo rostro de niño bueno!
-No sé si bueno.- respondió en risas.- Ven, siéntate. Ando solo por aquí.- Hijo único,
Jonathan pasó por ambas profesiones. Yo, por cobardía, no quise continuar con las
traducciones ni mucho menos cursar la asignatura de interpretación.
Jonathan era joven, de mi edad, treinta y uno, ya que cumplía un día después que yo.
-Tu luces radiante. No te ha pasado ni un año encima.- Su cumplido me hizo
enrojecer.
-¡No es para tanto!
-Jamás te mentiría. Y estas muy bella.- Jonathan era alto como Daniel pero al ser
delgado aparentaba un poco más de altura, cabello castaño claro y ojos verdes. No
había dado mucha amistad con él ya que se había graduado antes que yo y en ese
entonces estaba de novia con Daniel así que no andaba en búsqueda de un segundo
amor ni mucho menos a andar de a dos puntas. Llevaba la alianza en el dedo mayor
izquierdo ya que me quedaba aún un poquito grande en el anular.
-¿Cómo que solo? Con lo apuesto que eres y no tienes ni amigovia ¡¿Cómo es eso?!
-Es complicado... Preferí viajar en lugar de asentar raíces en Washington. Mi madre
sigue pensando que quizás me he vuelto pasivo. Mi abuela... Ella...-
-Oh, lo siento mucho, Jonathan.
-Han pasado dos años, ya. Descuida. Le di la suerte de conocer Londres. Era su sueño
subir al Ojo de Londres. ¿Has ido?
-No. Vine directo a Dublín. Nunca me interesó Inglaterra. Obtuve una beca del
Fullbright.
-¡Es fantástico! ¿Y por cuánto te quedas?
-Me restan dos años más.
-Que bueno. Me alegra muchísimo que estés aquí.- instintivamente tomé sus manos,
me alegró ver una cara conocida en medio de semejante lugar nuevo para mí.
-Lo mismo digo. En tierras lejanas, me alegra haberte encontrado.
-¿Hacía cuánto tiempo que no nos hablábamos?
-Mucho. Vivíamos ocupados.-le respondí.
-Y al final fuiste la amiga que siempre estuvo allí conmigo.
-Y sigo siendo tu mejor amiga, Jonathan.
-No quiero que esto suene a algo más pero... ¿Te gustaría cenar en la vieja taverna?
Queda por aquí cerca.
-Si, me gustaría.- Su sonrisa seguía siendo igual de perfecta para aquellos ojos hazel.
CAPÍTULO 5 “No Me rendiré por ella”

"-Solía ver lo bueno en ti.... Pero ya no lo encuentro. Cada vez que te enojas no me
molesta, me da miedo y desde los veinte y cinco años que me aterra tu conducta. Si
te atreviste a hacer añicos un móvil viejo, ¿Qué queda de mí? ¿Te atreverías a
ponerme una mano encima?
Éste viaje a Irlanda me hará repensar nuestra relación. Te aviso que por ahora no le
veo futuro alguno"- Aquellas palabras de Amanda retumbaban en mis sueños, en el
pensamiento. Tenía problemas para dormir últimamente y le había pedido a mi
médico de cabecera por unas pastillas para dormir.
Me encontraba en el baño, contemplando el frasco.
Temía a las drogas, recordando una época turbia de mi vida, rememorando aquel
2016 cuando discutí con Amanda y había recurrido a los anti-depresivos.
-Son sólo para dormir mejor, Daniel.- me dije en voz alta. Maia dormía en mi cama,
gruñendo por algún mal sueño. Me recosté lentamente, contando los puntos de la
madera del techo hasta que el cansancio me ganó.

Sligo, Irlanda
Jonathan me había invitado a salir. Estaba nerviosa y me reprochaba por sentir
aquello. No era una cita, era mi amigo ¡¡¿Por qué rayos me comportaba así?!!
Me bañé, me puse crema en las piernas... ¿Con qué fin? Si es pleno invierno .... No
voy a dejar que me toque .... ¿O si?. ¡Rayos! Estaba en un estambre de conflictos
mentales con Jonathan Kingsley, mi antiguo compañero universitario. Miré al reloj,
era temprano.
El anillo de Daniel resbaló de mi dedo, cayendo al fregadero del lavabo.
-¡No! ¡No, no, no! ¡Esto no puede estar pasando! ¡Mierda, mierda, mierda!- Llamé al
fontanero a que me auxiliara pronto. No podía perder el anillo de compromiso, por
más que le había dicho que no, le dije que lo pensaría bien en éste viaje.
-¡Por favor, si es preciso, rompa el caño!
-Señorita, éste sistema es fijo. El agua va al lago.
-Pero tiene que estar ahí, por favor fíjese.- Destapó la conexión del tubo al lava
manos pero no había nada.
-No hay nada aquí. Lo siento.- fue lo único que pudo decir.
-¿Sabe qué? Déjelo. Ahora debo salir y cuando vuelva lo sacaré yo misma.- le dije.
Amanda se iba cuando el fontanero golpeó un poco el caño oxidado y un anillo de
plata con un brillante topacio cayó al suelo.

El viento feroz del norte me empujaba más hacia mi destino. Acomodé mi gorro de
lana y seguí caminando hasta el bar. No podía lucir así, tan despeinada. Dejé la
campera en la percha junto a la puerta y fui al baño. Llevaba un vestido azul con
escote en V. ¿Se ven mucho? Ni modo, ya era tarde para cambiarse. Respiré hondo
hasta ver a Jonathan con un traje gris y camisa.
-Luces... Encantadora.- Por su cumplido, sentía calor en las mejillas.
-Gracias. Tu también estás muy guapo... Como siempre.- Odié mi sinceridad. Él
sonrió y me brindó su brazo. Me invitó a una elegante cena con bocados autóctonos y
postre irlandés. Estaba tomando vino más de lo habitual y temía decir cosas sin
sentido.
-¿Vas a quedarte después que termines la beca?
-Aún no lo sé. No me retiene nada aquí. Y nada en América.- No veía futuro en mi
relación con Daniel. Había llegado a la conclusión de que sus excusas, sus maltratos
verbales y reproches ya eran una rutina de todos los días. Muy poco tiempo duraban
los momentos de paz junto a él. El vino y recordar todo lo malo me hicieron llorar
delante de Jonathan.
-¿Ocurre algo? ¿Dije algo que no debía?
-No. No eres tu el motivo de éstas lágrimas. Me puse a pensar que no tengo un sitio
en especial por el que deba regresar. Sólo tengo a mi mascota, Maia. Volveré por ella,
seguramente.
-Entiendo.- Me había tomado la mano y la quería retirar. No quería que se alejara y la
sostuve.
-Verte de nuevo me trajo lindos recuerdos de la universidad. ¿Sabes?
-A mi igual, Amanda. Aunque cursamos juntos apenas tres años y medio.
-Si. Me quedé atrás... Tu egresaste y cuatro años después terminé la carrera. ¡Cielos,
diez años estudiando!- Nos reímos y cambiamos de tema.
No quería que culminara la noche. Había sido una bella velada. En lugar de tomar un
taxi, nos fuimos caminando con destino a mi residencia.

Me temblaban las manos, caminar junto a ella. No sabía si debía decírselo pero
presentía que no habría otro momento oportuno para hacerlo.

-¿Quieres pasar a dentro y tomar un café?- Me preguntó Amanda, con una sonrisa.
-Amanda, yo.... He guardado esto por muchos años... Y .... Puede que no sientas lo
mismo pero siento que debo decirlo aquí... Ahora.- Ella arrugó un poco el ceño.-
Siempre te amé pero nunca tuve el coraje de decírtelo en persona. Solía mirarte a lo
lejos, temiendo que si te decía la verdad, nuestra amistad se arruinaría por siempre.
-Jonathan... Yo no... No sé qué decirte... - Fui impulsivo y la arropé en mis brazos,
dándole un cálido beso.

Hacían cuatro años que había olvidado lo que era ser besada. Los únicos labios que
conocí fueron los de Daniel pero ésta sensación era nueva, como si me enamorara
por primera vez. El hormigueo de la sangre corriendo en mis venas, desde mis
piernas hasta la nuca... La calidez de sus manos en mis mejillas.... El abrazo que
luego abrigó mi cuerpo... Se percibía como una experiencia novedosa de la que mi
cuerpo respondía como algo exótico. En esa fracción de segundos me olvidé de todo.
Me dejé llevar por sus besos. Olvidé todo, inclusive el hecho trágico que había
perdido la sortija de Daniel.

A la mañana siguiente desperté y Amanda no estaba a mi lado, sólo las sábanas


arrugadas, huellas de lo que había ocurrido anoche. Anoche, cómo no poder olvidar
que había estado en mis brazos, durmiendo en mi pecho. Me vestí apresurado. El
reloj dictaba las ocho, quizá había ido a trabajar.
Ahora no podía echarme atrás.
-Debo hacerlo, No puedo renunciar a ella. No ahora que está por volver a América. No
puedo.

WASHINGTON

El cuarto año ha llegado y tengo cita con mi diabetólogo.

-Daniel... Debemos volver a cambiar la medicación.


-¿Por qué? Ésta es la tercera vez que lo ha hecho. ¿Qué ocurre?- Sacó los estudios del
sobre.
-Tienes un quiste en el páncreas, Daniel. No te queda mucho tiempo. ¿Lo puedes
ver?- Me indicó con su lapicera la gran mancha oscura que se expandía por un lado
del páncreas.
Estaba en shock... Me quedé inmóvil, tratando de hacer oídos sordos a la serie de
tratamientos que me indicaba el médico que debía hacer inmediatamente.
-Te indicaré que vayas con el doctor Ferguson.
-¿Cuánto me queda sin el tratamiento?
-Unos.... Seis .... Cuatro meses, Daniel.
-Dígame cuándo puedo empezar.
-Lo más pronto posible. Mañana mismo.
CAPÍTULO 6 “Riesgos”

Ya estaba a fines del útlimo mes por culminar mi beca de cuatro años. Estaba ansiosa por
regresar a Washington. Me comuniqué con mi hermana Margery, avisándole que dentro de poco
ya estaría pisando suelo americano. Ya había empacado mis cosas y guardado los obsequios
para mis padres, Margery y mis dos pequeñas sobrinas.

WASHINGTON

Salí a la calle, pensando en qué iba a hacer éstos meses que me restaban. Pasé por casualidad a
una librería. Aún restaban copias de "Profundamente Lo Siento", aquella vieja novela que narraba
el noviazgo jovial entre Amanda y yo. Fue el destino quizá, John Connely, padre de Amanda,
estaba allí. Se había dejado una barba blanca tupida, llevaba sus lentes de lectura puestos,
observando el lomo de cada libro de un estante a su izquierda.
-Señor Connelly.
-¡Daniel! ¡Que gusto me da verte!- Me abrazó como si fuera un amigo de la toda la vida. Era más
afectuoso que mi propio padre. Sonreí y me sentí mejor en aquel amistoso abrazo.
-¿Quiere que le ayude a buscar algo en particular?
-Estaba buscando uno de Tolkien... Para Amanda... ¿Sabes que va a regresar en estos días?
-No, no sabía.
-Me enteré tarde. Mi hija mayor, Margery, me llamó y avisó que Amanda vendría directo a
Washington. Así que me tomé el bus de San Francisco hasta aquí.
-¿No vino con su señora?
-¡Nah! ¡Se pone cascarrabias con los viajes! ¡Detesta andar en bus! - Me tomó los brazos con
afecto, como una sacudida de padre a hijo- ¡Qué lindo que estás! Te dejaste las canas...
Seguramente Amanda habrá pensado éste tiempo sola qué quiere de su vida. Le dije hace tiempo
atrás que no daba a favor de ninguno pero... Te soy sincero... Ya estoy viejo y desearía que tu y
ella ya formalicen en serio y formen una familia.
-Aprecio mucho sus palabras, señor Connelly.
-John... Llámame John, muchacho. No creo que Amanda encuentre a alguien mejor que tu. Todos
tenemos nuestras mañas, pero contigo se ha adaptado bastante... Mi hija no es ninguna santa,
tiene ese carácter podrido como su madre... Pero es una mujer llena de corazón por dentro.
Bueno, tu la conoces mejor que yo siendo su padre.
-Amanda tiene un corazón de oro. Lo sé.- Fue lo único que pude decir. - Regresamos nuestra
vista a los estantes.
-Busco uno que era con "Beo... " . No conseguí "Carta a Papá Noel" ni "La Caída de Arturo" Sé
que ni joyas ni ropa puedo obsequiarle por su regreso.... Eso se lo has dado tu.- agregó John.
-"Beowulf"- Logré identificarlo por su letra dorada en un fondo azul petróleo.
-¡Ese es! Gracias, Daniel. Sea lo que decida mi hija, serás siempre mi yerno preferido.-Nos
despedimos.
Había comprado allí un libro de poemas de Neruda para dejarle en la puerta de casa.
John Connelly iba delante mio, a paso lento y corto. Su mano derecha subió a su pecho antes
que lo viera desplomarse al suelo.
-¡John!- Corrí a él y le sostuve antes que su cabeza tocase el cemento.
-Llama ... Llama a una ambulancia.- logró gesticular.- Estaba teniendo un pre-infarto.

-¡Andrew! Ya hemos hablado de ésto.- Margery salía con su esposo de una cafetería, con un
paquete blanco en sus manos.
-¿Por qué no me quieres ayudar? ¿Acaso no quieres ver a tu hermana feliz?
-Nunca me entrometí en sus relaciones... ¡¿Por qué iba a hacerlo ahora?!
-Podríamos intentarlo al menos... Que ella y Daniel se reconcilien. Han pasado cuatro años desde
que viajó a Irlanda. Margery.... - La detuvo en la mitad de la vereda.- Tu hermana haría lo mismo
si nos viera separados... ¿No?
-¡No imagines locuras! ¡Estamos bien! ¡Ellos deben resolver sus asuntos! ¡Son adultos, por Dios
Santo!
-¡Bien! Lo haré solo.
-Lo harás porque eres muy amigo de Daniel. ¡¿Qué tiene él que todo el mundo le simpatiza?!
-Bondad delante de un pasado turbio, eso tiene. Y voy a darle una oportunidad para que se
reconcilie con Amanda. Ellos merecen ser felices como lo somos nosotros con nuestra hija.-
Margery miró fijo a su marido.
-¡Eres demasiado bueno para éste mundo! ¿Lo sabías?
-Y tu eres demasiado obtusa, mi cielo.

****
AEROPUERTO DE DUBLIN

No sabía de Jonathan desde aquella noche descontrolada en la que me había dado un beso.
Trataba de olvidar aquella ocasión en mi mente. Lo que realmente lamentaba era haber perdido el
anillo de Daniel. Sólo me quedaba aquella vieja alianza lisa de plata, la cual no tenía grabada la
fecha en la que nos habíamos echo novios. Era simple pero me gustaba su grosor y el modo en
que brillaba en mi mano. Pese a todas las peleas que tuvimos de jóvenes, la seguía llevando
conmigo a todos lados, inclusive en mis últimos años de universidad. Se oía el viento afuera del
avión. Me estremecí, sentía como un mal presentimiento. De niña calificaba los escalofríos como
algo malo que se avecinaba.
Un sujeto joven de cabello colorado estaba sentado al lado mío. Mi asiento daba a la ventana, un
problema en caso de que quisiera estirarme.
-Disculpe... Pero su rostro me es familiar.- Me dijo. Yo, extrañada meneé la cabeza.
-No lo creo.
-¿No es usted la asistente de Daniel Rivers, el escritor? La vi una vez, hace tiempo, en una
convención en San Diego.- De echo, tenía razón aquel desconocido. Los primeros años,
acompañaba a Daniel en las charlas y promociones de sus novelas.
-Si. Amanda Connelly. ¿Y usted es?
-Richard Nichols... - Había algo en su mirar que no me gustaba. Entrecerraba los ojos y su
lenguaje corporal denotaban irritación, envidia, un odio oculto.- Editor de Pearson... Unos años
Daniel dejó novelas juveniles a Pearson y Macmillan.... Hace mucho tiempo.
-No sabía.- El avión comenzaba a ascender. Me aferré de los posa brazos. Apreté los ojos,
orando mentalmente a Dios poder volver sana y salva.
-¿No le gustan los aviones?
-No mucho.- fruncí una leve sonrisa. No me simpatizaba mucho así que opté por mis auriculares
del MP4. Con eso, dejó de hablarme.
Unas seis horas después, me levanté con cuidado para ir al baño. Sigilosamente sin hacer mucho
ruido.

Amanda caminó por el pasillo, sin saber que después aquel hombre iría detrás suyo.
Fue en fracción de segundos, la tomó del cuello, aprisionándola en el cúbico del pequeño baño.
-No sé quién realmente es usted... Pero déjeme ir
-Me echaron de la editorial por su culpa y los estúpidos libros de Daniel Rivers.
-Sólo, deje que regrese a mi asiento.
-Yo... Mis trabajos... Mi nombre debería estar en los encabezados de best-sellers, no su tonto
noviecito. Está avisada. La acosaré hasta que de por terminada la carrera ese escritor de
pacotilla. ¿Entendió?- Asentí. En ese momento, no sólo pensaba en mí, sino en Daniel. Éste
sujeto podía ir tras él.
Huí deprisa del baño y pedí a la azafata por un asiento libre.

WASHINGTON

Blanche Bouvié estaba almorzando sola en un restaurante, moviendo los tacones de sus altos
stilettos, impaciente. Un hombre alto, de cabello rubio medio largo, vestido de camisa, una
chaqueta de gamuza negra y jeans se sentó frente a ella.
-Ten. Un millón, como lo acordado. Te tomarás un avión con tu hija y dejarás de causarle
problemas a mi primo.
-¡¿Por qué no vino Daniel?! ¡Le dije que quería hablar con él en persona! ¡No, claro, trae a su
primo, el guardaespaldas, Alfred Rivers!
-¿Qué buscas en Washington?
-Nada en particular. Mi hija está estudiando aquí. ¡Trabajo aqui!
-Daniel ya te dio la cuota alimentaria de tu hija. ¡Se hizo cargo de ella pese a que no es suya! ¡Le
engañaste, le mentiste por tres meses! ¡Arruinaste su noviazgo con Amanda por dos años!
-¡Dos años que se lo merecía! ¡Es un infeliz que no merece ni una pizca de felicidad!
-¡¿Por qué ésta obsesión por verlo añicos?!
-¡¡Me dejó!! ¡Me abandonó!
-¡Tu le arruinaste la juventud con tus drogas!
¡Ahora eres abogada! Puedes mantener a tu hija.... ¡Claro, siempre y cuando dejaras de gastarte
el dinero en ropa y cocaína!
-¿Sabes cómo me echo? La vil perra de su madre me arrojó a la calle con pañales y un moisés.
Tenía apenas veinte y cinco años. ¡Él no hizo nada por mi!
-¡Te lo merecías! Le engañaste por tres meses que esa bebé era de él, todo con el fin de que él y
Amanda rompieran. ¿Pero sabes qué? Volverán a estar juntos y no podrás hacer nada en
absoluto por separarlos.
-Lo veremos.... Veremos quien canta primero...
Amanda no sabe de la tenencia compartida. ¿Mmm?
¿O si? - Iba a tomar el cheque pero Alfred se lo quitó, haciéndolo pedazos.
-No te mereces ni un centavo de Daniel.
-¡Uuy! ¡Mira como tiemblo! Has declarado la guerra, guapo. ¡Ahora, lárgate!

HOSPITAL GENERAL DE WASHINGTON

Sentado en una silla metálica, Daniel Rivers acompañaba al convaleciente de John Connelly.
Andrew y Margery habían llegado. Mientras ella hablaba en la recepción, Andrew caminó por el
pasillo, mirando cuarto por cuarto hasta que encontró a Daniel. Lo abrazó fuerte como a un
hermano al que no veía en años.
-¿Tu le encontraste?
-Si. Se desplomó en la calle y logré llamar a una ambulancia. Margery no lo saludó del mismo
modo.
-¡¿Tu qué haces aquí con mi padre?!
-Cariño, él le auxilió.
-¡¿Qué le hiciste para que cayera al suelo?! ¡Lárgate!
-¡Margery, basta!- le gritó Andrew.- ¡Contrólate! - John despertó, no llamó a su hija mayor, quien
estaba allí presente, sino a sus dos yernos.
-Acérquense. Margery, estoy bien, no se te ocurra llamar a tu madre.- ordenó.
-Estaré fuera si me precisas, papá.- dijo ella y juntó la puerta.
-Aquí estamos, John- respondió Andrew, tomándole la mano.
-Sé que no me queda mucho tiempo. Estoy viejo y confío en ustedes dos. Quieren a mis hijas
tanto como yo a ellas. Andrew, querido... ¿Me traes un vaso con agua? Tengo la garganta seca.-
Andrew hizo caso y salió por un vaso.- Daniel, acércate más.... Escúchame bien porque diré esto
una vez.... Lucha por el amor de Amanda. Si no te rendiste nunca por las veces que ella te apartó
de su vida, ¿Por qué vas a renunciar ahora? Sus ojos brillan cuando habla de ti.... Ese resplandor
sólo significa amor... Amor puro.
No retrocedas... Si la amas, lucha por conquistarla de nuevo....

Cuando Andrew ingresó, John Connelly cerró los ojos, su arrugada y vieja mano seguía sostenida
por Daniel, quien en un desconsolado llanto no soltaba.
-Se ha ido...- pudo decir en medio de las lágrimas.
************************

Uno espera ser recibido en el aeropuerto con un abrazo de felicidad y buenas


noticias. Mi caso no fue así. Margery y Andrew me esperaban vestidos de duelo, con
abrigos negros puestos. Margery me estrechó fuerte en sus brazos.
-¡Lo siento tanto! ¡Ojalá pudiera sonreírte y recibirte en mejores ánimos!
-¿Dónde lo velarán? ¡Dios, mamá! ¡¿Dónde está?!
-En tu casa... Con Daniel. No te preocupes por lo del funeral, entre Daniel y yo hemos
pagado el servicio.
Le enterrarán, Amanda, como el pidió un año atrás.- No podía creer el hecho que mi
padre no estaría más vivo, saber que estaba allí, al otro lado del teléfono, tener la
tranquilidad que podía contar con él a cualquier momento.
-Iré a casa a ... A cambiarme y...
-Si, por supuesto.- respondió Margery. Andrew, su esposo, ayudó a llevar el equipaje.
Iba en el asiento trasero, mirando por la ventana. En todo ese trayecto, quería al
menos recordar todo lo vivido con papá, los momentos felices, sus consejos, sus
abrazos, todo de él.

La casa lucía opaca, bajo esa atmósfera lúgubre que un funeral podía causar. Susan
Connelly, mi madre, estaba durmiendo en la recámara de huéspedes. Vi a Daniel en la
cocina, con quien me desplomé en lágrimas, corriendo a él por un abrazo.
-¡Se ha ido! ¡¿Por qué se fue antes que regresara?! ¡¿Por qué?!- Intentaba lucir fuerte
aunque sabía en mi interior que Daniel estaba tan acongojado como yo.
-No sufrió... Sólo permaneció postrado en la cama del hospital... Me sonrió y sostuve
su mano hasta que cerró los ojos.- Me sorprendí. Margery no me había contado cómo
ni quien había ayudado a mi padre. No quería que me suelte, en ese momento, lo
único que quería era un abrazo.

Una marcha de coches iba en procesión al cementerio. Margery iba del brazo de su
marido y éste llevaba a Susan con cuidado. Detrás de ellos, Daniel iba junto a
Amanda, al principio sin contacto físico alguno.

Amanda tan sólo caminaba porque su cuerpo se lo indicaba. Lucía pálida, sin
maquillaje alguno y con la vista perdida en Dios sabe qué pensamientos. Tomé su
mano fuerte, entrelazando mis dedos con los suyos, para no sintiera esa desazón,
ese sentimiento de orfandad.

Cuando unió su mano a la mía, sólo mis lágrimas respondían, bañando la leve sonrisa
que había intentado ofrecerle. Jamás creí que iba a asistir tanta gente. Mi padre era
muy querido en San Francisco, mucho más que quizá el propio alcalde. Muchos
amigos que habían sido clientes suyos cuando trabajaba vendiendo acolchados y
sábanas fueron a dar un último adiós. Mamá estaba sedada y no hablaba con nadie,
no pudo ponerse de pie a dejarle una flor sobre el ataúd y fue Margery quien dejó
dos rosas rojas. Estaba cerca de ella cuando el sacerdote daba unas palabras.
-No me dijiste que papá habló con Daniel antes de morir.
-¿Y a que va el caso? Ya está muerto.
-¿No sabes de qué hablaron?
-No. Deberías preguntárselo tu misma.- Siempre tan tajante, no la interrogué más.
Como era la abogada de la familia, se encargó de que quince días después se llevase
a cabo la pronunciación oficial de la herencia. Nuestro padre había repartido todo en
vida, salvo que queda un cabo suelto, nuestra querida media hermana Delphine. Con
Margery habíamos pactado en recaudar dinero en una cuenta para dárselo a Delphine
así no pondría sus manos sobre la casa de mamá y la vieja camioneta.

15 días Después....

WASHINGTON

-Ha sido muy penoso... Para todos... Para Daniel...- Leonore Rivers era una mujer ya
en sus setenta años, cabello rojizo y ojos marrones expresivos.- Murió el padre de
Amanda Connelly, me imagino que te enteraste.
-¿De quién?
-¡Por Dios! ¡No puedes ser tan indiferente, Alan! El padre de la novia de tu hijo ha
muerto de un infarto.
-¡¡Ex-novia dirás!! ¡Porque que yo sepa, nunca le dijo que si al compromiso con Daniel!
Esa muchacha viene jugando con los sentimientos de nuestro hijo desde que la
conoció.
-¡No es así! ¡Fueron los errores de Daniel que llevaron a romper el compromiso! John
Connelly era de nuestra edad, un hombre sano... ¿Cuánto crees que nos queda a
nosotros?
-¡¿Qué insinúas?!
-Hemos vivido años divorciados... Desde que Daniel tenía dieciseis... Hasta creo que
por el divorcio él se metió en las drogas con Blanche Boubié... ¿No te acuerdas? Fue el
año 2005 que había empezado a arruinar su vida con esa chica...
-¡¡Ay por Dios, si vas a volver al pasado, me voy!!
-¡¡Necesito discutir esto contigo!! ¡Amanda nunca llevó a nuestro hijo por mal camino!
¡Al contrario, le salvó la vida una vez! ¡Claro, eso tu no lo sabías por vivir lejos con tu
nueva familia! Quería verte por no sólo hablar de Daniel... Quería verte.- Alan Rivers,
con la mirada altanera y soberbia, no quería ahondar en asuntos del pasado, mucho
menos intentar reiniciar su relación con su primera esposa aunque su segunda le
hubiera dejado por un guardavidas.
-Me voy Leonore... Tengo una reunión en el estudio y después una audiencia a las
tres.

Alguien tocaba al timbre. Abrí y no me esperaba encontrarme a mi hermana menor,


Charize Rivers.
-Luces... Más flaco... ¿Estás comiendo bien?
-¡Por supuesto, hermanita!
-¿Y Amanda? Me sorprende que sigan viviendo bajo el mismo techo ya que no hay
boda en puerta....
-Charize...
-¡¿Qué?! Es la única de las tres novias que tuviste en toda tu vida y Amanda siempre
fue, es y será mi favorita. - Charize medía un metro sesenta, tez morena y cabello
negro, igual que Frank y yo. Paseó por el living, contemplando viejas fotos de
Amanda y yo.
-Ésta la saqué yo... Año 2015, restaurante "Sol y Luna" Hermoso año... Ambos con
empleo y el amor a flor de piel... ¿Te acuerdas?
-Si... Eran buenos tiempos...- Le quité el retrato y lo dejé sobre la chimenea.
-Nunca entendí la relación de ustedes ... - Hice caso omiso a lo que decía Charize,
deteniendo mi vista en la foto.

Octubre 2015

Regresé mi mente a viejos recuerdos de uno de los mejores años de mi noviazgo con
Amanda. Un año de visitas frecuentes, cafés nocturnos hasta altas horas de la
madrugada, amaneceres mirando el sol despertar y horas que la acompañaba a
resumir fotocopias.
Una noche de tantas de aquel Octubre me quedé en su pequeño apartamento,
durmiendo en la silla mientras la dejaba que descanse en su cama de dos plazas. Me
dolía la espalda y el cuello, me acomodé al breve espacio libre para descansar
aunque el reloj dictase las cinco de la mañana. Aquella vez fue la primera que pude
sentir su respiración tan cerca. Me quedé abrazándola por la cintura hasta que el
sueño me venció.
-Buenos días...- Me susurró, tenía su cara frente mío.
-Hola.... Perdona el atrevimiento... Me dolía la espalda y...- Me calló con un beso... Sus
besos eran de un dulzor que extrañaba.... Inclusive hasta ahora...

Estaba asistiendo a una jornada de capacitación, aburrida como todas. No podía creer
que mi viejo Samsung J2 llevase aún guardadas fotos de años luz. 2015, muchas de
Maia, Cocoa, la mascota de Margery y fotos de Daniel y yo juntos. Había una especial
en un restaurante de Washington, yo con una simple sonrisa pero Daniel siempre
sonriente, con ese brillo en las pupilas. Lucía atractivo con un traje negro y camisa
blanca con los dos primeros botones abiertos, viéndose brillante la cadena de plata
que le regalé aquel año con una cruz lisa.
Siempre había estado para mi, en las buenas y malas, siendo un protagonista más a
lo largo de mi vida académica. Al menos seis largos años de mi carrera.
Suspiré, pasando un pulgar por encima de su rostro.

Charize salió al patio trasero y encendió la cámara de su móvil.


-Sé que todos esperaban que fuera mejor que Daniel e igual a Frank... Pero ¿Saben
qué? No soy perfecta. Mi vida es una porquería y aunque estoy estudiando diseño
gráfico y computación, no puedo compararme con los abogados de Frank y Daniel, o
el talento innato de Daniel por escribir libros....
Y tengo algo que deciros... Confirmo, en éste video...
Que voy a ser madre soltera. Perdón Daniel, Frank, Mamá y Papá pero no quiero
tenerlo porque sé el qué dirán y tengo miedo porque no estoy lista para serlo...
Quiero que sepan ésto. Perdónenme. -Finalizó el video y lo dejó sobre una maceta de
cemento.
-Me encantó saber que estás bien. Luces muy guapo hermanito.-Me acarició el
cabello, signo que indicaba que se marchaba.
-¿Ya te vas? ¿No vas a esperar que venga Amanda?
-Me encantaría, pero tengo asuntos que resolver. ¿Vale? Te amo, hermano y espero
puedas resolver lo tuyo con Amanda. Ustedes dos lo son todo para mí y me
encantaría que siguieran juntos. Ella te completa la vida y tu a ella también.- Me
abrazó fuerte y se fue.

Salí de la escuela y pasé al negocio de Andrew Taylor, el marido de mi hermana.


Tenía un pequeño local de pastelería y heladería para celíacos y diabéticos, el cual
había crecido mucho en cuanto a clientes y dentro de unos meses más iba a
conseguir otro local al sur de la ciudad.
-¡Amanda! ¡Me alegro verte por aquí!
-Creí que andarías de traje y corbata litigando.
-No todos los días trabajo junto a Margery. Esto es mi respiro y descanso de los
papeles... ¿Qué buscas?
-Helado de pistacho y chocolate para Daniel.... ¿Tendrás oreos y chocolate con
almendras para mi?
-Por supuesto... ¿Cómo va todo... mm? Con Daniel ...
Creí que iban a vivir en separado.
-¿Tu preguntas o en nombre de mi hermana?
-Yo pregunto. Tu hermana no anda de muy buen humor...
-Dale más atención...- Río y mostró esa sonrisa conquistadora.
-¡Lo hago, en serio, todos los días la conquisto!
Aunque hay días que no quiere que sea tan romántico. ¿Qué hay de ti? ¿Le diste el
"no" decisivo a Daniel y aún así viven bajo el mismo techo?
-Nunca dije un "no rotundo" a Daniel. Así que no metas palabras en mi boca que
jamás he pronunciado.
-Ajá...- Ya tenía listo un pote de helado y ya iba por el segundo.- Eso quiere decir que
aún lo amas... Los sigues amando.- No supe responder. Temía que mi cuñado se diera
cuenta.
-Hasta luego, Andrew.
-Nos vemos pronto, cuñada.- sonrío alegre al notar que su cuñada mentía.

Era de noche y comenzaba a refrescar. En su sobretodo, Blanche Boubié se abrigaba.


Se miraba la mano con vanidad, su cuarto anillo que se compraba de Tiffany.
-Su taco tiene barro...- dijo una voz en la oscuridad.
-¡Oh, gracias!
-¿No va a querer ensuciar esos Gucci que le salieron más de dos mil dólares?
-¿Cómo sabe que me salieron eso? ¿Quién es usted?
Margery salió de la penumbra, llevaba su cabello suelto, cubriendo su cabeza con un
abrigo que llevaba gorro.
-No me conoces... Sin embargo ambas pertenecemos a un rubro en común, la ley.
-Si eres alguna representante de algún malandra que metí a prisión, no te recuerdo....
-No lo soy... Sé mucho de usted... Muchos secretos... Y sé quién es el tutor no
biológico de tu hija, Blanche Bubié. Necesito que me hagas un favor...
Quiero a Daniel Rivers lejos de mi hermana y cerca tuyo. A cambio, tendrás dos
millones de dólares en tu cuenta de ahorro. ¿Hacemos el trato?- Extendió su mano a
Blanche. Ésta la miró con cautela, entrecerró los ojos cuan cual un gato en acecho y
se dieron la mano.
-Trato hecho. Eso si, yo haré de Daniel Rivers lo que se me plazca.-dijo Blanche.
-Haga lo que quiera con él.
-Me cae bien... Me gusta hacer nuevos tratos con gente que no conozco.
CAPÍTULO 7 "VIOLA"

Un mes después...

Debía ir a la editorial para saber cómo iba mi último libro. Salí de traje aquella
mañana de marzo, de camino a mi auto que había dejado estacionado a tres bloques
de casa. Con Amanda no me cruzaba ya que ella amanecía temprano y al encontrarme
solo en la cocina, veía tan sólo su taza roja limpia y a Maia en su cama junto a la
salamandra.
-¿No te molestaría estar sola un rato? Debo salir y de paso comprarte croquetas
¿Mm?- Lamió mi mano que le acariciaba el hocico.- Buena chica.
Al llegar a mi auto negro me llevé una horrible sorpresa. Tenía rayones profundos en
cada puerta y en el frente la palabra "Nevermore" en el vidrio frontal.
-¡¿Pero quién demonios hizo esto?!- Llamé a Erik, mi representante y luego a la
policía, en caso de que pudieran hallar pistas del mal bromista quien había hecho
semejante broma.

Margerye fue a ver a su esposo al negocio, sorprendida que no había ido a su oficina.
-¿Andrew? ¿Estás aquí?- No le vio en el mostrador. Fue hacia el depósito, en donde
guardaba mercadería en el frigerador.
-¡Ah, cariño! No te esperaba por aquí... Creí que ibas a dejar a la bebé en guardería y a
Lucy en el colegio.
-Lo hice... ¿Por qué no fuiste a trabajar a la oficina?
-Tenía cosas que hacer aquí. No siempre puedo andar molestando a Daniel a que se
de una vuelta.
-¿Desde cuándo te importa más Daniel que nosotros? Somos un equipo, Andrew.
-Lo sé.... Pero me estoy cansando de trabajar detrás de un escritorio, Margerye.
Amor... Ésto me distrae, me relaja... Y por Daniel... Pues somos amigos desde que te
conocí....
-¿Estás casado con él o conmigo? Porque me dolería mucho que pusieras en primer
lugar una amistad por tu esposa.- Andrew dejó lo que estaba haciendo y tomó la
mejilla de su esposa.
-Hey... No digas eso. Tu eres siempre mi prioridad.
Pero quiero que Daniel y Amanda sean tan felices como nosotros.
-Déjalos.... Podrán arreglárselas solos. Estoy segura que si.
-¿Por qué eres así?
-¿Así cómo?
-Tan indiferente y cruel con tu hermana.
-No soy cruel... No soy mala.... Sólo pienso que es lo suficientemente grande para
resolver sus problemas. No interferiremos ¿Si? Debes prometérmelo.
-Está bien... No nos meteremos en lo de ellos.- La abrazó. Le dolía mentirle pero
quería a Amanda como la hermana que no tuvo y quería que su amigo y ella fueran
felices... ¿Cómo ellos? Pensó, últimamente Margerye lucía distante y fría como un
tempano. La relación estaba cada vez más distante pero Andrew le amaba locamente,
o al menos él si lo demostraba.

Daniel tomó un taxi para llegar a tiempo a la reunión de editores. Sin embargo, el
tránsito en Washington no era el más eficiente y no tenía opción alguna más que
caminar. Pasó a comprar el periódico y un paquete de cigarrillos. Los miró,
recordando cuánto le disgustaba a Amanda el hecho de que fumase.
-No, mejor deme un paquete de chicles... Sin azúcar.- cambió los cigarrillos por unos
Beldent, giró en sus talones para dirigirse al sur.
Un frío inusual le recorrió la espalda, como un mal presentimiento. Se giró, pensando
que alguien le seguía. Había tantos peatones caminado a su alrededor que dejó
aquella paranoia y siguió caminando. En un pequeño callejón, le había visto Richard,
un antiguo autor frustrado, quien culpaba a Daniel de todas sus desdichas. Casi de la
misma edad, Richard había luchado años porque las editoriales aceptasen sus
trabajos pero ninguno prosperó. Un año en Pearson y otro en Macmillan, fue
expulsado del último por querer derrumbar el trabajo de Daniel, aunque gracias a
Amanda nunca pudo hacerlo. Debía hallar la manera de desacreditarlo en público, así
según él, Daniel perdería la fama que tenía. Le sacó fotos hasta que abandonó la
vigilancia al menos por esa jornada.

*******************

Era viernes y no tenía mucho por hacer. Me quedé en casa, me di un baño y fui a
cambiarme. No podía creer que aún guardaba esa enorme remera de Top Gun, ahora
la usaba de pijama o para vagar por la casa con ella puesta. El corpiño era un maldito
corsé y me quedé simplemente con la remera puesta y unos jogging azul viejo.

El reloj de pared dictaba las ocho y media de la noche y me preocupaba que Daniel
no llegara. Había olvidado el móvil en la mesita cerca de la puerta.
-Ya llegué...
-Olvidaste tu teléfono ...
-Oh... Salí apurado.
-Ordené pizza... No sé, si quieres.
-¿De qué pediste?
-Muzzarella. Sabes que no compro de otro gusto.
-Cierto. ¿Tomaste café?
-Si. Te preparo...- dije y huí a la cocina antes que se diera cuenta que sólo llevaba la
camiseta puesta.
-¿Y cómo te fue en la editorial?
-Bien... Falta la aprobación en la junta final.... Resta el vicedirector y dos miembros
de corrección. Ojalá y les guste ésta nueva novela.
-Tengo fe que si.- Me corté la mano queriendo pelar un durazno.-¡Mierda!
-Déjame ver...- Tomó mi mano con cuidado y la metió en agua fría, luego un paño y
lo puso encima. Descubrió un poco para ver el corte.- Por suerte no es muy profundo.
-No tanto como lo han sido nuestras peleas en el pasado. ¿No?- Nos miramos.
-Siempre han sido peleas graves... Pero una a una las fuimos resolviendo...
-Como la del 2017... En marzo... Te odié tanto por tres largos meses que no pensé
que te perdonaría aquella vez. Pero te extrañaba... Y extraño demasiado al único
hombre que lograba enrojecer mis mejillas tan sólo con sentir su respiración cerca,
con sentir su mano en mi cuello... Con simplemente un abrazo. No nos hablamos en
días...
-Un mes y quince días para serte exacto.
-Mucho menos que esa vez del 2017. ¿No?
-¿Me das el permiso de siquiera poder besarte, al menos?
-No tienes que hacerlo.- Caminé lentamente hacia ella, podía sentir el calor del
ambiente, o era quizás mi cuerpo que lo irradiaba.
Dejé que avanzara él. Con ese talento suyo de hacer todo lentamente, con cautela de
que yo me negara. No lo hice, ni antes ni ahora. Le extrañaba demasiado y quería
volver a comunicarme aunque fuera con su cuerpo. Pasó sus grandes manos por mi
cintura, subiendo despacio y haciéndome estremecer.
-No traes nada debajo...
-Salvo ropa interior detrás de estos rotosos joggins.- Se río y me hizo sonreír.- Ésta
camiseta que traigo me esconde todo.
-¿Cuánto tardarán en traer la pizza?- Tragué saliva nervioso, jadeaba un poco y el
corazón me latía veloz, como si hubiera pasado un siglo sin tenerla así de cerca.
-Media hora quizá. ¿Puedes hacerlo en media hora? Al menos de joven lo hacíamos
vestidos de las 3 a las 4 y media de la madrugada.
-Y me dormía a las 5.- El vecino había prendido las caricaturas del Cartoon Network.-
Éste fondo no es muy romántico... Oír onomatopeyas de Acme...- Reímos juntos.
Prendí el reproductor y pasaban un tema de Celine Dion.
-Creo que ahora si es más romántico.- Sentía el calor en mis mejillas y no quería que
apartara sus manos de mi cintura.

Me desperté y eran las nueve y media. Atendí por la pizza y regresé a la cama. Me
quedé mirando a Daniel dormir. Mi mente me reprochaba por lo tan débil y fácil de
haber bajado la guardia y mi orgullo. Siempre me culpaba por ello, como las cientos
de veces que le perdonaba por sus errores.
Me puse su camisa blanca, inhalé el resto de perfume que aún permanecía en el
cuello de la misma y la crucé con mis brazos. Fui al baño a darme una ducha, me
vestí y fui a la cocina a preparar la cena. Maia pedía ir al baño así que le abrí la
puerta del patio trasero. La vigilaba y ponía la mesa.
-No te vi en la cama.
-¡Jesus! ¡No hagas eso! No escuché tus pasos y casi tiro una copa. ¿Coca Cola o una
gaseosa transparente?
-Lo mismo que tu quieras.- me respondió él. Paseó en alpargatas y sin camiseta.
Estaba muy delgado, no solía ser tan flaco.
-¿Estás comiendo bien?
-Si. Es que estoy yendo más al gimnasio.
-¡¿Tu?! ¡¿Al gimnasio?! Pensé que preferías escribir en Facebook tus novelas y nada
más.
-El doctor me exigió un régimen.- No estaba listo para decirle mi real estado de
salud.- Estaba muy gordo antes.
-Me preocupan tus "´regímenes de dieta" . Lo mismo hiciste a los 29... Si mal no te
acuerdas....
-Si, lo sé... Pero me estoy cuidando.
-Está bien. Te creo. - Alguien tocó timbre y fui a atender.
-Hola, si ¿En qué puedo ayudarle?
-¿Aquí vive Amanda Connelly?
-Soy yo...¿Y usted es?
-No me conoce pero soy una vieja amiga de Daniel. ¿Puedo pasar?- Me extrañó
bastante aquella mujer.
-Espéreme aquí y busco mi abrigo, así hablamos en otro lugar más cómodo ¿Le
parece?
-Si. - Cerré la puerta y busqué mi campera.
-¿Ams? ¿Ocurre algo?
-Debo salir.... La mamá de un alumno vino a verme. Voy y vuelvo rápido.- Le di un
beso en la frente y me fui.

Fui a un café cerca de casa a averiguar quién rayos era ésta desconocida,
supuestamente "amiga" de Daniel. Se parecía un poco a mí, por el color del cabello,
más oscuro pero de tez rosada y ojos cafés.
-Perdone que fui hasta su casa ... Es que necesitaba urgentemente hablar con usted.
-¿De dónde conoce a Daniel?
-Mi nombre es Viola... Y no fui solamente amiga de Daniel en un pasado lejano.... Fui
su primera novia, mucho tiempo antes que Blanche Boubié. Imagino que la familia de
Daniel le habrá contado la historia de Blanche.
-Daniel mismo me la contó, hace mucho tiempo. El año 2012 para ser precisa, cuando
empecé a salir con él.
-Bien.... Pues Daniel y yo éramos unos críos de preparatoria. Los dos primeros años
del colegio nos conectamos enseguida.... Pero las sombras opacaron lo nuestro
cuando Blanche fue transferida de Oakland. Me amenazó, me acuchilló y obligó que
dejara a Daniel para siempre o sino me mataría a mi y a mi pequeña hermana que iba
a la escuela de enfrente.- Comenzó a temblar frenética, sus ojos se llenaron de
lágrimas y sostuvo mis manos.- Debes cuidarte de Blanche. Si lo has hecho desde el
inicio... Cuídate ahora más que nunca. Blanche es capaz de hacer lo que sea con tal
de que Daniel sea suyo. Está loca, el crack le dejó así y por más que tenga todo el
dinero del mundo por desintoxicarse, su adicción y obsesión es y será Daniel Rivers.
Debo irme ya. Hágame caso. Cuídese mucho y proteja a Daniel.- Me asustó demasiado
todo lo ocurrido, desde aquella mujer hasta su advertencia.
Residencia de Margerye & Andrew

El reloj de pared dictaba las siete treinta. La bebé estaba en la guardería y la hija de
cinco años del matrimonio se encontraba en su clase de ballet.
Margerye estaba en la tina, preparando el agua con sales y espuma para darse un
baño de inmersión.
Andrew aprovechó la ausencia de su esposa en la recámara matrimonial para
averiguar en qué estaba tan absorta los últimos dos meses. Intuía que algo le estaba
ocultando. No pasaba en su mente el hecho de que le estuviera engañando con otro,
quizá en algún caso turbio del que seguramente ella no quería que el se entrometiera.
Revisó los veladores, nada sospechoso, fue al bureau de madera blanco, abrió cada
minúsculo cajoncillo pero no habían rastros de algo peculiar hasta que el móvil de
ella comenzó a vibrar en la mesa de luz. Sólo veía la notificación ya estaba bloqueado
por huella digital.

"A las diez en el Saint Renau"- rezaba el mensaje, un número que él desconocía.
Margerye salió en bata y ojotas cuando alcanzó verle.
-¿Me llegó algún recado?
-Te esperan dentro de tres horas en el Saint Renau. ¿Tienes junta con gente del poder
judicial?
-Son las chicas, Andrew. Reunión de mujeres y muestras de maquillaje... Como
verás...- señaló su tocador lleno de cajas y brochas profesionales.- Siempre me gusta
comprar algo nuevo de maquillaje. Me falta base de Maybelline y un delineador
retráctil. ¿Quieres evidencias contundentes también?
-No busco hacerte enfadar.
-¿Entonces a qué va éste interrogatorio? ¿Acaso ya no confías en mí? Andrew, yo te
amo, jamás te engañaría.
-Lo sé... Es sólo que... Actúas muy distante de mi últimamente... Siento que no te
abres para contarme lo que te sucede... No estamos como Amanda y Daniel.
-¡¿A qué te refieres con que no estamos como ellos?!
¡Explícate porque de veras que me voy a enfadar!
-Ellos viven luchando por el amor que se tienen desde el 2017... No sé qué está
pasando con nuestro matrimonio, Margerye, no veo amor en tus ojos...
-¡Perdóname si no soy demasiado demostrativa de afecto pero te recuerdo que soy
madre de dos niñas y trabajo! ¡Lo siento si la maternidad me cambió! ¡No sé qué
diablos esperas de mi!-Él le tomó los brazos cariñosamente.
-Pasemos más tiempo juntos. Es todo lo que pido. No exijo retomar la pasión de
nuestra juventud, sólo quiero amarte y compartir las jornadas haciendo cosas
juntos.-Se dejó abrazar por él.
-Está bien, cariño.- dijo ella finalmente.- ¿Invitaste a alguien a cenar? Josie me dijo
que habrán visitas.
-Invité a Daniel... Si vas a salir más tarde, quiero ver con él el partido de Chicago.
-Mm...
-¿Ahora qué?
-Pensé que vendría con Amanda.
-Ella está ocupada corrigiendo unos exámenes.
-De acuerdo...- se apartó de él y fue al armario a buscar un vestido rojo,
combinándolo con su collar de perlas.-En unos minutos bajo.- Andrew quería que
hiciera las paces con su cuñado. Era una guerra de nunca acabar que él apenas sabía
que se llevaban mal desde que Daniel y Amanda habían peleado el 2017 a causa de la
ex de Daniel, Blanche Boubié.

Amanda estaba terminando de corregir unas pruebas y tareas de la escuela, algunos


eran trabajos para entregar la semana próxima y estaba reorganizando sus planes y
cronogramas para entregar al director del colegio. El timbre sonó y no se esperaba
semejante visita. Era Jonathan Kingsley, después de cuatro años, desde aquella vez
que no le había vuelto a ver.
-¿Qué haces aquí después todo éste tiempo?
-Venía a dejarte ésto.- La sortija de compromiso yacía en su palma.- El fontanero del
hostel lo halló un día limpiando las cañerías.
-¡Creí que no volvería a verlo! Te lo agradezco.
-No he venido sólo por ésto. He dejado pasar el tiempo para pensar sobre lo ocurrido
aquella vez y ... No he dejado de pensar en ti. Sé que debí decirte ésto hace tiempo
pero he sido un cobarde y...
-Ya es tarde, Jonathan. Si te quise, fue hace mucho tiempo, cuando estaba en la
universidad... Pero en aquel entonces tu no te diste cuenta... Luego conocí a Daniel y
las cosas cambiaron... Mis sentimientos por ti cambiaron. Lo ocurrido esa noche fue
sólo eso, una noche de la que me convencí que amo a Daniel.
Te mereces a alguien mejor que yo y sé que la encontrarás.- Él no respondió, sólo le
dio un beso en los labios, le dio una nota en la mano y se marchó.

Sorprendido y nervioso a la vez, no quería ir a casa de Margerye solo pero no tenía


opción alguna. Fui bien vestido ya que mi cuñada tenía un alto prejuicio a las
apariencias. Pese a que ambos éramos ahora abogados, seguía juzgando el hecho que
fuera yo el escritor y no Amanda. Los roces entre ella y yo aún persistían, pese a los
años que han pasado.
-Buenas noches... Traje un postre de stevia, un helado con almendras y papas fritas
para el partido.
-¡Excelente, gracias amigo mío! ¡Pasa, pasa! Está comenzando a helar en ésta época.-
Josie, la ama de llaves y empleada de la casa recibió mi abrigo. La casa era grande, de
dos pisos, madera de roble en el piso, muy reluciente al igual que la escalera que
conducía a las habitaciones. El comedor era amplio, una mesa de ciprés frente a la
chimenea, la cual estaba adornada de cuadros y premios de Margerye como
violinista.
-Aún guarda su premio al mejor promedio.- dije dejando el pequeño yunque plateado
en su lugar.
-Si, cada tanto lo manda a pulir. ¿Soda o gaseosa?
-Soda está bien. ¿Y las niñas?
-La más pequeña quedó en casa de mi tía y tu consentida quedó en casa de una amiga
de ballet.
-¿Ya va a ballet? No sabía que Margerye le hizo una agenda a mi ahijada.
-Mi hija necesita tener una vida ordenada... Algo que no puedo decir de otros...-
Margerye descendió de las escaleras como una villana novelesca, con un vestido rojo
furia.- Hola, Daniel. Lástima que mi hermanita no pudo venir.
-La próxima ocasión vendrá.-dije y Andrew cortó ese halo de frialdad invitándome al
living mientras ella y Josie terminaban de ordenar la mesa. Luego, fui al lavabo del
baño de planta baja a lavarme las manos cuando oía a Margerye refunfuñar. No había
perdido ese tic desde los veinte y ocho años, siempre enojada y mufando entre
dientes, ubicada en la cocina, tratando de decorar un postre de durazno.
-¿Necesitas que te ayude?
-No, gracias. Puedo sola.
-Está bien. No debes ser tan obvia con tu rencor hacia mí.
-¡¿Disculpa?! ¡Ay, Daniel, no eres el centro del universo! - Estaba cortando una tarta
de acelga y salmón mientras me platicaba- Sigo sin entender por qué siguen juntos si
ella te cortó el rostro con lo del casamiento.
-Estamos bien como estamos así, Margerye. No necesitamos de una libreta para
probarle a nadie cuánto nos queremos.
-Lo que si sé muy bien es lo que mi hermana vio en ti y fueron ilusiones. Una
realidad vaga llena de fantasía. La enamoraste con tu galantería, tus letras en esas
novelas tuyas que son patrañas. Pobre Amanda, como siempre desde que era niña
cree en el amor fiel y verdadero. No pienses por un segundo que mi marido o yo
ayudaremos a que se reconcilien en otra pelea más, no busques a Andrew de aliado.
No confié en ti en el pasado, mucho menos ahora. ¿Sabe ella lo de Blanche?
-No sé de qué estás hablando.
-Sabes bien a qué me refiero... La niña que no es tuya pero que mantienes
económicamente. No me tomes por idiota, Daniel.- Sentí cómo se me helaba la sangre
¿Cómo pudo saberlo?

A la mañana siguiente me encontré con mamá en una cafetería a tres manzanas del
parque.
-¡Al fin, Amanda! Siempre tan impuntual.
-¡El tráfico, madre, lo siento! ¿Qué pasa?
-¡¿Cómo que qué pasa?! ¡Quería verte! No vienes a casa a visitarme así que decidí en
vernos en un espacio neutral. Cuéntame, ¿Cómo van las cosas con Daniel?
-¿Margerye te mandó, verdad? ¡Ustedes dos son increíbles!
-¡¿Por qué dices eso?!
-¡Porque nunca te cayó bien Daniel, por eso! ¡Querías que me buscara un arquitecto,
un ingeniero químico, un abogado de renombre como Andrew! Lamento
desilusionarte, madre.
-¡Quita ese tono repugnante! Sólo quiero que seas feliz.
Luces pálida, estás tan ... Escuálida. ¿Estás comiendo bien?
-¿No es así como querías que luciera de joven? Bueno, aquí me tienes, 66 kilos y
medio. Pesaba 75 cuando tenía veinte y siete años ¿Recuerdas?
-Lo recuerdo perfectamente... Además de que tuve que enterarme por boca de tu
hermana que habías tenido un novio en Nueva Orleans por seis años. ¿Lo recuerdas
también? Sea quien sea, quiero que vivas bien.
-No. A ti te importa el status y que la familia luzca perfecta. Ya me cansé de ser la
hija menor ideal, notas de 8 y 9, finalicé la carrera para que me dejaras en paz...
Ahora sólo te pido un favor... Déjame hacer mi vida con Daniel. Él no es ningún
fracasado, es el hombre que amo y tu ni Margerye podrán cambiar lo que siento por
él. Ella se marchó pagando su parte de la cuenta.
En la cafetería, en el televisor figuraba una fotografía de Viola, aquella mujer que
hacía tiempo había ido a ver a Amanda, ahora decretada como desaparecida de su
paradero.

-¡Eres estúpida o qué tienes en el cerebro! ¡No vuelvas a enviarme mensajes a mi


móvil! Por poco y mi marido lo descubre todo- Margerye se citó con Blanche en un
restaurante frente al juzgado.
-Quiero renegociar el monto.
-¡Tarde, querida! ¡Ya está todo! No te daré ni un centavo más hasta que vea hechos
concretos! Y hasta ahora no te he visto mover un dedo mientras mi hermana y Daniel
se están reconciliando.
-Tranquila, que dentro de hoy o mañana le llegara un aviso de atraso de la cuota
alimentaria. Amanda se enterará y se acabará su relación de cuajo.
-Más te vale que así sea.
CAPÍTULO 8"GUERRA DECLARADA"

No sé por qué extraña razón soñé con mi padre, en su aspecto más joven, sonriente,
feliz, en paz consigo mismo.
-Lucha, hija mía. Lucha por quien realmente amas- fue la frase que emanó de su boca.
Desperté con lágrimas en los ojos. Daniel no estaba, sin embargo, me dejó una rosa
amarilla sobre su almohada y una nota disculpándose que estaría ausente por
trabajo. No podía vivir siendo escritor únicamente, así que debía trabajar como
abogado en un buffet, el cual Andrew le había ayudado a ingresar.

-"Entra en sesión la apelación de Blanche Boubié, en actas de reclamar los dos meses
de suspensión del pago de la cuota alimentaria de Jocelyn Rivers Boubié..."
-¿Esto es broma?- le pregunté a mi abogado.
-No te preocupes. Tenemos pruebas a nuestro favor. Con todo respeto, señoría, al
defensor de la señora y a la demandante ... Tengo en mis manos cheques de
depósito, facturas del día y hora que demuestran que el señor Rivers ha pagado la
manutención en tiempo y forma.- Se los acercó a la juez, ésta, una mujer mayor de
tez trigueña y grandes ojos marrones, arrugó el entrecejo.
-¿Me hizo venir, doctor Meyers, con su demandante, para que luego el representante
del señor Rivers me presente pruebas contundentes que ha pagado? Ahora mi
pregunta a la señora, madre aquí presente... ¿En qué ha invertido dicho monto que
niega haber recibido? Usted juró en declaratorias que el señor aquí no pagó durante
dos meses... Hoy, 26 de Junio del 2024, tengo en mis manos los pagos del 10 de
Mayo y el 10 de Abril con horario de las 16:30 ambos pagos. Para mi, éstas facturas
lucen bastante responsables en tiempo y forma. ¿Algo más que presentar?- Golpeó el
martillo de madera contra su estrado.- Doy por terminada ésta sesión de familia.
Me fui tranquilo, sin embargo, intuía que ella se iría con los ojos en sangre de furia
hacia mí.
-¡¡Daniel!! ¡¿Te crees que has triunfado, no?! ¡Pues te digo que te equivocas!
-No hagas un espectáculo, por favor.
-Ojalá pudiera odiarte y matarte aquí mismo... Me robaste todo, hasta mi cariño con
Jocelyn. No sabes cuánto mi mente te desprecia.
-Lástima que yo no piense lo mismo. Nunca te he guardado rencor. Pero ... ¿Sabes
qué? Jamás olvidaré cómo mi madre y yo te echamos a patadas por mentirnos del
embarazo.
-Aunque tu moral te llevó a hacerte cargo de una niña que ni siquiera es tuya.
¿Amanda lo sabe?
Claro... Le dijiste corriendo que no serías padre... Ella no sabe éste pequeño secreto...
¿O si?
Ten cuidado por donde pisas...
-¿Es una amenaza?
-Un aviso.
Marché de allí lo más rápido posible. Nunca antes vi aquella expresión en sus ojos
celestes. Blanche cultivaba un odio sin precedentes.
Pese a todo el mal que me había hecho, yo le amaba de verdad. En ese entonces, me
di cuenta que ella sólo quería verme destruido por haberle roto el corazón y haberme
ido con Amanda.
-¿Daniel? ¿Eres tu?- Alguien tocó al timbre de la puerta que daba a la calle. Sus pasos
llegaron de atrás, había ingresado por la puerta trasera.
-Ya llegué... ¿Me llamabas?- Cuando me acerqué a ella, estupefacta al ver algo en el
suelo.
-¿Qué diablos es esto?-preguntó Amanda.
-¡No lo toques!- Busqué una bolsa de residuos, tomé aquella envoltura y arrojé todo a
una lata de leche y prendí fuego.- Era... Ya no importa.-Seguramente era un mal
enviado por Blanche directamente a Amanda.

Caminé por el patio trasero, pensando si era el momento de contarle a Amanda todas
mis verdades. La existencia de Jocelyn y que yo era su tutor. Y el cáncer de páncreas,
ambas cosas, tarde o temprano, saldrían a la luz. En el garage, aún tenía mi
motocicleta negra. La monté y encendí el motor, tenía el tanque lleno. "Nada malo
sería en dar una vuelta", pensé, como los viejos tiempos de mi juventud. Aquella
moto fue testigo de romance que marcó mi vida, mi amor con Amanda.

Él me dijo que daría una vuelta. Salió y segundos después llegó vieja
correspondencia.
Una carta del juzgado de familia le citaba a él por un pago retrasado de alimentos...
"Jocelyn Rivers Boubié"

La taza que tenía en mi mano izquierda se me deslizó como aceite de las manos.

Quería olvidar lo vivido en la mañana con Blanche, aceleré un poco y no alcancé en


ver la señal de alto.

A lo lejos, Margerye O'Connelly contemplaba el accidente en moto.


El ir y venir de médicos y enfermeras aturdió a Amanda Connelly por unos segundos
hasta que logró ver a un hombre de un metro ochenta de cabello rubio corto, no
habían dudas que se trataba del primo de Daniel, Alfred.
-¡Amanda!
-¡¿Qué le pasó?! ¡¿Dónde se encuentra?!
-Está en observaciones. Le hicieron una tomografía y no tiene fracturas expuestas.
-¡Gracias a Dios!
-Tendrá que andar con yeso en la pierna izquierda por unos meses. Fue un esguince,
por suerte, había logrado maniobrar la moto.- Éste bajó la mirada al ver un sobre
abierto en la mano de su amiga.- No te enojes con él si has develado ciertos secretos
que te ha escondido por años.
-¿Tú sabías esto? ¡¿Por qué le debe tutela a una criatura que ni siquiera es suya?!
-Todo tiene una explicación... Quizá yo no deba ser el indicado para confesar esto
pero... Daniel está enfermo.
-Espera... ¿De qué estás hablando?-Alfred la condujo a una hilera de bancos donde le
pidió que tomase asiento. Tomó aliento para darse el coraje para decirle la verdad de
los hechos.
-Hace cuatro años, el tiempo que estuviste en Irlanda, le diagnosticaron cáncer de
páncreas. Ha hecho todos los tratamientos posibles pero la metástasis es imparable.
Ha dejado un testamento en el que sus bienes y pequeñas cosas pasen a ti y
exclusivamente a la niña de Blanche.

Mis oídos se querían apagar así no podría oír que Daniel se iría de mi vida. Cerré los
ojos, rebobinando mi mente al pasado... Retrocediendo al tiempo en que las
discusiones pesaban más que la nieve y empapaban nuestras almas, desbordando
nuestros corazones en una inundación de penumbras y lágrimas.

Abril 2017

-¡¡Me voy!! ¡Regresaré a casa de mis padres y empezaré de cero!


-¡¿Qué hay de nosotros?! ¡¿Seis años hemos vivido enamorados y ahora nada te vale?!
-¡¿Qué valor le diste tu, Daniel?! ¡Acostándote con Blanche mientras yo rendía como
una tonta! No olvidé lo que hiciste en Diciembre del año pasado. Cierra esa caja de
allí.
-¡¡Volverás a tu casa sin el título y sin mi!!
-¡Vete al Diablo, Daniel! Alfred nunca debió haberte presentado en mi vida. Eres el
primer hombre que me rompe el corazón.
-Y seré el último... ¡Por favor, no te vayas! ¡Te amo, Amanda! ¡¿Acaso no lo ves?!
-Lo veía... ¡Por supuesto que ví en tus ojos un amor perfecto, verdadero! ¡Pero ahora
estoy cansada de oírte dar promesas falsas! Tu adicción no fue la droga, es Blanche, y
lo seguirá siendo, será un quiste en tu vida y hasta que no encuentres la cura solo, no
podré estar contigo.- Su hermana le hacía señas que debían partir.-Debo coger un
taxi.
-Te pagaré la renta... Los servicios si quieres... Pero por favor... Quédate conmigo.
-Me han matado aquí, Daniel. Me han hecho daño no sólo en la carrera, tu también, y
eso es lo que más me duele ahora. Sufrí todas las traiciones posibles de gente que
decía ser mi amigo pero tu... Tu traición es lo que más me hiere. Cuando cure mis
heridas del alma... Veré si éste libro sobre nosotros continúa.
-Amanda...
-Adiós, Daniel- le abrazó fuerte, contuvo las lágrimas y le dio un beso en la mejilla.-
Eres un buen hombre, excelente cocinero y un gallardo escritor... Sabrás encontrar a
la horma de tu zapato. Sólo recuerda todo lo que hice por ti.

-¿Señorita Connelly?- El médico me despertó del ayer.- Puede pasar a verle.- Iba a
ingresar cuando Alfred me tomó del hombro.
-¿Qué más me vas a decir? ¿Mm?
-No seas dura con él. Es tan sensible como tu aunque nunca lo demuestre. Perdónalo
por todo lo que te ha ocultado. No vivas en resentimientos, mi vieja amiga. Él te amó,
te ama y amará eternamente.
-Tu siempre defendiéndolo.
-No quiso lastimarte. Antes, hace años, no sabían quererse, cómo cuidarse, cómo
mantenerse de pie ante las tormentas de la vida. Ya no son jóvenes inexpertos en el
amor. Ambos han escrito tanto sobre el sentimiento y poco han aprendido de el...
¿No te parece paradójico?
Si quieres escucharme, mi amiga, bien, porque te diré esto una sola vez, aquí y
ahora... - Ella no se había imaginado el sermón que Alfred tenía preparado para
decirle:
-Lo que siempre ha faltado entre ustedes dos ha sido el diálogo y el don de pedirse
perdón.
¿De qué te vale hoy tantos títulos y magisterios sino eres feliz sin él? No todo en la
vida es un cartón de mierda que debes ganar. La felicidad no se obtiene de títulos
por doquier o de trabajos de mañana, tarde y noche. No le diste el tiempo y ahora
éste te está jugando en contra. Él también supo malgastar las horas en lugar de darte
más afecto.- Ella gesticulaba disculpas ante Alfred por haber sido tan fría con Daniel.-
No... No quiero que entres llorando... Perdón que sea tan tajante y te esté retando de
éste modo. Sin embargo, es necesario para abrirte los ojos. Ten...- Le entregó una
botella llena de agua cristalina.- Es sagrada de Medjugorje, muchos se han curado y,
tal vez, éste mal que lleva en su páncreas se sane con un toque de fe.- Amanda le dio
una leve sonrisa. Al principio, Alfred permaneció en la habitación hasta que Daniel
despertó.

-Los dejaré a solas.- cerró la puerta y ella se sentó en una silla junto a la cama.
-¿Cómo te sientes?
-Me duele todo el cuerpo... Igual a cuando patiné con la moto el invierno del 2017.
Fue una locura haber intentado ir a verte en plena nevada.
- Y ver tu cara en las noticias fue lo peor...- Acarició su mejilla derecha...- Te ha
crecido un poco de barba... - Tocó su cabello corto azabache... No vine a pelear... Ya
no quiero discutir... - Sus pequeños labios empezaban a temblar- ¿Por qué no me
dijiste que estás enfermo?
-No hallaba el momento oportuno... Por favor, no llores... Me hace trizas verte
hacerlo.
-Hice tantas cosas en mi vida... Pero me arrepiento no haberte dado el tiempo que
merecías...
-Yo quería que volaras... Y lo lograste... Alcanzaste tus sueños, tu profesión, tus
hobbies...
Fuiste dos años record en Amazon como mejor autora del 2019... No es tarde para
que encuentres a alguien mejor que yo... ¿Qué tal Jonathan?
-¡Ja! ¡Es un capullo! Yo no te cambiaré por nadie...
Nunca lo hice ni mucho menos planeo hacerlo.- Lo acariciaba con una ternura
conmovedora, un cariño que se había extinguido en un pasado oscuro, cuyas brasas
parecía haber reencarnado aquel viejo amor. Amanda giró el tema de la conversación,
rememorando el ayer.
-Cuando éramos jóvenes... Y peleábamos por meses, trataba de esconderte de mis
compañeras... Con el temor que podían apartarme de ti. Antes, pese a todo, nos
uníamos y ahora en éste tiempo está flaqueando lo nuestro pendiente de un hilo ...
Hablé con Alfred en el pasillo y en ese lapso me ha hecho repensar qué hice mal y
cómo puedo hacer para que lo nuestro vuelva a tener ese combustible que solía
haber.
Ya dejé pasar muchos años... Y no dejaré que un maldito cáncer me quite al único
hombre que amo.- Daniel lloró y ella le estrechó fuerte en sus brazos hasta que él
reposara en su regazo.

Desde la puerta entreabierta, con una expresión cuasi angelical, Alfred sonreía al
verlos en tal atmósfera de amor. Dio la circunstancia en la que el sol del atardecer
proyectaba sobre ellos a través de la ventana.
CAPÍTULO 9 "Unión"

Debía andar en muletas por un par de meses por el esguince aunque me agotaba
estar de pie. Amanda había coseguido una silla de ruedas temporariamente,
cuidándome que nada me faltara. Había vuelto ese resplandor de amor en su mirar.
Mis años y las circunstancias en las que me hallaba hacían que irrumpiera en
lágrimas por momentos.
-Lo siento... Pensarás que parezco un idiota emocionándome por todo.
-No...- Se sentó por unos minutos en mi regazo, acariciándome el cabello.- Luces más
atractivo que yo cuando lloro.- Había conseguido sacarme una sonrisa, a su vez
dándome un leve beso en los labios.

Pasó el tiempo y faltaba muy poco para diciembre. Durante aquel lapso, siempre
sentado, había finalizado dos novelas con ayuda de las correcciones de Amanda,
solía dejarle también que cambiara cosas, su talento era innato. Lo mío había surgido
gracias a ella y su constante apoyo a que no me rindiera ante las negativas de las
editoriales.

10 de Octubre

El once de dicho mes acontecería un importante evento en el viejo museo de artes


visuales Theodore Roosevelt. Ella me acompañaba siempre a donde sea que yo fuera
y no dejaría que se quedara sola en casa con Maia.

Muy temprano, fui a ver a mi madre, quien realmente tenía buenos contactos de
varios publicistas y editores, quienes podríar asistir a la gala siempre y cuando ella
asistiera. Primero, debía viajar a San Francisco y disculparme con ella por previas
discusiones, con algún regalo de paz, así que elegí en llevarle un juego de té japonés.

Susan Connelly estaba en la oficina de su difunto esposo, navegando en los


periódicos online desde una vieja laptop. La ama de llaves le avisó por el móvil que
su hija menor había arrivado. Disimuló fácilmente que estaba husmeando la sección
de chimentos de la realeza, dejando la imagen de pantalla.
-¡Vaya, cuando finalmente te jactas en venir! He oído por ahí que has vuelto con
Daniel... Y planes de una boda después de todo. ¿Acaso no temías a los vestidos
blancos?
-Son acertados los rumores, madre. Y hola, para empezar... ¿Cómo estás?
-Pues, como me vez, sola encerrada en ésta casa. No puedo vivir haciendo macramé o
pintar el libro estúpido que dejaste de mandalas.
-Te traje un obsequio... - Hacía oídos sordos a sus quejas cotidianas.- Espero sea de
tu agrado.- Susan la observó de pies a cabeza.- Mm... Ahora de grande aprendiste a
combinar tu atuendo... Solía odiar tu look de rebelde con ese morral sucio de
Greenday... Casi estuve por incinerarlo pero me lo impediste.
-Era un recuerdo de Daniel, mamá. - Abrió la caja y miró con desdén el juego de té.
-Está muy mono... Le pediré a Betsy que lo dejé en el comedor. ¿Buscabas algo a
cambio por esta pequeñez?
-Siempre tan intuitiba. De hecho... Mañana en la noche Daniel tiene una entrevista
importante por la publicación de una bilogía y me preguntaba si podías... No sé,
venir a verlo....
-¿A cambio de ...?
-Mm... De mover tus contactos... Los que tenía papá también, así asisten igual.
-Sólo lo haré por ti. Sabes bien que detesto el género romántico y mucho más que
élse gane el crédito por lo que tu haces y corriges. Deberías ser tu quien esté en ese
reportaje.
-Tu sabes que preferí enseñar a los niños.
-Y llegar a tu casa llena de brillantina y acuarelas. Eres igual a tu padre... Haces lo que
te plazca por querer ver bien a los demás... - Por unos minutos parecía haber bajado
ese halo de frialdad, como si quisiera abrazarme. Noté sus ojos vidriosos.
-Bueno.... Ya vete que me pierdo mi lectura de la revista Hola y me disgusta si no
estoy al día.
¿Qué le pasa a tu hermana que no responde mis mensajes de facebook?
-Tiene dos hijas, mamá. Tal vez esté ocupada.
-Mm... No sabes en qué anda, dime eso mejor. ¡No te quedes ahí parada! Sírvete un té
abajo en la cocina... ¡Qué se yo!
-Está bien, mamá...- Meneé la cabeza, habían cosas en ella que nunca iban a cambiar.

11 de Octubre

Una música melodiosa retro resonaba en el evento. Amanda llevaba un vestido negro
largo y el cabello a medio recoger.
Daniel se quitó la corbata, sudaba de los nervios.
-¡Hola, extraño!- Ella me abrazó afectuosa, recorriendo su delgada mano en mi
espalda.
-De nuevo me invaden los nervios.
-Tranquilo... Respira... Recuerda que los nervios te dan hiperglucemia.
-Lo sé... Es peor que rendir un examen.- Susan saludó a lo lejos alzando una copa de
champagne y le saludé con reverencia.
-¡Ya, ni que mi madre fuera la reina de Holanda!
-Siempre fue, es y será intimidante para mi. Parece que de sus ojos cafés saliera
fuego de Mordor... Peor, es como el ojo de Sauron, vigilando que yo no me pase de
atrevido contigo.
-¡Ja! Lo que haga contigo queda entre tu y yo.- Su susurro al oído fue una caricia a
mis sentidos.
-No hagas eso o me obligarás a que arranque ese lindo vestido con los dientes.
-La noche recién inicia, así que guarda esas ganas para más tarde.- Un beso suyo
detuvo mi miedo. Me hizo suspirar de amor cuando se alejó, dando ordenes de los
últimos retoques al catering.

El evento había sido un éxito y la velada finalizaba con la firma de libros. Un sujeto
con gorro y capucha dejó sobre la mesa su copia así yo la autografiara y tenía un
papel como marcador con una declaración inquietante:

"Amanda Connelly hizo esto. Hace todos sus libros y le da un crédito que no merece"
Levanté la vista, di un salto de la silla persiguiendo a quien sabe quién hasta llegar a
la puerta y ver peatones por doquier caminando bajo la lluvia copiosa.

Fui a cambiarme porque empezaba a tener frío. Me solté el cabello y había pagado ya
a los chicos del catering y al dueño del museo por prestarnos el espacio cuando me
topé con Blanche.
-¡Vaya! Después de muchos años... ¡Bah, desde el 2017! Finalmente te tengo cara a
cara, Melanie O'Connor, perdón, ese es tu alias patético... Amanda Connelly, la ex
gordita simpática, el quiste de todos mis problemas.
-Blanche Boubié ... Te creía más alta.
-¡Jum! ¿Te crees que con burlarte me das miedo? La primer mujer en la vida de un
hombre jamás se olvida.
-Se olvida si causó más males que alegrías. ¡¿Qué más quieres de Daniel?!¡Déjalo ir!
-¡Pensé que lo de la tutela te espantaría y lo dejarías pero veo que eres una puta
insistente!
-Soy perseverante con quienes quiero mucho.-Blanché radiaba fuego y la sangre le
hervía hasta resaltar las venas en su frente.
-¡¡Te durará muy poco porque se está muriendo de cáncer!!
-No importa cuánto veneno digas de tus labios, Blanche. Le daré los meses más bellos
de su vida.
-¡¿Dime que mierda vio en ti?! ¡¡¿Qué tienes que no tuve yo?!!- La sacudió tan fuerte
del brazo que Amanda temió en caer. Al ser robusta y un poco más alta que Blanche,
le dio una bofetada con la mano izquierda.
-¡¡Ah!! ¡¡Tonta maestra de escuela!! ¡No sabes quien soy ni el poder que tengo!
-¡No me das miedo! ¡Recoge la poca dignidad que tienes y lárgate! No puedes perder
lo que nunca tuviste. No perdiste a Daniel porque nunca fue tuyo.
-¡Eres una vil zorra con esa carita de maestra de pacotilla! ¡Escritora, ja, eres una
mierda!-dijo Blanche, quien no se conformó y le arañó la mejilla.
Afortunadamente, Daniel llegó a tiempo porque Amanda había perdido la razón para
arrojarse de lleno contra aquella víbora.
-¡No me agarres que la voy a hacer pedazos!- La sostuve de la cintura porque estaba
fuera de si.
-¡Amas a ésta loca que quiere pegarme! ¡Es una salvaje amanerada! ¡¿Por ésta me
dejaste?!
-Ya vienen los de seguridad... Deja de hacer un espectáculo.
-¡¡Aquí no se termina, se los advierto!! ¡No me toquen!- Se puso de pie sola, con los
stilettos torcidos y el abrigo blanco arrugado, ni hablar de su cabello hecho una
maraña cual si el viento la hubiera despeinado.

-Amor... Algo inesperado ha surgido en la firma de libros.


-¿Qué pasó?
-Alguien infiltró información y sabe que tu has escrito la mayoría de mis trabajos.
-¡Rayos! Tengo un leve presentimiento de quién puede ser.- No me cabía duda alguna
que aquel escritor frutrado del avión era quien estaba detrás de todo esto y temía por
la reputación de Daniel como autor.

Un llamado de Frank, hermano mayor de Daniel, fue la gota que colmó el vaso.
-Hola... ¡¿Qué dices?! ¡¿Cuándo?! ¡¿Cómo?! Voy de inmediato.- Amanda se asustó al ver
mi expresión de shock. - Es Charize... Intentó suicidarse y está en el hospital
Washington.
-Voy contigo.
CAPÍTULO 10 "En Peligro "

Charize, mi hermana menor, estuvo internada una semana en observaciones. Las


marcas en sus muñecas cicatrizaban lentamente bajo los vendajes de tela blanca. Su
pálido rostro resaltaba de su oscura cabellera. Toqué la puerta antes de entrar.
-¡Daniel! ¡Qué gusto me da verte! - La abracé fuerte, conteniendo el leve llanto que
había surgido y escuchando cómo había sido todo lo que había planeado.
-Eres joven, Charize. Por alguna razón, ese muchacho no era para ti. A veces, los
primeros amores fallan... ¿Quién sabe? Tal vez encuentres el amor en una segunda
ocasión.
-¿Cómo tu y Amanda?
-Tómalo de ejemplo, si quieres.
-Pero les costó una década...
-Si... Como toda pareja, cariño. Tuvimos peleas muy fuertes, situaciones que parecían
irremediables... Nunca me rendí por ella y ella nunca cedió por mí.
-¿Crees que ahora si quiera casarse?
-No voy a presionarla. Seré paciente... Como lo he sido siempre... Desde el 2017 que
lo he sido y mira ahora.... Vivimos juntos, tenemos una linda casa, una caniche
hermosa ... Mis sueños y anhelos los estoy cumpliendo con ella y la amo con todo mi
corazón. He hecho todo por ella como así también ella hizo todo por mí.
No quiero que vuelvas a lastimarte así por alguien que no te merece. Tienes toda una
vida por delante, corazón. ¿Si?
-Creo que también quería llamar la atención. Frank ya es hasta abuelo... Tu estás
formando tu vida con Amanda y yo... La última de los Rivers, siendo una desdichada.
-Yo que tu disfrutaría la soltería y haría de todo, desde fotografía hasta pintura al
óleo. ¡Hay tantas cosas que aún no conoces del mundo, Charize, sólo debes buscar tu
horizonte y expandirte!
-¡Vaya, la fama de escritor si que te hace flashear!
-Si escucharas más las conferencias de vida de Alfred, sabrías bien lo que te estoy
hablando.
-Está bien, no te enfades... Y no, no volveré a hacer locuras suicidas. Me alegra saber
que estás completo con Amanda. Te lo dije aquel entonces y te lo reitero ahora... Ella
siempre me encantó como cuñada aunque tu siempre cometías errores.... ¡Me
sorprende por parte de ella haberte aguantado tanto!
-¡Oye!
-¡Es verdad! Tantas idas y vueltas por culpa de Blanche... En serio. Ahora, si me
disculpas, pasan Catfish a ésta hora.- La enfermera ingresó con comida. Esperé que
se fuera y saqué el paquete que llevaba en mi mochila.- Pss... Ten esto... No creo que
en esa bandeja te den una McDonalds con mousse de chocolate.- Charize quiso
chillar de alegría, igual a cuando era una niña, me abrazó del cuello dándose un
cálido beso en la mejilla.
-Te quiero, Dany.
-Y yo más, Charize. Debo irme pero mañana paso a verte.
-Descuida, mamá viene y me lleva a casa. Quedó muy acongojada y quiere hacer las
paces conmigo.
-Está bien. Cuídate ¿Si?
-Okey.
Dentro de unos días sería la cena de acción de gracias y pensaba invitar a Andrew y
Margerye con sus pequeñas, a mamá y a los padres de Daniel.
Miraba los árboles ya decorados de las tiendas y ya había puesto el mío en lo que era
el instituto de idiomas "O'Connor & Stuart", usando siempre mi apellido alias de
escritora. Anna Stuart, mi socia y además profesora de alemán y francés, estaba de
viaje con un grupo juvenil en Berlín y volverían a fines de diciembre. Éramos
solamente yo y nuestra secretaria, ordenando las planillas, imprimiendo lo que
serían los exámenes de diciembre.
-Ya está todo, señorita.
-Pronto señora Rivers, Fiona.
-¿En serio? ¿Se lo va a proponer usted?
Si. Lo sé, es poco convencional pero fui la tonta de negarle tantas veces que ahora me
toca a mí pedírselo. ¿Es raro, no?
-No si se aman. Hacen tan bella pareja.- No supe responder, salvo mis mejillas que se
sonrosaron al pensar en él.
-Puedes irte ya, Fiona. Hace frío y no quiero que tu marido se angustie.
-Muchas gracias. Nos vemos el Lunes. Que tenga un bello fin de semana.
-Igualmente. Saludos a Pete.- Me aseguré de apagar las luces, desconectar la cafetera,
desenchufar las zapatillas, cerrar las ventanas y persianas. Al salir contemplaba la
imagen grande del Big Ben con los apellidos en letras doradas. Tantos sueños
cumplidos y concretados como aquel que tenía ante mis ojos. Una pequeña lágrima
de alegría floreció y la quité con el guante.

Estaba muy fría aquella tarde. Un frío recorrió mi espalda como si fuera a predecir lo
que iba a suceder tiempo después que llegué a casa.
Daniel no estaba. Maia llegó corriendo a mis pies, vestida con su sweater rosado y
violeta tejido por Daniel.
-¡Ah, papá te puso el sweater que te hizo!- Lamió muy poco mis labios como un
saludo de bienvenida y fue corriendo por su peluche.
Tenía ganas de darme un baño, no sé, recibirlo fresca, perfumada. La cena estaba
hecha guardada en la heladera y un postre helado sin azúcar en la nevera. Todo
perfecto para recibirlo del trabajo.
Pese al maldito rumor que se circuló por mi ayuda en sus novelas, la gente siguió
leyendo los libros y el nuevo que recién había salido en julio tenía el nombre de
ambos, el suyo y mi alias "Empire of lovers, por Daniel Rivers & Melanie O'Connor",
un romance medieval prohibido de dos casas de duques, un affair cliché pero que
juntos lográbamos añadirle suspenso y terror que atrapaba desde la primer página.
Las críticas en Amazon eran positivas así que sumaba mucho a favor nuestro. Si
había sido una artimaña de Blanche, pues había perdido. No había olvidado aquella
noche en el museo cuando la sacudí hasta ver su cabello un hobillo revuelto. Me reí
tan sólo recordarlo en mi mente. En la recámara me quité el saco, quedé en una
simple camisa blanca de encaje color crudo y mi falda azul petróleo. Andaba en
medias por la alfombra y no podía encontrar mis chatitas blancas de cuero. Fui al
lado de Daniel, el pasillo que daba a la ventana del patio cuando me pareció oír el
resonar de los tubos del llama ángeles que estaba colgado junto a la puerta de
entrada. No era de sonar al menos que entrase alguien. Los pasos eran fuertes en la
madera vieja. Intenté agudizar mis sentidos, apoyando mi oído izquierdo al suelo. El
corazón latía rápidamente y el miedo de que fuera un ladrón. Maia entró al cuarto
por suerte, la llamé con la mano y vino muy despacio, la abracé y permanecimos allí
un buen rato, casi sin aliento evitando respirar. Le hablé muy bajo a mi perrita que
permaneciera bajo la cama, tan obediente, se quedó allí. Busqué el bate de beisbol de
Daniel, al lado de su guitarra en el placard abierto. Cerré la puerta en silencio así, si
fuera un delincuente, no lastimaría a Maia. Temía más la seguridad de mi mascota
que la propia.
Con cautela, miraba a ambos lados, afuera llovía pero mis oídos estaban alerta dentro
de la casa. Bajé las escaleras con el bate en ambas manos. Nadie estaba en la cocina,
me restaba el living y el comedor. Maldije en ese momento que la casa fuera tan
grande.
No supe cómo un golpe desde el living me tumbó al suelo. La cabeza me daba vueltas
y veía todo doble hasta que logré visualizar a Richard Nichols en mi sala de estar.
-Lamento por el golpe...
-¿Tu? ¿Qué haces en mi casa?
-La pregunta es... ¿Por qué dejas que siga publicando?- A tirones me jaló para que me
levantara.
-Él sólo escribe... Yo logro que se publique todo.
-¡Por favor! ¡Sabes perfectamente que el talento lo tienes tu, él se gana los premios y
aplausos! ¡Es un fraude!
-Lo siento por ti si no has tenido suerte pero Daniel y yo fuimos siempre un equipo.
-¡Ya callate!- Una bofetada me lastimó la boca. La cien me latía fuerte a causa del
previo golpe. Cerré los ojos hasta ordenarle a mi cuerpo que se controle. Miré a mi
alrededor en busca de alguna defensa. El fierro que picaba las brasas colgaba en la
chimenea, demasiado lejos de mi alcance, una silla, un jarro, el abrecartas que yacía
a poca distancia. Corrí rápido y cogí la pequeña navaja, logré tajearle el brazo y le
empujé hasta el depósito de lavado donde le encerré por poco tiempo con un
pequeño escritorio. Corrí a la cocina, me armé de cuchillos, tomé el móvil y lo metí
en el corpiño, debía volver al cuarto con Maia y llamar desde allí a Daniel.

Nichols pateó con fuerza pero Amanda se había escondido ya.


-No quiero hacerle daño, Amanda... Esto es con su novio y si no coopera conmigo,
pues ahí tendré motivos para lastimarle.- Ella permaneció en el cuarto, trabado con
una mesa de computadora.
-Maia, sé buena y quédate en el closet. No quiero que te lastime ¿Vale?- ¿Qué podría
entender ella? Sólo asentía con la lengua en mis manos y sus grandes ojos marrones
con expresión de miedo e incertidumbre al ver cuchillos sobre la cama. Le besé la
cabeza y la dejé oculta en el armario.

Margerye no respondía, Andrew menos. Daniel tenía la casilla de voz. Ni por


facebook solía responder mis mensajes antes, mucho menos lo haría ahora. Grité al
ver su mano atravesando la puerta con el matafuegos.
-¡Por favor, no me haga nada! - Maia había empezado a ladrar.
-¡¿Qué tiene ahí?!
-¡Nada, es sólo una caniche! Cooperaré pero a ella no la lastime, le suplico.- Me miró
de pies a cabeza, percatándose de la simple ropa que llevaba. Aquella expresión en
sus ojos me dieron terror... El horror de que intentara abusarme.

"-Hola, estás hablando con Amanda Connelly, deja tu mensaje"- No me respondía y


empezaba a angustiarme. La catedral dictaba las nueve de la noche. El trafico estaba
colapsado por un camión mal estacionado y un coche en doble fila.
-Maldición, Amanda, responde.- Maldecía en vano ante su mensaje automático. Iba a
demorar bastante en llegar a casa con la fila de autos delante mío.
-Soy yo... Escucha, está muy ajetreado el transito y demoraré un poco en llegar. Te
amo.

-¡¿Dónde están los borradores?!- Me condujo a la biblioteca, le indiqué unos drafts


mal hechos, quería quemar algo para sentirse victorioso que estaría acabando con
nosotros, según él, éramos una escoria para el mundo de los escritores. Los arrojó a
la chimenea pero no apartaba la vista de mí. Me ató a una silla negra giratoria, de
manos y cintura, dejando mis piernas libres, más miedo me daba y mi mente
comenzaba a imaginar pesadillas.
-Una mujer común... Un cuerpo simple pero voluptuoso... Regalando un don como es
la redacción en manos de alguien que no lo merece... Si usted estuviera conmigo, la
historia seía otra.
-¿Cómo sería?- Sólo quería hacerlo divagar en las palabras pero seguía cerca, con su
rostro apegado al mío. Me torcí pero me jaló del cabello.
-No es exageradamente atractiva pero ... Como dirían las autoras eróticas... Cogible.-
Usaba un arma y el abrecartas sobre mi cuello, lo hacía recorrer mi pecho. Estaba
conteniendo la respiración hasta que el ringtone de Linkin Park me salvó.
-Oh... Pero qué bohemia,.. "Lost in the Echo", era mi preferida también.- Miró y arrugó
el ceño. -Es él, conteste normal. - Me acercó el celular.
-¡Amor, te llamé como unas cinco veces!
-Estaba... Dándome una ducha.
-Ya estoy por llegar. Se liberó la calle, por suerte. En veinte minutos estoy por allá.
-No... no vengas aún... Estoy ordenando- temía que pudiera hacerle daño a Daniel.
Luego pensé mejor y debía hablarle en código.- Arwen en Helms' Deep sola...- Alcancé
decir eso antes de cortar.
-¡¿Qué mierda le dijiste?!- Un golpe suyo contra el lado izquierdo de mi cabeza me
hizo caer de la silla.
-¡Ah! Nada... No fue nada.
-¡Más te vale si no quieres una bala en la frente!- Fue hasta el minibar, tomó un licor
viejo, recuerdo de cuando Daniel podía beber. Lo escupió y arrojó la botella al fuego.
Fue hacia mí, me desató de la cintura, se deleitaba poder tocarme los senos, yo
trataba de no pensar en ello aunque mi mente jugase en contra.

Conocía esa referencia ya que era una escena borrada de su película preferida. Me
pedía ayuda. Llamé a Alfred, quien tenía arma reglamentaria y amigos en la policía
como refuerzo.
-Es Amanda y corre peligro. No sé si es obra de Blanche o de alguien más, sólo me
habló en código.
-Voy contigo. Llamé a mi gente e irán sin armar jaleo hasta que les de la orden de
entrar a la casa.
Minutos más tarde se oyó el ruido del auto entrando al garage. Me llevó hasta la
despensa, donde se escondió allí conmigo. Me tapó la boca con la izquierda y paseó
el arma desde mi entrepierna al pecho, alojando la boca del revolver en mi corazón.

Reinaba alerta y pánico en el rostro de Daniel. Alfred quedó afuera, oculto en la


oscuridad con refuerzos, no actuarían hasta no recibir un aviso de Daniel.

La puerta estaba sin llave, el hall lucía ordenado, excepto el living donde habían
sogas y una silla en el suelo. Manchas de sangre en la madera me causaron mayor
preocupación. Quizá no era Blanche, podía ser un ladrón, o lo peor, algún asesino
suelto.
-¿Amanda?- Una pequeña puerta se mecía, a unos diez pasos de la cocina. Era la
despensa. La encontré inconsciente, toda lastimada y las medias rajadas como si
alguien las hubiera arrancado con las manos.
-¡Dios, no! ¿Qué te han hecho?- Por tercera vez en mi vida sentía el caño de un arma
en mi cabeza, ésta ocasión, en la nuca.
-Finalmente te tengo, Daniel Rivers. La razón de mis desdichas.- Su voz grave me
hizo poder reconocerlo.
-Richard Nichols... Por tu bien que no hayas tocado a mi esposa.
-Novia querrás decir... No veo ninguna joya en esas virginales manos.- Viejo pero aún
en práctica, logré levantarme rápido y golpearle con la cabeza, con una patada le
quité el arma y tan sólo a puños me desquité con él. Al ser unos años joven, esquivó
mis golpes, me lanzó al living donde forcejeamos.
-Es una plaga, señor Rivers... Usted y todos esos imbéciles que creen en sí mismos.
Todos aquellos que se creen mejores novelistas que Lovecraft, Poe, o Kafka, son una
enfermedad en la literatura, tal como usted.
Y pienso erradicar ésta enfermedad de una vez por todas.- Tomó un fierro de la
chimenea y no cesaba de golpear a Daniel.

Dios me estaba dando un aliento de fuerzas. Desperté del golpe que me había dado
contra la pared de la despensa. Daniel estaba allí, a merced de un demente. Quedaba
en mis manos acabar con esta pesadilla. Me arrastré hasta el arma y apunté a Nichols.
-¡¡Basta!! ¡Arroje eso o le disparo!
-¡No tiene los cojones!- Le disparé al brazo y otro tiro en mitad de la mano que
sostenía el palo de metal negro.

Los disparos alertaron al refuerzo que aguardaba fuera e ingresaron. Alfred ingresó
primero, tomó con todas sus fuerzas a Richard Nichols y le esposó contra el suelo.
-¡Amanda! ¿Estás bien, te hizo algo?- preguntó Alfred al verla con la ropa arrugada.
-Sólo me golpeó. No me hizo eso.- logré responder. Me incorporé despacio. Sólo me
inportaba Daniel, quien se sentó en el apoyabrazos del sofa.
-¡¿"Arwen en Helms Deep" en serio?! ¡¿No podía ser algo más simple con decírmelo en
italiano, no sé, alemán?! ¡Auu! ¡¿Te tocó, te hizo algo?!
-Estoy bien... Algo magullada y me duele la cabeza a mares.- Me dejé abrazar por él
pese al dolor. Agitada, Maia bajó las escaleras a los ladridos locos hasta vernos entre
tanto efectivo policial.
-¡¿Y tu que hiciste además de esconderte?!- le dijo Daniel.
-No se escondió. La resguardé por temor que le hiciera algo.
-Ya viene asistencia médica para que los vea.- dijo un oficial mientras Alfred, como
un león enfurecido, metía a Richard en la patrulla.

Residencia de Margerye, 19:30 PM

-No vuelvas a llamar a mi casa. Se acabó. Ya perdiste a Daniel, no cuentas más con mi
apoyo.Es muy tarde ya para que trames algún plan. Adiós- Margerye le cortó la
llamada a Blanche. Regresó a su tocador justo a tiempo cuando Andrew entró.
-Oh... Oscureciste tu cabello.
-Un poco... No es para tanto.
-Me encanta.
-¿De veras?
-Me gusta que te pongas bonita para ti... Para mí. ¿Recuerdas cuando nos conocimos
en el juzgado?
-Si. Era la secretaria del juez y tu siempre ibas a presentarle hasta la más miserable
evidencia con tal de verme.
-¿Por qué se perdió esa chispa?
-¿Qué? ¡Nada se perdió! - Fue al closet por un vestido.
-Margye... No me dejes remando solo en ésto. Quiero que vuelva esa llama, esa
pasión que había entre nosotros.
-¡Por supuesto que está!
-No he visto que pongas en parte.- Se cruzó de brazos mientras ella le ignoraba,
sacando vestidos y mirándose al espejo.
-Tenemos dos preciosas hijas... Una familia... Y te noto distante... No soy estúpido.
No te pido que seamos joviales como Amanda y Daniel, sólo que al menos
demuestres algo de afecto. ¿Es mucho lo que pido?
-Tienes razón... Estuve absorta en otras cosas en lugar de nuestro matrimonio. Pero
ya dejé esos asuntos atrás y daré lo mejor de mí ¿Contento con mi respuesta?
-Algo.- Suspiró al tener la mano de ella en su hombro.
-No sé qué ponerme para la cena de acción de gracias.- Se quitó el que tenía puesto,
quedándose en ropa interior.-¿Se enojará mi hermanita si demoramos una hora, al
menos?- Andrew vislumbraba aquella sonrisa cómplice y parecía que aquel brillo en
sus pupilas habia vuelto.

-¡Diablos! ¡Me quedó una marca en el labio de ese infeliz!- Amanda se miró al espejo.
-Pues di que yo te mordí el labio.
-Me asusté mucho esa noche. Temí por todo. Más por ti cuando te estaba matando
con ese fierro.
-Me salvaste la vida.- Besé sus manos que estaban frías.-Iré a ver la cena.
Daniel fue a ver el horno mientras yo terminaba de decorar el árbol de navidad.
-¡Y llegó el día de acción de gracias! No queda nada para navidad, el cumpleaños de
Margerye, el mío! El año pasó volando.- Daniel regresó, colorado por el calor.
-¡Uf! Lo apagué... ¡Ya está listo!
-Vamos al patio trasero.- le pedí y me acompañó sin protestar. Nos quedamos allí
mirando a Maia correr con mi sobrina, la hija mayor de Margerye.
-Recibí una carta de mi endocrinólogo. Hay esperanzas de que puedan quitarme el
segundo quiste que surgió en el páncreas. Pueden extraer ambos en una operación.
-¿Pero es posible?
-Lo es. Lo harán en Enero. Con los examenes que me han hecho dicen que se
mantiene. ¿Qué ocurre?
-¿Y si te pasa algo durante la operación?
-¡Ay, no va a pasarme nada! ¡No seas pesimista!
-¡Me hace pensar en lo peor cuando se trata de una operación de alta complejidad!
-No pasará nada malo. Ten fe.- sostuvo mi mano con fuerza. ¿Por qué me trajiste al
patio trasero? Me trae el sabor amargo de cuando te propuse...- añadió él. No sabía
cómo decirle.
-Bueno... Pasa que me gusta éste espacio...
Daniel... Puede que ésta pregunta suene tonta pero... ¿Por qué yo, cuando podías
tener a cualquier chica más bonita a tus pies?
-¡Ni que fuera Tom Cruise, que en paz descanse! Pues... Me encandilaste con tu
personalidad, eres distinta al resto. La peculiaridad que reina en ti me enamoró. El
misterio en tus ojos... El brillo en tu mirar cuando clamas mi nombre... Tu carácter...
Tu fragilidad que escondes detrás de ese escudo... Me dejaste ver detrás de tu
belleza exterior cuan bella eres por dentro.
-¡Ya, ya, basta de tu verso poético!
-¡No te rías, es verdad lo que te estoy diciendo!
¿Te fijaste lo que era Blanche? Pues te confieso que así era de jovencita. No tienes
por qué envidiarle algo a nadie. Me enamoré de ti desde la primera vez que nos
vimos en el Mall, el 2012. Cuando te miré, tus ojos brillaban igual que ahora, fue
instantáneo, en ese momento mi corazón supo que se hechizó por ti.- Le callé con un
beso en los labios.

Cerré los ojos cuando ella me besó. Al abrirlos, nuevamente, en la mesa de hierro,
una cajita de color rojo intenso, yacía encima.
-¡¿Es una broma?! ¡¿Amanda Elisa Connelly me propone matrimonio?!
-"Me conquistaste, me hechizaste, en cuerpo y alma. Y te amo, te amo, te amo y te
amo. Nunca desearía apartarme de ti, desde éste día en adelante"- recité la íconica
frase de Mister Darcy.
-Me vas a hacer llorar, Connelly.
-Me enamora más ver un hombre llorar. No te reemplazaría ni por el mismísimo
Darcy. Siempre te quise, te quiero y te amaré tal y como eres. Con tus fallas y
pecados. Con tu sonrisa que encandila mis mañanas. Quiero oír tu risa cerca mío
todos los días y al dormir poder escuchar tu respiración, así saber que no estoy
sola.... ¡Mierda, ahora yo estoy llorando! - Tomé aire y le propuse.- Alan Daniel
Rivers... ¿Me aceptarías como tu esposa?
-No- se río al ver mi palidez- ¡Quería saber qué sientes al decir un "no"! ¡Por supuesto
que si!- Nos abrazamos. Nuestra sobrina aplaudía contenta y Maia ladraba como
desquiciada.
-Jonathan no será invitado, te aviso.- me dijo y reí con él.
-Te amo, Daniel.
-Te amo, Amanda... Más allá de ésta vida.
CAPITULO 11 "La joven del rincón, La que elegí compartir mi vida"

He escrito toda mi vida los finales felices de otras personas, algunos ficticios, otros
basados en experiencias vividas por amigos cercanos o gente conocida. Sin embargo,
nunca pensé que la felicidad plena tocaría mi puerta.
Viví acostumbrada a la sombra, a imaginar en el "vivieron eternamente enamorados"
en las páginas de un cuaderno o una historia redactada en el ordenador.
Encerrado en mi mente ese ideal de alcanzar la felicidad por encima del oro. Papá
seguía ese principio y como él lo seguía llevando conmigo a todos lados.

Los años de estudios fueron negros, entre el bullying y los maltratos mentales que
me sucumbían. Mi mundo se derrumbaba pero logré sobrevivir, con ayuda de Alfred
a mi tan poco aprendizaje a manejarme en la jungla universitaria.
Hasta que entre la niebla apareció Daniel, tendiéndome la mano para huir de esa
bruma espesa de tortura mental. Creo que si no hubiera sido por Alfred, quizá nunca
nos hubiéramos conocido en el shopping aquella primavera del 2012.

Éramos jóvenes en esa época, inexpertos en la rama del amor, aunque iniciábamos el
uso del lápiz contando romances que fueron cautivando a un público lector online.
Solté mis sueños y di las alas a Daniel así él siguiera escribiendo mientras yo
trabajaba doble turno así conseguir bienes para nuestro apartamento, algunos y muy
mínimos gustos que eran nuestras colecciones de El Señor de los Anillos y Harry
Potter.
Cualquiera que ahora se jactara pisar nuestra casa vería estantes de vidrio con libros,
espadas colgadas en la pared, un caliz dorado y una Snitch dorada en un estante
cubierto en vidrio más estandartes de las cuatro casas.
Pues si, pocos tienen la fortuna de encontrar a alguien cuyos gustos, diferentes o no,
se complementen con la peculiaridad del otro. Tuve mi fortuna de conocerle y ahora,
hoy, después de tanta lucha, tantas discusiones, está junto a mi.
Fue un camino arduo, con muchas espinas, mentiras, secretos... Pero nada de ello me
detuvo, nunca me rendí ante nada en mi vida y menos con alguien quien me enseñó
lo que era el amor.

Una cena antes del gran día se organizó en un restaurante elegido por mi madre y
Margerye.
Ella lucía diferente, más alegre, pude notar, al verla junto a Andrew tomados de la
mano, mirándose con ese brillo que nos toca a todos, cuando realmente el corazón
lucha contra viento y marea por salvar una relación. Ese semblante vigoroso lucía en
rosado rostro de Margerye, quien con un bello vestido negro subió a un pequeño
pedestal blanco a dar unas palabras.
- No me esperaba que llegue el día en que mi hermana menor contraiga matrimonio.
Pues papá tenía razón, la última en casarse serías tu. Aunque la reacia era yo de
joven, la "atea al amor" como me denominaba Amanda, éramos el par de solteronas
sin esperanzas, como las hermanas Bennett. Y tu, tan Elizabeth, sin gusto por las
decoraciones hogareñas, la que no quería ni aprender a tejer crochet porque decías
que era "muy femenino"... - Suspiró, se quitó una lágrima del ojo izquierdo.- Ahora
has llegado lejos a tu manera, nosotros siempre acompañándote en las metas que te
propusieras... Lamento haber sido un tanto cruel con Daniel en un pasado. Lo hacía
para protegerla, a mi entender. Ahora sé que no habrá otro hombre que la cuide y
ame tanto como tu.- Daniel estaba a mi lado, me tomó la mano y nos miramos.- Están
marcados a estar juntos, pese a los años de distancia que hubieron, cada obstáculo
que afrontaron... Tienen mi bendición ésta noche, de mamá, de papá que nos ve en
éste momento... ¡Salud, a los novios, a Amanda y Daniel!- "Salud", clamaron los
presentes. Sólo treinta personas, gente cercana que siempre estuvo a mi lado y junto
a Daniel. Beatrice y Paulina, mis únicas amistades de la universidad estaban
presentes.
Me había parecido ver a Jonathan Kingsley en la puerta. Mentí diciendo que iría al
baño y fui a la puerta de entrada. En efecto era él.
-¡Jonathan! No creí que vendrías.
-De hecho... No iré mañana, aunque gracias por la carta de invitación. Fui lento,
supongo. Quizá nadie vio la increíble mujer que eres detrás de esa imagen tímida y
cerrada. Lo siento... Por no haber actuado antes que conocieras a Daniel. Espero que,
al menos, sigamos siendo amigos.
-Y has sido fiel como todos mis amigos. Nunca me traicionaste como muchas
hicieron.- Jonathan me abrazó, pude percibir que contenía las lágrimas en su mirar.
-Te deseo lo mejor, de veras. Más le vale que te haga feliz sino se las verá conmigo.-
sonrió un poco.
-Sé que si.

San Francisco, 10 de Octubre 2024

La boda sería al mediodía. Desperté con el cabello erizado al acostarme a medio


secar. Maldije al principio. Miré al reloj, las once.
-¡Mierda! Me queda una hora para arreglarme. ¡¡Mamá!! ¡¿Tu me apagaste la alarma?!
-¡La apagaste dormida!
-¡Rayos!
-¡Desayuna rápido que te ayudo con esa maraña de cabello que tienes!

Andrew me dio el gusto de tener una despedida de solteros, más bien ver un partido
de Chicago en un hotel y comer tallarines hechos por él. Madrugué a partir de las seis
de la mañana, con una hipoglucemia que me hizo temblar las manos.
-¿Qué hora es?- Alfred salía en boxers y una remera blanca, descalzo de su cuarto.
-Las seis.- le dije con la boca llena.-Me dio una fuerte baja de azúcar.
-Son los nervios.... ¿No esperabas que fuera ella quien te propusiera, eh? Peculiar
pero muy romántico de su parte.
-Si... Aún me parece un sueño... ¿O será parte de un montaje para su próximo libro?
-¡No es un sueño ni un montaje! ¡¡Te vas a casar, primo querido!! ¡Más orgullo me da
que la llevaré de la mano hasta ti!! - Se cruzó de brazos y suspiró.- Más nervios
tendrás cuando te operen.
-¡Uff, no me hagas pensar en ello que es después de navidad!
-Vayan a dormir ....- Andrew salió con una bata de levantar a vernos en el living.- La
ceremonia es a mediodía.
-Dejaré la alarma a las nueve.- dije y ellos rieron.-¡¿Qué?!
-¡¿Daniel Rivers con alarma?! ¡Seguro te quedarás dormido!- Alfred dijo eso y Andrew
se reía.
-¡Más seguro es que Amanda se duerma! ¡Te apuesto lo que quieras que pasará de
largo!- respondí.

-¡¡¿Cambiaste de vestido?!! ¡Te había comprado otro, no éste!- Mamá se quejó por mi
cambio de vestido, éste me quedaba más apegado al cuerpo, marcaba mi cintura, la
única parte de mí cuerpo que más tributos me daba.
-¿Y esos aros?
-Margerye me los prestó. ¿Ves?- Un crujido sonó, parecía ser del corsé. Margerye se
volteó a ver y había una pequeña rotura al nivel de la cadera y la falda.
-Tranquila que tiene arreglo con un poco de hilo y aguja.- ella me daba paz, como
siempre desde que era una niña, a diferencia de nuestra madre que entró en pánico.
-¡Es mala suerte que se cuese un vestido de boda! ¡Una desgracia!
-¡¡Mamá, así no ayudas a que Amanda esté tranquila!! ¿Por qué no vas a ver que
lleguen los invitados?- Esperamos a que se fuera. Margerye abrió el placard y tenía el
mismo vestido que yo llevaba puesto.
-Nada de mala suerte... Lo compré por si acaso.
-¡No debías... Margye!
-¡¿Qué?! ¡Tu hubieras hecho lo mismo por mi! Aunque en mi caso sólo lo hice por
civil. Y era un vestido que podía usar hasta en tribunales.- nos reímos mientras me
vestía. Ella me arregló el peinado y ayudó a que me ponga el velo.
-Ya estás ... Grandecita para el velo pero bueno... -Me frotó los brazos con ternura,
me pellizcó las mejillas así estuvieran rosadas.- Así no precisas de rubor... Nunca
necesitaste de tanto maquillaje como yo. Luces como una muñeca... ¡Rayos, me dije
que no me emocionaría!- Como toda una hermana mayor se irguió para lucir más alta.
Sólo la abracé fuerte.
-Gracias... Gracias por lo que dijiste anoche. Por bendecir lo mío con Daniel. No sabes
cuánto lo aprecio.
-¡Bueno, bueno, lo hice porque al fin y al cabo soy la primera dama de honor al lado
de tus amigas hobbits!
-¡Y son el par más fiel de amigas que tengo! ¡Y tu no dejas de ser mi mejor amiga de
sangre!- Alguien tocó la puerta, era Beatrice, vestida de dorado al igual que Margerye,
llevaba su cabello castaño largo en un rodete con bucles cayendo detrás de sus
oídos.-¡Guau, luces hermosa! ¿Lista?

Me quedé bien erguido, esperando verla de blanco. Había elegido un tema viejo, del
2017, por Shane Filan, su preferido. El corazón me latía a todo galope hasta que la vi
del brazo de Alfred. Éste estaba emocionado llevando a su amiga al altar.
-Respira.- le aconsejó Alfred.
-Es difícil... Ante semejante hombre que veo en mi camino.
-Él te cambió como tu a él. En cierto modo, ambos se han hecho fuertes e
indestructibles por el amor que se profesan.- Alfred le dijo esa frase antes de darle
un beso en la frente y entregarla a su primo.
-Jamás pensé en verme de blanco... Impensado, frente a un príncipe de cabello negro
y hermosos ojos color jade. ¿Es esto un sueño?
-¿Quieres que te despierte con un beso?
-Todavía no clamo "Acepto"
-Ya me acepaste sin siquiera conocerme del todo.- Le sonreí y sus ojos cafés brillaban
de amor. Me vi en ellos.

Alfred permaneció detrás, observando la ceremonia y oyendo los votos. Sabía que
Daniel tendría algo especial preparado para la noche.
Veía a mi sobrina bailando alegre en manos del padre de Daniel. Charize cantó un
tema de Ed Sheeran, "Perfect", el preferido de Daniel.

Una glorieta con una pista de bailes estaba decorada por rosas rojas y amarillas, con
luces que colgaban
como cortinas.
-Para éste vals invito a la joven del rincón... Aquella joven cariñosa envuelta en una
coraza de fuerza y convicciones... Aquella que nunca se rindió por mi...
La mujer que elegí compartir mi vida y mis sueños, esa es la chica del rincón. Es ella,
Amanda Connelly, la "invisible" a los ojos de los que nadie la amó...
No te amaron tanto como yo te amo a tí.- Me sonrojé al oír su discurso, sentía todas
las miradas en mí. Quería llorar, emocionada por sus palabras, tan acertadas y
cargadas de amor. Caminé hacia él y me tomó la mano.
-Hola, extraña.
-Hola, joven del montón. Casi me haces llorar.
-Espero sea de felicidad.
-Me sorprendió tu discurso.
-¿Por qué?
-Todo lo que dijiste es cierto. Era invisible antes de ti.
-Pero ahora yo te veo, Amanda, has dejado de ser transparente porque formas parte
de mi vida. ¿Por qué lloras? ¿Es de felicidad?
-Lo es. No me esperaba este final.
-¿Quien dijo "fin"? Esto apenas comienza. Éste es un camino nuevo. Un camino
compartido. Tu y yo contra el mundo. Te amo y te amaré por siempre, Amanda
Connelly.
-Te amo, Daniel. Y me alegra haberte conocido en momento y lugar indicado.

-Creo que mi misión acaba aquí. - dijo Alfred al ver del lado oeste, lejos de los
invitados, cómo bailaban los novios. Miró a las estrellas y a la luna menguante.-
Los que se separan siempre se atraen, finalmente mi primo encontró a quien
realmente merece su corazón.
CAPÍTULO 12 “Lo Hice todo por Ti”
Transcurrió nochebuena, la familia de Amanda y la mía reunida, por tercera vez,
juntos bajo el mismo techo y las asperezas del pasado se fueron como el polvo sobre
la ventana.
Para el cumpleaños de Amanda, el cual caía el cuatro de enero, se lanzó el libro en
papel del que no pensábamos que habría tan buena respuesta. Alfred había hecho
una gran colaboración en la edición pero no quiso que su nombre figurase en la tapa.
-Quiero que salgan ustedes, después de todo, es su historia, no la mía.- Me mostró el
primer ejemplar y no pude contener las lágrimas de alegría. Le abracé fuerte.
-¿Por qué las manos?
-¿Ves cómo se mueven a la par? Es engañoso si observas la primera vez, parece que
están entrelazadas pero no lo están. La femenina va delante, guiando a la del
hombre. Amanda fue tu guía todo el tiempo aunque no lo notaste nunca. Tu también
le guiaste, a tu manera y supieron balancearse en un ritmo armonioso. ¿Curioso, no?
Para dos extraños que eran en un ayer, tan diferentes como grandes imanes
opuestos.
-La escritura supongo que fue el puente.
-El amor puede ser un gran puente. Es misterioso, puede unir dos mundos distintos y
establecer un lazo inquebrantable. Creo que tu y ella son así.
-Gracias a ti la conocí.
-Agradécelo a la vida. Yo sólo soy un peón más de éste laberinto.- Alfred le dio una
palmada afectuosa.- ¿Nervioso por la operación?
-Un poco, no negaré que tengo miedo.
-Tengo fe que saldrá bien.-Las palabras de su primo le reconfortaban. La aguda
intuición de Alfred Rivers con el universo siempre era certera. Quizá fuese un don,
como la hermana de Daniel planteaba.

5 de Enero 2035

Estaba con los puños rosados, apretando un rosario entre mis dedos orando porque
Daniel saliera bien de la intervención. Margerye y Andrew estuvieron
acompañándome en todo momento. Estaba absorta en mi rezo mental cuando
Margerye me ofreció un vaso de Starbucks.
-Es capuccino. Como te gusta.
-Gracias. No es necesario que estés hasta las doce.
-Lo sé, es... Quiero ayudarte con mi compañía. Mamá está ocupada con su blog de
cocina y no pudo tomar el vuelo a Washington. Vas a ver que todo saldrá bien.
-¿Señora Rivers?- Era raro oír mi apellido de casada. Aún no me acostumbraba que
"Connelly" pasara a un segundo lugar.
-¡¿Si?! ¡¿Cómo está?!
-Ha sido un éxito. Logramos sacar el quiste del páncreas. Está en observaciones
ahora. Le daremos esta semana aquí en el hospital. Una vez que tengamos una
evolución óptima podrá volver a casa.
-¡Gracias, doctor Williams, no sabe cuánto alegra oírlo!- Margerye me abrazó fuerte y
Andrew fue a nuestro encuentro, enterándose de la buena nueva noticia.
Dos meses después

-No puedes volver a arriesgarte así, Amanda. Otro aborto involuntario puede
perjudicarte tanto a ti como al feto.- Richard Gales, el ginécologo, era un hombre
mayor, en sus cincuenta años, el mejor en su rama y fiel amigo de mi madre, nos
declaraba ésta ocasión que Amanda y yo optáramos por otras alternativas para ser
padres.
-Lo siento. Estaba segura que ésta vez todo saldría bien.
-Tienes 35, aunque seas joven aún, es muy riesgoso para tu salud.- Nos dio un folleto
de una reconocida fundación de alquiler de vientre.- No porque no crezca en tu
vientre signifique sentirse menos mujer, pero es lo más seguro.
-Creo que es la misma fundación donde Margerye tuvo a las niñas.- le comenté a
Amanda. Ella asintió. La dejé a solas a que hablara con su médico ya que el móvil
comenzó a sonar.
-¡Eric! ¡Estoy ocupado!
-¡Perdón pero Pearson armó una feria literaria a último momento y quiere que vayan
los dos, por el libro que hicieron! ¡Ni te imaginas la cifra de comentarios en Amazon!
¡¡Están en el primer puesto debajo de la hija de Megan Maxwell!! ¡¡¿No es increíble?!!
-¡Cálmate, cálmate! ¿A qué hora es?
-Ocho treinta. Vengan elegantes, por favor.
-¡Oye! ¡¿Cuándo hemos ido vestidos de hippies?! ¡¿Mm?!
-Mm... Nunca pero tu la arrastras a andar de moda de los ochenta. ¡Ya estamos en el
2035!
-Y volvió el fax... Y el cassette... Los CDs y mucho que se dejó atrás. Todo vuelve,
Eric.
-¡Bla, bla, bla! ¡Déjame de discutir! ¡No lleguen tarde, se los suplico!- Justo Amanda
salió del consultorio cuando Eric colgó.
-¿Quién era?
-Eric, nos quiere a las ocho y media en la feria de Pearson Books. Una mini charla y
firma de libros, seguramente. ¿Estás bien? Luces pálida.- Le acaricié la mejilla con
ternura.
-Me hielan los hospitales. Llévame a casa.- Se dejó abrazar y así fuimos caminando
hasta la camioneta.

Permaneció callada, me preocupaba. Éste era el tercer aborto y su mirada estaba


perdida en el horizonte, mirando hacia la ventana del copiloto.
-¿Quieres hablar?
-¿Tengo cara de querer platicar? -Suspiró dejando un poco empañada la ventana.-
Tardé en querer ser madre. Demasiado tarde.
-No digas eso. Tenías sueños por cumplir.
-Tantos que dejé el más importante al final. Soy una tonta.
-No lo eres.- Tomé su mano y logré vislumbrar una pequeña sonrisa.- Ponte guapa
para la feria.
-Si.- sonrió más, quizá para conformarme. Así fue al soltar mi mano de la suya y
volver al volante. Había ese algo de ella, esa tristeza interna en su mirar que se
cerraba para no decir que su alma estaba derrumbándose ante éste intento de
procrear fallido.
Estaba angustiada aún, nuevamente con esa sensación de vació en mi vientre. Pedía
perdón a Dios por perder otra vida más dentro de mí. La depresión quería volver, la
sentía. Respiré hondo, mirándome al espejo, mojé el rostro para evadir las lágrimas.
-Le daré una noche amena, al menos. - Me dije y salí al tocador del cuarto a
maquillarme. Luego, descalza fui al placard a ver qué podía ponerme. Él ya estaba
con una camisa azul claro, pantalones negros y mocasines negros que mostraban sus
medias blancas.
-¿No son muy casuales?- le pregunté.
-Mm... Me cansé de ir a tribunales con los negros. Quería algo cómodo como si fueran
mis pantuflas de Chewbacca.
-Ah... Okey. ¿Cuál te gusta?- le mostré dos vestidos, un azul petróleo con brillos en el
torso o el verde musgo de un solo tirante con la hoja de Lothrien bordada con un
verde brillante y dorado.-¿Éste es muy fan de la Comunidad, no?
-Mm... a no ser que vaya Orlando Bloom como Legolas Greenleaf... Prefiero el azul
con la chalina celeste. Te espero afuera.- No quería apurarla estando allí así que
esperé de pie delante del auto.
Lucía preciosa en el vestido azul oscuro, llevaba unos pequeños aros de circonio, el
cabello recogido en una coleta con algunos rizos sueltos en la nuca. En sus manos
sólo la alianza de plata y el anillo de compromiso. Del cuello colgaba la "Evenstar" de
Arwen.
-¡Vaya, aún conservas eso desde el 2016!
-Y sigue tan brillante como siempre.
-¿Vienes a rendir tu vida eterna por mi?
-Sabes bien, Señor Rivers, haría todo por ti, incluso mi vida. Te amo.- En puntillas me
dio un beso en los labios.
-No me tientes a quitar todo ese labial matte.- Ésta vez su sonrisa era sincera.

El evento acontecía en el predio del colegio alemán de Washington. íbamos a demorar


por el repentino tráfico que se formó en la calle Nixon.
-¿Queda lejos?- preguntó Amanda.
-Unas dos manzanas más...
-Déjalo aquí estacionado y vamos a pie.
-¿Pero, traes tacones?
-¿Y? Quedo muy hobbit en las fotos al lado tuyo.
Tu 1,75 me vive opacando.
-No es mi culpa que de niña no tomabas leche a menudo.- Me sacó la lengua, nos
peleábamos como críos, igual a cuando éramos entre los 25 y 23 años.

Le seguí la sugerencia y bajamos del coche. No debí haberlo hecho.


Caminamos, conversando de lo que nos esperaba, pensando en próximas ideas para
una novela nueva cuando Blanche salio de un Volskwagen blanco, sosteniendo un
arma.
-¡Blanche, baja eso, por favor! -Ordenó Daniel pero ella estaba en un trance de locura,
con el rimel y delineado desprolijo, ojerosa y con expresión de haber pasado la
noche en vela. El revolver estaba bien tomado entre sus dedos.
-¡No! ¡Tu, tu me quitaste todo! ¡A Daniel, a una relación mucho más antigua que la
tuya con él!- Apuntaba a uno y a otro, indecisa aún a quién disparar.- ¡Éramos felices,
con mi Joanne seríamos una familia pero va y aparece ésta escoria! ¡¿Por qué no le
dejaste cuando pelearon?!
-¡No me rendí por él, nunca!- Parecía no importarle a Amanda que ella tuviera un
arma delante suyo. La calle estaba desolada en aquella cuadra, sin embargo,

Amanda gritó pidiendo a la policía, lo cual enojó a Blanche. Ésta apuntaba a mí, sólo
a mí, aunque Amanda se interpuso.

El estruendo del disparo hizo eco.

https://www.youtube.com/watch?v=3kaUvGSLMew :(

-¡¡No, no, no, no, no, no, no!! ¡¿Qué has hecho?!- Blanche quedó de pie, tiró el revolver
al suelo.

Gente de las casas del barrio salieron, algunos parecían sostener el móvil al oído,
clamando a emergencias que se dieran prisa.
-Cariño, mírame, por favor....- Suaves palmadas a su mejilla, se había desplomado en
mis brazos. Una mancha oscura crecía a la altura del hígado.
-Ya no ... Ya no me siento invisible... Tu me puedes ver... No siento ningún dolor, sólo
un calor en el estómago.
-Aguanta que ya viene una ambulancia...- dijo una señora mayor quien estaba cerca.
Un policía corrió a la escena, la gente apuntaba a Blanche. El oficial tiró de rodillas a
Blanche, declarándole la ley mientras esposaba sus manos a la espalda.
-¡No era mi intención dispararle!
-¡¡Lárgate!!- grité con una furia desde el frío concreto. Volví a Amanda, quien había
cerrado los ojos.
-¿Amanda? No me dejes... No ahora... Cuánto nos costó luchar por lo nuestro...
-Me diste un noviazgo de ensueño de jovencita... Y un... Un... Amor irrompible. A
nadie le importará que sea una luz más, salvo a ti, con eso me basta.
-No... No serás una luz porque viene una ambulancia en camino...
-Deja que la chica del rincón se vaya. Me diste todo. Lo hiciste todo por mi y es lo
que llevaré conmigo.

Veinte minutos después la sirena de la ambulancia se acercaba.

2 de Mayo 2035

De todas las placas del cementerio de Washington, una se llenaba de ramos de rosas
blancas y cartas de lectores. Un hombre de cabello corto rubio se acercó a dejar una
vela encendida, permaneció junto a Daniel Rivers.

La placa rezaba:

Amanda Connelly, alias Melanie O'Connor


El puño y letra que recordaremos
en sus obras y en nuestros corazones

(4 Jan 1990- 21 Apr 2035)

-¿Por qué ella? ¿Por qué me la quitó si vio lo difícil que fue volver a estar juntos?-
Volvió su mirada a su primo.
-Nadie puede decidir por cuánto tiempo quedarse o irse. Sólo fue su hora. No moriste
en la operación, es quizá señal de que estás destinado por hacer algo más antes de
partir.
Ella conservó esto pese a las peleas de aquel entonces. Es tu turno llevarlo contigo
ahora.- Me dio el dije de la Evenstar en la palma.
-No debiste haberme presentado a Amanda. Hoy estaría viva.
-Puede ser... Sin embargo, sin ella, no serías la clase de hombre que eres hoy. Podrías
agradecer al menos eso a él.- dijo mirando al cielo gris.- Ahora ella es una luz más en
el cielo, podrías darle tributo del mejor modo que te sale. Así, guardarás su imagen y
recuerdo siempre.
EPÍLOGO

Quisiera tenerla ahora, aquí conmigo, sentados frente a la chimenea, cálidos en el


fuego contemplando la nieve caer en éstos momentos.
Pero no está más aquí a mi lado.
Lloro en silencio, solo yo y Maia quien en su llanto canino sólo se expresa en el brillo
de sus pupilas. Su mirada se pierde en la mía, ambos imaginando que Amanda
entrará por esa puerta.

¿Qué hubiera pasado si nunca nos hubiéramos conocido? Me habría casado con
Blanche, quizá, u otra mujer que no me hubiera cautivado lo suficiente.
No fue el exterior de ella que me enamoró, nunca me basé en las apariencias y con
Amanda Connelly todo fue muy especial, desde los cimientos de nuestra relación. Era
un cuento, al menos yo lo veía así, ella era perfecta aunque muchos recalcasen su
peculiaridad de ser una introvertida.
Y la amo, la sigo amando como el primer día que nos conocimos. Éramos unos
chiquillos que sólo teníamos una idea de lo que era el amor verdadero. Y lo encontré
en ella y nadie más.

Fui malo en su momento, las peleas hervían de mi boca y el orgullo y la obstinación


me hicieron alejarme de ella por muchos años hasta que nos reencontramos y
decidimos luchar por ese algo que nos unía en mente y corazón.

Ahora, las tardes en el café de la esquina ya no son lo que un día fueron. Las largas
noches de debate y redacciones de novelas inconclusas son ahora una pila de hojas
amarillas guardadas en el armario de la sala de estudio de Amanda.

El dormitorio es el espacio del ayer, donde aún está colgado el vestido de novia, los
pendientes blancos en su colgador de alambre y los perfumes y cremas en la mesa de
luz siguen allí, intactos cubriéndose de polvo y tiempo.
No he querido lavar su almohada porque sé que si lo hago dejaré de oler su perfume
cada mañana, cada noche antes de dormir.

Y no puedo continuar mi vida como si nada hubiese ocurrido, o al menos no


pretendo hacerlo. Ella marcó mi vida para siempre y mantendré la promesa de serle
fiel hasta el día que me muera.
Tocaron el timbre y fui a abrir.
-¿Señor Rivers?
-Si. ¿Dígame?
-Llegaron los ejemplares a las librerías de la capital. Queda ésta caja. Necesito su
firma aquí, por favor.- Firme y llevé la caja hasta la mesa de la cocina. La abrí y
figuraba el libro finalmente en físico. Las manos en blanco y negro portando las
alianzas y como había pedido a la editorial, las letras del título en color dorado.

" I DID IT ALL FOR YOU"


"No es cualquier historia. Es la nuestra"
Sonreí a pesar de que las lágrimas emergían.
Ella hubiera estado orgullosa.

Alfred Rivers tocó la puerta semi abierta, fue a la cocina y vio a su primo emocionado
entre un mar de lágrimas.
-No sabes... No sabes cuánto te agradezco en haberla ingresado en mi vida. Fue el
regalo más bello que me diste, Alfred.
-Y tu lo fuiste también para ella. No amó a nadie más que a ti, Daniel. Donde sea que
esté, te estará esperando.

****** FIN ******


FINAL ALTERNATIVO

Amanda contemplaba la nieve caer, envuelta en una manta bordó. Se sorprendió al


sentirse rodeada en los brazos de Daniel.

-¿En qué piensas?

-En todo… En lo que fuimos, en lo que somos… En lo que seremos de aquí a cuarenta
años.

-¿Crees llegar a los noventa?

-¿Por qué no? Quiero decir… Finalmente estamos juntos y ya nada ni nadie nos
separa.- Ella le tomó la mano izquierda, haciéndola descender en su vientre.- Ya
somos una familia.

-¿Qué? ¿O sea que estás…?

-¡Si! Estoy embarazada.- Ella se giró, se miraron con ese brillo de ternura en sus
pupilas.

-Te amo, Amanda Connelly. Me has hecho el hombre más feliz del mundo.

-No creí que podría estarlo en tantos intentos fallidos pero el doctor dice que va todo
bien.- Aquella noche de invierno, Amanda y Daniel celebraron tan buen
acontecimiento junto a Andrew y Margerye, las pequeñas de éstos, la madre de
Amanda, los padres de Daniel y Alfred, quien había sido elegido como padrino del
bebé.

9 Meses después

Daniel estaba dentro de la sala de parto, acompañando en la cirugía de cesárea.


Fuera, Margerye, Andrew y la señora Connelly aguardaban expectantes y nerviosos al
no recibir noticias de ningún enfermero o médico. Daniel salió con una gran sonrisa.

-¡Es una niña!- Exclamó excitado de alegría. Se abrazó con Andrew cuando el
ginecólogo les pidió que esperaran unos minutos para enviar a Amanda a la sala de
observaciones con la incubadora.

Más tranquila estuve cuando sostuve a mi pequeña en brazos. Daniel se acercó a


darme un vaso de agua.

-Luces pálida.

-¿Más de lo usual?- le pregunté con una sonrisa. Me besó los labios y luego la cien de
la bebé.

-Es preciosa… Como tu.


-No… Se parece a ti… Arruga el ceño igual a ti.- le dije, broméandole. Unos treinta
minutos después arribaron mi hermana con unos obsequios, ropa y pañales, mamá,
ella con una manta tejida por ella misma y una cadenita de plata para la pequeña.

-¡Es hermosa, Amanda! ¿Ya pensaron en un nombre?

-Charlotte.-dijo Daniel.

-¡¿Charlotte?! – preguntó extrañada la madre de Amanda.

-Charlotte, así tiene algo de papá.- dije, acariciando con el indice la mejilla del bebé.

Ya no seríamos tres almorzando, cenando juntos. Somos ahora una familia.

“I DID IT ALL FOR YOU” fue la única obra en la que trabajaron juntos los primos
Alejandro y Lisandro Sartino junto a Melanie O’Connor.

Ésta novela es la más querida, conmovedora y llena de drama que logró reunir a
tres grandes amigos, tres buenos talentos.

S-ar putea să vă placă și