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y te diré
qué campo cosechas
quieres
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Introducción 9
Capítulo 1: 25
Qué va del Programa agrario a la reforma rural integral
Graciela Uribe Ramón y María Johana Cadavid Mesa
Capítulo 2: 55
¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
Olga Lucía Castillo Ospina
Capítulo 3: 85
Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
Gabriel J. Tobón Quintero y Mauricio Herrera-Jaramillo.
Capítulo 4: 111
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
Johana Herrera Arango, Nicolás Vargas Ramírez y Adriana Milena Beltrán Ruiz
Capítulo 5: 149
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
Mauricio Herrera-Jaramillo, Yenly Angélica Méndez Blanco, Gabriel J. Tobón Quintero
y Ana María Sierra Blanco
Capítulo 6: 177
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
Natalia Espinosa Rincón y Juan Guillermo Ferro Medina
Capítulo 7: 205
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
Flor Edilma Osorio Pérez y Olga Elena Jaramillo Gómez
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Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
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gran diversidad. Agradecemos entonces a estos lectores por sus aportes, y a los
editores, diseñadores e impresores que culminaron este esfuerzo colectivo para
presentar análisis cualificados a nuestros lectores.
En estos trabajos hay discusiones en torno a preguntas clave que interpelan el
contenido y los alcances de las negociaciones y los acuerdos, tales como: ¿cuál ha
sido el recorrido histórico de las discusiones entre el gobierno y las Farc en torno
a la solución del problema agrario y qué ha quedado de ellas? ¿Es el posacuerdo
un escenario para la construcción de alternativas al desarrollo en Colombia? ¿De
los acuerdos parciales y del acuerdo final, puede esperarse la formulación de
políticas públicas que contribuyan a solucionar los problemas fundamentales de
las sociedades rurales? ¿Cuáles son las relaciones entre el conflicto armado y las
disputas ecológicas y el futuro de los acuerdos comunitarios sobre el manejo del
territorio y los recursos de uso común en el posacuerdo? ¿Existe el riesgo de
que las reivindicaciones de los movimientos agrarios sean objeto de cooptación
o instrumentalización por medio de políticas públicas posteriores? ¿Cómo se
relacionan los movimientos sociales agrarios y las negociaciones de paz? ¿Cuáles
son los elementos centrales que evidencian la relación entre el conflicto armado
y las víctimas de las poblaciones rurales?
Las discusiones en torno a estas preguntas y que dan cuerpo a este libro se
sitúan en un contexto nacional marcado, por un lado, por algunos rasgos histó-
ricos y actuales del problema agrario, sobre el que resaltamos tan solo aquellos
que juzgamos más relacionados con estas discusiones. Y, por otro, por algunas
dinámicas y tendencias internacionales que examinamos a continuación.
En primer término, la crisis financiera de 2008, de la que se presentaron
diversas explicaciones en su momento. Es necesario señalar que, a nuestro juicio,
no es más que una de las numerosas crisis del capital a lo largo del siglo pasado,
por lo que su lectura debe situarse en el contexto más amplio de lo que algunos
autores han definido como una crisis civilizatoria según la cual más allá de la
crisis inmobiliaria y sus efectos en el sistema bursátil, y de la especulación en los
precios de los alimentos, una serie de factores estructurales económicos, ambien-
tales, energéticos, culturales y sociales, permiten definirla como tal. Por tanto,
las alternativas para salir de ella deben trascender el mero escenario económico.
En el caso colombiano y, en general, en América latina, independiente del énfa-
sis mencionado, esta crisis contribuyó a la profundización del modelo extractivista
definido a lo largo del siglo veintiuno, hecho evidente en el incremento continuo
de la inversión extranjera directa para la explotación de los recursos naturales, prin-
cipalmente oro y petróleo, pero también en sectores de servicios como el turismo,
en detrimento de la calidad de vida de las comunidades rurales. Lo cual, en la clave
del primer elemento, puede evidenciarse en que la crisis humanitaria causada por el
despojo, el desplazamiento, la violencia, la deforestación y la contaminación de los
ríos, entre muchos otros factores, se ha ido profundizando en el siglo veintiuno.
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Por otra parte, y en esta misma línea, desde hace unas décadas los tratados de
libre comercio (TLC) se han convertido en uno de los símbolos más emblemáticos
de las sociedades de libre mercado, es decir de las capitalistas, que prometen
resolver los principales problemas sociales con su operación, funcionamiento y
desempeño, sin que hasta el momento lo hayan logrado.
Las conversaciones de La Habana entre el gobierno colombiano y las Farc-EP
tienen entre el tintero y como uno de sus asuntos pendientes la renegociación
de los TLC, especialmente el suscrito con los Estados Unidos. En efecto, además
de este tratado, los gobiernos de Colombia han firmado tratados de libre comercio
con Canadá, Chile, Corea del Sur y México, y con algunos países de la Comunidad
Andina y el Mercosur, siendo el más discutido el suscrito con los Estados
Unidos.
No se trata de una discusión menor, toda vez que uno de los puntos centrales
de las negociaciones en La Habana, como se ha dicho, es el relacionado con el
desarrollo rural y la suerte de once millones de pobladores rurales que a lo largo
de los años han visto disminuir sus ingresos, aumentar su pobreza y exclusión de
los llamados beneficios del desarrollo, y cuyos lastres no han podido ser resueltos
por la venerada institución del libre mercado. Al contrario, este libre mercado, y
el tratado de libre comercio con los Estados Unidos los han agravado, profundi-
zado y generado grandes olas de movilización y protesta social, como las que se
presentaron durante el paro agrario de 2013.
Dicho tratado es excesivamente desventajoso y asimétrico para la mayoría de
los pobladores rurales colombianos, como lo han demostrado diversos estudios
sobre sus consecuencias para los campesinos, indígenas y afrodescendientes. Así,
por ejemplo, Luis Jorge Garay, Fernando Barbieri e Iván Cardona (2009) señalaron
que 70% de los campesinos se verían empobrecidos y 1,36 millones de hogares
perderían 16% de sus ingresos. Recientemente, un estudio de la organización no
gubernamental británica Oxfam, realizado por Aurelio Suárez (2015), corrobora
esa predicción y concluye que el TLC con Estados Unidos tiene en la quiebra al
agro colombiano, al punto que los hogares rurales han visto reducidos sus ingresos
en 45,4% y la balanza comercial agrícola aumentó su déficit, al pasar de US$
–323 millones en 2012 a US$ –1.022 millones en 2014.
Todos estos elementos son argumentos inobjetables de la necesidad de
renegociar las condiciones leoninas de ese tratado y establecer otros términos de
intercambio que impidan el proceso acelerado de empobrecimiento y quiebra de
miles de pobladores rurales, y pongan a la economía y el modo de vida campesino
en el lugar de dignidad humana que les corresponde.
En este contexto, es importante tener en cuenta el cambio climático global,
cuyos efectos ya se han hecho sentir en el país con eventos como la temporada
invernal 2010-2011, que dejó más de 3,5 millones de hectáreas inundadas,
innumerables deslizamientos, cerca de 7% de la población nacional damnificada
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este organismo, con lo que alcanzaría el carácter vinculante para los estados que
la suscriban.
El movimiento campesino colombiano hace parte de este proceso de arti-
culación global y del auge mencionado.
Por otra parte, como elemento central del contexto de las negociaciones de paz
resaltamos el carácter histórico y estructural del problema agrario, marcado por la
tendencia al aumento de la concentración de la tierra. Como lo demuestra la
información proporcionada por el tercer Censo nacional agropecuario de 2014,
los medios violentos han estado a la orden del día como mecanismo de continuidad
de dicha concentración y del poder político, económico y social asociado a ella.
Las primeras huellas de esta tendencia se encuentran en el periodo colonial y se
extienden hasta nuestros días en la modalidad de despojo paramilitar y la extran-
jerización para el desarrollo de megaproyectos agroindustriales y extractivos, y
de la acumulación criminal, por parte de empresarios de la burguesía nacional, de
baldíos de la nación constitucionalmente destinados a campesinos.
En torno a esta tendencia circundan elementos de carácter político, institu-
cional, económico, social y cultural, así como la falta de coherencia y eficacia de
las políticas públicas para comprender y tramitar los problemas de las comunidades
rurales, debido a la incapacidad de un estado tomado por intereses particulares
ligados a los sectores dominantes y clientelares tradicionales. Por esto mismo,
la inversión oficial en infraestructura, asistencia técnica, acceso a tecnología y
crédito para el desarrollo productivo, así como para el cumplimiento de derechos
sociales como salud, educación, pensión y vivienda en áreas de predominante
presencia campesina, indígena y afrodescendiente es precaria, cuando no nula.
La enorme brecha entre el campo y la ciudad debido al pretendido énfasis
industrial del modelo de desarrollo no solo ha tenido efectos socioeconómicos
negativos para las comunidades rurales, sino que ha dado lugar a un abismo
entre las sociedades rurales y las urbanas, que desvaloriza a las primeras frente a
las segundas, creando un imaginario urbano según el cual lo rural es «atrasado»
e «inculto». Este imaginario se ha reforzado con la gran victimización a la que
se han visto sometidas las comunidades rurales, las más afectadas por la guerra, y
con el tratamiento marginal que han recibido, de sujetos de políticas asistencialistas
erráticas, que aumentan su desvalorización.
Pero sin duda el rasgo más determinante del problema agrario colombiano
es su estrecha relación con el conflicto armado. Es posible decir incluso que,
más que estrecha, es una relación recíproca, en la cual el problema agrario está
en el centro de las causas del conflicto armado, que lo alimenta y agrava perma-
nentemente. Algunos de los vasos comunicantes más evidentes de esta relación
resultan ser el paramilitarismo como estrategia de acumulación de la tierra por
desposesión violenta; el desplazamiento forzado como efecto de tal desposesión
y como mecanismo de ruptura de procesos sociales y culturales de apropiación
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paz; otro amplio sector de la sociedad se mantiene pasivo frente al proceso, siendo
difícil identificar si se trata de indiferencia, incredulidad, apatía o temor. Lo cierto
es que esta pasividad es, en la práctica, un factor en contra de la negociación, al
restarle el apoyo social y la legitimidad que requiere tanto para presionar el logro
de un acuerdo, como su refrendación e implementación.
El desenlace de esta tensión es determinante para el proceso, dado el papel
que tendrá la sociedad en la refrendación de los acuerdos y en su desarrollo.
En medio de esta tensión, como un sello particular de este proceso, ocurre
la reemergencia de los movimientos sociales, particularmente de los agrarios,
después de décadas de represiones manifiestas en judicializaciones y violaciones
a los derechos humanos como amenazas, asesinatos, torturas, desplazamiento
forzado y exilio, entre otras. Esta reemergencia tuvo en el paro agrario de 2013
un hito muy significativo, pues además de poner en evidencia unos sectores agrarios
en plena vigencia, organizativamente fortalecidos y con una agenda política clara
de cambios estructurales, demostró a la sociedad urbana el desconocimiento y la
desvalorización en que mantiene al mundo rural, pese a que de él depende su
alimentación, logrando despertar su solidaridad.
Pero quizá más estratégico que estas evidencias es el hecho de que esta
movilización generó las condiciones para el inicio de un proceso significativo
de unidad de los sectores agrarios del país, fragmentados durante décadas por
diferencias políticas y tácticas. Constituyéndose la Cumbre Agraria, Étnica y
Popular, estos sectores han tenido ocasión de empezar a dirimir sus diferencias
a la par de constatar que comparten visiones estratégicas acerca de los cambios
necesarios para solucionar el problema agrario y reorientar el modelo de desarrollo
del país.
La Cumbre y el proceso de negociación que desarrolla con el gobierno
constituyen también otro indicador de las condiciones para la implementación
los acuerdos en el tema agrario y de la voluntad del gobierno para dicha im-
plementación con la participación de las comunidades rurales. A juzgar por el
incumplimiento de los acuerdos denunciado por la Cumbre luego de más de un
año de ser suscritos, y lo plasmado en el Plan nacional de desarrollo, la voluntad
del gobierno está en cuestión. Otro tanto ocurre con los acuerdos suscritos con
otros sectores de los movimientos sociales rurales.
Otro elemento significativo que enmarca el proceso de negociación en La
Habana es el papel de la comunidad internacional, pues aquella relacionada
política y económicamente con Colombia ejerce gran influencia, manifestándose
a su favor o, como en el caso algunos gobiernos, actuando directamente para que
se concrete en un acuerdo definitivo que termine con las hostilidades.
Por sus riquezas naturales, Colombia sin conflicto armado es un destino
económico sugerente para el capital transnacional, si las condiciones jurídicas y
arancelarias se mantienen. Con la guerrilla de izquierda más antigua del mundo
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y, cómo se abordó el problema en los anteriores diálogos de paz con las Farc-EP.
Así mismo, la relación entre los principios del Programa agrario y la reforma
rural integral, el potencial de la implementación de los acuerdos en territorios
rurales mediante la articulación del trabajo del campesinado, gobierno y la gue-
rrilla desmovilizada, y, también, el riesgo de que los acuerdos bien planteados
no se cumplan.
Desde una perspectiva que apuesta por las alternativas al desarrollo (o
posdesarrollo), el segundo texto muestra cómo enfoques alternativos al desarrollo
orientado al crecimiento económico han sido cooptados por las políticas públicas
y las agencias multilaterales, y analiza los acuerdos en busca de las alternativas al
desarrollo que de allí pueden surgir, encontrando que las figuras territoriales
surgidas desde las comunidades rurales tienen todo el potencial para serlo.
Muy relacionado con esta mirada al modelo de desarrollo, el capítulo tres
presenta un análisis de la relación entre estado, régimen político, políticas públicas
y modelo de desarrollo rural, señalando los rasgos actuales de esa relación en
el caso colombiano, para revisar si el acuerdo agrario la modifica o reorienta,
estableciendo su carácter meramente reformista.
Aun cuando las negociaciones de La Habana no están incluyendo los asuntos
ambientales, o justamente por tal razón, presentamos a continuación un exa-
men de la relación entre conflicto armado y disputas ecológicas, para mostrar
la necesidad de discutir estos asuntos en el marco de la negociación, a partir
de experiencias internacionales y ejercicios nacionales comunitarios de gestión
ambiental de los territorios.
Seguidamente, el capítulo quinto analiza lo que plantea la reforma rural
integral y conceptos y enfoques como la nueva ruralidad, la agricultura familiar,
el desarrollo territorial rural, tan en boga en las políticas públicas, de cara a
reivindicaciones históricas del campesinado como los derechos campesinos y la
economía campesina. Ese análisis deja ver de nuevo los riesgos de cooptación de
tales reivindicaciones por los primeros conceptos y enfoques en la implementación
de los acuerdos, como ha ocurrido ya en el pasado, y llama la atención también
sobre la condición no reconocida de sujeto político protagónico del campesinado
en la coyuntura actual.
Posteriormente, se hace una revisión de las dinámicas recientes de los
movimientos sociales rurales, cuyas agendas y relaciones dan cuenta de un
determinante resurgimiento al calor de procesos de unidad en torno a la
construcción y negociación de una agenda de cambios estructurales y de una
concepción de paz diferente a la que hasta ahora se define en La Habana, lo que
permite proponer escenarios futuros.
Finalmente, el capítulo siete presenta la relación entre el conflicto armado
y los pobladores rurales, mostrando cómo se incorpora esta relación en las
negociaciones de La Habana, y hace un recorrido por las profundas heridas de la
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Qué va del Programa agrario
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luego de muchas guerras civiles lideradas por los partidos tradicionales, la última
de las cuales fue la Violencia, que estalló luego de intentos de reformas políticas y
sociales en los años 30, objetos de dura resistencia. La Violencia se originó en el
centro geográfico y político, pero se expresó y perpetuó en la periferia campesina,
nutriéndose y acaballándose sobre otra «violencia social» que bullía en el mundo
agrario (PNUD, 2003: 3).
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el establecimiento del Frente Nacional en 1958, que surgen los principales gru-
pos guerrilleros, como las Farc-EP, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el
Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Movimiento 19 de Abril (M-19). Esto
debido, entre muchas razones, a la naturaleza excluyente del Frente Nacional,
a pugnas por la posesión de la tierra, a lo que suman otras reivindicaciones y
orígenes.
Es posible ver entonces un hilo conductor desde la década de 1920 hasta hoy,
en términos de los actores clave del conflicto y de la centralidad programática
del asunto agrario, por lo que este capítulo buscará comprender los orígenes del
conflicto armado en Colombia desde este lugar histórico2.
Y es posible afirmar que esos asuntos programáticos objeto de disputa en
el conflicto armado del país se han estructurado alrededor de «proyectos de
sociedad», que poseen profundas diferencias frente al acceso y uso de la tierra.
Diferencias que, en general, han desembocado en confrontaciones explícitas
por medio de,
Partiendo entonces de que los orígenes del conflicto armado colombiano están
profundamente relacionados con los conflictos agrarios de principios del siglo
veinte, es posible señalar que algunos de ellos surgen de manera más evidente
en la década de 19203. Y que surgen debido, entre otras razones, a que «En los
2 Es importante señalar, en cuanto a actores clave del conflicto, que las Farc-EP son la única organización
armada insurgente existente en la actualidad que puede considerarse vinculada directa e históricamente
en sus orígenes con las autodefensas campesinas y las guerrillas móviles comunistas de los años 50, lo
cual sustenta por qué para responder a la pregunta sobre la estrecha relación entre el conflicto armado
colombiano, su medio rural y su papel central como antecedente del actual proceso de paz, partimos de
estos orígenes históricos y optamos por un análisis centrado especialmente en este grupo guerrillero.
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Ley 200 de 1936: Ley 100 de 1944: Ley 135 de 1961: Ley 1ª de 1968:
Importancia de explotación Contratos de Comité Nacional Agiliza trámites y
económica y de derecho de arrendamiento y de Agrario. Inspirada procedimientos y fija
los trabajadores rurales al aparcería como de en la Alianza Para el nuevos causales de
dominio de las tierras. utilidad pública. Progreso. expropiación.
Ley 4ª de 1973:
Agiliza procesos Ley 5ª de 1973: Ley 30 de 1988:
Ley 6ª de 1975: Ley 35 de 1982:
y establece Fondo Financiero Da lineamientos
Reformó la Ley Amnistía el
renta presuntiva Agropecuario. y otorga recursos
1ª de 1968. INCORA.
agrícola. al INCORA.
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4 Entre los obstáculos se encuentran: 1) la falta de continuidad de la política del presidente Lleras
Camargo; 2) las fallas de diseño y adaptabilidad de la ley en lo local, a consecuencia de la falta de
articulación entre los niveles nacional y local; y, por ende, 3) la falta de infraestructura y capital humano
para cumplir la norma.
5 La ley 160 de 1994 retoma el decreto 110 de 1920, por el cual se crean colonias agrícolas en algunas regiones.
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6 En este apartado no se pretende hacer un análisis político de las Farc-EP, sino ubicarlas en su contexto
histórico para comprender mejor su relación con el Programa agrario y los acuerdos de La Habana.
7 Mensaje de Manuel Marulanda Vélez, fundador de las Farc-EP, leído por Joaquín Gómez durante la
instalación de las mesas de diálogo en San Vicente del Caguán, 7 de enero de 1999.
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8 Un amplio análisis de esta época y del bandolerismo en particular en Gonzalo Sánchez y Donny
Meertens. Bandoleros, gamonales y campesinos. El caso de la violencia en Colombia, de 1994. Y en Gonzalo Sánchez
y Ricardo Peñaranda (comp.). Pasado y presente de la Violencia en Colombia, de 1986 (2a edición, 1991).
10 Estos núcleos agrarios fueron considerados por el político conservador Álvaro Gómez Hurtado
como repúblicas independientes, las cuales fueron bombardeadas durante el gobierno del presidente
Guillermo León Valencia (1962-1966), en la llamada operación Marquetalia (1962). Una amplia explicación
de este proceso se puede encontrar en Alape, 1998; Ferro, Uribe, 2002; y Pizarro, 1996.
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campesinos, pasó a ser un movimiento que lucha por el poder político en todo el
país» (Ferro y Uribe, 2002: 36). En esta segunda conferencia se constituyen como
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), cuando el movimiento
armado de resistencia vive una época de crecimiento y se articula con el Partido
Comunista y las ideas marxistas-leninistas (Ferro y Uribe, 2002). En la séptima
conferencia (1982) se empiezan a llamar Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia, Ejército del Pueblo (Farc-EP). Durante la octava conferencia (1993),
ratifican este Programa e insisten en la liquidación del latifundio y la redistribu-
ción de la tierra, definiendo una frontera agrícola que racionalice la colonización
y evite el arrasamiento de las reservas. Al tiempo subrayan que se deben renegociar
los contratos con las compañías multinacionales lesivos para Colombia. Al
definir la visión política de Manuel Marulanda Vélez, Arturo Alape señala cómo
pasa «de guerrero a campesino conductor de hombres en armas» (Alape, 1998: 77).
11 La Coordinadora pretendía rescatar el pensamiento libertario de Simón Bolívar y agrupó los grupos
insurgentes existentes entonces en Colombia: Farc-EP, M-19, Quintín Lame, ELN, Partido Revolucionario
de los Trabajadores (PRT) y EPL. Este proceso se da desde su constitución en 1987 con la participación
de los diferentes comandantes guerrilleros. Los intentos de diálogo con el gobierno se dan en Cravo
Norte, Arauca (1991); Caracas (1991); Tlaxcala, México (1992). La CGSB se desarticula en 1992, por
contradicciones entre los grupos que la integraban. Véanse al respecto, entre otros, Pizarro. La insurgencia
armada: raíces y perspectivas: 106; Sánchez y Peñaranda (comps.). 1986, obra citada; y en Ferro y Uribe,
1992: 127 y 192.
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Es desde 1982, durante el gobierno del presidente Belisario Betancur Cuartas, que
se propuso por primera vez en Colombia, adelantar discusiones pluralistas sobre la
reforma política y la paz, así como diálogos con la guerrilla para buscar una solución
negociada al conflicto armado. Aunque estos esfuerzos no dieron los resultados
esperados, sí marcaron la nueva etapa de búsqueda de paz (Ramírez y Restrepo, 1988:
275)12.
12 Así pues, se llegó a unos acuerdos de cese del fuego, se instalaron mesas de discusión sobre los
grandes problemas del país y se plantearon amplias reformas políticas sobre puntos tales como la situación
agraria, urbana, legislativa, así como sobre los derechos humanos. Sin embargo, en ningún campo no se
llegó a acuerdos definitivos (Chernick, 1996).
13 La Unión Patriótica participó en las elecciones para corporaciones públicas de 1985, obteniendo
entonces trescientos cincuenta concejales; veintitrés diputados; nueve representantes a la Cámara; y seis
senadores. En las elecciones presidenciales de 1986, que ganara Virgilio Barco, obtuvo 350.000 votos. Este
partido fue exterminado entre 1986 y 1998 por una mezcla, o coalición, de sectores de extrema derecha
del país, durante los gobiernos de los presidentes Barco, Gaviria y Samper (1994-1998) (Ferro y Uribe,
2002: 190).
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estatus político, fue adoptado luego por los presidentes Gaviria Trujillo, Samper
Pizano y Andrés Pastrana Arango (PNUD, 2011: 39).
En este acuerdo con el gobierno del presidente Betancur, las Farc mantienen
del Programa agrario: 1) la aplicación de una política de reforma agraria
democrática que le entregue gratuitamente la tierra a los campesinos que no la
poseen, sobre la base de la confiscación de los grandes latifundios improductivos;
2) acciones dirigidas a ampliar los servicios al campesinado para mejorar la
calidad de su vida y la normal producción de alimentos y de materias primas para
la industria. Insisten además en robustecer y facilitar la organización sindical, de
usuarios campesinos y de indígenas, las asociaciones cooperativas y sindicales, en
favor de los trabajadores urbanos y rurales, así como sus organizaciones políticas
(Farc-EP, 1998).
Conviene destacar que con la entrada en vigencia de los acuerdos de la Uribe,
el 28 de marzo 1984, y del Plan Nacional de Rehabilitación (1985), se da un marco
legal que le permite a las Farc-EP14 avanzar en una propuesta de desarrollo
regional en la región del bajo y medio río Caguán, Caquetá, en la perspectiva
de la sustitución de los cultivos de coca15. En este contexto, las Farc se constituyen
en la autoridad que impone el orden, al tiempo que propician la conformación
de organizaciones que contribuyan, dentro del proceso colonizador y el auge
de los cultivos de coca, a ofrecer alternativas viables para el desarrollo de esta
región16. Esta experiencia es considerada por algunos autores como la primera
zona de reserva campesina y un laboratorio de paz. «Cuando se dan las primeras
discusiones entre el gobierno y las comunidades rurales con la finalidad de avanzar
en procesos de ordenamiento territorial y búsqueda de alternativas a la forma en
que se efectuaba la ocupación del territorio, la colonización y la expansión de la
frontera agrícola» (Ortiz et al., 2004, en Ilsa-Incoder-Sinpeagricum, 2012: 17).
El gobierno del presidente Barco (1986-1990) replantea parte de la estrategia
usada por el de Betancur y crea la Consejería para la Reconciliación, Normali-
zación y Rehabilitación de la Presidencia, mediante la cual busca el desarme y la
reincorporación de la guerrilla al ejercicio de la política por las vías legales.
Manteniendo y fortaleciendo el Plan Nacional de Rehabilitación, sobre todo en
14 Cuyo dominio político y militar del territorio coincide con el cambio de estrategia en su modo
de operar, a partir de la séptima Conferencia (1983), hacia la estructuración de un «potente ejército
revolucionario y la creación de un gobierno provisional».
15 Esta región se encuentra ubicada en el municipio de Cartagena del Chairá, Caquetá, y comprende el
bajo y medio río Caguán y Suncillas, hasta su desembocadura en el Caquetá.
16 No obstante, con el rompimiento los acuerdos de la Uribe durante el gobierno de Virgilio Barco, se
acaba la tregua. El presidente Virgilio Barco cambia entonces la política de paz, y así, las intervenciones
sucesivas de las Fuerzas Armadas en la región, el control a los precursores químicos para la producción de
cocaína y la reducción en el precio del alcaloide, interrumpen el proceso iniciado y contribuyen a un nuevo
escalamiento de la guerra, con desplazamientos recurrentes de la población, que se mantienen hasta hoy.
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17 Los asesinatos de estos líderes ocurren durante el gobierno de Virgilio Barco. Gaviria y su gobierno
lograron acuerdos de paz con el Partido Revolucionario de los Trabajadores, el Movimiento Indígena
Armado «Quintín Lame», una fracción del ELN y el EPL.
18 Campamento de las Farc ubicado en la región del río Duda, en el municipio de La Uribe, donde
se ubicó el secretariado después de los ataques a Riochiquito, Guayabero y Marquetalia. Su situación se
conoció durante los diálogos con el gobierno del presidente Belisario Betancur.
19 San Vicente del Caguán, La Macarena, Uribe, Mesetas y Vista Hermosa.
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20 Es importante destacar que en las sesiones de la mesa de conversaciones que se desarrollaron, para el
análisis de la realidad rural, en las que participaron también organizaciones sociales y gremios, entre otros,
se presentaron numerosas e interesantes propuestas para la solución de problemas estructurales del país,
propuestas que con la interrupción de los diálogos quedaron archivadas y, peor aún, olvidadas.
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22 En 2005 se promulga una ley, la ley de justicia y paz, y con ella se inicia la desmovilización de cerca
de 30.000 integrantes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Con los grupos guerrilleros no se
concreta ningún proceso de negociación.
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23 Las Farc-EP recogen en extenso documento el desarrollo de las cien propuestas mínimas,
las salvedades al primer acuerdo sobre el desarrollo rural integral y el primer informe sobre las
conversaciones con el gobierno con relación a la política de desarrollo agrario integral y la participación
política: «Desarrollo Rural y Agrario para la democratización y la paz con justicia social de Colombia.
100 Propuestas mínimas. Acuerdo parcial Farc-Gobierno y Salvedades». 2013. La Habana, República de
Cuba. http://www.pazfarc-ep.org/index.php/noticias-comunicados-documentos-farc-ep/propuestas-
minimas/desarrollo-agrario-integral
24 El Anexo (infra) presenta los principales planteamientos de las propuestas presentadas por las Farc-
EP hasta el acuerdo de La Habana.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
25 Vacíos que confirma el superintendente de Notariado y Registro, cuando dice que es «absolutamente
necesario un marco normativo que garantice la seguridad jurídica de la tierra, que proteja al campesino,
pero que también permita la creación de agroindustria sostenible a largo plazo». El Tiempo, 5 de abril de
2015. «El reportaje de Yamid».
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Qué va del Programa agrario a la reforma rural integral
26 Las organizaciones son Oxfam, Planeta Paz, Codhes, Cinep, Mesa de Incidencia Política de Mujeres
Rurales Colombianas, Comisión Colombiana de Juristas, Dignidad Agropecuaria y la Cumbre Agraria.
Los principales reparos a esta iniciativa, fueron señalados por la ex subdirectora de tierra del Incoder
Jhenifer Mojica.
27 Las bandas de buscadores de oro, coltán y hasta uranio están presentes en doce regiones del país que
incluyen veinte departamentos: Amazonas, Antioquia, Bolívar, Boyacá, Caldas, Caquetá, Cesar, Córdoba,
Cundinamarca, Cauca, Chocó, Guainía, Magdalena, Putumayo, Risaralda, Santander, Norte de Santander,
Valle, Vaupés y Vichada (u.investigativa@eltiempo.com, mayo 2 de 2015).
28 «Del total de municipios donde están presentes los grupos guerrilleros (doscientos ochenta y uno),
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
han generado otra guerra, ante la llegada de actores armados antes ausentes allí,
como paramilitares y delincuencia organizada, que disputan el control del
territorio para la compra del alcaloide y la explotación minera. La combinación
de la minería ilegal, el narcotráfico, la extorsión y el lavado de activos es una
bomba de tiempo en términos de seguridad, economía, ambiente y estabilidad
social. Además, como plantea Claudia López, el mapa político se reconfigura, en
la medida en que se da un doble flujo entre agentes legales estatales e ilegales o
de la clase dirigente del país, que utilizaron los grupos armados ilegales para su
beneficio (López, 2010).
La articulación con el narcotráfico y el tipo de economía que de allí se deriva
desvirtúa los principios del Programa agrario y desdibujan a las Farc-EP como
actor político nacional, lo que es un desafío a su propuesta de legitimación como
organización política para avanzar en el desarrollo de la reforma rural integral.
De igual manera, ante el vacío de estado, estos actores armados han impuesto
su normativa que, aun cuando fuera de la ley, es efectiva. En la eventual dejación
de armas por parte de las Farc-EP puede configurarse un escenario donde otras
organizaciones armadas, como las llamadas bandas criminales (Bacrim), asuman
el control de estos territorios29. Y el «gobierno ha manifestado que no tiene la
fórmula para conciliar la explotación minera con el desarrollo rural. Este es un
riesgo severo en un contexto en el cual muchas licencias están en operación y el
férreo control sobre la tierra y los territorios se mantiene por parte de empresarios
y terratenientes» (Salgado, 2012: 17).
Reflexiones finales
hay cultivos de coca en ciento sesenta y dos (...). En el caso de la minería ilegal, la situación es similar.
De acuerdo con la Dirección de Carabineros y Seguridad Rural de la Policía Nacional (Dicar), cerca de
doscientos municipios tienen presencia de minería ilegal (…) siendo los departamentos más afectados
Antioquia, Chocó, Cauca y Nariño, todos ellos con presencia de guerrillas y bandas criminales» (Ávila y
Castro, 2015:11).
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Qué va del Programa agrario a la reforma rural integral
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
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Anexo: del programa agrario a la reforma rural integral
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• Anulación de las deudas de campesinos. 2. Erradicación del hambre, la desigualdad y la • Bienestar y buen vivir de la gente del campo,
• Sistema de salud, vivienda, educación, erradicación pobreza de los pobladores rurales. Erradicación de la pobreza.
del analfabetismo, sistema de becas. • Planes sectoriales que logren la reducción radical
de la pobreza.
• Incremento de la agricultura campesina, familiar y
comunitaria.
• Obras de infraestructura, irrigación, electrificación. 3. Construcción de una nueva ruralidad basada en la • Cierre de la brecha urbano-rural
democratización de las relaciones urbano-rurales. • Bienes y servicios sociales que contribuyan a cerrar
la brecha campo-ciudad.
• Protección de las comunidades indígenas y la 6. Reconocimiento de los territorios colectivos y las • La RRI está centrada comunidades campesinas,
devolución de sus tierras, la estabilidad de la territorialidades de los pueblos indígenas, de las indígenas, negras, afrodescendientes, palenqueras y
organización autónoma y el respeto a sus cabildos, comunidades afrodescendientes, raizales y raizales.
su vida, su cultura, su lengua propia y su palenqueras. • No se especifica el reconocimiento de los
organización interna. territorios colectivos y las territorialidades.
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
52
• Creación de la unidad económica en el campo de 7. Reconocimiento y definición de los territorios y • Programas de desarrollo con enfoque territorial
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
acuerdo con la fertilidad y ubicación de los terrenos. las territorialidades campesinas, incluidos los • Reconocimiento de las zonas de reserva campesina
derechos de las comunidades campesinas y la (ZRC), las diferentes formas de asociación, las
dignificación y el reconocimiento político del organizaciones agrarias
campesinado. • Protección y disfrute de los derechos ciudadanos.
• No se especifica el reconocimiento del campesina-
do como actor político.
• Garantía de precios básicos remunerativos para los 8. Compromiso con la soberanía alimentaria • Estímulos a la economía campesina, familiar y
productos agropecuarios. mediante la promoción y el estímulo a las diversas comunitaria.
• Respeto a la propiedad de los campesinos ricos formas de producción de alimentos. • Reconocimiento de diferentes formas de
que trabajen personalmente sus tierras y la producción agrícola, basada en la economía
preservación de las formas industriales de trabajo en campesina y su articulación con la agricultura
el campo. empresarial y la inversión extranjera.
• No se habla de soberanía alimentaria.
• Crédito, asistencia técnica, centros de 9. Estímulo a la investigación y al desarrollo • Impulso a la investigación, asistencia técnica, uso
experimentación aerotécnica. científico y tecnológico, a la protección y promoción de tecnologías, protección de semillas nativas,
del conocimiento ancestral y propio, a las semillas créditos, comercialización.
nativas.
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Qué va del Programa agrario a la reforma rural integral
¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
Introducción
1 El diccionario Merriam-Webster define cooptar como «traer a un grupo como parte de otro (un
grupo entendido como una facción, un movimiento o una cultura)» y utiliza como ejemplo la siguiente
frase: «cuando los estudiantes son cooptados por un sistema ellos le sirven a dicho sistema, incluso en
su lucha contra él». El ejemplo no podía ser mejor para nuestros propósitos, dado que ilustra claramente
que la esencia de un proceso de cooptación implica precisamente absorber a un sistema, a un grupo o
a un movimiento como parte de las ideas a las cuales ese mismo sistema, grupo o movimiento se está
resistiendo.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Debido a que el seguimiento a los avances y retrocesos que ha habido sobre los
debates, acuerdos y disensos sobre el modelo de desarrollo durante el último
siglo en Colombia lleva a concluir que los diálogos de paz en La Habana son
también, justamente, sobre el modelo de desarrollo, surge la pregunta planteada
en el título de este capítulo. Para explorar respuestas, en las páginas que siguen
se ofrece una breve descripción del devenir de los estudios sobre el desarrollo.
Los estudios del desarrollo presentan una división en tres grandes corrien-
tes conceptuales que son, en la medida en que se han ido conformando: el
desarrollo económico, el desarrollo alternativo (o alternativas de desarrollo)
y el posdesarrollo (o alternativas al desarrollo). Mientras el reduccionismo del
desarrollo económico excluyó las preocupaciones de carácter social, político,
ambiental, cultural y, en fin, todas aquellas cuyo centro no fuera el crecimiento
económico, las propuestas alternativas de desarrollo buscaron subsanar dicho
reduccionismo. Sin embargo, la proliferación de propuestas de alternativas de
desarrollo frente a las pocas mejorías en el bienestar de las poblaciones globales,
aún más de cuarenta años después de su supuesta adopción e implementación
práctica, permite evidenciar, en cambio, el éxito de los procesos de cooptación
de algunos de sus discursos de avanzada y de algunos de sus conceptos, de tal
forma que la estructura problemática sobre la que fundamenta el desarrollo
económico no ha sido cuestionada ni, mucho menos, modificada.
Entre los argumentos en los que nos apoyamos para afirmarlo está que las
propuestas iniciales de desarrollo en general (y de desarrollo rural en particular) tie-
nen un enfoque predominantemente económico, ya que desde la década de 1940
hasta la de 1970, las discusiones sobre los que para entonces eran sus preceptos
y sobre una variedad de estrategias para hacerlos realidad, se centraron casi que
exclusivamente en aspectos macroeconómicos relacionados, por ejemplo, con el
crecimiento de la renta nacional, la producción, el empleo y la inversión (Ayres,
1944; Dobbs, 1947; Kuznets, 1959; Lewis, 1955; Hagen, 1968; Agarwala y Singh,
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
1969, entre otros). Sin embargo, pronto emergieron y fueron cobrando fuerza
una serie de grandes asuntos, directamente relacionados con el bienestar de las
poblaciones, que el enfoque económico pasaba por alto.
Entre los asuntos ignorados por dicho lente econocéntrico, pero que abordaron de
forma temprana otros valiosos estudios, están los flujos de energía indispensables
en las dinámicas de producción promovidas (Cottrell, 1955), la distribución de
la tierra (Firey, 1960), los supuestos de escasez y crecimiento (Barnett y Morse,
1963), los sistemas ecológicos (Culberstone, 1970) y los arreglos institucionales
y sus implicaciones (Powelson, 1972). Otras contribuciones que alcanzaron un
amplio rango de difusión y aceptación, tales como las de Georgescu-Roegen
(1971), Goldsmith, Allen, Allaby, Davoll y Lawrence (1972) y el informe sobre
los límites del crecimiento del Club de Roma (Meadows, Meadows, Rander
y Behrens, 1972), fueron fundamentales a la hora de estimular el debate y la
inclusión del asunto esencial del reconocimiento y la creciente preocupación por
los rápidos cambios en el entorno natural. Este aspecto resultaba crucial, dada
la cantidad ilimitada de recursos que se requieren para que las cantidades y la
velocidad de las dinámicas de producción y consumo asociadas al desarrollo
económico continúen.
Desde entonces, a los aspectos mencionados se han añadido los más variados
temas, volviendo aún más amplia la sombrilla de las alternativas de desarrollo.
Directamente relacionados con el mundo rural, se cuenta entre estos tipos de
desarrollo + un adjetivo, y a manera de ejemplo: desarrollo local (Pecqueur,
1989; European Commission, 2010; The Countryside Agency-UK, 2013),
desarrollo participativo (Chambers, 1994; Maral-Hanak, 2009; World Bank,
1992), desarrollo humano (Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn, 1991; UNDP,
1990)2 , desarrollo con perspectiva de género (Golombok y Fivush, 1994;
Rives y Yousefi, 1997; World Bank, 2013), desarrollo sistémico (Boisier, 2003),
y como parte de los más actuales, desarrollo territorial (Miller, 1996; OECD,
1993; Storper, 1997), desarrollo sostenible (IISD, 1992; Van den Bergh y Van
der Straaten, 1994; World Bank, 1997) y desarrollo con responsabilidad social
(German Agency for Technical Cooperation, 2004; David y Güler, 2008; Ángel,
2009; United Nations Industrial Development Organization, 2015; World
Business Council for Sustainable Development, 2015), para nombrar solo
unos pocos y resaltando la participación y promoción constante de las grandes
organizaciones internacionales.
El surgimiento y los planteamientos alrededor de estas acepciones de desa-
rrollo no solo cuestionaron la pretensión de dar cuenta del progreso y del bienestar
humano solamente en términos económicos, sino que demostraron además la
2 Desde 1990, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publica un informe
anual sobre su propuesta de desarrollo humano.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
desafortunadamente, los análisis muestran que como parte del proceso de cooptación,
las instituciones que apoyan y promueven el desarrollo convencional, integraron
de manera acomodaticia y parcial algunas de las teorías, discursos y prácticas de
buena parte de las propuestas de desarrollo alternativo, desechando aquellas que les
implicaran cambios estructurales contra sus propios intereses. (…) La inclusión de
alguna novedad en las políticas públicas y en la norma que pudiera ser leída como
un triunfo político de quienes la proponían, se quedó, entonces, en un discurso
políticamente correcto, progresista, pero no se tradujo en prácticas institucionales
efectivas (Castillo, 2014: 68).
Ante esta evidencia, entre otras varias razones, la corriente del postdesarrollo
tomó como uno de sus puntos de partida que el principal problema para que los
planteamientos, las políticas y los discursos sobre las condiciones de bienestar de
las sociedades humanas se pudieran llevar a la práctica no radicaba en los varia-
dos adjetivos que acompañaban las propuestas alternativas de desarrollo, sino,
justamente, en el sustantivo, es decir, en el concepto de «desarrollo», promoviendo,
además de su deconstrucción, el debate acerca de la idea misma de ‘un único
modelo’ a seguir. Entre dichos análisis cabe mencionar a Escobar (1996, 2006,
2012), Rahnema y Bawtree (1997), Rist (1997), Munck y O’Hearn (1999),
Parfitt (2002), Saunders (2005), Burbano (2009), Bueckert (2013) y Acosta, García,
Composto y Al (2014), entre otros.
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
3 De acuerdo con Machado (2009), el intento por generar colonización de tierras con inmigrantes
extranjeros a través del otorgamiento de baldíos fue una política propuesta desde las primeras décadas del
siglo diecinueve que perduró hasta inicios del siglo veinte, pero no dio los resultados esperados, debido,
entre otras razones, a la inseguridad provocada por las guerras internas en el proceso de creación de
la República, la falta de vías, la decadencia económica, factores climáticos y el aislamiento de regiones
de los centros administrativos. A partir de allí, se promovieron también los procesos de colonización
de nacionales hacia aquellos baldíos, política que a la postre favorecería, por ejemplo, la colonización
antioqueña entre 1860 y 1890.
4 En el siglo diecinueve se oficializó el despojo de las tierras de los indígenas diversas medidas legislativas
que fueron destruyendo los resguardos, convirtiendo a los indígenas en mano de obra para las labores
agrícolas, fuera como asalariados o arrendatarios (Machado, 2009: 57).
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
5 Este cambio del liberalismo como sistema político tuvo también el propósito de mitigar los efectos
del individualismo desenfrenado que se asoció comúnmente con la gran depresión en 1929, como una
de sus consecuencias.
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
El énfasis de esta ley fue la distinción entre los «fundos de propiedad privada»
y las tierras baldías, debido a que las comunidades campesinas invasoras:
(…) reclamaban como baldíos las tierras que ocupaban por la fuerza, mientras que los
propietarios invocaban sus títulos de notaría que los acreditaban como dueños. Sin
embargo, la solución salomónica del maestro Echandía consistió en exigir la posesión
y explotación material para demostrar el dominio, limitando de esta manera el alcance
del título notarial [lo que en buena medida invalidó los procesos] de los propietarios
para demostrar, de transferencia en transferencia, hasta la eternidad, desde cuándo
había salido del patrimonio del estado, para dejar de ser baldía la tierra en disputa. Fue
así como se superó el primer conflicto agrario del siglo XX, no sin las protestas de los
propietarios y la oposición contra el gobierno (Nullvalue, 2001)8.
Tenemos que lanzarnos a un audaz programa nuevo para poner a disposición del
mejoramiento y desarrollo de las regiones atrasadas los beneficios de nuestros adelantos
científicos y de nuestro progreso industrial. Más de la mitad de las personas del mundo
viven en condiciones que se acercan a la miseria; sus alimentos son insuficientes, son
víctimas de enfermedades, su vida económica es primitiva y está estancada, su pobreza
es una desventaja y una amenaza tanto para ellos como para las regiones más prósperas.
Por primera vez en la historia, la humanidad posee el conocimiento y la capacidad para
aliviar los sufrimientos de estos pueblos (…). Lo que tenemos en mente es un programa de
desarrollo basado en los conceptos del trato justo y democrático (…). Producir más es
la clave para la paz y la prosperidad. Y la clave para producir más es la utilización mayor y más
vigorosa del conocimiento técnico y científico moderno (Truman, 1949: 5. Cursivas nuestras).
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
Por su parte, también la misión del Instituto Kellogg para Estudios Interna-
cionales (1949) y la Rockefeller (1950), con la participación de otras misiones,
abordaron otros aspectos:
9 Aquellos que quedaron categorizados como «países pobres» fueron llamados, desde entonces, los
países del tercer mundo, comparados con los del primer mundo, es decir, los países desarrollados de
occidente, mientras que el segundo mundo hacía referencia a los países comunistas.
10 Conviene resaltar algunas expresiones de sus discursos institucionales, tales como «misión» y «salvación»
que como la más reciente del «eje del mal» tiene un profundo significado ideológico: «Resultan notables el
sentimiento mesiánico y el fervor cuasi religioso expresados en la noción de salvación. En esta representación
la ‘salvación’ exige la convicción de que solo existe una vía correcta, es decir el desarrollo» (Escobar, 1996: 59).
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Es así que la misión Michigan de la Unesco (1960) tuvo como objetivo «Prestar
ayuda para la reestructuración técnico administrativa y el mejor funcionamiento
de la Escuela Normal Asociada y de las varias especialidades del Instituto Piloto
para la Educación Rural» (Utreras, 1960: 8). La Misión Lilienthal (1954), por su
parte, logró sus objetivos en la medida en que gracias a sus recomendaciones
se creó la Corporación del Valle del Cauca (CVC), favoreciendo marcadamente
a los terratenientes de la región. La Misión FAO (1960) elaboró a su vez un
informe sobre El estado mundial de la agricultura y la alimentación (1960), e influyó
de forma importante en su propósito de modernizar las formas de producción
y comercialización de ciertos sectores de la Colombia de entonces. La misión
Nebraska, apoyada por USAID (1966), trajo investigadores universitarios y
expertos en la agricultura para brindar asistencia técnica.
Es importante precisar que la iglesia católica también tomó parte en estos
procesos de reeducación y modernización del campesinado colombiano: durante
la década de los 40, por ejemplo, dio paso a una fuerte ofensiva frente al avance
de estado laico promovido ampliamente por los gobiernos liberales de la década
anterior. Basada en la doctrina social, propuso una alternativa a la sociedad
moderna fundamentada en organizaciones educativas, sociales y culturales con
principios católicos. Así, en 1944 creó la Coordinación Nacional de Acción
Católica, en 1945 la Federación Nacional Agraria (Fanal), en 1946 la Unidad de
Trabajadores de Colombia (UTC), promovida por sacerdotes jesuitas, al igual
que la iniciativa denominada Acción Cultural Popular (Acpo) y su principal
mecanismo de difusión, la emisora Radio Sutatenza (1947). Posteriormente, y
junto con la Misión del padre Lebret (1955), estas organizaciones consiguieron
grandes logros en términos de la reeducación de las comunidades campesinas y
transformaciones de sus sistemas de producción y modos de vida.
En medio de la propuesta desarrollista y modernizadora que emprendería el
país, orientada por los Estados Unidos y varios grupos nacionales, los aconteci-
mientos en el contexto nacional son aún más significativos: el asesinato de líder
liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 constituyó la gota que rebosó la
copa de aquellos que luchaban por cambios estructurales en la sociedad colombiana.
De acuerdo con el Programa Agrario de la guerrilla, proclamado el 20 de julio
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
11 Para un análisis sobre el mismo véase el capítulo «Qué va de la reforma agraria a la reforma rural
integral», de esta misma publicación.
12 Durante este periodo, es de anotar el fortalecimiento de algunas industrias ya existentes, tales como
Bavaria (creada en 1889), Coltejer (1914), Industrias Noel (1916), Fabricato (1920), Comestibles La Rosa
(1922), Avianca (1939), y las instalación de nuevas plantas de Cartón de Colombia (1944), Goodyear
(1944), Eternit (1945), Celanese (1955), Productos Ramo (1950), Propal (1957) y Johnson y Johnson
(1962), entre otras.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Las elites colombianas, fuertemente opuestas a una reforma agraria efectiva, dieron
como únicas alternativas a los campesinos sin tierras los contratos de aparcería o las
colonizaciones en regiones marginales, siguiendo una política que se plasmó en el
«Pacto de Chicoral» de enero de 1972. Este pacto fue acordado entre los gremios, los
partidos políticos y el gobierno (Fajardo, 2002: 12).
13 Algunos otros hechos del contexto internacional fueron la crisis del petróleo, la derrota de Estados
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
Unidos en la guerra de Vietnam y el fin de la guerra fría, así como la crisis de la deuda externa
14 Entre las instituciones creadas están el Programa de desarrollo integral campesino (PDIC, en 1988),
el Fondo Financiero Agrario (Finagro, 1990) y el Banco Agrario (1999) que remplazó a la conocida como
Caja Agraria: Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
15 Véase un análisis detallado de este asunto en el capítulo «Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos de La Habana», de esta misma publicación.
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
2000 2015
MODELO NEOLIBERAL
1910
1900
Feria de baldíos
1850 1860 1870
Modernización conservadora
Librecambio radical
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Los grupos que participan en las negociaciones de paz de La Habana tienen sus
propias demandas y posiciones en torno al denominado desarrollo.
Una clara expresión de ello es lo que se entiende por tal desde la perspectiva
gubernamental en el Plan nacional de desarrollo, 2014-2018, «Todos por un nuevo
país», aprobado por el Congreso de la República el 6 de mayo de 2015 durante
el segundo gobierno del presidente Santos, iniciado en agosto de 2014. Mientras
que sus tres pilares, paz, educación y equidad se quedan a manera de eslogan,
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
16 Las seis estrategias regionales y transversales son: 1) competitividad e infraestructura estratégicas; 2)
movilidad social; 3) transformación del campo; 4) seguridad, justicia y democracia para la construcción de
paz; 5) buen gobierno; y 6) crecimiento verde.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
A diferencia de lo que ocurría una década atrás, ya nadie puede esgrimir ausencia de
evidencia o de conocimiento acerca de la crisis climática y de la crisis ambiental (…).
Mientras el calentamiento y el deterioro seguían y seguían, los gobiernos hacían poco
o nada y las empresas querían que se hiciera menos aún. Sin embargo, la conciencia
acerca del problema pareció abrirse camino de a poco (…). ¿Será que finalmente
logramos concientizar a pueblos, gobiernos y empresarios? En parte claro que sí y en
parte claro que no (…). Todo indica, sin embargo, que gobiernos y empresarios no
17 Nos referimos a ‘medio natural’ y no a ‘capital natural’ debido a que el concepto de capital natural,
en el que la noción de capital se aplica a la naturaleza, remite al debate sobre los presupuestos que conlleva
pretender valorarla monetariamente, asignándole precios a los elementos que la componen, así como
considerar que para hacerlo sostenible, es decir, para mantener el «stock natural», se puede recurrir a la
sustitución de esta con otros tipos de capital.
18 En este mismo artículo del periódico Portafolio (2013) se afirma que los ataques a la industria petrolera
son una de las razones que explican el bajo crecimiento de extracción durante 2012.
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
decidieron reconocer lo obvio porque por fin vieron la luz, sino porque finalmente
lograron idear o entrever formas de hacer mucho dinero con las crisis que afectan la
sobrevivencia del planeta (Grain, 2012: 1)19.
19 La Cumbre de Rio+20 (es decir, veinte años después de que se promulgara «la integridad del sistema
ambiental como parte del desarrollo mundial») «debió haber sido convocada para enfrentar los profundos
desequilibrios existentes entre los seres humanos y la naturaleza, provocados por el sistema capitalista
y el productivismo, las creencias dogmáticas en la posibilidad de un crecimiento económico sin fin, y
el antropocentrismo que ha pretendido colocar al ser humano como amo y señor de todo el planeta.
En lugar de ello, plantean ‘mirar hacia adelante’ para complementar y renovar el agotado y tramposo
desarrollo sostenible con un nuevo dispositivo político-conceptual que denominan economía verde. Es
este un término engañoso, que busca aprovecharse de la identificación que suele establecerse entre lo
verde y una economía más ecológica, con el fin de ocultar la verdadera agenda que existe detrás del
concepto» (La Cumbre de los Pueblos Río+20, 2012).
20 Algunos aspectos del Plan nacional sobre «la transformación del campo» se analizan con mayor
detalle en otros capítulos de esta publicación.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Entre las muchas otras dificultades que dicho plan no aborda, e incluso
agudiza, la centralización del poder de decisión en el gobierno nacional para darle
prelación al uso del suelo como áreas de reserva estratégica minera, de utilidad
pública y/o de interés social sobre otros, tales como la restitución de tierras a los
desplazados, las reservas forestales o áreas estratégicas de protección ambiental,
tal como lo muestra Darío Restrepo (en González, 2015).
Si el gobierno del presidente Santos, y en general las políticas públicas de las
últimas décadas, se mantienen estrechamente unidas al objetivo del crecimiento
económico como la meta última «del desarrollo», por su parte, las Fuerzas Ar-
madas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, han mostrado, en este
sentido, una visión más amplia, aunque también con sus ires y venires.
La amplitud de una perspectiva de bienestar colectivo se puede apreciar
en algunas de las reivindicaciones que han hecho desde sus inicios21, tales
como: implementar una política agraria que cambie de raíz la estructura
social del campo colombiano, entregando en forma completamente gratuita
la tierra a los campesinos que la trabajan o quieran trabajarla, confiscando los
latifundios improductivos y las tierras ocupadas por compañías norteamericanas
a cualquier título y cualesquiera que sea la actividad a la cual estén dedicadas;
respetar la propiedad de los campesinos ricos que trabajen personalmente sus
tierras; preservar las formas industriales de trabajo en el campo y las grandes
explotaciones agropecuarias que por razones de orden social y económico deban
conservarse, las que se destinarán al desarrollo planificado de todo el pueblo;
establecer un amplio sistema de crédito con facilidades de pago, el suministro de
semillas, asistencia técnica, herramientas, animales, aperos, maquinaria, etcétera,
tanto para los campesinos individuales, como para las cooperativas de producción
que surjan en el proceso; organizar servicios suficientes de sanidad, educación,
vivienda, electrificación y asistencia técnica para los pobladores campesinos,
junto con la construcción de vías de comunicación de los centros rurales
productivos a los centros de consumo; garantizar precios básicos remunerativos
y de sustentación para los productos agropecuarios; proteger a las comunidades
indígenas otorgándoles tierras suficientes para su desarrollo, devolviéndoles las
que les hayan usurpado los latifundistas, modernizando sus sistemas de cultivos
y respetando su organización autónoma, cabildos, vida, cultura, lengua propia y
su organización interna, entre otras.
Por ejemplo, al incluir la producción agroempresarial y las explotaciones
agropecuarias a mediana o gran escala, siempre y cuando redunde en beneficio
de las mayorías, junto con la defensa de formas de producción campesinas,
estas reivindicaciones dejan ver su carácter mixto. Adicionalmente, partes de las
narrativas y conceptos a través de los cuales han expresado sus propuestas du-
21 Programa agrario de los guerrilleros Farc-EP (Farc-EP, 1964) y ley 001 de las Farc (Farc-EP, 1982).
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¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
22 Véase, por ejemplo, el artículo «Las diez propuestas agrarias de las Farc». El Espectador, 2013.
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Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Los indígenas, los afros y los campesinos y campesinas, somos pueblos y también
sociedad civil. Sumados como pueblos, somos un movimiento popular y ciudadano
que constituye medio país, [algunas de ellas son que] se garantice nuestro derecho
a participar en los espacios de poder local, regional y nacional como resultado
de un derecho propio y fruto de un proceso de organización y representación
autónomo e independiente; se garantice el respeto a nuestra autonomía popular en
la administración colectiva de los resguardos indígenas, territorios colectivos y zonas
de reserva campesina; así como en la resolución de conflictos entre pueblos en estos
territorios, mediante un ejercicio estructurado en instituciones populares; entendemos
y respetamos las alternativas que buscan configurar un nuevo pacto social: la asamblea
nacional constituyente y el plebiscito. Pero no creemos posible tomar tal decisión sin
que exista un proceso de formación en cultura política que garantice una decisión
legítima, fundamentada y consciente en nuestros territorios (…). El estado debe
garantizar y respetar esos espacios; exigimos que se aprenda de esa historia en favor de
unas garantías reales y sostenibles, que nos permitan participar políticamente desde las
juntas de acción comunal, las zonas de reserva campesina, los consejos comunitarios
y los cabildos indígenas, y protegernos del interés de otros por dividirnos; los
derechos de campesinos, indígenas y afros deben ser vinculantes a la hora de definir el
acceso a la participación política en las distintas modalidades; incorporar una agenda
interétnica y pluricultural que afiance los movimientos sociales y políticos, donde se
empoderen a los sujetos y actores en la defensa de las comunidades, territorios y
la territorialidad; donde garantice el derecho a la organización, la movilización y el
derecho a la diversidad política e ideológica (Mesa de Unidad Agraria, 2013: 3)23.
23 El documento consta de dieciséis propuestas, y entre las organizaciones que lo suscriben se
encuentran la ACC (Federación Acción Campesina Colombiana), Andas (Asociación Nacional de Ayuda
Solidaria), Anuc (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos-Unidad y Reconstrucción), Apemecafé
(Asociación Nacional de Pequeños y Medianos Cultivadores y Recolectores de Café), Asogras (Asociación
Agraria de Santander), Cahucopana (Corporación Agraria Humanitaria del Nordeste Antioqueño),
CNA (Coordinador Nacional Agrario), Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), Fenacoa
(Federación Nacional de Cooperativas Agropecuarias), Fensuagro (Federación Sindical de Trabajadores
Agropecuarios), Festracol (Federación de Trabajadores de Colombia), Fundación San Isidro, Movimiento
Ríos Vivos, Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), Proceso de Comunidades Negras
(PCN), Sintraincoder (Sindicato de Trabajadores del Incoder).
78
¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
Reflexiones finales
El título plantea de una vez que lo que está en el fondo del diálogo participativo es la
discusión sobre el MODELO DE DESARROLLO. Porque el modelo que hemos tenido
hasta ahora ha producido inequidad, está en el corazón del conflicto, tiene que ver con
la migración salvaje del desplazamiento forzado, y tampoco ha logrado el crecimiento
económico que se esperaba del campo. De hecho lo que Colombia está haciendo es
discutir el modelo aunque se diga que no se puede discutir, que no es negociable. Lo que
sí ha dejado claro este foro, es que nosotros NO TENEMOS QUE MATARNOS para
discutir el modelo (De Roux, 2013. Cursivas y mayúsculas en el original).
79
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
De allí que la primera parte de este escrito exprese que el objetivo económico
que ha prevalecido a lo largo de la historia colombiana del siglo veinte, con
excepciones escasas y discutibles, es la integración plena a los mercados interna-
cionales, vía estrategia agroexportadora, primero en el contexto del modelo liberal
y luego del modelo neoliberal, incluyendo su etapa más reciente y destructiva,
el extractivismo. Este propósito es común a los diversos modelos de desarrollo
–implementados no solo en Colombia, sino en prácticamente la totalidad de
los países latinoamericanos y en buena parte de lo que se llama el tercer mundo
durante este periodo– que después de un examen, revelan no ser tan diversos.
En lo que concierne a la ruralidad colombiana, la estrategia agroexportadora
del modelo neoliberal remite, sin discusión, y entre otros aspectos de la agenda,
a la estructura de acceso al uso y propiedad de la tierra, a la participación política
y al reconocimiento de las víctimas. Veamos:
80
¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
24 Se define la persistencia política como el grado de control de las elecciones por parte de las élites,
relacionándola con hasta qué punto las elecciones son libres, limpias y competitivas.
81
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Desde hace varios años, algunos pueblos indígenas (…) han decidido realizar sus
planes de desarrollo para decirles a los no-indígenas, cuál es la manera que tienen
los indígenas de ver su desarrollo (…) debe decirle a la sociedad colombiana, aquí
estamos los indígenas y nuestra manera de vivir, de pensar o de actuar es tal o cual y
ustedes deben relacionarse con nosotros de tal o cual manera (…) se debe empezar por
esclarecer los fundamentos de la reproducción étnica y cultural como son el territorio,
las cosmovisión, los usos y costumbres que regulan las relaciones con autoridades y
parientes, con la tierra, con la naturaleza y con los otros (Rojas, 2002: 341).
82
¿Es el posacuerdo un escenario para la construcción
de alternativas al desarrollo para Colombia?
83
Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
Introducción
87
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
3. Los cambios en las políticas de desarrollo rural que implican los acuerdos
de La Habana.
4. Los retos de los acuerdos de La Habana en materia de políticas de desarrollo
rural.
Una premisa básica para comprender, analizar y explicar el sentido de las políticas
públicas, las apuestas políticas en ellas implícitas y los intereses que defienden, es
identificar claramente la relación que tienen con el carácter del estado, el régimen
político y el modelo de desarrollo prevaleciente en una sociedad, continente o
país.
88
Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
(…) el aspecto político de las relaciones de dominación social, pero también como
el agente de unificación de la sociedad y que detenta, a ese título, el monopolio de
la violencia física legítima, lugar de integración y represión, pero igualmente de
cambio. Integrando, reprimiendo o asegurando el cambio, él se define por su modo
de intervención en relación a la sociedad y a un sistema político (Vargas, 1999: 13).
89
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
90
Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
del estado y sus fuerzas militares para llevar a cabo una nueva versión de la lucha
contrainsurgente y arrasar con el fantasma del comunismo o todo aquel que
fuese simpatizante, militante o colaborador de las guerrillas. En ese propósi-
to y con la complicidad del estado, esos grupos paramilitares han sido los
principales responsables de los mayores genocidios cometidos en el país, entre
los que sobresalen el asesinato de cerca de tres mil quinientos militantes de la
Unión Patriótica, movimiento político que resultó de los acuerdos de paz entre
el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) con las Farc-EP en mayo de 1984,
y el desplazamiento violento y forzado de más de 4,5 millones de campesinos,
indígenas y afrodescendientes, despojados de unas 6,5 millones de hectáreas de
tierra.
Con estas características en materia de políticas públicas, el estado colombiano
ha representado históricamente los intereses de los mejor situados en la sociedad,
es decir los de las élites políticas, de los partidos políticos, de los grandes grupos
económicos, sus empresas industriales o agroindustriales, los gremios que los
representan, los de las compañías y corporaciones multinacionales y, en menor
medida o muy precariamente, los de los sectores populares, los trabajadores
asalariados, los pequeños y medianos campesinos, indígenas, afrodescendientes
y los pobladores de los barrios populares de las grandes, medianas y pequeñas
ciudades. Estos sectores han sido tradicionalmente excluidos por los sectores
dominantes del régimen político, al igual que los de izquierda que han pretendido
convertirse en terceras vías y alternativas al bipartidismo en todas sus facciones.
Algunos elementos que permiten explicar esas características del régimen
político colombiano y la suerte que por su cuenta corren las políticas públicas en
materia de diseño, implementación y evaluación, están estrechamente relacionados
con el sistema político.
Ese estado identifica, formula, decide e implementa las políticas públicas por
medio del régimen político, principal instrumento mediante el cual adquiere
cuerpo material y ostenta el poder. Dicho régimen está compuesto por el sistema
de partidos, por la ideología que encarna su proyecto político de sociedad, por
los valores que crea y por las instituciones públicas que deberán cumplir con la
función y competencia de distribuir los bienes y servicios que produce la sociedad
a través de las políticas o para resolver los principales problemas públicos que se
presentan en ella.
De esta manera, el estado deja de ser una organización jurídica y política
etérea y ambigua y adquiere cuerpo tangible y visible en el régimen político, que
administra y distribuye las relaciones de poder existentes en la sociedad, con el
peso que tengan en un contexto, periodo y coyuntura determinada las fuerzas y
91
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
(…) una política pública designa la existencia de un conjunto conformado por uno
o varios objetivos colectivos considerados necesarios o deseables y por medios
y acciones que son tratados, por lo menos parcialmente, por una institución u
organización gubernamental con la finalidad de orientar el comportamiento de actores
individuales o colectivos para modificar una situación percibida como insatisfactoria o
problemática (Roth, 2002: 27).
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Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
Desde finales del siglo diecinueve, durante todo el veinte y en lo que va corrido
del veintiuno, el modelo de desarrollo rural no ha tenido como centro de gravedad
la solución de los principales problemas agrarios, territoriales, ambientales,
culturales, de integración entre regiones, sociales, productivos o tecnológicos,
que serían, teóricamente, la base a partir de la cual se diseñarían las políticas
públicas que buscaran resolver aquellos «problemas socialmente relevantes».
Las preocupaciones principales del modelo de desarrollo rural y, en conse-
cuencia, la orientación de las políticas agrarias, han estado dirigidas con mayor
93
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
fuerza, desde los años noventa, a buscar a toda costa la competitividad en los
mercados internacionales, promover los encadenamientos y alianzas productivas y
atraer la inversión extranjera, como la mejor manera, supuestamente, de insertar
al país en la economía internacional y colocarse en la órbita de la globalización,
siguiendo al pie de la letra las orientaciones y los programas de ajuste estructural
de las economías recomendados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional a principios de esa década, consolidando así un modelo agroex-
portador, cuyos principales incentivos se dan a los grandes productores y a las
empresas agroindustriales y agroalimentarias.
Ahora bien, estudios recientes sobre los logros de estas políticas, pero
especialmente sobre el modelo de desarrollo rural que se ha seguido desde
mediados del siglo veinte hasta nuestros días, muestran que se sigue buscando
la llamada modernización, empresarización y bancarización de los pobladores
rurales, sin importar las condiciones, capacidades y medios que puedan tener
y, peor aún, desconociendo las lógicas del modo de vida campesino, indígena y
afrodescendiente, que por su naturaleza tienen otros modos, usos ambientales
y culturales y proyectos de vida que no dependen ni principal ni exclusivamente
del mercado. A continuación presentamos algunas de las características que ha
tenido el modelo de desarrollo rural dominante en Colombia.
El estudio más reciente de la Colombia rural lo presentó al país, en septiembre
de 2011, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD): Colombia
rural. Razones para la esperanza. Informe nacional de desarrollo humano 2011.
Su conclusión es contundente con respecto al modelo de desarrollo rural, al
señalar:
94
Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
segunda mitad del siglo veinte, no estuvo orientado a resolver los problemas más
sentidos del mundo rural colombiano tales como la pobreza, que actualmente
afecta a 68,5% de la población del campo, la concentración de la propiedad de la
tierra, estimada con un coeficiente de Gini de 0,86 (Ibáñez, 2010; Igac, 2012) y
más concentrada aún por el despojo violento de tierras del que fueron víctimas
millones de pequeños y medianos productores. La concentración de la tierra en
manos de un puñado de terratenientes y de los testaferros de los actores armados
no estatales es la segunda más grande de Latinoamérica, después de Paraguay
que tiene un coeficiente de Gini de 0,92, lo que indica una de las formas más
oprobiosas de desigualdad social.
En el campo productivo, el modelo dio prioridad e incentivos a cultivos de
tardío rendimiento y a la agroindustria para promover el capitalismo agrario,
relegando la economía campesina, los cultivos transitorios y los de mediano
rendimiento que, como se sabe, le aportan a los colombianos más de 48% de la
producción alimentaria para el mercado interno.
Las consecuencias del modelo no se han hecho esperar: más hambre, miseria
y desprotección, y la ruina de la mayoría de los pequeños y medianos productores
campesinos, que se vieron obligados a hacer sentir sus voces y levantarse por
la única vía que entienden los gobiernos: la protesta, la lucha, la resistencia y la
movilización social, develando una vez más cómo el modelo neoliberal de libre
mercado es incapaz de resolver los problemas sociales, económicos y políticos
de las grandes mayorías del campo, a lo que contribuye, sin duda, uno de sus
instrumentos más codiciados: los tratados de libre comercio, muy particularmente
el suscrito con los Estados Unidos.
En suma, y con base en todo lo anterior, puede señalarse que el modelo de
desarrollo rural orienta, incentiva y promueve el establecimiento de cultivos de
tardío rendimiento y sólo aquellos que tengan demanda en los mercados interna-
cionales, configurando así lo que se ha denominado un modelo agroexportador,
que durante años ha profundizado la crisis del campo, más acentuada aún en todas
las esferas del mundo rural y agrario, con consecuencias letales para el modo de vida
campesino, el mundo de los pueblos indígenas y las comunidades negras.
Los pobladores rurales se enfrentan a la persistencia de la crisis social,
ambiental, política y económica del agro colombiano, que no se resuelve con los
buenos resultados que han logrado un grupo reducido de empresarios agroin-
dustriales y grandes productores, en especial los dedicados a los agronegocios
propios de los cultivos permanentes.
Tal crisis no encuentra soluciones en el ratificado modelo agroexportador
que se establece en el Plan nacional de desarrollo, 2014-2018, ni en las políticas
que promueve el gobierno del presidente Santos. A lo que se suman las severas
deficiencias, debilidades y problemas que registran casi todas las instituciones
públicas del sector, que habrían de proveer las soluciones.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
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Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
En este apartado se analizará la relación que existe entre las políticas públi-
cas agrarias y el sistema político, con el objetivo de explicar la complejidad de
las primeras, pero sobre todo para encontrar las causas que explican por qué
muchas de ellas no alcanzan sus objetivos, no transforman o resuelven de
manera positiva los problemas públicos, a pesar de su buen diseño y de sus buenas
intenciones, que casi siempre se quedan en eso, en intenciones, que pocas veces
se han cumplido o cuando lo hacen es con bajos niveles de ejecución e imple-
mentación, pero sobre todo por qué, en otros casos dichas políticas tienen el
sentido y buscan beneficiar los intereses de sectores específicos de la sociedad,
ligados a los partidos políticos, a las élites políticas y a los grandes empresarios.
La responsabilidad de este fatal destino se encuentra en el papel que desempeña
el sistema político.
Por lo anterior, a continuación se muestra en qué consiste tal complejidad, y
cuál es el papel del sistema político para desvirtuar los objetivos sociales, colectivos
y públicos de tales políticas.
La complejidad de las políticas públicas y, como parte de ellas, las agrarias,
puede explicarse, entre otras, por las siguientes características:
99
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
colocan en su beneficio para mantener sus privilegios. Para ello se alían con
todos aquellos sectores políticos y económicos, nacionales o extranjeros, que les
permitan conservarlos.
Desde lo anterior, las alianzas o acuerdos políticos entre los partidos y sus
fracciones persisten como fue pactado entre liberales y conservadores en la
otrora época del Frente Nacional, para repartirse las instituciones, los puestos
y presupuestos públicos en el ámbito nacional, regional, departamental y local.
En estas condiciones, las políticas públicas no escapan a las influencias de
quienes representan los intereses de los partidos políticos y las nuevas facciones
que se han desprendido de ellos en las instituciones públicas. Por el contrario,
se encuentran expuestas y, la mayoría de las veces, sometidas al sistema político
clientelar y excluyente, que sólo en algunas experiencias ha podido neutralizarse,
cuando expresiones organizadas de la sociedad civil, la oposición política o los
movimientos sociales logran adelantar acciones colectivas que demuestran la
inconveniencia y logran importantes reorientaciones de la política en cuestión,
Lo anterior puede ilustrarse con acciones colectivas como la del movimiento
estudiantil (Mane) que logró detener la ley de educación que buscaba privatizarla,
o las protestas de los sectores de la salud y la expresión de descontento nacional
y rechazo a la reforma a la justicia en el primer mandato del presidente Juan
Manuel Santos.
Por todo esto, las políticas públicas y, como parte de ellas, las de desarrollo
rural, no tienen ni la complementariedad ni la coherencia ni la articulación debida
con otras políticas. Por el contrario, en numerosas ocasiones son contrarias, se
contradicen parcialmente o son incompatibles. Un buen ejemplo son las contra-
dicciones en las que caen las políticas de desarrollo rural, las ambientales y las
minero-energéticas.
Dentro de las de desarrollo rural, en su dimensión económica están las
políticas agrícolas orientadas a usar los suelos de acuerdo con su vocación para la
producción de alimentos. No obstante, las actuales políticas minero-energéticas
le otorgan concesiones a empresas mineras nacionales y multinacionales extranje-
ras para que exploten los recursos minerales y de hidrocarburos (oro, carbón,
platino, petróleo, coltán), que se encuentran en el subsuelo, a sabiendas de que
la actividad minera, principalmente aquella que se realiza a cielo abierto, destruye
completamente los suelos que deberían aprovecharse para la producción de
alimentos.
De la misma manera, la construcción de hidroeléctricas que tienen por objetivo
la comercialización y venta de energía, destruyen los suelos de uso y la vocación
agrícola, cuando sus obras civiles implican la inundación de grandes extensiones de
tierra, como en los casos de las hidroeléctricas de Guatapé, San Carlos e Ituango (en
Antioquia), Urrá I y II (Córdoba), el Quimbo (Huila) e Hidrosogamoso (Boyacá).
Las contradicciones entre la política ambiental de conservación de la
100
Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
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Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
(…) una verdadera transformación estructural del campo requiere adoptar medidas
para promover el uso adecuado de la tierra de acuerdo con su vocación y estimular
la formalización, restitución y distribución equitativa de la misma, garantizando el
acceso progresivo a la propiedad rural de los habitantes del campo y en particular a las
mujeres y la población más vulnerable, regularizando y democratizando la propiedad
y promoviendo la desconcentración de la tierra, en cumplimiento de su función social
(Gobierno de la República de Colombia y Farc-EP, 2014).
102
Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
El proyecto es liberal y menos que liberal, pues en otras partes el liberalismo ha ido
más lejos; en Europa, por ejemplo, a raíz de la guerra, la reforma agraria se hizo por
el procedimiento directo de expropiar el latifundio para repartirlo; y fue una reforma
liberal. Aquí no nos hemos atrevido nosotros a seguir ese camino, y por eso hemos
tomado un método indirecto, el de la extinción de la propiedad por el no cultivo,
procedimiento tardío, demorado, y poco científico, que como se verá con el tiempo,
no tendrá eficacia (Molina, 1990: 78).
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y los acuerdos de La Habana
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Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
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y los acuerdos de La Habana
reaparezca con nuevos o viejos actores que ocupen los espacios dejados por
las Farc-EP.
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Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
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Las políticas públicas de desarrollo rural
y los acuerdos de La Habana
Sin duda, los retos en materia de las políticas de desarrollo rural son gigantescos,
destacando para finalizar los siguientes:
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Conflicto armado y disputas
ecológicas en Colombia
Presentación
Tras revisar lo que hasta mediados de 2015 se había firmado como parte de
los acuerdos de paz fruto de las negociaciones entre el gobierno nacional y las
Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en La Habana, es posible
constatar la ausencia de una aproximación ambiental y ecológica al conflicto
armado en general, y al posacuerdo en particular, desde varias dimensiones:
causas estructurales, efectos, dinámicas y posibilidades de transición. Por tanto,
no podremos hacer un balance de cuál es el enfoque o cuáles los alcances en
materia medioambiental de los acuerdos de La Habana, pues hasta ahora ese
abordaje no existe. Pero sí será posible ahondar en la conceptualización entre
conflictos armados y disputas ecológicas para mostrar desde experiencias muy
concretas en el país la necesidad de incorporar ese enfoque, en la medida en que
existe una estrecha relación entre las formas de administrar, manejar y disponer
de los recursos naturales y la existencia de situaciones de conflicto y violencia
que se expresan de maneras tan disímiles en las diferentes regiones del país y su
diversidad de paisajes.
En este sentido, la primera sección de este capítulo es conceptual, y busca
ahondar en la relación entre conflicto armado y disputas ecológicas. Para ello es
central revisar las discusiones transversales que han dado expertos y organiza-
ciones ambientales y de derechos humanos que advierten sobre los riesgos de
un posacuerdo sin consideraciones ambientales, dados los riesgos que plantean
los proyectos minero-energéticos, agroindustriales, de infraestructura, turísticos
y otros de corte extractivista1 (Sistema de las Naciones Unidas en Colombia y
Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible). Llama la atención que esta
preocupación ambiental frente a la transición, tan evidente en las regiones, esté
ausente en la mesa de La Habana y en las discusiones académicas y de las
organizaciones que siguen de cerca el proceso de paz2. Es muy reciente, del 1
1 Que puedan llegar a tener lugar o cuya ejecución se agilice en las nuevas condiciones.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
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Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
6 Sentencia C-123/14. Magistrados ponentes María Victoria Calle Correa y Luis Ernesto Vargas Silva.
http://goo.gl/VzF3Ww
8 «También acordamos delimitar la frontera agrícola y proteger las áreas de especial interés ambiental:
avanzaremos en un plan de zonificación ambiental que haga compatible el interés de preservación con
las alternativas económicas de las comunidades y de desarrollo del país y promueva diferentes planes de
desarrollo que contribuyan a la preservación ambiental». http://goo.gl/zurmQ2
9 El País. «Aquí no venimos a negociar el modelo de desarrollo del país»: Humberto de la Calle. 18 de
octubre de 2012. http://goo.gl/QJSTqm
116
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
ubicación estratégica que han representado algunas zonas, sea por su estrecha
relación con procesos de acaparamiento de tierras o por el control de territorios
estratégicos por sus recursos naturales renovables y no renovables, por la
perspectiva de beneficios derivados de la próxima instalación en ellos de proyectos
de desarrollo de gran envergadura o por su significado militar y político dentro
de la confrontación armada (Fajardo, 2004).
Como se sabe, la transición hacia la paz no solo requiere de una estrategia
financiera: requiere también de condiciones institucionales y legales favorables
para el proceso, entre muchas otras10. Sin embargo, las fuentes de financiación
generan gran preocupación en el sector ambiental, pues los últimos aconteci-
mientos frente al descenso en los precios del petróleo permiten ver que la gran
minería en Colombia se perfila como una de las banderas del desarrollo del
gobierno y posible fuente para financiar el posconflicto11. Las tensiones que esta
situación genera no son pocas. Desde el sector minero-energético se ha expuestos
expectativas y preocupaciones de cara al futuro del campo colombiano, en donde
los movimientos sociales cada vez son más enfáticos en el rechazo al desarrollo
de las actividades mineras, y piden al gobierno que las políticas relacionadas con
el sector sean concertadas con todos los habitantes rurales y que la minería deje
de ser considerada una actividad de utilidad pública. Las empresas, por su parte,
argumentan que en el campo no solo puede tener cabida el agro, y que la minería
es parte fundamental de lo rural12. Las expectativas sobre la mesa y a la espe-
ra de territorios ‘en paz’ para ser materializadas, evidentemente supondrán una
transición entre el ‘fin’ del conflicto armado y la exacerbación de los conflictos
ambientales. De allí la importancia de ahondar en la comprensión de las dinámicas
regionales y su relación con el conflicto armado y las disputas ecológicas, así
como de buscar experiencias internacionales que permitan comprender mejor
la transición a la que pueden verse sometidos los paisajes, esto en perspectiva de
evitar el escalamiento o generación de nuevas fuentes de conflicto que a futuro
puedan convertirse en disputas ecológicas, con la posibilidad latente de incluso
retomar el uso de las armas.
10 El Espectador. «Posconflicto como estrategia financiera de la paz». Por Jairo Morales Nieto. 2 de mayo
de 2015. http://goo.gl/mcAG1I
11 Posibilidad sin embargo bastante dudosa, como muestra Guillermo Rudas en sus investigaciones,
que demuestran que la gran minería no aporta tanto dinero como el gremio se empeña en señalar. Véase:
«Renta minera y regalías: un debate ineludible». Razón Pública. 6 de junio de 2013. http://goo.gl/jReUYE
12 La Silla Vacía. «Los coqueteos de Santos II a los mineros». Por Andrés Bermúdez Liévano. 26 de abril
de 2015. http://goo.gl/uKSpDC
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
13 Para Galtung (2003), en todo conflicto hay una contradicción, algo que se interpone en la consecución
de algo, es decir una disputa o un dilema. Él mismo define estas situaciones como «formación elemental
de conflicto», donde disputa representa a «dos personas, o actores, que persiguen un mismo fin que
escasea», y dilema a «una persona, o actor, que persigue dos fines incompatibles entre sí».
118
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
14 Esta adaptación depende, sin embargo, de las características de los impactos actuales y acumulados
sobre el lugar habitado, ya que si dicha transformación implica la pérdida de las características que hacían
posible la adaptación, llevarán por tanto a la búsqueda de un nuevo espacio, a la generación de condiciones
de empobrecimiento o a la exacerbación de las ya existentes.
119
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
120
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
Históricamente, las tierras sin dueño creadas por la guerra a menudo protegían
la vida silvestre y sus hábitats al limitar las incursiones de humanos y la densidad
de poblaciones humanas dentro de los territorios en disputa. Sin embargo, se han
identificado relativamente pocos ejemplos de este fenómeno en conjunción con
guerras recientes y actuales en países en vías de desarrollo (Dudley, J. P, et. al., 2002).
15 Véase comunicado del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible en el que se afirma que
«El nuevo atentado contra el oleoducto en Tumaco es el peor en términos de afectaciones sociales y
121
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
17 El Espectador. «Los ríos que las Farc pintaron de negro». Por: Karen Tatiana Pardo Ibarra. 27 de junio
de 2015. http://goo.gl/Js9lr0
18 Organizado por la maestría en medio ambiente y desarrollo y el Instituto de Estudios Ambientales
de la Universidad Nacional de Colombia.
122
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
(…) asumir compromisos reales con la conservación del medio ambiente, donde
el desarrollo sostenible sea un pilar de la educación […]. La delegación de paz ha
constatado que la gran mayoría de propuestas enviadas a la mesa de conversaciones,
por parte de las organizaciones populares y agrarias del país contienen medidas
para la preservación del medio ambiente. El punto de partida, de la mayoría de
propuestas y que es el reflejo de una conciencia generalizada, es que las políticas
neoliberales son funestas para el medio ambiente […]. Tanto las tierras como los
territorios, son concebidos como meros espacios geográficos, que se valorizan de
acuerdo a su tenedor y a los recursos naturales que posean. Por tanto para las Farc-EP
es importante afirmar nuestra soberanía frente al capital transnacional y establecer
límites estrictos o prohibiciones en algunos casos a la extranjerización de la tierra, y
a la extracción de la gran minería a cielo abierto, de hidrocarburos, de generación de
energía hídrica y de producción de agrocombustibles. Asimismo, el ordenamiento
territorial y la definición de uso de la tierra, deben garantizar la protección de los
ecosistemas, la sostenibilidad socioambiental, la producción de agua y la soberanía
alimentaria (Comunicado de las Farc, 2015)19.
19 «Saludo de las Farc-EP ‘Foro de Desarrollo, Ambiente y Postconflicto’». Video publicado el 17 de
junio de 2015 en https://goo.gl/hrAbHm
123
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Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
124
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
1. Alto San Juan; 2. Montes de María; 3. Valledupar. Los grandes biomas presentes en cada zona,
correspondientes a bosque húmedo tropical (Bh-T) y bosque seco tropical (Bs-T), son determinantes de los tipos
de paisaje que, dependiendo de su historia de poblamiento y transformación, pueden encontrarse en cada lugar.
20 http://www.etnoterritorios.org
125
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Fuente: los autores con base en datos del SIG-OT (Sistema de Información Geográfica
para la Planeación y el Ordenamiento Territorial: http://sigotn.igac.gov.co/sigotn/)
e Igac (Atlas de la distribución de la propiedad rural en Colombia: http://goo.gl/rhLsCK).
* Los lugares estudiados están en regiones de las que no podemos dar cuenta en su totalidad. En Montes
de María nuestro trabajo se circunscribe a la zona noroccidental (Mahates, María la Baja y San Jacinto
principalmente), en el alto San Juan principalmente al municipio de Tadó y en Valledupar a seis de sus
veinticinco corregimientos.
** Solo incluimos el corregimiento de San Basilio de Palenque.
126
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
Este análisis de la situación en la cuenca alta del río San Juan se basa en la
experiencia de trabajo con el Consejo Comunitario Mayor del Alto San Juan
(Asocasan), ubicado casi completamente en el municipio de Tadó (Chocó).
Actualmente, Asocasan tiene 54.000 hectáreas de tierra tituladas colectivamente
a las comunidades negras, distribuidas en veintiún consejos locales y un consejo
mayor. Este territorio, bañado por ríos como Bochoromá, Mungarrá, Manungará,
Pureto y San Juan, es habitado por población en su mayoría afrodescendiente,
aun cuando también se encuentran algunos grupos indígenas y de colonos. Las
principales actividades que desarrollan los pobladores en el territorio son la
minería artesanal y de bareque, la agricultura de pancoger y de comercialización
local, la extracción de madera y fibras, la cacería y la pesca, estas últimas como
actividades de subsistencia (Asocasan, PNUMA, IIAP y NJ, 2012).
En el alto San Juan nos dedicamos a dos actividades concretas: a la minería como
una causal del proceso de esclavismo y a la agricultura como una consecuencia para
responder a nuestras necesidades exigida por la misma situación de la vida entre la
selva. Pero la agricultura nuestra ha sido una agricultura de subsistencia dadas nuestras
limitantes que tenemos aquí en este medio demasiado húmedo. Entonces la mayor
parte del tiempo la gente del campo se dedicó a sembrar musáceas, en todas sus
variedades, plátano, banano y primitivo. Pero el verdadero eje de nuestra economía
ha estado basado en la minería de bareque, esa ha sido más o menos la dedicación del
80% de nuestro tiempo, a la minería de bareque21.
21 Hermes Sinisterra, líder comunitario en Tadó y Alto San Juan. Entrevista, septiembre de 2013
(Beltrán Ruiz, 2013).
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
conocía, se había hablado, teníamos un borrador y a los dos o tres meses si había que
quitarle o ponerle más cosas, a uno le van quedando cosas claras22.
Nosotros tenemos para la historia que uno de los mapas que se tomó para el proceso
de ordenamiento y el Plan de desarrollo del municipio de Tadó, el que se tomó fue
el de Asocasan, porque es un mapa completo. Como estamos dentro del mismo
territorio, el municipio como tal, la cabecera municipal no tiene un croquis elaborado.
Entonces fue el mapa de Asocasan que se lo utilizó para justificar y soportar ese Plan
de desarrollo municipal23.
A pesar de los avances, este proceso (al igual que otros en la zona) se
encuentra en medio del conflicto armado permanente entre grupos guerrilleros,
paramilitares y fuerzas militares, lo que ha generado restricciones de circulación,
acceso y uso de ciertos espacios. Al finalizar la década de los 90, por ejemplo, la
presencia paramilitar ocasionó desplazamientos masivos de más de mil personas.
Años atrás, la presencia de guerrillas constriñó a la población local y puso en
riesgo la titulación colectiva, en la medida en que existían controles para circular,
caracterizar y participar en escenarios deliberativos en los que participara el estado.
Pero más complejo es el panorama actual, en el que el estado se hace presente
22 Luis Hernando Murillo, presidente del Consejo local El Carmelo. Entrevista, septiembre de 2013
(Beltrán Ruiz, 2013).
23 Carlos Heiler Mosquera, presidente Asocasan. Documental: Mapeo social: caminos que hacen
territorios. Observatorio de Territorios Étnicos y Campesinos. Véase en https://goo.gl/fqQ3j9
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Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
24 Para Asocasan, la minería artesanal es que adelantan los habitantes con métodos tradicionales, en
algunos casos en pequeños grupos de mineros. El Programa Oro Verde fue una iniciativa de minería de
oro y platino ambientalmente responsable que desarrollaron algunos mineros tradicionales de Asocasan.
La minería ilegal, por su parte, es la hecha por actores externos que en su mayoría usan retroexcavadoras o
dragas, independientemente de la existencia de un título minero que respalde su presencia en el territorio.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
habitantes y directivas de Asocasan, debido sobre todo a que esta es efectuada por
actores externos (Beltrán Ruiz, 2013). Sin embargo, es difícil saber con seguridad
si en un escenario de posacuerdo llegarán más de estos actores al territorio, una
preocupación latente en el Consejo.
En un escenario futuro, en el que la minería y la tala se sigan fomentando
sobre los espacios de uso comunitario mencionados, es claro que se generarán
serias disputas ecológicas, ya que la presión que se ejerza sobre dichos ecosistemas
podrá afectar directamente las actividades de subsistencia desarrolladas en esos
espacios. Estos procesos, como ha estudiado la ecología del paisaje, pueden
acarrear la fragmentación de los flujos ecológicos impactando directamente en la
biodiversidad y en los servicios ecosistémicos tales como la regulación del ciclo
hidrológico, de los que dependen la población y sus actividades.
La extracción de madera en casos como el del consejo local El Carmelo,
donde los líderes han reportado aprovechamientos forestales sin los permisos
del consejo mayor ni de Codechocó, dan cuenta de las disputas ecológicas que se
generan, pues esto ya ha ocasionado enfrentamientos entre la comunidad y los
actores externos que ingresan al territorio, quienes desconocen la autoridad del
consejo comunitario sobre su propio territorio.
Igual sucede con la minería: en los últimos años se ha reportado el incremento
en el número de solicitudes por parte de grandes empresas mineras para la
extracción de oro y otros minerales. En estos casos ha resultado aún más
problemática la situación para Asocasan, pues dichos actores son reconocidos
como legales por el estado, situación que dificulta, limita y ralentiza las acciones
que pueda emprender para defender su territorio.
Situaciones como la anterior suscitan inquietudes por parte del consejo
mayor en cuanto a la actividad minera, teniendo en cuenta su importancia para
la economía de sus pobladores. Dado el asedio constante de empresas, Asocasan
considera la posibilidad de plantear sus propios proyectos mineros bajo la
premisa de la responsabilidad en el proceso y mientras sean ellos –como consejo
mayor y con los mineros tradicionales– quienes desarrollen estas actividades.
Sin embargo, el Plan nacional de desarrollo, 2010-2014, y el actual, 2014-2018,
se convirtieron en un obstáculo para llevar a cabo la propuesta de minería por
parte del consejo mayor, pues a pesar de que cuentan con un territorio titulado
e, incluso, con una zona minera de comunidades negras, tienen prelación mas no
derechos adquiridos sobre los minerales en su subsuelo, por lo que deben tramitar
también títulos mineros y competir en igualdad de condiciones con multinacionales
como AngloGold Ashanti, presente en la zona. Esto parece indicar que en un
momento de posacuerdo, los líderes y habitantes del territorio colectivo terminarán
por perder la poca autonomía que hasta el momento han logrado en el desarrollo
de este tipo de actividades extractivas, con las consecuencias que un proyecto de
extracción de oro por parte de un agente externo puede tener.
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Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
25 Verdad Abierta. «Benefician a los emberá-katíos con primera sentencia de restitución étnica en el
país». 25 de septiembre de 2014. http://goo.gl/DHnKjj
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Eso fue bastante pesado, la gente sintió mucho eso. Esa gente perdió todo, porque
esa gente estaba viviendo allá bien aclimatados con todas sus cosas, y al levantarlos
así de un día para otro (…) eso fue bastante pesado. Una parte cogieron pa’ acá, otras
cogieron pa’ San Pablo, otras partes cogieron pa’ San Cayetano y aquí la gente los paró
y fue que el padre les dio el terreno allá donde están, les dio el terreno ese pa’ que
empezaran a darle, a construirle casas y ahí están tranquilos (…) claro que ya ellos van
allá en sus tierras, a trabajar a hacer su agricultura, se van en la mañana y vienen en la
tarde. Los de San Pablo y San Cayetano también entran por allá por las veredas de por
allá y hacen sus trabajos, y en la tarde regresan como los de aquí27.
27 Testimonio de Rafael Cassiani, consejo comunitario Ma-kankamaná (Vargas Ramírez, 2011: 83).
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Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
Y en verdad que fueron muchos los maltratos. Inclusive después de que me tocó dejar
el trabajo tirado, yo tenía una parcela con un crédito. Un crédito en el banco. Cuando
eso era la Caja Agraria. Sí, un crédito de cinco millones ochocientos mil pesos para la
ganadería. Un día cualquiera mandé a los hijos a ordeñar, cuando veo los muchachos
aquí en casa a las diez. Qué casualidad… me mandan a buscar. En seguida me regresé
con los hijos pa’ la parcela. Cuando llego eso está lleno de puros paracos, el corral y
todo. Llamaron al comandante. Él me decía que necesitaba una res, una res porque no
tenían para la comida de ellos.
Pues sí, en el 2004 (…) aquí se llevó la guerrilla el ganado de la comunidad. Se llevó
el ganado de la comunidad. En total no le sé decir, pero un presupuesto de cincuenta,
sesenta animales máximo se llevaron. Ese día nos preocupamos mucho aquí en la
comunidad, de por qué nos estaba sucediendo esto si nosotros no estábamos metidos
en conflicto de ningún bando. A mi persona y a otro vecino allí no se les llevaron
el ganado. Pero sí me preocupó a mí. El pensamiento mío fue cuando subieran los
paramilitares. Porque de pronto ellos iban a mirar a quién se le habían llevado el
ganado y a quienes no. Iban a creer que uno estaba a favor de la guerrilla y por eso no
se le llevaron el ganado a fulano. Entonces ahí decidí de vender el ganado28.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
30 En este espacio las organizaciones de población desplazada, étnicas y campesinas (OPDS) de Montes
de María convocaron al estado y a los empresarios para concertar la expresión territorial de los modelos de
desarrollo en la región, principalmente a raíz de la expansión del cultivo de palma aceitera.
31 El Espectador. «Plan de desarrollo contradice acuerdos en La Habana sobre la tierra, dicen ONG». 19
de febrero de 2015. http://goo.gl/3O4lJe.
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Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
32 La Silla Caribe. «En Montes de María dudan del ‘laboratorio de paz’ de Argos». 26 de enero de 2015.
http://goo.gl/gMl9yA.
33 Para ampliar esta información, véase el documental ¿Y si dejáramos de cultivar? Campesinado y producción
agroalimentaria en Montes de María. Observatorio de Territorios Étnicos y Campesinos, CDS y Cinep. Véase
en https://goo.gl/x0v40P
34 Observatorio de Territorios Étnicos y Campesinos. «El foro regional campesino en montes de María:
expectativas frente a una propuesta campesina». http://goo.gl/IHypKR
35 Nicolás Vargas Ramírez. 2012. «Modelos de desarrollo en Montes de María: ¿posible coexistencia?».
Diciembre. Observatorio de Territorios Étnicos y Campesinos. http://goo.gl/mpKXAS
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Cabe preguntarse lo mismo sobre las ciénagas, playones y represas, sin los cuales
ni la pesca ni la producción agropecuaria de la región serían posibles.
La complejidad territorial en Montes de María puede constituir una reconfi-
guración de las disputas ecológicas que actualmente tienen lugar, así como dar
paso a nuevas, tanto por la expansión de la frontera agroindustrial, como por la
forma en que la conservación ecosistémica llegue a ser asumida. Recae así una
gran responsabilidad en el estado para garantizar una paz duradera que abra paso
a la conciliación de modelos de desarrollo, a la conservación natural y, sobre
todo, al respeto de los derechos y la autonomía territorial de los pueblos
montemarianos que han sufrido bastante los rigores del conflicto armado.
Las sabanas comunales de Badillo y de casi todo Valledupar fueron robadas, pero hoy una
generación valiente las quiere recuperar. Estamos convencidos que con organización
comunitaria, con la creación del consejo comunitario y con nuestro despertar como
pueblo negro, a Badillo le vienen cosas mejores, a todos nosotros los de la zona rural de
Valledupar la situación nos va a cambiar. A mis estudiantes les va a quedar un Badillo
digno porque van a tener tierra para cultivar, río para vivir y cerros para caminar y no
van a tener que pedir permiso para caminar por sus propias sabanas. Yo quiero luchar
por este sueño, pero para que algún día cercano ya sea un sueño cumplido y estemos ya
proyectando otros más grandes. A los amigos que son solidarios con nuestra lucha les
digo que tienen todo nuestro cariño, vamos a ver pronto unos territorios protegidos,
con los títulos colectivos a favor de las comunidades afro, podemos ser autoridad, pero
nos tenemos que creer este sueño, lo más importante es creer y no parar de trabajar
para lograrlo. Por eso me dicen Cabildo mis amigos de los otros consejos comunitarios,
porque tengo el sueño de que seamos respetados en nuestra dignidad36.
36 Palabras del profesor Hidalgo Manjarrez (q.e.p.d) en el taller de titulación colectiva realizado en
Guacochito en octubre de 2011.
37 En el marco de varios proyectos de investigación en alianza con Acunr y el PNUD desde el 2010.
136
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
38 Los impactos más palpables de esos modelos de acaparamiento de sabanas comunales fueron la
pérdida de actividades como la cacería, la pesca, las pequeñas huertas para el autoabastecimiento, la
explotación del árbol de bálsamo, la comercialización de pieles de tigrillo y babilla. Era muy común que
estas comunidades se desplazaran a los playones del río Cesar donde se construyeron sus casas, pues en
las épocas de sequía la vida de toda la comunidad transcurría a orillas del río. De esta forma, el río es un
referente histórico, ambiental y cultural clave para la compresión del poblamiento de la región.
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
39 Es necesario aclarar que se hará exclusiva alusión al paramilitarismo y no a la guerrilla, por varias
razones. La primera de ellas es que, según los pobladores la presencia de esta en sus territorios no fue
muy frecuente, debido a que su geografía no facilita el desarrollo de acciones; en el peor de los casos se
escucharon frases como: «La guerrilla de las Farc pasó dos veces por el pueblo y pintaron las paredes, pero
no se quedaban en la zona, tampoco reclutaron niños ni jóvenes; en general su presencia fue muy discreta
y poco se metían con la población civil» (habitante de Guacoche).
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Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
Esta parte se divide en tres asuntos, que surgen de la revisión de los casos
nacionales e internacionales en los que el conflicto armado ha afectado signi-
ficativamente los paisajes y donde las transiciones a la paz han tenido obstáculos
e impactos negativos en el uso y apropiación de recursos naturales. Por ello, el
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
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Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
familias desplazadas han ido retornando durante este tiempo, sobre todo en el
rol que tendrían los excombatientes dentro del territorio colectivo.
Es preciso comprender que las experiencias internacionales muestran una
serie de problemas en los procesos de retorno de la población a los territorios,
por varias razones: falta de planeación desde la institucionalidad estatal, poca
participación de las comunidades campesinas (desplazadas o que han resistido
a los desplazamientos) en el proceso y debilidad en las políticas públicas con
enfoque restitutivo para víctimas y excombatienetes
Esto es importante en el caso de Asocasan, en el cual la guerra se ha dado
entre grupos al margen de la ley que habitan el territorio colectivo –que cuenta
con espacios de uso colectivo, familiar, comunitario o individual–. Por ello, es
importante conocer de qué manera el retorno de excombatientes generaría cam-
bios o tensiones en la organización comunitaria y la configuración del territorio,
teniendo en cuenta que existen tensiones con los proyectos extractivistas que se
expanden en el departamento del Chocó. Estas preocupaciones van más allá del
territorio de Asocasan, ya que es probable que el retorno de excombatientes
también se presente en las otras zonas estudiadas en este capítulo, como las
sabanas comunales de Valledupar y las comunidades de Montes de María, regiones
donde actualmente existe una configuración del territorio comunitario, una
forma de uso y de manejo de los recursos naturales y tensiones por la llegada de
proyectos extractivos y de monocultivos.
La tenencia de la tierra
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
40 En esto se han visto involucradas empresas como Tierras de Promisión, Agropecuaria Carmen de
Bolívar, Agropecuaria Génesis, Inversiones Agropecuaria El Caney S. A., Agropecuaria El Central S. A.,
Agropecuaria Montes de María S. A., Agropecuaria Tacaloa S.A., Invesa S. A., José Alberto Uribe Munera,
Federico Santos Gaviria y José Ricardo Santos Gaviria, Agropecuaria Vélez Arango S. A., Andrés Felipe
Arango Botero, Daniel y Ricardo Arango, Paula Andrea y Claudia María Moreno Ángel e Invercampo
S. A. Véase informe: Situación registral de predios rurales en los Montes de María (Superintendencia
Nacional de Notariado y Registro, 2011).
142
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
En realidad, se trata de una práctica casi tan antigua como la Historia misma: destruir
el medio ambiente, la vida si es necesario. Convertir la zona «rebelde» en un inmenso
erial (Senent-Josa, 1972).
De 1961 a 1969, 10.000 kilómetros cuadrados de tierras cultivadas en Vietnam del Sur,
lo que supone el 43 por 100 de las tierras cultivables, y 25.000 kilómetros cuadrados de
bosques (el 44 por 100 de la superficie forestal) han sido destruidas por los bombardeos
norteamericanos. En 1969, 1’086.000 hectáreas de tierra cultivable y bosques fueron
sometidos a la acción de los «herbicidas» y «defoliantes», con cuya utilización se persigue
41 Artículo 35. Normas fundamentales. Numeral 3. «Queda prohibido el empleo de métodos o medios
de hacer la guerra que hayan sido concebidos para causar, o de los que quepa prever que causen, daños
extensos, duraderos y graves al medio ambiente natural». Título III. Métodos y medios de guerra. Estatuto
de combatiente y de prisionero de guerra. Sección I. Métodos y medios de guerra. https://goo.gl/9dSYcT
Artículo 55. Protección del medio ambiente natural. «1. En la realización de la guerra se velará por la
protección del medio ambiente natural contra daños extensos, duraderos y graves. Esta protección incluye
la prohibición de emplear métodos o medios de hacer la guerra que hayan sido concebidos para causar o
de los que quepa prever que causen tales daños al medio ambiente natural, comprometiendo así la salud
o la supervivencia de la población. 2. Quedan prohibidos los ataques contra el medio ambiente natural
como represalias». Capítulo III. Bienes de carácter civil. https://goo.gl/T5ULmV
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
eliminar el manto vegetal que cubre la península Indochina, destruyendo los cultivos y
haciendo imposible la vida en dichas regiones (Senent-Josa, 1972).
42 Los doce acuerdos de paz entre el Gobierno de la República de Guatemala y la Unidad Revolucionaria
Nacional Guatemalteca (URNG) se suscribieron entre 1991 y 1996.
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Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
Desafíos
43 Coloquio celebrado el 3 de junio de 1991 en Londres, bajo los auspicios de la London School of
Economics, del Centre for Defence Studies y Greenpeace International, con miras a estudiar la necesidad
de un V Convenio de Ginebra, así como de una conferencia de expertos convocada en Ottawa por el
gobierno canadiense (10-12 de julio 1991). La cuestión de la protección del medio ambiente en periodo
de conflicto armado fue también tratada en el III Comité preparatorio de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el DesarrolIo y el Medio Ambiente (Unced), del 12 de agosto al 4 de septiembre de 1991.
146
Conflicto armado y disputas ecológicas en Colombia
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
común. Tal como se analizó, en esas tres regiones de Colombia los espacios de
uso se superponen con los baldíos reservados, proyectos de reforma agraria y
escenarios de propiedad colectiva en contextos de conflicto social, violencia o de
amenazas de desterritorialización.
En los últimos años se han intentado reformas en materia de baldíos, unas
más favorables que otras para las comunidades rurales. Sin embargo, por distintas
circunstancias no han sido tramitadas. Es por ello que siguen vigentes preguntas
en materia de ordenamiento de los territorios de las comunidades étnicas y
campesinas frente a la implementación de acuerdos de paz o de instrumentos
transicionales, donde ni siquiera los procedimientos ordinarios han avanzado
en materia de titulación colectiva, de ordenamiento productivo, de seguridad
alimentaria y de administración de recursos naturales estratégicos para las comu-
nidades y no para la inversión privada.
Es importante destacar la importancia de la oportunidad que plantea el
posacuerdo con las Farc en regiones como el San Juan chocoano, Montes de
María y la zona rural de Valledupar en cuanto al análisis de la configuración
de escenarios favorables para la gestión y resolución de las disputas ecológicas
actuales y futuras.
No pueden firmarse acuerdos sobre los desacuerdos históricos. En todas
estas regiones las amenazas están en día a día. La Agencia Nacional de Hidrocarbu-
ros sigue concesionando bloques petroleros, al igual que la Agencia Nacional de
Minería sigue entregando títulos mineros, y la Autoridad Nacional de Licencias
Ambientales entregando permisos y autorizaciones, con una tendencia cada vez
más clara hacia la limitación de la participación ciudadana, como han dejado ver
las últimas modificaciones al marco regulador de la ley 99 de 1993. A la par, los
monocultivos de palma aceitera y las plantaciones forestales van en aumento
en la ruralidad del Caribe, siendo precariamente vigiladas por las corporaciones
autónomas regionales y de desarrollo sostenible. El despojo toma nuevas formas
en Valledupar y en buena parte del territorio nacional. No se trata solo del des-
plazamiento por la violencia, sino del cambio del uso de la tierra y en las prácticas
productivas, siendo las tensiones que genera el sector mineroenergético las que
tendrán una incidencia más fuerte en los conflictos y las disputas a futuro.
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Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
Mauricio Herrera-Jaramillo
Yenly Angélica Méndez Blanco
Gabriel J. Tobón Quintero
Ana María Sierra Blanco
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
Introducción
Este capítulo pone en evidencia el peligro latente de que los puntos acordados
entre el gobierno nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(Farc) en «Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural integral», en vez de
recoger las reivindicaciones de los movimientos sociales campesinos plasmadas
en espacios como la Cumbre Agraria Nacional y la Declaración universal de
derechos de las campesinas y los campesinos, sean instrumentalizadas median-
te las políticas públicas que institucionalizan y universalizan el concepto de
agricultura familiar y la apuesta por una reforma rural integral (RRI), dando paso
con ello al histórico patrón de cooptación ocurrido con otros enfoques como el
desarrollo sostenible y el desarrollo territorial, poniendo en peligro el reconocimiento
de las campesinas y campesinos como sujetos sociales y políticos con plenos
derechos y con propuestas y proyectos de vida propios1.
A pesar de que el trasfondo del debate agrario tiene una serie de problemas
históricos y estructurales que por décadas no han recibido respuesta, en los
últimos años, fruto de la lucha de los movimientos sociales campesinos frente
a las políticas neoliberales de los gobiernos colombianos, han surgido apuestas
como la declaración de 2014 por parte de las Naciones Unidas, como el Año
internacional de la agricultura familiar (AIAF)2 y la aprobación de la Declaración
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
incidan en los debates mundiales normativos y de instrumentos de política pública sobre seguridad
alimentaria; y 3) en América latina, el plan de trabajo sobre seguridad alimentaria aprobado en 2015 en
la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) por todos los estados
miembros, en el que también se traza como objetivo fundamental apoyar la agricultura familiar.
3 La posibilidad de un desarrollo con crecimiento y equidad ya fue valorada por Sachs (2008), cuando
al analizar el concepto de desarrollo sostenible concluye que es imposible que bajo la lógica capitalista
ambas condiciones se cumplan a la vez, es decir, es imposible que la economía crezca de manera sostenible
en el tiempo garantizando justicia social. Sin embargo, esto no descarta la posibilidad que puedan darse
encadenamientos productivos entre diversos modelos de producción agrícola, por ejemplo, entre la
denominada «economía campesina» con «economías rurales de carácter agroindustrial», tal como lo
plantean las Farc en el numeral 9, p. 24, del documento «Erradicación del hambre, la desigualdad y la
pobreza de los colombianos (De las Cien propuestas mínimas)» (Farc-EP, 2014).
4 Su última gran apuesta es entrar al Acuerdo de promoción comercial y de inversión del área
transpacífica (TPP, sigla en inglés)
5 Este elemento se plantea como solución a los conflictos en torno al problema económico, tal vez
uno de los más álgidos de las negociaciones: «(…) el papel fundamental de la economía campesina, familiar
y comunitaria en el desarrollo del campo, la erradicación del hambre, la generación de empleo e ingresos,
la dignificación y formalización del trabajo, la producción de alimentos y, en general, en el desarrollo
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Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
de la nación, en coexistencia y articulación complementaria con otras formas de producción agraria» (Gobierno de la
República de Colombia y Farc-EP, 2014: 1).
6 De acuerdo con Machado (2004a), las décadas del 60 y 70 son la época del pensamiento propio,
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
En el caso de América latina, tal como lo propone Piñeiro (2004), este debate
se materializó entre campesinistas y descampesinistas.
en el que la ideología de izquierda permeó lo agrario y cuyo objetivo era «comprender el desarrollo del
campo en el contexto de la articulación de la formación social colombiana al capitalismo dependiente y al
imperialismo estadounidense» (Machado, 2004a: 18).
7 Nos referimos a las leyes 200 de 1936 (reforma) y 100 de 1944, de contrarreforma.
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Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
La tierra es tan sólo uno de los factores productivos de las economías campesinas y
que, para convertir a estas últimas en eficientes empresas agropecuarias, era necesario,
más que estimular el acceso a la tierra, dotarlas de una buena capacidad empresarial,
lo cual se lograría a través de asistencia técnica y capacitación acompañada de mejores
servicios básicos sociales y de la infraestructura adecuada (Vargas, 1999: 3).
De esta manera, la década de los 80 marcaría un viraje en los análisis que se venían
haciendo desde la academia. El retorno de la ortodoxia liberal económica haría de
la macroeconomía y la «modelización» el nuevo sustento teórico de las discusiones,
generando una ruptura en los debates, al deslocalizar el centro de discusión del
tradicional conflicto por el acceso a la tierra y la búsqueda de una reforma agraria,
a un «simple» problema de mercados, de capacidad empresarial (asistencia técnica,
mejora de servicios, infraestructura, etcétera) y de generación de rentabilidad.
En este marco de reacomodo económico y político (de política pública)
emergen una serie de discusiones y tensiones académicas que reevaluarán el
paradigma desde el que se discutían los problemas agrarios y el debate sobre la
existencia o no del campesinado, dando paso a lo que algunos autores denominan
como el paradigma del capitalismo agrario (Vega, 1992; Abramovay, 1992;
Fernandes, 2004)8. Brevemente, mencionaremos tres categorías que nos darán
insumos para nuestros análisis, en especial a la idea de una reforma rural integral:
la nueva ruralidad, el desarrollo territorial rural y la agricultura familiar.
Nueva ruralidad
Desde hace poco más de dos décadas, diversos autores han estudiado la nueva
ruralidad y se han encargado de sentar sus bases «teóricas». Sin embargo, son
básicamente dos los abordajes posibles de plantear (Kay, 2007).
8 El concepto de paradigma de capitalismo agrario fue planteado por Ricardo Abramovay en su tesis de
doctorado en 1990 en contraposición al paradigma para él predominante hasta la década de los 80, el de
la cuestión agraria (Abramovay, 1992).
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
El énfasis principal [de la nueva ruralidad] está en ampliar la visión del campo de lo
agrario a lo rural; en enfatizar la multifuncionalidad de los espacios rurales debido a
la creciente importancia de las actividades no agrícolas y de la más fluida e intensa
interrelación entre lo rural y lo urbano y lo local con lo global; y en remarcar los
cambios en los patrones culturales y de vida rurales (Llambí, 2004).
A las propuestas de nuevas políticas públicas y acciones por parte de aquellos analistas que
desean superar las consecuencias negativas del neoliberalismo para los campesinos. (…)
[Propendiendo a la construcción de una agenda que promueva] una estrategia de desarrollo
centrada en la agricultura campesina, el empleo rural, la sostenibilidad ambiental, la
equidad, la participación social, descentralización, el desarrollo local, el empoderamiento,
la igualdad de género, la agricultura orgánica, (…) [etcétera] (Kay, 2007: 88).
9 Hace referencia a: 1) el desarrollo institucional para fortalecer la democracia, los derechos y deberes
del ciudadano y el funcionamiento local; 2) la instauración de nuevas reglas de gobernanza mediante
la descentralización, la cooperación entre actores públicos y privados y la utilización de métodos
participativos; 3) la integración de una preocupación sobre la sostenibilidad de los recursos naturales;
4) la promoción de un enfoque territorial del medio rural en detrimento de un enfoque sectorial de
la agricultura; 5) la puesta en valor de las oportunidades mediante el apoyo a las iniciativas locales o la
valoración del capital social (Echeverri, 2002; Iica, 1999, en Bonnal et al., 2003).
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Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
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Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
10 En http://www.economist.com/node/16886442
11 Un escándalo referente de este proyecto fue el «proyecto Carimagua», adelantado por el ministro de
Agricultura de aquella época, Andrés Felipe Arias, hoy prófugo de la justicia nacional y residente en los
Estados Unidos, quien valiéndose de artimañas «legales» cuatro años después (11 de febrero de 2008) de
haber adjudicado a población desplazada víctima de la violencia un predio de 17.000 hectáreas, intentó
cambiar dicha adjudicación y dársela a empresarios privados (palma aceitera), alegando que éstos harían
un mejor uso de estas tierras y, como contraparte, podrían garantizar empleo a estas comunidades.
12 Al respecto también es interesante ver las denuncias y propuestas del senador Jorge Enrique Robledo:
http://www.moir.org.co/Las-compras-ilegales-de-tierras-Un.html
158
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
Agricultura familiar
159
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
(…) fortalecer y expandir la agricultura familiar significa sobre todo, dar respuesta
160
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
a las dificultades que enfrentan los productores familiares «más frágiles», pero que
tienen «potencial» para transformarse en «empresas familiares viables» (Idem, p. 5).
En cuanto a los «consolidados», éstos no necesitan de ningún auxilio público especial.
Y los «periféricos», no siendo viables económicamente, sólo podrán ser pensados para
ellos políticas sociales para combatir la pobreza (Picolotto, 2015: S071)14.
Desde esta perspectiva, Ricardo Abramovay (1992) y José Eli Vega (1991),
importantes referentes sobre el debate de la agricultura familiar en Brasil,
entenderán a los agricultores familiares como aquella camada de agricultores que
fruto de una metamorfosis se convierten en «agricultores profesionales» capaces
de adaptarse a las modernas exigencias del mercado como resultado en parte de
la acción del estado por diversas vías, principalmente por política pública (acceso
a tierras, insumos, crédito, etcétera) (Abramovay, 1992).
Paradójicamente, estadísticas del Cepal-FAO-Iica (2013) muestran cómo
sería la distribución de las denominadas explotaciones familiares conforme a esta
clasificación: 60% de las unidades pertenecen a la categoría de subsistencia, 28%
a la de transición y el restante 12% a la consolidada. Estas estadísticas varían por
país, llegando a representar la categoría de subsistencia en Colombia poco más
del 80%. Así, es evidente el cambio de paradigma ocurrido en la década de los
80 para entender al campesino, visualizándolo ya no más como clase social, para
convertirlo en categoría de análisis objeto de políticas públicas, dando continuidad a
la tradición de invisibilidad y exclusión de las mayorías del campo.
15 Más adelante se discutirá la propuesta de reforma rural integral definida en el acuerdo de La Habana
(«Los acuerdos de la Habana y la reforma rural integral», infra).
161
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
En este sentido, destaca factores como: 1) las políticas del estado y el estí-
mulo macroeconómico a la acumulación de rentas y la valorización; 2) la baja
tributación de la propiedad rural; 3) el atraso en los catastros rurales y la inade-
cuación de la información sobre la estructura de la propiedad; 4) la dinámica del
conflicto armado; 5) el avance de la ganadería extensiva, entre otros.
En cuanto al segundo elemento, Machado (2004a), recuerda que volver a
pensar en los esquemas de una reforma de este tipo implica definir el modelo de
desarrollo posible o deseable acorde a la solución de los problemas estructurales que tiene el
país.
A manera de ejemplo, estos dos puntos permiten ver el peligro que radica en
una propuesta como la de la reforma rural integral, en la medida que enfoques
como los de nueva ruralidad y desarrollo territorial rural, así como el concepto
de agricultura familiar, con evidente relación con las apuestas del paradigma del
capitalismo agrario, sustentan hoy muchas de las políticas públicas del gobierno
y son base teórica y práctica fundamental, por ejemplo, para instituciones como el
Departamento Nacional de Planeación (DNP), ente que elabora el Plan nacional
de desarrollo.
Así, con el paso del tiempo la presión frente al campesino se intensifica, y la
seducción y la eliminación son utilizadas con mayor fuerza (Osorio y Herrera,
2012) para instalar en el imaginario social la necesidad del crecimiento de los
ingresos de las familias como única fuente de bienestar, forzándolo a subordinarse
al capital mediante su integración directa o indirecta a las empresas capitalistas.
Subordinación que deslegitima la autonomía histórica de las sociedades campesinas
del capital, tanto desde una perspectiva tecnológica como cultural (Carvalho y
Costa, 2012)16. En este sentido es difícil entender las categorías desarrolladas
desde los enfoques mencionados como reivindicativas de los derechos de los
campesinos, pues definitivamente bajo esta perspectiva de cuño «descampesinista»
y de naturaleza neoliberal, la lucha colectiva de los campesinos en busca de su
autonomía, y la posibilidad de convivencia con el gran capital se convertirá en
un nuevo esfuerzo cooptado por el capital, como lo fuera las ideas de desarrollo
sostenible, desarrollo humano, participación, etcétera.
En este sentido, no es ilógico pensar que estos elementos ya han sido asimi-
lados por el gobierno en beneficio de la promoción de un modelo de desarrollo
extractivista, es decir, ya está puesta la trampa y construida la estrategia, y
16 Es importante dejar claro que nuestra idea de autonomía del campesino no desconoce su relación e
interacción con el capital, es decir con los mercados, con empresarios, agroindustriales, casas comerciales,
proveedores de tecnología, etcétera. Sin embargo, tener en cuenta estas relaciones no implica desconocer
o deslegitimar su histórica resistencia y reivindicación por el acceso a la tierra, su relación con la naturaleza
y la preservación del medio ambiente, sus raíces culturales y su forma particular de ver, entender y actuar
en el mundo, pues estas reivindicaciones históricas son las que dan cuenta de la importancia y la necesidad
que representa para el campesino la posibilidad de actuar, de vivir, de dar sentido a su vida de acuerdo
con su propia voluntad y no la del gobierno de su país o los intereses de empresarios o agroindustriales.
162
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
17 De acuerdo con Absalón Machado, en las décadas del 20 y del 30 el problema agrario fue considerado
por primera vez como un problema nacional, «que merecía la atención del estado en la medida que
constituía un obstáculo al incipiente proceso de industrialización y de ampliación del mercado interno»
(Machado, 2009: 167).
18 En un estudio realizado por De la O y Garner (2012) sobre el concepto de agricultura familiar, dicen
que Maletta (2011) plantea que la definición más cercana a la de agricultura familiar en América latina
fue dada a mediados del siglo veinte bajo el concepto de «unidad económica familiar», definida como
«una finca de tamaño suficiente para proveer al sustento de una familia y que en su funcionamiento no
requiriese de mano de obra asalariada, sino que pudiese ser atendida con la fuerza laboral de la propia
familia» (Salcedo, De la O y Guzmán, 2014: 19).
19 Véase, en el trabajo de Leibovich et al., pequeños productores: aquellos que «desarrollan su actividad
productiva en predios inferiores a dos (2) UAF y emplean principalmente mano de obra familiar»
(Leivobich et al., 2013: 189). En estas condiciones, este tipo de productores, incluyendo a sus familiares,
pueden llegar a representar 80% de la población rural total y casi 70% de la producción agrícola nacional.
163
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Creación del Plan de fomento agrícola. Aseguraba a los propietarios un respeto por los
1945 derechos de propiedad y se hacen unos primeros avances en la modernización de la
agricultura.
Reforma agraria del 60. Ley 135, que hace una distribución marginal y se permite una
1961
reparación superficial de la estructura agraria.
Ley 1a, que hace una distribución marginal y se permite una reparación superficial de la
1968
estructura agraria.
Ley 35. Plan Nacional de Rehabilitación. Buscó agilizar los trámites para la entrega de
1982 tierras en zonas de conflicto.
Ley 30. Se introdujeron cambios en la reforma agraria que hacían que siguiera siendo
1988
marginal.
Ley 160. Se crea el Sistema Nacional de Reforma Agraria y Desarrollo Rural Campesino.
1994 Subsidio para adquirir tierra. Se reforma el Incora. Se incluye la UAF, considerado como
una empresa básica de producción agrícola, pecuaria, acuícola o forestal.
164
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
Puesta la alarma frente a los peligros de cooptación a que pueden verse sometidos
los esfuerzos de los movimientos sociales mediante la reforma rural integral,
21 En el artículo 3° de la resolución 267 se establece que las familias que podrán acceder al programa
son las que deriven 75% de sus ingresos de actividades agropecuarias, silvícolas, pesqueras, desarrolladas
predominantemente por la familia.
22 En este análisis, Forero et al., dejan entrever un argumento que retomaremos más adelante, en
términos del análisis de la categoría de agricultor familiar asociada a la economía campesina. Sin embargo,
será complejizada en la perspectiva de Armando Bartra, quien llama la atención respecto a que la historia
y las reivindicaciones campesinas trascienden lo económico para convertirse en un modo de vida y con él
su lucha como clase social ante los ataques descampesinizadores constantes por parte del capital.
23 Los análisis en este aparte se concentran en el acuerdo sobre desarrollo rural y agrario, consignados
en el documento «Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural integral». Reconocemos la existencia
del documento de 100 propuestas mínimas de las Farc-EP; sin embargo, por tiempo y magnitud del
documento no fue posible incluirlas en el análisis, aun cuando, en la medida de lo posible¸ algunos
elementos se incorporaron en el texto.
165
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
(…) debe lograr la gran transformación de la realidad rural colombiana, que integre
las regiones, erradique la pobreza, promueva la igualdad, asegure el pleno disfrute
de los derechos de la ciudadanía y como consecuencia garantice la no repetición del
conflicto y la erradicación de la violencia (Gobierno de la República de Colombia y
Farc-EP, 2014: 1).
Cinco pueden considerarse como los principios sobre los que se proyecta la
construcción y materialización de la reforma rural integral. Primero, la idea de
garantizar el acceso a la tierra a los campesinos; segundo, el establecimiento de
planes nacionales financiados y promovidos por el estado que permitan satisfacer
las necesidad insatisfechas y superar la pobreza24; tercero, todos estos planes
serán elaborados bajo un enfoque territorial; cuarto, la participación de las
comunidades, partiendo de la idea de que en Colombia existe una diversidad
social y cultural; y quinto, la idea de que el desarrollo promovido desde esta
reforma se adelantará en un contexto de globalización. Asimismo, los ejes
que conforman la reforma rural integral son tres: 1) acceso y uso. Tierras
improductivas. Formalización de la propiedad. Frontera agrícola y protección de
zonas de reserva; 2) programas de desarrollo con enfoque territorial; y 3) planes
nacionales para la reforma rural integral (tabla 2).
24 En total se mencionan doce planes: de vías terciarias, de riego y drenaje para la economía
campesina y familiar, de electrificación rural, de conectividad rural, de salud rural, de educación rural, de
construcción y mejoramiento de vivienda social rural, de fomento a la economía solidaria y cooperativa
rural, de asistencia integral técnica, tecnológica e impulso a la investigación, para apoyar la generación de
ingresos de la economía campesina, familiar y comunitaria y de los medianos productores con menores
ingresos, para la promoción de la comercialización de la producción campesina, familiar y comunitaria, de
protección social y de garantías de los derechos de los trabajadores rurales. Además, se hace mención de
la creación de un sistema de seguridad (soberanía) alimentaria.
166
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
Planes nacionales
Programas de desarrollo para la reforma
Acceso a tierra
con enfoque territorial rural integral
Economía campesina.
Un elemento planteado al inicio del documento y que es necesario traer de nuevo
a colación, es el papel fundamental que se le otorga a la economía campesina,
familiar y comunitaria, principalmente en términos de soberanía alimentaria.
167
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
25 Si bien no es posible poner un caso real de la coexistencia propuesta, y para evitar que sean puestas
como ejemplo las alianzas productivas de la palma o, a futuro, el modelo del «cerrado» en la altillanura,
dejamos explícitos algunos elementos clave para la estructuración y puesta en práctica de esta propuesta.
Dado que esta propuesta se da desde la lógica de la economía campesina y la autonomía territorial, este
esfuerzo requerirá de comunidades campesinas organizadas, con un ordenamiento territorial claro y una
idea clara de futuro («plan de desarrollo»), a partir de los cuales puedan «dialogar» con el capital y el estado
y recibir garantías en términos del cumplimiento de los acuerdos territoriales.
168
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
Apoyará a las comunidades rurales que actualmente colindan con, o están dentro de,
las áreas de especial interés, a las que se aluden en el punto 1.9.1, en la estructuración
de planes para su desarrollo, incluidos programas de reasentamiento o de recuperación
comunitaria de bosques y medio ambiente, que sean compatibles y contribuyan con
los objetivos de cierre de la frontera agrícola y conservación ambiental, tales como:
prestación de servicios ambientales, dando especial reconocimiento y valoración a los
intangibles culturales y espirituales y protegiendo el interés social; sistemas de producción
alimentarios sostenibles y silvopastoriles; reforestación; zonas de reserva campesina; y en
general, otras formas de organización de la población rural y de la economía campesina
sostenible (Gobierno de la República de Colombia y Farc-EP, 2014: 8).
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Entre los doce planes de desarrollo propuestos, queremos destacar, por decirlo
de alguna manera, el «más novedoso» en cuanto a título y contenido. Como parte
del tercer eje de los planes nacionales, se destaca el Plan de asistencia integral
técnica, tecnología e impulso a la investigación, mediante el cual se propugna:
La promoción y protección de las semillas nativas y los bancos de semillas para que las
comunidades puedan acceder al material de siembra óptimo y, de manera participativa,
contribuyan a su mejoramiento, incorporando sus conocimientos propios. Además,
la estricta regulación socio-ambiental y sanitaria de los transgénicos, propiciando el
bien común. Lo anterior en el marco de la obligación inquebrantable del estado de
tomar las medidas y usar las herramientas necesarias para salvaguardar el patrimonio
genético y la biodiversidad como recursos soberanos de la nación (Gobierno de la
República de Colombia y Farc-EP, 2014: 14).
26 De acuerdo con el último informe sobre inversión extranjera directa en América latina y el Caribe de
la Cepal, a pesar de la coyuntura macroeconómica desfavorable, las inversiones en Colombia después de
haberse duplicado entre 2010 y 2011, hasta 2014 se han mantenido en un valor aproximado de los 16.000
millones de dólares (Cepal, 2015).
27 Para Aurelio Suárez: «antes que el derecho real de superficie sea un instrumento para el desarrollo
rural nacional, es evidente que hace parte de la adecuación de las instituciones y del sector agropecuario
a una estrategia internacional que tiene como sujeto principal la agricultura a gran escala a favor de las
compañías multinacionales y de poderosos conglomerados económicos, así como del capital financiero.
Estamos frente a un fenómeno en el cual, a través de la entrega de territorio en las condiciones
especificadas se le generan nuevas rentas al capital con el fin de poder ayudar a solucionar su crisis
económica» (Suárez, 2015: 6-7).
28 «Las zonas de interés de desarrollo rural y económico (Zidres) aniquilarían la unidad agrícola familiar,
único antídoto contra la concentración de la tierra». Declaraciones de César Jerez para Agencia de
Noticias UN. http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/ndetalle/article/proyecto-de-zidres-amenaza-
170
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
unidad-agricola-familiar.html
29 Estas salvedades son presentadas por las Farc-EP en el texto de Cien principios y es importante
destacar su importancia, magnificar su trascendencia de cara a un futuro escenario de posacuerdo, pues lo
que queda entre el tintero no es de poca monta: 1) latifundio y delimitación de la propiedad; 2) freno a la
extranjerización del territorio; 3) extracción minero-energética y conflictos de uso de la tierra; 4) regulación
de la explotación del territorio para la generación de agro-combustibles; 5) revisión y renegociación de los
TLC contra la economía; 6) ajustes al ordenamiento territorial; y 7) financiación de la política de desarrollo
rural y agrario integral.
30 Esta idea es clara para Vía Campesina, en la medida que en trabajo titulado Campesinado y proyectos
para la agricultura de Valter Israel da Silva, presenta la metamorfosis campesina (agricultura familiar) como una
de las tres teorías sobre el campesinado. http://viacampesina.org/es/index.php/temas-principales-
mainmenu-27/derechos-humanos-mainmenu-40/recursos-sobre-los-derechos-de-los-campesinos/2402-
campesinado-y-proyectos-para-la-agricultura
171
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
(…) los campesinos no son retazos del pasado, no son pedacería descontinuada de un
cajón de sastre, son –siguen siendo– una voluntad colectiva, una clase en vilo, un actor
social en perpetua articulación desarticulación, un sujeto histórico que como pocos
tiene pasado y que aspira también a tener un futuro (Bartra, 2010: 21).
Con esto lo que queremos decir es que las alternativas de lectura del campesino
hoy son la de un ser estático que se quedó en el tiempo y precisa por fin ser
cambiado, modernizado, o la de un sujeto indefenso, inconsciente de su existencia,
que a golpes contra la vida ha ido transformándose pero con la incapacidad de
entender cuál es su papel en este mundo.
Sobre este tipo de argumentos se construyen las armadillas teóricas que
hacen del campesino un pequeño productor, en términos de una escala, o un agricultor
familiar en términos de una economía, pero nunca se logrará la de un sujeto social
y político, un modo de vida, una clase, y esto es lo que debe ser entendido para
pensar en un futuro no muy lejano que al campesino se le respeten sus derechos.
Es por ello que, más allá de pequeño productor, de agricultor familiar o de
economía campesina, hoy el grito al unísono desde las organizaciones y mo-
vimientos sociales es: «SOY CAMPESINO».
La palabra campesino designa una forma de producir, una sociabilidad, una cultura pero
ante todo designa un jugador de ligas mayores, un embarnecido sujeto social que se
ha ganado a pulso su lugar en la historia. Ser campesinos es muchas cosas pero ante
todo es pertenecer a una clase: ocupar un lugar específico en el orden económico,
confrontar predadores semejantes, compartir un pasado trágico y glorioso, participar
de un proyecto común.
172
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
32 Sam Moyo y Paris Yeros (2008), dan cuenta de sus rasgos principales y de algunos casos emblemáticos,
en el texto de varios autores recogidos bajo el sugerente título Recuperando la tierra, el resurgimiento de los
movimientos rurales en África, Asia y América latina.
173
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
33 Honnet define la falla de reconocimiento como el déficit de valoración que en la sociedad sufren ciertos
sectores y que refleja «el valor político de la experiencia del menosprecio social o cultural» sobre el cual
sustenta el reconocimiento de la dignidad de las personas como elemento central del concepto de justicia. Salgado
(2010) y Méndez (2014) aplican este concepto al caso del campesinado.
174
Ni pequeño productor, ni agricultor familiar,
soy campesino
A manera de cierre
34 En el caso del acuerdo de La Habana, muchas propuestas en este sentido fueron presentadas por los
movimientos sociales recogidas en la propuesta de 100 puntos presentadas por las Farc-EP. Muchas de
ellas aparentemente están recogidas en los acuerdos, sin embargo, muchas también brillan por su ausencia.
175
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Así las cosas, el esfuerzo por pensar al campesino en la apuesta a futuro del
país no es cuestión de encontrarle una función que lo haga útil para el desarrollo
capitalista, de sobra lo ha sido históricamente, y menos aún del desarrollo de fór-
mulas para hallar grupos diferenciales que visibilicen su viabilidad económica y
los hagan objetos de políticas como históricamente se ha hecho con las categorías
de pequeños productores, recientemente con la de agricultura familiar y en el caso
de los diálogos de La Habana con los potenciales beneficiarios del fondo de tierras.
No, el camino no es ese y la historia lo muestra. La propuesta de reforma
rural integral en su perspectiva teórica, integrando la naturaleza del conflicto al
problema y sus efectos, principalmente institucionales (corrupción económica,
política, ambiental, violencia, entre otras), es sugerente. No obstante, llamamos
la atención de nuevo sobre la contradicción inherente entre crecimiento eco-
nómico y justicia social, que hace inviable la coexistencia en la práctica y en
territorios específicos del modelo empresarial agroindustrial basado en la
concentración de la tierra para el monocultivo y el extractivismo, y la economía
campesina basada en la desconcentración de la tierra, la producción diversificada y
sostenible en lo ambiental, social y económico. Esto sería tanto como pretender
que es posible respetar la cultura campesina asociada a las semillas tradicionales,
mientras se permite que empresas como Monsanto consoliden la dependencia
del campesino de sus insumos.
Esta contradicción debe ser suplantada por un modelo que priorice la susten-
tabilidad social, ambiental y económica en medio de un régimen político demo-
crático, sobre el crecimiento económico, para lo cual las propuestas campesinas
deben ser incorporadas por su conexión con dicho modelo. Está claro que dicha
incorporación sólo es posible por la vía de la organización y movilización, y que
el actual proceso de negociaciones de paz es propicio para ello.
Aún con las enormes restricciones y debilidad de dicho proceso y las
limitaciones ya señaladas de los acuerdos alcanzados en el punto agrario, vivimos
un contexto nunca antes visto, en el que la existencia de tales negociaciones
de paz ha impuesto un ambiente político de discusión y movilización en
torno a la posibilidad de una apertura democrática y la construcción de la paz.
En este contexto, el campesinado se ha alzado nuevamente como una fuerza
social central en la confrontación política al establecimiento, abriendo con ello
la oportunidad de influir por medio de la movilización, a favor de los cambios
estructurales que está proponiendo.
Aun así, el riesgo de instrumentalización y la cooptación de las propuestas
campesina persiste con fuerza, por lo que corresponde al movimiento campesino
mantenerse alerta frente a este riesgo, y a otros sectores de la sociedad mantenerse
en solidaridad con el campesinado que contribuye en gran medida a suficiencia
alimentaria y a la protección ambiental, determinantes de la sobrevivencia de la
sociedad, por ahora mayoritariamente apática.
176
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
Introducción
1 Ver el Plan nacional de desarrollo, 2014-2018 y las propuestas de ley de baldíos y de Zidres
referenciadas en este y otros capítulos.
2 Las crisis políticas gubernamentales producidas por los movimientos sociales en Ecuador en los años
noventa, y en Argentina y Bolivia a principios de este siglo son buenos ejemplos al respecto.
180
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
El movimiento indígena
«La paz para nosotros y nosotras no es una palabra o un discurso, es una práctica que
cotidianamente vivimos y practicamos en los territorios, en nuestros ciclos de vida y
con todos aquellos con los que nos relacionamos» (Onic, 2014).
181
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
3 Tomado del audio de la entrevista realizada por Juan Pablo Montero al líder de la Onic Luis Alberto
Yace, Bogotá, 2014.
182
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
Desde que se anunció la instalación de una mesa entre las Farc y el gobierno, el
CNA y el Congreso de los Pueblos nos movilizamos para respaldar esa iniciativa,
porque nosotros creemos en la solución política, pero también nos movilizamos para
decir que a esa metodología le faltan voces, le falta la participación de otros actores y
decíamos entonces que no puede haber paz completa si no está el ELN y si no está
inclusive el EPL –otra insurgencia que existe en Colombia5.
5 La paz se debe construir con la agenda del movimiento social. 16 de abril de 2015. http://www.
183
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
El Congreso de los Pueblos deja en claro que la paz de fondo es la que se hace
con los movimientos sociales, y por eso son muy importantes los recientes procesos
de articulación que se han dado dentro del movimiento agrario colombiano:
marcha.org.ar/la-paz-se-debe-construir-con-la-agenda-del-movimiento-social
6 Ibid.
8 Ibid.
184
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
El diálogo es la ruta hacia la paz con justicia. La paz que anhelamos y en la que
nos comprometemos, es la paz que se opone a esas desigualdades generadas por un
modelo devastador y a la libre competencia entre devastadores. La paz que anhelamos,
y en la que reclamamos participación, es la paz con justicia social, la de la distribución
equitativa de la riqueza, la del reconocimiento político, y la vida digna para todos.
No solo reclamamos la redistribución de la tierra, sino la redistribución de toda la
riqueza que los trabajadores colombianos construimos día a día. Reclamamos la
redistribución del poder. No reclamamos el poder al que estamos sometidos, el poder
que oprime, discrimina y excluye, el poder que despoja, arrasa la vida, y teme a la
diversidad. Tenemos derecho y podemos ejercer el poder, el poder que desde la base
enriquece a toda la sociedad.
Esos son valores que le proponemos hoy a la sociedad colombiana, como motores
para la construcción de la paz con justicia social que se cimente en: el reconocimiento
social, político y económico del campesinado; el modelo de desarrollo rural que
pone en el centro el respeto por la vida humana y la naturaleza; la explotación de
la riqueza minera gradual, delimitada, diferenciada y revertida al desarrollo local y
nacional; el ordenamiento territorial social y ambiental que garantiza el equilibrio entre
aprovechamiento y conservación de los recursos y los ecosistemas; la reforma agraria
estructural que tiene en la zona de reserva campesina, un instrumento privilegiado
y articulado a otros (Centro de Pensamiento y Seguimiento a los Diálogos de La
Habana, 2012).
Los dos párrafos anteriores muestran como en estos movimientos hay una
preocupación simultánea por lo rural y por lo nacional; por los asuntos propios
del desarrollo rural pero pensándolos en el contexto de las relaciones de poder
en el ámbito nacional. Y esta es una distinción importante en relación con el
movimiento indígena. Es decir, el movimiento indígena si bien es perfectamente
consciente de la importancia de su papel en las relaciones nacionales de poder,
le da más fuerza a su propuesta de autonomía frente al estado que a la intención
política de llegar al poder del estado. En la propuesta de Anzorc-Marcha Patriótica
sí es clara la «vocación de poder», el anhelo por ejercer poder más allá de sus
territorios de influencia.
Estos movimientos, Anzorc y Marcha Patriótica, tienen adicionalmente
propuestas frente a los siguientes asuntos:
185
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Dignidades Agropecuarias
Poco después de los paros de febrero y marzo de 2013, un nuevo paro nacional
agrario dirigido por cafeteros y cacaoteros atrajo a paperos y otros campesinos
de las zonas frías que organizaron sus propias organizaciones, Dignidad Papera y
Cultivos de Clima Frío, así como cultivadores de arroz del Tolima y de otras partes
que iniciaron su propia organización, Dignidad Arrocera. Todas estas organizaciones
del movimiento agrícola comenzaron a trabajar conjuntamente para organizar un gran
paro nacional agrario –el paro nacional agrario– que se realizó entre el 19 de agosto
y el 12 de septiembre de 2013. Este fue el nacimiento de Dignidad Agropecuaria,
que reunió a todos en una nueva organización inspirada por el desafío que Dignidad
Cafetera le estaba planteando al modelo neoliberal del establecimiento político del
país. En la actualidad, las organizaciones de Dignidad ya incluyen los productores de
café, cacao, caña panelera, arroz, papa, cebolla, leche, alverja, banano, aguacate, frutas
y cereales9.
186
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
La Anuc
nacionales/7849-el-movimiento-agrario-colombiano-constituye-un-desafio-al-modelo-neoliberal-afirma-
el-dirigente-oscar-gutierrez-reyes
187
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Una conclusión de este acápite es que, pese a las grandes diferencias políticas
existentes entre los movimientos sociales agrarios, como puede ser en particular
que las Dignidades Campesinas y la Anuc tienen más problemas con la política
pública que con el modelo de desarrollo económico o con la estructura del estado,
todos tienen una concepción de paz mucho más integral que la del gobierno
del presidente Santos. Para los movimientos reseñados la paz tiene que ver con
11 «Economía campesina, desarrollo rural sostenible y paz». Ponencia de la Anuc al foro Política de
desarrollo agrario integral con enfoque territorial, Bogotá, 17-19 de diciembre de 2012.
188
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
Las demandas históricas del movimiento social agrario en Colombia han sido
por cambiar la estructura de la tenencia de la tierra y con ello mejorar las
condiciones socioeconómicas en el campo. La historia de la política agraria en
Colombia, atravesada por distintos intentos de reforma agraria, muestra la
necesidad de mejorar las formas de vida de la población rural. Pero también
muestra como las élites dirigentes han preferido impulsar políticas que favorecen
a unos pocos, terratenientes, empresarios de la gran agroindustria y de proyectos
minero-energéticos nacionales y extranjeros, que han empeorado la vida de los
pequeños y medianos campesinos, indígenas y comunidades negras, que han
permanecido en una lucha constante por exigir sus derechos económicos, sociales,
políticos, culturales y ambientales12.
Distintos sectores sociales agrarios han manifestado la necesidad de imple-
mentar formas alternativas al modelo de desarrollo rural colombiano, neoliberal,
excluyente, y volcarse a nuevas formas de vida digna entre las que se destacan
reivindicaciones como la soberanía alimentaria, el fortalecimiento de la economía
campesina, indígena y afrodescendiente, nuevas formas de ordenamiento territo-
rial que reconozcan las zonas de reserva campesina, los resguardos indígenas y
los concejos comunitarios, y la implementación de una reforma agraria integral.
Tal ha sido la situación de crisis que vive el campo que los sectores rurales
que se han manifestado en los últimos años han sido no solo sectores vinculados
a organizaciones campesinas con una larga trayectoria de lucha por la tierra,
como es el caso de los campesinos del Catatumbo y otras zonas de colonización.
Como dejó ver el paro nacional agrario de 2013, sectores como los productores
12 El gobierno del presidente Santos ha intentado, durante este periodo, expedir varias leyes en favor de
los grandes empresarios y terratenientes del campo, entre las que se destaca el proyecto de ley de régimen
de baldíos, presentado en el Congreso a finales de 2013 y que dejaba abierta la posibilidad de legislar en
favor de la acumulación de baldíos, concentración y extranjerización de la tierra con el fin de adelantar
proyectos agroindustriales en la Orinoquia colombiana y los llanos orientales. Finalmente, por la presión
de la opinión pública, además de no contar con la participación de las comunidades campesinas para su
elaboración, el presidente retiró el proyecto para su revisión.
189
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
13 El evento fue convocado por doscientas doce organizaciones y en él participaron, además de las
organizaciones agrarias, sectores estudiantiles y sindicales. Feliciano Valencia. Discurso de inauguración
del Congreso de los Pueblos, 9 octubre de 2010 (octubre 11 de 2010). http://congresodelospueblos.org/
index.php/congresos-tematicos/instalacion-2010/94-feliciano-valencia-discurso-de-inauguracion-del-
congreso-de-los-pueblos-9-octubre-de-2010.
14 Este encuentro contó con la participación de más de veinticinco mil personas de diferentes sectores,
entre los que se destacan, como principales organizaciones la Acin (Asociación de Cabildos Indígenas
del Norte del Cauca), ACVC (Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra), Ascamcat (sociación
Campesina del Catatumbo), Cahucopana (Corporación Acción Humanitaria por la Convivencia y la Paz
del Nordeste Antioqueño), Conap (Coordinación Nacional de Organizaciones Agrarias y Populares de
Colombia), Cric (Consejo Regional Indígena del Cauca), Fensuagro, Marcha Patriótica, Mesa Nacional
de Unidad Agraria y PCC (Partido Comunista de Colombia). Encuentro nacional de comunidades
campesinas, afrodescendientes e indígenas por la tierra y la paz de Colombia: el diálogo es la ruta.
Documentos principales. Agosto de 2011.
190
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
191
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
movimiento social agrario por varias razones. Por un lado porque se instala el
Congreso de los Pueblos, se desarrolla el «Encuentro nacional de comunidades
campesinas, afrodescendientes e indígenas por la tierra y la paz de Colombia: el
diálogo es la ruta» y se instala la mesa de diálogos de La Habana entre el gobierno
nacional y las Farc-EP a mediados del 2012. Por otro lado, la importancia de
encontrar una salida negociada al conflicto social y armado empieza a tomar
fuerza en la agenda del movimiento social agrario, como se expresa en la consigna
del evento en Barrancabermeja de mediados de 2011: «El diálogo es la ruta».
Todo esto va a fortalecer los procesos sociales en los que se conjugan tanto
las exigencias de un cese de la confrontación armada y diálogo entre la insurgencia
y el estado, como las exigencias de condiciones dignas para las comunidades rurales
en aspectos sociales, políticos, económicos, culturales y ambientales que, en un
escenario de posibles negociaciones, pone en el debate nacional el problema
de la tierra como un asunto central que le permite al movimiento social agrario
visibilizar y dar mayor importancia a sus reivindicaciones.
Esto último se manifiesta en el foro «Política de desarrollo agrario integral
(enfoque territorial)», llevado a cabo en Bogotá en diciembre de 2012 organizado
por la ONU y el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la
Universidad Nacional de Colombia. En este foro, como el primer escenario de
participación ciudadana convocado por la mesa de negociaciones en La Habana,
participaron distintos sectores del movimiento nacional agrario como Anzorc,
Onic, MUA, PCN, entre otros, que hicieron propuestas relacionadas con el primer
punto de las conversaciones sobre desarrollo rural, destacándose propuestas por
la lucha y defensa de la tierra y el territorio como la realización de una reforma
agraria integral, la distribución de la tierra, nuevas formas de ordenamiento terri-
torial social y ambiental, apoyo y reconocimiento de las economías campesinas,
autonomía, soberanía y seguridad alimentaria, agroecología y zonas agroalimen-
tarias, y sustitución de los cultivos declarados de uso ilícito, entre otras.
El segundo periodo de este ciclo de protesta, en que se da una «intensificación
de los conflictos y de la confrontación en el sistema social», así como «unas
secuencias de interacción intensificada entre disidentes y autoridades», se expresa en
la realización de paros por parte de algunos sectores rurales como los productores de
café y mineros en el primer semestre de 2013, así como el paro nacional agrario
en agosto del mismo año, y se extiende hasta 2014 con la realización de la
Cumbre agraria, campesina, étnica y popular.
Cabe mencionar que al iniciar este segundo periodo, en el mes de mayo de
2013, se firma el acuerdo «Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural
integral» entre el gobierno nacional y las Farc-EP. Para Anzorc, que hace parte
del movimiento social agrario, este primer acuerdo marca un paso importante,
puesto que reconoce las demandas planteadas por las organizaciones agrarias
en las últimas décadas y las convoca a seguir luchando por sus reivindicaciones:
192
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
Desde Anzorc hacemos un llamado a todos los sectores agrarios y rurales a apropiarse
del mandato establecido en el reciente acuerdo agrario, y entre todos exigir el
cumplimiento de los compromisos asumidos por el gobierno nacional para impulsar
un nuevo campo en Colombia (…). Reiteramos que para las comunidades campesinas
este logro reflejado en el acuerdo agrario no significa el cierre de la lucha por la tierra,
y por el contrario da inicio a un proceso de debate y construcción15.
15 Declaración de Anzorc sobre el acuerdo agrario alcanzado entre el gobierno y las Farc. 31 de mayo
de 2013. Agencia Prensa Rural. http://prensarural.org/spip/spip.php?article10978
Pliego de exigencias de la Cumbre agraria campesina, étnica y popular. Mandatos para el buen vivir, por
la reforma agraria estructural, la soberanía, la democracia y la paz con justicia social.
16 Pliego de exigencias de la Cumbre agraria campesina, étnica y popular. Mandatos para el buen vivir,
por la reforma agraria estructural, la soberanía, la democracia y la paz con justicia social.
193
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
por ejemplo en la consigna de «La tierra pa’l que la trabaja», que promulgaba la
Anuc en los años setenta, otras reivindicaciones han surgido recientemente y
están relacionadas con el ordenamiento ambiental del territorio, la autonomía
territorial, la soberanía alimentaria y la agroecología.
Todas estas demandas dan cuenta de los problemas estructurales del sector
rural, así como de la necesidad de soluciones que más allá de responder solo a los
asuntos concretos de cada sector social, respondan a los intereses comunes del
conjunto de la población rural, en aras de la construcción de un modelo social y
económico para el campo erigido desde las mismas comunidades. Los gráficos 3
y 4 dan cuenta de la reivindicación histórica por la reforma agraria integral que
ha tenido el movimiento social agrario. Así como la importancia que han tomado
nuevas demandas como el ordenamiento territorial y las economías propias.
Reforma agraria
Reforma agraria
Reforma agraria Redistribución de
la propiedad y Nación multiétnica
riqueza
Redistribución de
la propiedad y
Territorialidad
Redistribución de riqueza
indígena, afro y
la propiedad y
campesina
riqueza
Territorialidad Territorialidad
indígena, afro y interétnica
campesina Ordenamiento
Territorialidad Autonomía ambiental
indígena, afro y territorial
campesina Autonomía
territorial Reordenamiento
ambiental
194
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
195
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
nivel nacional para que sus reivindicaciones sean tomadas en cuenta en la arena
política. Este es el caso del Congreso de los Pueblos y Marcha Patriótica.
Si bien estas dos plataformas sociales difieren en algunas de sus posiciones
políticas e ideológicas, a grandes rasgos tienen elementos comunes. El Congreso de
los Pueblos, que viene de un proceso de organización impulsado por organizaciones
indígenas con las Mingas Indígenas17, se consolida en octubre del año 2010
cuando realizan su instalación en la sede de Bogotá de la Universidad Nacional
de Colombia, convocada por doscientas doce organizaciones sociales y populares
«con un propósito fundamental: que el país de abajo legisle, que los pueblos
manden, que la gente ordene el territorio, la economía y la forma de gobernarse»18.
En julio de ese mismo año se empezó a configurar Marcha Patriótica,
mediante la Proclama por la nueva independencia, en la que se sientan las bases para
la consolidación de este movimiento social y político. La constitución de Marcha
Patriótica se realiza en la ciudad de Bogotá en abril de 2012, bajo «la necesidad
de producir un cambio político en el país que siente las bases para la derrota del
actual bloque hegemónico de poder y genere las condiciones para las transfor-
maciones estructurales económicas, políticas, sociales y culturales que demandan
las gentes del común y el pueblo colombiano en general»19.
La configuración de estas dos grandes plataformas sociales, además de
la presencia de otras organizaciones sociales, agrarias y populares de carácter
nacional y regional, dan paso a un proceso de organización y de maduración
de sus demandas que se enfocan en dos aspectos centrales: primero, plantean
exigencias específicas en torno a las problemáticas de los distintos sectores que
representan; y, segundo, proponen una perspectiva de sociedad orientada hacia
la consecución de la justicia social.
El segundo aspecto trascendental se refiere a la instalación de la Cumbre
Agraria, Campesina, Étnica y Popular como resultado del paro nacional agrario
en septiembre de 2013 en el que se movilizaron distintos sectores populares y
17 La Minga Indígena inicia en octubre de 2008 como protesta por el incumplimiento de los acuerdos
que en 2004 habían firmado con el gobierno nacional del presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2006;
2006-2010). Para Feliciano Valencia, líder indígena, las demandas plantean cinco elementos centrales:
«el rechazo total del tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos; el respeto y la garantía por
las normas internacionales en el marco de la comunidad internacional; el rechazo total a la política
de ‘seguridad democrática’; el cumplimiento a los acuerdos establecidos con los pueblos indígenas,
campesinos y demás grupos sociales en el país; y la correlación en el trabajo de los pueblos para cambiar
la estructura formal del país». La minga indígena: los caminantes de Colombia, en busca de la nómada
justicia. 27 de marzo de 2009. Agencia Prensa Rural. http://prensarural.org/spip/spip.php?article2078
18 La proclama – Palabra del Congreso de los Pueblos. 13 de octubre de 2010. Congreso de los Pueblos.
http://congresodelospueblos.org/index.php/congresos-tematicos/instalacion-2010/102-proclama
19 Declaración política Movimiento Político y Social Marcha Patriótica. 26 de julio de 2012. Marcha
Patriótica. http://www.marchapatriotica.org/index.php?option=com_content&view=article&id=112:de
claracion-politica-movimiento-politico-y-social-marcha-patriotica&catid=97&Itemid=472
196
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
agrarios de veintidós departamentos del país20. Este paro agrario fue esencial
para el movimiento social agrario por varias razones. Por un lado, logró la
participación de distintas organizaciones como el CNA, MIA y Dignidad Agro-
pecuaria, así como la solidaridad de la población urbana en ciudades como Tunja
y Bogotá, principalmente de jóvenes, que por medio de acciones colectivas como
cacerolazos, marchas y plantones mostraron que una parte de la población
urbana consideraba justas las demandas del movimiento social agrario así como
la preocupante situación del campo.
En este proceso, las organizaciones agrarias exigieron al Estado una ne-
gociación conjunta que se logró por medio de la MIA, como espacio unitario
de interlocución entre el Estado y los diversos sectores y organizaciones que
confluyeron en el paro. Esta mesa buscaba confrontar las estrategias estatales
para dividir a las organizaciones mediante: 1) las negociaciones por sectores; 2)
las políticas sectoriales que buscan alimentar las disputas territoriales entre indíge-
nas, afro y campesinos, que se expresan en el reconocimiento institucional de
resguardos indígenas y consejos comunitarios en las mismas áreas geográficas; y
3) el desconocimiento de los campesinos como sujetos políticos de derechos y la
negación estatal al reconocimiento de zonas de reserva campesina.
En este contexto de movilización del movimiento social agrario surge
la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular como respuesta tanto a la
estrategia de negociación del estado en mesas de concertación múltiples como
al Pacto nacional por el agro y el desarrollo rural que se realiza entre el gobierno
nacional y distintos sectores empresariales del sector agrario, que desconoce las
propuestas de las organizaciones sociales y populares21.
En ese sentido, la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular surge como
un escenario de articulación entre distintas organizaciones sociales y populares
hacia la construcción de una agenda política, con carácter unitario del movimiento
197
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
22 Las principales organizaciones y sectores populares que confluyen en la Cumbre Agraria son: la
Mesa de Interlocución Agraria, Marcha Patriótica, el Coordinador Nacional Agrario, el Congreso de los
Pueblos, el Proceso de Comunidades Negras, la Mesa de Unidad Agraria, la Coalición de Movimientos y
Organizaciones Sociales de Colombia, la Organización Nacional Indígena de Colombia, el Movimiento
por la Constituyente Popular, la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria, la Asociación
Nacional de Zonas de Reserva Campesina y la Asociación Campesina Popular. Declaración política de la
Cumbre Agraria Campesina, Étnica y Popular. «Sembrando dignidad, labrando esperanza y cosechando
país». 26 de marzo de 2014.
198
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
Los acuerdos entre el gobierno nacional y las Farc en materia de desarrollo rural
son mirados por el movimiento agrario en general con satisfacción y, a la vez,
con reserva. Con satisfacción por ser un acuerdo logrado después de cincuen-
ta años de guerra; por dejar sentada la importancia de la dimensión rural en el
origen y desarrollo del conflicto armado colombiano; porque avanza en el reco-
nocimiento del campesinado como sujeto social y político de derechos; y porque,
al menos, deja expuestas las bases mínimas de una política de desarrollo rural y
de ordenamiento territorial dentro de un estado social de derecho23.
Las reservas tienen que ver con la distancia que hay entre este acuerdo y lo
que solicita el movimiento agrario, representado en buena parte por la Cumbre
Agraria, demandas analizadas anteriormente. De igual manera, quedan dentro
del tintero puntos fundamentales para el movimiento agrario (y que aún están en
la agenda de las Farc), como son la delimitación de la propiedad, la extranjerización
del territorio, los conflictos de uso a causa de la extracción minero-energética, la
regulación en materia de agrocombustibles, la revisión de los TLC y las definiciones
sobre el derecho real de superficie, entre otros.
23 Aportes a los acuerdos parciales del proceso de paz entre gobierno y Farc en materia de desarrollo
agrario integral con enfoque territorial. 21 de octubre de 2014. Agencia Prensa Rural. http://prensarural.
org/spip/spip.php?article15311
199
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
El giro ecoterritorial
De igual forma, y como lo señala Diego Piñeiro (2004), las acciones colecti-
vas en el mundo agrario desde el siglo diecinueve vienen respondiendo de diversas
formas, desde las resistencias locales hasta las propuestas nacional-revolucionarias,
24 El Espectador. «Plan de desarrollo contradice acuerdos en La Habana sobre la tierra, dicen ONG».
19 de febrero de 2015. http://www.elespectador.com/noticias/politica/plan-de-desarrollo-contradice-
acuerdos-habana-sobre-tie-articulo-544681
200
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
Escenarios futuros
Estas paradojas del futuro nos hacen pensar en un esbozo de los posibles escenarios
a los que se enfrenta el movimiento agrario a partir de un acuerdo de dejación de
armas del gobierno con las Farc. Se trata de escenarios con diferentes posibilidades,
y que si bien se presentan aislados por razones analíticas, tendrían en algunos casos
posibilidades de combinarse:
201
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
25 «Después de diecisiete años de que se firmaron los acuerdos de paz, en Guatemala persisten las
causas estructurales que dieron origen al conflicto armado. El conjunto de los doce acuerdos de paz, sigue
siendo una ruta estratégica para modernizar el país y brindar a la población guatemalteca la posibilidad de
un desarrollo humano sostenible, libre de violencias. Guatemala se ubica entre los países más violentos y
desiguales del mundo. Sus habitantes siguen enfrentando múltiples violencias, con un saldo de víctimas
mayor que durante el conflicto armado» (Romero y Toc, 2013).
202
El movimiento social agrario
frente a los diálogos de La Habana
203
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
Introducción
207
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
208
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
Se consideran víctimas, para los efectos de esta ley, aquellas personas que individual o
colectivamente hayan sufrido un daño por hechos ocurridos a partir del 1º de enero de
1985, como consecuencia de infracciones al derecho internacional humanitario o de
violaciones graves y manifiestas a las normas internacionales de derechos humanos,
ocurridas con ocasión del conflicto armado interno (artículo 3°)1.
1 La ley reconoce como víctimas a los familiares en primer grado de consanguinidad y en segundo en
ausencia de los anteriores, también a quienes intervienen en la asistencia a víctimas en riesgo. Ley 1448
de 2011, artículo 3°.
209
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
3 Retomamos aquí algunos de los planteamientos y afirmaciones hechas en «Ante el dolor y el coraje de
las víctimas» (Osorio, 2012).
210
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
«Es mejor no hablar de esas cosas tristes», «no llorar sobre la leche derramada»,
«pa’ atrás, ni para coger impulso», son algunos de los dichos populares que,
situados en el contexto de guerra, insisten en evitar la memoria, en eludir el duelo
y en callar la ignominia que ha afectado tantas vidas en el país. Quizá no quere-
mos verlos, escucharlos, ni mencionarlos, porque nos recuerdan aquello que nos
puede pasar; cerrando ojos y oídos tenemos la ilusión de que nada ha pasado y
todo está bien. Quizás es también cansancio frente a tal cantidad de hechos y de
noticias dolorosas que inundan nuestra vida cotidiana, acompañada del peso de
la impotencia, pues «nada se puede hacer» frente a la capacidad de la guerra y de
los guerreros.
Reflexionando sobre los límites de la compasión y las obligaciones que im-
pone la conciencia frente a los horrores de la guerra, Sontang señala que «las
personas son a menudo incapaces de asimilar los sufrimientos de quienes tienen
211
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
212
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
¿Están todos los que son? ¿Son todos los que están?
213
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
desde 2008 más de sesenta líderes defensores de la restitución de tierras han sido
asesinados en el país, lo cual significa más de un líder asesinado cada mes; en dos
años se han presentado mil cuatrocientas quejas ante la Defensoría del Pueblo y
la alerta por la presencia del denominado ejército anti-restitución de tierras está
en veintitrés departamentos y en ciento veintidós municipios5. Muchos líderes y
lideresas han tenido que salir del país o volver a desplazarse para protegerse. Mujeres
y hombres soportan cotidianamente la desidia institucional, la recriminación de los
funcionarios porque reclaman las ayudas a que tienen derecho, pues son mirados
como posibles impostores, dependientes y perezosos. Pero además, quienes se
han visto desplazados, que constituyen cerca de 80% del total de víctimas, son
estigmatizados por el resto de los pobladores como potenciales delincuentes,
transmisores de la violencia y la inseguridad, limosneros y aprovechados.
Parte fundamental de este proceso de revictimización es la baja capacidad y
calidad de la atención institucional. Pese a las normas existentes, las respuestas
estatales a las víctimas, especialmente a quienes viven el desplazamiento forzado,
son muy precarias6. La poca voluntad política y la demanda constante de recursos
y servicios, a todas luces insuficientes, generan fuertes desequilibrios y protestas
legítimas que son consideradas como una muestra de ingratitud frente a las ins-
tituciones y funcionarios, generando representaciones negativas recíprocas.
Los resultados de los procesos de la política de restitución de tierras todavía son
muy pobres, no solo en términos de hectáreas restituidas a sus dueños, sino de
capacidad de protección para la efectiva garantía de sus derechos frente a nuevos
hostigadores7. De acuerdo al debate en el Congreso de la República, a marzo
de 2015 se habían expedido apenas 1.041 sentencias por 94.000 hectáreas.
El funcionario responsable afirma que para esa fecha han llegado 75.000
reclamaciones; en concreto, solo hay 100.000 hectáreas con sentencia restitutiva
y 300.000 en los juzgados8.
Tanto los programas como su implementación son deficientes en su
integralidad y oportunidad, se centran principalmente en ayudas materiales a
corto plazo, mientras que el acompañamiento psicosocial, el acceso a la justicia,
el fortalecimiento de la organización y la participación son marginales o están
ausentes. A su condición de víctima inicial ya suficientemente grave, las víctimas
5 Cf., http://www.movimientodevictimas.org
6 Así lo muestran las tres encuestas nacionales de verificación elaboradas por la Comisión de Seguimiento
a la Política Pública sobre el Desplazamiento Forzado. Cf., http://www.codhes.org/
7 Cf. Valentina Obando Jaramillo. «Restitución por la buenas o por las malas». El Espectador. 8 de junio
de 2015. http://www.elespectador.com/noticias/judicial/restitucion-buenas-o-malas-articulo-565254
8 Cf. Felipe Morales Mogollón y Camilo Segura Álvarez. «Las metas se van a cumplir»: director de
Unidad de Restitución de tierras. El Espectador. 25 de abril de 2015. http://www.elespectador.com/
noticias/po”litica/metas-se-van-cumplir-director-de-unidad-de-restitucion-articulo-557059
214
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
215
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
de la búsqueda del bien común, ha sido uno de los factores que ha agudizado la
guerra en el país (Fajardo, 2014).
A las miradas desvalorizadas del campo, el campesino, el afro o el indígena se
les suma el reconocimiento como guerrilleros o paramilitares y a sus territorios
como zonas rojas o zonas de guerra. Quienes han sido desplazados son vistos
en la ciudad como vecinos incómodos, sospechosos, invasores, como aquellos
que no deberían estar ahí. Las mujeres víctimas de violencia sexual son estig-
matizadas y se les atribuye la responsabilidad de haber provocado el hecho y las
familias que han perdido uno de sus integrantes son acusadas como auxiliadoras
de un grupo armado. Como lo hemos venido señalando, los pobladores rurales
enfrentan reconocimientos negativos que incluso los hacen responsables de lo
ocurrido.
El sesgo rural que queremos explicitar incluye datos que evidencian la magnitud
de la guerra en el país. Aunque las cifras individualizan los daños en cada víctima,
la guerra se desarrolla en contextos particulares, veredas, corregimientos,
resguardos indígenas, territorios colectivos y regiones que resultan ser corredores
estratégicos y escenarios de confrontación entre actores armados afectando
profundamente la vida de sus pobladores así como los proyectos y apuestas
colectivas construidas en los espacios rurales del país. La referencia al caso del
Carmen de Bolívar, tan solo uno entre muchos otros, muestra claramente esta
situación y da cuenta de la dimensión colectiva del daño producido por la guerra
que resulta con frecuencia muy poco valorada.
«Carmen querido, tierra de amores, hay luz y ensueños bajo tu cielo, y
primavera siempre en tu suelo bajo tus soles llenos de ardores», cantó Lucho
Bermúdez a su municipio, El Carmen de Bolívar, donde la guerra escribiría una
historia que se extiende a toda la región de los Montes de María y resulta contraria a
los versos del compositor. El Carmen fue, en el país, el segundo municipio más
expulsor de población entre 1997 y 2010 (Acción Social, 2010). El Salado, uno
de sus corregimientos, fue escenario de la muerte de sesenta personas en una de
las más cruentas masacres vividas en Colombia perpetrada por los paramili-
tares, que hizo parte de otras cuarenta y una que ocurrieron en esta región entre
1999 y 2001. Allí Neivis, Margoth, Francisca, Rosmira, Edith y Nayibe fueron
ejecutadas en la plaza después de ser sometidas a brutales agresiones sexuales, y
otras dos mujeres sobrevivieron no sin antes sufrir violencias de este tipo. Tras la
masacre la población se desplazó en un éxodo de cuatro mil personas; con ello
se menoscaban la producción de tabaco de la que fuera considerada la capital
tabacalera de la costa Caribe, la organización comunitaria, los proyectos políticos
y el bienestar construidos por sus mismos habitantes (Comisión Nacional de
Reparación y Reconciliación y GMH, 2009).
Los daños de la guerra se suceden, sobreponen y concentran en una familia,
en una vida, en una víctima y también en un caserío o comunidad específica.
216
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
• El 84% de los hogares declaró haber tenido algún bien, el 73% ganado,
52% alguna maquinaria productiva, el 50% un cultivo, 44% tierras rurales.
• Con el desplazamiento, 99% de los grupos familiares perdió algún bien,
ya fuera porque debieron abandonarlos o porque les fueron despojados
por la fuerza.
• El 97% de estas familias perdió sus tierras, 98% sus animales y 64% sus
cultivos permanentes.
• En 89% de los casos la parcela o finca tenía una casa.
• El 78,3% de los grupos familiares era propietario de la parcela que tenía
antes del desplazamiento, pero solamente 21% cuenta con escritura regis-
trada y 9% con escritura sin registrar, lo que muestra la informalidad en la
tenencia de la tierra en el país.
• Cerca de 90% de las familias debieron abandonar inmediatamente sus tie-
rras porque su permanencia comprometía la vida; solo una minoría logró
dejarla al cuidado de familiares o en acuerdos de aparcería, 2,2% fueron
forzados a entregarla sin recibir nada a cambio y 3,5% la vendió (Comisión
de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento, 2010).
9 Es importante señalar que en cada uno de los daños identificados utilizamos datos diferentes, de
acuerdo con la disponibilidad de información existente, lo cual hizo también que la referencia a cada uno
de estos daños se elaborara de forma distinta.
217
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
El 9 de enero [de 1990], los paramilitares nos acusaban de guerrilleros […], se reían y nos
gritaban: ¡llamen a los guerrilleros para que los defiendan! Sus insultos y maltratos eran
tantos que yo recuerdo que sentía humillación […]. Solo lloraba, no podía defenderme
ni defender a mi hijo que estaba entre los que se llevaron para el río (CNMH, 2013: 48).
218
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
las víctimas eran hombres y 96% adultos, «entre las 7.147 víctimas de las que se
pudo establecer su ocupación (equivalente a un 60% del universo de víctimas),
seis de cada diez eran campesinos, uno era obrero o empleado y los tres restantes
eran comerciantes y trabajadores independientes» (2013: 54).
Las masacres se extendieron por casi todo el país, pero solo en Antioquia se
han registrado quinientas noventa y ocho, es decir casi la tercera parte del total
nacional (CNMH, 2013). La región del Urabá, compuesta por once municipios,
resulta ser la más afectada en el país, pues allí tuvieron lugar ciento veinte, de
las cuales cuarenta y dos se registraron en Turbo y treinta y una en Apartadó.
¿Qué significaron las masacres en Urabá como una práctica sistemática? Cla-
ramente han constituido una estrategia para generar terror y desencadenar el
desplazamiento y abandono de la tierra. No en vano, Urabá es una de las zonas
priorizadas para la restitución colectiva de tierras en el país, en virtud de que allí
se presentó un despojo masivo de tierras en la misma época y por los mismos
victimarios, los paramilitares (Moncada, 2011). En Apartadó se reportan setecientos
cincuenta y dos predios abandonados o despojados que representan el 44,5% del
área del municipio, y en Turbo son 1.508 predios (Ibid, 2011). Estas masacres
se cometieron en una región con importantes procesos de organización sindical
agraria y otras expresiones colectivas que no tenían como referente al estado; en
ese caso, el asesinato feroz de los líderes constituyó una afrenta contra procesos
gestados en las comunidades rurales en defensa de sus vidas y formas de
producción ante la amenaza que ha representado la gran empresa agroindustrial
en la región.
219
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
medio de la guerra en que han crecido, los niños, las niñas y jóvenes del campo
han sido profundamente afectados por las minas antipersona y munición sin
explotar utilizadas como estrategia militar: 30% de las víctimas de minas son
menores de 18 años (Daicma, 2015) y Colombia es uno de los países del mundo
con más menores víctimas. Las minas han impuesto restricciones para la circula-
ción por el campo, el juego, la exploración y el disfrute de algunos lugares de la
vereda, precisamente ese territorio donde se construyen referentes de confianza
y seguridad.
Las minas han sido empleadas principalmente por las guerrillas y su uso se
profundizó como táctica militar ante el fortalecimiento de la capacidad del estado;
por eso, aun cuando los demás indicadores de violencia disminuyeran, este tuvo
un comportamiento contrario (CNMH, 2013). Los cinco municipios más críticos
son Vistahermosa (Meta), con trescientas sesenta y dos víctimas, Tame (Arauca),
con trescientas treinta y tres, San Vicente del Caguán y Montañita (Caquetá),
con doscientas cincuenta y seis y doscientas cuarenta y cuatro, respectivamente,
e Ituango (Antioquia), donde el número de personas afectadas es de doscientas
treinta y una (Daicma, 2015); todos municipios con un índice de ruralidad alto10.
El asunto de las minas antipersona es uno de los más discutidos en el
marco de los diálogos de La Habana, tanto así que se designó una comisión de
las Farc-EP que contribuirá al desminado que ya realizan la fuerza pública y
la cooperación internacional con participación de civiles. Aunque ya hay munici-
pios declarados como «libres de minas», condición indispensable para el retorno
de las familias desplazadas, se siguen instalando, peor aún, afectando menores de
edad; a agosto de 2015 había setenta y tres nuevas víctimas, veinte de ellas civiles,
40% menores de edad (Daicma, 2015).
Es muy horrible que los nukak estén por ahí, que a los niños nukak se los estén
llevando ellos. A mí no me parece bien. Me parece muy horrible eso. Quiero que
los jóvenes nukak estén con los papás, con la cultura, que no busquen armas para
manejar. Eso no sirve11.
10 Todos los municipios tienen índices de ruralidad (IR) entre 50,1-75. Recordemos que el IR fue
propuesto por el PNUD (2011) en el Informe nacional de desarrollo humano. Colombia rural razones
para la esperanza y plantea una comprensión de la ruralidad que supera la división cabecera-resto en
donde la unidad de medida de la ruralidad no es el tamaño de la aglomeración sino el municipio. En la
medida en que el puntaje se acerca a 100 aumenta la ruralidad, y se consideran municipios más rurales los
que presentan un índice de ruralidad por encima de 40.
Cf. «Las Farc incrementan el reclutamiento de niños indígenas». Vanguardia.com. 6 de abril de 2013.
http://www.vanguardia.com/actualidad/colombia/202948-las-farc-incrementan-el-reclutamiento-de-
ninos-indigenas
11 Cf. «Las Farc incrementan el reclutamiento de niños indígenas». Vanguardia.com. 6 de abril de 2013.
220
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
http://www.vanguardia.com/actualidad/colombia/202948-las-farc-incrementan-el-reclutamiento-de-
ninos-indigenas
12 Cf. «Farc anuncia que no incorporará a menores de 17 años a sus filas» Vanguardia.com. 12 de
febrero de 2015. http://www.vanguardia.com/colombia/298967-farc-anuncia-que-no-incorporara-a-
menores-de-17-anos-a-sus-filas
221
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
13 Cf. «La subcomisión de género de la mesa de negociaciones de La Habana: avances y expectativas».
http://www.pazconmujeres.org/pg.php?pa=3&id=241b42f0085dbcfaea1d7ae016141d97&t=La%20
Subcomisi%F3n%20de%20G%E9nero%20de%20la%20Mesa%20de%20Negociaciones%20de%20
la%20Habana:%20Avances%20y%20expectativas
222
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
Inicialmente se hizo un acto simbólico. Las doce víctimas que asistimos les entregamos
flores a ambas delegaciones: al gobierno y a la guerrilla. Luego intervino el gobierno
en cabeza de Humberto de la Calle, después las Farc en cabeza de Iván Márquez, y
luego intervinieron las víctimas. A cada una se nos dio entre quince y veinte minutos.
Después, al final, hubo un proceso de integración de todos, que fue la siembra del
árbol de la vida, la esperanza y la paz. Esta fue la delegación de cierre, para completar
sesenta personas en total, que quedamos conformados como un comité nacional
de víctimas, con una gran diversidad porque en esta última delegación hubo dos
militares14.
14 Cf. Agencia de Información Laboral Escuela Nacional Sindical (ENS). «Entrevista a Domingo
Tovar, quien a nombre de la CUT integró la última delegación de víctimas en La Habana». Jueves 18
de diciembre de 2014. http://www.colectivodeabogados.org/noticias/noticias-nacionales/article/
entrevista-a-domingo-tovar-quien-a
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
15 Para conocer el detalle la composición del grupo se puede ver. «Víctimas en La Habana: los que
fueron y los que faltaron». Verdad Abierta. 18 de diciembre de 2014. http://www.verdadabierta.com/
procesos-de-paz/FARC/5555-victimas-en-la-habana-los-que-fueron-y-los-que-faltaron
16 Cf. «Diálogos: los doce representantes de las víctimas». Semana. 16 de agosto de 2014. http://www.
semana.com/nacion/articulo/dialogos-los-doce-representantes-de-las-victimas/399279-3
17 Cf. Jorge Enrique Botero. «Entrevista a Pablo Catatumbo: no hemos venido a La Habana a negociar
impunidades». Adital. 30 de julio de 2014. http://site.adital.com.br/site/noticia.php?lang=ES&cod=81757
224
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
18 Cf. «Víctimas en La Habana: los que fueron y los que faltaron». Verdad Abierta. 18 de diciembre
de 2014. http://www.verdadabierta.com/procesos-de-paz/FARC/5555-victimas-en-la-habana-los-que-
fueron-y-los-que-faltaron
19 Cf. «¿Hasta dónde han llegado los aportes de las víctimas al proceso de paz?». Verdad Abierta. 5 de
enero de 2015. http://www.verdadabierta.com/procesos-de-paz/farc/5561-lo-avances-que-las-victimas-
aportaron-al-proceso-de-paz
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
20 Como lo expresó Guillermo Londoño, abogado asesor para juventud en el Valle del Cauca. «Los
jóvenes no están siendo tenidos en cuenta en proceso de paz en Colombia: Asesor de juventudes». El
Pueblo. 14 de mayo de 2015. http://elpueblo.com.co/los-jovenes-no-estan-siendo-tenidos-en-cuenta-en-
proceso-de-paz-en-colombia-asesor-de-juventudes-del-valle/#ixzz3UnQAilkP
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Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
21 Cf. «Conversaciones para la terminación del conflicto en La Habana y la construcción de paz con la
inclusión del pueblo afrocolombiano, negro, palenquero y raizal». 4 de mayo de 2015. http://lasillallena.
lasillavacia.com/la-silla-l-der/cu-nto-dar-amos-los-afrocolombianos
22 Cf. «César Gaviria explica en detalle su propuesta de justicia transicional». La Tarde. 16 de febrero
de 2015. http://www.latarde.com/actualidad/colombia/146479-cesar-gaviria-explica-en-detalle-su-
propuesta-de-justicia-transicional
23 Cf. «¿Hasta dónde llegan los acuerdos de las víctimas en el proceso de paz?». Verdad Abierta. 5 de
enero de 2015. http://www.verdadabierta.com/procesos-de-paz/farc/5561-lo-avances-que-las-victimas-
aportaron-al-proceso-de-paz
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
En medio de estas complejidades, sin embargo, para las víctimas es claro que
todo aquello que se perdió en la guerra supera los alcances de las negociaciones
de La Habana. Existen muchas incertidumbres frente al asunto de las responsa-
bilidades, y la lucha por la justicia y la verdad se entrecruzan con las demandas
por la tierra, los bienes, la vivienda y la vida digna. La justicia, estrechamente
ligada a las reivindicaciones de las víctimas, ha sido de los aspectos más álgidos;
lo que allí se discute se relaciona más con las salidas legales para los actores ar-
mados y las fórmulas para funcionamiento del aparato de justicia del estado en
un escenario transicional, que con sus demandas más profundas en términos de
justicia y reparación, aquí vuelven a ocupar el último renglón. Existen grandes
brechas que las lógicas mismas de la guerra dejarán abiertas y que tendremos el
compromiso reconocer colectivamente el lugar de las víctimas y los sobrevivientes
y la responsabilidad de la sociedad que permitió tal horror.
La presencia de las víctimas en las conversaciones de La Habana sirvió de
muchas maneras para tener una voz directa en estos diálogos, para entender
entre ellos mismos las diferentes expresiones de daño y dolor. «Antes de los
viajes las víctimas no teníamos voz, ahora somos el centro pues solía ser una
discusión de ellos de por qué era necesario llegar al fin»24, expresó José Antequera,
señalando los alcances de la participación en los diálogos. «Pero ahora, que se
conoce tan detalladamente el sufrimiento de las víctimas, llegar a un acuerdo es
una cuestión de humanidad que ya no tiene vuelta de hoja»25.
24 Ibíd.
25 Ibíd.
228
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
26 Son diversos los estudios al respecto. Ver, por ejemplo, Darío Betancourt. 1998. Mediadores,
rebuscadores, traquetos y narcos. Ediciones Antropos. Bogotá; Carlos Medina Gallego y Mireya Téllez. 1994.
La violencia parainstitucional, paramilitar y parapolicial en Colombia. Rodríguez Quito Editores. Bogotá.
229
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
230
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
que estas experiencias han cobrado muchas vidas, la resistencia que se construye
colectivamente desde las comunidades de paz subvierte la imagen del campesino
lapidado por el poder destructor de las armas debiendo para ello construir un
orden político y social interno que los potencia como actores políticos que
defienden su territorio y su digno lugar en la sociedad (Uribe, 2004).
Los procesos colectivos no son estáticos. Así, experiencias grupales creadas
desde arriba o «por mandato» tienen giros particulares y pueden aprovechar los
intersticios que se abren desde el mismo estado, pese a que desde allí mismo se les
otorga un carácter muy funcional. En esta modalidad son precursoras las mesas
de fortalecimiento de la población en situación de desplazamiento, establecidas
por el decreto 250 de 2004 en municipios, departamentos y nacionalmente como
una forma organizativa para articular el trabajo y participación en los planes de
desarrollo y el ejercicio de veedurías a la política pública. En algunos de esos
espacios se tejen relaciones proactivas, como es el caso de la Mesa en Medellín,
que luego de varias acciones de hecho como invasiones y tomas de lugares pú-
blicos de la ciudad, respondidas con agresiones de la fuerza pública y amenazas
de grupos armados ilegales, tuvo un proceso de fortalecimiento que permitió el
surgimiento del Movimiento Social de Desplazados (Mosda), que ensayó a la vez
acciones pacíficas junto con acciones directas (Granada, 2008).
Otro caso es el oriente antioqueño, en donde el acompañamiento de diversas
instituciones fue el puntapié para que organizaciones de víctimas integradas por
personas que sufrieron hechos diversos y que incluyen en algunos municipios
organizaciones de desplazados completen cerca de diez años luchando por un
«no más, ni una (víctima) más, nunca más: otro Oriente es posible». En sus vein-
titrés municipios, los procesos de acompañamiento psicosocial y la construcción
de memorias han permitido la puesta en común del dolor, la legitimación de las
experiencias de las víctimas en la reconstrucción de la historia descomponiendo
los discursos que justifican la violencia y culpan a la víctima de su situación
(Jaramillo, 2014). Las memorias en esta región buscan espacios en la agenda
social y política en medio de encuentros y disputas con el poder de los victima-
rios, la indiferencia de los gobiernos locales y el desconocimiento del conjunto
de la sociedad. Sus trayectorias dan cuenta de la potencialidad que ha tenido y
tiene la memoria colectiva en la construcción de espacios de reconocimiento de
las víctimas y en la de presentes y futuros que garanticen la justicia, la reparación
y la garantía de no repetición.
De manera más reciente, la ley 1448 recoge las modalidades de participación
que ya existían y establece la creación de comités territoriales de justicia
transicional como escenarios donde confluyen tanto las víctimas como los
representantes del estado en pro de la atención, asistencia y reparación integral.
Aunque estos espacios pueden quedar reducidos a la formalidad, la experiencia
ya existente en términos de participación e incidencia política de las víctimas y
231
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
sus organizaciones es, en muchos casos, fuente de activación y exigencia para que
estos escenarios operen real y oportunamente.
Gracias a la persistencia, voz y acción corajuda de las víctimas ha sido posible
avanzar en la exigencia de mecanismos legales y jurídicos que reconozcan su
condición. Sin embargo, una ley de víctimas es casi nada e incluso puede operar
de manera perversa creando la apariencia de respuestas que nunca se concretan.
Desde varias orillas, las víctimas y los discursos en relación con ellas se van
configurando como un capital político potencialmente manipulable para ganar
legitimidad y confianza. No es fácil generar movimientos nacionales y procesos
colectivos fuertes en medio de la guerra, porque esta expande sus fronteras y
su dinámica polarizada amigo-enemigo a los sobrevivientes. Pese a ello, siguen
surgiendo nuevos procesos en forma de redes regionales y nacionales y se
fortalecen iniciativas que han contribuido a la construcción de un tránsito que
rompe la idea de la víctima pasiva y silenciada, al actor social y político que, a
partir de su condición, denuncia, reclama sus derechos, pone su voz a circular y
construye un lugar en la sociedad.
En el marco de los diálogos en La Habana han sido dos los acuerdos concretos
que responden directamente a evitar o reducir las víctimas por parte de las Farc-EP:
uno, el desminado; dos, el cese del reclutamiento de menores de diecisiete años.
Y un acuerdo de las dos partes que es la conformación de la Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición, acordada a
principios de junio de 2015. Fuera de estos tres aspectos particulares conocidos
por la opinión pública, los diálogos han estado marcados por perspectivas de
orden estratégico y general, necesarias por supuesto. En ese universo que se
abstrae de situaciones, rostros e historias concretas y particulares, irrumpen las
víctimas con sus duelos y dolores específicos que le confieren no solo otro tono
a los diálogos y a los acuerdos, sino que los interpela profundamente, frente a la
dureza y la estupidez de la guerra, para mostrar que todos los daños producidos
son irrecuperables. Sin embargo, muy posiblemente, la potencialidad de ese
encuentro con las víctimas va a reflejarse muy poco en las decisiones acordadas
y en sus alcances.
Junto con las necesarias reparaciones materiales y más allá de estas, las vícti-
mas reclaman una sociedad incluyente. Las palabras de Leiner Palacios, líder afro
de Bojayá que viajó a La Habana, son muy dicientes en términos de lo que las
víctimas esperan de las Farc.
232
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
Con una consecuencia paradójica: las diversas formas de opresión que de allí se
desprenden y acentúan aportan nuevos motivos de justicia para justificar la decisión
trágica de la rebelión; pero, al mismo tiempo, hacen impracticable un proyecto rebelde
en el corto y mediano plazo, y dificultan los esfuerzos colectivos de coordinación,
resistencia y oposición con fines de integración (Franco, 2009: 546).
30 Laura Marcela Hincapié. «Las víctimas estamos dispuestas a perdonar»: Leiner Palacios, líder de
Bojayá que viajó a La Habana. El país.com.co. 17 de agosto de 2014 http://www.elpais.com.co/elpais/
judicial/noticias/victimas-estamos-dispuestas-perdonar-leiner-palacios
31 Son muchos los relatos. Cf., por ejemplo, «El batallón de la muerte». Semana. 1727: 42-43. 7 a 14 de
junio de 2015.
233
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Con ese acumulado histórico, la pedagogía del reencuentro será una tarea
lenta, irregular e incierta. Deberá tener la estrategia de emplear todos los medios
de influencia posible, de manera cotidiana, tal como lo ha sido el montaje de la
guerra misma y de la construcción de los enemigos, del manejo de las diferencias,
de la mirada a quien disiente y a quien desobedece. Requiere ensanchar y profun-
dizar la democracia para mostrar que la insubordinación y el cuestionamiento al
sistema son absolutamente necesarios, que la sociedad requiere de los muchos
conflictos para poder mejorar y que su manejo es parte importante de los
reaprendizajes políticos, que deben empezar ahora, desde la primera infancia,
con o sin éxito en los acuerdos de La Habana.
Las víctimas, en sus múltiples voces y reclamos nos confrontan como
sociedad por la indiferencia, que ha sido su principal compañía ¿No sabíamos
o no queríamos ni queremos saber, como lo señalara Levi para el caso alemán?
(2011)32. Esa indiferencia ha permitido y sigue dejando que las cosas pasen frente
a nosotros sin que hagamos nada concreto por evitarlo. Siempre la indiferencia
«beneficia al agresor, nunca a su víctima, cuyo dolor se magnifica cuando él o ella
se siente olvidado (…). No solo es un pecado, es un castigo» (Wiesel, 2014: 301).
La respuesta y el trato que el país en su conjunto dé a las víctimas de esta
guerra será el rasero que permitirá dar cuenta de la sociedad que somos y que
podemos ser. Será la evidencia de la forma en que estamos acordando el cierre
entre actores armados. Del lugar real que tengan las víctimas en vida nacional de-
penderán los nuevos ciclos de guerras y violencias; es bueno mirar a Centroamé-
rica como un espejo que nos señala que cerrar conflictos armados sin ampliar
espacios de democracia económica perpetúa ciclos de violencia y profundiza las
desigualdades que ya existían, escenario donde las víctimas resultar ser de nuevo
las principales afectadas33.
Sin que se haya hecho un poco de justicia con las muchas víctimas de la guerra
y mientras esta le sigue siendo útil a diversos intereses, las promesas del progreso
«tan volcadas hacia la promesa de felicidad de futuras generaciones o de buena
parte de la humanidad presente, (…) no pueden ver los cadáveres o escombros
que cimentan la marcha triunfal de la historia» (Reyes Mate, 2006: 51).
Urge resignificar socialmente la noción de víctima y actuar para darle el lugar
que le corresponde en la historia del país, especialmente a los pobladores rurales
32 Refiriéndose a lo sucedido con los campos de concentración de judíos. «Pese a las varias posibilidades
de informarse, la mayor parte de los alemanes no sabía porque no quería saber».
33 Cf. «El Salvador y Guatemala: espejos para Colombia (I)». Verdad Abierta. 10 de enero de 2015.
http://www.verdadabierta.com/procesos-de-paz/farc/5565-procesos-de-paz-en-centroamerica-el-
salvador
«El Salvador y Guatemala: espejos para Colombia (II). Verdad Abierta. 11 de enero de 2015. http://
www.verdadabierta.com/procesos-de-paz/farc/5566-las-lecciones-del-proceso-de-paz-de-guatemala-
para-colombia
234
Desde las víctimas y los territorios rurales:
conflicto armado y diálogos en La Habana
que han vivido las peores expresiones de la guerra. Las víctimas, en tanto actores
sociales y políticos, se constituyen en la memoria viviente de un tiempo de horror
que persiste. «Reclaman re-conocimiento, es decir, ser significativas a la hora de
comprender nuestra realidad» (Reyes Mate, 2006: 56); exigen que reconozcamos
la actualidad de las injusticias causadas a ellas. Están ahí, con silencios y con
gritos, siempre con lágrimas y memorias, exigiendo a victimarios, al estado y a
la sociedad, por si hubiera suficientes y claras líneas fronterizas para señalarlos
de manera diferenciada, que sus demandas de verdad, de justicia y reparación
se hagan realidad con urgencia. Exigen, además, que por lo menos se les trate
con respeto y dignidad. Aunque ya es bastante, no todo se agota en el nivel
individual. Es esencial el reconocimiento de la dimensión colectiva del daño, sin
duda bastante compleja y mucho menos conocida. Se requiere de creatividad
y compromiso para poner en marcha procesos de reparación colectiva que
respondan de la mejor manera a la pérdida de saberes y patrimonios sociales,
políticos y colectivos, garantizar la no repetición de estos hechos y, sobre todo,
reconocer sus aportes de frente a los retos que el posacuerdo supone.
Al margen de la reparación necesaria de las víctimas, individual y colectiva,
es necesario pensar y construir un lugar digno para el campo y sus pobladores,
que compense los daños masivos ocasionados históricamente y por acción de
la guerra, resituando su papel en la vida nacional en términos económicos,
políticos, socioculturales y ambientales. Se trata no solo de superar las margina-
lidades y desvaloraciones seculares, sino de proyectar y reconocer su potencial,
sin pretender transformarlo a la imagen de modelos urbanos e industriales, que
han mostrado sus muchos límites. Eso supone que no sean otros, los citadinos,
funcionarios, empresarios, quienes decidan por los pobladores rurales, sino que
se reconozca su capacidad sociopolítica y alcance de sus propuestas. El día que
tales propósitos se hagan realidad, la consigna «Todos somos agrodescendientes»
no debería ser un reclamo de dignidad hecho desde el campo y algunos sectores,
sino la afirmación del reconocimiento y valoración que el país en su conjunto
tiene por el campo, sus pobladores campesinos, afro e indígenas, lo cual es cada
vez más imperioso.
235
Reflexiones finales y conclusiones
239
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Uno de los resultados más esperados de los acuerdos entre el estado colombiano
y las Farc-EP por sectores críticos del actual régimen político es una apertura
democrática que modifique este régimen hacia las verdaderas posibilidades reales de
que diversas fuerzas políticas participen en la política en general y en la contienda
electoral en particular, sin las constricciones de la violencia contra la oposición y
los vicios actuales del sistema electoral.
El genocidio contra la Unión Patriótica (UP) y muchas otras expresiones de
violencia política en contra de sectores de la oposición política y social como los
sindicalistas, campesinos, indígenas, afrodescendientes, defensores de derechos
humanos y autoridades comunitarias, así como las nefastas prácticas clientelistas
como transacción de votos por almuerzos, tejas o dinero en las comunidades
más empobrecidas, son íconos reales que deben erradicarse del escenario político
nacional y regional, porque son otro factor más de amenaza a las perspectivas de
una apertura democrática hacia la participación, no solo de las Farc, sino de otras
fuerzas políticas alternativas.
El acuerdo alcanzado sobre participación política supone una contribución
a esta apertura democrática. Sin embargo, surge la preocupación por las verdaderas
capacidades de las Farc y de las fuerzas políticas alternativas existentes y las que
surjan como producto de su ingreso y el del ELN a la vida civil, de hacerlos
cumplir y de construir un proceso de unidad que les permita abrirse espacio
y avanzar en la transformación de una cultura política y electoral basada en el
clientelismo.
En particular, surge el interrogante sobre si los representantes al Congreso
elegidos por la circunscripción especial acordada en el punto 2 de la agenda
sobre participación política, podrán incidir efectivamente en la generación de los
cambios políticos y jurídicos que demanda tal apertura democrática, en medio
de un Congreso tomado por maquinarias electorales clientelistas, la corrupción
y el persistente poder paramilitar. Cabe preguntarse entonces si esta circunscrip-
ción electoral es suficiente para incidir efectivamente en la transformación de la
240
Reflexiones finales y conclusiones
241
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Pese a las enormes presiones a las que está sujeto el proceso de negociaciones
de paz, y pese a las serias diferencias entre las partes, es innegable que existe
voluntad política para ponerle fin al conflicto armado, aun cuando la de cada
cual esté motivada por razones muy distintas, y las ideas de paz y de los alcances
de los eventuales acuerdos sean bastante diferentes. Esta voluntad y estas dife-
rencias ponen sobre la mesa las concepciones que sobre la paz tienen las partes
y la sociedad.
En los sectores progresistas de la sociedad existe amplio consenso en torno a
que la paz que requiere el país no es solo el cese definitivo del conflicto armado,
sino lo que genéricamente se ha denominado paz con justicia social, aludiendo con
ello al establecimiento de las condiciones sociales, políticas y económicas que
provean a toda la sociedad la satisfacción plena de sus derechos, que terminen
con la tremenda exclusión e inequidad que caracterizan el régimen político y
económico colombiano, y que cambien las relaciones internacionales neocolo-
niales que mantienen en vilo la soberanía y el aprovechamiento de las riquezas
naturales en dirección del bienestar de la sociedad en clave de sustentabilidad.
Particularmente, los movimientos agrarios tienen una concepción de paz que
abarca la integralidad y la complejidad de la realidad del campo, insistiendo en las
clásicas demandas pero enriqueciéndolas con las que responden a las nuevas es-
trategias del capital. Persisten en reclamar tierra y reforma agraria, pero adscrita
a los territorios como construcciones sociales históricas en clave de protección
ambiental; reclaman autonomía territorial, reconocimiento y protección de las
relaciones interculturales; defienden la soberanía alimentaria no solo para sí, sino
para el país; exigen un reconocimiento político largamente aplazado. Es decir,
reclaman un modelo de sociedad en el que sus modos de vida sean respetados
y reconocidos.
Una paz de este tipo demanda cambios en el modelo de desarrollo vigente
desde finales del siglo diecinueve y la década del treinta del veinte, que ha venido
enfocándose, por orientaciones foráneas, hacia el crecimiento económico
intensivo y acelerado, emulando la tendencia de los países llamados del primer
242
Reflexiones finales y conclusiones
243
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
244
Reflexiones finales y conclusiones
Los términos del acuerdo «Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural
integral», pese a que representan, si se cumplen, un catálogo de medidas con
la capacidad nada despreciable de abonar algunos recursos a la deuda histórica
con el campo colombiano y sus comunidades, pueden representar también
el aprestamiento de los territorios rurales para la profundización del modelo
agroexportador. Medidas como las acordadas en relación con el acceso y uso de
tierras improductivas, formalización de la propiedad y cierre de la frontera
agraria, sin duda influyen positivamente sobre la estabilización de las comunidades
rurales, pero favorecen igualmente, y de hecho son necesarias, para el desarrollo
de proyectos agroindustriales, tal como lo son la infraestructura productiva y la
adecuación de tierras.
Medidas como estas, sin tocar la concentración de la tierra intensificada por
la extranjerización, los proyectos mineros a gran escala, los tratados de libre
comercio e importación de alimentos y el ordenamiento territorial del país, entre
otras columnas del modelo actual, están condenadas a la repetición cíclica de la
historia: al incumplimiento o la instrumentalización por medio de políticas
públicas que cooptan las apuestas y discursos de los movimientos rurales y
críticos, como ha ocurrido con el desarrollo sostenible, el desarrollo humano, la
participación, o con los propios derechos humanos.
De hecho, la reforma rural integral en la que se enfocan los acuerdos, aun
cuando llama la atención sobre la necesidad de comprender el problema agrario
más allá de la reforma agraria abarcando la integralidad del mundo rural, persiste
en el crecimiento económico como vía óptima para alcanzar el desarrollo,
desconociendo que las comunidades étnicas y campesinas tienen modos de vida
no mayoritariamente acordes con esa vía, sino con la integración con el medio
natural, la vida en comunidad y la reproducción sostenible de tales modos de vida.
Al llamar a la competitividad y la eficiencia, la reforma rural integral
presiona en la práctica a estas comunidades hacia la presunta necesidad del
crecimiento de ingresos familiares como medio para alcanzar el bienestar,
llevándolas a relaciones de subordinación al capital, bien sea como asalariados
o mediante alianzas inequitativas de acuerdo con el sofisma de convertirse
en «empresarios». Adicionalmente, se basa en enfoques como los de nueva
ruralidad y desarrollo territorial rural, agricultura familiar, que intentan recoger
demandas clásicas de las comunidades rurales pero que las matizan o
desdibujan para establecer una relación instrumental con los intereses del
capitalismo agrario, que hoy día fundamentan las políticas públicas para el
campo. Esta perspectiva, de cuño «descampesinista» y de naturaleza neoliberal,
saca de la escena una propuesta histórica y reciente de los movimientos
agrarios como la economía campesina, para reemplazarla por la agricultura familiar,
245
Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
246
Reflexiones finales y conclusiones
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
libro ponen en evidencia que desde hace unos lustros la guerra ha sido y sigue
siendo escenario de consolidación de proyectos extractivistas que afectan territo-
rios campesinos, indígenas y afrodescendientes, además de humedales, sabanas,
playones y bosques de los que dependen el bienestar y la supervivencia de las
comunidades, afectando sus procesos de autonomía territorial.
Aún con las barreras que la guerra ha impuesto a la explotación de recursos
naturales, las concesiones de exploración y explotación petrolera y los títulos
mineros siguen siendo otorgados a espaldas de la participación y consulta
ciudadana. Los monocultivos de palma aceitera y las plantaciones forestales
avanzan con precaria o nula vigilancia de las autoridades ambientales regionales y
nacionales, ocasionando desplazamiento forzado, no necesariamente basado en
la violencia, sino en el cambio del uso de la tierra y en prácticas productivas que
hacen imposible la permanencia de comunidades tradicionales en sus territorios.
A la par, las demandas de autonomía territorial promovidas por grupos étnicos
y movimientos campesinos ganan terreno en la agenda pública, desplegando
un contundente repertorio de discursos y acciones colectivas de protección
ambiental, en las que si bien la transformación de marcos jurídicos y políticas
institucionales no se alcanza, sí se amplia la conciencia ciudadana y, en algunos
casos, se obstaculiza el avance de proyectos perjudiciales para los modos de vida
de las comunidades rurales y los ecosistemas.
Así, se han venido consolidando disputas ecológicas que tienden a profun-
dizarse si producto de la implementación de los acuerdos se da vía libre a la
aceleración de prácticas extractivistas y de monocultivo. El vacío de la agenda
de diálogos en los asuntos ambientales y de ordenamiento territorial aumenta
este riesgo.
En estos contextos de violencia y transición, los mecanismos de ordenamien-
to pueden constituir una pauta, un principio del cómo construir o reconstruir
espacios geográficos y administrativos en los que grupos étnicos y campesinos
puedan expresar el pleno ejercicio de su autonomía. El ordenamiento territorial y
la propiedad colectiva con enfoque transicional pretenderían entonces regular la
disposición, transformación, ocupación y utilización de los territorios de acuer-
do con los intereses de los pobladores locales, en diálogo con las instituciones
locales y regionales.
En este periodo de transiciones que pretende concretarse en el posacuerdo
es indispensable la atención a las propuestas de las comunidades que en todo el
territorio nacional han logrado lograr a pulso y con la experiencia acuerdos que
regulan la administración de los recursos de uso común cumpliendo una función
de aprovechamiento y protección que en mucho escapa a la capacidad del propio
estado.
En este sentido, cobran importancia las recientes demandas campesinas por
el reconocimiento de su derecho al territorio, que sustentadas en los procesos
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Reflexiones finales y conclusiones
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
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Reflexiones finales y conclusiones
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
real que tengan en la vida nacional dependerán en buena parte el que haya o no
nuevos ciclos de guerra y violencia. Urge resignificar socialmente la noción de
víctima y actuar para darles el lugar que le corresponde en la historia del país,
especialmente a los pobladores rurales que han vivido las peores expresiones
de la guerra. En tanto actores sociales y políticos, ellos son la memoria viviente
de un tiempo de horror que persiste. Reclaman re-conocimiento, es decir ser
significativos a la hora de comprender nuestra realidad.
Al margen de la reparación individual y colectiva de las víctimas, es necesario
pensar y construir un lugar digno para el campo y sus pobladores, que com-
pense los daños masivos ocasionados históricamente y por acción de la guerra,
resituando su papel, transformando los patrones estructurales que propiciaron
su victimización. Saldar la deuda social histórica con el campo es la manera más
contundente de reparación y justicia por los daños ocasionados a las víctimas.
La no repetición o revictimización, así como la recuperación de la memoria,
la justicia y la reparación individual, colectiva y social debe ser acordada con ellas,
para lo cual sus organizaciones deben ser reconocidas y fortalecidas. No repe-
tición, verdad, memoria, reparación y justicia deben convertirse en una política
pública y un rasgo cultural de la sociedad en el pos acuerdo.
1 Para una revisión de este recorrido, véase R. Gargarella.1999. Las teorías de justicia después de Rawls: un
breve manual de filosofía política. Paidós Ibérica. Barcelona.
2 Puede verse en A. Honnet. 2010. Reconocimiento y menosprecio. Sobre la fundamentación normativa de una teoría
social (entrevista de Daniel Gamper Sachse). Katz Editores. Buenos Aires, Barcelona, Madrid.
252
Reflexiones finales y conclusiones
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
Así, consideramos que la paz con justicia social se materializa una vez las estruc-
turas sociales, políticas y culturales sean afectadas drásticamente de suerte que
adquieran la capacidad para proveer a toda la población el acceso equitativo a los
bienes necesarios para su subsistencia, el reconocimiento y la valoración plena
como sujetos libres de subordinación en los ámbitos público y privado, y los es-
pacios y procedimientos que garanticen su representación equitativa en la toma
de decisiones públicas y la resolución de conflictos, en los niveles local, nacional
e internacional, para el que es indispensable la solución de continuidad de las
relaciones coloniales permitidas secularmente por las clases dirigentes.
La redistribución, el reconocimiento y la representación en las sociedades
rurales comprenden entonces una reforma agraria estructural territorial, como
garantía de redistribución económica equitativa; el reconocimiento de los sujetos
agrarios, especialmente del campesinado que sufre un déficit notorio de este
reconocimiento en contraste con las comunidades étnicas, reconocimiento que
impone el cumplimiento del derecho a la consulta previa y el diseño de políticas
culturales que deconstruyan los existentes imaginarios desvalorizantes del cam-
pesinado; la apertura de mecanismos idóneos de representación de los intereses
de los sujetos rurales en los espacios de diseño y ejecución de las políticas públicas
para el campo; y, también, la detención del modelo extractivista y agroexportador
promovido por el capital transnacional.
El carácter único del conflicto armado colombiano, así como el de las negocia-
ciones de La Habana plantea grandes desafíos a toda la sociedad, no solo a las
partes, en dirección a tramitar el camino hacia su resolución. Somos una socie-
dad que ha vivido la mayor parte de su vida, cuando no toda, en medio de la
guerra. Esta realidad ha afectado con mayor contundencia a los habitantes de las
zonas rurales, que han soportado la violencia explícita y directa en todas las mo-
dalidades ya conocidas, de las que el capítulo sobre víctimas habla ampliamente,
pero no ha dejado intactas a las sociedades urbanas.
La población urbana ha vivido el conflicto armado principalmente desde
la interpretación de los medios de comunicación masiva, que han transmitido
versiones parciales y parcializadas e interesadas de los hechos y del conflicto en
general, movidos por las posiciones políticas y económicas de sus propietarios. El
papel de estos medios de comunicación del capital en el desarrollo del conflicto
armado amerita un análisis profundo, que escapa a los alcances de este texto. Sin
embargo, podemos decir, sin temor a equívocos, que han contribuido a reforzar
los imaginarios y valores antidemocráticos y excluyentes que han alimentado
las causas del conflicto armado. Justamente por el carácter avasallador de este
254
Reflexiones finales y conclusiones
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Dime qué paz quieres y te diré qué campo cosechas.
Reflexiones sobre lo rural en los diálogos de La Habana.
256
Reseña: Getulio Montaña Laguna
257
Getulio se presenta entonces como la representación del pueblo. Sus apellidos,
Montaña Laguna, remiten a un territorio muy particular: los paisajes de su
región. En estos expresa su relación con el territorio, y asimismo la relación de
pertenencia con el lugar. Su ruana es la montaña y la vereda, territorios donde
transcurre la vida, donde los campesinos a lo largo del tiempo han crecido con
siembras y cosechas, donde los caminos se andan sin afanes y unen a pueblos
hermanos, donde el agua es sagrada y no falta, donde los pajaritos vuelan y se
oyen las ranitas, donde el paisaje canta cuando se visita. Su ruana tiene tejida
toda la historia de los abuelos y refleja la herencia a sus habitantes. En esta ruana,
Getulio manifiesta la relación con el territorio. Otro elemento importante es su
sombrero, que representa el Alto de Vita, cerro tutelar de su municipio de
origen, y el cual es habitado por la memoria de los abuelos que dan luz a todos
los pertenecientes a este lindo territorio tejido por todos los que somos: pues en
el nacimos, en el vivimos, en el morimos y allí mismo volvemos a nacer.
Getulio expresa su propia visión sobre el bienestar, el cual concibe a través de
las formas tradicionales de vida campesina propias de las comunidades rurales.
Hay que resaltar que usando un lenguaje propio de la región cundiboyacense,
Getulio ha venido haciendo referencia a los distintos elementos culturales,
sociales, productivos y ambientales que conforman el territorio, reconociendo
y llamando la atención sobre las transformaciones que se viven en él, los cuales
ponen en riesgo las formas de vida campesinas que defiende a través de su
palabra y su lucha. Por ello, formula la necesidad de repensar al campesinado
como sujeto de prácticas de vida propias, partiendo de reconocer su vulneración
y discriminación.
Así las cosas, demos paso a Don Getulio, para que sea él mismo quien
nos cuente sus pensares y sentires acerca de los diálogos en La Habana y de
las expectativas y dudas que estos generan en el campo. Dejemos que sea, su
voz, cerca al fogón de la abuela, la que acompañe la lectura mientras se sigue
tejiendo la historia de nuestro campo, ojalá esta vez sin romper el hilo de su
memoria.
258
Siglas
259
DNP: Departamento Nacional de Planeación
260
RRI: reforma rural integral
261
Acerca de los autores
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280
El grupo de investigación Conflicto, Región y Sociedades Rurales es un
colectivo de investigación que ha venido trabajando diferentes
problemáticas derivadas del desarrollo rural y su relación con el
conflicto armado, como el desplazamiento forzado, los cultivos de uso
ilícito y conflictos socioambientales. Del mismo modo, viene
acompañando comunidades rurales en diferentes zonas del país,
promoviendo procesos de autonomía territorial con comunidades
afrodescendientes y campesinas.
Conflicto, Región
y Sociedades Rurales
Grupo de investigación
Facultad de Estudios
Ambientales y Rurales