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Los CMV son la causa más común de infección congénita, que en ocasiones, provoca el síndrome de
enfermedad con inclusiones citomegálicas (hepatoesplenomegalia, ictericia, petequias, púrpura y
microcefalia) en los recién nacidos.
El CMV puede transmitirse por la saliva, la leche materna, las secreciones cervicales y vaginales, la
orina, el semen, las heces, la sangre y los trasplantes de tejidos o de órganos. La diseminación del
CMV requiere un contacto muy estrecho o íntimo porque el virus es muy lábil. La transmisión sucede
por contacto directo entre personas, aunque es posible la transmisión indirecta a través de fómites
contaminados.
MANIFESTACIONES CLÍNICAS:
Los síntomas y signos de la infección por CMV varían con la edad, la vía de transmisión y la
inmunocompetencia del paciente. La infección es subclínica en la mayoría de los casos. En los
lactantes y niños pequeños, la primoinfección por CMV puede causar neumonitis, hepatomegalia,
hepatitis y exantemas petequiales. En los niños mayores, adolescentes y adultos, el CMV puede
originar un síndrome seudomononucleósico, caracterizado por cansancio, malestar general,
mialgias, cefalea, fiebre, hepatoesplenomegalia, aumento de las enzimas hepáticas y linfocitosis
atípica. La evolución de la mononucleosis por CMV suele ser leve, y dura entre 2 y 3 semanas. A
veces la presentación clínica puede incluir fiebre persistente, hepatitis franca o un exantema
morbiliforme. Las infecciones recurrentes son asintomáticas en el huésped inmunocompetente.
Personas inmunodeprimidas: El riesgo para enfermedad por CMV aumenta en las personas
inmunodeprimidas con infecciones tanto primarias como recurrentes. Entre las
manifestaciones de la primoinfección pueden encontrarse la neumonitis (la más común), la
hepatitis, la coriorretinitis, la enfermedad gastrointestinal o la fiebre con leucopenia, ya sea
como entidades aisladas o como manifestaciones de enfermedad generalizada, que puede
ser mortal. El riesgo es mayor en los receptores de trasplantes de médula ósea y en los
pacientes con SIDA. La neumonía, la retinitis y la afectación del sistema nervioso central y
el tracto gastrointestinal suelen ser graves y progresivas. También son posibles la
pancreatitis y la colecistitis.
Infección Congénita: Los síntomas y signos característicos comprenden crecimiento
intrauterino retardado, prematuridad, hepatoesplenomegalia e ictericia, exantema similar
a la tarta de arándanos, trombocitopenia y púrpura, y microcefalia y calcificaciones
intracraneales. Existen otros problemas neurológicos como la coriorretinitis, la hipoacusia
neurosensorial y una leve hiperproteinorraquia. Los recién nacidos con síntomas suelen ser
fáciles de identificar.
Infección Perinatal: Las infecciones provocadas por exposición al CMV en el tracto genital
materno durante el parto, o a través de la leche materna, se producen a pesar de la
presencia de anticuerpos adquiridos de forma pasiva, procedentes de la madre.
DIAGNÓSTICO:
La infección activa por CMV se confirma mediante aislamiento del virus en orina, saliva, líquido
de lavado broncoalveolar, leche materna, secreciones cervicales, concentrado leucocítico y
tejidos obtenidos por biopsia. La identificación rápida (en 24 horas) es ahora habitual con el
sistema de cultivo rápido potenciado por centrifugación, basado en la detección de los
antígenos precoces del CMV con el uso de anticuerpos monoclonales. Se emplean varios
métodos para la detección cuantitativa rápida de antígenos de CMV, y también se dispone de
análisis cuantitativos mediante reacción en cadena de la polimerasa (PCR).
El método definitivo para el diagnóstico de la infección congénita por CMV es el aislamiento del
virus o la PCR, que se debe hacer al nacer o poco tiempo después. La orina y la saliva son las
mejores muestras para el cultivo.