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Al conceptualizar la integración social como un proceso que se inicia a edades tempranas y que continúa a lo
largo de la vida, el individuo con necesidades especiales como centro de dicho proceso, es concebido como
una persona, un ente único, en permanente desarrollo, único en sus características y necesidades.
Las personas con necesidades especiales son aquellas cuyas características físicas, intelectuales y sensoriales
requieren, de planes y programas complementarios o sustitutivos, transitorios y/o y permanentes para
favorecer su integración.
Estas personas como cualquier ser humano, son capaces de autodesarrollarse, de interactuar, en todas las
instancias que configuran la vida: familia, escuela y comunidad.
Estas potencialidades que tiene toda persona, son susceptibles de evolucionar, cuando es respetado como
tal, cuando se le brinda la oportunidad de desarrollar sus capacidades, y de interactuar armónicamente en
el medio donde se desenvuelve respetando su diferencia. Este hecho diferencial en los individuos
proporciona un fundamento "El derecho a ser diferente, a ser reconocido, respetando las peculiaridades de
su propia identidad".
La persona con necesidades especiales al igual que otras , tiene el derecho de pertenecer a una familia,
equilibrada y estimulante, donde el afecto, el reconocimiento, valoración de las capacidades y el respecto a
su individualidad contribuyan al desarrollo armónico de la personalidad; como individuo y miembro de un
colectivo tiene derecho a la educación en igualdad de condiciones como los demás ciudadanos. Es preciso
señalar que esta igualdad no significa en ningún caso reclamar la uniformidad, sino que supone educar en el
respeto por las diferencias individuales de cada persona.
En este sentido, se atienden las necesidades educativas especiales de estos educandos a través de
adaptaciones curriculares en cuanto a estrategias, metodologías, equipos, etc. y personal de apoyo
especializado.
De esta forma la persona con necesidades especiales tiene derecho a recibir una educación en todo el
continuo de su vida de acuerdo a las características propias del desarrollo.
El niño en la edad preescolar establece vínculos interpersonales, se relaciona con los otros, particularmente
con la madre y con los pares, adquiriendo conciencia de su propia persona y aprendiendo a verse como parte
de un grupo con el cual interactúa. Así mismo, tiene conciencia de sus propias necesidades, existe un deseo
de saber explorar, descubrir sobre todo si se les presentan los objetos adecuadamente, por lo tanto
necesitan estímulos significantes para mantener un equilibrio frente a la necesidad sentida. El niño necesita
un punto de referencia, el mundo perceptivo.
Ahora bien, en el caso de niños que presentan necesidades especiales de orden sensorial, físicas e
intelectuales, las experiencias de estos primeros años requieren de un medio ambiente, con mayor
diversidad y riqueza con estímulos visuales, sonoros, táctiles, olfativos, gustativos necesarios para el
desarrollo cognoscitivo, socioemocional, motor y del lenguaje.
Se destaca aquí la importancia del núcleo familiar, por cuanto esta es la base desde la cual el niño comienza
el desarrollo de su vida psíquica y social; la comprensión, la aceptación y el amor son factores decisivos para
la formación de su personalidad y posterior desarrollo como individuo. Ante esta responsabilidad cabe a la
familia la tarea de proporcionar al niño todos los medios necesarios para que incremente en mayor grado
posible todas su capacidades y posibilidades.
En esta edad, una buena valoración de si mismo por parte de los demás y los refuerzos sociales
gratificantes, contribuyen a elevar el nivel de autoestima.
Por lo tanto es imprescindible en los primeros 5 años, y sobre todo en esta población tener en cuenta que
esta requerirá siempre de refuerzos afectivos y sociales de reconocimiento y valoración objetiva de sus
propias capacidades, éxitos y fracasos, para consolidar su personalidad.
En la edad escolar el niño, esta tratando de afirmarse como persona y esta lucha constante entre sus
experiencias, emociones, inseguridad e impulsos le produce cambios de carácter y humor. A esta actuación
hay que agregar el ingreso a la escuela; nuevos compañeros, experiencias diferentes que habrá de asimilar
en medio de una creciente exigencia intelectual, asumiendo nuevos roles, y una mayor disciplina. Así
mismo, comienza a integrarse en pequeños grupos compartiendo elementos entre ellos, y a menudo se
juegan posiciones individuales y de supremacía y ninguno quiere perder. Esta etapa va pasando y el niño se
ira adaptando, comprendiendo, sociabilizandose e integrándose paulatinamente hasta completar este
periodo tan decisivo de su vida.
Ahora bien, cuando los niños presentan necesidades especiales sensoriales, dificultades de aprendizaje,
impedimentos físicos, retardo mental, autismo y talento estos pueden interferir en su adaptación escolar y
social. Por ello es sumamente importante comprender la tarea fundamental que deben asumir la familia y
los maestros. Los padres más allá de la natural e instintiva preocupación e interés, deben proveerse de los
conocimientos esenciales para poder acompañar a su hijo a través de sus experiencias con amor e
inteligencia y una clara conciencia de la importancia que tiene, el crear un clima de aceptación, motivación
y creencia en las posibilidades y capacidades del niño.
El docente debe establecer una comunicación, intercambiando con el niño afecto, confianza, y amistad, y
ubicado en que cada educando posee características propias y distintas necesidades y es por ese motivo que
su actuación debe estar en función de esa diversidad. Esto lleva al desarrollo de estrategias, adaptadas a las
necesidades del niño, así como también de actividades que complementen el proceso y lo enriquezcan con
las vivencias y experiencias necesarias, logrando que la actividad escolar y el proceso de enseñanza
aprendizaje se cumplan en forma total, en armonía en un clima de interacción con los demás compañeros.
En la etapa de la adolescencia, la búsqueda de identidad alcanza su punto crítico esto por cuanto se
presentan muchos cambios significativos en el desarrollo físico, mental y social. El mundo se va percibiendo
de manera diferente a como se había visto antes, de allí que la persona pueda cuestionar las cosas y buscar
la comprensión para satisfacer sus necesidades. Se percibe además la necesidad de ajustarse a nuevos roles
sociales, particularmente con los pares de la misma edad.
La familia es un cambio más, al cual la persona tiene que hacer frente, se percibe la necesidad de
abandonar la protección y seguridad que siempre ha tenido. La búsqueda de identidad y de independencia
conduce a la necesidad de intercambiar ideas, experiencias, e interacción con los compañeros del mismo
sexo y del opuesto, y a desarrollar destrezas e intereses.
Hacia el final de la adolescencia; puede lograrse un sentido de identidad, un estado emocional placentero y
de
Malla curricular es la manzana de discordia (El Diario de La Paz 1-02-
12).- El Ministerio de Educación preparó la Ley Avelino Siñani, pero no
socializó la malla curricular, de manera que muchos profesores no saben
qué cambió, cuáles son las nuevas aplicaciones y si apuntarán más
hacia los objetivos o las competencias”.
Afirma el dirigente de los maestros, José Luis Álvarez: "Esta nueva Ley
es subjetiva, arbitraria y retrógrada, de manera que posterga valores
transmitidos anteriormente a los alumnos con criterio de apertura
universal, y en su remplazo se pretende colocar deberes parciales con
tintes de animismo en el afán de seguir el criterio descolonizador".
Es muy triste ver una raza que fue subyugada por más de 500 años,
queriendo hoy repetir con otros su misma tribulación. Quieren venganza.
El odio los ciega. Quieren solo cambiar una oligarquía por otra. Teniendo
la inigualable oportunidad de hacer por primera vez un país incluyente.
Un país para todos. Una Bolivia viable. Perdiendo la oportunidad de
reconciliarse consigo mismo y con la historia.
Ya era común leerlo, pero probablemente se afianzará cada vez más la creencia
de que durante el gobierno de Hugo Rafael Chávez Frías “por primera vez en
Venezuela un gobierno se dedicó a las necesidades de los pobres”.
La narrativa del discurso oficial ha logrado imponer una interpretación de la
historia de nuestro siglo XX que disminuye o niega los avances sociales logrados
durante la democracia. Si nos remitimos a las estadísticas, los avances fueron
incuestionables: la tasa de analfabetismo de la población mayor de 10 años pasó
de 48,8% en 1950 a 6,4% en 2001; la tasa de mortalidad en menores de 1 año
pasó de 79,7 por cada mil nacidos vivos en 1950 a 17,7 en el año 2000. Ambos
indicadores son reflejo de un importante cambio ocurrido en las condiciones de
vida de gran parte de la población venezolano. Y este cambio no ocurrió al azar,
fue producto de políticas sociales universales e incluyentes que fueron uno de los
pilares fundamentales de los primeros gobiernos del período democrático.
Este incremento en las capacidades de los venezolanos, ahora más saludables y
más educados, tuvo también su efecto sobre la estructura social: según
estimaciones realizadas para 1998, 51% de la población venezolana experimentó
movilidad social ascendente. Y aunque la movilidad fue mayor en Caracas y las
grandes ciudades, incluso la población rural fue partícipe de este proceso de
cambio. Cualquier observador imparcial en los años 70 habría jurado que
Venezuela se encaminaba a una sociedad más justa e igualitaria. Pero algo se
rompió en los años 80.
Dos miradas distintas del país coexisten desde hace al menos 30 años. El reto es
que cada grupo sea capaz de aceptar que la mirada del otro también es verdad y
encontrar un camino que tenga el bienestar y los derechos de todos como centro.