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Teorías antropológicas contemporáneas

Daniela Lache

William Yewdale Adams (1927-hoy) es un arqueólogo y profesor emérito de antropología en la Universidad


de Kentucky. En 1978 ganó el Premio Herskovits por su libro Nubia: Corridor to África y, en el año 2005
fue galardonado con la Orden de los Dos Niles, el más alto honor civil de Sudán por sus contribuciones a la
historia de Nubia, en donde inicia su trabajo en 1959 como parte de la campaña de salvamento arqueológico
de la UNESCO para excavar sitios amenazados por las crecientes aguas de la inundación del lago Nasser
luego de la construcción de la presa de Aswan.
El capítulo final que acá se expone hace parte de su libro Las raíces filosóficas de la antropología, publicado
el 28 de noviembre de 1998.
En busca de la identidad de los antropólogos
En este capítulo, Adams se propone ayudar a los antropólogos a profundizar en su conocimiento y respeto
por la antropología como disciplina a través de una mejor comprensión de las fuerzas ideológicas que han
moldeado una identidad colectiva que aún no está definida y que es más bien heterogénea. Aunque el
capítulo no es un ejercicio historiográfico, el autor intenta mostrar las lecciones que deben deducirse de la
historia de la disciplina, dando su punto de vista. Intenta sintetizar varias de las corrientes de pensamiento
que han guiado a la disciplina, teniendo en cuenta que, para él, no existe ni podría existir una sola identidad
antropológica, sino que cada antropólogo tiene la posibilidad de elegir entre una variedad de distintas
ideologías y corrientes teóricas que la disciplina contiene, para así definir la identidad personal.
La antropología se ha atacado a sí misma con dudas que surgen de la comprensión de nosotros mismos como
antropólogos y de aspectos económicos, políticos, institucionales e ideológicos que se entrelazan. Entre
estos problemas, sólo a los ideológicos e institucionales se les podría echar mano ya que se relacionan con
un problema de identidad, el más profundo de la crisis antropológica para Adams. Crisis que no sólo se
presenta en Estados Unidos, sino que se presenta en todas partes entendiendo que la naturaleza de dicha
crisis varía en cada país, teniendo en cuenta que en cada uno se han engendrado sus propias tradiciones
antropológicas nacionales, las cuales responden a diferentes contextos y dificultades. El modelo
antropológico estadounidense de las cuatro subdisciplinas (Antropología cultural, biológica, lingüística y
Arqueología) que intenta distanciarse del modelo británico con argumentos no más que históricos, da cuenta
de dicha crisis de identidad. No es un problema de definición de la antropología a pesar de que las
definiciones que se han dado han sido verdaderas, pero insuficientes. Incluso al definir la antropología como
el estudio del “otro hombre” (homo sapiens alter), estaríamos lejos de definir su tarea.
En realidad, para el autor el dilema consiste en que no existe un problema de identidad en la antropología
sino dos, uno es a nivel personal y el otro a nivel colectivo. Los antropólogos más jóvenes se han orientado
hacia los demás, se adaptan a “ser lo que la antropología sea” (Adams, 2003. Pp. 417) a diferencia de
autores clásicos como Malinowski y Boas, quienes se orientaron hacia cosas por las cuales estaban
interesados personalmente. Así, ambas clases han cometido el mismo error, y este ha sido el de unir la
identidad de la disciplina y la personal, fusión que ha fomentado la idea de que debería existir sólo una
doctrina antropológica (Leaf, 1979 citado por Adams, 2003. Pp. 417). De todos modos, esta tendencia
monista no encontraría lugar entendiendo que la disciplina no es lo que ocurre en un momento dado, sino
que es la acumulación del trabajo desde la aparición de la antropología. Entonces, el primer reto de cada
antropólogo es el de entender las posibilidades de la disciplina para después hacer su elección particular.
En la búsqueda de una identidad colectiva, Adams propone aplicar a la disciplina y a nosotros mismos como
antropólogos, los universales culturales, sociales o históricos que hemos descubierto; al ser nosotros el
“otro” para la mayoría de la humanidad, debemos prestar atención a lo que piensan los demás de nosotros,
esto para la comprensión de nuestra propia identidad. Y, así como las personas tienen la responsabilidad de
conocer sus propias capacidades y limitaciones, deberíamos conocer las que la antropología posee como
cualquier otra institución humana, esto también para el conocimiento de nuestra identidad, por lo cual
propone el análisis de los problemas económicos, políticos, institucionales e ideológicos como dimensiones,
teniendo en cuenta que estos intervienen en la identidad colectiva de la antropología:
En la dimensión histórica, la antropología, así como lo que esta estudia, no se puede comprender al margen
de los contextos culturales e históricos: sus intereses responden a los intereses y metodologías de las
diferentes épocas. Se deben comprender las obras no como atemporales, sino como productos de sus tiempos
y sus circunstancias. Así, la historia de la antropología se puede observar desde diferentes perspectivas como
el estructuralismo, el marxismo, el nacionalismo intelectual, etc., pero siempre deben ser observados
comprendiendo el contexto histórico dado.
En cuanto a la dimensión cultural, la antropología surgió en circunstancias culturales específicas que
respondían a las necesidades del siglo XIX. Las convicciones ideológicas cambian con el tiempo y la
antropología también lo ha hecho, y, “aunque no nos regimos completamente por condicionamientos
culturales externos, no somos completamente ajenos a ellos” (Adams, 2003. Pp. 422). Las antropologías
nacionales que se han desarrollado en países como Inglaterra, Estados Unidos, Francia, etc., reflejan las
tradiciones culturales específicas de cada país, lo que revela una necesidad práctica en tanto que la
aceptación pública depende de su coherencia con el Zeitgeist en uso. Para Adams ningún paradigma dominó
en la disciplina en el siglo XX por más de una generación, esto por un cambio en la situación cultural y
política de la nación, nuevas preguntas al agotarse las posibilidades de las viejas preguntas y los vacíos
generacionales, entendiendo que son los antropólogos jóvenes los que reflejan las necesidades de cada nueva
generación al buscar su lugar en la disciplina.
En cuanto a la dimensión social, Adams observa que la antropología siempre ha existido dentro del marco
de la aceptación y la expectación pública: desde el punto de vista de la teoría social ocuparíamos un estatus
y jugaríamos un papel especifico. El estatus nos concedería una identidad pública, y el papel especifico
comportaría una expectativa en nuestro comportamiento. Expectativas que se han fundamentado
históricamente, y que reflejan lo que la antropología ha dicho y hecho en el pasado.
Para la dimensión política Adams retoma a Mill, quien dice que “la producción es un proceso económico,
pero la distribución es un proceso político” (Mill, 1888 citado por Adams, 2003. Pp. 424), lo cual también
vale para la distribución de recompensas académicas y de financiación a la investigación. Y, mientras la
antropología compita con otras disciplinas por financiación, estará politizada, adaptándose a las agencias
externas y a sus intereses. Pero la antropología también está politizada internamente, y esto es observable
en los puestos de poder que se otorgan en las asociaciones de antropólogos, o en las reuniones y encuentros
en donde se busca establecer contactos con otros profesionales de más alto nivel.
Para Adams, la dimensión ideológica es el punto principal en la búsqueda de la identidad de la antropología,
y es que “cuando delimitamos al “otro” como nuestro dominio exclusivo de investigación, recibimos una
problemática moral asociada a dicho concepto” (Adams, 2003. Pp. 425), entonces, la antropología no
puede desligarse de la dimensión moral, por lo cual no podría ser una ciencia completamente neutra. Así, la
antropología sólo posee una aportación única cuando estudia al “otro”, entendiéndose que dicho “otro”
carecería de sentido sin su relación con el “sí mismo” del antropólogo, y esta comparación no puede estar
exenta de juicios morales, ya sean implícitos o explícitos, en los que se decide quién es superior, quien
inferior, y en qué medida.
“Contemplar al “otro” filosóficamente y estudiarlo sistemáticamente son cosas distintas y esto constituye
el principal dilema de la antropología” (IBID, Pp. 428) ya que, para el autor, la antropología es considerada
una ciencia natural y no una filosofía, por lo cual no juzgamos los comportamientos de los “otros” a estudiar,
de igual manera en la que un biólogo no juzgaría la naturaleza predatoria de un lobo, es así como se podría
dejar de lado el juicio moral. Y, sin embargo, muchas veces observamos a los “otros” con el mismo lente
moral con el que nos juzgamos a nosotros mismos, comparación que no debería existir si observamos al
“otro” como el biólogo estudia al animal: el “otro” es irrelevante para comprendernos a nosotros mismos.
A diferencia de Radcliffe Brown (que consideraba a la antropología como la ciencia natural del hombre),
para Adams esta debería ser llamada más bien “historia natural”, ya que la ciencia natural y el rigor científico
excluye la naturaleza biológica y cultural del hombre. En cambio, la historia natural no establece ideas
preconcebidas sobre las fuerzas principales, sino que estudia y registra cualquier cosa esperando que pueda
ser de alguna importancia. Así, la antropología es más que una ciencia en tanto que no puede eludir asuntos
morales que no son del dominio de la ciencia, pero a la vez es menos que una porque no cumple con el rigor
científico establecido.
Comprender a la antropología es posible si aceptamos que es un campo de la filosofía ya que se ha adueñado
del estudio del “otro” (campo de la filosofía moral), esto sin cambiar los fundamentos de su discurso y
asumiendo las perspectivas filosóficas tradicionales sobre el “otro”, en vez de superarlas. Para el autor no
hay contradicción entre filosofía y ciencia, sino que las dos deberían estar unidas, empezando porque la
mayoría de las teorías básicas de la ciencia son filosofías en el sentido de que solo se derivan en parte de la
evidencia empírica. Razón por la que muchas teorías básicas rechazan no solo nuevas evidencias por
cambios en el zeitgeist dominante, lo que afectaría a la antropología teniendo en cuenta que sus “grandes
teorías” serían viejas filosofías rebautizadas, y, aunque poseen credibilidad científica, no poseen
probabilidad científica, pero el que unas hayan pervivido hasta ahora sugiere que posiblemente sean
correctas. Aunque la antropología globalmente no sea una ciencia, posee en sus dominios bastante de esta.
La ciencia no estaría en el nivel teórico, sino en el recogimiento y procesamiento de los datos, como es el
caso de la arqueología, la lingüística, la etnología y la antropología física, las cuales sí serían ciencias, o al
menos un conjunto de ciencias con procedimientos científicos dispares.
La pluralidad filosófica y epistemológica de la antropología es una virtud y no un defecto: “la
responsabilidad de decidir lo que es verdadero y lo que es falso, en función de su entendimiento y
experiencia, descansa en el individuo y no en la disciplina en su conjunto” (IBID. Pp. 433). Aquí, en la
búsqueda de las identidades propias, para Adams el problema consiste en cómo decide cada persona por el
tipo de antropología entre una gran variedad existente, esta decisión debería depender de los antecedentes y
la disposición personal. Además, “los antropólogos nacen y no se hacen” (IBID. Pp. 434), refiriéndose a
unos factores condicionales en las experiencias de cada antropólogo que le predispone a dedicarse a ello y
a cierto tipo de antropología. Entonces ¿qué hacer? Según el autor el elegir una subdisciplina no debe estar
determinado solo por la personalidad, sino también por las actividades que cada uno disfruta y en las que se
tiene habilidad o talento, o el querer encontrar un trabajo. De cualquier manera, un antropólogo no debería
por qué limitarse al escoger. Ahora bien ¿qué pensar? No solo debemos elegir que hacer sino también qué
pensar teniendo en cuenta la variedad intelectual de la disciplina. El elegir entre las diferentes variedades
filosóficas y teóricas no debe ser completamente influido por los profesores, sino que debe estar en sintonía
con lo que cada uno quiere pensar y hacer, y de igual manera, elegir lo que pensamos no puede estar
totalmente determinado por lo que queremos hacer. De igual manera, ningún paradigma filosófico o teórico
está especialmente vinculado a ninguna especialidad de investigación en particular.
El problema de la identidad no sólo se plantea la pregunta ¿qué es la antropología? sino ¿cuál es mi lugar
dentro de ella?, así surgiría una de las “deliciosas paradojas” de nuestra profesión, en la que el estudio del
“otro” constituye “un viaje de por vida hacia el descubrimiento de nosotros mismos” (IBID. Pp. 439).

 ADAMS, William (2003) [1998]. Las raíces filosóficas de la antropología. Capítulo 8: En busca
de la identidad de los antropólogos. Ed. Trotta, Madrid.
 EL-TIGANI, Mahgoub (2005). "The Corridor's Writer Receives Sudan's Highest Medals".
Recuperado de: http://www.sudantribune.com/The-Corridor-s-writer-receives,13273

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