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Nietzsche: Sobre lo Bueno y lo Malvado

El Origen (Lo Bueno -Lo Malo)


Para develar el verdadero punto de origen del concepto “bueno”, Nietzsche inicia
haciendo un recorrido -se puede decir genealógico- desde la necesidad, por parte de la psicología
inglesa, para demostrar aquello qué es normativo en oposición a lo vergonzoso en el hombre. El
autor intenta ubicar dicha búsqueda en relación a varias preguntas, enuncia varias de ellas, sin
embargo hay dos que denotan dos puntos opuestos:
“¿es un instinto secreto, taimado vulgar, no confesado tal vez a sí mismo, de
empequeñecer al hombre? […] ¿O una hostilidad y un rencor pequeño y subterráneos
contra el cristianismo (y Platón), que tal vez no han salido nunca más allá de la
conciencia? (Nietzsche, P. 40)
Se pueden ubicar los dos puntos de la siguiente manera: el hombre está en una posición
de pequeñez o de hostilidad en relación al cristianismo. Afirma el autor, que su deseo radica en
ver a los que se encuentran en dicho camino, tener la fuerza o la valentía necesaria para sacrificar
todo en virtud de la verdad.
No obstante y en palabras del autor “por desgracia, que les falta, también a ellos el
espíritu histórico” (P.41), es decir, piensan de manera a-histórica. Luego, incurren -desde un
inicio- en el error de ubicar el origen del concepto y juicio bueno en relación con las acciones no-
egoístas, las cuales poseían una utilidad para quien las realiza. Sin embargo, la utilidad como
finalidad de la acción pasa al plano del olvido, abriendo la posibilidad al hábito o costumbre, y
así considerar a dichas acciones buenas en sí mismas. Nietzsche explica lo anterior como si fuera
un privilegio del hombre en sí mismo, el orgullo de tener una apreciación valorativa propia
(bondad). Un motivo de orgullo que, para el autor, debe ser humillado.
Ahora bien, se puede entender la naturaleza de la utilidad de la acción buena en términos
de bondad -por eso se realiza, para sentirse bondadoso-, aunque el autor afirma que la bondad no
puede predicar lo bueno y sentencia “fueron ‹‹los buenos›› mismos […] los nobles, los
poderosos, los hombres de posición superior y elevados de sentimientos […] se valoraron a sí
mismos y a su obrar como buenos” (P. 43) que por antinomia se encuentran en oposición a todo
lo bajo, aquello que se realiza por una utilidad, lo vulgar. Surge de esta manera el Pathos de la
distancia (noble - vulgar), los buenos se encontraron así mismos en un lugar donde estaban en la
facultad de acuñar los nombres de valores, dejando de lado la utilidad. Se encuentra aquí un
sentir, una disposición natural y radical de dominio sobre algo bajo, una especie inferior. Lo
noble y lo vulgar solo se relacionan como dominado y dominante. Tal vez la primera experiencia
material de la anterior dicotomía. Se puede ver en cómo el considerado noble exterioriza su
poder por medio del lenguaje, es decir, al nombrar valores, separa la utilidad del todo. No es lo
útil de la acción buena lo relevante, por el contrario, es la facultad de nombrar algo como bueno,
el poder de apropiarse de algo a través del lenguaje, de crear una ficción.
Estableciendo una relación lingüística, Nietzsche se propone constatar todos los sentidos
posibles del término bueno y, desde diferentes lenguas, logra sustentar así lo anteriormente
expuesto. Afirma el autor “‹‹noble››, ‹‹aristocrático››, en el sentido estamental, es el concepto
básico a partir del cual se desarrolló luego, por necesidad, ‹‹bueno››” (P.44). Luego
necesariamente se siguen connotaciones como anímicamente privilegiado o anímicamente noble,
en directa oposición a términos como vulgar, bajo o plebeyo. El hombre simple en oposición al
noble. Es menester hacer una distinción: para el autor, las palabras o raíces del término bueno
pueden denotar diferentes rasgos como: poder, señorío, mando o propiedad. No obstante, existe
un rasgo que Nietzsche ubica en la aristocracia griega. La palabra noble, en este caso particular,
significa que se es real, verdadero y se opone de manera frontal al vulgar mentiroso. Se puede
identificar aquí la constitución de una casta dominante aristocrática, veraz y noble, que ejerce un
dominio sobre una casta inferior, vulgar y alejada de la veracidad.
Ahora bien, se afirma en el texto que necesariamente del concepto de preeminencia
política surge siempre un concepto de preeminencia anímica, es decir, se entreteje una relación
de movimiento, donde la esfera noble permite el aparecer de un ánimo noble, en este sentido, se
puede entender que la casta aristocrática se diluye en una casta sacerdotal que, en su naturaleza
es suprema. Por lo tanto, requiere de predicados propios a su naturaleza. Tenemos aquí los
términos puro e impuro, entendiendo el primero como un hombre que se priva de todo aquello
que provenga de abajo o que implique un riesgo de verse a sí mismo manchado con impurezas.
Se debe tener en cuenta la siguiente aclaración: Nietzsche hace un énfasis -casi explosivo-
afirmando que dichos hábitos contienen algo no sano, en otras palabras, de manera íntima en la
casta sacerdotal existe un “mal”, una disposición al odio. La cura tiene efectos más agresivos
que la enfermedad.

El Giro Judío
Asumiendo la existencia de las dos castas, se puede entender una estrecha relación
dialéctica -de pugna- entre las dos, suponiendo que la vía sacerdotal se desliga de la
caballeresco-aristocrática de la siguiente manera: la segunda tiene como presupuesto la
constitución física fuerte y floreciente, dichos presupuestos condicionan su accionar en relación a
la guerra, la aventura y todas aquellas situaciones en donde se puede afirmar la actividad fuerte.
Y, en contraposición, encontramos la naturaleza impotente de la primera, en palabras del autor
“Los sacerdotes son, como es sabido, los enemigos más malvados. […] porque son los más
impotentes.” (P.51) luego y a causa de esa impotencia, en ellos se desarrolla un odio siniestro.
De este odio surge el giro judío o la transvaloración de los valores de sus enemigos, en
palabras del autor la más espiritual venganza. Dicha inversión se entiende de la siguiente
manera: bueno=noble=poderoso=bello=feliz=amado de Dios. Pero, ¿quiénes son los amados de
Dios? La respuesta surge de abajo. Pues son: los infelices, los pobres, los deformes, en general,
todos los miserables son los buenos. Luego, solo ellos son piadosos, por lo tanto los únicos en
gozar la bendición de Dios. Es decir, con la transvaloración judía se da inicio a la rebelión de los
esclavos, la cual, ha resultado vencedora: “Los señores, están liquidados; la moral del hombre
vulgar ha vencido” (P. 55). En otras palabras, la redención del hombre, en relación a “los
señores”, aplebeya todo.
El inicio esencial de dicha rebelión tiene como lugar el resentimiento, el cual adquiere la
facultad de engendrar valores. Es menester aclarar que el resentimiento del que habla el autor
surge en entes en quienes no hay una reacción auténtica, a saber, la reacción de la acción. Es
decir, toda la moral que proviene de los nobles se da en ellos mismos, su reacción es la acción
misma, en contraste con la moral de los esclavos que necesita de un afuera, de otro, de un mundo
opuesto. Necesitan de una acción externa a ellos para así generar la reacción. Si el impotente
reacciona a lo externo y el noble tiene la acción en sí mismo, podría afirmar que lo malo en el
noble surge de sí mismo (el pobre surge del aristócrata) y, en la otra orilla encontramos que, en
principio, la acción creadora del hombre de resentimiento es la del enemigo malvado, del cual se
antepone él mismo como antítesis, a saber, él mismo como bueno.
En la moral de esclavos, es necesario aclarar quién es precisamente el malvado, pregunta
que Nietzsche responde de manera tajante “el bueno de la otra moral, precisamente el noble, el
poderoso, el dominador […] interpretado y visto del revés por el ojo venenoso del resentimiento”
(P. 60-61). En este sentido, y con la moral de esclavos, se podría afirmar que su finalidad es
extraer del hombre animal, una bestia mansa, un animal domesticado, alejado de aquella bestia
rubia que predominaba en la cultura y así lograr humillar a las razas primeramente nobles. En
otras palabras, el hombre manso es la meta, aun si dicho hombre teme al hombre mismo.
Con el surgimiento del hombre manso como equivalente a hombre superior, se devela el
empequeñecimiento del hombre en relación consigo mismo “descendemos cada vez más abajo
[…] hacia algo más débil […] más cristiano” (P.65). Afirma de manera tajante la mejoría del
hombre y así mismo negando cruelmente la naturaleza propia a la fuerza o a la pulsión; que no
pueden exteriorizarse de otra manera que no sea la de ellas mismas. Es decir, en la moral del
pueblo se constituye una escisión entre la fuerza y la acción, como si fuera posible para el fuerte
negar, en su actuar, la voluntad de poder.
Se puede tejer una relación de lo anterior y el lenguaje en el sentido sujeto-predicado, es
decir, sostener que existe un agente antes de la acción, así se podría afirmar que aquí, el sentido
lingüístico crea un engaño, un adormecimiento que, en el caso del hombre impotente, se traduce
como el esplendor de una virtud renunciadora e interpreta desde su debilidad su libertad, en otras
palabras, el ser débil se asume y se cree como un mérito. La acción débil es un mérito de la
libertad o del alma. Para darle más forma a la relación engañosa por medio del lenguaje,
Nietzsche afirma que la debilidad necesariamente debe transformarse en un mérito. Es decir,
términos como sumisión, bajeza o la cobardía misma, se interpretan como obediencia, humildad
o en el peor de las casos paciencia o virtud.
Son miserables y tienen un gusto particular de serlo, ya que se percibe como una elección
(mérito) “una distinción de Dios, que a los perros que más se quiere se los azota” (P. 70)Y al ser,
una elección, en un contexto cristiano se consideran mejores que los poderosos, porque incluso
Dios ordena respetar toda la autoridad y así aspirar a una recompensa en él, es decir, la llegada
del reino, la bienaventuranza, la fe, el amor y la esperanza. El triunfo de los justos sobre los
ateos, el ascenso de los impotentes frente a los poderosos, entendiendo esto como el momento en
donde ellos pasan a ser fuertes, perfectos en la eternidad del amor en Dios.
De manera magistral, Nietzsche esboza la pugna dialéctica entre fuertes y débiles,
tomando como símbolo ‹‹Roma contra Judea, Judea contra Roma›› nombrándola como una
contradicción de enemigos mortales: “los romanos eran, en efecto, los fuertes y los nobles” (P.
76) por otro lado, los judíos como colectivo “el pueblo sacerdotal del resentimiento por
excelencia” (P. 77), se puede inferir -de manera obvia- el ganador de la pugna, incluso el autor lo
enuncia con la mayor claridad del caso: “considérese ante quién se inclinan hoy los hombres, en
la misma Roma […] sino casi en toda la tierra” (P.77), no lo hacen ante los valores supremos de
fuerza y señorío; en ellos no hay humillación, esta llega directamente del volverse manso, es
decir, inclinarse refiere a una humillación que el autor subordina a tres judíos y una judía, a
saber, Jesús, Pedro, Pablo y María. Los señores y poderosos, los hombres francos en sí mismos,
han sucumbido -como Roma- ante la moral de esclavos, de los débiles, de los temerosos y
miserables. Incluso en la modernidad con su racionalidad propia al sujeto, los valores de la
nobleza sucumben ante los instintos populares del resentimiento (P. 78) hasta Napoleón, el ideal
antiguo en carne y hueso, la síntesis entre inhumanidad y superhombre.
Ahora bien, se puede ubicar la tesis propuesta por Nietzsche en el siguiente orden:
rastrear el origen -o genealogía- de los términos bueno-malo, y así evidenciar un camino erróneo
en la transvaloración de dichos significados por medio de un engaño en la interpretación de
dichos valores. Dicho engaño “lingüístico” genera una visión oscura, por lo tanto nefasta en
donde el fuerte pasa a ser comprendido como el malo, alejado de dios, el ateo a quien le ha de
llegar el juicio divino por negarse a humillar su ser y negar su voluntad o fuerza como cosas en sí
mismas. De lo anterior, se sigue dialécticamente, el surgimiento del débil como justo o bueno,
pues al humillarse y esperar su recompensa en Dios, su debilidad se ve como un mérito en
relación a todo el mundo fisiológico externo a él, es decir, su prudencia ante los impulsos vitales
y la obediencia -en este caso a Dios- le permiten verse como hombre manso, el cual, es la
finalidad de ser: cuanta más obediencia se está más cerca del reino de los justos!.
No obstante y desde una posición personal -tal vez- arriesgada- podría proponer una
objeción a lo expuesto por Nietzsche en su búsqueda etimológica y la transvaloración lingüística
expuesta en el giro judío. Para realizarlo, me permito traer a este escrito el siguiente término en
relación al lenguaje: el uso. Más allá de recalcar los errores en la interpretación de conceptos, si
se considera al lenguaje como una forma de vida, un organismo vivo, que se desenvuelve de
manera particular en las diferentes esferas donde aparece, es decir, su sentido o significado debe
buscarse en la situación particular en donde se da o se usa, como para enunciar un par de
ejemplos: para comprender un lenguaje académico, se debe buscar el espacio propio a él, a saber,
un espacio académico, ya que en él, los términos tendrían la misma connotación académica. Así
mismo puede suceder en los lenguajes cotidianos (amigos, trabajo, calle, etc.) Siguiendo ésta
afirmación -un tanto arriesgada- podría suponer que el error de Nietzsche estaría ubicado en
intentar comprender dos formas lingüísticas diferentes en una misma esfera, a saber, el lenguaje
de los nobles en la misma esfera que el de los esclavos o, en este caso, judíos.
Para concluir y de manera poco ortodoxa, me permito darle un punto a favor a Nietzsche
en relación a los judíos -como pueblo- lleno de odio o resentimiento -en particular- hacia los
romanos. En 1979, el grupo de comedia inglés Monty Python, realiza una parodia de la vida de
Jesús de Nazareth, en una película llamada La Vida de Brian. En la cual, muestran una escena
donde se puede ver a un grupo subversivo contra los romanos; ellos están buscando motivos para
sacar a los romanos de su país. Sin embargo, en dicha discusión, lo único que logran enunciar
“negativamente” de los romanos son sus beneficios, tales como: el acueducto, la seguridad, el
gobierno, la libertad, la educación, etc. Podemos evidenciar aquí la diferencia entre alguien que
le da nombre a las cosas porque tiene la voluntad para hacerlo, los romanos, y aquel que observa
con recelo y desde las sombras. Bien lo dice Nietzsche al considerarlos, tal vez, los mejores
hombres de la historia, en oposición al odio infundado y la necesidad etérea de una revolución
por parte del Frente Popular de Judea1. La parodia expresa la necesidad, tal vez cultural, del
judío para negarse a una posibilidad que no sea la de ellos, afirmando la existencia, de un
resentimiento interno, al parecer, propio a ellos.

Bibliografía:
NIETZSCHE, Friedrich W., (1996) La genealogía de la moral (trad. de Andrés Sánchez
Pascual), Alianza Editorial, Madrid.
Goldstone, Jhon; Harrison, George (Productores) y Jones, Terry. (Director). (1979) Life of Brian
[Cinta cinematográfica]. Reino Unido: HandMade Films, Cinema Interantional Corporation.

1
Grupo subversivo de la película.

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