Sunteți pe pagina 1din 16

Contentamiento

En esta vida tan apresurada que vivimos, a veces nos sumergimos tanto en
nuestros compromisos que nos olvidamos de dónde realmente viene nuestro
sustento.

No es de extrañar, entonces, que la gratitud no forme parte de nuestro día a


día. Si nos detenemos a pensar, aunque sea solo un momento, nos daríamos
cuenta que tenemos mucho para estar agradecidos. Somos afortunados por
estar vivos, por tener ropa para vestirnos, un trabajo que desempeñar,
comida suficiente en el refrigerador y, sobre todo, la alegría de tener una
familia y amigos que nos rodean.

Así mismo, nos podemos olvidar de una palabra sencilla pero maravillosa:
«contentamiento». Según el Diccionario de la lengua española
contentamiento, es estar contento, satisfecho, pero la Biblia profundiza aún
más en su verdadero significado, una satisfacción interior que no exige
cambios en circunstancias externas.

Cuando miramos las circunstancias que nos rodean, nos quedamos siempre
insatisfechos, nos sentimos quejumbrosos frente a lo que nos falta y esto
nos impide ver lo mucho que tenemos. Recientemente, hablando con una
amiga sobre esto, vinieron a mi mente varios versículos que iluminaron mi
corazón:
1. Hebreos 13:5 «Contentos con lo que tienen AHORA; porque él dijo: No
te desampararé, ni te dejaré».
2. Filipenses 4:19 «Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a
sus riquezas en gloria en Cristo Jesús».
3. Mateo 6:11 «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy».

Estos versículos nos enseñan que la historia no ha terminado, que esto que
Dios nos ha dado es lo que necesitamos «ahora», «hoy». Nos invita a estar
satisfechos y contentos; y nos promete que en la medida en que
mantengamos ese contentamiento recibiremos más.

Me viene a la mente la crianza de nuestros hijos. Le dosificamos los


alimentos. Una medida ayer, una medida hoy, mañana otra y así
sucesivamente. A medida que van creciendo, se les puede dar más. Nosotros
no somos diferentes a los niños, se nos da lo que necesitamos ahora, mañana
se nos añadirá lo que podamos digerir.

Empecemos a caminar realmente por fe, con expectativa, con esperanza en


nuestro corazón. Si así lo hacemos nada nos faltará, porque Él nos dice: «No
te dejaré ni te desampararé». Dios nos ha prometido darnos siempre lo
necesario, ahora solo nos toca creer y esperar el tiempo oportuno.
¡Qué maravilla llegar a entender esto! ¡Cuánta sabiduría encierra este
concepto! Quiera Dios que podamos lograr este equilibrio interior de estar
satisfechos, contentos y agradecidos cada día en medio de nuestras propias
vivencias.

Como las lecciones del mana, el que recogió mucho no le sobro y el que
recogió poco, no le hizo falta.

“Mirad lo que oís”


(Mar_4:24).
El Señor Jesús nos amonesta a que seamos cuidadosos con lo que oímos.
Somos responsables de controlar lo que entra a través de la puerta del oído,
así como de emplear lo que escuchamos como es debido.

No debemos dar oído a lo que es manifiestamente falso. Las sectas están


vomitando su propaganda en volumen sin precedente. Siempre están
buscando a alguien que esté dispuesto a escuchar. Juan dice que no debemos
recibir en nuestra casa a los sectarios, ni siquiera saludarles, porque están
contra Cristo. No debemos escuchar lo que es engañosamente subversivo.
Los jóvenes en colegios, universidades y seminarios están expuestos cada
día a una andanada de comentarios que ponen en duda y niegan la Palabra
de Dios. Escuchan explicaciones poco convincentes de los milagros y
deforman el sentido simple de la Escritura. Se esfuerzan en minimizar la
persona del Señor con alabanzas descoloridas. Aun si no logran destruir la
fe del estudiante, sí desfiguran su pensamiento. Es imposible escuchar
enseñanza subversiva y no ser afectado por ella. “¿Tomará el hombre fuego
en su seno, sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin
que sus pies se quemen?” (Pro_6:27-28). La respuesta es obvia: “No”.

No debemos escuchar lo que es impuro o indecente. En la sociedad de hoy,


la peor forma de contaminación es la de la mente. La palabra “inmundicia”
es la que describe mejor a la mayoría de los periódicos, revistas, libros,
programas de radio, televisión, películas de cine y conversaciones. Al estar
constantemente expuesto a esto, el cristiano corre el riesgo de perder el
sentido de la enorme maldad del pecado. ¡Y éste no es el único peligro!
Cuando escuchamos historias viles y provocativas, éstas regresan una y otra
vez para atormentarnos en nuestros momentos más santos.

No debemos llenar nuestras mentes con baratijas y cosas indignas o frívolas.


La vida es demasiado breve y la tarea demasiado urgente como para
entregarnos a estas cosas. “En un mundo como el nuestro, todos debemos
ser celosos”. Viéndolo de manera positiva, debemos ser cuidadosos para oír
la Palabra de Dios. Cuanto más nos saturemos de ella y obedezcamos sus
sagrados preceptos, más pensaremos según los pensamientos de Dios, más
seremos transformados a la imagen de Cristo, y estaremos más alejados de
la contaminación moral de nuestro medio ambiente.
“Aun en la risa tendrá dolor el corazón”
(Pro_14:13).

Nada es perfecto en esta vida. La risa está mezclada con pesar y hasta los
diamantes más hermosos tienen defectos. Cada persona tiene en su carácter
algo defectuoso. En todas las cosas de la vida, siempre encontraremos un
gusano en la manzana.

Es bueno ser idealistas; Dios nos ha hecho con un fuerte anhelo de


perfección. Pero también es bueno ser realistas; jamás encontraremos la
perfección absoluta bajo el sol.

Son muchos los jóvenes que piensan que su familia es la única en la que
surgen altercados, o que sus padres son los únicos que no tienen
personalidades centelleantes como las estrellas de la televisión.

Podemos desanimarnos de nuestra iglesia local, suponiendo siempre que en


la iglesia que está al otro lado de la calle todo es color de rosa.
Es fácil ir por la vida buscando amigos sin tacha ni defecto. Esperamos
perfección en los demás cuando nosotros mismos no podemos producirla.
Debemos afrontar el hecho que todos tenemos personalidades defectuosas,
unos más que otros. Con frecuencia, cuanto más sobresaliente es una
persona, más notables se hacen sus defectos. En lugar de desilusionarnos
por los defectos que vemos en los demás, haríamos bien en enfatizar sus
cualidades, en especial cuando se trata de creyentes. Todo ser humano tiene
virtudes. Pero sólo hay una Persona que posee la combinación de todas ellas:
el Señor Jesucristo.

Con frecuencia pienso que el Señor nos ha dejado deliberadamente con un


deseo de perfección insatisfecho para que pongamos nuestra mirada en
Aquél en quien no hay mancha ni tacha. Jesucristo representa la suma de
toda belleza moral. Jamás nos decepcionará.

“Bastante te he afligido; no te afligiré ya más.” Nah_1:12.

Hay un límite para la aflicción. Dios la envía y Dios la quita. ¿Acaso suspiras
y dices: “cuándo acabará”? Recuerda que nuestras congojas acabarán segura
y finalmente cuando termine esta pobre vida terrenal. Esperemos
quietamente, y acatemos pacientemente la voluntad de Dios hasta que Él
venga.
Mientras tanto, nuestro Padre en el cielo retirará la vara cuando Su designio
al usarla esté plenamente cumplido. Cuando Él haya azotado nuestra
necedad, no habrá más golpes. O, si la aflicción fuere enviada para
probarnos, para que nuestras gracias glorifiquen a Dios, acabará cuando el
Señor nos haya conducido a dar testimonio para Su alabanza. No queremos
que la aflicción se vaya mientras Dios no haya extraído todavía todo el honor
que podamos rendirle.

Hoy podría haber “una grande bonanza”. ¿Quién podría saber cuándo esas
furibundas ondas darán paso a un mar de cristal, y los pájaros marinos se
posen sobre las delicadas olas? Después de una prolongada tribulación el
flagelo es colgado y el trigo descansa en el granero. Podríamos, antes de que
pasen muchas horas, ser tan felices como ahora estamos tristes. Para el
Señor no es difícil convertir a la noche en día. Él, que envía las nubes, puede
con igual facilidad limpiar los cielos. Tengamos buen ánimo. El futuro será
mejor que el pasado. Cantemos Aleluya en anticipación.

“La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se


irrita su corazón”
(Pro_19:3).

No hay un libro de psicología como la Biblia. Nos permite penetrar en la


conducta humana como no lo podríamos conseguir con ningún otro
instrumento. En el versículo de hoy, por ejemplo, se describe a un hombre
que hace naufragar su vida a causa de un capricho. Sin embargo, en vez de
aceptar su culpa, se vuelve contra Dios y descarga sobre él su rencor.

¡Cuán cierto resulta esto cuando lo referimos a la vida! Hemos conocido a


muchos que profesan ser cristianos pero que llegaron a caer en formas viles
de inmoralidad sexual. Esto les llevó a la vergüenza, la desgracia y la ruina
financiera. Pero, ¿se arrepintieron? No, sino que se volvieron contra Cristo,
renunciaron a la fe, y se convirtieron en ateos militantes.

Más frecuentemente de lo que nos damos cuenta, la apostasía tiene sus


raíces en el fracaso moral. A. J. Pollock relata su encuentro con un joven que
comenzó a vomitar toda clase de dudas y a negar las Escrituras.
Cuando Pollock le preguntó: “¿Con qué pecado está usted
condescendiendo?” El joven, destrozado, relató una escandalosa historia de
pecado y libertinaje.

Lo grave de este asunto está en el modo perverso en que el hombre se


enfurece contra Dios cuando sufre las consecuencias de sus propios
pecados. W. F. Adeney decía: “Es monstruoso acusar a la providencia de Dios
por padecer las consecuencias de acciones que explícitamente ha prohibido”.
¡Qué cierto es que: “todo aquél que hace lo malo, aborrece la luz y no viene
a la luz, para que sus obras no sean reprendidas”! (Jua_3:20). El apóstol
Pedro nos recuerda que los escarnecedores que “caminan según sus propios
malos deseos”, son “voluntariamente ignorantes”. Pollock comentó: “Esto
pone de manifiesto la importante verdad que la incapacidad y oposición para
aceptar la voluntad de Dios es en gran parte de carácter moral. Los hombres
desean continuar en sus pecados. La carne tiene una aversión natural hacia
Dios. Lo que ofende a los hombres es el carácter penetrante de la luz, y la
influencia restrictiva de la Biblia. No es tanto la cabeza la que tiene la culpa
sino el corazón.

“Jehová te pastoreará siempre.” Isa_58:11.

¿Qué te aqueja? ¿Has perdido tu camino? ¿Estás enredado en un siniestro


bosque y no puedes encontrar tus senderos? Quédate quieto, y mira la
salvación de Dios. Él conoce el camino, y Él te guiará en ese camino cuando
clames a Él.

Cada día trae su propia perplejidad. ¡Cuán dulce es sentir que la guía del
Señor es continua! Si nosotros escogemos nuestro propio camino, o
consultamos con carne y sangre, desechamos la guía del Señor; pero si nos
abstenemos de nuestra terquedad, entonces Él dirigirá cada paso de nuestro
camino, cada hora del día, y cada día del año, y cada año de nuestra vida. Si
nos dejamos guiar, seremos guiados. Si queremos confiar nuestro camino al
Señor, Él dirigirá nuestro curso de tal forma que no nos perderemos.

Pero noten a quién está hecha esta promesa. Lean el versículo previo: “Si
dieres tu pan al hambriento.” Debemos apiadarnos de otros, y darles, no sólo
tiesos mendrugos de pan, sino las mismas cosas que nosotros desearíamos
recibir. Si mostráramos un tierno cuidado por nuestros semejantes en la
hora de su necesidad, entonces el Señor cuidará de nuestras necesidades, y
se constituirá en nuestro continuo Guía. Jesús es el Líder, no de los
avarientos, ni de aquellos que oprimen al pobre, sino de los generosos y de
los que tienen un tierno corazón. Tales individuos son peregrinos que nunca
perderán su camino.

“No comeré hasta que haya dicho mi mensaje”


(Gen_24:33).

Debemos ser como el siervo de Abraham, que tenía un agudo sentido de


urgencia con relación a su misión. Esto no significa que tenemos que correr
en todas direcciones a la vez, movidos por una prisa nerviosa. La idea aquí
es que tenemos que cumplir la tarea que el Señor nos ha asignado como un
asunto de máxima prioridad, haciendo nuestra la actitud expresada por
Robert Frost:
Los bosques son deliciosos, para salir a caminar,
Pero tengo promesas que cumplir
Y gran trecho que ir antes de acostarme a descansar.

Amy Carmichael captó el espíritu de estas palabras y escribió: “Los votos de


Dios están sobre mí. No me detendré a jugar con las sombras o arrancar las
flores terrenales hasta que haya terminado mi obra y rendido cuentas”.
En otro lugar escribió:

Tan sólo doce cortas horas;


Oh, Buen pastor, Haz que en nosotros
Este sentido de urgencia nunca muera,
Qué junto a Ti busquemos a ovejas en cada collado.

Se ha dicho que Charles Simeon guardaba un cuadro de Henry Martyn en su


estudio y que a todos lados en que caminaba por la habitación, parecía que
Martyn le miraba y le decía: “Sé ardiente, sé ardiente; no pierdas el tiempo,
no pierdas el tiempo”. Y Simeon le replicaba: “Sí, seré ardiente; seré ardiente;
no perderé el tiempo, porque las almas perecen y Jesús debe ser glorificado”.

Escuchen la urgencia en las palabras del intrépido apóstol Pablo: “Pero una
cosa hago... Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús” (Flp_3:13-14).

Nuestro bendito Salvador vivió también con un sentido de urgencia,


oigámosle decir: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me
angustio hasta que se cumpla!” (Luc_12:50).

No hay disculpa para que los cristianos se duerman con los remos en las
manos.

La iniciativa contra soñar despiertos


"¡Levantaos, vámonos de aquí!", Jua_14:31

Soñar con respecto a algo, para poder hacerlo de una manera correcta, está
bien; pero soñar sobre eso, cuando deberíamos estar haciéndolo, está mal.
En este pasaje, después de haberles dicho esas palabras maravillosas a sus
discípulos, podríamos esperar que nuestro Señor les hubiera dicho que se
fueran y meditaran en ellas; pero Jesús nunca permitió que pasaran el
tiempo fantaseando. Cuando nuestro propósito es buscar a Dios y descubrir
su voluntad para nosotros, soñar despiertos es correcto y aceptable.

Sin embargo, cuando nuestra tendencia es a pasar el tiempo soñando


despiertos sobre lo que ya se nos ha ordenado hacer, esto es inaceptable y
Dios nunca lo podrá bendecir. Él tomará la iniciativa contra esa clase de
ensoñación y nos instará a la acción. Sus instrucciones para nosotros serán
en estos términos: “¡No te sientes ni te detengas ahí! ¡Sólo sigue adelante!"

Si estamos esperando en silencio delante de Dios después de que nos ha


dicho: Venid vosotros aparte, estamos meditando delante de Él para buscar
su voluntad (Mar_6:31). Sin embargo, cuidémonos de que Él sea la fuente de
todos tus sueños y deleites y con diligencia obedece lo que Él ha dicho.
Cuando estás enamorado, tú no te sientas y sueñas despierto todo el tiempo
con la persona amada, sino que vas y haces algo por ella. Eso es lo que
Jesucristo espera de nosotros. Soñar despierto después de que Dios ha
hablado indica que no confiamos en Él.

“Oirá el sabio, y aumentará el saber”


(Pro_1:5).

De acuerdo al libro de los Proverbios, la diferencia esencial entre el sabio y


el necio es que el sabio escucha y el necio no.

No se trata de la capacidad mental del necio ya que puede tener una


habilidad intelectual extraordinaria. El problema consiste en que no se le
puede decir nada. Trabaja bajo la ilusión fatal de que su conocimiento es
infinito y sus juicios, infalibles. Si sus amigos tratan de aconsejarle, reciben
a cambio su desdén. Observan cómo intentan escapar de los resultados
inevitables de sus acciones pecaminosas y estúpidas, pero ven con
pesimismo que no pueden alejarle del fracaso. El necio va de una crisis a
otra: Sus finanzas son un desastre. Su vida personal se bambolea. Sus
negocios están al borde de la ruina. Pero él argumenta que es la víctima de
una mala jugada de la vida. Nunca se le ha ocurrido pensar que él es su
propio enemigo. Es generoso cuando aconseja a los demás pero es incapaz
de manejar su propia vida. Además, es un parlanchín compulsivo que
discurre sin parar con el aplomo de un oráculo.

El sabio está hecho de mejor material. Se da cuenta de que los cables


mentales de cada uno han sido cruzados de alguna manera por la Caída.
Sabe que los demás pueden ver aspectos de un problema que él ha pasado
por alto. Está dispuesto a reconocer que su memoria a veces puede fallar. El
sabio es alguien que se deja enseñar y da la bienvenida a cualquier consejo
que le ayude a tomar decisiones correctas. Más de una vez solicita el consejo
de los demás porque sabe que: “en la multitud de consejeros hay seguridad”
(Pro_11:14). Como cualquier otro, algunas veces se equivoca. Pero tiene la
virtud de aprender de sus errores y hacer de cada fracaso un trampolín que
le lleve al triunfo. Se muestra agradecido cuando merece reprensión y está
dispuesto a decir: “Me equivoqué. Lo siento. Perdóname por favor”. Los hijos
sabios se someten a la disciplina de los padres; los necios se rebelan. Los
jóvenes sabios obedecen los preceptos escriturales referidos a la pureza
moral; los necios hacen lo que quieren. Los adultos sabios juzgan todas las
cosas pensando si éstas agradan al Señor; los necios actúan de acuerdo a sus
caprichos.

Es así que el sabio llega a ser más sabio y los necios se estrellan en la roca
de su propia locura.

“¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros,
y no buscáis la gloria que viene del Dios único?”
(Jua_5:44).

Se vale el Señor de estas palabras para señalar que no podemos buscar al


mismo tiempo la aprobación de Dios y de los hombres. Afirma también que
una vez que nos embarcamos en búsqueda de credenciales humanas, le
damos un duro golpe a la vida de la fe.

Por el mismo tenor, el apóstol Pablo expresa la inconsistencia moral de


desear la alabanza del hombre y la de Dios: “...pues si todavía agradara a los
hombres, no sería siervo de Cristo” (Gal_1:10b).

Había una vez un joven creyente que deseaba obtener un grado académico
avanzado en la teología, pero quería que fuera de una universidad
prestigiosa. Debía ser de un instituto bíblico famoso. Desafortunadamente,
las únicas instituciones de renombre que ofrecían ese grado negaban las
grandes verdades de la fe. Llegar a tener ese grado como parte de su
currículum significaba mucho para él, así que estuvo dispuesto a lograrlo
por medio de hombres que, aunque eruditos afamados, eran enemigos de la
Cruz de Cristo. El joven se corrompió inevitablemente en el proceso. Nunca
volvió a hablar con la misma convicción.
El deseo de ser reconocidos por el mundo como eruditos o científicos
entraña grandes riesgos. Cuando se asume una postura liberal existe el
peligro sutil de comprometer y sacrificar nuestros principios bíblicos, y de
llegar a ser un crítico más severo de los fundamentalistas que de los
modernistas.

Los institutos cristianos están frente a una decisión agonizante: si deben


buscar credenciales como escuelas de reputación en el mundo académico.
La ambición por ser “acreditado” a menudo les conduce a atenuar los énfasis
bíblicos y adoptar principios carnales establecidos por hombres que no
tienen el Espíritu.
Lo que debemos anhelar con todo el corazón es ser “aprobados por Dios”.
La alternativa es muy costosa, porque: “en la moneda con la que vendemos
la verdad aparece siempre perceptible la imagen del Anticristo” (F. W. Grant).

“Jehová los destruirá... y tú los echarás, y los destruirás enseguida”


(Deu_9:3).

En todos los tratos de Dios con la humanidad hay una interesante fusión de
lo divino y lo humano. Tomemos la Biblia como ejemplo. En ella se destacan
el autor Divino y los autores humanos que escribieron movidos por el
Espíritu Santo.

En lo tocante a la salvación, ésta pertenece al Señor de principio a fin. No


hay nada que un hombre pueda hacer para ganarla o merecerla; pero debe
recibirla por la fe. Dios elige individuos para la salvación, no obstante, éstos
tienen que entrar por la puerta angosta. Por esta razón Pablo escribe a Tito
acerca de: “la fe de los escogidos de Dios” (Tit_1:1).

Desde el punto de vista divino somos “guardados por el poder de Dios”. Sin
embargo, también existe la parte humana: “mediante la fe” (1Pe_1:5).
“Guardados por el poder de Dios mediante la fe”.

Solamente Dios puede hacerme santo. Sin embargo, no me hará santo sin mi
cooperación. Debo añadir a mi fe virtud, conocimiento, dominio propio,
paciencia, piedad, afecto fraternal y amor (2Pe_1:5-7) y vestirme de toda la
armadura de Dios (Efe_6:13-18). Debo despojarme del viejo hombre,
vestirme del nuevo hombre (Efe_4:22-24) y caminar en el espíritu (Gal_5:16).

Encontramos la mezcla de lo divino y lo humano en toda el área del


ministerio cristiano. Pablo planta, Apolos riega, mas Dios da el crecimiento
(1Co_3:6).

En lo que respecta al liderazgo en la iglesia local, aprendemos que sólo Dios


puede hacer de un hombre un anciano. Pablo recordó a los ancianos de éfeso
que era el Espíritu Santo quien les había hecho sobreveedores (Hch_20:28).
Sin embargo, la voluntad del hombre está implicada: Debe anhelar el
obispado (1Ti_3:1).

Por último, en el texto de este día vemos que es Dios quien destruye a
nuestros enemigos, pero somos nosotros quienes debemos echarlos y
destruirlos. (Deu_9:3).
Para poder llegar a ser cristianos equilibrados, debemos reconocer esta
fusión de lo divino y lo humano. Debemos orar como si todo dependiese de
Dios pero trabajar como si todo dependiera de nosotros. Algunos soldados
solían decir en tiempo de guerra: “Alabado sea Dios, y pasa las municiones”,
o como alguien sugirió: debemos orar por una buena cosecha y mantener el
azadón en la mano. Decimos de forma más castiza: “a Dios rogando y con el
mazo dando”.

¿Ahora creéis?
"…Por eso creemos... ¿Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?" Jua_16:30-31
Ahora creemos. Pero Jesús dice: "¿De veras? Llegará el momento en que me
dejarán sólo" (ver Jua_16:32). Muchos obreros cristianos han dejado solo a
Jesucristo y se han puesto a trabajar por el sentido del deber o porque, de
acuerdo con su discernimiento personal, lo perciben como algo necesario.
Esto se debe a la ausencia de la vida nueva que Jesús nos dio al resucitar. El
alma se ha desviado del contacto íntimo con Dios y se apoya en su propio
entendimiento religioso. No es un pecado deliberado y, por lo tanto, no
implica un castigo. Pero cuando la persona se da cuenta de la manera en que
ha obstruido su entendimiento de Jesucristo y se ha acarreado
incertidumbres, penas y dificultades, tiene que regresar con vergüenza y
dolor.
Necesitamos depender con mayor profundidad de la vida nueva en Cristo.
Debemos buscar continuamente su consejo para todo, en lugar de tomar
nuestras propias decisiones racionales y luego pedirle que las bendiga. Él no
puede bendecirlas, lo cual no depende de su soberanía, pues esas decisiones
están alejadas de la realidad. Si hacemos algo simplemente por el sentido
del deber, estamos tratando de vivir según una norma que rivaliza con el
Señor Jesucristo. Nos volvemos personas orgullosas y arrogantes porque
creemos saber qué hacer en cada situación. Hemos colocado el sentido del
deber en el trono en vez de la vida eterna en Cristo. No se nos dice que
andemos en la luz de nuestra conciencia o de un sentido del deber, sino que
andemos en la luz como Él está en la luz (1Jn_1:7). Cuando hacemos algo
por el sentido del deber, lo podemos justificar por medio de argumentos.
Pero cuando lo hacemos en obediencia al Señor, no puede haber otra
explicación, sólo la obediencia. Por esta razón es que a un santo lo pueden
ridiculizar tan fácilmente.

“Pero bendecirá la morada de los justos.” Pro_3:33.

El justo teme al Señor y por tanto está bajo la protección divina incluso en
cuanto al techo que le cubre a él y a su familia. Su casa es una morada de
amor, una escuela de entrenamiento santo, y un lugar de luz celestial. En ella
hay un altar familiar donde el nombre del Señor es tenido diariamente en
reverencia. Por ello el Señor bendice su habitación. Puede ser una casita
humilde o una mansión señorial; pero la bendición del Señor llega debido al
carácter del habitante, y no debido al tamaño de la morada.
El hogar en el que el señor y la señora son personas temerosas de Dios, es
sumamente bendecido; pero un hijo o una hija o incluso un sirviente pueden
atraer una bendición sobre todo el hogar. El Señor con frecuencia preserva,
prospera y provee a toda una familia por causa de uno o dos de sus
miembros, que son personas “justas” en Su estimación, porque Su gracia los
ha hecho así. Amados, hemos de tener a Jesús como nuestro huésped
constante, así como lo tenían las hermanas de Betania, y entonces seremos
en verdad bendecidos.

Hemos de procurar ser justos en todas las cosas: en nuestro negocio, en


nuestro juicio sobre los demás, en nuestro trato con los vecinos, y en nuestro
propio carácter personal. Un Dios justo no puede bendecir transacciones
injustas.

¿Es Él, realmente Señor?


"Con tal que acabe mi carrera con gozo y el ministerio que recibí del
Señor Jesús...", Hch_20:24

El gozo significa el perfecto cumplimiento de aquello para lo cual fui creado


y nací de nuevo, y no la realización exitosa de mis escogencias personales.
El gozo de nuestro Señor procedía de la ejecución de lo que el Padre le había
enviado a hacer. Y Él nos dice: ...Como me envió el Padre, así también yo os
envió (Jua_20:21). ¿Recibiste un Ministerio del Señor? Si es así, debes ser fiel
a él, estimando tu vida como preciosa tan sólo para el cumplimiento de ese
ministerio. Piensa en la satisfacción de escuchar que Jesús te diga: Bien, buen
siervo y fiel (Mat_25:21), de saber que has llevado a cabo lo que te envió a
hacer. Todos debemos hallar un lugar en la vida y espiritualmente lo
encontramos cuando recibimos un ministerio del Señor. Para lograrlo,
debemos tener comunión íntima con Jesús, conocerlo no sólo como nuestro
Salvador personal, y estar dispuestos a experimentar el efecto pleno de
Hch_9:16, ...yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.

¿Me quieres? Entonces, apacienta mis ovejas (Jua_21:17). Él no nos está


dando a escoger cómo podemos servirle. Está pidiendo absoluta fidelidad a
su comisión, una fidelidad que podemos discernir cuando estamos en la
comunión más cercana posible con Dios. Si tú has recibido un ministerio del
Señor Jesús, sabrás que la necesidad no es lo mismo que el llamamiento: la
necesidad es la oportunidad de ejercerlo. El llamamiento consiste en ser fiel
al ministerio recibido cuando estabas en una verdadera comunión con Él.
Esto no implica que existe toda una serie de diferentes ministerios que están
señalados para ti. Significa que (tendrás que ser sensible a lo que Dios te ha
llamado a hacer, lo cual a veces puede requerir que pases por alto las
exigencias de servicio en otras áreas.
"Entonces Pedro comenzó a decirle: Nosotros lo hemos dejado todo y te
hemos seguido", Mar_10:28

Y nuestro Señor le responde, en efecto, que esta entrega es por Él mismo y


no por lo que los discípulos pudieran obtener (Mar_10:29). Cuídate de la
entrega motivada por los beneficios personales. Por ejemplo: "Me voy a
rendir a Dios porque quiero ser liberado del pecado, porque deseo ser
santificado". La liberación del pecado y la santificación surgen como
resultado de estar bien con Dios, pero esta actitud indudablemente no hace
parte de la verdadera naturaleza del cristianismo. Nuestra motivación para
rendirnos a Él de ninguna manera puede ser la de una ganancia personal.
Nos hemos vuelto tan egocéntricos que sólo acudimos a Dios para recibir
algo de Él y no por Él mismo. Es como si dijéramos: "No, Señor, no te quiero
a ti, me quiero a mi mismo. Pero deseo que me limpies y me llenes con tu
Espíritu Santo. Quiero que me exhibas en tu vitrina y que yo pueda decir:
"Esto es lo que Dios ha hecho por mí". Ir al cielo, ser librados del pecado y
convertirnos en personas útiles para Dios son bendiciones que nunca se
deben tomar en cuenta para una entrega verdadera. Una rendición total y
auténtica es una decisión personal y absoluta por Jesucristo mismo.
¿En dónde queda Él cuando nos preocupan nuestras relaciones naturales? La
mayoría de nosotros lo abandonamos: "Sí, Señor. Oí tu llamado, pero mi
familia me necesitaba. Además, yo tengo mis propios intereses.
Sencillamente no puedo seguir adelante. "Entonces", Jesús dice, "no puedes
ser mi discípulo" (ver Luc_9:57-62 y 14:26-33).
La verdadera entrega siempre es superior a nuestra devoción natural al
Señor. Ella sobrepasa al apego o lealtad naturales y, Dios, en su propia
entrega a nosotros abrirá sus brazos para bendecir a todos aquellos a
quienes tuviste que herir al rendirte. Cuídate de abandonar tu entrega a Dios
y quedarte en algún punto del camino. La mayoría de nosotros sólo tiene
una visión de lo que es rendirse a Él, pero nunca lo ha experimentado
verdaderamente.

“Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene,
aun lo que tiene se le quitará”
(Luc_19:26).
La palabra “tiene” en este texto significa más que mera posesión. Incluye la
idea de obedecer lo que hemos aprendido y de usar lo que nos ha sido dado.
En otras palabras, no se refiere solamente a lo que tenemos sino a lo que
hacemos con lo que tenemos.

Aquí hay un gran principio para nosotros. En la medida en que caminamos


a la luz que hemos recibido, Dios nos da más luz. El hombre que progresa
más en la vida cristiana es aquel que está determinado a hacer lo que la Biblia
dice, aun si ve que nadie a su alrededor la obedece. En otras palabras, no es
un asunto del cociente de inteligencia lo que realmente sirve, es el cociente
de obediencia. Las Escrituras abren sus tesoros al corazón obediente. Bien
dice Oseas: “Conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová” (Luc_6:3).
Cuanto más practicamos lo que nos ha sido enseñado, mucho más el Señor
se nos revelará. La información más aplicación lleva a la multiplicación. Pero
la información sin aplicación conduce al estancamiento.

Este principio se aplica también al empleo de nuestros dones y talentos. El


hombre que con su talento ganó otros diez talentos fue alabado por el Señor:
“Bien, buen siervo y fiel... sobre mucho te pondré”. Y al hombre que con su
talento ganó otros cinco también el Señor le dijo: “sobre mucho te pondré”
(Mat_25:16-19).
Esto nos muestra que cuando cumplimos cabalmente con nuestras
responsabilidades el Señor nos recompensa con privilegios y
responsabilidades aún mayores. El hombre que con su talento no hizo nada,
lo perdió. De acuerdo con esto, aquellos que no quieren utilizar lo que
poseen para el Señor, lo perderán inevitablemente. “Si no lo usas, lo pierdes”.

Cuando dejamos de utilizar alguna parte del cuerpo, ésta se atrofia y se


estropea; el uso constante es esencial para que podamos desarrollarnos
normalmente. Lo mismo sucede con la vida espiritual. Si enterramos nuestro
don, ya sea por timidez o por pereza, pronto encontraremos que Dios nos
pone a un lado y utilizará a otros en nuestro lugar.

Por lo tanto, es de la mayor importancia que obedezcamos los preceptos de


la Escritura, reclamemos las promesas y echemos mano de toda la capacidad
que Dios nos ha dado.

“Ciertamente la ira del hombre te alabará; Tú reprimirás el resto de las


iras”
(Sal_76:10).
Una de las características más fascinantes de la historia humana es la
manera en que Dios hace que la ira del hombre le alabe. Desde los días de la
caída, el hombre ha amenazado con el puño a Dios, a Su pueblo y Su causa.
En vez de juzgar esa ira en aquel momento, el Señor la utiliza y la aprovecha
para Su gloria y la bendición de Su pueblo.

Un grupo de hombres hicieron planes perversos contra su hermano,


vendiéndole a una banda de nómadas que le llevaron a Egipto. Al pasar el
tiempo Dios lo levantó para llegar a ser el segundo en importancia después
del Faraón e hizo de él el salvador de su pueblo. Más tarde José les recordó
a sus hermanos: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó
a bien” (Gen_50:20).
La rabia de Amán contra los judíos resultó en su propia destrucción y en la
exaltación de aquellos a quienes buscaba destruir.

Tres jóvenes hebreos fueron arrojados en un horno de fuego tan caliente


que consumió a aquellos que los arrojaron. Pero los hebreos salieron de él
intactos sin siquiera oler a humo. El rey pagano decretó enseguida que
cualquiera que dijera una palabra contra el Dios de los judíos sufriera la
pena de muerte.
Daniel fue arrojado al foso de los leones porque oraba al Dios del cielo. Pero
de su milagrosa liberación resultó otro decreto emitido por el gobernante
pagano en el que demandaba reverencia y respeto por el Dios de Daniel.

Cuando llegamos a la era del Nuevo Testamento, la persecución de la iglesia


se transformó en una difusión aún más veloz del evangelio. El martirio de
Esteban llevaba consigo la semilla de la conversión de Salo. El
encarcelamiento de Pablo produjo cuatro cartas que vinieron a ser parte de
la Santa Biblia.
Más tarde, las cenizas de Juan Has fueron lanzadas a un río, y por
dondequiera que éste pasaba, el evangelio le siguió un poco más adelante.

Los hombres despedazan la Biblia y la arrojan al viento, pero alguien levanta


al azar una página, la lee y se salva gloriosamente. Los hombres se burlan de
la doctrina de la segunda venida de Cristo, y con ello cumplen la profecía de
que en los últimos días aparecerían burladores (2Pe_3:3-4).
Así Dios hace que la ira del hombre le alabe, pero al final reprimirá el resto
de las iras.

“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.” Stg_4:8.

Entre más nos acerquemos a Dios, más misericordiosamente se revelará a


nosotros. Cuando el hijo pródigo regresó a su padre, el padre corrió a
recibirlo. Cuando la errante paloma regresó al arca, Noé extendió su mano y
la hizo entrar consigo. Cuando la tierna esposa busca la compañía de su
marido, él viene a ella sobre las alas del amor. Vamos, entonces, querido
amigo, acerquémonos a Dios, que nos espera lleno de gracia, sí, y sale a
recibirnos.
¿Advirtieron alguna vez ese pasaje en Isa_58:9? Allí nos da la impresión de
que el Señor se pone a la disposición de Su pueblo, diciéndole: “Heme aquí”.
Equivale a decir: “¿qué tienes que decirme? ¿Qué puedo hacer por ti? Estoy
esperándote para bendecirte.” ¿Cómo podríamos dudar en acudir a Él? Dios
está cerca para perdonar, para bendecir, para consolar, para ayudar, para
revivir y para liberar. Nuestro primer propósito debe ser acercarnos a Dios.
Hecho esto, todo estará hecho. Si nos acercamos a otros, podrían cansarse
de nosotros y dejarnos muy pronto; pero si buscamos solamente al Señor,
Su mente no cambiará, sino que continuará acercándose más y aún más a
nosotros mediante una comunión más plena y más gozosa.
“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”

(Pro_23:7).

A.P. Gibbs acostumbraba a decir: “No eres lo que piensas que eres, sino
lo que piensas, eso eres”. Esto significa que la mente es el manantial de
donde fluye la conducta. Controla la fuente y controlarás lo que fluye de
ella.

Por lo tanto, lo fundamental es controlar los pensamientos. Por eso


Salomón decía: “Por encima de todo, guarda tu corazón; porque de él
mana la vida” (Pro_4:23).
Aquí el corazón es sinónimo de la mente.

Santiago nos recuerda que el pecado tiene su origen en la mente


(Stg_1:13-15). Si pensamos mucho tiempo en una cosa, terminaremos
haciéndola.

Siembra un pensamiento y cosecharás un acto.


Siembra un acto y cosecharás un hábito.
Siembra un hábito y cosecharás un carácter.
Siembra un carácter y cosecharás un destino.

El Señor Jesús enfatizó la importancia de los pensamientos, al equiparar


el odio con el asesinato (Mat_5:21-22) y la mirada codiciosa con el
adulterio (Mat_5:28). También enseñó que no es lo que el hombre come
lo que le contamina, sino lo que piensa (Mar_7:14-23).

Somos responsables de lo que pensamos ya que tenemos el poder de


controlarlo. Podemos pensar en situaciones lascivas y provocativas o en
lo que es puro y es como Cristo. Cada uno de nosotros es como un rey. El
imperio que gobernamos es nuestra vida pensante. Ese imperio tiene un
tremendo potencial para el bien y para el mal. Nosotros somos los que
determinamos cuál de los dos será.
En lo que sigue ofrezco algunas sugerencias positivas que nos ayudarán
en cuanto a lo que podemos hacer. Primero, pongamos este asunto a los
pies del Señor en oración y digámosle: “Crea en mí, oh Dios, un corazón
limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal_51:10). Segundo,
juzguemos todo cuanto pensamos considerando cómo aparece en la
presencia de Cristo (2Co_10:5). Tercero, confesemos cada mal
pensamiento de inmediato y desechémoslo (Pro_28:13). Seguidamente,
procuremos no tener nuestra mente vacía, en blanco. Llenémosla con
pensamientos positivos y dignos (Flp_4:8). Quinto, disciplinémonos
acerca de lo que leemos, vemos y oímos. No se puede esperar tener
pensamientos puros si alimentamos a la mente con suciedad e
inmundicias. Finalmente, mantengámonos ocupados para el Señor.
Cuando nuestra mente está en una situación neutral, muchas fantasías
despreciables buscarán entrar.

“Enviaré delante de ti la avispa, que eche fuera al heveo, al cananeo y al


heteo, de delante de ti.” Éxo_23:28.

No necesitamos considerar qué eran esas avispas. Constituían el propio


ejército de Dios que Él envió delante de Su pueblo para que picaran a sus
enemigos, y tornaran fácil la conquista de Israel. Con Sus propios
instrumentos elegidos nuestro Dios peleará por Su pueblo y hostigará a Sus
enemigos, antes de que entren en la batalla propiamente dicha.
Con frecuencia Él confunde a los adversarios de la verdad con métodos en
los que los propios reformadores no tienen ingerencia. El aire está lleno de
misteriosas influencias que acosan a los enemigos de Israel. En el
Apocalipsis leemos que “La tierra ayudó a la mujer”.
No hemos de temer nunca. Las estrellas en sus órbitas luchan contra los
enemigos de nuestras almas. Muy a menudo, cuando marchamos al conflicto,
no encontramos ningún
ejército con el que contender. “Jehová peleará por vosotros, y vosotros
estaréis tranquilos.” Las avispas del Señor pueden hacer más que nuestras
armas. Nunca podríamos soñar con que la victoria fuera obtenida por tales
medios como los que usa Jehová. Nosotros debemos obedecer nuestras
órdenes de marcha y salir a la conquista de las naciones por Jesús, y
descubriremos que el Señor ha ido delante de nosotros, y ha preparado el
camino, de tal manera que al final confesaremos con júbilo: “Su diestra lo ha
salvado, y su santo brazo.”

S-ar putea să vă placă și