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En esta vida tan apresurada que vivimos, a veces nos sumergimos tanto en
nuestros compromisos que nos olvidamos de dónde realmente viene nuestro
sustento.
Así mismo, nos podemos olvidar de una palabra sencilla pero maravillosa:
«contentamiento». Según el Diccionario de la lengua española
contentamiento, es estar contento, satisfecho, pero la Biblia profundiza aún
más en su verdadero significado, una satisfacción interior que no exige
cambios en circunstancias externas.
Cuando miramos las circunstancias que nos rodean, nos quedamos siempre
insatisfechos, nos sentimos quejumbrosos frente a lo que nos falta y esto
nos impide ver lo mucho que tenemos. Recientemente, hablando con una
amiga sobre esto, vinieron a mi mente varios versículos que iluminaron mi
corazón:
1. Hebreos 13:5 «Contentos con lo que tienen AHORA; porque él dijo: No
te desampararé, ni te dejaré».
2. Filipenses 4:19 «Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a
sus riquezas en gloria en Cristo Jesús».
3. Mateo 6:11 «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy».
Estos versículos nos enseñan que la historia no ha terminado, que esto que
Dios nos ha dado es lo que necesitamos «ahora», «hoy». Nos invita a estar
satisfechos y contentos; y nos promete que en la medida en que
mantengamos ese contentamiento recibiremos más.
Como las lecciones del mana, el que recogió mucho no le sobro y el que
recogió poco, no le hizo falta.
Nada es perfecto en esta vida. La risa está mezclada con pesar y hasta los
diamantes más hermosos tienen defectos. Cada persona tiene en su carácter
algo defectuoso. En todas las cosas de la vida, siempre encontraremos un
gusano en la manzana.
Son muchos los jóvenes que piensan que su familia es la única en la que
surgen altercados, o que sus padres son los únicos que no tienen
personalidades centelleantes como las estrellas de la televisión.
Hay un límite para la aflicción. Dios la envía y Dios la quita. ¿Acaso suspiras
y dices: “cuándo acabará”? Recuerda que nuestras congojas acabarán segura
y finalmente cuando termine esta pobre vida terrenal. Esperemos
quietamente, y acatemos pacientemente la voluntad de Dios hasta que Él
venga.
Mientras tanto, nuestro Padre en el cielo retirará la vara cuando Su designio
al usarla esté plenamente cumplido. Cuando Él haya azotado nuestra
necedad, no habrá más golpes. O, si la aflicción fuere enviada para
probarnos, para que nuestras gracias glorifiquen a Dios, acabará cuando el
Señor nos haya conducido a dar testimonio para Su alabanza. No queremos
que la aflicción se vaya mientras Dios no haya extraído todavía todo el honor
que podamos rendirle.
Hoy podría haber “una grande bonanza”. ¿Quién podría saber cuándo esas
furibundas ondas darán paso a un mar de cristal, y los pájaros marinos se
posen sobre las delicadas olas? Después de una prolongada tribulación el
flagelo es colgado y el trigo descansa en el granero. Podríamos, antes de que
pasen muchas horas, ser tan felices como ahora estamos tristes. Para el
Señor no es difícil convertir a la noche en día. Él, que envía las nubes, puede
con igual facilidad limpiar los cielos. Tengamos buen ánimo. El futuro será
mejor que el pasado. Cantemos Aleluya en anticipación.
Cada día trae su propia perplejidad. ¡Cuán dulce es sentir que la guía del
Señor es continua! Si nosotros escogemos nuestro propio camino, o
consultamos con carne y sangre, desechamos la guía del Señor; pero si nos
abstenemos de nuestra terquedad, entonces Él dirigirá cada paso de nuestro
camino, cada hora del día, y cada día del año, y cada año de nuestra vida. Si
nos dejamos guiar, seremos guiados. Si queremos confiar nuestro camino al
Señor, Él dirigirá nuestro curso de tal forma que no nos perderemos.
Pero noten a quién está hecha esta promesa. Lean el versículo previo: “Si
dieres tu pan al hambriento.” Debemos apiadarnos de otros, y darles, no sólo
tiesos mendrugos de pan, sino las mismas cosas que nosotros desearíamos
recibir. Si mostráramos un tierno cuidado por nuestros semejantes en la
hora de su necesidad, entonces el Señor cuidará de nuestras necesidades, y
se constituirá en nuestro continuo Guía. Jesús es el Líder, no de los
avarientos, ni de aquellos que oprimen al pobre, sino de los generosos y de
los que tienen un tierno corazón. Tales individuos son peregrinos que nunca
perderán su camino.
Escuchen la urgencia en las palabras del intrépido apóstol Pablo: “Pero una
cosa hago... Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús” (Flp_3:13-14).
No hay disculpa para que los cristianos se duerman con los remos en las
manos.
Soñar con respecto a algo, para poder hacerlo de una manera correcta, está
bien; pero soñar sobre eso, cuando deberíamos estar haciéndolo, está mal.
En este pasaje, después de haberles dicho esas palabras maravillosas a sus
discípulos, podríamos esperar que nuestro Señor les hubiera dicho que se
fueran y meditaran en ellas; pero Jesús nunca permitió que pasaran el
tiempo fantaseando. Cuando nuestro propósito es buscar a Dios y descubrir
su voluntad para nosotros, soñar despiertos es correcto y aceptable.
Es así que el sabio llega a ser más sabio y los necios se estrellan en la roca
de su propia locura.
“¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros,
y no buscáis la gloria que viene del Dios único?”
(Jua_5:44).
Había una vez un joven creyente que deseaba obtener un grado académico
avanzado en la teología, pero quería que fuera de una universidad
prestigiosa. Debía ser de un instituto bíblico famoso. Desafortunadamente,
las únicas instituciones de renombre que ofrecían ese grado negaban las
grandes verdades de la fe. Llegar a tener ese grado como parte de su
currículum significaba mucho para él, así que estuvo dispuesto a lograrlo
por medio de hombres que, aunque eruditos afamados, eran enemigos de la
Cruz de Cristo. El joven se corrompió inevitablemente en el proceso. Nunca
volvió a hablar con la misma convicción.
El deseo de ser reconocidos por el mundo como eruditos o científicos
entraña grandes riesgos. Cuando se asume una postura liberal existe el
peligro sutil de comprometer y sacrificar nuestros principios bíblicos, y de
llegar a ser un crítico más severo de los fundamentalistas que de los
modernistas.
En todos los tratos de Dios con la humanidad hay una interesante fusión de
lo divino y lo humano. Tomemos la Biblia como ejemplo. En ella se destacan
el autor Divino y los autores humanos que escribieron movidos por el
Espíritu Santo.
Desde el punto de vista divino somos “guardados por el poder de Dios”. Sin
embargo, también existe la parte humana: “mediante la fe” (1Pe_1:5).
“Guardados por el poder de Dios mediante la fe”.
Solamente Dios puede hacerme santo. Sin embargo, no me hará santo sin mi
cooperación. Debo añadir a mi fe virtud, conocimiento, dominio propio,
paciencia, piedad, afecto fraternal y amor (2Pe_1:5-7) y vestirme de toda la
armadura de Dios (Efe_6:13-18). Debo despojarme del viejo hombre,
vestirme del nuevo hombre (Efe_4:22-24) y caminar en el espíritu (Gal_5:16).
Por último, en el texto de este día vemos que es Dios quien destruye a
nuestros enemigos, pero somos nosotros quienes debemos echarlos y
destruirlos. (Deu_9:3).
Para poder llegar a ser cristianos equilibrados, debemos reconocer esta
fusión de lo divino y lo humano. Debemos orar como si todo dependiese de
Dios pero trabajar como si todo dependiera de nosotros. Algunos soldados
solían decir en tiempo de guerra: “Alabado sea Dios, y pasa las municiones”,
o como alguien sugirió: debemos orar por una buena cosecha y mantener el
azadón en la mano. Decimos de forma más castiza: “a Dios rogando y con el
mazo dando”.
¿Ahora creéis?
"…Por eso creemos... ¿Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?" Jua_16:30-31
Ahora creemos. Pero Jesús dice: "¿De veras? Llegará el momento en que me
dejarán sólo" (ver Jua_16:32). Muchos obreros cristianos han dejado solo a
Jesucristo y se han puesto a trabajar por el sentido del deber o porque, de
acuerdo con su discernimiento personal, lo perciben como algo necesario.
Esto se debe a la ausencia de la vida nueva que Jesús nos dio al resucitar. El
alma se ha desviado del contacto íntimo con Dios y se apoya en su propio
entendimiento religioso. No es un pecado deliberado y, por lo tanto, no
implica un castigo. Pero cuando la persona se da cuenta de la manera en que
ha obstruido su entendimiento de Jesucristo y se ha acarreado
incertidumbres, penas y dificultades, tiene que regresar con vergüenza y
dolor.
Necesitamos depender con mayor profundidad de la vida nueva en Cristo.
Debemos buscar continuamente su consejo para todo, en lugar de tomar
nuestras propias decisiones racionales y luego pedirle que las bendiga. Él no
puede bendecirlas, lo cual no depende de su soberanía, pues esas decisiones
están alejadas de la realidad. Si hacemos algo simplemente por el sentido
del deber, estamos tratando de vivir según una norma que rivaliza con el
Señor Jesucristo. Nos volvemos personas orgullosas y arrogantes porque
creemos saber qué hacer en cada situación. Hemos colocado el sentido del
deber en el trono en vez de la vida eterna en Cristo. No se nos dice que
andemos en la luz de nuestra conciencia o de un sentido del deber, sino que
andemos en la luz como Él está en la luz (1Jn_1:7). Cuando hacemos algo
por el sentido del deber, lo podemos justificar por medio de argumentos.
Pero cuando lo hacemos en obediencia al Señor, no puede haber otra
explicación, sólo la obediencia. Por esta razón es que a un santo lo pueden
ridiculizar tan fácilmente.
El justo teme al Señor y por tanto está bajo la protección divina incluso en
cuanto al techo que le cubre a él y a su familia. Su casa es una morada de
amor, una escuela de entrenamiento santo, y un lugar de luz celestial. En ella
hay un altar familiar donde el nombre del Señor es tenido diariamente en
reverencia. Por ello el Señor bendice su habitación. Puede ser una casita
humilde o una mansión señorial; pero la bendición del Señor llega debido al
carácter del habitante, y no debido al tamaño de la morada.
El hogar en el que el señor y la señora son personas temerosas de Dios, es
sumamente bendecido; pero un hijo o una hija o incluso un sirviente pueden
atraer una bendición sobre todo el hogar. El Señor con frecuencia preserva,
prospera y provee a toda una familia por causa de uno o dos de sus
miembros, que son personas “justas” en Su estimación, porque Su gracia los
ha hecho así. Amados, hemos de tener a Jesús como nuestro huésped
constante, así como lo tenían las hermanas de Betania, y entonces seremos
en verdad bendecidos.
“Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene,
aun lo que tiene se le quitará”
(Luc_19:26).
La palabra “tiene” en este texto significa más que mera posesión. Incluye la
idea de obedecer lo que hemos aprendido y de usar lo que nos ha sido dado.
En otras palabras, no se refiere solamente a lo que tenemos sino a lo que
hacemos con lo que tenemos.
(Pro_23:7).
A.P. Gibbs acostumbraba a decir: “No eres lo que piensas que eres, sino
lo que piensas, eso eres”. Esto significa que la mente es el manantial de
donde fluye la conducta. Controla la fuente y controlarás lo que fluye de
ella.