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Macdonalización Médica o la Macdonalización de la práctica médica

Laura Collin (2013) Medicina macdonalizada o la macdonalización de la práctica médica, en Scripta


Ethnologica Vol XXV, 31-54 Indexada Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades
(CLASE), International Bibliography of the Social Sciences, International Union of Anthropological
and Ethnological Sciences (IUAES), Latindex y Religious and Theological Abstracts ISSN: 0325-6669

Laura Collin Harguindeguy[1]

El artículo sostiene que la confrontación entre los sistemas de salud pública, propios de los estados
de bienestar y la medicina privatizada, si bien responden a fines diversos, comparten la lógica de la
reproducción ampliada aplicada al ejercicio médico. La critica del modelo biomédico público o
privado retoma los cuestionamientos que formulara Illich en los setenta. Concluye analizando la
relación entre las llamadas medicinas alternativas con el movimiento alternativo en general.

El Contexto
La practica médica en el pasado Siglo ha transitado del ejercicio liberal de la profesión a su
inclusión en los llamados Sistemas de Salud Publica y mas recientemente al negocio de la
salud, o con mayor precisión descriptiva al negocio de la enfermedad y la estética. Estas
transformaciones corresponden con cambios relativos al modelo o la forma que adopta la
sociedad industrial moderna, que ha transitado por etapas sucesivas. El llamado Estado de
Bienestar o Interventor tuvo su auge a nivel mundial –aunque en algunos países no mas
allá del discurso−, desde finales de la segunda guerra mundial, su decadencia comienza
según algunos analistas, con la crisis del petróleo de 1973 (Aglietta, 1979). Su acta de
defunción se firma con el Consenso de Washington en 1982, a partir del cual predominaría
el denominado neoliberalismo (Bustelo, 2003).

El Estado de Bienestar como su nombre lo indica reivindica la función del estado en


la satisfacción de las necesidades humanas, en la regulación de las relaciones sociales y la
intervención en aspectos económicos (Bobbio, 1991). Asume una posición garantista, en
tanto las necesidades humanas son interpretadas como derechos, y en ese sentido,
incorporadas a las respectivas constituciones nacionales (derecho a la alimentación, a la
educación y desde luego a la salud), derechos que deben ser garantizados por el estado,
que mediante el sistema impositivo ejerce una función redistributiva y al que se accede
por la condición de ciudadano (Karol, 2001).

El neoliberalismo, notoriamente opuesto a la intervención del estado sobre la


economía, propugna por la transferencia de las necesidades al mercado, donde la
población supuestamente tendría la capacidad de elegir como satisfacerlas, en realidad de
acuerdo con su capacidad adquisitiva, de allí que promuevan los servicios privados.

El Estado de Bienestar –o interventor de acuerdo con sus críticos-fue hegemónico,


es decir que sus postulados operaron como ideas dominantes, desde finales de la segunda
guerra mundial. Hoy en día se reconoce a la crisis petrolera de 1973, como el hito que
marca el inicio de su decadencia. Al concluir la segunda guerra parecía haber consenso en
torno a la propuesta keynesiana sobre la necesidad de la intervención gubernamental
para regular las fuerzas destructoras del mercado, después de dos guerras mundiales
resultado del liberalismo decimonónico, tan parecido al actual. En estos 30 años, llamados
gloriosos por los franceses, o dorados (Hobsbawm, 1998), los gobiernos protegieron y
alentaron los mercados nacionales, con medidas proteccionistas y limites a la inversión
extranjera. También fue el momento en que crecieron los sistemas de seguridad social y la
clase media.

En cada etapa predomino un sistema médico, que a primeras luces aparecen como
contrapuestos, el uno basado en premisas garantistas, pues parte de considerar a la salud
como un derecho inalienable de la condición ciudadana, mientras que la lógica de
mercado oferta servicios de salud como una mercancía mas, con sus niveles de calidad y
status en función de lo que el cliente – que ya no paciente-, pueda pagar.

Cada uno opera de manera diferente, el de salud pública recurre al mecanismo de


la solidaridad generalizada o intergeneracional1, que se define en cuanto cada cual aporta al
sistema de seguridad social según su capacidad contributiva y recibe prestaciones de acuerdo
a sus necesidades, mientras que el sistema de mercado apela a la autonomía individual.
Opuestos en cuanto a los mecanismos de acceso a los servicios de salud comparten sin
embargo dos cosas: el concepto de superioridad ontológica del sistema biomédico, y el de
el proceso de la prestación de atención médica.

El aspecto relativo a las concepciones sobre la salud ha sido ampliamente


analizado por Idoyaga Molina ( ), en este caso pretendo abordar la lógica que subyace a la
atención de la salud, tanto en el ejercicio médico como en los servicios asociados
(servicios hospitalarios, análisis clínicos, e industria farmacéutica). Propongo que la lógica
implícita tanto en la salud publica como la privatizada y que además caracteriza a la
sociedad industrial moderna es la de la reproducción ampliada y las cadenas productivas.

1
La solidaridad implica la del sano con el enfermo, la del joven con el anciano (intergeneracional u
horizontal), pero también entre las personas de diferentes ingresos, de los que más tienen a los que menos
tienen (intra generacional o vertical), incluso solidaridad geográfica entre regiones con más recursos y otras
más pobres ( OIT, 2002).
Estado de bienestar: Salud pública y solidaridad
El derecho a la salud, ha sido reconocido como tal por todos los países, sin embargo la
forma de garantizar ese derecho varia considerablemente. La Constitución de la
Organización Mundial de la Salud postula que: “El goce del grado máximo de salud que se
pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de
raza, religión, ideología política o condición económica o social) (Organización Mundial de
la Salud, 2007). Para concretar tal postulado se agregó que:

El derecho a la salud obliga a los Estados a generar condiciones en las cuales todos
puedan vivir lo más saludablemente posible. Esas condiciones comprenden: la
disponibilidad garantizada de servicios de salud, condiciones de trabajo saludables y
seguras, vivienda adecuada y alimentos nutritivos. El derecho a la salud no se limita al
derecho a estar sano (2007).

De estos elementos constituyentes del derecho a la Salud interesa en este caso, lo relativo
a la disponibilidad garantizada de servicios de salud. El Artículo 12 del Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) establece como condiciones que
aseguren el acceso de todos a la atención de salud: la disponibilidad (número suficiente de
establecimientos, bienes y servicios públicos de salud); Accesibilidad (no discriminación,
accesibilidad física asequibilidad económica); Aceptabilidad (ética médica y culturalmente
apropiados); y Calidad.

De acuerdo con estos parámetros resulta obvio que contradiciendo la unanimidad


con la que los países suscribieron el derecho a la salud, en la práctica, el acceso a los
servicios de salud no se encuentra garantizado, en la mayoría de los países. Empero la
importancia de la suscripción del acuerdo por parte de los países miembros es que avala la
existencia de los Sistemas de Salud Publica.

El pleno derecho se interpreta como sistema universal, que supone que todo
ciudadano por el hecho de serlo tiene acceso a la oferta completa de los servicios de
salud. El estado absorbe el costo de mantener el sistema de salud con cobertura universal,
mediante la recaudación impositiva, mecanismo conocido como de solidaridad
generalizada (Bustelo E. , 1997). Entre los países con cobertura universal destacan los
Nórdicos, Nueva Zelanda y Canadá.

La mayoría de los países tienen sistemas parciales, es decir que el acceso a los
servicios de salud se encuentra condicionado por el estatus laboral, y por tanto su
cobertura se encuentra condicionada. En México por ejemplo se los denomina
derechohabientes, derecho que se concede a quien se encuentra inscripto y aporta a uno
de los dos grandes sistemas de Seguridad Social. El término resulta significativo en tanto sí
se reconoce la existencia de derechohabientes, en contrapartida implica que hay no
derechohabientes, es decir personas que no tienen derecho a los servicios de salud, hecho
que contradice flagrantemente la garantía constitucional a la salud.

Los sistemas parciales prestan servicios de salud a quienes son sus afiliados,
condición a la que se accede por el status laboral, generalmente en condición de
dependencia. En este caso opera la solidaridad intergeneracional-gremial, donde con las
cotizaciones de los trabajadores activos se cubren las necesidades de los pasivos y en el
caso de la salud que los trabajadores sanos contribuyen al pago de los tratamientos de los
enfermos. Esta es la forma como han funcionado los sistemas de salud para trabajadores
ya en la forma de grandes sistemas nacionales y de los estados o provincias (en el caso de
México el IMSS2 –- y el ISSSTE3) el medicare en EUA, o las Obras Sociales Sindicales que
operan con las aportaciones patronales, de los trabajadores y en ocasiones subsidio
público.

Por su constitución excluyen a quienes no tienen una relación laboral en


condiciones de dependencia, situación paliada en parte por la posibilidad de la afiliación
individual. De hecho excluyen a enormes sectores de la población que por carecer de un
salario, tampoco pueden afiliarse de manera voluntaria. En la mayoría de los casos, de
manera complementaria con estos Sistemas de Salud, existen hospitales públicos,
generalmente de dudosa calidad, constituyendo “mecanismos de aseguramiento mixtos”4.

Ya como sistemas nacionales, provinciales o sectoriales, o la combinación de


ambos, la prestación de servicios o la ampliación de cobertura se produce en función de
alcanzar estándares internacionales en relación con la cantidad de médicos y servicios por
población, pero frecuentemente, de la misma manera, como respuesta a demandas u
ofertas políticas. Los grandes sistemas de Salud nacionales incluyen desde clínicas de
atención primaria hasta hospitales de especialidades. En el caso de las obras sociales
sindicales, pueden carecer de infraestructura hospitalaria y personal médico propio, por
tanto contratan servicios con el sector privado (Findling, 2002). Durante el auge del estado

2
El Instituto Mexicano del Seguro Social, al que deberían por ley estar afiliados todos los trabajadores en
relación de dependencia.
3
Instituto de Seguridad Social para los Trabajadores del Estado.
4
En el caso de Argentina para 2003: “Aproximadamente 56 % de la población cuenta con algún mecanismo
de seguro social, ya sea obra social sindical, provincial o PAMI, en tanto 10 % de los individuos aportan a una
cobertura prepaga de seguro individual. Aproximadamente 34 % no tienen seguros formales y, por lo tanto, su
cobertura se realiza a través del sistema público (hospitales y centros de atención primaria de salud (Maceira,
2009/2)). En México, el 62% de la población declara ante el censo general de Población no contar con ningún
tipo de seguridad social.
de Bienestar las tasas de crecimiento de las prestaciones de salud, supero en la mayoría
de los países a la del crecimiento de la economía (Illich, 2006)

Los enormes sistemas de Salud Pública han sido criticados por la calidad de los
servicios, caracterizada por la atención burocrática, lenta e impersonal. La quiebra de
estos sistemas se ha tratado de atribuir al incremento de los beneficiarios pasivos –mas
jubilados que activos− y a la prolongación de la expectativa de vida y en consecuencia el
incremento de personas de la tercera edad con mayores requerimientos de atención
médica (Salas Lizaur, 2006). Efectivamente la lógica de solidaridad intergeneracional,
suponía la existencia de un número mayor de activos cotizando, que pasivos en retiro, es
decir que la masa de trabajadores tendería al crecimiento constante. Los argumentos
sobre el crecimiento de los trabajadores pasivos evitan mencionar que la verdadera
disminución de las cotizaciones se debe a la disminución de los activos, por la confluencia
de factores que llevan a la baja del empleo: por la robotización de actividades, la
desregulación laboral (trabajo en negro),el incremento de la informalidad y el desempleo.
La falta de empleo constituye el factótum de la disminución de las aportaciones de
trabajadores como patronales, y no a la inversa.

Las diferentes versiones de la Salud Pública, desde hace años sufren embates,
críticas y presiones para que transiten a las cuentas individualizadas ya en sus versiones de
Prepagas o de Seguros de Gastos Médicos.

La Salud Privatizada y la lógica individual


Como apunte paginas atrás el modelo médico que tiende a imponerse desde hace unos
años se funda en la lógica individual e individualista, donde se accede a lo que se puede
pagar, ya en la forma burda de pago directo e inmediato del servicio o en la
crecientemente difundida modalidad de ahorro previo: prepagas o seguros de gastos
médicos. Sus ventajas radicarían sobre todo en la libertad de elección. En el caso de
Argentina se argumentaba que:

El espíritu de la reforma se basaba en sostener que la libertad de elección aumentaría la


competencia entre obras sociales y prestadores, haciendo más eficiente el sistema como
estrategia para reducir el número de obras sociales. En ese sentido se enfatizaba que los
propios individuos, en el uso pleno de sus derechos son los encargados de castigar
prestadores y obras sociales ineficientes, incentivando un proceso de selección natural
que haría más racional el uso de los servicios (Findling, 2002).

La lógica de los sistemas individualizados es que la persona ahorre en un fondo que le


permita afrontar gastos médicos excepcionales. Tal postulación parte de dos premisas, 1
la capacidad de ahorro, 2 el carácter excepcional de los gastos de salud. Se supone que las
personas normalmente se encuentran sanas y no requieren servicios médicos, por tanto si
aportan una cuota anual o mensual, no la gastan y esta rinde intereses, descontados los
costos administrativos, en el momento que enfermen dispondrán de un fondo para su
atención. Estos son denominados modelos individualizados, algún tipo de reciprocidad se
puede encontrar en que todas las aportaciones integran un fondo y en situaciones
excepcionales los sanos financian a los enfermos. Pero de la manera que esta integrado el
sistema y su orientación como negocio, tal situación solo puede permitirse con carácter
excepcional, solo repetible sino afecta la rentabilidad. Por este motivo las aseguradoras,
incrementan las cuotas de acuerdo con el grado de riesgo e inclusive llegan a negar el
servicio a quienes presentan condiciones de vulnerabilidad.

La ofertas de las prepagas y de los seguros de gastos médicos, se monta sobre la


existente en el mercado, tanto de profesionales de la salud como de instalaciones
hospitalarias, que quedan afiliadas al sistema, pero no dependiendo de ellas, es decir que
a los médicos no se les paga un salario ni a los hospitales una cuota sino que pagan por
servicio, o mediante rembolso5 de esta manera la practica médica queda sometida a las
leyes de la oferta y la demanda. Los médicos y hospitales más prestigiados serán más
demandados, simultáneamente el figurar en las listas de las aseguradoras implica la
posibilidad de incrementar la clientela. Supuestamente, se considera como parte de las
ventajas de las prepagas-seguros con respecto a los sistemas de salud publica, el que el
cliente tiene la posibilidad de elegir el prestador (médico u hospital) de una lista e
inclusive arriesgarse a seleccionar fuera de la lista y esperar que le cubran el gasto o parte
de él.

Por lo general las aseguradoras encuentran motivos para no cubrir la totalidad del
gasto médicos y desde el contrato se establecen cuales enfermedades se encuentran
cubiertas y cuales no y la temporalidad de la cobertura de manera que no se logra una
protección total y lo que es mas grave puede interrumpirse cuando mas se necesita, en
caso de una enfermedad prolongada.

Es decir que las prepagas y el sistema de los seguros médicos, de los cuatro
principios establecidos por la OMS: disponibilidad; Accesibilidad); Aceptabilidad; y Calidad,
no cubren el principal que es el de accesibilidad, en la medida en que discriminan tanto por
condiciones físicas (edad, enfermedad previa o prolongada) y por capacidad económica.
Evidentemente no garantizan el Derecho a la Salud en los términos definidos por la OMS y
esto es así, porqué el motivo que anima a los sistemas individualizados, no es el de
satisfacer el derecho a la salud sino el de hacer negocio.

5
Cuando el paciente paga al facultativo u hospital y la aseguradora le reintegra al asegurado la erogación o
una parte de la misma.
La selección de clientes por nivel adquisitivo, el rechazo por presentar condiciones
de salud vulnerables, el incremento de precios y las diferencias en la calidad de los
servicios de acuerdo con el poder adquisitivo han sido considerados como desviaciones de
los sistemas de prepagas, y no como condiciones intrínsecas de su orientación mercantil.
Para controlar tales desviaciones, se ha propuesto la existencia de instancias reguladoras,
como las gerenciadoras de la reforma sanitaria propuesta por Obama en EUA, a la que le
antecede la ley Romey en Masachusets (O´Donell, 2012). Esta nueva instancia, al igual que
otros entes reguladores suelen implicar burocráticos y costosos sistemas de control, que
contradicen el impulso inicial orientado a disminuir el gasto público.

Salud y formas de integración


Los Sistemas de Salud Publica y la medicina privatizada se oponen en términos de lo que
Polanyi (2009) denomina formas de integración. A partir del análisis de la historia
económica el autor identifica tres principios de integración: la reciprocidad la
redistribución y el intercambio. Las tres pueden coexistir en el tiempo, pero en diferentes
momentos alguna aparece como la dominante. La reciprocidad−tal vez la preferida de la
antropología por incluir el potlach y el Don−, supone la existencia de grupos simétricos,
mientras que la redistribución implica la existencia de un centro que concentre para luego
distribuir. Contrariamente el sistema de mercado supone movimientos fortuitos entre
puntos dispersos del sistema. En cada caso “… el funcionamiento efectivo de las formas de
integración depende de la presencia de estructuras institucionales definidas” (2009:99).
Polanyi propone asimismo diferenciar en las formas de integración, que constituyen
modelos de como circulan los bienes o servicios, y que pueden tener una representación
grafica, de las estructuras de apoyo que se reflejan en instituciones, y estas a su vez de las
actitudes personales, de los actores. Este último factor, al que Polanyi denomina actitudes
personales, propongo interpretarlo en términos de motivación, es decir cual es el fin
implícito, o en términos mas formales cual es la lógica que anima la actividad y avanzar,
como propone Auge en el sentido de una antropología de los fines (Auge, 2004).

Los sistemas de salud publica, que tuvieron su origen en las mutualidades,


instituciones que en parte responden a formas de reciprocidad, al ser asimilados por los
Estados Nacionales adoptaron la forma redistributiva, pero conservando la idea de
reciprocidad o solidaridad transformada, de su estructura por grupos simétricos, a la
versiones generalizada o generacional: según la cual los activos aportan para los pasivos,
los sanos para los enfermos. Quien concentra para redistribuir puede ser el Estado o
alguna de sus Instituciones.

Los sistemas privados o individualizados responden a la forma de intercambio,


definida como “movimiento de bienes y servicios entre dos puntos dispersos o fortuitos
del sistema” (Polanyi, 2009, pág. 99), requiere como estructuras de apoyo la existencia de
mercados formadores de precios, sin embargo como se comento anteriormente, por sus
deformaciones requieren adicionalmente de instituciones regulatorias.

Tanto las formas reciprocas como las redistributivas, priorizan supuestamente los
fines colectivos y corporativos sobre los individuales, mientras el mercado resulta
indiferente ante lo social o marcadamente individualista. En cuanto a las formas
institucionales, la reciprocidad requiere de organizaciones sociales, ya sean de parentesco,
territoriales y gremiales y la redistribución suele presuponer un estado, en ambos casos
instituciones concretas y por lo general visibles, mientras que en el intercambio los
mecanismos formadores de precios tienden a invisibilizarse. Si bien la Salud Publica y los
sistemas privados aparecen como opuestos en cuanto a las formas de integración y en
formas institucionales, en su operación ambos responden a la lógica de la producción
industrial en serie, o a escala.

La macdonalización de la práctica médica


Ritzer (2005) acuña el concepto de Macdonalización de la sociedad para describir la
extensión de la lógica de la producción en serie, a otros campos provocando la
emergencia de Mac-doctores, Mac-dentistas, Mac-periódicos y cada vez mas, Mac-
universidades. La reproducción a escala es la capacidad de generar, más productos con
menos recursos: inversión de tiempo, esfuerzo e insumos. Hoy se llama productividad,
para lograrla se recurre a la estandarización, la producción en serie: la llamada
organización científica del trabajo (Aglietta, 1979) que incluye las cadenas productivas y la
producción en línea. Más recientemente, con el manifiesto objetivo de lograr la calidad
total y el desperdicio cero y en secreto la de incrementar la productividad per capita, se
promovido e instrumentado los llamados sistemas toyotistas (Coriat, 1990) que apelan a
la subjetividad y el compromiso de los trabajadores, con los objetivos de la empresa (De-
la-Garza, 2000). De las cadenas productivas industriales, la lógica de la producción en serie
ha transitado progresivamente a los servicios y crecientemente a las profesiones
consumando la macdonalización de la sociedad. (Ritzer, 2005). La lógica de la producción
en serie o la macdonalización se evidencia en ambos sistemas: el de salud pública y el
privado comercial. En el caso de la salud publica se aplica el modelo taylorista de la
producción en línea, con número de casos por hora. Los sistemas privatizados parecieran
inscribirse más en los sistemas toyotistas de calidad total, sin escapar totalmente de la
producción en serie.

¿Cómo opera ésta lógica en la salud?, el aspecto más evidente lo constituye la


industria farmacéutica que a partir del conocimiento herbolario tradicional identifica los
principios activos y mediante procesos de laboratorio los reproduce a mayor velocidad
para su producción masiva. En sí el procedimiento de producción a escala pareciera
apropiado para un caso de epidemia en el que es necesario atender en masa, no lo es
tanto en la atención cotidiana de la salud, pero se ha transformado en lógica de la
producción y en un impresionante negocio.

La lógica de la reproducción ampliada, no sólo se expresa en la producción


industrial de fármacos también permea la práctica médica. Genéticamente la primera
transformación sustantiva fue producto de los Sistemas de Salud propios del Estado de
Bienestar que convirtió el tema de la salud, en Salud Pública o aún más en el Sistema de
Salud Pública. Al interior del sistema, el ejercicio médico, de ser una profesión liberal,
transita a la condición de asalariado, es decir alguien a quien se paga por horas. Los
pacientes mutaron de pacientes a derechohabientes, ambos entraron en el laberinto
burocrático, se perdieron y sobretodo deshumanizaron.

La obligación del médico contratado, es la atender a un número determinado de


pacientes por hora de manera estandarizada reduciendo el tiempo per cápita, a la división
de las horas laborales por el número de pacientes. Pacientes siempre cambiantes cuya
relación se limita al tiempo predeterminado de consulta. Si una consulta se prolonga más
de lo programado irá en decremento de la siguiente. Tal programación, de los tiempos y
movimientos, del ejercicio médico no ha sido alterada por la adjudicación de un médico
familiar que supone una relación sistemática entre médico y paciente, pues la cantidad de
personas atendida dificulta a que el facultativo recuerde los casos y deba recurrir a la
consulta del expediente. Con el tiempo limitado, el facultativo se restringe a escuchar los
síntomas y prescribir un fármaco, muchas veces adicionada con el requerimiento de
estudios de laboratorio que confirmen el diagnóstico. Esta relación síntoma- prescripción
de fármaco anula la investigación sobre causas, es decir la capacidad clínica del
diagnóstico y trasmutó al médico de científico a técnico, en tanto ejecuta una técnica: la
correlación de datos, síntomas o indicadores de laboratorio, con la prescripción de
fármacos que atacan tales síntomas. El modelo de atención supone una estandarización
de síntomas a los que generalmente se atiende mediante la prescripción de un fármaco:

Esta posibilidad de tratamiento industrial del cuerpo y la salud tiene sus antecedentes, en
primer lugar en la actual extensión de las "analíticas" y los "exámenes" a mansalva que
han convertido a los médicos en técnicos lectores de indicadores incapaces ya de leer los
síntomas en el propio cuerpo del paciente (el encuentro médico-paciente se ha convertido
en una relación mediada por la pantalla del ordenador) y, en segundo lugar, en la
privatización de los servicios de salud públicos que, entre otras cosas, anuncian ya la
proletarización de la clase médica (Suricato, 2011).

El ejercicio privado de la medicina no ha logrado sustraerse de esta tendencia a la


automatización. Los consultorios en el propio domicilio, o los consultorios individuales o
rentados entre varios médicos amigos, dominantes hace algunos años van
desapareciendo, sustituidos por grandes consorcios médicos privados que operan como
un centro comercial, tal como los shopping y los mall, que concentran la oferta de
médicos en las diferentes especialidades. Los médicos en este caso no son contratados
por el hospital o sanatorio, por sus cualidades profesionales sino que rentan el espacio.
Cada consultorio constituye un emprendimiento personal que se beneficia de la
concentración ya que quien requiere de atención sabe que en ese sitio puede conseguir
cualquier especialista. Además se benefician porque dichos centros obtienen influencia
por medio de la publicidad y el manejo del status. Se posicionan en el mercado como una
marca más que concede prestigio al usuario.

Los hospitales privados funcionan como grandes supermercados o tiendas


departamentales que concentran la oferta de las diferentes especialidades, los estudios
der laboratorio e imagenología, de terapias, cirugía y farmacia. El paciente-cliente, en un
mismo lugar puede transitar por toda la cadena de producción de la salud. Como responde
a la lógica del mercado, el negocio de la atención de la enfermedad resulta efectivo en la
medida en que el paciente cliente-consuma la mayor cantidad de servicios médicos
posibles, de allí su transito por la cadena bajo el manto cobertor de la certeza de los datos
sobre el tipo de padecimiento. Datos cuya objetividad supuestamente se consigue con las
baterías de pruebas realizadas con aparatos especializados, antes de llegar al diagnóstico.
Aun así los diagnósticos suelen ser provisorios y probablemente el paciente cliente será
sometido a pruebas de ensayo experimental.

El consumo en el shopping de la salud no se limita estrictamente a productos


medicinales, la oferta incluye restaurantes y cafeterías de diferentes calidades y precios,
tiendas librerías y cuanto puedan necesitar los pacientes-clientes hospedados y sus
visitantes.

Los hospitales de prestigio operan como grandes empresas orientadas a la


rentabilidad y son manejados generalmente por administradores ajenos al ejercicio de la
medicina. De acuerdo con Scott et all (Scott, 2000) la primacía de los profesionales
médicos termina en 1965 para dar paso a la era de la regulación gubernamental, y ésta
culmina en 1982 para ceder su lugar a la era del control gerencial de managers
entrenados en business schools. Si recurren al nombre de los médicos o a patrocinar
alguna investigación es solo por motivos publicitarios.

Los médicos no son contratados por sus servicios profesionales, con salvedad de
áreas especificas como urgencias, sino que generalmente son arrendatarios de locales o
servicios terciarizados. En vez de la relación salarial propia del EB, el médico conserva su
apariencia como profesional independiente, o en el ejercicio liberal de la profesión sin
embargo poco a poco deberá adaptarse a las exigencias de un sistema que tiene como fin
la rentabilidad.

Buena parte de la oferta médica de los hospitales, se encuentra terciarizada,


traducción aproximada de la modalidad de Out Sourcing, propia de las llamadas
estructuras flexibles. Si lo propio del taylorismo y la organización científica del trabajo fue
la llamada integración vertical, que suponía tener bajo una misma estructura el conjunto
de operaciones, hecho que obligaba a mantener capacidades a veces ociosas y altos
costos fijos, en el caso las denominadas organizaciones dinámicas o flexibles, buena parte
de las operaciones se subcontratan a terceros; en teoría aquello que no saben hacer, no
son actividades centrales de la empresa, le cuestan mucho, cambian mucho o exigen
mucha capacitación (Rothery, 1996). El out sourcing, tercerización, o subcontratación,
permite sobre todo evitar establecer relaciones laborales con los trabajadores, y en el
caso de los servicios médicos, como valor adicional que las posibles demandas por mala
práctica se canalicen contra el hospital. Resulta significativo, en el caso de los hospitales,
que se delegue a terceros la práctica médica y se retenga la administración del negocio. Si
atendemos a la cita antes expuesta, en cuanto a que se delega lo que no se sabe hacer, o
no constituyen actividades centrales de la empresa, queda medianamente claro que la
función de los hospitales-shopping es hacer negocios, por eso no delegan la
administración, mientras que la practica medica resulta accesoria, aunque sea el atractivo
publicitario.

En opinión de Glouberman y Mintzberg la supuesta estructura flexible pierde su


condición de estructura para quedar fraccionada en cuatro mundos: 1. el de la curación,
integrado por los médicos independientes que quedan fuera de la jerarquía por ser
profesionales independientes; 2. El mundo del cuidado, que es un servicio suministrado
por enfermeras y otras profesiones similares, pero que funcionan dentro de la jerarquía
hospitalaria; 3. el mundo del control, que es el espacio de los administradores
convencionales, alejados de las operaciones, pero que están dentro del establecimiento y
responden por él; y finalmente, 4. el mundo de quienes tienen la función de gobernarlo
generalmente alejados de las operaciones y que no pertenecen a la jerarquía del hospital
(Glouberman y Mintzberg, 2001). Estas estructuras se encuentran desconectadas en
virtud de presentar valores irreconciliables, estructuras incompatibles y actitudes
intransigentes de sus miembros. A juicio de los autores tal tipo de organización
hospitalaria opera en un estado de crisis latente. Crisis resultado del enfrentamiento de
dos fuerzas: la del mercado y su preocupación por la eficiencia, los costos y todo lo que
conlleva la ideología gerencial versus la fuerza de las instituciones con prioridad por la
calidad, la calidez, el derecho a (Alexander, 2003) la salud y todo lo que representa la ética
profesional médica.
El caso es que sí los médicos conservan valores propios de su profesión y
recuerdan el juramento hipocrático, para permanecer en la empresa, deberán adaptarse a
su lógica, que en este caso supone proporcionar beneficios a la organización, esto es
canalizar a sus pacientes para que consuman el mayor número de ofertas institucionales.
En otros términos La relación entre los profesionales y la empresa no se limita al pago
mensual de la renta por el espacio del consultorio, los médicos se comprometen a utilizar
los servicios hospitalarios de análisis clínicos, imagenología, quirófanos y de internación.
Los médicos que no cubren determinadas cuotas de uso de servicios hospitalarios, sobre
todo quirófanos e internación corren el riesgo de que la empresa rechace la renovación
del contrato, privando al facultativo del beneficio del prestigio del sistema. Tal presión
institucional explica la proliferación de operaciones de las que antes ni se oía hablar, pero
asimismo la transformación de la ética medica, donde la calidez y la calidad se vinculan
mas con la atención al cliente y el interés por la venta de servicios, que con la compasión
medica.

La tendencia a incrementar la escala de la producción de servicios médicos, no se


detiene en el Hospital-shopping, como unidad aislada, transita hacia la corporativización
de los servicios médicos, en dos sentidos la existencia de corporativos médicos
trasnacionales y cadenas de hospitales que forman parte de corporativos que operan en
diferentes ramas6. Por una parte los corporativos médicos; las empresas más conocidas o
exitosas han ido acaparando el mercado destruyendo, o al menos generando dificultades
de operación, a las clínicas de hospitales prexistentes. La extensión de los tentáculos de
estos pulpos de la salud puede recurrir al sistema de franquicias que les permite asimilar a
su sistema a otros centros de atención. Hospitales medianos o pequeños, que se suman al
corporativo o adquieren la franquicia que opera igual que las homologas de alimentos o
bebidas, estandarizando desde la decoración del hospital, hasta los movimientos y el
discurso de los trabajadores.

Por fuera de la organización del hospital como un gran shopping de salud,


igualmente se establecen otras franquicias de servicios médicos y de farmacias, que
también operan mediante la estandarización de operaciones. El personal ya se trate de
profesionales, técnicos o administrativos, repiten un discurso aprendido, sin salirse ni una
palabra del texto, evitando las referencias personales, cual si fueran contestadoras de call

6
En el caso de México, uno de las cadenas de Hospitales mas conocidas forma parte de un corporativo dueño
de cadenas de medios, y de hoteles sus cuatro áreas de negocio: Hospitales Ángeles, Hoteles Camino Real,
Grupo Financiero Multiva y Grupo Imagen, empresa multimedia que opera Imagen Informativa 90.5 FM,
Reporte 98.5, Excélsior y Cadena Tres. Poseen más de 14 compañías dispersadas en sectores de turismo,
salud, finanzas y de comunicaciones.
centers. El secreto consiste en no perder un minuto para alcanzar metas de atención. Los
tiempos y los movimientos se encuentran estrictamente calculados para ello.

Al interior de los consultorios, la maximización de resultados (producir más con


menos), en el caso de la Salud pública, se logra mediante la cantidad de casos atendidos
por hora trabajada. En el caso de la medicina privada donde la satisfacción del cliente
cobra relevancia si se quiere conservar al paciente-cliente, el facultativo debe ser un buen
vendedor para convencer de que sus recomendaciones en cuanto a tratamientos, cirugías
o estudios son realmente necesarias. Para poder atender mayor número de casos al día
recurren a la atención simultanea mediante ayudantes. Mientras el titular, escucha,
expone y convence, sus ayudantes resuelven procesos intermedios, de manera que se
están viendo varios pacientes al mismo tiempo en diferentes consultorios. Personal
técnico contratado o alumnos en proceso de formación pueden formar parte del staff de
un médico reconocido.

Esta empresarización de los servicios médicos se vincula la proliferación de los


seguros de gastos médicos operados por grandes firmas transnacionales. Las grandes
compañías de seguros prefieren canalizar a sus clientes a estas a estas corporaciones a
que se atiendan en pequeñas clínicas, u hospitales, aunque sean menos costosas. Una
primera explicación remite al manejo de similares criterios, administrativos que facilitan
las operaciones. De hecho es el argumento al que recurren los seguros para rechazar u
obstaculizar los gastos que no sean de su red de centros. Los grandes hospitales suelen
tener un área donde atienden representantes de las compañías de seguros. Si existen
otros motivos vinculados con el manejo de los recursos no apareció en las entrevistas, lo
que sí manejan los médicos es que una ventaja adicional de rentar consultorios en uno de
estos hospitales–negocios, es que se captan pacientes canalizadas por los seguros, e
incrementan su clientela.

Los efectos de esta relación empresarial, son la mercantilización de la relación


médico-cliente. La persona deja de ser un paciente con quien se establece una relación
humana incluso íntima, como sucedía con el médico de familia, para establecer una
relación en la que la amabilidad del trato se basa en la máxima el cliente tiene la razón,
bajo la premisa de no perderlo.

Si la lógica de la reproducción ampliada desde el punto de vista de la oferta se


evidencia en el shopping de la salud, desde el lado de la demanda se refleja en el
consumismo de productos y servicios médicos que conduce a conductas hipocondriacas.
Buena parte de la población consume 5 o mas pastillas al día, esté o no enferma, hay
cuerpos totalmente producidos por cirugías (Bravo, 2012), otros por los anabólicos. A la
formación de estas obsesiones colaboran entusiastamente los medios, sobre todo los
radiofónicos, con programas de salud que al machacar con los síntomas, el: consulte a su
medico y las medicinas milagro abonan sobre las conductas adictivas hacia el consumo de
ofertas de salud.

La mercantilización de salud esta generando nuevas conductas adictivas. Sin riesgo


de mentir se puede afirmar que el sistema de mercado genera enfermedades para luego
ofrecer costosísimas curas. Por una parte se encuentran una serie de enfermedades
derivadas de los productos que se ofrecen: la comida chatarra, el contenido de hormonas,
los residuos de agroquímicos que contienen, del otro los derivados del estilo de vida, el
sedentarismo, la falta de ejercicio; a esas hay que sumar otras dos las enfermedades
iatrogénicas que tanto denunciaba Ilich, es decir las que genera la medicina por los efectos
colaterales de los fármacos. Otro grupo lo constituyen las falsas enfermedades, pero que
entran en el tema pues constituyen excelentes negocios para los profesionales de la salud,
me refiero por supuesto a los negocios vinculados con la estética desde las cirugías hasta
la innumerable oferta de dietas y productos para adelgazar, modelar etc. Se podría
agregar a esta serie de enfermedades creadas: el estímulo a la hipocondría provocada por
los llamados programas de salud que no hacen otra cosa que hacer propaganda de las
diferentes ofertas médicas.

La Iatrogénesis médica
Hace ya mas de 40 años, cuando el Sistema de salud pública se encontraba en su cenit, y
la opinión pública le adjudicaba resultados milagrosos, Ivan Ilich, escribiendo sin cesar lo
que él denomina sus panfletos, advertía sobre los riesgos de la salud transformada en
empresa científica. De las 761 páginas de sus Obras Reunidas, el tema que denomina
némesis médica comprende 228, hecho significativo de la importancia del tema en su
pensamiento. Comienza con una frase demoledora “La medicina institucionalizada ha
llegado a ser una grave amenaza para la salud (2006:535).

La crítica central de Illich radica en que la medicina del siglo XX tardío ha


expropiado de las personas y de las comunidades situaciones que les competen: el
nacimiento, la muerte el dolor, la enfermedad, atribuyéndose, el gremio médico y
accesorios, el monopolio radical sobre la asistencia de la salud. Recurre a textos y estudios
médicos y antropológicos para argumentar que mientras la mayoría de las culturas
proporcionan explicaciones y argumentos para afrontar tales tránsitos,
independientemente de la existencia de la profesión medica como actividad diferenciada,
la cultura actual “en vez de movilizar las poderes de autocuración, transforman al hombre
enfermo en un yerto y mistificado voyeur de su propio tratamiento” (2006:627).
Al apropiarse el gremio médico de las situaciones vitales que lo antropólogos
interpretamos como ritos de pasaje, se ve forzado a “…asumir funciones
simbólicas…ejercer el poder racional sobre la sociedad” en consecuencia el discurso
médico se transforma en creencia religiosa que “…ritualiza y celebra el ideal de progreso
del S XIX” (623). El problema tiene varias aristas, por un lado esta apropiación de poder,
por parte del gremio médico supone como correlato una pérdida de poder, por parte de
los seres humanos: el poder sobre su propio cuerpo, pues en la sociedad medicalizada:
“…el ciudadano esta enfermo hasta que no se compruebe lo contrario” (2006: 633), pero
además resulta tóxica, pues contradiciendo su función sanativa, en realidad genera
enfermedades. A esta capacidad generatriz de enfermedades Illich la denomina la
Iatrogénesis Médica: que tiene al menos tres versiones, la clínica, la social y la cultural:

La iatrogenesius clínica se produce cuando la capacidad orgánica para reaccionar la


sustituye la administración heterónoma, la social cuando el medio ambiente se ve privado
de las condiciones que dan a individuos, familias y vecindarios el control sobre sus estados
internos y sobre su ambiente. La cultural… cuando la empresa médica mina en la gente la
voluntad de sufrir su realidad (Illich, 2006, pág. 636)

En su opinión el sistema de salud basado en los médicos resulta patógeno por 3 motivos:
los daños clínicos que provocan superan los posibles beneficios, provocan la sensación de
una sociedad insalubre, y sobre todo por expropiación del poder del individuo para
sanarse a sí mismo y modelar su ambiente. Con profusión de fuentes históricas,
antropológicas y médicas, Illich va a demostrar que la medicalización forzosa, ha creado
una sociedad morbosa, pero sobre todo dos cosas 1) no ha resultado efectiva, y 2 por el
contrario resulta negativa, para argüir que la única forma de combatirla es recuperar el
poder delegado en ella por la sociedad.

Para combatir el mito repetido hasta el cansancio en cuanto ha que la medicina ha


logrado abatir enfermedades que antes diezmaban a la población y extender la
expectativa de vida de la población en general, va a recurrir sobre todo a estadísticas
sanitarias, que demuestran que en el caso de las epidemias cumplen un ciclo de
extensión, para luego retroceder, ciclo que no fue alterado por la intervención médica
que, por lo general, llegó en el momento del reflujo. En tal sentido cabe la duda en
cuanto a la efectividad de la intervención médica y sí, por el contrario, la epidemia de
cualquier forma habría remitido. En relación con las enfermedades terminales, presenta
estadísticas donde la tasa de sobrevivencia de los pacientes internados y o tratados no
varia sustantivamente con respecto a los que no recibieron tratamiento y permanecieron
en sus domicilios. En cuanto a la prolongación de la expectativa de vida la adjudica más a
la mejoría de las condiciones de higiene y alimentación que a la medicalización. En su
opinión documentada y avalada por otros estudios, las innovaciones en farmacopea no
rebasan un numero limitado de substancias, que cabrían en cualquier botiquín médico, y
que se descubrieron en 30 años, los restantes constituyen combinaciones y variaciones
sobre el mismo tema. Si realmente no tiene la efectividad que proclama, ¿de donde
deviene su poder? Illich considera que:

La insistencia del gremio médico sobre su propia idoneidad para curar a la misma medicina
se basa en una ilusión. El poder profesional es el resultado de la delegación política de la
autoridad autónoma a las ocupaciones de salud, realizada durante nuestro siglo por otros
sectores de la burguesía universitaria (2006:237).

Aun bajo bases falsas, o no constatadas científicamente, el mito creado en torno a la


eficiencia médica ha logrado el poder de la medicalización universal y moldeado una
sociedad triunfalmente terapéutica. El poder médico extiende sus garras sobre la
población que no esta enferma, sobre los enfermos terminales que ya no pueden esperar
alivio, y sobre quienes el padecimiento que tienen el alivio que le pueden ofrecer no es
mejor que el té de la tía.

A su probada escasa efectividad se agrega la malignidad: en tanto genera


enfermedades. La iatrogénesis clínica refiere a los efectos colaterales de los fármacos, los
tratamientos intrusivos, las adicciones que provocan, la baja de las defensas; en general
todos aquellos efectos sobre el cuerpo del paciente, derivados de la aplicación de
tratamientos, solo en mínima parte requeridos.

El concepto de iatrogénesis social lo utiliza para designar una característica


etiológica con muchas formas: por un lado la generación por parte de la burocracia
médica de una sociedad morbosa, basada en la presunción de una salud enferma. Al
estado de alerta ante el miedo patológico ante la posible enfermedad se agrega el
incremento real de las tensiones, entre ellas el temor a la enfermedad, que como dirían
los freudianos termina generando lo temido, es decir provocando enfermedad. A las
condiciones que enferman se suma la debilidad de respuesta generada por la sanción de
todo tratamiento que no sea prescripto por un facultativo: “…cuando los profesionales
ejercen un monopolio radical la gente se vuelve impotente para enfrentarse con su
ambiento convierte el cuidado mutuo y la automedicación en delitos y fechorías” (564). La
descalificación de todas aquellas conductas que puedan provenir de la tradición y la
estigmatización de las personas, por no tener un titulo, constituyen argumentos
orientados a multiplicar la dependencia inhabilitante, donde las personas no pueden
responder sino a través de un medico, de tal manera que se generan nuevas y dolorosas
necesidades (dependencia de la atención y la prescripción médica), disminuyen los niveles
de tolerancia al malestar o al dolor (mayor dependencia), y finalmente logran abolir el
derecho a cuidarse a si mismo. En esta sociedad triunfalmente terapéutica, el cuidado de
la salud se convierte en un ítem estandarizado y un artículo de consumo, donde el
sufrimiento se hospitaliza y los hogares se vuelven inhóspitos para el nacimiento, la
enfermedad y la muerte (2006:564). El ejercicio medico, en su opinión ha rebasado un
punto crítico, su umbral, destruyendo su fundamento (633), en tanto en vez de aportar a
conservar o restituir la salud, sirve para empeorarla “… se convierte en perversión
incurable de la práctica médica” (564).

Illich concluye que la medicina se ha transformado en una empresa moral,


apelando a que es objetiva y científica, en consecuencia se abroga el derecho a decidir
quien está enfermo y quien no, aunque el paciente no lo reconozca, quien sufre y quien
no, quien muere y quien puede permanecer medio vivo, un poder absoluto sobre la vida y
la muerte que “…solo puede deslegitimarlo el acuerdo popular sobre su malignidad”
(2006:538).

La amenaza de la medicina contra la sociedad, que denuncia Illich, en los setenta,


tiene como fundamento el ejercicio desmedido del poder, y su alegato apela a la defensa
del principio católico medieval de subsidiariedad. Según este principio, las asociaciones
humanas más pequeñas, locales y “bajas” tienen funciones sociales que les corresponden
y que no deben ser asumidas por asociaciones más grandes y “altas” (Hochschild, 2007),
en este caso el Estado o el gremio médico. Al peligro del desmedido intervencionismo
medico justificado en razones de objetividad científica, se agrega crecientemente, el del
interés. La pérdida del sentido moral sustituido por el afán de lucro. La pérdida de los
fines.

La medicina como mercancía la enfermedad como negocio


Independientemente de la perdida en las relaciones humanas, que sin duda tiene un
sentido ontológico, desde una perspectiva antropológica, la modificación central
constituye la perdida de sentido. Profesión, viene de profesar: declara públicamente la fe,
una profesión constituye una entrega, una vocación, hay carreras donde aun hoy se
realiza un juramento al momento de la titulación. Las profesiones suponían un sentido de
trascendencia, una carga mística de entrega. En muchas sociedades-otras el sanar tiene
una carga mística enraizada en lo sagrado. Elementos que se pierden cuando el sentido de
la profesión, se limita a la de hacer negocio. En términos lógicos y epistemológicos, no
constituye una cuestión de buena o mala voluntad, buena o mala conciencia. Como se
explico páginas arriba, el profesional puede tener las mejores intensiones pero el estar
inmerso en una cadena de producción de la salud, conlleva a actuar de determinada
manera.
La salud o más bien la enfermedad se ha convertido en un gran negocio. Si durante
años se creyó que era un derecho (aunque los derecho- habientes nunca comprendieran a
toda la población), con la caída del empleo y la flexibilización laboral cada vez son menos
las personas que tienen garantizado el acceso a la salud pública, y cada día más los que
deben recurrir a la medicina privada en sus múltiples versiones. La más difundida desde
hace 30 años es la modalidad de los seguros de gastos médicos. Estratificada por niveles
de status, la oferta de los llamados servicios de salud médica y también la farmacéutica,
va de los hospitales de lujo a las clínicas en zonas populares (a veces igual de caros) y de
los fármacos de patente a los similares. Si la enfermedad concluye en muerte, la muerte
también es negocio y también puede pagarse en cuotas anticipadas que incluyen el
servicio funerario (en lujosas funerarias, el traslado y el agujero, cada vez más en forma de
condominios). La modalidad de prepaga o seguro médico, posibilita, que todos hasta los
más pobres se conviertan en consumidores de la salud como mercancía, pagadera en
cómodas cuotas.

La decadencia de las profesiones, nobles, desde el cocinar, al ejercicio de la


medicina, es interpretada por Ritzer, como Macdonalización de la sociedad, y que
básicamente consiste en la generalización de los sistemas de producción racionalizados,7
aplicados a todas las actividades, la lógica de la reproducción ampliada implantada en
todas las actividades posibles. El proceso que inició en las fábricas con las cadenas de
producción, se trasladó al fast food, pero progresivamente invade todos los ámbitos
posibles. El rechazo de Ilich a la biomedicina coincide con el enfoque de Ritzer, pues
apuntan a una misma lógica, la atención médica ha transitado del trabajo “artesanal” a la
reproducción ampliada, aún antes de la Macdonalización de la atención.

El síntoma más agudo de la enfermedad médica remite a la industria farmacéutica


obsesionada con la aceleración y multiplicación de los “principios activos”, para la
producción masiva de drogas. De los herbolarios a los boticarios que preparaban sus
compuestos a la industria farmacéutica que los masifica, se produjo un salto al vacío,
señala Illich. Con el argumento de la atención masiva, justificación recurrente a los
excesos de la biomedicina, la producción de drogas se transformó en un pingüe negocio
infernal. Las grandes corporaciones farmacéuticas han sido acusadas de lanzar al mercado
drogas con efectos secundarios nefastos “…las reacciones adversas a los fármacos de

7
Utilizo las cursivas en tanto el autor considera como el principal argumento de su libro que los restaurantes
de comida rápida y sus clones “no son sistemas razonables, y ni siquiera racionalizados…, perjudican
seriamente a la salud de sus clientes y usuarios, así como su entorno, son deshumanizantes” (2005:181) y
agrega que la racionalidad de la cadena se consigue a costa de la racionalidad de aquellos que están sujetos a
ella.
prescripción están matando a alrededor de 106.000 norteamericanos al año” (RAFI, 1999),
drogas legales que se relacionan con el incremento de las adicciones, como las
anfetaminas, que circulaban libremente hasta hace no mucho (Romani, 23-07-12),
asimismo de realizar pruebas en seres humanos, e inclusive de generar epidemias para
incrementar ventas (Wallace, 2009) (Gelman, 2010) (Mae-Wan-Ho, 1998). En este caso la
lógica de la ganancia domina, sobre la necesidad de la atención masiva, y puede leerse
como necesidad de venta masiva. Independientemente de las suspicacias no verificables,
existen verdades evidentes: constituyen monopolios gigantes, patentan las medicinas, y
las drogas generan otras enfermedades al tiempo que generan adicción.

De la honorable profesión del farmacéutico que combinaba compuestas en función


de la necesidad se ha transitado a una industria transnacional cada día más concentrada
en un pequeño número de empresas que monopolizan el mercado. Las 10 firmas
farmacéuticas más importantes controlaban una década atrás el 35% del mercado (RAFI,
1999). Desde la década de los 90 han protagonizado procesos de fusión, que han
determinado mayores niveles de concentración en cuanto a la producción (monopolios) y
del poder trasnacional. Si en alguna región o país persisten industrias farmacéuticas
pequeñas o medianas, las transnacionales las adquieren, no para incorporarlas a la
producción, sino para cerrarlas y quitarlas de la competencia mientras que con las grandes
conciertan mecanismos de fusión (Carvajal, 2005).

A la monopolización se suman las políticas de patentes, que impiden una vez


registrada una fórmula, pueda ser reproducida para su uso, por otro que no sea el
propietario de la patente, de esta manera marginan de la cura a todas las personas que no
puedan afrontar el costo de los fármacos y condicionan a los gobiernos que pretenden
atender epidemias o enfermedades endémicas y que podrían producir las medicinas a
menos costo, a comprarlos a las propietarias de las patentes (Stiglitz, 2007). Las políticas
de patentes han colaborado a la monopolización de la producción farmacéutica. La
tendencia a la corporativización en este campo, al igual que en otros tiende al
desdibujamiento de fronteras entre los sectores farmacéuticos, biotecnológico y
agropecuario, alimentario, químico, cosmético y energético, que se están difuminando y
erosionando, para transformarse en ciencias de la vida (Go, 2006). De más está decir que
tales patentes no han beneficiado, ni se les pagan regalías a los pueblos y a los médicos
tradicionales que descubrieran y conservaran el conocimiento de los principios activos y
de los que se benefician las empresas farmacéuticas (Carrillo-Trueba, 2006). La capacidad
corruptora de las trasnacionales farmacéuticas o los gigantes de los genes, a nivel
internacional, se extiende desde los gobiernos (Dubro, 2007) (Verger, 2004) hasta llegar a
los médicos, de manera individual.
Independientemente de las desviaciones, o prácticas de corrupción producto de la
monopolización de la industria farmacéutica, que pudieran ser consideradas anómalas, o
subsanables con reglamentaciones estrictas, el efecto normal de las drogas sintéticas
suele ser agresivo con el cuerpo y generar efectos secundarios (Illich, 2006), al igual que
las “flores del mal” tienden a generar dependencia, pero sobre todo anulan la capacidad
de defensa y sanación del organismo. Esto deviene de una posición epistemológica de la
enfermedad como resultado de un mal que se debe atacar o combatir. La posición
beligerante de la biomedicina la vuelve agresiva con sus enemigos, llámense virus,
bacterias, tumores, o dolor, agrediendo de paso al paciente. La agresividad de la
farmacopea se extiende vertiginosamente sobre la práctica médica, cada vez más
macdonalizada, donde los facultativos se convierten en agentes de ventas de las
trasnacionales farmacéuticas.

Industria de la enfermedad o patrimonio de la salud


Por donde se enfoque la mirada conduce a similares conclusiones: el florecimiento
de una industria de la enfermedad, donde las personas pierden control sobre sus procesos
vitales (nacimiento, salud, enfermedad y muerte) para convertirse en consumidores de
productos y servicios denominados de salud. Cualquiera de las caras del proceso: la
burocratización de los sistemas de Salud Publica, el pingue negocio de la venta de
fármacos, las corporaciones médicas y los hospitales shopping, tiende a convertir a las
personas en clientes o consumidores, como a subsumir la practica médica bajo la lógica
del negocio. Es en este contexto es que cobra significación el llamado de Illich antes
mencionado en cuanto a la necesidad de un “…acuerdo popular sobre su malignidad”
(2006:538).

La renuencia de Illich frente a los sistemas médicos industrializados tiene como


fundamento el control casi omnímodo que ejercen sobre las personas y la necesidad de
reapropiarse de sus cuerpos, de sus personas y decisiones, y en el caso de los médicos el
llamado consecuente a ejercer sus funciones con medida, dentro de un umbral, solo si es
necesario para el restablecimiento de la salud. Constituye un alegato al autocontrol, a
recuperar el poder sobre la vida. Sin duda tal posición se relaciona con los proyectos de
auto-cuidado de la salud, el uso de medicinas alternativas, y la búsqueda de otras
tradiciones médicas, fenómenos contemporáneos de indudable difusión. Su papel
pionero, es reconocido en México por múltiples organizaciones, cuyos lideres se formaron
o conocieron a Illich, sin embargo en su divulgación, las practicas alternativas, se
quedaron con parte de la reflexión, sobre todo la que tiene que ver con los aspectos
económicos (evitar el gasto en medicinas de patente) y las relativas a la propia salud,
como el equilibrio interno, o el papel intrusivo de la medicina alopática, perdiendo el
fundamento en relación con la autonomía personal y social.
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