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LAVADO DE DINERO: EL DELITO DE LEGITIMACIÓN DE ACTIVOS PROVENIENTES DE ILÍCITOS

1. Consideraciones preliminares

En los umbrales del siglo XX, el hombre debe enfrentar un fenómeno criminal sin precedentes en la
historia de la humanidad, denominado por la Organización de las Naciones Unidas “Delincuencia
Transnacional Organizada”.
Con semejante epígrafe se alude, sintéticamente, a buena parte de las consecuencias que en el
marco del delito produjo ese otro fenómeno contemporáneo conocido como “Globalización”.
Organizaciones criminales cada vez más poderosas potencian asombrosamente sus actividades ilícitas
–en cantidad y calidad- merced a la utilización de uno de los logros más destacables del siglo que
concluye: la tecnología.
Los apabullantes avances científicos y técnicos de las últimas décadas están disponibles para todos
los interesados a través de la informática; la fluidez de las comunicaciones modernas, por su parte,
eliminó las distancias. El mundo entero, en definitiva, quedó al alcance de la mano.
Esta introducción, que pareciera más apropiada para un comentario de actualidad que para un
escolio jurídico, resulta, sin embargo, necesaria para comprender cabalmente la magnitud del desafío.
Delitos como narcotráfico y terrorismo, analizados en este contexto, adquieren una dimensión
inquietante.

2. Las ganancias ilícitas. El lavado de dinero

Es precisamente el narcotráfico, en lo que aquí interesa, el que origina –claro está que en forma
ilícita- una impresionante cantidad de dinero para la que debe aparentarse un origen lícito. Pero el
desarrollo tecnológico –en permanente expansión- elaborado para satisfacer una demanda creciente,
permite su utilización –igualmente ilícita- por todos aquellos que pretendan “lavar” dinero.
Las más diversas actividades ilícitas, en la medida en que produzcan importantes ganancias,
conllevan la necesidad de legitimarlas. Por tal virtud, en lugar de la traducción al español de la
expresión inglesa “lavado de dinero”, que explicita el origen “sucio” de los fondos –de la que deriva
también el término “blanqueo”, de similar connotación-, creemos más preciso hablar de
“legitimación”, y no sólo de dinero sino de “activos”, puesto que la actividad financiera internacional
moderna excede la utilización del dinero.
Anualmente se reciclan en la economía mundial miles de millones de dólares cuya detección, si no
imposible, resulta sumamente dificultosa. Ello se debe, genéricamente, a que las técnicas utilizadas
para legitimar el dinero obtenido ilícitamente se sustentan en los mismos principios básicos de las
actividades financieras lícitas: apertura de cuentas corrientes bancarias, intercambio comercial,
transferencia electrónica de fondos y operaciones con divisas.
Se estima que la masa de dinero producida por el crimen organizado alcanza anualmente a una cifra
que oscila entre quinientos mil y setecientos cincuenta mil millones de dólares, lo que equivale a casi
el dos por ciento del producto bruto mundial. Aproximadamente las dos terceras partes
corresponden a actividades vinculadas al narcotráfico y el tercio restante a las demás actividades
delictivas comprendidas por el denominador común: la transnacionalidad.
Las organizaciones criminales han incrementado sensiblemente sus beneficios con los avances
tecnológicos que facilitan el comercio internacional, afectando no sólo las economías de los países,
sino también los sistemas democráticos.
Para contrarrestar semejante flagelo deben tomarse firmes medidas a nivel interno, regional e
internacional.

3. Definición y contenido

Se denomina “lavado de dinero” al proceso en virtud del cual los bienes de origen delictivo se
integran en el sistema económico legal con apariencia de haber sido obtenidos en forma lícita.
Tres etapas diferentes han sido reconocidas en el proceso de “lavado”: una inicial o de “colocación”,
en la cual la organización criminal dispone del producto de su actividad y obtiene su ingreso en el
sistema financiero. Luego tiene lugar la etapa de “estratificación”, durante la cual se llevan a cabo el
mayor número posible de transacciones, con la finalidad de impedir que pueda reconocerse, luego de
todo el proceso, el arbitrio utilizado para la “colocación”. Finalmente llega el momento de la
“integración”, cuando puede disponerse de los fondos dentro del marco económico legítimo porque
provienen –en lo inmediato- de actividades financieras que, en sí mismas, son lícitas.

4. El marco normativo

La ley 24.072 [EDLA, 1992-135] sancionó, el 9 de abril de 1992, la Convención de las Naciones Unidas
contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas aprobada en Viena, el 19 de
diciembre de 1988. Suscripción mediante, los Estados miembros se comprometieron a castigar
penalmente la organización, gestión o financiamiento del tráfico ilícito y la conversión o transferencia
de los bienes procedentes de dicha actividad, además del ocultamiento o encubrimiento de su
procedencia.
En consecuencia, la República Argentina sancionó la ley 23.737 [EDLA, 1989-272] (B.O. 11/X/89),
modificatoria de la Ley de Estupefacientes 20.771 [ED, 57-897] (B.O. 9/X/74, modificatoria a su vez del
art. 204 del cód. penal), cuyo art. 25 tipifica lo que hasta entonces se denominaba “lavado de dinero
proveniente del narcotráfico”.
Una modificación a los arts. 277, 278 y 279 del cód. penal, operada por la ley 23.468 [EDLA, 1987-A-
233] (B.O. 26/I/87), completó el marco legal vigente –desde la perspectiva penal- añadiendo una
nueva especie del género encubrimiento.
En la esfera administrativa, el decreto 1849/90 [EDLA, 1990-609] creó la Comisión Mixta de Control
de las Operaciones Relacionadas con el Lavado de Dinero del Narcotráfico. La ley 24.450 [EDLA, 1995-
A-132] modificó su integración, que incluye al Banco Central, la Secretaría de Programación para la
Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico –ambos órganos se alternan cada seis
meses en la Presidencia-, Dirección General Impositiva, Administración General de Aduanas,
Secretaría de Hacienda, Corte Suprema, Cámara de Senadores y Cámara de Diputados.
Su función es estudiar los distintos métodos que se emplean para llevar a cabo las operaciones de
lavado y, proponer a las autoridades competentes los cursos de acción a adoptar para detectar,
impedir y sancionar tales maniobras.
El Banco Central, por su parte, emite circulares fijando pautas al respecto.
Los procesos penales sustanciados por infracción al art. 25 de la ley 23.737 han sido escasos y de
gran complejidad. Hasta el día de la fecha no se ha dictado ninguna sentencia condenatoria.
Sin embargo, el incremento vertiginoso del mercado de capitales producido en nuestro país durante
los últimos años pareciera no tener relación directa con un crecimiento real de la economía
Semejante panorama impone una ineludible reflexión. Durante diez años de vigencia de la norma
penal, no obstante semejante crecimiento del mercado de capitales, los órganos jurisdiccionales
encontraron dificultades insalvables para aplicarla a cabalidad.
En primer término por la necesidad de conocimientos técnicos específicos acordes a los utilizados
para cometer el delito. Sin duda es este el gran desafío del que depende la posibilidad de enfrentarse
al problema con alguna perspectiva favorable.
Pero además, porque el “lavado de dinero proveniente del narcotráfico” es sólo una faceta del
asunto, desbordada –en la práctica y en las economías denominadas emergentes- por “la legitimación
de activos provenientes de ilícitos”, en un contexto donde la cooperación internacional juega un papel
determinante.

5. La respuesta internacional

La conclusión precedente no tiene exclusivamente validez local. Buena prueba de ello es la


permanente preocupación evidenciada por distintos organismos internacionales, que procuran de sus
miembros normas más acordes con la dimensión actual del fenómeno.
La actividad desarrollada tanto por el Grupo de Expertos en Lavado de Dinero que funciona dentro
del Marco de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas –CICAD- de la
Organización de Estados Americanos –OEA-, por Cumbre de las Américas, por el Consejo Económico y
Social de las Naciones Unidas –ECOSOC- y por el denominado Grupo Egmont, que nuclea a las treinta
y ocho Unidades de Información Financiera existentes (UIF –O FIU por la sigla en inglés-), presenta
como punto de partida un común denominador: la indiscutible necesidad de fijar pautas de validez
internacional para lograr el objetivo común. De allí a concluir que los instrumentos jurídicos eficaces
para prevenir y evitar la legitimación de activos provenientes de ilícitos pueden y deben ser
adoptados por cada país sobre la base de la experiencia internacional en la materia, hay un solo paso.
En efecto, existe consenso en punto a que, cualquiera sea el país de que se trate, debe contar con un
organismo –la denominada Unidad de Información Financiera (UIF)- en condiciones técnicas de
analizar, con la exhaustividad del caso, las operaciones lícitas que impliquen movilización de activos
en condiciones que resulten diferentes a las admitidas como habituales en cada actividad. Dicho en
otros términos, separar la paja del trigo. Demás está aclarar que la UIF deberá contar, por lo menos,
con una asignación tecnológica y presupuestaria equivalente a la que tienen las organizaciones
criminales.
A su vez, la clave del sistema radica en establecer la obligación, por parte de los intermediarios en el
sistema económico financiero, de informar a la UIF las operaciones inusuales o sospechosas de las
que tomen conocimiento en su actividad.
Esta labor exclusivamente administrativa de análisis técnico deberá realizarse sobre los actos o
actividades de naturaleza civil, comercial o financiera que tengan una magnitud o velocidad de
rotación inusual, o condiciones de complejidad inusitadas o injustificadas, o no sean habituales, o se
aparten significativamente de los usos y costumbres, o que, por cualquier motivo, parezcan no tener
justificación económica u objeto lícito.

6. El marco jurídico

Ya anticipamos que la posibilidad de enfrentar con éxito tan singular fenómeno criminal depende de
la utilización de las herramientas adecuadas. También, que éstas no pueden consistir en intentos
aislados por parte de algunos países, sino que una actividad internacional coherente es la base de
todo el sistema, tanto represivo como preventivo.
Debemos ahora precisar los puntos de partida para su regulación jurídica y ello impone una
aclaración previa.
La legitimación de activos provenientes de ilícitos se corresponde con lo que alguna doctrina
denomina “delitos de segunda generación”. Se entiende por tales aquellos que afectan, no ya bienes
jurídicos específicos con titulares concretos, sino a la comunidad entera Lo que está en juego es,
prácticamente, la subsistencia del estado moderno ante la amenaza de la delincuencia transnacional
organizada.
En este sentido, ya no puede hablarse de la salud pública o la administración de justicia sino, en
puridad, del orden socioeconómico.
Enfocar el caso desde la perspectiva del derecho penal tradicional implica arribar a conclusiones
equivocadas y a reiterar propuestas ineficaces. Cuando la ineficacia se presenta en torno a un
“negocio” que genera miles de millones de dólares cada año, el efecto negativo sobre la sociedad es
irreparable.
No es tarea sencilla persuadir a quienes realizan actividades financieras lícitas de que deben tolerar
el contralor estatal sobre ellas. Pero es la única manera eficaz de detectar las actividades ilícitas. Lo
dicho impone extender la injerencia del estado sobre la vida de los particulares hasta el límite último
tolerado por la Constitución Nacional, desarrollando un sistema de contralor difícilmente admisible
en el marco de la prevención de los delitos considerados tradicionales.
Tanto los organismos internacionales a través de sus reglamentos modelo como la experiencia de
aquellos países en los que se concentra la mayor parte de la actividad financiera del planeta,
coinciden respecto al contenido indispensable en todo marco regulatorio: la tipificación del delito, por
una parte, y la creación de los mecanismos de contralor, por el otro.

El Proyecto de Ley remitido por el Poder Ejecutivo al Congreso el 22 de julio de 1998 se adecua a
dicho esquema.

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