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Resumen sobre: “Jesús, hebreo de Galilea”, Barbaglio.

Carismático itinerante y sus seguidores


El Jesús público que nos presentan las fuentes históricas no está solo, sino que tiene a un grupo de
personas fidelísimas a su lado.
1- Los Maestros y discípulos en el mundo griego.
La historia presenta un rasgo común: la presencia determinante de maestros y discípulos, de escuelas,
de cenáculos en donde se cultivaba el pensamiento de la vida:
* Pitágoras, que, junto a su persona hubo una gran escuela en la que era considerado gran maestro y
varias generaciones de discípulos, incluida una mujer discípula.
*Protágoras, sofista, fue el primero en acoger a su alrededor a pago.
*Sócrates, se negó a que lo llamaran maestro y que llamaran a sus adeptos discípulos. , ya que no
aceptaba una relación puramente escolástica.
*Platón, organizó la Academia, en donde el director era sólo un primus inter pares.
*Aristóteles, gesta el Liceo implementa la enseñanza a través del paseo hasta que llegaba la hora de
urgirse y discutiendo de filosofía con sus discípulos.
*Zenón, en su escuela se afirma el discipulado como sinónimo de seguimiento.
*Epicuro, su escuela era un cenáculo de formación y de una intensa convivencia intelectual e ideal, no
sin ciertos aspectos religiosos, una verdadera comunidad.
*Diógenes de Sinope, padre de los cínicos, su método de enseñanza es la memorización.
*Apolonio de Tiana, filósofo y taumaturgo itinerante.
2- Seguimiento y discipulado en la tradición judía
Los textos de Israel no nos ofrecen elementos ricos para el estudio: al lado de los profetas, figuraban
en el aspecto institucional los sacerdotes, guardianes e intérpretes de la Torah, a los que añadirán
después del destierro doctores laicos preparados profesionalmente (escribas/grammateis) en la lectura
de la Escritura así como el ámbito administrativo y jurídico. En resumen, tenemos el relato de la
vocación de Eliseo por sus reflejos en el testimonio evangélico. A su vez, fenómenos importantes de
seguimiento y discipulado están presentes en el esenismo, en los profetas escatológicos, y en los jefes
carismáticos del siglo I d. C. (disc. de Banno, rabinismo, Juan el Bautista).
a) La llamada de Eliseo: la relación de Eliseo con Elías se dibuja (1 Re 19, 19-21) aquí tan solo
en la línea del seguimiento dirigido al servicio y ambos le han impuesto el abandono de su
casa y trabajo. F. Josefo lo presenta como la llamada al profetismo (Antiq. 8.354).
b) El maestro de justicia y sus seguidores: una clara relación maestro discípulo es la que atestigua
el fenómeno complejo e importante del esenismo, que conoció dos formas distintas: el que
estaba difundido por las aldeas y ciudades de Palestina y el esenismo sectario y elitista de
Qumran.1 Ha tenido un grupo de fieles que lo ha seguido en el desierto del Mar Muerto. Según
la Regla de la comunidad, han de cumplir los adeptos: libertad de adhesión, conversión a una

1
Era común a las dos comunidades la relación indirecta e incluso directa a través de las autoridades sacerdotales
de la congregación, de sus adeptos con el Maestro de justicia (gran personalidad religiosa, del sacerdocio
sadoquita de Jerusalén se presentó como beneficiario de una iluminación divina sobre los misterios del giro
escatológico de la historia y sobre el sentido exacto que había que dar a las prescripciones de la ley mosaica
para su perfecta observancia), fundador del esenismo en la segunda mitad del siglo II a. C., el cual más tarde se
retiró por divisiones internas al movimiento, a Qumran con los que habían permanecido fieles a sus enseñanzas.
fidelidad rigurosa a la ley mosaica, separación de los demás, comunión de bienes, obediencia
a los sacerdotes dirigentes.
c) Seguimiento de los profetas escatológicos del signo (Teudas, del Egipcio, profeta anónimo de
Samaria que en el s. I d. C.) arrastraron tras sí un número de discípulos con la promesa de que
Dios realizaría signos prodigiosos de liberación del pueblo.
d) Maestro y discípulo (rab-talmïd) en el rabinismo: rabbi, junto con rabban, se convierte en
título propio de los maestros judíos después del 70 d. C. Los requisitos para el magisterio se
obtienen después de un largo training con uno o varios maestros titulados y el nombramiento
como maestros con un rito de ordenación. Acudían a su escuela por libre elección personal
sólo los judíos varones. Una vez aceptados, asumían el título, que era también un signo de
distinción social, de talmid (lamad = aprender), discipulus, en latín. Los talmidim eran de dos
tipos: los talmide-hakamin (discípulos de los sabios) de foración avanzada y los simples
talmidim, o sea, los principiantes. Los maestros o rabbi, eran llamados también, sabios. La
Torah, en su doble forma (oral y escrita), es el centro de la institución de los rabinos y de sus
discípulos.
De los dos grandes maestros del tiempo de Jesús, Hillel y Sammai, la literatura rabínica
menciona a menudo sus escuelas: bet Hillel / bet Shammai, esta es más rígida y aquella más
humana.

e) Flavio Josefo, los discípulos de Banno: cuenta Flavio Josefo en su autobiografía cómo en su
juventud había sido discípulo de un eremita, Banno, que vivía en el desierto, pero, antes había
pasado por la escuela de los fariseos, saduceos y esenios.

f) Los discípulos del Bautista: Juan tuvo seguidores que vivían con él compartiendo su vida de
profeta y de bautizador. El mismo Jesús formó parte de su grupo durante algún tiempo. Juan
y sus seguidores llevaban ciertamente una vida en común y aparentemente participaban en la
misión del maestro, es decir, bautizando y anunciando un mensaje moral y escatológico.
3- Jesús llamado Rabbí
Jesús atrajo no a pocas personas. Las fuentes hablan de seguidores, discípulos, apóstoles, los doce. Y
la misma calificación de Jesús como rabbí (maestro: didaskalos/epistates) y como “señor” parece
totalmente genérica. El título de rabbí o maestro está atestiguado de forma vocativa (Mc 9, 5; 11, 21)
(Jn 20, 16).
4- Los que lo rodeaban no eran apóstoles
Los seguidores de Jesús no se llamaban aún “apóstoles”: éstos son en realidad un grupo específico en
la escena del cristianismo de los orígenes ya en los primeros decenios. Poco después del año 50 Pablo
los menciona como beneficiarios de la aparición del Resucitado en 1 Co 15, 7. En 1 Co 9, 1, señala un
primer requisito esencial del apostolado: haber experimentado la aparición del Resucitado. Además,
que la persona haya sido enviada (apostelleien, de donde se deriva la palabra “apóstol”) por Cristo a
anunciar el evangelio de su muerte y resurrección. Así, pues, como enviados, los apóstoles no pueden
remontar al Jesús terreno; se sitúan necesariamente en el seno de una comunidad protocristiana.
5- Los Doce, un grupo escogido por Él
No se trata de un círculo constituido a partir de las apariciones pascuales, sino anterior y consolidado
hasta el punto que el fallo de uno de ellos, Judas, no lo descalifica, ya que tiene un valor simbólico
más que aritmético.
De todas formas, más allá del número, los doce tenían que revestir a los ojos de Jesús un gran
significado simbólico: remitían ciertamente a las doce tribus de Israel que constituyeron en su origen
el pueblo de Dios. Pero no se trataba tanto de un recuerdo como de una esperanza: el Nazareno no
miraba al pasado, sino al futuro como dice también, Q: se sentarán sobre (doce) tronos para juzgar a
las doce tribus de Israel. La elección de los doce es un dato históricamente bastante sólido que abre
una ventana a la esperanza de Jesús, tenso hacia la restauración de las doce tribus de Israel, es decir,
pueblo de Dios.
6- Los seguidores
a) Relatos de vocación: existen tipologías diversas. La primera insiste en la palabra de invitación
de Jesús, como aparece en el relato estilizado y ejemplar de la llamada de Simón y Andrés, en
donde se revela, por un lado, la iniciativa de Jesús que llama. Luego, la llamada en términos
resumidos e indirectos (Mc 1, 16-20// Mt 4, 18-20). Otro, introduce el mismo esquema de
vocación con el imperativo del que llama y la pronta respuesta positiva del interesado (Mc 2,
13-14). También, el seguimiento impulsado por un testigo mediador (Jn 1, 35ss.).
b) Exigencias radicales: en primer lugar, el seguimiento implica compartir su condición de
vagabundos (Lc 9,58-60; Mt 8, 19-22), de persona sin morada fija, insocial, al que la sabiduría
judía niega toda confianza, ya que reprocha a quien se fía del hombre que no tiene y se acueste
donde le tome la noche (Si 36, 28).
En segundo lugar, ante la llamada al seguimiento por parte de Jesús y la respuesta del invitado
es la objeción de “sepultar a mi padre” (Lc 9, 61-62). Se trata de un deber sancionado por la
palabra divina del 4° Mandamiento del decálogo que impone a los hijos honrar padre y madre;
también, carecer de sepultura es vergonzoso y signo de maldición divina. Pero, el sentido de
la palabra de Jesús parece claro: no hay tiempo que perder; los deberes familiares son menos
importantes y urgentes que su seguimiento; por tanto, hay que pasarlos a segundo lugar.
Lc 9, 61-62 continúa con el tercer apotegma sobre las duras exigencias del seguimiento: a otra
persona que se propone seguirle, pero con la condición que le permita antes ir a despedirse de
los de su casa, Jesús responde: “Todo el que pone la mano en el arado y se vuelve atrás, no es
apto para el reino de Dios.
También se expresan exigencias radicales fuera del motivo del seguimiento (Mc 8, 35). Perder
la vida terrena por adhesión a Jesús lleva consigo una ganancia en otro plano, la vida como
salvación última.
Tenemos además un pasaje de la fuente Q: Lc 14, 26//Mt 10, 37 sobre las arduas exigencias
que llevan consigo el discipulado, que equivale al seguimiento, v gr. “el que no odia a su padre
y madre no podrá ser discípulo mío”. Este dicho encuadra bien en el contexto de los seguidores
de los Nazarenos que habían abandonado su familia para compartir la vida de itinerancia de
Jesús.
c) Mujeres en el seguimiento: el seguimiento de Jesús itinerante, entendido no sólo en sentido
material, sino también como compromiso de compartir su misión, no fue ni mucho menos una
prerrogativa solamente de varones.
En resumen, el grupo itinerante de Jesús contaba también con algunas mujeres que colaboraban
en su misión desde el punto de vista práctico, en el seguimiento y en la comunión de vida con él
se equiparaban a los demás discípulos, pero no aparece que fueran enviadas a la misión, como
ocurrió con los doce.
7- Los discípulos
Los cuatro Evangelios canónicos hablan de ellos usando la palabra mathetai, Históricamente, la
insistencia de los Evangelios sobre Jesús maestro y sobre sus seguidores llamados “discípulos” con
una intención didáctica, debe atribuirse a la comunidad cristiana. El Nazareno fue más bien una figura
carismática de gran atractivo, trascendiendo la figura de un mero enseñante y capaz de hablar y de
obrar expresivamente con una autoridad (exousia) extraordinaria. Los que se agregaron en torno a
Jesús eran discípulos-seguidores. Por ende, no es posible representar a Jesús esencialmente como un
profesor de escuela, aunque su hablar no falten palabras didácticas de sabiduría.
8- Configuración sociológica del Leader y su grupo
a) Jesús, un itinerante: Jesús ejerce la itinerancia. Practicaba la ethos apolida (incivil) y era un
desarraigado social. En este sentido, al abandonar su casa Jesús abandonó evidentemente su
trabajo dejando así su familia sin la aportación preciosa de sus brazos. Como persona sin casa,
para su mantenimiento tenía delante de sí dos soluciones: pedir limosna, como lo hacían
muchos desheredados de su tiempo en Galilea; o bien ser mantenido por sus amigos,
obteniendo la hospitalidad temporal de esta o aquella familia, es una palabra, viviendo la
solidaridad de personas amigas, como en el caso de las mujeres que lo seguían.
b) Un insocial acompañado de insociales: en torno a Jesús se formaron tres círculos de personas
más o menos estrechamente relacionadas con su persona y su misión: el circulo más exterior
estaba formado por simpatizantes o también por personas que se acercaban a él; luego, el
círculo más estrecho de los que se adherían a su anuncio juzgándolo creíble y fiable; venían
finalmente los que le seguían de modo permanente, o quizás sólo durante algún periodo,
compartiendo su vida itinerante. El círculo más cercano y mejor definido estaba constituido
por los seguidores, lo doce, pero, también otros. Podemos llamarles discípulos-seguidores.
c) Itinerantes misioneros: se revelan las distintas modalidades de la misión de los enviados por
el Nazareno a difundir su buena noticia. En los evangelios tenemos dos fuentes independientes
y no siempre compaginables entre sí Mc 6, 6b-13, conocido por Mateo y Lucas, y la fuente Q,
atestiguada por estos dos evangelistas.
d) Analogías, antecedentes y paralelos: la comparación más frecuente se ha hecho con la
experiencia y la institución maestro-discípulos del rabinismo, señalando cómo en el caso del
Nazareno se dan los siguientes datos característicos: los discípulos son elegidos por él, siguen
siendo discípulos para siempre, son llamados a compartir su misma vida y su misión, tienen
que satisfacer unas exigencias radicales de seguimiento aun a costa de su vida. Por el contrario,
la institución rabínica eran los discípulos los que elegían al maestro, el aprendizaje era
temporal y concluía con la ordenación de rabbi, los discípulos se formaban en el conocimiento
de la Torah.
e) Familia Dei: la perspectiva de una nueva familia que viene a formarse, la familia dei, no se
limita a los seguidores itinerantes, sino que es válida para todos aquellos que se han adherido
a su anuncio. Son miembros de ella todos los que están en torno a él y cumplen la voluntad de
Dios (Mc 3, 31-32). Han abandonado la familia natural y construye otra sobre bases
espirituales.
El Carácter del discipulado (Dunn)
I- Súbditos del Rey
El tema principal de la predicación de Jesús fue “el reino de Dios”, por lo cual se puede deducir que
Dios era concebido como Rey. Sin embargo, se pasa bastante por alto este aspecto del mensaje de
Jesús. La razón, sin duda, es que prácticamente nunca, en ninguna corriente de la tradición evangélica,
se recuerda a Jesús aplicando a Dios ese título. En cambio, como ya hemos visto, al adorar a Dios en
tiempos de Jesús se le trataba regularmente de “Rey”. El rey era la figura Central y representativa en
cuanto a la seguridad y protección de su pueblo contra las amenazas exteriores y en cuanto a la
administración de la justicia en el interior. Presumiblemente, la misma lógica llevaba a considerar rey
a Yahvé: su autoridad y poder garantizaban en ultimo termino la protección y la justicia al pueblo de
Israel.
Esta confianza en Dios como protector y juez, es decir, como la autoridad y el poder decisivos que
aseguraban la paz y la justicia, y como el ser supremo al que se debía sumisión y obediencia, es lo que
se refleja en las palabras de Jesús sobre la realeza de Dios. El súbdito tiene que obedecer
incondicionalmente al rey; no es posible un doble vasallaje (Mt 6,24/Lc 16,13/EvTom 47,1-2)
II- Hijos del Padre
La llamada de Jesús al arrepentimiento estaba en correspondencia con su predicación del reino:
arrepentirse suponía reconocerse en falta respecto a la obediencia debida al Rey como súbdito suyo.
De manera similar, la enseñanza de Jesús sobre Dios como Padre estaba en correspondencia con su
llamada a la fe y a la confianza. La idea de que Dios era el Padre de Israel, o especialmente de su rey,
venia de antiguo.
La exhortación de Jesús a sus discípulos a confiar en Dios como Padre, aunque no era única en el
judaísmo de su tiempo, si puede considerarse característica de Jesús en su coherencia y en el grado de
insistencia casi infantil que él recomendaba a sus discípulos manifestar en sus oraciones.
a) Confianza como de hijo
Los datos son palmarios. Se recuerda que Jesús, refiriéndose a Dios, empleo frecuentemente la
expresión “vuestro Padre” al hablar con sus discípulos inmediatos. Jesús concebía la paternidad de
Dios no como un corolario general a su papel de Creador (Dios Padre de la creación inanimada y de
la humanidad en general), ni como Padre de Israel, adoptando esta concepción judía establecida), sino
que era recordado invitando a sus discípulos a entrar en nueva una relación —nueva en cuanto a calidad
o grado—, a convertirse y a “hacerse” como niños (Mt 18,3). Al mismo tiempo, la llamada puede
entenderse como orientada a restablecer la relación con Dios deseada para Israel o, mejor, a reanudar
o emprender de nuevo la relación que Dios quiso para su pueblo (un poco como los justos de la
literatura sapiencial). En todo caso, cualesquiera connotaciones que puedan percibirse, la tradición
recuerda enseñanza de Jesús a sus discípulos en que los exhortaba a vivir como niños ante Dios Padre.
“Ser un niño es ser pequeño, necesitar ayuda, estar dispuesto a recibirla”. Hacerse discípulo, pues, es
hacerse como un niño, volver a una posición de dependencia. La confianza que pidió Jesús (“convertíos
y confiad”) es la que el niño pequeño tiene en sus padres, de los que depende constantemente y en los
que cobra significado su vida actual.
En este sentido, lo más importante es que se recordaba a Jesús animando a tener una mayor confianza
en la generosidad del Creador, que además es el Padre (como también en Mt 10,29-31/Lc 12,6-7). La
fe excluye la ansiedad respecto a las necesidades; Dios es completamente fiable. La incertidumbre ante
la fragilidad de la existencia humana (Is 40,6-7) no debe causar ansiedad. El hijo puede tener confianza
incluso frente a la crisis; su padre lo sostendrá a lo largo de ella. El Rey es también Padre, y su reinado
puede sería experimentado en la manera fiable con que provee a sus necesidades.
b) Oración: Los hijos del Padre saben que pueden exponer confiadamente a Dios sus
preocupaciones y deseos. Esto es claro ya en las peticiones del Padrenuestro, sencillas pero
fundamentales en las preocupaciones que expresan. Es a Dios como Padre a quien, según la
exhortaci6n de Jesús, deben dirigir los discípulos sus peticiones de pan, perdón, defensa de la
tentación (Mt 6,9-13/Lc 11,2-4)52. Igualmente, memorable es la afirmación de Jesús de que
Dios oye la oración y responde a ella (Mt 7,7-11/Lc 11,9-13). Como en el Padrenuestro, las
peticiones previstas corresponden a necesidades básicas, en este caso de alimentación (pan,
pescado, huevo). Y lo que Jesús asegura no es que Dios dará cualquier cosa que se le pida,
sino que será bueno lo que dé el Padre.

III- Discípulos de Jesús


Un aspecto del discipulado se desprende naturalmente de la llamada de Jesús: “Sígueme”. “Discípulos”
eran los que, respondiendo a la llamada, se habían hecho seguidores de Jesús. Él se hallaba en el centro
de los círculos de discípulos. En efecto, el discipulado estaba determinado por la relación del discípulo
con Jesús. La llamada era al seguimiento de Jesús. El elemento de la llamada personal (como lo
encontramos) dirigida a individuos era la marca del grupo formado en torno a Jesús. Tenemos noticias
anteriores sobre discípulos (“hijos”) de profetas, pero el único paralelo o precedente verdadero es la
llamada de Elías a Eliseo para que fuera su sucesor.
a) Aprendizaje: Quienes rodeaban a Jesús formaban una comunidad de aprendizaje. Eran
discípulos (mathetai, del verbo manthano, ‘aprender’), y Jesús su maestro (didaskalos).

b) Misión: Marcos también refiere que Jesús llamo a Pedro y Andrés para hacerlos “pescadores
de hombres” (1,17) y que escogió a los Doce para enviarlos a predicar con poder de expulsar
los demonios (Mc 3,14). Hace así explícito lo que de todos modos esta implícito en la tradición
del envío delos Doce en misión (Mc 6,6-12 parr.): que Jesús formo en torno a si un grupo de
discípulos con vistas a que lo ayudaran en su misión o asumieran parte de ella.

Se reconoce que el principio del shaliaj (= enviado), según el cual el enviado es como el que
envía (m. Ber. 5,5), está en la raíz del concepto de apostolado. Por lo tanto, ser discípulo, pues,
era tomar parte en la misión de Jesús.

c) Servicio: Jesús es también el modelo de servicio dentro de la tradición evangélica, como


vemos en Mc 10,41-45. Resulta totalmente creíble que, al hablar del reino, Jesús hubiese
suscitado ambiciones entre sus íntimos, como también que las comunidades conservaran
con gran interés memoria de su reconvención, a modo de severa advertencia sobre que debía
importar realmente. Es probable que Jesús no condenó la ambición (“ser grande”), sino que
preconizo otra grandeza: la del servidor.

d) Oración: Jesús sirvió a sus discípulos como referente de hombre de oración. Es cierto que
Lucas (Lc 22,14-38) extendió tal imagen; y la razón obvia por la que con tanta frecuencia
presentó a Jesús orando en su evangelio es que deseaba inducir a esa práctica a sus lectores
cristianos. Entonces, ser discípulo de Jesús suponía orar como Jesús oraba.

e) Sufrimiento: la tradición recuerda a Jesús advirtiendo a sus discípulos de que deben estar
preparados para el sufrimiento. La persecución era parte de la bienaventuranza de ser tratado
como tradicionalmente lo habían sido los profetas (Mt 5,12-12/Lc 6,22-23). Hacerse seguidor
de Jesús implica necesariamente seguirlo a través de la humillación y el sufrimiento de la cruz;
los discípulos deben estar preparados para perder lo que para ellos es más valioso e
irreemplazable: la vida misma.

IV- Hambre de lo que es justo


El alto valor atribuido a la Tora en la tradición judía ha sido siempre uno de los rasgos distintivos del
judaísmo y, en consecuencia, uno de los puntos fundamentales de diferenciación con el cristianismo.
Según Sanders: Jesús no estaba en contra de la Ley ni de los fariseos; simplemente contribuía a la
diversidad de interpretaciones y al debate, en que los fariseos en particular estaban ya representados.
a) El sábado: Jesús conserva por lo menos dos intensos episodios en que Jesús o sus discípulos
fueron criticados por no guardar el sábado realizando en ese de la semana “trabajos” como
arrancar espigas (Mc 2,23-28) o curar a un hombre que tenía una mano atrofiada (Mc 3,1-5).
Dos asuntos importantes. 1) Jesús tenía en alta consideración el sábado, como establecido por
Dios. Hay que señalar que en ninguno de los dos episodios hay el menor asomo de abolición
o abandono del mandamiento sabático. La cuestión en debate no es si hay que guardar el
sábado, sino cómo debe ser guardado. 2) Al mismo tiempo, en ambos episodios se niega Jesús
a convertir el sábado en prueba de obediencia a Dios, en distintivo de pertenencia al pueblo
elegido. Jesús centra su atención en cuestiones más medulares de derechos y responsabilidades
fundamentales: que el sábado estaba hecho para las personas, no las personas para el sábado,
y que, en ningún momento, por sagrado que fuese, podía ser malo hacer el bien o salvar vidas.

b) Corbán: Marcos recoge otro punto de disputa con “tradición” (paradosis) en 7,9-13. El pasaje
parece indicar que le era posible a un hijo evitar las obligaciones con respecto a sus padres
dedicando de manera ficticia al templo toda la ayuda que les debía a ellos, aunque hiciera el
voto por ira o despecho. Jesús es recordado una vez más yendo más allá de los detalles legales
en este caso los de la ley de los votos, para establecer su propia norma sobre la base de lo que
él consideraba lo esencial, como el Decálogo y su mandamiento de que los hijos deben honrar
a sus padres.

c) Lavado de manos: Marcos (o ya la tradición anterior) inserto la cuestión del corbán en una
discusión más extensa relativa a la halaká sobre la pureza: Mc 7,1-8.14-23. En el presente
pasaje, Jesús no es recordado estableciendo un principio de más calado frente a una norma
tradicional. Toma la observación de Is 19,13 sobre el peligro de incurrir en un culto superficial
y de aceptar sin más las formulaciones humanas, y expresa su parecer de que “la tradición de
los antepasados” está sucumbiendo a ese peligro en el caso de que se trata.

d) Pureza: En la segunda parte de la misma secuencia vuelve el tema de la pureza (Mc 7,14-
23/Mt 15,10-20). La conclusión es triple: 1) Se recordaba que Jesús había hablado sobre la
pureza e insistido en que la pureza de corazón era más importante que la ritual. 2) La enseñanza
de Jesús era entendida de diferentes maneras. Algunos entendían que Jesús, no contento con
debatir sobre cuestiones de pureza ritual, quería que lo que decía tal ley y halakot fuera
comprendido desde un nivel más fundamental de pureza de motivo e intención. 3) En cualquier
caso, de nuevo es evidente que Jesús no estaba interesado en hacer de la pureza ritual una
prueba de lealtad a la alianza.

e) Divorcio: La enseñanza de Jesús sobre el divorcio: Mc 10,2-12/Mt 19,3-9. Jesús en debate


con fariseos respecto a la discutida prescripción de Dt 2 4 ,1 15°. Lo que distingue la postura
de Jesús sobre la cuestión es el modo en que, nuevamente, ahonda en la prescripción
deuteronómica para llegar a la descripción mas fundamental del matrimonio ofrecida en Gn
2,24. La creación de la humanidad a partir de un hombre y una mujer (1,27; 2,21-23) lleva a
concluir: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una
sola carne” (2,24). El divorcio debe ser entendido, en consecuencia, como fallo a ese ideal, y
Jesús quiso probablemente subrayar la validez del ideal oponiéndose por principio al divorcio
y a un nuevo matrimonio.

f) Antítesis: se entienden mejor como un medio de poner en evidencia lo que hay de más esencial
dentro de una determinada ley o subyacente a ella. Sobre todo, invitan a una reorientación más
fundamental de las relaciones humanas y sociales que pueden ser establecidas o mantenidas
mediante legislación.

g) Pago de diezmo: (Mt 23,23/Lc 11,42) Se trata de un material notable en el sentido de que
recuerda a Jesús no denunciando la preocupación por el diezmo como insustancial en exceso
o equivocada, sino, una vez más, ensenando a sus oyentes que hay cosas más fundamentales
por las que interesarse sobre todo “la justicia y la misericordia”.

h) Deber filial: Se trata de un pasaje (Mt 8,21-22/Lc 9,59-60) en que Jesús toma pie de una
situación —cuyos detalles no se conservaron, acaso por no ser considerados significativos-
para subrayar la prioridad absoluta de la obra de Dios. Y esa dedicación tan incondicional debe
ser reconocida, aunque hoy día pueda despertar perplejidad y hasta recelo en algunos.

V- El amor como motivación


Jesús era recordado dando particular realce al mandato de la Tora “Amaras a tu prójimo como a ti
mismo” y subrayando lo que implica.
a) Mc 12,28-21: El mandamiento “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” fue un principio básico
y una motivación esencial en la parénesis cristiana primitiva; los testimonios no permiten
dudas al respecto. Podemos, pues, confiar en que fue una enseñanza impartida por el propio
Jesús lo que hizo que tuviera tanta relevancia “amar al prójimo” en la tradición y en el
cristianismo primitivo. Por ende, se destaca que: 1) Que el mandamiento de amar al prójimo
es mencionado a continuación del mandamiento principal, el de amar a Dios con todo el propio
ser. La implicación es que ambos van de la mano y, acaso, que en la realidad a largo plazo
solo es posible el segundo como consecuencia del primero. 2) Igualmente hay que señalar el
realismo en el modo en que es formulado el mandato. No pide al discípulo que ame a todo el
mundo, como podría haber sido perfectamente el caso: solo al prójimo (= próximo, vecino).
b) Mt 5,43-48/Lc 6,27-28.32-36: el pasaje conservado en el sermón del monte/de la llanura. El
amor debía ser el criterio principal y decisivo por el que orientar la propia conducta y las
relaciones sociales. La enseñanza que Mateo coloco inmediatamente antes de esta, en la
antítesis precedente, ilustra la razón de tal actitud y prioridad (Mt 5,38-42/Lc 6,29-30). Porque
insta no solo a prescindir de la venganza, sino a una generosidad amistosa y positiva (“dale
también el manto”; “vete con el dos [millas]”). Es así como el amor responde a la provocación.
c) Mt 7,12/Lc 6,31: La adecuadamente llamada “Regia de Oro”. No se puede excluir la
posibilidad de que el principio fuera incorporado a la tradición como un medio de resumir la
enseñanza de Jesús sobre el amor como la fuerza motora de las relaciones de los discípulos
con los demás. Comoquiera que sea no se pierde nada, habida cuenta de que sostiene lo
mismo que el mandamiento evocado en la exhortación a amar al prójimo.
VI- Dispuestos a perdonar, puesto que perdonados:
Otra característica del amor predicado por Jesús es la disposición a perdonar. El discipulado al que
el llamo estaba marcado por el tema bilateral de dar y recibir perdón; de perdonar, puesto que
perdonados. Lo que importa destacar aquí es que la cuestión del perdón siguió siendo primordial
en las relaciones comunitarias y que su importancia derivaba de la enseñanza de Jesús al respecto..
La voluntad para perdonar brota de la experiencia del perdón; de la gratitud por el perdón recibido.
VII- ¿Una nueva familia?
a) Existen pasajes donde Jesús parece animar a los discípulos al rechazo de sus familias y ofrecer
el discipulado como una estructura casi familiar en la que Dios es el Padre, los discípulos,
hermanos y hermanas, y todos ellos acreedores prioritarios a la lealtad.
b) Lc 14,26: la decisión de hacerse discípulo suyo exigía un compromiso sin restricciones, y más
ante la inminencia de la crisis escatológica.

c) Mc 3,20-21.31-35: por poderosa que sea la imagen del discipulado como una nueva familia,
no debe ser forzada para crear un contraste demasiado marcado con la responsabilidad respecto
a la familia por lazos de sangre. Aunque esa imagen produce reverberaciones muy positivas
en la tradición de Jesús, ninguna etapa de esta reflejada en los evangelios (ni siquiera en el de
Marcos) validaría llevarla a una antítesis necesaria o inevitable.

VIII- Comunidad abierta


Esta característica del discipulado resume mucho de lo que era característico y distintivo de la
concepción de sí mismos como colectivo que Jesús inculcaba en sus discípulos.
a) Comidas en común: Jesús paso largos ratos a la mesa, sin duda conversando y ensenando. En
particular se le censuraba por comer “con recaudadores de impuestos y pecadores”. En síntesis,
la compañía a la mesa fuera una cuestión tan sensible en tiempos de Jesús y después. Comer
con otro significaba aceptarlo, y comer con el de manera regular equivalía a expresar y forjar
un especial lazo de hermandad. Por la misma razón, no admitir a alguien a la mesa era negar
su aceptabilidad. La mesa funcionaba a modo de barrera social, que se abría para unos y
permanecía cerrada para otros. Jesús mantuvo una actitud de acogida también en la mesa; y el
mismo estaba abierto a invitaciones de una amplia variedad de personas, e incluso tenia (mala)
fama de comer con recaudadores de impuestos y pecadores. La santidad para Jesús, no era una
fuerza negativa y excluyente, sino justo lo contrario, Jesús equiparaba su compartir mesa con
pecadores a la actividad sanadora del médico. E inducia a sus discípulos a imitar esa práctica
como parte de su discipulado.
b) Ausencia de barreras: un circulo de discipulado que reconocía girar en torno a Jesús se
caracterizaba por mirar hacia fuera en vez de hacia dentro. Cualquier disputa sobre cuestiones
de posición y jerarquía tropezaba con la decidida oposición de Jesús: el modelo de discipulado
que el quería no era la jerarquía estratificada típica de las organizaciones sociales y las
estructuras nacionales. Y todo intento de controlar el acceso a Jesus293 o de negar a alguien
el reconocimiento “porque no viene con nosotros” (Mc 9,38-39/Lc 9,49-50) encontraba
igualmente su rechazo.
Jesús, carismático2: Jesús y sus relaciones sociales (G. Theissen)
I- Fases en la historia de la investigación
a) La descripción fenomenológica de Jesús como carismático: Rudolf Otto definió a Jesús como
«lo santo manifiesto», algo que goza de evidencia intrínseca en virtud de un a priori religioso.
Consideró como su carisma personal la presencia del reino de Dios en él: «El reino de Dios
en su inicio es dynamis, poder milagroso y súbito de lo trascendente. Es efectivo en la dynamis
exorcista de su mensajero, y no menos en la exousia y layará de su predicación. El mismo es
carisma».
a) La búsqueda teológica de una cristología implícita: La relevancia de Jesús para la fe cristiana
(primitiva) residía sólo, a juicio de Bultmann, en lo que Dios había obrado en él, no en lo que
él pudiera haber dicho o hecho.

b) Jesús carismático en el marco de la “third quest”: Tres rasgos del carismático poseen especial
relevancia en la nueva investigación de Jesús: su autoridad, sus milagros y su aceptación del
conflicto:
1. Se estudió primero la relación de Jesús con los discípulos como una forma de autoridad carismático.
2. Por los mismos años, el historiador judío G. Vermes interpreta a Jesús (Jesús el judío, 1973) como
un taumaturgo y terapeuta carismático. Lo insertó en un entorno carismático dentro del judaísmo de la
época.
3. El conflicto de Jesús con el entorno. Jesús apostó su santidad en sustituir el paradigma judío de una
santidad («exclusiva») orientada a la tora y al templo por el paradigma de una misericordia
(«inclusiva») que acoge a los pecadores.

II- Las fuentes: los apotegmas

2
El autor pone a colación un rasgo de su persona, la autoridad. Por esta razón, ofrece un título de carismático
que integra la idea de autoridad, es decir, se le atribuye un carisma, que es una capacidad de irradiación hacia
otras personas al margen de la esfera racional. Un carismático depende de las expectativas, esperanzas y
adhesiones de las personas que lo rodean. El carisma se desarrolla siempre en las interacciones. Así, el
carisma de Jesús se manifiesta en su relación con la familia, con el maestro, con los discípulos, multitudes y
adversarios.
Toda la tradición jesuática presenta a Jesús como carismático. Los apotegmas muestran a Jesús en
interacción con secuaces y adversarios. Hacen aflorar su carisma, que es un fenómeno relacional: una
capacidad de irradiación al margen de lo racional, que fascina a los seguidores e irrita a los adversarios.
Los apotegmas nos revelan sin duda algo sobre el Jesús histórico, concretamente sobre Jesús en sus
relaciones. Podemos distinguir cinco relaciones diferentes: La relación con su familia; La relación con
Juan Bautista; Las relaciones con sus discípulas y discípulos, y con los seguidores sedentarios; Las
relaciones con mujeres de su entorno; Las relaciones de Jesús con sus adversarios.
III- Jesús y su familia
Para hacernos una idea del Jesús carismático sería decisivo saber si su familia se atribuía o no la
descendencia davídica. Caben dos posibilidades, sin que podamos optar resueltamente por una de ellas:
a) Jesús, descendiente de David: Las genealogías divergentes de Jesús (Mt 1, lss; Le 3, 23ss) no
deben ser ningún argumento contra la realidad de la conciencia davídica de la familia. Indican
únicamente que esa conciencia no puede inferirse de las genealogías, sino que éstas la
presuponen. Sólo había registros genealógicos correctos en los círculos de sacerdotes y levitas.
b) La filiación davídica de Jesús como postulado mesiánico: Otra teoría dice que Jesús no era
descendiente de David, pero, al ser considerado mesías después de pascua, se postuló su
descendencia davídica.
Hay que contar, por tanto, con la posibilidad de que la familia de Jesús se atribuyera la
descendencia davídica. La creencia de que el mesías debía proceder de una familia davídica pudo
haber influido en el entorno de Jesús y en la formación de su «carisma».
IV- Jesús y su maestro: Juan el Bautista
La tradición cristiana primitiva asocia el otorgamiento de un carisma personal a Jesús con el bautismo.
Viene a demostrar que Jesús sintonizó con la predicación del Bautista y, por tanto, con la fe en el juicio
inminente y en la necesidad de la conversión y del bautismo para el perdón de los pecados.
a) Las fuentes sobre Juan el Bautista y su valor
La imagen del Bautista ofrecida en los evangelios y en Hech es polifacética, en algunos puntos hasta
contradictoria, y se nutre de distintas corrientes de tradición (Me, Q, Mt esp , Lcesp, EvT). Es común a
las fuentes cristianas el interesarse por el Bautista sólo en función de la historia de Jesús; por eso lo
vinculan estrechamente a él y presuponen siempre la superioridad de Jesús. Sin embargo, no asoma
esta tendencia en el relato de Josefo en Ant 18, 116-119 (citado supra, 217s); pero el uso que éste hace
de ciertas palabras clave, propias del lenguaje filosófico helenístico-romano, hace sospechar que
Josefo pudo haberse guiado en su semblanza del Bautista por los valores y las expectativas de su
público.
b) La tradición cristiana primitiva sobre el bautismo de Jesús
El recuerdo del bautismo que Juan administró a Jesús creó dificultades a la tradición cristiana
primitiva; primero por la aparente superioridad del Bautista sobre Jesús, y luego por el perdón de los
pecados inherente a la recepción del bautismo y que hacía presumir una conciencia de pecado en Jesús.
c) Jesús y el Bautista: una comparación
Los aspectos contradictorios de las fuentes obligan a dejar abierta la cuestión de la intensidad del
contacto de Jesús con el Bautista. Lo cierto es que Jesús tuvo en gran estima al Bautista durante un
tiempo (cf. Mt 11,7- 15 Q; Mc 9, 9-13; 11, 27-33 par.; Mtesp 21, 28-32; EvT 46); pero en la enseñanza
siguió su propio camino. Así se comprueba en una comparación de los dos personajes.
1- En escatología, el Bautista expresa sus expectativas con las metáforas del árbol y su fruto, de
la siembra y el campo: El hacha está ya puesta en la raíz del árbol estéril (Mt 3, 10). El juez se
apresta con el bieldo a separar la paja del trigo (Mt 3, 12). Ambas imágenes reaparecen en
Jesús, pero dando un margen al hombre: la parábola de la higuera estéril (Lc 13, 6-9) otorga
un plazo al árbol. De la limitación estricta del tiempo en el Bautista se pasa aquí a la certeza
de un aplazamiento para la conversión.
2- Esta nueva escatología trae consigo corolarios importantes en la noción del bautismo. Este
había sido un sacramento escatológico dentro del panorama del inminente fin del mundo, es
decir, una acción simbólica que Dios acogía en lugar de las obras, con el tiempo justo. Pero si
se ampliaba el tiempo para la conversión, quedaba tiempo para acreditar la conversión con las
buenas obras. Por eso Jesús no bautizaba; exigía una conversión sin bautismo (cf. Lc 13, 1 ss)
y proclamaba también (a lo que parece) el perdón de los pecados (Mc 2, 5). Al mismo tiempo
sacaba a la luz un corolario latente en el bautismo de Juan: el perdón de los pecados mediante
el bautismo es un voto de censura contra el templo como lugar del perdón de los pecados
mediante los sacrificios o los ritos en el día de la reconciliación.
3- La escatología de presente que profesa Jesús implica la experiencia de un giro epocal marcado
por la persona del Bautista y, al mismo tiempo, una conciencia de superioridad sobre él. El
Bautista había hablado, en su predicación mesiánica, de otro «más fuerte», del «venidero», al
que él no merecía llevarle las sandalias; el «más fuerte» realizará el juicio final mediante el
bautismo del Espíritu y del fuego, y recogerá la cosecha, es decir, otorgará la salvación.
d) La evolución desde el bautismo a Jesús
Aunque debe evitarse ver al Bautista en contraste con Jesús, hay que señalar un cambio de acento.
La noción judía de Dios abarcaba los dos aspectos del Dios riguroso y el Dios misericordioso, del
Dios justo y el Dios amante. El Bautista destaca el aspecto de rigor y justicia; Jesús, el de amor y
misericordia. En lugar del temor al juicio (acompañado de la oferta salvadora del bautismo)
aparece la certeza de la salvación (con la espera permanente del juicio al fondo). ¿Cómo se llegó
a eso? Se debaten dos explicaciones: o bien Jesús adquirió la nueva certeza en una experiencia
vocacional, o la apoyó en su actividad taumatúrgica.
En síntesis, sobre la relación entre Juan Bautista y Jesús podemos decir lo siguiente: Jesús heredó
algunos rasgos de la predicación y de la conciencia personal de su maestro. Su relación con él está
marcada por la continuidad y la ruptura al mismo tiempo. Fue convicción del Bautista que Dios iba a
intervenir definitivamente en la historia mediante un personaje «mesiánico» (sin títulos), para llevar a
cabo el juicio. En Jesús, esa espera de un futuro próximo evoluciona hacia la certeza de una
intervención definitiva de Dios, ya iniciada, no para el juicio destructor sino para la salvación.
Hay muchos indicios para creer que Jesús tuvo sus reservas ante cualquier título mayestático, reservas
que son comprensibles por su estrecha relación con el Bautista. Por otra parte, Jesús en su conducta
apenas se asemejó al que había de venir anunciado. En lugar de juez, se mostró como un taumaturgo
carismático, con un mensaje de liberación para los pobres y marginados.
V- Jesús y sus discípulos
Jesús, que encontró su carisma a través de su maestro Juan Bautista, lo trasmitió a los discípulos y
discípulas. La vocación de éstos forma parte, según todos los evangelios, de los primeros episodios de
Jesús.
a) Los relatos de vocación en los evangelios
Los evangelios contienen tres modelos de relato de vocación:
• El modelo de Mc: Jesús llama directamente a los discípulos, con su palabra autorizada, en plena faena
profesional de pescadores y recaudadores (Me 1, 16-18.19s; 2, 13s).
• El modelo de la fuente de los logia: los seguidores se acercan a Jesús por propia iniciativa; pero Jesús
los pone a prueba (Mt 8, 19-22/Lc 9, 59-62).
RELACIÓN MAESTRO-DISCÍPULO EN LA RELACIÓN DE JESÚS CON sus DISCÍPULOS
INSTITUCIÓN RABÍNICA
Stabilitas loci en un centro docente Vida itinerante en Galilea y su entorno
Limitación temporal: es posible un cambio de maestro El discipulado es una relación permanente
Formación deliberada de tradiciones por vía de Formación espontánea de tradiciones (puede
memorización haber excepciones, por ejemplo el padrenuestro)
Discipulado reservado a varones Hay mujeres entre los seguidores y oyentes
• El modelo joánico: algunos deciden seguir a Jesús por intermedio de otras personas. Andrés anima a
su hermano Pedro; Felipe, a Natanael (Jn 1,35ss).

b) Analogías con el seguimiento y el discipulado en el entorno social


Se debaten sobre todo dos analogías: la relación maestro-discípulo en la institución rabínica y la
relación de los profetas con sus adeptos:
1. La relación maestro-discípulo en la institución rabínica presenta grandes diferencias con el
discipulado de la tradición jesuática:
2. La relación de los profetas con sus discípulos: La analogía más afín a la vocación de los discípulos
de Jesús es el llamamiento de Eliseo por Elías (1 Re 19, 19-21). Eliseo es invitado mientras realiza su
trabajo profesional. Quiere despedirse del padre y la madre antes de afrontar el seguimiento.
3. Es indudable que la vocación profética ofrece la analogía más cercana al discipulado de Jesús. En
Elías y Eliseo, un profeta llama a otro de nivel equivalente; un carismático primario comparte sus
poderes con un carismático secundario. La relación de Jesús con sus discípulos es también una relación
entre carismáticos: Jesús les otorga un status elevado; ellos son, en el fondo, más que simples
«discípulos».
c) Características del discipulado
Hay tres características ligadas al discipulado: los discípulos y discípulas participan de la condición
marginal de Jesús; es decir, su seguimiento es una autoestigmatización voluntaria. Es, al mismo
tiempo, participación en el carisma de Jesús: significa compartir su misión y sus poderes. El
discipulado significa, en fin, la promesa de alcanzar un día, con Jesús, un puesto de honor en Israel.
1. El discipulado como autoestigmatización: El que se hace discípulo de Jesús, no sólo ha de
estar dispuesto a compartir su desarraigo social (Mt 8, 19). Debe también él o ella, con gran
escándalo, poner la adhesión a Jesús por encima del amor a la familia: hasta el entierro del
padre fallecido es irrelevante (Mt 8, 21). El que era capaz de llegar a semejantes
provocaciones, una grave infracción del cuarto mandamiento, no debía extrañarse de que lo
aborrecieran igual que al maestro.
2. El discipulado como participación en el carisma: Las discípulas y discípulos comparten la
misión y los poderes de Jesús; han recibido de él el don de la curación y la potestad de expulsar
demonios (Me 3, 14; Le 10, 9). Son enviados por Dios a la faena de recolectar, como Jesús
(Mt 9, 37s). Difunden a su alrededor un aura de salvación y castigo escatológicos: su bendición
se comunica como una protección mágica a las casas donde son acogidos (Lc 10, 5 par.);
igualmente su huida: cuando son rechazados en una ciudad, esa ciudad lo pasará mal en el
último juicio (Lc 10, 10).
3. El discipulado es, por último, participación en la promesa: El logion sobre los Doce promete
a los discípulos un puesto de honor en el tiempo final. Ellos «se sentarán en (doce) tronos y
juzgarán a las doce tribus de Israel» (Mt 19, 28/Lc 22, 30). El número de doce sólo puede
interpretarse en estos términos: Jesús era consciente de haber sido enviado a las doce tribus de
Israel; no sólo a los que vivían en Palestina, sino a toda la diáspora. Quiso unir y reagrupar a
Israel con ayuda de los doce discípulos. El grupo de los Doce representa ya al pueblo de las
doce tribus restaurado y goza, además, de una promesa especial. Sin embargo, no sólo los
Doce sino todos los discípulos participan en la misión de Jesús.
VI- Jesús y sus adeptos en el pueblo
El dinamismo carismático se manifiesta en la capacidad para ganar simpatizantes más allá del círculo
estricto de los seguidores, y para mover a masas del pueblo. En torno al carismático primario se
formaron tres círculos concéntricos: primero, un pequeño cuadro de carismáticos secundarios,
compuesto de seguidores de Jesús (en especial, el círculo de los Doce); luego, un círculo más amplio
de simpatizantes, sin cuyo apoyo no puede existir un movimiento carismático: las personas que no
abandonaban su casa y familia como los discípulos más cercanos a Jesús, sino que mantenían el estilo
de vida anterior.
a) Jesús y la masa del pueblo: La gente acudió ya en masa al Bautista (Mc 1, 5; Le 3, 7 Q; 7, 24; Josefo,
Ant 18, 118). La imagen de Jesús en el EvMc presenta un rasgo estereotipado: una multitud lo rodea.
Esa multitud demuestra generalmente una actitud neutral o positiva hacia Jesús (cf. 3, 7-12; 3, 20; 4,
ls; 6, 34 etc.). El término «multitud», de frecuente connotación negativa (en la palabra «oclocracia»,
por ejemplo), posee en Me un significado positivo; no así en el relato de la pasión, donde designa un
destacamento militar (Mc 14,43) y la turba seducida demagógicamente, que reclama la muerte de Jesús
(15, 6-14).
b) Jesús y la familia dei: De entre esta multitud de gente emergen algunas personas que se sienten
comprometidas con Jesús. Además del «seguimiento» en sentido estricto, Jesús estableció una segunda
forma de relación positiva con él: la pertenencia a la familia dei. Encontramos esta familia dei, sobre
todo, en forma de «oyentes de la palabra» y apoyo a los carismáticos itinerantes.
• Los parientes de Jesús (Mc 3, 20s.31-35): La madre, los hermanos y hermanas se acercan a Jesús
para llevárselo consigo, alegando su estado de desvarío mental. Pero Jesús se distancia de ellos,
proponiendo una nueva idea de lo que es la familia: «El que cumple la voluntad de Dios, ése es
hermano mío y hermana y madre». Esto implica, en todo caso, un rechazo del «poder paterno», igual
que la alteración en el orden de los miembros de familia (hermanos, hermanas, madre) expresa una
inversión de la jerarquía.
• La bienaventuranza de la madre de Jesús: (Lc 11, 27s) contiene una idea similar: lo decisivo no es la
relación materna natural; lo decisivo es «escuchar y cumplir la palabra de Dios».
• Recompensa del seguimiento (Mc 10, 28-30): el que ha dejado casa, hacienda y familia, lo recuperará
todo centuplicado; él o ella encontrará acogida entre los hermanos de fe, será incorporado a la familia
dei constituida por los simpatizantes sedentarios. También aquí llama la atención el desvanecimiento
del rol paterno: el adepto encuentra en la nueva familia dei todo lo que abandonó... salvo los nuevos
«padres».
• La advertencia contra el acatamiento a autoridades terrenas (Mt 23, 8-10) completa estas tradiciones:
(Mt 23, 8-10) completa estas tradiciones: los adeptos de Jesús no deben llamar a nadie «padre» porque
sólo tienen un padre, el del cielo. Nadie debe llamarse entre ellos «rabbí», porque todos son hermanos.
VII- Jesús y las mujeres de su entorno
Frente a los rasgos patriarcales están los elementos inclusivos de la tradición jesuática. Sorprende el
gran número de mujeres que figuran en la tradición narrativa, a veces ejerciendo roles sexualmente
atípicos.
a) Mujeres en el entorno de Jesús
1. Las mujeres aparecen en la tradición jesuática como destinatarias del mensaje de Jesús y, por tanto,
como sujetos responsables en el ámbito religioso.
• La multitud que se reúne cuando Jesús entra en una aldea, o que le sigue, consta de hombres y
mujeres.
• El dicho dual sobre las mujeres moliendo juntas y los hombres descansando antes de dormir o comer
(Lc 17, 34s) o trabajando en el campo (Mt 24, 40s), indica que mujeres y hombres son responsables
de su comportamiento y de las consecuencias escatológicas, una vez recibido el mensaje de Jesús.
• El mensaje de Jesús iba dirigido ante todo a las mujeres económicamente más pobres y socialmente
más marginadas: las prostitutas.
2. Jesús sanó a muchas mujeres. En ellas se manifiesta el reino de Dios como un poder curativo que
restablece la integridad corporal de las mujeres y las incorpora a la comunidad de los creyentes. El
carisma taumatúrgico de Jesús no hace de las mujeres un mero objeto de su acción, sino que las integra
en un proceso donde ellas toman parte activa.
3. Entre los adeptos que rodeaban a Jesús (variables en número y composición), algunos de los cuales
lo acompañaron a Jerusalén y después de su muerte fueron predicadores itinerantes, había también
mujeres.
4. Las carismáticas y los carismáticos itinerantes eran apoyados por los adeptos sedentarios (Mc 6, 10;
Mt 10, 11-13; Le 10, 5-9). Algunas narraciones y apuntes sinópticos, aunque no deben entenderse
como reproducción directa de hechos históricos, indican que había entre ellos mujeres cuyas casas
pasaron a ser centros de las nacientes comunidades locales (cf. Mc 1, 29-31; Lc 10, 38-42; Hech 12,
12; Jn 4, 4-42).
5. Las adeptas y adeptos de Jesús, tanto sedentarios como itinerantes, se consideraban copartícipes en
el emergente reino de Dios, que invertía las relaciones de dominio de este mundo. Los dos grupos
cuestionaron el modelo de familia patriarcal a favor de la nueva familia de Dios, en la que sólo Dios
es padre y los humanos son hermanos entre sí.
b) El mundo vital de las mujeres como recurso literario en la predicación de Jesús
1. La mención ocasional del trabajo de la mujer y de facetas de la vida femenina en los dichos jesuáticos
es importante porque representa la excepción dentro de una cultura androcéntrica. La inclusión del
mundo vital femenino en el lenguaje de la predicación deberá atribuirse a la gran sensibilidad de Jesús
y sus seguidores ante los marginados, principales destinatarios del mensaje del reino de Dios, y a la
participación activa de las mujeres en el movimiento de Jesús.
2. La elección de mujeres como sujetos de parábolas y comparaciones las convierte en personajes de
identificación para mujeres y hombres. Tal uso de las imágenes es una protesta implícita contra la
equiparación de ser humano y varón, inherente al lenguaje y al pensamiento patriarcal.
3. Las parábolas de Jesús sobre la levadura (Lc 13, 20/EvT 96) y la dracma perdida (Lc 15, 8-10)
toman a las mujeres y su mundo vital como imagen de la acción de Dios. Tal uso de las imágenes es
una protesta implícita contra esa representación de Dios en categorías masculinas que predomina
muchas veces en la religión.
VIII- Jesús y sus adversarios
Todo carismático tiene adversarios. Su capacidad de irradiación ha de imponerse a menudo contra las
estigmatizaciones del entorno. Por eso, los conflictos de Jesús con sus adversarios, recogidos por los
evangelios sinópticos, tienen un núcleo histórico.
Los letrados: La palabra «letrado» designa en griego a un funcionario que puede redactar documentos,
desde el amanuense de aldea hasta el escribano de la corte real.
1. Apunte histórico El modelo primigenio del letrado es Esdras, «experto en la ley de Moisés» (Esd 7,
6). Jesús Sirá hace el elogio del letrado en Eclo 38, 24ss; sólo puede imaginarlo en la capa superior de
la sociedad.
2. Jesús y los «letrados»: El nuevo testamento confiere, en parte, una unidad a los letrados al establecer
el contraste entre el Jesús carismático y ellos.
• La diferencia entre letrados de diversas corrientes: El EvMc habla expresamente de «letrados de los
fariseos» (2, 16). Discute con los fariseos unos temas de conducta concretos: mesa compartida con los
pecadores (2, 13ss), preceptos de pureza ritual (7, 1ss), divorcio (10, 2ss), temas que son a la vez,
obviamente, cuestiones doctrinales.
• La diferencia entre letrados simpatizantes y letrados hostiles: El letrado que pregunta a Jesús por el
mandamiento principal es presentado como simpatizante suyo (Mc 12, 28ss); pero Mt y Lc le atribuyen
una intención hostil (cf. Mt 22, 35; Le 12, 25).
• La diferencia entre letrados jerosolimitanos y letrados galileos: Mc presenta dos veces a letrados
enemigos de Jesús que marchan de Jerusalén. Las diferencias que los evangelistas establecen entre
los «letrados» obedecen, entre otras causas, al hecho de que Jesús mismo era un «letrado» en sentido
lato.
La diferencia Jesús ante la mayoría de los otros letrados: Según Mc 1, 22, en su estilo de enseñanza.
Es una enseñanza que sólo tangencialmente puede llamarse exposición de la Escritura; es en realidad
una «doctrina nueva enseñada con autoridad» (Mc 1, 27). Una doctrina carismática que se impone con
independencia de las autoridades consagradas. Cuando Jesús se refiere a la Escritura, lo hace con gran
libertad.
En los debates rabínicos, la fórmula «pero yo os digo» sirve para distinguir la enseñanza de un letrado
frente a la de otro, pero nunca frente a la tora mosaica.
a) Los fariseos: El nombre de «fariseo» significa «el que se segrega o aisla» (perusîm). los
fariseos, cuyo origen se remonta a la época asmonea, pasaron de ser un partido político a ser
un movimiento religioso.
1. Apunte histórico
Las tradiciones, leyes y controversias que pueden remontarse a la época anterior al año 70 d. C., con
el siguiente resultado: lo fundamental eran las normas sobre pureza, diezmos y días festivos. Estas
tradiciones y leyes no se atribuyen específicamente a los fariseos, pero caracterizaban a los precursores
de los rabinos antes del año 70 d. C, y entre ellos estaban los fariseos, que probablemente incorporaron
una mentalidad y espíritu religioso difundidos más allá de su propio círculo.
Los fariseos, que aparecieron en la época asmonea como un grupo político-religioso activo, eligen
ahora una estrategia defensiva para conservar la identidad judía frente a la prepotencia política y
cultural de los extranjeros.
2. Jesús y los fariseos
La relación de Jesús con los fariseos es ambivalente: junto a una gran proximidad en las convicciones
encontramos un conflicto radical; junto a señales de una relación positiva, indicios de hostilidad.
• Jesús compartió las creencias religiosas básicas de los fariseos: Creyó en la resurrección (cf. Me 12,
18-27; Mt 12, 41 s), aunque este tema quedó en segundo plano ante la expectativa del reino de Dios.
Creyó como ellos en los demonios.
• Jesús se opuso, no obstante, a las normas prácticas defendidas por los fariseos, como el precepto
sabático y el precepto de pureza ritual.
b) Los saduceos: El término «saduceos» deriva probablemente de «Sadoc», el antepasado del
linaje sumosacerdotal de los «sadoquitas» (1 Crón 5,27ss; 24, lss).
1. Apunte histórico
Los saduceos aparecen por primera vez bajo Juan Hircano (134-104 a. C), después de la ruptura de
éste con los fariseos, que habían criticado su falta de legitimidad dinástica.
Los saduceos rechazaban las formas religiosas del judaismo contenidas en las «tradiciones ancestrales»
añadidas a la tora; por eso, su teología se prestaba mejor como base de un judaismo expansivo. Los
saduceos, representantes del linaje legítimo de sumos sacerdotes, habían pedido la destrucción del
santuario rival de Garizín por Juan Hircano y la orientación de todos los judíos hacia el único templo
de Jerusalén.
2. Jesús y los saduceos
La relación de Jesús con los saduceos es ambivalente. Jesús es más afín a los fariseos que a ellos. En
la controversia con los saduceos defiende la fe «farisea» en la resurrección y se remite a Ex 3, 6, una
parte de la Biblia que los saduceos aceptaban como autoridad suprema igual que los demás judíos.
En realidad, los saduceos tuvieron que sentirse atacados por la crítica de Jesús al templo. Sus intereses
se cifraban totalmente en el templo.
c) Los herodianos: El término, presente en Mc 3, 6 y 12, 13, deriva del adjetivo latino 'herodiani'
que (en la línea de 'caesariani', pompeiani', etc.) designa a los secuaces políticos de un jefe. Podrían
haberlo acuñado los romanos en Palestina.
1. Apunte histórico
Los herodeos eran príncipes clientes que desde el año 40 ó 36 a. C. rigieron el país como mandatarios
de los romanos.
2. Jesús y los herodianos
El hecho de que los herodianos aparezcan sólo en un episodio de curación sabática (Me 3, 16) y en la
cuestión del tributo (12, 13), y Mt y Lc (salvo Mt 22, 16) no los mencionen, indica que tales apuntes
son un vestigio histórico.
a. El pago de impuestos era cuestionado en la Palestina judía cuando el destinatario directo eran los
romanos.
b. La presencia de herodianos en Mc 3, 1-6 tiene igualmente su razón de ser: el pasaje trata de la
observancia del precepto sabático.
c. Los herodianos no aparecen por azar en dos perícopas que abordan el ejercicio del poder político: el
poder de cobrar entregas forzosas (llamadas «impuestos») y el poder militar que mata. Las dos
perícopas dejan en claro que Jesús está alejado de esta esfera de ejercicio de la violencia.

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