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1
Era común a las dos comunidades la relación indirecta e incluso directa a través de las autoridades sacerdotales
de la congregación, de sus adeptos con el Maestro de justicia (gran personalidad religiosa, del sacerdocio
sadoquita de Jerusalén se presentó como beneficiario de una iluminación divina sobre los misterios del giro
escatológico de la historia y sobre el sentido exacto que había que dar a las prescripciones de la ley mosaica
para su perfecta observancia), fundador del esenismo en la segunda mitad del siglo II a. C., el cual más tarde se
retiró por divisiones internas al movimiento, a Qumran con los que habían permanecido fieles a sus enseñanzas.
fidelidad rigurosa a la ley mosaica, separación de los demás, comunión de bienes, obediencia
a los sacerdotes dirigentes.
c) Seguimiento de los profetas escatológicos del signo (Teudas, del Egipcio, profeta anónimo de
Samaria que en el s. I d. C.) arrastraron tras sí un número de discípulos con la promesa de que
Dios realizaría signos prodigiosos de liberación del pueblo.
d) Maestro y discípulo (rab-talmïd) en el rabinismo: rabbi, junto con rabban, se convierte en
título propio de los maestros judíos después del 70 d. C. Los requisitos para el magisterio se
obtienen después de un largo training con uno o varios maestros titulados y el nombramiento
como maestros con un rito de ordenación. Acudían a su escuela por libre elección personal
sólo los judíos varones. Una vez aceptados, asumían el título, que era también un signo de
distinción social, de talmid (lamad = aprender), discipulus, en latín. Los talmidim eran de dos
tipos: los talmide-hakamin (discípulos de los sabios) de foración avanzada y los simples
talmidim, o sea, los principiantes. Los maestros o rabbi, eran llamados también, sabios. La
Torah, en su doble forma (oral y escrita), es el centro de la institución de los rabinos y de sus
discípulos.
De los dos grandes maestros del tiempo de Jesús, Hillel y Sammai, la literatura rabínica
menciona a menudo sus escuelas: bet Hillel / bet Shammai, esta es más rígida y aquella más
humana.
e) Flavio Josefo, los discípulos de Banno: cuenta Flavio Josefo en su autobiografía cómo en su
juventud había sido discípulo de un eremita, Banno, que vivía en el desierto, pero, antes había
pasado por la escuela de los fariseos, saduceos y esenios.
f) Los discípulos del Bautista: Juan tuvo seguidores que vivían con él compartiendo su vida de
profeta y de bautizador. El mismo Jesús formó parte de su grupo durante algún tiempo. Juan
y sus seguidores llevaban ciertamente una vida en común y aparentemente participaban en la
misión del maestro, es decir, bautizando y anunciando un mensaje moral y escatológico.
3- Jesús llamado Rabbí
Jesús atrajo no a pocas personas. Las fuentes hablan de seguidores, discípulos, apóstoles, los doce. Y
la misma calificación de Jesús como rabbí (maestro: didaskalos/epistates) y como “señor” parece
totalmente genérica. El título de rabbí o maestro está atestiguado de forma vocativa (Mc 9, 5; 11, 21)
(Jn 20, 16).
4- Los que lo rodeaban no eran apóstoles
Los seguidores de Jesús no se llamaban aún “apóstoles”: éstos son en realidad un grupo específico en
la escena del cristianismo de los orígenes ya en los primeros decenios. Poco después del año 50 Pablo
los menciona como beneficiarios de la aparición del Resucitado en 1 Co 15, 7. En 1 Co 9, 1, señala un
primer requisito esencial del apostolado: haber experimentado la aparición del Resucitado. Además,
que la persona haya sido enviada (apostelleien, de donde se deriva la palabra “apóstol”) por Cristo a
anunciar el evangelio de su muerte y resurrección. Así, pues, como enviados, los apóstoles no pueden
remontar al Jesús terreno; se sitúan necesariamente en el seno de una comunidad protocristiana.
5- Los Doce, un grupo escogido por Él
No se trata de un círculo constituido a partir de las apariciones pascuales, sino anterior y consolidado
hasta el punto que el fallo de uno de ellos, Judas, no lo descalifica, ya que tiene un valor simbólico
más que aritmético.
De todas formas, más allá del número, los doce tenían que revestir a los ojos de Jesús un gran
significado simbólico: remitían ciertamente a las doce tribus de Israel que constituyeron en su origen
el pueblo de Dios. Pero no se trataba tanto de un recuerdo como de una esperanza: el Nazareno no
miraba al pasado, sino al futuro como dice también, Q: se sentarán sobre (doce) tronos para juzgar a
las doce tribus de Israel. La elección de los doce es un dato históricamente bastante sólido que abre
una ventana a la esperanza de Jesús, tenso hacia la restauración de las doce tribus de Israel, es decir,
pueblo de Dios.
6- Los seguidores
a) Relatos de vocación: existen tipologías diversas. La primera insiste en la palabra de invitación
de Jesús, como aparece en el relato estilizado y ejemplar de la llamada de Simón y Andrés, en
donde se revela, por un lado, la iniciativa de Jesús que llama. Luego, la llamada en términos
resumidos e indirectos (Mc 1, 16-20// Mt 4, 18-20). Otro, introduce el mismo esquema de
vocación con el imperativo del que llama y la pronta respuesta positiva del interesado (Mc 2,
13-14). También, el seguimiento impulsado por un testigo mediador (Jn 1, 35ss.).
b) Exigencias radicales: en primer lugar, el seguimiento implica compartir su condición de
vagabundos (Lc 9,58-60; Mt 8, 19-22), de persona sin morada fija, insocial, al que la sabiduría
judía niega toda confianza, ya que reprocha a quien se fía del hombre que no tiene y se acueste
donde le tome la noche (Si 36, 28).
En segundo lugar, ante la llamada al seguimiento por parte de Jesús y la respuesta del invitado
es la objeción de “sepultar a mi padre” (Lc 9, 61-62). Se trata de un deber sancionado por la
palabra divina del 4° Mandamiento del decálogo que impone a los hijos honrar padre y madre;
también, carecer de sepultura es vergonzoso y signo de maldición divina. Pero, el sentido de
la palabra de Jesús parece claro: no hay tiempo que perder; los deberes familiares son menos
importantes y urgentes que su seguimiento; por tanto, hay que pasarlos a segundo lugar.
Lc 9, 61-62 continúa con el tercer apotegma sobre las duras exigencias del seguimiento: a otra
persona que se propone seguirle, pero con la condición que le permita antes ir a despedirse de
los de su casa, Jesús responde: “Todo el que pone la mano en el arado y se vuelve atrás, no es
apto para el reino de Dios.
También se expresan exigencias radicales fuera del motivo del seguimiento (Mc 8, 35). Perder
la vida terrena por adhesión a Jesús lleva consigo una ganancia en otro plano, la vida como
salvación última.
Tenemos además un pasaje de la fuente Q: Lc 14, 26//Mt 10, 37 sobre las arduas exigencias
que llevan consigo el discipulado, que equivale al seguimiento, v gr. “el que no odia a su padre
y madre no podrá ser discípulo mío”. Este dicho encuadra bien en el contexto de los seguidores
de los Nazarenos que habían abandonado su familia para compartir la vida de itinerancia de
Jesús.
c) Mujeres en el seguimiento: el seguimiento de Jesús itinerante, entendido no sólo en sentido
material, sino también como compromiso de compartir su misión, no fue ni mucho menos una
prerrogativa solamente de varones.
En resumen, el grupo itinerante de Jesús contaba también con algunas mujeres que colaboraban
en su misión desde el punto de vista práctico, en el seguimiento y en la comunión de vida con él
se equiparaban a los demás discípulos, pero no aparece que fueran enviadas a la misión, como
ocurrió con los doce.
7- Los discípulos
Los cuatro Evangelios canónicos hablan de ellos usando la palabra mathetai, Históricamente, la
insistencia de los Evangelios sobre Jesús maestro y sobre sus seguidores llamados “discípulos” con
una intención didáctica, debe atribuirse a la comunidad cristiana. El Nazareno fue más bien una figura
carismática de gran atractivo, trascendiendo la figura de un mero enseñante y capaz de hablar y de
obrar expresivamente con una autoridad (exousia) extraordinaria. Los que se agregaron en torno a
Jesús eran discípulos-seguidores. Por ende, no es posible representar a Jesús esencialmente como un
profesor de escuela, aunque su hablar no falten palabras didácticas de sabiduría.
8- Configuración sociológica del Leader y su grupo
a) Jesús, un itinerante: Jesús ejerce la itinerancia. Practicaba la ethos apolida (incivil) y era un
desarraigado social. En este sentido, al abandonar su casa Jesús abandonó evidentemente su
trabajo dejando así su familia sin la aportación preciosa de sus brazos. Como persona sin casa,
para su mantenimiento tenía delante de sí dos soluciones: pedir limosna, como lo hacían
muchos desheredados de su tiempo en Galilea; o bien ser mantenido por sus amigos,
obteniendo la hospitalidad temporal de esta o aquella familia, es una palabra, viviendo la
solidaridad de personas amigas, como en el caso de las mujeres que lo seguían.
b) Un insocial acompañado de insociales: en torno a Jesús se formaron tres círculos de personas
más o menos estrechamente relacionadas con su persona y su misión: el circulo más exterior
estaba formado por simpatizantes o también por personas que se acercaban a él; luego, el
círculo más estrecho de los que se adherían a su anuncio juzgándolo creíble y fiable; venían
finalmente los que le seguían de modo permanente, o quizás sólo durante algún periodo,
compartiendo su vida itinerante. El círculo más cercano y mejor definido estaba constituido
por los seguidores, lo doce, pero, también otros. Podemos llamarles discípulos-seguidores.
c) Itinerantes misioneros: se revelan las distintas modalidades de la misión de los enviados por
el Nazareno a difundir su buena noticia. En los evangelios tenemos dos fuentes independientes
y no siempre compaginables entre sí Mc 6, 6b-13, conocido por Mateo y Lucas, y la fuente Q,
atestiguada por estos dos evangelistas.
d) Analogías, antecedentes y paralelos: la comparación más frecuente se ha hecho con la
experiencia y la institución maestro-discípulos del rabinismo, señalando cómo en el caso del
Nazareno se dan los siguientes datos característicos: los discípulos son elegidos por él, siguen
siendo discípulos para siempre, son llamados a compartir su misma vida y su misión, tienen
que satisfacer unas exigencias radicales de seguimiento aun a costa de su vida. Por el contrario,
la institución rabínica eran los discípulos los que elegían al maestro, el aprendizaje era
temporal y concluía con la ordenación de rabbi, los discípulos se formaban en el conocimiento
de la Torah.
e) Familia Dei: la perspectiva de una nueva familia que viene a formarse, la familia dei, no se
limita a los seguidores itinerantes, sino que es válida para todos aquellos que se han adherido
a su anuncio. Son miembros de ella todos los que están en torno a él y cumplen la voluntad de
Dios (Mc 3, 31-32). Han abandonado la familia natural y construye otra sobre bases
espirituales.
El Carácter del discipulado (Dunn)
I- Súbditos del Rey
El tema principal de la predicación de Jesús fue “el reino de Dios”, por lo cual se puede deducir que
Dios era concebido como Rey. Sin embargo, se pasa bastante por alto este aspecto del mensaje de
Jesús. La razón, sin duda, es que prácticamente nunca, en ninguna corriente de la tradición evangélica,
se recuerda a Jesús aplicando a Dios ese título. En cambio, como ya hemos visto, al adorar a Dios en
tiempos de Jesús se le trataba regularmente de “Rey”. El rey era la figura Central y representativa en
cuanto a la seguridad y protección de su pueblo contra las amenazas exteriores y en cuanto a la
administración de la justicia en el interior. Presumiblemente, la misma lógica llevaba a considerar rey
a Yahvé: su autoridad y poder garantizaban en ultimo termino la protección y la justicia al pueblo de
Israel.
Esta confianza en Dios como protector y juez, es decir, como la autoridad y el poder decisivos que
aseguraban la paz y la justicia, y como el ser supremo al que se debía sumisión y obediencia, es lo que
se refleja en las palabras de Jesús sobre la realeza de Dios. El súbdito tiene que obedecer
incondicionalmente al rey; no es posible un doble vasallaje (Mt 6,24/Lc 16,13/EvTom 47,1-2)
II- Hijos del Padre
La llamada de Jesús al arrepentimiento estaba en correspondencia con su predicación del reino:
arrepentirse suponía reconocerse en falta respecto a la obediencia debida al Rey como súbdito suyo.
De manera similar, la enseñanza de Jesús sobre Dios como Padre estaba en correspondencia con su
llamada a la fe y a la confianza. La idea de que Dios era el Padre de Israel, o especialmente de su rey,
venia de antiguo.
La exhortación de Jesús a sus discípulos a confiar en Dios como Padre, aunque no era única en el
judaísmo de su tiempo, si puede considerarse característica de Jesús en su coherencia y en el grado de
insistencia casi infantil que él recomendaba a sus discípulos manifestar en sus oraciones.
a) Confianza como de hijo
Los datos son palmarios. Se recuerda que Jesús, refiriéndose a Dios, empleo frecuentemente la
expresión “vuestro Padre” al hablar con sus discípulos inmediatos. Jesús concebía la paternidad de
Dios no como un corolario general a su papel de Creador (Dios Padre de la creación inanimada y de
la humanidad en general), ni como Padre de Israel, adoptando esta concepción judía establecida), sino
que era recordado invitando a sus discípulos a entrar en nueva una relación —nueva en cuanto a calidad
o grado—, a convertirse y a “hacerse” como niños (Mt 18,3). Al mismo tiempo, la llamada puede
entenderse como orientada a restablecer la relación con Dios deseada para Israel o, mejor, a reanudar
o emprender de nuevo la relación que Dios quiso para su pueblo (un poco como los justos de la
literatura sapiencial). En todo caso, cualesquiera connotaciones que puedan percibirse, la tradición
recuerda enseñanza de Jesús a sus discípulos en que los exhortaba a vivir como niños ante Dios Padre.
“Ser un niño es ser pequeño, necesitar ayuda, estar dispuesto a recibirla”. Hacerse discípulo, pues, es
hacerse como un niño, volver a una posición de dependencia. La confianza que pidió Jesús (“convertíos
y confiad”) es la que el niño pequeño tiene en sus padres, de los que depende constantemente y en los
que cobra significado su vida actual.
En este sentido, lo más importante es que se recordaba a Jesús animando a tener una mayor confianza
en la generosidad del Creador, que además es el Padre (como también en Mt 10,29-31/Lc 12,6-7). La
fe excluye la ansiedad respecto a las necesidades; Dios es completamente fiable. La incertidumbre ante
la fragilidad de la existencia humana (Is 40,6-7) no debe causar ansiedad. El hijo puede tener confianza
incluso frente a la crisis; su padre lo sostendrá a lo largo de ella. El Rey es también Padre, y su reinado
puede sería experimentado en la manera fiable con que provee a sus necesidades.
b) Oración: Los hijos del Padre saben que pueden exponer confiadamente a Dios sus
preocupaciones y deseos. Esto es claro ya en las peticiones del Padrenuestro, sencillas pero
fundamentales en las preocupaciones que expresan. Es a Dios como Padre a quien, según la
exhortaci6n de Jesús, deben dirigir los discípulos sus peticiones de pan, perdón, defensa de la
tentación (Mt 6,9-13/Lc 11,2-4)52. Igualmente, memorable es la afirmación de Jesús de que
Dios oye la oración y responde a ella (Mt 7,7-11/Lc 11,9-13). Como en el Padrenuestro, las
peticiones previstas corresponden a necesidades básicas, en este caso de alimentación (pan,
pescado, huevo). Y lo que Jesús asegura no es que Dios dará cualquier cosa que se le pida,
sino que será bueno lo que dé el Padre.
b) Misión: Marcos también refiere que Jesús llamo a Pedro y Andrés para hacerlos “pescadores
de hombres” (1,17) y que escogió a los Doce para enviarlos a predicar con poder de expulsar
los demonios (Mc 3,14). Hace así explícito lo que de todos modos esta implícito en la tradición
del envío delos Doce en misión (Mc 6,6-12 parr.): que Jesús formo en torno a si un grupo de
discípulos con vistas a que lo ayudaran en su misión o asumieran parte de ella.
Se reconoce que el principio del shaliaj (= enviado), según el cual el enviado es como el que
envía (m. Ber. 5,5), está en la raíz del concepto de apostolado. Por lo tanto, ser discípulo, pues,
era tomar parte en la misión de Jesús.
d) Oración: Jesús sirvió a sus discípulos como referente de hombre de oración. Es cierto que
Lucas (Lc 22,14-38) extendió tal imagen; y la razón obvia por la que con tanta frecuencia
presentó a Jesús orando en su evangelio es que deseaba inducir a esa práctica a sus lectores
cristianos. Entonces, ser discípulo de Jesús suponía orar como Jesús oraba.
e) Sufrimiento: la tradición recuerda a Jesús advirtiendo a sus discípulos de que deben estar
preparados para el sufrimiento. La persecución era parte de la bienaventuranza de ser tratado
como tradicionalmente lo habían sido los profetas (Mt 5,12-12/Lc 6,22-23). Hacerse seguidor
de Jesús implica necesariamente seguirlo a través de la humillación y el sufrimiento de la cruz;
los discípulos deben estar preparados para perder lo que para ellos es más valioso e
irreemplazable: la vida misma.
b) Corbán: Marcos recoge otro punto de disputa con “tradición” (paradosis) en 7,9-13. El pasaje
parece indicar que le era posible a un hijo evitar las obligaciones con respecto a sus padres
dedicando de manera ficticia al templo toda la ayuda que les debía a ellos, aunque hiciera el
voto por ira o despecho. Jesús es recordado una vez más yendo más allá de los detalles legales
en este caso los de la ley de los votos, para establecer su propia norma sobre la base de lo que
él consideraba lo esencial, como el Decálogo y su mandamiento de que los hijos deben honrar
a sus padres.
c) Lavado de manos: Marcos (o ya la tradición anterior) inserto la cuestión del corbán en una
discusión más extensa relativa a la halaká sobre la pureza: Mc 7,1-8.14-23. En el presente
pasaje, Jesús no es recordado estableciendo un principio de más calado frente a una norma
tradicional. Toma la observación de Is 19,13 sobre el peligro de incurrir en un culto superficial
y de aceptar sin más las formulaciones humanas, y expresa su parecer de que “la tradición de
los antepasados” está sucumbiendo a ese peligro en el caso de que se trata.
d) Pureza: En la segunda parte de la misma secuencia vuelve el tema de la pureza (Mc 7,14-
23/Mt 15,10-20). La conclusión es triple: 1) Se recordaba que Jesús había hablado sobre la
pureza e insistido en que la pureza de corazón era más importante que la ritual. 2) La enseñanza
de Jesús era entendida de diferentes maneras. Algunos entendían que Jesús, no contento con
debatir sobre cuestiones de pureza ritual, quería que lo que decía tal ley y halakot fuera
comprendido desde un nivel más fundamental de pureza de motivo e intención. 3) En cualquier
caso, de nuevo es evidente que Jesús no estaba interesado en hacer de la pureza ritual una
prueba de lealtad a la alianza.
f) Antítesis: se entienden mejor como un medio de poner en evidencia lo que hay de más esencial
dentro de una determinada ley o subyacente a ella. Sobre todo, invitan a una reorientación más
fundamental de las relaciones humanas y sociales que pueden ser establecidas o mantenidas
mediante legislación.
g) Pago de diezmo: (Mt 23,23/Lc 11,42) Se trata de un material notable en el sentido de que
recuerda a Jesús no denunciando la preocupación por el diezmo como insustancial en exceso
o equivocada, sino, una vez más, ensenando a sus oyentes que hay cosas más fundamentales
por las que interesarse sobre todo “la justicia y la misericordia”.
h) Deber filial: Se trata de un pasaje (Mt 8,21-22/Lc 9,59-60) en que Jesús toma pie de una
situación —cuyos detalles no se conservaron, acaso por no ser considerados significativos-
para subrayar la prioridad absoluta de la obra de Dios. Y esa dedicación tan incondicional debe
ser reconocida, aunque hoy día pueda despertar perplejidad y hasta recelo en algunos.
c) Mc 3,20-21.31-35: por poderosa que sea la imagen del discipulado como una nueva familia,
no debe ser forzada para crear un contraste demasiado marcado con la responsabilidad respecto
a la familia por lazos de sangre. Aunque esa imagen produce reverberaciones muy positivas
en la tradición de Jesús, ninguna etapa de esta reflejada en los evangelios (ni siquiera en el de
Marcos) validaría llevarla a una antítesis necesaria o inevitable.
b) Jesús carismático en el marco de la “third quest”: Tres rasgos del carismático poseen especial
relevancia en la nueva investigación de Jesús: su autoridad, sus milagros y su aceptación del
conflicto:
1. Se estudió primero la relación de Jesús con los discípulos como una forma de autoridad carismático.
2. Por los mismos años, el historiador judío G. Vermes interpreta a Jesús (Jesús el judío, 1973) como
un taumaturgo y terapeuta carismático. Lo insertó en un entorno carismático dentro del judaísmo de la
época.
3. El conflicto de Jesús con el entorno. Jesús apostó su santidad en sustituir el paradigma judío de una
santidad («exclusiva») orientada a la tora y al templo por el paradigma de una misericordia
(«inclusiva») que acoge a los pecadores.
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El autor pone a colación un rasgo de su persona, la autoridad. Por esta razón, ofrece un título de carismático
que integra la idea de autoridad, es decir, se le atribuye un carisma, que es una capacidad de irradiación hacia
otras personas al margen de la esfera racional. Un carismático depende de las expectativas, esperanzas y
adhesiones de las personas que lo rodean. El carisma se desarrolla siempre en las interacciones. Así, el
carisma de Jesús se manifiesta en su relación con la familia, con el maestro, con los discípulos, multitudes y
adversarios.
Toda la tradición jesuática presenta a Jesús como carismático. Los apotegmas muestran a Jesús en
interacción con secuaces y adversarios. Hacen aflorar su carisma, que es un fenómeno relacional: una
capacidad de irradiación al margen de lo racional, que fascina a los seguidores e irrita a los adversarios.
Los apotegmas nos revelan sin duda algo sobre el Jesús histórico, concretamente sobre Jesús en sus
relaciones. Podemos distinguir cinco relaciones diferentes: La relación con su familia; La relación con
Juan Bautista; Las relaciones con sus discípulas y discípulos, y con los seguidores sedentarios; Las
relaciones con mujeres de su entorno; Las relaciones de Jesús con sus adversarios.
III- Jesús y su familia
Para hacernos una idea del Jesús carismático sería decisivo saber si su familia se atribuía o no la
descendencia davídica. Caben dos posibilidades, sin que podamos optar resueltamente por una de ellas:
a) Jesús, descendiente de David: Las genealogías divergentes de Jesús (Mt 1, lss; Le 3, 23ss) no
deben ser ningún argumento contra la realidad de la conciencia davídica de la familia. Indican
únicamente que esa conciencia no puede inferirse de las genealogías, sino que éstas la
presuponen. Sólo había registros genealógicos correctos en los círculos de sacerdotes y levitas.
b) La filiación davídica de Jesús como postulado mesiánico: Otra teoría dice que Jesús no era
descendiente de David, pero, al ser considerado mesías después de pascua, se postuló su
descendencia davídica.
Hay que contar, por tanto, con la posibilidad de que la familia de Jesús se atribuyera la
descendencia davídica. La creencia de que el mesías debía proceder de una familia davídica pudo
haber influido en el entorno de Jesús y en la formación de su «carisma».
IV- Jesús y su maestro: Juan el Bautista
La tradición cristiana primitiva asocia el otorgamiento de un carisma personal a Jesús con el bautismo.
Viene a demostrar que Jesús sintonizó con la predicación del Bautista y, por tanto, con la fe en el juicio
inminente y en la necesidad de la conversión y del bautismo para el perdón de los pecados.
a) Las fuentes sobre Juan el Bautista y su valor
La imagen del Bautista ofrecida en los evangelios y en Hech es polifacética, en algunos puntos hasta
contradictoria, y se nutre de distintas corrientes de tradición (Me, Q, Mt esp , Lcesp, EvT). Es común a
las fuentes cristianas el interesarse por el Bautista sólo en función de la historia de Jesús; por eso lo
vinculan estrechamente a él y presuponen siempre la superioridad de Jesús. Sin embargo, no asoma
esta tendencia en el relato de Josefo en Ant 18, 116-119 (citado supra, 217s); pero el uso que éste hace
de ciertas palabras clave, propias del lenguaje filosófico helenístico-romano, hace sospechar que
Josefo pudo haberse guiado en su semblanza del Bautista por los valores y las expectativas de su
público.
b) La tradición cristiana primitiva sobre el bautismo de Jesús
El recuerdo del bautismo que Juan administró a Jesús creó dificultades a la tradición cristiana
primitiva; primero por la aparente superioridad del Bautista sobre Jesús, y luego por el perdón de los
pecados inherente a la recepción del bautismo y que hacía presumir una conciencia de pecado en Jesús.
c) Jesús y el Bautista: una comparación
Los aspectos contradictorios de las fuentes obligan a dejar abierta la cuestión de la intensidad del
contacto de Jesús con el Bautista. Lo cierto es que Jesús tuvo en gran estima al Bautista durante un
tiempo (cf. Mt 11,7- 15 Q; Mc 9, 9-13; 11, 27-33 par.; Mtesp 21, 28-32; EvT 46); pero en la enseñanza
siguió su propio camino. Así se comprueba en una comparación de los dos personajes.
1- En escatología, el Bautista expresa sus expectativas con las metáforas del árbol y su fruto, de
la siembra y el campo: El hacha está ya puesta en la raíz del árbol estéril (Mt 3, 10). El juez se
apresta con el bieldo a separar la paja del trigo (Mt 3, 12). Ambas imágenes reaparecen en
Jesús, pero dando un margen al hombre: la parábola de la higuera estéril (Lc 13, 6-9) otorga
un plazo al árbol. De la limitación estricta del tiempo en el Bautista se pasa aquí a la certeza
de un aplazamiento para la conversión.
2- Esta nueva escatología trae consigo corolarios importantes en la noción del bautismo. Este
había sido un sacramento escatológico dentro del panorama del inminente fin del mundo, es
decir, una acción simbólica que Dios acogía en lugar de las obras, con el tiempo justo. Pero si
se ampliaba el tiempo para la conversión, quedaba tiempo para acreditar la conversión con las
buenas obras. Por eso Jesús no bautizaba; exigía una conversión sin bautismo (cf. Lc 13, 1 ss)
y proclamaba también (a lo que parece) el perdón de los pecados (Mc 2, 5). Al mismo tiempo
sacaba a la luz un corolario latente en el bautismo de Juan: el perdón de los pecados mediante
el bautismo es un voto de censura contra el templo como lugar del perdón de los pecados
mediante los sacrificios o los ritos en el día de la reconciliación.
3- La escatología de presente que profesa Jesús implica la experiencia de un giro epocal marcado
por la persona del Bautista y, al mismo tiempo, una conciencia de superioridad sobre él. El
Bautista había hablado, en su predicación mesiánica, de otro «más fuerte», del «venidero», al
que él no merecía llevarle las sandalias; el «más fuerte» realizará el juicio final mediante el
bautismo del Espíritu y del fuego, y recogerá la cosecha, es decir, otorgará la salvación.
d) La evolución desde el bautismo a Jesús
Aunque debe evitarse ver al Bautista en contraste con Jesús, hay que señalar un cambio de acento.
La noción judía de Dios abarcaba los dos aspectos del Dios riguroso y el Dios misericordioso, del
Dios justo y el Dios amante. El Bautista destaca el aspecto de rigor y justicia; Jesús, el de amor y
misericordia. En lugar del temor al juicio (acompañado de la oferta salvadora del bautismo)
aparece la certeza de la salvación (con la espera permanente del juicio al fondo). ¿Cómo se llegó
a eso? Se debaten dos explicaciones: o bien Jesús adquirió la nueva certeza en una experiencia
vocacional, o la apoyó en su actividad taumatúrgica.
En síntesis, sobre la relación entre Juan Bautista y Jesús podemos decir lo siguiente: Jesús heredó
algunos rasgos de la predicación y de la conciencia personal de su maestro. Su relación con él está
marcada por la continuidad y la ruptura al mismo tiempo. Fue convicción del Bautista que Dios iba a
intervenir definitivamente en la historia mediante un personaje «mesiánico» (sin títulos), para llevar a
cabo el juicio. En Jesús, esa espera de un futuro próximo evoluciona hacia la certeza de una
intervención definitiva de Dios, ya iniciada, no para el juicio destructor sino para la salvación.
Hay muchos indicios para creer que Jesús tuvo sus reservas ante cualquier título mayestático, reservas
que son comprensibles por su estrecha relación con el Bautista. Por otra parte, Jesús en su conducta
apenas se asemejó al que había de venir anunciado. En lugar de juez, se mostró como un taumaturgo
carismático, con un mensaje de liberación para los pobres y marginados.
V- Jesús y sus discípulos
Jesús, que encontró su carisma a través de su maestro Juan Bautista, lo trasmitió a los discípulos y
discípulas. La vocación de éstos forma parte, según todos los evangelios, de los primeros episodios de
Jesús.
a) Los relatos de vocación en los evangelios
Los evangelios contienen tres modelos de relato de vocación:
• El modelo de Mc: Jesús llama directamente a los discípulos, con su palabra autorizada, en plena faena
profesional de pescadores y recaudadores (Me 1, 16-18.19s; 2, 13s).
• El modelo de la fuente de los logia: los seguidores se acercan a Jesús por propia iniciativa; pero Jesús
los pone a prueba (Mt 8, 19-22/Lc 9, 59-62).
RELACIÓN MAESTRO-DISCÍPULO EN LA RELACIÓN DE JESÚS CON sus DISCÍPULOS
INSTITUCIÓN RABÍNICA
Stabilitas loci en un centro docente Vida itinerante en Galilea y su entorno
Limitación temporal: es posible un cambio de maestro El discipulado es una relación permanente
Formación deliberada de tradiciones por vía de Formación espontánea de tradiciones (puede
memorización haber excepciones, por ejemplo el padrenuestro)
Discipulado reservado a varones Hay mujeres entre los seguidores y oyentes
• El modelo joánico: algunos deciden seguir a Jesús por intermedio de otras personas. Andrés anima a
su hermano Pedro; Felipe, a Natanael (Jn 1,35ss).