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PROYECTO INDEPENDENTISTA (1800-1850)

Hugo Chumbita i

Efectivamente, el proyecto de la Independencia es la Revolución continental, es una empresa


que no puede realizar ninguno de los países en los que finalmente se dividió el continente por
separado y subrayando lo que decían entonces Francisco y Catalina, es imposible de entender la
causa de la Independencia, el proyecto, sin verlo en su dimensión americana y americanista.
Americanista, porque la generación de los revolucionarios de la década del X, está imbuida de una
fe en el pasado y el futuro de América, enlazados en esa metáfora que reflejan algunas estrofas
del himno cuando dicen: …se conmueven del Inca las tumbas…y en definitiva, transmite la idea
de que la Revolución de la Independencia es rescatar la continuidad con aquel Imperio Andino
magnífico que es como el Olimpo de los revolucionarios de la independencia. Todos ellos -
Moreno, Castelli, Belgrano, Artigas, San Martín- tienen una extraordinaria metáfora indigenista que
anima sus discursos, sus proclamas y muchos de los actos claves de su gobierno.
En ese sentido entonces es el horizonte de América en toda su amplitud y el pasado de
América, el pasado originario o de los primeros habitantes, como decía Francisco, asumido en
plenitud como el fundamento de la Revolución Emancipadora.
Yo analicé este medio siglo que comprende la lucha por la Independencia, dividiéndolo en tres
etapas. Hay una primera etapa anterior incluso a 1810. Para algunos la Revolución empieza con
el rechazo de las invasiones inglesas. Sin ninguna duda ahí aparece la fuerza autónoma de las
milicias criollas que van a ser después los que sostienen el movimiento de Mayo de 1810. No
podemos olvidarnos que en 1804 los negros esclavos habían hecho la insurrección y la
independencia de Haití; y que en 1809, un 25 de mayo, pero no en Buenos Aires sino en
Chuquisaca, se inició la revolución en lo que era en ese entonces el Virreinato del Río de la Plata,
ya que el Alto Perú era la parte más poblada y el riñón económico del Virreinato.
Nuestro bicentenario, incluso si lo reducimos a la escala rioplatense digamos, empieza dentro
de una semana, el 25 de mayo de 1809. Y además, en 1810, sin que exista exactamente un plan
pero sin duda un proyecto, porque también es muy interesante rescatar esto de que el Proyecto
no es el plan verbalizado o escrito sino que hay que interpretar el movimiento histórico que se
expresa como proyecto. En el lapso de tres meses se produce la revolución simultáneamente en
Buenos Aires, Santiago de Chile, Caracas, Bogotá, México…y esto responde a esa dimensión del
Continente Sudamericano, acotaría yo aquí para cuestionar inclusive el concepto de
Latinoamérica, de América Latina que sabemos que está institucionalizado y que es cómodo
además para connotar geográficamente la región, pero que no es la denominación original. Los
patriotas de aquella época hablan de Sudamérica y esa es la denominación que nos proponen los
descendientes de los pueblos originarios que hoy en día rechazan ese rótulo de “latinidad”.
En esa revolución sudamericana, los hechos más importantes de la guerra de la
independencia son protagonizados a través de las fronteras de las pequeñas divisiones de las
repúblicas en las que devino el continente. La campaña de San Martín, el horizonte de San Martín
es claramente llegar al eje del bastión realista del Perú, y San Martín lo dice…”soy del partido
americano…”. Bolívar organiza la revolución de la Gran Colombia, que era el proyecto de Miranda,
el nombre con el que Miranda bautizaba todas las repúblicas. San Martín y Bolívar firman el primer
pacto de unión, de Confederación perpetua de las repúblicas liberadas de Colombia, del
Perú…Buenos Aires en ese momento, bajo un gobierno que tiene otro horizonte mucho más
mezquino, se niega a conceder la trascendencia que tiene ese acuerdo…lo rebaja, lo
reduce…Fracasa el gran congreso anfictiónico que Bolívar había planeado para concretar la
Confederación Americana. Pero esa idea sigue latente y sigue siendo el horizonte de un vasto
movimiento que, circunscribiéndonos un poco al caso de las Provincias del Plata, deriva, después
de ese año crítico del 20, en la contradicción unitarios y federales. Es muy importante en este
segundo período que se inicia en el 20 hasta el 35, podríamos decir, la continuidad que asume el
federalismo de la lucha por la independencia, y que va a tener como contrincantes a ese partido
portuario y centralista que mira más a Europa que al interior de América y de cuya contradicción
trágica después de la guerra civil, emerge finalmente esa especie de síntesis que es el gobierno
de Rosas, que tiene muchas debilidades, que tiene puntos oscuros, pero que es sobre todo, una
continuidad en la lucha por la independencia frente a las potencias neocoloniales de esa época
que intentan imponer las condiciones de un modelo dependiente. Y aquí el símbolo, ese legado, el
sable de San Martín a Rosas, donde San Martín le transmite el símbolo de la guerra por la
independencia y en la correspondencia queda muy claro ese mensaje de que por encima de toda
la lucha contra la invasión anglo-francesa contra la prepotencia de las potencias de Europa, es la
continuidad de la causa por la independencia que los patriotas de la generación del X habían
llevado contra España.
Eso es, en una rápida síntesis, lo que podemos rescatar del proyecto de la independencia
como vigencia, como memorias actuales. La palabra independencia, la palabra emancipación, los
objetivos de esa revolución y el mismo carácter americano y americanista que antes subrayamos
son sin duda el legado vigente y esperemos que iluminador de nuestro camino de futuro para
nuestro país y para todos los países hermanos de América Latina.

i
Historiador, doctor en Derecho. Profesor e investigador de Derecho Público en la UBA. Profesor e
investigador de Derecho Político, Historia Argentina e Historia Política Americana en la Universidad Nacional
de La Matanza. Autor, entre otros libros, de “Jinetes rebeldes” (2000), “El secreto de Yapeyú” (2001), “Hijos
del país” (2005). Coautor del “Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas” (2001).

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