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SAMIR AMIN

ELCAPITALISMO
EN LAERA DE LA
GLOBALIZACIÓN
El capitalismo en la era
de la globalización
PAIDÓS ESTADO Y SOCIEDAD
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Samir Amin

El capitalismo
en la era
de la globalización

QHP) PAI D o s
Baaaaaaaa - BBBBBBB¡res - México
Título original: Capz'talz'sm ¿a the Age of Globatz'zatz'oa.
Tbe Management of Contemporary Society
Publicado en inglés, en 1997, por Zed Books Ltd, Londres y New-.- ese;

Traducción de Rafael Grasa

Cubierta de Víctor Viano

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del


«Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de
esta obra por cualquier método o procedimiento, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o
préstamo públicos.

© 1997 by Samir Amin


© 1999 de la traducción, Rafael Grasa
© 1999 de todas las ediciones en castellano,
Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona
y Editorial Paidós, SAICF
Defensa, 599 - Buenos Aires
http://www.paidos.com

t ISBN: 84-493-0638-8
Depósito legal: B-44.175/2002

. Impreso en A ¿t M Grafic, S. L.
08130 Santa Perpetua de la Mogoda (Barcelona)

Impreso en España - Printed in Spain


SUMARIO

Introducción ............................................ 11

1. El futuro de la polarización global ........................ 15


Desarrollo desigual y formas históricas del capitalismo ...... 15
El actual sistema mundial y los cinco monopolios
del capitalismo .................................... 17
Un proyecto alternativo y humanista de globalización ....... 19
Obstáculos a la realización del proyecto .................. 20
Posibles escenarios futuros y su inadecuación ............. 22
Cómo renovar una perspectiva de socialismo mundial ...... 24

2. La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad


contemporánea ...................................... 27
Las «leyes de la historia»: la expansión del capitalismo
no equivale a desarrollo ............................. 29
La estructura institucional: las instituciones de Bretton Woods 33
El Fondo Monetario Internacional .................... 33
El Banco Mundial ........ , .......................... 39
El GATT y la Organización Mundial del Comercio ....... 43
Globalización: la necesidad de una gestión económica
internacional ...................................... 48
La reforma de Bretton Woods .......................... 57

3. La reforma de la gestión monetaria internacional de la crisis . . . 65


Los antecedentes .................................... 65
Los tipos de cambio flexibles no son la solución ........... 66
Propuestas de reforma procedentes de las corrientes
dominantes ....................................... 68
Una visión alternativa: la regionalización policéntrica ....... 70

4. El auge de la etnicidad: una respuesta política


a la globalización económica ........................... 75
El ciclo de posguerra (1945-1990) y la nueva globalización 76
La desintegración del Estado y las nuevas ideologías étnicas
en el Tercer Mundo ................................
La globalización y la crisis del concepto de nación ......... 85
t,l capitalismo en la e ra de la globalización

La gestión actual de la crisis y sus alternativas . 92


Segundos pensamientos sobre universalismo versus
particularismo y la respuesta socialista al nacionalismo . . . . 100

5. ¿Cuáles son las condiciones para relanzar el desarrollo


del Sur? ll5
El desarrollo desaparece de la agenda ll5
Hay crisis de la sociedad actual, pero aún no puede
hablarse de crisis del capitalismo . . 118
Soluciones: ¿liberalismo sin fronteras? . . . 120
Nacionalismo.... l2I
Los peligros de la regresión antidemocráttca: el asalto étnico,
el fundamentalismo religioso y el neofascismo . 12)
Reflexiones acerca de un contraproyecto: algunas tesis básicas 126

6. Los retos de la globalización:el caso europeo . . . . ú)


Lafalta de complementariedad política en el proyecto
posbélico de Comunidad Económica Europea 13)
Los logros de la Comunidad Europea: un balance sumario . . . BB
El futuro de la integración europea en la era de la
globalización.... 114
Un futuro diferente: unar,isión radical paraEuropa ........ 151

7. Ideología y pensamiento social: la intelectualidad


y la crisis del desarrollo . . . 16l
La teoría social y la crisis del capitalismo: marxismo,
posmodernismo y movímientos sociales 16l
Laintelectualidad frente alos operadores mentales . . . . . . . . . 167
Desarrollo:críticascontrastadas.,.. 170
Los análisis y estrategias propuestos por la intelectualidad
del Tercer Mundo \15
Una nueva agenda: análisis de la diversidad del Tercer Mundo
y reconsrucción del poder social de las clases populares 111

Índice analítico y de nombres 1Bl


SIGLAS Y ABRE,VIATURAS

BERD Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo


de Europa del Este
CEPALC Comisión Económica para AméricaLatina y el Caribe
GATT-OMC Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles-Organiza-
ción Mundial del Comerci<r
Gl Grupo de los Siete
\OEI Nuevo Orden Económico Internacional
OCDE Organización paru la Cooperación Económia y el Desa-
rrollo
PNUD Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
TLC Tratado de Libre Comercio (North American Free Trade
Association, NAFTA)
TRIM Medidas de protección relacionadas con el comercio (Tra-
de Related Invested Measures)
TzuP Derechos comerciales relativos a la propiedad intelectual
(Trade Rights in Intellectual Property)
L-NCTAD Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y
el Desarrollo
INTRODUCCIÓN

La presente obra agrupa siete trabajos acerca de la gestión capitalis-


ta de la crisis en que la humanidad se encuentra sumida, de manera obvia
y prístina, en la actualidad.

El capítulo 1 analiza las nuevas formas de polarización provocadas


por los gigantescos cambios derivados de las «décadas de crecimiento»
rlos años cincuenta y sesenta), que conformaron un sistema mundial muy
diferente del anterior. La globalización de los sistemas productivos supo-
ne que en la actualidad debemos clasificar los diferentes países según el
peso relativo del «ejército activo» y del «ejército de reserva» de la fuerza
de trabajo de dichas sociedades, conceptos que, en consonancia con la ló-
gica de la globalización, deben definirse respecto de los segmentos del
sistema productivo que resultan más o menos competitivos a nivel mun-
dial. De acuerdo con dicho criterio, el grueso de la fuerza de trabajo de los
países del centro forma parte del ejército activo, habida cuenta de la forma
en que se conformaron gradualmente las economías centrales, en unas
condiciones favorables imposibles de repetir actualmente. En los países in-
dustrializados periféricos de América Latina, Asia oriental (comunista y
capitalista) y el antiguo mundo soviético, segmentos del sistema producti-
vo son ya competitivos (o pueden serlo), en el sentido anteriormente men-
cionado. El ejército laboral activo existe aquí y ahora, y puede ampliarse.
No obstante, nunca será capaz, al menos tan lejos como podemos ver en el
futuro, de absorber la reserva procedente de las economías rural e infor-
mal. Y ello por dos razones: en primer lugar, porque la competitividad
mundial exige técnicas de producción que imposibilitan dicha absorción;
y, en segundo, porque no se dispone de la válvula de seguridad que supo-
ne la emigración masiva. Por otro lado, para los países periféricos no com-
petitivos o no industrializados de África y el mundo árabe la situación es
todavía peor: apenas existe ejército activo, de forma que la práctica totali-
dad de la nación es, en términos mundiales, ejército laboral de reserva.
Por consiguiente, la industrialización del Tercer Mundo no acabará
con la polarización inherente al capitalismo mundial realmente existente,
aunque moverá sus formas y mecanismos a otros planos, dirigidos a su vez
por los monopolios financiero, tecnológico, cultural y militar mediante
los cuales la nueva forma de ley mundializada del valor produce polariza-
ción. Incluso podríamos ir más lejos: esa industrialización no reproduci-
12 El capitalismo en la era de la globalización

rá una evolución social a imagen del Occidente desarrollado. El Estado


del bienestar y el compromiso capital/tabajo que implica advienen tras
un largo proceso en el que la sociedad se ha transformado fuertemente.
En esa fase preparaforia,la industria mecanizada a gran escala fue auxi-
liada por una revolución agrícola permanente, la emigración a América
sirvió de escape a la presión derivada de la explosión de la población euro-
pea .v, por su parte, la conquista colonial proporcionó el aprovisiona-
miento de materias primas baratas. Por tanto, al aparecer el Estado del
bienestar rcforzó un compromiso histórico entre el capital v el trabajo
que había sido iavorecido por la reducción del ejército de reserva en los
países del cenÚo. Sin embargo, el Tercer Mundo en proceso de industria-
Iizacíón no ha contado con ninguna de esas concliciones favorables que
podrían haber evitado las formas más brutales de expansión capitalista. Y
en lo que podríamos llamar Cuarto Mundo, excluido totalmente de la in-
dustrialización, el sistema social presenta extremos y condiciones que ro-
zanla caricatura; el ejército de reserva comprende aquí la práctica totalidad
de la población, es decir, los pobres marginados y las masas campesinas a
las que se han negado los fiutos de cualquier revolución agraria.

Los capítul os 2 y 3 se ocupan de la gestió n económica de la crisis del


actual capitalismo mundial. La crisis se manifiesta en el hecho de que los
beneficios derivados de la producción no encuentran salidas suficientes
en forma de inversiones lucrativas capaces de desamollar posteriormente
nuevas capacidades productivas. Por tanto, la gestión de la crisis implica
hallar otras salidas para ese exceso de capital flotante y, por tanto, para
evitar su repentina desvalorización.
A nivel nacional, clicha gestión exige políticas neoliberales, per[ecta-
mente racionales desde esa óptica. Naturalmente, esas políticas encauzan
las economías en espirales deflacionarias de estancamiento, lo que jusra-
mente convierte a dichas políticas en instrumentos que meramente ges-
tionan o contienen la crisis, sin resolveda.
Por añadidura, la globalización requiere que la gestión de la crisis
opere también a nivel mundial. Las instituciones de Bretton \X/oods
cialmente el Fondo Monetario Internacional (FNIi) y el Banco Mundial -espe-
(BM)- se han adecuado a dicho propósito, de manera que las economías de
los países del Sur y del Este se subordinan a dichos imperativos. Los pro-
gramas de ajuste y reestructuración que se imponen en ese contexto no per-
siguen en modo alguno lo que su nombre sugiere, un ajuste estructural. La
idea que subyace en dichos programás no es cambiar las esmucturas para
permitir un nuevo auge generalizado y una expansión de los mercados, sino
limitarse a poner en marcha ajustes coyunturales que obedezcan a la lógica
a corto plazo de asegurar la rentabilidad financiera del capital excedente.
Introducción t)

Naturalmente, la gestión de la crisis mundial rcsulta en esos términos impo-


sible: multiplica los conflictos que no puede regula¡ en gran medida porque.
opera dentro de la esffuctura de un sistema monetario obsoleto.

El capítulo 4 toma en consideración diversas cuestiones relativas a la


gestión política del caos producido por el utópico e irreal proyecto de
.,hacer funcionar el mundo como un mercado>>. Hasta hace bien poco, el
espacio de gestión económica de la acumulación de capital coincidió con
sus dimensiones políticas y sociales. En ese sentido, el Estado nacional
burgués proporcionó el modelo de modernidad que el Tercer Mundo in-
tentó reproducir tras la Segunda Guerra Mundial, en particular median-
re el modelo de desarrollo nacional autocentrado (aunque, eso sí, abierto
¿ la economía internacional) y de construcción/modernización del Esta-
Jo. En dicho contexto, las clases dirigentes (a menudo multiétnicas) de
-\sia, África y Europa oriental basaron su legitimación en el desarrollo
:conómico que la fuerte expansión del capitalismo mundial favoreció
hasta la década de los años ochenta.
La profundización del proceso de globalización ha acabado con esa
coincidencia de espacios. Una nueva contradicción caracferiza el capitalis-
mo mundial: por un lado, los centros de gravedad de las fuerzas económi-
cas que gobiernan la acumulación han atravesado las fronteras de los Esta-
Jos particulares; por offo, no existe a nivel mundial un marco o estructura
lo1ítico, social, ideológico 1, cultural que pueda dotar de coherencia a la
sestión global del sistema. Por tanto, en 1o que respecta a la dimensión po-
1ítica, la gestión de la crisis consiste en intentar suprimir el segundo térmi-
no de la contradicción, el Estado, con el objeto de imponer 1a gestión de la
sociedad por el..mercado» como única regla. Las ideologías y prácticas an-
riestatistas radicales de nuestros días forman parte de dicha lógica.
La erosión de los viejos modelos de crecimiento, por consiguíente, ha
sumido a los países periféricos del Sur y del Este en una crisis del Estado-
nación, reavivando movimientos centrífugos que a menudo revisten una
expresión étnica. La crisis ha hecho añicos la unidad de las clases díri-
sentes de la periferia, de manera que en la actualidad fracciones rivales
intentan basar su legitimidad en las aspiraciones étnicas de sus desorien-
tados pueblos. La gestión de esta crisis, mediante la manipulación de las
aspiraciones democráticas y de los derechos nacionales, alimenta el pro-
vecto de subordinar las sociedades a las demandas del mercado, un pro-
vecto que presupone la destrucción de los Estados capaces de modular
eficazmente las condiciones de la globalización.

Los capítulos 5,6 y 7 se ocupan de diversos aspectos relativos a la


búsqueda de una alternativa a la sumisión total a la lógica del capital. En
14 El capitalismo en Ia cra de la globalización

un tiempo mínimo, la persecución de la utopía liberal ha producido re-


sultados tan catastróficos que su discurso está perdiendo ya impulso. El
viento empieza a cambiar de dirección, a soplar del lado de la razón.
Contrariamente a todas las políticas hegemónicas de gestión de las
crisis, resulta necesario repensar el desarrollo como modelo socieral. E1
crecimiento no es el producto natural de la gestión del mercado y de las
políticas encaminadas a lograr la expansión; por el contrario, es el resul-
tado posible de políticas transformadoras previamenre pensadas en rodas
v cada una de sus dimensiones.
La expansión de posguerra fue producto de un ajuste estrarégico del
capital a las condiciones sociales que las fuerzas democráticas populares,
poderosas merced a la victoria sobre eI fascismo en 1945, pudieron impo-
ner, Es decir, justamente lo contrario a las llamadas políticas de ajuste de
nuestros días. Pese a 1o que ciertos profesores universitarios imaginan, la
historia no está infaliblemente dirigida por las leyes de la ,<economía pura>>.
La historia es un producto de las reacciones sociales a las tendencias que di-
chas leyes implican, reacciones que definen a su vez las relaciones sociales
concretas en las que operan las mencionadas leyes. Las fuerzas «antisisté-
micas>> (en otras palabras, el rechazo organizado, consistente y efrcaz a ple-
garse completamente a las exigencias de esas supuestas leyes) contribuyen
tanto como la lógica <<pura>> de la acumulación de capital a conformar la
historia real. Determinan las posibilidades .,- tormas de expansión que se
dan en el marco o estructura organizada que ellas mismas imponen.
De ahí que nuesÚo propósito en el presente libro sea presentar una
crítica sistemática del simplista discurso dominante acerca del carácter
ineluctable de la globalización. Debe admirirse que la interdependencia
ha cle ser negociada; que formas de desarrollo nacionalmente necesarias
han de ser pautadas y apoyadas, y que las desigualdades iniciales se deben
corregir antes de que crezcan y se hagan más profundas, Admitir esas ne-
cesidades supone, por tanto, comprender que el desarrollo no equivale a
la expansión del mercado. Pero el discurso dominante se niega sistemáti-
camente a hacer esa distinción, presuponiendo que la expansión del mer-
cado ,,lleva>> necesariamente al progreso social v a la democracia, así
como que las «dificultades>> (las ,.bolsasr> de pobreza, desempleo y mar-
ginación social, como las denominan) son meramente <<transitorias>>. Na-
turalmente, ninguno de quienes así opinan dedica mucho tiempo a pen-
sar ¡si la transición dorará unos pocos años o varios siglos!
Así las cosas, y partiendo de los presupuestos que acabo de exponer,
el capítulo 5 se ocupa de aspectos relativos a cualquier resurgir futuro del
desarrollo del Tercer Mundo, el capítulo 6 úata de los retos a que se en-
frenta la construcción europea y, finalmente, el capítulo 7 se dedica a las
responsabilidades de los intelectuales del Tercer Mundo.
Capítulo 1

EL FUTURO DE LA POLARIZACIÓN GI-OBAL

Dps¿RnoI-t-o DESTGUAL y FoRMAS r¡Isrónrcas DEL cApITALrsMo

Desde la Antigüedad, la historia se ha caracterizado por el desigual de-


sarrollo de las regiones, si bien hay que esperar ala era moderna para que
la polarización se convierta en el subproducto inmanente de la integración
de la totalidad del planeta en el sistema capitalista. Por consiguiente, pode-
mos decir que la polarización (capitalista) moderna ha aparecido en formas
sucesivas durante la evolución del modo de producción capitalista. Con-
cretan-lente, podemos singularizar cuatro grandes fases, a saber:

l. forma raercantilist¿ (1500-1800), previa a la revolución indus-


La
rrial y moldeada por la hegemonía del capital mercantil en los centros
atlánticos dominantes, así como por la creación de zonas periféricas
rAmérica) cuya función presuponía su total aceptación de la lógica de
acumulación del capital.
2. El denominado rnodelo clásico, surgido de la revolución indus-
trial, que definió a partir de entonces las formas básicas del capitalismo.
Por su parte, las periferias (a AméricaLaúna se agregaron progresiva-
mente toda Asia, excepto Japón, y África) siguieron siendo rurales. no
industrializadas, y su participación en la división internacional del tra-
bajo se produjo a través de la agricultura y la producción mineral. Este
importante rasgo de polarización estuvo acompañado de otro no menos
importante: la cristalización y establecimiento de sistemas netamente in-
dustriales como sistemas nacionales autocentrados, acaecido en parale-
lo ala construcción de los estados nacionales burgueses. Ambas carac-
terísticas explican las líneas dominantes de la ideología de la liberación
nacional, la respuesta al reto planteado por la polaúzaci1n: a) el objeti-
vo de considerar la industrialización como sinónimo de progreso libe-
rador y un instrumento para ponerse al día; b) el objetivo de construir
Estados-nación inspirados en los modelos de los países del centro. De
esa forma se concibió la ideología de la modernización. Por consiguien-
te, esta forma clásica de polarización caracterizó el sistema mundial des-
de la revolución industrial (es decir, después de 1800) hasta la Segunda
Guerra Mundial.
t6 E1 capitalismo en la era de la gkrbalizaci(rn

). El períodode posguerr(t (1945- 1990) supone la progresiva ero-


sión de las dos características que acabamos de mencionar. Durante el
período se produjo la industrialización de las periferias, un proceso
obviamente desigual que resultó el factor dominante en Arnérica Lati-
na v Asia, con el movimiento de liberación n¿rcional af¿rnándose en
acelerar el proceso en aquellos Estados periféricos que acababan cle
recobrar su ¿iutonomía política. En esos años se produjo también, si-
multáneamente, el progresivo desmantelamiento de los sistemas de pro-
ducción nacional ¿rutocentrados y su recomposición como elementos
constitutivos de un sistema integrado de producción mundial. Esta
doble erosión supuso una nueva manifestación de la profundizacíón
de la globaliz¿ción.
4. El período ruás recíente (a partir de 1990), en que la acumulación
de esas transformaciones ha provocado el colapso de1 equilibrio caracte-
rístico del sistema mundial de posguerra.

Esta evolución, empero, no apunta hacia un nuevo orden mundial ca-


racterizado por nue\ras toruras de polarización, sino hacia el desorden
global. El caos al que nos enfrentamos proviene de un triple fracaso del
sistema, que ha sido incapaz de desarrollar: a) nuevas formas de organi-
zación social y política que vayan más allá del Estado-nación, un nuevo
reqr-risito del sistema globalizado de producción; b) relaciones políticas y
económicas capaces de reconciliar el ar-rge de la industlialización en las
nuevas zonas periféricas competitivas de Asia y América Latina con el ob-
jetivo del crecimiento mundial; y c) una relación que no sea excluyente
con la periferia afúcana, que no está implicada en modo alguno en una in-
dustrialización competitiva. Este caos resulta visible en todas 1as regiones
de1 planeta y en todas las facetas de la crisis política, social e ideológica.
Está en la base de las dificultades de la actual construcción europea, así
como en la incapacidad del continente de alcanzar la integración econó-
mica y establecer a la vez estructuras políticas integracionistas. E,s tam-
bién la causa de las convulsiones que se observan en todas las periferias
de Europa oriental, del viejo Tercer Mundo semiindustrializado y del
nuevo y marginado Cuarto Mundo. Así las cosas, el caos actual lejos de
apuntalar el incremento de la globalización revela su extrema vulnerabi-
lidad.
No obstante, el predominio del caos no debe impedirnos pensar en
escenarios alternativos para un nLlevo <.orden mundialr>, si bien es cierto
que existen muchos y diferentes <<órdenes mundiales» posibles. Quiero
llamar la atención sobre cuestiones que fueron ignoradas por el triunfa-
lismo que suscitó la idea de la inexorabilidad de la globalización, pese a
que, con.ro ya he señalado, se ha revelado su precariedad.
El futuro cle la polarización global l1

El lector habrá descubierto ya que este análisis del capitalismo mun-


dial no se centra en la cuestión de las hegemonías, puesto que no me ads-
cribo a la escuel¿r de las hegemonías sucesivas de cierta historiografía. El
concepto de hegemonía es a menudo estéril y acientífico merced alava-
suedad de las definiciones al uso, de modo que no creo que deba consti-
tuir el centro del debate. He llegado a la conclusión, por el contrario, que
ia hegemonía es la excepción a la norma, a saber, el conflicto entre las
pártes que pone fin a la hegemonía. La hegemonía de Estaclos Unidos,
rparentemente vigente en la actualidad, quízás por ausencia de rival, es
:an frágil y precaria como la globa\ización de las estructuras a través de
-as que opera.

. L ¡CtU,ql SIS-rEMA MUNDIAL Y LOS CIINCO MONOPOLIOS DEL


- \PITALISIVIO

En mi opinión, el debate debería empezar con un debate a fondo de


,os rasgos norredosos del sistema mundial actual, provocados por la ero-
sión del sistema anterior. Creo que existen dos elementos nuevos, a saber:

1. La erosión del Estado-nación centrado en sí mismo y la consi-


guiente desaparición del vínculo entre la esfera de la reproduc-
ción y la de la acumulación, que acompaña al debilitamiento del
control político y social que hasta el momento había sido deter-
minado precisamente por las fronteras de ese Estado-nación auto-
centrado;
2. La erosión de la gran fractura entre un centro industrializado y las
regiones períféricas no industrialtzadas, es paralela a la emergencia
de nuevas dimensiones de polarización.

La posición de un país en la jerarquía global viene definida por su ca-


racidad para competir en el mercado mundial. Aceptar esa evidencia no
supone en modo alguno compartir la opinión del economista burgués que
considera que dicha posición se debe al resultado de adoptar medidas ra-
cionales, una racionalidad sea de paso- que se mide a partir de
-dicho
las denominadas ..leyes objetivas del mercado>>. Por el contrario, creo que
dicha competitividad es un producto complejo en el que confluyen mú1-
riples factores económicos, políticos y sociales. En esta lucha desigual, los
centros usan lo que me gusta denominar sus <<cinco n-ronopolios>>, mono-
polios que constituyen un desafío a la totalidad de la teoría social. Dichos
monopolios son:
20 El capittrlismo en la cra de la clobalización

I.La organización del desarme mundial a los niveles adecuados, li-


berando a la humanidad de la amenaza del holocausto nuclear y de
otros semejantes.
2.La organización del acceso a los recursos del planeta de manera
igualitaria, de forma que hubiera cadavez menor desigualdad. De-
bería generarse un proceso global de toma de decisiones que in-
cluyera una valoración (es decir, establecimiento de tarifas) de los
recursos, lo que obligaría a reducir las pérdidas y los residuos, y
una distribución más equitativa del valor y de los ingresos deriva-
dos de dich«¡s recursos. Tal cosa supondría también el inicio de un
sistema fiscal globalizado.
3. La negociación de relaciones económicas abiertas y flexibles entre
las principales regiones del rnundo, que en la actualidad se en-
cuentran desigualmente desarrolladas. De esta forma se reducirían
progresivamente los monopolios financieros y tecnológicos de los
centros. Por supuesto, tal cosa supone liquidar las instituciones
que actualmente dirigen el mercado mundial (BM, FMI, GATT,
OMC. etc.) y crear otros sistemas para gestionar la economía glo-
bal.
.1. El inicio de negociaciones para la correcta gestión de la dialéctica
mundial/nacional en las áreas de la comunicación, la cultura y la
política. Ello implica crear instituciones políticas que representen
intereses sociales a escala mundial, es decir, el inicio de un .<Parla-
mento mundial>, que iría más allá de los mecanismos interestatales
del actual sistema de las Naciones Unidas.

OesrÁculos A LA REALTzACTóN DEL pROyECT'c)

Resulta más que evidente que las tendencias actuales no siguen la di-
rección antes descrita y que en la actualidad no se lucha por lograr esos
objetir,os humanistas. No me sorprende, El deterioro del antiguo sisrema
de globalización no está en condiciones de preparar su propia sucesión
y sólo puede conducir al caos. Las fuerzas dominantes despliegan sus ac-
tividades en el marco de esas constricciones, en un intento por maniobrar
a fin de lograr ganancias a corto plazo, con 1o que agravan el caos. Su in-
tento de legitimar sus opciones mediante la vieja ideología del mercado
<<autorreguladorrr, afirmando que <<no hay alternativas>>, o bien mediante
puro y simple cinismo, no es una solución, sino parte del problema.Las
'respuestas espontáneas de los puebios a ia degradación no son necesaria-
mente más sutiles o provechosas. En tiempos de extravío y desarraigo, las
soluciones ilusorias, como el fundamentalismo o el chovinismo, pueden
22 E,l capitalismo en la era de la globalización

vado a las fuerzas de la derecha impacientes por beneficiarse del colapso


de1 imperio soviético y sustituirlo por un capitalismo salvaje y corrupto.
Es obvio que el proceso actual de latinoam eúcanización de la antigua Eu-
ropa oriental sólo puede debilitar las probabilidades de éxito de un pro-
vecto paneuropeo inspirado en ideas de izquierda, algo que, a su vez, sóio
puede acentuar el desequilibrio entre los miembros de la Unión Europea
para beneficiar al único de ellos capaz de aprovecharse de dicha evolu-
ción: la Alemania unificada.
La crisis dei proyecto europeo constituye uno de los mayores desafíos
a que se enfrenta Ia construcción de la nueva globalización. Pero estas
manifestaciones involucionistas, de ensimismamiento, esas respuestas rá-
gicas e inadecuadas al reto de la construcción de un sistema global reno-
vado, no se encuentran sólo en Europa. Pueden apreciarse, por el contra-
rio, en todo el antiguo Tercer Mundo, particularmente en las regiones
marginadas por el colapso del antiguo orden mundial (eIÁfrica subsaha-
riana y las zonas árabes del mundo islámico), así como en el nuevo Tercer
Mundo surgido del Este (como la antigua Unión Soviética o la antigua
Yugoslavia), donde observamos más involuciones autodestructivas que
respuestas ala alfura del desafío.

POSISLpS ESCENARIoS FUTURoS Y SU INADE,CUACIÓN

Así las cosas, pocos escenarios realistas pueden proponerse. Exami-


naré algunos de ellos y mostraré que no responden adecuadamente a las
demandas que plantea ia construcción de un orden mundial aceptable y
estable, ni ofrecen una salida del caos.
La cuestión europea se encuentra en el centro de la teorización
acerca del futuro de la globalización. En efecto, a ruiz del colapso del
proyecto europeo y la amenaza de que se desintegre, fuerzas fieles a la
idea de Europa podrían considerar útil y posible reagruparse en torno a
su <<segunda preferencia>>, es decir, una Europa alemana. Hay fundadas
razones para creer que en este escenario el navío británico navegaría
muy cerca de ias costas estadounidenses, manteniéndose a distancia de
la Europa <<continental». De hecho, ya se ha iniciado ese camino y algu-
nos incluso han legitimado tal rumbo al dar prioridad a la noción de
<<gestión neutral del dinero», un concepto tecnocrático basado en la ig-
norancia del significado político de la gestión monetari a, y confiarla (¿a
quién sino?) ¡al Bundesbank! No creo que esta caricatura del proyecto
europeo original puede ser realmente estable, puesto que diversos paí-
ses europeos no aceptarán el debilitamiento de sus propias posiciones
que implica.
El futuro de la polarización global 23

Para empeorar las cosas, la posición preferencial de Estados Unidos


no resulta desafiada por el escenario de una Europa alemana. Tampoco
está claro si hay algo en este proyecto que pueda desafiar a Estados Uni-
dos en cualquiera de las áreas cubiertas por los cinco monopolios antes
mencionados. Una Europa alemana permaneceria dentro de la órbita es-
tadounidense.
Hay un segundo escenario, por falta de alternativa, algo así como una
segunda edición de la hegemonía estadounidense. Lo cierto es que el es-
cenario se presenta con muchas variantes. La más probable sería la de
«compartir la carga» asociada a una regionalización neoimperialista, en la
que América Latina estaría unida al vagón de los Estados Unidos y África
al de una Europa alemana (con algunas migajas para Francia), pero eso no
comprendería ni la región petrolera del Golfo ni el «mercado común de
Oriente Medio», que seguiría siendo coto vedado de Estados Unidos. La
presencia estadounidense en la zona se siente ya merced a la ocupación
:nilitar del Golfo e, indirectamente, por su alianza con Israel. Finalmente,
podría haber una cierta simetría por el hecho de dejar el sur y el sudeste
asiático abiertos a la expansión japonesa. No obstante, esta división entre
ios tres centros no implica igualdad: Estados Unidos mantendría su posi-
ción privilegiada. Tampoco en este caso creo que opciones neoimperialis-
:as corno éstas puedan garantizar la estabilidad del sistema, puesto que
deberían enfrentarse a revueltas periódicas en América Latina, Asia y
África.
Deberíamos centrar nuestra atención en Asia, que se ha mantenido
bastante alejada del conflicto euro-estadounidense. Se ha señalado a
menudo que Asia ———desde Japón a la China comunista, Corea y en me-
nor grado algunos países del sudeste asiático (como Singapur, Tailan-
dia y Malasia) e incluso India— no se ha Visto afectada por la presen-
te crisis y que dichos países han experimentado éxitos en términos de
crecimiento y eficiencia, medidos por su competitividad en el mercado
mundial. No obstante, no se pueden hacer vaticinios a la ligera y soste—
ner que Asia será el lugar de la próxima hegemonía. Asia, en un senti—
do globalizador, reúne ciertamente más de la mitad de la población
mundial, pero ésta se presenta dividida en distintos estados. En lugar
de ese vago concepto de hegemonía global podríamos sustituirlo por la
noción de que Asia se convertirá en la principal región de acumulación
capitalista. Falta por describir detalladamente la forma en que tal cosa
se está produciendo ya en la actualidad, así como la articulación entre
las diferentes naciones asiáticas, así como entre éstas y el resto del
mundo. El modelo presenta variaciones. La más facil de imaginar, el
dominio de la región por el imperialismo nipón, es, en mi opinión, la
menos factible. Lo cierto es que los admiradores de los recientes éxitos
21 El capitalismo en la era de la globalizacicín

japoneses suelen subestimar la vr,rlne rabilidad de Japón, una vulnerabi-


lidad que explica justamente que siga atado a Estados Unidos. Por otro
lado, parece poco probable que China, o incluso Corea, aceptaran es-
tar subordinados alapón. En tales condiciones, el n-rantenimiento de
un equilibrio interasiático dependería de {ueruas externas ala regióny,
una vez más, ei único candidato a desempeñar ese papel es Estados
Unidos, que prolongaría de ese m«rdo su primacía en la escena mun-
dial.
No obstante, es muv probable que la posición de estos países asiáti-
cos en ei sistema mundial capitalista se vea rcforzada. ¿Cuál será entonces
la reacción estadounidense2 En mi opinión, todas las estrategias de alian-
zas giran alrededor de esa pregunta. Resulta casi innecesario añat1ir que el
desarrollo futuro de China amenaza todos los equilibrios globales, por lo
que Estados Unidos se sentirá amenazado por ese desarrollo. De ahí que,
en mi opinión, pueda vislumbrarse que listados Unidos y China serán los
principales ántagonistas de cualquier conflicto global futuro.

CÓTIO RENO\AR UI\'A PERSPECTIvA DIl SOCIALISN4O N,IUNDIAL

Los acontecimientos actuales sugieren diferentes escenarios posibles.


ninguno de los cuales cuestiona las realidades de la polaríz.ación Norte-
Sr-rr. La lógica que gobierna el sistema capitaiista perpetúa la polarización
centro/periferia. Su forma de operar se renueva constantemente y el fu-
turo se basará en los cinco monopolios sobre Ios que he establecido mi ar-
gumentación.
Se podría decir que no hay nada nuevo en esta visión porque la pola-
rización es casi parte del orden natural de las cosas. No obstante, no com-
parto dicho opinión porque esa polarización ha sido desafiada a lo largo
de los í¡ltimos cinco siglos. Los pueblos que fueron reducidos a Ia perife-
ria merced a la expansión capitalista mundial y que por largo tiempo pa-
recieron aceptar su suerte, han dejado de aceptarla desde hace cincuenta
años, y en el futuro cadavez la aceptarán menos. El aspecto político po-
sitivo de la uníversalización que inauguró el capitalismo que ya no
puede ir más allá en su actuai versión truncada- es que ha-y provocado la
aparición de gusanos en la fruta. Las revoluciones rusa y china inaugura-
ron el intento de ir más allá del sistema a partir de las revueltas de los pue-
blos periféricos v tal cosa continuará en nuevas versiones. La explicación
final de la inestabilidad del <<sistema mundial» en constrlrcción se en-
cuentra precisamente aquí. Naturalmente, los conflictos que ocuparán la
atención internacional en el futuro no serán todos, como suele suceder,
de igual importancia. Intuitivarnente, me inc]ino a clar prioriclad y carác-
El futuro de la poiarización globai 25

ter determinante a los conflictos en que se vean implicados los pueblos


asiáticos y el sistema dominante. Ello no significa que orros pueblcs no
participen en la revuelta generalizada contrala polarización, ni tampoco
que no puedan emanar transformaciones y aun progreso de los propios
centros del sistema.
En suma, una respuesta humanista al desafío que plantea la globali-
zación inaugurada por la expansión capitalista puede ser idealista, pero
no es utópica. Por el contrario, es el único proyecto realista posible. Só1o
ienemos que empezar a desarrollarlo y poderosas fuerzas sociales 1o apo-
tarán en todas las regiones del mundo.
Esta es la forma de renovar la perspectiva del socialismo mundial.
Como preparación, las fuerzas ideológícas y políticas deben reagruparse
rara ser capaces de combatir los cinco monopolios que reproducen el ca-
¡italismo. Este combate creará las condiciones para un ajuste mutuo. En
Jicha lucha deberemos reconsiderar cuestiones fundamentales del frente
.-ultural ideológico: a) la dialéctica universal/particular; b) la relación en-
:re democracia política y progreso social; c) la dialéctica de la denomina-
ja eficiencia económica (y la forma en que se expresa, el <<mercadorr) y de
os valores de igualdad y fraternidad; y d) la definición de un objetivo so-
¡ialista global alaluz de todo 1o anterior.
En el frente político tenemos que desarrollar formas organizativas
nundiales que sean más genuinamente democráticas, que sean capaces de
:emodelar las relaciones económicas con miras a disminuir la desigual-
iad. En esa dirección me parece altamente prioritario reorganizar el sis-
:ema mundial a partir de grandes regiones, que agruparian zonas disper-
sas de la periferia. De esa forma se podrían constituir las regiones
-¿tinoamericanas, árabes, africanas y del sudeste asiático, iunto a China e
India, los únicos países continentales existentes en nuestro planeta. Pro-
:rongo que este objetivo reciba un tratamiento prioritario en la nueva
rgenda del movimiento de países no alineados. Naturalmente, los agru-
pamientos regionales no excluyen otros posibles, como Europa o la anti-
sua Unión Soviética. La ruzón que motiva la exigencia política que acabo
de exponer es simple: sólo operando a esta escala pueden combatirse efi-
cazmente los cinco monopolios a que me he referido reiteradamen¡e. La
construcción de un sistema económico y financiero verdaderamente glo-
bal resulta posible a partir de esa base.
Naturalmente, la transformación dei mundo comienza siempre por
luchas en su base. Sin cambios de los sistemas ideológicos, políticos y so-
ciales en la dimensión nacional cualquier discusión acerca de la globali-
zación y 7a polaización deviene letra muerta.
26 [:l capitalismo en la era de la globalización

Nota bibliográfica

Este capítuio contiene en forma abreviada conclusiones de exposi-


ciones desarrolladas en detalle en:

Empire of Chaos, Nueva York, Monthly Review, 1993.


Re-reading tbe Post-War Period, an Intellectual ltinerary, Nueva York,
Monthly Revieu,, 1994,
L'éthruicité i l'assaut des nations, París, L'Harmattan, 199).
L'[ o n d i a li s a t i o n e t a c c u m u la t io n, P arís, lHarmattan, I99) .
Capítulo 2

LA GESTIÓN ECONÓMICA CAPITALISTA,


DE LA CRISIS DE LA SOCIEDAD CONTEMPORANEA

La actuación de las principales instituciones económicas mundiales,


en particular el FMI, el conjunto del BM y el GATT-OMC, han sido ob-
íeto de numerosos estudios críticos. De hecho, muchos de ellos son tan
excelentes, tanto en la precisión de la información que manejan como en
ia finura de su análisis, que pudiera parecer sorprendente que deba aña-
dirse algo más. Hay que señalar que hasta principios de la década de los
ochenta la mayoría de esos estudios fueron imparciales. Naturalmente,
los críticos señalaron que las políticas de esas instituciones formaban par-
te de la lógica de la expansión capitalista, que servían a los intereses de las
transnacionales, que no se preocupan del medio ambiente (afirmaciones
que apenas empiezan a ser tenidas en cuenta), que aceptaban acrítica-
mente la idea de que el «desarrollo» comportaría la disminución de las
«bolsas de pobreza» a través de un efecto de permeación «gota a gota».
Sin embargo, y por otro lado, se tenía una opinión positiva de la apertura
_\‘ progreso de la globalización y, en consecuencia, también del apoyo
que los países recibían del FMI para ayudar a resolver sus dificultades
con la balanza de pagos, devolver la convertibilidad a las principales mo-
nedas y disminuir gradualmente las tarifas arancelarias. Se señalaba tam—
bién que estas instituciones respetaban las opciones nacionales de los Es-
tados que optaban por conceder un papel económico básico al sector
público, someter al capital extranjero a controles estrictos e incluso, en al—
gunos casos, optar por el «socialismo» y desvincular sus precios y salarios
internos de la lógica del capitalismo mundial, distribuyendo de forma sis-
temática los ingresos nacionales. -
Por tanto, en esa época una de las principales críticas que se hacían a
dichas instituciones era la timidezde sus intervenciones. Así, se conside-
raba lamentable, por ejemplo, que el FMI no fuera de utilidad en sus re—
laciones con las grandes potencias capitalistas, o que Estados Unidos hu-
biera prescindido del BM en la reconstrucción europea y hubiera usado
la alternativa del Plan Marshall, o bien que el GATT-OMC se limitara a
buscar la reducción de aranceles sin atreverse a ir más allá.
La crisis de la deuda externa, que se abrió con la amenaza mexicana
de suspender sus pagos en 1982, no cambió radicalmente la perspectiva
28 El capitalismo en la era de [a globalización

que acabamos de exponer. Las críticas a las mencionadas instituciones


en especial al FMI. uno de los protagonistás principales- insistían sobre -y
todo en su inacción respecto de la nueva situación: se dijo que el Fondo
se limitaba a establecer el nuevo <<calendario» de la deuda, sin atajar sus
causas o los mecanismos que aseguraban su reproducción y expansión
(aitas tipos de interés, apertura incontrolada, etc.).
No obstante, a partir de 1981 las críticas dirigidas a las instituciones
económicas internacionales se endurecieron mucho. En ese momento,
que coincidió con la llegada al poder de Ronald Reagan y sr-r evangelio de
doctrinas neoliberales extremas, dichas instituciones se convirtieron ins-
tantáneamente al neoliberalismo, como si tuvieran que adoptar cuaiquier
cambio de moda en la Casa Blanca. La conversión cristalizó inmediata-
mente en un simple y universal programa de actuación. conocido como
«programa de ajuste estructural>>, o PAS. El programa se aplicó inicial-
mente a los países del Tercer Mundo que se consideraban en crisis (;como
si los países capitalistas no lo estuvieranl): se les obligó a .aiusrarse». uni-
lateralmente, a las nuevas condiciones. A iinales de la década de los
ochenta, los PAS se habían extendido a los países del bloque del Este. con
el objeto de «ayudarles>> en una reconversión rápida hacia el capitalismo
..normal>>.
No enumeraré las numerosas críticas que se han hecho de las diver-
sas formas de ese program¿l de ajuste estructural. Lo cierto es que conta-
mos con críticas excelentes y giobales. inclu,vendo estudios específicos
de experiencias nacionales y grandes síntesis, de modo que resulta inne-
cesario repetir 1o ya hecho y dicho. Tampoco vacilo en hacer mío el re-
sumen de esas críticas que realizó el Tribunal Internacional de los Pue-
blos en su juicio al G7, recogidas en ia sentencia de Tokio de 19%.
Según el Tribunal, las consecuencias generales de los PAS habían sido:
un fuerte incremento del desempleo; un descenso de la remuneración sa-
larial; un aumento de la dependencia alimentaria; un grave deterioro del
meclio ambiente; un deterioro de los sistemas de atención saniraria: una
disminución notoria de la capacidad productiva de muchas nacionesl el
sabotaje de los sistemas democráticos, y el crecimiento continuado de la
deuda externa.
La mencionada sentencía precisa y saludable- conriene
-gráfica,
dos conclusiones poderosas e importantes, Ia primera explícita r. la se-
gunda implícita: a) las políticas establecidas por las instituciones inrerna-
cionales en obediencia a estrategias adoptadas por el G7 constirulen la
causa del brutal y masivo empobrecimiento de las mayorías populares,
particularmente en el Sur y en el Este; y b) esas políticas no proporcionan
solución alguna a la crisis general de ia sociedad conten-rporánea. Por el
contrario, agtavan su desarrollo al alimentar una espirai def-lacionis¡a.
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporánea 29

El segundo aspecto de la sentencia me parece aún más importante


para mi argumentación. La mayoría cle las críticas han sido formuladas.
por ONG de muy diversa nat::traleza.Lamayoria de ellas desconocen el
término capitalismo, por 10 que sus críticas son estrictamente morales; de
ahí que se acuse a sus políticas de promover la pobreza, como si la lógica
del sistema no tuviera nada que ver con ello. De esa forma, la pobreza se
concibe como el resultado de <<errores» que podrían <<corregirse>>. Algu-
nas críticas, empero, no ignoran las responsabilidades atribuibles alaló-
gica del sistema globalmente considerado, aunque también hay que re-
cordar que en años an¡eriores el BM ha intentado recobrar su reputación
mediante una autocrítica limitada de las políticas neoliberales que favo-
reció durante la década de los ochenta. Una mente maliciosa estaría ten-
tada de decir que el BM se limita a adaptarse a la nueva retórica de la
Casa Blanca en la época de Clinton. No obs¡ante, sea cual seala razón,7o
cierto es que ni el FMI, escondido tras su profesionalismo monetario, ni
el GATT-OMC, siempre opacos y escudados tras los <<secretos comercia-
les» de las transnacionales que dominan su clientela, han seguido su ejem-
plo. Nuevamente, lenguas maliciosas estarían tentadas de señalar que este
doble lenguaje tiene también su origen en la Casa Blanca y que los fun-
cionarios de los diversos organismos e instituciones se han limitado a re-
partirse latarca de acuerdo con ese espíritu.
Sea como sea, la autocrítica del Banco y las lágrimas vertidas por la si-
tuación de los pobres no han decepcionado a todos los lectores. Así, en
un documento de I99), Marcos Arruda, secretario general del Interna-
tional Committee for Voluntary Agencies (ICVA), señaló irónicamente lo
siguiente: a) el tsM continúa ignorando el hecho de que los pobres no es-
taban en laagenda de las políticas anteriores a 1980, y, por consiguiente,
no puede hablarse de un tema <<nuevo»; b) la crisis de la deuda ya se ha
resuelto, por lo que, a resultas de ello, el Sur se ha convertido en un ex-
portador de capitales al Norte; c) el crecimiento orientado a las exporta-
ciones que preconiza el Banco es frágil e insostenible; y d) la auténtica na-
ruraleza de los PAS excluye la posibilidad de democracia y participación
popular,

LAS <<LI,YE,S DE, LA HISTORIA>>: LA EXPANSIÓN DE,L CAPITALISMO NO


EQUIVALE A DESARROLLC)

Creo que siempre es útil recapitular la lógica del capitalismo, aun a ries-
go de repetir obviedades. El capitalismo no es un <<sistema de desarrollo»
que pueda oponerse, por ejemplo, a la <<doctrina socialista>>. De ahí que
considere ímprescindible distinguir entre la realidad que produce el ca-
)0 El capitalismo en la era de la globalización

pitalismo, la expansión del capital y el concepto de desarrollo, El primer


fenómeno, estudiado como realidad social, debe considerarse a dos nive-
les: como tendencia abstracta, inmanente; y como realidad concreta, his-
tórica. El concepto de desarrollo, por otra pane, es por naturaleza ideo-
lógico, o lo que es lo mismo, permite juzgar determinados resultados en
virtud de criterios definidos a priori,los mismos criterios que contribuyen
a definir un proyecto social. Esos proyectos varían, obviamente, son más
o menos radicales, emplean diferentes conceptos de libertad o igualdad,
de liberación humana, de eficiencia, etc.
Combinar o confundir estos dos conceptos,la realidad (la expansión
capitalista) v 1o que es deseable (el desarrollo en una dirección predefini-
da). provoca numerosas debilidades al criticar las políticas acruales. De
hecho. las instituciones de que nos estamos ocupando amalgaman siste-
máticamente ambas nociones en un único concepto. es decir, proponen
tormas de contribuir a la expansión del capital e identifican el resultado,
o el eventual resultado según sus crirerios, con desarrollo.
Lo cierto es, sin embargo, que la expansión capitalista no implica
ningún resultado que pueda identificarse en términos de desarrollo. Por
ejempio, en modo alguno implica pleno empleo, o un grado predetermi-
nado de igualdad en la distribución de la renta. La expansión se guía por
la búsqueda de beneficios para las empresas, o, por decirlo con más exac-
titud, para la burguesía que las controla, y cuenta para tal fin con el mo-
nopolio que supone la propiedad privada. Dicha lógica puede generar en
ciertas condiciones empleo en pro de la expansión, o bien hacer que dis-
minuya; al igual que puede reducir las desigualdades de ingresos o incre-
mentarlas.
De nuevo, la confusión entre los conceptos de..economía de merca-
do" y de <<economía capitalista" es la causa de peligrosas debilidades de
los comentarios críticos acerca de las políticas de dichas instituciones.
,<Mercado>>, un término que por natutaleza presupone competición, no es
sinónimo de «capitalismo)>, una noción cuyo significado se define preci-
samente por ios límites a la competencia que presupone el monopolio de
la propiedad privada (es decir, algo que pertenece a algunas personas y de
1o que otras están excluidas). <<Mercado>> y <<capitalismo>> son dos con-
ceptos distintos. tü/alras, coherente en su defénsa de las <<ventajas>> del
mercado, no incurría en la confusión que nuestros estudiantes de neoli-
beralisrno perpetran inconscientemente a diario. Walras incluso se perca-
tó de que el capitalismo ofrecía una versión no óptima del mercado y que
el gobierno auténtico del mercado implicaba 1a abolición de la propiedad
privada. Por tanto, imaginó un ideal de «capitalismo sin capitalisras>>, un
concepto formulado por Engels para describir el provecto de la Segunda
Internacional, y posteriormente retomado por los ..reformistas>> soviéti-
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporánea 3l

cos postestalinistas de la escuela de Novosibirsk. La naturaleza utópica de


dicho proyecto, cuyas deficiencias fueron confirmadas por el fracaso de la ,
consiguiente reforma soviética conocidas como socialismo de mercado,
nos recuerda las críticas que Marx formuló al economicismo.
Lo cierto es que el capitalismo realmente existente no funciona como
un sistema de competencia entre los beneficiarios del monopolio de la
propiedad, ni entre sí mismos ni entre ellos y otros actores. Para funcio-
nar, el capitalismo requiere la intervención de una autoridad colectiva que
represente al capital globalmente considerado. De ahí que no pueda se-
pararse al Estado del capitalismo. Las políticas del capital y, por consi-
guiente, del Estado que actúa como representante de dicho capital, tienen
una lógica propia, concreta, que se expresa por estadios. Esa lógica es la
que explica por qué la expansión del capital genera empleo en ciertos mo-
mentos y desocupación en otros. Esa lógica, sin embargo, no es la expre-
sión de abstractas «leyes del mercado», sino la exigencia de beneficio del
capital que se expresa en determinadas condiciones históricas. El incre-
mento del desempleo durante los últimos veinticinco años no ha sido pro-
vocado por el mercado, sino por las estrategias del capital. El Estado ca-
pitalista considera el desempleo como un instrumento necesario para la
destrucción de los logros del movimiento obrero, una proposición que
puede aplicarse tanto al Occidente desarrollado capitalista como a los re-
conquistados países del Este. No hay razón alguna para creer en los la-
mentos sobre el desempleo presentes en los discursos de quienes están en
el poder. En las periferias del sistema capitalista, la pobreza y la distribu-
ción desigual de los ingresos no son efectos negativos causados por cir-
cunstancias específicas o políticas erróneas, sino resultado de la propia ló-
gica del sistema, la lógica de la polarización mundial inmanente al
sistema. Se trata, por tanto, de efectos permanentes, aunque en ciertas fa-
'
ses disminuya su presencia y en otras se intensifique.
Durante el período de que nos ocupamos, de 1945 a 1994, la lógica
de la expansión capitalista, por un lado, erosionó gradualmente los siste—
mas nacionales de producción creados en anteriores etapas históricas
(desde el mercantilismo y, en particular, desde la revolución industrial) y,
por otro, se adaptó a la industrialización progresiva de las periferias, has-
ta el momento en que fueron excluidas del campo de la producción in-
dustrial. La expansión capitalista originó ambos cambios en el sistema
mundial y se ajustó a ellos. Por consiguiente, sugiero examinar las políti-
cas implementadas por los Estados, en primer lugar, y por las institucio-
nes internacionales, en segundo lugar, a la luz de esa doble exigencia,
complementaria y contradictoria a la vez. De toda la argumentación eX-
traigo una conclusión: los juicios morales, o aquellos que se expresan en
términos parecidos como éxitos y fracasos, deberían revisarse desde el
32 LI capitalismo en la era de la globalización

punto de vista de la lógica del capitai, en lugar <le basarse en los resulta-
dos conseguidos en términos de desarrollo.
Mi concepción de las <<leves de la historia>>, como pone de manifiesto
mi argumentación acerca de la lógica de la expansión capitalisra, no es de-
terminista. Así, la industrialización de la periferia durante el período de
posguerra no puede considerars. r.rn p.odrcto natural de la expansión ca-
pitalista, sino el producto de las condiciones creadas por el triunfo de los
mor¡imientos de liberación nacional y su credo industrializador, al que el
capital mundial se ha adaptado. Veamos otro ejernplo: la erosión de la efi-
cacia del Estado nacional provocada por la globalización capitalista no
constituve un determinante decisivo e irreversible para el futuro. Por el
contrario. las reacciones nacionales a esa globalización pueden hacer que
1a expansión mundial tome derroteros imprevisibles.
Las ret-lexiones que acabo c1e exponer hasta el momento exigen un
examen detallado del período de posguema, la identificación de sus dife-
rentes v sucesivas i:ases r'1a valoración dentro de ese contexto de ias polí-
ticas llevadas a cabo por las instituciones que estamos considerando. Di-
cha valoración nos permitirá evaluar si dichas políticas apoyaron la
expansión capitalista o bien coadvuvaron á que se adaptara a las condi-
ciones impuestas por las relaciones sociales específicas del período, que
puede subdividirse en Llna fase de prosperidad ,1945 -197 r) y otra fase de
crisis, que se inicia en 1975. Según mi análisis, la prosperidad de la pri-
mera fase se basó en la complementariedad de tres proyecros sociales: a)
el proyecto nacional socialdemócrata del Estado del bienestar, que fun-
damentó su actuación en la eficiencia de los sistemas nacionales interde-
pendientes; b) lo que he denominado.<proyecto de Bandung>>, aludiendo
a la conferencia de 1955, de la que surgió el movimiento de países no ali-
neados y el objetivo de modernizar e industrializar el Tercer Mundo, un
proyecto que comportaba construir burguesías nacionales en 1a periferia
del sistema como ideología de <.desarrollo»; y c) el proyecto socialista de
capitalismo sin capitalistas, relativamenre independiente del sistema
mur-rdial dominante.
Durante la primera fase, las instituciones internacionales cumplieron
funciones obvias relacionadas con el auge. También ayudaron al proceso
de globalización, evitando, sin embargo, por razones de principio, cllal-
quier desafío a la independencia de los integrantes del sistema. Sus inter-
venciones supusieron siempre, casi de forma natural, un giro a la derecha.
La segunda fase implicó primero la erosión, luego la crisis y finalmente el
colapso de los sistemas que habían constituido la base de la prosperidad
previa. Esta fase, aún inconclusa, no es un etapa en la que se perciba que
se está estableciendo un nuevo orden mundial, como se afirma demasia-
do a menudo y con excesiva ligereza. Por el contrario, se trata de una fase,
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporanea 33

aún no concluida, presidida por el caos. Esta segunda fase constituye el


contexto en que deben situarse las actuaciones de las instituciones inter- .
nacionales a partir de 1970. En mi opinión, tales actuaciones no forman
parte de una estrategia positiva para la expansión del capital, son tan sólo
intentos de crear las condiciones para dicha expansión. No tendrán éxito
porque el proyecto «espontáneo» de dominación capitalista (es decir, el
proyecto de gestionar el mundo a través de lo que se conoce como mer—
cado, o sea, los intereses inmediatos y a corto plazo de las fuerzas domi-
nantes del capital) Sigue siendo utópico. Esta situación tan peculiar nos
invita a reconsiderar las tendencias espontáneas de gestión por parte del
capital. Llegados a este punto considero útil centrarse en los cinco mo-
nopolios mediante los que se desarrollará en el futuro la dominación de
los diversos centros sobre las periferias (Véanse las págs. 18 y 19).

LA ESTRUCTURA INSTITUCIONAL: LAS INSTITUCIONES DE BRETTON Woons

Como dijimos, se ha escrito mucho sobre las intervenciones de las


grandes instituciones económicas internacionales (FMI, BM, GATT-
OMC, otras instituciones de las Naciones Unidas), a las que deberían
añadirse las principales instituciones regionales, incluyendo la Comuni-
dad Europea y, en el caso de África, la convención de Lomé, que rige la
asociación de la Unión Europea con los países de África, del Caribe y
del Pacífico, o países ACP. En las páginas siguientes resumiré la historia
de esas instituciones con el objetivo de subrayar las críticas que más a
menudo se les dirigen, así como las inferencias que de ellas pueden de-
rivarse.

EZ Fondo Monetario Iníemacz'onaí

El mandato original del Fondo Monetario Internacional era asegurar


la estabilidad monetaria en una economía mundial abierta, sustituyendo
al patrón oro, que había cumplido esa función de forma satisfactoria has-
ta la Primera Guerra Mundial. Tal cosa presuponía que las intervenciones
del FMI debían imponer ajustes a todas sus partes cuando sus balanzas de
pago experimentaran déficits o superávits. Durante la primera fase de su
existencia, el FMI dio la impresión de cierta eficacia en la medida en que
ayudó a restablecer la convertibilidad de las monedas europeas (1948-
1957) y, posteriormente, a lograr el ajuste de las economías europeas
(1958-1966). A partir de 1967, sin embargo, el FMI no logró mantener la
estabilidad a pesar de la creación de derechos especiales de giro (DEG).
)4 I-l capitalismo en la era de la globalización

La adopción del sistema general de monedas flotantes en 1973 puede


considerarse como el fin del mandato de Bretton \X/oods. A partir de ese
momento la continuidad de la existencia del FMI se puso en cuestión,
aunque la institución sobrevivió adoptando nuevas funciones: gesrión de
ajustes estructurales unilaterales en países en vías de desarrollo y, desde
finales de la década de los ochenta, intervenciones en los países del blo-
que del Este para asegurar su reincorporación al sistema monetario inter-
nacional.
Las críticas a la institución, ampliamente compartidas por la mayoría
de los analistas de la economía mundial, coinciden en los siguientes pun-
tos:

1. El FMI, como el BM, fue concebido para proporcionar a Estados


Unidos un control completo de sus intervenciones. Al rechazat la
opción de un banco mundial central defendida por Keynes, EEUU
prefirió una institución más débil, en situación de dependencia, a
una que habría resultado más eficaz pero en la que Estados Unidos
habría tenido que compartir la responsabilidad con otros países.
De ahí que, pese a sus préstamos, los recursos del FMI siempre ha-
yan sido escasos. El FMI quizás ha sido capaz de actuar como ca-
talizador (por ejemplo, definiendo las reglas de condicionalidad),
pero no ha podido ir mucho más allá.
2. A pesar de la lógica contenida claramente en su mandato inicial, el
FMI no ha sido capaz de obligar a las grandes potencias capitalis-
tas (en especial a Estados Unidos), aunque evidenciaran superávits
o déficits, a realízar ajustes estructurales tan duros como los que
impone a los países del Tercer }Iundo. La explicación se encuen-
tra, obviamente, en 1o dicho en el párrafo anterior.
J. En sus relaciones con los países del Tercer N{undo, el FMI no ha
perseguido el objetivo de prevenir niveles demasiado altos de en-
deudamiento, como los de los años setenta, o, en consecuencia, re-
ducir la deuda. Su tarea consiste en gestionar la deuda imponiendo
ajustes estructurales diseñados con ese único propósito, pagar el
servicio de la deuda, aun cuando sean perjudiciales para el creci-
miento económico.
4. En sus nuevas relaciones con los países del bloque del E,ste, el FMI
intenta acelerar la recuperación de monedas convertibles en un
contexto de apertura máxima. La brutalidad extrema de las solu-
ciones recomendadas por el Fondo ha sido obvia: 1a convertibilidad
debió restablecerse en un año, mientras que en el caso de Europa
occidental llegar a ese punto después de 19-15 supuso un período
de quince años.
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporánea 35

5. Al cumplir todas estas funciones, el FMI no ha contado con auto-


ridad real para definir sus objetivos. El Fondo se limita a ejecutar i
las estrategias definidas por el G7, estrategias basadas en el míni-
m0 común denominador entre las posiciones de Estados Unidos,
Japón y la Comunidad Europea.

No obstante, si queremos discutir de forma seria el valor de las pro-


puestas alternativas hay que ir más allá de estas críticas. Concretamente,
hay que preguntarse si es posible corregir las debilidades mencionadas y,
por tanto, optar por transformar el FMI en un auténtico banco central
mundial, un banco que naturalmente propondría ajustes, pero para to-
dos, y lo haría como parte de una estrategia en pro del crecimiento y del
desarrollo que lograría efectos significativos (crecimiento de la ocupa-
ción, descenso de la pobreza, etc.). Naturalmente, esa estrategia tendría
también efectos positivos en el medio ambiente y lograría, finalmente,
mayor apertura y una reducción de las desigualdades globales.
Mi respuesta, sin embargo, es que dudo que eso sea posible, por las
siguientes razones:

1. Las sucesivas fases de crecimiento y estancamiento que caracteri-


zan la historia del capitalismo no se han producido en virtud de un
sistema monetario que ha resultado ser «bueno» en algunos casos y
«malo» en otros. He sostenido, con Baran y Sweezy, que el capita-
lismo tiende, por naturaleza, a generar sobreproducción relativa y
que la tendencia al estancamiento asociada a esa sobreproducción
se supera, en las fases de crecimiento, por razones específicas en
cada período. Para el período de posguerra esas condiciones son
las que he analizado como un sistema triple, basado en: a) el «for-
dismo» nacional; b) la reconstrucción europea y el 'desarrollismo; y
c) la liberación nacional, la sovietización y la «desconexión», todas
ellas reforzadas por la gigantesca inversión militar del período. El
fuerte crecimiento global que provocaron esas condiciones hizo
que el sistema monetario funcionara de forma suave, a pesar de sus
irregularidades.
2. Bajo esas condiciones, la estabilidad de los tipos de cambio no se
debió a la adecuación del sistema de Bretton Woods, sino, al prin-
cipio, al poder económico de Estados Unidos. Ese poder, que se
manifestó como «sed de dólares», fue reforzado por la convertibili-
dad del oro al dólar y por los controles administrativos sobre los
movimientos de capitales en Europa, que se mantuvieron hasta que
finalizó la reconstrucción y Europa estuvo en condiciones de abrir-
se al exterior. Este movimiento continuó, en detrimento de Estados
)6 El capitalismo en la era de la globalización

Unidos y hasta su declive relativo, y el sistema mundial pasó de la


escasez a una excesiva disponibilidad de dólares. Al mismo tiempo,
empezó una crisis con la erosión de las bases de la prosperidad de
posguerra a finales de los años sesenta, antes de la primera crisis del
petróleo de I973, que colapsó las oportunidades parala inversión
productiva. La concomitancia del déficit estadounidense, que com-
portaba que el mercado dispusíera de un exceso de dóIares, y de la
crisis de la inversión productiva, produjo una masa de capital flo-
tante sin lugar donde ir. Por tanro, optar en 1973 por tipos de cam-
bio flotante fue perfectamente racional: permitió que esta gigantes-
ca masa de capital flotante encontrara como salida la especulación
financiera. En la actualidacl, aunque el comercio mundial se estima
en 2,000 millones de dólares estadounidenses, ¡los movimientos in-
ternacionales de capital se considera que alcanzan los 50.000 millo-
nes de dólaresl Sin apertura financiera,v sin tipos de cambio flotan-
tes, el peso letal que suponía esa masa de dinero hal¡úa agravado la
crisis. La lógica del sistema requiere, por tanto, centrarse en la <<ges-
tión» de la crisis más que en acabar con ella, algo que el sistema es
incapaz de acometer por sí mismo.
3.Las políticas de ajuste unilateralmente impuesras a los países más
débiles (los del Tercer Mundo y los del bloque del Este) sarisfacen
ese requisito de gestionar la crisis. No son errores o aberraciones
derivadas de seguir una ideología absurda. El FMI no hizo nada
para prevenir el excesivo endeudamiento de los años setenta por-
que esa deuda era muy útil como instrumento para gesrionar la cri-
sis y la sobreabundancia de capiral desocupado que producía.La
lógica de ajuste que se aplica en la actualidad requiere, por consi-
guiente, que prevalezcalallbrc circulación de capitales, incluso si
tal cosa origina demandas de contracción merced a las reducciones
en salarios y gasto social, lallberalización de los precios 1, la elimi-
nación de los subsidios, devaluaciones, etc., es decir, aunque su-
ponga una regresión de las posibilidades de desarrollo, Las decla-
raciones rituales de unas instituciones que en 7a práctica colocan la
gestión de la crisis por encima de cualquier otra consideración, las
Iágrimas que vierten acerca de la condición de los «pobres>>, sus
conjuros en favor de «estimular la oferta>>, no son más que retóri-
ca, por lo que no hay razón alguna pata considerarlas sinceras o
creíbles.
4. Los altos tipos de interésno constituyen un error. Son la forma
más eficaz de garuntizar un retorno aceptable para el capital flo-
tante, habida cuenta de que ese capital erige garantías respecto de
los riesgos de cambio que implica el sistema t-lerible que se ha es-
La gestión econó¡nica capitalista de la crisis de la sociedad contemporáneu )l

tablecido. Por tanto, nos encontramos ante un coniunto coherente


de políticas para gestionar la crisis.
5. Por consiguiente, no considero que la culpa le corresponda al
FMI. Las instituciones de Bretton \X/oods se adaptaron y sirvieron
de apoyo al auge de posguerra basado en el riple y complementa-
rio sistema que antes he descrito. Cuando el sistema entró en cri-
sis, el sistema de Bretton \X/oods se colapsó. La opción que se es-
cogió para afrontar la nueva situación (monedas flotantes, altos
tipos de interés y liberalización de los flujos de capital) ha permiti-
do, hasta el momento, una gestión eftcaz de la crisis, desde el pun-
to de vista del capital. Al mismo tiempo, permite a Estados Unidos
prolongar su hegemonía, manteniendo el papel internacional del
dólar a falta de una alternativa, y cubriendo su déficit mediante
préstamos forzados concedidos por sus socios. Dicha opción esta
lejos de ser irracional, concuerda perfectamente con los intereses
estadounidenses al contribuir al costoso mantenimiento de la posi-
ción militar hegemónica del país. Existe una notable analogía entre
la situación actual y 1o que sucedió cuando el Reino Unido perdió
su posición económica dominante. Inglaterra dejó de ser la poten-
cia industrial más eficiente hacia 1880, pero el patrón libra esterli-
na sobrevivió durante el largo proceso de decadencia del país, es
decir, hasta 191 1. Ello nos permite comprender la notable y preci-
sa analogía que estableció \X/alter Russell Mead entre la actuación
del actual sistema, en el que el pago del servicio de la deuda está
por encima de cualquier otra consideración, y la actitud de los ven-
cedores en Versalles al concluir la Primera Guerra Mundial. En mi
opinión, la analogía puede ir aún más lejos en el tiempo y aplicarse
a otras actitudes además de la deuda internacional.
6.Las intervenciones en los países del Este están dictadas por la ló-
gica política. La brutalidad de las medidas adoptadas está orien-
tada por objetivos políticos claros: desmantelar las estructuras
productivas de los países de Europa oriental y de la antigua Unión
Soviética para reincorporarlos en el capitalismo mundial como
periferias subordinadas, no como socios iguales; desmoralizar a
las clases trabajadorus y reforzar la nueva burguesía <<comprado-
ra>>. Se persigue también desmantelar esos países Unión So-
-la
viética, Yugoslavia, Checoslovaquia- y quebrar los vínculos de
solidaridad económica entre ellos. De ahí que, mientras el plan
Marshall apoyó los primeros pasos haciala construcción de lo que
sería 1a Comunidad Económica Europea y alentó la cooperación
entre los países en Europa oriental, la política occidental ha in-
tentado acelerar la desintegración del antiguo CAME (más cono-
)B El capitalismo en 1a era dc 1a globalización

cido como COMECON, el nombre que populartzóla CIA), aun-


que tal cosa supusiera dificultades adicionales para la reconver-
sión de las economías regionales.

En función de todas estas consideraciones, me parece que la pro-


puesta central de los reformistas, transformar el FMI en un banco central
mundial, no es realista, si bien la idea es plenamente lógica. La globaliza-
ción ha erosionado el poiler de los Estados nacionales y, por tanto, exi-
ge una gestión mundializada de los sistemas económicos, financiero y mo-
netario. Ahora bien, la inferencia derivada del hecho de la globalización
resulta, así formulada, inadecuada, puesto que ninguna economía puede
existir sin política y sin Estado. Por consiguiente, la globalización eco-
nomica requiere lógicamente la construcción de un sistema político mun-
díal capaz de responder al desafío, un sistema de poder capaz de gestio-
nar compromisos sociales a nivel planetario, de la misma forma que los
Estados los gestionan a nivel nacional. No existe, sin embargo, suficiente
madurez en el sector, ni siquiera entre el grupo de países capitalistas do-
minantes (la OCDE o, dentro de Europa, la UE) y a fortiori tampoco en
una escala mayor. En ese contexto, no resulta objetivamente posible con-
tar con una moneda universal y, por consiguiente, con un banco central
mundial. Disponer de la moneda y del banco implican haber resuelto el
problema político, algo que no ha sucedido.
La propuesta de un banco central mundial reitera los argumentos ex-
puestos por Keynes en 1945 y las mismas razones que hicieron que el pro-
yecto resultara utópico en aquel momento siguen siendo válidas en la ac-
tualidad, pese a los progresos realízados por la globalización económica.
El Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) y el supuesto <<víncu-
lo>> entre la cuestión de una moneda internacional (derechos especiales de
giro o DEG) y el desarrollo se basaban en la misma lógica. Sin embargo, el
proyecto no funcionó, .v por buenas razones. En mi opinión, el capitalismo
es incapaz de superar la reciente contradicción entre su gestión económi-
ca en un espacio cadavez más mundializado y su gestión política y social,
que sigue estando fragmentada en espacios nacionales diferentes. Las al-
ternativas son, a nivel mundial, socialismo o barbarie.
No obstante, hay que responder al desafío y proponer soluciones. Lo
haré avanzando a continuación algunas que creo que no son utópicas,
puesto que permiten aceptar la contradicción a que acabo de referirme.
Partiendo de la perspectiva de construir un mundo policéntrico, las pro-
puestas se centran en la organización política y económica de interde-
. pendencias controladas, así como en la autonomía de regiones amplias y
desigualmente desarrolladas. Implican, por ranro, sistemas monetarios re-
gionales, convenientemente articulados. No ponen el carro delante de los
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporánea 39

bueyes, como sucede, en mi opinión, con el proyecto de un banco central


mundial, o incluso de un banco central europeo. Forman parte de la lógi— i
ca de una transición muy larga del capitalismo actual, en crisis, a un so—
cialismo mundial que no puede conseguirse de una vez por todas y me—
diante una varita mágica, ni siquiera si esa varita fuera la creación de una
moneda mundial.
Las instituciones financieras del desarrollo forman una constelación
en la que encontramos las instituciones de Bretton Woods, las estableci-
das por las Naciones Unidas, las comisiones regionales y las vinculadas a
la construcción europea. En su conjunto, estas instituciones tuvieron su
apogeo en la era de Bandung, de 1955 a 1975, cuando la estrategia con-
sistía en alcanzar el nivel de los países desarrollados mediante procesos de
construcción nacional autónomos, modernizados, realizados de forma in-
terdependiente. Entraron en crisis cuando el proyecto nacional burgués
definido en Bandung se desmoronó, para colapsarse definitivamente al
tiempo que el sistema de acumulación de capital entraba en crisis a nivel
mundial.

EZ Banco Mundial

En términos de volumen total de los fondos manejados, el Banco


Mundial supera de largo el resto de las instituciones, con 290.000 millones
de dólares estadounidenses transferidos bajo su autoridad desde su crea-
ción hasta 1992, con un volumen de compromisos anuales que supera en
la actualidad los 20.000 millones de dólares. Hay que añadir a las cifras an—
teriores unos 11.000 millones que desembolsan en la actualidad los bancos
regionales. Por tanto, la totalidad del sistema de Naciones Unidas es, com-
parativamente, algo marginal. Así, aunque intentó convertirse en el rival
del BM creando su propio fondo para la asistencia al desarrollo agrícola,
creado por la FAO en 1978, finalmente se vio obligado a capitular.
Lo cierto es que de 1955 a 1975 las instituciones de las Naciones Uni-
das desempeñaron funciones políticas e ideológicas esenciales para el
proyecto de Bandung de los países del Tercer Mundo. El papel de la Co-
misión Económica para América Latina (CELA) y de Raúl Prebisch, un
pionero de lo que acabaría convirtiéndose en la ideología del desarrollo,
así como la tarea de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Co-
mercio y el Desarrollo (UNCTAD), un importante contribuyente a la cris-
talización del proyecto de NOEI propuesto por el Tercer Mundo en
1975, no son en modo alguno menospreciables. Las iniciativas de estas
instituciones probablemente han tenido escasa influencia en las políticas
del BM, pero han tenido un efecto obvio en el Programa de las Naciones
40 El ca¡ritalismo en la era de la globalización

unidas para el Desarrollo (PNUD) y en las insrituciones especializadas en


su momento culminante.
Sea como sea, esos días son yaagua pasada, para siempre ypara to-
dos. La ideología del desarrollo murió con el fin del proyecro de Ban-
dung. Ahora es el momento de <<recomprar» las periferias mediante los
programas de ajuste estructural. El BM destina un tercio de sus recursos
a los denominados programas de ajuste sectorierl, el necesario comple-
mento a las estrategias instituidas por el FMI al dictado del G7 y de la ad-
ministración estadounidense. Y con todo, la historia del BM esrá estre-
chamente unida a la expansión del proyecto desarrollista del Tercer
Mundo. Como ya sabemos, en la reconstrucción europea, §lashington se
apropió directamente del papel del Banco, medianre su gesrión del famo-
so plan Marshall (nadie sabe si ocurrirá algo semejanre con Europa orien-
tal tras la creación del Banco Europeo para la Reconsrrucción y el Desa-
rrollo de Europa del Este, BERD). El BM sólo adquirió su mayor ramaño
con posterioridad, durante la presidencia de MacNamara (1968-1991),
cuando el sistema mundial estaba entrando en crisis. Merced a las mentes
críticas que se han tomado la molestia de someter a escrutinio las accio-
nes del Banco, sabemos que éste nLlnca se distanció de las decisiones es-
tratégicas de \X/ashington, ni siquiera de la influencia de la moda de turno
que gobernaba la Casa Blanca.
El Banco nunca se ha considerado a sí mismo como una institución
pública, en competencia o en conflicto potencial con el capital privado.
Por el contrario, se ha autoconsiderado un agente cuyatatea es apoyar la
penetración del capital en el Tercer Mundo merced a las transnacionales.
Los proyectos que ha ayudado a financiar han abierto grandes mercados
a los suministradores de equipamientos. En ese sector predomina la ma-
yor opacidad, pero se sabe que esos mercados no sólo han sido impor-
tantes para las transnacionaies, sino especialmente jugosos. Los costos
de las operaciones del BM siempre han sido significativamenre mayores
que los de actuaciones semejantes emprendidas por autoridades nacio-
nales o por agencias de ayuda bilaterales o multilaterales (en particular
las de los países del bloque del Este), como puso de manifiesro la presa
de Asuán, que fue acabada con ayuda soviética con un coste mucho me-
nor que el inicialmente previsto por el Banco. Cuando los costos son tan
excesivos, las ventajas de préstamos a tasas concesionales resultan poco
impresionantes.
Las intervenciones del Banco en el sector minero fueron directamen-
te articuladas con las de las empresas transnacionales. El Banco propor-
.cionó garantías contra el riesgo de nacionalización y subvencionó indi-
rectamente a las compañías mineras al hacerse cargo de proyectos de
infraestructura (careteras, electrificación, minas, trenes, puertos). En el
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad conremporánea 11

sector agrícola, el Banco se ha centrado en destruir la autonomía de1


mundo campesino, acabando con la economía de subsistencia mediante
su apoyo a formas de crédito orientadas a tal fin, y promoviendo la dife-
renciación del mundo rural a través de la revolución verde. En otros sec-
tores, el BM ha reaTizado igualmente otras funciones significativas con e1
objeto de reforzar la integración dependiente de las economías del Tercer
Mundo. Ha promovido sistemáticamente el uso de carreteras (en oposi-
ción a los trenes), ha abierto los mercados a las exportaciones de crudo y
ha alentado la dependencia del petróleo, algo que agrava el déficit co-
mercial de muchos países. Ha promovído también la explotación de las
selvas con fines exportadores, sin tomar en consideración los grandes da-
ños producidos a la ecología o la devastación del país y de su futuro que
ello comportaba. Por otro lado, el Banco ha sido coherente y ha contri-
buido bien poco a la industrialización, incluso ala de países como Corea
del Sur, que ahora elogia y cuyos éxitos son el resultado del repudio por
parte de dicho país de los preceptos del Banco, es decir, abrir la industria
al capital extranjero, evitar los subsidios, etc.
Naturalmente, la estrategia global del BM nunca ha mostrado preo-
cupación, antes o después de 1980, por la situación de los pobres, como
se llaman en la actualidad. Ni tampoco se ha preocupado nunca por el
medio ambiente, con independencia de su retórica al respecto. La des-
trucción sistemática de las tierras comunales, que siempre ha apoyado,
iunto a la deforestación, se han realizado a expensas del equilibrio ecoló-
gico y del bienestar dela mayoría de las clases populares. Por si fuera
poco, el Banco siempre ha mostrado, pese a su pretensión de ser apolíti-
co, una clara preferencia por los regímenes más alineados con \X/ash-
ington y sus aliados (Mobutu, Marcos, Pinochet, Suharto o los Tontons
Macoutes), sin que le haya incomodado el tema de la democracia o asun-
tos como la corrupción y la ineficiencia de muchas de sus íntervenciones
bajo tales regímenes.
Durante un cierto período de su historia, el Banco tuvo la función
ideológica de conmarrestar la «ideología de la planificación>> ofreciendo
una contraideología basada en el <<análisis de proyectos>>, aunque la teo-
ría no era muy sólida. El uso de <<precios en la sombra>> tuvo bien poco
sentido: sólo podían tener influencia en las decisiones si íban acompaña-
dos de controles de los precios y de subsidios, algo que contradecía el
dogma que debían apoyar. Y, en efecto, el precio en la sombra <<cero>>
asignado altrabajo no cualificado sirvió de pretexto para justificar políti-
cas de bajos salarios, para generar pobreza en lugar de combatirla.
Al mismo tiempo, el Banco también ha rcalizado ejercicios estilísticos
académicos, que, globalmente considerados, resultan poco dignos, habi-
da cuenta de que siempre han tenido como finalidad legitimar las estrate-
12 El capitalismo en la era de la globalización

gias del capital dominante. Bastará con un ejemplo. En un libro sobre


Costa de Marfil, escrito en 1.965, predije el <<bloqueo>> del sistema, y el en-
deudamiento externo, para el año 1985. El Banco, que obviamente apo-
yabala estrategia neocolonial para el país, consideró necesario replicarme
con un estudio al menos cincuenta veces más caro que el mío, cuya lectu-
ra detenida debería provocar en la actualidad las carcaladas de cualquie-
ra que lo examine.
Todas las instituciones ,.financiadoras del desarrollo>> aquí conside-
radas, junto a los fondos de ayuda bilaterales (que, en realidad, han sido
mucho más importantes), han representado únicamente una fracción, no
menospreciable pero ciertamente menor, del mercado de capital, incluso
si nos limitamos al capital canalizado a través de categorías distintas: el
capital que busca inversiones en actividades productivas (minería, petró-
1eo i,energía, industria, transporte y comunicaciones, construcción, hote-
1es, turismo y otros servicios); v el capital flotante que busca inversiones
financieras a corto plazo.
El primero de estos mercados no ha sido menospreciable para el capital
estadounidense, japonés y, en menor medida, europeo, sobre todo durante
los años setenta cuando la «relocalización>> estaba en pleno auge. Europa,
sin embargo, prefirió invertir su riqueza en regiones rezagadas situadas en
sus propias fronteras (Italia, España) y no en regiones de dependencia di-
recta. Ello explica el papel concreto que ha tenido la convención de Lomé
(la asociación Comunidad Europea-ACP) en la conformación del desarrollo
del África subsahariana. A dicha convención le corresponde un significativo
porcentaje de la responsabilidad del desastre africano, con su secuela de
marginación y progresiva transformación en <<Cuarto Mundor>, merced a su
apoyo a las exportaciones primarias tradicionales (agricultura y minería) y su
prejuicio respecto de la indust rialización.
El mercado de capital flotante, que ha impedido el crecimiento del
primer mercado desde principios de los años setenta, sólo tiene un inte-
rés marginal por el Tercer Mundo, aunque hay que señalar que una parte
importante del capital acumulado en América Latina, Áfri., y Oriente
Medio es absorbido por dicho mercado, gracias a la liberalización y glo-
balización de los sistemas bancario y financiero, un proceso al que inten-
tan resistirse el este y el sudeste ¡siático e India. Por otro lado, la mayor
parte de ese capital busca lugar de inversión deambulando de una memó-
polí financi era a otra, por lo que sólo ocasionalmente visita los centros fi-
nancieros del Tercer Mundo. Las cosas quizá puedan cambiar en el sector
para algunos pocos paí.ses del Tercer Mundo que podrían resultar aúactí-
'vos para el capital. Esto es precisamente 1o que subrayan el BM y otras
instituciones, aunque olvidan mencionar que el grueso de la afluencia de
dicho capital toma la forma de inversiones financieras y no pretende por
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporánea 43

tanto invertir en el sector productivo, el caso justamente de algunos paí-


ses latinoamericanos. La fragilidad del equilibrio externo logrado bajo es— .
tas condiciones nos impide considerar dichos movimientos de capital
como el punto de partida para un desarrollo sostenible.

BZ GATT y [a Organización M¿(”dial del Comercio

El GATT y la Organización Mundial del Comercio, instrumentos re—


guladores del comercio, constituyen la tercera dimensión del sistema de
regulación que estamos analizando. Los principios que fundamentan su
actuación son los de apertura y libre comercio: evitar la discriminación en
favor de los productores nacionales y también la conducta agresiva por
parte de los exportadores (dumpmg); reducir los aranceles y prohibir
otras formas de restricción cuantitativa (formas abiertas como las cuotas
y también prácticas desleales enmascaradas bajo regulaciones administra—
tivas o sanitarias injustificadas).
Quienes apoyan al GATT y la OMC basan sus argumentos en una
idea simple pero errónea, a saber: que el libre comercio favorece la ex-
pansión comercial y que dicha expansión alienta, a su vez, el crecimiento.
La expansión del comercio, particularmente durante el período de pos-
guerra, ha sido una consecuencia y no una causa del fuerte crecimiento
del periodo, en gran medida originado por los subsistemas del sistema tri—
ple que antes he analizado. La expansión fue muy rápida durante los pri-
meros años, a pesar de las altas tarifas arancelarias y otras formas de pro-
tección. La posterior crisis del sistema comportó una regresión del
comercio mundial: la tasa de crecimiento comercial cayó en un 7% du—
rante los años setenta, a pesar de las medidas de liberalización y del des-
censo de los aranceles. De forma general, podemos decir que la historia
real no demuestra que exista en modo alguno una correlación entre el li-
bre comercio y la expansión comercial (Siendo este último consecuencia
del primero y no a la inversa), ni entre períodos de crecimiento y protec-
cionismo o bien libre comercio por parte de los regímenes. Dicho esto,
hay que añadir que ciertamente el crecimiento alienta politicas de libre
comercio, mientras que el proteccionismo a menudo constituye una reac-
ción a la crisis.
Los partidarios del libre comercio refuerzan su argumentación ape-
lando al famoso teorema de la economia neoliberal según el cual las pér-
didas que se ocasionan a los consumidores a causa de los aranceles son
mayores que la suma de los beneficios que obtienen los productores pro-
tegidos y el Estado merced al cobro de derechos. Las cuotas son, supues-
tamente, peor negocio, ya que privan al Estado de los derechos de im-
44 El capitalismo en la era de la globalizaciírn

portación. La demostración del teorema, que naturalmente implica un


mundo irreal de competencia pertecta, se basa, por otro lado, en un aná-
lisis estadístico. La historia muestra que los beneficios obtenidos por los
incrementos en la productividad son netamente superiores a los que pue-
den obtenerse, en el mejor de los casos, por la ventaja competitiva. La his-
toria muestra también que los precios relativos no están determinados
por el mercado, sino por las condiciones sociales , más allá de la oferta y la
demanda, en las que opera la producción. De ello se deduce que la pola-
rización global lleva necesariamente al se expresa a través de- dete-
-y
rioro de ios dobles términos factoriales del comercio, al detrimento de las
periferias, en el sentido de que existe mayor desigualdad en la distribu-
ción de la remuneración del trabajo que en la distribución de la produc-
tividad. Me atrevería incluso a afírmar que este fenómeno, intrínseco a la
expansión capitalista global v polarízada, caracteriza no sólo el comercio
anterior (intercambio de productos manufacturados del centro por pro-
ductos primarios de la periferia), sino también el comercio futuro entre
periferias industrializadas que exportan bienes manufacturados y centros
que ejercen sus cinco monopolios.
Los gobiernos del Tercer Mundo tienden a defender los principios
básicos del libre comercio por razones fácilmente comprensibles: para los
países que han entrado ya en la era industrial, el acceso a los mercados del
Norte resulta posible (son competitivos) y vital (paru pagar artículos
como los derivados <le importar tecnología); para los países del Cuarto
Mundo que todavía exportan productos primarios, nada tienen que per-
der y quizás puedan obtener algún beneficio. Esta visión a corto plazo ca-
racterística de Ia burguesía compradora de la periferia ignora siempre las
consideraciones a largo plazo, que nunca han encontrado eco en parte al-
guna, excepto en el ala radical de los movimientos de liberación nacional,
lo que suele denominarse ala socialista.
Pero aunque los gobiernos del Tercer Mundo defienden los princi-
pios del liberalismo,lo hacen porque saben que, a pesar de la retórica del
GATT OMC, la práctica rcal no se adecua a dichos principios, sino que
está muy lejos de ellos. De hecho, donde podía encontrarse un auténtico
programa de liberalismo genuino a escala mundial era en el programa ela-
borado por el GT y el movinriento de países no alineados conocido como
Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI). El programa incluía
puntos como Ios siguientes:

1. Apertura de los mercados del Norte a las exportaciones industria-


. les del Sur (el Norte replicó excluyendo los productos textiles de
las reglas del GATT-OMC).
2.Meiora de los términos del comercio para los productos agrícolas
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporáne u 45

tropicales y los productos mineros (hubiera sido una buena forma


de proteger el medio ambiente, pero el GATT OMC no dijo nada.
sobre el asunto).
3. Mejor acceso al financiamiento internacional (el GATT-OMC re-
plicó con reglas bancarias l1berulizadas que facilitaron la transfe-
rencia de capitales del Sur al Norte).
4. Creación de condiciones más normales para las transferencias de
tecnología, a lo que el GATT-OMC replicó reforzando los mono-
polios en nombre de la denominada <<propiedad intelectual>>.

Por consiguiente, el proyecto del NOEI fue rechazado de forma más


o menos unánime por el Norte. Tenemos, eso sí, el GATT OMC. Las pri-
meras sesiones negociadoras (la ronda Kennedy, y luego la ronda de To-
kio, que finalizó en 1919) se dedicaron casi exclusivamente a la reducción
progresiva de los aranceles, Al principio del período (1945 1941) todo el
mundo admitía que éstos eran casi prohibitivos: 40"/" como arancel pro-
medio europeo (distribuido de forma prácticamente igualitaria) y casi lo
mismo para el estadounidense (distribuido en este caso de forma muy de-
sigual, dado que la diferenciación buscaba la protección casi absoluta de
los sectores amenazados). Como ya he dicho, estos aranceles prohibitivos
no limitaron de forma notoria la expansión del sector, que se produjo a
oA enffe 19fi y 196) ftente a un crecimien -
una tasa anual media del 6, 1 ,
to del PNB del 4)"/o.
Durante el transcurso de la ronda de Uruguay, que finalizó en di-
cíembre de 1993, las potencias occidentales persiguieron objetivos co-
munes, mientras intentaban alavez conciliar algunas de sus diferencias.
Hay que decirlo de forma clara y contundente: el común denominador
de todas las potencias occidentales en el asunto fue una matcada hostili-
dad hacia el Tercer Mundo, puesto que el auténtico objetivo de la ronda
de Uruguay fue bloquear la competitividad del Tercer Mundo industria-
lizaclo, aun a expensas de los sagrados principios del liberalismo, para re-
foruar de tal forma los cinco monopolios de los centros dominantes. En
este sector, como en cualquier otro sector y momento, predomina el do-
ble patrón.
Presentaré a modo de prueba las siguientes observaciones:

1. El comercio regulado por el GATT OMC representa únicamente


e|7 "/" del comercio mundial. Entre las exclusiones significativas se
encuentran las fibras textiles (esta exclusión <<temporalrr, regulada
por el Acuerdo Multifibras, ¡lleva veinticinco años funcionandol),
los productos agrícolas (incluyendo los aceites tropicales, que
compiten con los aceites de países templados), los productos mi-
46 El capitalísmo en la era de Ia globalización

neros, etc. Como compensación, a los países en vías de desamollo


se les permite de forma recíproca concederse entre sí ciertas prefe-
rencias, una concesión, en realidad, insignificante.
2. Se atacan los medios que usan los países del Tercer Mundo que pre-
tenden obligar a las transnacionales que operan en sus territorios a
atenerse a las reglas de competencia y a apo\/ar el desarrollo nacio-
nal: cláusulas que exigen un mínimo contenido nacional en la pro-
ducción, exportaciones mínimas, etc. Lo cierto es que las ffansna-
cionales no fomentan la competencia (a través de las exportaciones),
sino que fratan de fortalecer su posición de monopolio en el merca-
do local, y ahí está justamente el GATT-OMC para ayudarlas en su
cometido. Lalógica de las famosas «medidas de protección relacio-
nadas con el comercio>> presentes en la ronda de Uruguay es preci-
samente ésa.
l. Los ,<derechos comerciaies relativos a la propiedad intelectual>>
constituyen una ofensiva no a favor de la competencia, sino, por el
contrario, para reforzar el poder de los monopolios tecnológicos a
expensas, naturalmente, de los países en vías de desarrollo, para
quienes la posibilidad de adquirir la tecnología que precisan para
progresar deviene aún más insegura. ¿Los <<secretos comerciales>>
que el GATT-OMC quiere incluir en esta categoría nos retrotraerán
a las prácticas de monopolio mercantilista de hace 100 años? Lo
cierto es que ni siquiera el lenguaje que se usa para discutir el tema
es neutral, puesto que ya no se habla del conocimiento como pro-
piedad común de la humanidad, sino, por el contrario, de ipirate-
ría si alguien intenta apropiárselo ! Esta política Íoza a veces la obs-
cenidad: por ejemplo, el GATT-OMC quiere prohibir al Tercer
Mundo manufacturar productos farmacéuticos baratos, que son de
vital import ancia, para proteger los enormes beneficios de los mo-
nopolios en dicho sector.
4. Mienras los medios de comunicación dominantes están ocupados
denunciando la corrupción, el GATT OMC pretende prohibir a
los países del Tercer Mundo que empleen inspectores para con,
trolar los precios impuestos por los exportadores occidentales,
precios que proporcionan una oportunidad ideal paru la corrup-
ción y la evasión de impuestos mediante transferencias ilegales de
capitales.
5. La ofensiva en favor de la apertura de los mercados a las activida-
des de los bancos y compañías de seguros occidentales pretende
acelerar la transferencia de capital del Sur al Norte. Asia se opone
a ello, pero ¿cuánto tiempo podrá resistir?
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad conremporáne u 47

La afirmación del GATT-OMC de que defiende la v justa com-


"libre
petencia>> no se iustifica, ya que, en realidad, es una organización total-
mente subordinada al^s transnacionales. Como es sabido. se rrata de la
institución más opaca imaginable, al encont¡arse, en secreto. a la sombra
de la cámara de comercio internacional, el club de las grandes transna-
cionales. No resulta sorprendente que'el GATT-OA,IC ignore totalmente
las cuestiones de desarrollo sostenible, que se circunscriben a debates que
se celebran en otros foros. También ignora la cuestión medioambiental.
protestando, a expensas del futuro, de cualquier regulación de la indus-
tria minera. La desregulación que recomienda el GATT-OA,IC sólo pre-
tende beneficiar a los monopolios transnacionales reduciendo a cero el
espacio en que los Estados, y particulamente los Estados delTercer llun-
do, pueden ejercer su gestión.
Las divergencias entre las principales potencias occidentales en el
GATT-OMC, comparadas con el frente común al que hemos aludido, no
tienen la importancia que les atribuyen los medios de comunicación do-
minantes, que han callado respecto de otros asuntos. Muchos de esos
conflictos se resuelven mediante .<acuerdos amistosos>> entre competido-
res monopolistas que practican el reparto de mercados o las <.restriccío-
nes voluntarias>> de las exportaciones, en patente contradicción con el
dogma del liberalismo. Sin embargo, otros conflictos han proporcionado
a Estados Unidos oportunidades para expresar de forma abierta su arro-
gancia;

1. El conflicto entre Estados Unidos,la CE yJapón acerca de sus sub-


sidios agrícolas, cubiertos por el llamado acuerdo de Blair House,
es el más conocido. Como es sabido, los países de la CE son ac-
tualmente autosuficientes en materia de alimentos y se han conver-
tido en exportadores de éstos, desvinculando sus precios de los del
mercado mundial, una práctica que la CE prohíbe a los países
del Tercer Mundo. También es cierto que Japón (y Corea) querrían
mantener su autosuficiencia alimentaria protegiendo a sus produc-
tores de arroz. Sin embargo, los subsidios estadounidenses a la
agricultura son mucho más antiguos que la política agrícola común
de la CE.
2. Los conflictos sobre los sectores que se denominan <<subvenciona-
dosrr, como la aeronáutica, se centran en subsidios abiertos que se
ofrecen a la aviación civil, si bien se ignoran las cuantiosas ayudas
enmascaradas que a través de programas militares subsidian la in-
dustria aeronáutica estadounidense.
L En el sector de Ia tecnología, Estados Unidos se reserva siempre el
derecho a proteger lo suyo por razones de .<seguridad>>, pero exige
48 El capitalismo en la era de la globalización

siempre que los restantes países estén abiertos a su espionaie tec-


nológico. La resistencia en este sector se considera inaceptable y
alimenta las amenazas estadounidenses de represalias en función
de las célebres cláusulas especiales )01 y 301 Super.

No obstante, puesto que el GATT OMC representa directamente a


ias transnacionales y no a los Estados, ios conflictos en estos sectores no
oponen a los E,stados tanto como parece a primera vista. En la mavoría de
los casos la opinión se encuentra dividida dentro de cada país, alineada en
función de intereses particulares que se oponen o apoyan las posiciones
en conflicto presentes en el GATT-OMC.

GLOSALIZ,\CIÓN: LA NECESIDAD DE UNA GT,STIÓN E,CoNOIvIICA


INTERNACIONAL

La globalización del sistema capitalista no es ciertamente algo nue-


vo, pero resuita incuestionable que recientemente ha sufrido un avance
cualitativo. Por otro lado, la acentuación de la interdependencia econó-
mica entre países se produce en un momento en que asistimos a una cri-
sis de acumulación, cuando el auge de posguerra ha dado paso al estan-
camiento. Esta nueva situación ha merecido una respuesta configurada
por 1os intereses dominantes clel capital, aunque está por ver si esa res-
puesta podrá sostenerse. También existen interrogantes sobre si dicha
respuesta permitirá gestionar correctamente la crisis o, lo que es lo mis-
mo, hacerlo sin agravar los peligros de caos y colapso o, por último, tam-
poco está claro si estará en condiciones de ir más allá v preparar el terre-
no para una recuperación del crecimiento.
La critica de las poiíticas apiicadas por las instituciones de Bretton
\X/oods no puede separarse de las respuestas que se den a los anteriores
interrogantes. De idéntica forma, las propuestas de soluciones alternati-
vas que sustituyan dichas políticas tampoco pueden separarse de la pers-
pecfiva social y política global en que se sitúa la visión del capitalismo
<<realmente existente>>.
El avance de la globahzación no se ha limitado al comercio: una
parte considerable, aproximadamente un tercio, de la producción agríco-
la e industrial de los países capitalistas avanzados se intercambía actual-
ffrente en el mercado mundial. Afecta también a los sistemas productir,os
(los sistemas nacionales autocentrados están siendo desmantelados pro-
g.resivamente para reconstituirse como parte de un sistema productivo
global integrado), a la tecnología (las tecnologías específicanrente nacio-
nales dan paso a tecnologías universales), a los mercados financieros y a
La gestión económica capitalista de la crisis de la sc.ciec¿c ¡.:.:. 49

muchos otros aspectos de la vida social. Un fenómeno sim¡.rlráneo es la in-


tegración de los países del Tercer Mundo que se han embarcado en la in-.
dustrialización (atribuyo esta transformación al triunfo de los movimien-
tos de liberación nacional tras la Segunda Guerra Mundial r,al apovo que
los países del bloque del Este proporcionaron al proyecto de Bandung, y
no a que la lógica de la expansión capitalista hubiera modificado los tér-
minos de la división internacional del trabajo y erosionado las formas clá-
sicas de polarización centro/periferia para empezar a reemplazar dichas
formas, pronto obsoletas, por los cinco monopolios ya mencionados).
Naturalmente, la nueva globalización erosiona por definición la efi-
ciencia de 1a gestión económica por parte de los Ilstados nacionales, aun-
que no abole su existencia. Por consiguiente, se produce así una nueva
contradicción que, en mi opinión, resulta insuperable para el capitalismo.
La razón de ello es que el capitalismo es más que un sistema económico;
su economía es inconcebible sin una dimensión social y política, lo que
implica un Estado. I{asta hace muy poco,la expansión del capitalismo se
basó en la coincidencia entre el espacio en que se determitlabala repro-
ducción de la acumuiación y el espacio de su gestión social y política: el
espacio del Estado-nación cenmal conformó la estructura del sistema in-
ternacional. Ahora, sin embargo, hemos entrado en una eta caracterizada
por una separación entre el espacio mundializado de gestión económica
del capitalismo y los espacios nacionales de su gestión social y política.
En esas condiciones, la lógica de intereses del capital clominante exi-
giría que se diera prioridad a la gestión económica globalizada, a expen-
sas de las funciones del Estado nacional. Dicha lógica se muestra en el
discurso plenamente antiestatista de los medios de comunicación domi-
nantes, que piden la supresión de las intervenciones sociales del Estado,
la privatización masiva, etc. Estos argumentos falaces son fáciles de refu-
tar. Así, la privatización de los servicios sociales es cara e ineficiente; la
atención sanitaria en Estados Unidos, por eiemplo, cuesta el doble que en
Europa y es de inferior calidad. Sin embargo, resulta muy rentable a las
compañías aseguradoras estadounidenses. La priv atización reemplaza a
las burocracias públicas, que pueden someterse a algú,n tipo de controi
democrático, por burocracias privadas opacas e irresponsables. En la ma-
voría de los países del Tercer Mundo, el sector público no sólo ha realtz¡-
do tareas pioneras que están más allá de la capacidad del sector privado
local o extraniero, sino que, en algunos casos, la sustitución de monopo-
lios públicos por otros privados ha ayudado a financiar la acumulación r'
ia correcta distribución de los ingresos. Naturalmente, el contenido social
de la nacionalización presente en el proyecto de Bandung (nacional v
burgués) determinó los propios límites de dicha nacionalización. Los in-
gresos producidos se canalizaron en primer lugar hacia la expansión de
,0 El capitalismo en la era de la globalización

las nuevas clases medias y no hacia las clases populares; la gestión fue a
veces deficiente, bien por razones objetivas (carencia de los recursos ne-
cesarios para poner en práctica una modernización en el momento preci-
so), bien por razones políticas y sociales (el déficit del sector público fi-
nanció la expansión de un sector privado parasitario), o bien por razones
de gestión política (enre las que se cuenta la corrupción). Pero el capita-
lismo privado no es en modo alguno mejor, socialmente hablando, y ni si-
quiera es seguro que sea más eficiente. De hecho, algunos estudios han
mostrado que la rentabilidad del sector público en los países más indus-
trializados de Asia y América Latina era mayor, en promedio, que la de
sectores privados comparables occidentales. Por consiguiente, volviendo
a nuestra argumentación, lo cierto es que el ataque contra el Estado con-
tradice la retórica que se pronuncia al unísono en favor de la democracia,
la transparencia y la eficiencia. Desgraciadamente, una gran mayoría de
ONGs han adoptado esta posición, contribuyendo al discurso antiesta-
tista, sin comprender que los resultados de la ofensiva del capital en este
sector son siempre catastróficos para las clases populares.
Muy pocas veces se observa que la púvatización desempeña un im-
por¡ante papel en la gestión de la crisis, al proporcionar salidas a los ex-
cesos de capital característicos de la crisis. En mi opinión, ésa es justa-
mente una de las razones de la operación, aunque tal cosa conlleva un alto
precio. En efecto, el capital así invertido no contribuye al desarrollo del
sistema productivo y, por tanto, es incapaz de reducir el desempleo. Las
ganancias obtenidas por el capital en dichas condiciones agÍavan la desi-
gualdad, habida cuenta de la escasa capacidad del Estado para intervenir
y paliar los efectos negativos de la globalización.
El proyecto de reducir la gestión del sistema a la regulación median-
te el mercado mundial es, por consiguiente, plenamente utópíco. Como
ha señalado Kostas Vergopoulos, la coherencia nacional está ciertamente
de baja, pero no está siendo sustituida por una coherencia a nivel mun-
dial, que sigue siendo esquiva. Tal cosa no resulta sorprendente, puesto
que dicha coherencia exigiría un Estado mundial o, al menos, un sistema
político tan efectivo a nivel mundial como ha sido el Estado nacional al
suyo. Las instituciones económicas internacionales no resuelven el vacío
puesto que, como hemos visto, son simples instrumentos de gestión del
mercado en manos del capital. Las Naciones Unidas, ahora devaluadas,
no están avanzandohaciala construcción de un sistema político mundial,
sino que, por el contrario, están retrocediendo en ese terreno, Admitien-
do dicho fracaso, Vergopoulos expresa algunas reservas justifícadas acer-
ca de la realidad de la «globalización>>. Observa que a pesar de la globali-
zación de los mercados, las estructuras macroeconómicas nacionales
siguen siendo determinantes de enorme importancia. La <<competencia>>
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporáneu 51

entre empresas es, en realidad, competencia entre unidades nacionales.


Ha escrito concretamente que <<existen empresas mundializadas, pero
que los sistemas económicos nacionales aún no se han mundializado>>. En
estas circunstanciás, la globalización incrementa las disparidades y las in-
coherencias, por 1o que es algo frágil. En estas condiciones, el sistema
puede llegar a un punto en que haga explosión, o puede evolucionar ha-
cia una rcgionalización competitiva, como veremos más adelante.
Quedan muchas otras preguntas; ¿la globalización procede contra un
fondo de estancamiento? ¿Es la causa de ese estancamiento? Voy a res-
ponder en términos dialécticos y díscriminantes: el estancamiento no es
un resultado directo de la globalización, pero la globalización capitalista
es responsable de la erosión de los tres subsistemas que formaron la base
del crecimiento de posguerra, a saber: el Estado del bienestar nacional en
Occidente, ei provecto nacional-burgués de Bandung en el Tercer Mun-
do y la sovietización en el bloque del Este. Además, el estancamiento se
ve perpetua do y agravado por las políticas a que recurre el capital domi-
nante para gestionar la crisís.
El estancamiento, que hasta el momento ha caracterizado el sistema
durante veinticinco años, obviamente genera un enorme excedente de ca-
pital que no encuentra salida en la inversión productiva. En estas condi-
ciones, la respuesta del capital dominante a la situación es perfectamente
lógica: se da prioridad ala gestión de la masa de capital 1'lotante. Dicha
gestión requiere la máxima apertura financiera a nivel mundial y altos ti-
pos de interés. Al mismo tiempo, el sistema permite a Estados Unidos
mantener su posición negativa, puesto que financia su déficít drenando
esa masa de capital flotante. Ésa es la única forma de mantener su hege-
monía, imponiendo el dólar como moneda internacional por defecto y
manteniendo un nivel extremadamente alto de gasto militar.
Por otro lado, el sistema tiene las siguientes imperfecciones: a) es in-
capaz de proporcionar tipos de cambio estables, incluso entre las princi-
pales monedas (el dólar, el yen, el marco, y, como opción secundaria, el
franco y la libra esterlina), distorsionando de ese modo ias reglas de la
competencia internacional; b) conlleva una espiral de estancamiento a ni-
vel planetario, convirtiendo el desempleo en un rasgo permanente de las
sociedades occidentales; y c) bloquea la posibilidad de perseguir el desa-
rrollo de muchas regiones periféricas. En lo concerniente a la primera de
las imperfecciones, los principales centros de decisión, particularmente el
G7, están buscando formas de corregir o ajustar la situación. Sin embar-
go, el estancamiento y la devastación causadas por las políticas de gestión
de las crisis, presentes en las otras dos imperfecciones, no preocupan se-
riamente al capital dominante. El desempleo es un problema para las per-
sonas paradas, no para los capitalistas. Y si, además, el desempleo es ne-
52 El capitalismo en la era de la globalización

cesario para mantener la rentabilidad del capital, entonces ilarga vida al


desempleol Tampoco es el desarrollo de la periferia un objetivo de las es-
trategias del capital. Por el conÚario, esas estrategias presuponen adap-
tarse, o aprovechar en el sentido más literal de la palabra, al crecimiento
o estancamiento de las periferias, y, habida cuenta de que no existen en
tal situación inversiones affactivas, al capital dominante le resulta prove-
choso gestionar la deuda del Tercer Mundo. Encontrar una solución al
endeudamiento no está en 7a agenda porque, lisa y llanamente, no resulta
de interés para el capital.
Volvamos ahora a la valoración de las estrategias implementadas an-
tes de la crisis. El Estado del bienestar, que se inició en 1945, aunque an-
tes había existido de forma embrionaria, fue apoyado sistemáticamente,
no de forma particular por las instituciones de Bretton Woods (su papel
en este caso fue más que modesto), sino por los Estados, es decir, por los
sistemas políticos de las potencias occidentales. ¿Las cosas transcurrieron
así porque la 1uz del kevnesianismo iluminó finalmente la oscuridad en
que estaban sumidas dichas potencias? ¿Se debió a que el capital domi-
nante se convirtió a la utilidad de la esfera social? En modo alguno. La ra-
zón hav que buscarla en la <<amenaza>> del comunismo que existía en
aquel entonces, que hizo que los bloques políticos hegemónicos en Occi-
den¡e tur-ieran que hacer frente al desafío, cosa que hicieron. De la misma
forma. rampoco el desarrollo en el Tercer Mundo fue producido por la
conversión de las elites occidentales al anticolonialismo; fue impuesto por
e1 éxito de los movimientos de liberación nacional, movimienros que se
beneficiaron del apoyo de los países del bloque del Este. La desintegra-
ción de la Unión Soviética (el último elemento del sistema tripartito) mo-
dificó las relaciones sociales, en Occidente y en el Tercer Mundo, en be-
neficio del capital dominante. El capital volvió repentinamente a su
naturaleza original, aprovechando la oportunidad de quebrar los movi-
mientos de trabajadores en Occidente (mediante el desempleo) y el mo-
vimiento de liberación nacional en el Tercer Mundo, desmantelando el
desarrollo e instituyendo la <<recompradorización>>, es decir, la recompra.
El discurso de los poderosos lamentándose del desempleo y de la pobre-
za, como si tales fenómenos no fueran el resultado de sus políticas, es
pura hipocresía.
Las instituciones económicas internacionales no son directa o princi-
palmente responsables de este estado de cosas, son meros instrumentos.
En el pasado se usaron en pro del auge de posguerra en EuropayJapón
(garuntizando la estabilidad de los tipos de cambio mienrras se empren-
'dían acciones de largo alcance como parte del plan Marshall y de la cons-
trucción europea) y el desarrollo en el Tercer Mundo (virando brusca-
mente a la derecha, lo que hizo que estos países se agotaran antes). En la
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad conremporáneu 5)

actualidad están prestas a servir al sistema que se ha adoptado para ges-


rionar la crisis.
La internacionalización de los bancos juega un papel importante en
el análisis de la gestión de la crisis a que he aludido. Pero los tipos de
cambio flotantes y el continuo crecimiento de la masa de capital libre pro-
porcionó a los bancos la oportunidad de participar venrajosamenre en la
especulación financiera para gestionarla crisis. Al mismo tiempo, la in-
ternacionalización de los bancos, y de las compañías aseguradoras, per-
mitió que los ahorros del Sur fueran drenados por el mercado financiero
especulativo del Norte. Naturalmente, todo ello puede considerarse es-
candaloso, y hay tantas razones como se quiera para afirmar y reafirmar
que el capital privado no puede reemplazar a los bancos centrales en sus
cometidos, aniquilando de hecho ese cometido, y que, por tanto, dichas
tunciones deben ser públicas. No obstante, por escandalosas que puedan
ser esas prácticas, no son absurdas.
Hasta el momento hemos vivido más de veinte años con tipos de
cambio flotantes. La experiencia refuta completamente el discurso teóri-
co neoclásico que se desarrolló para legitimar su establecimiento. La ex-
periencia muestra que no existe un equilibrio natural de los tipos de cam-
bio, sino que los tipos determinan ajustes estructurales que siempre, o
casi siempre, son asimétricos, y que pueden funcionar bien o no. Los flu-
jos de capital supuestamente automáticos que contrarrestan los desequi-
librios delabalanza de pagos, y que básicamente están formados por im-
portantes flujos de inversión productiva, sólo existen en la imaginación
de los profesores universitarios. Por el contrario, los flujos especulativos,
que constituyen el grueso de los flujos, confieren a los tipos de cambio
una volubilidad que les despoja de toda racionalidad. Esa volatilidad no
sólo comporta serios desequilibrios macroeconómicos (destrucción de la
base productiva en el caso de sobrevaloración, desarrollo parasitario de
las actividades exportadoras que resultan insostenibles a largo plazo en el
caso de subvaloración), sino que perpetúa también ineficiencias micro-
económicas. Cuando el valor del dólar en relación con otras monedas se
ha doblado o bien se ha reducido a la mitad, una y otra cosa en el espacio
de pocos meses, ¿qué cálculos económicos pueden hacerse sobre dicha
base que no sean de tipo especulativo? ¿Cómo pueden resultar eficaces
los aranceles cuando se enfrentan a variaciones de precios relativos de-
terminadas por las fluctuaciones en los tipos de cambio?
No obstante, los tipos de cambio flotantes permiten el crecimiento
masivo de la <<necesidad de liquidez>>, proporcionando así una salida al
capital ocioso generado por la crisis. De acuerdo con la teoría,los tipos
de cambio flotante debían aliviar a los bancos centrales del problema de
tener que manejar reservas en el patrón internacional.La teoría olvidó,
54 El capitalsmo en la cra de la globalización

sin embargo, que la inseguridad provocada por la volatilidad de los tipos de


cambio forzaría a todos los agentes que operan en los mercados externos a
constituir significativas reservas privadas capaces de afrontar fluctuaciones
impredecibles. A resultas de ello, hay que alimentar la liquidez existente en
forma de reservas, de ahí la necesidad de tipos de interés altos,
De este modo, los tipos de cambio flotantes comparten parte de la
responsabilidad en el estancamiento persistente. La preocupación por el
equilibrio delabalanza de pagos, que está permanentemente amenazado
por los movimientos del capital especulativo, comporta la ascendencia de
una lógica que prioriza sistemáticamente las políticas antiinflacionarias y
las exportaciones, aun cuando tal cosa requiere una contracción de la de-
manda interna. El resultado de eilo son la competencia perversa y una es-
piral deflacionista generalizada. El G7 ha intentado repetidamente poner
orden en los tipos de cambio del dólar, el yen y el marco, pero, a tenor de
la realidad presente, sólo podemos decir que no ha tenido mucho éxito.
Y, sín embargo, en la Comunidad Europea se ha logrado una estabi-
lidad relativa de los tipos de cambio. La razón hay que buscarla en el he-
cho de que las complementariedades estructurales internas de la CE per-
miten una cierta armonización de la remuneración de los factores de
producción, que se ve reforzada por los flujos de inversiones productivas,
de los centros europeos a sus periferias. La CE representa también una
zona de seguridad y solidaridad política, puesto que puede ofrecer a sus
miembros cierta estabilidad monetaria en sus relaciones lnutuas. No obs-
tante, dicha estabilidad es frágil, iustamente porque ese sistema no puede
ampliarse a la totalidad del continente europeo, EEUU yJapón. Un con-
t"licto de intereses mercantiles, que a este nivel no atemperan las solidari-
dades grupales, amenaza a los socios europeos, pero los amenaza de for-
ma v en grado diferente a todos y cada uno de ellos. Europa sólo puede
responder a este desafío si se encierra en sí misma. No obstante, Ias acti-
tudes respecto de esta opción clivergen, dado que los países ,.fuertes>>
(Alemania) difieren necesariamente de los otros al preferir la apertura.
El sistema adoptado para gestionar la crisis permite a Estados Unidos
seguir despreocupándose de su déficit, que es lo bastante grande como
para absorber los excedentes de las restantes regiones desarrolladas (en la
década de los ochenta, el déficit estadounidense fue de 911.000 millones
de dólares. mientras que los excedentes ascendieron a 5T .000 millones de
dólares para Japón , )96.000 millones para Alemania y 103.000 millones
para los tigres de Asia oriental), drenando de esta forma el mercado in-
ternacional de capitales del que de otra forma habrían dispuesto otras re-
§iones del mundo. En estas circunstancias, la hegemonía de Estados Unidos
puede describirse como <<falsa hegemonía>>. Gran Bretaña, la potencia he-
gemónica en el siglo xtx, tuvo un excedente estructur al: el5O"A de su for-
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporáne a 55

mación de capital bruto se invirtió en el exranjero entre 1870 y 1914, ase-


gurando el ajuste estructural de los otros países. No es el caso actual de.
Estados Unidos que, por el contrario, se encuentra con que su déficit im-
posibilita el ajuste estructural.
Por consiguiente, el sistema se satisface con el ajuste estructural uni-
lateral de los socios más débiles, el Tercer Mundo, en detrimento de su
desarrollo. Al mismo tiempo, como parte de la serie de medidas imple-
mentadas a tal [in, se han impuesto a los países del Tercer Mundo tipos
de cambio sistemáticamente subvalorados. Tras descubrir finalmente
este hecho obvio, que asegura que la «verdad de los precios>> supuesta-
mente revelada por el mercado carece totalmente de sentido, el FMI se
ha decidido a revisar a\ alza el PNB de esos países, calculándolo a partir
de tipos de cambio ficticios basados en la igualdad del poder adquisiti-
vo. Esta medida es puramente simbólica e incluso demagógica, puesto
que las decisiones no se toman a partir de estos tipos ficticios, sino en
función de tipos reales, que el FMI no pretende, obviamente, revisar. En
casos extremos, que menudean cadavez más, el aspecto monetario del
ajuste impuesto conlleva la<rdolarización>>. Entonces, la moneda nacio-
nal da paso al dólar no sólo como instrumento de reserva, sino incluso
como unidad de medida y medio de cambio, un proceso que requiere
importar esa divisa financiando la operación mediante el endeudamien-
to externo. De esta forma se completa el ciclo, el sistema de gestión de la
crisis ha tenido éxito y ha proporcionado una nueva salida al capital flo-
tante en busca de inversiones.
El G7 se constituy ó para coordinar la gestión de la crisis en el nivel
de las principales potencias capitalistas. Ya he mencíonado el escaso éxi-
to que ha obtenido en lo relativo a la estabilización del cambio. Como
gestor de la crisis, el G7 es <<un Ejecutivo mundial sin proyecto global
pan el mundo>>. Se ha contentado con establecer los principios de ajus-
te unilateral de la periferia en 19J6, con organizar el reciclaje de los pe-
trodólares en 1980 a favor del sector financiero especulativo y luego
alentar la caída de los precios de las materias primas (la principal razón
de la guerra del Golfo), con organizar la renegociación cle la deuda en
1982 (sin crear las condiciones para resolver el problema), y en 1992 con
incluir a Rusia y a los países de Europa oriental en las estrategias de ajus-
te unilateral.
Por tanto, la estrategia pretende gestionar la crisis y no buscar formas
de resolverla. En este contexto, incluso la existencia de la deuda es per-
fectamente funcional, puesto que resolver el problema resultaría contra-
producente desde la perspectiva del sistema. De ahí que todas las medi-
clas que se han tomado, presentadas demagógicamente como soluciones,
han empeorado pura y simplemente la situación. La deuda aumentó de
56 El capitalismo cn la era de la globalización

900.000 millones Cc dólares en l9B2 a 1,5 billones de dólares,la mitad de


los cuales se gastaron en el pago de intereses.
La pregunta importante es, empero, ¿si este tipo de gestión es sufi-
cientemente fuerte para perdurar? El argumento de que no puede per-
durar porque no proporciona una salida del túnel del estancamiento no
es válido, porque ei objetivo no es resoir,er 1a crisis, sino gestionarla. Si
nos limitamos al análisis de los mecanismos económicos y financieros,
n-re atrevería a sostener que esta gestión puede mantenerse de forma exi-
tosa, aunque manteniendo el mundo en un estado de estancamiento.
Para los países de la periferia, el estancamiento compotta una seria in-
volución regresiva de la que el proceso de cuartomundización de África
es sólo el ejemplo más extremo. La gestión de la crisis alienta las expor-
taciones de los países del centro (exacerbando de paso los conflictos co-
merciales entre ellos) y priva a los países del Tercer Mundo de esa mis-
ma oportunidad, frenando la relocalización industri al a fin de contener
el crecimiento del desempleo en el centro. De nuevo viene a la memoria
el orden establecido en Versalles en 1919: ¡que Alemania pague, pero
que no exporte mercancíasl En otra sorprendente analogía documenta-
da en un trabajo de \X/alter Russell Mead, las fuerzas policiales se afánan
en perseguir a los nuevos emigrantes generados por la regresión en el
Tercer Mundo. Al iinal, la gestión de la crisis resulta una estrategia que
exacerbará los conflictos entre los países desarrollados (no sólo entre
Estados Unidos, Japón y la CE, sino incluso dentro de la CE,, cuya exis-
tencia está amenazada) y que lleva a los países desarrollados a no con-
templar en sus relaciones con los países del Tercer Mundo ningún otro
medio que la fuerza (y la guerra). Por eso la hegemonía (militar) esta-
dounidense sigue siendo indispensable, obligando a los socios europeos
v japoneses a hacer las concesiones exigidas por Estados Unidos, una
iorma de devolver el conflicto al interior de la CE. ¿Serán las..regio-
nalizaciones>> provocadas por la dinámica de estos conflictos, casi es-
pontáneamente (pero en la medida en que están apoyadas por las op-
ciones adecuadas), la forma en que el sistema encontrará.<la salida» a
una globalización imposible? Algunos fenómenos apuntan en esa clirec-
ción; la creación del Tratado de Libre Comercio (TLC) en Nortean-réri-
ca (aunque el TLC rompe México en dos al separar su norte tejano de
su Sur guatemalteco y, como ha confirmado la revuelta de Chiapas, in-
crementa la fragilidad del proyecto de Washington, apoyado por la bur-
guesía compradora mexicana); el hecho de que la CE realice ya dos ter-
cios de su comercio mediante intercambios internos, un tipo de
intercambio que está creciendo, mientras que las exportaciones comu-
nitarias al exterior han descendido desde 1985 (aunque, quién sabe si la
cosa contintará); el hecho de que, incluso sin una institución formal co-
,8 L,l capitaiismo en ia era de la globalización

los tres niveles de actuación necesarios: local, nacional y mundial. Sin


duda alguna, la transformación de las actitudes y la organizaciín
^poyar
de las responsabilidades en la base, capacitar a las personas a ese nivel
para que devengan agentes genuinos de iniciativa económica y crear de
tal forma un r,ínculo entre la esfera económica y la vida política, social y
cultural, liberarlas del estatus a que las reduce el capitalismo (de uabaja-
dores a simple fuerza de trabajo, de ciudadanos a meros consumidores),
constituyen condiciones esenciales para un mejor desarrollo. Sin embar-
go. las luchas encaminadas a lograr esos objetivos deben contar con el
apoyo de políticas adecuadas en cada uno de los tres niveles menciona-
dos. A nivel nacional, que, en mi opinión, sigue siendo el vínculo crucial
pura y simplemente porque sigue existiendo una organización política
cuvos efectos seguiremos experimentando todavía durante largo tiempo,
resulta inevitable aplicar lo que vo llamo desconexión o desvinculación,
que no debe confundirse con la autarquía, puesto que la desconexión su-
pone subordinar las relaciones externas alalógica del desarrollo interno
¡, no al revés. Hav que definir sus contornos exactos, algo que sólo puede
hacerse a partir de la base concreta de situaciones específicas, que vaúan
enormemente de un país a otro, Se trata, en cualquier caso, de forzat al
sistema mundial a adaptarse: no sólo de imponer una visión de ajuste den-
tro del estancamiento, de los más débiles a los más fuertes, mediante el
concepto de ajuste mutuo. Estas políticas nacionales requerirán a su vez,
para ser suficientemente efectivas, no sólo la reconstrucción de la solida-
ridad y el apovo mutuo entre los países de la periferia (sobe todo me-
diante la construcción de uniones regionales), sino también, muy proba-
blemente, transformaciones en las otganizaciones económicas y políticas
del sistema mundial.
Respecto a este último punto, no carecemos de ideas y propuestas.
Las más raclicales piden el retorno al keynesianismo, esta vez a escala
mundial: una redistribución de los ingresos que benefície a los pueblos y
trabajadores del Tercer Mundo en todas las regiones del mundo, una <<es-
timulación megaeconómica>>, para decirlo con las palabras de \X/alter Rus-
sell Mead. De acuerdo con sus partidarios, esas propuestas presuponen
reformas sustantivas que afectan a las instituciones económicas interna-
cionales:

1. La transformación del FMI en un auténtico banco central mundial


con poder para emitir una moneda real (seme jante a los derechos
especiales de giro) que reempl azarían el patrón dólar, asegu rar ufla
. cierta estabilidad de los tipos de cambio, y proporcionar a los paí-
ses en vías de desarrollo la liquidez necesaria para un <<ajuste con
crecimiento>> (estas propuestas se parecen a las que hizo hace vein-
L,l capitalismo en la era de la globalización

cial sería algo más que un esperanzado deseo. La ayuda para el de-
sarrollo, multilateralizada dentro de esa estructura, no establecería
sólo una condicionalidad relativa al respeto a los derechos indivi-
duales y a la democracia política, sino que apoyaría también políticas
sociales progresivas; por ejemplo, asegurando que los incrementos
salariales corrieran paralelos a los incrementos en la productividad,
proporcionando una disribución más igualitaria de las rentas, etc.
De la misma forma, la dimensión política nacional del desarrollo
mundializado, así coordinado, permitiría que se respetaran los inte-
reses legítimos. Por ejemplo, se aceptaría la autosuficiencia alimen-
taria (Walter Russell Mead ha estudiado el caso japonés de la protec-
ción de sus productores de anoz), pero se compensaría pagando un
impuesto a la comunidad mundial por parte del país que se benefi-
ciara de las medidas proteccionistas, El impuesto sería recaudado por
un fbndo de desarrollo mundial que sería la principal institución de
préstamo a que podrían recurrir los países del Tercer Mundo.

En mi opinión, se trata de un buen proyecto de reforma del sistema


económico y político mundial que se deriva de una idea central incontro-
vertible: que el desarrollo sólo puede reavivarse mediante una redistribu-
ción de los ingresos a nivel mundial (en fa",or de las periferias) y a nivel
sociai (en los centros y en las perif-erias, en favor de los trabajadores y de
las clases populares), así como que el comercio mundial y los movimien-
tos de capitales han de subordinarse a la lógica de lo que \X/alter Russell
Mead denomina la <<aproximación al conrercio desde la óptica de la de-
manda>>.
A cor-rtinuación hay que admitir que las reformas de este estilo son in-
compatibles con los intereses del capital dominante, puesto que la redis-
tribución disminuye los rnárgenes de beneficio a corto plazo, aunque a
largo plazo genera más que recuperación, un período de nuevo y genuino
crecimiento que podría abrir perspectivas de inversiones productivas ren-
tables. Conviene no olvidar que el capitalismo es un sistema que se basa
en dar prioridad a las considÁra.ionei a corto plazo frente a los requeri-
mientos a largo plazo que, en caso de necesidad, deben imponerse me-
diante intervención estatal, Ya he comentado que fue el miedo al comu-
nismo y la radicalización de los movimientos de liberación nacional de las
períferias los que dieron preeminencia a las políticas keynesianas y asegu-
raron el apoyo al desarrollo durante el período de posguerra.
Por consiguiente, el proyecto es una especie de redescubrimiento del
hecho que un orden social diferente socialismo, para llamarlo por su
nombre- es objetivamenre necesario, -ela escala mundial. Me parece evi-
dente que la ejecución de dicho proyecto demanda cambios políticos pro-
La gestión económica capitalista de la crisis de la sociedad contemporánea 61

fundos en todas las zonas del mundo, la sustitución de las actuales alian-
zas sociales hegemónicas (basadas en la dominación del capitalismo i
«comprador» en las periferias del Sur y actualmente también en el Este)
por nuevas y diferentes alianzas sociales basadas en la hegemonía del tra-
bajo y de las fuerzas populares. Sólo así será posible establecer el dominio
del valor de uso sobre el valor de cambio, así como la integración de las
exigencias y requerimientos a largo plazo, como el medio ambiente. Al
mismo tiempo, el proyecto requiere un orden político mundial diferente
del que predomina en la actualidad, un orden basado en la democratiza—
ción de todas las sociedades y la articulación de su interdependencia con
el respeto mutuo por su diversidad.
Avances en tal dirección resultan necesarios y posibles, aunque uso la
expresión «avances» deliberadamente, puesto que la realización total del
proyecto es un asunto a largo plazo, la transición «secular» del mundo
globalizado al socialismo mundial. Junto al combate ideológico que debe
librarse en pro de la Visión del objetivo último (tal y como se concibe, por
ejemplo, en el proyecto que acabo de describir), deben definirse estrate—
gias para cada una de las fases del camino.
Por consiguiente, y volviendo al proyecto en cuestión, le haría una
crítica constructiva que podría resumirse en los siguientes puntos:

1. Muchos de los análisis que subyacen en los argumentos reformis-


tas son demasiado proclives a mezclar juicios de valor (del tipo el
sistema actual es «malo») con explicaciones de las razones que mo—
tivan las decisiones de las potencias dominantes. Como ya he seña—
lado, el sistema de gestión de la crisis que se ha implementado no
es en modo alguno absurdo: obedece a la lógica de los intereses
dominantes. Creo, junto a Sweezy y Magdoff, que la globalización
tal y como se practica en la actualidad no es una fuerza que se im-
pone a la humanidad desde fuera, sino que satisface objetivos que
coinciden con los del capital.
2. No creo que transformar el FMI en un banco central mundial, y el
BM en un fondo para el desarrollo, debieran ser objetivos para el
futuro inmediato en esta larga transición al socialismo mundial.
Antes de llegar a este punto es necesario construir un mundo poli-
céntrico en la esfera política y en la económica, un mundo de cu-
yos principios rectores me he ocupado ya en otros textos. Pensar
que es posible ir más lejos supone imaginar que se resuelve el pro-
blema político básico, que se ha superado la contradicción entre la
globalización económica y la fragmentación de los espacios polí—
ticos. Pero tal cosa sólo puede ocurrir al final de una larga transi—
ción; no puede ser una condición para emprender reformas. Me da
62 El capitalismo en la era de la globalización

miedo que al poner el listón muy alto nos estemos condenando al


fracaso y., al hacerlo, corremos el riesgo de alimentar la desespera-
ción i la difusión del síndrome <.no hay alternativas>>, es decir, otra
alternativa que someterse a la lógica del capital dominante.
3 . Habida cuenta que el estatus de la globalización no siempre se ha
definido con claridad (¿es una fuerua objetiva dererminanre o una
tendencia entre muchas oÚas?), ciertos elementos del proyecto de
reforma me resultan dudosos. Por ejemplo, no creo en las virtudes
del libre comercio, o en las concesiones exigidas a la periferia a
cuenta de tales cosas. Prefiero la visión de los autores de The Neu
Protectionism que la de los partidarios de un genuino sistema de li-
bre comercio.

Las prioridades para la acción que estoy sugiriendo difieren, por tan-
to. de las establecidas en el proyecto antes considerado. En mi opinión,
debe ponerse el énfasis en las acciones que vayan en las siguientes direc-
ciones:

1, Construir regiones del Tercer Mundo otg,anizadas para hacer fren-


te a los cinco monopolios del capitalismo dominante, y, por ende,
capaces de limitar sus efectos negativos desde la óptica de la pola-
rización global en curso.
2. Reanimar la izquierda europea y la construcción de Europa, enri-
quecida por un contenido social progresivo que represente un
avance, en esa región, hacia la hegemonía del trabajo, integrando a
la antigua Unión Soviética y a los países de la Europa oriental en el
proyecto.
J. Revisar las relaciones comerciales y financieras entre Europa, Ja-
pón y Estados Unidos en la dirección que permita una estabiliza-
ción relativa de los tipos de cambio y fuerua a Estados Unidos a su-
perar su déficit estructural. Ello conllevareorganizar las relaciones
comerciales en esa dirección.
4. Reconstruir el sistema de las Naciones Unidas para convertirlo en
el cenffo de las negociaciones económicas y políticas tendentes a
organizar la articulación de la interdependencia comercial y finan-
ciera entre las principales regiones del mundo. Abrir negociacio-
nes de desarme. Dar los primeros pasos hacia un sistema de im-
puestos mundial organizados en torno a la protección del medio
ambiente y de los recursos naturales.
5. Reformar el FMI como expresión de estas interdependencias re-
gionales/mundiales, sin que ello implique su inmediata rransfor-
mación en un banco mundial.
La gestión económica capitalista de la crisis de 1a sociedad contemporáneu 6)

En conclusión, sostendré nuevamente que el realismo de este pro-


vecto se basa en una comprensión de la historia que no acepta la idea de.
que las leyes históricas precedan a1^ propia historia. Lo que parecen
fuerzas objetivas (como la globalización) son sólo producto de una lógi-
ca específica de un sistema concreto (en este caso, el capitalismo), formas
que han de hacer frente a la contradicción derivada de las intereses socia-
les de las fuerzas que luchan en contra de su realización. El resultado real
de este conflicto determina una configuración de subsistemas que se ex-
presa de una forma específica, dependiendo de las relaciones sociales de
poder y del resultado de las luchas; por tanto, una configuración que está
evolucionando permanentemente. La estrategia de crear el socialismo
mundial, imprescindible para evitar la barbarie, se centra en definir los
caminos que con mayor probabilidad comportarán una evolución en la
dirección de dicho objetivo.

Referencias

P. Baran y P. Sweezy, Monopoly Capital, Nueva York, 1966 (trad.


cast.: Capital monopolista,México, Siglo XXI, '11982).
T. Lang y C. Hines, Tbe Neu Protectionism. Protecting the Future
Against Free Trade, Londres, Earthscan Pub.,1993
\X/. R. Mead, <<American Economic Policy in he Antimillenial Erar>,
ponencia presentada a la conferencia preparatoria sobre «50 años bas-
tan>>,
tWashington, marzo de 1995.
P. Sweezy, Tbe Tbeory of Capitalist Deuelopment,Londres, Dennis
Dobson, 1946 (tad. casf .'. Teoría del desarrollo capítalista,México, F.C.E.,
t917).
y H. Magdoff, «Globalization \X/hat End? Montbly Reuiew,
-Toy no 10, marzo, de 1992, págs. 1-
- no 9, febrero de 1992, págs. 1-18,
vol 4),
19.
K. Vergopoulos, Le Nouueau Systeme Monde, Actuel-Marx, París,
PUF, t994
Capítulo 3

LA REFORMA DE LA GESTION MONETARIA


INTERNACIONAL DE LA CRISIS

Los ANTECEDENTES

El actual sistema monetario y financiero internacional, establecido


después de la Segunda Guerra Mundial y gestionado por el FMI, ya no
resulta funcional. No debiera sorprendernos que el largo período de pos-
guerra que se inició en 194,5 llegara a su fin en 1990, o que el sistema
:nundial que acabará imponiéndose sea cualitativamente diferente del
que hemos conocido durante casi medio siglo.
En otros lugares he definido el ciclo de posguerra como un largo ca-
:nino ascendente construido sobre una base formada por tres pilares, en
parte complementarios y en parte en conflicto: a) en Occidente, la acu-
mulación fordista y la socialdemocracia, regulada por las políticas nacio_
nales keynesianas, abiertas obviamente a la economía mundial pero pre-
servando una coherencia entre la acumulación y el compromiso histórico
capital/trabajo; b) modernización e industrialización en las periferias re-
cién llegadas a la independencia, un proceso gestionado por lo que he de-
nominado el proyecto de Bandung, un proyecto nacional-burgués que in-
tentaba atrapar a las otras naciones en un contexto de independencia
circunscrita; y c) el proyecto soviético, que intentaba alcanzar a Occiden-
te mediante una estrategia de acumulación muy parecida a la del capita-
lismo histórico, aunque libre de las constricciones del sistema capitalista
mundial y gestionada en el nivel del Estado nacional o plurinacional me-
diante la propiedad estatal y la centralización del poder económico y po-
lítico en manos de una nueva burguesía en formación, la nomenclatura de
los partidos comunistas.
Este sistema tripolar constituyó la base de una (generalmente) fuerte
expansión económica en cada una de las tres regiones. En dicho contex—
to, estos proyectos e incluso su éxito fueron desde el principio ilusiones
ideológicas que operaron con la fuerza de las creencias fijas. En Occidenw
te, se creía que el crecimiento continuado era ya un hecho incuestionable.
En el Tercer Mundo, se creyó que la construcción nacional resolvería a la
larga los problemas del subdesarrollo. En los países del Este, creían en el
socialismo.
('»('»
E1 capitalismo en la era de la globalización

La crisis de los negocios que marca el final de esta fase de expansión


es el producto conjunto de los tres modelos que estuvieron en la base del
sistema durante los años de posguerra.Tal cosa ha colocado a todas y
cada una de las regiones del mundo en una crisis profunda y, estructural-
mente duradera, sin que paÍezcan detectarse señales de que estamos lle-
gando a la salida del túnel, ni en Occidente, ni en el Sur ni en el E,ste.
El sistema monetario mundial siempre ha correspondido esrricra-
mente a las estructuras organizativas del orden mundial: cada fase de la
historia del capitalismo ha tenido una contrap artida moneraria específica.
La del período de posguerra correspondió perfectamente a la hegemonía
de Estados Unidos y fue un instrumento para consolidarlahegemonía es-
tadounidense sobre sus aliados y sobre los países del Tercer Mundo,
mientras que los llamados países socialistas se excluyeron a sí mismos des-
r,inculándose del sistema.
En los debates que tuvieron lugar en Bretton Woods en 1945 se pre-
sentaron dos posiciones. Keynes, al proponer la creación de un banco
central mundial capaz de emitir moneda internacional, defendió la posi-
ción de las naciones imperiales en decadencia, particularmente de Gran
Bretaña. El valor de la moneda internacional, vinculada a la gama mun-
dial de «divisas claves>>, presuponía un compromiso estable entre la nue-
r-a hegemonía de Estados Unidos y sus aliados subalternos. La Unión So-
viética r-sus aliados fueron excluidos de dicho compromiso. Finalmente,
Estados Unidos impuso su solución, convirtiendo al dólar en la única mo-
neda mundial. equivalente al oro merced a un tipo de cambio fijo oro-dó-
lar. El sistema de tipos de cambio fijos permitió devaluar las monedas re-
lacionadas con e1 dó1ar estadounidense en proporción al declive relativo
Je esas naciones respecto de 1a hegemonía irresistible de Estados Unidos.
Cuando Estados Unidos empezó a perder poder, empezando con la
suspensión de la convertibilidad del dólar en l9l1, rodo el sistema quedó
en entredicho. No obstante, la progresiva decadencia de Estados [Jnidos
no permitió por sí misma iniciar una reforma del sistema monetario, al
igual que la decadencia de Gran Bretaña, pese a iniciarse en 1880, no des-
tronó a la libra esterlina hasta 1931. Si se intentara en la actualidad man-
tener el patrón dólar, el sistema monetario entraría fatalmente en una
bancarrota como la del período 1939-1945.

Los trros DE cAMBro FLExIBLES No soN LA soLUCróN

EI sistema de tipos de cambio flexibles adoptado en I971 no supuso


una solución real, sino que se limitó a reconocer la existencia de desor-
den. Por otro lado, este sistema ha acentuado las fluctuaciones de los ti-
La reforma de la gestión monetaria internacional de la crisis 67

nos de cambio sin base alguna en los cambios en el nivel de producción:


el dólar débil de los años setenta, que descendió haSta el nivel de cuatro ‘
francos franceses; el dólar fuerte de la etapa de Reagan, en los años
ochenta, que alcanzó el nivel de diez francos para caer de nuevo.
Doy por supuesto que la hegemonía siempre presenta múltiples face-
:as y opera a niveles diversos y complementarios, por lo que no puede re-
ducirse a «eficiencia económica», a «competitividad» en el mercado mun-
dial, aun cuando tales cosas sean su base última, ni el dominio monetario
es tampoco el único instrumento que debe tomarse en consideración. El
papel militar de Estados Unidos, gendarme del sistema mundial, es igual-
mente importante, un papel que a partir de los años noventa se ha visto
reforzado por el colapso de la Unión Soviética, que antaño había limita-
do la intervención de Estados Unidos en el Tercer Mundo.
A menudo se afirma que la hegemonía militar no es demasiado dura-
dera, porque resulta muy costosa y la sociedad estadounidense no está
dispuesta a asumir ese costo, como demostró la elección de Clinton. La
tesis merece mis reservas por, al menos, dos razones. En primer lugar,
quiero recordar que una reducción importante del gasto militar estadou-
nidense sumiría al país en una crisis económica de importancia al menos
paralela a la de los años treinta. Considero, junto con Sweezy y Magdoff,
que el capitalismo es una formación social con una tendencia permanen-
te a sobreproducir, en la que la «crisis» es el estado normal de las cosas y
donde la prosperidad debe explicarse recurriendo a factores especiales.
Estados Unidos sólo pudo recobrarse de la crisis de los años treinta me—
diante el rearme intensivo que se produjo durante la Segunda Guerra
Mundial y en los años de posguerra. En la actualidad, la economía esta-
dounidense está enormemente deformada: casi un tercio de la actividad
económica depende directa o indirectamente del complejo militar, una
proporción que en la Unión Soviética sólo se alcanzó durante la etapa
Brézhnev. En segundo lugar, la hegemonía militar supone un pago, justa-
mente el privilegio de que el dólar sea la moneda mundial. Por consi—
guiente, que Washington aceptara una reducción de su papel en el esce—
nario mundial, como compartir la responsabilidad con Europa y Japón,
supondría precipitar la reforma del sistema monetario internacional, per-
der el privilegio que tiene el dólar, y, por tanto, secar los flujos favorables
de capital procedentes de otras economías.
La compleja situación de nuestra crisis se presenta como duradera, lo
que explica los pronunciamientos de las potencias centrales, que no pien-
san en salir de la crisis. Así, no se trata de reducir el desempleo en Occi-
dente, sino de «vivir con él», o bien se habla de una «economía de dos ve-
locidades». En consonancia con esta lógica, los socios más poderosos
intentan transferir la máxima carga posible de la crisis a los socios más dé-
68 El capitalismo cn la era de la globalizacicin

biles, las periferias del Sur y actualmente del Este, para aminorar las con-
secuencias de ésta en casa y evitar que se conviertan en serias, aunque,
obviamente, tal táctica no ayuda a encontrar una solución a la crisis. En
este contexto, Ia gestión de la crisis preserva el actual sistema monetario
internacional, que durará tod¿rvía cierto tiempo, aunque sus días están
contados. No obstante, preservar un sistema ya caduco a toda costa su-
pone arriesgarse a su colapso, como sucedió en los años treinta, cuando el
patrón libra esterlina dio paso a rivalidades descoordinadas que eran pre-
sagios de guerra.

PROPuT,ST¿S DE REFORMA PRoCEDENTES DE LAS CoRRIENTES DONIINANTES

Analizaremos en primer lugar las propuestas alternativas oirecidas


por especialistas, que en ocasiones son objeto de consideración diplomá-
tica. Todas estas propuestas \ran precedidas cie l¿r observación, correcta e
importante, de que la globalización se ha profundizado en los años de
posguerra hasta el punto de haber entrado en un estadio cualitativamen-
te nuevo. Los sistemas de producción nacional, creación histórica de los
Estaclos burgueses nacionales que se convirtieron en los centros del capi-
talismo mundial, se han desmantelado progresivamente en favor de un
sistema de producción global. La industri alizacítin de las periferias las ha
integrado en este sistema cualitativamente nuevo.
La conclusión lógica que puede derivarse de esta observación es que
el capítalismo mundial exige una organización mundíal a todos los nive-
les, ciertamente en el monetario, pero también en el político. Necesita un
banco central mundial (y, por tanto, una nueva moneda internacional
emitida por dicho banco) y si no necesita un Estado mundial, ha de con-
tar al menos con una organización política mundial eficaz. Puede soste-
nerse que esta lógica se toma en serio el argumento liberal: el mercado
mundial debería er,oiucionar hacia la integración a todos los niveles, es
decir, debería abolir todas las fronteras a ia circulación de mercancías y
servicios, de capitales y de fuerza de mabajo, abrirse a la migración de las
personas alavez que a los intercambios de productos y de capital. Éste
sería el sentido de construir un <<Estado mundial>>.
Pero en seguida vemos que el proyecto, y por ende las proposicio-
nes qlre están implícitas en su lógica, es utópico, sobre todo la gestión
de una moneda mundial. Nuestro mundo real está fundado v seguirá es-
tándolo durante mucho tiempo en una importante contradicción entre la
.globalización de la economía, basada en un sistema de mercado truncado
que incluye el comercio de mercancías y capitales pero excluye la migra-
ción de 7a fuerza de trabajo, y la persistencia del Estado-nación como es-
La reforma de 1a gestión monetaria internacional de la crisis 69

::uctura reguladora de la política y de la vida social. Esra contradicción,


Jue provoc6la polarización del mundo y que la reproduce, será funesta
rara el capitalismo.
Volvamos ahora a las propuestas que se han ofrecido respecto del sis-
:3ma monetario mundial. Son concretamente tres, a saber:

1. La primera supone el retorno al oro, la única solución capaz de rc-


sistir las tendencias de la actual vorágine. Excluyo tal posibilidad,
pero no porque el capitalismohaya logrado finalmente liberarse de
su antiguo fetiche; por el contrario, el capitalismo es y seguirá sien-
do básicamente fetichista.La excluyo porque regular el sistema
monetario mediante una moneda mercancía cuya producción es en
gran medida independiente de otras consideraciones económicas
corresponde al modo de regulación propio del capitalismo <<com-
petitivo>>, premonopolista. La regulación del crédito es la única al-
ternativa a este modo de regulación hoy extinto.
2. La segunda consiste en crear un banco central mundial, sin el cual
no podría establecerse al mismo tiempo una institución política
mundial con poder análogo. Se trata de un tema que fue el favori-
to durante largo tiempo del ya fallecido Robert Triffen y también,
en cierto sentido, de la opción europea: la creación de una moneda
común (emitida y gestionada por un banco central común) antes
de establecer un poder poiítico común. Recuerda las propuestas de
Keynes en 1945:la estabílización de un compromiso entre los so-
cios, Estados IJnidos, la Europa de la CE yJapón. Pero ¿es posible
dicha establlización? ¿No resulta la propuesta algo ingenua?
¿Cómo hacer que funcione esa regulación en común sin la presen-
cia de posibles sanciones a las naciones que forman parte del siste-
ma? Los economistas, a fuerza de negarse a ver que las decisiones
económicas sólo son practicables si los compromisos políticos y so-
ciales que comportan resultan aceptables, alientan un economicis-
mo utópico. Como tendremos ocasión de comproba¡ un banco euro-
peo, pero no mundial, no sólo es posible, sino esencial si Europa
ha de evolucionar hacia una genuina confederación política. He de
añadft que dicho banco sólo puede estar basado en los principios
de un compromiso histórico social, análogo a este nivel al compro-
miso social histórico que establecieron los estados nación del con-
tinente.
En cualquier caso, esta opción/restricción de los socios del mundo
desamollado implica tácitamente la .<recomp radoúzación>> colecti-
va o la «partición» de las naciones del Tercer Mundo del Sur y del
Este. Más allá del hecho de que los socios del mundo desarrollado
7 0 El capitalismo en la era de 1a globalización

coincidan en ese punto ejemplo, Alemania puede perseguir


-por que se remonta a los días de Bis-
nuevamente su viejo objetivo,
marck, de latinoam eúcanizar Europa oriental-, resulta bastante
obvio que esta recompra o <<recompradotización>> presupone in-
tervenciones permanentes y enérgicas para sofocar las revueltas
que provocará.
l. La tercera propuesta consiste en ampliar el compromiso monetario
para incluir en él a los Terceros Mundos del Sur y del Este. Ésta
fue la propuesta del Nuevo Orden Económico Internacional
(NOEI)formulada por el GT en l975.Estátambién la cuestión de
crear una moneda internacional, inicialmente en paralelo alas ya
en uso (el dólar, el oro y los restantes instrumentos básicos), ges-
tionada por la comunidad internacional. El objetivo explícito era
vincular la cuestión de la moneda y el desamollo económico. Como
sabemos, la propuesta fue abortada al favorecer una moneda inter-
nacional menor emitida por el FMI, los derechos especiales de giro
(DEG). La razón del fracaso me parece evidente; la propuesta asu-
mió que el problema fundamental estaba resuelto, es decir, que los
centros aceptarían un desarrollo autónomo y relativamente acele-
rado de las periferias. El instrumento monetario estaba al servicio
de dicho objetivo, algo utópico puesto que estaba en contradicción
con el capitalismo realmente existente.

UNa T¡TSTON ALTERNATIVA: LA REGIONALIZACIÓN PoLICÉNTRICA

Los principios en que se fundamentan las propuestas que expongo a


continuación son coherentes con una visión alternativa de la organización
política mundial, concretamente, apuestan por una regionalización poli-
céntrica. La opción deriva de la tesis según la cual los problemas reales a
los que se enfrentan las naciones y las regiones no son idénticos ni pueden
concebirse sin tomar en consideración su desarrollo desigual. Su objetivo
básico es reducir la desigualdad en que se manifiest ala polarízación pro
ducida por la expansión del capitalismo mundial. Acepta y concede un
lugar a la globalización, a condición de que se conciba de manera ade-
cuada para servir al objetivo principal ya enunciado. También acepra que
\a realización de un desarrollo mundíal superior requiere el estableci-
miento de solidaridades y autonomías regionales, articuladas en el siste-
ma mundial por instituciones y mecanismos que deben su existencia a la
herencia del desarrollo desigual. Finalmente, asocia a cada fase las reglas
que rigen la regulación de la economía y de la moneda con proposiciones
paralelas acerca de las instituciones propias de la política.
La reforma de la gestión monetaria inrernacional de la crisis 71

Se trata, pues, de un proyecto voluntarista. o dicho de forma más


exacfa, de un proyecto que puede considerarse <<utópico>>, pero no en el
mismo sentido en que lo es la regulación del mundo mediante el merca-
do. Esto último es una utopía auténtica: si se intenta perseguir el proyec-
to en cuestión lo único que puede lograrse es una catástrofe. Por el con-
trario, el proyecto que proponemos, si se inicia. mejorará gradualmente
las condiciones que aspira a cambiar. Por tanto. si se califica de utópico,
1o será simplemente en el sentido de que las fuerzas políticas dominantes
activas en la actualidad no actúan en su dirección. La implementación del
proyecto presupone transformaciones significativas en la naturaleza de las
potencias e intereses a que ha de servir, así como en los futuros que se an-
helan conseguir.
Las regiones en cuestión casi siempre se autodefinen. Si Estados Uni-
dos (eventualmente ampliado mediante la incorporación de Canadá pero
no de México), China e India (en virtud de su peso demográfico). yJapón
(en función de su historia) constituyen por sí mismas regiones. el resto de
países del mundo deben aspirar a consolidarse en un conjunto de grandes
regiones: Europa (oriental y occidental), la antigua Unión Soviética, el
mundo árabe , el mundo africano, el sudeste asiático v América Latina.
Los problemas a que se enfrentan estas regiones y países son demasiados
variados para imaginar que todos ellos deberían desarrollarse de acuerdo
con las mismas pautas. Por ejemplo, no tiene sentido alguno que el tipo
de interés sea el mismo en todas partes o que el capital fluya libremente
allá donde el retorno pecuniario sea más alto. Las instituciones moneta-
rias y financieras deben desarrollarse con pautas regionales, como susti-
tutos del FMI y del mercado mundial para el capital monetario.
La Europa de la CE avanza en esa dirección, aunque en cierto senti-
do parece el <<enfermo>> entre regiones, al haber desarrollado un concep-
to puramente economicista de su proyecto (un <.mercado integrado>>,
nada más), por lo que ha de enfrentarse a un gran problema: dotarse del
correspondiente poder político. Pero mientras esté pendiente de defini-
ción el componente social del proyecto, el mercado común, que sólo es
un armazónvacío, se producirán conflictos sociales !', por tanto, políticos
insuperables. La posterior consolidación de las economías europeas re-
querirá la regulación de un Estado, quizás confederal, capaz de imponer
un compromiso capital/trabajo a la escala del mercado integrado. La de-
recha tradicional nunca comprenderá. a causa de su propia naturaleza,
esa necesidad, preocupada por explotar las diferencias a corto plazo.
Como sucedió en los diversos Estados europeos nacionales hasta que los
movimientos obreros no impusieron un compromiso social, a nivel conti-
nental sólo una izquierda audaz y con ambiciones a largo plazo puede en
la actualidad marcar el camino. A la larga deberá crearse un sistema que
12 El capitalismo en la era de la globalización

emita una moneda intraeuropea que sustituya a las monedas nacionales,


en la medida en que se progrese hacia una construcción política común
que legitime las instituciones financieras y monetarias comunes.
¿Puede la antigua Europa oriental integrarse en el sistema europeo?
Quizás, pero sólo será posible si ios europeos occidentales no consideran
a los pueblos de Europa oriental sus <<latinoamericanos>>. Superar el de-
sarrollo desigual de Europa exighá articular instituciones paneuropeas
que toleren las diferentes reglas de juego en ambas áreas del continente.
Por tanto, antes de que la integración económica y política de Europa
pueda alcanzar su última fase será necesaria una larga transición.
Rusia y,los restantes Estados de la antigua Unión Soviética tienen una
situación aná1oga, aunque Rusia sigue siendo potencialmente, en virtud
de su tamaño, una gran potencia. La reconstrucción de la cooperación y
de la íntegración entre estos países constituye un estadio necesario, supo-
niendo que se desee evitar el explosivo peligro de un desarrollo desigual.
La construcción europea, aunque reducida a los miembros de la CE,
corre el riesgo de empantanarse nuevamente v cuestionar su razón de ser.
Lafalta de acuerdo entre los europeos occidentales acerca de la conver-
sión en periferia de Europa oriental y la antigua Unión Soviética, que está
siendo fomentada por los propios países de Europa oriental (los checos se
separan de los eslovacos porque creen que tal cosa les acerca más a la in-
tegración en la CE; los croatas deciden precipitar el colapso de Yugosla-
via por lo mismo; y tanto los países bálticos como los croatas se separan
de los rusos por idénticos motivos) revela la existencia de conflictos en el
propio corazón de la CE. Parece casi evidente que esta opción comporta-
rá que Alemania impulse su propio proyecto, forzando a sus socios a se-
guirla, hasta el punto en que la situación se vuelva inaceptable y se desin-
tegre e1 provecto europeo. En este escenario, el ,.banco central europeo>>,
que será de facto un anexo del Bundesbank, corre el riesgo de convertirse
en un simple instrumento temporal al servicio de un proyecto alemán más
que europeo.
Los problemas de las regiones del Tercer Mundo son diferentes en la
medida en que su subdesarrollo es mucho más pronunciado. A su res-
pecto señalaremos lo siguiente. En primer lugar, estos países y regiones
están integrados de forma menos profunda en el sistema de producción
global que está contruyéndose. Salvo Corea, Singapur y Taiwan, las úni-
cas excepciones de importancia (al estar Hong Kong ya parcialmente in-
tegrado en China, a la que se reintegró plenamente a mediados de 7991 ),
en todos los países semíindustrializados del Tercer Mundo sólo están in-
tegrados en la nueva economía global segmentos limitados del sector pro-
ductivo. En segundo lugar, muchos de ellos están todavía menos integra-
dos entre sí, prácticamente nada en absoluto, sobre todo en el caso de los
La reforma de la gestión monetaria internacional de la crisis 73

países del Cuarto Mundo. En tercer lugar, están desigualrnente desarro-


llados, algo que el período de posguerra ha acentuado, tanto que en la ac-
tualidad todavía existe una separación nítida entre los países semiindus-
trializados y los del Cuarto Mundo. En cuarto y último lugar, por todas
estas razones se sienten atraídos por las asociaciones Norte/Sur que ope-
ran en detrimento de su autonomia colectiva.
En estas condiciones, la creación de instituciones monetarias regio—
nales no es una prioridad. Antes de que tal cosa figure en el orden del dia,
habrá que pasar por ciertos estadios preliminares que pongan el acento
en la construcción de complementariedades productivas, negociadas y
bien pensadas. En este estadio, las instituciones regionales monetarias co-
munes más apropiadas son las orientadas a lograr acuerdos sobre cámaras
de compensación (clearz’ngs multilaterales), uniones de pagos, etc., que
permitan eludir parcialmente constricciones como la necesidad de man-
tener reservas de las divisas claves. No obstante, hay que recordar que
cualquier progreso en la integración económica regional exige el mppro-
statement de las políticas nacionales. No debería posponerse la puesta en
marcha de embriones de organizaciones confederales, sino que, por el
contrario, debería estimularse. Paralelamente a la democratización de los
sistemas nacionales, es previsible que ligas de pueblos árabes, de pueblos
africanos, de pueblos latinoamericanos y de pueblos del sudeste asiático
sustituyan gradualmente a las actuales organizaciones estatales.
Ni que decir tiene que tales conjuntos de instituciones regionales,
económicas, monetarias y políticas exigen negociaciones internacionales
colectivas. A nivel monetario, un FMI reconstituido encontrará como
nueva función la regulación de las relaciones entre el dólar, el yen, las mo—
nedas europeas, el rublo y los acuerdos acerca de los pagos entre las re-
giones del Tercer Mundo. Pero tal reforma no asumirá su significación
real hasta que las Naciones Unidas se transformen a su vez, convirtiéndo-
se en un actor real en los asuntos internacionales y dejando de ser el vale--
dor de las políticas de Estados Unidos y de sus socios del Norte. En este
espíritu, el BM, que hasta el presente ha actuado como el banco del Nor-
:e en sus políticas hacia el Sur, deberá reformarse igualmente y convertir-
se en el embrión de un mercado mundial de capitales que apoye políticas
de desarrollo coordinadas regionalmente y negociadas colectivamente.
¿Un proyecto utópico? En mi opinión, es lo único que puede ayu-
darnos a encontrar una vía de salida del trágico callejón sin salida de la
crisis actual, poniéndonos en el largo camino hacia el socialismo, la única
respuesta humana posible.
Capítulo -1

EL AUGE DE LA E,TNICIDAD: UNA RESPUE,STA


POLÍTICA A LA GLOBALIZACIÓN E,coxÓH,TTca

La época actual se caracteri za por un despertar, o nuevo despertar, de


identidades e identificaciones sociales colectivas totalmente diferentes de
las definidas por la pertenencia a un Estado-nación o a una clase social. El
regionalismo, la afirmación lingüística v cultural, las lealtades tribales o
étnicas, la devoción a un grupo religioso, la unión a una comunidad local,
son algunas de las múltiples formas en que se manifiesta este despertar.
Ofrecer una enumeración exhaustiva de estos nuevos movimientos, o de
los antiguos movimientos reavivados, sería una tarea larya y prolija, para
el Este y el Oeste, e incluso para los países del Tercer Mundo. Constitu-
yen un importante aspecto de la crisis del Estado, y más concretamente
del Estado-nación, con independencia del concepto de nación que se
considere. En mi opinión, esta crisis del Estado está provocada por la cre-
ciente contradicción entre la transnacionalización del capital (y, en gene-
ral, de la globalización de la vida económica de los países capitalistas
del mur-rdo), por un lado, y la persistencia de 1a idea de que el Estado es
el único sistema político que existe en nuestro mundo, por otro. La cues-
tión que se plantea es 1a siguiente: ¿por qué los pueblos del mundo, en
unos momentos en que el capital está cada vez más internacionalizado. no
responden a la situación con su propia internacionalización, es decir, afir-
mando su lealtad de clase por encima de las fronteras nacionales2 ¿Por
qué, en lugar de autoafirmarse como tal, la conciencia de clase está dan-
do paso a la autoidentificación en virtud dela rrrazarr, el .,grupo étnico, o
1a religión?
Los medios de comunicación, con su habitual carga ideológica, sue-
len responder afirmando que ello se debe a que ..las personas son así>>. En
las profundidades del alma existiría una conciencia latente racial, étnica o
religiosa que brota en determinadas circunstancias, algo que la burguesía,
las ideologías democrática o laica, sean socialistas o marxistas, han subes-
timado.
La respuesta me parece claramente insatisfactoria. De ahí que pro-
ponga analizar el lenómeno a partir del movimiento de acumulación del
capital, que rige todos los sistemas contemporáneos, locales v mundiales,
relacionándolo con las sucesivas y opuestas fases de este movimiento. con
16 El capitalismo en la era de la globalización

sus períodos de éxito y sus momentos de crisis. Al hacerlo me limitaré es-


trictamente a las estrategias de los actores sociales. O lo que es lo mismo,
a las estrategias del capital y las clases dominantes, por un lado, y de las
diversas personas, pueblos y clases populares, por otro; a las característi-
cas de estos movimientos sucesivos respecto de los desafíos que implican;
y a las percepciones de ellos que tienen los diversos actores. En este mar-
co av^nzaré un análisis de las diversas realidades sociales, y también de las
clases sociales definidas por sus modos de producción, que constituyen el
tejido de la sociedad (por ejemplo, la nación y la ideología a ella asociada,
la etnicidad y la ideologia étnica) y junto a las que la clase se sitúa en el
movimiento de la historia. A partir de ahí, propondré calibrar las direc-
ciones en que la historia parece guiarla evolución de los sistemas locales
y mundiales.

El ctcro DE poSGUERM (194, 1990) r'L,q NUEVA GLoBALTzACTóN

El capitalismo que surgió de la Segunda Guerra Mundial, que se con-


vertiría en el sistema económico mundial, ha retenido dos características
heredadas de su evolución histórica:

1. Los Estados-nación burgueses, históricamente construidos, que


juntos constituyen los centros del sistema mundial. Dichos Estados
supusieron la pauta social y política que permitió la gestión de las
economías capitalistas nacionales (sistemas de producción nacio-
nal controlados y, en gran medida, regidos por el capital nacional),
cada uno de ellos en agresiva competencia con los restantes.
2. Un contraste casi absoluto entre la industrialización de los centros
y la ausencia de industria en las periferias, a causa de la industria-
lización progresiva de dichos centros en el transcurso del siglo xtx.

Durante el ciclo de posguerra, sin embargo, esas dos características


desaparecieron totalmente. Por un lado, los países de la periferia en Asia
y Africa recobraron su independencia y entraron en la era de la indus-
trialízación, hasta el punto que la aparente homogeneidad de dichos paí-
ses de su previa y común carencia de industria- dio paso a
una-producto
creciente diferenciación entre un Tercer Mundo semiindustrializado
y un Cuarto Mundo sin industrializar. La interpenetración del capital fue
tan amplia que se desmantelaron los sistemas productivos nacionales y se
restablecieron como segmentos de un sistema productivo mundial.
Por tanto, podemos considerar el ciclo de posguerra como un perío-
do de transición del viejo al nuevo sistema, lo cual plantea a su vez el pro-
El auge de la etnicidad: una respuesta política a la globalización económica 77

blema de identificar el nuevo sistema y sus rasgos distintivos esenciales,


así como sus contradicciones y la forma en que éstas se controlan, identi-.
ficando, en suma, las fuerzas que subyacen a su desarrollo.
Para hacerlo hay que combinar un análisis de las leyes que gobiernan
la acumulación del capital con muchas de las diversas respuestas ideoló-
gicas y políticas a los desafíos planteados por la lógica de la expansión
del capitalismo. A resultas de ello, el futuro se presenta siempre incierto,
puesto que la evolución de un capitalismo realmente existente se ve li-
mitada a su vez por la necesidad de un compromiso politico entre los di-
versos intereses sociales. La interpenetración del capital fue tan amplia
que los sistemas productivos nacionales se desintegraron y se restable—
cieron como segmentos de un sistema productivo globalizado. Recorda-
ré al respecto, de forma breve, las respuestas que he propuesto en el
transcurso de los últimos años, contenidas sobre todo en Empire of Chaos
(1993):

1. La industrialización del Tercer Mundo no pondrá fin a la polariza-


ción inherente al actual capitalismo mundial, sino que desplazará
sus mecanismos y formas hacia otros planos, regidos por los mo-
nopolios financieros, tecnológicos, culturales y militares de los que
podría beneficiarse el centro. No reproducirá la misma evolución
social que se dio en el Occidente desarrollado, donde el fordismo
apareció cuando la sociedad se había transformado ya durante un
largo período merced a una industria mecánica pesada, sostenida
por una revolución agrícola continuada; donde, por otro lado, la
emigración a América supuso una Válvula de escape a las presiones
creadas por la explosión demográfica de Europa; y donde, por úl-
timo, la conquista colonial, posibilitó la obtención de materias pri-
mas baratas. El fordismo supuso un alivio para elcompromiso his-
tórico capital/trabajo, favorecido por la reducción de la reserva de
fuerza de trabajo en los centros.
El Tercer Mundo en proceso de industrialización no ha conta-
do, por el contrario, con ninguna de estas condiciones favorables
por las que el capitalismo evitó mantener formas primitivas. Lo
que sostengo es que la relación entre la mano de obra activa y la
fuerza de trabajo de reserva explotada por el capital, que se desa-
rrolló en la historia de los centros no puede reproducirse en la pe-
riferia. El criterio que uso aquí para definir las fronteras entre la
activa y la fuerza de trabajo de reserva debe ser, en conformidad
con la lógica de la globalización capitalista, el empleo en partes
de los sistemas productivos mundiales más o menos competitivos.
Usando este criterio, se podría decir que en los centros la mayor
l8 El capitalismo en la era de la globalización

parte de lafuerza de trabajo forma parte efectiva de la mano de


obra activa, habicla cuenta de que 1a evolución histórica del capita-
lismo central ha desarrollado, lenta v progresivamente, condicio-
nes favorables que no se pueden reproducir fuera de ese contexto.
En las periferias industrializadas de América Latina, Asia oriental
(la comr-rnista v 1a capitalista) y en los países de la antigua Unión
Soviética. los diversos sectores del sistema productivo son ya com-
petitivos, o podrían serlo, en el sentido al uso que se da al término.
En esos países existe )'a una mano de obra activa, que es capaz de
seguir su curso. No obstante, en modo alguno puede, ni podrá
nunca. absorber la luerza de trabajo de reserva procedente de las
economías rurales v de las economías informales. La raz6n estriba
en que actualmente la competitiviclad requiere técnicas de pro-
ducción que imposibilitan dicha absorción v porque, además, ya
no se cuenta con la r,álr,ula de escape que suponía la emigración.
En 1as periferias no industrializadas v no competitivas de África y
de1 mundo árabe. 1a situación es aún más extrema, puesto que la
mano de obra activa es prácticamente inexistente, de manera que
1a casi totalidad de la nación constituye una fuerua de trabajo de
reserva a nivel mundial.
En el Tercer lvlundo industrializado, la coexistencia de una cre-
ciente mano de obra activa y de una enorme fuerza de trabajo de
reserva ocasiona conflictos sociales intensos y potencialmente re-
volucionarios. Dicha situación, que se ha convertido en caracterís-
tica del moderno capitalismo periférico, genera condiciones políti-
cas e ideológicas favorables para la formación de alianzas
populares y nacionales en torno a la clase obrera; de campesinos
sobreexplotados por la carga financiera que les ha supuesto la ex-
pansión y de la masa de pobres marginados que constituyen la
{rterua de reserva. En el Cuarto Mundo, excluido en este estadio de
la industrialización, el sistema social asume una apariencia extre-
ma: la gran mayoría de la población constituye 7a fuerza de reserva,
agrupando a los pobres marginados y a las masas campesinas ex-
cluidas de cualquier revolución agrícola. Confrontados a estas cla-
ses popr-rlares, las clases en el poder no pueden invocar ninguna le-
gitimación histórica.
2.En el Occidente desarrollado, el conflicto entre la lógica de la in-
terpenetración del capital que erosiona la eficacia del Estado-na-
ción y la permanencia de los sisremas políticos e ideológicos basa-
dos en las realidades nacionales impedirá durante mucho tiempo
una salida satisfactoria a la crisis. Ni la hegemonía de Estados
Unidos, que sólo puede funcionar en el plano militar, ni la cons-
E,l auge de la etnictdad: una respuesta política a la globalización económica lc)

trucción de una Europa unificada con su actual diseño (un.<su-


permercado>> que carece de cualquier política social progresiva,
que exigiría una auténtica política federal) pueden hacer frente a'
los retos. Sea como sea, el provecto euroDeo opera en un contex-
to definido por la agravación de las desigualdades intereuropeas
(dominio alemán), en lugar de impulsar las regiones del sur y del
este del continente hacia los tres centros que constituyen el norte
desarrollado.
3. El colapso del sistema soviético ha servido para ampliar el campo
de expansión del capitalismo periférico. No existen condiciones
para que cristalicen respuestas socialdemócratas al estrlo occi-
dental.

Cada una de las dos fases sucesivas de acumulación globalizadaha


originado una forma particular de regular las luchas sociales v políticas.
Ya he definido antes el ciclo de posguerra como un largo período de pro-
greso basado en tres pilares, parcialmente conflictivos entre sí pero tam-
bién complementarios (véase, en concreto, el capítulo i l. Este sistema de
tres pilares sirvió de base para un crecimiento económico. por 1o general
fuerte en sus tres componentes regionales, un crecimienlo que. a su vez,
reforzó el poder de las fuerzas centrípetas, garantizando cohesión entre
los diferentes actores sociales, aun cuando esluvieran en cont-licto. por el
hecho de definir las fronteras de dichos cont-lictos.
En el Occidente desarrollado, esta época coincidió con el período de
establecimiento de la Comunidad Económica Europea ICEE. posterior-
mente denominada simplemente Comunidad Europea o CE). que amplió
el horizonte de expansión nacional de sus miembros; atrapar a E,stados
Unidos. Las luchas sociales se mantuvieron en un terreno estrictamente
económico (es decir, a la búsqueda de un,r porción de los frutos del cre-
cimiento) y se dieron dentro del ámbito del compromiso sociai nacional.
En el Tercer Mundo, los movimientos de liberación nacional. que atraje-
ron a las personas en su lucha por la independer-rcia a partir de una base
nacional o pseudonacional (multiétnica), estabiecieron los nuevos Esta-
dos menudo autocráticos, basados en el modelo de partido único- r'
-a
aseguraron el impulso parala modernización. Este proceso adoptó for-
mas diferentes, de acuerdo con la nafutaleza de las iuerzirs sociales que
constituían el movimiento nacional: del capitalísmo neocolonial subordi-
nado al denominado proyecto socialista (en realidad. nacionalismo reior-
mista radical), pasando por vigorosos pro)¡ectos capitalistas nacionales,
como el de Corea del Sur. Pero las fuerzas centrípetas dominaron la esce-
na y se expresaron por doquier durante ei provecto de construcción na-
cional, es decir, dominaron tanto a nivel de base de poder como de clases
80 Ll capitalismo en la era de la globalización

dirigentes. La naciente y nueva burguesía se mostró unida. Lo mismo su-


cedió en ios denominados países socialistas del Este, en los que el creci-
miento consolidó a la clase dominante y, en algunos casos, incluso asegu-
ró, al menos parcialmente, la adhesión de las clases popr-rlares al provecto
de construcción nacional.
El desarrollo de los diversos proyectos, e incluso su éxito, se debió a
ilusiones ideológicas. que nunca actuaron fuertemente sobre la opinión
popular. En Occidenfe se creyó que el crecimiento continuo cluraría eter-
namente; en el Tercer Mundo que la construcción de la nación resoLvería
finalmente los problemas del subdesarrollo; y el en Este que el pueblo
creía en el .,socialismorr.
Ei cambio de circunstancias que acabó con esta fáse de expansión fue
originado por la demolición del sistema tripolar de posguerra. Todas y
cada una de las regiones del planeta entraron en una crisis estructural
profunda y duradera, sin que se vislumbraralttz alguna al final dei túnel,
ni en Occidente, ni en el Sur ni en el Este. El discurso dominante, inclu-
so entre ias potencias más fuertes, acabó siendo el de la gestión de la cri-
sis y no el de la búsqueda de soluciones. En Occidente, por ejemplo, na-
die habla va de acabar con el desempleo, sino de <<vivir con el problema»
o de una economía <.a dos velocidades».
En estos períodos de crisis estructural las fuerzas centrífugas pasan a
primer plano. El desarraigo, producto del estancamiento y de la regresión
cle las concliciones sociales y económicas (y al mismo tiempo de una su-
perestructura caracterizada por la pérdida de la ilusión, algo para 1o que
los pueblos no estaban preparados), refuerza a esas fuerzas centrífugas.
En las siempre frágiles periferias, las fuerzas centrífugas rompieron la uni-
dad de las clases dirigentes y las pusieron en apuros. De pronto parecían
haber perdido toda la legitimación en que se basaba su poder. Mi hipóte-
sis es que las crisis políticas se fundamentaron en esta ruptura, en la de-
sintegración del Estado y el subsiguiente auge de los movimientos étnicos
i, del fundamentalismo rcligioso. De ahí qr-re considere que 1o fundamen-
tal en Ia actualidad es analizar cómo operan estos cambios de conviccio-
nes ideológicas y de conductas políticas, cómo encuentran o crean las
fuerzas necesarias para sostener su proyecto. O, también, qué estrategias
utilizará el imperialismo para enfrentarse a estos canibios y crisis, o para
manipularlos en su favor.
Aun en los centros desarrollados, donde los efectos de la crisis del ca-
pital son menos intensos, las fuerzas centrífugas parecen haber encontra-
do un espacio en que operar, desconocido hasta el momento. Se dice a ve-
ces que todo esto es una crisis ideológica del Esta<1o-nación. O dicho de
forma más sencilla, que para los políticos la crisis está intensificando las
contradicciones, ya existentes, en el interior de los diversos proyectos.
El auge de la etnicidad: una respuesta política a la globalización económica 81

como por ejemplo el de la CE, que anteriormente parecían estar avanzan-


do de forma rápida e intensa.

L,t otstNrpGRACróN DEL EsrADo y LAS NUEVAS rDEoLocÍAS ÉTNrcAS EN


EL TE,RCER MUs.oo

En las regiones periféricas del Tercer Mundo, particlrlarmente en las


que conforman el qr-re hemos llamado Cuarto l\Iundo, la crisis no sólo ha
erosionado los excedentes. sino que, en algunos casos, los ha destruido de
tal forma que ni siquiera asegura la simple reproducción del sistema. Al
quebrarse la base de poder v las clases dirigentes, la desintegración del
país adquiere formas realmente extremas, como muestra el caso de So-
malia. En África, concretamente, la disolución de la unidad nacional pa-
rece a veces haber dado paso a la etnicidad como base para la renovación
legitimada de las fuerzas en competencia. Pero África no es el único lugar
en que se ha desplegado este tipo de fuerzas centrífugas: en India, en Af-
ganistán, en Europa oriental, en la antigua Unión Soviética y en la antigLra
Yugoslavia, incluso en Europa occidental España, por ejemplo, y
-en
posiblemente también en Italia- se ha puesto en cuestión la unidad na-
cional.
Lo cierto es que el aparente éxito de estos movimientos étnicos en
proceso de expansión plantea siempre un problema, a saber: ¿quiénes as-
piran al poder encuentran sus <<grupos étnicos, ya creados, es decir, im-
plantados en el terreno y naturalmente dispuestos a seguirlos? En mi opi-
nión, esta forma de abordar el problema es demasiado simplista. Para
exponer mis ideas recordaré de forma sucinta las conclusiones de mi re-
flexión, que pueden leerse con mayor detalle en Maldeuelopment (págs.
111 155).

1 . Un grupo étnico no es diferente de Ltna <<raza>> o cualquier otra <<no


realidad» inventada para servir la causa de la organización social
del mundo precapitalista.
La existencia de una variedad de pueblos fue reconocida en el
mapa de Afriru, y en el de otras regiones del mundo, en la época
precapitalista. .<Pueblos>> es un término general que no implica una
calificación a príori. Dichos pueblos fueron organizados en espa-
cios que no necesariamente coincidían con los intercambios matri-
moniales, sino que, por el contrario, se definier<)n por in¡ercam-
bios a mayores distancias, por la eventual centralización del
excedente, por la organízación política y por el Estado centraliza-
do, por las mitologías de los ancestros y el origen común, así como
82 El capitaiismo en la era de la globalización

por creencias religiosas y lenguajes comunes. Esta cartografía de


espacios definidos podría continuar casi infinitamente.
¿Dónde se ubican en esta realidad multiforme los grupos étni-
cos? En todas partes y en ninguna. En diversos estadios y momen-
tos de estos sistema existe un sentido de comunidad que no nece-
sariamente se convierte en un sentimiento de pertenencia étnica.
Así, encontramos la comunidad de aldea y la de las aldeas rodeadas
por la misma unidad dependiente elemental y/o por intrincadas re-
laciones matrimoniales; Ias comunidades derivadas de espacios
más amplios, a menudo vagamente religiosos, como, por ejemplo,
la cristiandad en la Europa medieval. Ni siquiera el lenguaje con-
fiere por sí mismo de forma necesaria un sentimiento de comuni-
dad. En nuestra época, cuando el sistema escolar/estatal está am-
pliamente unificado y ha impuesto un único lenguaje, tendemos a
olvidar que los pueblos antiguos son a menudo políglotas (recuér-
dese el caso de Africa),puesto que usan una lengua u otra, una va-
riante dialectal o un idioma, en función de las circunstancias, sin
que ello ocasione un problema de identidad múltiple, por emplear
el lenguaje de los chovinistas lingüísticos.
2. La sociedad precapitalista no es necesariamente homogénea. Exis-
ten siempre zonas de una cristalización más densa de la población,
de mayor desarrollo de las fuerzas productivas, así como de las
fuerzas políticas y religioso-culturales. Y también zonas interme-
clias, más o menos dependientes de las primeras, que han escapado
a la homogeneizaciín impuesta por el desarrollo de grandes Esta-
dos. Pero no existen minorías en el sentido moderno del término.
La pluralidad es la norma. Son únicamente las prácticas estandari-
zadoras del mercado capitalista, generalmente la educación en un
lenguaje denominado nacional v la ideología de nación que le
acompaña, las que han convertido en la época moderna a ciertos
grupos en nuevas minorías (véase mi Tbe Strategic Stakes in the
Mediterranean, págs. 97 -98, para un desarrollo del tema en rela-
ción con el mundo árabe).
l. el caso del mundo árabe, he hablado de una cuasinación sobre-
En
puesta a una comunidad regional, basada en la centralización y en
la circulación de un excedente garanfizado por la clase dominantc
de guerreros-comerciantes. Esta clase estuvo profundamente uni-
ficada en la época dorada (iba de Tánger a Bagdad sin problema
alguno) mediante, entre otros medios, un lenguaje escrito y la reli-
gión. Se trataba de una cuasinación porque las fuerzas producrivas
no integraron al conjunto las masas campesinas, sobre todo aque-
llas que estaban geográficamente aisladas, particularmente duran-
El auge de la etnicidad: una respuesta política a la globalización económica B]

te los períodos de decadencia del comercio alarga distancia. Sin


embargo, no existe ningún <<grupo étnico áraber>; ni siquiera los.
enclaves que perduran tienen conciencia étnica (los bereberes, por
ejemplo, no se autoconsideran «un pueblo»).
4. El caso de África occidental presenta grandes similitudes con el del
norte de Áfricu. En mi opinión, lo que sucedió puede resumirse
asi: a) los grandes Estados de África occidental (Ghana, Mali,
Songhai) se fundaron a partif del control de las rutas meridionales
del comercio sahariano, así como los del norte se basaron en el
control de las rutas septentrionales; b) la clase dirigente de estos
Estados, lejos de ser asimilable en una etnicidad dominante, esta-
ba formada en torno a ciertos clanes guerreros, muy abiertos a la
asimilación (pueblos que, por consiguiente, por malinke o songhai
de profesión, como 1o eran quienes se consideraban turcos duran-
te el imperio otomano);y c) el espacio de estos dominios, con fron-
teras fluctuantes, se mantuvo fuertemente heterogéneo, incluso
irregular, notablemente desde la perspectiva de 1o que en la acfoa-
lidad se denomina «etnicidad>>.
5. Las prácticas de dominación colonial han desempeñado un papel
determinante en la creación de las realidades étnicas. Así, con el
objeto de obtener el control de vastas áreas, a menudo en plena
confusión merced a la decadencia del comercio de esclavos, los co-
lonizadores tuvieron que reorganizatlas,y para hacerio precisaron
de intermediarios locales. A falta de Estados, o de una clase feudal
o dependiente, los colonizadores inventaron el <<jefe» v le proveye-
ron de poderes que nunca antes había tenido. Pero, ¿de quién
exactamente se era «jefe»? Para aclararlo, los administradores co-
loniales y los militares, que eran unos pobres antropólogos aficio-
nados, se inventaron las <<tribus>>.
6. Resulta imposible rehacer la historia. Por consiguiente, sea o no un
producto evolutivo de la historia, si la tribu existe, ha de reorgani-
zarse. Ahora bien, la pregunta es otra: ¿existe realmente la etnici-
dad? Si existe, ¿dónde?
En ciertos casos, parece obvio que la existencia de una realidad
étnica es una falsedad, o mejor, un atributo de la actual situación
política. Con un examen más detallado, puede comprobarse que
esta realidad se ve manipulada por clanes que, dentro de la clase
dirigente, compiten por el poder. Pero ¿han interiorizado real-
mente las masas la etnicidad? Una respuesta afirmativa a la cues-
tión dista mucho de estar probada. En Katanga (la actual Shaba),
por ejemplo, difícilmente podría hablarse de etnicidad, sino de
provincialismo, multiétnico. Este provincialismo era sólo un refle-
84 E1 capitalismo en 1a era de la globalización

jo del atraso de la peqr-reña burgr-resía local de esta región domina-


da por el gran capital minero, enfrentada a la pequeña burguesía
de Kinshasa, que a principios de la década de los sesenta era na-
cionalista radical. Aquí nuevamente, el imperialismo usó a su favor
la contradicción para prolongar su control sobre Katanga, amena-
zada por el creciente apoyo a Lumumba. Pero una vez que el po-
der colonial se mantuvo en Kinshasa, el imperialismo cambió de
enemigo. (Este provincialismo, que bien pronto se conoció en los
medios de comunicación occidentales como <<tribalismo>>, no preo-
cupa en absoluto ala gran mayoría de la población: las primeras
organizaciones obreras provinciales no expresaron en ningún lugar
demandas formuladas en clave étnica.)
Aunque en cierto número de países africanos, el espectro de la
etnicidad v el etnicismo está siempre presto a aparecer cada vez
que la clase local dirigente empieza a desintegrarse, tal cosá no
puede considerarse la regla general. Una potencia neocolonial es-
table se basa en una clase dirigente que está más o menos unifica
da a nivel de E,stado, que es mayoritariamente multiétnico. En ge-
neral, se trata de una clase compradora, cuyo destino está
vinculado al del estado a través del cual está en condiciones de
ejercer su poder. Indudablemente, sus miembros pueden buscar
clientela en sus regiones de origen cuando no se les permite recu-
rrir a los medios políticos al uso para mantener el poder. Por con-
siguiente, son propensos a recurrir a solidaridades <<étnicas>>. Este
tipo de manipulación tiene, no obstante, un efecto limitado, que
sólo se agrava en el caso de inestabilidad mundial cuando el propio
imperialismo parece predispuesto a cambiar de rumbo.
La etnicidad no es el único movimiento centrífugo producido por
la crisis de ac,¡mulación, ni el único recurso de ciertas segmentos
de una clase dirigente escindida que intenta recuperar alguna base
legitimada para su poder. La manipulación de la democracia es
otro recurso para intentar escapar de la encrucijada. En lugar de la
adhesión unánime a un único partido en nombre del desarrollo, es-
tamos ante una proliferación de grupos, todos ellos surgidos de la
misma clase, y todos ellos intentando parecer diferentes bajo el
manto del pluralismo. En esas circunstancias, muchos de esos gru-
pos, pidiendo la libertad pero atentos a no cuestionar las fuerzas
reales tras la crisis, por tanto todos ellos de acuerdo con la libera-
lización y privatización económica, acaban recurriendo a la etnici-
dad. En otras coyunturas históricas, es el fundamentalismo religio-
so el que cumple idéntico papel (para ampliar este punro, véase.
por ejemplo , Eurocerutrism).
E1 auge de la etnicidad: una respuesrá :i--:::¡: .r -.i giobalización económica 85

L.r cLosartzACIóN y LA cRrsIS DEL co\cEpro DE NACIóN

Lo anterior me lleva a ampliar el análisis. algo que haré ya he


señalado antes- recurriendo a las conclusiones a que llegué-como
en Maldeue-
.opment (págs. 127 -l4l), a saber:

1. El Estado-nación es un producto histórico, es decir,localizado en


el tiempo y en el espacio. La Europa del siglo xIx sigue siendo central
para nuestra historia moderna, porque durante esas décadas se estable-
cieron, mediante todo tipo de luchas cruciales, los fundamentos del Esta-
do nacional burgués, la columna vertebral de nuestro mundo contempo-
ráneo.
Dos tipos contradictorios de teorías se han producido en esa colum-
na vertebral: el marxismo y la teoría de la lucha de clases, por un lado; el
nacionalismo y la teoría de la integración de clases en el Estado-nación
democrático burgués, por otro. Ambos tipos de teorías dieron cuenta de
muchos aspectos de la realidad inmediata, que estuvo marcada por las 1u-
chas sociales, que llegaron incluso a ser revolucionarias, y por las luchas
entre Estados-nación, que llegaron a convertirse en guerras. Ambos tipos
de teorías establecieron insÚumentos capaces de inspirar las acciones de
los protagonistas, los sujetos de la historia, y de pensarse como tales.
La efectividad de las esmategias políticas proviene, sin embargo, de una
coyuntura específica definida por una coincidencia,limitada en el tiempo
v el espacio, entre: a) el Estado ylaotra realidad social, la nación; b) la
posición dominante de los Estados-nación burgueses, situados en el sis-
tema capitalista mundial, su característica central; y c) cierto nivel de g1o-
balización de las unidades económicas centrales, autocentadas, interde-
pendientes, pero con un alto grado de autonomía.
Todo ello hos permite empezar a comprender por qué esta covuntu-
ra es capaz de proporcionar efectividad a las políticas inspiradas por es-
tas teorías. Sin embargo, por conflictivas que puedan ser las relaciones
entre las clases, están reguladas por y en el Estado-nación. En este senri-
do, existe un precio medio parala mano de obra nacional, determinado
por la historia y por la interrelación de clases, un sistema nacional que re-
fleja las relaciones sociales decisivas. Las naciones y las clases
-trabaja-
dores, burguesía, campesinado- son sujetos efectivos de la historia.
¿Cuál es el papel en la coyuntura de esta realidad «nacional>> que aún
no hemos determinado? La ideología le conferirá posteriormenre una di-
mensión autónoma, atribuyendo preexistencia al Estado, una posición
que me parece discutible. No obstante, en este caso la nación es proba-
blemente un producto del capitalismo, como han aceptado el marxismo y
la sociología convencional.
86 El capitalismo en la era de Ia globalización

2.Lafuerza de la forma inicial de Ia nación ha inspirado las que han


venido después. Habida cuenta de que ya existían una nación inglesa y
una nación francesa, las naciones alemana e ítaliana las tomaron como
modelos en el momento de crear sus propios Estados. La inteligencia po-
lítica de sus creadores estriba en saber cómo establecer alianzas y com-
promisos sociales susceptibles de moviiizar en su apovo las diversas fuer-
zas enltza.
L En los Estados-nación europeos, la dimensión lingüística cobró
una fuerza excepcional, hasta el punto de constituir probablemente la
esencia de la nación como nuevo logro social. La educación y la demo-
cracia moderna han hecho de la lengua nacional un instrumento que aca-
ba definiendo la nación, sus fronteras y su cultura de masas.
4. No obstante, tras un examen más atento, resulta claro que esta pode-
rosa coincidencia del siglo xtx fue en realidad muy limitada en el espacio.
Las semiperiferias europeas imperios austrohúngaro y ruso-
-los no sin dificultades. El inicio de un
experimentaron una evolución central,
mercado capitalista unificado supuso un desafío al viejo Estado dinástico,
que provocatía una resuelta modernización/renovación que recurrió a
grandes medios: la educación y la reforma social y consrirucional. No obs-
tante, en este punto la ideología nacionalista importada fue más un in-
conveniente que una fuerua motriz, que acabó por destrozar el imperio
austrohúngaro. Y si el imperio ruso sobrevivió hasta 1990, gracias a la re-
volución bolchevique, se debió en gran medida al hecho de que predomi-
nó la nación rusa. Actualmente, la crisis en Europa oriental pone una vez
más en entredicho el futuro de los países que perrenecen a dicho imperio:
¿serán absorbidos por el movimiento del capitalismo europeo desarrolla-
do, o serán relegados a la periferia, en otras palabras, serán «latinoameri-
canizados>>?
Ahi radica uno de los desplazamientos que constituye la hipótesis de
las presentes reflexiones. No se puede decir que las burguesías checa, es-
lovaca, polaca, hírngaru, eslovena, croata y alemana no necesiten disponer
de .<sus>, Estados y <<sus>> mercados, ni tampoco que constituyan segmen-
tos de una única burguesía basada en un único mercado integrado. En
modo alguno resulta obvio que las masas campesinas prefirieran ser ex-
plotadas por su burguesía nacional. El conflicto se presenta característica-
mente poTarizado en torno al lenguaje, en gran medida como proyección
del nuevo papel que el lenguaje está teniendo en la Europa occidental de-
sarrollada. El complicado juego de conflicto social real y potencial l\eva a
las fuerzas políticas socíaldemócratas de la Segunda Interna-
-partidos
cional, partidos campesinos, partidos de la nueva burguesía- a teorizar,
justificar y proponer estrategias inacabables que, finalmente, caerán en el
mito del Estado-nación idealizado unificado por el lenguaje.
I-l auge de 1a etnicidad: una respuesta política a la globalización económica 87

En todos los casos, el resultado ha sido mediocre. Después de 1920,


Ios Estados herederos confirmaron que las hegemonías burguesas locales
e ran incompetentes, y pronto cayeron en la órbita bien de París bien de

Berlín. Se dilapidó el potencial para el desarrollo capitalista, y el estanca-


rriento económico se volvió algo característico. Tras la Segunda Guerra
\lundial, el sistema inspirado e impuesto por el modelo soviético supuso
el inicio de una nueva historia. No todo en esta nueva historia ha sido ne-
gativo, ni tampoco cabría decir que el futuro de los pueblos de la región
hubiera sido mejor de otra forma o que hubieran podido evitar su conver-
srón en periferia. Pero lo cierto es que tampoco parece claro que hoy en
día dispongan de la herencia y las condiciones para evitarlo.
5. La ideología del Estado-nación es tan fuerte que cuando todos los
países del mundo lograron la independencia, tras la Segunda Guerra
mundial, todos ellos constituyeron un sistema de Estados-nación, preci-
samente en el mismo momento en que el Estado-nación entró en una cri-
sis que parece hoy por hoy interminable, incluso en sus centros de origen.
6.La globalización del sistema capitalista durante el período 1945-
lgJO alcanzó un estadio que, dadas sus características, se puede conside-
rar cualitativamente nuevo.
Hasta mediados de nuestro siglo, la globahzación operó en un mer-
cado que era más internacional que planetario, y al que la ley del valor dio
un contenido nacional, dentro de las constricciones impuestas en la com-
petencia internacional por el embrión de una ley del valor capitalista
mundial. En este estadio, las clases sociales eran esencialmente clases na-
cionales, definidas por las relaciones sociales establecidas dentro de los 1í-
mites del Estado. Existía, por tanto, una conjunción entre la lucha de cla-
ses y el juego político, que era regulado precisamente en el marco de los
Estados.
Tras la Segunda Guerra Mundial comenzó la ruptura de los sistemas
de producción nacionales y su recomposición como elementos de un sis-
rema mundializado.En Empire of Cbaos (véanse los capítulos 1 i' 3 ). pro-
puse un análisis crítico de las nuevas contradicciones creadas por esta
evolución, subrayando el utopismo que suponía administrar el sistema
mediante la sumisión unilateral a la denominada regulación del mercado.
Habida cuenta de que no existe un Estado mundial y que Estados Uni
dos, que ha adoptado parcialmente esta función, está en crisis, al no exis
¡ir más que de forma embrionaria instituciones mundiales y tenerse quc
clirimir los juegos políticos (como las elecciones) a partir del sistema esta-
tal, ha desaparecido cualquier coincidencia entre los conflictos -y com-
promisos de clase, por un lado, y la política, por el otro.
La propia Europa se encuentra amenazada por su utopía economi-
cista. El establecimiento del Mercado Común, que casi se ha convertidcr
88 El capitalismo en la era de la globalización

en el mercado único, no ha tenido un desarrollo paralelo de instituciones


políticas para su administración (véase el capítulo 6 de este mismo libro
para un tratamiento detallado del tema). El proyecto ha progresado mu-
cho merced al éxito de la fase anterior, por lo que siempre se ha rcchaza-
do el establecimiento de instrumentos políticos para su anclaje definirivo.
Y sin embargo, la unificación alemana ha supuesto de repente que se
trastocara totalmente el equilibrio de fuerzas en Europa, 1o que plantea
diversos interrogantes. ¿No puede Alemania proseguir en el futuro sus
propios objetivos, la latinoameicanización de Europa oriental en benefi-
cio propio, sin pensar demasiado en sus socios? (o bien ¿tenerlos en cuen-
ta sólo en el caso de que éstos convengan en jugar un papel secundario en
esta nueva Europa alemana?). Existen indicios de que las cosas podrían
seguir ese camino. No obstante, está por ver si a largo plazo el despertar de
las viejas naciones europeas no pondrá en cuestión las actuales opciones
para el continente, tanto en la zona occídental como en la oriental.
La utopía del mercado se encuentra también en el corazón mismo de
1a degradación de las políticas democráticas de Occidente. La sumisión
unilateral a esta constricción, que opera por medio del sesgo de la com-
petencia internacional, ha ocasionado ineficiencia política y ha creado un
estado de malestar. La historia de Estados Unidos, unavez más por de-
lante de la europea, muestra cómo ese vacío se puede llenar con una mez-
cla de elementos permanentes (¿podrían quizás el racismo, o desviaciones
religiosas o sociales, cumplir r-rna función útil en esta inestabilidad?) y de
conglomerados de intereses divergentes (por ejemplo, grupos de interés
locales y profesionales). ¿Se observan indicios de la aparición de fenóme-
nos similares en Europa?
7. En general, la expansión capitalista tiene efectos inversos en los
centros y en las periferias del sistema; en los primeros, integra la sociedad
en que se basa la nación, mientras que en las segundas destruye la socie-
dad y, eventualmente, destruve la propia nación o aniquila sus potenciali-
dades. Esta asimetría respecto de ia base económica del sistema es esen-
cial y refleja la posicíón cualitativamente diferente de las burguesías
locales a nivel local y mundial.
En las sociedades que ha expulsado a la periferia, la expansión del ca-
pital ha tenido que hacer frente a diversas y desigualmente desarrolladas
formas de organización. ¿Estaba China a punto de inventar el capitalis-
mo? ¿Habría el capitalismo, a partir del sustrato ya presente, reforzado la
nación china? ¿Esa madurez es 1o que permitió a China evitar lo peor: su
desintegración? ¿O es la semilla del confucianismo o simplemente la ex-
tensión del continente 1o que hizo dudar sobre la posibilidad de conquis-
tarla? En ei caso de la India no hubo duda o miedo alguno, ni en el caso
de Duplessis ni en el de la East India Company. Pero ahí el Estado-na-
E1 auge de la etnicidad: una respuesta política a la globalización económica 89

ción, a pesar de su decadencia, visto retrospectivamente se presenra to-


davía como sujeto patala historia. Constituyó el marco es el
único rérmino utilizable- en el que los sujetos históricos -nacional
que constiruyen
1as diversas clases se enfrentaron entre sí bajo la hegemonía sucesiva de la
aristocracia y de la burocracia (entonces burguesa). Su transformación
fue finalmente dirigida por una revolución paisana liderada por el Parti-
do Comunista.
Ramkrishna Mukerjee (1916) ha mostrado la realidad del desarrollo
capitalista inicial de la India. La unidad india no es, como muchos afir-
man apresuradamente, el producto de la.colonización británica. El hin
duismo constituyó un denominador común real, que, sin embargo, operó
en una familia de una docena de naciones. La unificación del mercado ca-
pitalista no se produjo ni siquiera por el deseo de las burguesías de estos
diferentes países de desmembrar el nuevo Estado en beneficio propio,
como sucedió en Europa central y oriental. ¿Se debe al hecho de que la
ideología del Estado-nación no penetró aquí, en esta parte del mundo
menos expuesta al modelo europeo-occidental que el imperio austrohún-
garo o los Balcanes?
El Estado otomano y el Estado egipcio alientan también la reflexión.
La maduración de las relaciones capitalistas es evidente en los Balcanes,
en Egipto y en Siria. El Estado que se autoimpuso a los varios pueblos
que están presentes en las zonas árabes y turcos, cristianos
griegos, eslavos y armenios- no -musulmanes
supuso un obstáculo natural a esa ma-
duración. Su incapacidad de resistir el posicionamiento regulado por el
capital extranjero acabó finalmente desposeyéndoles de su legitimidad.
Pero también aquí, como en Europa central, encontraremos en la historia
de los Estados herederos la prueba que difícilmente se ofreció mayor re-
sistencia. No obstante, el eco de la ideología del Estado-nación en el mo-
delo europeo tuvo ull gran efecto en los <<jór'enes turcos>> que, tornando la
iniciativa y creando la idea artificial de una perspectiva turca, culrninaron
1o que la revolución kemalista había iniciado. Como en Europa central,
dicha opción acabaría convirtiendo a Turquía en una ,,lumpen-nación» de
una Europa que la rcchazaba. En un eco predecible, Ia burguesía liberal
egipcia se adhirió a esta tesis durante el período de entreguerras. Esta op-
ción, luego abandonada por la recuperación de la idea de un Egipto árabe,
encuentra una base objetiva en el <<doble estrato>> de la nación árabe.
También en América, con un sustrato histórico muy diferente, el Es-
tado opera como un sujeto activo, forjando la nación, o con la intención
de hacerlo, con menor o mayor éxito. En Estados Unidos, la fundación
vino de la mano de la construcción de una base autocentrada a partir de
Nueva Inglaterra, que se amplió a la totalidad del país unavez que se re-
solvió la cuestión del Sur. Pero, sin embargo, la nación no logró cons-
90 El capitalismo en la era de 1a globalización

truirse a sí misma en el caso de América Latina, a pesar de la temprana in-


dependencia de sus países. El carácter periférico de la estructura econó-
mica persistió pese al establecimiento de Estados formales, que, en cual-
quier caso, estaban integrados por criollos, que mantuvieron marginadas
a las comunidades indígenas. Sólo podemos hablar realmente de un Esta-
do-nación en el caso de México, donde, con la revolución del siglo xx, la
hispanización de las comunidades indígenas experimentó un fuerte pro-
greso. En todos los casos, el modelo europeo siguió siendo en América
Latina, en este ámbito y en los restantes, el único punto de referencia y,
con é1, 1o fue también la incontovertible ideología del Estado-nación.
¿Pondrá en cuestión la crisis de acumulación mundial de nuestra
época la unidad nacional de los Estados del Tercer Mundo?
En India, por ejemplo, la <.compradorización, de la burguesía
ha sido capaz de recorrer díversos estadios de desarrollo nacional,-que aun-
que no popular- ha puesto en peligro la unidad del Estado. Ha rcforza-
do los imedentismos regionales, ha sido manipulado por camarillas que
aspiran a controlar la política local, y ha cuestiona<lo la al\anza panindia
de las clases dirigentes (grandes terratenientes del Norte, la tecnoburo-
cracia, los capitalistas industriales, los capitalistas mercantiles y los ku-
laks).
La asociación de México con Estados Unidos y Canadá en un merca-
do común también comporta el riesgo de dividir el país en un México (<te-
jano» y otro <<guatemalteco>>, reproduciendo de esta forma la ruptura que
permitió a Estados Unidos anexionarse en el siglo XIx la mitad de Méxi-
co. Por su parte, en el mundo árabe e islámico, ¿el fundamentalismo reli-
gioso, cuvo ascenso supone una respuesta a la <<compradorización>>, no
aÍnenaza con liquidar todo un siglo de esfuerzos hacia la modernización y
1a construcción <<nacional>>?
Frente a estos desarrollos negativos, también pueden observarse que
los tipos de desarrollo propios de Asia oriental están asumiendo caracte-
rísticas distintivas particulares y definidas. Así como en general en el Ter-
cer Mundo la expansión del mercado interno se ha basado en el incre-
mento relativo de los ingresos de ias clases medias en detrimento de las
masas populares, en Asia oriental, excepcionalmente, toclos los salarios
(incluyendo los de los estratos medios) han crecido de forma mínima, lo
cual ha permitido el ahorro generalizado, generalmente público, mienrras
que las rentas campesinas se han incrementado notoriamente. En los Es-
tacios chinos de Tai»,an, Hong Kong y Singapur, se ha producido una es-
trecha colaboración entre la burguesía china en el exterior, diseminada a
1o largo y ancho del Pacífico occidental y del sudeste asiático. A nivel de-
mográfico, el Asia confuciana ha logrado un modesto nivel cle crecimien-
to que se traduce en un mayor control social i,,en una mayor penetración
I-l auge de la etnicidad: una respucsta política a la globalización económica 9l

del ideal de enriquecimiento personal y familiar. Finalmente, los esfuer-


zos en el sector de la educación técnica han sido muy sistemáticos y efi-
cientes. Trabajando a partir de una fuerte realidad nacional, estos desa-
rrollos están forjando la emergencia de una burguesía nacional
hegemónica, legítimada por un consenso social muy amplio, mucho más
estrecho que en el pasado.
No obstante, la crisis revela la vulnerabilidad de las estrategias basa-
das en una inserción deliberada en la división internacional del trabajo. El
Asia confuciana, con mayor capacidad que Améric a Latina o el mundo
árabe de gestionar los eventuales reajustes impuestos por la crisis externa,
también puede, en caso de ser necesario, ser autosuficiente. Una intensi-
ficación de las relaciones de estos países con China yJapón beneficiaría a
todos los implicados y modificaría significativamente el equilibrio mun-
dial de fuerzas.
B. En los países de la Europa oriental .<ex socialista>> se ha pasado una
página de la historia. En un período de entre cuarenta y setenta años, se-
gún cada situación párticular, los países de 1a región intentaron superar el
legado de su anterior condición periférica. La burguesía local fue incapaz
de crear una economía moderna y autosuficiente, incardinada tanto en el
sistema mundial como en el nacional. ¿Podía haberlo hecho el nuevo po-
der, llamado socialista? No voy a adentrarme de nuevo en la evaluación
crífica de esas experiencias ni en las razones que me llevaron a concluir
que, esos nuevos poderes, lejos de estar consüuyendo el socialismo, esta-
ban construyendo una burguesía y, por tanto, el capitalismo, aunque en
un marco que había elegido la opción estatista y se había desconectado de
las presiones del sistema mundial. He llegado a la conclusión que el co-
lapso de estos sistemas no fue el producto de una revolución democráti-
ca, sino únicamente la fase final de su desarrollo natural.
Es cierto que las crisis económica, política e ideológica de este colap-
so han significado el derrumbe de la clase dirigente en todos esos países.
Y también en este caso nos encontramos una vez más con e1 factor étnico
o nacional en acción. En los países plurínacionales (la Unión Soviética,
Yugoslavia y, en menor medida, Checoslovaquia) los diferentes grupos de
las clases dirigentes intentaron lograr apoyos en base a la etnicidad, En
los otros, intentaron movilizar el chorrinismo nacional, exacerbando los
conflictos potenciales con las diversas minorías nacionales, como, por
ejemplo, los húngaros en Rumania. Si se comparan la antigua Yugoslavia
(una auténtica federación cuyo funcionamiento estaba marcado por las
desigualdades de desarrollo en favor de los Estados con menor prir,'ación
relativa) y \a antigua Unión Soviética (un Estado centralizado al máximo,
pero que estableció una redistribución en favor de las zonas más retrasa-
das), se observa que las diferencias no sólo afectan a materias concer-
92 I:l capitalismo en la era de la globalización

nientes al presente inmediato, sino, quizás, también al futuro. Por do-


quier, la <<cuestión nacional>> esta vinculada ala <<cuestión democrática>>,
no menos manipulada por las clases dirigentes y que reviste formas dife-
rentes en uno u otro país. Sea como sea, esta combinación de estrategias
y tácticas mediocres no mejora las posibilidades del país de <<hacerlo me-
jor>>, en términos de desarrollo económico, que los regímenes estatistas y
autocráticos de la denominada era socialista. Por el contrario, el debilita-
miento de la región, Rusia incluida, abre la vía de un resurgir del expan-
sionismo alemán.
¿Podrá China, también en la vía hacia el desarrollo capitalista, ges-
tionar este tránsito de forma menos nociva, salvaguardando su unidad na-
cional?
9. La historia nos conduce, a través de esta visión de conjunto, hacia
la cuestión de la ideología de la nación, bien en su r.,ersión burguesa (la
nación como realidad preexistente; la nación ideal, el Estado-nación, se
construye a partir de ese fundamento v revela su potencial) o bien en su
versión marxista común (el capitalismo ha creado las naciones y ha gene-
ralizado la forma del Estado-nación en todo el mundo). La historia real
sugiere que el Estado es el sujeto activo que a veces crea la nación, a ve-
ces la regenera. pero que a menudo es incapaz dehacer una u otra cosa.
La historia reai sugiere también la importancia de la ideología del Estado-
nación, que no siempre es un agente activo progresivo del desarrollo ca-
pitalista, sino una desviación que cambia la dirección en un sentido nega-
tivo o que incluso llega a aminorar la marcha del desarrollo. En los casos
exitosos, la nación se convierte en un sujeto histórico activo, un marco
para el conflicto y el compromiso entre sus ciudadanos, que constituyen
las clases sociales del capitalismo o que han emergido a pafik de ellas.
Por doquier, si la base económica sigue siendo periférica, o si se convier-
te en periférica, el Estado se debilita o desaparece; y si las potenciales
cristalizaciones nacionales se desintegran, los grupos y las clases sociales,
los diferentes tipos de comunidades y el Estado se enzaÍzan en un juego
de conflictos que no permite controlar el futuro del pueblo en cuestión.

L¡ CEsTIÓN ACTUAL DE LA CRISIS Y SUS ALTERNAI,IVAS

La gestión de los sistemas políticos y sociales locales, es decir


nacionales, o mundiales- mediante la simple virtud -sean
del mercado es una
utopía. Resulta casi divertido observar que en el mismo momento en que
se proclama «el fin de las ideologías>>, el sistema dominante está intentan-
do imponer una ideología pura, ¡expresada en su forma más extremada-
mente primitival
El auge de la etnicidad: una respuesta poiítica a la globalización económica 93

De ahí que, en un momento de crisis estructural duradera, las fuerzas


dominantes no nos p^rezcan estar buscando una salida, sino simples for-.
mas de gestionar la crisis. El discurso proponiendo soluciones a largo pla-
zo en interés de todos por ejemplo, el Informe Brandt-, que
-como,
suele partir del principio según el cual <<todos estamos en el mismo bar-
co>>, es ingenuo en Ia medida en que no corresponde a la forma en que el
capitalismo funciona en la actualidad. En realidad, las fuerzas dominan-
tes suelen dar prioridad alatáctica de gestión de la crisis. Al hacerlo, in-
tentan hacer recaer el mayor peso posible de la crisis en los hombros de
los socios más débiles, las periferias del Sur y del Este, con el propósito
de aliviar las consecuencias de la crisis en los centros desarrollados y ase-
gurar que no se volverán insoportables. Esto ha impedido que se trabaja-
ra en la búsqueda de soluciones. El nuevo lenguaje de los aparatos ideo-
Iógicos dominantes confirma estas preocupaciones a corto plazo. Hoy dÍa
se habla de .<gobernación>>, una forma de referirse a la .,gobernabilidad»
de una situación que resulta difícil de gestionar porque es explosiva en sí
misma.
Una función de esta forma de pensar es la desintegración de los Es-
tados periféricos, Estados residuales del sistema mundial, extremada-
mente vulnerables, abiertos alas fuerzas del mercado mundial y carentes
de medios para controlarlas, que soportan la mayor parte de la carga de-
rivada de la crisís mundial. Esta política desastrosa está entrelazada con
contradicciones difíciles de resolver. El desorden permanente se mani-
fiesta en forma de regresión y violencia, por lo que 7a teoúa de la gestión
de los <<conflictos (militares) de baja intensidad» ayuda a las potencias
dominantes al servirles de instrumento de gestión de dichas contradic-
ciones.
Los métodos empleados constituyen manifestaciones agresivas: ma-
nipulaciones de la etnicidad (o del iundamentalismo religioso) y de la de-
mocracia, merced a intervenciones selectivas en función de las circuns-
tancias. El sistema parece basarse en la idea de que <<existe una ley para
los pobres y otra para los ricos>>: en tal lugar se interviene en nombre del
pueblo, en otro se permanece en silencio; aquí se imponen elecciones <<li-
bresr>, allá se defiende a una dictadura brutal. Las potencias esperan sa-
lirse con la suya controlando a los medios de comunicación, bien para
que legitimen una intervención, bien para que guarden total silencio
cuando se enfrentan a situaciones más embarazosas. La ingenuidad polí-
tica también se moviliz a para este fin: las <<organizaciones humanitarias>>,
por ejemplo, son utilizadas por las potencias, al igual que en el pasado los
misioneros menudo armados con las mejores intenciones subjetivas-
acompañaron -a la conquista colonial. Una vez más la realidad ha demos-
trado que las intervenciones del Occidente desarrollado en los asuntos
94 El capitalismo en l¿ era de la globalización

del Tercer Mundo. sean cuales sean los motivos que se invoquen. siempre
son negativas.
La preocupación táctica dominante no deja de lado el hecho de que
las potencias mejor situadas en el tablero mundial persiguen, también y al
mismo tiempo, sus propios objetivos estratégicos. Dos de estos objetivos
son claramente patentes en los casos de Europa oriental y de Etiopía. El
primer caso demuestra el plan esmatégico del expansionísmo alemán, el
segundo el de la hegemonía estadounidense, dos planes que convergen, al
menos parcialmente. Ambos planes pretenden marginar a las restantes
potencias, Francia y el resto de Europa, que se ven obligadas a alinearse
entre sí.
El objetivo alemán la latino americanización de Europa oriental,
-
una forma de afirmar la preeminencia alemana sobre el resto del conti-
nente- coincide con el de Estados Unidos, es decir, debilitar al máximo
posible a Rusia para regresar a la situación de 1945, cuando Estados Uni-
dos contaba con el monopolio de las armas de destrucción masiva y esta-
ba en condiciones de imponer su hegemonía mundial. Bonn ha logrado ya
algunos éxitos importantes: la destrucción de Yugoslavia y la .<compra-
dorización>> de Eslovenia/Croacia, que Bohemia-Moravia volviera ala ca-
tegoría de protectorado, y que los Estados bálticos y Ucrania se separaran
de los rusos. A tal efecto se han movilizado completamente los denomi-
nados medios de información, hasta el punto que se han hecho acreedo-
res a ser llamados ..medios de desinformación>>. Encontramos de nuevo
dos leyes, ..la de los ricos y la de los pobres>>: a los rusos, establecidos en
los Estados bálticos al menos tanto tiempo como los ingleses en Irlanda,
y en mayor número, se les puede privar del derecho a votar, un hecho que
no descalifica a las <<democracias» báiticas, mientras que los irlandeses
que encuentran anormal seguir bajo el yugo de los ingleses siguen siendo
<<terroristas». Tras la ruptura de la Unión Soviética, ¿no fue el desmem-
bramiento de Rusia, reducida a Moscovia, un obietivo estratégico?
El objetivo de Estados Unidos sigue siendo el mantenimiento de las
ventajas que se derivan de su hegemonía mundial, que se encuentra ame-
nazada por la erosión de su competitividad en la economía mundial y por
el exorbitante costo de las intervenciones que hace con el objeto de man-
tener su posición. Enfrentado, tras la desaparición de la bipolaridad, a un
número creciente de <<enemigosrr, el número de esas intervenciones ha
aumentado. Pero ¿no se desarrolló precisamente la teoría de la gestión de
los conflictos de baja intensidad para responder a esa situación? De ne-
cesitarse, el debilitamiento de estos potenciales enemigos mediante la de-
.sintegración de los Estados y el drenaje de sus fueruas mediante conflic-
tos internos inacabables puede servir para aplazar la necesidad de
intervención. La geoesfrategia, la búsqueda constante de bases que per-
El auge dc la etnicidad: una respuesta política a la globalización econírmica 95

mitan una intervención rápida, y la estrategia de control (militar) de los


más importantes recursos naturales del mundo, como puso de manifiesto.
la guerra del Golfo (usada para presionar a los aliados, sus competidores
japoneses y europeos), constituyen medios indispensables a lo que no es
probable que Estados Unidos renuncie, al menos por el momento. \(/as-
hington sabe bien que si pierde la hegemonia política, a Estados Unidos
le resultará imposíble mantener su privilegiada posición económica, en
particular el uso del dólar como moneda internacional, una forma de
obligar al resto del mundo afinanciar su déficit. Quienes argumentan que
Estados Unidos no dispondría de los medios financieros necesarios para
imponer su hegemonía porque las presiones sociales internas han obliga-
do a reducir su gasto en intervenciones externas, olvidan que justamente
la hegemonía es también la mejor forma de preservar el flujo de recursos
en su favor.
Las potencias medias no tienen estrategias propias. Las antiguas po-
tencias coloniales (Francia Áfri.r, por ejemplo) están intentando pre-
"n
servar a sus corruptos clientes, pero no tienen medios para mantenerlos.
La alternativa sería aceptar auténticos cambios populares, que son las
únicas fuerzas capaces de poner fin al enorme agujero financiero en que
se han convertido los sistemas neocoloniales. No obstante, la persistencia
de valores coloniales en Occidente y la visión a corto plazo de la izquier-
da, incapaz de imaginar unas relaciones Norte/Sur fuera del marco de la
tradición imperialista, hace que se descarte casi inmediatamente esta op-
ción. En tales condiciones, en Europa las potencias medias están agru-
pándose tras la hegemonía alemana, mientras que en el Tercer Mundo
contribuyen a la estrategia estadounidense, como vimos en la guerra del
Golfo o en Etiopía, Somalia o Angola.
No obstante, no existen situaciones insuperables o, lo que es lo mis-
mo, siempre existen opciones alternativas. La globalización capitalista tal
y como se conforma en este tiempo de crisis, como una forma de gestio-
narla, no constituye una solución a la crisis. A la inversa, tampoco el ..re-
chazo>, de la globalización supone una respuesta adecuada. Los ,,recha-
zos>>, aparentes sólo en virtud de la forma en que se expresan retorno
ala etnicidad y al fundamentalismo religioso-, se integran en-el esta globa-
lización brutal y se saca partido de ellos. La desvinculación o desconexión,
tal y como la he definido, no debe confundirse con estos rechazos ilusorios
y negativos, sino que supone, por el contrario, una inserción acfiva capaz
de modificar las condiciones de la globalización.
La globalización no es, en mi opinión, un hecho de la historia mo-
derna que deba difuminarse con una respuesta culturalista y autárquica,
sino un hecho positivo, un progreso en la historia. Acepto al hacerlo
cierto pensamiento común a las ideologías socialista y burguesa. Pero la
96 El capitalismo en la era de 1a globalización

historia no tiene un final y la globalización está lejos de haber conclui-


do. Aquí es donde divergen los caminos socialista y burgués. El burgués
pretende fljarla evolución, más o menos sometida a la perspectiva de la
acción unilateral del capital. El socialismo. por su ladci, permire com-
prender por qué esta globalización capitalista permanece truncada, ge-
nerando, reproduciendo y profirndizando, paso a paso, \a polarización
mundial. Aquí precisamente se encuentra el límite histórico del capita-
lismo: el mundo polarizado que crea es y será más y más inhumano y ex-
plosivo. Enfrentado al reto que sLrpone este desafío, el socialismo tiene el
deber de proponer una visión alternativa de la globalización,los medios
para realízarla en el auténtico sentido de la palabra y de conferirle un ca-
rácter humano v genuinamente universalista. En eso estriba, en mi opi-
nión. e1 reto.
¿Cómo ayanzar? ¿Ivlediante una estrategia orientacla a transformar
directamente e1 sistema mundial? ¿N{ediante estrategias encaminadas a
transformar los subsistemas regionales v nacionales? ¿Se podrían, y en ese
caso cómo, combinar ambas estrategias?
El discurso neoliberal no puede responder a este desafío real de la
globalización, a menos que, de acuerdo con sus principios, anticipe la aper-
tura simultánea de todas las fronteras, al comercio, al capital y alamigra-
ción de los trabajadores. Pero ese discurso que<la truncado, puesto que
sugiere que se abran las fronteras al capital, pero que se cierren a los se-
res hunranos. Y esa fórmula sólo puede agravaÍ la poTarización mundial.
La fórmula en cuestión se enuncia como constricción absoluta, como
carente de toda alternativa, de manera que escuchamos ad nauseam que
,,no hay alternativas». Tal arroganciay fraude excluyen la necesidad ob-
jetiva de luchar en pro de otro tipo de globalización: la sustitución de
ajuste unila¡eral de los débiles a los iuertes por un ajuste esrructural que
sea realmente bilateral.
Una alternativa a la globalización capitalista implica, en primer lu-
gar, \a recomposición de las perspectivas socialistas en todas las zonas
del mundo. El socialismo no está muerto, pero no resurgirá mediante in-
tentos de resucitar las viejas fórmulas nacionales socialdemócratas o las
estatalistas de tipo marxista-leninista, ni tampoco sus versiones tropica-
les, pues todas ellas han caducado. El nuevo socialismo debería ser mu-
cho más internacionalista y al mismo tiempo contribuir activamente a la
recomposición de las agrupaciones regionales capaces de oponer el in-
ternacionalismo de los pueblos al del capital. Estas agrupaciones regio
nales, tal y como las concebimos aquí, no coinciden con las diseñadas
. por la lógica neoimperialista, a saber, enjaezar ciertas zonas del Sur a las
metrópolis centrales (como la integración de México en el TLC, la aso-
ciación de países africanos a Europa, la reconstrucción de un espacio dc
I-l auge dc la ctniciclacl: Lrna respuesta política a la globalización ecc¡nómica 9l

Asia oriental dominado porJapón). Por el contrario, estas agrupaciones


deberían esquivar las constricciones del Estado-nación en el corazón de .

E,uropa, por un lado, y reforzar ei poder de negociación colectiva y de


consolidación de las regiones del Tercer Mundo, de acuerdo con su or-
sanización geográfica, por otro lado (África, el mundo árabe, América
Latina Sudeste asiático). Si no sucede tal cosa, el mundo regresará al pa-
sado, alimentando conflictos incontrolables entre naciones y entre co-
inunida<-les rcales o imaginarias.
La intcrnacionaTización así concebida significaría una moderación de
ios excesos del mercado global, regulando el ritmo de su desarrollo y
adaptándolo a la apertura a las migraciones y a la construcción de espa-
cios políticos democráticos y policéntricos, un fundamento necesario
para las políticas sociales comunes de talante progresista.
Ciertamente, la perspectiva de competitividad mundial no ha de o1-
r'ídarse nunca, ya que define toscamente la eficiencia a largo plazo. Sin
embargo, plantearlo como objetivo inmediato supondría poner el carro
Jelante de los bueyes y, de hecho, eliminar cualquier posibilidad de éxi-
to. Durante un tiempo relativamente largo, un desarrollo protegido y au-
rocentrado resulta inevitable. La globalización no debería oponerse a ello,
sino contribuir a su triunfo mediante una organización sutil
-incluso
.planificadarr- de intercambios entre las regiones del planeta que se en-
cuentran desígualmente desarrolladas. Justamente eso es lo que entiendo
por un sistema mundial desconectado y policéntrico, un marco en que
justamente la cooperación Norte/Sur, y también la Este/Oeste, apovarían
el progreso general. Ninguna receta milagrosa, como el mercado, puede
sustituir tal opción.
Pero ¿qué fuerzas sociales impulsarían un programa de tal tipo? Lo
que en estas páginas me corresponde hacer no es establecer anteproyec-
ros a respuestas que sólo la historia podrá contestar, sino establecer los
rérminos de un debate lúcido. De acuerdo con ello, plantearé un par de
preguntas: ¿podrán Las alianzas nacionales y populares, operando en un
marco democrático, ir más allá de las fórmulas de populismo radical de
los años sesenta? ¿Serán capaces de gestionar la contradicción interiori-
zada enúe las formas de gestión capitalista y las fueizas sociales que de-
sean ir más allá de éstas?
En las periferias industrializadas, la articulación de estas alianzas aI-
rededor de la nueva clase obrera (los campesinos superexplotados por la
carga de financiar la modernización y las masas marginadas) es ya algo
posible. En la actualidad se entablan ya luchas en el terreno real de la de-
mocracia y la adminisffación económica, como podemos ver en Corea o
en Brasil. En el Cuarto Mundo, la marginación de los sistemas producti-
vos conlleva la transferencia del conflicto entre,.e1 pueblo, (en su mayor
98 El capitalismo en la cra de la globalización

parte formado por miembros del ejército de reserva a escala mundial) y el


<<poder>> (cuyas raíces en el poder económico local real son débiles y en
realidad marginales) del ámbito (ausente) de la auténtica economía al
(imaginario) de la <<cultura>>, la etnicidad o la religión. E,n este caso, por
tanto, la construcción de una alternativa real se enfrenta a otros obstácu-
los importantes.
La cuestión de la etnicidad debería reempl^z^rse en el marco estraté-
gico por una acción que puede sintetizarse así: respeto a la diversidad,
unidad pese a ella. Respetar la diversidad significa renunciar al discurso
vacío del poder que pretende actuar en pro del «interés nacional>> (que
mucho más a menudo de lo que deja de ver es mero poder) al intentar in-
teriorizar la ideología del Estado-nación. Ello supone aceptar realidades
sociaies. particularmente las de clase, cuya existencia suele rechazarse ne-
gándoles los medios de expresión autónoma, un rechazo que se extiende
a los grupos étnicos y religiosos y a las mujeres. Una realidad social exis-
te cuando los individuos son conscientes de ellas y buscan medios para
que se exprese. El reconocímiento de la diversidad, sin embargo, no sig-
nifica el desmoronamiento del Estado a través de secesiones ilimitadas;
por el contrario, la diversidad debería servir como trampolín para una
petición de unidad. Értu .r la única perspectiva que sería definitivamen-
te favorable al desarrollo de las fuerzas productivas, pero la petición de
unidad es algo vacío si no se acompaña de una denun-ia de los sistemas
mundiales y locales que, aunque quizás no engendren todas las «díferen-
cias>>, sin duda alguna las usan para desmembrar las fuerzas populares.
La problemática a que se enfrenta la alianza popular democrática y
nacional, como alternativa a la sumisión a la globalización capitalista,
es diferente a la que hasta el momento ha analizado el socialismo. El
pensamiento socialista, en todas sus expresiones, ha subestimado la im-
portancia de la polarización en el capitalismo mundial, definiendo las
opciones abiertas a las regiones en desarrollo como si se trararan bien de
una revolución burguesa (que se supone que se encargará de que tales
regiones sigan un camino exactamente idéntico al que antes siguieron las
sociedades capitalistas avanzadas\ o bien de una revolución socialista. La
tesis de la polarización muestra que la revolución burguesa no es una so-
lución viable, porque no permite que esras sociedades superen los lími-
tes del capitalismo periférico; mientras que, a su vez, la revolución so-
cialista no está a la orden del día, porque las iuerzas sociales no tienen
suficiente madurez. La experiencia hisróricá muestra también que los
paliativos teóricamente atractivos que se pensaba que iban a compensar
esta falta de madurez (la revolución permanente o las versiones color de
rosa y oportunistas del camino <<no capitalista») no eliminan el problema
y sólo empeoran la situacíón creada por la polarízacíón <.Estar preso>> en
El auge de la etnicidad: una respuesta política a la globalización económica 99

el marco del capitalismo y la construcción «históricamente rápida» del


socialismo constituyen dos utopías complementarias del pensamiento
dominante , ajenas al problema del desafío que plantea la polarización. El'
nuevo estadio del pensamiento socialista debe ir más allá.
El desafío concierne no sólo a los países de la periferia, ya que la glo-
balización ha erosionado la eficiencia del Estado-nación por doquier.
Esto es particularmente evidente en Europa. El creciente caos en el cora-
zón de la CE y fuera de ella atestigua este desarrollo. La situación sólo
puede superarse si entre los pueblos emerge un nuevo internacionalismo,
c^paz de transferir los mecanismos de administración social progresiva al
esquema de un nuevo agrupamiento europeo. Los ingredientes apropia-
dos para responder a este desafío deben encontrarse en la tradición ideo-
Iógica del capitalismo, no en ei cosmopolitismo del capital, preocupado
por obtener beneficios a corto plazo a partir de las diferencias.
¿Se puede ir más lejos? ¿Puede sostenerse que construir un estado
mundial se ha convertido en una necesidad histórica objetiva? Sin duda
alguna, el redescubrimiento de la destrucción de los recursos del planeta
causada por la acumulación capitalista parece abonar una respuesta posi-
tíva. Pero ¡cuán pequeño se ve el sistema político y cultural dominante
frente a este desafío! Laarcogancia de Estados Unidos es una clara de-
mostración de ello. Indudablemente, la ideología mundialista debería, co-
herente con sus premisas, apoyar no sólo la integración tridimensional de
los mercados (bienes y servicios, y trabajo), sino también aspirar a la cons-
trucción complementaria de un estado mundial que gestíonara, con espí-
ritu social progresista, la democracia mundial y los recursos del planeta.
Naturalmente, no es esto 1o que hace la ideología liberal dominante que,
por el contrario, se autoaplica el debilitamiento de los Estados sin propo-
ner a cambio una alternativa viable y sin atacar el pavorosos desequilibrio
militar.
En tales condiciones, careciendo de formaciones sociales progresistas
en las tres partes del mundo y de una regionalización del sistema mundial
comprehensiva y flexible, ¿puede Estados Unidos imponer las reglas del
juego capitalista? En caso afirmativo, ¿qué reglas v con qué medios? Exis-
te una fuerte tentación de fomentar 1as fuerzas conservadoras para impo-
ner la utopía del mercado, que agravarálapolarización y, al resultar tal
cosa ínsoportable, comportará erupciones violentas. Existe, pues, la ur-
gencia de responder con bombardeos masivos, que, tristemente, ya se
probaron en la guerra del Golfo.
El socialismo debe inscribir sus estrategias en la perspectiva de cons-
truir un mundo socialista y, si no un Estado mundial, al menos un sistema
político coherente. Pero debe definir también los estadios que llevarán en
csa dirección. Así las cosas, me parece imposible esquivar el estadio de
100 E,l capitalismo en la era dc la globalizacíón

construcción nacional popular, de regionalización, de desconexión o des-


vinculación, así como la construcción de un mundo polícéntrico.

SpcuNoos pENSAMIENToS soBRE TJNIVERSALISMo \¡ERSUS pARTrcuLARrsMo


Y LA RESPUESTA SOCIALISTA AL NACIONAL]SMO

1. No menudean los argumentos sobre la realidad de lo que se ha de-


nominado la <<nación>>. El simple hecho de que la mayoría de los indivi-
duos digan pertenecer a una nación determinada (es decir, que consideren
que los rasgos, reales o imaginarios, que colnparten con sus corrpatriotas
son más decisivos que cualesquiera otras distinciones en el grupo nacio-
nal) establece la existencia de una incontestable realidad social que dicho
término designa.
Reconocer esta realidad (banal) no supone en modo alguno que cle-
bamos afanarnos en estudiar su naturaleza, límites v contradicciones, y
menos todavía que debamos aceptar los mitos por los que las naciones en
cuestión viven su existencia. Lo cierto es que si bien la nación alberga
persistentes mitologías, incluyendo las que la presentan como un hecho
naturai (revelando una percepción biológica que lleva naturalmente al ra-
cismo), en realidad se trata de una realidad social e histórica. Natural-
mente, el movimiento de la sociedad y de la historia que comportó la for-
mación de las mencionadas naciones no es el mismo en todos y cada uno
de los casos, de modo que resulta irnprescindible subrayar las diférencias
presentes en el proceso, habida cuenta de que esas diferencias explican
las concepciones profundamente divergentes de la nación.
2. El concepto de <<nación>>, como todos los conceptos que definen
comunidades humanas de algún tipo, se basa en una contradicción fun-
damental entre universalismo (de la especie humana, de su destino, y de
los proyectos para construir sociedades) y particularismo (de las comuni-
dades que conforman la especie humana). ¿Cómo se vinculan estos parti-
cularismos con las exigencias de universalidad? ¿Los rechazan o, por el
contrario, los asumen o toman en cuenta, o bien sostienen estar dispues-
tos a hacerlo? La tarea de análisis científico consisten precisamente en
leer los mitos, las percepciones y conceptualizaciones de la nación, con el
objeto de mostrar claramente esta contradictoria relación.
l. La concepción humanista del universalismo tiene su propia histo-
ria, puesto que la humanídad no alcanzó rápiclamente el nivel de abs-
tracción que la noción exige. Los grupo étnicos, las tribus o clanes
-lo
.que menos importa es la etiqueta que se use- han r,ivido durante un
tiempo tan largo separados de los otros que su común dimensión huma-
na no tiene una base social tangible y efectiva. Incluso las divinidades se
El auge de la etnicidad: una respuesta política ala glol.,aliz.ación económíca 101

concibieron en este marco como algo particular a cada uno de estos gru-
pos particulares.
La primera gran ola de lo que llamo <<las revoluciones culturales que
fundan 7a eru tributaria>> supuso el inicio del concepto universalista de
humanidad. Durante el milenio o algo más que va desde el siglo v a.C. al
VII d.C,, se fundaron las grandes religiones como el zoroastrismo, el bu-
dismo, el cristianismo y el islam, así como se formularon las grandes filo-
sofías confu ciana y helenística. De esa forma se afirmó la dimensión y el
destino común de los seres humanos, al menos en lo que respecta al más
allá. Naturalmente, esta declaración de vocación universalista no estable-
ció una unificación real de la humanidad. Las condiciones de la sociedad
tributaria no 1o permitieron y la humanidad se reformó en grandes áreas
tributarias cohesionadas por sus propias filosofías-religiones universalis-
tas: la cristiandad, Dar el Islam, el mundo hindú, el mundo confuciano.
Sin embargo, la revolución tributaria, como todos los grandes momentos
revolucionarios en la historia, se proyectó en el futuro y desarrolló con-
ceptos que fueron más allá de su propio tiempo.
En la época moderna, la revolución burguesa inició una segunda ola
evolutiva que profundizó y enriqueció el concepto de <.universalidad».
De hecho, la filosofía de la Ilustración supuso el inicio de un movimiento
que culminó en la revolución francesa. En lo relativo al concepto de na-
ción, ésta definió un nuevo contenido, radicalmente diferente de aquél
que habían experimentado sus vidas, su pertenencia a una comunidad o
su percepción del universalismo y sus límites los miembros de las comu-
nidades tributarias (la cristiandad, el islam, el mundo hindú o el mundo
confuciano).
La nueva organización de la sociedad que empezó a cristalizar en par-
te de Europa con el Renacimiento, la conquista de América y el mercan-
tilismo de las monarquías absolutistas de la Europ a atlántica decir, el
-es
capitalismo, por llamado por su nombre- crearon un marco apropiado
en los primeros Estados-nación burgueses (Inglaterra y Francia, en parti-
cular). Pero la filosofía de la Ilustración no encauzó la realidad <<nacio-
nal>> en la dirección de la construcción de algún mito biológico, sino que,
por el contrario, esa realídad se formuló en una visión social (es decir, no
naturalista) de la sociedad. Ciertamente, el mito se elaboró para tal fin,
pero difirió mucho del mito de los ancestros comunes. Además, se sostu-
vo que un <<contrato social>> había fundado el Estado-nación, por tanto
como Estado y nación, que de otro modo no habrían existido. El concep-
to de contrato social presupuso el concepto de individualidad burguesa
dotada de libertad.
La grandeza de la Revolución francesa se expresó en el hecho de que
fundó una nueva nación, sin aludir para ello a una sangre o a unos an-
102 L,l capitalismo en la cra de Ia globalización

cestros comulres, ni a ia cristiandad, sino a <<la nación de hombres libres»


(el concepto de igualdad social no estaba demasiado avanzado ala sa-
zón) que habían hecho juntos Ia revolución y que querían vivir bajo sus
leves. Por tanto, incluía a todos los pueblos que tomaron parte en ella,
incluso si (como en el caso de los alsacianos) no se expresaban en fran-
cés. No obstante, ello no presupone que tuvieran igual derecho las per-
sonas o pueblos que no habían participado en ella, allnque fueran fran-
coparlantes.
Podríamos decir que se trataba de una ideología de nación articulada
en torno a los ciudadanos. Lógicamente, no dudaron en incorporar a los
judíos, ni en abolir la esclavitud en las colonias y ascender a los negros de
Santo Domingo al rango de ciudadanos. Al acuñar el concepto de «laici-
dad>r, fueron más allá de la tolerancia religiosa; de esa forma liberaron a
la nueva nación de referencias al pasado y concibieron el cristianismo
corno una sin-rple opinión fllosófica personal, semejante a tantas otras, no
como un elemento presente en la estructura ideológica de la sociedad.
(Por otro lado, la institución religiosa se concibió como parte de la tiranía
del ancien régirte.) La declaración de 1789, que incluía el derecho al asi-
1o y que permitía teóricamente a cualquier hombre iibre declararse ciu-
dadano de la nueva nación con independencia de su origen, puso de ma-
nifiesto este concepto ideológico de nación.
En esta concepción, obviamente, la nación no constituye una afirma-
ción de 1o particular frente a 1o universal, sino que es la expresión de lo
universal. Como todas las grandes revoluciones ejemplo, la rusa
algo más tarde- contenía el pro,vecto de sr"r propia-por
extensión mediante la
imitación por parte de todos los pueblos.
,1. Dicho esto, hay que recordar que el pensamiento ilusrado y su
prodncto par excellence , la Revolución francesa, no lograron su objetivo
universalista. El sistema capitalista que fr.re conformándose y expandién-
dose paralelamente no lo precisaba. Por el contrario, la propia lógica del
sistema definió los límites dei universalismo propuesto, que debería de-
nominarse <<r¡niversalismo burgués>> como muestra de los intereses reales
que servía.
El proyecto universalista de la Ilustración y de la Revolución france-
sa tuvo que afrontar los estrechos límites históricos en las dos dimensio-
nes de la difusión del capitalismo, a saber:

1. La primera dimensión tiene que ver con la expansión del capitalis-


mo en los centros europeos, que se produjo no a través de revolu-
ciones burguesas, como en Inglaterra y Francia, sino mediante el
establecimiento de los E,stados-nación de la Europa moderna. En
el caso de Alemania, la constitución del Estado fue el resultado
104 L,l capitalismo cn la era de 1a globalizact<in

En Francia, además,la construcción de la unidad se inició no


merced a sucesos que la precipitaron y en un período relativa-
mente reciente, sino en un provecto cle la monarquía francesa
que se remonta al siglo Xl. La asimilación de los pueblos, el
abanclono progresivo de las lenguas locales en beneficio c{el
francés, tiene raíces en el pasaclo distante. Posteriormente, el
nrovimiento se aceleró notablemente y se completó merced al
sistema escolar republicano, el instrumento mcdiante el que se
construyó la nación francesa en torno a esa nueva unidad lin-
güístico-cultural.
La historia de Gran Bretaña tiene algunas obvias similitudes
con la de Francia. El destino de los escoceses, que perdieron el uso
de su lengua, nos recuerda que las políticas de asimilación distan
mucho de ser una peculiaridad francesa, jacobina, como se suele
afirmar con ligereza. Pero la revolución burguesa inglesa del si-
glo XVII, basada también en las icleas ilustradas, en los valores de-
mocráticos y en el concepto de contrato social, se produjo antes
que la francesa y por ello no fue tan radical. La ruptura con el pa-
sado tuvo un carácter menos afirmativo, y el compromiso que
mantuvo ia monarqu ia y 1'a. aristocracia permitió que sobreviviera
con rnayor fuerza un mito de continuidad, estimulando el valor re-
trospectivo de la Carta Magna (con sus libertades feudales, no
burguesas) v de la Reforma protestante.
Los países con una tradición democrático-burguesa siempre
han estado inclinaclos a concebir la nación como una realidad so-
cial abierta, entre otras coszls, a la asimiiación de los recién llega-
dos. Esta propensión se ha reforzado siempre que un país ha esta
abierto a la inmigración a gran escala. E,sto es 1o que sucedió, pa-
radigmáticamente, en Estados Unidos, pero también en otros países
del continente americano v en otros, conlo por ejemplo Australia.
Lo dicho se aplica también a Francia desde finales del siglo xrx,
mucho antes de que la inmigración se extendiera por la Europa ca-
pitalista en los años sesenta. Los países con una tradición demo-
crática reaccionaron a este reto de una forma que en cierto modo
suponía una bienvenida, con todos los matices que deberían acom-
pañar al término. De ahí qLle, o bien consideraron la r<naturaliza-
ción>> de, al menos, los inmigrantes de segunda generación como
un asunto normal (como sucedió en Francia y Gran Bretaña) o
bien consideraron la <<incorporación>> en la nación adoptada (un
térnino estadounidense que expresa bien la dif'erencia con la idea
de <<asimilación») como la forma legítima de mantener la diversi-
dad ..cultural>> original.
107

una forma de dísfrazar un racismo inconfesado. La clemanda, por tanto,


no supone un avance indiscutible del espíritu democrático; refleja tam-
bién la filtración de ideas conservadoras dominantes en la historia de las
sociedades del norte de Europa.
Los socialistas, enfrentados a la realidad de las identidades naciona-
les y, sin embargo, preocupados por insistir en los intereses de clase, han
defendido posiciones que, aunque no siempre fueron poiíticamente efi-
caces a corto plazo, han sido nobles, dignas y precursoras de los riempos
futuros. Estoy pensando en las actítudes del movimiento socialista en los
imperios europeos plurinacionales: Ios austromarxistas del imperio aus-
trohúngaro y los bolcheviques del imperio ruso. Los austromarxistas que-
rían salvar el gran Estado, pero reconstruyéndolo en función del recono-
cimiento de las diferencias nacionales, étnicas y religiosas como algo
democráticamente legítimo. Los bolcheviques, y posteriormente la Terce-
ra Internacional, prosiguieron en esa dirección, haciendo las máximas
concesiones posibles al hecho nacional, fuera lo que fuera en cada caso, y
diseñando la idea de un E,stado socialista plurinacional. Ciertamente, su
práctica real es un tema sujeto a críÍica y análisis.
La constitución de la Unión Soviética, como posteriormente la de
Yugoslavia, no son sólo documentos históricos, reflejarr experiencias que
se vivieron en toda su contradictoria reaiidad. En este sentido, el socialis-
mo de la Tercera Internacional fue el heredero excepcional del pensa-
miento democrático radical, llevando su lógica incluso a extremos peli-
grosos. El bolchevismo, casi extravagantemente respetuoso del derecho a
la diferencia, no se limitó a proclamar el derecho de las naciones a su au-
todeterminación; bloqueó cualquier evolución posible escribienc-lo la fe-
deración política de las naciones en las constituciones de la Unión Sovié-
tica y de Yugoslavia.
La realidad de estos dos países es compleja: en la Unión Soviética
hubo sin duda alguna un predominio cultural ruso, pero también una re-
distribución de la riqueza ala periferia ex colonial que el capitalismo
nunca practicó; y en Yugoslavia se produjo una distribución igualitaria
entre serbios, croatas y demás. Pero, con independencia de cómo haya
sido la situación real en cada caso y momento, las percepciones ideológi
cas comunes a la Tercera Internacional ilevaron la legitimación de la dife-
rencia más allá de lo que era preciso.
El capitalismo, mediante los efectos uniformadores del mercado, ha
sido a este respecto infinitamente menos prudente que los regímenes co-
munistas, preocupados por salvar culturas de 1a planificación del merca-
do y del eventual olvido. En la actualidad, el socialismo está pagando algo
caro el exceso de respeto democrático por la diferencia, que ayudó a
mantener viva. En Yugoslavia, por ejemplo, un sector de las nuevas gene-
i08 E1 capitalismo en la era de ia glc.ba,rz.r;:.:

raclones no se reconocieron en las <<naciones hisróricas" presentes en la


Constitución, y declararon su nacionalidad Pero las fuerzas
"r'ugoslar-ar.
interna y externamente dominantes, en lugar de apovar esta tendencia, in-
tentaron dar nueva vida a las identidades nacionales que estaban siendo
arrumbadas. Esta opción reaccionaria de las clases dominantes yugosla-
vas, y de las fuerzas que las apoyaron en Europa, tiene, por tanto, una
gran responsabilidad en la evolución posterior y en la salvaje explosión de
chovinismos que nos son tan familiares.
Las ideas de la revoiución rusa, como sucedió antes con las de la fran-
cesa, iban por delante de que lo que objetivamente se precisaba para res-
ponder a los problemas de Rusia y del imperio ruso. Esto puede decirse,
ciertamente, del derecho a la diferencia que llega a incluir la secesión,
pero también dei objetivo compartido, universalista, de consmuir una hu-
rnanidad socialista.
6. Por tanto, el socialismo histórico desamolló una visión que se ade-
lantó a su tiempo con el objeto de satisfacer los clesafíos planteados por el
nacionalismo tal y como éste se manifestó en E,uropa. Sin embargo, fren-
te a los problemas de las periferias a{ricanay asiática, el socialismo care-
ció de poder. La historia de las épocas previas al capitalismo, el resultado
de la integración en el moderno sistema capitalista, los desafíos con los
que enfrentaron estas sociedades, todo ello superó largamente los recur-
sos de un pensamiento socialista clásico con orígenes eurocéntricos.
En las regiones periféricas del sistema, la expansión capitalista origi-
nó formaciones sociales complejas. Produjo una gran variedad de situa-
ciones en las que el factor étnico o nacional asume a menudo una posición
diferente de la que ocupa en los modos centrales de expansión capitalis-
ta. Mediante una simplificación eurocéntrica que yo he criticado en otros
lugares se ha intentado a menudo proyectar la experiencia eulope
feudalismo característico, con la dispersión del poder político y una pos-
terior concomitancia entre la expansión capitalista y la constitución de las
<<naciones modernas>>- en las dif'erentes realidades de Asia y África. En
contraste, he subrayado los siguientes factores presentes en los mundos
de la periferia capitalista:

1. Los muy diversos modelos de sistema triburario que dominaron la


humanidad en las épocas precapitalistas;la existencia de un mode-
1otributario pleno caracterizado por una fuerte centralización del
poder político (China y Egipto, por ejemplo); la combinación de
este modelo, en otros casos, con relaciones comerciales desarrolla-
' das (el mundo árabe islámico, por ejemplo).
2. La existencia, en estas condiciones, de naciones que precedieron al
capitalismo, las cuáles, en el caso de fuerte centralización política,
Iil auge de la etnicidad: una respuesra política a la globalización económica 109

aseguraron la centralización y redistribución del excedente tribu-


tario (China, Egipto ¡ en algunos períodos, el mundo árabe),
como algo opuesto a la fragmentación étnica en otros casos (el
Africa subsahariana, por ejemplo).
). La importancia de la dimensión cultural al definir cada una de las
grandes áreas que conformaron el mundo tributario precapitalista
(la cristiandad europea, Dar el Islam, la constelación hindú, el
mundo confuciano); y la más pronunciada supervivencia de mani-
festaciones de dominación ideológica tributaria en las periferias
del sistema capitalista mundial, que no han experimentado una ra-
dical ruptura ideológica y cultural semejantes al Renacimiento o la
Ilustración europeos.

En estas circuustancias, la compleja realidad social eludió inevitable-


mente los análisis etnocentristas dominantes en el moderno pensamiento
burgués y también, en gran medida, en el pensamiento socialista. La Se-
gunda Internacional, al heredar casí sin modificaciones en este punto el
pensamiento burgués ilustrado, compartió con los defensores del capita-
lismo (democrático o no) la ilusión cle que la expansión capitalista difumi-
naría finalmente todas las especificidades, entendidas como vestigios en
proceso de desaparición. De esa forma legitimaba su adhesión al colonia-
lisnro y al imperialismo, es decir, como <<factores objetivos de progreso»
(véase, por ejemplo, el texto de Bill §(/arren, Imperralism, Piorteer of Capi
talism). Al hacerlo, fue incapaz de percibir lo que considero esencial al
analizar el capitalismo, a saber: el carácter inherentemente polarizante de
la expansión capitalista mundial. La Tercera Internacional, por otra parte,
rompió con esta tradición etnocentrista y puso su antiimperialismo en el
corazón de sus estrategias de lucha. Las simplificaciones que a veces acom-
pañaron a esas estrategias no debieran hacernos olvidar el carácter positi-
vo de esa ruptura, que posibilitó un análisis más correcto de 1o que estaba
en juego, así como el desarrollo de estrategias de liberación más eficaces.
Con independencia de lo que pensemos de sus concepciones teóricas
y callejones sin salida o, por el contrario, ínnovaciones que
-prejuicios
hacen progresar al movimiento-, los movimientos de liberación nacional
de la moderna periferia capitalista se enfrentaron a realidades que no po-
dían reclucirse simplemente ni a la lucha de los intereses de clase básicos
que definen el modo de producción capitalista (el conflicto entre la bur-
guesía y el proletariado) ni a la lucha librada por las naciones supuesta-
mente preexistentes para realizar su objetivo liberador. L<ls movimientos
de liberación nacional se vieron obligados a ser suficientemente realistas
para rechazar las visíones simplificadoras procedentes del eurocentrismo
dominante.
1 l0 El capitalismo en la era de la globalización

Respecto de la cuestión de la nación, los movimienlos de liberación


nacional optaron directa e instintivamente por la perspectiva que subra,
ya la unidad de los pueblos en lucha contra el imperialismo. Más allá de
los horizontes de la etnicidad, de la religión o de otras comunidades, abo-
garon por la construcción, o reconstrucción, de grandes Estados, viejos o
nuevos, Su opción no era errónea, y sus acusaciones de que el imperialis-
mo siempre fomentó la división no carecían de fundamento. En la acfua-
lidad se tiende a olvidar la realidad de ese hecho: los ingleses recurrieron
a todos sus recursos para quebrar la unidad india (y finalmente se las arre-
glaron para separar la India musulmana, aunque fracasaron en sus inten-
tos de romper la unidad de las diversas naciones de la India hindú); los
franceses y los ingleses;'ugaron las cartas de la balcanización africana,
como lo hicieron en Oriente N1edio.
Una rrez dicho esto, los conceptos invocados por los movimientos de
liberación nacional para legitimar su opción por la unidad variaron con-
siderablemente de una corriente a otra. En la derecha, en las mentes na-
cionalistas conservadoras, 1a <<nación>> en cuyo nombre se llamaba a la lu-
cha era mítica o nebulosa; a veces se abandonaba ala diversidad étnica,
religiosa o lingüística de sus partes constituyentes. Estas afiliaciones cul-
turales dominantes eran igualmente nebulosas en las definiciones de los
anteriores sistemas tributarios, el hinduismo o el islam, por ejemplo. Y
también la definición de una <<nueva nación>> transétnica en el África sub-
sahariana era en gran medid a mítica, como si la nacionalidad senegalesa,
nigeriana o zaireñ,a cancelara la etnicidad wolof o diola, ibo, yoruba o
hausa, bakongo o baluba.
Por tanto, de una u otra forma, las ideologías derechistas presentes
en el movimiento de liberación nacional, que expresan las aspiraciones de
las burguesías nacionales, estaban predispuestas a unirse a las vagas filo-
sofías del nacionalismo producidas en 1a E,uropa atrase.da,la Europa que
no participó de la Ilustración. La ideología de los <<nacionalistas>> árabes
(qatomiyin) constituye un ejemplo idóneo. La nación <<áraber> se concibe
no como un producto complejo, evolutivo, de la historia, sino como una
esencia intrínseca, cuasibiológica la <.arabidad>> (al uruba) se basa en el
modelo de 1o .<germano>>. Una concepción mitológica de este tipo abre las
plrertas a la confusión, por ejemplo, entre la arabidad y el islam. Pueden
encontrarse pruebas de dicha confusión en el discurso contemporáneo
qaatniyin («el Islam es un componente inseparable de la arabidad>>, etc.);
tal cosa facilitó el giro posterior hacia el fundamentalismo religioso, ocu-
pando el terreno que quedó libre tras el fracaso de las estrategias del na-
cionalismo árabe, que no tuvo éxito en sus intentos de forjar la unidad
árabe. En el Tercer Mundo actual, este tipo nebuloso de discurso (aunque
no mucho más que el de los nacionalismos europeos) no es privativo de
El auge de la etnicidad: una respuesta politica a la globalización económica lll

los arabes. El discurso de la negritud, por ejemplo, no es diferente en


esencia.
No obstante, sería erróneo reducir los discursos de la nación en el.
movimiento de liberación nacional al nebuloso concepto al que acabo de
aludir. El sector de izquierdas del movimiento, incluyendo su componen-
te comunista, siempre ha buscado su inspiración en la filosofía de la Ilus—
tración. En un espíritu genuinamente democrático, esta izquierda siem-
pre ha expresado respeto por las identidades locales, por las minorías
lingüísticas o religiosas, etc. Ha intentado que prevaleciera la unidad pero
sin negar la identidad de sus componentes.
Legitimado bien mitológicamente, bien democráticamente, el prin-
cipio de unidad no ha sido una consigna vacía y tramposa; en la mayoría
de las ocasiones, se ha tratado de una realidad positiva y progresista. Ello
nos permite afirmar que, globalmente, las clases dirigentes de los Esta-
dos surgidos de la descolonización han sido transétnicas o panétnicas,
como puede verse justamente en el caso de India o en el del África sub—
sahariana.
La erosión del proyecto nacional-burgués de posguerra, lo que he de-
nominado el proyecto de Bandung, está en la base del colapso del nacio-
nalismo multiétnico y, por ende, en el origen de la emergencia de un nue—
vo etnicismo que, como he escrito en otro lugar, ha tomado al asalto a las
naciones (la frase reproduce el título de mi libro, L'ez‘Áam’cz'te’a‘ l’assaziz‘ des
Nations).
El mecanismo de esta crisis del Estado es casi por doquier el mismo:
implica una reducción profunda de la plusvalía de que disponen las clases
dominantes, una plusvalía que solía permitir la expansión de dichas clases
mediante la absorción de aquellos que se beneficiaban del crecimiento
económico y de las nuevas posibilidades de ascenso social. En la actuali-
dad, el drástico y súbito recorte de los márgenes de beneficio y plusvalor
priva a la clase dirigente de su capacidad de asegurar el desarrollo y, por
tanto, de la legitimidad que usaba para fundamentar su poder. De ahí que
la unidad de dicha clase presente fisuras y que sus diferentes componen-
tes, en crisis, busquen basar su legitimidad en lo que encuentren a mano,
como, por ejemplo, aspectos tales como la etnicidad.
África no es la única región del planeta en que podemos contemplar
ese tipo de fenómenos: India, la antigua Yugoslavia y la antigua Unión So-
viética son otros ejemplos posibles. La reaparición de la etnicidad no se
debe, por tanto, a algo así corno un molesto atavismo que se manifiesta en
explosiones periódicas espaciadas en el tiempo, sino a las estrategias des-
plegadas por una clase dirigente que se siente en crisis, acorralada, sea la
nomenclatura de los países de Europa central y oriental, o las clases pri-
vilegiadas de regiones del Tercer Mundo como la India o‘Africa.
l12 lrl capitalismo en la era dc la globalizaciór

7. Intentaré a continuación sintetizar, brer-e pero git b-r-::ente. las lí-


neas de iuerza que emanan de estas largas reflexiones.
La profundización de la globalización ha significado el finai del or-
,1945-1990),
cien internacional de la posgu erra pero tal cosa no srgnifica
que 1a contradicción fundamental del capitalismo - entendido como un
sistema mundial esencialmente polarizador- haya desaparecido. El de-
safío real de la humanidad en el presente consiste en construir una nueva
sociedad mundial a partir de principios que permitan la eliminación gra-
dual de los efectos desastrosos de esa polarización. Tal ob)etivo, que pre-
supone perieccionar el universalisnro iniciado por el capitalismo, presen-
ta a su vez un reto turbador para el concepto de nación, habida cuenta
que dicho concepto debe transfornrarse en una dirección humanista y cle-
mocrática, capaz de responder a la contradicción entre especificidad y
universalidad.
Iniciada por 1as grandes ideologías universales cuasirreligiosas de las
épocas tributarias. profundizada por 1a filosofía cle la Iiustración, y rein-
terpretada por ei movimiento socialista, 1a respuesta a dicho desafío debe
pasar actLlalmente a un nivel cualirativamente superior, que corresponde
a los avances de la globaiización.
Desgraciadamente, la crisis proir-rnda en que se expresa el colapso del
viejo orden conlleva un desarraigo que ha desencadenado desastrosos
procesos involutivos. Estas reaccir>nes bárbaras y en última instancia ra-
cistas se definen mediante un resurgir de nebulosas interpretaciones de la
nación, lormas varias de etnicidad y etnicismo, la rehabilitación acrítica
de la especifidad v todo tipo de introversiones comunalistas. El <<respeto
a la diferencia>> y ios derechos democráticos, entendidos en un sentido
empobrecido v formal, no deben convertirse en el pretexto que legitime
dicha involución, una involución que debe combatirse de pleno, de ma-
nera que se vayan presentando gradr,raimente respuestas más humanas y
más eficaces.
Los programas de acción política susceptible cle lograr tal empeño
exigirán un enriquecimiento del c<lncepto y las prácticas de la democra-
cia, con el objeto de que sea capaz de respetar la diferencia, pero también
de defender el .<derecho a ser semejanten. Tales progral-nas exigirán tam-
bién disponer de una noción concreta de los diversos estadios que debe-
rán superarse para lograr esta perspectiva r-¡niversalista. Concretamente ,
el estadio de construir grandes entidades regionales en las diversas zonas
históricas (Europa, \a antigua Unión Soviética, América Latina, el mundo
árabe, el África subsahariana, India, China, el sudeste asiático) será pro-
bablemente Llna transición necesaria, la respuesta más eficaz en este mo-
mento a la contradicción entre especificidad y Universalidad.
Ll atrge Je 1¡ .::-:-::=: -:: :.:: :-':¡ f.olítica a la globalización económica l1)

Referencias

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B. Warren, Intperialísru, Pioneer of Capitalisaz, Londres, 1980.
Capítulo 5

¿CUALES SON LAS CONDICIONES PARA RELANZAR


EL DESARROLLO DEL SUR?

EL DESARROLLO DESAPARECE DE LA AGENDA

El desarrollo ha desaparecido de la agenda: los gobiernos occidenta-


les están preocupados con la «gestión de la crisis»; los países de Europa
oriental están abrazando el capitalismo de mercado; y América Latina,
Africa y el mundo árabe están preocupados fundamentalmente por pagar
el servicio de la deuda externa. Sólo los países en Vías de desarrollo de
Asia (China, Asia oriental —-eS decir, Taiwan y Corea———, el sudeste asiáti-
co y en menor medida India) continúan estando preocupados por mante—
ner una tasa acelerada de crecimiento económico.
Durante las tres primeras décadas de la posguerra, el «desarrollo»
constituyó la principal preocupación de todos los regímenes. Tres gran-
des proyectos se pusieron en marcha con considerable éxito: 1) el Esta-
do del bienestar en el Occidente desarrollado; 2) la sovietización en los
países del Este; y 3) la modernización acelerada en los países no alinea-
dos, asiáticos y africanos, del grupo de Bandung, así como en América
Latina, que Vino en llamarse «desarrollismo». Los tres proyectos se de-
sarrollaron dentro del marco de economías nacionales autocentradas O,
en el caso de los países del Este y del Sur, con un diseño que aspiraba a
establecer en el futuro tales economías autocentradas. Los proyectos di-
ferían en su relación («interdependencia») con la economía mundial: el
atlantismo, la construcción de Europa, en el caso de las economías de-
sarrolladas occidentales; una apertura «negociada» a la economía mun—
dial en el caso de los países del Sur; una Situación de cuasiautarquía en
el caso de los países del Este. Asimismo diferían en cuanto a la natura-
leza de las fuerzas sociales que impulsaban los respectivos proyectos
(compromiso histórico socialdemócrata de capital y trabajo en los Esta-
dos- nación occidentales; populismo con pretensiones marxistas O socia-
listas en el Sur) y respecto de los sistemas políticos implicados (por
ejemplo, pluralismo electoral o Estados con un único partido). La di-
versidad de las diferencias mencionadas, debida a la incontestable va-
riedad de legados históricos y al hecho de que algunos países partían de
Situaciones más O 72531.35 igualitarias en términos de distribución de las
116 El capitalismo en la era de la globalización

rentas e ingresos, no debiera ensombrecer Ia profund semeianza de ob-


^
jetivos que compafiian, a saber: incrementar el bienestar material mer-
ced al desarrollo económico y rcforzr la posición de la nación en el
mundo.
En el curso de los treinta <<años dorados>> de crecimiento de la pos-
guerra, la internacionalizacíón de la economía mundial (fuera resistida o
alentada) erosionó progresivamente la capacidad del Estado de gestionar
la modernizaci6n, al tiempo qrr" ,pur"iieron nuevas dimensi,ones del
problemas a tomar en consideración, como la degradación medioam-
biental a escala planetaria. Entre 1968 y 1971, el sistema mundial entró
en una fase de crisis estructural, que continúa hasta el presente. La crisis
se manifestó en el retorno de tasas altas y persístentes de desempleo, al
que acompañó la desaceleración del crecimiento en Occidente, el colap-
so de la sovietización y una seria regresión en algunas regiones del Ter-
cer Mundo, a la que asimismo hay que unir los niveles insostenibles de
endeudamiento. Por el contrario .la zona oriental de Asia aceleró su cre-
cimiento económico.
La era de posguerra ,1915-1990) se ha caracterizado por serios con-
flictos entre las diferentes regiones del mundo: la guerra fría enfre el Este
y el Oeste; y los conflictos entre el bloque occidental y los poderes de
Bandung. No obstante, se produjo un crecimiento económico generaliza-
do, en muchos casos más rápido en el Este y en el Sur, que dio alas a la
idea de que era posible afrapr a los países desarrollados, equipararse a
ellos.
En realidad, el fuerte crecimiento de la economía mundial se debió a
desarrollos políticos que favorecieron a las naciones pobres y a las clases
populares de forma generulizada, en detrimento de la lógica unilateral del
capital. Quiero insistir en este punto, que suele omitirse o menoscabarse
en las explicaciones (parciales) del ,,auger, (o, mejor, de los auges). La de-
rrota del fascismo contuvo y limitó las relaciones de poder en todas las so-
ciedades del mundo, así como las interacciones entre ellas.
En Occidente se crearon relaciones de poder significativamente fa-
vorables a las clases trabajadorus, sin precedentes en la historia del ca-
pitalismo. Estas nuevas relaciones de poder resultan un factor crucial
para entender el <<Estado del bienestar», así como el compromiso histó-
rico entre el capital y el trabajo que la escuela de regulación francesa ha
denominado <<fordismo», un nombre discutible, ya que el fordismo se
introdujo en Estados Unidos antes del New Deal y en oposición a é1. He
insistido en la crucial importancia del factor político, subestimado en
'los
análisis dominantes, porque sugiere que el capital buscó (natural-
mente, es una forma de hablar) un compromiso con el trabajo. La vic-
toria de la Unión Soviética y de la revolución china crearon las condi-
¿Cuáles son las condiciones para relanzar el desarrollo del sur? Il7

ciones internas e internacionales que favorecieron el desarrollo de los


países del Este, pero también el de los occidentales, en la medida en qué
sirvieron de presión para que el capital aceptara el compromiso históri-
co socialdemócrata. Los debates acerca de la naturaleza social de dichos
desarrollos (¿eran o no socialistas?) y el papel de las contradicciones in-
ternas que provocaron el agotamiento y eventual colapso del compro-
miso histórico, no deberían distraer nuestra atención de los efectos po-
sitivos de la competencia política enre el Este y el Oeste, reforuada por
los gastos militares estadounidenses. EI ascenso simultáneo de los mo-
vimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo y de la capacidad
y habilidad de los regímenes poscoloniales de aprovechar los beneficios
de la competencia Este/Oeste favoreció de diversos modos el creci-
miento económico en el Sur.
Los tres pilares que surgieron merced a la victoria contra el fascismo,
y que alentaron el desarrollo sostenido en los treinta años dorados, se vie-
ron progresivamente socavados por las limitaciones inherentes a las rela-
ciones de clase en que se habían fundamentado: las limitaciones del com-
promiso socialdemócrata;y las ambiciones de las burguesías soviéticas y
del Tercer Mundo. Estas contradicciones internas, manifestadas en polí-
ticas que erosionaron la lógica del desarrollo económico nacional, ali-
mentadas a su vez por las tendencias crecientemente presentes en pro de
la globalización, constituyen la base de la brutal inversión de la coyuntu-
ra política que observamos en los años ochenta. Dicho de forma sumaria,
el colapso de los tres proyectos de posguerra ha supuesto el final de lo
que he denominado <<era antifascista de posguerra>>, una época en la que
el capital se vio constreñido a operar dentro de esÚucturas relativamente
favorables a los pueblos del mundo.
Durante las tres pasadas décadas se recrearon las condiciones favo-
rables a la reconstrucción de la lógica del capital unilateral, pero esa 1ó-
gica no puede, por sí sola, generar crecimiento y mucho menos desarro-
llo (es decir, crecimiento fuerte, acompañado de pleno empleo y de una
distribución de los ingresos que resulte favorable a las clases populares).
Lalógica del capital unilateral, basada en la búsqueda exclusiva de los
mayores retornos financieros, tiende a producir, por el contrario, una
distribución desigual de los ingresos entre las clases sociales, a nivel na-
cional e internacional, que contribuye al estancamiento económico rela-
tivo. Marx y Keynes fueron los únicos que comprendieron la lógica de-
flacionista del capital unilateral, una lección olvidada por la progresiva
erradicación del espíritu antifascista en los años de posguerra.
I 18 E,l capitalismo cn 1a era de la globalización

HAY CnTsTs DE LA SoCIEDAD ACTUAL, PERO AÚN NO PUEDE HABLARSE DE


CRISIS DEL CAPITALISMO

La sociedad contemporánea está manifiestamente en crisis, si defini-


mos crisis como una situación en que las expectativas de la mayoría no
pueden satisfacerse en virtud de la lógica del sistema. Las personas quie-
ren cosas como el pleno empleo, la mejora de los servicios sociales y opor-
tunidades para la movilidad social. La lógica unilateral del capital provoca
desempleo, empobrecimiento y rlarginación. Las naciones quieren inde-
pendencia y dignidad;la lógica del capital global provoca, sin embargo,lo
contrario. En este proceso, los Estados y los gobiernos han perdido la le-
gitimación que les permitió inten enir en la regulación de las relaciones so-
ciales a favor de las clases populares. ','defender sus intereses nacionales en
la escena internacional. La democracia occidental. 1a sovietización (al que
sus oponentes suelen denominar «comunismon) y el populismo nacional
de Bandung están en crisis. No obstante, hablar de la crisis del capitalismo
es algo mu¡, distinto. La expresión carece de sentido hasta que llegue el
momento en qlle las fuerzas sociales populares opuestas alalígica del ca-
pital dispongan de proyectos alternativos coherentes y factibles, como su-
cedió en los años de posguerra caracterizados por el antifascismo.
Las fuerzas políticas que han surgido merced al colapso del orden de
posguerra se han colocado prácticamente al servicio de la lógica del des-
pliegue del capital. He analizado con algún detalle las políticas de lo que
denomino <<gestión de la crisis». El capitalismo y las crisis no son incom-
patibles, sino todo lo contrario, dado que la Lógica del capital general ine-
xorablemente crisis. Por sí solo, el capital puede gestionar las crisis, pero
no resolverlas.
Las crisis provienen del hecho que los beneficios de la explotación
capitalista no pueden encontrar suficientes salidas nuevas financieramen-
te provechosas y capaces de expandir la capacidad productiva.La gestión
de la crisis consiste en encontrar nuevas inversiones alternativas para los
excedentes de capital a corto plazo, con el objeto de evitar un colapso
brutal y masivo del sistema financiero, como sucedió en los años treinta.
La solución, por el contrario, supone modificar las reglas del juego que
atañen a la distribución de los ingresos, el consumo y las decisiones de in-
versión; en otras palabras, un proyecto social alternativo y diferente al
que se fundamenta únicamente en criterios de rentabilidad. No habrá so-
lución a la crísis a no ser, y hasta, que las fuerzas sociales antisistema im-
pongan restricciones al capital, restricciones externas e independientes a
la lógica pura del capital.
La gestión de la crisis por los gobiernos nacionales opera mediante
políticas de desregulación diseñadas para debilitar las rigideces del sincli-
120 El capitaiismo en la era de la globalización

lúmenes de exced".'tes de capital financiero debemos comparar el valor


anual del comercio mundial, que es de unos 3 billones de dólares esta-
dounidenses, con los flujos de capitales internacionales, entre 80 y 100 bi-
llones de dólares estadounidenses; o lo que es 1o mismo, treinta veces el
volumen del comercio mundial. El lector puede acudir al análisis previo
de la racionalidad de este tipo de políticas de gestión de la crisis, en el que
he llamado la atención sobre el hecho de que son perfectamente raciona-
les y eficientes desde esa óptica, frente a cierta bibliografía que se ocupa
críticamente de las políticas de liberalización que suele tratar cada medi-
da de forma aislada,lo que le permite considerarlas aparentemente ab-
surdas.
Desde la óptica de la gestión de la crisis, las instituciones internacio-
nales son instrumentos al servicio de la regulación de las relaciones Occi-
dente-Sur y Oeste-Este. En ese contexto, la función del FMI y del BM, así
como del GATT, encubíerta por el discurso del libre comercio, resulta ser
la protección del control del mercado por parte de los oligopolios trans-
nacionales dominantes. El GT intenta coordinar estas políticas de gestión
de 1a crisis, sin intentar en modo alguno habérselas con el meollo del
asunto ni de enfrentar el conflicto de intereses entre los principales acto-
res implicados.

SoluctoNlrs: ¿LIBERALISMO StN ITRONTERq.S?

La prioridad concedida a las demandas de gestionar la crisis deriva-


das del triunfo rotundo de la regla del beneficio privado en modo alguno
nos acercan a las soluciones. Por el contrario , dia a día nos alejamos de
cualquier solución. La crisis, que tiene ya veinte años a sus espaldas, co-
menzó a finales de los años sesenta y a principios de los años setenta (an-
tes de la crisis del petróleo del97)) con un declive progresivo de la in-
versión productiva y el crecimiento de una masa de capital financiero
excedente que, desde entonces, no ha dejado de incrementarse. Ignoran-
do la persistencia y tenacidad del estancamiento económico, los sucesivos
gobiernos continúan hablando de <<recesiones>> y <<recuperaciones>> co-
yunturales, cuando en realidad estamos frente a un desequilibrio estruc-
tural básico derivado del riunfo del liberalismo económico.
La catástrofe social resultante se ha manifestado en todas las regíones
del planeta. En los países del centro ha adoptado la forma de desempleo
permanente; en las periferias se manifiesta impidiendo el crecimiento
económico y acentuando el empobrecimiento y la regresión de la socie-
dad. A nivel mundial, se ha manifestado provocando el sacrificio de las
medidas que deberían haberse tomado para salvar el futuro del planeta.
¿Cuáles son las condiciones para rclanzar el desarrollo del sur? l2l

La ideología del discurso dominante, empero, presenta todos estos de-


sastres como medidas temporales exigidas para relanzr el desarrollo. En
realidad, la subordinación unilaferal a las leyes del beneficro atrapan fa-
talmente a los diversos países en espirales deflacionarias que no dejan po-
sibilidad de salir de ellas de manera independiente. El cambio de direc-
ción, cuando se produce. se debe siempre a un choque externo a la lógica
unilateral del capital. La modificación de las relaciones sociales a favor de
una redistribución de los ingresos, los preparativos para la guerra, o la
apertura geográfica a la expansión colonial crean las condiciones favora-
bles a una expansión económica renovada susceptible de mantener una
ola de renovación tecnológica. Fue así como el fortalecimiento de la posi-
ción de las clases trabajadoras que acomp añó ala victoria antifascista creó
las condiciones para la expansión de 1as industrias de producción en serie
después de la guerra. Las populares interpretaciones que explican el ré-
gimen fordista de posguerra en términos de una oleada de innovaciones
invierten el orden causal. Coincido con Su,eezy v otros autores (minorita-
rios) en la opinión de que fue así como el capitalismo superó histórica-
mente su tendencia natural al estancamiento.
No podemos, por tanto, salir de la actual crisis mediante políticas de
<<liberalismo sin fronteras>>. Se trata de una utopía, tenazmente defendida
a lo largo de la historia del capitalismo, porque expresa en forma extrema
la visión ideológica básica del capitalisrno puro reducido a las leyes de la
acumulación y guiado exclusivamente por la lógica estricta del capital.
El liberalismo total nunca ha existido y los momentos históricos en
que se dieron las condiciones políticas que acercaron su eventual institu-
ción siempre fueron breves. La razón de ello es que el liberalismo extremo
produce una reacción política que impone examinar, limitar o modificar
las relaciones sociales y políticas, de forma que se crean las condiciones
para una nueva fase expansiva, o para la guerra. Los ideólogos del libera-
lismo son incapaces de entender tal cosa.
La expansión de posguerra duró cuatro décadas antes de agotar 1as
posibilidades que presentaban los sistemas sociales establecidos sobre la
base de la victoria antifascista. El proyecto de la utopía liberal nos ha lle-
vado a la catástrofe en un tiempo mucho más corto.

NacroN¡usuo

Los intentos de instituir proyectos liberales utópicos siempre han


provocado reaccciones políticas de rechazo, aunque raramente han adop-
tado la forma de contraproyectos sistemáticos, coherentes y potencial-
mente efectivos para solucionar las crisis. En un primer momento suelen
I22 El capitalismo en la era de la globalización

ser casi siempre espontáneos, parciales, contradictorios e incluso conflic-


tivos. Actualmente, en un sistema global carucferizado por una profunda
internacion alización,la forma que toman puede descríbirse como protec-
cionista: el cierre parcial de fronteras: el control de movimientos de capi-
taies; medidas para defender las industrias propias y la propiedad de las
nacionales; y la restauración de 1a intervención estatal.
Tales reacciones se leeltiman con la renovación del discurso del na-
cionalismo, que fácilmenie ier-iene chovinismo, agresivo si es relativa-
mente fuerte, defensii.o cuando es débil. Las políticas nacionalistas no
son necesariamente ineficaces, como suele afirmar el discurso teórico li-
beral. Por ejemplo. Asia ha evitado hasta el momento en que se escribie-
ron estas 1íneas de 1a crisis general. se han mantenido altas tasas de creci-
mienro en.Tapón. Corea v Taiu'an, así como un crecimiento acelerado en
China v en el sudeste asiático 1, la India, aunque a un ritmo más modesto,
;cómo explicar entonces esta excepción? Las razones son obviamente nu-
merosas r- complejas. r'r'arían de país a país en una región que alberga a
más de la mitad de la humanidad. puesto que ios sistetnas sociales y los ni-
veles de desarrollo histórico difieren en los diferentes países. Se han ofre-
cido todo tipo de explicaciones, incluvendo algunas que conceden un pa-
pel cruciai a factores culturales, reales o imaginarios, como los
ejemplificaclos en el debate acerca del coniucianismo. Me limitaré, pues,
a llamar la atención sobre el hecho de que todos estos países han contado,
en un grado u otro, con políticas marcadas por un fuerte nacionalismo
económico, en el sentido proteccionista v estatista anteriormente men-
cionado. No han seguido, a diferencia de los países de la CE, Estados
Unidos, América Latina o Áf.i.u las prescripciones políticas del liberalis-
mo. De hecho, han optado por la contraria, tanto si nos fijamos en Japón,
un país capitalista avanzado, en Corea, en proceso de rápida construc-
ción, en la China del socialismo de mercado de Deng Xiaoping, o en los
países más integrados y capitalistas del Tercer Mundo como India o las
naciones del sudeste asiático.
Partiendo de niveles iniciales de desarrollo más o menos idénticos,
han logrado resultados impresionantes, en función del grado de coheren-
cia y sisten-raticidad de las respectivas políticas nacionalistas de protec-
cionismo y estatísmo. ¿Por qué esos países fueron capaces de optar por
dichas políticas y de implementarlas? Las complejas razones están vincu-
ladas a las preocupaciones geoestratégicas de Estados Unidos en 1a región
(su apoyo excepcional aJapón, Corea, Taiwan y el sudeste asiático a cam-
bio de su participación en la cruzada anticomunista conllevó una toleran-
bia al nacionalismo que no permitió en otras zonas),la extensión de paí-
ses continentales como China o India que siempre les permite optar por
la expansión de los mercados nacionales en el caso de tener problemas de
¿Cuáles son las condiciones p¿rra rela¡zar el desarrollo del sur? 12)

exportación (aunque otros grandes países como Brasil y la nueva Rusia


parecen no querer o ser incapaces de movilizar sus grandes mercados na-
cionales en su propio beneficio), a las particularidades de sus estructuras
sociales (si China 1o ha hecho mejor que India ello se debe seguramente a
que el maoísmo puso en marcha una gigantesca ftansformación social que
sirvió de base para el posterior crecimiento económico) , y, quízás, a otras
razorres, entre ellas algunas de tipo cultural. Ninguno de los países de la
región, con la cualificada excepción de India, es particularmente respe-
tuoso de la democracia. Japón se parece más a un modelo de partido po-
lítico único que al modelo pluralista occidental, y todos los regímenes de
Asia oriental y del sudeste asiático sor-r autoritarios.
¿Podrán esas prácticas nacionalistas proteger la región asiática de
forma indefinida? Es difícil decir algo tajante.Japón, y quizás los países
de tamaño medio de Asia oriental y del sudeste pueden verse amenaza-
dos. India está en una situación de crisis política que amenaza su estabili-
dad económica. China sigue siendo una excepción potencial, si puede
evitar que sus provincias meridionales. atraídas por el modelo de Corea-
Taiwan-Hong Kong, pongan en peligro la unidad nacional. (Una política
alternativa consistiría en orientar e1 crecimiento de esas provincias hacia
el desarrollo del interior del país.) Pero 1a creciente interpenetración eco-
nómica en la región ofrece a Asia una n-ledida relativa de autonomía con
respecto al resto del mundo, algo que supone un factor que alienta la con-
tinuidad del «miiagro asiático>>.
Pero si el nacionalismo ha producido resultados positivos en térmi-
nos de crecimíento económico, aunque no en términos de democratiza-
ción o de justicia social, no ha sucedido 1o mismo en otras regiones del
planeta golpeadas por la crisis.

Los ppLicnos DE LA RITGRESIóN ANTtDIIN,tocRA.TICA: Et. ASALTO Ér'Ntco.


L,L F'UND,,\MENTALISMO RELIGIOSO Y EL NEOFASCISN{O

En América Latina, el Áfric, subsahariana y el mundo áral¡e, el na-


cionalismo desamollista de los años de Bandung es ya, como hemos vis-
to, historia pasada, aunque tal cosa no ha permitido ir más allá de tales
políticas. Por el contrario, su desaparición ha provocado una seria re-
gresión. He sugerido que deberíamos interpretar el asalto étnico (en
Europa oriental y en la antigua Unión Soviética), así como el funda
mentalismo religioso (principalmente islámico, pero también hindú),
como manifestaciones de dicha regresión. Esas involuciones, lejos de
abrir el camino a la democratización de los Estados y las sociedades, así
como a una renovación del nacionalismo positivo y de 1a cooperación
124 El capitalismo en la era de la globalización

regional, posibilitan el surgimiento de un tipo de neofascismo de los


países débiles.
En América Latina, las reacciones son posiblemente menos negativas,
en la medida en que las fuerzas democráticas parecen ser más sólidas.
Ahora bien, ¿podrán articular un proyecto coherente de progreso social,
que deberá englobar necesariamente, ahí y en cualquier otro lugar, una
saludable dosis de nacionalismo (es decir, de rechazo de la globalización
capitalista polaúzadora propia de la utopía liberal) y un compromiso en
pro de la cooperación regional?
En Europa, no podemos excltrir la posibilidad de un resurgir del na-
cionalismo, en reacción al proyecto liberal europeo. Reducido al concep-
to de un mercado común. el provecto está aquejado de una contradicción
que amenaza con resultar fatal. La integración económica europea no
puede ser irreversible hasta que vaya acompañada de una integración po-
lítica basada en Lln nuevo contrato social entre el capital v el trabaio, algo
que sólo podrá venir de una izquierda coherente v a escala continental.
Implementado por la derecha, el proyecto europeo está en la actualidad
en riesgo de naufragar, eso si no explota finalmente por su culata nacio-
nalista. La segunda mejor opción es, naturalmente. una Europa alemana,
algo que tampoco ofrece solución alguna al problema. Pero estos nacio-
nalismos cle derechas que zrlientan la rehabilitación del fascismo genera-
rán con el tiempo una renovación de la reacción social progresista. Al
operar en un sistema que sigue estando en gran medida basado en los
principios del liberalismo, tal cosa sugiere que se producirá un ciclo con-
tinuo de acción/reacción. que arrLlstrará al continente en una espiral eco-
nómica, política e ideológica regresiva. Tampoco eso puede considerarse
una respLresta eficaz a la crisis, dado el grado de globalización que han al-
canzado los países de la región. En Europa oriental y en la antigua Unión
Soviética, los callejones sin salida derivados del auge de los nacionalismos
y subnacionalismos en que están atrapadas las respectivas sociedades son
todavía más dramáticos.
Los poderes establecidos están preocupados sobre todo y en primer
lugar, acluí y allá, en Estados Unidos, en E,uropa, en el Este y la antigua
Unión Soviética, en América Larina,.n Áfri., y en Oriente Medio, por
la gestión de la crisis política, si bien ésta ha sido provocada por la crisis
económica. Pero la gestión de la crisis política no está demostrando ser
más eficaz a la hora de proporcionar soluciones a largo plazo que la evi-
denciada por la gestión de la crisis económica. He definido la crisis polí-
tica como <<caos>> por 1o siguiente: el callejón sin salida de la UE y su po-
sible involución; el terrible caos y desarticulación que vemos en Europa
oriental y en la antigua Unión Soviética; y por el colapso de un buen nú-
mero de sociedades en el Tercer Mundo. La gestión política de este caos
¿Cuáles son las condiciones para relanzar el desarrollo del sur? 125

se basa en prácticas cínicas de realpolitik a corto plazo, en la manipula-


ción de los nacíonalismos, culturalismos, racismos y etnicidades que, al
final, llevan al fascismo. En Europa oriental, América Latina, Áf.i., y'
Oriente Medio, estas políticas consisten en afizar el fuego con la espe-
ranza de lograr ventajas en lo inmediato, debilitando los poderes regio-
nales y reduciendo las posibilidades de un resurgir en clave progresista
cle las sociedades en cuestión. De acuerdo con ello, he propuesto una re-
lectura crítica de las políticas de gestión de la crisis en función de sus di-
mensiones políticas y militares (de baja intensidad), tal y como han afec-
tado particularmente a Yugoslavia, Etiopia, Europa oriental, Áfricu y
Oriente Medio.
Lejos de servir a los objetivos del discurso dominante, el que afirma
que la democratización está al caer, la gestión económica y política de la
crisis ha reforzado por doquier el peligro de una regresión antidemocrá-
tica. El liberalismo engendra el riesgo de fascismo, como mostró Karl Po-
lanyi en su análisis, The Great Transformation (1944), un texto en que in-
vitó a sus contemporáneos a comprender que la victoria del antifascismo
y el rechazo de las políticas utópicas liberales que caracterizaron la era
que siguió al fin de la Primera Guerra Mundial crearía las condiciones
para una nueva expansión económica. La lección, actualmente olvidada,
debe recordarse y difundirse vigorosamente. No podemos escapar a la
crisis y a los riesgos de regresión al fascismo sin romper categóricamente
con la globalización neoliberal.
La historia, es sabido, no se repite, al menos nunca de la misma for-
ma. El término <<fascismo» conlleva connotaciones abusivas de experien-
cias de otra época, muy diferente de la nuestra. No obstante, ei neofascis-
mo, como voy a denominarlo, comparte con su ancestro fascista rasgos
antidemocráticos y métodos comunes. En los países desarrollados del
centro no tomará la forma de un gran palo, como han afirmado movi-
mientos marginales (como el racismo), que serviría para imponer unilate-
ralmente políticas favorecedoras del gran capital (y perpetuar de esta for-
ma la crisis y la gestión de la marginación en la forma de una economía de
varias velocidades, como ingenuamente se ha dado por hecho). Pero in-
cluso en tal caso y en estos países, no puede excluirse totalmente el desli-
zamiento hacia el viejo modelo de fascismo y chovinismo nacional, aun-
que una observación superficial no lo detectara al preservarse las formas
de democracia electoral, eso sí, manipulada y carente de todo contenido
real. El peligro de rehabilitación del fascismo no debería subestimarse.
En los países de la periferia, situados en lo que Pablo Gonzá\ez Casanova
ha descrito como,.colonialismo global», la mayor o menor brutalidad del
neofascismo depende de1 grado de debilidad y falta de esperanza de las
sociedades en aue or.ia. La limpieza étnica y la fragmentación de Esta-
126 Iil capitalismo en [a era de 1a globalízación

dos, las dictaduras terroristas en nombre de unidades regionales , ya ma-


nifiestas, son formas que adoptan los poderes locales incapaces de resis-
tir a la sumisión de sus sociedades a la economía globalizada. Estas prác-
ticas pueden perpetuar la apariencia de orden favorable a la explotación
de dichos pueblos por el capital mundial dominante y, por tanto, recibir
el apoyo de potencias externas.

RTTIIxIoNES A(,ERCA DE UN CONTRAPRoYECTo: ALGUNAS TESIS BÁSICAS

Ni la persistencia del modelo liberal ni la lógica de rechazo neofas-


cista ofrecen una forma de escapar al círculo infernal de crisis y caos.
Una respuesta eficaz a tales desafíos no verá \a luz hasta que no se
aprendan las lecciones de Polanyi en <<la gran transformación>>. La histo-
ria no se conformaapartir de leyes infalibles de la pura economía, como
creen algunos profesores universitarios. Es, por el contrario, el producto
de reacciones sociales a los efectos de dichas leyes, que definen a su vez
las relaciones sociales del marco dentro del que operan las leyes econó-
micas. Lo que en realidad conforma la historia es la fuerza antisistémica
de una negativa eficaz, coherente v organizaáa a subordinar la sociedad a
las necesidades absolutas y unilaterales de ias leyes económicas (en este
contexto, las le,ves del beneficio capitalista), más que cualquier lógica in-
herente a la acumulación de capital. Estas fuerzas determinan las posibi-
lidades y las formas de expansión desarrolladas en el marco institucional
que imponen ala organización social y económica.
El enfoque por el que abogamos no nos permite formular métodos ya
totalmente articulados para eludir la crisis. Las soluciones sólo pueden
llegar como resultado de translormaciones de las relaciones de las fuerzas
políticas y sociales que, a su vez, serán el producto de luchas cuyos resul-
tados son impredecibles. No obstante, estamos en condiciones de ofrecer
algunas reflexiones acerca de contraproyectos coherentes y factibles, una
manera de evitar que los movimientos sociales acaben en el callejón sin
salida de las falsas soiuciones (neofascistas). De ahí que me limite a enu-
merar algunas proposiciones básicas respecto de tales reflexiones.
Aunque el mundo no puede gestionarse como un simple mercado, y
pese a que no puede eliminarse la intervención política e ideológica en fa-
vor de la sumisión unilateral a las supuestas leyes del mercado (como cre-
yeron los ideólogos antiestatistas), la globalización fáctica no puede ig-
norarse o negarse; dicho de otra manera, el reloj del curso de la historia
no puede hacerse retroceder. Un regreso al modelo de expansión econó-
mica de posguerra, basado en la posición central del Estado-nación en los
asuntos económicos, políticos y culturales, presupondría regresiones,
¿Cuáles son las condicioncs para rela¡zar el desarrollo del sur? 127

económicas y de otro tipo, insostenibles. Ér, la razón por la que las


"r
ideologías que miran al pasado, que niegan la naturaleza irreversible de la'
trayectoria evolutiva, están llamadas a funcionar inevitablemente como
iascismos, es decir, a servir a las necesidades de las nuevas condiciones de
la globalización, aunque pretendan ofrecer una vía de escape y libera-
ción. Basadas en el engaño y la falacia, no pueden funcionar sin la negación
autoritaria de la democracia. Están constreñidas a movilizar las socíeda-
des a partir de falsos problemas ejemplo, \a pureza étnica, la sumi-
sión a supuestas leyes religiosas- -por
y a usar esas falsas causas como instru-
mentos para imponer mediante el terror sus dictaduras.
El desafío consiste en reconciliar la interdependencia que presupone
la globalización y las desigualdades de poder de los actores sociales
(ffabajadores en los diferentes sectores de la economía, algunos más com-
petitivos que otros) y de los actores nacionales (centros dominantes, po-
tencias medias, periferias industrializadas, el Cuarto Mundo marginado)
respecto del capital global, Empecemos con algunas banalidades que ha-
blan por sí solas: el mundo es a la vez unificado y diverso, pero la diversi-
dad no es, ni exclusiva ni siquiera básicamente, cultural. El énfasis en la
diversidad cultural relega las grandes diferencias de la jerarquía econó-
mica del capitalismo mundial a una posición secundaria. No obstante, es
justamente en este nivel económico en el que debemos empezar a atacaÍ
el problema, puesto que las diferencias se manifiestan no sólo en desi-
gualdades entre pueblos (culturalmente diferentes o no, según la circuns-
tancia específica), sino también en desigualdades internas entre clases y
grupos sociales. No hay solución a la crisis que no pase por reforzar la po-
sición de los pobres y de los desposeídos del mundo: los pueblos de las
periferias y las clases sociales dominadas de todos los países de los centros
y de las periferias. En otras palabras, escapar del colonialismo global 1, de
los mitos liberales implica rechazar los espejismos neofascistas. Estos prin-
cipios forman el punto de partida para üna reflexión significativa sobre la
construcción de un contraproyecto que sea humanista, universalista, de-
mocrático y respetuoso con las diversidades, pero no con las desigualdades.
Yo he propuesto la construcción de un mundo policéntrico, entendi-
do como un marco en que pueda organizarse la interdependencia nego-
ciada de manera que ofrezca a los pueblos y clases dominadas la mejora
de las condiciones de su participación en la producción, así como el ac-
ceso a mejores condiciones de vida. Este proyecto implica que pasamos
de la acción a nivel del Estado-nación, particularmente en el caso de los
Estados de tamaño pequeño y medio, ala organización regional política y
económica, con negociación colectiva entre regiones.
El lector encontrará más detalles en los textos en que he desarrollado
con mayor minucíosidad esta propuesta. Sea como sea, debe quedar cla-
I28 EI capiralismo en la era de la globalización

ro que estamos hablando de una nueva concepción de la regionalización,


diferente de la que está inserta en la actual estructura de relaciones de po-
der. Estas últimas han sido construidas como correas de ransmisión de la
modernización polarizadora, a través de las cuales las zonas periféricas se
vinculan a los centros dominantes que comparten las responsabilidades
de un <<colonialismo global». TLC (el área de libre can-rbio que incluye a
E,stados Unidos, México y Canadá,la convención de Lomé entre la UE y
los países ACP,la zona del yen (Japón v el sudeste asiático), y la propues-
ta de una Zona del Pacífico (que engloba a Estados Unidos, Japón, Aus-
tralia y los países de la cuenca del Pacífico) son conceptos neoimperialis-
tas inadecuados para el objetivo de reducir la brecha del desarrollo. Los
mercados comunes regionales (como Mercosur en América Lafina, ECO-
\X/AS en África occidentalv la PTA Áf.i.u oriental v del sur), así como
"n
las organizaciones políticas heredadas de la guerra fría (como la ASEAN
en el sudeste asiático) también han sido objeto de críticas importantes,
elaboradas en otro lugar (r,éase Regionalizatioru iru the'I'hirdlWorld;véan-
se las Notas al iinal del capítr-rlo).
En contraste con estas visiones inadecuadas de la regionalización, he
argumentado a favor de una reconstrucción que debe realizarse simultá-
neamente a nivel regional y mundial, particr-rlarmente en el área cie los
mercados de capitales v de los sistemas mone-tarios. Me limitaré, por tan-
to, a resumir algunas de las conclusiones a que llegué:

1. Será preciso concebir la nueva Organización Mundial del Comer-


cio uo como sucesora del CIATT', sino como una institución encar-
gada de planificar (¿me arriesgo a utilizar ei término?) el acceso al
uso de los grandes recursos naturales del planeta y los precios de
las materias primas, sin que el discurso medioambiental devenga
retórica demagógica, manipulada en contra de los intereses de la
humanidad globalmente considerada y, más en particualr, contra
los pueblos de la periferia.La Organización Mundial de1 Comercio
debería encargarse de planificar metas y obietivos para el comercio
interregional en productos industriales, reconciliando la competi-
tividad general con criterios distributivos que favorezcan a las re-
giones en situación de desventaja, así como la creación de condi-
ciones orientadas a permitir la mejora de los ingresos de los
trabajadores en situación clesfavorecida.
2.Habrá que poner en marcha mecanismos de mercados de capital
organizados que canalicen los excedentes financieros hacia la in-
' versión productiva en las periferias, tomando en cuenta el hecho
de que el mercado global favorece las transferencias financieras de
los países más pobres a los más ricos, y dirige los excedentes de
¿Cuáles son las condiciones para rela¡zar el desarrollo del sur? 129

ahorro hacia Estados Unidos, permitiéndole perpetuar sus déficirs


de pagos externos.
3. Es preciso repensar el sistema monetario, que ha dejado de ser
funcional, y reemplazar las tipos de cambio floranres v el patrón
dólar por un sistema que articule sistemas monetarios regionales
(incluyendo la unidad monetaria europea v las monedas regionales
de cada de las grandes regiones del Tercer Mundo, así como la de
la antigua Unión Soviética) de forma que garantice la estabilidad
relativa de los tipos de cambio v refuerce ei funcionamiento de los
mercados de capitales de la manera t'a sugerida. Lo propongo
como una alternativa a la transformación del FMi en un banco
central mundial, habida cuenta de que tal cosa es utópica y peli
grosa, dadas las tendencias polarizadoras de los mercados de capi-
tales globales.

Las funciones y propósito de las regiones que sugiero no se limitan a


ser espacios de it-rtegración económica preferente, sino que deberían ser-
vir también como espacios políticos que favorezcan el refuerzo colectivo
de la posición social de las clases y subregiones desfavorecidas. Esta re-
gionalización, por tanto, no se limitaría a los límites del Tercer Mundo,
sino que serviría también para los espacios europeos.
La perpectiva de un compromiso de este tipo entre globalización ,v
autonomía regional y local (1o que he denominado <.desconexión cohe-
rente>> en respuesta a los nuevos desafíos) exigiría una seria revisión del
concepto de <<asistencta para el desarrollo>>, así como la democratización
del sistema de las Naciones Unidas, que podría entonces dedicarse a im-
plementar los objetivos del desarme (favorecidos por las medidas de se-
guridad regional y nacional emprendidas en el estructura de reconstruc-
ción regional). Las Naciones Unidas estarían en condiciones de poner en
rnarcha un sistema de impuestos o tasas de alcance mundial (estrecha-
mente vinculado a la gestión de los recursos naturales del planeta), así
como de complementar su propia orsanización como sistema de relacio-
nes interestatales con un parlamento mundial capaz de reconciliar las exi-
gencias de universalidad (derechos individuales, derechos colectivos de
los pueblos, derechos sociales v políticos) con la diversidad de nuestra he"
rencia histórica v cultural.
Debe quedar claro que todo este provecto no tiene posibilidad alguna
de realizarse a menos que las fuerzas sociales estén en condiciones de rea-
lizar las necesarias reformas que cristalicen, primero, a nivel de Estado-na-
ción, puesto que no hay posibilidad alguna de reforma dentro de las es-
rructuras impuestas por la liberalización y polariz,ación global. La retorma
cle los diversos sectores (reorganización de la administración, del sistema
130 El capitalismo en la era dc la giobalización

impositivo, de la educación, el apoyo al desarrollo participativo) y una vi-


sión más general de la democrarización de las sociedades y de su gestión
política v económica son pasos y estadios preliminares que no pueden ni
esquivarse ni saltarse. Sin ellos, la visión de una orden planetario reorga-
nizado v susceptible de salvar al mundo del caos y de la crisis, así como de
relanzar el desarrollo, seguirá siendo fataly totalmente utópica.

-\o/¿s

Para evitar repeticiones innecesarias, el texto anterior ha resumido


las conclusiones de reflexiones desarrolladas más extensamente en:

7. La naturaleza del ciclo de <<posguerra>>


o S. Amin (comp.), Mondialisation et Accumulation, París, L'Harmat-
tan,1991, especialmente págs. 10-19 (los tres pilares que consritu-
ven la base de la expansión de posgueffay las razones de su ero-
sión); S. Amin, Re-Reading the Post-\X/ar Period: An Intellectual
History, Nueva York, Monthly. Revierv Press, 1994, cap.8 (el co-
lapso de los mecanismos de regulación capitalista).

2. Nueuas formas de explotación t, formas de polarización global (con


énfasis en 1o que he denominado los <<cinco monopolios>> que reproducen
).a polarrzación en las nuevas condiciones r, las correspondientes formas
de 1e1'del valor globalizada)
. S. Amin, <<The Future of Global Polarization", Universidad de Na-
gova, 1994, cap. 1 en Reuiea, Nueva York, Binghampton.

3. Gestión política de la crisis


. S, Amin, Empire of Cbaos, Nueva York, Monthly Review Press,
1993, cap. 1 («El imperio del caos>>), cap. 2 (<<La nueva globaliza-
ción capitalista>>), cap. 5 («Conflictos regionales»); y «Les strarégies
militaires de 1'hégémonie américaine>>, en S. Amin (comp.), Les en-
j e u x s t rat é giq ue s e n M é di t err a n é e, P arís, lHarmattan, 199 l, p ágs.
11 105. También, por último, S. Amin, <<El auge de la etnicidadrr,
capítulo 4 del presente libro.

4. Críticas del orden de Bretton Woods, así como argumentaciones a


favor de las reformas propuestas.
o Véanse los caps. 2 y 3 del presenre libro y S. Amin, Regionalizatíon
in the Third World in Response to the Cballenge of Polarizing Glo-
balization (en prensa).
¿Cuá1es son las condiciones para relanzar el desarrollo dcl sur? l) I

Referencias

P. Gonzá\ez Casanova (comp.), Érut u Politique dans le Tiers Moncle,


París, L F{armattan, 1994.
K. Polanyi, Tbe Great TransJórmation,Londres, 1944.
Capítulo 6

LOS RETOS DE LA GLOBALIZACIÓN: EL CASO EUROPEO

Después de la Segunda Guerra Mundial se inició un buen período


para Europa occidental. En pocas décadas, los países de la región recu-
peraron el retraso que habían acumulado desde 19ú y alcanzaron a Es-
tados Unidos, hasta entonces único beneficiario de las dos guerras mun-
diales. Parecía incluso que los ancestrales odios nacionales estaban
condenados a desaparecer para dejar paso a una nueva generación con un
nuevo sentimiento de europeidad. Desde esta perspectiva puede decirse
que la consmucción progresiva de la Comunidad Económica Europea
(CEE) tuvo funciones útiles y que presenta un balance indiscutiblemente
positivo. Años después, sin embargo, reapareció la <<crisis>> y con ella un
panorama que puede describirse así: disminuyeron notoriamente las ele-
vadas tasas de crecimiento, sin precedentes hasta el momento; la pers-
pectiva de una continua progresión del nivel de vida perdió credibilidad
v el paro, que había desaparecido de la escena durante treinta años, re-
surgió de forma brutal, masiva l,duradera. En la actualidad,la Unión Eu-
ropea, fascinada por sus éxitos, tiene ante sí el reto de la ampliación hacia
el Este, algo que plantea algunos interrogantes: ¿sabrá hacer frente a los
nuevos desafíos que se le avecinan? Si lo hace, ¿en qué condiciones?.

I-¡ n¡rra
DE COMpLEMENTARIEDAD poLÍTICA EN EL pRoyECTO posBÉLrco
DE COMUNIDAD ECoNÓMICA EURoPEA

1, Tras la Segunda Guerra Mundial, todos los pueblos de Europa de-


bieron enfrentarse a importantes desafíos que alimentaron todo tipo de
temores, algunos bien fundados y otros claramente ilusorios. Europa se
vio dividida en dos, y si bien, de acuerdo con la imaginación compartida.
cada una de las áreas parecía amenazar ala otra,lo cierto es que no exis-
tió riesgo alguno de agresión militar.
La posguerra debía ser una época depaz, algo que, pese a 1o que a
menudo se ha sugerido, no era solamente el resultado del paraguas nu-
clear norteamericano y del equilibrio del terror entre las dos superpo-
tencias. En realidad, el equilibrio militar fue un fenómeno tardío, data-
ble hacia 1970, casi veinte años después de la puesta en marcha de la
L)4 El capiralismo en la era de la globrlizacíón

reconstrucción y cuando el milagro europeo empez^ba a perder fuerza,


sin que nadie pareciera querer percatarse del asunto. De hecho, en aquel
momento algunos ya consideraban que la protección militar estadouni-
dense era incorrecta.
Si el régimen soviético hubiera tenido intención de invadir Europa
habría dado muestras de ello con anterioridad. l{unca pensó hacerlo, li-
rnitándose a mantener la tradicional actitud defensiva de «país cercado>>
que adoptó en lgll . Lo que quería Stalin, que si bien no fue un gran de-
mócrata socialista tampoco estaba loco como Hitler, era disponer de una
,<barrera protectora>>, un deseo concebido con una idea anticuada de la
estrategia militar.
Estados Unidos, por su parte, pensó su estrategia de <<roll backr>
como algo progresivo, sin una clara agresión militar, cuyos riesgos cono-
cía. Por otro lado, la visión qr-re Estados Unidos tiene de su hegemonía
mundial la que se siente impregnado- no procedía de los métodos
-de
v conductas dementes v criminales de Hitler'. De ahí que no sorprendiera
a nadie que la Unión Soviética no apoyara a los comunistas griegos entre
1945 y 1947 o que Washington no interviniera en los sucesos de Flungría
en1956. Los únicos países que se liberaron de la tutela de Moscú
goslavia desde 1948 y Albania a partir de 1960- lo hicieron solos, -Yu sin el
apoyo de Occidente, del que ni siquiera recibieron excesivas muestras de
simpatía.
Pero, aunque no existiera peligro real de guerra, ¿no lo había, quizás,
de <.revoluciones>>? Eso fue 1o que pensaron algunas personas en los dos
sectores en que se dividió la opinión, al menos en Francia e Italia, aunque
se trataba, como la historia se encargaría de demostrar, de un doble espe-
jismo. No obstante, queda la duda, imposible de responder con exacti-
tud, de saber cómo habrían reaccionado los pueblos si la reconstrucción
no se hubiese estancado. Es posible que, influidos por el espíritu antifas-
cista dominante en la época y por el recuerdo amargo de los regímenes de
entreguerras, se hubieran dejado convencer por lo que hubiera aparecido
como un comienzo triunfal de la construcción del socialismo en el Este.
Personalmente, dudo que tal cosa hubiera pasado, pero incluso en ese
caso, si las fuerzas conservadoras locales y el ejército estadounidense hu-
bieran aceptado tal orden de cosas en virtud de una situación de hecho
(es sabido que no la aceptabañ v, en secreto, tenían previsto un plan para
dar un golpe de Estado en caso de victoria comunista, aunque ésta tuvie-
se lugar mediante unas elecciones), Moscú se habría sentido molesto con
un regalo como ése, que hubiera amenazado con poner en cuestión su
propia concepción del «socialismo>>. Creo, por otra parte, que todas esras
hipótesis un poco extravagantes no merecen nuestra atención. No había
razones para que la reconstrucción no se hiciera rápidamente y bien.
Los retos de la globalización: el caso europeo I35

Consciente del reto, Estados Unidos acudió en ayuda del continenre con
el plan Marshall.
Otra de las grandes preocupaciones de la opinión pública de la épo-
ca, que hoy tenemos tendencia a olvidar pese a que impregnó toda Euro-
pa en los primeros tiempos de la posguerra, era la relacionada con el re-
nacimiento del poder industrial y militar de Alemania. Stalin renía su
<<zona de seguridad>> o <<barrera protectota>> para hacerle frente. Inglate-
rra, por su parte, optó por una alianza permanente e incondicional con
Estados Unidos. Francia, cuyo estatus de gran potencia empezaba a ser
algo del pasado, era particularmente sensible a esa eventual amenaza.
¿Cómo evitarla? Inicialmente se pensó pura y simplemente en desmanre-
lar Alemania, una solución qLre pronto se descartó. De Gaulle, que había
tenido que pasar por las horcas caudinas de ser aliado de segunda fila,
abrigaba sentimientos encontrados hacia el protector estadounidense.
Por otra parte, una alianza con Moscú significaba arriesgarse a reforzar \a
posición de los comunistas. En esa situación se abrió paso una nueva idea:
neutralizar a Alemania absorbiéndola en el objetivo de construir Europa.
Esta idea permitía pensar en arraigar la democracia al es¡e del Rin y tam-
bién en lograr la apertura de mercados que se requería para consolidar la
hegemonía estadounidense. Para acabar con las tendencias si no autár-
quicas sí al menos fuertemente proteccionistas que caracterizaron la Eu-
ropa de entre€luerras, el plan Marshall se propuso apoyar la intensifica-
ción de los intercambios comerciales inraeuropeos como preludio a la
apertura sin límites. Dicha elección fue justamente la inversa que la que
medio siglo después se ha tomado respecto de la antigua Europa del Este.
En este caso, las potencias occidentales y las organizaciones inspiradas
por ellas intervinieron inmediatamente para desmantelar las interdepen-
dencias existentes en el seno de1 COMECON (cuyo nombre oficial era,
como es sabido, Consejo de Ayuda Mutua Económica), una decisión que
afectó negativamente a la <<reconstrucción» del Este.
En esta atmósfera de posguerranaci6 el proyecto de una Comunidad
Europea, algo que debíamos recordar para ocuparnos ahora, )' compren-
der, su posterior evolución.

2. Desde el punto de vista del detalle histórico, sabemos que el pro-


vecto europeo tuvo su primera expresión en la creación de la CECA (Co-
munidad Europea del Carbón y del Acero) en 195i. Ta1 cosa puede en-
tenderse como la respuesta deJean Monnet a los temores franceses a que
se produjera un renacimiento del complejo militar-industrial alemán: cla-
ra v simplemente, con ello se lograba insertar la industria pesada alemana
dentro del proceso de construcción europea. Por el contrario, el proyec-
to paralelo encaminado a neutralízar al ejército alemán integrándolo en
136 E1 capitalismo en la era de la globalización

una fuerza europea (mediante la creación de un marco común denomina-


do Comunidad Europea de Defensa) fracasó en 1954. El resultado fue fi-
nalmente que el nuevo ejército alemán estaría limitado tras su recons-
trucción en tres sentidos y dimensiones: a) mediante la participación de
Alemania en la OTAN; b) mediante la prohibición de disponer de arma-
mento nuclear; y c) mediante las disposiciones constitucionales
criticadas hoy en día- que restringen cualquier posible intervención-muyfue-
ra de las fronte¡as alemanas. La cuestión militar alemana siguió generan-
do preocupación,lo que sin duda llevó a De Gaulle a sabotear el Euratom
(creado en 1957) prefiríendo, en este ámbito, dar su apoyo a la Comisión
(francesa) parala Energía Atómica y alentar la entrada de Francia en el
club nuclear.
Como suele decirse, los pequeños detalles, la historia con minúscula,
son los que hacen la Historia. El éxito de la CECA fue sólo provisional,
puesto que el acero y el carbón ya no eran como antañolafuerza motriz
de los sistemas económicos, pero el impacto conjunto de dicho éxito y el
fracaso de la dimensión política del proyecto (la CED), unidos alallega-
da de De Gaulle al poder en Francia, modificaron la dirección de la cons-
trucción europea, desde el Tratado de Roma ¡951) hasta la actualidad,
centrándolo en el objetivo de la integración económica, mientras que la
integración de los poderes políticos, sin quedar totalmente olvidada, fue
avanzando con considerable retraso respecto de la económica.
En la actualidad, este desequilibrio está en el centro mismo del desa-
fío europeo. ¿Se puede corregir ese desequilibrio acelerando la construc-
ción de la Europa política? ¿Es eso lo que quiere la población? ¿Es desea-
ble? ¿Es posible consolidar defínitivamente lo conseguido en el terreno
económico sin avanzar en la integración política? Volveremos sobre todas
estas cuestiones.
La construcción de la «Europa económicar> exigió tomar decisiones
vitales con consecuencias a largo plazo. ¿El objetivo era únicamente crear
una zona de libre cambio más fuerte i, abierta hacia un sistema mundial,
que a su vez se úafaría de hacer io más permeable y abierto posible? o,
por el contrario, ¿el objetívo debía ser establecer una estructura capaz de
oponer resistencia por sí misma a las presiones exteriores consideradas
negativas?, una concepción que no coincide necesariamente con la visión
extremista de la «Europafortaleza». Dicho de otra forma, se trata de de-
cidir si Europa ha de complementarse con Estados Unidos y Japón, o
bien competir con ellos. En mi opinión, la opción por una u otra posibi-
lidad, latente en cada etapa y en cada gran decisión, no se ha hecho de
forma clara. Algo lógico, por 1o demás, a tenor de las opiniones divergen-
tes que enfrentan a determinados Estados miembros y al hecho de que
también está dividida al respecto la opinión pública de cada país.
Los retos de la globalización: el caso europeo I37

Sea como sea, la dimensión política de la construcción europea, pese


a estar todavía en un estado embrionario, no puede influir de forma deci-
siva en ia toma de decisiones en lo relativo a la integración económica.
Por el contrario, cada elección en el terreno económico presupone, al me-
nos implícitAmente, opciones políticas coherentes con ellas. Por tanto, lo
que se plantea claramente es el conflicto entre la perspectiva de una Eu-
ropa políticamente integrada (con un gobierno supranacional, se llame
como se llame) o una <<Europa de las Naciones» (para emplear la fórmu-
la gaullista, que coincide con el permanente punto de vista británico) que
tan sólo pretenda coordinar las distintas políticas nacionales. Y también
en este caso surge la pregunta: ¿qué hacer? ¿Hacia dónde orientarse?
¿Hay que mantenerse en una línea de agrupamiento solidario con el con-
junto del Atlántico Norte, en paralelo con la OTAN, o bien seguir una lí-
nea independiente que, sin necesidad de decir su nombre, podría acabar
siendo la de un neoimperialismo europeo?
Al eludir o aplazar la decisión en la climensión política, Europa opta-
ba por avanzar únicamente en la construcción de un mercado común, po-
tencialmente un mercado único, pero lejos aún de serlo en la realidad. Di-
cho de otra forma, se optaba por la línea de menor resistencia, la del
mínimo común denominador. Una opción que, habida cuenta de su sig-
nificación a largo plazo, yo calificaría como claramente de derechas.
Con ello no quiero decir que fuera la elección de ia derecha europea
(liberal y conservadora) en oposición a la izquierda (socialista). En uno y
otro campo enconffamos tanto la adhesión al provecto europeo como re-
ticencias diversas. El rechazo totai o mu1, amplio es ahora minoritario,
aunque amenaza con adquirir fuerza. No siempre fue así. Durante largo
tiempo existieron fuertes reticencias en algunos países que sólo muy re-
cientemente se unieron a la Comunidad tlos escandinavos). A la extrema
derecha fascista la idea de Europa le resulta completamente ajena, aun-
que no se atreva a decirlo públicamente. Los partidos comunistas se opu-
sieron en principio al proyecto de una <<Europa de los mercaderes>>, pero
después tuvieron que unirse a él sin ni siquiera estar en condiciones de
negociar su apoyo. La derecha en su conjunto siempre ha reunido inte-
reses económicos divergentes. Por un lado, segmentos del gran capital
moderno y competitivo (en la industria, la agroindustria o las finanzas)
prefieren casi siempre la apertura de mercados. Otro tipo de industrias,
sobre todo aquellas que están en declive, necesitan servirse del protec-
cionismo nacional. Por ello la derecha siempre ha mostrado marices,
cuando no divisiones nítidas, en función de los asuntos concretos que se
tra¡an en Bruselas. Lo mismo ocurre con la izquierda. Aun partiendo de
la hipótesis de que la izquierda es menos sensible a los intereses de las dis-
tintas patronales, lo que no siempre es cierto. sí es sensible a los intereses
118 El capitalismo en la era de la globalización

igualmente divergentes de los trabajadores. ¿Las modalidades concretas


de expansión del mercado que se pretenden implementar favorecerán
una homogeneización por arriba, mediante una especie de efecto dominó,
y permitirán el aumento de los salarios y la n-rejora de las prestaciones so-
ciales para los sectores más desfavorecídos, o, por el contrario , alentarán
una homogeneización por abajo, aumentando la competencia entre los
trabajadores, sobre todo en época de crisis? En este terreno existen opi-
niones divididas, que varían en función de los campos de actuación y de
las modalidades de las decisiones en cuestión. Además, siempre están
presentes las percepciones ideol<igicas, tanto en la derecha (donde abun-
da el nacionalismo, y ciertas dosis de hostilidad hacia el comunismo)
como en la izquierda, en principio más favorable a una perspectiva inter-
nacional, pero donde también encontramos nacionalisrno.
Lo que quiero decir es que el hecho de que el proyecto avanzaraenla
línea de menor resistencia permitió tomar impulso a la apertura de los
mercados, mientras que en los campos de la gestión sociai y'política Euro-
pa no se decidió a modificar ias estructuras nacionales vigentes. La sim-
ple apertura de los mercados reiorzó a1 capital v contribuyó a mejorar su
posición en la relación antagónica que éste mantiene con el trabajo. El
equilibrio sólo podría haberse mantenido si. al mismo tiempo, se hubie-
ran tomado medidas sociales de limitación del mercado con el objero de
reproducir a escala en el mercado amplio (europeo) las condiciones de
funcionamiento de la relación capital/trabajo existentes en los mercados
más restringidos (nacionales).

Los locnos DE LA ColtuNlo¡o EuRopE.t: u\ BALANCE suMARro

1. Lo cierto es que, en la actualidad. el balance de la CEE en el plano


del desarrollo económico (e incluso social) es indiscuriblemente positivo.
La verdadera cuestión estriba en saber por qué ha sido así. Un economis-
ta neoliberal dogmático diría simplemente que tal resultado se debe a la
apertura de los mercados, que siempre esrimula el crecimiento, 1o que a
su vez, merced al efecto dominó, beneficia a toda la población, es decir,
tanto a trabajadores como a empresarios. En mi opinión, tal tesis es erró-
nea, tanto en 1o relativo a la relacíón de causalidad entre mercado v ex-
pansión (creo que es la expansión la que abre los mercados y no al revés),
como en io que atañe a ia distribución de los ingresos (creo que los efec-
tos dominó sólo existen en la imaginación de los neoliberales y que, cuan-
do se producen, son el resultado de las conquistas sociales arrancadas en
contra de la lógíca unilateral del mercado). No me extenderé aquí en esta
teoría que ya he expuesto con anterioridad.
Los retos de 1a globalización: e1 caso europeo 139

Por consiguiente, la causa del balance positivo ha de ser otra, El ver-


dadero motor del fuerte crecimiento alcanzado por los países europeos .

durante la posguerra fue el compromiso social capital/trabajo, producto


de la victoria contra el fascismo y, por ende, de un equilibrio de fuerzas
más favorable para los trabajadores que en cualquier otro momento de la
historia del capitalismo. La generulización en Europa del Estado del bien-
estar, construido sobre las sólidas bases de lo que otros han denominado
«fordismo», fue la base del crecimiento excepcional de posguerra. En ese
contexto, la apertura de los mercados no sólo resultaba posible e incluso
fácil, sino que además era un medio de reforzar la potencial expansión del
modelo. Si la apertura, de acuerdo con lo que sostienen los manuales, se
hubiera dado sin el dinamismo interno del Estado del bienestar, se habría
logrado un resultado casi fatalmente inverso: la degradación de la pro-
ducción, justamente 1o que ocurre actualmente, como consecuencia de la
apertura impuesta al Tercer Mundo africano, fuabe y latinoamericano.
No obstante, el Estado del bienestar tenía carácter nacional, es decir, fun-
cionaba por medio de políticas de Estado estrictamente nacionales que
mantenían el <<contrato socialr, capital/trabajo y cuyo contenido esencial
radicaba en asegurar un crecimiento de los salarios paralelo al de la pro-
ductividad nacional.
La eficacia de tales políticas nacionales fue, asimismo, lo que evitó
que la apertura de los mercados se saldará con un empeoramiento de las
desigualdades en beneficio de los países más dinámicos; éstas, por el con-
trario, se redujeron. El ejemplo más claro es el de Italia, que con sus ex-
cepcionales tasas de crecimiento ha progresado en la escala europea.
¿Gracias a la CEE? Desde luego, la CE,E contribuyó al éxito no sólo por
abrir a la industria del norte de Italia e1 r'asto mercado europeo, sino tam-
bién por el apoyo prestado al esfuerzo de modernización del sur italiano.
Bien es cierto que, en este terreno, esa contribución fue accesoria, ya que
el esfuerzo principal 1o hizo el propio Estado italiano a través de una re-
distribución interna. Con anterioridad a su adhesión a la CEE, también
E,spaña había registrado tasas de crecimiento que permitían pensar que
estaba en un claro proceso de recuperación económica. Por consiguiente,
el factor decisivo en e1 éxito atribuido a la CEE, fue, en realidad, algo de-
bido a las políticas nacionales articuladas en torno al Estado del bienes-
tar, aunque sea en r,ersión pobre, y al fordismo. En ausencia de contrape-
sos sociales organizados y de políticas de Estado enérgicas que apoyen
esas contrapartidas, la apertura de los mercados en sí misma siempre ha
tenido un efecto polarizador y no reductor de las desigualdades.

2. Aparte del crecimiento excepcional registrado en Europa duran-


te tres décadas (1910-1980), la CEE cuenta con otros logros destacables.
140 El capitalismo en la era de la globalización

El principal, a mi modo de ver, es la Política Agrícola Común, que des-


conectó los precios agrícolas y fijó precios de íntervención superiores a
los del mercado mundial. De esa forma se aseguraban a los agricultores
unos ingresos comparables a los de los habitantes de las ciudades, a lo
que hay que añadir también la protección a través de gravámenes sobre
las importaciones agrícolas para ponerlas al nível de los precios comuni-
tarios, Con todo ello, la CEE se procuró un instrumento eficaz que ha
permitido un espectacular progreso de su agricultura, hasta el punto de
que ahora Europa no sólo es autosuficiente, sino que se ha convertido en
un importante exportador. Llegados a este punto, el éxito se convierte en
un problema, pues los excedentes de producción que no se pueden ven-
der se acumulan, en detrimento del apoyo prestado a los exportadores a
través de la compensación que se les da por el equivalente de los gravá-
menes. Merced al éxito, la CEE está eñ condiciones de reducir gradual-
mente los precios de intervención si es necesario. Resulta deplorable que
una Europa que pone en práctica el principio fundamental de la desco-
nexión, niegue a los países de1 Tercer lv{undo el derecho a actuat del mis-
mo modo.
El sistema monetario europeo, concebido para proteger ala CEE de
las fluctuaciones brutales del dólar desde 1972, empezó a producir resul-
tados favorables a partir de finales de la década de los setenta. No obs-
tante, los absurdos dogmas monetaristas han oscurecido la verdadera ra-
zón del éxito, que exige una discusión auténtica. ¿Se debe a un principio
subyacente en el sistema o a una coyuntura que hizo que los principales
Estados miembros pusieran en marcha políticas económicas generales (no
sólo monetarias) paralelas? Personalmente, me inclino por la segunda ex-
plicación,1o que permite concluir que el sistema sigue siendo frágil, como
debería haberse notado por las sucesivas crisis a partir de 1992. En este
terreno, Europa no ha optado por la desconexión como ocurrió en el caso
de la agricultura. La llberalizaciín a escala mundial de los movimientos
de capitales, principio que Europa adoptó siguiendo a Estados Unidos y
en conjunción con la recesión de los años ochenta, redujo la eficacia de la
protección colectiva de las monedas europeas y, de rebote, disminuyó
también la eficacia de su solidaridad colectiva. Esta fragilidad obligará
antes o después a los Estados miembros a adoptar políticas económicas y
monetarias divergentes. Y, .n mi opinión, el único medio de protegerse
contra esta evolución medio que reduciría considerablemente el al-
-un y las perspectivas de integración económica-
cance del <<gran mercado>>
es también la desconexión, es decir, dotarse, bien a nivel comunitario
' bien en su defecto a nivel nacional, de los medios necesarios para regular
las transferencias de capitales con vistas a reducir los efectos devastado-
res de la especulación financiera.
Los retos de la globalización: el caso europeo l4l

Por decirlo en forma de pregunta, ¿la apreciable reducción de las di-


ferencias en cuanto a desarrollo y niveles de vida entre la Europa medite-
nánea (Itaiia y España)y la Europa del norte (considerando que Francia
ocupa una posición intermedia y que el Reino Unido se enfrenta a un de-
clive histórico), diferencias que antes de la Segunda Guerra Mundial y en
la inmediata posguerra eran gigantescas, hay que apuntarla en el haber de
la construcción europea? Ya he dícho anteriormente que estos logros de-
berían atribuirse tanto a la eficacia de las políticas nacionales de Francia,
Italia y España en concreto, como a lu, Áportrnidades ofrecidas por la
ampliación del mercado. Por lo que respecta a la política específica de
la CEE en la materia (subvenciones a ios países y regiones desfavoreci-
das), ésta simplemente ha desempeñado un papel complementario. Tales
subvenciones, que desde luego no son despreciables, van destinadas en
gran medida, como es sabido, a Irlanda, Portugal, Grecia, el sur de Italia
y ala antigua Alemania del Este. Pero, al menos en lo referente al sur de
Italia y a la Alemania del Este, el éxito o el fracaso de la reconstrucción
económica dependerá sobre todo de las estrategias políticas y de las ac-
tuaciones de los Estados italiano y alemán. Tampoco se ha demostrado
que, en el caso de Grecia, estas subvenciones hayan sido necesariamente
positivas. E,s posible que hayan contribuido a que el país se estanque, clui-
zás porque ingresó demasiado pronto en la Comunidad sin tener una ca-
pacidad competitiva suficiente y ahora se encuentra relegado a funciones
marginales, como el turismo. El fenómeno, que se engloba dentro de una
problemática más general sobre los efectos devastadores de la integración
de las regiones del capitalismo periférico en los mercados mundiales, po-
dría volver a producirse el día de mañana con los países del Este, que
también se ven presionados para ingresar en la CEE. La historia des-
miente cruelmente el espejismo, puesto de manifiesto cada vez que se
afirma que siempre se puede sacar provecho de una relación de depen-
dencia respecto a un centro desarrollado, que alimenta la ideología do-
minante, a saber: que más vale integrarse en los organismos constituidos
en torno a los polos desarrollados que quedarse fuera de ellos. ¿Acaso no
depende Haití de Estados Unidos? Es cierto que existe el efecto de arras-
tre, pero también lo es que pueden producirse efectos de devastación que
los adversarios dogmáticos de la desconexión ignoran por principio.
Por otra parte, si se estudia de cerca 1o ocurrido en Europa durante
el gran resurgimiento del período 1950-1980, se aprecia que si bien en
coniunto se han reducido las desigualdades entre países, con frecuencia
las desigualdades regionales dentro de cada Estado se han visto acentua-
das. La CEE no es obviamente responsable de tales rasgos, producidos de
forma natural por la expansión capitalista, que sólo habrían podido com-
batirse con políticas nacionales más atrevidas.
1,42 El capítalismo en la era de la globalización

A pesar de los logros que hay que apuntar en el haber de la CEE, el


mercado único no es aún una realidad completa. La energía y los trans-
portes están todavía lejos de adaptarse a la lógica comunitariay atien-
den a lógicas nacionales específicas que, por esta misma razón, a veces
originan conflictos. No obstante, la Comunidad se ha propuesto conse-
guir su integración en el mercado único a través de desreguiaciones y
privatizaciones ya en curso. En mi opinión, estas opciones son negativas
en la medida en que, al tratarse de sectores oligopolísticos (o incluso
monopolísticos) por naütraleza, a menudo habían sido objeto de nacio-
nalizaciones. Con las nuevas medidas, los monopolios públicos son sus-
tituidos por oligopolios privados cuya propia lógica de actuación no ga-
rantiza la obtención de resultados en coherencia con las exigencias del
desarrollo óptimo del espacio europeo en su conjunto. Por el contrario,
es de temer que la lógica del beneficio a corto plazo acentúe las desi-
gualdades en el desarrollo. La alternativa habúa sido una coordinación
planificada por la comunidad de Estados. Los prejuicios ideológicos
imperantes y la sumisión de los gobiernos a las exigencias del capital fi-
nanciero en busca de inversiones rentables son los responsables de esta
desafortunada elección.
Aún más grave es, en mi opinión, el hecho de que Europa no haya de-
sarrollado sus propias políticas industriales. Algunos Estados 1o han hecho
a veces, pero, por 1o general, suelen seguir la pauta, es decir, el liberalismo
antiestatista en boga. En el terreno de la investigación y el desamollo
(I+D), una esfera de la política que suele considerarse crucial, Europa si-
gue en desr,entaja respecto a Estados Unidos yJapón. Los proyectos de la
Comunidad para paliar las insuficiencias nacionales siguen estando muy li-
mitados por su importancia y alcance.
Así pues, a pesar del balance positivo de la CEE, Europa no está ver-
daderamente decidida a seguir la vía que le permita, más aiiá de la cons-
trucción de una zona de libre cambio (un pseudomercado único), lograr
una verdadera integración económica.Paru caminar en esa dirección de-
bería sustituir de forma progresiva los sistemas productivos nacionales
heredados del pasado por un sistema productivo europeo. El salto cuali-
tativo que esta transformación representa implica como prerrequisito la
resolución de problemas políticos que apenas han sido planteados.
En estas condiciones, nos guardaremos de otorgar al crecimiento de
los intercambios intracomunitarios la importancia que le conceden los
discursos triunfalistas. Es cierto que los intercambios intracomunitarios
entre los distintos Estados miembros, que eran del25'A al 40"A en 1960
(cifras apenas diferentes de las anteriores a la Primera o la Segunda Gue-
rra Mundial), han pasado a ser en la actualidad del orden del50% o el
60oA.Pero este avance en sí mismo, si bien refleja una preferencia co-
Los retos de la globalización: el caso europeo 143

munitaria ya establecida, no es sinónimo de un sistema productivo inte-


grado.

J. Concluiremos esta presentación c;íiica .1c los logros económicos


de la Comunidad hablando de su presupuesto, que resume perfectamen-
te su naturaleza, su alcance y sus límites.
Aunque el montante del presupuesto comunitario no es despreciable,
es bastante limitado: es el equivalente al 2,4"/" del total de los presupues-
tos de los países miembros. Sus fondos se obtienen de los aranceles
(I8%) sucede en cualquier unión aduanera-, de los gravámenes
-como
sobre las importaciones agrícolas (3%) a ruiz del éxito de la PAC
están disminuyendo-, del IVA (5I%) -que
y de las cotizaciones de los Esta-
dos miembros en proporción a su PNB (21%). La preocupación por ase-
gurar condiciones de competencias normales está en el origen del esfuer-
zo de armonización fiscal rcalizado por la CEE. De acuerdo con la
doctrina financiera convencional dominante, que afirma que únicamente
los impuestos indirectos intervienen en la elaboración de los precios, se
ha acordado una armonización relativa del IVA lejos, la más impor-
-de
tante de las tasas impositivas a la hora de fijar los precios, adoptando un
mínimo del t;"A (algunos países han llegado hasta el 25%). Por el con-
trario, y siguiendo la misma doctrina, no se ha considerado necesario ar-
monizar los impuestos sobre la renta. En mi opinión, esta doctrina no es
demasiado sólida y debería relativizarse, ya que la estructura del reparto
de la renta por el impuesto sobre la renta- es uno de los as-
-afectada
pectos determinantes del vector de los precios relativos y, por tanto, in-
fluye en las condiciones de competencia. Una integración económica
fuerte exigirá 7a armonización de este impuesto, algo que la opinión pú-
blica europ ea está lejos de aceptar.
En el apartado de gastos, el presupuesto comunítario se destina al
mantenimiento de la PAC (50% del total), ayudas regionales (30"A), ayu-
das al Tercer Mundo (5%) e investigación y desarrollo (I+D) (4%). Se
puede observar cómo el éxito de la PAC y las dificultades que tiene Euro-
pa paru exportar sus excedentes de producción han hecho que la partida
destinada a apoyñ las exportaciones agrícolas tienda a disminuir, concre-
tamente del80% de hace unos años aL50"/. actual. En cambio,las ayudas
destinadas a las regiones desfavorecidas han aumentado espectacular-
mente a raíz de la reunificación alemana. En numerosos países a la opi-
nión pública le cuesta admitir que el coste de esta decisión eminentemen-
te política no sea asumido exclusivamente por Alemania, teniendo en
cuenta además que ha servido para que su posición como primera poten-
cia de la Comunidad se vea rcf.orzada. Por el contrario, la asistencia a los
países del Tercer Mundo se resume en cifras más que pobres: ¡las ayudas
114 E[ capitalismo en l¿r era de la globalización

concedidas a la periferia europea son seis veces más cuantiosas para una
población de diez a veinte veces ñlenorl Este modesto volumen parece
más una cuestión de caridad que de solidaridad internacional. En cual-
quier caso, no alcanza el umbral mínimo para permitir la construcción cle
un espacio regional euroafricano. Esto demuestra una realidad que no
siempre se admite: a pesar de los acuerdos de asociación CEE-ACP (Áfri-
ca, Caribe y el Pacífico), no existe una visión política de las relaciones en-
tre Europa, por un lado, v ei mundo árabe, Áf.i.a subsahariana y el Ter-
cer Mundo en generai. por otro. Es probabie incluso que los Estados
miembros por 1o menos alguno de ellos- tengan una concepción de
-o
estas relaciones r-de la regionalización en general que excluya la escala
mundial que éstas implican.

El t rr- R(-) DE L \ I\TEGR {cIóN EURopEA EN LA ERA DE LA


§-r-ri -.ill if lQ\

El balance de los resultados obtenidos por la CEE pone de mani-


1.
fiesro principal característica dela constrllcción europea, a saber: que
1a
hasta la iecha se ha limitado prácticamente a crear un espacio comercial
abierto, ni siqr:ie ra un espacio económico con visos de ir-rtegración. Todas
las tentativas de ir más aliá han chocado con lafalta de una concepción
política c'le Europa. Todos los europeos son perfectamente conscientes de
este hecho )', en general, 1o lamentan. Es cierto que, como veremos, se han
creado instrumentos para lograr la construcción política, pero aún falta
por saber qué se quiere hacer con ellos. Y lafalta de visión política y del
necesario complemento en ei plano de la perspectiva social influye, a su
vez, en la infraestructura económica común ya construida. Queda por sa-
ber cómo quieren Europa y los Estados que la componen ubicar su pro-
yecto proyectos- en el sistema mundial, económico y político.
-o
El iuturo de la construcción europea permanece completamente
abierto. Podría profundizarse en la integración hasta lograr r-rn ente polí-
tico y social completamente nuevo, o bien quedarse estancada, margina-
da, e incluso perder la ftterua y ia importancia que ha adquirido. Europa
no es una realidad poiítica irreversible.
Siempre que el proyecto europeo se ha enfrentado al riesgo de cues-
tionar aspectos cruciales de la soberanía nacional, dio la impresión de que
se llegaba al límite de lo posible, algo que impedía ir más allá. He aquí al-
gunos ejemplos de los muchos posibles:

1. La investigación y desarrollo (I+D) es una responsabilidad emi-


nentemente nacional y su traspaso a instancias comunitarias es
Los retos de la globalización: el caso europeo I45

muy limitada, sin alcance decisivo. ¿No será porque el I+D está fuerte-
rlente unido al desarrollo del potencial militar, como nos recuerda el caso
de Euratom?
2. Los mercados pírblicos no están hasta ahora sometidos a una ver-
dadera competencia a escala comunitaria. Por diversos medios, a
veces indirectos, los Estados evitan que se cuestione la preferencia
nacional en este campo, que consideran un ejercicio de soberanía.
l. El derecho mercantil especialmente el societario- sigue sien-
do competencia de los -yEstados. Los proyectos de unificación
una exigencia casi evidente debido a la aparición de multinaciona-
-
les ,,europeas>> en lugar de las alemanas, británicas o f¡¿¡sss¿5-
no van más allá del discurso puramente retórico o de los estudios
académicos.
4.Las producciones cinematográficas y televisivas no forman parte
de las esferas su;'etas a la competencia comercial en nomlrre de la
<<excepción cultural>>. Francia, más sensibllizad,a que los demás
países ante los peligros de la invasión cultural norteamericana, se
ha colocado ala cabeza de esta reivindicación invocando, a mi iui-
cio justamente, la estrecha relación existente entre la independen-
cia cultural y la independencia política a secas.

Como la Comunidad no es un Estado, ni siquiera por ahora el em-


brión de un Estado, cuando se plantea un problema de soberanía retro-
cede y deja que los Estados europeos diriman,,untos o en orden disper-
so, la batalla.
Los problemas relacionados con el porvenir de la Comunidad
-es
decir, si va a evolucionar o no hacia un estatuto de Estado, por supuesto
pluri- y supranacional- son difíciles de identificar en la medida en que la
relación Estado/integración económica se ha visto modificada por la re-
ciente evolución mundial (y no sólo europea).
Hasta ahora la única integración económica verdadera que conoce-
rnos se ha producido dentro ciel espacio definido por la soberanía nacio-
nal.La historia de la formación de los modernos Estados-nación (burgue-
ses) es la historia de la construcción simultánea de un espacio económico
central e integrado, es decir, de un sistema productivo nacional y de un sis-
tema político nacional (aunque en algunos casos fuera plurinacional). Esta
concordancia de espacios se convirtió en el <<modelo>> que los países que se
han incorporado más :arde a la modernidad intentaron emular. Las apa-
rentes excepcíones confirman la regla. Los imperios coloniales eran espa-
cios jerarquizados pero organizados alrededor de la metrópoli; y si hoy en
día Estados Unidos y Canadá constittryen un espacio casi perfect¿rmente
integrado, se debe al desequilibrio entre estas dos potencias, dado que
146 El capitalismo en la era de la globalización

Canadá ha aceptado de hecho ser la provincia exterior de Estados Uni-


dos. Las <<hegemonías>>, ya sean regionales (como la de Estados Unidos en
América Latinao la de Europa en África) o mundiales (como la de Gran
Bretaña en el siglo xtx o la de Estados Unidos después de 1945), no ope-
ran en un espacio económico integrado. Lejos de ello, organizanla jerar-
quía de las regiones que conforman el sistema.
Algunos sostienen que, puesto que la concordancia entre Estado y es-
pacio económico integrado está en vías de desaparición, en el futuro ve-
remos espacios económicos integrados que no constituyan un único Esta-
do, ni se organicen en torno a una constelación de Estados alrededor de
una potencia a la que se reconoce el liderazgo, por no decir la hegemonía.
E,uropa serviría de ejemplo para este tipo de evolución; se integraría
como entidad económica (tal cosa es, al menos, deseable y factible) sin
constituir un Estado-comunidad ni aceptar el liderazgo de ninguno de sus
Estados miembros, que, dicho sea de paso, sólo podría ejercer Alemania.
Para otros, sin embargo, la concordancia entre Estado y espacio econó-
mico integrado continuará imponiéndose, por lo que o Europa construye
un Estado comunitario, o acepta la fórmula de una <<Europa alemanarr, o
se disuelve.
Ambas escuelas de pensamiento admiten que la acentuación de la
globalización conduce fatalmente al desmantelamiento de los sistemas
productivos nacionales, que la construcción de un sistema productivo
mundializado subespacios regionales constituirían una etapa
para convertirse-cuyos
luego en sus elementos constitutivos- es necesaria e
inevitable, y que hay que gestionar esta evolución, deseable por otra par-
te, desde una perspectiva política y social. Oponerse al movimiento en
esa dirección significa aferrarse a un pasado ya superado y rechazar el
progreso con todas las consecuencias, generalmente dramáticas, que tal
esrategia, destinada al fracaso, implica. Un rechazo simultáneo de la
<<Europa alemanar> implicaría aceptar que continúe la globalización de
manera difusa y bajo hegemonía norteamericana. La imagen de este
mundo futuro sería entonces la de un sistema de poderes fragmentados
e impotentes (casi no me atrevo a seguir llamándoles Estados) sometidos
a las exigencias de un mercado omnipresente, es decir, a las lógicas par-
ticulares propias de los segmentos duros de un sistema productivo mun-
dializado,las ..multinacionales>>. Iil gendarme de este <<orden>> mundial
sería Estados Unidos, el único poder militar y el úni-
-evidentemente-
co Estado en toda la extensión de la palabra, aurl cuando dicho Estado y
poder militar aceptara operar bajola bandera de una vaga organización
política mundial (la ONU). Para algunos esta perspectiva es perfecta-
mente aceptable, incluso supone un progreso deseable enla globaliza-
ción económica y una contribución a la democrafización de la sociedad.
Los retos de la globalización: el caso europeo 147

Para otros no es así. Parami se trata de una utopía irrealizable de todas


formas.
Nos encontramos otravez ante la insoslayable cuestión del fururo de
Europa. ¿De dónde partimos? Yo diría que debemos partir de la Europa
..realmente existente>>, que se caraci.eúza por-

1, No ser un espacio económico integrado, sino más o menos un gran


mercado preferencial, un espacio que carece de un sistema de pro-
ducción europeo y de entidades productoras o multinacionales
<<europeas>>. En estas condiciones, la incontestable erosión de los
sistemas de producción nacionales no fomenta una recomposición
de los sistemas productivos europeos, sino arrancando jirones y
vinculándolos a segmentos de los sistemas de producción globali-
zados. En este sentido, la opción británica resulta muy esclarece-
dora. La City británica, el vestigio más brillante de la herencia del
pasado (no hay que olvidar que es esta posición de Londres en el
sistema financiero globalizado lo que permite a Gran Bretaña man-
tenerse a pesar de su declive), manifiesta su preferencia por los im-
perativos de la globalización más que por los de una eventual cons-
trucción de una Europa financiera. La industria inglesa, por su
parte, sigue ese mismo camino, como demuestra la instalación de
la industria japonesa del automóvil en las islas británicas. Pero se-
ría un error pensar que Gran Ilretaña constituye una excepción.
Los comportamientos colectivos en las industrias alemana, france-
sa o italiana no son diferentes de los que acabamos de exponer.
2. No estar basada en un proyecto encaminado a conformar una so-
ciedad común. Para convencerse de lo acertado de este severo jui-
cio, en mi opinión, basta con constatar la posición de segunda fila
que la <<dimensión social>> ocupa en los reglamentos comunitaríos.
No subestimo aquí la importancia de determinados principios
compartidos por la opinión pública dominante en todas, o casi to-
das, las sociedades europeas y, por ello, reafirmados por la Comu-
nidad. La igualdad entre hombres y mujeres está enre las con-
quistas recientes del progreso, así como la preocupación ecologista
en general. Pero, aparte de esto, el denominador común que la Co-
munidad ha tenido en cuenta se reduce a muy poca cosa; las con-
diciones de trabajo, los derechos sindicales, etc., son conquistas
que en los principales Estados miembros fueron obtenidas hace
tiempo. Pero ni la cuestión esencial de la propiedad social (una
cuestión que va más allá del debate restringido entre propiedad
privada/propiedad pública), ni la del futuro del trabajo y su lugar
en la sociedad (más allá de las vaguedades referidas a la ..consulta»
148 El capitalismo en la era de la globalizaciírn

a los trabajadores) están en la agenda de la Comunidad. Bien es


verdad que lo mismo ocurre en cada uno de los Estados miembros.
Desde que ei Estado del bienestar nacional gran proyecto de
-el
sociedad que dominó Ia escena durante medio siglo- agotó su po-
tencial, las sociedades europeas carecen de un proyecto de socie-
dad que les permita avanzar. Esta carencia no es producto única-
mente de la gestión de los asuntos cotidianos por parte de la
derecha europea tradicional, puesto que antaño la derecha se vio
obligada a gestionar el Estado del bienestar en alternancia con la
izquierda. La carencia afecta también hoy en día ala izquierda eu-
ropea. El común denominador de la práctica democrática en la
gestión de la vida política no corrpensa por sí misma dicha caren-
cia y corre peligro de verse afectada si nos limitamos a ella.
l. Por ser una entidad que carece de una visión común (o, si se quie-
re ser más duro en el juicio, que pura y simplemente carece de vi-
sión) de su relación con las demás regiones del planeta . Esta falta
de visión no se limita únicamente al aspecto económíco, ya que,
como he dicho anteriormente, los europeos (Irstados, partidos,
opinión pública) no han elegido entre integrarse en un proceso de
globalización o apostar por una integración comunitaría verda-
deramente preferencial (que implicaría una dosis de ,.descone-
xión>>, por usar un término nada popular).La falta de visión afec-
ta igualn-rente al aspecto político de la cuestión. ¿Los europeos
quieren que Europa oriental y la antigua Unión Soviética se inte-
gren o quieren <<latinoamericanizarlasrr? ¿Se plantean abandonar la
tradición colonial o cuasicolonial en sus relaciones con África y el
mundo árabe? ¿Qué sentimientos provoca el «desarrollo» de Asia
(sea cual sea la apreciación del sentido. el alcance y la calidad de
ese <<desarrollor; y mi opinión al respecto es dura) en los europeos,
aparte del miedo que les inspira? ¿Cr,rántas veces oiremos decir
una y otra vez que el déficit comercial que todos los Estados euro-
peos soportan respecto a todos los países de Asia (]apón, China y
los <<tigres>>) es inaceptable? ¡Mientras que desequilibrios en senti-
do inverso respecto a otras regiones son perl'ectamente aceptablcs!
La ausencia de visiones europeas de aquellas, mediocres,
-aparte
que van ligadas a la gestión corriente de pequeños intereses que
aparecen aquíy allá- trae como consecuencia algo más importan-
te: deja a Estados Unidos el monopolio de una «concepción del
mundo>> y de los medios (militares) para intentar gestionarla.

2. Todo 1o que acabo de decir es algo que los europeos, que son per-
fectamente conscientes de sus debilidades. conocen a ciencia cierta. Por
Los relos de la globalización: el caso europeo I49

ello se han procurado algunos instrumentos para desbrozar el terreno y


preparar el futuro. Pero, como veremos, las respuestas que quieren ofre.-
cer ante el reto al que se enfrentan son, en mi opinión, inadecuadas.
El ciudadano europeo medio sabe n-ruy bien lo que representa el
Ayuntamiento, el Parlamento, el Gobierno, pero se ve absolutamente per-
dido en el laberinto de las instituciones comunitarias. Sin embargo, es ne-
cesario comenzar por analizat qué son y qué hacen para avanzar en el de-
bate sobre la naturaleza de los desafíos a que se enfrentan y los medios de
solventarlos.
La Comisión no es, pese a lo que algunos sostienen, un conjunto he-
teróclito de servicios gestionados por tecnócratas. Tampoco es un gobier-
no (supranacional), ya que los comisarios no son responsables de un área
definida ala maneta en que se reparten las tareas entre los ministerios de
un Ejecutivo nacional (Agricultura, Industria, Hacienda, etc.); se encar-
gan de tareas específicas que se han delegado en la Comunidad. Ni si-
quiera es el embrión de un gobierno, ya que no tiene competencias en
ninguno de los ámbitos relacionados con el ejercicio de la soberanía (po-
licía, ejército, asuntos exteriores, justicia, etc.). Esta carencia puede con-
vertirse en un grave peligro, pues se corré el riesgo, por ejemplo, de que
la «Europol» acabe escapando a cualquier tipo de control y se limite a
una simple colaboración entre las distintas policías, lejos de las miradas
del escrutinio público. Por todo esto, el presidente de la Comisión no es
un presidente de gobierno con responsabilidad para diseñar una política
y coordinar la actuación de unos ministros que son sus subordinados.
Las tareas de definir la política, o de delegar u organizar los poderes
ejecutivos para llevarla alapráctica, no competen a la Comísión, sino al
Consejo. Aunque en realidad habría que habiar de los Consejos, es decir,
de las reuniones de los ministros respectivos de los Estados miembros.
Con frecuencia se han puesto de relieve las incoherencias que acarrea este
tipo de organización, por ejemplo, cuando los ministros de Hacienda to-
man una decisión y ésta entra en conflicto con una decisión tomada por
los de Agricultura. A nivel nacional estas incoherencias se evitan gracias a
la existencia de un consejo de ministros y un presidente de gobierno, jus-
tamente aquí inexistentes.
¿Es el Padamento Europeo un verdadero parlamento, o, al menos, eI
embrión de un futuro Legislativo Europeo? En este apartado falta mr-rcho
por hacer. La aprobación del presupuesto en la práctica ya viene
delimitado por las decisiones del Consejo--que y la ratificación de los corni-
sarios son meras formalidades exentas de responsabilidad. Además, la
idea de que los diputados europeos han de ser elegidos por el conjunto de
los ciudadanos europeos (en listas necesariamente plurinacionales) no
está todavía madura en la conciencia política y cultural del continente.
110 El capitalismo en la era de la globalización

Por tanto, las institucíones comunitarias tienen un estatus de imple-


mentadoras de políticas o servicios, que realizan por encargo de un go-
bierno interestatal del que desconocemos el nombre. Este último no pue-
de adoptar una estrategia clara respecto a los problemas fundamentales,
entre otras razones, porque los gobiernos europeos cambian en función
de las mayorías existentes en las naciones a las que representan, y estas
mayorías derechas o de izquierdas- no coinciden a escala europea.
Pero más -deimportante aún es la falta de una visión global que pueda iden-
tificarse como tal en todos v cada uno de los Estados miembros. Si bien
ios gobiernos de cada uno de los E,stados miembros adoptan posiciones
concretas respecto a las cuestiones del día a día, no existe una <<concep-
ción alemana» o ,.francesa>> o «británica» del futuro de la construcción
europea. Tampoco existen visiones generales diferenciadas que permitan
distinguir a las derechas de las izquierdas. A escala nacional, se aprecian,
en este caso sí, puntos de i'ista bastante diferentes y a veces radicalmente
opuestos entre las diversas corrientes políticas. Por tanto, las opiniones
sobre el futuro de Europa son un verdadero rompecabezas paru analistas
y políticos europeos, algo que no puede considerarse ni una ventaja ni un
inconveniente para el provecto en la actualidad, habida cuenta de que las
instituciones europeas só1o tienen responsabilidades ejecutivas claramen-
te definidas.

3. Europa se enfrenta actualmente a dos retos, la crisis y la amplia-


ción hacia el Este. En el contexto restringido de una Europa occidental
formada por países con un grado de desarroilo relativamente equivalen-
te, y durante una época caracterizada por un fácil crecimiento económico
basado en el funcionamiento del Estado del bienestar. la apertura del
mercado como eje casi único de la construcción com¡-rnita-
-concebida
ria- no ocasionó graves dificultades. De hecho, ios probiemas que sur-
gieron fueron siempre sectoriales v fácilmente superables; pero en las ac-
tuales condiciones el panorama es distinto. El desempleo masivo,
pertinaz y seguramente duradero si no se produce una renovación de los
conceptos fundamentales del trabajo social con fórmulas radicales. unido
a los desiguales niveles de desarrollo de los países afectados por la am-
pliación de la comunidad ésta sea gradual- al resto del conti-
-aunque
nente, constituyen retos ante los que la solución de abrir los mercados re-
sulta una fórmula mágica ineficaz y más que dudosa.
De ahí que podamos decir que Europa se enfrenta a rres tipos de pro-
blemas que le obligan a tomar decisiones ciertamente complicadas:

1. La elección de un objetivo final, de la visión última de la construc-


ción europea no puede ni retrasarse indefinidamente ni eludirse.
Los retos de la globalización: el caso europeo 15l

Sin caer en la simplificación, podemos plantear esta elección en los


siguientes términos: ¿el objetivo final es establecer un poder polí-
tico supranacional (en la jerga <<europea>> esta opción se denomina
<<federalista>>) o simplemente una <<Europa de las naciones» (lo que
en dicha jerga se denomina a veces la solución ..confederal»), en la
que los Estados sigan siendo los únicos poderes soberanos en el
plano político? Los partidarios de esta última opción consideran
que es compatible con 1a integración económica que complete y re-
fuerce el mercado único. Por mi parte, ya he expuesto antes mis
dudas acerca del realismo de esta segunda opción: no creo que una
integración económica profunda sea posible sin la construcción
paralela de un poder político común. Sin éste, la dimensión eco-
nómica del proyecto encontrará muchas dificultades para ir más
allá del mercado único y las conquistas alcanzadas en este campo
serán reversibles v frágiles.
De todas formas, incluso en la hipótesis más <<europeísta>> po-
sible, sería inútil, ilusorio e incluso peligroso ignorar los sólidos
vínculos con unas realidades nacionales poderosas que se han for-
jad<> a 1o largo de la historia. Habrá que hacer gala de una gran
imaginación a1 diseñar formas institucionales adecuadas capaces
de conciliar tales r,ínculos con el desarrollo de un .<europeísmo>>
común. Ningún modelo o confederal- de los que pro-
-federal
porciona la experiencia histórica de Europa o de otras regiones del
mundo sirve para afrontar este desafío diferente y nuevo.
Sea cual sea la opción elegida, no se podrá evitar una construc-
ción <<a diferentes velocidades>>. Esto resulta evidente en la hipóte-
sis ..federalista>>, pero incluso en la opción ,.confederalrr, que no
cuestiona la integridad de las soberanías políticas nacionales, no
será posible imponer el mismo <<sisterna económico único>, al con-
junto de las sociedades europeas todo si la Comunidad se
arnplía hacia el E,s¡s-, v aún menos -sobre
hacerlo rápidamente. salvo
que se diseñe un sistema económico único basado en el mínimo co-
mún denominador que supone un amplio mercado abierto. Así
pues, el avance a varias velocidades se impondrá de todas formas.
Dicho esto, repetiré lo ya expuesto antes: cualquier tentativa de ir
más allá del mercado común en busca de una integración econó-
mica lirnitada al <<núcieo duro>, de la CEE, sin un poder político
común, está condenada el fracaso.
2. El continente europeo, que probablemente tiene vocación (¿en vir-
tud de su europeidad¡) de construir una entidad regional en el
mundo del mañana, está lejos de ser homogéneo. No sólo está for-
mado por naciones con realidades difíciles de suprimir (además,
152 El capitalismo en la era de la globalización

para muchos, la r-rnivers alización que se lleva a cabo limando las di-
ferencias no es deseable), sino que las estructuras r, los niveles de
desarrollo de las partes que lo componen son distintos y desiguales.
No resulta difícil establecer la frontera de las regiones que
constituyen el núcleo, que aun perteneciendo a naciones distintas
comparten características comunes fuertes v níveles de desarrollo
similares. Pero más allá de esta frontera y moviéndonos en los cua-
tro puntos cardinales (hacia el sudoeste, el noroeste, el sudeste y el
este), parece claro que los desafíos a los que se enfrentan las socie-
dades actuales, y a los que tendrán que enfrentarse durante bas-
tante tiempo, son de naturaleza diversa.
Un provecto eficaz, aunque sea estrictamente económico, que
pretenda englobar el núcleo y las periferias no puede ignorar los
problemas que plantea esta mezcla heterogénea. Ni siquiera un sim-
ple mercado cornún tiene por qué ser beneficioso para todos. Sirva
como muestra el ejemplo de Grecia, sin contar que la eventual ad-
hesión de otros países del Este agravará las distorsiones producidas
naturalmente por el funcionamiento de las leves del mercado si no
se establecen las protecciones apropiadas sistemáticamente.
l. Lo más inquietante, en mi opinión, no es que los europeos ignoren
los problemas aquí expuestos (los conocen bastante perfectamen-
te), si no que el esbozo de las soluciones propuestas conduce al
proyecto hacia un callejón sin salida.
Como es sabido, el Tratado de Maastricht que instituyó la nue-
va <.Unión Europea>> dejó de lado el gran desafío político al que se
enfrenta Europa. Al eludir la dificultad, no es que se haya aparca-
do la construcción europea, sino que la ha llevado a un callejón sin
salida. El tratado dio prioridad a la creación de una moneda única,
el Euro. Dicho de otro modo, se decidió seguir con el proyecto de
integración económica dando un paso decisivo (la moneda única)
sin definir las perspectivas políticas de la Unión.
El razonamiento en el que se basó la decisión es conocido: para
garantizar simultáneamente el mercado único, lallberalización de
los movimientos de capitaies y la estabilidad de los cambios se pre-
cisa una política monetaria común (en rigor, una moneda única).
Creo que este razonamiento es erróneo, ya que es insuficiente en
dos planos;
a. Los tres objetivos sólo pueden conciliarse si, aparte de una polí-
tica monetaria común, los Estados miembros desarrollan políti-
cas económicas y sociales paralelas. Es decir, para que el sistema
fr-lncione es necesario que las políticas de los Estados miembros
en materia de presión flscal, gasto público, etc., sean idénticas,
Los retos de 1a globalización: e1 caso europco 15)

que las estrategias de los segmentos del sistema productivo (gru-


pos de empresas por ramos y sectores, etc.) sean paralelas, que
las estrategias de los agentes sociales (especialmente los sindica-
tos) también lo sean, v así sucesivamente.
b. Resulta difícil, y en tiempos de crisis imposible, formular una
política europe a coherente y efícaz que garantice simultánea-
mente la <<apertura interior>> y la <<apertura exterior>>, es decir, la
apertura de los mercados y de los flujos de capitales. Hrv qr.
elegir. La garantía prioritaria de la apertura interior es la crea-
ción de barreras que la protejan del exterior. Unavez más se ob-
via el concepto de desconexión, se evita tomarlo en considera-
ción.
Esta desafortunada elección es fruto, en mi opinión, del predo-
minio de la ideología monetarista en boga, sin más. Se admite que
una entidad social cualquiera -Estado miembro o Comunidad-
puede llevar a cabo una «gestión monetaria neutra>>, según sus
propios términos. Yo creo que este concepto, puramente ideológi
co, sin referente histórico real o duradero. Esta gestión neutra sólo
se da en apariencia en momentos en que la sociedad, al carecer de
un proyecto social, se somete a 1a ley unilateral del mercado. Pero
la historia demuestra que estos son momentos de transiciones caó-
ticas hacia un orden social nuer.o definido por un proyecto de so-
ciedad globalmente considerado. En este punto, la moneda vuelve
a ser lo que es por natural eza,no una lTrercancía como otra cual-
quiera como pretende ia ideología liberal de moda, sino un instru-
mento operativo de la voluntad colectiva.

Europa ha decidido recurrir a un <<remedio milagroso>> que le libre


de la difícil tarea de elegir entre las opciones políticas que se le presentan.
Sin embargo, la búsqueda de una política monetaria neutra por parte del
Bundesbank y otros bancos centrales europeos está llamada a no ser du-
radera. Esta política proseguirá mientras las fuerzas conservadoras con
responsabilidades de gestión se empeñen en continuar gestionando la cri-
sis como hasta ahora, es decir, a costa de una espiral descendente que 1a
agudiza aún más. Creo que las tormentas sociales visibles- que es¡a
política produce harán que desaparezca antes de lo -ya
previsto. La aparrción
del Euro, prevista para 1996, ya fue retrasada hasta 1999.

4. A causa de la desafortunada prioridad otorgada a la creación de


una moneda única, la consffucción europea ha entrado en una zona tor-
mentosa. Tal decisión consolida alas fuerzas más conse n'a<1oras, empe-
ñadas en una forma de gestionar la crisis sin salida. Las protestas sociales
154 El capitalismo en la era de la globalización

contra las fatales consecuencias de esta gestión son numerosas e irán en


aumento. Un proyecto europeo unido a una política neoliberal extrema
puede hacer que la opinión cambie más rápidamente de lo que se piensa
y se manifieste en contra de la idea europea en sí misma. l,os frágiles be-
neficios derivados de la gradual puesta en práctica de esta idea desapare-
cerían, en ese caso, rápidamente.
El escenario descrito en el párrafo anterior es claramente catasrofis-
ta. Los optimistas por naturaleza dirán que Iiuropa ya ha pasado por si-
tuaciones similares a lo largo de su historia y siempre ha superado los re-
tos. Aunque es cierto que las sociedades de este continente no tienen en
su historia de qué avergonzarse v siempre han acabado por dejar paso al
progreso, tampoco hay que olvidar que el precio que han tenido que pa-
gar por ello fue muchas veces doloroso, como 1o prueba la lucha de la de-
nrocracia contra el [ascismo.
Europa no se ve amenazada desde el exterior. No lo estuvo desde
1915 a 1990, aunque determinadas fuerzas políticas fomentaran un mie-
do a todas luces injustificado hacia la Unión Soviética v el ..comunismo>r;
y decir que ahora podría sentirse an'tenazada por los pueblos y estados del
Sur, especialmente por el fundamentalismo islámico, roza 1o grotesco. Si
en el Sur triunfaran opciones equivocadas, las víctimas serían los propios
pueblos v naciones del Sr-rr, que verían aumentar su retraso y su debilidad
a escala mundial.
Europa se encLrentra amenazada desde el interior. En su lado occi-
dental, \a amenaza no parece que pueda alcanzar un umbral de intensi-
dad realmente importante. Los conflictos más conocidos, incluidos tra-
dicionalmente en el concepto de «conflictos nacionalesn o comunitarios
(Irlanda, España y Bélgica son sus principales ejemplos) no parecen es-
tar destinados a empeorar irremediablemente o a permanecer irresuel-
tos. También resulta difícil imaginar que los grandes conflictos que en-
frentaron en el pasado a las potencias de ia zona (Gran Bretaña,
Alemania y Francia) puedan renacer y tomar forma de nuevas guerras
intraeuropeas. En cambio, por el Este se ha rebasado ya el umbral del
drama. El absurdo de las políticas neoliberales impuestas por la ,.re-
conversión>> ha generado una catástrofe social y económica que cuestio-
na la credibilidad misma de los logros democráticos, que se percibirían
como un fenómeno meramente pasajero. Las fuerzas políticas locales
son a todas luces las principales responsables de las violentas crisis que
sacuden la zona como reacción ala espiral de involución en la que están
inmersos sus países. Pero esa responsabilidad la comparten con los Es-
tados de Europa occidental, que parecen dudar entre apagar el fuego o
avivarlo. Voluntaria o involuntariamente, hasta el día de hoy todos han
elegido más bien la segunda opción. Al sostener las tendencias centrífu-
Los retos de la globalización: el caso europeo 1,55

É¡as, producidas inevitablemente por el caos neoliberal. las diplomacias


occidentales han avivado el fuego, han animado a los demagogos a bus-.
car una nueva base sobre la que fundar la legitimidad de su poder: la
base <<étnica>>.Era evidente que construcciones históricas como Yugos-
lavia o la Unión Soviétíca de estallar lo harían desencadenando ineludi-
biemente conflictos muy sangrientos. Era evidente que el resultado de
las primeras ,.elecciones>> confusas en tales países no expresaban sino
desarraigo y desorientación. Europa no eligió ayudar a las fuerzas que
querían el triunfo de la paciencia, algo que en muchos casos habría sido
capaz de atenuar la violencia de las primeras reacciones. Quiero apun-
tar aquí que Alemania parece haber tenido el papel de locomotora en la
intervención destructora de Europa al reconocer unilateralmente <<la in-
dependencia» de Eslovenia y de Croacia; un mes más tarde la Comuni-
dad ratificaba la decisión. Ésta es sin duda la señal indicadora de que
existe un proyecto en marcha (¿alemán?, ¿europeo?): latino¿mericani-
zar el este de Europa.
A corto plazo este proyecto de desmantelamiento nacional y de desa-
gregación social es también, a escala mundial, el de la visión utópica de la
<<gestión del mundo como un mercadorr: fragmentar los poderes al máxi-
nro, privar a los poderes estatales de toda eficacia frente a un mercado
omnipresente.
Pero desde que desapareció el telón de acero, las acontecimientos en
un lado de Europa repercuten directamente en la otra mitad. Y, como es
sabido, el mal ejemplo es frecuentemente más fuerte que el bueno. Aso-
ciados con la profundización de la crisis de Occidente, los neofascismos
del Este animan a los que renacen en ei Oeste. Pero incluso rnás allá de
este peligro, que afortunadamente sigue siendo marginal, el caos propicia
el renacimiento de los nacionalismos dentro de un mismo Estado. Si los
países de Europa, en conjunto, no tienen nada convincente que ofrecer, la
tentación de buscar respuestas nacionales l,nacionalistas se verá reforza-
da. Se volvería entonces, sin quererlo, a la Europa del siglo xtX, aquella en
la que el conflicto de las naciones ocupaba el primer plano al igual que la
lucha de clases.
Así pues, la construcción europea es tan inevitable como la unidad
árabe, el triunfo del panafricanismo o la integración latinoamericana. Las
tendencias centrífugas existen y operan también en Europa, incluso en
Europa occidental. Existen también para cada nación europea otras op-
ciones, además de la unidad del continente.
Durante mucho tiempo, Gran Bretaña se centró en el mantenimien-
to de los lazos de la Commonwealth, herencia de su hegemonía imperial,
más que en su posible integración en Europa. A partir de 1945 optó por
trn camino al que no ha renunciado: dar prioridad a su alianza incondi-
156 El capitalismo en la era de la globalización

cional con Estados Unidos. Hasta ahora ha podido conciliar esta elección
con su compromiso europeo. Pero el quid de la cuestión para el futuro es
el que expresan las siguientes preguntas: ¿qué ocurrirá si la competencia
Europa-Estados Unidos se agudiza?, ¿qué ocurrirá si Europa vuela en pe-
dazos?, ¿qué ocurrirá si Alemania domina Europa)
Francia había previsto, en 1945-1946, renovar su imperio dentro de
un marco asociacionista, la asociación de naciones independientes o lla-
madas a serlo en el sentido estricto del término. Las fuerzas colonialistas
suprimieron la posible intención renovadora del proyecto, perpetuaron
las relaciones coloniales hasta el momento en que la transformación de
las relaciones dentro del capitalismo francés detrimento de los vie-
-ende los sectores dinami-
jos intereses coloniales en declive v en beneficio
zados por políticas eficaces de modernización- empujó aFranciahacia
la integración europea. Hot' en día, Francia no tiene otra elección posi-
ble, un factor de debilidad, habida cuenta de que la principal potencia
europea se beneficia de un margen de maniobra mucho
más amplio.
-Alemania-
Desde 1871, Alemania había desarrollado su propio proyecto, el
DrarugNach Osterz (el impulso hacia el Este). ¿-Habrá renunciado a ello?
Ciertamente Alemania se ha convertido en una democracia semejante a
la de Gran Bretaña y Francia. lo que no era durante el Segundo Reich (el
de Bisrnark) ni menos aún durante el odioso Tercer Reich hitleriano.
Como son conscientes de que esta experiencia es funclamental, las fuer-
zas democráticas alemanas se han convencido de que la <<Alemania euro-
pea>> es preferible a Ia «E,uropa alemanan, por utilizar sus mismos térmi-
nos. Ha llegado ya el Cuarto Reich, como ha demostrado su intervención
en Yugoslavia,la inquietante resurrección de la <<cuestión de los Sude-
tes>> y otros signos. ¿Es posible un Cuarto Reich democrático? Por qué
no. Los imperialismos británico y francés se expandieron sin, por ello,
cuestionar la democracia burguesa en sus metrópolis. Un Cuarto Reich
democrático incluso podría retomar los objetivos delDrangl'lach Ostern
sin que esta expansión apareciera como intolerable para los pueblos de
Europa del Este: sería una hegemonía regional que funcionaría por me-
dio de la economía, como [a de Estados Unidos a escala mundial (y E.-
tados Unidos es igualmente una democracia que no ha quedado arruina-
da por dicha hegemonía). El margen de maniobra del que dispone
Alemania todavía es grande: continuaría su propia política hacia el Este
sin cuestionar la construcción europea, porque sus compañeros (Francia
en primer lugar) estarían obligados a rarificz:r sus iniciativas. Evidente-
rnente es la <<Europa alemana>>, dentro de un <<universo norteamerica-
no>>, porque Alemania no cometería el error (fatal para Hitler) de comer
más de lo que puede digerir.
Los retos de la globalización: el caso europeo 151

Las posibles opciones de otros países de la Comunidad son, por aho-


ra, menos decisivas, habida cuenta de su alcance. Es evidente que Italia,
España, Bélgica, Holanda y ios países escandinavos aceptarían la ,.E,urol
pa alemana» sin gran dificultad, sobre todo si Alemania conduce su es-
trategia sin renunciar ala democracia.
¿Se podría dejar de lado indefinidamente a Rusia y a los países de la
antigua Unión Soviética que serán (y son) objeto de su codicia y de la de
otros socios (Alemania en el caso de los Estados bálticos y Ucrania)? In-
cluso aquí, esta posibilidad entra a corto plazo ert el juego del Drang
I'lach Ostern, púesfo que Alemania sólo prevé en principio una expan-
sión limitadahacia Ausria (integrada de hecho ya en su espacio), la Re-
pública Checa, Eslovenia, Croacia, Hungría, Polonia, los Estados bálti-
cos y Ucrania.
Podemos acabar de ocuparnos de este escenario catastrofista soste-
niendo qlle parece destinado a resucitar una Europa del siglo xtx y una
alianza anglo-franco-rusa para contener las ambiciones alemanas o un
nuevo reparto germano-ruso que terminaría por aislar a Francia.

UN ¡uluRo DIFE,RENTE: UNA YISIÓN R{DICAL IáRA EUROPA

5. Por suerte, el escenario catastrófico no es el único imaginable.


También 1o es un guión progresista, aunque las condiciones para que ten-
ga éxito sean realmente importantes.
El proyecto europeo no puede contentarse únicamente con <<gestio-
nar la democracia en un espacio plurir-racional>r. Este mínimo común de-
nominador es a todas luces insuficiente e incapaz de garantizar los logros
obtenidos, tanto comunitarios (en el aspecto económico) como simple-
mente democráticos. La crisis no es una <.recesión>>, sino una crisis
estructural de la sociedad, y -que
no solamente económica- puede erosionar
gravemente la legitimídad de la tradición democrática europea. El pro-
yecto europeo sólo encontrara respuestas a los desafíos a los que se en-
frenta (¿qué desarrollo se quiere para Europa?, ¿cómo conciliarlo con la
globalización?, ¿cómo conciliar en Europa naciones y supranacionali-
dad?) desarrollando un provecto de sociedad ala altura de los problemas
de nuestro tiempo. Para concluir enumeraré las diferentes dimensiones
que implica un proyecto de sociedad digno de ese nombre.

1. Un proyecto de sociedad es principalmente una visión social, una


forma de concebir las relaciones sociales. Tal cosa no puede ser un
mero resultado implícito de la reproducción del sistema producti-
vo, sino algo explícito en el contexto de las relaciones sociales, las
118 El capitalismo en la era de la globalización

cuales forman parte (en su núcleo duro) de las relaciones de clase


que están en la base de los sistemas productivos; pero también son
parte de las relaciones que se dan en otros campos de la realidad,
como las relaciones hombre/mujer. El procedimiento de explicitar
el proyecto puede calificarse de <<contrato social>>. No veo ningún
inconveniente en ello. Hemos conocido un antecedente histórico
cuyo desarrollo está en el origen del milagro europeo (y norteame-
ricano). Aludo al compromiso histórico nacional capítal/trabajo,
en el que el Estado desempeñó un papel indispensable como lugar
de negociación e instrumento de implementación del compromiso
en cuestión. No se trata de producir una versión remozada de este
modelo, definitivamente superado merced al proceso de globali-
zación y a la construcción europea en sí misma. En cualquier caso,
el contrato social viene antes, y no después de las estrategias eco-
nómicas que se desarrollan en su marco y en su base. Los econo-
mistas convencionales tienen dificultades para aceptar este orden
de priorídades. Siempre han pensado de economista
obliga- que la economía lo decidía todo. -aiienación
Tampoco es útil colgar a
las relaciones sociales que definen el provecto e1 sambenito de <<ca-
pitalista>> o <<socialista>>. No quiere decir que los dos conceptos no
tengan sentido o que hayan perdido su signiiicación histórica. Lo
guardan plenamente. Sencillamente la larga transición del capita-
lismo mundial al socialismo mundial implica la coexistencia con-
flictiva de elementos de lógica capitaiista (el mercado, el cálculo de
beneficios, la jenrquía en el trabajo) v de lógicas anticapitalistas (la
equidad o la democracia, no como productos naturales derivados
de la expansión capitalista, sino como productos dei combate de
los pueblos contra la lógica unilateral de acumulación del capital).
2. Más allá del <<contrato social>> que regula las condiciones de repro-
ducción del sistema productivo, un provecto de sociedad a la altu-
ra de las exigencias de nuestro tiempo implica una visión de futu-
ro de nuestra civilización tecnológica. Ello supone preguntarse por
el futuro del trabajo. Tras el obrero-masa del período fordista, el
trabajador-ciudadano-inteiectual tiende a convertirse en la nueva
masa dentro del sistema productivo del mañana, basado en tecno-
logías informatizadas y autom attzadas y en la interdependencia
que éstas implican entre todos los segmentos del sistema, apeiando
a las formas de la ley del valor dominantes hasta ahora (lo que los
economistas formulan con la ingenuidad que les caracteriza descu-
briendo que <<el factor tecnológico» es el determinante principal y
último de la productividad). ¿Acaso esre nuevo tipo de trabajador
exigido por este sistema no sugiere la sustitución del salario por
Los retos de la globalización: el caso europeo 159

una <<renta de ciudadanía>>? Es evidente que el hecho de tener en


cuenta el desafío ecológico, que no puede incluirse en el cálculo
convencional de los costes, basado en el corto plazo, plantea igual-
mente en términos nuevos los problemas de la toma de decisiones
económicas. Está claro que la participación de los obreros o la
<<gestión conjunta>> ala manera alemana están lejos de resolver los
problemas planteados, que cuestionan la naturaleza global de
nuestra civilización. El porvenir de la propiedad, y el de las nuevas
formas hacia que ésta parece tender, supone un reto para todas las
dimensiones y planos del pensamiento y la acción social.
). ¿Es necesario recordar que los conceptos históricos sobre los que
se ha construido la solidaridad nacional son a su vez cuestionados
por el desafío de la <<supranacionalidadrr, no sólo en la construc-
ción europea, sino también en otras zonas?¿Cómo hay que recon-
ceptualizar en este contexto la diferencia, la especificidad y la uni-
versalidad?
4. En el plano estrictamente político, el proyecto europeo se enfren-
fa alas relaciones entre Europa y Estados Unidos, hasta ahora en-
marcadas enla alianza militar que es la OTAN. Al haber desapare-
cido el supuesto adversario contra el que se forjó, ¿a qué responde
la supervivencia de la OTAN? ¿Ha de habérselas con un adversario
nuevo, digamos que el islam o los asiáticos? Algo de eso es 1o que
explica la febril y apresurada construcción de una teoría sobre el
.,conflicto de las culturas>>, que sólo convence a los que ya están
convencidos. Y esto a pesar de que dicho adversario no representa
ningún peligro militar. Decir, como se escucha con frecuencia, que
la OTAN se ha convertido en el instrumento de democratización
del mundo, en su punta delanza, recuerda tanto al discurso de la
<<misión civilizadora>> que debería provocar una risa espontánea.
Por otro lado, eso mismo, reírse, es 1o que a uno se le ocurre al exa-
minar sin ingenuidad infantil lo que representan las intervenciones
militares de nuestros días (por ejemplo, ¡la guerra del Golfo para
la democracia en Kuwaitl). En realidad, la OTAN forma parte de
la panoplia indispensable a la gestión política del caos generado
por el aspecto económico de la gestión capitalista. Y en ese senti-
do, mientras Europa no se plantee situarse más allá de esta crisis,
no podrá evitar acabar pasando bajo las horcas caudinas de la he-
gemonía militar estadounidense. Además, ese camino, al perpetuar
la hegemonía global estadounidense, anula en gran parte el signifi-
cado que suele atribuirse a la nueva competencia económica Euro-
palEstados Unidos, habida cuenta de que destruye en gran parte el
sueño europeo de ..independencia>>.
160 El capitalismo en la era de la globalización

5. cabe recordar que el proyecto europeo está en conflicto directo


con el de la latino americanización de la mitad oriental del conti-
nente. He intentado anteriormente explicar cómo v por qué el se-
gundo hará estallar el primero.
6. Por último, ¿puede el proyecto europeo ignorar el Sur y seguir
paso a paso el discurso vacío de los economistas obnubilados por
las apariencias de la .<marginalización>> del Tercer Mundo? ¿Se
puede ignorar al sur cuando el acceso a los recursos naturales del
planeta entero es más vital que nunca para la supervivencia de
«Occidente»? El problema de este acceso podría, es verdad, solu-
cionarse con un neoimperialismo global. Más allá de pensar que el
colonialismo global sería necesariamente el mejor medio de pérp.-
tuar la hegemonía del denominado competidor norteamericano,
¿podemos pensar por un momento que sería viable? Un enfoque
harto diferente es, por el contrario, el que pretende imaginar las ur-
ticulaciones necesarias entre las grandes regiones (Europa, Améri-
caLatina, Afrirn, el mundo árÁe) y las potencias continentales
(Estados Unidos, China, India) en una interdependencia favorable
a su desarrollo, susceprible de reducir los efecros de la polarización
inherente a la globalización por el mercado. He desarrollado en
otra parte (véase el capítulo 5) algunas propuestas relativas a estas
cuestiones, por lo que no volrreré sobre ello.

En resumen y como conclusión, parece claro que los seis temas que
hemos tratado conforman una agenda que se inscribe naturalmente en Ia
tradición del pensamiento de izquierda acerca de 1os movimientos y del
progreso, por lo que podemos acabar diciendo que Europa será de iz-
quierdas o no será.

Referencias

P. Gonzá\ez casanova (comp.), État et Politique dans le Tiers Monde,


París, LHa tmattan, 1994.
Capítulo 7

IDEOLOGÍA Y PENSAMIENTO SOCIAL:


LA INTELECTUALIDAD Y LA CRISIS DEL DE,SARROLLO

L¡ r'uonÍa socrAl y LA cRrsrs DEL cArrrrAlrsMo: MARxrsMo,


POSMODERNISMO Y MOVIMIENTOS SOCIALES

Uso el término <<pensamiento social>> (o .<teoría social») deliberada-


mente y en preferencia a <<ciencia socialr, para evitar justamente una es-
puria identificación de las disciplinas sociales anaiíticas con las ciencias
naturales, puesto que considero arrogante la presunción de que las pri-
meras alcanzaran alguna vez el estatuto epistemológico de las últimas. Por
un lado, si una disciplina social determinada ivalizara en poder con las
ciencias naturales, incluso en un grado relativo, tal cosa sería perjudicial,
puesto que reduciría el gobierno social al nivel de la gestión del ganado,
aboliendo de esa forma la libertad humana. La liberación humana,/social,
y el objetivo similar de controlar la naturalezahumana (ambas cosas en-
tendidas, naturalmente, como construcciones relativas, es decir, no abso-
lutas), implican necesariamente resistencia a las pretensiones autoprocla-
madas de gestión racional, incluso cuando tales afirmaciones proceden de
disciplinas sociales que se consideran científicas, objetivas y, por ende,
eficaces.
Lo cierto es que e1 empeño de hacer de las disciplinas sociales algo
tan rigurosamente científico como las ciencias naturales es una antigua
ambición del pensamiento burgués, que, dícho sea de paso, los críticos
posmodernos confunden con el pensamiento moderno. El sistema social
que sirve de base sólida al pensamiento burgués (en términos sencillos, el
sistema capitalista) es, visto en dicho contexto, producto de una visión
del mundo que se expresa con máxima claridad en la esfera económica.
§íeber, de nuevo en plena actualidad estos tiempos, presentó la siguiente
imagen de la sociedad capitalista, formulada en términos de sorprenden-
te ingenuidad: el capitalismo, sostuvo, implicó el triunfo de un ethos ra-
cional operando para liberar al mundo de la esclavitud de las caducas
normas irracionales.
Durante algún tiempo he estado sugiriendo una visión alternativa del
contraste entre los sistemas de pensamiento del pasado y el pensamiento
moderno (capitalista), N{i enfoque comparativo parte del contraste en én-
162 El capitalismo en la era de la giobalización

fasis perceptible entre las sociedades precapitalistas (que yo denomino


sociedades tributarias), que subrayan los aspectos metafísicos de la reali-
dad, y las capitalistas, que ponen el acento en los aspectos económicos.
Desde esta perspectiva novedosa, la diferencia entre la cosmovisión me-
tafísica de las sociedades tributarias y el pensamiento de una sociedad
más avanzada en virtud de la evolución derivada de la resolución de los
sesgos y contradicciones económicos del sistema burgués, no ha de verse
imprescindiblemente como algo en aguda contraposición. Podríamos,
por el contrario, llamar a este tipo de sociedad, una sociedad socialista
avanzada-
El pensamiento burgués, al encapsular su nueva racionalidad econó-
mica como valor absoluto, intentó legitimar la forma emergente de orga-
nización social y en el proceso asumió que la nueva forma organizativa era
un constructo eterno que señalaba, por decirlo con la expresión que re-
cientemente y de nuevo con extraordinaria ingenuidad han empleado al-
gunos comentaristas, el fin de la historia. En suma, una cosmovisión en
que el Progreso, con mayúscula, acabó siendo el sustituto de Dios, y con
ello la base de un orden de cosas eterno.
Desde nuestra perspectiva, en dos puntos el capitalismo y el pensa-
miento burgués suponen, pese a sus limitaciones, una medida de progre-
so (esta vez, empero, con minúscula). Por un Iado, originaron fuerzas que
iniciaron un desarrollo material prodigioso, que logró un control sin pre-
cedentes sobre la natuÍa\eza. Un control, no obstante, que no sido total-
mente positivo, habida cuenta de que en la actualidad plantea una ame-
naza a la supervivencia del planeta. Por otro lado 1, simultáneamente, al
liberar a las ideas sociales de los viejos prejuicios metafísicos, el capitalis-
mo y el pensamiento burgués prepararon el camino al concepto y a la
práctica moderna de la democracia. También en este punto conviene pun-
tualizar que dicha práctica democrática estuvo circunscrita por la misma
naturaleza del sistema. La ecuación mercado (como sinécdoque de reali-
dad capitalista) igual a democracia es, obviamente, exageradamente fácil
y alejada de la realidad, aunque se basa en un caso real y tangible de pro-
greso.
La cútica del capitalismo carece de sentido a menos que agudice
nuestra conciencia de las limitaciones del pensamiento burgués. Para ello,
es preciso examinar el capitalismo, por un lado, como un estadio cualita-
tivamente nuevo del desarrollo histórico, y también, por otro, como un
ejemplo del desarrollo de contradicciones entre las aspiraciones libera-
doras que el nuevo sistema alienta y su incapacidad de satisfacer dichas
'aspiraciones en la escala de su propia creación, la sociedad mundial. La
crítica del capitalismo aspira pues, lisa y llanamente, a rascenderlo y ello
conlleva que hay que estar dispuesto a trascender la modernidad inter-
Ideología y pensamiento social 16)

pretada como un símil del capitalismo. Para lograr tal cosa, la crítica del
capitalismo debe a su vez establecer reglas alternativas parala organiza-
ción social, así como valores alternativos. En suma, dicha crítica debe
presentar un sistema de racionalídad alternativo. ¿Significa eso que la crí-
tica del capitalismo se verá tentada inevitablemente, como sucedió antes
con el capitalismo, a presentar ia nueva racionalidad derivada de su uto-
pía cteativa como una construcción eterna e imperecedera? Creo que esta
nueva crítica debe evitar tal cosa.
Pero ¿realmente la crítica del capitalismo ha superado la estructura
existente del pensamiento burgués? Ésa es la cuestión clave, una cues-
tión a la que en este momento no puede responderse de forma tajante.
La nueva crítica del capitalismo es aún incompleta. Ha de profundizarce
y enriquecerse con aportaciones derivadas de su interacción con los nue-
vos desafíos surgidos del propio desarrollo del capitalismo. Inicialmente
focalizada en los valores morales, la crítica del capitalismo alcanzó el es-
tadio que considero decisivo en la obra de Karl Marx. Al marxismo se
añadieron luego una serie de desarrollos graduales bajo la Segunda y la
Tercera Internacional, que asimilaron la tendencia economicista de la
teoría burguesa y con ello el aliciente de su visión determinista, por lo
que acabaron convirtiendo las <<leyes de la historia>> en un conjunto de
reglas implacables idénticas a las leyes inexorables de las ciencias natu-
rales. De tal forma. el marxismo acabó abogando, en nombre del socia-
lismo, por un sistema utópico de gestión racionalizada basado en el co-
nocimiento de dichas ,.leyes>>, algo en cuyo proceso redujo a desechos la
dialéctica de la libertad humana.
El marxismo es, por tanto, en cualquier caso obviamente incompleto.
No obstante, sería totalmente injusto reducido a una forma particular, la
de la ideología soviética, que durante mucho tiempo he considerado más
cercana al pensamiento burgués que al marxista.
La crítica del capitalismo fue anterior a la caprichosa crítica que re-
cientemente han realizado los teóricos posmodernistas. Sea como sea, lo
importante es discernir si la teoría posmodernista aporta algo novedoso.
En mi opinión, el posmodernismo como una tarea intelectual de la que
nada puede derivarse a futuro, en la medida en que no ofrece instrumen-
tos conceptuales capaces de trascender la esÚuctura capitalista. ni de-
muestra contar con capacidad alguna de inspirar un diseño innovador de
cambio social. En resumen ,\a crítica posmoderna es menos radical que la
crítica cuyas ideas seminales encontramos en la obra de Nlarx,
Sin duda alguna, los ejercicios de deconstrucción del discurso con los
que Lyotard, Derrida, Deleuze, Guattari, Foucault v Baudrillard sentaron
las bases del posmodernismo (en la forma en que lo han postulado los
autores estadounidenses y Touraine en Francia) tienen alguna utilidad
164 El capitalismo en la era de la globalización

práctica. Concretamente, tienen el mérito de exponer la naturaleza meta-


física del discurso burgués postilustrado, así como de su extensión en las
escuelas al uso del pensamiento socialista. Dejaron al desnudo la tenden-
cia esencialista de dicho discurso, es decir, evidenciaron su opción en pro
de explicaciones metafísicas en el empeño de buscar lo absoluto. También
han iluminado los prejuicios economicistas de dicho discurso, que han
subordinado todos los aspectos de la vida social a los imperativos de la ra-
cionalidad económica. FIan explicitado su implícita deriva teleológica, en
virtud de la cual las ley,es históricas trabajan con implacable rigidez en el
avance constante del Progreso.
Las aportaciones de estos posmodernos, dicho con claridad, quizás
puedan parecer novedosas a los lectores previamente impresionados por
las asunciones del esencialismo, 1a teleologíay el economicismo burgue-
ses, pero para quienes nunca se tra€Jaron dichas asunciones, sin embargo,
no significan novedad alguna, son un simple viaje más a lo largo de las
fronteras del pensamiento burgués. Un viaje del que, como ya he dicho,
fue pionero Marx.
Los pensadores posmodernos han redescubierto, como ya sabemos,
que la Ilustración no libera a la humanidad. Desde la óptica del tipo de
pensamiento marxista que comparto, tal cosa es pura y simplemente axio-
mática. Nuestra escuela de pensamiento marxista subraya la comprensión
de que la alienación economicista propia de la ideología burguesa (inclu-
so las variantes que podemos denominar socialistas) es una extensíón
por ende, un sustituto intelectual- de la alienación n-retafísica propia-y,de
las cosmovisiones pasadas, así como la explotación capitalista es una ex-
tensión y un sustituto de la explotación tributaria. Por tanto, cuando Lyo-
tard afirma que Stalin y Auschwitz suponen el fracaso del sueño moder-
nista, 1o cierto es que su formulación adolece de la falta de un adjetivo:
capitalista. El imperialismo y su vástago virulento, el fascismo, así como
sus secuelas de guerras mundiales y masacres coloniales, son justamente
un producto de la agudización de las contradicciones en el sistema capi-
talista, una medida del conflicto entre las promesas de libertad en que se
basa y su incapacidad de aportar mejoras consustanciales. La ideología
soviética, con su visión economicistafocalizada en la idea de ,ralcanzao,
al otro (que, en mi opinión, significaba un sueño de capitalismo sin capi-
talistas), era una variación de la ideología burguesa. (lomo tal, como pre-
dijeron los pensadores maoístas hace 35 años, estaba programado en el
curso de su desarrollo natural que llegara al capitalismo ..normalr>. Suce-
sos como los de los últimos años, en sí mismos difícilmente sorprenden-
.tes, surgen de esa predicción.
La critica posmodernista, alejada de las perspectivas radicales que lo-
gró el pensamiento marxista, no proporciona los instrumentos necesarios
Ideología y pensamiento social 165

para trascender el capitalismo; por esta razón, sus propuestas resultan


ambiguas, vagas. Su predilección por la adulación acrítica de la diferen- .

cia y la exaltación del empirismo la hacen bastante compatíble con las


prácticas de gestión convencionales, economicistas, destinadas a perpetuar
las prácticas capitalistas, consideradas todavía como expresión definitiva
y eterna de racionalidad. Tal cosa deja la puerta {ranca a la aparición de
ideologías comunalistas neoconservadoras de las que abundan en las fta-
diciones anglosajonas de gestión social. En los casos extremos, puede lle-
var también a explosiones nihilistas. De una u otra forma, el resultado es
una ideología compatible con los intereses de los privilegiados, aquellos a
los que Galbraith, en su brillante análisis, denomina los .,poseedores>>.
En otro orden de cosas, el énfasis en la necesidad de democracia no
es algo en modo alguno infundado. De hecho, podría convertirse en un
eficaz estímulo para nuevos avances en la crítica teórica y práctica del ca-
pitalismo, asumiendo el concepto de democracia en todo su alcance di-
námico. Las luchas obreras dieron sentido y profundid ad ala democracia
en tiempos pasados; de forma semejante, no habría que menospreciar la
posibilidad de que la lucha por la democracia pueda suponer un impulso
progresivo en el curso de los acontecimientos futuros. Tal cosa es com-
partida, como elemento fáctico, por un sector sustancial de la escuela
posmoderna. No es mi intención acusarles de albergar ilusiones .<evolu-
cionístas>> condenadas a la frustración desde el principio. En cualquier
caso, mantengo que la dicotomía entre evolución, tergiversada como trai-
ción, y revolución, presentada como el único camino aceptable de transi-
ción socialista, fue un resultado concreto de circunstancias concretas vin-
culadas a las guerras mundiales y a la Revolución rusa, no una inferencia
lógica de la crítica radical del capitalismo. En las condiciones concretas
de la época, una interpretación de ese tipo podría haber reflejado con
bastante precisión la realidad, pero lo que empezó como expediente in-
terpretativo fue elevado por los marxistas vulgares a principio absoluto,
un cambio injustificado. De forma semejante, el papel asígnado a la clase
obrera puede haber sido un reflejo preciso de la función real de dicha cla-
se bajo las condiciones objetivas creadas por el capitalismo en una fase
temprana de su desarrollo, algo que en la actualidad debe revisarse a la
luz de los cambios en el sistema capitalista resultado de la interacción de
fuerzas sociales tanto en contextos nacionales como a escala mundial. Du-
rante algún tiempo, las estrategias paru una ruptura revolucionaria con el
capitalismo han estado enüe bastidores, pero ello no significa que no
exista necesidad de trascender el sistema capitalista. En surna, lo dicho
hasta el momento supone que en este momento existen las condiciones
para diseñar nuevas y perfeccionadas estrategias para englobar los cam-
bios actuales en el sistema capitalista.
166 El capitalismo en la era de la globalización

Sin duda alguna, el rechazo del marxismo sigue estando de moda en


7a actualidad. Para facilitar dicho rechazo, primero se redujo el marxismo
a su manifestación soviética, que a continuación se condenaba merced a
su <<capacidad de sobredeterminación explicativa>>, es decir, por su ten-
dencia a explicar la realidad en función de un esquema determinista que
convertía todo suceso no sólo en algo explicable, sino en el resultado ne-
cesario de las leyes del desarrollo capitalista. Lo cierto es que muchos
marxistas pueden ser acusados de tal cosa, pero, en lo relativo al propio
Marx, dicha acusación es patentemente injusta.
Mientras tanto, la cuestión de la reiación entre las esferas económica
y no económica, es decir, lo relativo a los vínculos entre política y cultura,
sigue siendo una asignatura pendiente en la estructura al uso del pensa-
miento marxista, e incluso dentro de otros marcos teóricos, incluyendo el
esquema posmodernista. La idea economicista de que la cultura se ajusta
a los imperativos económicos no procede de Marx. Refleja, por el contra-
rio, las percepciones ideológicas burguesas, dominantes desde la Ilustra-
ción hasta la actualidad. Por el contrario, la concepción de las culturas
como constantes nucleicas, vendidas por los elegantes v actualmente de
moda pluralistas culturales, algunos simplemente eurocéntricos y otros
eurocéntricos a la inversa, me parecen menos sostenibles, incluso much<r
más endebles respecto de la realidad, si tal cosa es posible. Así las cosas,
¿cuál sería la postura intermedia entre ambos extremos, dictada quizás
por la prudencia (in medio stat uirtus)? ¿Resultaría una posición satisfac-
toria? ¿Funcionaría? Lo cierto es que en el pasado algunos pensadores
optaron por actitudes parecidas que, sin embargo, no mostraron ser úti-
les en el empeño. \X/eber es un buen ejemplo de ello. Sus tesis, en parti-
cular las de la ética protestante y el surgimiento del capitalismo, me pare-
cen poco convincentes, cuando no manifiestamente débiles.
De forma semejante, la cuestión de la dinámica del conflicto social,
un problerna a primera vista n-rás simple. ha continuado planteando den-
tro de la tradición marxista cuestiones que han eludido 1as respuestas de-
finitivas. Por ejemplo, ¿cómo una clase en sí se convierte en una clase
para sí? Sabemos que a este respecto Lenin ar-anzó una serie de proposi-
ciones que afirman que la teoría debe imporrarse en la clase trabajadora
desde fuentes externas, una argumenración que algunos autores han cali-
ficado de no marxista. O, por seguir con las preguntas. ¿cómo aparece el
grupo intelectual orgánico de que habló G¡emsciT No hace falta decir
que cualquier progreso en la línea de solucronar dichos problemas presu-
pone avances en nuestra comprensión ie l¿s reiaciones entre las esferas
. económica, política y cultural. En este ¡j5q.. podríamos elegir de nuevo
permanecer en un terreno empírico sóiido v obsen-ar que existen muchos
actores sociales, por usar la expresión i¡ ::oia: que sus planes, explícitos
ldeología y pens¿miento social t67

o implícitos, son partes o elementos de un todo mayor y que cada uno de


ellos abarca dominios naturalmente diferentes entre sí; por tanto, ello su-
pone que no existe forma de predecir si se complementarán o chocarán
entre sí, si son víables o utópicos. Algo que, en suma, permitiría concluir
que el resultado de su confrontación es imposible de prever.
Así formulado, todo lo dicho antes resulta obvio. Pero me parece iló-
gico argumentat a partir de tales premisas que los <<movimientos sociales>>
(invariablemente citados en plural), en la medida en que son vectores de
cambio social y en tanto en cuanto expresan las aspiraciones cle grupos
humanos reales, merecen todos respeto y apoyo en virtud del espíritu de
la equidad democrática. ¿Por qué deberíamos respetar y apoyar no im-
porta a qué grupo si desconocemos dónde pueden llevarnos sus planes?
¿Por qué excluir la posibilidad de que los regímenes establecidos los pue-
dan manipular? Creo que muchas de las reivindicaciones étnicas del pre-
sente están sujetas a manipulación por gobiernos más preocupados por
gestionar la crisis que por resolver los problemas subyacentes. Tales go-
biernos pueden manipular el derecho de un pueblo a la autodetermina-
ción, no con el objeto de incrementar su libertad, sino para restringirla.
Por consiguiente, la opción de <<activismo al servicio de los movimien-
tos>>) un enfoque supuestamente basado en el análisis de los actores so-
ciales, conlleva el riesgo de un cariz antiteórico no menos peligroso que
su contrario, el prejuicio de la teoría dogmática.

L¿ INTEI-EcTUALIDAD FRENTE A LoS OPERADoRES ME,NTALES

Las ciencias sociales comprenden una gama de métodos e instrumen-


tos poco integrados aplicables todos ellos al análisis de la realidad social.
El estatuto epistemológico de estas disciplinas varía ampliamente de una
disciplina a oúa. En economía, la obsesión dominante por la gestión ha
impuesto una agenda de temas específicos, un enfoque selectivo orienta-
do a los datos significativos, y una visión en túnel de la realidadfocaliza-
da de forma estrecha en los objetivos de gestión. Ciertamente, dichas op-
ciones refuerzan a veces la eficiencia. Pero, en ese caso, la denominada
ciencia económica presupone una opción ideológica latente que legitima
el tipo de gestión que presupone, y por extensión el sistema social que
perpetúa, es decir, el sistema capitalista. Por esta razón,la disciplina de la
economía esquiva muchas cuestiones básicas relativas al cambio social y
al desarrolio histórico, asignándolas al libre desempeño del pensamiento
imaginativo, un proceso que considero acientífico.
Marx intentó, en mi opinión con éxito, exponer la alienación provo-
cada por la sociedad capitalista, mediante la cual las <<leves económicas>>
168 Iil capitalismo en la era de la globalización

se supone que opefan <<inexorablemente>> como leyes naturales, una es-


tratagema que mejora la eficiencia púctica de gestión del sistema en un
grado claramente perceptible^ Fue él quien desplazó las cuestiones deri-
vadas de este estrecho dominio del mantenimiento del sistema al campo
mucho más vasto del cambio social. Sin embargo, y a pesar de ese despla-
zamiento, se desamolló una tradición marxiana de análisis de la economía
capitalista cuyo enfoque es próximo al de ia escuela economicista, nota-
blemente en su definición de los problemas.
En cualquier caso, la crírica radical del capitalismo formulada por
Marx no contiene soluciones definitivas a las problemas relacionados con
la gestión de una sociedad liberada del dogma economicista. Ni ofrece
tampoco panacea alguna paru7a transición a dicha sociedad. Estas cues-
tiones empiezan a aparecer con fuerza en el momento en que los movi-
mientos sociales revolucionarios se hicieron con el poder político y em-
pezaron a construir el socialismo. Dadas las condiciones objetivas del
momento, sus planes estaban aquejados de ambigüedad. ¿Cuál era el ob-
jetivo: construir el socialismo o equipararse, tras atraparlo, con el capita-
lismo avanzado? Esta incertidumbre hundía sus raíces en ciertas opciones
respecto de la gestión de la transición, como la adopción de una econo-
mía centralizada administrativa en lugar de una economía de mercado.
Dichas opciones fueron racionalizadas invocando la racionalidad (la
construcción de una sociedad gestionada por la razón científica) típica de
la ideología burguesa. Fue,ustamente el tipo de racionalización que pro-
vocó la crítica de Engels a los socialdemócratas alemanes, una crítica en
que calificó sus planes de sueño de <<un capitalismo sin capitalistas>>.
En mi opinión, estas cuestiones siguen irresueltas. La polarización
mundial inherente al capitalismo exige estrategias de tansición de gran al-
cance, que tomen en consideración la totalidad de temas y factores pre-
sentes en una agenda contradictoria: por un lado, la necesidad de desarro-
llar las fuerzas productivas; por otro, la necesidad de diseñar relaciones
sociales alternativas. El debate acerca de dichas estrategias, especialmente
en lo relativo a sus aspectos económicos (la gestión social del mercado), si-
gue abierto.
En suma, el pensamiento social no puede confinarse denrro de los lí-
mites en que la escuela economicista quisiera que estuviera. Por otro
lado, no existe forma alguna de separar la necesidad de comprender la
sociedad en su conjunto del deseo de dirigir su evolución en uno u oro
sentido. La ideología (el sistema de valores que apuntala la defensa de un
diseño social determinado) y la ciencia (el conocimientos de las realida-
des funcionales objetivas que afectan al cambio) resultan inseparables.
Pienso, por ejemplo, que el concepto de desarrollo es un concepto ideo-
lógico definido por el diseño del tipo de sociedad que el proceso de de-
Ideología y pensamiento social 169

sarrollo se presupone que debe lograr. Y, como he intentado dejar claro


una y otra vez, el desarrollo no debe confunciirse con las realidades dei .

mundo moderno, unas realidades que han advenido no merced al desa-


rrollo, sino a la expansión del capitalismo. El hecho de que los gestores,
políticos y gurus que en el presente practican el juego del clesarrollo des-
dibujen sistemáticamente esta distinción crucial sólo es un claro expo-
nente cle su compromiso con el modelo capitalista latente. De modo se-
mejante, Ias feministas han expuesto claramente las bases ídeológicas de
1a <<ciencia>> social establecida, mostrando cómo a través de la defínición
de los temas (¿qué es significativo?, ¿qué se considera marginal?) y me-
diante el uso selectivo de metodologías que sirven a las definiciones al
uso de la realidad. esas disciplinas sociales logran dejar fuera del marco
de la investigación las cuestiones feministas. Es decir, han tnostraclo,
cómo los objetivos sociales que subvacen en las disciplinas al uso conlle-
van la perpetuación de1 sistema patriarcal.
De ahí que las refleriones que siguen exigen que se diferencie nítida-
mente entre los diversos pensadores sociales en función de 1os objetivos
sociales que guían sus obras. Por un lado están los que Galbraith deno-
¡¡i¡¿ «poseedoresr>. En su opinión, todo lo que nuestra socíedad necesita
son gesrores (del sistema capitalista, naturalmente, entendido como un
sistema capaz de cambiar en direcciones esperanzadatnente positivas,
pendientes de definir). Cualquier cosa que va,va más allá de este marco re-
presenta, según los ..poseedores>>, un peligro público. Por otro lado, te-
nemos a las personas que sostienen que nuestra sociedad necesita impe-
riosamente un pensamiento crítico que proporcione la comprensión de
los mecanismos de cambio, un pensamiento capaz a su vez de influir en
ese cambio en una dirección que libere a la sociedad de la alienación ca-
pitalista y de sus trágicas consecuencias. En la medída en que tal cosa
compete a la innrensa mayoria de la humanidad (los pueblos de Asia,
Áf.ic, y América Latina), esta necesidad resulta vital, puesto que esos
pueblos experimentan en el presente el capitalismo conro una forma pura
v simple de depredación.
Por consiguiente, propongo distinguir entre aquellos que denomino
operadores mentales, que sirven al aparato ideológico establecido, y los
que pueden considerarse genuinamente parte de la intelectualidad. Estos
últimos no tendrán otro impacto que el derivado del alcance de su com-
petencia y capacidad crítica. En otras palabras, ha de ser capaz de inspi-
rar una acción liberadora dentro de un programa que vincule la teoría y
Ia púctica. Desde esta perspectiva, cualquier valoración de la producción
de los intelectuales del Tercer Mundo, incluyendo los africanos, clebe em-
pezar analizando la relación entre los desafíos a que se enfrentan sus pue-
blos respecto del <<capitalismo realmente existente>>, y la orientacíón de
110 El capitalismo en la cra de la globalización

las acciones inspiradas por su obra. Volveré a ocuparme de nuevo del


tema, ofreciendo una interpretación más concreta del tipo de valoración
que acabo de proponer.

DrsaRRor-lo: cRÍTrcAS coNTRASTADAS

Ahora que la crítica del desarrollo se ha convertido en un asunto can-


dente y vivo, creo llegado el momento de examinar los tipos de crítica di-
rigidos al concepto y la práctica de los esquemas de desarrollo de pos-
glrerra. Ello supone también realizar una valoración crítica de las teorías,
conceptos y prácticas que acompañan al proceso actual de crisis, así como
revisar las nuevas técnicas analíticas empleadas por dichas críticas y, por
último, evaluar las estrategias que proponen.
Las críticas del desarrollo pertenecen a dos escuelas. Según la prime-
ra, en los florecientes días de la década de los cincuenta a la de los seten-
ta la experiencia del desarrollo, si bien desigual, fue globalmente positi-
va. A partir de entonces, sin embargo, el fenómeno ha perdido impulso,
por 1o que el problema se reduce a retomar nuevamente la salida y la ve-
locidad del principio. Según este tipo de críticas, ia causa de la pérdida de
impulso y el estancamiento es la crisis general que afecta a los centros de-
sarrollados de la economía mundial. Algunos retrotraen la raíz de dicha
crisis a las políticas de desarrollado seguidas, que consideran excesiva-
mente nacionalistas y, por tanto, incompatibles con los imperativos de la
globalización. Otros ven el problema como resultado del impacto con-
junto de ambos procesos. Obviamente, estas críticas siguen considerando
el desarrollo en paralelo a la expansión mundial del capitalismo. Desde su
perspectiva, el proceso de desarrollo es algo así como un resultado natu-
ral del capitalismo, aunque algunos autores añaden que la expansión ca-
pitalista requiere que se canalice mediante directrices políticas adecua-
das, al igual que un avión suaviza sus líneas para minimizarla resistencia
del aire. En suma, este tipo de crítica sigue vinculada a los parámetros del
enfoque de gestión.
Una segunda escuela, opuesta a la primera, considera que el proceso
de desarrollo en cuestión está en crisis porque ha faltado a sus promesas.
Por un lado, ha promovido pautas de distribución de los ingresos cre-
cientemente desiguales entre las sociedades del planeta y dentro de las so-
ciedades situadas en la periferia del sistema, en un proceso que ha empe-
orado la pobreza y la marginación de los desfavorecidos en lugar de
.integrar todos los estratos sociales en un sistema más estable y más inclu-
sivo. Por otro lado, porque, además de hacer lo anterior, ha generado un
peligroso despilfarro de los recursos no renovables y ha provocado una
Ideología y pensamiento social t71

terrible devastación del medio ambiente. Mi propia preocupación coinci-


de bastante con este tipo de críticas. De ahí que, en este punto, pueda re-
sultar útil señalar que la crítica articulada del etbos del desarrollo prece-
dió a \a crisis de los años ochenta, lo que los lleva necesariamente a
recapitular las ideas de los críticos del proceso de desarroilo en su mo-
mento de apogeo,
Soy consciente de que las críticas actuales del desarrollo varían en
tipo y alcance de las realizadas en el pasado, así como de que cualquier in-
tento de reducirlas a unas pocas proposiciones generales sólo lograrán
comprometer la claridad de los debates en curso. De ahí que considere
más adecuado evitar el riesgo de generalizar en exceso. No obstante, me
parece que muy a menudo nllestros críticos presentan resúmenes tenden-
ciosos de nuestras argumentaciones, las agrupan bajo 1a etiqueta de ,.ne-
omarxismo en las últimas décadas» y, finalmente, las presentan como un
cuerpo de pensamiento en situación de crisis. Suele suceder, además, que
muy frecuentemente nuestros críticos han pertenecido anteriormente a
una u otra de las tendencias de la denominada escuela neomarxista, y las
críticas y autocríticas que algunos de ellos han planteado están inspiradas
por las mismas preocupaciones que tuvieron en el pasado.
En esta presentación recurrente, las escuelas de pensamiento neo-
marxistas se clasifican a su vez en tres grandes apartados según su énfasis
teórico en los modos de producción, en la dependencia o en el sistema-
mundo. Los análisis así presentados son obviamente muy variados, con
acentos clave que varían de uno a otro autor. He de confesar, en cualquier
caso, que comparto muchas de las críticas que habitualmente se plantean
a estas escuelas neomarxistas. Pienso, por ejemplo, que la continua mati-
zación respecto de los conceptos relacionados con los modos de produc-
ción expresa una obsesión erudita por los detalles que probablemente
contribuya más a oscurecer ios temas de fondo que a esclarecerlos. Ade-
más, creo que las teorías desarrolladas dentro del marco de la dependen-
cia o del sistema-mundo adolecen a veces de mecanicismo, economicismo
y determinismo. Y podría continuar exponiendo rni amplia lista de reser-
vas respecto de dicha escuela.
No obstante, y aunque taies críticas sean válidas, no creo que sin'a de
nada tirar al niño junto al agua sucia por el sumidero de la bañera. Nle pa-
rece que sería útil focalizar claramente las contribuciones importantes del
pensamiento neomarxista que estamos exponiendo. Concretamente, uno
de sus logros es haber subrayado los vínculos entre las esferas nacional y
mundial. Todas las modificaciones ulteriores de esta aportación teórica
han mostrado que era de importancia crucial, v que sirr-ieron de antídoto
a los enfoques ingenuos de los ideólogos ),teóricos de 1as escuelas domi-
nantes burguesa y marxista.
172 El ca¡ritalismo en la er¿ de la globalización

Dicho esto, permitáseme señalar que, en rni opinión, mi obra no per-


tenece a ninguna de estas escuelas. Y estoy seguro que no soy el único que
se encuentra en dicha situación, lo que constituye una prueba adicional
de las limitaciones de este tipo de categoúzación artificial. Mi atención
constante en el materialismo histórico, entendido en su totalidad, con es-
pecial referencia a la historia (y a la transición) del capitalismo, mis críti-
cas a la visión economicista y eurocéntrica de las metateorías dominantes
en estos campos, constituyen al menos un exponente de la decisión de
evitar el tipo de defectos que ahora se imputan veces de forma justifi-
cada- -a
a las escuelas neomarxistas, a saber; sus tendencias esencialista y
economicista, sLls interpretaciones a menudo dogmáticas y vulgares del
marxismo, y sus tendencias teleológicas, particularmente obvias en la co-
rriente soviética del marxismo vulgar.
La esencia de mi crítica del cuerpo crítico cae, sin embargo, fuera del
alcance de las denominadas obras teoréticas, puesio que el pensamiento
social resulta inseparable del trabajo práctico que inspira. Por consi-
guiente, más que examinar y reexaminar las aiirmaciones y análisis rcaliza-
dos en el marco de la estructura de las críticas neomarxistas del desarro-
llo prefiero situarlas en el contexto en que fueron formuladas. Esto fue
justamente lo que hice en mi recielrte reexamen del «Despliegue y erosión
del proyecto de Bandlrng>>. en Re-reuding the Post-lMar Period, donde su-
brayé los desafíos a que se enfrentan los pensadores teoréticos para dar
cuenta del impacto de los conflictos de la vida real. En este marco no
existe forma alguna de omitir las pasadas formulaciones soviéticas, las
formulaciones rivales del pensamiento maoísta y las posturas ambiguas
del nacionalismo radical y populista del Tercer Mundo, todas ellas total-
mente agotadas en el análisis actual de los pasadas criticas del proceso de
desarrollo. Considero tal penuria intelectual deplorable y estoy convenci-
do de que esta seria laguna se debe a la naturalezade pensamiento afin-
cado en su torre de marfil de muchas de esas críticas. Pienso además que
otro factor que contribuye a explicar las cosas es la alternancia pendular
de muchos intelectuales occidentales de izquierda, que han pasado de un
entusiasmo característicamente ingenuo por el Tercer NIundo a una posi-
ción proimperialista difícilmente diferenciable del vapuleo y crítica gene-
ralizada al Tercer Mundo.
El principal argumento que se usa en esta autocrítica de la posición
en pro del Tercer Mundo es que, dada la ar-nplia gama de caminos hacia el
desarrollo, fue temerario insistir en valoraciones comprehensivas del ca-
pitalismo a escala mundial, centrarse en el contraste entre centros y peri-
ferias y destacar el imperialismo. Ese fue, dicen. el defecto fatal del mar-
xismo, compartido por el neomarxismo. Dicho de otra forma, habida
cuenta de la diversidad de la realidad en cuestión. se precisaba un análi-
Ideología y pensamiento social l1 3

sis sutilmente diferenciado capaz de dar cuenta seriamente de las cir-


cunstancias internas que rigen el desarrollo de cada sociedad en todos sus.
niveles (económico, político, cultural), y que determinan la evolución
gresíva o regresiva- de cada sociedad en el sistema mundial, -pro-
Así formulado, el argumento me parece un tópico. En ningún mo-
mento de mis análisis (o en los de los autores cuyas perspectivas com-
parto) se ha afirmado que la expansión mundial del capitalismo eliminó
todas las diferencias. Muy al contrario, todos nuestros esfuerzos se con-
centraron en analízar la naturaTeza y la dimensión de las diferenciaciones
acaecidas durante el proceso de expansión, precisamente para dar cuen-
ta de la interrelación de los aspectos generales (o mundiales) y los parti-
culares (o nacionales) de la realidad. La aceptación de la diversidad, per-
fectamente normal en sí misma, no nos absuelve de la necesidad paralela
y concomitante de reconocer la generalidad, habida cuenta que sin co-
nocimiento de lo general la diversidad carece de sentido. La cuestión
real que plantea laáiversidad es precisamente ésa, algo que a menudo no
logran percibir con claridad los críticos a que nos referimos. Dicho de
otro modo: ¿lleva la modernización dentro de la estructura capitalista a
<<atrapar» a los otros, es decir, a la abolición de la modernización mun-
dial? Y si tal cosa sucede, ¿depende e1 resultado de las condiciones na-
cionales internas?
Tanto ahora como en el pasado la cuestión que acabamos de plantear
admite dos respuestas opuestas. Es decir, sí, según unos; no, de acuerdo
con otros. Yo me cuento entre quienes dicen no. Mientras tanto, estas po-
siciones polarizadas rer,isten formas nuevas en virtud de la nueva conti-
guración del sistema capitalista, diferente de la de los años del auge de
posguerra ,1940-1950).
E,xisten otras críticas. formuladas en un marco fundamentalmente di-
ferente del de la tradición marxista o neomarxista, y en explícito desa-
cuerdo con ésta. La crítica posmodernista pertenece, como va hemos se-
ñalado, a esta categoría. Es un hecho probado que el Tercer jtlundo no
interesa a los pensadores posmodernistas, que 1o ven como una simple co-
lección de Estados atrasados, en sintonía con la cosmovisión burguesa,
pasada y presente. Algunos posmodernistas tienen tendencia a provectar
las directrices que creen discernir en el mundo desarrollado en los mot,i-
mientos sociales de los países de la periferia. En mi opinión. sus extrapo-
laciones tienen muy poco que ver con la realidad. Nfur. lejos de expresar
un rechazo de la modernidad, los movimientos en cuestión son en reali-
dad la consecuencia del derrumbe de la promesa de modernización real,
un fracaso característico del capitalismo periférico.
Las diversas estrategias de desarrollo, a menudo presentadas como
radicalmente nuevas, aunque su única novedad es su presentación, si-
1,7 4 El capitalismo en la era de la globalización

guen siendo vagas y carentes de credibilidad. Las repetidas reivindica-


ciones de democracia, con incidencia en el discurso contemporáneo que
goza de un consenso prácticamente unánime, constituyen sin duda al-
guna un cambio positivo, que contribuyen a acabar con erróneos pero
extendidos prejuicios como el que presupone que la democracia se de-
riva automáticamente del desarrollo. Para quienes conciben el desarro-
llo como una forma abreviada de hablar de modelo social progresivo, la
democratización de la sociedad constiruye por definicíón una parte in-
tegral del proceso de desarrollo. Éste, siÁ eiobjetivo de lograr la libera-
ción y el ejercicio real del poder por las personas, queda reducido a
mera teoría vacía.
Sin embargo, estar de acuerdo con el punto de vista anterior no re-
suelve el problema. Necesitamos analizar las formas prácticas en que el
capitalismo periférico actúa como un obstáculo objetivo que bloquea el
camino a la democracia. Esto, dicho sea de paso, explica también por qué
los prejuicios antidemocráticos han caracteúzado los enfoques no sólo de
los tecnócratas autodenominados socialistas, sino también los identifica-
dos abíertamente con el poder capitalista, una clara muestra de que el de-
sarrollo real choca con los imperativos de la expansión capitalista. Por úl-
timo, hemos de ser capaces de diseñar programas de acción práctica que
vinculen la democratización con el progreso social, con suficiente coraje
como para poner en marcha políticas eficaces en ese marco y para afron-
tar aodazmente el riesgo de conflicto que emana del impulso de la expan-
sión capitalista. Recuérdese, ésa es la opción que yo denomino <<desvin-
culación>>.
Otras opciones estratégicas actualmente en boga, como los avances
en la liberación de la mujer, la creciente conciencia cultural ,v la preocu-
pación por el medio ambiente, son, indudablemente, importantes y tie-
nen méritos propios. Sin embargo, no hay que olvidar que los discursos
retóricos que suelen acompañar a esas cuestiones suelen ser ambiguos y
superficiales. Los organismos de desarrollo se han vuelto enormemente
sensibles a esos asuntos, de forma que han cambiado su rerórica sin de-
safiar los regímenes y políticas al uso. Encontramos un discurso cons-
tante respecto de las <<mujeres en el desarrollorr. o reterencias al respeto
de los vaiores culturales y al desarrollo sostenible. pero escasean los
ejemplos en que alguien se toma la molestia de realizar un análisis preli-
minar de las relaciones fomentadas por el sistema capitalista expansio-
nista y su influjo en los roles masculinos v femeninos. en los valores cul-
turales existentes o en la reproducción áe las condiciones naturales de
producción.
Cualquier proyecto en pro del desarrollo enrendido como un proce-
so liberador está obligado a considerar, r' a abandonar. cuestiones extre-
Ideología y pensamiento social t75

madamente complejas propias de tales asuntos. Y la característica arro-


gancia evasiva de los gestores del desarrollo es una respuesta totalmente
inadecuada. También en este caso la relación entre lo universal (particu-'
larmente el objetivo universalista de la imprescindible transformación
mundial) y lo particular plantea una serie de dilemas teóricos y prácticos.
Los gestores del desarrollo, en lugar de afrontarlos, se limitan a esquivar-
los con su retórica superficial e impúdica.
En esas condiciones, las propuestas estratégicas avanzadas de forma
dispersa corren un alto riesgo de ser transformadas en simples esüategias
de gestión de la crisis, en lugar de servir de puntos de referencia para rc-
solverla. El riesgo es especialmente alto en la medida en que la elite dedi-
cada a Ia gestión no está sólo manipulando propuestas potencialmente
progresistas, sino, sobre todo, propuestas otganizadas de forma incohe-
rente, lo que les permite convertirlas en consignas que acaban resultando
útiles a los regímenes establecidos.

LOs ANÁITSIS Y ESTMTEGIAS PROPUESTOS POR LA INTELECTiJALIDAD DEL


TencpR MuNno

De ahí, pues, que pretenda examinar los análisis y estrategias pro-


puestos por la intelectualidad del Tercer Mundo, y particularmente por la
africana, durante las pasadas décadas, interpretándolos, para clarificar los
vínculos existentes enme ellos y los retos de la vida real implicados en las
luchas de liberación de la época. Pretendo también realizar una valora-
ción similar del debate acerca de las transformaciones en curso a escala
del sistema mundial y de los diferentes sistemas africanos, una manera de
identificar puntos de referencra para esos retos y las estrategias apropia-
das para enfrentarlos.
Propongo analizar el medio siglo que ha transcurrido desde la Se-
gunda Guerra Mundial (1945 1990) como una larga fase en la expansión
del capitalismo ascendente. Este análisis hunde sus raíces en el sistema
modular que he mencionado en el capítulo 1: el compromiso socialdemó-
crata nivel nacional en los países occidentales; el proyecto soviético para
^
alcanzar a Occidente en un marco general de falta de compromiso; y el es-
quema de desarrollo nacionalista de tipo burgués que he denominado
proyecto de Bandung (véanse concretamente Empire of Chaos y Re-rea-
díng tlte Post-War Period, an Intellectual ltircerary). La permanen¿e ero-
sión de 10s sistemas construidos a partir de esas bases, que culminaron en
su colapso. desembocaron en una fase de crisis estructural a largo plazo
de alcance mundial. Mientras tanto,la profundización del proceso de glo-
balización, que en primer lugar provocó la erosión de los sistemas ahora
l7 6 El capitalismo en la era de la globalizacíón

va caducos, generó una polarización capitalista mundial con una defini-


ción nueva. Ese proceso, por 10 demás, también ha definido los paráme-
tros de los nuevos desafíos a que se enfrentan quienes se comprometen
con las luchas de liberación.
En esta perspectiva, resulta imprescindible reflexionar sobre los aná-
lisis y estrategias planteados por la intelectualidad africana y del Tercer
Mundo en el período de posgueffa para interpretarlos como expresiones
del proceso que he denominado «despliegue y erosión del proyecto de
Bandung>>. El proyecto presuponía un esquema de modernización de cor-
te nacionalista y burgués encaminado a lograr el establecimiento de eco-
nomías nacionales relativamente endocéntricas e industriales en un mar-
co interno de interdependencia controlada a escala mundial, justamente
1o opuesto al modeio soviético de desvinculación. No hace falta decir que
menudearon las variaciones del proyecto, en función de factores internos
y en particular del grado de rudicalización del frente de liberación an-
tiimperialista en cada caso, algo paralelo al hecho, también bien docu-
mentado. de que los iogros en la lucha de liberación por la in-
dustrialización y la competitividad eficaz- acabaron -medidos
siendo desiguales,
dependiendo de factores internos y externos.
En mi opinión, la principal fractura entre los principales antagonistas
en ese debate Áf.i., y el Tercer Mundo en los úitimos cincuenta años
".r
puede definirse a pafiir de la siguiente preguntai ¿era rcalizable el pro-
vecto de Bandung? Dicho de otra forma, ¿facllitaria el proyecto en cues-
tión el establecimiento efectivo de sociedades capitalistas nacionales y
modernizadas capaces de afanarse en alcanzar a las sociedades avanzadas
en un contexto de interdependencia a escala mundial? O, por el contra-
rio. ¿se trataba de un proyecto utópico, en la medida en que el objetivo
ambicionado exigía imprescindiblemente una radicali zación del proyecto
que 1o hubiera desviado de la lógica capitalista que lo inspiraba? Algunos
autores sostuvieron que la burguesía nacional tenía todavía una misión
histórica que cumplir, mientras que otros afirmaron que tal cosa era un
mero espejismo condenado a acabar en una rápida decepción. Yo me si-
túo entre estos últimos y creo que la historia ha demostrado que estába-
mos en lo cierto.
Así las cosas, ha llegado el momento de definir los reros y desafíos
nuevamente, a partir de los logros adquiridos durante las denominadas
«décadas de desarrollo>>, mientras tomamos nofa a la vez de la nueva con-
figuración del sistema mundial.
Ideología y pensamiento social 177

UNA Nupv¿ AGENDA: ANÁLISIS DE LA DIVERSIDAD DEL TERCER MuNoo y


RECONSTRUCCIÓN DEL PODER SOCIAL DE, LAS CLASES POPULARES

Propongo, por consiguiente, analizar la diversidad de lo que se suele


denominar Tercer Mundo, usando como criterio básico la capacidad
competitiva de los diversos socios en el sistema. De acuerdo con dicho
criterio, las sociedades periféricas se dividen en dos categorías: por un
lado, aquellas en que los productos manufacturados se han convertido en
un componente competitivo en el mercado mundial; y, por otro, aquellas
que, bien porque no han entrado en la era industrial, bien porque sus in-
dustrias están muy lejos de haber logrado un potencial competitivo, si-
guen atrapadas en el papel de exportadoras de materias primas, prisione-
ras de una división del trabajo obsoleta.
En el primer grupo hemos de situar los países de Asia oriental, Amé-
ricaLatina y, en menor grado, India y el sudeste asiático. En la jerga de
los gestores del desarrollo, se trata de los países realmente <<en vías de de-
sarrollo>r, lo que significa que están claramente involucrados en procesos
orientados a alcanzar al mundo desarrollado. La pauta seguida por su in-
dusÚialización se asemeja a una gigantesca empresa subcontratada con-
trolada por los países del centro del sistema y que opera de acuerdo con
lo que denomino cinco nuevos monopolios (véase el capítulo 1), lo que
permite al centro polatizar el mundo en su exclusivo beneficio
El segundo grupo (que engloba todo el conrinenre africano, inclu-
yendo el norte de África y Sudáfrica), al que a veces se alude con la ex-
presión Cuarto Mundo, se enfrenta a la perspectiva de una mayor margi-
nación en el nuevo orden mundial.
Las diversas ideologías y estrategias que ofrecen los regímenes en el
poder son los medios de que se sirven en su empeño de gestionar la crisis
del sistema emergente. Su estilo de gestión depende en gran medida de
un conglomerado confuso procedente de fuentes dispares, que refuerzan
con argumentaciones con grados de validez bien diferente que usan una y
otravez,la mayor parte de ellas revestidas de una pátina moral y todas
ellas recicladas al servicio del régimen existente. Por ejemplo, en nombre
de la construcción de un sistema mundial, y de la inadecuación de un
concepto de nación ya caduco, se inrenta justificar el dictado que ahora
emplea la bandera de las Naciones Unidas como ligera hoja de parra legi-
timadora mientras convierte a los Estados de la periferia del sistema en
entidades derrotadas incapaces de resistir el virulento ataque del merca-
do a escala mundial. Y paru lograr tal cosa se usan causas como la defen-
sa de los derechos de las minorías. En nombre de la privatización, se rea-
lizan incansables esfuerzos para fortalecer la eficiencia de los monopolios
tecnológicos v financieros, así como para mantener a los Estados periféri-
178 El capitalismo en la era de la globalización

cos inermes e indefensos en tales asuntos. En nombre del medio ambien-


te, las sociedades del centro acusan a los Estados periféricos de despilfa-
rro, mientras fortalecen su propio monopolio sobre el acceso a los recur-
sos globales y reafirman su derecho a despilfarrarlos. En nombre de una
democracia manipulada, se atribuyen el derecho a intervenir en otros paí-
ses sin límite alguno.
. Compete a la intelectualidad, sobre todo a la del Tercer Mundo y
Africa, el deber de deconstruir esta nueva retórica legitimadora, dejando
al desnudo sus conexiones funcionales con los objetivos tácticos y estra-
tégicos de la gestión de la crisis. No podemos, sin embargo, hacer tal cosa
mientras sigamos aferrados a fórmulas yaagotadas que, además, el reno-
vado impulso del sistema mundial ha vuelto obsoletas. Por tanto, necesi-
tamos, aquí y ahora, aprehender las cuestiones democráticas progresistas
y darles un perfil alto para contrarrestar la decadencia de los modelos de
posguerra, con el objetivo último de conferirles a ellas y al pensamiento
conexo un giro radical.
Si no tenemos éxito, es decir, si la intelectualidad no logra pensar de
nuevo y con éxito esos asuntos, el ciclo de reacciones espontáneas e ina-
decuadas de personas sojuzgadas por la nueva polarización a escala mun-
dial continuará,ylas energías que generan serán seguramente aprovecha-
das por los regímenes dominantes en su afán de gestionar la crisis. Al
decir eso estoy pensando en las diversas fuerzas comunales y étnicas, de
carácter centrífugo, en los que postulan el resurgir culturalista nostálgico,
y especialmente en los anticuarios religiosos muy activos en la actualidad,
cuyo impacto devastador, en especial en el desilusionado Cuarto Mundo,
ha adquirido dimensiones trágicas.
Frente a estas estrategias e ideologías de gestión de la crisis, la inte-
lectualidad debería responder con una contribución positiva a la cristali-
zación de propuestas alternativas que ofrezcan soluciones reales a la cri-
sis. No tengo intención de ofrecer panaceas listas para su uso inmediato.
Sin embargo, me parece útil recapitular unos pocos conceptos básicos
que podrían contribuir a reformular estrategias efectivas para resolver la
crisis mientras se prepata, alavez, e\ terreno para crear una internacional
de los pueblos, suficientemente sólida para hacer frente eficazmente al
apetito de capital depredador del mundo. Estas sugerencias presuponen
contribuciones de todos los lugares y niveles, de la base a los Estados, re-
giones y al sistema mundial en su conjunto.
Su implementación requerirá la creación, qoizás en varias fases, de
un frente anticomprador en las sociedades periféricas, puesro que las
alíanzas sociales basadas en los compradores son precisamente las que ar-
monizan con el proyecto capitalista para un nuevo orden mundial. Tam-
bién se precisaran programas orientados a reestructurar los Estados para
Ideología y pensamiento social ll L)

que puedan estar en condiciones de hacer frente a los desafíos; no en


vano, como he señalado antes, no hay forma alguna de quebrar los cinco'
monopolios ya identificados sin crear, en un gran entorno regional, un
poder político, económico, cultural y militar 1o bastante fuerte como para
responder a esos retos. Los objetivos de democratización vinculados al
progreso social para las clases populares, de respeto por las diferencias ét-
nicas, religiosas y de otro tipo emparejadas con la promoción de la liber-
tadyla diversidad en todas las áreas, proporcionarían un punto de parti-
da para esa reconstrucción imprescindible. En Afriru, ha llegado el
momento de infundir nueva vida a los conceptos de panafricanismo y pa-
narabismo, antaño eliminados de las posiciones centrales del debate a
causa de los primeros éxitos del proceso de desarrollo, habida cuenta de
que en la actualidad está meridianamente claro el carácter espurio de
aquellos éxitos pasados.
Por último, en lo relativo al nivel del sistema mundial,la lucha debe-
úa aspirat a reconstruir o crear, con una lógica basada en la negociación.
grandes bloques regionales capaces de hacer frente a los desafíos. Esta re-
construcción debería operar, obviamente, en la esfera económica: cone-
xiones relacionadas con los intercambios y la definición de modalidades
operativas para nuevas instituciones financieras, científicas, monetarias,
tecnológicas, comerciales y ambientales diseñadas para reemplazar al
Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el GATT, el Acuerdo
sobre Patentes y Derechos de Autor, etc. No habría que olvidar lo relati-
vo ala organización política, lo que supondría renegociar el papel de las
Naciones Unidas, todo ello en un proceso que concibo como una nueva
estrategia multipolar de desvinculación.
Estas propuestas serán rcchazadas en un periquete aduciendo que
son utópicas. Ciertamente lo son, en el sentido habitual del término, que
alude a la búsqueda de cambios a los que no parecen llevar por sí mismos
las tendencias actuales. En otras palabras, las fuerzas del presente real-
mente existentes, políticas, sociales e ideológicas, no apuntan en las di-
recciones que acabo de señalar. Sin embargo, en modo alguno son utópi-
cas en otro sentido, el de imposibles; los primeros pasos en la dirección
indicada desencadenarán un círculo virtuoso de cambios que, procedien-
do como una bola de nieve, provocaran un gran movimiento de cambio.
En otras palabras, la utopía de que nos estamos ocupando es de tipo po-
sitivo, creativa, y me adhiero a ella con todo mi corazón ¡, compromiso..
En cualquier caso, en ausencia de utopías positivas, los pueblos del mun-
do reaccion arán invaúablemente a sus desesperadas circunstancias reco-
brando otros tipos de utopía; de ahí, por ejemplo, ei resurgir de los mo-
vimientos religiosos fundamentalistas. La diferencia es que esas otras
utopías son peligrosas> en virtud de su orientación inequívocamente re-
180 El capitalismo en 1a era de la globalización

accionaria. Y Io que es peor todavía, las utopías religiosas son ineficaces


en el sentido de que su foco básico enraizado en la cultura las hace per-
fectamente compatibles con una capitulación total frente a los imperati-
vos del orden mundial capitalista emergente, sobre todo en lo relativo a la
gestión económica.
Por otro lado, los mismos críticos que acusarán a mis propuestas de
ser utópicas recurrirán también al conocido eslogan de que ,.no hay al-
ternativas>>, tan predecible en la actualidad en muchos casos y autores
que pueden definirse con una sigla, el síndrome de Deberíamos
"NHA».
luchar contra este síndrome por devastador y absurdo. En cualquier si-
tuación, siempre existen alternativas, algo que, por lo demás, emana del
mismo signifícado de la libertad humana. Resulta divertido ver a cierto
tipo de gestores que se afana en acusar al marxismo de determinismo in-
justificado, por ejemplo, para caer luego en manos de este otro tipo, ab-
soluto y vulgar, de determinismo. Por añadidura, el proyecto que quieren
defender con esa argumentación, la gestión basada en el mercado del sis-
tema mundial, es utópico en el peor sentido del término, una utopía de-
vastadora, reaccionaria, condenada en cualquier caso a sucumbir bajo la
presión de su propia carga explosiva.
En el estado actual del mundo, la intelectualidad se enfrenta a un
nuevo coniunio de amedrantadoras responsabilidades. En fases previas
de la historia africana, durante la lucha de liberación nacional, y poste-
riormente en las décadas de desarrollo,la intelectualidad cumplió con su
misión de forma bastante honorable. En aquella época, instituciones
como IDEP, el Foro del Tercer Mundo y CODESRIA (Council for the
Development of Social Reaseach in Africa) lucharon codo con codo con
numerosos académicos comprometidos en encuentros intelectuales bien
vivos, haciendo una contribución rica y fructífera afuerzas progresistas.
Ciertamente, su tarea fue favorecida por el hecho de que podían contar
con el apoyo de los partidos de liberación nacional o de las fuerzas pro-
gresistas que contribuyeron constructivamente ala tarea que se desarro-
l1ó tras la consecución de la independencia. En otras palabras, contaron
con el apoyo de fuerzas sociales y políticas reales v organizadas. Desgra-
ciadamente, luego llegaron los tiempos en que tales vínculos engendraron
ilusiones peligrosas, que llevaron a ulteriores reincidencias.
Nos encontramos en un momento y una situación diferente. Las cla-
ses domínantes, erróneamente denominada elite, racionalizan su colabo-
ración con la estructura y esquemá que conlleva 1a expansión capitalista
mundial, una expansión que sojuzga a sus pueblos. en rérminos de..afro-
'pesimismo>>,
un conjunto de actitudes negatir-as que comparten con los
funcionarios encargados de gestionar el sistema mundial. Es preciso rom-
per con esas falsas elites, a las que las clases populares fratan de enfren-
Ideología y pensamiento social 181

tarse de Ia mejor manera posible, a veces logrando gestas creativas en su


lucha cotidiana por la supervivencia. Por el momento, sin embargo, la in-
telectualidad está alejada del combate. Hace tiempo que perdió su posi-
ción correcta.
Lisa y llanamente, la crisis no se resolveráhasta que las fuerzas po-
pulares y democráticas no sean capaces de dominar la sociedad y unirla
de nuevo. Pero cualquier hegemonia eficaz depende de la presencia de
instrumentos ideológicos y estratégicos, en cuya creación tiene una gran
responsabilidad la intelectualidad. Su misión es establecer vínculos entre
su propio pensamiento productivo y las aspiraciones o acciones de las cla-
ses populares, convirtiéndolos en sus asociados sociales; de otra forma,
ambas partes están condenadas a seguir socialmente aisladas.
No hará falta insistir en que, en esta fase inicial de reconstrucción, la
cuestión clave no es precisamente la toma del poder. Latarea inicial es,
por el contrario, la reconstrucción del poder social de las clases popula-
res, erosionado por la crisis actual.

Referencias

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Re-reading tbe Post-\X/ar Perictd, an lrutellectual Itinerary, Nueva
York,-,Monthly Revieu,, 1994.
ÍxorcE nNerÍrrco Y DE NoMBRES

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179 66,68-70,129
Aeronaútica, subsidios estadounidenses, 47 Bancos, internacionalización, 5l
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Africa: 111, 115, 116, 118, 72), r72, 175, 116
ACP (Africa, Caribe, Pacífíco), ,,42,128, Ba¡an, Paul, J5
- laa Baudrillard,Jean,163
..afropesimismor. 180 Bélgica, l)7 ,154,151
- balcanización, I 1t) BERD (Banco europeo pirril la reconstrucción y'
- ¡¡2¡¡¡¡¡¡¡6[ización. 5 6 el desarrollo de Europa del Este), .10
- intelectualidad, l7 5, 17 6, 11 8, 180-181 Bercberes,8l
- panafricanismo, 155, 179 Bienestar, estado del, )2,52,175-116, 119, 1i0
- políglota, 82 Bismarck, Otto von, 70, 156
- subsahariana, 12, 12, 109. 10, 11I, 12), 144
1 Blair House, acuerdo de, .{7
-Agricultura, 15, 110, 141 BN'l (Banco N{unclial), 20, 2 t- . 29. r, ) 1, )9 -1),
ideología del Banco Mundial. .11, ,12 58-62.1i, t20,119
- subsidios. 47 Bolchevique, rcvolución. 86
-Albania, 114 Bolchevismo. 107
Alemania, 54,70,l2,86, 88, 102 103, 1)6, \46, Brandt, Iniorme, 9), 12)
151, r55, 157 Brasil, 97
del Este, 141 Bretton lil/oods, j 1, ) 5, )1, )9, 48, 52, r1'6), 66
- estatus de los inmigrantes, 103 Brézhner,. Leónidas, 67
- expansionismo, 9,1 Bundesbank, 22, t-2, 90, 15)
- fuerzas armadas. 115 Br.rrocracias, 49
- industria, 1)5,147
- plusvalía,59
- unificación, 18, 88, L1l Cámara de comercic¡ intern¿cional, 47
-Alienación, 164, 16l-168, 169 Campesinado mundial, destrucción de auionc
Angola, 95 mía del,.11
Argelia, 105 Canadá,12,128,14,116
Armas de destrucción masiva. 19 Caos, 16, 20, 22, 3), 18, 99, 121-125, 155
Arruda, Marcos, 29 Capital:
Asia: acumulación, 77
Asia oriental, 51, 57.90, 1 1r, 116, 12)
- flotante.42-4)
- Sudeste asiático, 1 I , 90. I22. 123 - movimiento de, 18, 17, 119. 110
- del Pacíiico. 57 128
-Capitalismo:
-Zona
Asimilacionismo. 1O.t- 105. 106 sin capiralistas,,. )0. )2, 161,
-«capitalismo
Atlantismo. 115 168
Auschu'itz. 16-1 clasrco. 1)
Australia, l0-+,128
- formas del, 15-19
Autosuficiencia alimentaria. -17. 60
- límite histórico, 96
- salvaje,22
- utopía d.el,3). 12\
Bagdad, 82
-Carta Magna, 10.1
Balcanes. 89 Casanova, PG., 12,
184 El capitalismo en la era de la globalización

CE (Comunidad Eulop""\, )9, 42, 17, 54, 56. Deng Xiaoping, 122
,q.bq.71 i2,tq,il,99,i22,118-160 Derechomercantil,l,l5
instituciones de la. 149-150 Derricla, Iacques, I 18-l 19
-CECA {Comnnidad Europea del Carbón y el Desarrollo, 27,)Ct,173 1l1
Acero), 1l) 116 desigual.7O-73
CEE (Comunidad Económica Europea), j7,79,
- ideología. l¿.8'169
ill, 118, 119-110, 14I,112,143,144,151 - organisrlos de. 174
CELA (Comisión Económica para América La-
-Desconexióni desvinculación, 18,27 )5 58, 95
, , ,

rina), l9 10t1. 1-18. 111.176


Checoslovaquia, 21, 91 .,coherente», 129
Chiapas, revuelta de, )6
-Desempleo, )1,51-52,116,1)1,150
Chin¡,,23,21,25,57,71,72,88,91. 92. 108 Desigualdades:
109, 112, 115,122 121, 118, 160 a nivel global, 170
desarrollo, 24
- regional, 141
- revolución, 24, 1 16 -Desregulación, 118-119
CIA. -18 Deuda, crisis dela,2l -28,29,)6,)l
Cine ¡' producción televisir'¿. 1.15 costes de servicios, 14, 1 15
Ciudadanos. 102
- funcionalidad,sJ-56
Clinton. 8i11.29, 57.67
-Dialéctica, universal particular, 25, 102, 112,
CODESRIA (Council for the Development of 175
Social Research in Airica), 180 Dinero, «gestión neutral del",22
Coloniaiismo. 81. 10r, 1+5-1-16 Diversidad. aceptación de la. 98, 107,112,173
del. 16-+ Dólar, 18, )5a6,tL,14,5r,58,66-6i,129,140
-masacres
CO\IECON tConsejo para la A.vuda Económi Dolarización,55
ca \lutua). -18, 116 Duplessis,88
Comunismo. 15.1
como amenaza, 52,60,174
- nomenclarura. 65 East Indian Company (Compañía de las Indias
- partidos europeos comunistas, 1.17 Orientales), 88
-Confederaliclad. Tl Ecología, 1)9
«Conflicto de ba ja intensidad», gestión de1, 9) - Economicismo, )l , 87 , 161-165 , 168, 112
94 ECO§íAS (Comunidad Económica de ]os Esta-
Confucianisno, 90, 91, 101, 109 dos de África Occidental), 128
Contrato social, 101. 101,124. l)9,151 -159 Educación técnic¿, 91
Corea,23,24,11,51 ,72,79,91 ,122,115 EE.UU. (Estados Unidos), 24,27, )5,55,59,
62,66,67.69,1),87-90,91,104,105, 1i6,
-agricultura,.l7
Costa de MarfíI,42 t22, 128. 129, t)1-1)5, 1)6, 140-111, 145-
Crisis, gestión dela, 16, 37,51,53,51,55-56, 146,148,156,160
61, 80, 92-100, lr, 115,118-119, 120, 167, de los,40
168, 169. 1i5,171 ,178, 180
-administración
arrogancia, 99
Croacia, 72,86,94,157
- Bretton Vbods, dominio estadounidense, J4
reconocimiento alemán de, 155
- costos del sistema sanitario, 49
-Cuarto Mundo, 16.41,73,76,78,81, 1t-7-178 - déficit. 18,)r]6,5I,54.19,128-l2c)
- gasto milirar en los, 117
- narginación del, 12, 97 -98, 127 - hegemonía delos, 17 ,66,156
- hegemonía militar de los, 17,56,78-79,ú4-
De Gaulle, Charles, ll5, 86
- D5,146,159
Deconstruccionismo, 161-164 histo¡ia de los, 88
Deflación, 28,fi-51,119,721 - monopolio de las armas nucleares, 19, 94,
Deforestación,.ll - D3
Deleuze, Gilles, 161 presencia en Oriente Medio, 2l
Democracia: - subsidios agrícolas. -17
democratización, (¡ , l7 4 , 17 9
1
-Efecto de permeación <<gota a gota>>, 27
- erosión de, 19 «Efecto dominó». 119
- manipulación,86 Egipto,89, 108, 109
- obstáculos a, 174 Elite, 52, 180
-
Índice analítico y de nombres 185

Emigración como válvula de escape, 77-78 comisión de la energía atómica, 116


Empresas transnacionales , 29, 16, 145
- rndustila. 1-+/
Engels, Fiedrich, l0-11, 168
- revolución francesa, 101'101
Escandinavia, 1)1,157
- y colonialism o, c)5, 156
Esiovaquia, 72
-Fundamentalism o, 20 -21
Esiovenia. 94 religioso, 80, 84, 90, 9), 123, 154, 179-180
reconocimiento álemán de, 1rt
-
-España.12. 81. 1-11. 1rr. l);
Estado-nación. 15 - 19. 21.. l0-l 1, 18, 49, 68-69, G7 (Grupo de los 7), 28, )5, 40, 51, 54, 15,10,
15,16, /8.8i-88, 91-92. 93,96-91,99, 101- t20
10), 126, t2i Galbraith, J.K., 16r, 169
112 Gasto militar, 18, 35, 51
-crisisdel.111
desintegración del, 80, 81, 92 GATT-OMC( Acuerdo General sobre Comer-
- ideología del, 80, 81, 82, 87, 89, 92, 98 cio y Aranceles-Organización Mundial del
- ineficacia del, )2, 155 Comercio), 21, 2c), )1, 43, 48, 59, 120, 128,
- soberanía del, 111-141, 151 179
-Estancamiento, ),,48-56, r8, 80, 87, 119, 120- Gemeinschaft, l0)
121. Ghana, 8l
Etiopía, 91, 95 , 125 Globalización, 27, 38, 19, 95 -96
Etnicidad, l r -113, r25, 155 financiera, 18
<<pureza étnica>r, 127
- fragilidad de la, 50-) 1
-Euratom, 116
- ideología de la, 99
Euro, el, 152, 15)
- triunfalismo acerca de 1a, 16
Eurocentrismo, 109, 166
-Go1fo, guerra del, 55 ,95 ,99, 159
Europa: Gramsci, Antonio, 166
.de las Nacionesrr, 116 Gran Bretaña, 18. 37, 51, 66, 102-1ú, l)5, 117,
- «fortaleza>>, l)6 146, t51,155-156
- liderazgo alemán en, 22, 2), 88, 124, 146, 116 City, 147
- opción de un banco central, 15, )8,69,12 Commonwealth. 155
- unificada, 79 - historia. 104
-Europa oriental/países del Bloque del Este, 28, - industria, 147
)1, )4, )7,40, 19,52, 65,12,81, 1.1i, lll,
-G¡ecia, 1,11, 152
t21, t25,148, 150, 151, r51, 155 y comunismo, 134
ideología neoliberai e¡,151-755
-Grupo de 1os77,11
- intervenciones del FMI. l4-16 Guattari, Fé1ix, 161
- latinoameric anizacíón de, 22,7 0,91, 106 Guerra fría, 116, 128
- poder alemán en, 156
-Europol, 149
Haití. 1.41
HegemonÍa, conc(plo Je. 1;
FAO, l9 Hirler, Adolf, ú4,116
Farmacéuticos. 46 Holanda, l$, 151
Fascismo, 125-126, l)7, l)9, 154, 155, 161 llong Kong, 72,90, 12)
Federalismo, 107 Hungría, 13,1
hipótesis del federalismo europeo, 149-151
-Feminismo, 169 , l7 4
Financiero: I+D (Investigación y Desarrollo), 142, l$ , 144-
flujos especulativos, 53 145
- monopolio financiero, 18 ICVA (International Commi¡tee for Voluntary
-FMI (Fondo Monetario Internacional), 20, 27- Agencies), 29
28, 29, )3 -38, 10, 55 , 18, 6t, 62, 65 ,7 ) , 7 I, ideología del libre mercado, 92-9J
81,120,129,179 Ilustración, 101-105, 109, 110, 111, 16.1, 166
Fordismo, 3r, 65, 77, 116, l)9 Imperio austrohúngaro,86, 1 07
Foucault, Michel, 161 fodia, 2), 25, 42, 1 2, 81, 88, 90, 111, 112, 115,
Francia, 23, 87, 94, 102, l$, 104, 105, l)1, l)5, t22, 123, 160,177
t)6, t4t,154,156 unidad de. 89. 1 10
-
186 El capitalismo en la era de la globalización

Inmigración, políticas de, 104 Medios de comunicación, monopolio de los, 19,


Intelectualidad, 169, 178 93
Irlanda, 94, 114, 154 Mercado:
Israel, 23 — confusión con ei capitalismo, 30
italia, 42, 86, 134, 141, 157 — ideologia de «autorregulación», 20
—w industria, 147 -— «leyes objetivas», 17
iVA {Impuesto sobre el Valor Añadido), 143 Mercantilismo, 15, 31, 101
Izquierda europea, 21, 62, 95 Mercosur. 128
México. 56, 71, 90, 96, 128
—— amenaza de la deuda, 27-28
Japón, 15, 23-24, 35, 42, .52, 54, 56, 57. 62. 67. Misioneros, 93
69,9l,97,122,123,128,136.142,148 Mobutu, Sesé Seko, 41
— agricultura, 47, 60 Modernización, 79, 90
— industria automovilística, 147 — del Tercer Mundo,
—— plusvalía, 18, 59 — ideologia dela, 15, 173
Monedas flotantes, 18, 34, 36, 37
Monetarios, sistemas regionales, 38-39
Katanga (Shaba), 83-84 Monetarismo, ideología del, 152-153
Key-'ncs,,l.t\fi, 34, 38, 66. 69. 117, 119 Monnet,]ean, 135
— Kei-'nesianismo. 52. 58. 60. 65 IN-‘Ionopolios, 17-19, 178, 179
— globales, 25, 45-46
— propiedad privada de los, 30
Latinoamérica, 15. 16. 2,3. 42, 50. 71, 78, 89-90. — tecnológico, 46
91, 97, 112, 115. 122. 124. 125, 128, 129, Mukerjee, Ramkrishna, 89
1.39, 143-144, 146. 176 Multifíbras, Acuerdo, 45
Lenguaie, 82, 86 Mundo árabe. 82-83, 90. 91. 109, 112, 115, 144,
Lenin, Vladimir, 166 148, 160
Libra esrerlina, patrón de la, 37, 68 — panárabe. 179
Libre comercio, 43 — unidad del, 155
— ideología del, 43-44, 62 Mundo islámico, 105, 108, 159
Lomé, Convención de, 33, 42, 128
Lumumba, Patrice, 84
Lyotard, Jean Francois, 163-164 Nación, concepto de, 100. 112
— autodeterminación. derecho a la, 107
Nacional, movimientos de liberación, 16, 35,
Maastricht, Tratado de, 152 44, ‘49, 52, 60, 79. 109-110, lll, 176
MacNamara, Robert, 40 Nacionalismo. 57. 100, 103, 105-108, 121-123,
Magdoff, Harry, 61, 67 138, 155, 170
Malasia, 23 — árabe (qawmiyin), 110
Mali, 83 — del Tercer Mundo, 172
Maoismo, 123, 164, 172 — ideología del, 86, 91-92
Marcos, Ferdinand, 41 Nacionalización, 49
Marginación global, 170, 177 Naciones Unidas, 20, 33, 39, 50. 59, 73, 129,
Marshall, Plan, 27, 37, 40, 52, 134-135 177, 179
Marx, Karl, 31, 117-119, 163-166, 167-168 — PNUD (Programa de las Naciones Unidas
Marxismo, 75, 85, 186, 173, 180 para el Desarrollo}, 39-40
— Austro-, 107 — reconstrucción de las, 62—63
— Marxismo-leninismo, 96 — UNCTAD (Conferencia de las Naciones
— neo-, 171,172 Unidas para el Comercio y el Desarrollo), 39,
— vulgar, 165, 172 59
Materialismo histórico. 172 Neoiascismo. 125-127
Mead, W/alter Russell, 37, 56, 58—60 Neoliberalismo. ideologia del, 28, 96
Medio ambiente: New Deal, 116
-— cuestiones medioambientales, 41, 47, 59 No Alineados, Movimiento de los, 25, 44
—— daño a, 27, 28, 116 NOEI {Nuevo Orden Económico Internacio-
— politica de, 18—19, 174, 178 nal}, 38, 39, 44-45, 70
Índice analítico y de nombrer 187

Novosibirsk, escuel¿ de, I 1 instituciones, 70-71


- neoimperialísta, 21
-Regiones en situación de privación, 1$-144
OCDE (Organización para 1a Cooperación Religiones,75,89,98, 101,109-110, 121 ,129
Económica y el Desarrollo).38 -- cristianismo, 82
Oligtrptrlios. l{2 lunJamen¡alisnro.80.84. ()(). c)}. l2\,1)4,
ONGs,29 - 179-180
discurso anticstát¿rl de las. )0 llenacimiento, 101, 109
-Organizaciones humanitarias. 9l Revolución verde, 41
Oriente N,Iedio. 124 Ronda cle Tokio. 45
OTAN, 115, ú1 ,lrL) Ronda Kcnnedv, -15
C)tornano, imperio. 83 Ronda Urugua1,, .1)
Roosevelt, Fr¿nklin D., 116
Rumanía, minoría húngara, 91
PAC(PolíticaAgrícolaCornún), 1.+0, 141 Rusia,)5, t-2,94.102,123,157
PAS (Programas de Ajuste Estructulal),28-29, r'evolución rusa.24, 108, 165
)1
-
P¿triarcal, sistema, 169
Patrón oro, regreso al, 69 Secesión, 98
Periferia/s, 24, 41, 49, 68,16,78, 86, 9), 99, Sector minero, 15, 10-11
111,17),111-118 SegundaGuerraMundial,65,75.87.111,175
en,55
ajuste unilateral Segunda Internacional, l0'11, 8(¡, 109. 161
- industrialización de las, 16, 19, ó5, ó8, 177 Sen,icios soci¿ies, privatización dc los, .i9
-Petróleo, 2l Sharia,ley de la, 105
dependencia del,41 Sindicatos, 118-119, 152-15)
- primera crisis del. 16, 120 Singapur, 2),72.90
-Pinochet, Augusto,4l Siria, 89
Pluralidad, precapitalista, 82 Sistenra monetario europeo, 140
Pobreza, 29,31,11,143-141,110 Sistcma político global, 19-20
Polanyi, Karl,125,126 Sobreproduccitin, 35
Polarización, mundial/global , I7 , 21 -25 , ) I , 44, Socialdemocrac ia, )2, 65 ,7 9 , ll5 -117 , 17 5
49.77, 96,98-99, 109, 112, 128-129, 168, Socialismo,24'2r.60 61,65,75,80,91,97'100,
17),175-t76,177 10i-109,112,1t8,168
Policentrismo. 127 tecnocrírticc¡, 174
Porrugal, 1.11
-Somalia, 95
Posmodernismo , 161 161, 11) Sombra, precios en la, 4 1

Prebisch, RaúI, l9 Songhai,83


PresadeAsuán,40 Sovietismo,30'31,)5,51,65,86,115.118.161
Privatización,49,84,142.17i-118 172,115
,,Progreso>>, 162, \64 colapso .iel, ,2, 79, I 16
Proteccionismo, 122
-Stalin,
Josef, 131, 1.64
Proyecto europeo,2L-22 <<Supranacionalidad»,157
<<Proyecto, análisis del», 41 Sweezy, Paul, )5.61,6t- ,121

R¿cismo, 88, 100, 106-107, 112,125 Tailandia.2l


nazi. l0) Taiu'án, 7 2, 90, 115, 722. ).21
-Reagan, Ronald, 28. 67 Tasas energéticas, 59
Recursos narur¿les nr()nopolist¿s: Tercer Mundo, 16, 22, 28, )2, )6, 39, 10, 11,
acceso a. 18-19 12. 14, 46, 47 . t 1. 51, 5,- . 59. 62. 65, 66, 69.
- despiliarro. 170-17 1 7),tr,l9 91, t22,121, t29. Ll9, 111-111.
-Reducciones arancel¿rias, 45 176
Reforma protesrante, 1 0.1 ajuste unilateral en el, 58
Regionalismo. i5. 12 t- -129
- creación del estado-nacíón en ei. 80
agrupaciones. 96
- JeuJa Jel,24. l+, 52, I le
- entidades. i 12
- hostiliclad occiclental hacia el, J5
- -
188 El capitalismo en la era de 1a globalización

industrialización t1el, 49,77 -i8 Turquía, revolución kemaiista, 89


- inrelectuales del, 169-170, 175, 178
- nacionalismo en el. I t-2-17)
-Tercera Internacional, 107, 109, l$ UE (Unión Europea), 21,22, 38, 124, 1,28
Térmrnos del comercio,44-45 Universalismo, 24,101,102,I12
«Tigres», economías de los, 148 truncado, 105
Tiposdecambio,flotantes,)6,53-51,ll9,129 -URSS(UniónSoviética),22,2,,37,62,61 ,71,
72,78,81,97,c)4,107,111,112,116,I2),
-estabilizaciónde,62
Tipos deinterés, J6, )7.51.,119 124.129,1)1,148.1,t4,1r,
TLC (Tratado de Libre Comercio en Norteamé- coiapso de |a, 67
ric¿),)6.59,91.128 -
Tontons N1acoute, 4
-constitucióndela,108
reformadores post-Stalin, 10-11
Touraine, Alain, 161
-Utopismo capitalisra,)),125
Trabrjo. iuerza der
exclusión de. 106
- migración.68. 96 Valor, ley del, 87
- resen'a de.77'78 Vergopoulos, Kostas,50
-Tratado de Roma. 116 Versalles, Tratado de,) t- -56
«Tribalismo». 75, 8.1
Tribunal Internacional de los Pueblos, juicio al
G7.28 V'alras, Leon, l0
Tributario. socied¿d/sistem¿. 108-11i, 162 \Y¡eber, N{ax, 161, 166
T¡iffen, Robert, 69
TRI\1 (\ledidas cle protección relacionadas con
elcomercio).-16,59 Yugoslavia,ex,22,)7,81,91,91,107,111,125,
TRIP (Derechos comerciales relativos a la pro- l)4,155,156
piedad intelectu al) , 46, 59 constitución de, 107- 108
-
SamirAmin es uno de los pensadores actuales que
de un modo más insistente está centrando sus
análisis en la cambiante naturaleza del capitalismo,
las relaciones norte-sur y la cuestión de! desarrollo.
No es de extrañar, pues, que en este libro
proporcione un poderoso análisis de esta nueva
era del sistema, marcada por e! colapso del modelo
soviético, el triunfo de! mercado y una globalización
acelerada.
Para empezar, el amplio alcance del texto abarca
desde las regiones del sur de Europa hasta los
países del antiguo bloque comunista, pasando por
la totalidad de Europa occidental. Seguidamente,
mezcla sus argumentos económicos acerca de la
naturaleza de la ci¡sis con argumentos po!íticos
basados en su concepto de la historia humana no
como algo determinado únicamente por realidades
materiales, sino como el producto de las respuestas
sociales a esas realidades.Y en fin, su innovador
análisis del auge de !a etnicidad y e! fundamentalismo
como consecuencia del fracaso de las clases
dominantes a la hora de enfrentarse a la
globalización, así como su interpretación de ciertas
instituciones -sobre todo el Fondo Monetario
lnternacional y el Banco Mundial- como
mecanismos protectores de la rentabilidad del
capital, acaban de redondear un enfoque de Ia
situación tan original como atrevido.
A largo plazo, Amin no sólo rechaza Ia aceptación
pasiva de Ia inevitabilidad de !a globalización en su
forma polarizada actual, sino también la asimilación
simplista del desarrollo con la expansión del
mercado, afirmando que cada sociedad debe
negociar los términos de su interdependencia con
el resto de la economía global para que los distintos
desarrollos nacionales puedan contextualizarse
por fin en un mundo realmente pluralista.
SamirAmin nació en Egipto en I93 I y estudió
política, estadística y economía en París.
Considerado desde hace ya mucho tiempo como
uno de los más importantes pensadores de su
generación, siempre desde un posicionamiento
radica!, ha desempeñado varias labores
institucionales, ha sido director del lnstitutoAfricano
para Ia Planificación y actualmente preside el Foro
del Tercer Mundo en Dakar (Senegal). Es también
autor de numerosos libros en francés y árabe.
«Como economista, Samir Amin es un serio aSpirante
al Premio Nobel.»
Economic Development and Cultural Change

.«EI amplio alcance intelectual de Amin le permite abordar una gran


variedad de asuntos con sencillez y simplicidad asombrosas.»
International journal of Middle East Studies

«...nuestro propósito en el presente libro [es] presentar una crítica


sistemática del simplista discurso dominante acerca del carácter
ineluctable de la globalización. Debe admitirse que Ia interdependencia
ha de ser negociada, que formas de desarrollo nacionalmente necesarias
han de ser pautadas y apoyadas, y que las desigualdades iniciales se
deben corregir antes de que crezcan y se hagan más profundas.
Admitir esas necesidades supone, por tanto, comprender que el
desarrollo no equivale a Ia expansión del mercado. Pero el discurso
dominante se niega sistemáticamente a hacer esa distinción,
presuponiendo que Ia expansión del mercado "lleva” necesariamente
al progreso social y a la democracia, así como que las ”dificultades”
(las "bolsas" de pobreza, desempleo y marginación social, como
las denominan) son meramente ”transitorias”. Naturalmente,
ninguno de quienes así opinan dedica mucho tiempo a pensar
si Ia transición durará unos pocos años o varios siglos.»
SAMIRAMIN,
de Ia «Introducción»

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