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Clase 1. Acerca de la(s) cultura(s): artes, identidades y entretenimiento. https://virtual.flacso.org.ar/mod/book/tool/print/index.php?

id=729691

Clase 1. Acerca de la(s) cultura(s): artes,


identidades y entretenimiento.
Omar Rincón*

Sitio: FLACSO Virtual


Curso: Gestión cultural y comunicación - 2019
Clase: Clase 1. Acerca de la(s) cultura(s): artes, identidades y entretenimiento.
Impreso por: Analía Viviana Duarte
Día: martes, 2 de julio de 2019, 16:03

Tabla de contenidos
Introducción
¿Qué es la cultura?
Cultura es artes
Cultura es identidades
Cultural es diálogo intercultural
Coolture es entretenimiento
Jurasic Park dialoga con The Walking Dead
Bibliografía

Introducción
Por Omar Rincón*

De una manera simplista, casi de fórmula, se intenta contar qué es la cultura. Precaución: Todo es muy complejo en la cultura, y
cuando se simplifica se pierden los matices, las ambigüedades, los juegos de sentido y poder. De entrada pido disculpas por
simplificar la complejidad, pero eso es lo que hacemos las profesiones con p (periodistas, políticos, profesores, publicistas,
prostitutos, psicólogos, padres…). Se afirma que hay que hablar de culturas en plural, que cada uno las comprende según su lugar
de enunciación y sus modos de practicarla, que no hay culturas mejores ni peores, que lo que sí hay es juegos de poder,
manifestaciones de clase, raza, sexualidad y género. Se describen diversos modos de adentrarse en los sentidos de la cultura,
enfatizando cuatro: las Artes, las identidades densas, la coolture que es la cultura común del entretenimiento mundializado y la
interculturalidad y las culturas del común en el territorio como lugar de libertad y creación. Al final se propone un diálogo “freireano”
entre jurásicos y zombis.

¿Qué es la cultura?
La cultura es nuestra alma política en la lucha por existir con dignidad en nuestra sociedad del capital financiero donde las
acciones en la bolsa valen más que lo seres humanos. Su performance es espiritual, por eso, se dice que cultura es “lo que queda
antes del olvido”. Se expresa vía las artes o las identidades localizadas en los diversos modos de habitar, decir y significar la vida.
Se construye políticamente a través de las interseccionalidades de clase, raza, género, sexualidad. Se masifica e industrializa vía
la matriz del entretenimiento y lo que se llamaba la industria cultural. Resiste y se libera en la práctica del diálogo intercultural. La
cultura es, sobre todo, poder ya que juega con capitales simbólicos que describen qué es tener cultura, cuáles son los referentes
de interpretación de una sociedad y actúa como estrategia de intervención de la sociedad desde lo simbólico.

La cultura es lo que sabemos entre todos, dice un viejo refrán. Pero la cultura se define, describe y explica de modo diverso
según el campo del saber desde donde enunciemos: La Antropología la comprende desde los juegos políticos de la identidad, la
Sociología busca las razones y modos del juntarse en sentidos comunes, los Estudios Culturales y postcoloniales la imaginan
como un campo de batalla política, las Artes problematizan a la belleza y el buen gusto, la Comunicación la narra como clave de
enunciación para ganar audiencias, la Economía la asume como un negocio…. y así podríamos seguir simplificando sobre qué es
y cómo se hace cultura, pero todo depende de los modos de ingreso a la cultura.

La primera idea que hay que asumir es que no hay una cultura, sino habitamos culturas, diversas y plurales. En palabras del
maestro Jesús Martín-Barbero (1987) lo cultural es más “la mirada” que lo que se mira; más los conceptos, historias, relatos,
experiencias desde donde se asigna sentido que los contenidos en sí mismos. Así cultura sería más eso que Geertz (1991)
denomina actos colectivos de significados públicos, colectivos y abiertos; hay cultura en las experiencias donde se produce,
comparte y reconoce conciencia y sentido. Según Geertz, la cultura es esa red de significados que el hombre mismo ha tejido:

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tejido de significados, compartidos, colectivos, públicos, abiertos. Y afirma que “algo le está sucediendo al modo en que pensamos
sobre lo que pensamos”, y eso que le está pasando lo denomina “el giro cultural” porque, ahora, hemos pasado de un modelo
“científico” de explicación de leyes y ejemplos a otro “cultural” de casos e interpretaciones; por eso, ya no nos referimos a
distinciones absolutas y binarias como verdad y falsedad, objetivo y subjetivo, intuición y conocimiento, nosotros y otros, sino a
“categorías intersticiales” propias de la cultura como son ficción, figurativo, simulacro, simulación, virtualidad, interdisciplinariedad
y la transculturalidad. Así, el énfasis pasa de los datos y hechos a la experiencia, el relato, la narración.

Otra manera de comprender la cultura es contando sus modos de constitución como campo. Raymond Williams (1976) dice
que el término Cultura nace en el siglo XVIII, y aparece al mismo tiempo que civilización, mientras civilización nos indica el orden
de lo material, cultura se refiere al orden de lo espiritual. Entonces, la cultura sería ese proceso de 'cultivar(se)´ como ser humano.
También en el siglo XVIII, cultura pasó de la persona al colectivo y daba cuenta de los procesos generales de desarrollo
intelectual, espiritual y estético. En el siglo XIX, la cultura se convirtió en una forma particular de vida, de gente, de un período o de
un grupo. En el siglo XX, la cultura dio cuenta de los trabajos y prácticas de actividades intelectuales y especialmente artísticas
(artes). En este simplista recorrido enunciado, la complejidad no está en la palabra cultura, sino en los problemas que
significantemente indican sus variaciones de uso.

Una tercera manera de comprender la(s) cultura(s) es averiguando para qué sirve o se usa. Y ahí tenemos que la cuestión de la
cultura es el poder, ya que no es una cosa, objeto o sustancia, dice Appadurai (2001), sino un adjetivo que lleva a estrategias de
poder basadas en la distinción entre civilizados y bárbaros, ilustrados e ignorantes, buen y mal gusto, culto o entretenido; la cultura
expresa juegos de poder basados en las diferencias. También sirve para describir un “aire de época” porque da cuenta de los
modos de sentir y significar en una sociedad y un tiempo. Su valor cotidiano está en que es el pegante social por medio del cual
articulamos sentidos alrededor de estrategias de estar juntos que se expresan en prácticas, rituales, ceremonias, modos de
percibir, representar y narrar.

Otra manera de entrarle al sentido de la cultura es comprendiendo de qué está hecha. Macionis y Plummer (2007) establece
como componentes principales de la cultura

Símbolos como modos de producción de significados a través de la representación de una idea con rasgos asociados por
una convención socialmente aceptada.
I. Lenguajes como los modos que se percibe y experiencia el mundo y permiten comunicarse y reproducirse culturalmente.
II. Valores como pautas abstractas que se utilizan para juzgar la bondad, belleza, espiritualidad de una sociedad.
III. Normas como reglas y expectativas por las cuales una sociedad guía la conducta de sus miembros.
IV. Capital que según Pierre Bourdieu describe prácticas y relatos que exhiben posiciones de poder y estatus en virtud de
sus credenciales, conocimientos y preferencias.
V. Poder o como se imponen modos de comprender, interpretar y actuar “correctamente” en los mundos de la vida, aquí se
da el juego entre el etnocentrismo que tiene como privilegio lo occidental, masculino y blanco y la diversidad cultural que
enfatiza en modos particulares de sentir y significar la vida.
VI. Prácticas de sentido que se juegan en el flujo de bienes (economía), flujo de información (medios de comunicación),
modos de gozar (entretenimiento), flujo de personas (emigración).
VII. Subculturas como pautas que diferencian a algún segmento de la población de una sociedad, p.e., los jóvenes, las
mujeres, las sexualidades.
VIII. Contracultura o modos culturales de resistencia e impugnación a los modos más generalizados aceptados por una
sociedad.

Otra forma es mirando cómo actúa la cultura. Y ahí sabemos que es

I. un asunto de re-conocimientos más que de conocimientos; o sea, a la cultura vamos y la practicamos más que para
aprender para encontrarnos en relatos de sentido, identificarnos con prácticas cercanas y experimentar los modos de estar
juntos.
II. un asunto de narrativas y emociones más que de realidades y razones; sus juegos de poder y seducción se dan por lo
vivido, lo sentido, lo contado; por eso, su valor está en los modos de goce, festejo y celebración, más en los cuerpos que en
sus contenidos.
III. una estética de la repetición más que de la innovación, donde el placer está en el goce de un ritual, práctica o
experiencia conocida, y la creatividad se da por las variaciones sobre lo conocido; por eso, las culturas significan desde y en
las experiencias que provee el habitarla.
IV. un asunto de diversidad de gustos y placeres ya que el canon que definía lo culto y la cultura desde criterios modernos
ya no sirve para “comprenderla”, ya que la cultura se comprende como actualidad donde la pasamos bien y ganamos
posibilidades de agencia política.

¿Cómo tener en cuenta ese re-conocimiento y la diversidad?

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Les proponemos dos videos para reflexionar:

La cultura, también, es que describe muy bien la categoría “industria cultural” o cuando la autonomía de la obra de arte fue
abolida al convertirse en mercancía. Este concepto se debe a los teóricos alemanes Theodor Adorno y Max Horkheimer en el
artículo "La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas", escrito entre 1944 y 1947, y publicado en el libro
"Dialéctica de la Ilustración”. Este concepto expresa una mirada crítica y profundamente pesimista sobre la función de los medios
de comunicación (cine, radio, fotografía) ya que llevan a que la cultura pierda el ámbito de lo sublime y el sujeto para ganar el del
entretenimiento ("amusement") y lo masivo: "El placer se petrifica en aburrimiento, pues, para que siga siendo placer, no debe
costar esfuerzos y debe por lo tanto moverse estrechamente a lo largo de los rieles de las asociaciones habituales. El espectador
no debe trabajar con su propia cabeza: toda conexión lógica que requiera esfuerzo intelectual es cuidadosamente evitada”.
Adorno (1967) afirma que la industria cultural significa “la primacía inmediata y confesada del efecto”, “una síntesis de Beethoven
con el Casino de París”. Este ha sido uno de los conceptos más potentes para describir lo que le pasa a la cultura cuando se
masifica, tanto que ya se usa de manera regular para describir a la cultura como recurso económico, siendo uno de los sectores
más dinámicos en productividad, empleo y capital en nuestras sociedades.

El concepto Industria Cultural da cuenta de la prioridad del negocio y sus procesos de comercialización, de su sistema de mercado
masivo y de producción en serie que lleva al recorte por lo simple y comprensible para todos, mientras el arte busca la obra única,
el “extrañamiento” y “la imposibilidad” de lectura. Así fue que la obra de arte perdió “su aura” o “esa manifestación irrepetible de
una lejanía (por cercana que pueda estar)” para ganar a las masas y que ellas mismas puedan organizar y controlar su disfrute
como indica Benjamin (1936): “la presencia masiva en el lugar de lo irrepetible” y el surgimiento de una nueva aura que se
expresa en la personality. Mientras Adorno concibe esta “masificación” como una pérdida para la cultura, Benjamin afirma que es
un cambio de percepción y sensibilidad de y sobre la cultura.

A continuación se presentan cuatro modos de comprender lo cultural: las artes, la identidad, lo intercultural en territorio y lo
coolture entretenido.

Cultura es artes
Las “7 artes liberales” que nacen en la Edad Media indicaban todo lo que un ser humano debería saber para ser libre; o sea,
cultura es lo que nos hace libres. Son llamadas liberales (Lat.liber, libres) porque sirven al propósito de entrenar al hombre libre,
en contraste con las artes illiberales, que tienen fines económicos; su fin es preparar al ciudadano no para ganarse la vida, sino la
búsqueda de la ciencia en el sentido estricto del término, es decir, la combinación de filosofía y teología conocida como
escolástica. Estas 7 artes liberales eran la gramática (saber escribir y usar el lenguaje), la retórica (saber hablar y usar la oratoria),
la dialéctica (saber argumentar y usar la lógica), la aritmética (saber hacer cálculos numéricos), la geometría (saber sobre los
espacios), la astronomía (saber leer el mundo físico) y la música (saber el lenguaje abstracto de lo sonoro).

En 1911, Ricciotto Canudo, convierte al cine en arte y propone “El Manifiesto de las Siete Artes” que convierte a las artes en el
canon de lo que es lo bello y el buen gusto; la cultura entonces es saber de artes. Así, el cine es elevado a arte total ya que es una
síntesis de todas las artes anteriores: arquitectura, escultura, pintura, música, danza y poesía. La cultura es, entonces, esa
experiencia en la que el hombre puede olvidarse de sí mismo a través de la estética para experimentarse espiritualmente.

El literato T.S. Eliot (1948) en Notas para la definición de cultura dice que tiene que ver con la formación del sujeto y tiene que ver
con la erudición, las buenas maneras, la pericia en el manejo de ideas abstractas y la sensibilidad para las artes. Por lo tanto, la
cultura es un conjunto de saberes transmisible a conciencia, tiene como base la religión que “da un significado visible a la vida”,
“provee el cimiento para una cultura y protege a la humanidad del tedio y la desesperación” y constituye un modo humano de
diferenciarse de los salvajes. Así mientras la religión enseña la “verdadera” fe, la cultura forma al “verdadero” hombre.

Les proponemos este texto para continuar reflexionando:


Geopolítica del rufián en Micropolítica. Cartografías del deseo de F. Guattari y S. Rolnik
Clic aquí.

Cultura es identidades
A mitad del siglo XX, la cultura se aleja de las artes hacia la identidad, las diferencias y la diversidad; la cultura, entonces, describe
los modos propios de experimentar el mundo que es atravesado por lo étnico, lo sexual, lo territorial, lo popular, la memoria, el
patrimonio, y lo industrial-masivo. La cultura como identidad nos sirve porque nos asigna el repertorio de relatos, símbolos,
prácticas que requerimos para “no perdernos”. Y es que la identidad es la lucha por la afirmación de un lugar en el mundo, uno
propio, uno en el cual uno siente que pertenece. La identidad es, así, un acto político porque consiste en afirmarse diferente, con
necesidades y expectativas propias, con posibilidad de mundos propios; un acto intencionado de construirse un lugar en lo público
y en los juegos de poder. ¿Cómo? A través de la producción de la diferencia y la conciencia crítica que afirma lo que lo hace a uno

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único. ¿Cómo se hace? Vía la narración, la oralidad, los rituales, las performances de lo que uno es como colectivo. Por eso, una
cultura es sus historias (mitos + leyendas + saberes + experiencias), se localiza en enclaves de territorio, memoria, lo patrimonial,
lo folclórico, lo popular, lo étnico, lo sexual.

El antropólogo Marshall Sahlins (2001) comprende las culturas como órdenes significativos para modos de existencia. Y describe
los modos como la teoría y la política proponen nuevas formas de comprender lo cultural. Según Sahlins hasta los años 40s, los
indígenas, eso que llamamos prioritarios otros, habitaban el vacío cultural, morían de aburrimiento y perdían el gusto por la vida en
la perspectiva occidental, blanca y machista. Luego se da el giro cultural, White (1949) propone que lo cultural manda sobre lo
biológico y lo social porque la existencia humana está simbólicamente constituida, por tanto, culturalmente ordenada. Así lo
cultural se convierte en el lugar privilegiado de la comprensión y explicación de la sociedad.

En los años 90 es cuando lo otro, lo indígena y ancestral, se reivindica como “la cultura auténtica”, se produce “la nostalgia por las
culturas perdidas”. De repente, todos tenemos una cultura. La cultura se convierte en el modo de definir desde la diferencia y la
identidad, habitamos la diversidad cultural porque como informan los habitantes de Nueva Guinea “si no tuviésemos costumbres
seríamos como Hombres Blancos”. Así la identidad asume su lugar político para luchar por el poder de nombrar, representar,
expresar. Por eso, la cultura se convirtió en una categoría política, se tenía cultura o se mitificaba, sino se buscaba y se fabricaba.
Surge, entonces, las ciencias sociales que hacen la crítica al poder occidental, blanco y machista y proponen modos de
emancipación localizados en lo cultural.

En el siglo XXI, la identidad es desde donde se juega el poder y por eso deviene relato, discurso, lucha política. Así ya no hay
cultura, hay discursos. Surgen los estudios afterological o poslógicos. Todo es juegos discursivos de poder desde la voces
disidentes, las culturas otras; se produce una “subversión de la autoridad” enunciativa y política, aparece la heteroglosia de
discursos contestatarios. De alguna forma se asiste a la esencialización de la identidad: rituales, prácticas, objetos, relatos que
deben conservarse puros, higiénicos e incontaminados de lo occidental. Se denuncian las manipulaciones colonialistas de las
tradiciones y se privilegia la polifonía de voces contestatarias. Aparece una moralidad política sobre las sabidurías ancestrales.
Asistimos a una descanonización de las convenciones de autoridad y de los códigos maestros en la sociedad, entran en desuso
las metanarraciones, subvierten las historias mínimas.

Sahlins (2001) critica esta adoración esencialista de la identidad, por eso afirma que “las tradiciones son inventadas en los
términos específicos de los pueblos que las construyeron y de sus condiciones de su forma de vida”, por lo tanto, las culturas no
son “algo que debe permanecer incontaminado” sino que se producen en contextos políticos y sociales. Esto lo lleva a decir que
una cultura está viva cuando “ha sido capaz de atravesar la historia”, en su potencia para “ser reinventada para cada ocasión”,
luego transformarse es un signo de vitalidad para la cultura, no su decadencia. Así, antes que mantenerse puras, las identidades
como órdenes significativos y modos de existencia buscan “su propio espacio cultural en el esquema global de las cosas”, y
concluye que lo que “las culturas indígenas están buscando es la indigenización de la modernidad”, hacer posible la
interculturalidad como el mezclarse con otros, incluido lo moderno y occidental.

En este contexto, el siglo XXI es sobre todo cuando la innovación, la transgresión, la creación de relatos se localiza en nuevos
sujetos y agencias de enunciación como son las mujeres, los jóvenes, las etnicidades, las diversidades sexuales y las ciudadanías
digitales. García Canclini (1990) dice que cultura es el conjunto de prácticas que tienen que ver con la producción, la circulación y
la apropiación del sentido en la vida social. Y afirma que habitamos culturas híbridas en las cuales lo culto, lo popular y lo masivo
no se oponen sino que se hibridan en un juego de mezclas interculturales, de heterogeneidad multitemporal y de heterogeneidad
cultural; por lo tanto, ser cultos significa manejar repertorios de contenidos tanto de la elite como de lo masivo y de lo popular, pero
sobre todo ser culto es participar en la conversación entre culturas.

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Una película que trata sobre la comprensión de otro y las diversas culturas es EL GUSTO DE LOS OTROS.

Cultural es diálogo intercultural


La cultura es una experiencia del mismo y el otro, de la identidad y la alteridad, de la diversidad y las sensibilidades, de culturas
altas y bajas, de folclore y populares, de las identidades densas y las en flujo, de las culturas/nación y las culturas/globo. Pero hay
que diferenciar acerca de la diversidad cultural porque no es lo mismo lo multicultural, lo pluricultural y lo intercultural. Lo
multicultural y lo pluricultural reconocen la diversidad pero no las mezclas, las pone una al lado de la otra sin asumirlas como parte
de un diálogo. Lo intercultural, en cambio, asume el diálogo, la mezcla, el gozarse y vivenciar todas las culturas.

Lo intercultural en su perspectiva más política y crítica da cuenta de una experiencia de enunciación desde abajo, con la gente y
en las identidades en territorio. Lo intercultural significa desde y en las epistemologías del sur como resistencia, descolonialidad,
subversión y salir del ninguneo; últimamente se le relaciona con lo que conecta con la tierra, las identidades y el buen vivir
(Escobar, 2016). Jesús Martín-Barbero, Pablo Freire, Carlos Monsiváis, Néstor García-Canclini, Pablo Alabárces y Pablo
Semán son maestros latinoamericanos que han reflexionado y dado cuenta de esas prácticas de las culturas populares y sus
heterogeneidades temporales, de sentido y de expresión. Y asumen que la cultura está siendo reinventada, “en su más fuerte
sentido ritual, el de tiempo denso de lo comunitario” (Martín Barbero, 2008) porque es “memoria de una experiencia sin discurso
que se deja decir solo en el relato” (Martín-Barbero y Muñoz, 1992, 23).

La interculturalidad incluye lo ancestral y territorializado; dialoga críticamente con lo mediático, lo masivo, las redes y los
espectáculos. Lo intercultural no es higiénico en lo político, ni transparente en los juegos de poder-resistencia; por eso, se hace en
juegos de sumisiones y resistencias, en prácticas de otro gusto al hegemónico que permite otros modos más ambiguos y
emocionales para gestionar la vida cotidiana. Michel de Certeau (1979) nos lleva a comprender la vida de las comunidades en
sus “marcas del hacer”, en sus “maneras de practicar”, en sus “tácticas” del cotidiano: que son “esas fiestas móviles, elusivas,
poéticas” llamadas “inventivas del más débil”. La noción “ch’ixi” que propone Silvia Rivera Cusicanqui (2010) aporta una vuelta
de tuerca mayor, ya que lo ch’ixi es algo que es y no es a la vez: “La noción de ch’ixi plantea la coexistencia en paralelo de
múltiples diferencias culturales que no se funden, sino que antagonizan o se complementan. Cada una se reproduce a sí misma
desde la profundidad del pasado y se relaciona con las otras de forma contenciosa” (Rivera Cusicanqui, 2010, pp. 69-70). En este
sentido, Adichie (2009) afirma que diversificar historias, estéticas, narrativas y entretenimientos es un asunto de dignidad para los
sujetos otros. El asunto es ser capaz de hablar por uno mismo desde y con las estéticas y entretenimientos de la propia identidad.
La búsqueda es por esas otras comunicabilidades, esas inscriptas en otros entretenimientos, en otras sensibilidades culturales, en
otras memorias. Y esa re-significación tiene que ver sobre todo con los tonos y modos del contar desde abajo.

García Canclini (2015) se refiere a la cultura como convivencia y sentido social. Antanas Mockus como cultura ciudadana donde
la regulación colectiva prima sobre la moral del yo. García Canclini afirma que la cultura realiza “contribuciones valiosas” como
“creadora de sentido y espacio de convivencia”, solo que debemos “reconocer procesos que en gran parte son secretos, que están
escondidos en la trama social”. Y sugiere que hay que trabajar “a favor de la interculturalidad democrática: el problema no es
apenas que a cada uno le permitan hablar su lengua con su grupo, cantar sus canciones y filmar sus fiestas en el ámbito local; el
desarrollo cultural pone hoy en juego qué significa convivir entre nativos y migrantes, entre distintas religiones, gustos y

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concepciones de la familia. Las preguntas no se refieren sólo a cómo reivindicar lo propio. Hay que trabajar, además de los
derechos a la diversidad, sobre los derechos interculturales”. Y concluye que “la transversalidad de las culturas con otras zonas de
la vida social es un requisito para su desarrollo sustentable. Para consolidarlo se necesita estimular otras estructuras, otras lógicas
de producción y difusión, que las promovidas por las megacorporaciones... Hay que tomar en cuenta sus diferentes modos de
volverse visibles, sobrevivir y convivir”.

Por eso, “la apuesta sigue siendo cambiar el lugar de las preguntas para hacer investigables los procesos de comunicación y
las prácticas culturales desde las mediaciones y los sujetos, es decir, desde la articulación entre procesos de comunicación y
movimientos sociales populares” (Martín-Barbero, 1987). La lucha es por la soberanía cultural, por descubrir cómo la cultura es
la vida en el territorio, es diversidad de modos de saber y de estilos de poner el cuerpo, millones de formas de la esperanza. Y
cuando uno va al Sur aprende porque se encuentra otros modos de imaginación social. Por eso es urgente desmovilizarnos del
norte y el centro para pasar a habitar el territorio; imprescindible abandonar las teorías modernas para habitar con los otros y
vivenciar las culturas desde abajo. Así podemos descubrir que la cultura es eso que teje comunidad, inventa protagonismos de la
gente común, gana visibilidades para los invisibles del poder. Se imagina la vida poniendo el cuerpo a la cultura en diversidad de
formas culturales. En el territorio la cultura es mágica porque genera encuentro y pone a la gente del común en el centro, se
genera nuevos modos de lo público, se inventa formas inéditas de ser ciudadanos, triunfa la diversidad de saberes y se vivencian
las prácticas de proximidad.

La dignidad del territorio nos obliga a repensar los modos como la Universidad, las oneges, los gestores culturales, las políticas
públicas deben diluir su comodidad para pasar a practicar todas las cultura(s) en común de la gente. Menos teorías y más
realidades. Y esto es muy político. Así que los del centro, los del poder, debemos ir al territorio a escuchar, escuchar y escuchar
las culturas comunes; a conversar y articular esperanzas; a vivir los modos en que se goza desde los gustos de la gente. Si
vamos, descubrimos que en el territorio, hay otros mapas de la vida, la política y la cultura. Sabremos que la cultura es clave para
narrar y conectar políticamente los territorios. Aprenderemos a decir e imaginar que somos culturas en común. Practicaremos lo
político al descubrir que lo común es una aventura cotidiana, un descubrir sentimental, un practicar las culturas otras e imaginar
que podemos ser unas ciudadanías diversas. Y reconoceremos que hay otras maneras de ser ricos, que tiene que ver con el decir,
el narrar, el contar, el bailar, el reír, el poner el cuerpo, el solidarizar, el estar en común. Nunca más diremos que hay pobres, sino
que hay muchas formas de ser ricos, una de ellas es la cultura. La cultura en común es juntar, tejer, articular entre la diversidad de
saberes, prácticas y expresiones. Practicar todas las culturas es el des-cubrir los modos de los otros.

Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social: 15 proposiciones para el debate


Archivo Red latinoamericana de Arte para la Transformación social. Clic aquí.

Y de Bolivia nos viene una propuesta, aún más radical y política, practicar la interculturalidad, o sea meterse con el otro,
mixturarse con el otro, escuchar y practicar al otro, descolonizar la mirada, asumir la mirada de los otros. En un taller sobre
periodismo cultural creamos este manifiesto por la cultura en clave intercultural (Tapia Anaya, 2013), esto es:

1. LUCHAR CONTRA LA COLONIALIDAD esto de “no valemos y que tenemos que desear lo otro”, esto de una estructura
del ascender socialmente excluyendo.
2. PRACTICAR EL DESCOLONIZAR para ver al otro desde otro lugar y desde el mirarme a mí.
3. SABER QUE LA DESCOLONIZACIÓN es múltiple, diversa y en flujo… no solo indígena… sino mestiza, urbana, territorial.
4. LUCHAR CONTRA EL NINGUNEO y LA AUTONEGACIÓN, contra el de arriba codea al de abajo, contra el que niega la
madre, la lengua, la cultura.
5. DISPUTAR LAS ESTRUCTURAS Y FORMAS, el contar de otras maneras, con otras miradas más oral-visuales que
escritural, más de ritual que de razón; una lucha contra el paternalismo letrado, ilustrado y cristiano.
6. QUERELLA DE HISTORIAS para evitar el peligro de una sola historia sobre lo que somos.
7. HISTORIAS DE RE-CONOCIMIENTO o esas en las que somos como somos, esas en las que tenemos un papel en la
existencia.
8. DEJAR DE SER JUEZ, para ser parte del proceso de reconstrucción y trabajar la propia colonización personal/profesional
para intentar ver la realidad con miradas distintas a la habitual.
9. UN GESTOR CULTURAL QUE NO DELEGA LA RESPONSABILIDAD… sino que asume su posición política en la cultura
que produce.

Terminemos este aparte con Gramsci, quien nos recuerda que las clases subalternas tienen su propia visión del mundo y de la
vida pero no está sistematizada como la de la clase dominante y que habitamos una lucha cultural contra la clase dominante, ya
que es en el terreno de la cultura donde se construye la hegemonía a través de la construcción del sentido común.

Coolture es entretenimiento
La identidad podría pensarse desde dos perspectivas: una la densa que se construye a través de los “meta” relatos y prácticas de
memoria de cada identidad, esas de tradición larga y profunda. Pero hay otra manera de ver la identidad, como algo inestable, en
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flujo, leve y en permanente “redefinición”; es la identidad hecha de los relatos débiles, esos de los medios de comunicación y el
orden del entretenimiento, esos que se significan en el fútbol, las músicas, la fiesta, la televisión, las redes digitales, los
videojuegos. Estas identidades leves, fluidas y efímeras hacen que también sea muy político esto de la significación y la
asignación de sentido para vivir juntos.

Al final del siglo XX, las artes se han convertido en marginales a la vida cotidiana de los ciudadanos y las identidades se expanden
en discursos y prácticas de recuperación de la tierra, los territorios, las memorias, los bailes, los rituales de lo propio. En el
comienzo del siglo XXI se consolida como mainstream las culturas del entretenimiento (Martel 2011); entonces, tener cultura es
habitar el entretenimiento: Hollywood (cine y series), pop (música), best sellers (libros), espectáculos (shows), moda, cocina,
turismo, deportes, parques temáticos, redes digitales, videojuegos. Las culturas juegan a entrar y salir del orden del
entretenimiento; las culturas del entretenimiento participan del juego político de la identidad, practican la ironía y asumen la fusión
y la mezcla como los modos políticos para existir.

La cultura mainstream (Martel 2011) hegemoniza el entretenimiento mundializado en música, cine, televisión, videojuegos,
parques temáticos, deportes. Sus criterios de calidad se basan en lo cool (lo más emocional significativo), lo hip (la tendencia del
momento), lo buzz (lo viralizado que hace más ruido), lo fun (lo más divertido), lo being easy (lo más simple). Martel (2011) habla
de una guerra cultural por el softpower, por los sentidos de la cultura, una guerra por “el control de las imágenes y los sueños de
los habitantes del planeta”, por la cultura que se consume, por la cultura juvenil. Y esta guerra la gana los Estados Unidos que
produce más del 50% de las exportaciones culturales del mundo. Por eso, concluye, que todos los habitantes de la tierra tenemos
dos culturas: la propia y la estadounidense. Lo fuerte es que los Estados Unidos no solo exporta sus productos culturales, también
exporta su modelo de sociedad.

La coolture es la cultura común del siglo XXI. Esa del entretenimiento mundializado que establece como criterio de gusto a lo
cool. Más que de pensadores o intelectuales está guiada por “influencers” como Oprah Winfrey y su discurso por la autonomía y el
poder femenino, Beyoncé y su poder musical y de política antirracista, Miley Cirus y su feminismo sexualizado, Maluma y su sexy
ritmo, Neymar y su modo de ir de fiesta mientras juega al futbol, el papa Francisco y el pepe Mujica con sus sonrisas “humanas” y
sus frases de “sentido común” que pregonan un dios o una democracia alegre para pobres y jóvenes, Frida Kalho y cómo su arte
se diluye ante su vida de sufrimiento convertido en texto pop.

El escenario de la coolture es la “media ecology” (la coolture habla, escribe –si escribir en redes es escribir- en inglés), ese
ecosistema hecho de pantallas, redes, internet, celulares, apps… que pretenciosamente se autodenomina “transmedia &
convergencia”. Los evangelizadores de la religión cool son Hollywood, la música pop, los bestsellers, los parques temáticos, el
fútbol, las series, los videojuegos, las aplicaciones, las redes, las plataformas… apple, google, amazon, facebook, instagram,
twitter, snapchat, airbnb, uber… Sus valores juegan entre lo premoderno (sus creencias están en la familia, la religión y el
mercado, el control del sexo, la violencia y la fantasía) y lo conspirativo (Black Mirror es su serie y Walter White (Breaking Bad) su
ídolo ya que el mundo conspira contra el yo-capitalista, ese del buenismo en sí mismo porque se milita en lo orgánico, lo vegano,
los viajes).

Para comprender la coolture hay que leer Los bárbaros de Alessandro Baricco (2008) que nos dice que esta nueva cultura se
opone a la civilización letrada, ilustrada y moderna y que por eso practica la superficie en vez de la profundidad, la velocidad en
vez de la reflexión, las secuencias en vez del análisis, la conexión en vez de la expresión, el multitasking en vez de la
especialización, el placer en vez del esfuerzo. Y se debería leer Cultura Mainstream de Frederick Martel (2011) que nos indica
que hay una guerra cultural por el softpower del entretenimiento (ya instalaron a Trump, ya viene Oprah). También puede servir El
puño invisible de Carlos Granés (2011) para saber cómo el mercado es tan sabio que toda vanguardia la convierte en eslogan y
estilo del consumo: contraculturales de la sociedad de consumo, irónicamente en el consumo mismo.

La coolture tiene sus cooltos que orgullosamente se autodenominan milenials, hipster, nativos-digitales, pragmáticos, like
generation. Sujetos que viven en la selfie life, esa del yo en expansión o que Paula Sibilia llama extimidad (intimidades en
público). Mutantes, móviles, interactivos, fluidos, hipertextuales, conectivos. Buscadores de experiencias como figura del sentido.
Contraculturales del consumo en el consumo al experimentar la diversidad normalizada. Despolitizados pero nueva eras de
fórmulas de felicidades instantáneas. Pregonan más que la autoridad, el derecho expresivo y de enunciación para todos. Su
filosofía es el pensar distraído más que pensar en uno mismo y la complejidad; su mantra es la innovación y el emprendimiento, o
el explótate a ti mismo en nombre del mercado. El resultado es una sociedad donde las emociones son el capital, la terapia es el
modo de vivir, todo es felicidades para consumir. Todos, todas y tedes se definen por estar (bien)entretenidos, siendo el
entretenimiento el criterio que define lo que es de buen gusto.

Jurasic Park dialoga con The Walking Dead


El asunto no es moralista. No es de buenos ni malos, de virtuosos o pecadores. Es. Y solo nos quedan tres posibilidades:
comprender a los coolsture para explicarlos; dialogar con esa coolture; intervenirla para que sea distinta; no como nosotros, sino
distinta. Por eso, creo que hay que poner en diálogo freiriano (de Pablo Freire), cada uno desde sus códigos, saberes y prácticas
culturales, a Jurasic Park (nosotros los modernos, letrados, ilustrados) con The walking dead (esos cools que se creen muy vivos
pero son zombis que siguen sus pantallas). Los zombis nos enseñan esos nuevos modos de contar, expresar, sentir y pensar que
pasa por los videojuegos, las redes, las aplicaciones, las músicas, los viajes, las comidas, el sexo-fusión… y nosotros los jurásicos
les contamos de historias, derechos, solidaridades, política, ideales. Cada uno aprendemos de los otros para poder imaginar una
sociedad más lenta, con más paciencia y más crítica donde lo contracultural no sea “consumir contracultura” sino practicar el

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Clase 1. Acerca de la(s) cultura(s): artes, identidades y entretenimiento. https://virtual.flacso.org.ar/mod/book/tool/print/index.php?id=729691
aburrimiento, el no-consumo, el buen vivir (que es lo más cool de lo cool porque viene de la madre tierra, los saberes ancestrales y
los modos otros de gozar la vida llamados feminismos, nuevas sexualidades, lo indígena, lo afro, lo oriental). También significa
poner en diálogos sucios y diversos a las artes con las identidades, practicar la interculturalidad e intervenir la coolture.

Para intervenir la COOLTURE

1. Comprender esta coolture para poder explicarla… perder el moralismo para ganar la intervención.
2. Un diálogo freiriano entre Jurasic Park (nosotros los modernos) con The walking dead (los jóvenes y sus potencialidades
para liberarse del amo).
3. Asumir lo propio, el territorio y la identidad de uno como lugar de enunciación.
4. Inspirarse en los otros que nos habitan en lo afro, lo indígena, lo femenino y esa vitalidad juvenil que es América Latina
para practicar la interculturalidad.
5. Activar emocionalmente al ciudadano, convertirlo en ciudadano celebrity desde nuestras lógicas, estéticas y políticas; más
que copiar, bastardear el mainstream.
6. Recordar que la estética, los géneros y los formatos tienen ideología por lo tanto hay que romperlos e intervenirlos estética
y narrativamente.
7. Ser mutantes que ponen el cuerpo, hackean los poderes, remixean los saberes, disjayn los sentires de una sociedad,
bailan para resistir.
8. Recuperar lo popular, o sea tener qué narrar/contar, poner el cuerpo y bailar, ironizar el poder al reír.

AUTORES DE REFERENCIA para comprender LA CULTURA en perspectiva siglo XXI:

@ 1936. WALTER BENJAMIN. La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica. Concepto: Mas que
preguntarnos por el pasado debemos comprender en qué nos estamos convirtiendo, cuál es la mutación de la sensibilidad y el
cambio de sensorium que estamos habitando.

@ 1987. JESÚS MARTÍN-BARBERO. De los medios a las mediaciones.

Concepto: Las relaciones inestables y ambiguas entre la cultura popular y la cultura de masas.

@ 1990. NÉSTOR GARCÍA CANCLINI. Culturas hibridas.

Concepto: Habitar la heterogeneidad de temporalidades, estéticas y relatos.

@ 2006. HENRY JENKINS. Fans, blogueros y video-juegos.

Concepto: Cómo son y qué hacen los nativos digitales.

@ 2008. ALESSANDRO BARICCO. Los bárbaros.

Concepto: Descripción de la mutación cultural que habita el siglo XXI.

@ 2011. FREDERICK MARTEL. Cultura Mainstream.

Concepto: Valores universales del entretenimiento que nos hacen ser made in USA.

@ 2011. CARLOS GRANÉS. El puño invisible.

Concepto: Las vanguardias y la contracultura son valores del mercado.

@ 2011. JORGE CARRIÓN. Telehakespeare.

Concepto: las series como la cultura del siglo XXI.

@ 2013. CARLLOS SCOLARI. Narrativas Transmedia.

Concepto: los nuevos modos de narrar en el nuevo ecosistema de pantallas digitales.

@ 2016. MARTÍN CAPARRÓS. Lacrónica.

Concepto: el recuerdo de una vez cuando la vida consistía en contar historias.

Bibliografía

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