Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
EMPRESARIALES
EN EL PERÍODO
1970- 1983:
comportamiento sociopolítico
y orientaciones ideológicas
Guillermo Campero
□r
Instituto Latinoamericano
de Estudios Transnacionales
© GUILLERMO CAMPERO Q.
Inscripción N ° 60205 - Julio 1984
la. Edición, Agosto 1984
Autorizado, reproducción parcial
y citar, indicando la fuente.
Diagramación y montaje: Mario Arancibia
Supervisó la Edición: Jaime González
Corrigió textos: Héctor Vera
Diseño portada: Pepa Foncea
CAPITULO IV:
LOS GREMIOS Y EL “BOOM” DEL MODELO
ECONOMICO (1979 - 1980) 187
CAPITULO V:
LOS GREMIOS Y LA CRISIS DEL MODELO
ECONOMICO (1981 - 1983) 229
10
6. El proceso gremial de 1983: la apuesta a un programa
económico empresarial como alternativa al cambio
político 272
7. Demanda económica y demanda política: ¿escisión o
integración? 285
CONCLUSION:
UN EJERCICIO DE SINTESIS Y PERSPECTIVA 289
1. La perspectiva socio política de los gremios a
septiembre de 1973. Lucha de defensa sin proyecto
común 289
2. Los gremios y el régimen militar: cesión de la
conducción política y económica 293
3. La dualización económica: la grieta en el consenso
gremial 298
4. Crisis del modelo económico y estrategias gremiales 303
5. ¿Habrá paso desde la crítica económica hacia la
opción política? 305
ANEXO:
Los gremios empresariales y profesionales:
identificación, estructura y representación 311
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Y DOCUMENTALES 323
Principales Siglas Utilizadas
AMPICH Asociación de Medianos y Pequeños Industriales
de Chile
ANPT Asociación Nacional de Productores de Trigo
ANR Asociación Nacional de Remolacheros
ASIMET Asociación de Industriales Metalúrgicos
CAS Consorcio de Sociedades Agrícolas del Sur
CCC Cámara Chilena de la Construcción
CCD Confederación del Comercio Detallista
CEA Confederación de Sindicatos de Empleados Agrí
colas
CMT Confederación Multigremial del Trabajo
CNS Coordinadora Nacional Sindical
CONUPIA Confederación Nacional Unida de la Pequeña y
Mediana Industria, Servicios y Artesanado.
COPAGRO Confederación de Cooperativas del Agro
COPROCO Confederación de la Producción y el Comercio
CPA Confederación de Productores Agrícolas
CPME Confederación de la Pequeña y Mediana Empresa
CRAV-CRAVAL Compañía Refinadora de Azúcar de Viña del Mar
CTC Confederación de Trabajadores del Cobre
CUPROCH Confederación Unica de Profesionales de Chile
ENADE Encuentro Nacional de la Empresa
ESM Economía Social de Mercado
FENATACH Federación Nacional de Taxistas de Chile
FISA Feria Internacional de Santiago
INE Instituto Nacional de Estadísticas
IPC Indice de Precios al Consumidor
IVA Impuesto al Valor Agregado
ODEPA: Oficina de Planificación Agrícola
ODEPLAN: Oficina de Planificación Nacional
PEM : Programa de Empleo Mínimo
PGB Producto Geográfico Bruto
POJH Programa Ocupacional para Jefes de Hogar
SFF : Sociedad de Fomento Fabril
SIDECO : Asociación Nacional Gremial de Dueños de Esta
blecimientos Comerciales.
SNA : Sociedad Nacional de Agricultura
SONAMI : Sociedad Nacional de Minería
14
PROLOGO
18
actores sociales en el desarrollo de estas orientaciones. Hay así acto
res principalmente corporativos y actores principalmente sociopolíti-.
cos,según cual sea su polo o principio básico de constitución, aún cuan
do ello pueda variar en el tiempo para un mismo actor. Por otro lado,
es posible plantear la hipótesis que la mayor capacidad de convoca
toria, influencia y estabilidad de un actor social depende de la efica
cia para combinar ambos polos. (Un buen ejemplo de esto puede en
contrarse en el movimiento estudiantil chileno en las últimas décadas.
Su “época de oro” fue la gestación de la reforma universitaria donde
se combinaron ambos polos: respuestas a intereses y aspiraciones del
conjunto de estudiantes y planteamiento de un proyecto de transfor
mación de incidencia nacional. En las etapas previas habían predomi
nado aisladamente, según las diversas universidades, el polo corpora
tivo —algunas universidades privadas antes de los 60— o el político
social —la Universidad de Chile—, El predominio casi irrestricto de
este último principio a fines de los 60 y comienzos de los 70 signifi
có la virtual desaparición del movimiento estudiantil de reforma y
su reemplazo por un movimiento político de estudiantes). La acción
colectiva puede, a su vez, darse en el espacio corporativo, es decir,
permaneciendo en los márgenes de la categoría socia} o de la organi
zación, o en el espacio político, es decir, en el campo de las decisio
nes sociales globales y de la acción estatal.
La combinación de los principios de estructuración o constitu
tivos del actor con el espacio en que se mueven puede permitir una
primera clasificación de actores históricos. Así, hay actores estructu
rados en torno al principio corporativo que se mueven en el espacio
puramente corporativo como fueron los gremios de capas medias
durante largo tiempo. Hay actores corporativos que se mueven en el
espacio político, como fueron esos mismos gremios durante el pe
ríodo 1970 - 1973 tal como lo indica Campero. Hay actores que se
estructuran en torno a un principio sociopolítico y que se mueven
en el espacio corporativo, como fue durante largos períodos el mo
vimiento estudiantil chileno constituido a partir de las juventudes de
los partidos en las federaciones de estudiantes. Por último, actores
sociopolíticos que se mueven en el espacio político son típicamente
los partidos.
Los elementos señalados hasta aquí con el solo fin de mostrar
la rica problemática teórico metodológica que hay detrás de un es
tudio como el que ha realizado Guillermo Campero deben reelabo-
rarse a partir del “contexto” histórico chileno. A este respecto basta
con algunas observaciones para indicar el campo de problemas que se
abre con el estudio de los actores sociales.
Para ello, es necesario referirse a la que hemos llamado la ma
triz de constitución de actores sociales en este país en las últimas
19
décadas previas al cambio de régimen en 1973. En otros trabajos he
mos indicado que ella se definía por la imbricación de una base so
cial con una estructura político - partidaria de espectro amplio y
cristalizado presionando hacia el Estado como referente básico de la
acción colectiva. Los actores sindicales, campesinos, estudiantiles,
por nombrar algunos, se constituían a partir de esta “columna verte
bral” que unía Estado y Sociedad Civil a través de la organización
sociopolítica. Ello implicaba la consolidación de una consistente clase
política intermediaria entre la “gente”, la política y el Estado. Las
características de este modo de constitución de actores sociales era
la fortaleza de las estructuras de concertación política, es decir, la
presencia significativa de las fuerzas políticas y la relativa debilidad de
las clases sociales y de las organizaciones autónomas de la sociedad
civil. Es significativo señalar la distancia que algunos de los actores
analizados por Campero, como los gremios empresariales de capas
medias, tenían respecto de esta columna vertebral si se le compara
con las grandes organizaciones sindicales. Ello, con lo que implica
de carencia de una clase política que los representará, explica tanto
su incorporación tardía a la escena política como la ausencia de pro
yectos coherentes de acción histórica haciendo primar estrategias
defensivas. En el caso de la clase capitalista propiamente tal, esta
distancia era sin duda menor dadas sus vinculaciones con la “derecha
política” ; pero, sobre todo, se compensaba con la mayor fortaleza
de “su” sociedad civil (poder económico, educación privada, medios
de comunicación afines e independientes de la organización partida
ria, mayor vigor y tradición de las organizaciones corporativas).
La pregunta fundamental que cabe hacerse hoy en relación a
esta matriz de constitución de actores sociales, es sobre su persisten
cia, desarticulación o reemplazo durante más de una década de régi
men militar. Si ella se ha mantenido incólume, el problema básico es
entonces de reintegración social, de recuperación o restitución de su
espacio público. Si lo que ha ocurrido, es una desarticulación en que
se combinan formas viejas con formas nuevas de constitución de
actores sociales, el problema radica en la integración del sector desar
ticulado a los nuevos mecanismos de estruturación. Si, finalmente,
ha habido creación o consolidación de un nuevo orden social con su
propia matriz constituyente, el problema principal será el surgimien
to de nuevos actores sociales y los emergentes patrones de conflicto
entre estos actores.
Sin entrar a una respuesta elaborada en esta materia, los estu
dios que disponemos tanto sobre las transformaciones estructurales
(en el plano económico y en el de la estratificación social), como
sobre las transformaciones institucionales (normas de organización
social y de regulación de conflictos, presencia del sistema represivo,
20
limitaciones del juego político, etc.) durante el régimen militar, nos
permiten plantear una hipótesis general.
Lo que ocurrrió con la matriz constituyente de actores sociales
en Chile, con la “columna vertebral” , fue su relativa desarticulación
con la persistencia de muchos de sus elementos y la aparición embrio
naria y subordinada de enclaves de reemplazo, pero sin que se haya
producido ni una eliminación definitiva de ella ni su sustitución por
un nuevo orden social como eran los sueños del régimen militar. Esta
desarticulación se expresa en diversos procesos. En primer lugar,
hubo una reducción, debilitamiento y empobrecimiento de las bases
materiales o de los espacios de constitución de los actores sociales
clásicos (reducción de la infraestructura industrial, del tamaño del
sistema educacional, del aparato estatal, descomposición de las rela
ciones campesinas), sin que se crearan bases materiales o espacios para
nuevos actores que surgieran cómo polos dinámicos. Ello implicó
la mantención de los mismos actores, pero menos, más débiles y más
pobres. Esto fue acompañado por el incremento de posiciones indivi
duales en la estructura social, o de cesantes o de sectores difícilmen
te agrupables u organizables, es decir, por una mayor atomización.
En segundo lugar, a nivel institucional, disminuyeron las posibilidades
de acción colectiva debido tanto a la represión, a la reducción del
espacio público como a las normas de organización y regulación de
conflictos. A esto debe agregársele el debilitamiento del referente
estatal de la acción organizada y de las vinculaciones entre las organi- ¡
zaciones sociales y las políticas. Gón ello se refuerza el proceso de
atomización y la acción colectiva adquiere muchas veces la forma
de desborde. En tercer lugar, a nivel de los actores políticos propia
mente tales, el espectro político partidario chileno no fue destruido
y mostró su estabilidad y vigencia. Hubo, en todo caso, cambios
relativamente significativos en dos puntos de él que se expresaron en
fragmentación y lenta recomposición: la derecha política y la
izquierda socialista. Sin embargo, lo más importante que parece
haber ocurrido es un cierto cambio en las relaciones internas entre
partidos y organizaciones sociales, donde del predominio irrestricto
de un modelo de imbricación entre ambos se estaría pasando a una
combinación del modelo de imbricación con el de tensión entre
organización partidaria y organización social y con un incremento
del sector no “referido” a la organización partidaria y difícilmente
“representable” por ella.
En síntesis, la desarticulación relativa de la matriz constituyente
de actores sociales significó mantener pero debilitar los antiguos
actores colectivos, disminuyendo su espacio de organización corpora
tiva y su espacio político, aumentar la heterogeneidad social con una
ampliación de los sectores no organizables, agudizar los problemas de
21
vertebración cupular, “desde arriba”, de los sectores organizables y
sus problemas de representación, generar una actividad de base con
debilidad orgánica y ensanchar la distancia entre reinvindicación
corporativa y politización global. Sin embargo, la permanencia de la
estructura política partidaria y de núcleos dirigentes a nivel de la
organización social, permitiría la disminución de esta distancia y un
cierto potencial de movilización en momentos de crisis social o polí
tica.
Por otro lado, estos cambios en la forma de constitución de
actores sociales, descritos tan gruesamente, deben ser puestos en el
contexto de las diversas fases del régimen militar. En otras palabras,
según la problemática de cada una de estas fases ha predominado
uno u otro tipo de actor social. Recordando análisis que hemos
hecho en otras partes, en la fase de instalación del régimen militar
y de privilegio de los aspectos reactivos y represivos, el actor princi
pal y casi único del régimen ha sido el actor estatal - militar, y en el
resto de la sociedad aquél que ofrecía el espacio sustitutivo al sistema
político y que podía asumir mejor el principio de denfensa en sus
niveles de sobrevivencia: la Iglesia. En la fase de predominio de los
aspectos transformadores del régimen el actor estatal adquiere la for
ma de un núcleo hegemónico formado por el liderazgo militar y el
grupo tecnocrático que asegura la dirección de estas transformacio
nes; en la sociedad, al lado de la Iglesia, surgen actores de tipo cor
porativo con un principio de defensa de la identidad amenazada por
tales transformaciones. La fase de crisis del proyecto del régimen se
caracteriza por el debilitamiento del actor estatal y el surgimiento
dentro del sector de apoyo al régimen de una multiplicidad de acto-
. res corporativos qúe se distancian de aquél en torno a reivindicacio
nes sectoriales y donde el problema principal, como lo señala Cam
pero para los actores empresariales, es el paso de la conciencia cor
porativa a la conciencia política. En el resto de la sociedad, el sujeto
oposición tiende a estructurarse en varios actores políticos que buscan
unir el principio corporativo de satisfacción de demandas con el prin
cipio político de democratización.
Este análisis del tipo de actor predominante según la fase del
régimen militar puede extenderse a los procesos de transición o
redemocratización. Y aquí parece especialmente significativo distin
guir entre actores de la desestabilización de un régimen cuyos prin
cipios básicos son la contestación y la movilización, actores de la
transición cuyo principio básico es la concertación y actores de la
consolidación democrática cuyo principio básico en el caso chileno
es la combinación de un acuerdo democrático con un proyecto de
transformación social. En otras palabras, las fuerzas sociales que pue
den desestabilizar o poner término a un régimen militar no son nece-
22
sariamente las que aseguran una transición a la democracia y éstas
tampoco son las que necesariamente aseguran la estabilidad democrá
tica futura. Esto aparece especialmente relevante cuando uno exami
na las ideologías contradictorias de actores potencialmente desesta
bilizadores como los que analiza Campero y las condiciones que pa
recen poner a algún régimen democrático para apoyar una transición
a él.
No hemos sino sugerido algunos temas teórico metodológicos
y otros del contexto nacional en relación al estudio de los actores
sociales, con la única pretensión de mostrar el amplio campo intelec
tual en el que se inserta este libro. El es un aporte indispensable, y
único hasta ahora, para el análisis de algunas fuerzas sociales relativa
mente desconocidas. Pero este libro es también una invitación a re
correr un vasto camino de reflexión e investigación de un aspecto
fundamental de nuestra realidad: el de los sujetos y actores que
la constituyen.
23
PRESENTACION
25
en 1972-73 y de lo que en ella estaba ocurriendo? ¿A través de qué
procesos llegaron a movilizarse como lo hicieron frente a la experien
cia que comandaba la Unidad Popular?
¿Cuáles fueron, en realidad, los proyectos de sociedad, econo
mía y política con que ingresaron a la fase post 1973? Estos proyec
tos, si existieron, ¿fueron realizados durante los diez años de régi
men militar? y hoy día, ante la crisis económica y sus derivaciones
políticas ¿cuáles han sido sus estrategias, sus percepciones de lo que
sucede en la sociedad chilena?
Por último, ¿qué perspectivas pueden sugerirse respecto de lo
que serán sus opciones sociopolíticas futuras?
Estas son las interrogantes que el estudio intenta responder.
Algunas de ellas pudieron ser examinadas en profundidad y otras
permanecen aún requirentes de respuestas más elaboradas y docu
mentadas. Sin embargo, pensamos que, en lo fundamental, el texto
que aquí se presenta permitirá introducir un debate sociológico y
político sistemático sobre esos temas, en un momento en que estos
actores sociales pueden, eventualmente, volver a jugar un rol central
en los desenlaces sociales y políticos de la crisis.
3. El estudio se circunscribe a los gremios empresariales, esto es a los
que hoy se agrupan en los dos grandes núcleos encabezados por la
Confederación de la Producción y el Comercio y por el Consejo de
la Producción, el Transporte y el Comercio. Accesoriamente se inte
gra en el análisis a los Colegios Profesionales, pero manteniendo res
pecto de ellos sólo una preocupación secundaria. Su inclusión obe
deció al hecho que ellos jugaron también un rol protagónico en los
álgidos momentos de 1972-73, y a que el discurso gremial de la épo
ca asumió a menudo definiciones en términos de un movimiento de
“capas medias” , noción con la cual la base social de los Colegios se
identificó. Con todo, el objeto de la investigación permanece radica
do en los gremios de empresarios.
4. Es necesario clarificar, desde ya, que la investigación no pretende
dar cuenta del comportamiento sociopolítico y de las orientaciones
ideológicas de “los empresarios” en general. Ello habría requerido un
estudio de otra naturaleza y sobre todo haber elaborado un concepto
preciso para definir lo que entenderíamos por un universo heterogé
neo y complejo como ése. Lo que aquí se intenta es examinar las
cuestiones antes mencionadas en la esfera de las organizaciones gre
miales de los empresarios, lo que nos remite sobretodo a dos niveles
de observación principales: El primero es el comportamiento y orien
taciones ideológicas de las dirigencias. Dicho de otro modo, los gre
mios se examinan aquí en un primer nivel a través de la acción reali-
26
zada y el pensamiento manifestado por sus cuadros dirigentes en las
diversas coyunturas del período considerado.
Ellos son los portavoces de las políticas y estrategias seguidas
por estas organizaciones y también sus implementadores.
El segundo, son las manifestaciones colectivas, en especial las
formulaciones programáticas, así como las movilizaciones y acciones
realizadas por las organizaciones como tales, analizando allí los com
ponentes sociopolíticos e ideológicos involucrados en ellas.
Tanto en uno como en otro nivel se trató de situar el examen
de los gremios sobre todo en sus relaciones con las políticas y defi
niciones gubernamentales pre y post 73, pero también con otros ac
tores sociales y en general con las dinámicas sociopolíticas que emer
gieron en el período considerado.
5. No se ha efectuado aquí un estudio en profundidad de la estruc
tura organizacional de los gremios empresariales ni de las normas de
funcionamiento, interno. Ello sería también objeto de otro tipo de
estudio al aquí emprendido. Como hemos ya insistido, lo que nos
interesó fue el comportamiento y orientación ideológica manifestado
por los gremios en tanto actores sociopolíticos. En consecuencia,
sólo hemos elaborado una identificación muy básica de las estructu
ras, tipo de funcionamiento y afiliación de estos organismos adecua
da a las necesidades del estudio.
6. La metodología utilizada fue básicamente la siguiente:
- Recopilación, sistematización y análisis de todos los documen
tos producidos por los gremios en el período, tanto los emiti
dos directamente como los publicados por medio de la prensa.
- Recopilación y análisis de materiales pertinentes en las revistas
u órganos oficiales de los gremios.
— Estudio de todas las crónicas, reportajes y noticias sobre los
gremios y sus actuaciones, publicados por los periódicos de
mayor circulación nacional, y en tres revistas del mismo nivel
de alcance desde 1970 a 1983.
- Estudio de otras investigaciones pertinentes y análisis conjunto
con investigadores.
— Entrevistas a dirigentes de los gremios y seminarios de discu
sión con éstos.
— Consulta a fuentes estadísticas oficiales y privadas, tanto de ti
po económico como referente a aspectos de afiliación gremial.
Esta información, toda la cual fue organizada en fichas y en un
archivo de documentos, una vez examinada, permitió elaborar una
periodización del comportamiento gremial. Este fue definido, salvo
para la etapa 1970-1973, básicamente por los hitos de la política
27
gubernamental, lo que se debió al hecho que fue el gobierno quien
dominó el ritmo del proceso sociopolítico imponiendo su lógica a los
actores sociales. En el primer caso, por el contrario, los gremios jue
gan un rol rfiás decisivo en la imposición de ritmos y evoluciones.
En las distintas etapas se describió y analizó los procesos socio-
políticos y económicos en que se involucraron los gremios. Al inte
rior de esos procesos se describió y analizó, igualmente, el discurso
de los dirigentes gremiales y su evolución en el tiempo, tratando de
establecer los principios y nociones principales en torno a los cuales
se organizaba, así como también las transformaciones que iba mos
trando en las diversas coyunturas. A este tipo de análisis corresponde
lo que hemos denominado estudio de las “orientaciones ideológicas"
En síntesis, se trata de un acercamiento a la visión y explicación que
tienen los actores sociales, a partir de su propia situación e intereses,
de lo que en este caso - está ocurriendo social y políticamente, y
de lo que aUí está en juego. En este caso como se señaló—se tra
bajó a base del estudio del discurso escrito y de las entrevistas.
Igualmente, se describieron y analizaron las estrategias econó
micas y político sociales seguidas por las organizaciones en cada
etapa. Estas estrategias y conductas, que se manifestaron como
acciones y/o reacciones de los gremios constituyeron lo que hemos
denominado comportamientos sociopolíticos. En concreto, se con
sideró su definición de estrategias y sus conductas sobre todo frente
a las políticas económicas, sociales e institucionales seguidas entre
1970-1983 por los gobiernos, intentando reconstituir, describir y
analizar las posiciones tomadas y las acciones realizadas por los gre
mios. A partir de allí se examinó su rol así como sus relaciones con
otros actores sociales en los procesos sociales, económicos y políti
cos globales que constituyen el contexto en que se desarrollan esas
políticas y en que los gremios entran en relación con ellas.
El análisis de las denominadas “orientaciones ideológicas”
como aquél de los “comportamientos sociopolíticos” se realizó
sobre el eje del seguimiento permanente de la acción concreta de
los actores. Es decir, ambos se llevan a cabo siguiendo histórica
mente a los actores en las distintas etapas del 70 al 83 y no como un
examen separado de la descripción y el relato histórico. Pensamos
que esto permite permanecer más cerca de un análisis de actores y
procesos y distanciarse de uno más abstracto y discursivo.
Un importante énfasis fue puesto en la descripción detenida
de los procesos, discursos y comportamientos, toda vez que el estu
dio pretende ofrecer no sólo una conclusión analítica sino, muy es
pecialmente, una documentación liistórico-empírica exhaustiva que
28
—
permita, a quienes la utilicen, examinar las fuentes y formular sus
propios razonamientos.
Para su exposición, el estudio fue organizado en cinco capítu
los y una conclusión. En anexo, se incluye una breve presentación
de la estructura de las organizaciones gremiales y de sus tipos de afi
liación así como estimaciones cuantitativas sobre esta última.
6. La investigación fue diseñada y dirigida por Guillermo Campero.
Colaboró como ayudante de investigación Raúl Ramírez y como
asistente de documentación Felipe Campero. Héctor Vera corrigió
los originales y contribuyó a la organización expositiva del texto.
Cristina Loyola y Ximena Sánchez mecanografiaron el texto
con dedicación y esmero.
La investigación se programó y desarrolló entre marzo de
1982 y febrero de 1984.
Santiago, Marzo de 1984
29
\
CAPITULO I:
EL PROCESO DE CONSTITUCION DE
LOS GREMIOS EN ACTORES
SOCIO POLITICOS
Presentación
Este capítulo describe y analiza el comportamiento ideológico y po
lítico de los gremios en el período Enero de 1970 a Septiembre de
1973. Este período cubre desde la fase pre-eleccionaria, que es, a la
vez, la última etapa del gobierno de la Democracia Cristiana (64-70)
(1), hasta el momento de la caída del régimen de la Unidad Popular.
Durante estos años, un conjunto de sus orientaciones respecto de la so
ciedad y la política va adquiriendo visibilidad, hasta constituirse pro
gresivamente en los principios a nombre de los cuales aquéllos fun
darán su decisión de impulsar el derrocamiento del gobierno de la
Unidad Popular (U.P.) y de instaurar un nuevo régimen (2).
(1) La mayoría de los gremios, especialmente los más antiguos como la SNA
(Sociedad Nacional de Agricultura), SFF (Sociedad de Fomento Fabril),
COPROCO (Corporación de la Producción y el Comercio), SONAMI (So
ciedad Nacional de Minería), etc. fueron siempre actores “políticos”, si se
entiende por esto su capacidad de influencia y presión sobre el sistema de
decisiones y negociación del país. Sin embargo, lo fueron desde una posi
ción básicamente corporativa, es decir estrictamente gremial, particularis
ta. El sentido en que usamos socio político aquí es más amplio; se refiere
a denotar su tránsito hacia una capacidad de movilización social, de ac
ción colectiva que sobrepasa -n o elim ina- su carácter de “grupos de
presión” para convertirlos en actores sociales de cobertura nacional y so-
cietal.
(2) Como es lógico, las orientaciones ideológicas y políticas de los diferentes
gremios corresponden más concretamente a la que expresan sus dirigen
tes
También es claro que estas orientaciones no se originaron exclusivamente
en el periodo inmediatamente pre-U.P. y durante ella. Naturalmente co
rresponden a desarrollos ideológicos con raíces antiguas en cada gremio y
grupo dirigente. No es el objetivo del estudio un análisis histórico comple
to, por lo que se sitúa solamente desde 1970 en adelante, momento en el
cual, sin embargo, no es aventurado señalar que las perspectivas político-
ideológicas de los gremios adquirieron una visibilidad social mayor a casi
cualquier otra etapa histórica, así como un superior nivel de estructura
ción.
33
El objetivo del capítulo es examinar estas orientaciones y
describir los procesos y etapas en que ellas van surgiendo, a fin de
reconstruir históricamente las visiones que los diferentes gremios
tenían de lo que estaba sucediendo en la sociedad chilena, de lo
que para ellos se jugaba en esta situación y de los proyectos o ideas
de régimen político y de organización socio-económica que consti
tuían sus propias opciones.
El propósito es, en fin, conocer el itinerario que siguen los gre
mios en su tránsito hacia convertirse en actores socio políticos de
primera magnitud y comprender la perspectiva con que arriban al
momento del pronunciamiento militar.
El capítulo ha sido organizado en cuatro partes, cada una de
las cuales constituye un momento y un escenario diferente del cami
no que culminará en Septiembre de 1973. La primera parte cubre los
meses que van desde Enero de 1970 a Septiembre de ese mismo año:
es el momento de la campaña presidencial en su recta final(3). La
segunda parte abarca un primer sub-período de los tres años de la
Unidad Popular, el que va desde la elección de Salvador Allende has
ta el “Encuentro del Area Privada” de Diciembre de 1971: corres
ponde a un momento de negociaciones y presiones para negociar las
reglas del juego por parte de gobierno y gremios. La tercera parte
incluye el sub-período que cubre desde el Encuentro antes mencio
nado hasta el “Paro de Octubre” (4): éste es el momento en que la
disposición a impulsar la desestabilización y caída del régimen de la
Unidad Popular se va generalizando en los gremios. Por último, la
parte cuarta se concentra en el sub-período que va desde el paro has
ta el pronunciamiento militar: corresponde al proceso de inserción
decidida en la vía del derrocamiento.
34
1. El momento de la campaña presidencial
35
cultores que se ven perjudicados como apelación a principios más
generales.
En el caso de los agricultores el contexto socio-económico era
bastante crítico. A fines del año 1969 el producto agropecuario y
silvícola había caído en 11,5°/o respecto al afio anterior(5) y existía
un clima de agitación social creciente en el campo. Solamente en el
mes de agosto el Sindicato de Empleadores Agrícolas señalaba la
existencia de 199 huelgas ilegales en Santiago y Colchagua(ó). Los
otros sectores, con excepción de la industria, que redujo su creci
miento en 1969 con relación a 1968, mostraban, al iniciarse el se
tenta, signos favorables, en particular el comercio(7).
En general son los llamados gremios grandes los que se pro
nuncian más permanentemente de forma pública en términos de los
temas antes señalados, salvo en el caso del sector agrícola y del co
mercio donde se observa una expresión más diversificada. El sector
del transporte prácticamente no aparece en esta etapa.
El tema del empresario privado y su legitimidad aparece trata
do con un perfil que se expresa bien en el discurso del presidente de
ASIMET (Asociación de Industriales Metalúrgicos) en la Junta Gene
ral Ordinaria de Enero de 1970. En ella manifestó: “hay una revisión
de valores y quiebra de principios que afectan el rol del empresario
privado. Estos son conceptos que se refieren a la crítica al empresa
rio por obtener ganancias. Incluso están presentes en programas de
grupos políticos. .. ”. Reconoce en su discurso que puede ser ne
cesario guiar las fuerzas económicas (rol del Estado) pero que debe
haber un amplio campo privado donde son válidas “las ventajas tra
dicionales del individualismo”. Defiende el acceso a la libertad de
importación, al crédito extranjero y el apoyo a las exportaciones.
Afirma que han tenido que luchar contra iniciativas parlamentarias
obstaculizantes de su desarrollo (8).
La Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) y el Consorcio de
Sociedades Agrícola del Sur (CAS), por su parte, emiten úna declara
ción contra la Reforma Agraria que persigue a los “hombres de tra
bajo eficientes” y no permite propietarios individuales (9). Un co
mando del Comercio Minorista y un Comité Independiente del Co-
36
mercio Detallista y de la Pequeña Industria (10) mantienen una cam
paña permanente en que llaman a votar por el candidato Alessandri
argumentando con ejemplos de expropiación de empresarios en Cuba
( 11).
Junto a las declaraciones también se producen actos que expre
san la misma intención de reafirmar esta defensa del empresario. El
19 de Febrero se realiza un paro de actividades del comercio, agricul
tura e industria en la provincia sureña de Uanquihue. El motivo:
protesta por fijación de precios a ciertos productos, por “campaña
de desprestigio del empresariado” y “en defensa de la libre empre
sa” . En Abril, la Corporación de la Producción y el Comercio reco
mienda a los empresarios no contribuir con financiamiento a cam
pañas donde se ataque el régimen de propiedad privada (12).
Esta defensa y afirmación del empresario privado y de la ini
ciativa particular se acompaña, en el caso de los industriales de la
SFF, con una referencia permanente a la importancia de una políti
ca exportadora de manufacturas que abandone el esquema primario
exportador. Se critica los obstáculos que crea a la industria la ley de
inamovilidad en el empleo y otras iniciativas del parlamento que,
según ellos, traspasan recursos del sector privado al público (13).
La cuestión de la Reforma Agraria y sus consecuencias econó
micas y sociales es planteada básicamente por los gremios de agri
cultores, si bien recibe solidaridad de las grandes organizaciones de
otros sectores. Dos son las líneas de tratamiento que aparecen públi
camente: aquélla que hace énfasis en el efecto puramente desorgani
zador de la situación agraria provocada por la reforma, y aquélla
que intenta fundar su crítica en la naturaleza más política que técni
ca de su aplicación, pero que afirma su eventual aprobación a ésta si
se concibiera' como un instrumeto modernizador y racional. Si bien
ambas perspectivas aparecen superpuestas en los distintos gremios de
agricultores, puede señalarse —en grueso— que la primera parece es
tar más extendida entre los dirigentes del Sindicato de Empleadores
Agrícolas (preferentemente pequeños y medianos agricultores, nume
rosos en el centro sur del país) y la otra, entre los de la Sociedad
Nacional de Agricultura (SNA, más bien expresiva del agricultor de la
zona central, en general más grande y algo más tecnificado).
37
El agricultor mediano o pequeño (14) se ve enfrentado a tomas
de predios que no corresponden a las dimensiones expropiables se
gún la ley o a huelgas frente a las cuales tiene menor capacidad de ne
gociación que otros. Este parece ser un factor importante en su vi
sión de la Reforma Agraria como proceso desorganizador. Las decla
raciones públicas del Sindicato de Empleadores Agrícolas en este pe
ríodo preeleccionario, enfatizan su carácter “persecutorio”, “politi
zado” (15), injusto y provocador de pérdida de la paz social (16) y
generador de violencia (17).
La SNA, por su parte, a la vez que firma declaraciones conjuntas
con el Sindicato de Empleadores y hace protestas similares a través
de su presidente de la época, Benjamín Matte, manifiesta en diversas
ocasiones que: “el campo ha sido postergado por la ciudad.. ,” por
lo que “somos favorables a una Reforma Agraria que recupere el
campo y que permita justicia en las relaciones de trabajo.. ( 1 8 ) y
“están errados los que nos suponen contrarios a la Reforma Agraria.
Si ella es técnica y no política, es positiva. Si respeta al agricultor
eficiente.. ( 1 9 ) . Afirma igualmente, “todo cambio social por in
dispensable y urgente que sea debe basarse en una realidad económi
ca para que sea democrático y definitivo.. .” (20).
Un examen sintético del tratamiento dado por los gremios an
tes citados a los dos temas que marcan sus preocupaciones en el mo
mento pre-electoral, parece mostrar la clara percepción por ellos de
una situación de cambio a la vez socio-económica y cultural. En efec
to, tanto los industriales como los agricultores señalan que hay revi
sión o quiebra de valores, sean éstos el perfil del hombre de empresa
o el orden rural y que están ocurriendo transformaciones que afectan
la estructura de propiedad o la privacidad de la gestión empresarial.
Pero esta percepción de cambio que genera resistencias y protesta,
también deja la impresión que incorpora un cierto convencimiento
acerca de la imposibilidad o dificultad de considerarlo como algo
completamente evitable. Así, las referencias a la intervención estatal
38
(21) como factor que “puede guiar” las fuerzas económicas, o la
apelación a una Reforma Agraria “técnica”, pero no política, pare
cen manifestar una tensión entre el arraigo a sus propias conviccio
nes —que ven afectadas en la práctica social y cultural del país—y la
idea de que es preciso negociar o entrar en concertación con las fuer
zas del cambio.
En consecuencia, la perspectiva con que los gremios incluidos
en los antecedentes antes descritos se manifiestan en el período pre-
electoral, pese a que la opción de la Unidad Popular era importante,
no es la de jugarse como tales en contra de ésta. De hecho, —como
se señaló antes - no existieron pronunciamientos públicos de ninguno
sobre la elección, si bien sus dirigentes participaban indirectamente,
según sus preferencias, en las campañas. En ello influyó, sin duda, la
convicción de muchos de ellos acerca de la seguridad en el triunfo
Alessandrista; candidatura que reunía la mayores simpatías en varios
gremios, prticularmente aquéllos que incorporaban al gran empresa-
riado. Sin embargo, nos parece que el factor “percepción” de una si
tuación de cambio en marcha y la noción de que este proceso tenía
bases sociales y culturales suficientes como para obligar a negociar
sobre ellas, configuraban un componente de importancia en su estra
tegia de comportamiento, ya sea que Allende triunfara o que consti
tuyera oposición. De tal modo, entonces, que la conducta de los diri
gentes gremiales consiste, por un lado, en reafirmar ciertos principios
e intereses que ven amenazados por los procesos desencadenados du
rante el gobierno de Eduardo Frei y amenazados de seguir deterio
rándose con las alternativas de .Allende y —para muchos- también de
Tomic y, por otro, mantener a las organizaciones gremiales fuera de
la campaña, a, nombre de su carácter “no político”, pese a las cues
tiones de fondo que para ellos estaban sin duda enjuego.
En definitiva, al momento de la elección, los principales gre
mios de la industria, la agricultura y el comercio, en general se mani
fiestan —de maneras y con matices diversos— en oposición a un
tipo de condicionamiento estatal (el Estado como agente ideológi
co y planificador del cambio, a¡ que ve actuar durante la gestión de-
mócratacristiana) que deteriora sus intereses económicos y su imagen
cultural; afirman su cercanía con un cierto modelo económico y po
lítico (en grueso, mayor libertad comercial y financiera y menos
(21) Intervénción estatal siempre hubo en Chile, pero en este momento y lue
go de la experiencia del gobierno demócrata cristiano, ésta parece ser vis
ta por los gremios empresariales de un modo distinto. En efecto, la acción
del Estado adquirió una connotación de agente de cambio social explíci
to, que programa una transformación y se compromete ideológicamente
con ella. Es más que la intervención proteccionista y promotora anterior.
39
“obstrucción” parlamentaria) y conciben una situación social global
en proceso de transformación, frente a la cual parecen situarse con
cautela.
Esta descripción global de las orientaciones de los gremios no
pretende considerarlos a todos ellos como un solo actor unificado y
unidimensional. Sin duda, entre los diversos segmentos de asocia
ciones de industriales, agricultores y comerciantes, las diferencias
existían en más de algún sentido. Así, en tanto la SFF insistía en de
linear criterios de política económica (acceso a libertad de importa
ciones, al crédito externo y apoyo a las exportaciones) que la vincu
laban a las opciones presentes en el programa “Nueva República” de
Alessandri, los agricultores se manifestaban más fuertemente en tér
minos de restituir un orden económico y político vulnerado en el
agro por el “caos” de la Reforma Agraria y los comerciantes enfati
zaban la eliminación de controles sobre precios y distribución. Los
transportistas (camioneros, taxistas, microbuseros, etc.) y los Cole
gios Profesionales, como se dijo al principio, prácticamente no se
manifiestan en este período.
Precisamente, esta situación, a la vez segmentada y referida sin
embargo a ciertas orientaciones comunes, es la que describe tal vez
de mejor manera el perfil de los gremios en ese momento. Esto es,
una perspectiva en la cual la percepción del cambio social y cultural
les indica un movimiento en una dirección que parece -en parte o
del todo— opuesta a su visión histórica de la sociedad (por tanto,
apelación a principios generales de conservación de statu-quo) pero
que es vivido desde condiciones materiales y sociales diversas y no
siempre conciliables entre ellas (por ello se cruzan con apelaciones ge
nerales aquéllas corporativas que los distinguen o los separan). La
consecuencia es la no existencia de un “proyecto” común de los gre
mios (22) que se expresara en una candidatura presidencial en parti
cular, si bien la de Alessandri parecía reunir las mayores simpatías en
tanto que la de Allende era vista como amenaza potencial, pero en
un marco donde la adecuación y el pacto podrían ser los recursos
para neutralizar sus posibles consecuencias.
40
vador Allende como Presidente Constitucional de Chile (4 de Sep
tiembre de 1970) hasta el “Encuentro del Area Privada”, el 3 de Di
ciembre de 1971. Durante estQ.s quince meses es posible distinguir
muchas coyunturas específicas, todas ellas expresivas de tensiones di
versas que jalonaron la primera fase de la Unidad Popular. Sin em
bargo, pese a ello es posible identificar una lógica central en el com
portamiento de los destacamentos gremiales; ella es la de negociar
con el régimen de izquierda una cierta coexistencia que —admitiendo
la inauguración de un proceso de transformaciones que no parecía
evitable— asegurara la supervivencia y desarrollo de la actividad pri
vada que ellos representan.
Se ha incorporado en esta etapa la fase previa a la asunción
afectiva de Allende en el gobierno (4 de Septiembre a 4 de Noviem
bre), en consideración a que, en lo fundamental, ella se corresponde
con la lógica señalada para el conjunto del período.
Considerando el examen de la etapa pre-eleccionaria antes rea
lizado, puede señalarse que el criterio negociador que se aplica des
pués de septiembre es consecuente con la percepción que la mayoría
de los gremios tenía de la movilización social por los cambios. Esto
es que se confrontaban con una fuerza social y cultural que había ad
quirido suficiente legitimidad y amplitud como para constituirse en
un interlocutor de magnitud. Aún más, podría establecerse que, en
no pocos segmentos gremiales, la idea de transformaciones sociales
y estructurales había adquirido un cierto sentido común, como dato
—favorable o desfavorable—de la sociedad chilena en los setenta.
Esta etapa presenta, dentro de esa lógica negociadora, un per
fil de declive progresivo hacia su conversión posterior en una lógica
de oposición. Tiene por lo tanto el carácter de un proceso acumula
tivo de conflictos, que terminan por desbordar la idea de coexisten
cia pactada.
Durante el momento que va entre la elección y la toma efecti
va del mando, en el cual la derecha política (Partido Nacional) inten
ta bloquear el camino a Allende por la vía legal (23) y sectores de
extrema derecha por la vía del golpe militar (24), la mayoría de los
41
gremios opta por un comportamiento en dos sentidos. Uno, el de
llamar a la normalidad (25) y otro, el de destacar su neutralidad po
lítica, a nombre de la cual solicitan garantías al futuro gobierno.
De alguna manera la opción de fondo parece ser mantenerse
a la expectativa de la confrontación política del momento en tan
to que organizaciones gremiales, a la vez que movilizarse para en
contrar caminos de interlocución con la fuerza triunfante, así como
con el gobierno en ejercicio, a fin de preveer el control de una even
tual crisis económica e institucional. En este sentido, se diferencia de
la estrategia de confrontación que asume la derecha política y, al
menos públicamente, no se insertan como fuerzas de presión para
apoyarla.
Diversas manifestaciones de los gremios ilustran el comporta
miento antes descrito. La Confederación de la Producción y el
Comercio (COPROCO) emite el 10 de Septiembre una declaración
llamando a mantener e intensificar las actividades productivas “co
mo empresarios de Chile y como patriotas, sean cuales sean las cir
cunstancias políticas que modifiquen el esquema nacional, y en el
marco del sistema democrático en que se desarrolla la vida del
país.. la Confederación del Comercio Detallista señala pública
mente el 14 de ese mes que “representa a la clase media empresarial”
y que “ratifica su posición de no mezclarse en controversias políti
cas. . Afirma que la directiva “tomará o no compromisos con el
gobierno.. . ” según las circunstancias y que está segura que “la de
mocracia y la libertad serán respetadas por las autoridades.. llama,
finalmente, a la tranquilidad y unidad gremial. En la misma línea se
pronuncia la Cámara Central de Comercio la que hace una apelación
a la ciudadanía “a recuperar el ritmo económico indispensable para
evitar daños irreparables.. declara, asimismo, que ha mantenido
normalidad como gremio “pese al momento económico actual.. . ” e
insta a sus asociados “a tener confianza en el futuro de Chile. . ( 2 6 ) .
El Sindicato de Dueño de Locales Comerciales (SIDECO) de
Santiago convoca, a través de su Informativo 49 del 9 Octubre, a las
organizaciones patronales a unirse “para acordar medidas tendientes
a terminar con la incertidumbre”. En los días posteriores insiste en
42
llamar a la normalización señalando que “es deber de la institución
colaborar con todo gobierno elegido. . ( 2 7 ) y manifiesta su “dis
posición a continuar trabajando. .. ” para lo cual requieren como con
dición “explicitar las políticas económica que se seguirán y quienes
las implementarán.. ( 2 8 ) Con igual demanda la Confederación del
Comercio Detallista envía un memorándum al candidato electo, el
23 de Octubre.
Entre los gremios industriales, ia Sociedad de Fomento Fabril
(SFF) se entrevista con Allende el 15 de Octubre, le solicita garan
tías, explicitación de sus planes y le plantea que “el desarrollo indus
trial debe ser más acelerado para absorver la actual cesantía.. ( 2 9 ) .
Por su parte, ASIMET (Asociación de Industriales Metalúrgicos) emi
te un comunicado en que califica la crisis de ventas producidas como
“la más grave de los últimos 32 años” y hace un llamado a comprar
“para mantener la actividad económica nacional” (30).
En este cuadro, los gremios de agricultores así como los del
sector transporte no se pronuncian públicamente, si bien parte de los
primeros (SNA) se expresa también en la Confederación de la Pro
ducción y él Comercio. Entre los Colegios Profesionales, los Arqui
tectos y Periodistas reconocen el triunfo de la Unidad Popular y lla
man a crear un clima de confianza y tranquilidad.
Como se observa, la tónica general es <Je normalización y de
neutralidad oficial frente a las estrategias políticas, a la vez que de
preservación de las condiciones de funcionamiento del aparato econó
mico. Según diversos analistas de la época,/tal comportamiento ins
titucional de los gremios no implicó necesariamente inactividad de
los dirigentes en las acciones políticas. Dé hecho, Benjamín Matte,
presidente de la SNA estaba ligado al gruj/o derechista Patria y Liber
tad, fundado el Io de Septiembre y otrps directivos se encontraban
cercanos al llamado Movimiento Alessaiidrista. que agrupaban a per
sonalidades que apoyaron la candidati$ra de Jorge Alessandri. Tam
bién se afirma —por estos observadores- que la preocupación por
el aparato económico y su normal desempeño, no representaba ex
clusivamente u¿i& concepción favorable a permitir condiciones de es
tabilidad para el nuevo régimen izquierdista, dándolo por aceptado.
También expresaba la noción que era necesario preservarlo en mar
cha para la eventualidad que algunas de las opciones que intentaba la
derecha política tuviera buen resultado.
Cualquiera que sea el peso relativo de estas versiones del com-
43
portamiento de los principales gremios —que sin duda son reales—
(3 j!) lo concreto es que la consecuencia efectiva fue mantenerlos for
malmente al margen de una eventual movilización social contra
Allende. Igualmente, que ¡os resultados de la normalización de las
activ idades económicas no fueron funcionales a la estrategia del caos.
En definitiva, lo que parece prevalecer es su encuadre corpora
tivo', lo que naturalmene los llevó a situarse institucionalmente en la
expe ctativa respecto de la resolución de la crisis política post eleccio
naria (32) (neutralidad) y en la preservación de sus condiciones de
funcionamiento (normalización), en relación con la crisis económica
de la conyuntura.
Un.í vez instalado definitivamente el nuevo gobierno la pers
pectiva que asume la mayoría de los gremios es lograr interlocución
con el régimen de la Unidad Popular, a fin de exigirle que defina las
reglas del juego. Reglas que hacían referencia directamente al lugar y
significado do la actividad privada en la política que se aplicaría.
La Confederación de la Producción y el Comercio (COPROCO)
se entrevista con Salvador Allende en Noviembre. En esa ocasión sus
directivas le manifiestan que —en un marco de normas claras— apo
yarán diversas políticas del régimen, entre ellas, las de combate a la
inflación y las favorables a la industrialización y al empleo. Señalan
igualmente su interés en participar en un eventual Consejo Económi
co de Estado y declaran que se están superando los niveles de activi
dad económica depni.viidos durante la coyuntura post elección (33).
La Sociedad de fom ento Fabril (SFF) se entrevista con el Mi
nistro de Economía el 20 de Noviembre y sus dirigentes le expresan
los mismos criterios que la COPROCO.
(31) Uno de los dirigentes gre miales entrevistados por nosotros, perteneciente
al sector agrario, nos sen. liaba que algunos de ellos fueron enemigos a
muerte de la Unidad Popular desde el mismo cuatro de septiembre de
1970; que la decisión de derrocarlo la tuvieron desde entonces y que sus
acciones negociadoras sólo representaban intentos de ganar tiempo para
ese objetivo. Esta versión, según diversos analistas, es válida para un cierto
núcleo de dirigentes particularmente politizados en ese momento y liga
dos a sectores radicalizados de la derecha, pero no parece ser ajustada
para la gran masa de dirigentes de los gremios. Otras entrevistas nos con
firmaron que entre ellos primaba la idea que la Unidad Popular, en fin de
cuentas, iba a ser un gobierno presionable y se adaptaría a un país al que
no percibían favorable “al comunismo” .
(32) Esto muestra que existía un grado de autonomía entre los gremios y los
partidos de derecha o de centro. En la lógica gremial, el desenlace del
conflicto político parecía corresponder a estos últimos más que a aqué
llos.
(33) Según versión de El Mercurio 14/11, entregado por J. Fontaine, Presiden
te de la COPROCO.
44
En el sector agrario se da una doble situación.
De una parte existe también la búsqueda de interlocución y la
demanda de reglas del juego y por otra, la protesta frente a la agita
ción campesina que ha recrudecido.
En la primera dimensión es la SNA (Sociedad Nacional de
Agricultura) la que lleva la iniciativa. En efecto, el 13 de Noviembre
presenta al gobierno un documento denominado “Bases para una
Nueva Empresa Agrícola Chilena”. En él se plantea materializar una
estrategia de desarrollo rural a todo nivel, con metas fijadas integra-
damente por el Estado y el Sector Privado. Se propone organizar la
actividad agrícola en cooperativas regionales en que estén representa
dos ambos sectores. Los objetivos serían expandir las exportaciones,
elevar la productividad y lograr precios internacionales. A través de
este sistema se lograría también —según sus autores- seguridad para
pequeños y medianos agricultores, relaciones laborales basadas en un
reparto justo de los frutos del proceso productivo y una política cre
diticia y tributaria realista.
Esta propuesta no logró, al parecer, una audiencia importante
dentro del gobierno de la Unidad Popular, donde -según analistas de
la época—fue considerada desfigurante de la concepción de Reforma
Agraria, en tanto no ponía en el centro la transformación de las rela
ciones de producción prevalecientes en favor del campesino, sino que
reordenaba, bajo la forma de cooperativas mixtas (estatal-privadas),
la empresa patronal preexistente (34).
La defensa frente a la agudización de los conflictos campesinos
es realizada conjuntámente por la SNA, la Confederación de Sindica
tos de Empleadores Agrícolas y el Consorcio de Sociedades Agríco
las del Sur (CAS). Las tres organizaciones exigen al gobierno interve
nir en los casos de “tomas” de predios agrícolas, especialmente en
Curicó, Lautaro y Cautín producidas entre Noviembre y Diciembre.
Esta protesta se realiza, sin embargo, en el marco de la lógica
general de negociación de reglas del juego que preside la acción de
los gremios. En efecto, las declaraciones públicas insisten en que “las
aspiraciones de mejoramiento no se expresan a través de la paraliza
ción. Tenemos que encabezarlas en un proceso constructivo, levan
tado por todos los integrantes del sector, con un amplio sentido na
cional y definido en forma que todos sepan hacia donde van” (35).
(34) Uno de nuestros entrevistados -dirigente gremial nos señaló esta pro
puesta como uno de los casos de “política diversicnista” , destinada a neu
tralizar la acción gubernamental de la Unidad Popular. No podemos ase
gurar que así lo fuera. Las opiniones al respecto fueron divergentes.
(35) Discurso de Benjamín Matte (Presidente SNA) en la inauguración de la
exposición agrícola, ganadera, e industrial de Osomo 29/11.
45
Se plantea también: “estamos conscientes que las nuevas autoridades
impondrán cambios profundos. Confiamos. . . que esta vez las reglas
del juego serán claras. . . y que el triste resultado de la demagogia y
la persecución de estos últimos años.. . confirmará la necesidad de
nuestra participación en el trabajo creador como parte viva e inte
grante del pueblo chileno. . .” (36). Los agricultores de Lautaro, por
su parte, expresan: exigencia de respeto por la “reserva” para los
propietarios expropiados (37). Sólo así “pueden aumentar la produc
ción agrícola, lo que también interesa al gobierno. . .” (38). Igual
mente, en distintas ocasiones los gremios agrícolas afirman que aca
tarán la ley pero que el gobierno —por su parte—debe resolver el pro
blema de las “tomas” para hacer verosímiles sus políticas (39).
Esta perspectiva de negociación con que actúan los gremios, en
el caso de los agricultores genera incluso acusaciones de “entreguismo”
por sectores de oposición al régimen de la Unidad Popular, que la
SNA debe rechazar públicamente (40).
Entre los gremios de comerciantes, la Confederación del Co
mercio Detallista, en declaración oficial del 3 de Noviembre, saluda
la asunción de Allende y llama “a trabajar con más interés por la pa
tria” . SIDECO y la Cámara Central de Comercio, por su parte, mani
fiestan su favorable disposición a las políticas que se aplicarán para
el comercio (41).
El Colegio Médico entregó una distinción a Salvador Allende
como reconocimiento de sus colegas por haber alcanzado la presiden
cia de la República (4/12/70).
En síntesis, la coyuntura que sigue a la confirmación de Allen
de como gobernante está marcada por una estrategia que intenta la
coexistencia negociada, en la que —con distintos énfasis—los princi
pales gremios afirman, como fundamento, una apelación al interés
global de la nación o la patria. En efecto la tónica parece ser un es
fuerzo por presentar su política como favorable a la superación de
46
ciertos obstáculos (económicos y políticos) que impiden un desarro
llo socio económico equilibrado al que aspira todo el país. Así, la
Reforma Agraria, las transformaciones en la estructura industrial son
traducidas como racionalización, modernización o justicia, vista ésta
como superación de ‘la demagogia populista” del régimen anterior.
De alguna manera, se trata de definir el campo de acción como
un espacio comandado por las tensiones del progreso y no de la revolu
ción. Progreso que, visto como cambio social negociado, es percibi
do también como un sentido común ya existente en la sociedad. En
ese contexto los principales gremios intentan definirse a sí mismos
más en términos de fuerzas corporativas progresistas (orientadas a
preservar su espacio y a mostrar la necesidad de su supervivencia
como clases productoras y propietarias en el proceso) que de fuerzas
de conservación de un statu-quo.
Esta lógica de acción que parece presidir el comportamiento de
los gremios que se pronuncian más activamente en esta coyuntura nos
parece que hay que leerla en dos sentidos posibles. Uno, el de la in
serción positiva, donde la coexistencia es vista como un camino de
concertación de eventual largo plazo y otro, el de la neutralización
de una política que es sentida adversa en la mayoría de sus desarro
llos posibles. La evidencia reunida nos inclina a pensar que ámbas
perspectivas' estaban presentes y a menudo superpuestas en los gre
mios de la indu§tria, la agricultura y el comercio (42), lo que era in
cluso percibido por algunos como desorientación e incertidumbre en
sus debates internos.
Hacia comienzos de 1971, se produce, sin embargo, un primer
deslizamiento hacia una política más crítica, menos orientada al
acuerdo. El marco general en que esto ocurre está definido en cier
to modo por la estrategia de cambios que adoptó la Unidad Popu
lar. Como señala Tomás Moulián (Fase del Desarrollo Político chile
no entre 1973 y 1978, FLASCO, Documento N° 155, septiembre
1982) el gobierno prefirió -e n lo fundamental- una estrategia no
negociada de cambios. Esto se debió —afirma Moulián—a tres facto
res: i) el hecho que la U.P. no dispusiera de una mayoría parlamenta
ria propia; ii) la imposibilidad de constituir una coalición parlamen
taria con la Democracia Cristiana y iii) el que en abril de 1971 se en
frentaría un test electoral (elección de regidores municipales a nivel
nacional) lo que la obligaba a poner rápidamente en aplicación su
(42) En general son los gremios más grandes los que se pronuncian, con excep
ción del sector agrario donde existe mayor diversidad. El sector del trans
porte, la pequeña industria y los Colegios Profesionales tiene una presen
cia muy reducida. Sin embargo no existe evidencia de que estos últimos
discreparan de la lógica general de comportamiento descrito.
47
programa como recurso de ampliación de su base social.
Esta línea —dice Moulián— permitió ampliar la capacidad de
acción del gobierno y demostrar su voluntad política de realizar
transformaciones favorables a los sectores populares. Pero también
implicó restringir la participación del parlamento en el proceso de
decisión de políticas cruciales. La consecuencia de lo último fue un
debilitamiento de las reglas del “Estado de Compromiso” que per
mitían —vía parlamento— un juego de contrapesos negociados entre
intereses contrapuestos. Sin duda que ello fue percibido por los gre
mios e influyó en su deslizamiento. En ese marco global el gobierno
había tomado ya algunas iniciativas para generar cambios en la
estructura económica, entre ellas las requisiciones de empresas indus
triales y la apertura de poderes de compra estatales para adquirir ac
ciones de la banca privada.
La agitación campesina, por otra parte, no había decrecido y
casi todos los indicadores económicos mostraban, a fines del setenta,
una caída de la actividad con relación al año anterior.
La Agricultura mostraba una recuperación muy débil en rela
ción con su crítica situación de fines de 1969 y la minería en su con
junto señalaba un signo negativo de menos tres por ciento en los últi
mos doce meses (43). En el sector urbano se produjeron algunas to
mas de edificios en construcción.
La reacción frente a las intervenciones y requisiciones de las
primeras industrias es aceptar la acción cuando corresponde a una si
tuación de abandono o de ineficiencia, pero no como estrategia ge
neral para constituir un Area de Propiedad Social. Ello se manifiesta
con más fuerza en relación a la compra de acciones bancadas.
El 19 de Enero la Confederación de la Producción y el Comer
cio (COPROCO) realiza un Ampliado Nacional cuyos acuerdos mués-
tran bien el ánimo prevaleciente en los principales gremios. Ellos son
en síntesis los siguientes: representar el deterioro del comercio y la
producción al Presidente de la República, Partidos Políticos de opo
sición, gobierno y al país; señalar que tal situación está provocando
la extinción del sector privado; presentar un informe de los factores
que afectan el desarrollo de la economía: política tributaria, cambia
rla, violencia en los campos, atentados contra la propiedad privada;
instruir a los empresarios que mantengan una actitud vigilante y
constructiva dentro de los cauces constitucionales, en apoyo a
los principios y actividades que representa y que son fundamenta
les para la supervivencia democrática del país.
En su discurso principal, el presidente de la Confederación
48
(Jorge Fontaine) afirmó: “se va a la socialización total de -la
economía y muy de prisa”. Hace críticas a iniciativas del gobier
no “que pueden terminar con la libertad política y social” (re
quisiciones, compra de acciones, envío de un proyecto de ley
sobre tribunales vecinales al parlamento, etc.)
Este primer deslizamiento se expresa—como se ve— en la no
ción de que hay que mantenerse vigilantes, que hay que alertar a!
país de que se va muy de prisa, que hay riesgos cercanos de ilegalidad
y que la supervivencia democrática no está plenamente garantizada.
La impresión que sugieren los acontecimientos es que muy pronto
las directivas gremiales sintieron que no sería fácil neutralizar las ini
ciativas transformadoras y que la coexistencia implicaba algo más que
declaración de sensibilidades favorables al cambio.
Sin embargo, ésto no significó que se desahuciara la estrate
gia negociadora. El mismo Fontanine señalaba en declaraciones a la
prensa con motivo del Ampliado Nacional: “las agrupaciones de la
producción y el comercio han manifestado su decidido propósito
de participar en el esfuerzo colectivo del desarrollo (. . .) los gremios
no son oposición ni gobierno (. . .) por ello no pueden ser derrotados
ni marginados ( ...) Hay muchos medios para realizar una acción
concertada que abarque a la mayor brevedad aspectos fundamentales
de la vida nacional. ..” (44) Del mismo modo Horacio González,
presidente de la Cámara Central de Comercio planteó en el evento la
necesidad de apoyar al Presidente de la República y llamó a “tener
fe en la coexistencia y el régimen constitucional. ..” (45). Por últi
mo, Pedro Menéndez, máximo dirigente de la SFF señaló como po
sitivos los contactos con Salvador Allende.
De esta manera, si bien los gremios más grandes, en particular
los vinculados a la COPROCO, se comenzaban a inquietar y se ponían
en alerta, no se declaraban en oposición oficialmente. Esto los dis
tinguía de la derecha política y de la Democracia Cristiana, mostran
do que en esta etapa conservaban independencia de esas formacio
nes partidarias (46).
En esta no alineación opositora incidía sin duda la expectati
va de no radicalizar el proceso de transformaciones, riesgo que po
dría producirse con una postura no “gremialista” en su concepto.
Un indicador sugerente de los temores empresariales es lo ocurrido
49
en la SFF al momento de elegir una nueva mesa directiva en 1971. El
3 de Febrero el Consejo Directivo encomendó a la Mesa Directiva la
preparación de un programa de acción coordinada de todo el sector
industrial para enfrentar las nuevas condiciones y resolvió nominar
una directiva para implementarlos. Según un ex presidente de SFF:
“costó mucho encontrar un presidente que quisiera hacerse cargo del
puesto en momentos tan difíciles (. . .) no había ningún gran empre
sario dispuesto a que le hicieran pedazos su empresa por ser presiden
te de la SFF (. ..)” (47). De hecho, el elegido, Pedro Lira, duró des
de el 24 de Marzo hasta fines de Mayo en que renunció. El 2 de Ju
nio se designaba una nueva Mesa, esta vez dirigida por Olando Sáenz.
Según el propio Sáenz: “llegué a la presidencia de la Sociedad por
que era conveniente elegir a una persona que no representara blanco
al gobierno... ni por su influencia, ni por su gran poder, ni por sus
conexiones con el extranjero. La elección es totalmente estratégica y
en ningún otro período se habría producido. .. ” (48)
Esta referencia muestra el clima sicológico de esos momentos
lo que sugiere, otra vez, que la noción de coexistencia en los gremios
era una combinación de convicción, temor, e intención neutralizado-
ra y gradualista respecto del programa de la Unidad Popular (49).
Las elecciones municipales de Abril de 1971, en las que la Uni
dad Popular obtuvo el 49.8°/o de los votos, superando así en más de
un trece por ciento su votación de 1970, sin duda influyeron para
que el deslizamiento crítico antes producido no cobrara mayor cuer
po en lo inmediato. De hecho, en el plano político, la Democracia
Cristiana aparece aminorando su énfasis opositor; no así la derecha
(Partido Nacional) que impulsa una posición más agresiva.
Sin embargo, la lógica de coexistencia que sigue comandando
la acción de los gremios sufre crisis diversas en 1971, de manera pro
gresiva pero segmentada. En efecto, lo que aparece como un com
portamiento más ,o menos unificado y relativamente simultáneo en el
primer momento del gobierno de la Unidad Popular, adquiere ahora
un perfil más diversificado. Los gremios van reaccionando de manera
más bien parcializada frente a la acción gubernamental y sus efectos.
Es este un año de deslizamientos, combinados con momentos
de estabilización, desde la coexistencia negociada a la oposición.
El clima general de la primera parte del año está marcado por un
perfil favorable del desempeño político global del Presidente Allende.
Como se comentó, las elecciones de Abril fueron positivas para la
50
Unidad Popular, se produjo la nacionalización del cobre en el marco
de un consenso nacional, y el mandatario realizó una exitosa gira a
países latinoamericanos, entre ellos una estratégica entrevista con el
gobernante argentino General Lanusse.
En el plano económico la SFF mostraba, para fines de Marzo,
un aumento de la producción industrial en todos los rubros (un
41.9°/o con respecto a Febrero lo que era más de un 80°/o superior
a la comparación entre esos mismos meses en 1970) (50). Solamente
el rubro construcción indicaba caída de su actividad.
Sin embargo, conjuntamente con ese cuadro, la agitación cam
pesina y urbana seguía presente y las llamadas “formas de acción di
recta” (esto es “tomas” , huelgas ilegales) comenzaban a adquirir ex
tensión como mecanismo impulsados por la ultra izquierda y algunos
actores de la Unidad Popular. El gobierno, por su parte, si bien re
chazaba estos procedimientos como forma generalizada de avanzar en
su política, intentaba articular la presión de masas que allí se genera
ba con sus propias acciones desde el ejecutivo. Esto es, aprovechar al
gunas de estas movilizaciones para decidir requisiciones e interven
ciones de empresas. En ese contexto, tanto a nivel político opositor
como a nivel de los gremios se desarrolla el tema de la “ilegalidad”, de
la “arbitrariedad” y del sobre pasamiento de las instituciones. En el
caso de los gremios, con todo, sus tiempos para sumarse a la denun
cia de ilegalidad son diversos y permanece vigente en el discurso por
más tiempo la lógica de negociar garantías con la apelación a un
“sentido nacional” que está en riesgo de ser vulnerado por el con
flicto de classe.
Distintas coyunturas conflictivas marcan puntos en los cuales
los diferentes gremios van dando muestras de su deslizamiento pro
gresivo y segmentado a una perspectiva menos coexistencial y más
opositora.
En el mes de Abril muere accidentalmente un agricultor al mo
mento de la expropiación de su predio y otro cae abatido en un con
fuso enfrentamiento entre campesinos y propietarios. Esto da lugar a
un paro patronal y a un conjunto de movilizaciones de las organiza
ciones de agricultores, quienes en su lenguaje muestran ya el paso
hacia una opción más radicalizada. Es el primer síntoma del declive.
La SNA publica una inserción el I o de Mayo, la que terminaba
diciendo: “Ante esta nueva víctima que ha conmovido a la opinión
pública (el agricultor Barahona), exigimos a las autoridades el te'rmi-
no inmediato de los procedimientos tortuosos y arbitrarios que se es-
51
/
tán aplicando así como del caos y vandalismo imperantes hoy en
el sector rural. . .”
La Confederación de Sindicatos de Empleadores Agrícolas se
pronunció en una declaración titulada “Los agricultores acusan” y
dirigentes del Partido Nacional emitieron juicios sobre la política
del gobierno en el campo tales como “operación despojo” . . .
“sembradores de odios envenenados por un revanchismo visceral”
etc.
Sin duda, un acontecimiento particular como el comentado
se convertía en una circunstancia para expresar emotivamente una si
tuación más general: el orden tradicional del campo se estaba trans
formando por la acción del Estado de manera radical. Lo que había
comenzado por la reforma agraria anterior se profundizaba y se ha
cía más drástico. La imagen de transformar la Reforma del Agro en
un acuerdo negociado sobre bases “técnicas” se requebrajaba, apare
ciendo -todavía bajo la forma de defensa frente a una vulneración—el
perfil real de un conflicto de clases.
En relación con este hecho hay que destacar que se produce
una reacción solidaria de los demás gremios, especialmente de los
más grandes, afiliados a la Confederación de la Producción y el Co
mercio (COPROCO). Estos emiten una declaración conjunta en la
que se revela el planteo solidario, pero donde no hay todavía un
abandono de la política de coexistencia negociadora. Señalan con
cretamente : “Este día (. . .) es una voz de alerta para que reflexio
nen todos y desestimen los propósitos que quieren crear bandos
irreconciliables. Las diferencias ideológicas deben resolverse limpia
y justicieramente con sentido nacional (. . .) dentro de una sana y
verdadera democracia para trabajar todos unidos por la grandeza de
Chile. Hay sectores políticos que quieren excluir de esta noble tarea
a los empresarios y corresponde a las autoridades respetarles su in
dispensable función en la vida económica y social” (51).
En tanto éste era el planteo de los gremios de la COPROCO,
el Partido Nacional impulsa una acusación constitucional contra el
intendente de la provincia en que ocurrió el fallecimiento del agri
cultor expropiado. Este es un signo indicativo, no sólo de la polí
tica de corte radical que asume ese partido, sino también, al parecer,
del estado de ánimo ideológico de los gremios agrícolas y de sus
emergentes vinculaciones partidarias (52).
52
En el campo de los gremios industriales, en el mismo mes de
Mayo, se producen reacciones a causa de la retención de los ejecuti
vos de una gran empresa metalúrgica por los obreros, lo que es cali
ficado de “secuestro”. Jorge Fontaine presidente de la COPROCO
declaró a la prensa: “es un síntoma del ambiente que impera en el
país y que es agravado constantemente por la acción de grupos inte
resados en impulsar los hechos por la fuerza sin respetar el orden le
gal. . ( 5 3 ) . Sin embargo, hasta ese momento el problema es
planteado como posible de resolverse por la vía de definir las tres
áreas de la economía (estatal, mixta y privada) a través de una ley
(54).
El alegato de los empresarios muestra que el nudo del conflic
to está en su oposición a aceptar el recurso de las intervenciones o re
quisiciones como un mecanismo estable para constituir el Area de
Propiedad Social. De allí, la exigencia de la ley, pues ello trasladaba
el problema al sistema de decisiones parlamentario, donde el contra
peso de poderes garantizaba neutralizar o gradualizar negociadamen-
te la aplicación de la política gubernamental.
Es en el mes de Junio, al llevarse a cabo la requisición de alre
dedor de once empresas textiles, cuando se produce el segundo pun
to de deslizamiento hacia una perspectiva más dura que la coexisten
cia negociada (55), esta vez en el sector industrial.
El Instituto textil declaró en una inserción de prensa: “nadie
puede dudar de la gravedad del daño causado, de la conculcación de
53
las garantías constitucionales y de la inestabilidad que crea (. . .) el
que estén en suspenso” . Al mismo tiempo exigía la restitución de las
empresas y señalaba la necesidad perentoria “que el gobierno se en
cuadre en la legalidad (. . .) única garantía para que todos los indus
triales (. ..) trabajen en beneficio del país. . . ” . Según uno de nues
tros entrevistados —alto dirigente de la SFF en la época—: “de ahí el
sector ya reaccionó; se dio cuenta que había que buscar una cosa
radicalmente distinta. Entonces, entre ese momento y fines de 1972
o mediados de 1972, nosotros (la SFF) realizamos una labor pura
mente opositora. . .” (56)
Este deslizamiento es, con todo, aún parcial y segmentado al
interior del mismo sector industrial.
Casi un mes después se produce un tercer punto de desliza
miento. Este se expresa, por una parte, como derivación de la “toma”
de establecimientos pertenecientes a la empresa maderera RALCO. En
esta ocasión es la Cámara Chilena de la Construcción la que reaccio
nó, afirmando en una inserción de prensa “(el gobierno) en lugar de
castigar a quienes están promoviendo un clima de subversión, conde
nado reiteradamente por el propio gobierno, parece alentarlo con
una medida tan antagónica como la que se ha adoptado. ..” (inter
vención de la planta ocupada) (57). La Cámara formula “un llamado
( ...) a evitar el establecimiento de las bases de una montonera que
sólo conducirá al odio, la destrucción y el caos'. .
La Asociación de Industriales de Valparaíso (ASIVA) publicó
por otra parte, una declaración el 18 de Julio. En ella recordaba al
Presidente Allende el haberles declarado en varias ocasiones “que los
cambios revolucionarios. .. serían hechos respetando la constitución
y las leyes.. y le señalaban luego: “el tiempo, señor presidente,
nos ha enfrentado con los hechos, que son deplorables. La tranquili
dad se ha debilitado y el derecho ha sido estropeado” (58). Seguida
mente le requieren: que se respete la Constitución y las leyes, que
se terminen las “tomas”, que no siga prosperando “el atropello”
(. . .) porque esto “fomenta pasiones (. . .) cuyas consecuencias las
sufrirán todos los chilenos”.
En el plano político global se observa una agudización de las
confrontaciones entre la oposición y el gobierno. Ella se vincula a
las consecuencias del asesinato del ex ministro democratacristiano
54
Edmundo Pérez Zujovic ocurrido el mes de Junio. Se acusa el eje
cutivo de tolerar bandas armadas y éste asegura que el hecho se ori
gina en organizaciones facistas y sediciosas. El clima de conflicto per
mite que la Democracia Cristiana y el Partido Nacional presenten un
candidato común a una elección complementaria de un diputado en
la provincia de Valparaíso. Este derrota a su oponente de la Unidad
Popular.
Al interior de la izquierda, un sector del partido socialista emi
te un pronunciamiento en que se cuestiona la posibilidad de un pro
ceso que conserve el marco institucional como vía al socialismo, lo
que acentúa las tendencias a la polarización política.
Este cuadro de debilitamiento de la línea de coexistencia nego
ciada y la elevación de la confrontación política opositora no impli
ca —como se ha insistido antes—la renuncia de los gremios a los mé
todos de conciliación. Por ello, el perfil es un declive combinado con
situaciones de concertación. De hecho, casi todos los documentos
que han venido siendo mencionados anteriormente incluyen tanto la
dimensión denuncia como la dimensión negociadora (59)* Tampoco
existe evidencia de una acción mancomunada hasta ese momento. Al
contrario, la segmentación aparece como una tónica dominante no
sólo entre sino dentro de los gremios. En ello influyó, al parecer, la
sensación de incertidumbre y la expectativa de eventuales soluciones
—sectorales o individuales— en el cuadro institucional y económico
que iba generando la acción de la Unidad Popular.
Así, se van produciendo estos “puntos de deslizamiento” de
los gremios más como reacciones que como estrategias elaboradas,
aún cuando personeros dirigentes de la industria y del agro hubieran
ya derivado hacia posiciones más drásticas, como se mencionó
antes (60).
El gremio de los comerciantes detallistas había mantenido en
1971 una actitud de interlocución con el gobierno. Incluso, con oca
sión del envío por el ejecutivo al Parlamento de una indicación, soli
citada por la Confederación (el 24 de Marzo), al Proyecto de Previ
sión para los Comerciantes, que éstos calificaban de “Acto Trascen
dental” y de “Uno de los acontecimientos más importantes para los
minoristas.. . ”, señalaban públicamente su complacencia con la po
lítica laboral del régimen. Sin embargo, hacia fines de Agosto, la apa
rición de los síntomas de desabastecimiento y la política piberna-
55
mental de enfrentarla apelando a la organización comunal y vecinal,
desencadena una reacción dura de parte del gremio. Para éste, tal
iniciativa involucraba una amenaza potencial.de sustitución de sus
funciones y consecuentemente de su propia sobrevivencia. Tocados
en su interés básico, los comerciantes detallistas marcarán con su ac
titud un nuevo “punto de deslizamiento”. En carta del 31 de Agosto
enviada al Ministro de Economía —la que recogía las conclusiones
del Consultivo Inter provincial de Talca del 24 y 25 de Julio—seña
laban: “frente al problema del desabastecimiento, todas las palabras
y consideraciones de seguridad que se nos dieron, se han visto en la
práctica desvirtuadas.. Comentando las medidas tendientes a crear
las JAP (Juntas de Abastecimientos y Precios) y otras del mismo
tipo, afirmaban: “ello es innecesario e inaceptable.. . ”. Finalmente,
exigían “conocer con claridad el rol y las condiciones en que se de
sempeñará nuestra actividad” para mantener “su actitud de colabora
ción con los planes de desarrollo (61).
Desde este momento los antecedentes examinados muestran
que la situación se va acelerando.
Casi todos los sectores se han sentido tocados en sus intereses
y, aún cuando mantienen la combinación de protesta —negociación,
comienzan a generarse movimientos hacia acciones convergentes
que superen la segmentación previa. En el campo industrial se produ
cen más puntos conflictivos por la requisición de empresas pesque
ras y de la Compañía Cervecerías Unidas; en el agro, los conflictos
huelguistas son más de 700. Los comerciantes son denunciados co
mo acaparadores y esto los polariza frente al gobierno.
Con distintos ritmos y con diferente nivel de convicción tácti
ca, superponiendo confrontación y negociación, la mayoría de los
gremios muestra en este momento que está ingresando lentamente a
una coyuntura que los llevará progresivamente a una actitud oposito
ra explícita y activa (62).
56
El contexto en que se producen los deslizamientos antes exa
minados en esta etapa, que va de las elecciones de abril a octubre de
1971, es de aceleración de una crisis política. En efecto, el gobierno
de la Unidad Popular planteó que los resultados favorables de la elec
ción tenían un carácter de ratificación del camino seguido. Por parte
de la oposición, en cambio, se afirmó que se verificaba un “empate
político”. La consecuencia es que la Democracia Cristiana se ve obli
gada a aceptar un análisis de la situación en términos de “bloques”
(oposición-gobierno) porque de otro modo afirmaría la imagen de
triunfo que la U.P. enunciaba. De este modo, pese a que la D.C. man
tiene aún comportamientos ambiguos entre una oposición global y
actitudes de acercamiento al gobierno en términos de manifestarse
sensible a los cambios sociales, se genera una progresiva polarización
de la lucha política.
Por otra parte, hacia la segunda mitad de 1971 empiezan a apa
recer los primeros focos de desabastecimiento de productos alimenti
cios y otros, lo que anuncia la crisis económica que se hará progresi
vamente más y más visible, afectando la vida cotidiana de casi todas
las capas de la población. Del mismo modo, la desinstitucionalización
creciente de las confrontaciones políticas contribuyen, junto a lo an
terior, a mostrar una “crisis de funcionamiento de la sociedad”, lo
que tiene, en conjunto, efectos sobre la aceleración de la crisis políti
ca.
Al nivel político, la Democracia Cristiana presenta en Octubre
un proyecto de Reforma Constitucional sobre las tres áreas de la eco
nomía, desahuciando así conversaciones previas con el gobierno pa
ra un esquema de acuedo. El Frente Nacionalista Patria y Libertad
(ultra derecha) hace constantes inserciones en la prensa exhortando a .
una oposición decidida.
En consecuencia, el contexto en que ocurren estos desliza
mientos es crítico, en términos no sólo de los sectores sociales liga
dos a los gremios, sino que progresivamente de la sociedad en general.
Así, la democratización del sistema político, los objetivos redistribu-
tivos en lo económico y la reorganización de la estructura producti
va a favor de las necesidades mayoritarias, metas que pretendía el go
bierno de la U.P., se ven progresivamente desarticuladas produciéndo
se un deterioro de la imagen política favorable que aquél había con
seguido en abril de 1971.
El proceso de convergencia de los gremios en una línea de corte
opositor activo no parece ser, con todo, un movimiento puramente
espontáneo, consecuencia de la amenaza potencial a los intereses cor
porativos representados por los gremios. Diversos analistas de la época
y los antecedentes examinados, coinciden en sugerir que habría exis
tido un centro dirigente, el que estaba desde antes convencido sobre
57
la necesidad de impulsar un frente común que convirtiera a los gre
mios en un bloque opositor activo. Probablemente este núcleo diri
gente estableció relaciones con partidos de la oposición en esta línea
táctica (63).
El punto que aparece elegido como factor de convocación co
mún es “la amenaza de desaparición del área privada”. Esto es simbo
lizado —mes de Octubre- en la oposición a que se aplique en la em
presa Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC), co
nocida corrientemene como “La Papelera”, el procedimiento de
compra de acciones por el gobierno. Esta corporación casi —mono-
pólica era presidida por el ex Presidente y ex candidato a la presiden
cia de la República en 1970, Jorge Alessandri. Se trataba de uno de
los núcleos centrales y simbólicos del capitalismo chileno.
Se produce entonces un nucleamiento en torno a una identi
dad común: la de “sector privado” que es convertida en lógica com
partida para un universo segmentado históricamente, a menudo
opuesto por relaciones de dominación interna entre grandes y peque
ños, amén de otras varias diferenciaciones. Este es el primer punto
del proceso de conversión de los gremios en oposición colectiva. Es
también el principio del fracaso del gobierno de la Unidad Popular
•en asegurar la adhesión del vasto contingente de pequeños y media
nos empresarios. Según Orlando Sáenz, presidente de la SFF en la
época: “Allende se manejó tan mal, tan mal que no logró dividir al
sector empresarial ( ...) el Estado se convirtió en un enemigo del
empresariado ( ...) entonces éste no tenía ninguna fuerza de negocia
ción, por lo tanto se plegaba detrás de la SFF (.. .) se quedaba calla
do cuando le decían que lo hiciera, pasaba plata cuando le decían
que había que hacerlo, suscribía las declaraciones cuando había que
decirlas.. . ” (64)
La visión de Sáenz sugiere como causa de la emergente unifica
ción de los gremios tras una identidad compartida la propia acción
del gobierno (sobrepasamiento de su programa, luchas internas que
58
impedían una acción coherente) más que la posesión de una con
ciencia común desarrollada autónomamente. Es en torno a un prin
cipio de defensa más que en torno a un proyecto que se produce este
inicio de convergencia.
Otro dirigente entrevistado corrobora esta pespectiva: ‘la Uni
dad Popular, yo me atrevería a decir, fue un gobierno francamente
desconcertante por la falta de unidad de pensamiento ( ...) en fin,
toda una guerra de guerrillas que fue acelerando el desprestigio de
ese esquema de gobierno. ..” (65).
El vértice donde se cruzan los deslizamientos sucesivos de la
actitud de los premios hacia una lógica más opositora que coexisten-
te se produce en el “Encuentro del Area Privada” del 2 de Diciembre
de 1971. Este hecho marca el punto de inflexión donde puede situar
se el inicio de una nueva etapa (66).
El evento reúne, bajo la conducción de una comisión organi
zadora presidida por Orlando Sáenz, cinco mil personas, congregadas
en el Teatro Caupolicán en respuesta a una convocatoria de la SFF,
la Confederación del Comercio Detallista y la Confederación de la
Pequeña Industria y el Artesanado (CONUPIA) (67).
El carácter de los discursos (68) muestra bien la lógica con que
los principales dirigentes gremiales organizadores intentaban presen
tar sus posiciones. En síntesis, se manifiesta el propósito de mostrar
59
que su lucha no es un combate por intereses particulares, sino por
intereses generales que competen a todo el país. Que no están en
contra del cambio social, sino contra sus formas ilegales y violentas.
En fin, que están a favor de la restitución de un orden quebrantado
por la acción de un agente socio político (la. Unidad Popular), que
se convierte en perturbador de un cierto consenso histórico. De
esta forma el discurso se estructura como la defensa de valores y nor
mas que son presentadas como comunes a la sociedad chilena. Es en
torno a esta “defensa” que se articula a sectores disímiles como son
el gran empresariado con el pequeño industrial y el comerciante al
detalle.
Lo que puede explicar esta convergencia entre actores sociales,
a menudo contrapuestos, parece ser la capacidad de algunos dirigen
tes de la SFF y la COPROCO de apelar —por su parte—a un princi
pio de pertenencia común: el orden de los propietarios. El “área pri
vada” que hay que hacer supervivir es una defensa del derecho de
propiedad. Por otra parte y tal vez tan decisivo como lo anterior,
es su capacidad de mostrar que fuera del sistema de contrapesos con
sagrado en el sistema político, su fuerza como grupos de presión era
muy poca. Por tanto, “sobrepasada la ley” , pasar a la acción oposi
tora directa sin depender de la intermediación política era un camino
que se abría necesariamente.
Del otro lado está —según la mayoría de los analistas de la
época- la incapacidad de la Unidad Popular para garantizar una in-
serción en el proceso de aquellos medianos y pequeños empresarios a
los cuales definía como beneficiarios de su política.
Orlando Sáenz señaló en esa ocasión: “estábamos y estamos
decididos a ser elementos digna y activamente incorporados al pro
ceso de acelerado desarrollo económico y de hondo reordenamien
to social que se le prometió a un pueblo esperanzado y entusiasta.
Durante meses callamos ante notorias deficiencias e injusticias ( ...)
para dar tiempo. Lo que hemos vivido arroja un balance negativo.
El país se ha puesto en crisis de convivencia ( ...) es hora de un plan
nacional de desarrollo económico ( ...) requerimos que el área priva
da se consigne en la Constitución. El cambio positivo jamás puede
significar la pérdida de los valores que juzgamos básicos de nuestra
nacionalidad: respeto y tolerancia mutuos. La legalidad sistemática
mente sobrepasada es incompatible con la existencia de un Estado
organizado... ” (69).
Por su parte J. Fontaine afirmó en su discurso: “Hemos co
laborado con todos los medios sociales para solucionar los obstácu-
60
los al desarrollo y estamos plenamente conscientes de nuestra res
ponsabilidad en el proceso de evolución de la sociedad chilena. No
nos sentimos identificados con ninguna fracción política ni sector
económico determinado. No nos inquietan los cambios y nos encon
tramos dispuestos a apoyar aquellas iniciativas que contribuyan al
éxito de Chile como nación ( ...) Nos unimos para defender un sis
tema de vida, no intereses económicos” . (70)
Los dirigentes Zanzi y Cumsille, ratificaron, en términos me
nos elaborados, esos conceptos, insistiendo más bien en que concu
rren “para defender los intereses generales del empresario privado” y
para señalar la necesidad de una ley que les diera garantías (71).
Los principales oradores teminaron pidiendo “un mandato pa
ra llevar a cabo un programa de acción de vastas proyecciones para el
futuro: constituyamos un Frente Nacional del Area Privada (FRE-
NAP) para defender la libertad de trabajo”.
La asistencia al acto de dirigentes políticos de la oposición, el
clima de confrontación con el gobierno (de los asistentes) y la forma
ción del FRENAP como instrumento de acción, mostraron que los
gremios habían iniciado el paso a ser actores formalmente opositores.
La estrategia de coexistencia negociada no desaparecería completa
mente pero había iniciado un declive que ya no remontaría más.
En el sector agrario, ausente de este acto, el proceso era se
mejante en cuanto a arribar a un punto muy cercano a la ruptura de
la coexistencia negociada. Benjamín Matte, presidente de la SNA, en
su discurso de inauguración de la Feria Internacional de Santiago
(FISA) en Noviembre, había señalado: “se pretende destruir la em
presa agrícola de libre iniciativa, reemplazándola por entidades que
han probado ser un fracaso y en lo social un atentado contra el ser
humano ( ...) Las haciendas estatales son una traición al campe
sino. .. ” (72).
61
3. Los gremios se convierten en oposición colectiva
Esta etapa transcurre desde el Encuentro del Area Privada (Di
ciembre 71) hasta el “Paro de Octubre” en 1972. Durante este sub-pe-
ríodo del gobierno de la Unidad Popular las orientaciones de la ac
ción gremial se transforman. En efecto, progresivamente aparece la
definición de un antagonista que antes no había sido perfilado tan
nítidamente: los marxistas o “el comunismo”, ambos representados,
en definitiva, por la acción de gobierno (monopolio estatal) y de la
coalición de partidos de izquierda.
Frente a este oponente, que es representado como de “origen
foráneo”, “extranjero” , se afirma, por parte de la dirigencia gremial,
el carácter nacional, la identidad patriótica de sí mismos. La lucha
que ahora se va dando es cada vez menos por evitar que el gobierno
cometa “excesos”, extremismos, en su afán de cambio social el que,
visto como “progreso”, se declaraba antes compartir (lo que permi
tía la negociación - coexistencia). Por el contrario, la lucha es cada
vez más por la preservación o restitución de un orden social y po
lítico que se define vulnerado y al que se denomina indistinta
mente democracia, tradición, valores nacionales, convivencia na
cional, libertad, etc.
Es en esta apelación a ciertos valores, que se representan como
universales, donde se va prefigurando a través de la etapa la noción
de que la Unidad Popular y el gobierno constituyen antagonistas
que no tienen el carácter de adversarios legítimos. En efecto, ellos
son definidos como agentes destructores de una forma histórica de
relaciones sociales más que como actores de un cambio social.
Esta mutación de orientaciones, como es lógico, se produce
segmentadamente y con distinta profundidad y velocidad en los dife
rentes sectores gremiales. El paso desde el empresario u “hombre de
trabajo”, definido a favor del progreso (que también representaba el
gobierno, en el discurso gremial anterior) al “patriota” que tiene que
enfrentarse a un enemigo declarado, es un proceso progresivo. No
ocurre en un sólo acto.
Es el sector empresarial vinculado a la SFF y a la dirigencia de
la COPROCO, el que muestra más articuladamente esta nueva pers
pectiva desde temprano. También es en este ámbito donde se co
mienza a sugerir la noción del reemplazo de gobierno con mayor an
ticipación. El recientemente creado FRENAP (Frente Nacional de la
Actividad Privada) juega el rol de instrumento convocador del con
junto de los gremios en torno a esta política.
En Enero del 72 el mencionado FRENAP, con participación
de la COPROCO, la SFF, ASIMET, SNA, CONUPIA, la Cámara
Central de Comercio y la Confederación del Comercio Detallista, or-
62
ganiza un acto, en el cual Orlando Sáenz afirmó el “repudio a mode
los importados” y planteó “la libertad” como objetivo de lucha. Con
posterioridad y de manera recurrente, el FRENAP, la SFF y la CO
PROCO publican inserciones y hacen declaraciones públicas en que
se insiste en temas como “se estrecha cerco de tutela estatal” (73),
“limitación del pluralismo” (74), “monopolio estatal del trabajo”,
“control político” (75), “Estatismo = pobreza y dictadura” (76).
En este cuadro, la ASIMET (Asociación de Industriales Meta
lúrgicos) en compañía de la Corporación de Pequeños y Medianos
Metalúrgicos y el Sindicato de Empleadores Metalúrgicos (SEM) (77),
realizó una asamblea de 500 empresarios el once de Marzo. En ella
se acordó una marcha de protesta que es definida como “marcha por
la democracia”. El 25 de Marzo el FRENAP realiza otra marcha; en
esta ocasión en homenaje “a la mujer chilena. ..” . La concentración
propuesta por ASIMET se llevó a cabo el 12 de Abril y ella fue apo
yada por la SFF, la COPROCO, la SNA y algunos Colegios Profesio
nales (78).
En este clima de aceleración de la oposición al gobierno de
Allende por parte del sector industrial más fuerte, Orlando Sáenz,
presidente- de la SFF, pronuncia un discurso en la 88ava Junta del
organismo el 18 de Mayo. En ella se muestra con claridad la opción
que se buscaba plantear para la acción política de los gremios y la
visión que se deseaba transmitir de lo que estaba ocurriendo en el
país. Dijo Sáenz en esa ocasión: “la Unidad Popular ha buscado de
sintegrar en lugar de integrarla nacionalidad (...) el marxismo de
mostró su fracaso ( ...) ”. Después de valorar la historia gubernativa
de Chile desde Arturo Alessandri a Frei señaló: “pero ahora ha he
cho crisis el sistema, la estructura de la nación agotó sus posibilida
des ( ...) todas las experiencias eran foráneas” (refiriéndose a los
proyectos políticos pasados).
“Debemos sustituir el sistema con una solución propia, nacio
nalismo revolucionario, popular y autoritario, generado por las gran
des mayorías nacionales” y aseguró que: “Chile espera un caudillo
enigmático. .. el anhelo nacional lo busca (. . .). No podrá ser cali-
63
ficado ni de izquierda, centro o derecha.. .” (79).
Como se ve, junto a la definición de una situación dominada
por una crisis de desintegración y provocada por un agente —el mar
xismo— se coloca el tema de la sustitución de un sistema agotado y
se manifiesta que ello ocurrirá tras un liderazgo carismático, autorita
rio, que recuperará la unidad nacional. Hay aquí sin duda y por pri
mera vez en boca de un dirigente de gremio, un perfil de proyecto
socio político de largo alcance (80).
Dicho proyecto, sin embargo, no parece ser aún una noción
plenamente difundida en el conjunto de los dirigentes gremiales. Si
bien distintos conceptos de los usados por Sáenz circulaban ya en el
lenguaje gremial, difícilmente se encuentra en ellos la articulación
que e'ste les da en un discurso como el mencionado (81)
En el sector agrario, tanto la SNA como la Confederación de
Empleadores, hasta ese momento, se manifestaban más en términos
de protesta y denuncia que de formulación de un proyecto socio po
lítico global.
La SNA establecía relaciones con los partidos opositores e in
corporaba en sus planteamientos referencias a la lucha política: “el
campo dio una lección... se ha rechazado la violencia y la política
agraria. ..” (Inserción del 21 de Enero en la prensa después del triun
fo electoral opositor en las provincias de O’Higgins y Colchagua).
Insistía también en la relación entre propiedad y democracia:
“para permitir la existencia de un gobierno democrático tiene que
haber propiedad privada incluyendo a los asentados y pequeños agri
cultores” (El Mercurio, 17/3). Los temas de la independencia frente
a la tutela estatal y de la libertad amenazada son también tratados
en sus documentos (82).
La Confederación de Sindicatos de Empleadores Agrícolas, por
su parte, mostraba su disposición a movilizarse: “empiezan a derretir
se las cadenas del temor” (El Mercurio 22/1) y hacía llamados a los
“partidos democráticos” de la Unidad Popular para que “impongan
64
su espíritu democrático. Está en grave riesgo la estabilidad jurídica
del país. . .” (carta pública, Marzo de 1972). El 5 de Mayo emplaza
al gobierno a restablecer el orden público y dar garantías de que no
se producirán expropiaciones, “lo que es indispensable para la super
vivencia democrática del país. . .”
Los comerciantes en general concentran su actitud opositora
en la denuncia de hostigamiento por parte del gobierno y señalan
que “ante esto, la oposición adquirirá otro toño. . .” (2/72). Se en
frentan también a lo que llaman “campaña contra la imagen de los
comerciantes”. El tres de Mayo la Confederación de los Detallistas,
la CONUPIA y la Cámara Central de Comercio, en una inserción en
la prensa, afirman que su persecución por el gobierno “lleva a la des
trucción del Comercio Minorista y la pequeña industria, lo que entra-
traña el más grave peligro para la libertad de los chilenos. . .”. Los
detallistas, en Asamblea Nacional del 13 de Mayo acuerdan un paro
nacional para el seis de Junio.
Varios Colegios Profesionales y especialmente los de médicos y
, abogados se manifiestan en protestas en las que mencionan “un esta
do de violencia” (83) y la necesidad de una “defensa del Estado de
derecho y de las garantías constitucionales” (84). Los médicos ame
nazan con un paro para el ocho de Mayo.
Los gremios de transportistas no aparecen aún en escena.
Como puede observarse, mientras en el núcleo ideológicamen
te más estructurado, el modelo crisis nacional, marxismo - socialismo
como origen de ella y, sustitución del sistema político y socio econó
mico como solución, se constituía en un mensaje articulado a difun
dir, en los otros sectores predominaba todavía la definición defen
siva. Ella incorporaba, sin embargo, una visión de vulneración de la
democracia como argumento recurrente, factor que no estaba tan
presente antes, donde era la noción de “legalidad” la que se definía
sobrepasada. Así, se había producido un paso desde una lucha por
las reglas del juego a una por el conjunto del régimen político. Tam
bién estaba claro, a estas alturas, que la acción era cada vez menos
dispersa y más concertada. Las marchas y paros correspondían a un
grado de consenso mayor que en la etapa anterior.
El nivel de conflictualidad de los gremios se producía en un
cuadro de condiciones económicas que no había sido inicialmente
desfavorable para sus representados. En efecto, el año comenzó con
cifras que mostraban un crecimiento de 9°/o del PGB a Diciembre
de 1971, con respecto a un año antes.
65
La industria mostraba un avance de 13.6 puntos en relación al
producto industrial de 1970 y casi todos los demás sectores habían
experimentado crecimiento. Las situaciones críticas estaban en la
agricultura, que mostraba decrecimiento y en la construcción que
estaba casi inmovilizada (85). Esta situación sugería el hecho que
una autonomía se estaba produciendo entre el nivel de las condicio
nes económicas y aquél político ideológico. Las ventajas obtenidas
en la actividad económica (la tasa de crecimiento de las ventas in
dustriales, según la SFF, había aumentado en 14.5°/o en 1971 res
pecto de 1970) no garantizaban un comportamiento favorable o neu
tral de una clase propietaria que se sentía amenazada en su condición
de existencia. (86)
Durante esta primera fase del año 72, al nivel político global,
el gobierno y la Unidad Popular están empeñados en seguir profun
dizando el proceso de Reforma Agraria y en lograr constituir el
Area de Propiedad Social (APS) en la industria, comercio y banca.
La oposición política se había concentrado en el proyecto de refor
ma constitucional conocido como de las tres áreas de la economía.
Este limitaba las atribuciones del Poder Ejecutivo para recurrir a los
procedimientos administrativos y realizar las reformas económicas
por ese medio, en particular la requisicione intervención de empresas.
El proyecto que había sido aprobado por el Congreso en Febrero
acogiendo el texto enviado por la Democracia Cristiana en 1971, re
quería su promulgación por el Presidente.
En torno a ello se generaron conversaciones de la Democracia
Cristiana con el gobierno, las cuales son duras y producen resultados
políticos como el retiro del PIR (Partido de Izquierda Radical) del
gobierno, al no sentirse respaldado en las negociaciones llevadas a.
cabo por el Ministro de Justicia, miembro de esa colectividad. En el
seno de la Unidad Popular, el partido socialista propone un nuevo
proyecto que plantea la nacionalización de todas las empresas sobre
un cierto nivel de capital y reduce el número de hectáreas límite para
expropiar predios agrícolas. Tal iniciativa produce discrepancias del
Partido Comunista.
Las conversaciones fracasan definitivamente hacia el mes de
Junio.
La oposición de derecha, paralelamente, había venido difun
diendo el tema de la desobediencia civil y su consecuencia, el derro-
66
camiento del gobierno. Como hemos mencionado antes (nota sobre
la entrevista a Orlando Sáenz), el núcleo más organizado de los diri
gentes de gremios parece haber estado en la misma perspectiva y pro
bablemente en contacto con organizaciones políticas.
Por otra parte, en la base sindical crecía la presión para intensi
ficar la Reforma Agraria o para ampliar el Area de Propiedad Social
(A.P.S.). Esta surgía espontáneamente sin necesidad de una manipu
lación desde el gobierno o los partidos. La incorporación del A.P.S.
es vista por muchos sindicalistas o sus bases como una necesidad,
como un hecho de liberación y la participación activa para lograr es
te objetivo se formulaba como parte de la construcción de un “poder
obrero” o de un “poder popular”.
Este proceso, que estaba presente desde el inicio del gobierno
de la Unidad Popular, hacia el primer semestre de 1972 había alcan
zado gran magnitud y se estimulaba aún más frente a la presión par
lamentaria de la democracia cristiana por imponer la ley de las áreas
de la economía. En efecto, esta presión era vista por amplios sectores
obreros y sindicales como una barrera burocrática que buscaba en
torpecer la socialización de los medios de producción, frente a la
cual sólo cabía acelerar el proceso por la “vía directa” de crear las
condiciones para la requisición o intervención de las empresas por el
gobierno. El propio gobierno estimaba necesario, como forma de lo
grar posiciones de fuerza, desarrollar una ofensiva de realizaciones de
su programa, intensificando la Reforma Agraria y continuando ade
lante con la constitución del A.P.S., así como también impulsando
las Juntas de Abastecimientos y Precios a nivel nacional (las J.A.P.)
para asegurar la distribución de alimentos y bienes esenciales.
De este modo, a la vez que se debatía en el nivel institucional-
parlamentario, se polarizaban las bases sociales. Los distintas actores
sociales y políticos se veían impulsados a tomar definiciones progre
sivamente más confrontadas entre sí. Así, lo que estaba “en juego”
era cada vez menos un acuerdo de funcionamiento de la sociedad y
más una lucha por el control, por clases opuestas, sobre los recursos
;cruciales de gestión de la sociedad.
El contexto general, como se observa, era de aceleración de
una crisis política. Hacia Junio, además, en el plano económico, las
perspectivas favorables de comienzos de año habían decaído y se
perfilaba una aguda inflación.
Los gremios entran así en una dinámica que va prefigurando lo
que ocurrirá en Octubre.
Orlando Sáenz es reelegido el 26 de Marzo como presidente de
la SFF, lo que muestra respaldo a su línea de confrontación con el
gobierno. Al día siguiente, con motivo de la intervención de dos em
presas metalúrgicas (FENSA Y MADEMSA) la Sociedad emite una
67
declaración en la que califica el hecho de “Asalto organizado a la in
dustria nacional”.
De aquí en adelante el trío COPROCO, SFF, ASIMET desarro
lla una ofensiva sistemátia y permanente. Ella se expresa de múltiples
formas: emplazamientos al gobierno para “descubrir su estrategia de
expropiación de empresas” (87); instruyendo a los ejecutivos de
aquéllas que son intervenidas a mantener funcionando las gerencias
fuera de los establecimientos (88); declarando su crítica a las nego
ciaciones gobierno - DC sobre la ley de las tres áreas de la economía
(89); afirmando su voluntad pública de luchar contra el “totalitaris
mo económico” (90).
Una nueva exposición global de los principios que articulaban
la perspectiva asumida por este núcleo dirigente de los gremios es di
fundida en el discurso de Jorge Fontaine, al dar su cuenta al Consejo
Nacional de la COPROCO (6/6). En él se establecía: el gobierno pre
tende “reemplazar la actividad privada por el Estado y coartar las li
bertades públicas ( ...) es una acción de desarticulación de la activi
dad nacional (. . .) el monopolio del Estado sólo reemplaza la in
fluencia occidental por la socialista. Chile está en algo como una gue
rra (. ..) Algunos sectores de línea democrática cayeron en engaño
respecto a que se respetaría la constitución ( ...) Interpretamos a los
que quieren orden, trabajo, libertad y respeto a los que trabajan por
Chile (.. .) El gremialismo es una fuerza social más allá de los parti
dos. Se afianza en la técnica, la experiencia y el trabajo personal
(.. .) es el hombre de trabajo frente a los teóricos y al Estado (. . .)
Hay que crear una sociedad nueva pero basada en nuestra tradición
( ...) los gremios son alternativa para lograr ideales de libertad, na
cionalidad y autoridad”.
Otra vez se encuentra aquí la insistencia en la ruptura de la uni
dad nacional provocada por la Unidad Popular y en ía afirmación de
una identidad que está fundada en el trabajo, en la tradición. Así, el
antagonista es la anti-nación y representa lo que vulnera el trabajo y
la historia del país. Aparece, además, la noción del poder gremial,
fuerza alternativa incluso a los partidos, para construir una sociedad
de autoridad. Este último aspecto es importante, por cuanto pre
para la idea que “en una guerra” , como es definido el campo de ac
ción en que se opera, este nuevo poder no es político, representa lo
que hay de universal en la nación. Es, en cierto sentido un poder no
contaminado, una reserva moral.
68
Estas mismas ideas son reiteradas el 20 de Agosto en un inser
ción de prensa de la COPROCO. En ella se denuncia el estatismo
“que priva de la libertad de trabajo” y que es “una política conscien
te del gobierno para poner al país a merced del Estado”. El gobier
no es “una minoría que se maneja con órdenes del exterior. La
unión de los gremios con orientación profesional y democrática,
garantiza futuro de concordia en vez de violencia y frustración”.
En Septiembre (1/9) nuevamente O. Sáenz (Presidente SFF)
en una exposición que es reproducida por la prensa reitera: “somos
un sector técnico que actúa en límites gremiales. Pero somos chile
nos, luchamos contra las fuerzas oscuras que cercenan el futuro.. . ”
En esta intervención intenta también demostrar que la Unidad Popu
lar no es un proyecto popular sino populista, que representa la irra
cionalidad económica y el desastre. Finalmente señala que está rota
toda relación con el gobierno y que es necesaria una restauración de
la disciplina, el orden y el trabajo.
Los gremios de agricultores y comerciantes realizan acciones
opositoras que van creando un cuadro proclive a la paralización gre
mial del país. Su discurso continúa siendo más corporativo que el del
núcleo COPROCO, SFF, ASIMET, pero adherente a la fórmula de
mocracia - libertad amenazadas.
Entre los primeros, la SNA pide a la Cámara de Diputados una
comisión investigadora de la situación agrícola. Otros gremios del sur
del país (Organización Ganadera Austral y Agro - Iianquihue) reali
zan reuniones con dirigentes políticos de oposición y denuncian un
“colapso agrícola”.
Por su parte, los comerciantes paralizaron sus actividades el
seis de Junio (día del comercio), el 21 de Agosto (en duelo por
muerte de un afiliado en circunstancias de requisición de locales en
Punta Arenas) y el 26 de Septiembre en la ciudad de San Javier en
protesta por requisamientos. A partir de estos hechos se forma un
“Comité de Defensa de los Ciudadanos” promovido por los gremios
del comercio.
Los transportistas, que no habían tenido un perfil público muy
visible hasta enconces, se hacen presentes en Septiembre. La Confe
deración Nacional del Transporte Terrestre acuerda un paro para el
siete de ese mes si no obtiene respuestas favorables a un memorándum
de peticiones (tarifas, repuestos, etc.) El gobierno logra un acuerdo
con ellos el 14 de Septiembre.
El ritmo de movilización gremial mostraba una lógica de desa
rrollo acumulativo. Los conflictos iban produciéndose desde las re
giones y alcanzando progresivamente ligazón con temas nacionales.
Estos últimos son -nuevam ente- la situación de la Empresa de Pa
peles y Cartones - “La Papelera”- (91) y la oposición de los comer-
69
ciantes a la creación de un estanco estatal de los productos electro
domésticos.
El nuevo plan económico de gobierno, conocido como el
“Plan Millas” (por el nombre del Ministro de Hacienda), es presen
tado por la oposición política como una nueva ofensiva estatizante.
Todo este clima de tensas relaciones y contexto ideológico
planteado por el núcleo dirigente más estructurado (SFF, COPRO-
CO), el cual se articulaba bien con el discurso opositor de la derecha
política, creaban circunstancias propicias para que estallara el con
flicto de Octubre. Este sería el momento clave en que los gremios
como conjunto darían el salto desde sus posiciones corporativas
hacia su perfil como actores socio políticos centrales en la situación
del país.
El 11 de Octubre de 1972 la Confederación Nacional de Due
ños de Camiones de Chile decreta un Paro Nacional. El motivo espe
cífico es la insistencia del gobierno en crear una empresa estatal de
camiones en la austral provincia de Aysén, a lo que se oponía la con
federación. Esta coyuntura, que parecía ser de menor relevancia que
otros conflictos que estaban planteados con el ejecutivo por parte
del gremio constituye, sin embargo, el punto de desborde que dará
origen a la primera movilización colectiva de los gremios. La acumu
lación de confrontaciones y el contexto crecientemente ideológico
que les había ido rodeando, probablemente sólo requerían de un
detonante para dar lugar a un proceso como el paro.
No describiremos aquí en detalle el desarrollo de este conflic
to que duró un mes (92), a fin de concentramos solamente en lo
que éste tiene de significativo para el análisis de la evolución po
lítica e ideológica de la acción gremial.
(91) En relación con ello, los gremios de dueños de camiones, del comercio de
tallista, los Empleadores Agrícolas, la SNA, la Cámara Central de Comer
cio, la SFF, la CONUPIA y la COPROCO, publican una Carta abierta al
Presidente Allende en que le manifiestan “el caso de la Papelera crea in
tranquilidad en las bases que no podemos controlar. . .” El Mercurio
1/10/72.
(92) Existen vario trabajos que han presentado la crónica de los hechos del
paro de Octubre, lo que nos ahorra repetirla. En particular ver: La Uni
dad Popular y el Conflicto Político en Chile, op.cit. págs. 99 a 110. Tam
poco nos referiremos al apoyo financiero externo que tuvo el movimiento
puesto que sobre ello también se han escrito trabajos bien documentados.
Entre eños “Covert Action in Chile, 1963-1973”. “Staff Report o f the
Select Committee to study governmental operations with respect to the
intelligence activities” (Washington, 1975). También, Richard Fagen:
“The United States in Chile: roots and branches” (Fóreign Affairs, Enero
1975). Ambas publicaciones están referidas en el libro de Manuel Anto
nio Garretón y Tomás Moulián. op.cit. pág. 23.
70
En primer término, el paro representó una movilización
que fue capaz de sobrepasar los rasgos de segmentación que aún
perduraban en el comportamiento de los gremios, convocándolos
en una acción colectiva que no tenía precedente en el pasado. La
“defensa del área privada”, que constituyó un principio de acción
lanzado en Diciembre de 1971, un año después se había convertido
en una fuerza de efectividad insospechada.
El movimiento, que se inició con los camioneros, unos días
después había recibido la adhesión y la incorporación del Comercio
Detallista, de los choferes de taxis, de la COPROCO, la CONUPIA,
SIDECO, del FRENAP y la Cámara Chilena de la Construcción. En
los días posteriores se paralizaron sucesivamente los gremios de la
Marina Mercante, el Consejo Bancario de Santiago, el Colegio de
Ingenieros, los Técnicos Municipales de varias comunas de la capi
tal, el Colegio de Agrónomos, el de Abogados, el de Dentistas; la
Confederación de Sindicatos de Empleadores Agrícolas, la Federa
ción de Estudiantes de la Universidad Católica, la Confederación
Nacional de Pequeños Agricultores y muchos otros hasta completar
la cifra de 109 gremios entre Confederaciones, Federaciones y orga
nismos de base.
A los siete días de iniciado el movimiento y habiendo salido
en libertad León Vilarín, máximo dirigente de los dueños de camio
nes (93), se constituyó bajo su presidencia el Comando Nacional de
Defensa Gremial que agrupó a todos los gremios en conflicto, el
que se dio como tarea la elaboración del llamado Pliego de Chile,
documento que unificaba las demandas de todas las organizaciones
en conflicto. Los gremios declararon que no aceptarían sino una so
lución de conjunto.
En segundo lugar, la acción de Octubre creó las condiciones pa
ra que la movilización de los gremios consolidara el paso de una di
námica defensiva a una de tipo netamente ofensivo. Pero, lo más im
portante, es el hecho que su principio de constitución como movi
miento adquiere una definición propiamente sociopolítica. En efecto,
la “defensa del área privada”, noción más bien económica y patrimo
nial con la que se llega al paro, va a ser superada o al menos contex-
tualizada en el lenguaje de los gremios por la noción de “Poder Gre
mial”. Esta última idea apela a una capacidad como actor social y
político, a una potencialidad de transformación de las relaciones so
ciales.
El paro, sin embargo, es sólo un momento generador de esta
73
encuentro con las raíces de la nacionalidad (. ..) es la libertad econó
mica (. ..). Todo esto conforma las raíces imborrables de Chile (. ..).
Expresión auténtica de la provincia aislada y postergada por años
ante la insensibilidad y la voracidad del centralismo (. .
A continuación el presidente de la SNA señaló que la historia
de Chile mostraba que un poder autoritario e impersonal —cuando
existió—hizo avanzar el país. Afirmó también que aún no se tenía
claro los mecanismos de consolidación del poder gremial en el Esta
do, y aclaró que éste no podía convertirse en una expresión político
partidista. Expresó, sin embargo, que los gremios debían incorporar
se al Congreso y formar parte del Consejo Nacional de Desarrollo.
Criticó el poder presidencialista, enfatizó la necesidad de descentra
lizar el país, de crear Consejos Regionales de Planificación y Desarro
llo, autónomos y responsables ante sus bases y afirmó que los gre
mios podían ejercer su poder en las regiones en contacto directo con
los gobiernos, sin intermediarios. La gran tarea de los gremios —di
jo— será la reconstrucción de Chile, crear una sociedad nueva, distin
ta a todo lo anterior, pero basada en la tradición e historia; técnica
y verdad reemplazarían a dogma y mentira.
Finalmente, expresó la urgencia de reconstruir la agricultura,
de fundarla en la propiedad privada y estableció una serie de condi
ciones económicas, técnicas y sociopoiíticas para hacer viable tal
reconstrucción. En relación con éste último aspecto, que al parecer
estaba dirigido como orientación a los ministros militares, señaló
“Confiamos en las Fuerzas Armadas ( ...) pero que se entienda bien,
nuestras aspiraciones y nuestra confianza son superadas por el instin
to de conservación de nuestras libertades. .
Jorge Fontaine, presidente de la COPROCO y presente en el
mismo acto, por su parte, señaló en su discurso; “el porvenir de
Chile como nación libre y democrática depende de tres factores fun
damentales: el movimiento gremial, los partidos políticos y las Fuer
zas Armadas. Declaró también que era necesario un esfuerzo de reor
ganización de la economía en el contexto “de un nuevo esquema
acerca de cómo debe gobernarse el país” y afirmó que habría que
conferir atribuciones efectivas a 4 ó 5 bloques regionales en admi
nistración pública, crédito, comercio exterior y la operación de em
presas estatales y privadas. .
Ambas intervenciones muestran la convicción de estos diri
gentes sobre la emergencia de un nuevo factor de poder social: el
gremialismo. Se trata de un poder que es descrito -especialmente
por el presidente de la SNA— no sólo con capacidad de interven
ción política, sino también dotado de contenidos culturales propios
y sustantivos. En efecto, el discurso de Benjamín Matte enuncia una
definición de la identidad social que representa el poder gremial: el
74
“hombre de trabajo” , noción amplia, que parece apelar a la idea de
“los productores” , los que viven de su esfuerzo; principio de iden
tificación que —da la impresión - intenta ir más allá de las clases vis
tas como propietarios o no propietarios. Idea, también, de algún mo
do integrista, cuando se enuncia bajo la nominación de “el hombre
medio”, es decir aquel que constituye la mayoría, fundamentalmene
igual por el trabajo. Pero, a la vez, noción que establece una oposi
ción, una diferenciación. El hombre de trabajo es lo opuesto al oli
garca o al “enciclopedista de la teorización” que parece ser el polí
tico. En síntesis, el que no trabaja.
Hay, por último, la visión de una sociedad en la cual las super
estructuras políticas, burocráticas y centralistas han ahogado la ex
presión genuina de las fuerzas sociales, a las que sin embargo temen
cuando se hacen presentes.
El campo de las relaciones sociales parece estar dominado por
poderes ideológicos y oligárquicos por lo que corresponde al gremia-
lismo imponer “técnica y verdad” contra “dogma y mentira”. La
Unidad Popular pareciera ser —en su visión—el paradigma de esto úl
timo, aunque la idea se sugiere como una visión histórica más anti
gua.
Acompaña esta definición ideológica un diseño político —pro
gramático. Esta es también la primera vez en que una formulación de
este tipo aparece asociada al movimiento gremial. Los planteamien
tos sobre descentralización político— administrativa, la incorpora
ción al parlamento y los consejos regionales autónomos manifiestan
una opción favorable a un cierto orden político que evoca una lógi
ca corporativista. La idea de un poder autoritario e impersonal ga
rante del progreso, completa el perfil programático.
A estas primeras expresiones sigue, un mes después, la realiza
ción de una reunión ampliada de dirigentes de gremios de todo el
país. El 16 y 17 de Diciembre se reúnen en Santiago con el objetivo
de estructurar y desarrollar el Movimiento de Acción Gremial. Este
reemplaza el Comando de Defensa Gremial, el que queda definido
como Comité de Represalias del Movimiento.
En su documento de conclusiones (95) definen al Movimiento
como “gesta nacional y popular que no tuvo inventores ni dueños
(.. .). Expresión vital de un pueblo para defender su libertad y
prosperidad (. . .). Fenómeno de fuerzas imponderables cuyo enga
ño conduce a estallidos sociales fatales para quienes juegan con ellas”.
Afirman que el paro de Octubre no perdió su carácter gremial
aún cuando recibió el apoyo de partidos políticos y subrayan que
(95) Una versión de este documento fue publicada por El Mercurio 23/12/72.
75
esos partidos (los de oposición) sustentan valores nacionales —los
mismos que los gremios- cuyo amago por el gobierno provocó el
conflicto.
La confluencia de valores es la que parece legitimar la relación
gremios partidos. Sin embargo insisten en que el papel protagónico
está de parte del gremialismo: el Pliego de Chile “emana del pueblo
trabajador” y se puede “resumir en valores abstractos” que le perte
necen: libertad, legalidad, justicia, respeto, seguridad y solidari
dad. . . ”.
En esa misma línea de referencia a los partidos establecen que
“el gremialismo, expresión legítima del trabajador chileno (.. .) ten
drá una actitud permanentemente distinta ante los partidos políticos,
legítimos vehículos de las distintas visiones del Chile del futuro.
Apoyará a los que defiendan los valores del gremialismo. El hombre
de trabajo fortalecerá estos partidos que tienen un papel distinto de
los gremios e igualmente vital en la gestación de la patria del futuro” .
Hay, como se ve, una definicón de autonomía respecto de las
formaciones políticas y a la vez rescate del gremialismo como la ex
presión genuina de una base social. Esta representa a la nación y sus
valores por sí misma; los partidos pueden sustentar esos valores pero
la legitimidad, el “cauce real de la base” —como se dice en el texto-
está en el gremialismo. Por eso éste no tiene dueños, puede fortale
cer partidos pero está más allá de ellos. Su convergencia con aquéllos
no diluye su carácter gremial.
En esta relación gremio - partido parece darse una ambivalen
cia. A la vez que se reconoce la legitimidad de los partidos, permane
ce siempre presente la noción del “parásito teorizante” (término que
se encuentra en el texto al parecer para referirse a los políticos). Ella
describe —en nuestro criterio—más bien la práctica de una clase po
lítica que la institución partidaria, pero igualmente sugiere una ten
sión entre la identidad del “hombre de trabajo” con que quiere de
finirse al sujeto del movimiento y la imagen de superestructura que
se tiene del político.
En cuanto a su definición estratégica, afirman que “el momen
to actual de los gremios obedece al imperativo de lucha o extinción
planteado por el peligro marxista. Los gremios libres y autónomos
son incompatibles con el Estado marxista” . En esto —señalan— se
confluye con los partidos democráticos. Se establece también que
el gremialismo no es un movimiento puramente defensivo y que “la
coordinación gremial producirá alteraciones profundas en la vida del
país (. . .). La superación del sectorialismo terminará por afectar to
da la estructura de poder del país ( ...) A medida que el gremialismo
teja en la base de la nacionalidad su múltiple red de relaciones vitales
y directas, toda la superestructura nacional se irá adaptando hacia un
76
Estado más eficiente, más democrático, más justo, más al servicio del
hombre de trabajo y menos dependiente del parásito teorizante”.
El carácter de las conclusiones antes extractadas muestras que
el naciente Movimiento se ve a sí mismo como una suerte de eclosión
social cuyas consecuencias pueden conmover las bases de la sociedad
chilena. Sin duda, sus dirigentes están pensando en un momento fun
dacional que supera largamente el conflicto corporativo y a partir
del cual los gremios deben pasar a ejercer un poder que es capaz de
generar nuevas relaciones sociales y estatales.
Hay aquí —a nuestro juicio un fenómeno de sobreideologiza--
ción de lo ocurrido en Octubre, lo que probablemente se explica en
el contexto de aguda aceleración de las tensiones políticas. Con todo,
queda claro que el naciente movimiento al definirse en términos de
lucha o extinción frente al régimen de la Unidad Popular y al dise
ñar su línea programática, no sólo estaba buscando consolidar un
poder en la sociedad sino que había optado por la confrontación de
finitiva y la caída del gobierno.
La evidencia reunida respecto del desarrollo del Movimiento
de Acción Gremial muestra que éste básicamente era impulsado por
núcleos de dirigentes del sector agrario (Matte), de los camioneros
(Vilarín) y de los sectores profesionales ligados a la CUPROCH (96)
entre los más decididos. Se sumaban a ellos con fuerza, Fontaine de
la COPROCO y Sáenz de la SFF aunque con diferencias de enfoque.
Cumsille, presidente de los Comerciantes Detallistas también se liga
al movimiento pero no aparece entre los ideólogos del mismo. Des
de el punto de vista de sus bases, al parecer, entusiasmaba ideológi
camente a una proporción importante de los gremios que partici
paron en el paro de Octubre, aunque en términos concretos de mo
vilización parece haber sido más eficaz en las provincias —especial
mente del sur del país, entre pequeños y medianos agricultores,
transportistas y comerciantes- que en Santiago. Los primeros desa
rrollaron más extensamente las experiencias de los multigremios
(coordinación entre asociaciones gremiales intersectorialmente) que
era la base más dinámica del movimiento. En la capital, camioneros,
comerciantes detallistas y profesionales parecen haber sido los nú
cleos más activos.
En general, los grandes industriales, comercianes y agriculto
res no aparecen como las bases claves del movimiento, si bien sus
organismos y dirigentes son fundamentales para éste (SFF, COPRO
CO, Cámara Central de Comercio, SNA).
77
En el plano de las definiciones ideológico - políticas se ve con
nitidez que se desarrollaron al menos dos líneas. Una, aquella que se
expresaba en el discurso de Matte en la FISA (antes citado) y que se
nota predominante también en las conclusiones de la reunión que
constituyó el Movimiento. Esta, en síntesis vería al Poder Gremial
como la gran fuerza social, unificada y organizada, capaz —casi por
sí sola - de cambiar el régimen y de fundar un nuevo orden político.
Otra, en cambio se expresa matizadamente en las posiciones de
O. Sáenz (SFF) y J. Fontaine (COPROCO).
El primero de éstos, en su cuenta anual como presidente de
ASIMET (cargo que ejercía conjuntamente con el de presidente de la
SFF) el 12 de Enero de 1973 manifestó: “Hay quienes piensan en un
poder gremial moviéndose ante todo evento como un disciplinado
ejército y actuando determinantemente en un futuro próximo. Esas
quemadas antinaturales de etapas son peligrosas y contraproducentes.
Tal vez no estamos en condiciones de borrar de una plumada dece
nios de incomunicación y mutuas desconfianzas. Por mucho tiempo
el poder gremial actuará sólo como un vasto y popular consenso
(. ..) para garantizar el imperio de la libertad ( ...) de él nacerá una
relación (. . .) en la base de la nación que, sin apresuramiento ni cho
ques con nadie, terminará por alterar sustantivamente todo el cuadro
del poder del país (. ..). El gremialismo podrá determinar de la mano
con las corrientes de opinión y con las organizaciones no gremiales
de la nacionalidad, una evolución hacia una patria más próspera”.
Fontaine, por su parte, vuelve a insitir, en parte de un discurso
transmitido por cadena de radioemisoras el 13 de Marzo de 1973 en
su concepto tripartito de partidos “democráticos”, Fuerzas Arma
das y “Poder Gremial” como las fuerzas fundamentales para asumir
“un papel decisivo en la nueya organización política y social” (97).
Esta tensión entre un movimientismo más radical (camioneros,
pequeños y medianos agricultores de provincia, pequeños comercian
tes, sectores profesionales) y una posición que intenta conservar la
noción de “poder gremial” como fuerza de movilización, pero no
como un cuasi - partido (industriales, comerciantes grandes) perma
necerá hasta el fin de esta etapa (Septiembre de 1973). El resultado
será, en los hechos, la imposición de la segunda perspectiva, pues
—al parecer— la confrontación de líneas restó capacidad organizati
va formal al movimiento (98). Los propios partidos opositores al
gobierno (DC y PN) —según las evidencias— no afirmaron la hege-
78
monía del movimiento social por sobre ellos, si bien el Partido Na
cional estaba mucho más próximo a la línea movimientista y, duran
te el paro de Octubre, apostó al poder gremial como factor capaz de
dar por terminado el gobierno en esa coyuntura.
Conjuntamente con la dinámica del Poder Gremial ya examina
da —sobre lo que volveremos después—los gremios desarrollan pro
gresiva y manifiestamente la perspectiva del derrumbe de la Unidad
Popular y formulan los esbozos de una línea programática de gobier
no cuyos primeros trazos habían sido dibujados en Noviembre de
1972 por los presidentes de la SNA y de la COPROCO.
Ello ocurre en un contexto en que el gobierno, después de ha
ber superado el conflicto de Octubre con la formación del gabinete
cívico militar, enfrenta una situación crítica en la economía y una
agudización del desabastecimiento de productos (99).
El crecimiento del PGB había disminuido a fines de Diciem
bre de 1972 en 1,2 por ciento con respecto a Diciembre de 1971. La
agricultura mostraba una caía de 7,4 por ciento con relación al
año anterior y la construcción había descendido casi un veinte por
ciento en su crecimiento anual. Salvo para la industria y el comercio
todos los indicadores eran negativos y aquéllos mostraban un creci
miento leve. La inflación del año alcanzaba el 77,8 por ciento (100).
En la esfera política se producían disensiones en el frente go
bernante. El Partido Socialista y otros sectores criticaban los inten
tos del Presidente Allende de dar ciertos pasos institucionales en re
lación con el Area de Propiedad Social (APS), consistentes en legali
zar todo el proceso y devolver algunas empresas. Se enfrentaban así
las posiciones por mantenerse dentro un cuadro institucional y aqué
llas que lo consideraban sobrepasado.
El clima global era, en consecuencia, extremadamente tenso.
Ello, por las presiones de la situación económica y sus secuelas en
la vida cotidiana como por la confrontación, tanto en la oposición
como en el gobierno, de las líneas institucionalistas y la de enfrenta
miento agudo.
Las elecciones parlamentarias de Marzo de 1973 subordinaron
por un tiempo todas las fuerzas en confrontación a la dinámica elec
cionaria. Los partidos opositores —que esperaban una victoria con
tundente—le habían dado el carácter de plebiscito.
Los gremios participan de esta línea de acción e intervienen di
rectamente en la campaña electoral, cuestión inédita en su historia
79
pública pasada. O. Sáenz, en su discurso del 13 de Enero en ASIMET
llama a ayudar “al triunfo antimarxista” y Léon Vilarín a nombre de
los camioneros publica una convocatoria en la prensa en la que se
afirma: “ ¡No somos neutrales en las elecciones!” e invita a votar por
la oposición (101). El Comando Nacional de Acción Gremial (nom
bre con el que, en definitiva, actúa el Movimiento de Acción Gre
mial) hace también llamados por la prensa a votar contra el gobierno,
afirma el carácter plebiscitario de la elección y señala que su actitud
no es partidista sino gremial (102).
Los resultados del acto eleccionario del 4 de Marzo otorgaron,
a la Unidad Popular el 43.4°/o de los votos, lo que hacía por con
traste una mayoría escasa para la oposición. La estrategia de la
oposición de acusar constitucionalmente al presidente por medio
del Congreso se frustra.
De allí en adelante se inicia la recta final hacia un desenlace no
institucional.
El núcleo dirigente de los gremios (COPROCO. SFF) se mani
fiesta muy prontamente para formular su línea frente a la situación
post eleccionaria.
Jorge Fontaine, presidente de la COPROCO, en un discurso ra
diodifundido a todo el país en la primera quincena de Marzo y que
en la prensa se tituló “La responsabilidad de los hombres libres”
(103) declaró: “se ha logrado en Chile una victoria rotunda de las
fuerzas no marxistas (. . .) los sectores que interpretan la libertad y la
democracia han obtenido un categórico respaldo”. Junto a esta afir
mación señalaba: “el proceso electoral dejó al descubierto las pro
fundas grietas de nuestro sistema político” y hacía un llamado a los
partidos opositores, las Fuerzas Armadas y el Poder Gremial para
asumir un papel decisivo en una nueva organización política y social.
Culminaba su intervención manifestando: "Ha terminado el período
de las arengas políticas (. . .) es hora de restablecer la jerarquía y la
disciplina (. . .)” y señalaba las tareas futuras del Movimiento Gre
mial: fortalecer la organización en todo el país, penetrar en otros
sectores, mantenerse en estado de alerta.
El presidente de la SFF en la Junta General de Socios del 27
de Marzo (O. Sáenz) se pronunciaba en los siguientes términos: “les
señalo a los sectores políticos su grave responsabilidad al ilusionar
(101) León Vilarín, en una entrevista, nos señaló al respecto: “esta actitud
contó con casi la unanimidad del gremio que siempre fue indiferente a
las acciones políticas. . (Entrevista escrita del 28 de Junio 1983).
(102) Ver, entre otras, la inserción de prensa (El Mercurio) del 3 de Febrero
de 1973).
(103) Reproducido en El Mercurio del 14/3/7 3.
80
a todo un pueblo con la protección de un régimen democrático que
hace muchos meses desfallece. (. . .) Saben ellos y nosotros que sólo
una acción urgente y vital, arrancada de las entrañas mismas de nues
tro pueblo, puede centrar'nuevamente nuestro sistema de vida y pre
servar los valores que nos han definido como nación (. . .) las circuns
tancias nacionales tornan inminente una definición que fije el rumbo
de nuestro futuro destino (. . .)”
Junto a esta declaración, su discurso enuncia una línea progra
mática económico social alternativa en la que -por primera vez en-
el lenguaje gremial— aparece el concepto de “economía social de
mercado”. Esta es caracterizada por la libre iniciativa, plena produc
ción, puerta abierta “sin entreguismos” para “el capital y la tecnolo
gía del mundo”. Tal esquema -d ijo - “será capaz en pocos años de
proyectamos explosivamente hacia adelante”. Acompaña a esta for
mulación un panegírico de la empresa privada, de la iniciativa inde
pendiente, la cual puede ser sinónimo de progreso, justicia, abundan
cia y eficiencia. Por el contrario, la empresa estatizada es sinónimo
de ineficiencia, escasez y abuso. Por último, el discurso denuncia el
montaje de un Estado marxista cuyo único programa es la conquista
del poder total.
Estos dos discursos muestran el paso del núcleo dirigente más
organizado de los gremios a una política prácticamente explícita de
cuestionamiento a soluciones institucionales que preservarán el ré
gimen de la Unidad Popular. Su estructura apela —con matices- a
los mismos elementos: es la “nacionalidad” la que está en riesgo de
ser vulnerada por un agente externo a ella: el marxismo. Por ello los
gremios pueden actuar en política; porque hay un imperativo de va
lor universal que los legitima. Así, es el país contra una minoría cuasi
extranjera. En segundo término, aparecen otros dos elementos que no
estaban claramente presentes hasta ahora —en tanto que el anterior
es recurrente desde 1972. Por una parte, la crisis de funcionamiento
del sistema político, del régimen democrático y por otro, el progra
ma alternativo de reorganización socioeconómica.
Es sobre este diseño de insistir en la identidad nacional en ries
go, agregando —después de la elección- la idea que el sistema de de
cisiones políticas no garantiza ya soluciones y que existe una opción
técnica, económica y política alternativa con garantía de éxito (104),
que los dirigentes claves de los gremios convocan a la desestabiliza
ción del gobierno.
81
—
Los dos primeros elementos del discurso de la SFF y de la
COPROCO (vulneración de la nación y crisis del sistema político)
se encuentran reproducidos en casi todos los discursos de los otros
gremios (105). Sobre el tercer elemento (programa alternativo) los
contenidos de economía social de mercado, apología de la empresa
privada y crítica al Estado no aparecen de la misma manera o están
definitivamente ausentes.
Las versiones más elaboradas de programa son las de la SFF ya
desde 1972 (106). El movimiento gremial, cuando se expresó como
conjunto (107), insistió en la descentralización, en la crítica a una
cierta oligarquía política que obstruía al “hombre de trabajo”, en las
relaciones directas entre gobierno y “fuerzas vivas” (Gremios), men
cionó a menudo también la necesidad de planificar regionalmente la
economía y la de incorporar los gremios a las instituciones de deci
sión estatal y política. Pero, todo ello, en una formulación no organi
zada como un programa.
Por estos antecedentes podría arriesgarse la hipótesis que hubo
un centro principal difusor de factores ideológicos que parece haber
sido claramente el núcleo SFF. COPROCO y ASIMET. Este núcleo
logró permear al resto de los gremios, los cuales se situaban en postu
ras más corporativas, particularistas y defensivas. El éxito de esta
permeación se expresó en definir una identidad más o menos común
superando históricos conflictos, y en la precisión de un antogonista:
el marxismo, socialismo o estatismo. Sin embargo, a nivel de la pro
puesta alternativa, las formulaciones de la SFF nos parece que ex
presan una coherencia no existente en el conjunto.
Lo gremios de transportistas y de comerciantes aparecen, a su
vez, como los más movilizados como fuerza de acción, pero no co
mo los núcleos de irradiación ideológica. Se perfila así un triángulo
en que el vértice elaborador de ideología y estrategia es la SFF y la
COPROCO y los dos vértices más eficaces de acción los transportis
tas y los comerciantes.
A partir de estas manifestaciones de la líneas de acción a seguir
82
*
—
por los gremios después de las elecciones de Marzo se desencadena
una dinámica de conflictos que va haciéndose acumulativa. León
Vilarín presidente de los camioneros declara el 27 de Abril que Chile
no resiste un nuevo paro pero que “éste podría producirse” si el go
bierno no cumple el Pliego de Chile. El 3 de Mayo se inicia una huel
ga de obreros en el mineral de cobre El Teniente que dura 2 meses.
La Confederación de dueños de Autobuses y Taxibuses entra en
huelga el 23 de Mayo hasta el 30 de ese mismo mes. La COPROCO,
en una declaración del 25 de Mayo proclama “la descomposición
moral y material del país”, su desintegración; la violación de dere
chos ciudadanos. Señala, asimismo, que “corresponde a los partidos
políticos democráticos, Poder Judicial, gremios e instituciones en
cargadas de velar por los altos destinos de la patria, aunar voluntades
y ejercer la totalidad de sus atribuciones (. . .) buscar juntos el cami
no que restablezca la conciencia nacional (. ..)”.
En este cuadro de agitación social los ministros militares ha
bían vuelto a sus cuarteles y el gobierno intentaba negociar con la
Democracia Cristiana un acuerdo que preservara la institucionalidad.
La cúpula dirigente de los gremios, entretanto, preparaba un
programa alternativo de gobierno. Programa que ih tentaba plasmar
un pensamiento coherente como expresión del movimiento gremial
para el momento en que se produjera la sustitución del régimen, me
ta a la que estaban decididamente contribuyendo.
Según O. Sánchez: “Ahí comenzó el trabajo sistemático de
organizar un proyecto nacional (. . .) éste tenía un factor fundamen
tal que era un plan económico ( ...) y así se reclutó un conjunto de
economistas que fue generosamente prestado por los partidos (. . .).
Este proyecto tenía que permear a las Fuerzas Armadas ( ...) infun
dirles confianza en lo que se podía hacer con el país” (108).
De este modo se combinaban dos dinámicas: aquélla de la
movilización y el conflicto y aquélla de la formulación de un proyec
to que sustentará programáticamente lo que al nivel ideológico había
expresado el Poder Gremial.
Pero, mientras la primera se desarrollaba a un ritmo acelerado,
cohesionando nuevamente a los actores de Octubre en función —ca
da vez más consciente- de la sustitución del gobierno, la segunda
se ve como un proceso cupular.
El mismo Sáenz nos señala: “realmente el sector no participó
83"
(sector gremial). Fue la concepción de un grupo (. ..) de ahí'que ha
ya salido este proyecto en una forma tan poco pegada con su base
(. . .)”
Por tanto, la “Declaración de Principios” para un gobierno mi
litar, elaborada por algunos líderes gremiales y entregada privada
mente a sus destinatarios en Julio de 1973 (109), constituyó más
bien la expresión del núcleo dirigente principal y más cohesionado,
que el resultado de un debate extenso en el seno del Movimiento
Gremial. Esto no implica necesariamente que tal documento carecie
ra de representatividad. Probablemente los dirigentes participantes
intentaron plasmar allí las intuiciones más importantes que anima
ban al movimiento.
En dicha declaración se afirma que deben producirse hondas
transformaciones políticas y económicas para sacar a Chile del
estado en que se encontraba. Se precisa que ellas deben obedecer a
“soluciones chilenas” y que el nuevo gobierno debía favorecer a los
que tienen menos. Asimismo, dado que será apoyado por la mayoría,
deberá “definirse como popular”.
Si bien el gobierno propuesto no debería perpetuarse indefini
damente, tampoco sería un paréntesis para retomar a una institucio
nalidad en “cuya ineficiencia y anacronismo se origina parte impor
tante de los agudos problemas nacionales”.
Una de sus metas principales sería la conformación de una
nueva institucionalidad que, sobretodo, de cabida a las fuerzas vivas
de la nación. En el plano económico se plantea que el nuevo gobierno
buscaría aplicar una economía social de mercado en la cual exista una
amplia competencia, “en que la libre iniciativa puede participar en el
desarrollo, pero donde el Estado tendría un papel rector, ampliamen
te participativo, fundamentalmente encaminado a mantener la plani
ficación central que permita una economía armónica y asegure que
ella esté al servicio del pueblo, especialmente de sus sectores más ne
cesitados”. Se establece que el Estado deberá mantener en sus manos
las riquezas básicas, controlar el sistema financiero y las unidades
productivas fundamentales, todo lo cual garantizaría “la plena auto
nomía económica de la nación” . En torno a esta área estatal se pro
pone fomar otra privada y mixta “lo más numerosa, variada y pujan
te posible”. Por último, definen este proyecto como “una verdade
ra alianza para el desarrollo” una suerte de pacto social que “será la
piedra angular del futuro de Chile. . .” (110)
84
Este “proyecto” muestra que los líderes gremiales que lo for
mularon tenían una visión crítica de la institucionalidad que había
regido a Chile ya desde antes de la Unidad Popular y que concebían
la superación de la crisis actual —en síntesis—como una acción com
binada del Estado y las fuerzas sociales que ellos representaban. La
noción de alianza o pacto social sugiere nítidamente esta idea.
La movilización de los gremios seguía, sin embargo, acelerando
el proceso de cercamiento institucional y político del régimen, al
margen del ritmo que tenía la elaboración del programa específico
que daría aplicación social y política a la Declaración de Principios.
(111)
En consecuencia, el movimiento gremial, al aproximarse Sep
tiembre, había adquirido una cierta identidad común y había defi
nido claramente como antagonista al régimen de la Unidad Popular,
pero no podría afirmarse que disponía de una visión plenamente
clara, socializada y compartida de un proyecto futuro. Hay que re
cordar que en su seno convivían tendencias diferentes, desde aqué
llas que aspiraban a esquemas de tipo corporativo hasta las que pensa
ban en eí gremialismo básicamente como una fuerza de movilización.
En síntesis, pese a que parte de su dirigencia estaba intentando dar
forma a un pensamiento programático, lo que dominaba lá situación
era sobre todo una lucha de oposición. Lucha animada por la ape
lación casi mitológica a ciertos valores generales e integradores, co
mo: libertad y nación, respecto de los que se había logrado crearla
imagen de que habían sido vulnerados. Así, en la base del movimien
to gremial la dimensión de confrontación parece haber sido un fac
tor más desarrollado que el programático. En relación con este últi
mo, lo dominante es una visión fuertemente ideologizada de la situa
ción y de su superación.
El 26 de Julio la Confederación de Dueños de Camiones inició
un nuevo paro indefinido, el que se prolongaría hasta Septiembre. El~
29 de Junio un regimiento de Santiago intenta dar un golpe, el que
es dominado por el ejército, hasta ese momento comandado por el
General Prats. El gobierno llama al pueblo a organizarse y defender
la institucionalidad, hecho que provoca una reacción conjunta de va
rios gremios el 9 de julio, los que denuncian que se intenta formar
grupos para militares. (112)
86
comercial e industrial de mediana importancia (. . .) defiendo la
libertad, la soberanía nacional y la unidad gremial ( ...) Cuando un
país libre y democrático se debate con valentía y decisión a fin de
evitar el dominio del marxismo leninismo es evidente que toda la
acción gremial se va fundiendo y entrelazando con la acción política
(. . .) En el momento actual la inquietud de los gremios 110 es obte
ner determinados mejorainienos ( ...) sino que luchar por la libertad,
por el derecho a trabajar (. . .) y por el derecho a producir y distribuir
bienes y servicios bajo un régimen que respete el derecho y la indi
vidualidad (. . .) No somos grandes empresarios vinculados a intereses
extranjeros (.'. .) Formamos un movimiento muy poderoso y auténti
camente chileno (. . .) Establecido el orden desde arriba (por la re
nuncia del Presidente o la incorporación de las FF.AA. al manejo to
tal de la administración) e incorporando efectivamente a los trabaja
dores en el manejo de las empresas y en muchos casos en la propie
dad (. . .) es posible aunar voluntades en esta gran lucha por el desa
rrollo, la unidad nacional y el porvenir de la patria (. . .)”.
Este discurso refleja bien la imagen que deseaban tener y
difundir de sí mismos los gremialistas. de su relación con la política
y con lo que estaba sucediendo en el país. Más allá que el movimien
to gremial no' se había convertido en un cuasi-partido (como algunos
deseaban), que no disponía realmente de una visión programática
concreta del futuro (salvo en algunos niveles de dirigencia) y que en
él convivían fracciones corporativistas, regionalistas y quienes se
definían democráticos, sí había logrado crear su propia mitología co
mún. Aquella del hombre medio, alejado del oligarca, pero también
del proletario; poseedor de los valores nacionales y legitimado por
el trabajo; miembro de una sociedad fundada en la autoridad y dota
da de una jerarquía en la que él ocupaba un lugar central.
Estuviera o no esta visión fundada en la historia real de los
actores y de sus intereses efectivos, lo concreto es que aspiraban, al
parecer, a darse esta versión ante sí mismos y ante la sociedad. Este
podría señalarse como el mayor logro del núcleo dirigente COPRO-
CO-SFF. En efecto, desde muy temprano ellos insistieron en que la
movilización gremial no podía ser identificada con los grandes intere
ses industriales, comerciales y agrarios. Ellos fueron permanente
mente puestos en sordina y se privilegió la idea de las clases medias,
del hombre de trabajo. Los actos públicos, las declaraciones, todo se
estructuró con esta lógica. Esto ha llevado a muchos a pensar en la
dimensión conspirativa y manipuladora de una burguesía que logra
poner tras de sus intereses a sectores que no los compartían efecti
vamente. A nuestro juicio esta dimensión es, sin duda, real y existen
en este mismo texto argumentos para fundamentarla. Pero también
es cierto —en nuestra opinión— que el movimiento “se convirtió”
87
efectivamente en una movilización de capas medias propietarias. Di
cho de otro modo, la iniciativa de apelar a ciertos valores e imágenes
como propias de las clases medias tuvo efecto real, consiguió movi
lizar a tales estratos más allá de una pura manipulación.
El 11 de Septiembre se producía la intervención militar que
acabó con la experiencia del gobierno de la Unidad Popular. ¿Sería
éste el umbral de una etapa en la que los gremios fundarían una so
ciedad a su imagen y semejanza?.
88
CAPITULO II:
LOS GREMIOS Y
LA "RECONSTRUCCION NACIONAL"
Producida la intervención militar de septiembre de 1973 se insta
la el régimen encabezado por el general de ejército Augusto Pino-
chet. El pronunciamiento armado tiene lugar en un país polarizado
política y socialmente y en un situación de “equilibrio catastrófico
de fuerzas” (Moulián, op. cit.) que es roto por la acción militar. Pre
cisamente porque existía ese equilibrio catastrófico entre los sustenta
dores del gobierno de la Unidad Popular- y sus antagonistas, la per
cepción social del significado del movimiento militar es brutalmente
dicotómica y polar. En efecto, a la vez que es capaz de nuclear tras
de sí a una importante base social de apoyo también genera, como
contraparte, una oposición radical entre los sectores sociales que vi
ven el proceso como una derrota estratégica de su proyecto socio-
político.
Al mismo tiempo, siguiendo a Moulián, puede decirse que en
tre las propias fuerzas de apoyo del régimen militar se da un consen
so de tipo positivo y otro de tipo negativo. El primero hace referen
cia a las adhesiones que se fundan en torno a la necesidad de un nue
vo proyecto económico y político. El segundo tiene que ver con las
adhesiones que se fundan en la idea de “salvación” frente al socialis
mo o marxismo más que en un proyecto de transformaciones. Am
bos consensos se dan superpuestos y con distinta intensidad en el ca
so de los gremios.
Una extensa bibliografía, suficientemente difundida, ha exa
minado en profundidad el carácter de más largo plazo que va defi-,
nir finalmente a este gobierno, lo que nos exime de tratar este punto
en extenso (ver “Referencias Bibliográficas” puntos D y E). Sin em
bargo, nos parece necesario resumir brevemente sus rasgos funda
mentales para introducir el capítulo. Como ha señalado Manuel An
tonio Carretón (El Proceso Político Chileno, FLASCO, op. cit.) y
como se desprende de lo sostenido por Tomás Moulián, el régimen
militar que se instau'ra constituye, por una parte, una reacción de las
clases propietarias contra la “amenaza” que significó la movilización
político social ligada a la Unidad Popular, en la que aquéllas vieron
el principio de un proceso que podía culminar con su desarticula-
91
ción y, por otra, un intento de “refundación” del anterior modo ca
pitalista de organización de la sociedad. Así, se trata de un régimen
definido tanto por una dimensión coactiva y de contención respecto
de los actores sociales portadores de esa amenaza como por una dimen
sión de transformación e innovación de un capitalismo al que se diag
nostica en descomposición. Estas dos dimensiones se expresan en la
instauración de un modelo político necesariamente autoritario y ex
cluyeme, basado principalmente en la fuerza militar, y en un modelo
económico que rompe con la lógica de desarrollo capitalista prevale
ciente desde los años cuarenta, intentando un nuevo tipo de inser
ción en las tendencias transnacionalizantes de la economía capitalis
ta a nivel mundial. Las exigencias de este nuevo modo de acumula
ción se manifiestan incompatibles con los procesos de negociación,
participación y presión sociales, propios del régimen democrático, por
lo que requiere también la eliminación del sistema político prece
dente. Se produce así una relación indisoluble entre modelo político
y modelo económico.
Los actores centrales al iniciarse este proceso son, por una
parte, las Fuerzas Armadas y por otra una elite tecnocrática que ha
logrado ligarse a ellos, la que se hace cargo progresivamente de la
conducción económica. Así, la gestión macropolítica y macro-eco-
nómica queda a cargo de agentes que no son los actores sociales invo
lucrados en la movilización social que crea las condiciones para el
pronunciamiento militar. Aquéllos, al parecer convencidos que estos
agentes son garantes legítimos de sus intereses, se disciplinan tras de
ellos. Este será el punto de partida del proceso que examinaremos
en los capítulos siguientes.
Este capítulo aborda una primera etapa del comportamiento
ideológico y político de los gremios bajo el régimen militar. Ella se
extiende desde Septiembre de 1973 hasta fines de 1975. Durante el
período en cuestión se desarrollan las primeras perspectivas con que
aquéllos enfrentan el proceso de constitución del nuevo gobierno así
como sus reacciones frente al perfil económico y político que éste
va adquiriendo.
El punto de culminación de la fase (fines de 1975) está mar
cado por los resultados iniciales de la política económica de “shock”
adoptada al comenzar ese año (116). Ella establece la evidencia de
una lógica dominante en la definición del proceso económico, mos-
92
trando, además, que forma parte de una visión estratégica de largo
plazo dotada de un pensamiento político elaborado: la ideología
neo-liberal (117).
En adelante se describirá el comportamiento de los diversos
gremios en la fase mencionada, intentando al mismo tiempo exami
nar y analizar las concepciones sociopolíticas y económicas que ellos
ponen en juego en esta etapa de constitución del régimen militar.
93
discurso de los gremios y el de los dirigentes militares y civiles que
conducen el proceso, siendo estos dos últimos los que formulan el ra
zonamiento que guía la acción gubernamental.
Con todo, es posible distinguir dos momentos en este período.
El primero, es aquél que está definido por una postura de identifica
ción y apoyo incondicional al gobierno (Septiembre 1973, mediados
de 1974). El segundo, corresponde a la aparición de dudas, protestas
aisladas y sobretodo desconcierto en algunos sectores gremiales fren
te a la política económica que va adoptando el régimen (mediados de
1974 a fines de 1975). Sin embargo, nunca es.puesto en duda en to
da esta fase el carácter del gobierno como “propio”. Los gremios se
definen permanentemente como actores constituyentes y constituti
vos del régimen militar, pese a que sus dirigentes no ocupan los prin
cipales puestos de mando en la conducción del gobierno.
Las intervenciones de León Vilarín (presidente de los dueños
de camiones) y R. Cumsille (presidente de la Confederación del Co
mercio Detallista) por cadena nacional de emisoras muestran bien
el ánimo de los líderes de gremios después del pronunciamiento mi
litar. El primero de ellos (12/9/73) llama a reintegrarse al trabajo
y a ponerse a las órdenes del gobierno; expresa que las Fuerzas Ar
madas “serán garantía que los compromisos contraídos con nuestro
gremio serán cumplidos. . .” y finaliza afirmando: “Hemos triunfa
do. . . El líder de los pequeños comerciantes, por su parte, pro
clama igualmente el término del paro que sostenían, afirma el “sen
tido patriótico” de la reconstrucción y llama a la unidad entre los
chilenos (12/9/73).
A partir de allí se desencadena una serie de declaraciones de
los gremios en función de apoyar al régimen y la “tarea reconstruc-
tora” . El Comercio Detallista rinde homenaje en un desplegado de
prensa a las Fuerzas Armadas (18/9/73); el Sindicato de Dueños de
Locales Comerciales (SIDECO) publica el 6/10/73 un aviso que de
clara: “comerciante, recueda que aún estás vivo y tienes tu negocio. ..
contribuye a la reconstrucción nacional. . .” . La Cámara Central
de Comercio declara también en aviso público su “incondicional
adhesión” a la Junta Militar y su tarea (11/10/83). La COPROCO
afirma, por su parte: “Es hora de trabajar unidos, sin rencores. . .
por la patria, por sus hijos” (18/9/73). La SFF llama a campaña de
recolección de fondos para la reconstrucción (1/10/73). Todos los
gremios firman el 12 de Octubre un documento de adhesión a la Jun
ta Militar y a la reconstrucción. En ese mismo mes la Cámara Chilena
de 1a Construcción en carta al Ministro de Obras Públicas manifesta
ba: “esperamos que la Junta Militar permanezca en el gobierno tan
to tiempo como sea necesario para desterrar (los males) que encon
traron fértil terreno (. . .) abonado por una democracia desvirtuada
94
por la demagogia. .. ” (118). Las donaciones de fondos de los diver
sos gremios para apoyar la compañía de reconstrucción se suceden
día a día.
En el marco dominante de esta dinámica, definida por la ló
gica del respaldo al régimen militar y a su tarea reconstructora, se ob
serva también otras dos dimensiones en el comportamiento de los
gremios. Una de ellas está referida a los intentos por definir el lugar
que le corresponderá al movimiento gremial en el proceso iniciado
y la otra a expresar las ideas y las expectativas acerca del modelo
económico que deberá aplicarse.
95
aspiraba a una convocatoria de “grandes y chicos” y menos persona
lizada por el líder camionero. La evidencia reunida no nos autoriza
a afirmar esto categóricamente si bien —recordando el Capítulo Pri
mero — puede admitirse que las visiones del gremialismo no eran
necesariamente unívocas: para algunos el movimiento gremial era
más una expresión del hombre de clase media, propietario o profe
sional, que una manifestación del “empresariado”, noción que pare
cía evocarles la idea de gran capitalista. Para otros, “empresarios”
eran todos, independientes de su volumen y eso se fundía en la no
ción de “hombre de trabajo”.
En cualquier caso, fuera la CMT una continuidad de la anun
ciada CUT de Vilarín, o fuera su competidora, es claro que ambas
representaban el intento de preservar la dinámica del “poder gremial”
surgido en Octubre del 71.
Estas dos iniciativas no prosperaron como se habían anunciado-
pese a que el presidente de la Junta Militar afirmó en su discurso al
primer mes de gobierno: “Es conveniente la participación consciente
y responsable de la ciudadanía como clave de la democracia viva y
depurada ( ...) para esto daremos prioridad a los Colegios Profesio
nales, a los gremios y a los trabajadores, para que en estrecho contac
to con ellos reflejen el auténtico pensamiento del pueblo organiza
do. .. ” (119).
Uno de los factores que probablemente intervino para que no
se desarrollara la iniciativa de Vilarín y Martínez fue que, al parecer,
al interior de los propios dirigentes de gremios no existía un consen
so respecto de la naturaleza que debía adquirir el movimiento gre
mial en esta etapa. Jorge Fontaine, presidente de la COPROCO acla
raba al respecto en una entrevista de prensa (120): “el gremialismo
debe cumplir una labor de unidad nacional, en torno al desarrollo,
a la justicia social y a todos los esfuerzos (.. .) para que el país vuel
va a recuperar sus valores morales. Sería un grave error convertirse
en un gran partido político o en una alternativa frente a ellos. So
mos hombres de trabajo y lo que nos interesa es producir”. Esta
declaración revela que el debate acerca del rol político del movi
miento no había sido resuelto.
Aún cuando existe escasa documentación sobre el tema, en
base a entrevistas y a los materiales disponibles, puede plantearse
una hipótesis al respecto. Ella es que persistía una tensión entre
quienes aspiraban a convertirlo en una fuerza interlocutora del go
bierno, cuasi - partidista, que incluso podría reemplazar a las for-
96
maciones políticas, y aquéllos que afirmaban que el movimiento
debía cumplir un papel de contribución al desarrollo social y econó
mico como organizaciones técnicas y representativas de intereses es
pecíficos. En otras palabras, lo probable es que para unos se trata
ba de hacer sobrevivir la noción de movimiento, en tanto que para
otros se trataba de regresar a su dimensión de gremios en su concep
to más tradicional.
El mismo Fontaine en un discurso ante el Consejo Nacional
de la COPROCO afirmaba: “Los gremios se aplicarán a consolidar
sus organizaciones, perfeccionar sus equipos técnicos a fin de res
ponder a la etapa de transformación y consolidación que el país
enfrenta” (121). Señaló también que los gremios debían mantener
su autonomía respecto del Estado.
Otros dirigentes como Domingo Durán nos señalaron: “noso
tros cumplimos una función extragremial (en Octubre 1972 y en
1973) porque las circunstancias nos obligaron a tener que hacerlo
frente a una crisis del acontecer político chileno ( ...) eso ocurrió
por un vacío político, pero fue una situación transitoria.. . los gre
mios no tienen el vuelo ni la universalidad que tienen las organiza
ciones políticas... ” (122). También Angel Fantuzzi afirmó: “Des
pués de Septiembre de 1973 ( ...) teníamos que acatar el orden y la
disciplina, no teníamos que participar políticamente ( ...) (123).
No obstante, la iniciativa de mantener al gremialismo como
movimiento, a la vez interlocutor y fuerza movilizada de respaldo del
gobierno, volvió a manifestarse con la realización del Congreso Mul-
tigremial en los días 1 al 3 de Diciembre de 1973.
En él se planteó la necesidad de construir “un apoyo organiza
do para el gobierno central, como para que los intendentes cuenten
con colaboración en sus tareas... En este Congreso, donde la pre
sencia de dirigentes gremiales de las provincias fue importante (124),
surgió también una propuesta global de participación de los gremios
en la administración social y económica del país. Esta, en breve, con
sistió en afirmar la necesidad de planificar, incentivar y controlar el
desarrollo adecuadamente en todo el país. Para ello debía implan
tarse una descentralización real y efectiva de la administración y ser
vicios públicos; constituirse regiones de acuerdo a criterios geo-eco-
97
nómicos; otorgarse facultades resolutorias a los organismos provin
ciales y constituirse Consejos Regionales integrados por represen
tantes del gobierno y por los Consejos Cívicos multigremiales. En
el desarrollo de cada región debía otorgarse a los miltigremios una
participación directa en las definiciones socioeconómicas. Se plan
teaba también que los multigremios fueran reconocidos como cor
poración asesora o libre conducto para llegar a la autoridad en tan
to que representantes de la comunidad.
Finalmente se declaró que los multigremios estarían unidos a
nivel nacional por una coordinación y no porcuna directiva para evi
tar el centralismo y que su estructura sería vertical (por área econó
mica) y horizontal (a nivel de las regiones) (125).
Estas conclusiones fueron presentadas al Ministro del Interior
General Bonilla, a los ministros de economía y de la Oficina de Pla
nificación Nacional. El primero de ellos planteó que algunas tareas
serían delegadas en los multigremios (126).
En síntesis, la dinámica para definir el lugar del movimiento
gremial en la nueva situación —una de las dimensiones de la acción
de los gremios que es posible distinguir en el marco de la omnipre
sente “tarea de reconstrucción nacional” — se muestra traspasada de
tensiones: aquéllas originadas en los roces de liderazgos y aquéllas
provenientes del debate sobre el papel político del gremialismo. Esto
muestra que difícilmente se podría asegurar que existía una visión
homogénea de la naturaleza y el papel que debía adquirir el “poder
gremial”. Pero también queda claro que hubo sectores que intenta
ron formular un programa de participación sustancial de los gremios
en la gestión económico-social del país y que su modelo tenía rasgos
próximos al corporativismo en su acepción política (las organizacio
nes sociales como parte orgánica del Estado). Así también es claro
que hubo otros que optaron por un enfriamiento del movimiento
a nombre, muy probablemente, de las condiciones de consolidación
del régimen y de la reconstrucción.
Ambas tendencias revelan, en nuestro análisis, la existencia de
dos percepciones disímiles en el mundo de las dirigencias gremiales,
que tenían raíces históricas antiguas. Los segmentos movimientis-
tas apelaban más a una noción “populistas” en que el sujeto era el
“hombre de trabajo”, noción no puramente económica sino también
social que se expresaba ya sea como clase media que vive de su esfuer
zo, ya sea simplemente como pueblo. De allí que su idea de partici-
98
pación insistía en definirse no sólo al nivel de la economía sino tam
bién de la gestión político administrativa. De alguna manera era el
“verdadero pueblo” el que ahora debía gobernar en sustitución de
aquel sujeto parcial “inventado por los marxistas” en la denomi
nación de clase obrera o de proletario. Estos últimos también per
tenecían a los “hombres de trabajo” pero estaban desvirtuados en
los conceptos anteriores. Varias veces León Vilarín y otros portavo
ces de esta línea afirmaron que los obreros deberían redefinir su
visión de la sociedad e incorporársela la concepción más amplia e
integrista que ellos postulaban. De hecho, la CUT de Vilarín los
incluía como miembros (127).
Del otro lado, los dirigentes gremiales que se manifestaban
contrarios a esta perspectiva argumentaban en términos de separar
la función gremial de la política y participaban de una idea más
“empresarial”, más exclusivamente económica, tal vez más propia
mente capitalista, si se nos permite decirlo así, de lo que representa
ba la actividad de los gremios en la nueva situación. Lo que había
sido un proceso excepcional en Octubre de 1972 y en 1973, no po
día constituir -para ellos—la regla general.
Aún cuando estas tendencias cruzaban los distintos gremios,
en términos gruesos puede sugerirse que el movimientismo o la
idea de un poder orgánico tenía mayor arraigo entre dirigentes del
transporte, del comercio, de los pequeños y medianos agricultores,
de algunos sectores profesionales y sobretodo en las organizaciones
gremiales de las provincias. Al contrario, entre los dirigentes de la in
dustria, de los agricultores del centro del país, del gran comercio y
la minería, en general los vinculados a la COPROCO, esta tendencia
era menor y primaban las ideas expresadas básicamente en el discur
so de J. Fontaine.
Después de- estos primeros intentos de preservar el movi
miento gremial como tal, «1 tema pierde visibilidad. Sólo reflotara
posteriormente en ciertas coyunturas específicas.
Aún cuando las evidencias reunidas no nos parecen suficiente
mente exhaustivas para organizar una completa explicación de las ra
zones de este fracaso tan temprano del movimiento gremial, intenta
remos razonar sobre el tema.
Es posible pensar —creemos nosotros—que ya en ese momento
habían cobrado fuerza los argumentos contrarios a la intervención de
99
un “poder social” en la gestión del gobierno al interior de este mis
mo. Incluso, sectores del propio gremialismo parecían compartir este
punto (Fontaine entre ellos). El origen de esta posición —como se ha
visto después— estaba en el equipo civil económico que acompañaba
al gobierno el que iba progresando en su influencia sobre éste.
Con todo, no parece razonable suponer que este equipo tuvie
ra, ya entonces, tanto poder como para imponer por sí solo esta té-
sis. Nos inclinamos por tanto a pensar que ella se vio apoyada por la
idea generalizada en el gobierno y sus partidarios que se vivía un “es
tado de emergencia” y por tanto que no era posible compartir el
mando, sobre todo con sectores sociales que podían generar deman
das cuyos resultados nadie garantizaba que no se volvieran deses
tabilizadores en el mediano plazo. Estos factores, unidos ala debili
dad de un movimiento gremial segmentado entre posiciones favo
rables a su reorganización y contrarias a ésta y, además, desmovili- •
zado por la falta de un proyecto propio de gestión de la sociedad,
están —a nuestro juicio—en la base del fracaso antes mencionado.
En consecuencia, lo que parece ocurrir es que el Movimiento
Gremial carecía de interlocutores en el seno del gobierno suficien
temente sensibilizados en su favor, o al menos con poder para actuar
en el sentido de fortalecerlo, a la vez que el mismo estaba dividido
entre una tendencia que veía resuelto - y se conformaba con ello—
el problema del “marxismo” y otra que aspiraba a cimentar un
“proyecto social” de mayor alcance. Esta última parece haber sido
la tendencia más débil, por lo que la dinámica que prevaleció fue la
dispersión y la de regresar a los lugares de trabajo a “recuperarse” de
la crisis económica. Por último, el propio discurso de los segmentos
más movimientistas era casi puramente doctrinal y representaba —nos
parece— mas bien valores culturales, modos de vida y aspiraciones
que un programa, por lo que el planteamiento de los grupos tecno-
cráticos que se hacían cargo del gobierno seguramente lo desplazó
ante la autoridad militar frente a las exigencias económicas e institu
cionales del momento. En síntesis, el Movimiento Gremial se mostró
brutalmente débil al momento de jugar un rol de construcción social
y política, lo que indica que su fuerza previa descansó, sobre todo,
en un principio de oposición a un antagonista (la Unidad Popular)
pero que carecía de una identidad ideológica suficientemente funda
da y menos tal vez de una visión del cambio social. Si alguien tuvo
realmente esta última visión fue probablemente la cúpula SFF, CO-
PROCO, pero muy alejada de una concepción de movimiento social,
salvo en la fase del derrocamiento, puesto que luego se definió sólo
como actor económico y cedió la conducción política al poder mili
tar a quien declaró garante de sus intereses fundamentales.
100
3. Las perspectivas de política económica de los gremios
A diferencia del debate sobre el movimiento gremial y sus funciones,
durante el período 73 - 75 las manifestaciones sobre la política eco
nómica presentan una mayor permanencia y visibilidad. En este cam
po son los gremios que constituyeron el núcleo dirigente en te'rminos
de elaboración de planteamientos de fondo durante la lucha con la
Unidad Popular los que ocupan principalmente la escena (COPROCO,
SFF, ASIMET, SNA).
Al parecer, las dirigencias gremiales más influyentes sentían
suficientemente garantizada la situación política por la Junta Mili
tar como para no poner en el centro sus confrontaciones sobre el
rol del poder gremial, por lo que el énfasis de la “reconstrucción”
estaba situado en la dimensión económica.
La nota distintiva del discurso de estos dirigentes es el optimis
mo y la intención de mostrar que el régimen militar posibilitaría un
gran salto hacia adelante en el desarrollo del país. Este perfil del
planteamiento será dominante sobretodo en los primeros diez meses
del gobierno.
El once de Noviembre las nuevas autoridades plantearon a las
directivas de estos gremios sus líneas de política económica: regular
los principales desequilibrios heredados, sanear las bases productivas
de la economía y normalizar las relaciones internacionales económi
cas. Para ello, en síntesis, se liberaría la mayor parte de los precios,
se devaluaría drásticamente la moneda, se fijaría una política restric
tiva de remuneraciones; también se devolverían las tierras ocupadas
ilegalmente y las empresas requisadas o intervenidas y se suspende
ría la negociación colectiva; por último, la política se situaría en la
línea de las recomendaciones del FMI, se abriría el comercio inter
nacional, y se llegaría a acuerdos de indemnización a las compañías
cupríferas norteamericanas que habían sido nacionalizadas (128).
La COPROCO y la SFF, por medio de sus presidentes (Fontai-
ne R. Sahli) (129) se manifestaron prontamente de acuerdo con la
política anunciada y desarrollaron los conceptos que debían orientar
la actividad económica según sus organizaciones. El primero de ellos
afirmó en un programa de televisión difundido la primera quincena
de Noviembre y reproducido por la prensa el 16 de ese mes su “corn
101
promiso en esta batalla destinada a desarrollar espectacularmente
nuestros recursos y a derrotar definitivamente el hambre y la miseria
(.. .). Señaló la necesidad de “estar abiertos a la competencia, de
abrir los mercados al comercio exterior y de participar en los planes
de integración latinoamericana” . Afirmó que la industria “se apresta a
renovar equipos, ampliar instalaciones y volver a ser uno de los ele
mentos más dinámicos de la economía compitiendo externa e inter
namente. Planteó también el interés por “integrar a los trabajadores”
en nuevas formas de participación en la empresa.
Raúl Sahli, a su vez,,declaró en el mismo programa televisivo:
“el proceso que se ha iniciado es de gran profundidad ( ...) los in
dustriales aceptamos confiados este desafío (. ..) en el que sólo los
más eficientes subsistirán (. ..) sabemos que tendremos que esfor
zarnos más día a día ( ...) se nos ha dado una oportunidad larga
mente anhelada y no la frustraremos (. ..). Tenemos que entender
de una vez por todas que el mecanismo actual es muy diferente a lo
que estamos aconstumbrados y que los vicios tradicionales de la eco
nomía dirigida ya no existen ( . . . ) . Por tanto debemos cambiar la
mentalidad (.. .). Si juntos nos esforzamos, el país logrará un desa
rrollo sorprendente que beneficiará a todos sus habitantes (.. .)”.
En Diciembre, la comisión organizadora de la Segunda Con
vención Nacional de la COPROCO (a realizarse en 1974) se reúne
con las autoridades económicas del gobierno. En esa ocasión Fon-
taine anuncia que “el trabajo que se está realizando culminará en un
Plan Decenal de desarrollo propiciado por el sector privado” y plan
tea también la creación de un Consejo Económico Social integrado
por gobierno, gremios, trabajadores, y estudiantes universitarios.
Ambas iniciativas son recibidas favorablemente por el gobierno (130).
En el sector agrario, la SNA planteó sus puntos de vista para
“el despegue del sector” en un documento del 30 de Diciembre (131)
Ellos eran: estructura agraria basada en la propiedad privada de la
tierra y en la libre iniciativa; libre acceso a la tierra, precios interna
cionales para productos e insumos, libre y real competencia, entre
ga de propiedad individual a campesinos de la Reforma Agraria; for
talecimiento de las cooperativas agropecuarias, estabilidad a través
de mercados permanentes; agroindustrias en zonas estratégicas; aper
tura de mercados extranjeros y descentralización regional.
La Confederación de Sindicatos de Empleadores Agrícolas
(CEA), ahora presidida por Domingo Durán, quien reemplazó a Ma-
102
nuel Valdés (132), realizó una reunión en Puerto Varas (16/11/73)
en la cual se manifestó apoyo al gobierno y se planteó la elaboración
de un proyecto para el sector agrícola, el que debía garantizar sa
car al país de la dependencia extranjera para sus consumos básicos
(133).
En el sector de los gremios del comercio y de los transportistas
hubo menos definiciones públicas de fondo, al igual que entre los
pequeños industriales y artesanos agrupados en la CONUPIA (Con
federación Unica de la Pequeña Industria y Artesanado). Sin embar
go, se encuentran muchos pronunciármenos específicos a favor de la
libertad de precios y de la competencia (SIDECO 28/10/73), o del
programa económico en términos globales, enfatizando y apoyando
su sentido reconstructor: Confederación de Dueños de Camiones
(27/10/73) y Confederación de Dueños de Autobuses y Taxibuses
(9/11/73).
Como se observa, el discurso de los principales dirigentes gre
miales manifiesta una suerte de convicción que el proceso iniciado
constituye una alternativa de profundas transformaciones, que exi
girá sacrificios importantes pero que logrará el despegue de la econo
mía del país. En este momento inicial los discursos en general están
unificados en torno a ciertos principios comunes . Básicamente: pro
piedad privada, libre competencia, libertad de precios, ampliación de
mercados. Todos ellos parecen, asimismo, animados por una idea ex-
pansionista. En estos puntos su discurso es básicamente coincidente
con el que desarrolla el gobierno, el cual no formulaba todavía de
manera plenamente nítida lo que sería posteriormene su modelo
neo-liberal. En efecto, las medidas iniciales aparecen más ligadas a
una política de emergencia, de reestablecimiento de equilibrios que
a una concepción global completamente organizada y definitiva para
103
aplicar los principios que aparecían como comunes. Ello respondía
—como se ha mostrado en otros estudios—a un momento de compe
tencia interna entre diferentes concepciones, en el cual aún no se
solidificaba la hegemonía que más tarde lograría el denominado
“equipo económico de Chicago” (134).
Es lo que se ha llamado “etapa gradualista”.
Ello no implicó que las políticas en el inicio no guardaran una
relación con la línea estratégica posterior, lo que muestra que aún
existiendo una pugna entre sectores, se partía de un conjunto tal
vez muy general pero común de postulados. Estos eran el rol central
del mercado, la limitación de las funciones económicas del Estado
y un diverso grado de aperturismo comercial al exterior.
Con todo, el lazo más fuerte de comunalidad entre gobierno
y dirigencias gremiales es el tema de la “reconstrucción’’, cuestión
que le daba a la acción del primero —en la visión de aquéllos—una
legitimidad en nombre del bien común, que no exigía un origen de re
presentación.
Esta perspectiva optimista continúa casi inalterada durante
la primera mitad de 1974.
La ASIMET (Asociación de Industriales Metalúrgicos) pu
blicó en Enero del 74 un documento denominado: “Un salto hacia
el futuro”. En él se plantea la expansión hacia otros mercados ade
más del subregional andino y la integración de diversas empresas para
regionalizar recursos. La SNA (Sociedad Nacional de Agricultura)
anuncia en Febrero (21/2/74) que va a proponer en marzo un gran
Plan Nacional del Trigo (135). La Cámara Central de Comercio ma
nifiesta en una reunión de cien delegados de todo el país (26/4/74)
su pleno apoyo a la política económica y social del gobierno. El
Consejo Nacional del Comercio Detallista y el Registro Nacional
de Comerciantes expresan su acuerdo con la política de rebaja de
aranceles que “facilita la competencia y el desarrollo del comercio”
(6/6/74). Estos gremios realizaron el 3 de Junio un acto masivo en el
Estadio Nacional de homenaje a la Junta Militar, con ocasión del día
del comercio. La CONUPIA (Confederación Unica de la Pequeña
Industria y el Artesanado) en su Asamblea General del 6 de Junio
acuerda una gran política de fomento, modernización y especiali-
zación de sus actividades (136). La Confederación de Dueños de
Camiones en su Congreso Regional (Zona de Bío-Bío) declara su
(134) Al respecto ver Moulián y Vergara op. cit. Análisis de la Primera Fase.
(135) El gobierno había manifestado a los agricultores que debían sembrar
intensivamente para hacer de la agricultun un puntal del desarrollo.
(136) Los acuerdos fueron publicados en la prensa del 7 de Junio de 1974.
104
apoyo a las políticas gubernamentales en especial su entusiasmo con
los planes de regionalización (3/3/74).
Muchas otras evidencias de este apoyo y de las expectativas
que tenían los dirigentes gremiales y sus representados podrían ser
citadas. No cabe duda que el clima era de confianza y de integración
a la política del gobierno.
No obstante esta dinámica y el espíritu dominante de la
“misión reconstructora”, se encuentran también evidencias de al
gunos comportamientos que pueden ser situados en una posición
de cierta distancia respecto de los anteriores. Entre éstos, paradojal-
mente, es posible situar los planteamientos de Orlando Sáenz, presi
dente de la SFF. Este reasumió la presidencia de la Sociedad el 19
de Diciembre de 1973 (137) y el nueve de Enero del año siguiente
pronunció un importante discurso que la prensa reprodujo con el
título de “El Camino de Chile”. En esta intervención Sáenz señaló:
“Al igual que todos los chilenos conocemos la política económica
del gobierno sólo en los muy generales lineamientos que han sido
explicitados (. . .) Un modelo de desarrollo no puede ser ajeno a la
idiosincracia del pueblo que lo adopta ni ir a contrapelo de sus cons
tantes físicas e históricas (. . .). Los logros económicos son sólo ve
hículos para alcanzar metas políticas y sociales pero no pueden cons
tituirse en fines en sí, esto es lo que distingue al Estadista del tecnó-
crata: el primero no puede estar sometido a éste”. A continuación
formuló los lineamientos de una estrategia económica que definió
como expresiva de una Economía Social de Mercado. En breve, eco
nomía mixta, el Estado empresario sólo en áreas estratégicas de alto
riesgo y en la prestación de servicios que llamó “no economicistas”.
Además, garante y contralor que la economía esté al servicio de las
mayorías nacionales; necesidad imprescindible de la Planificación en
una economía social de mercado, en particular como mecanismo
previsor de crisis cíclicas; apertura de un mercado de capitales com
petitivo; ingreso del capital extranjero regulado por un estatuto de
protección al interés nacional, uso adecuado de los aranceles como
reguladores de la competencia nacional e internacional; transfor
mación de la estructura tradicional de la empresa que de cabida a
objetivos de desarrollo social, factor sin el cual no habría realmente
una economía social de mercado.
Estas formulaciones revelan, de manera aún muy tenue, la
preocupación que parecen haber tenido algunos dirigentes y empre-
(137) Sáenz había sido autorizado para prestar asesoría económica al Minis
terio de Relaciones Exteriores por 90 días a partir del 4 de Octubre de
1973. En el hecho sólo estuvo allí 75 días.
105
sarios por los rasgos tecnocráticos y ultra liberales que percibían ya
en este momento en personeros del equipo económico guberna
mental. Resultaba esta visión de un contacto cercano con el gobier
no por lo que abordaba cuestiones que no eran visibles públicamen
te.
Su preocupación parece haber sido alertar sobre un eventual
triunfo de estas posiciones (138).
Sin duda las nociones de planificación, economía mixta y
otras expresadas en su planteamiento no se corresponden fácilmente
con la línea que iba progresivamente haciéndose dominante en el
equipo económico de gobierno. Sin embargo, estos alertas sobre
el diseño de la economía no parecen, en esc momento, alcanzar
también al modelo político. En efecto, en el mismo discurso Sáenz
afirmó: “Algunos ven incompatibilidad entre ésto (características
históricas de Chile: libertario, democrático y organizado en la
base social) y nuestra actual situación superficialmente dictatorial.
No es así. El gobierno autoritario no resulta siempre incompatible
con la libertad, la democracia y la organización comunitaria. Incluso
se genera para ahondar estos valores (. ..). Una democracia represen
tativa que considere a la red social de base será diferente del tradicio
nal régimen democrático agotado en los últimos años (. . .)”.
Esta característica de disociar la crítica económica de la críti
ca política será posteriormente una constante del análisis de los diri
gentes gremiales, si bien el propio Sáenz no seguirá esta regla en el
futuro.
La junta Anual del 17 de Marzo de la SFF será otra ocasión
para que Sáenz —que dejaba la presidencia de la Sociedad (139)
insista sobre lo que llamó diferencias entre la Economía Social de
Mercado y la Economía de Mercado.
La primera la calificó de “humana y ética”, la segunda de
“mercantilista”. Llamó a los empresarios a no equivocarse y aseguró
“este equívoco existe en el aparato productivo y comercial.. . ”. En
esta oportunidad su discurso se dirigió más bien hacia los propios
empresarios, a los cuales -al parecer veía también poco orientados
hacia los aspectos “sociales” de la estrategia económica.
Con todo, todavía Sáenz no se diferenciaba completamente
respecto del patrón dominante. Su propio discurso del 17 de Marzo
declaraba que había “optimismo y proyectos en los empresarios” y
que “el proceso tiene más de revolucionario que de restauración
(138) O. Sáenz, en nuestra entrevista que ha sido citada antes en este trabajo
desarrolla esta perspectiva de las tendencias tecnocráticas. En base a
ella hemos planteado nuestras apreciaciones sobre su discurso de Enero.
(139) Lo sucedió Raúl Sahli.
106
(. . .). La Junta Militar se propone actuar drásticamente sobre los
grandes males del país (. . .). La reconstrucción (producirá) una
nueva estructura del Estado, un nuevo concepto de desarrollo; di
ferentes relaciones dé producción que encaminan hacia una era de
prosperidad (...).
Hasta mucho tiempo después no se encontrará otras manifesta
ciones de tipo global que expresen alguna distancia con la lógica cen
tral que fue conformando la acción económica del gobierno. No obs-
tate, sí se encuentran evidencias que pasado un primer momento en
el cual todo era prospectiva y llegado el tiempo de algunos resulta
dos, el cuadro de cohesión plena e irrestricta de los gremios en torno
a la política económica gubernamental sufrió algunas dificultades.
En modo alguno puede afirmarse que hubo un cuestionamien-
to de fondo, pero sí, claramente, signos de desconcierto frente a la
velocidad y modalidades de aplicación de la línea económica.
En Enero se había producido una importante rebaja de arance
les (140) y en Abril se decretó la libre importación de 2.400 produc
tos bajo el criterio de mejorar la competencia y efectuar correcciones
monetarias. El presidente de la SFF en declaración del 8 de Abril
(141) afirmó: “Estamos de acuerdo con la medida (. . .) pero debe
estudiarse cuidadosamente, avisar con tiempo y no afectar sólo a
productos terminados. Confiamos en que habrá buen criterio. . .”.
En la misma línea, Juan Riveros, presidente de ASIMET, seña
laba el 8 de Mayo: “La política es buena, pero debe aplicarse contro-
ladamente pues puede significar cierre de empresas nacionales o que
branto para otras. . .”. La CONUPIA, por su parte, en su Asamblea
General del 7 de Junio pidió que “las medidas que nos afecten deben
hacerse con conocimiento de la opinión de los interesados... ” (142)
Veinte días después nuevamente ASIMET, a través de una conferen
cia de prensa de su presidente, planteó que “la falta de circulante por
descenso de las ventas está provocando una asfixia momentánea. .. ”
(143).
En el sector agrario, Domingo Durán, presidente de la Confe
deración de Productores Agrícolas, señalaba en una entrevista que
la situación de los pequeños agricultores era dramática por falta de
tierras y herramientas (144).
Por su parte, Rafael Cumsille, máximo dirigente de los Comer-
107
ciantes Detallistas afirmó en la prensa: “la libre competencia no ha
prosperado a nivel de empresas productoras y proveedoras.. . ” (145)
En este sector se generó además hacia fines de 1974 una polémica
con los industriales. En efecto, Cumsille había planteado frente a la
inflación, que no aparecía aún controlada, que se congelaran los pre
cios hasta fines de año. SIDECO y CONUPIA apoyaron esta iniciati
va y pidieron a sus asociados no aceptar alzas a sus proveedores de
más de un 8°/o sobre los precios del 30 de Noviembre. La SFF res
pondió que estas medidas eran demagógicas y que las causas de la
inflación estaban en la emisión, la inflación mundial y las expectati
vas inflacionarias de los agentes económicos. SIDECO y CONUPIA
insistieron en su planteamiento y Cumsille hizo una declaración en la
que afirmó: “Hay un poder económico que no tiene partido ni reli
gión y sólo le preocupan sus intereses” y llamó al gobierno a alertar
se contra este enemigo señalando “no luchamos para que en este país
un pequeño grupo fuera beneficiado...” Frente a ello Cumsille pidió
a sus asociados movilizarse y revivir las organizaciones sectoriales y
por barrio que existieran antes de Septiembre de 1973. En ese mis
mo cuadro, criticó a la empresa “La Papelera”, le recordó que fue
defendida por todos los gremios en el régimen anterior y pidió que se
revisara la política económica seguida hasta entonces porque ella
“perjudica a la clase media y pobre” (146).
Entre los Transportistas hubo también manifestaciones seme
jantes. Una declaración pública del 28 de Septiembre de 1974 expre
saba que la locomoción colectiva estaba en crisis financiera y con pe
ligro de terminar sus actividades (147).
En el campo de los gremios de profesionales en Marzo y Julio
del 74 se produjeron choques entre el Colegio de Ingenieros y el go
bierno a raíz de que este último declaró que los aranceles profesiona
les eran prácticas monopólicas, cuestión que rechazaron los prime
ros. También en el Colegio de Abogados —en otro campo—se produ
jeron confrontaciones a raíz de una presentación que hizo uno de sus
afiliados (Eugenio Velasco) denunciando violación de los derechos
humanos en el país. A raíz de ello fue censurado el presidente del
Colegio (A. Silva Bascuñán) quien apoyó a su colega, lo que molestó
al gobierno, dando lugar a esa acción por parte de los sectores más
afiliados al régimen (148).
108
Como se aprecia, los cuestionamientos de los gremios tuvieron
en ese momento una característica puntual y estuvieron referidos ca
si exclusivamente a la política económica. Sin embargo, reflejan dos
puntos que interesa recoger. El primero es que aquéllos manifiestan
una carencia de participación efectiva en el diseño de la política eco-
nómica.Esto aparece en el planteamiento de Sáenz en la SFF y se de
duce en casi todos los demás casos. Los dirigentes gremiales denotan
cierto desconcierto frente a la velocidad de algunas medidas y se ex
presan “recomendando” criterios o acciones. Es claro que hablan a
un interlocutor con el cual no se tiene un trato continuo e informa
do. El segundo aspecto es que algunos de los resultados iniciales de
las medidas económicas no producen los efectos que al parecer espe
raban estos dirigentes o al menos que comenzaba a aparecer en ellos
la evidencia que el “despegue” no era algo tan claro y rápido como
lo habían imaginado.
Esta situación era reconocida por J. Fontaine (149) quien de
clara en una entrevista de prensa: “es natural el desconcierto inicial
ante cambios tan profundos ( ...) . Hay sectores más audaces y otros
que esperan que todo les sea aclarado (. . .) éstos van a perder el
tren. . .”.
La declaración de Fontaine, además de dar cuenta que existía
preocupación respecto de la política económica en los sectores gre
miales, muestra bien el perfil con que los líderes del que antes he
mos llamado “núcleo dirigente” de los gremios enfrentan este “des
concierto”. En síntesis se afirma que las dificultades son las propias
de un proceso de enorme magnitud, que éste requiere de audacia
para enfrentarlo y que el éxito será alcanzado sólo por aquellos que
acepten correr los riesgos inherentes a una tal tarea, lo que implica
ba cambiar de mentalidad proteccionista a competitiva. El marco
general de este discurso es siempre la apelación valórica a la “recons
trucción nacional”. Los representantes del gobierno se plantean en la
misma línea.
Una muestra de la insistencia con que se planteó ese argumen
to del “desafío” y el éxito del mismo, se expresó en la Convención
de Industriales, organizada por la SFF el 13 y 14 de Julio de 1974 al
cual asistieron 1.000 empresarios. En esa época ya habían comenza
do las primeras manifestaciones puntuales de “desconcierto” y ellas
se mezclaban con las de apoyo y respaldo al gobierno. El clima reco-
109
gido por observadores de la época (150) era que surgían dudas entre
varios sectores de empresarios sobre la Economía Social de Mercado
(E.S.M.) o más bien sobre cómo se aplicaba.
Raúl Sahli presidente de la SFF —aunque había participado de
algunas críticas— habló por cadena de tele-emisoras antes de la Con
vención haciendo una defensa del esquema de E.S.M. y del desafío
que éste representaba. Se invitó también al economista de la Univer
sidad de Chicago A. Haberger a participar en el evento. Estos hechos
muestran la intención de reforzar contundentemente los fundamen
tos de la política implementada por el gobierno.
El Ministro de Economía Leniz (151) inaugurando la Conven
ción planteó que la recuperación económica pasaba por una época de
ajuste y que todos estos esfuerzos permitirían llegar a una sociedad
más perfeccionada. Que el PNB crecería del 8 al 10°/o y que el Esta
do actuaría como orientador y vigilante del interés común en áreas
estratégicas en el marco de una E.S.M. garante del éxito. Terminó
diciendo a los empresarios: “Por años han reclamado el rol que se
les otorga ahora: ¡juéguenlo!”.
Al concluir la Convención, el discurso del presidente de la SFF
fue elocuente demostración de que se había logrado socializar el ar
gumento anti-desconcierto de las dirigencias en los participantes. Pre
sentando las resoluciones dijo Sahli: “acordamos trabajar incesante
mente, sin desmayos, aceptando cualquier sacrificio en las tareas de
impulsar el desarrollo del país (. . .) acordamos también aceptar el
desafío de lograr con portentosa rapidez nuestro desarrollo econó
mico y social”.
El documento de acuerdos estableció que por primera vez se
ponía en marcha una política económica, que la E.S.M. aseguraba la
eficiencia máxima y que la mantención del esquema permitía salir
del subdesarrollo. Se reconocía que los impactos sufridos se com
prendían mejor en vista de los adelantos ya logrados; que los precios
se estaban ajustando y que era necesario apoyar las medidas de co
mercio exterior, entre ellas la reducción de aranceles. Se afirmaba
la importancia de promover un mercado de capitales, de buscar nue
vos mercados y de reformar el sistema previsional. Finalmente se ma
nifestaba la necesidad de un “dearrollo social integrado” (152).
De esta manera, a nombre de una “apuesta” futura que permi
te comprender las dificultades presentes y a cuya culminación sólo
110
llegarían los capaces, se neutraliza el “desconcierto” que afloraba
en esos primeros momentos.
En esa misma perspectiva el presidente de la Cámara de la
Construcción Guillermo Vicuña señalaba a la revista Ercilla en Agos
to de 1974: “Hemos comprendido la coyuntura actual y solidarizado
disciplinadamente con la disminución del ritmo de actividad ( ...) la
gente está deseosa (en el futuro que llegará). . . de volverá actuaren
grande. .
Hacia fin de año, en su discurso ante el Consejo Directivo de la
SFF (153), Raúl Sahli vuelve a reconocer que “el sector, por razones
de ajuste sufre serios problemas”, pero declara que lo importante son
hoy los grandes problemas nacionales. A continuación afirma que en
Septiembre de 1973 se puso fin a un ciclo histórico inaugurado en
1891 con el desplome del “edificio portaliano” (154) al que califica
de auténtico proyecto histórico chileno. . Por el contrario, señala,
“ahora estamos en el umbral de un auspicioso devenir" y los grandes
objetivos nacionales son la reconstrucción nacional a la que denomi
na “Una Misión” y el rescate de los valores nacionales. Esto será
posible sólo “con un pueblo dispuesto a soportar enormes sacrifi
cios”. Afirma también que “hemos buscado desde hace muchos años
un esquema concordante con el que sustentan ahora los gobernantes:
libertad de consumo e iniciativa privada, competencia y Estado sub
sidiario” . El esquema de E.S.M. según Sahli es “íntegramente racio-
nal(. . .) basado en supuestos realistas (. . .) ágil y dinámico (. . .)”
y los empresarios “debemos adecuar a él nuestras mentalidades (. . .)
la tarea más dura y más importante ha sido adecuar la mentalidad de
un sector que por cuarenta años ha vivido dentro de un esquema de
proteccionismo estatal (. . .)”.
Junto a esta reafirmación de la lógica argumental basada en la
reconstrucción, el sacrificio que asegura el porvenir y la urgencia del
cambio de mentalidad, Sahli agrega un nuevo elemento: la cesión de
la iniciativa global, del diseño sustantivo del proyecto socioeconómi
co al gobierno. En efecto, en ese mismo discurso señaló refiriéndose
a la declaración de principios del gobierno: “nuestra misión debe li
mitarse a establecer, a la luz de estos principios, metas concretas en
el ámbito económico y social. .. ” (155).
En suma, la dinámica de las dirigencias gremiales frente a la po
(153) liditado por la Si l' y reproducido también el 28/12/74 por 1;,1 Mercu
rio.
(154) Refiriéndose a la obra institucional autoritaria del Ministro Diego Por
tales, inspirador de la Junta de Gobierno Militar.
(155). lista cesión de la iniciativa de gobernar muestra con claridad la naturale
za de garante pleno de sus intereses que es otorgada al gobierno.
111
lítica económica aparece en la fase 73-74 comandada por una línea
de asociación a los planteamientos del gobierno. En un primer mo
mento el perfil es de deslumbramiento frente a un “despegue” que
parece fácil de conseguir. Después viene la duda, la vacilación frente
a resultados primarios, en todo caso menos brillantes que los espera
dos. También existe la sensación de exclusión frente a un estilo de
conducción autocrático. Sin embargo, la dirigencia más influyente
(COPROCO, SFF) reacciona agresivamente frente a la “desorienta
ción” y apela a la noción de desafío, de apuesta que sólo ganarán
los eficaces, cuestión que se presenta como un “ethos” empresarial.
Se une, en este discurso, el desafío económico a la misión patrióti
ca (reconstrucción). Se opta también por una posición de disciplina
frente a la autoridad gubernamental.
4. El Desarrollo Social
Conjuntamente con el debate de la política económica y también en
el marco de la reconstrucción, se plantea por parte de los gremios
el objetivo de desarrollo social que debe asumir el sector privado. Es
te tema aparece como la dimensión social de la economía de merca
do.
Los antecedentes muestran que él es desarrollado con más ni
tidez en los gremios industriales (SFF, ASIMET) y en la SNA. En el
sector de pequeños y medianos agricultores agrupado en la CPA
(Confederación de Productores Agrícolas), en los transportistas y
comerciantes se encontraron evidencias menos numerosas al respec
to.
El desarrollo social se presenta, por una parte, como los obje
tivos sociales del sistema económico y, por otra, como la organiza
ción del sector privado para cumplir fines sociales radicados antes
sólo en el Estado. En el primer caso el factor principal parecer ser la
empresa, en la cual alguna forma de participación o de integración de
los trabajadores garantizaría su inclusión en beneficios no puramente
económicos. En el segundo caso la expresión principal son las corpo
raciones de desarrollo social que se pretende crear en el ámbito de
los gremios.
En el gobierno, el miembro de la Junta, General del Aire Gus
tavo Leigh conduce las relaciones con los gremios en este campo.
La característica admonitoria de los documentos y discursos
respecto de este tema refleja la dificultad para hacer operar los es
quemas planteados en el conjunto de los empresarios.
En el campo de la empresa, de hecho, el único diseño provino
112
del gobierno: el estatuto social de la empresa, promulgado en 1975
y que no operó nunca.
En cambio en el área de las corporaciones de desarrollo social
se creó la correspondiente a la COPROCO que pasó a dirigir Jorge
Fontaine; más adelante otra en la SFF y también una con aportes de
pequeños industriales, artesanos y comerciantes más el Registro de
Comerciantes. Igual sucedió en las municipalidades.
El evento más significativo que ocurre en esta etapa en rela
ción con el tema del desarrollo social es la Segunda Convención Na
cional de la COPROCO (4/5/74). En ella el énfasis está puesto en di
señar mecanismos de participación en los programas de desarrollo
social del gobierno. Este punto es presentado al mismo nivel que la
lucha contra la inflación, el otro tema central de la Convención. La
SFF propone que los empresarios y sus gremios nombre represen
tantes por comuna a fin de integrarse a las acciones gubernamentales
en el aspecto social.
En esa oportunidad se acuerda.también seguir las líneas del Es
tatuto Social de la empresa presentado por el Presidente de la Junta
Militar el I o de Mayo (156).
El diseño de participación de los gremios en la política social
que formulan la COPROCO y la SFF es coincidente con las líneas
que en esta etapa plantea el gobierno. Este concebía una estructura
en cuya base estaba el municipio y en la cual existía un flujo vertical
de planificación que, pasando por las juntas de vecinos, las Juntas de
Desarrollo Comunal y otras instancias superiores llegaba al Consejo
de Ministros para el Desarrollo Social. Entre la base y la cúpula se
proponía existiera un permanente proceso de retroalimentación. Es
te diseño, según los planteamientos del gobierno, suponía una direc
ción centralizada, un esquema orgánico de participación (el descrito
antes) y un cuerpo social integrado (157). De alguna manera la es
tructura presentada correspondía a las propuestas que habían sido
hechas en el Congreso Multigremial de Diciembre de 1973 (158).
Para sus propulsores (el General Leigh en el gobierno y algunos
dirigentes gremiales como J. Fontaine) la política de desarrollo social
permitiría echar las bases de un nuevo concepto de gobierno, “im
personal, nacionalista y duradero”, fundaría una institucionalidad
diferente y permitiría una sociedad integral.
113
Sin duda que el tema tenía una gran importancia ideológica y
política pues constituía en cierta forma el modelo de organización
sociopolítica que se pensaba debía acompañar a la economía de mer
cado.
El tema vuelve a ser presentado en la Convención de Industria
les del 13 de Julio de 1974 organizada por la SFF, donde se aprueba
nuevamente incorporarse a las tareas sociales y se comparte el con
cepto de “desarrollo integrado”.
La Corporación de Desarrollo Social de la COPROCO se crea
el 2 de Agosto de 1974; en Octubre el General Leigh se reúne con
todos los gremios para examinar la puesta en marcha de los planes
de esta corporación. En diciembre, el mismo Leigh al inaugurar el
Encuentro Nacional de la Empresa (ENADE 74) afirma que la meta
principal es la armonía entre capital, trabajo y desarrollo.
Estos esfuerzos, sin embargo, no parecen haber logrado un
“despegue” sustantivo de la participación empresarial en la política
social. En efecto, a fines de Diciembre el gobierno convoca a repre
sentantes gremiales y les critica por especular, acumular stock, man
tener expectativas inflacionarias y no incorporarse dinámicamente a
la programación de las tareas sociales (159). Los dirigentes acuerdan,
frente a esto, organizar un seminario permanente entre empresarios,
trabajadores y gobierno para discutir las medidas económicas y sus
efectos.
Algunos líderes gremiales responden, sin embargo, como Juan
Jara de la Federación de Taxistas quien señala: “Desde el 11 de Sep
tiembre no tenemos participación alguna” (160).
Con todo, durante 1973-1974 el tema del desarrollo social
ocupa un plano visible entre los gremios, sobre todo los más grandes
y acompaña de cerca las discusiones sobre política económica. Casi
todos los dirigentes se manifiestan dispuestos a seguir colaborando
pese a la crítica gubernamental. La SNA se pronuncia en ese sentido
afirmando que son dos los pilares del progreso agrario: el desarrollo
tecnológico y el desarrollo social (161). Domingo Durán de la CPA
declara que están dispuestos a sacrificarse por estas tareas en 1975
(162) y León Vilarín de la Confederación de Dueños de Camiones
asegura que su gremio sigue apoyando el contacto gobierno-gremios
para el desarrollo social (163).
114
Como se aprecia, al interior del proceso de “Reconstrucción
Nacional”, que es el marco ideológico y moral puesto por el nuevo
régimen, se juegan en los primeros quince meses de gobierno tres
dinámicas de gran importancia para los gremios: la participación po
lítica del “poder gremial”, la incorporación a una política económica
de orientación libre-mercadista y los intentos por asociarlos a una
estrategia de desarrollo social que se plantea como la contraparte
sociopolítica del modelo económico.
Según las evidencias antes examinadas, es claro que muy tem
pranamente la primera de ellas perdió fuerza, y por tanto no se pro
dujo una consolidación del movimiento gremial surgido en Octubre
de 1972. Una de las razones principales para ello fue la posición con
traria del núcleo dirigente más estratégico de los gremios: aquel li
gado a la COPROCO y la SFF. Este, al parecer, no juzgó favorable
la tendencia del movimiento de proponerse a sí mismo como un
cuasi partido, cuestión que probablemente estimó riesgosa para la
estabilidad de un régimen de gobierno que concebía como necesa
riamente autoritario y al cual se delegaba la iniciativa política (164).
En cuanto a la segunda, aparece también con nitidez que el
diseño concreto de las políticas económicas residió en el gobierno
y que los dirigentes del “núcleo estratégico” actuaron como porta
voces ideológicos de la denominada Economía Social de Mercado
(E.S.M.). Sin duda existía una comunidad de pensamiento al nivel
doctrinal entre estos dirigentes y el equipo económico gubernamen
tal, pero no parece haber existido una relación estrecha de consulta
entre ambos. En cuanto a las dirigencias de los gremios de transpor
tistas, de comerciantes, de pequeños y medianos agricultores, algu
nos de ellos parecen menos decididos frente a la lógica de la E.S.M.,
si bien no logran oponer un esquema alternativo, salvo el diseño de
gestión político administrativo —de corte estatal corporativo —que
se enunció en los pronunciamientos del movimiento gremial poco
después de la intervención militar. Con todo, su posición se mani
festó, en definitiva como acatamiento a las orientaciones que pro
venían del régimen y de sus divulgadores más cercanos, los dirigen
tes de la COPROCO, la SFF y la SNA.
Por último, en el plano de la política de desarrollo social, ésta
es promovida desde un sector del gobierno ligado al general Leigh e
115
impulsada también por el núcleo dirigente COPROCO, SFF, SNA.
En este caso se encuentra una mayor vinculación entre lo planteado
por el conjunto del movimiento gremial (descentralización, partici
pación de los gremios) y lo formulado por el gobierno. Sin embar
go, para los líderes más caracterizados del “poder gremial” (entre
ellos Vilarín), el desarrollo social estaba -según nuestro análisis-
asociado a la creación de un cierto mecanismo de poder para los gru
pos sociales que representaban, cuestión que no parece de acuerdo
a la evidencia examinada haberse logrado efectivamente en las
fórmulas aplicadas (corporaciones de desarrollo social). Estas últi
mas eran más bien instituciones del sector privado para asumir tareas
sociales que dejaba el Estado o para apoyar iniciativas del gobierno.
En consecuencia el desarrollo social se definió más por su sentido de
“obligaciones sociales” que por aquél de gestación de poder para
grupos concretos. Esto probablemente influyó para que las bases de
los gremios, incluidas las de la COPROCO, SFF y SNA respondieran
con un bajo perfil a las exhortaciones de sus dirigentes y del gobier
no.
En síntesis, las tres dinámicas concretas en que se desagrega el
proceso de “ Reconstrucción Nacional” muestran a los gremios en
una posición orgánicamente subordinada a la acción de gobiern«
pero unidos a éste por una suerte de comunidad doctrinal de objeti
vos en lo económico y lo político. Comunidad que recubre sus dife
rencias en el plano de las realizaciones concretas y que sutura ideo
lógicamente las grietas que se producen ante la neutralización del
poder gremial o ante los primeros resaltados de la E.S.M. y la ruptu
ra del proteccionismo comercial. Esta comunidad de intereses es
doctrinal pues se verifica a nivel de principios globales y no necesa
riamente de un modelo económico y político específico, puesto que
los gremios muestran en esta esfera más precisa diferencias entre
ellos y con la política de gobierno. Baste recordar las posiciones del
núcleo estratégico COPROCO, SFF, SNA más estrechamente liga
das al diseño económico y político del régimen- y aquéllas de los
transportistas, comerciantes, agricultores medianos y pequeños e
incluso de algunos colegios profesionales, que se aprecian con mati
ces más vacilantes sobre todo frente a la lógica económica en apli
cación.
116
minado “gradualista” (165) aludiendo a un desarrollo progresivo de
las metas de liberalización de la economía. En los primeros nueve
meses se avanzó en la liberación de precios, en algunos pasos de la
desgravación arancelaria, en la privatización de empresas públicas y
en la restitución de las que se encontraban intervenidas o expropia
das; todo ello en el marco de “regular los desequilibrios de la econo
mía, reactivarla y enfrentar la inflación.. . ”.
Los resultados económicos iniciales no fueron del todo alenta
dores. Según la Oficina de Planificación Nacional (ODEPLAN) los
primeros cinco meses de 1974 habían terminado con una caída de
1.6°/o de la producción industrial en relación con Enero-Mayo 73;
los bienes de consumo habitual mostraban un descenso de las ventas
de 7.7°/o y el rubro artículos manufactureros diversos de l7.3°/o.
La producción automotriz del primer semestre era 12.6°/o inferior a
la de igual período de 1973 y se registraban caídas en la producción
de salitre, yodo, petróleo y gas natural. El cobre y el hierro señala
ban sin embargo aumentos importantes de producción y constituían
logros de la etapa. La inflación acumulada era de 173.9 en los prime
ros siete meses de 1974 (166). En el sector agrícola la liberación de
ciertos precios, la fijación de bandas para otros, la caída de los sala
rios y la campaña de siembra para la reconstrucción produjeron efec
tos favorables. La superficie sembrada total aumento en un 14.4°/o
en 1974 respecto del 73 (Banco Central) pero en.su conjunto el área
agrícola tuvo un comportamiento muy heterogéneo.
Este era el cuadro en el cual se produjeron las vacilaciones de
algunos sectores gremiales y que dieron origen al “desconcierto” des
pués de un optimismo inicial exuberante en que el “despegue” eco
nómico parecía sencillo de alcanzar.
Sin embargo, ya en esos primeros momentos se dejaron oir vo
ces que exigían mayor velocidad. El diario El Mercurio afirmaba el
19 de Mayo de 1974: los “pesos muertos” para la reactivación y la
apertura del comercio exterior son el volumen de la administración
pública, las industrias estatales y el Area de Propiedad Social que si
guen intactos, “si no se apura en ésto se volverá atrás con consecuen
cias desastrosas.. . ”.
El nombramiento de Jorge Cauas como Ministro de Hacienda
en Julio de 1974 mostró un cambio de énfasis en el sentido de acele
ración y de inicio de transformaciones orientadas a crear una nueva
institucionalidad económica. El combate a la inflación se centró no
117
sólo en la liberación de precios sino en la reducción del déficit fis
cal. La política de comercio exterior acentuó la liberación de impor
taciones y la aplicación de las rebajas arancelarias. Se dictaron nor
mas que liberaron drásticamente el funcionamiento del mercado de
capitales; se puso en función un nuevo Estatuto del Inversionista
Extranjero; se establecieron normas para traspasar al sector privado
empresás estatales y bancos comerciales; se introdujeron importan
tes modificaciones tributarias, entre ellas la derogación del impues
to al patrimonio y a las ganancias del capital y se sustituyó el im
puesto a la compraventa por el IVA.
Estos eran los signos primeros de una línea que se haría hege-
mónica durante 1975 y sobre la cual se sustentaría un intento de
reordenamiento global de la economía, el que sobrepasaría la ideo
logía de la “reconstrucción nacional” . Se trataba del modelo neo
liberal de inspiración friedmaniana aplicada principalmente por los
discípulos chilenos de la Escuela de Chicago.
Los dirigentes gremiales y sus bases vivieron —en su mayo
ría— este proceso de gradual acentuación de una perspectiva eco
nómica como la mencionada animados por una idea de liberaliza-
ción económica que compartían en general, pero que identifica
ban también con una profundización de la industrialización, con
una priorización mayor de la agricultura, con la especialización
tecnológica y el acceso a mayores recursos financieros, pero so
bre todo con un desarrollo capitalista cuyo eje de acumulación
estaría centrado en el empresariado nacional.
El proceso 1973-74 con el énfasis mesiánico en la “recons
trucción” y el ritmo gradualista que implicó confrontación entre
ideas cercanas a la línea de los empresarios y gremios y las del
equipo neo-liberal, mantuvo un clima ideológico en que este “capi
talismo nacional” y empresarial parecía ser el núcleo de lo que se
estaba construyendo.
Sin embargo 1975 mostraría ya la fragilidad de esta ilusión.
6. El Proceso de 1975
Este año marca la declinación de la lógica de la “Reconstrucción
Nacional” y la emergencia más explícita de la lógica del modelo
neo-liberal monetarista. Ambas aparecen superpuestas en un esce
nario que diseña principalmente el gobierno. Constituye por esto una
etapa de transición entre dos fases que están comandadas por diná
micas principales distintas: la re constructora (73-74) y la dél modelo
económico mercadista (76 adelante).
118
Los signos de esta transición como se vio antes se observan
ya en 1974.
Al asumir Cauas como Ministro de Hacienda en Julio de ese
año sugiere la necesidad de una política de corte monetarista or
todoxo (167). El diario El Mercurio por su parte vuelve a insistir en
Septiembre, en una larga evaluación de la política económica del pri
mer año de gobierno militar, que es necesario una “política de
shock” inspirada en fórmulas monetaristas y se opone al gradualis-
mo (168).
En Marzo de 1975 A. Haberger y Milton Friedman dos teóri
cos principales del monetarismo vienen a Chile y dan un ciclo de
conferencias sobre la E.S.M., en la que insisten que el despegue eco
nómico es lento debido al déficit fiscal y que se requiere una “polí
tica de shock”.
Paralelamente el gobierno profundiza su exigencia a los empre
sarios para que controlen sus expectativas inflacionarias, problema
que las autoridades económicas'señalan como la cuestión crucial a
resolver en 1975. La presión parece haber sido bastante fuerte tanto
es así que la propia SFF a través de su presidente declara el 5 de Ene
ro: “Estamos de acuerdo en la necesidad de autodisciplina para fijar
los costos, pero también hay que tener una base real para hacer pro
yecciones. . .” (169).
En ese mismo mes el gobierno llama a hacer sacrificios para en
frentar la caída del precio del cobre y la crisis económica internacio
nal, (170) factor este último que comienza a ser introducido como
argumento para fundamentar una política más drástica de austeridad
fiscal.
El clima general está ahora cruzado de múltiples tensiones, de
rivadas tanto de las exigencias de la política que se venía prefiguran
do (el “shock”), de la difícil situación económica, así como de la
brecha que abría cada vez más la escasa participación de los gremios
en el manejo de la política económica (171).
119
Una muestra de estas tensiones son las expresiones del ex pre
sidente de la SFF Orlando Sáenz en la revista Ercilla (172) refirién
dose a la aplicación que hacía el equipo económico de la E.S.M.:
“(se trata) de la conformación de un esquema que fomenta la con
centración económica y la especulación financiera en lugar de la in
versión productiva (el cual) ha tenido su parte capital en el punto
muerto de crecimiento a que nos acercamos (. . .). Para recortar el
presupuesto hay que considerar el costo social que involucra ( ...) la
clase trabajadora y la clase media están perdiendo, porque el esque
ma premia demasiado al que tiene plata (. . .) se requieren esquemas
más controlados que los que se están usando. . .”.
El mismo Sáenz, escribiendo un artículo en la revista Visión
(Enero de 1975) señala respecto de la participación de los gremios en
la conducción del país: “las fuerzas cívicas organizadas que existían
hace quince meses, al margen de los partidos políticos, hoy se en
cuentran notablemente disminuidas. La mística que las cohesionó
durante el trienio marxista se ha ido debilitando y han aflorado
notorias diferencias de intereses entre ellas (. ..)”.
¿Qué reflejaba esta visión del que había sido uno de los líderes
principales de los gremios en 1972-73?.
En primer lugar sugería que no existía una perspectiva com
pletamente unánime para juzgar lo que estaba sucediendo una vez
que el leit-motiv de la reconstrucción comenzaba a diluirse para dar
lugar a un diseño económico conducido por la ideología neoliberal.
En segundo lugar que la participación de los gremios como fuerza so
cial efectiva y como interlocutor del gobierno era apenas existente.
Además de Sáenz, otros testimonios complementan esta obser
vación. Domingo Durán, presidente de la Confederación de Produc
tores Agrícolas entrevistado para esta investigación nos señaló:
“Frente al esquema económico (. . .) la lucha empezó a tomar un
tinte más agudo (. . .) desafortunadamente no fuimos muchos los
dirigentes gremiales que vimos con claridad que se nos venía encima
la hecatombe. . .” (173).
El gremio de los Comerciantes Detallistas, por su parte, se ma
nifestaba frente a la aplicación del IVA en una declaración de Rafael
Cumsille afirmando “no estamos en condiciones de aportar este sa
crificio”, El Presidente de la Junta Militar calificó de exageradas sus
120
peticiones al respecto y no aceptó recibirlos en una audiencia (174).
El propio general Gustavo Leigh, miembro entonces de la Jun
ta de Gobierno, en un discurso pronunciado en el Rotary Club ante
empresarios de la COPROCO y la SFF afirmó: “Partimos muy bien
con una reacción después del 11 de Septiembre, emocionante, 18
meses después esta reacción se está enfriando.. . ” (175). Se refería
a la baja participación de los gremios y empresarios en el impulso
de la política social.
La Confederación de Dueños de Camiones, en una declara
ción a página completa del diario “La Concordia” de Arica (3/1/75)
y encabezada por la frase INGRATITUD INCALIFICABLE, se que
jó del gobierno a raíz de la libertad de tarifas decretada para el trans
porte por camión. Argumentaba que ahora se les discriminaba en
circunstancias que ellos fueron parte fundamental de la lucha que
dio lugar al nuevo gobierno.
En un consultivo nacional de este gremio celebrado en ese mis
mo mes el presidente de ios camioneros declaró a la prensa (14/1/75)
“el gremio tiene hoy un problema tan grave como en Octubre de
1972 (.. .) desde hace unos siete meses somos objeto de una política
orientada a llevarnos a enfrentamientos con la Junta Militar (. ..)” El
Ministro de Economía Léniz le respondió afirmando: “se les advirtió
que debían prepararse para ingresar a la Economía Social de Merca
do” .
Estas manifestaciones confirman que se estaba viviendo una si
tuación de compleja inserción de los gremios y sus representados en
el nuevo escenario. De una parte las dificultades económicas —como
hemos dicho- no parecían resolverse; de otra, se estaba acelerando
un estilo desconocido de política económica y por último se seguía
insistiendo por un sector del gobierno en que una política social de
bía acompañar el modelo mercadista que emergía. Todos estos facto
res operaban más como contrafuerzas que como dinámicas conver
gentes en ese momento.
La respuesta de la SFF al discurso crítico de Leigh grafica bien
lo anterior. Su presidente afirmó a la prensa en esa ocasión: “Se está
intentando un cambio de actitud, hay una crisis económica profun
da, ios empresarios hacen bastante con mantener vivas sus empresas” .
En la misma línea se manifestó la ASIMET que señaló también por
medio de su presidente: ‘la cooperación silenciosa es soportar un es
quema que no corresponde íntegramente a una economía social de
mercado y no hacer olitas por ello. . .”.
121
Con todo, las manifestaciones de crítica o duda en algunos ca
sos y de desconcierto en otros, ciertamente no influyeron en el go
bierno. En Abril el Ministro Cauas es nominado superministro para el
área económica (176) y se anunció al país el Plan de,Recupéración
Económica conocido corrientemente como “política de Shock” para
combatir la persistente inflación y la crisis económica. Ella consistió
en una drástica reducción de la Administración Pública (Decreto 966);
en una fuerte limitación del gasto público (15 a 20°/o en empresas
públicas); en un aumento de los impuestos y en una eliminación de
las exenciones al IVA, aumentándose además los controles tributa
rios. Por contrabalances, se fijaron normas para reajustes automáti
cos de salarios y se ampüó el programa de empleo mínimo para deso
cupados. Se había producido con esto un paso decisivo para imponer
la línea netamente monetarista que venía impulsándose desde el Mi
nisterio de Hacienda. La Reconstrucción Nacional cedía así el paso
a una nueva lógica a través de esta opción de respuesta a la situación
económica; la lógica del modelo neo-liberal.
La fírme decisión con que esta política sería desarrollada que
dó reflejada en la declaración del ministro Cauas el 25 de Abril; ‘los
empresarios deberán colaborar con la política de gobierno ( ...) de
ninguna manera se escucharán los tardíos lamentos de los que discre
pan de la política” (177).
La reacción de los principales dirigentes gremiales, ante la deci
sión del régimen de implementar a fondo el esquema anti inflaciona
rio monetarista, fue asumirlo pese a las dificultades y reticencias con
que, según parece, sus representados y muchos empresarios en gene
ral se ubicaban en el nuevo esquema. De hecho parece ser que tal op
ción tuvo un carácter de convicción política más que puramente eco
nómica. Es posible sugerir que para ellos y especialmente para el nú
cleo dirigente (SFF, COPROCO) lo principal enjuego era la consoli
dación del régimen, la que no podía afectarse por una confrontación
entre sectores empresariales y gremiales con el gobierno. Así, su polí
tica, muy probablemente, fue subordinar las discrepancias a este ob
jetivo.
Ün importante dirigente nos testimonió al respecto: “muy po
cos dirigentes estuvimos en la línea de combate, la gran masa de los
representantes de gremios y particularmente (...) los que se agrupan
122
en los más influyentes (.. .) se transformaron en verdaderos embaja
dores, en verdaderos abogados del gobierno dentro de los gremios
( ...) ” (178).
La declaración de este dirigente y la propia del Ministro Cauas
antes citada, sugiere que existía la necesidad de “convencer” a las
bases empresariales sobre el sentido estratégico de apoyar la orienta
ción que se estaba tomando. En esta circunstancia el rol de los prin
cipales dirigentes parece haber sido precisamente ese.
Sin duda estaba cambiando el espíritu que reinaba en la etapa
plena de la “reconstrucción”, donde la unanimidad de la base gre
mial y empresarial no requería —como en este nuevo momento—de
una acción pedagógica de los dirigentes para afirmar las convicciones
sobre la línea seguida por el gobierno.
No es posible saber con exactitud la extensión que puede ha
ber alcanzado en la base gremial y empresarial la duda o la reticencia
frente a la política económica que se implantaba. Sin embargo, se en
cuentran indicios que sugieren, como el testimonio del dirigente re
cién mencionado, la existencia de dificultades. Entre ellos la declara
ción de un ex presidente de la SNA entrevistado en el curso de este
estudio: “en ese momento había un vacío político, no existiendo los
partidos correspondía a los gremios plantearse frente a la situación,
pero ellos no pudieron o no quisieron o no se dieron cuenta... ”
(179). También apunta en esa dirección la referencia que hace O.
Sáenz, entrevistado por nosotros, cuando señala “en los gremios pe
só —en ese momento— en forma muy grande el problema de la pre
sión gubernamental refieriéndose a la dificultad de las dirigencias pa
ra expresar, en esa circunstancia, frente a una autoridad de gobierno
que les exigía solidaridad, las críticas o dudas de sus bases”.
De cualquier forma, lo que parece ser claro es que la tarea de
incorporar al empresariado y en general a las bases representadas
por los gremios, a la nueva dinámica económica no fue un proceso
automático y de consenso inmediato. Por esta razón, seguramente
el Ministro Cauas insitió en su discurso del 25 de Abril: “los empre
sarios deberán colaborar con las políticas de gobierno a menos que
deseen verse enfrentados a situaciones financieras insostenibles que
podrían ocasionar la quiebra de sus empresas.. . ” (180).
En adelante, el año 1975 estará marcado por esta lógica de
convencer que el sacrificio impuesto por el “shock” es imprescindi
ble para superar la situación económica y que también es el preám-
123
bulo necesario para el despegue definitivo. Se repite así, pero esta
vez con mayor intensidad que en 1974, el argumento del “desafío”.
De este modo, admitiendo el “shock” como la única respuesta posi
ble al manejo de una situación económica que era difícil y sobrepo
niendo a las discrepancias el principio de estabilidad del régimen,los
principales gremios inician la ruta, desde la lucha por la reconstruc
ción, hacia el modelo económico neo-liberal.
Destaca en la labor de convencimiento la dirigencia de la SFF
a través de su presidente Raúl Sahli. Este pronuncia en el mes de
Abril un discurso en la sociedad en que afirma: “Antes (durante la
Unidad Popular) nuestro rol era de crítica rectificadora ( ...) hoy,
cuando el gobierno ha escogido como fórmula salvadora los princi
pios de la Economía Social de Mercado, a la cual adherimos sin reser
vas, convencidos ( ...) que es la única que nos redimirá de nuestro
subdesarrolló endémico, nuestra posición como entidad gremial es
totalmente diversa, ya que estamos ligados y comprometidos solida
riamente a su éxito que será el despegue de Chile (. ..) Nuestra mi
sión ( ...) es el cumplimiento del deber patrio ineludible de reem
prender la marcha del sector industrial ( ...) el esquema debe ser
aplicado en su totalidad y urgentemente para anticipar sus resulta
dos ( ...) .
La Cámara Central de Comercio entrega, por su parte, una de
claración el 12 de Abril en que “aplaude sin reservas la iniciativa gu-
gernamental de frenar drásticamente los gastos fiscales, causa princi
pal de la emisión”. La CONUPIA, en esa misma fecha reitera “su
apoyo incondicional a las medidas aunque impliquen mayor sacrifi
cio”.
Con todo, la aceptación del “shock” parece haber tenido en
los gremios un sentido de sacrificio transitorio en vistas de un despe
gue económico que de todos modos tendría que ocurrir pronto. La
idea dominante que se difunde es la de un “ajuste” que requiere el
diseño de Economía Social de Mercado para superar una transición
desde el “estatismo” al mercado, la que además, se ha visto afectada
por una crisis económica internacional. Es claro también que la diná
mica de manejo del ajuste y de los pasos que marcarán la recuperación
está en manos casi exclusivamente gubernamentales. Ya no hay ma
yores evidencias de grandes planes de los gremios empresariales; aho
ra se ha cedido la conducción —paradojalmente—a un timonel que
se ubica en el Estado.
Puede insistirse entonces, que el tránsito hacia el llamado “mo-
del económico” monetarista o “de Chicago” (181) es realizado por
(181) Esta denominación se ha usado comunmente para designar al esquema
económico que se impone sin contrapeso desde 1975 - 76.
124
los gremios a través de una “opción de crisis”, la que pone en sordina
las dificultades de sus bases con aquél y que, vista (esa opción) como
una coyuntura de corta duración, los envuelve en una apuesta ideoló
gica —propuesta desde el gobierno— que marcará su futuro por un
largo tiempo.
Las distintas dimensiones antes surgidas se ilustran bien en las
declaraciones de diversos dirigentes. Domingo Arteaga, quien reem
plazo a Raúl Sahli en la presidencia de la SFF hacia el principio del
primer semestre de 1975 señaló: “Yo tengo fe ciega en que nos va
a ir bien ( ...) los planes económicos del gobierno son la única posi
bilidad de salvar al país (...).
“Algunos están afectados por la política de menor gasto públi
co y falta de mercado, pero ahí está la iniciativa del empresario que
le permita enfrentar este período de ajuste ( ...) ” (182). “Esta po
lítica, con la cual estamos de acuerdo, tiene una serie de aristas su
mamente duras que preocupan a los empresarios (...). El plan res
trictivo ( ...) es una medicina sumamente amarga, necesaria por un
corto tiempo. Si fuera más allá de Diciembre no quedarían recursos
para hacerle frente ( ...) ” (183).
En el sector agrario, el presidente de la SNA (Máquez de la
Plata) afirmó, por su parte, en la inauguración de la FISA 75: “El
paso de un sistema estatista a uno de libre iniciativa ha significado
una verdadera prueba para el sector agrícola. Algunos sectores como
la viticultura y ganadería han sufrido una grave crisis económica que
deberá ser superada (...). Todo ésto se ha sobrellevado con la con
ciencia que se está consolidando en nuestro país un nuevo sistema
de vida ( ...) . Encaminada (en 1975) la etapa de normalización de la
agricultura ( ...) deben darse los pasos para el despegue definitivo del
sector ( ...) ” (184).
En esa misma línea que enfatiza la aceptación de un “sacrificio”
por un período que debe ser de corta duración y en base al cual se
producirá un desarrollo futuro se encuentran también pronuncia
mientos de los comerciantes (185).
Las organizaciones que constituyen lo que hemos venido lla
mando el “núcleo estratégico”, en especial la COPROCO, la SFF,
acompañan esta visión del “sacrifico” con un permanente esfuerzo
de dar seguridades que la opción de apoyo brindada al gobierno ha
(182) El Mercurio 12/6/75 y 13/6/75.
(183) Declaraciones a la revista Ercilla 2084 Julio 1975.
(184) Discurso reproducido en la revista El Campesino. SNA. Noviembre
1975.
185) Discurso de R. Cumsille de la Confederación del Comercio Detallista en
la clausura de la Asamblea Nacional (30/6/75) y Conclusiones del Am
pliado Nacional de la Cámara Central de Comercio (7/5/75).
125
sido correcta. Esto es lo que antes hemos descrito como política de
convencimiento de sus bases. En Octubre la Corporación de la Produc
ción y el Comercio en un informe denominado “Análisis de 1975 y
Perspectivas para 1976” afirmó: “El país habrá realizado una gran
proeza: detención de la inflación y superación de la crisis derivada
de la deuda externa (. ..) los sectores productivos se habrán ajusta
do a los cambios de política ( ...) . La capacidad de crecimiento eco
nómico para 1976 será alta ( ...) y fundamentará perspectivas de fu
turo sobre las bases más sólidas y estables de la historia económica
de Chile” (186).
La SFF, a su vez, en un informe de Noviembre de 1975 señala
ba: “La economía ha superado los momentos más duros (. ..) habrá
una paulatina mejoría en 1976 (. . .) las reformas institucionales per
mitirán el normal desarrollo de una economía descentralizada y mo
derna (. . .)” (187).
No obstante este clima de aceptación a la línea adoptada por
el gobierno frente a la crisis y a la “apuesta” que ella implicaba, hay
también indicaciones que sugieren la persistencia de percepciones di
vergentes. En esa línea, la Cámara de Comercio de Valparaíso decla
raba por medio de su directivo Gonzalo Bofil: “Nos resulta a los
hombres de trabajo ciertamente fuerte ver que frente a las contingen
cias y riesgos que llevan consigo todas las iniciativas comerciales, in
dustriales y agrícolas (. ..) los llamados capitales ociosos tengan ase
gurados, con el aval del Estado un interés y una reajustabilidad que
desearíamos para nuestros capitales productivos ( .. .) ” (188).
Otras manifestaciones de duda se encuentran todavía entre los
comerciantes detallistas (acuerdos del Encuentro Extraordinario del
gremio, Noviembre de 1975 en Viña del Mar y entrevista en Ercilla
2108, Diciembre de ese año, a Rafael Cumsille). También se habían
producido entre los productores de leche (El Mercurio 27/9/75), los
exportadores de vinos (Ercilla N° 2081, Junio de 1975) y la Confe
deración de Productores Agrícolas (de su presidente Domingo Du
rán, Conferencia de Prensa publicada el 1° de Agosto de 1975).
La Confederación de la Producción y el Comercio intenta re
forzar el consenso de los gremios proponiendo la formación de “Co
mités de Unidad Gremial” a nivel de las provincias. Para esos efectos,
Manuel Valdés, presidente de la COPROCO, inició un» giraría Julio
126
a las regiones del país (189). En ese mismo contexto se produce un
fugaz reaparecimiento del Movimiento Gremial el que bajo el nom
bre de Frente Gremial de Unidad Nacional, impulsa un Comité orga
nizador para constituir” una fuerza cívico —militar capaz de consoli
dar nuestra victoria y dar a Chile un régimen de gobierno estable y
duradero” (190). Posteriormente no hay indicios que éste subsistiera.
El gobierno por su parte, fue muy directo en su reacción fren
te a los empresarios que manifestaban incertidumbre. El 23 de No
viembre el Ministro de Agricultura, en página completa de prensa y
bajo el título “ ¿Se justifican las quejas de los agricultores?” respon
dió con firmeza a aquéllos que expresaban quejas y trató de mostrar
que el sector agrícola era el menos afectado por las dificultades eco
nómicas. Frente a otros sectores económicos y bajo diversos meca
nismos actuó de la misma manera. Paralelamente, al igual que la CO-
PROCO y la SFF, de manera permanente insistió en los resultados,
exitosos que la política adoptada estaría produciendo (exposicio
nes del Ministro Cauas 24/7/75, 17/8/75, 25/10/75).
127
para hacerse cargo de la renegociación de la deuda externa. Con ello,
el liderazgo de la estrategia económica quedó claramente a cargo de
este nuevo equipo.
Probablemente la declaración que nos hizo Domingo Durán,
presidente de la Confederación de Productores Agrícolas, entrevis
tado para esta investigación, revela bien lo antes dicho: “los jóvenes
de Chicago ocuparon con una planificación extraordinaria todos los
puntos sensibles del aparato de gobierno (. ..) entonces asumieron
un doble rol, porque la verdad es que bajo una fórmula económica,
en el fondo, nos plantearon una fórmula política (. . .). Bajo la con
ducción de don Sergio de Castro impusieron la ley en el orden eco
nómico y en el orden político (. ..)” (191).
¿Qué había ocurrido realmente para que el aparentemente po
deroso movimiento gremial, aquél del paro de Octubre de 1972, a
poco más de dos años de la intervención militar, no apareciera como
el conductor principal de la economía y la política?. Más aún, ¿qué
segmentos importantes de este gremialismo se vieron requeridos a
insertarse en una política económica que les generaba incertidum-
bre y en cuya formulación no participaban efectivamente?.
En primer lugar es claro que la dirigencia gremial asumió el ré
gimen militar con la convicción que éste aseguraba la irreversibili-
dad del proceso que se inició en Septiembre de 1973. Esto es, que
la “amenaza” del socialismo representado por la Unidad Popular no
tendría oportunidad de recuperar el gobierno. De este modo le otor
gó plena legitimidad política y lo definió como “su gobierno”.
Pero no solamente estaba presente esta razón defensiva o de
protección en la base de este otorgamiento de legitimidad. También
es evidente que para las bases sociales de los gremios, cuya definición
principal —como se vio nítidamente en la fase 70 - 73— era la de
“propietarios” , el régimen garantizaba que el principio ordenador de
la nueva situación sociopolítica sería precisamente aquéljie uso libre
del recurso de propiedad privada y de generación de ganancias sobre
esta base.
En consecuencia, la garantía política y la garantía social de
que su reproducción como clases propietarias estaba asegurada, cons
tituyen sin duda uno de los fundamentos principales para explicarse
el comportamiento casi irrestrictamente favorable y dependiente en
relación con el gobierno militar. Puede decirse, entonces, que las
dirigencias gremiales y sus bases actuaron con una conciencia de
clase muy definida y que antepusieron en general este principio de
identidad global incluso a los intereses corporativos parciales.
128
Sin embargo, no basta —en nuestro análisis- quedarse en
esta hipótesis gruesa para lograr una respuesta adecuada a la interro
gante que nos formulamos. En efecto, si bien el re'gimen militar era
garante político y social, no necesariamente esto implicaba que los
gremios y sus representados cedieran la conducción del proceso en la
alta proporción que a 27 meses de la intervención era ya verificable.
Intentaremos examinar con más detalle este problema.
En lo que se refiere al régimen político, es decir la forma en
que se organiza y funciona el Estado y las relaciones que se estable
cen entre éste y la ciudadanía, los gremios no parecen haber tenido,
desde antes de 1973, concepciones muy elaboradas. Incluso para no
pocos miembros de su dirigencia y sobretodo para gran parte de sus
bases sociales el tema mismo del régimen político no aparece como
una cuestión prioritaria a definir en tanto que gremios. Este es un te
ma que - en documentos y otras fuentes— normalmente se observa
remitido a los políticos y a los partidos. Los planteamientos del de
nominado “poder gremial” , surgido en 1972 y que intentó, sin éxito,
permanecer después de 1973, son tal vez los más próximos a una de
finición de régimen político. En efecto, bajo ur¡ perfil de administra
ción descentralizada de la economía, de hecho está sugerido un mo
delo político corporativista. Pero este planteo, aún con la fuerza que
era sostenido por gremialistas de las provincias y de gran parte de los
medianos y pequeños empresarios, no cabe duda que no representa
ba un consenso.
Tan es así que se diluye muy pronto y no logra incorporar al
empresariado de la COPROCO, la SFF y la SNA. Es más, entre va
rios de sus propios sostenedores había importante presencia de rei
vindicaciones puramente regionalistas o sectoriales de raíces muy
antiguas que no alcanzaban el status de una propuesta de régimen
político.
En síntesis, lo que sostenemos es que la cesión a otros de la
responsabilidad de formular un esquema institucional de gestión po
lítica del país, siempre que éste garantice sobretodo el principio de
propiedad —a su juicio, base de casi todas las libertades—ciertamen
te tiene que ver con una opción de los gremios que privilegia —en los
hechos— el rol económico sobre el rol político y que es anterior a
1973.
Testimonia sobre esto la declaración de Domingo Durán en la
entrevista citada en otras ocasiones: ‘la organización gremial es fun
damentalmente la agrupación de individuos que se juntan para defen
der los intereses que son propios de la actividad que profesan (. . .) no
tienen el vuelo, la altura ni la universalidad que tienen los políticos, ni
las organizaciones políticas, ni el pensamiento político (. . .). Natu
ralmente que la conducción de la cosa política está en los políticos
129
(. . .) yo no veo a los gremios interviniendo en el gran acontecer na
cional (. . .) lo digo en cuanto a un factor de carácter doctrinario per
manente (. ..) no creo que el análisis puntual de un acontecimiento
(72 - 73) donde los gremios tuvieron úna intervención pueda trans
formarse en el punto de partida para un análisis de los gremios con
omnipresencia en la vida del país desde el punto de vista político
(. . .)• Nosotros cumplimos (en el 72 - 73) nuestra función extragre-
mial porque las circunstancias nos obligaron a tener que hacerlo (. . .)”
Asumiendo que la respuesta del dirigente incluye alguna cuota
de racionalización que intenta despolitizar a los gremios, nos parece,
sin embaigu. que refleja -según nuestra propia investigación una
base real respecto de la relación entre política y gremialismo que es
anterior a 1973.
Este último se define más en términos de un mundo social y
económico que de un mundo político - estatal. De allí que la ce
sión de la gestión política y de la definición misma de un régimen
político a condición de que se garantice la propiedad y su usu
fructo— no es, en nuestra hipótesis, algo extraño a la lógica gremial
tradicional, pese a lo fulgurante de Octubre 72 y del Poder Gremial.
Si antes esta cesión recayó en los políticos -a quienes criticaban-
con mayor razón podía recaer en los militares - a quienes admiraban.
Orlando Sáenz, también entrevistado para esta investigación,
agrega al respecto: “el empresariado (que es la base social de los gre
mios) está compuesto por una serie de individuos cuyo único lugar de
encuentro es la creencia, compartida por todos, que la iniciativa pri
vada y la propiedad privada de los medios de producción conducen a
un resultado particular y global mejor que ninguna otra solución (. . .)
pero aparte de esto (.. .) los gremios son sólo elementos de presión
(. . .) su expresión a un nivel de coherencia política superior, no es
la SFF ni la COPROCO, son los partidos de la derecha política (. ..).
La SFF salvo períodos como los de Allende no va a ser nunca otra
cosa que una fuerza de presión”.
En lo que se refiere al modelo económico ocurre —a nuestro
juicio—algo más complejo. La tradición de la base social de los gre
mios (empresariado) y de sus propias dirigencias era más bien estatis-
ta en la práctica. De hecho su desarrollo se dio desde los años veinte
y sobretodo de los cuarenta, al amparo dpi proteccionismo estatal en
el marco de la industrialización sustitutiva. Ello no impidió, sin em
bargo, que a un nivel doctrinal, muy grueso, proclamaran en ocasio
nes su adhesión a la libre iniciativa, a la competencia de mercado y
se definieran a sí mismos como opuestos al burocratismo estatal. En
el período de la Unidad Popular estos principios doctrinales —según
nuestras observaciones— se exacerban, adquieren un nivel de sobre-
ideologización y pasan a ser usados como definiciones principales
130
de su identidad; el “sector privado” como un ente que estaba ahoga
do históricamente por el estatismo cuya expresión más perversa era
el gobierno de izquierda.
Se crea así un “corpus” ideológico favorable a las tesis que,
con posterioridad a Septiembre de 1973, postulaban que será necesa
rio desmontar el aparato burocratizado y politizado de la gestión
económica que venía desde 1940 y antes. Hay, entonces, a un nivel
general, una socialización de las bases gremiales que engancha bien
con esos planteamientos y los predispone favorablemente a respal
darlos.
Pero esta socialización no es igual a un modelo específico de
organización y funcionamiento de la economía. Dicho de otra forma,
las dirigencias y las bases sociales de los gremios (los empresarios)
poseían un bagaje puramente ideológico —estimulado sobretodo des
de 1971— pero no disponían de un proyecto económico propio
bien concebido y explicitado. De hecho —como se vio a lo largo del
capítulo—pasaban de los principios generales a una idea expansionis-
ta en que cada sector apostaba a un “gran salto hacia adelante” : in
dustrializar, sembrar hasta los caminos, abrirse al mercado mundial,
modernizarse, etc. El mesianismo de la “Reconstrucción Nacional”
otorgaba el marco adecuado para que todo ello adquiriera un signifi
cado no sólo económico sino que patriótico.
Los diseños de un proyecto económico que se había anuncia
do por dirigentes como Orlando Sáenz y otros en 1972 y 1973 en los
cuales ya se mencionaba la economía social de mercado —aunque
con connotaciones diferentes de la aplicada en definitiva—, como
ellos mismos lo reconocen, no fueron sino una actividad de las cúpu
las. Al respecto el propio Sáenz nos afirmó: “Yo diría que había un
embrión de proyecto en ciertas personalidades, pero que no tenía
mayor arraigo en el sector de donde éstas provenían (. ..)” (192).
En consecuencia, los dirigentes gremiales y sus bases estaban
en lo económico desprovistos de una concepción instrumental propia
para enfrentar efectivamente el proceso y a la vez, bien dispuestos
hacia una oferta gubernamental al respecto por su conexión ideoló
gica con el régimen militar.
Este vacío de proyecto económico es el que —a nuestro juicio-
llena una tecnocracia como el “equipo de Chicago”, que —muy pro
bablemente- aparecía en ese momento capaz de ofrecer un plan co
herente, sustentado en los mismos principios ideológicos y doctrina
les de los que se sentían portadores los gremios y sus dirigentes. Así,
ella asume la autoridad derivada de poseer un “Know - How” del que
(192) Entrevista a O. Sáenz en el curso de la investigación, ya citada anterior
mente.
131
los empresarios y sus gremios carecían, tratándose de enfrentar el
manejo global de la economía. Pero, este elemento —de acuerdo a
nuestras observaciones—no es suficiente como explicación, si no se
agrega a él que la cesión definitiva de la conducción económica se
produce como una opción política frente a la crisis económica del 74 -
75. Es decir, que las discrepancias gremiales —que las había- con el
perfil que iba tomando la acción económica son subsumidas ante el
riesgo de una desestabilización política producida por una confronta
ción en tomo a las decisiones económicas.
En conclusión, uniendo la cesión de la iniciativa política y la
ausencia de un programa económico propio, notas que caracterizan a
los gremios en esta etapa inicial del régimen militar, es posible sugerir
que,, en definitiva, éstos ingresaron al proceso post 73 armados de un
gran “corpus ideológico” pero carentes de un proyecto específico de
sociedad económica y política. No quiere decir esto que no poseye
ran una serie de imágenes y metas, puesto que sí las tenían, pero
ellas no estaban organizadas en un cuerpo coherente capaz de plas
marse en un quehacer programático.
Orlando Sáenz coincide con nosotros al afirmar: “el año 1973
el sector empresarial no tenía un proyecto nacional ( ...) si lo hubie
ra tenido no se habría dejado colonizar de dos patadas por los Chica
go Boys. Habría salido a defender su proyecto nacional (. . .) en
otras palabras, habría sido un sector que reemplazara a los partidos
políticos sacados de la circulación ( ...) A la larga, por ello, tuvo más
fuerza el proyecto nacional (entre comillas) del sector Chicago que
el que pudo haber tenido el empresariado.. . ” (193).
Manuel Valdés, entonces presidente de la COPROCO, afirma
en el mismo sentido: “No hubo un proyecto nacional de los gremios,
ese era un problema que tenía que abordar el que llegase al poder.
Lo importante era salvarse del naufragio. Una vez llegados a tierra se
vería que se hacía (. . .) solamente después que las Fuerzas Armadas
llegaron al poder (. . .) recogieron lo que la Escuela de Economía de
la Universidad Católica había elaborado al respecto. Esto originó
problemas para algunos dirigentes que ( ...) pensaban que les corres
pondía un rol importante (. ..) pero nuestro papel había terminado.
Ahora había que colaborar para hacer un plan coherente (. . .) en
tendiendo que no había expertos entre nosotros ( ...) a las autorida
des le correspondía decir a quién llamaban;(.. .)” (194).
Angel Fantuzzi, a su vez, nos señaló: “los empresarios no te
nemos por qué tener un proyecto si nuestra idea es libertad de em-
132
presa, libertad individual y una serie de cosas que no necesitan pro
yecto. Los partidos políticos hacen proyectos (. . .) En el 73 noso
tros no teníamos proyecto (.. .) pero sí aceptamos lo que el gobier
no planteó: la libre empresa y una serie de valores que considerába
mos fundamentales (.. .) si bien es cierto que fuimos organizados du
rante un determinado tiempo, éste era otro esquema, era un esquema
de orden y disciplina que teníamos que respetarlo (. ..) por lo tanto
terminábamos nuestra función.. .” (195).
Así entonces, el “poder gremial” y el hombre de trabajo, aque
llos que formaban “un movimiento muy poderoso y auténticamente
chileno”, según declaraba Jorge Fontaine el 4 de Septiembre de
1973 (196), ingresaron por la ruta de la economía monetarista, al
circuito del gran capital financiero mundial.
En el plano-político, un modo autoritario de organización de
la sociedad confirmaba su decisión de sobreponer el orden por sobre
cualquier otra consideración.
(195) Angel Fantuzzi, entrevistado por nosotros. Julio 1983. En ese momen
to preside nte de A SI M1 1.
(196) Ver parte final Capítulo I de este trabajo.
133
CAPITULO III:
LOS GREMIOS
Y LA IMPLANTACION
DEL MODELO ECONOMICO:
UNA APUESTA IDEOLOGICA
Este capítulo aborda los tres años que van desde los inicios de 1976
hasta la culminación de 1978. Constituye la etapa previa al denomi
nado “boom” económico del régimen, el cual se inicia aproximada
mente en 1979.
Durante este período el equipo económico de orientación neo
liberal monetarista, ya consolidado en el gobierno, va a intensificar
su estrategia de liberalización y privatización de la economía; abrirá
definitivamente las fronteras económicas del país a la competencia
externa y estimulará a fondo la actividad de un capitalismo financie
ro nacional y extranjero en el país (197).
Este proceso de retiro de la acción estatal en diversas áreas so
cio económicas, de la mercantilización consecuente de la economía
y el gasto social y del predominio en los hechos de una lógica finan
ciera por sobre una lógica de producción, va a ser vivida por las diri
gencias gremiales y su base social de manera contradictoria. En efec
to, después de 1975 los gremios se encuadraron disciplinadamente
en los marcos de la opción que les había sido exigida por el gobierno
a partir de abril de ese año. En consecuencia, las resistencias o dudas
que existían entre ellos respecto de una línea “gradualista” o de
“schock” habían sido descartadas o silenciadas en favor de esta últi
ma, así como también aquellas vacilaciones en relación al dominio
irrestricto de los principios libremercadistas en la constitución de un
modelo económico. Por tanto, la aceptación ideológica y doctrinal
del paradigma impuesto por el “equipo de Chicago” comandará el
comportamiento gremial. Sin embargo, al interior de ese consenso,
las tensiones serán bastante fuertes, como resultado tanto de la drás
tica “adecuación” que el modelo exigirá a un empresariado formado
en una tradición de protección estatal, así como de la desarticula
ción que tal modelo va a producir en la antigua estructura productiva
del país, cuyos frutos implicarán un transitorio despegue para ciertos
(197) II análisis de las políticas económicas implementadas en esta etapa lia
sido realizado por T. Moulian y P. Vergara op. cit.
137
sectores (básicamente exportadores, comerciales y financieros) y una
recurrente crisis para otros (manufactura, sector tradicional de la
agricultura).
Así entonces, las dirigencias gremiales se debatirán entre la
“apuesta” ideológica al triunfo del modelo, avalada por algunos éxi
tos segmentados y heterogéneos en algunas áreas y la evidencia del
cuasi desmoronamiento de lo que había constituido la base material
del llamado desarrollo sustitutivo posterior a los años cuarenta.
La contradicción que esto va a significar para los gremios no
es sólo la de participar en el desmontaje de lo que había sido su pro
pia historia económica sino, sobre todo, el exigirse a sí mismos juz
gar lo que estaba sucediendo con una nueva lógica: aquélla que los
impelía a valorar positivamente este desplome como un requisito del
paso “de lo tradicional a lo moderno” a nombre de un nuevo princi
pio organizador de la economía: el libre mercadismo.
138
tiago había saltado de 9.7 a 16.2 por ciento de 1974 a 1975. La in
flación (IPC) - el gran éxito de la política de “shock”—había sido
rebajada de 504.7 por ciento a fines de 1974 a 374.7 por ciento al
finalizar 1975 y la balanza comercial el otro logro estabilizador-
arrojaba saldo positivo.
En ese cuadro, el núcleo más influyente de la dirigencia gre
mial, representado por la SFF, plantea la necesidad de distinguir la
política de “shock” del esquema económico global, pues el primero
es —según se plantea - solución a una crisis coyuntural en tanto que
el otro constituye un diseño de largo plazo que garantizará el anhela
do despegue económico. Este esfuerzo por separar una y otra situa
ción estaba, según parece, orientado a fortalecer la fe de los empre
sarios en la “apuesta” al modelo, seguramente afectada por los resul
tados económicos de 1975. Un artículo de Orlando Sáenz (ex presi
dente de la SFF) en la revista Qué Pasa N° 247 de Enero de 1976 su
giere que esta vacilación existía efectivamente cuando afirma: “el
empresariado había llegado a creer que ésta era su política económi
ca. Recién ahora comienza a despertar a la amarga realidad. Ve que
sistemáticamente se deprime su mercado, al tiempo que se le somete
a la usura legal más desatada que conoce la historia económica con
temporánea. . .”.
La respuesta de los dirigentes de la Sociedad de Fomento Fa
bril a esta situación se refleja bien en la Cuenta de Domingo Arteaga
a la 92 Junta General del 31 de Marzo de 1976. En ella, el presidente
en ejercicio de la SFF señaló: “La política antiinflacionaria merece
ser debidamente comprendida por los industriales y no debe jamás
confundirse con la política económica. Aquélla es un remedio nece
sario para un mal específico; ésta es una norma de estrategia de desa
rrollo (. . .) Los gremios empresariales (. . .) reiteradamente procla
mamos nuestra fe en lo transitorio de la situación. . .”. Refiriéndose
asimismo a las alternativas inspiradas en los esquemas más tradiciona
les aplicados históricamente en la economía chilena para enfrentar
las crisis afirmó: “(. . .) la experiencia chilena demuestra hasta la sa
ciedad que ellas constituyen una mala política (. . .) su falta de cohe
rencia sólo nos conduciría de vuelta al caos del que con tanto sacrifi
cio nos estamos lentamente zafando (. ..)” .
Conjuntamente con este planteamiento que apelaba a la sepa-
140
del caos a la prosperidad no es desafío para hombres pequeños ni se
puede enfrentar sin mucho coraje. El país ha demostrado a través
de estos treinta meses que está a la altura de la tarea y nuestras em
presas han soportado con estoicismo y con mucha fe el duro momen
to que estamos sufriendo (. . .). Lo peor de la batalla ya ha pasado;
ahora es preciso redoblar los esfuerzos para asegurar la victoria”.
( 200).
Esta larga cita nos permite captar la casi total asimilación del
discurso oficial de la SFF al del equipo económico en funciones.
En efecto, en él se recoge la crítica al estilo histórico de desarrollo
del país desde los cuarenta y al Estado “socializante”; se comparte
la idea de Chile como un país empobrecido y atrasado por esa polí
tica y se, afirma, con ellos, el carácter fundador de una verdadera
prosperidad sobre principios enteramente nuevos, propiamente em
presariales, que distingue al modelo económico implantado. Es evi
dente, por tanto, que en el plano ideológico los conductores de la
economía habían logrado contar con la convicción de dirigentes em
presariales del nivel más influyente en la esfera de los gremios.
La apelación a separar “shock” y estrategia de desarrollo en
ese momento, puramente una apuesta en circunstancias tan difíci
les como las que se vivían, en especial en el campo industrial, impli
caba sin duda un nivel de compromiso ideológico muy fuerte, casi
una fe como el mismo Arteaga lo señalaba en su discurso. Esta
había sido también la tónica de la SFF bajo la presidencia de Raúl
Sahli en 1974-75, aunque en ese momento los rigores del “shock” no
se vivían como ahora, por lo que la posición de Arteaga se mostraba,
tal vez, más ideológica aún que la de su predecesor. i
Pero este compromiso ideológico es a nuestro juicio— no
solamente con una lógica económica sino también política. En efec
to, el discurso de Arteaga no hace prácticamente referencia a las con
diciones autoritarias extremas del régimen militar en esa circunstan
cia, lo que parece ser considerado un dato natural después de 1973.
De alguna manera la idea de “victoria” a consolidar, con que rubrica
su planteamiento, puede intepretarse —en nuestro criterio—no sólo
en su dimensión económica sino también en términos de un sentido
profundo de “conciencia de clase propietaria” frente a la “amenaza”
socialista derrotada en Septiembre de 1973.
En los otros sectores gremiales, particularmente la SNA y la
Cámara Central de Comercio, y en general los afiliados a la COPRO-
CO, la pauta de comportamiento es semejante a la de Arteaga, si bien
no todos explicitan formulaciones tan elaboradas como la de éste.
(200) El texto de esta cuenta fue también publicado en El Mercurio del 6/4/76.
141
Con más o menos preocupación acerca de la crisis económica lo que
resalta es, en las evidencias encontradas, en definitiva, su adhesión
política al régimen militar. Ese es el marco al interior del cual se
acepta el peso de la política restrictiva y dentro del que se plantean
las discrepancias.
Angel Fantuzzi (ex presidente de ASIMET), entrevistado para
esta investigación nos señaló en relación con lo anterior: “Pudo ha
ber matices económicos en los que no hayamos estado de acuerdo y
a lo mejor no tuvimos la fuerza para hacer un planteamiento (. . .)
pero lo importante es no perder de vista una cosa (. . .) nos dieron
una tranquilidad terrible ( . . . ) y eso trae consigo un apoyo (.. .) la
política de shock la aceptamos en esos años —que nos costó un apre
tón y una pérdida de capital de trabajo enorme a los empresarios—
porque creimos que era necesaria..
En el caso de los pequeños y medianos comerciantes (detallis
tas), de los transportistas, de los pequeños industriales y de los agri
cultores de la CPA, al comenzar esta etapa, no se encuentran mani
festaciones globales de crítica o de adhesión, salvo en el orden polí
tico, éstas siempre favorables al régimen. Predomina en ellas durante
1976 el planteamiento coyuntural, esto es, las reivindicaciones es
pecíficas frente a la situación de crisis y la idea que es necesario
“adaptarse o perecer” a las nuevas circunstancias.
Probablemente sea el sector de los Colegios Profesionales el
que comienza a expresarse más tempranamente contra los resulta
dos de la política adoptada. En efecto, la restricción de la actividad
estatal los golpea con fuerza, particularmente en cuanto a la disminu
ción de empleos en el sector público y a la paralización de las obras
públicas. Se constata en la primera parte de 1976 una actividad im
portante de estos gremios de profesionales con planteamientos crí
ticos frente a la acción económica del gobierno (201).
142
por parte de algunos dirigentes, hacía resurgir las vacilaciones empre
sariales. Pero esta vez las fronteras del debate están claramente deli
mitadas en el perímetro del modelo económico.
El contexto económico de las discusiones se representa bien en
el Informe de la SFF para el primer semestre de 1976. La produc
ción de bienes de consumo durable había caído en 23°/o con respec
to a los primeros seis meses de 1975 y la de material de transporte en
23°/o; la producción textil era 13.3°/o inferior a igual semestre del
año anterior, la de cuero y calzado 14.7°/o menor y la de sustancias
químicas 1 l°/o. Los bienes intermedios para la construcción mostra
ban un 8.9°/o de caída y la construcción misma había descendido
35°/o. Solamente el rubro alimentos y bebidas, los artículos eléctri
cos, la fabricación de vidrios, y algunas actividades de exportación
indicaban signos positivos comparados con Enero a Junio de 1975.
La inflación era en junio de 10°/o mensual.
En ese cuadro, tres son los temas principales que levantan pú
blicamente las dirigencias gremiales de la industria: la excesiva car
ga financiera (impositiva y crediticia), la velocidad de aplicación del
modelo económico y las consecuencias de ésto sobre la estructura
económica, industrial y su supervivencia.
El propio Domingo Arteaga señalaba a la prensa el 16 de Ju
nio: “las empresas han llegado a un punto donde no hay fuerzas pa
ra seguir (. . .). Si se cobra el IVA quincenalmente (se proponía por
el gobierno a partir del I o de Julio) esta carga financiera hará impo
sible que las empresas puedan trabajar y si lo hacen será con niveles
muy bajos de producción (. . .)” .
Por su parte, Hernán Daroch, vice presidente de la SFF seña
laba en la revista Ercilla 2135 (Junio-Julio 1976): “La Sociedad
piensa que la política es dura y ha exigido ingentes sacrificios a toda
la población (. . .). También que hay empresas que no podrán ade
cuarse al esquema presente y (. . .) empresas que deben afrontar un
mercado deprimido con intensa competencia, sometidas a una des-
gravación arancelaria muy rápida (el 2 de Marzo se había producido
la sexta rebaja arancelaria) y que no ha sido hasta la fecha comple
mentada con un sistema que evite la competencia desleal (. . .). El
sistema económico planteado por las autoridades se basa fundamen
talmente en el esfuerzo del sector privado para producir el desarro
llo. Sin embargo, creemos que la carga se está convirtiendo en ago
biante frente a algunas situaciones como el IVA (. . .). Hay un he
cho que no admite discusión y es que las empresas no tienen en este
momento, con el sistema actualmente vigente, capital de trabajo pa
ra financiar el impuesto al fisco (. ..). La autoridad económica debe
comprender que todo sacrificio tiene un límite (..'.)”.
Orlando Sáenz, a propósito de este debate afirmaba en su co-
143
lumna de la misma revista Ercilla: “Se está produciendo el resultado
previsible de quiebre generalizado. Ningún sistema económico puede
resistir la restricción de mercado (. . .) con el elevadísimo costo
financiero y, además, con la absurda política de importaciones
(. ..)”.
El gobierno no dio en ese momento respuesta oficial a la críti
ca empresarial sobre el IVA quincenal si bien, personeros del equipo
económico, declararon a Ercilla al respecto: “lo que ocurre es el pre
cio inevitable para sanear la economía y propender a una adecuada
asignación de recursos. . .”. Posteriormente se cedería no aplicando
el cobro quincenal del IVA y manteniéndolo mensúalmente.
Las preocupaciones empresariales, sin embargo, no se limitaron
al cobro del IVA. El mismo Hernán Daroeh reconocía en una entre
vista pública (202) tres detonantes de inquietud: las rebajas arancela
rias, las tasas de interés y, por cierto, los plazos para pagar el IVA.
Respecto de estos puntos declaró que había que llegar a acuer
dos con el gobierno sobre el sistema arancelario y que el problema
tributario era “simplemente agobiante, pues impide, en la práctica,
cualquier tipo de capitalización de empresas ( ...) ”. Pero agregó tam
bién en esa oportunidad: “Las inquietudes de los empresarios están
nubladas. Como sector global estamos bastante deprimidos y como
sector industrial no llegamos a lo que eramos en 1969. Hemos perdi
do seis años de aumento vegetativo y las producciones están a esos
niveles; por lo tanto no se puede hablar siquiera de recuperación.
Hay una tendencia ( ...) pero muy lenta (...). No hay confianza res
pecto al comportamiento de cualquier actividad empresarial (. . .)”.
Manuel Valdés, presidente de la COPROCO, entrevistado en la
misma ocasión por “Qué Pasa” señaló a su vez: “Los industriales han
pedido que la política de desgravación siga un determinado ritmo, un
timing que permita a los más eficientes irse adecuando (. ..). No bas
ta con decir que se ha tenido éxito porque se ha equilibrado el pre
supuesto, pues si éste se equilibra a un costo tan alto para la iniciati
va privada, puede poner en peligro su capacidad de ampliarse”.
La ASIMET intervino en el debate, ampliándolo, a través de
dos documentos, uno del seis de Mayo (203) y otro de Julio de 1976
(204) y por medio de entrevistas públicas. En una de estas últimas
(205) Jorge Cheyre, presidente de la Asociación destacó que ellos
apoyaban la política seguida pero agregó: “la velocidad de moderni-
144
zación que se le está exigiendo a los industriales es excesiva y si no
hay reglas del juego estables a un plazo de cuatro a cinco años, para
recuperar el sector, se producirá una incertidumbre que imposibili
tará la toma de decisiones fundamentales (. .
Con relación al área metalmecánica manifestó en esa misma
publicación: “a los empresarios industriales chilenos nos correspon
de la responsabilidad histórica de luchar con energía y con talento
para demostrar (. . .) que en el nuevo esquema económico que se
proyecta, este sector productivo no desaparezca o no sólo sobreviva
sino que aún se expanda y perfeccione (. .
Esta preocupación por la sobrevivencia de la industria y de la
metalurgia en particular, era el tema del documento enviado en
Julio al gobierno. En él ASIMET manifestaba: “de hecho existe un
importante activo industrial (. . .) y no importa ahora la eficiencia
con que éste se haya formado (. ..) lo que realmente nos debe preo
cupar en este instante es el mayor y mejor uso que de este activo po
damos hacer ahora, con el menor costo, en beneficio de un mayor
empleo nacional y para conseguir una reactivación más adecuada de
nuestra economía (. ..)”.
Refiriéndose a esta posición de ASIMET, Helios Piquer, miem
bro de su directorio, afirmó en una entrevista: “Si por un error se
destruye una industria o un sector industrial, éste no será recreado
y no sería raro que en pocos años más tengamos que abastecernos
de los mismos bienes que hoy exportamos, de los países que hoy
son nuestros clientes (. . .). Sólo el día que tengamos un elevado
nivel de empleo, nadie podrá cuestionar la sabiduría de cerrar sec
tores ineficientes (. . .) pero mientras tanto no podemos mirar con
tranquilidad la cesantía de chilenos (. . .). No estamos de acuerdo
en que se fomenten las importaciones indiscriminadamente, con una
publicidad insolente para el que no puede consumir lo que se le ofre
ce (. . .) creemos que las divisas debieran utilizarse en la activación
interna ya que somos un país pobre ( .. .) y en este punto discrepa
mos del equipo económico (. ..). La ortodoxia de un sistema econó
mico determinado tiene que hacer concesiones al pragmatismo nece
sario para adecuarse a las condiciones particulares de un país” (206).
Como puede observarse, el examen de la situación que hacen
en ese momento los dirigentes gremiales —empresariales oscila desde
cuestiones puntuales hasta problemas de gran amplitud. Sin embar
go, es nuestra hipótesis que desde el problema del IVA, pasando por
el ritmo de aplicación del modelo, hasta el tema de la conservación
del activo industrial, lo que aparece como la problemática de fondo
es la diversa lógica con que operan los empresarios y el equipo eco-
(206) Entrevista a H. Piquer en Ercilla N ° 2145 Septiembre 1976.
145
nómico. En efecto, en tanto que los primeros están de hecho ape
lando a un cierto criterio de desarrollo productivo con base sobre
todo en el espacio nacional, los otros razonan en términos de una
lógica a la vez monetarista y transnacional. Es decir, de privilegio de
los instrumentos financieros y de la incorporación a los circuitos
económicos mundiales con base en las ventajas comparativas. Estas
dos lógicas, sin embargo, están —siguiente con nuestra hipótesis—
recubiertas por una comunidad ideológica global que hace que unos
y otros se reconozcan favorables al modelo genérico de ‘libre-em
presa”. A nuestro juicio, esto oscurece en la dirigencia empresarial
la comprensión de la coherencia interna de las decisiones económi
cas gubernamentales en esta fase, las que —como se ha visto—a me
nudo no incorporan los cuestionamientos que provienen de los gre
mios y empresarios. Normalmente, estos últimos tienden a suponer
—o quieren pensar— que se trata de trabas burocráticas que entor
pecen la aplicación correcta del modelo que comparten y no de una
confrontación de lógicas distintas. Es por ello, nos parece que aún
cuando se manifiesten observaciones críticas como las consignadas
en las citas anteriores, un dirigente como H. Daroch de la SFF pue
da sostener a la vez: “somos partidarios acérrimos del esquema ac
tual y de la consistencia de sus medidas, pero discrepamos pública
mente en que por problemas puntuales o burocráticos este esquema
se distorsione (. . .)” (207). Lo mismo puede decirse de un plantea
miento como el de A. Márquez de la Plata (Presidente de la SNA)
quien afirmó en una entrevista (208): “Ciertas medidas podrían
complementar el proceso sin cambiar su esencia (. . .) pero los fun
cionarios no comprenden o no toman conciencia de lo que se les
plantea (. ..)”.
Por cierto, este ideologismo que hace ver como parte de un
mismo modelo decisiones que corresponden a lógicas distintas, no
es sólo un ideologismo económico. Tiene —como lo hemos dicho
antes- sin duda ese componente que previamente denominamos
“conciencia de clases propietarias” por el cual, en definitiva, ellas
se sienten identificadas y protegidas, sino por la lógica operante d A
modelo, sí por la lógica profunda de éste: la propiedad privada co
mo principio organizador de la economía y la sociedad. Este tal vez
sea uno de los significados de la afirmación de Manuel Valdés (Pre
sidente de la COPROCO) cuando declara a la misma publicación en
que ha manifestado críticas a la política económica: “Todo el em-
presariado está dentro del espíritu de Septiembre..( 2 0 9 ) .
146
En el sector agrario existen también en esta etapa debates
semejantes a los examinados para los gremios industriales. Pese a
ser casi el único sector que mostraba globalmente un cierto ritmo de
recuperación en,el cuadro depresivo general los dirigentes gremiales
estaban inquietos. El modelo liberal, al que adherían, requería —se
gún lo manifestaban de ajustes que lo hicieran adecuado a la reali
dad agraria. Alfonso Márquez de la Plata, Presidente de la SNA afir
maba al respecto en Julio de 1976:. “Estamos absolutamente de
acuerdo cón esta política económica y consideramos que no hay
otra. Pero estimamos que deben adoptarse las medidas que la hagan
practicable (. . .)” (210). Domingo Durán, máximo dirigente de la
CPA, por su parte, también emitía críticas y exigía cambios respecto
del ritmo del proceso, la política de precios y la de fomento (211).
Estos reclamos de la dirigencia agraria, aún cuando se hacían
en el “espíritu” del modelo, no parecen haber tenido acogida en las
autoridades de gobierno sobre todo en el primer semestre de 1976.
El mismo Márquez de la Plata señalaba al respecto: “En las reunio
nes con el subsecretario de economía se ha planteado simplificar
ciertas medidas o cambiar otras, pero en rnás de un año no ha salido
nada (.. .)” (212).
El resultado de este silencio oficial frente a los planteamientos
gremiales es una polémica semi-pública que se desata hacia Julio,
entre éstos y el Ministro de Agricultura (General de Carabineros Va-
llejos) sobre la conducción del sector. Para los dirigentes el equipo
de asesores del Secretario de Estado tenía, al parecer, un perfil exce
sivamente tecnocrático y no los consideraban cercanos al sector agrí
cola. El subsecretario de la cartera, Rodríguez, participó de esta con
frontación con el Ministro, manifestando una posición favorable a
una mayor regulación estatal de la actividad agropecuaria y. critican
do el liberalismo excesivo de la política implementada.
Como consecuencia de tal conflicto en el seno del Ministerio
y con los gremios, tanto Valiejos como Rodríguez renunciaron. Asu
mió en su reemplazo como ministro el General (Carabineros) M.
Mac-Kay y como subsecretario Sergio Romero, antes secretario de la
SNA (213). Poco después es nombrado Germán Riesco, otra persona
vinculada también a la SNA, como director de la Oficina de Planifi
cación Agrícola (ODEPA).
Este nuevo equipo se definía, por cierto, como participante de
la línea seguida por el gobierno pero más próximo a la actividad agrí-
147
cola. Ello constituyó, a nuestro juicio, un cierto triunfo para los gre
mios agrícolas, puesto que, aunque de manera parcial, habían logra
do que personeros ligados sus actividades accedieran a responsabili
dades superiores en el gobierno, cosa que no sucedía con respecto a
la mayoría de los gremios. Es claro que tanto Romero como Riesco
eran partidarios decididos del esquema aplicado, pero al menos re
presentaban alguna conexión con el sector, lo que normalmente no
ocurría en las diversas áreas económicas.
En este cuadro de apoyo pero también de ciertas tensiones en
tre agricultores y gobierno, se plantea el que tal vez haya sido uno
de los temas principales de debate agrario en el período: la cuestión
del carácter estratégico o no de ciertas actividades agrícolas. La SNA,
en ese momento y también la CPA, propusieron al gobierno la tesis
que ciertos productos ligados a la sobrevivencia alimentaria del país
debían ser declarados estratégicos y por tanto no sometidos a la li
bre concurrencia del mercado internacional. Esto se argumentaba
sosteniendo que la dependencia que se generaba al no tener autoabas-
tecimiento alimentario ponían en peligro la seguridad nacional y
restaba autonomía al país.
Con ocasión de inaugurar la FISA 76, el Presidente de la SNA
(A. Márquez de la Plata) afirmó: “Los productos básicos deben ser
producidos internamente aún a precios mayores que el mercado
internacional, ellos tienen carácter estratégico y deben establecerse
estímulos para éstos (...). No se debe caer en tentaciones que pue
den traer la quiebra a la producción nacional (...) . No podemos
depender de un mercado sobre el que no tenemos influencia (. ..).
Frente a la agresión externa es necesario un adecuado autoabaste-
cimiento de ciertos productos fundamentales agrícolas que son es
tratégicos ( ...) ” (214).
Este tema, que es lanzado a fines de 1976, como se verá más
adelante, va a generar nuevas confrontaciones entre gobierno y gre
mios agrícolas e incluso entre éstos y los dirigentes más influyentes
de los gremios industriales.
En síntesis, al iniciarse la fase de profundización del modelo
neo-liberal monetarista (1976) no hay duda que las dirigencias gre
miales habían optado por seguir las líneas fundamentales de tal mo
delo, pero, a la vez, es efectivo también que -en ese m arco- surgie
ron varios temas controvertidos entre gobierno y empresarios. Estos,
como se ha visto, iban desde problemas de ajuste puntual, pasando
por cuestionamientos a la velocidad de apücación del esquema, has-
148
ta los debates sobre la sobrevivencia industrial del país o el carácter
estratégico de la producción alimentaria.
Todos estos debates, sin embargo, aparecen segmentadamente
y no se observa una intención de agrupamiento gremial para estable
cer interlocución colectiva con el gobierno.
Es claro que el “poder gremial” estaba también en receso.
El gobierno, por su parte, avanzaba en su línea económica y
política con paso decidido, probablemente seguro que sus bases
sociales, entre las cuales se contaban los gremios, en definitiva le eran
decididamente leales.
En Junio de 1976 se revalúa el peso frente al dólar y se fija el
tipo de cambio a futuro en base a la inflación del mes precedente.
Esta medida tiene como objetivo reducir el precio de los productos
nacionales abaratando los componentes importados. A la vez inten
ta regular en general los precios internos al favorecer las importan-
dones. Se progresaba así en la política de apertura que ya estaba pro
fundizándose vía rebajas arancelarias. En el plano financiero se da un
impulso a la inversión extranjera disminuyendo trabas a la contrata
ción de créditos externos. Estas medidas manifestaban también la
persistencia del criterio anti-inflacionario como prioridad para la po
lítica económica, aún cuando sus resultados 'fueran costosos para la
industria nacional.
En Septiembre, el Jefe de la Junta de Gobierno anuda que los
hidrocarburos podrían ser de propiedad privada (215) a la vez que
se da a conocer un optimista plan indicativo para el sexenio 1976-
1981 titulado: “Eficiencia económica para el Desarrollo Social”, su-
gerente denominación que parece apelar directamente al principio
según el cual él primero de los términos subordina la posibilidad del
segundo. Esta era, según parece, la lógica que el equipo económico
estaba ya imprimiendo a la conducción del gasto social en esta etapa.
De acuerdo al plan (216) la economía crecería en el sexenio
a un 6.6 promedio anual y se incrementaría la inversión geográfica
bruta, que en 1975 había caído un 35°/o, logrando un promedio
acumulativo anual de 11.7°/o entre 1976 y 1981. La desocupación
descendería en 1980 a un 8°/o.
Obviamente los conductores de la política económica tenían
gran confianza en el rumbo adoptado.
El 30 de Octubre Chile se retiró del Acuerdo de Cartagena
150
mía que permite mirar con optimismo el futuro (. . .) pero estamos
aún lejos de la recuperación ( ...) hay que tener fe, paciencia y
mantener el sacrificio ( ...) nadie debe esperar un beneficio econó
mico ( ...) hasta por lo menos tres años (. ..)” (221).
También Domingo Durán (CPA) se pronunció en esa ocasión
destacando: “el error de la política económica es echar en un mismo
saco a la agricultura y la industria ( ...) los agricultores estamos de
acuerdo con el esquema general de una economía social de merca
do ( ...) pero la agricultura no puede estar sometida a esquemas rí
gidos o fórmulas reguladas por leyes matemáticas (.. .) ella se regula
por las leyes de la naturaleza” (222).
Desde el mismo sector agrícola, el Presidente de la SNA seña
laba en el discurso de la FISA 76: “podemos definir estos tres años
del gobierno militar como la primera etapa de la recuperación agrí
cola, en la que se ha vuelto a la normalidad pero aún no se puede ha
blar de un despegue ( ...) (223).
151
dones de sobrevivencia y desarrollo a las distintas actividades eco
nómicas.
Hacia el fin de 1976 se había píoducido una leve reactivación
de la economía, que ya mostraba el carácter heterogéneo del creci
miento que permitía la opción dominante en el gobierno económico
del país. El PGB (224) señalaba un aumento del 3.5°/o después de la
fuerte caída de 1975 (12.9°/o), lo que hacía que en términos del
mismo indicador se estuviera aún un 5°/ó por debajo de 1969. Secto
rialmente, la industria había Crecido (PGBI) en 6°/o con relación
a 1975 (ese año la crisis llevó este indicador a —25.5°/o) ubicándose
todavía 15°/o más atrás que en el 69. Pero este crecimientó global
del sector escondía la crisis de la manufactura sustitutiva, en parti
cular los textiles, la metalmecánica y la electrónica, entre las princi
pales. Lo que comenzaba a crecer eran ciertos rubros con posibilida
des exportadoras como algunas conservas, la harina de pescado, al
gún tipo de producción maderera, etc.
La minería mostraba un crecimiento del PGB de 12.2°/o en
relación a 1975; pero había crisis en la pequeña minería. El transpor
te señalaba un aumento del 4.7 y el comercio del 2.5°/o. La cons
trucción seguía fuertemente deprimida (—16.5°/o) y el sector
agropecuario, antes el único con cifras globales favorables cayó en
2.9°/o respecto de 1975 (PGB). En este caso la crisis estaba por el
lado de los cultivos tradicionales como el trigo y otros y en general,
por las actividades sometidas a competencia extranjera. La inflación
había sido, sin embargo reducida a 211.9°/o a fines de 1976, desde
374.70/o en 1975.
En síntesis, esta leve reactivación señalaba, por una parte, que
recién se comenzaba lentamente a salir de la debacle de 1975 y por
otra, que no todos los sectores saldrían de ella. Claramente, se trata
ba —en los hechos—de una reactivación selectiva.
Sin embargo, algunos dirigentes de los gremios más influyentes»
al parecer, asumían esta selectividad con mayor aquiescencia que
antes. Domingo Arteaga, Presidente de la Sociedad de Fomento
Fabril declaraba a El Mercurio a fines de 1976: ‘la gente seguramen
te no siente en forma individual el mejoramiento, aunque crezcamos
como país” (225).
Esta idea “que se crece como conjunto” aún cuando se pro
duzcan crisis en muchos sectores, marcará —desde el inicio de la
reactivación— la argumentación de buena parte de la dirigencia
gremial que decidió jugarse por el modelo económico. El mismo
152
Arteaga reafirmará tal planteamiento en su discruso del 23 de Marzo
de 1977, al rendir cuenta ante la 93 Junta General de la SFF. En esa
ocasión señaló: “los sacrificios que en un momento nos parecieron
insuperables tienen sentido ante las nuevas realidades que comenza
mos a vislumbrar (...). En el curso del año 1976 se hizo presente
con mayor fuerza que en años anteriores el sentido lógico y el
equilibrio intrínseco que envuelven los instrumentos básicos con que
cuenta la política económica para el logro de sus objetivos”.
El gobierno, por su parte, mirando la situación desde su óptica,
argumentaba a través del Ministro de Economía Barahona, refirién
dose a los alegatos de los sectores “no dinámicos” : “El hecho que
haya tantas voces críticas ( ...) sugiere que el costo de la necesaria
recesión fue bien distribuido ( . . . ) . En 1977 se volverá al nivel de
1970 pero con bases sólidas (.. .) para el inicio de un tipo de desa
rrollo desconocido en los últimos años (.. .)” (226).
153
de ser pese a su relativa importancia productiva un conglomerado
muy segmentado de pequeños y medianos productores, en general
no vinculado a los grandes grupos económicos y financieros. Aquéllo
ocurrió, aún cuando el gobierno había previsto créditos a intereses
algo más reducidos para el sector agrícola (16°/o real anual), los que
sin embargo resultaban todavía elevados para ellos.
Este cuadro heterogéneo es el que había provocado en 1976 el
debate sobre el carácter estratégico de algunas producciones, el que
había sido sostenido por la SNA y la CPA. Los gremios agrícolas lo
graron algún avance ai cambiarse el Ministro de Agricultura, el subse
cretario y algunos directivos del sector agrario gubernamental en Ju
lio de 1976. Pero, igualmente, la situación de fondo se mantuvo. Un
nuevo paso pareció haberse dado en Abril de 1977, cuando asumió
como titular de la cartera Alfonso Márquez de la Plata, entonces
Presidente de la SNA (227). Con todo, como se verá más adelante
este hecho no se tradujo en resultados sustancialmente diferentes
para el sector.
En 1977 y 78 el tema de los productos estratégicos vuelve a
tomar envergadura como planteo gremial, pese a que en el primero
de estos años se había logrado obtener la fijación de “bandas de pre
cios” para el trigo, el raps y la remolacha. Estos consistían en precios
que iban desde un “piso” mínimo hasta un tope máximo, según pro
medios internacionales. Dichas bandas durarían tres años v se irían
flexibilizando hasta permitir el régimen de precios übres al cual los
agricultores deberían adecuarse progresivamente, también se había
obtenido un arancel extra para la leche.
Sin embargo, los productores estimaban que eran muy pocos
tres productos sometidos al sistema de bandas y que los topes de pre
cios no eran siempre convenientes. En consecuencia, insistieron en su
criterio acerca de los rubros estratégicos.
Este tema fue abordado también -en términos más generales-
poi algunos dirigentes de la industria como Domingo Arteaga, Presi
dente de la SFF y Ernesto Ayala alto ejecutivo de “La Papelera”,
quienes -refiriéndose al sector industrial - apoyaron las tesis del go
bierno contraria a considerar ninguna actividad como estratégica por
principio. El primero de ellos declaró a la revista Ercilla: “No creo en
el concepto de industrias estratégicas. Este concepto es falso y nada
tiene que ver con la seguridad nacional (. . .)” (228). Ayala, por su
parte afirmó: “No creo en absoluto en las denominadas industrias
154
estratégicas (. . .)• Es un término ambiguo que se presta para diversas
interpretaciones (. ..) ” (229).
Con ocasión del “Seminario de Política Agraria”, organizado
por el Banco de Talca en Julio de 1977, los agricultores que defen
dían el criterio de productos estratégicos se confrontaron pública
mente con el gobierno. En ese evento el Ministro de Economía Ba-
rahona les señaló: “el concepto de producto estratégico carece de
sentido”, a lo que el Presidente de la SNA (Bascuñart) respondió:
“Aunque el Ministro diga que se acabaron los productos estratégicos
considero que los agrícolas son indispensables para la seguridad del
país ( ...) ” (230). Otros participantes declararon: “si no hay cam
bios en la política agraria no habrá solución para el callejón sin sali
da en que se encuentra la mayoría de los agricultores y, sobre todo
los pequeños propietarios (...). Ayer se nos decía que era partriota
sembrar y ahora se nos habla de ventajas comparativas ( ...) por eso
muchos pensamos que es mejor no hacer nada porque todo lo que
hagamos va a salir para atrás (...). El desfase agrícola ¿no traerá
consecuencias morales, económicas y sociales que afectarán en de
finitiva al equipo de gobierno ( ...) ” (231).
Comentando esta confrontación la revista de la Cooperativa
Agrícola y Lechera CALTYL de Talca, en su edición de Agosto
puntualizó: “el país no puede darse el lujo de insistir en un modelo
económico agrícola que obviamente no está bien aplicado ( ...) ”.
El gobierno reaccionó con dureza a través de sus persone-
ros del sector, los que afirmaron que la agricultura ya tenía un
trato excepcional: las bandas de precios, el crédito al 16°/o y los
aranceles de la leche. Germán Riesco, Director de ODEPA afirmó:
“Esas son las reglas del juego que se les dieron en Marzo antes de ini
ciarse este año agrícola. Que no les guste es problema de ellos pero el
asunto está claro (...) . Es cierto que la adecuación deja heridos,
pero deben ( ...) entender que mientras más rápido se comprenda
que no habrá privilegios y que hay que producir lo que tenga venta
jas, más se beneficiarán ellos mismos y el país ( ...) ” (232).
Tal vez lo que reflejó más dramáticamente la diferencia ló
gica para definir la situación, entre estos agricultores y el gobierno
fue la ya histórica frase del entonces asesor del Ministro de Econo
mía Martín Costabal, quién, en esa misma época, les aconsejó públi-
155
camente que “se guarden su trigo” o “que se coman sus vacas” (233).
En el piano de la aplicación de políticas se continuó inflexible
mente con la línea oficial, puesto que en Julio se decidió rebajar el
arancel especial de la leche —uno de los rubros considerados estraté
gicos por los agricultores- desde 300 a 130 dólares por tonelada con
aplicación a partir de Octubre. Esto produjo la protesta de la SNA,
CPA e incluso de la COPROCO y la SFF.
La Federación Nacional de Cooperativas Lecheras emitió una
declaración en la que puntualizaba: “A nuestro juicio se ha subesti
mad el enorme daño que se puede producir a la producción nacional
(.. .). Se está amenazando el patrimonio nacional que significa la ga
nadería de la leche (. . .)” (234).
La situación era sin duda grave, puesto que la leche constituía
uno de los rubros principales de actividad entre las provincias de
Bío-Bío y lianquihue (zona sur del país) y el 60°/o de la mano de
obra del área trabajaba en industrias lecheras. La importancia atribui
da a la medida se grafica también en la renuncia del representante del
sector privado en el Comité Asesor para la fijación de aranceles
(CAPA) a raíz de que la decisión no fue discutida en esa instancia
(235).
La medida se mantuvo pese a todo y el gobierno, para paliar
sus efectos, decidió comprar la producción nacional declarando a tra
vés de un personero que “invitará, cuando estime conveniente, a re
presentantes de los productores nacionales para establecer precios de
compra ( ...) ” (236).
Como se observa, el debate sobre los productos estratégicos en
1977 si bien tuvo confrontaciones serias como el de la leche —a lo
que habría que agregar el conflicto de los remolacheros, quienes dis
creparon de la banda de precios y redujeron en 6(P/o la siembra con
respecto a 1976 y el de los trigueros, que también discutieron el
margen de precios al iniciarse al año, e incluso amenazaron con no
sembrar—en los hechos, no tuvo resultados favorables para los agri
cultores.
Esta batalla representaba, a nuestro juicio, más allá de los in-
158
tean ahora desligados de su relación con el shock del 75. Se trata de
un debate en el proceso de operación del modelo.
Respecto de lo primero, la creación de un mercado de capitales
había permitido la existencia de dos estructuras, una formal (los
bancos) sometida a reglas de encaje y medidas de control y otra in
formal, que operaba sin existencia legal y que ofrecía mejores tasas
de interés en las captaciones de recursos. Todo ello creó una suerte
de fiebre financiera que atraía el ahorro hacía la especulación en des
medro de la inversión productiva. Una fuerte crisis del sistema infor
mal (quiebras, estafas) a fines de 1976 y comienzo de 1977, obligó al
gobierno a reglamentar este mercado con rigurosidad. Sin embargo,
esta lógica financiera ya estaba creada y continuó operando;las altas
tasas de interés desalentaban los proyectos, pero a la vez seguían in
centivando la canalización del ahorro hacia el corto plazo en busca
de ganancias aparentemente fáciles.
Pero, no sólo estaba el factor especulativo en sí mismo, sino
también el hecho que, a través de estos mecanismos, los recursos de
la industria se estaban —en los hechos—canalizando hacia el sector
financiero comercial. Este ya mostraba un alto grado de concentra
ción monopolística y se convertía en el verdadero gigante del mode
lo: hablamos de los grupos económicos financieros. Fste proceso se
agudizará aún más con la apertura al capital financiero internacional,
plasmada en la reforma a la ley de cambios internacionales, de Octu
bre de 1977 que fue eliminando gradualmente las trabas para la con
tratación de créditos externos. Así, los grupos económicos —según
mostraron varios estudios (238) —pudieron conseguir crédito bara
to que colocaron a mayor interés en Chile. Dicho crédito extranjero
no era alcanzable por el pequeño y mediano empresario y entre los
grandes sólo por aquellos ligados al sistema bancario y financiero. En
consecuencia, la segmentación que producía la apertura arancelaria
y la estrategia selectiva del gobierno, se veía agravada por la diferen
te posibilidad de obtener crédito menos oneroso por los industriales.
Por otra parte, el nuevo Estatuto de la Inversión Extranjera, que es
tablecía condiciones excepcionales de retorno, tributarias y otras y
que fue dictado a principios de 1977, no tuvo resultados sino en la
gran minería del cobre, por lo que tampoco por ese lado se detuvo la
creciente descapitalización del sector industrial.
Los dirigentes gremiales de la industria, según las evidencias
examinadas, al parecer no se pronunciaron oficialmente sobre los
grupos económico - financieros en sí mismos, salvo excepciones. Su
159
planteamiento se dirigió más bien hacia las consecuencias de esta
“financiarización” de la economía, que la convertía en una econo
mía de negocios más que de producción, sin criticar a los grupos. In
cluso dirigentes como Domingo Arteaga de la SFF afirmaron; “el
progreso de Chile se basa en la formación de grupos con grandes ca
pitales ( ...) ” (239).
Las tensiones ocurrían, por tanto, en el ámbito de las dificulta
des para acceder al crédito, su alto costo y el desprivilegio que ello
implicaba para quienes emprendían proyectos industriales. No hay,
por consiguiente, un planteo muy elaborado sobre la lógica especu
lativa versus la lógica productiva. El tema, al ser tratado a través de
sus resultados, tiene un perfil más bien pragmático que doctrinal.
Una muestra de este debate son los planteamientos de los em
presarios en Abril de 1977, en el seminario organizado por la consul
tora GEMINES. En dicho evento se afirmó unánimemente en las con
clusiones que el problema financiero era grave y bloqueaba la produc
ción. Hernán Daroch, nuevo presidente de la SFF (240) señaló que
esto hacía “que no vayamos tan bien como quisiéramos” y que la
reactivación, aunque sostenida fuera muy lenta. (241).
Manuel Valdés, Presidente de la COPROCO, por su parte decla
ró en una entrevista: “el sector privado tiene muy pocos elementos
de juicio (para invertir); la toma de decisiones se transforma en un
juego de adivinanzas que tiene sus riesgos, el principal de ellos es la
tendencia a volcarse en el mercado financiero donde, por lo menos,
hay ciertas constantes” (242). Aludía con esto a la orientación es
peculativa que se imponía en la economía y a la prescindencia esta
tal para orientar la inversión privada en un sentido productivo.
En todos los niveles se encuentra el reclamo por las altas tasas
de interés y el proceso de descapitalización. Los pequeños y media
nos industriales de la CONUPIA, reducidos en un 20°/o de su activo
de 1974, intentan crear un Banco de Fomento para su sector ante
la inaccesibilidad de los créditos bancarios y presionar al gobierno
por una ley de promoción de su sector. El tercer encuentro de la em
presa (ENADE 77) en sus conclusiones destacó con fuerza: “Nues
tros créditos son excesivamente caros, como consecuencia, nuestra
capacidad de inversión es escasa (...) . Es necesario levantar las res
tricciones para que los empresarios puedan conseguir créditos en el
160
exterior (...) . Hay que asegurar destino productivo a los fondos pro
visionales ( ...) ” (243).
El criterio gubernamental respecto de estas cuestiones queda
bien expuesto en la afirmación de Miguel Kast, alto ejecutivo de
ODEPLAN comentando el tema: ‘las altas tasas de interés son ga
rantía de buenos proyectos (. ..)” (244).
Con relación al segundo punto de tensión —la discrecionalidad
gubernamental para aplicar su política-, el tema es tratado por las
dirigencias gremiales de la industria en términos de la mantención de
reglas claras por el gobierno. Ello hace referencia a la demanda por
un cierto itinerario pactado de “adecuación” al modelo. El núcleo
principal de las tensiones se concentra en la cuestión del ritmo y
alcance de la política arancelaria y cambiaría. Es decir, en el proceso
de desmontaje de la industria sustitutiva vía apertura comercial al
exterior.
Durante 1977 el gobierno aceleró el proceso de desgravación
arancelaria. Entre Diciembre del año anterior y Enero del 77 se pro
cedió a realizar dos rebajas ; primero el arancel promedio fue llevado
a 24°/o y después a 20°/o. En Agosto los aranceles son fijados entre
10 y 35°/o, adelantando lo previsto y, en Diciembre, se anuncia que
en 18 meses deberá alcanzarse un arancel parejo de 10°/o —mediante
ajustes sucesivos—con escasas excepciones.
En cuanto al dólar, éste se devaluó en 10°/o el 4 de Marzo,
se revaluó ei) 6°/o en Agosto y en 4.3°/o en Diciembre, establecién
dose su reajustabilidad por períodos sucesivos según la inflación más
un porcentaje (adicional) compensatorio de las rebajas arancelarias
sucesivas.
En la primera parte de 1977 los gremios industriales no apare
cen manifestando colectivamente discrepancias puesto que, al parecer
habían logrado un cierto grado de diálogo con las autoridades en
cuanto al ritmo y rango de avance de la desprotección del mercado
interno. Domingo Arteaga, refiriéndose a esto afirmaba en su cuenta
a la SFF de Marzo de 1977: “fueron numerosas las instancias en que
nos hicimos eco de observaciones a las distintas partidas del Arancel
Aduanero y hemos visto con agrado con cuanta frecuencia ellas se
tradujeron en rectificaciones” (245). En ese marco, las reacciones
frente a las decisiones gubernamentales permanecieron inicialmente
en un nivel segmentado, proviniendo sobre todo de aquellos sectores
161
que, como el textil, estaban más drásticamente afectados (246).
Sin embargo, en Agosto, al adelantarse la última etapa de re
bajas arancelarias prevista para ese año, la medida produce sorpresa e
incertidumbre generalizada en los gremios, ya que no se les había
consultado y además en ese momento habían muchas peticiones ante
el Comité sobre Aranceles (CAPA) pidiendo revisión de varios rubros.
La SFF hizo una declaración en que pidió una revisión de los
antecedentes que se tuvieron en cuenta para determinar las tasas y
arancel meta (35°/o), sobre la que no tuvieron respuesta inmediata
del gobierno.
La COPROCO, ASIMET y múltiples otrag asociaciones gre
miales manifestaron su malestar y desconcierto por esta ruptura del
ritmo establecido. Sin embargo, se allanaron a enfrentar la situación
al asegurarles el gobierno que no habría nuevas reducciones arancela
rias en el año.
Pese a ello, el 2 de Diciembre el Ministro Sergio de Castro
anunciaba por radio y televisión una serie de medidas “conducentes
a mantener en forma permanente la elevada tasa de crecimiento de la
economía ya alcanzada este año, asegurando una disminución acele
rada del ritmo de la inflación” (247). Ellas, como se señaló antes, de-
valuaban el peso y notificaban de un plazo de 18 meses para dejar
los aranceles parejos a un 10°/o.
Esta vez, la reacción fue más dura. La SFF emitió una decla
ración en que afirmaba: “La credibilidad del sector industrial pri
vado en la estrategia económica ha sufrido un durísimo golpe (...).
Este anuncio intempestivo ha sorprendido a muchos industriales en
momentos en que se encontraban implementando (. ..) una serie de
proyectos basados en anteriores declaraciones ( ...) que configura
ban un cuadro muy diferente (...). El sector industrial ha estado y
estará siempre dispuesto a asumir el rol que el gobierno le ha señala
do en el desarrollo de nuestro país (pero) tenemos la obligación de
señalar que cambios como los producidos significan pérdidas ( ...) pa
ra el país entero al inducirse a destinar recursos a actividades que de
improviso dejan de ser factibles” (248).
La ASIMET, por su parte, declaró en la Junta Trimestral de
Socios a través de Jorge Cheyre, su Presidente: ‘las nuevas medidas
económicas, en lo que a aranceles aduaneros se refiere, nos descon
ciertan profundamente ( ...) , La tasa arancelaria ligada a la políti-
162
ca cambiaría significará un mayor deterioro para la industria nacional
( ...) ” (249).
Estas y varias otras declaraciones gremiales mostraron que el
equipo económico del gobierno no era sensible a la demanda de una
“adecuación pactada” en la que confiaban las dirigencias de la
industria. Más aún cuando el 29 de Noviembre, apenas unos días
antes, el jefe de gobierno, General Pinochet, había invitado a discu
tir sobre aspectos económicos a algunos de los principales dirigen
tes gremiales del país, sin que allí -según la evidencia reunida-
se hubieran planteado las medidas del 2 de Diciembre (250).
El nivel de tensión que produjo esta situación en las rela
ciones gobierno —gremios aparece reflejada en el comentario del
ex presidente de la SFF, Orlando Sáenz en la revista HOY N° 29
de Diciembre de 1977. En él señaló Sáenz: “A juzgar por las reac
ciones públicas generadas por estos anuncios, es indudable que ellas
han provocado la primera grieta profunda en la confianza del único
sector civil que de verdad se había comprometido en la ideología y
estrategia económica del régimen, esto es la alta burguesía empresa
rial y financiera ( ...) ”.
Con todo, la reacción empresarial fue en definitiva desigual,
puesto que muy probablemente el esquema de reactivación selecti
vo había segmentado la posición relativa de los diferentes sectores
con respecto a los impactos de las medidas, al menos en el corto
plazo, por lo que no se constituyó una posición cohesionada que per
mitiera fundar una estrategia común. Por otra parte —como se ha in
sistido antes toda reacción encontraba el límite de las fronteras po
líticas, que incluso las dirigencias gremiales que hicieron ver su desa
cuerdo no estaban dispuestas a franquear. Así entonces —como ocu
rrió con los agricultores—esta tensión permaneció subordinada, pese
a que la credibilidad en una concertación estable con el gobierno pa
ra la reestructuración había sido tan flagrantemente afectada.
El tercer núcleo de tensión que hemos distinguido, esto es, las
reacciones frente a los efectos desindustrializadores de la política
económica, encuentran su origen principalmente en los sectores más
golpeados por las decisiones de apertura: metalúrgicos, textiles y elec
trónicos entre los principales. No obstante, la evidencia muestra que
su argumentación frente al proceso no implica una defensa de la estra
tegia sustitutiva de importaciones y proteccionista bajo la cual se ha-
163
bían constituido, sino la apelación a la preservación de un lugar defi
nido para la manufactura en la readecuación industrial. Sea esto
consecuencia de una convicción genuina o el efecto del peso ideo
lógico que había logrado el discurso neo-liberal monetarista,del cual
ningún dirigente se había atrevido a distanciarse, el hecho es que la
confrontación se da en el marco de una aceptación de la llamada eco
nomía social de mercado.
El itinerario de confrontaciones respecto de este tema, como
es lógico, sigue más o menos la misma ruta de los debates arancela
rios. Estas son las ocasiones en que normalmente se encuentran de
manera manifiesta los planteos sobre el punto en cuestión.
Con ocasión de las medidas de Agosto antes comentadas, Her
nán Daroch,presidente de la SFF planteó: “Descarto para Chile que
éste sea un país solamente agrícola o limitado a extraer riquezas mi
nerales (la posición de la SFF es) que se formule y aplique una estra
tegia de desarrollo que concerte los intereses de los diferentes secto
res de la producción (. . .) donde se busque una justa coordinación
para que la readecuación producida en la economía empiece a gene
rar desarrollo (.. .) con participación activa del sector empresarial”
(251).
La ASIMET, a su tumo, señaló: “Esto ha sido determinante
para que disminuyan los productores y aumenten los importadores
(. . .). Se está prefiriendo traer galpones, silos o torres de alta ten
sión completas desde el exterior (. . .). Pedimos que a la industria se
le de el mismo trato que a los productores extranjeros” (252).
Nuevamente, en Diciembre, frente a la decisión de rebajar a
10°/o la tasa arancelaria en 18 meses, la SFF declaró públicamente:
“(las medidas) implican que (...) se debe reestructurar nuevamente el
sector industrial lo que ciertamente es imposible en un plazo tan bre
ve (...). Este nivel arancelario fijado como nueva meta para produc
tos industriales no permite la subsistencia de una parte importante
del sector” (253).
También ASIMET retomó el tema afirmando: “La indefensión
en que se está colocando a la industria chilena, en especial al sector
metalmecánico está poniendo en peligro la existencia misma del sec
tor, mediante una destrucción progresiva, absolutamente innecesaria
del activo industrial que el país ha logrado formar a lo largo de los
últimos 50 años. Este debilitamiento industrial nos acarreará mayor
164
dependencia y aumentará la brecha que nos separa de los países in
dustrializados” (254).
Otros sectores gremiales, como el Instituto Textil, las asocia
ciones electrometalúrgicas, y del plástico (ASIRLA) entre los prin
cipales, se manifestaron en términos semejantes a los de ASIMET.
Como se observa, si bien no hay en absoluto una posición ra
dical, en el sentido de oponer una suerte de movimiento industrialis
ta ala política gubernamental, sí existe una cierta defensa del patri
monio industrial existente. En este sentido comprendemos nosotros
la idea de la SFF sobre una “estrategia de desarrollo que concerte los
diversos intereses del sector”. Y, por cierto, la posición de la ASIMET.
Dicho de otra forma, nos parece que frente a la pura lógica de la con
currencia mercadista internacional, se opone una visión de reestruc
turación programada, que admite una mutación en el papel y perfil
del sector, pero que supone que esto se realiza sobre una base indus
trial que débe ser preservada. Sea esto resultado de una natural de
fensa de intereses corporativos o fruto de una convicción mayor so
bre el desarrollo del país, lo concreto es que este punto de tensión
marcó también las relaciones entre la estrategia del equipo económi
co de gobierno y los sectores industriales más organizados en esta
etapa. En el caso de ASIMET, que desde el año 74 había insistido en
su tesis acerca de la vocación industrial del país, es donde se expresa
con. mayor fuerza esta tensión. Corresponde también al sector más
estructurado gremialmente en la industria.
Otros sectores industriales, conformados principalmente por
una masa de pequeños y medianos industriales, estaban debilitados y
desperdigados, como resultado de la paralización que afectaba en ge
neral a las organizacones sociales en el país, así como por la disminu
ción efectiva de empresas debido a quiebras. Un informe de la CO-
NUPIA, en Octubre de 1977, señalaba que había desaparecido a la
fecha el 20°/o de los establecimientos que existían en 1974.
En zonas como Arica (Norte del país) donde se extendió la in
dustria electrónica, la caída señalada era del 80°/o: En todos estos
casos la capacidad de expresarse gremialmente era muy baja (255)
y además, dada la natural dispersión y debilidad económica de estos
segmentos industriales, sus posibilidades de plantear estrategias al
gobierno también eran escasa. Por ello su opción, como lo señalaba
ía misma CONUPIA, era “seguir las huellas de las ventajas compara-
165
tivas” como apuesta de sobrevivencia (256).
En consecuencia, muy probablemente, fuera de ASIMET, el
Instituto Textil, ASIPLA (Asociación de Industriales del Plástico),
la ASINCAL (Asociación de Industriales del Calzado) y algunas aso
ciaciones regionales como ASIVA (Valparaíso y Aconcagua) y la
Cámara de la Producción y el Comercio de Concepción, entre las
principales, el grueso de la masa gremial no tenía condiciones para
movilizarse o para configurar estrategias estables frente a las políticas
en aplicación. Todo ello debe ser considerado —a nuestro juicio al
examinar el relativo inmovilismo que seguía a las reacciones de
ASIMET, de los empresarios textiles u otros. También, por cierto
deben tenerse en cuenta, las expectativas de acomodo o reciclaje que
para diversos sectores posibilitaban las nuevas condiciones, entre
ellas, el paso de fabricante a importador, que jugaron un rol de en-
candilamiento.
En cualquier caso esta tensión así como las otras descritas, ges
tadas en esta etapa con mayor precisión que-antes, permanecerán en
sordina, para reaparecer algunos años después cuando se vieron los
resultados del acto de fe en el modelo realizado durante el período
en análisis.
Una evidencia que ellas y otras existían como el hecho que és
tas fueron subordinadas a la apuesta política a favor del régimen, se
retrata en alguna medida en las palabras de Orlando Sáenz, entrevis
tado por nosotros: “Cuando salió Domingo Arteaga de la SFF, cuan
do se le puso la pista muy pesada (257) y le sugirieron que renuncia
ra (mediados de 1977), él no podía hacer elecciones (258) pero estu
vo de acuerdo en hacer una discusión interna y cuando se reflejara
una corriente mayoritaria, los demás se plegarían a ella.
En la lucha interna triunfó la corriente de llevar a la presiden
cia a Eugenio Díaz. Domingo Arteaga anunció que él no podía irse
si era Díaz el que lo sustituyera. Lo que pasó fue que le sugirieron
desde el gobierno que ese nombre no era apropiado, tal vez porque
era una persona menos asequible que lo deseado por aquél, no
166
porque fuera un opositor. Entonces se pusieron de acuerdo en otro
nombre para salvar la situación (..
6. La adecuación corporativa
Los comerciantes dirigidos por Cumsille y los transportistas no ocu
pan sino puntualmente la escena en estos momentos. De hecho ésta
aparece copada por la SFF, la COPROCO y la SNA, el núcleo más
influyente, como lo hemos denominado nosotros.
La Confederación del Comercio Detallista desarrolla una línea
de políticas concretas más que de debates de fondo. Básicamente
se interesa por el control de los precios y por obtener medidas que
beneficien a sus socios. Sin embargo, estas políticas a menudo las
propone para ser compartidas por el sector industrial, en particular
la de precios. Como lo habían hecho en 1975, también en 1977, jun
to a la Cámara Central de Comercio, tratan de mantener los precios
fijos en los últimos meses del año. La SFF, que en un principio se
mostró reticente a sumarse a esa decisión respecto de las ventas in
dustriales, accedió finalmente en este año.
Cumsille declaró en relación con lo anterior: “Esta es una me
dida sin precedentes que se afirma en la voluntad de cooperar y com
partir sacrificios” y manifestó además junto a Daroch de la SFF y
Valdés de la COPROCO: “el único modo de seguir adelante, asegu
rando a futuro el crecimiento de la economía (. . .)esadecuando las es
trategias particulares de productores y comerciantes a las directivas
del modelo económico en vigencia” (259).
Con todo, los detallistas, quienes realizaron a menudo conven
ciones y encuentros a nivel nacional y regional, se pronunciaron en
ocasiones respecto de la reactivación selectiva. En un Ampliado Na
cional realizado en Noviembre, entre sus conclusiones señalaron como
preocupación común “la excesiva confianza de las autoridades con
respecto a reemplazar la paralización de algunos sectores con la acti
vación de otros” (260). Por otra parte, en el marco de su política
más bien pragmática -según observadores consultados— el dirigente
Cumsille planteó también a las autoridades en contactos directos es
tas inquietudes; igualmente, ellas aparecían en ocasiones en las edi
toriales de la revista oficial del Comercio Detallista y de la Pequeña
Industria de Chile.
167
En cualquier caso, la línea gruesa de la Confederación parece
haber sido más bien de adaptación corporativa que de confrontacio
nes sustantivas con el régimen en esta etapa. Esta misma es la línea
de SIDECO y la Cámara Central de Comercio.
Los camioneros y otros gremios del transporte permanecen en
relativo silencio aunque mantienen conflictos específicos con la polí
tica económica. En particular acerca de la importación de vehículos,
la libertad de precios y en general por la ausencia de una política
automotriz. La inserción de estos sectores en el modelo económico
se aprecia difícil, en particular, por el proceso de liberalización de las
reglas de incorporación a la actividad que va generando un aumento
de la competencia. Ello especialmente entre los taxistas y el trans
porte interprovincial.
León Vilarín, líder de los camioneros, aparece como el diri
gente más activo en hacer públicos los frutos de las controversias. A
la vez, intenta plantear algunas definiciones que distingan lo que él
entiende como el sector económico que representa, respecto del
gran empresariado. En este sentido propone el concepto de “traba
jador independiente” para el camionero, taxista y transportistas en
general, así como para el pequeño y mediano comercio, diferencián
dolo de “empresario” que sería — según su concepto—una noción
que designaría al gran capitalista. Esta distinción a que apela Vilarín,
parece tener el sentido de convocar a estos sectores a desafectarse de
la lógica del gran capital financiero y comercial, gestionado por los
grupos económicos, que él al parecer aprecia como los grandes pro-
piciadores del modelo económico (261). Esta definición, que recoge
algunos términos explicitados en Octubre de 1972 (paro de camione
ros contra Allende) es un indicador, todavía muy germinal en este
momento, de una disociación que se irá produciendo más adelante
entre la perspectiva de los gremios más influyentes y aquéllas de los
pequeños y medianos, resultados de la selectividad impuesta por el
modelo mercadista y transnacional.
168
“nueva democracia” y se definen algunos de los principios que
constituirían esta última. Con respecto a las etapas ellas serían tres:
la de recuperación que abarcaba desde 1973 hasta fines de 1980, la
de transición hasta 1985 y la de normalidad constitucional desde ese
año en adelante. Durante la transición se constituiría una Cámara
Legislativa designada por la Junta y co-legisladora con ésta.
En cuanto a los principios de la “Nueva Democracia” éstos
serían: autoritaria, protegida, integradora, tecnificada y de partici
pación social (262).
A diferencia de lo que ocurre con el modelo económico, no se
encuentran evidencias de un debate en el seno de los gremios sobre
el proyecto político del régimen. A lo más se sugieren por algunos
dirigentes referencias favorables a la tesis del diario El Mercurio que,
desde Octubre de 1976, intenta separar régimen militar y gobierno,
insinuando la perdurabilidad del primero y la transitoriedad del úl
timo. El clima general respecto de la institucionalización parece ser
el de apoyar a! gobierno en sus decisiones y sumarse a la idea que el
espacio político no puede ser abierto sino en el futuro. Es claro en
tonces que las dirigencias gremiales concebían como el problema
fundamental la consolidación del proceso de reestructuración capita
lista, y no el de las discusiones sobre el régimen político; menos
aún el de la democratización. En ese marco, sus demandas de parti
cipación se circunscribían a la formación de las decisiones económi
cas y revelaban que su prioridad estaba asignada a la constitución de
una institucionalidad que preservara la propiedad, su libre uso y
asegurara condiciones más o menos estables de acumulación y pro
greso para una clase propietaria definida en lo fundamental más co
mo ente económico que como agente político activo. La política
aparece así cedida a un agente externo: el régimen militar, garante
de la institucionalidad antes descrita.
170
de mayor peso económico se afiliaban en estas entidades y no en
otras y que, como es obvio, su incidencia en la conducción de las or
ganizaciones era importante. Sin embargo, en nuestro juicio, no es
sólo el factor de mayor presencia del gran capital en estas organiza
ciones lo que está a la base de su irrestricta militancia en el modelo.
Muy esencialmente debe considerarse el peso del ideologismo de
una capa dirigente, que en una situación de rigidez creada por
la imposibilidad de renovar vía elecciones las directivas y por el cua
dro global de inmovilismo político, copó sin contrapesos mayores
la representatividad de los gremios empresariales. Así entonces, si
bien el gran empresariado en general apoyó el modelo e influyó en
ese sentido, la posición a veces casi misionaría de las dirigencias del
núcleo en referencia obedece, para nosotros, más bien a un fenómeno
de sobreideologización de un cuadro dirigente. Cuadro que va más
allá incluso de sus bases sociales, jugando un rol comparable en cier
to modo, en su propio campo, a la noción de “intelectual orgánico”
utilizada en la literatura sociológica.
Estas características ideológicas que se encuentran más atenua
das en los segmentos gremiales medianos y pequeños, unidas al per
fil objetivo de las desigualdades creadas por la reestructuración, son
las que generan, en nuestro análisis, la brecha que comentamos entre
los distintos agrupamientos gremiales.
En consecuencia, el ingreso al éxito proclamado es un ingreso
segmentado. Las cifras económicas globales envuelven una realidad
desigual no sólo material sino también de actores sociales que perci
ben diferenciadamente lo que ocurre.
Tal vez el editorial del diario El Mercurio del 11 de Marzo de
1978 refleja bien el clima que acompaña este despegue. Dijo en esa
oportunidad: ‘los sectores con mentalidad tradicional en materias
de política económica objetaron desde un comienzo la puesta en
marcha de un esquema de organización que reconoce un papel más
importante a la inciativa privada, al funcionamiento más libre de los
mercados y a una franca apertura a la competencia internacional. La
desconfianza de ciertos círculos hacia las nuevas fórmulas ha sido no
toria y se ha manifestado ante cada nuevo cambio que se ha venido
produciendo a lo largo de los últimos cuatro años.
Se ha sostenido que la iniciativa privada es escasa, que el mer
cado libre no opera, que la competencia extema arruina al país,
que la inflación sólo se elimina a través de cambios en la producción
y en la estructura, que las crisis de balanza de pagos son inminentes
y, por último, que la economía chilena no puede tener un crecimien
to significativo a menos que el Estado mantenga o aumente el grado
de intervención del pasado.
171
Ante los evidentes éxitos de la política económica la crítica ha
ido bajando de tono.
( ...) El continuismo en política económica; caracterizado por
la fe irrestricta en la eficiencia del Estado, ha sufrido una derrota de
proporciones con la experiencia chilena de los últimos años (. ..)
(sin embargo) todavía se observan desesperados esfuerzos para salvar
algo de los antiguos valores socializantes ( ...) ”
Como bien resume el periódico el proceso de inserción en el
modelo económico no fue sencillo y las tensiones permanentes. Es
tas, tal vez se morigeraron por la reactivación de 1977, pero como
indica el diario permanecieron vigentes. Ya hemos mostrado ésto en
la descripción de los hechos entre 1976, 77 y antes. Pero, además,
como igualmente lo sugiere El Mercurio en un párrafo a continua
ción se ha trazado ya una frontera entre lo moderno o lo eficiente y
lo atrasado. Entre el que puede alcanzar el éxito y el que queda re
zagado por leyes objetivas. Señala en este sentido: “Respecto de
las industrias que pierden importancia, esto también es una caracte
rísticas del mundo moderno (...). La crítica que contrasta las nece
sidades con los recursos existentes es altamente demagógica, ya que,
por definición el ser humano no es capaz de satisfacer todas sus
necesidades. Es el viejo principio de la escasez, que los estudiantes
de economía elemental conocen en su primera clase”.
Es la misma época en que a nivel del lenguaje corriente de los
economistas de gobierno aparecen los términos “gásfiter” y otros
similares para designar a los no iniciados en la ciencia económica que
es detentada por ellos. Entre éstos, a ciertos empresarios y dirigentes
gremiales que insistían en criticar, a su juicio, el excesivo mercadis-
mo y aperturismo de la política económica.
Así entonces, la diferenciación entre las actividades que se
reactivaban y las que hacían crisis no era planteada solamente como
un fenómeno económico sino también cultural. Mientras unos eran
vencederos del desafío, otros eran derrotados. Las causas de las cri
sis no estaban en la política seguida sino en la capacidad de haber
se adaptado a ellas. Esta discurso es el marco icleológico que acom
paña el proceso de reactivación segmentada que es la antesala del
llamado boom económico.
(264) Las cifras del INE para estas producciones mencionadas en el informe
del Banco Central que hemos citado antes son las siguientes: produc-
ción'con respecto a 1976: trigo (+ 40.7^0); cebada (4-60.79°/o);avena
( +- 28.99°/o); centeno ( f 7 6.34°/o); arroz (+ 85.19°/o); maíz (4 43.3°/o);
frejoles (59.9°/o); arvejas ( 4- 92.9°/o); garbanzos (-43.3°/o); papas
( + 72.28°/o); maravilla (-43 .3 °/o ); lentejas (+76.30^0); raps (-40 .1 7^ 0)
remolacha (- 3.0°/o).
(265) Las otras cifras son las siguientes: cebada (-12.30°/o), avena (-2 5 .1 4°/o),
centeno ( 34.15), arroz ( 12.7°/o); maíz (-27.7°/o); frejoles ( -0.3°/o);
lentejas (--20.17°/o); raps ( 17.07°/o); remolacha (- 61.9°/o).
(266) Al respecto puede consultarse L. Jarvis: La agricultura chilena 1975 -
1979, en estudios CIEPLAN N ° 6, Diciembre 1981.
También Carlos Vignolo: El Crecimiento Exportador y sus Perspectivas
bajo el modelo Neo Liberal Chileno. CED, Documentos de trabajo N ° 2,
Marzo de 1983.
173
res Agrícolas refleja en una declaración hecha a la revista HOY N° 36
en febrero de 1978 el clima que parece haber existido entre estos
agricultores. Refiriéndose a la situación de precios y producción de
la remolacha, en la cual algunos productores habían obtenido ganan
cias pese a la crisis, por razones de cambios en los precios internacio
nales, señaló: “es el fruto de un carril, porque los que se atrevieron a
sembrar en esas condiciones fueron los que tienen alma de jugadores,
que tal como ganaron podrían haberse arruinado (.. .) Ahora con la
caída de la producción habrá que importar lo que se pudo sembrar
en suelo chileno”.
Este clima de incertidumbre y de confrontaciones persistentes
en torno a varios aspectos de la política agrícola, en particular a los
rangos establecidos para las bandas del trigo, el raps y la remolacha,
que eran considerados insuficientes por los agricultores, unido a la
desconexión entre los gremios y el gobierno respecto de las estrate
gias de fomento agrícola, no sólo abarca a la CPA sino también a la
Sociedad Nacional de Agricultura. Esta última, si bien era más pro
clive a aceptar la idea de progreso agrícola del gobierno, estaba tam
bién afectada por el marco general de inquietud. Una muestra de ello
es la reacción de la SNA en Enero de 1978 cuando al modificar el
gobierno, sin previo aviso, los términos de la ley que hablaba de
“precios oficiales” por otra nomenclatura menos estatista, los diri
gentes creyeron que se había eliminado el sistema de bandas de pre
cios acordado en 1977. En esa ocasión Francisco Bascuñán, Presi
dente de la SNA declaró: “La medida ( ...) es lo más inusitado y
sorprendente, porque con este tipo de reglas del juego no fomenta
remos la producción agrícola en el país, sino que se tiende a la des
trucción y a llevar a los productoes a la falta de fe en las políticas
de fomento, en las cuales yo, personalmente, no creeré más” (267).
Domingo Durán señaló al respecto: “El mal entendido se de
bió a la falta de información oficial oportuna de los dirigentes agrí
colas del país sobre los verdaderos efectos de las medidas en referen
cia” (268).
Con ello ponía el énfasis en la separación que existía entre
los gremios y el gobierno, pese a que el Ministro de Agricultura era
el presidente de la SNA.
En definitiva, hacia 1978, en el campo agrícola, la situación
de inserción en la política agrícola de apertura comercial y liberalis
mo económico, se había profundizado. Estas condiciones, que pare
cían ser permanentes y no transitorias como se había pensado años
antes, continuaron generando conflictos, pese a la asertividad con
174
que la prensa como El Mercurio y los voceros oficiales aseguraban
que ellos se habían subordinado al éxito económico proclamado.
La CPA que agrupa preferentemente a los agricultores cerea-
leros del sur, a los ganaderos y lecheros, todos perjudicados— seña
ló en Mayo de 1978 que la condición para un entendimiento con
las autoridades era: “que reconozcan la dosis de error que haya en
sus puntos de vista (. . .). Se insiste en un enfoque puramente econó
mico sin considerar que éste no tiene ningún valor si no está inscri
to en la realidad social” (269).
El Consorcio Agrícola del Sur (CAS) por su parte declaró en
Octubre a través de Heriberto Schilling, su presidente: “¿quién va a
responder por los agricultores que se están embarcando en otros cul
tivos donde hoy se ofrecen mejores ventajas comparativas, si países
como Venezuela o los árabes están tratando de autoabastecerse?
(. . .) ¿Está debidamente auscultada la proyección de la política que
se seguirá en los próximos cuatro años, o la superficie arable se está
jugando al cacho?” (270).
Tal vez el conflicto más agudo se produjo con la Asociación de
Productores de Trigo (ANPT), uno de los rubros tradicionales cuya
caída era muy fuerte. Estos afirmaron en Octubre: “Detrás de la
caída de la producción de trigo hay grandes firmas y grupos econó
micos que traen este trigo importado (. . .). Tras una frustrada espe
ra de cinco años llegó la hora de luchar de nuevo, no ya contra el
MCR (271), sino contra los grupos económicos que sólo están miran
do su propio negocio sin tomar en cuenta (. . .) el porvenir del país
(. . .)” (272).
Esta Asociación comienza a plantear una política de confron
tación más aguda y a pedir prórroga de cuatro años para las deudas
que -según ellos - un tercio de los productores tiene con diversos
bancos. De acuerdo a sus cifras, muchos de ellos tenían comprome
tido más de dos veces sus activos en 1978.
Este tema de las deudas y de plantear su renegociación, recién
comienza a aparecer como una bandera de lucha gremial; sólo más
adelante se hará generalizada. Por entonces estaba mostrando que, en
pleno ingreso al “boom” económico, la descapitalización era un he
cho real en este sector agrícola y que el endeudamiento constituía
175.
el sustento de muchos aparentes logros económicos. También el
tema de los grupos económicos es uno que aparece sólo en los plan
teamientos de los trigueros por esta época.
La ANPT llevó adelante también una campaña contra los
precios pagados por la industria molinera, en particular contra la
Asociación de Molineros del Centro. El gobierno se comportó en un
inicio como espectador, pero posteriormente, ante la presión de los
trigueros debió intervenir, ya que éstos le exigían que cambiara de
política.
El dirigente Podlech fue impedido en diciembre de leer un crí
tico discurso en la inauguración de la SOFO 78 (Sociedad de Fomen
to Agrícola de Temuco) con lo que se produjo la ruptura de un inci
piente contacto entre el Ministro del ramo y la Asociación. El presi
dente de la ANPT emitió una declaración en la que afirmó: “Un diá
logo de sordos no tiene objeto. Damos por terminadas las conversa
ciones con el Ministro” .
El Ministro Márquez de la Plata, por su parte, formuló otra de
claración señalando: “un grupo de productores autodesignados direc
tores de la ANPT, está creando la sensación de que el gobierno no
cumple lo que prometió. A juicio del gobierno la actitud de los tri
gueros se debe a un mal negocio que hicieron algunos (. . .) No cabe
otra explicación porque el año pasado, cuando regían las mismas
normas nadie protestó” (273). Los dirigentes de la Asociación pidie
ron la intervención del general Pinochet y recibieron el respaldo de la
CPA. Podlech afirmó a la prensa en esa oportunidad: “Si de nuestra
entrevista con el Presidente no sale una solución no sembraremos
más trigo” (274).
La situación en la agricultura estaba marcada, como se ve, por
estas tensiones que comenzaban a perfilarse con bastante fuerza. La
agricultura cerealera del sur de país, así como la ganadería y otros
rubros tradicionales se resistían a ser marginados por las nuevas re
glas.
Una suerte de lucha por la supervivencia del agricultor tradicio
nal comenzaba a gestarse. La CPA, el CAS y las Asociaciones de Pro
ductores de provincias reiniciaban una movilización que estaba casi
paralizada desde 1973.
La SNA, aún siendo más próxima a los rubros beneficados por
el sistema, fruteros, madereros, algunos rubros pecuarios, etc., no
podría eximirse de estar tocada por esta crisis. Por ello, el discurso
de Fra. jisco Bascuñán (presidente de la SNA) al inaugurar la FISA
78 fue un buen resumen de la situación. Señaló entonces: “La aplica-
176
ción de esta estrategia (economía abierta) exige una visión muy prag
mática de la realidad y característica del sector, pues de no ocurrir
así se pondría seriamente en peligro el éxito de dicho modelo econó
mico” . Afirmó que las dificultades eran el costo del crédito, los pre
cios, el dumping, la aguda descapitalización, el endeudamiento cre
ciente y la insuficiencia de créditos agrícolas. Declaró también que
los medianos y pequeños agricultores no accedían al crédito barato,
que las garantías para obtener crédito provenían de los grupos eco
nómicos y que la caída vertical de las rentabilidades en diversos ru
bros había creado una grave situación en la agricultura. Por cierto,
como siempre, reiteró su apoyo al modelo de economía social de
mercado (275).
Sin embargo, la respuesta a esta situación pero en particular
a la crisis del agricultor tradicional, tal como era vista por el gobier
no quedó bien estipulada en el discurso del ex presidente de la SNA
y ahora Ministro de Agricultura: “ello no significa un grave retroce
so en el desarrollo de la agricultura nacional. La realidad es que de
bido a la política económica y social del supremo gobierno, estos
catorce cultivos han ido perdiendo importancia en el conjunto de
la producción agrícola nacional.
Ello ocurre porque los agricultores están reemplazando estos
cultivos por otros más remunerativos (. . .)”.
De esta forma, la agricultura ingresaba al despegue tan anhe
lado. La lógica del mercado había asignado ya sus recursos y selec
cionado los que participarían del progreso.
177
productos químicos, los derivados del petróleo y ciertas industrias
vinculadas al sector papelero que tenían éxito en el mercado interno.
Sin embargo, tomando en cuenta el mismo indicador (V.A.) casi la
totalidad de la industria manufacturera sustitutiva que había consti
tuido la columna vertebral de la industrialización hasta 1970 se ha
bía deprimido. En efecto, el valor agregado generado en rubros tales
como el textil había caído casi un 55°/o, en el caucho cerca de un
70°/o, en el vidrio bordeaba el 40°/o, en aparatos eléctricos la caída
se aproximaba al 45°/o y en fabricación de maquinarias la cifra era
cercana al 12°/o. Lo mismo ocurría con la fabricación de bebidas
(—42°/o), el vestuario (—30°/o), el plástico. (-41°/o) y la producción
de hierro (—66°/o), por señalar sólo algunas de las más impactantes
caídas (276). En su conjunto, las ramas afectadas contituían un
aporte cercano al 8(Xyo del valor agregado industrial en 1970, por lo
que su caída afectaba fuertemente al valor agregado de la industria,
sobre todo considerando que las ramas dinámicas no lograban con
trapesar el descenso de las deprimidas.
En este marco, la reactivación de la industria correspondía a
una recuperación de los críticos indicadores de 1975, año en el cual
el sector prácticamente había topado fondo. Así, el 8.5°/o de creci
miento del PGB industrial de 1977 no permitía aún equiparar la si
tuación de comienzos de la década de los setenta.
Sin embargo, el comportamiento de las dirigencias industriales,
pese a sus críticas, ya examinadas, respecto del ritmo de aplicación
del modelo, de la carga financiera y de los efectos sobre la industria,
muestra que esta salida de la crisis es aceptada, en cierta forma,
como un despegue. En efecto, la dureza del shock de 1975 y sus se
cuelas posteriores al parecer crearon un cuadro tan álgido que, al
producirse un salto en las cifras de recuperación, esto operó posible
mente como neutralizador de las tensiones. Ya fuera porque la
segmentación generada no dio lugar a posiciones de conjunto, ya sea
que no todos captaban esta heterogeneización como una situación
estable o porque alimentaban la esperanza de insertarse más adelante
en el despegue, lo concreto es que en 1978 declinan las confronta
ciones previas.
A diferencia del sector agrario —donde los conflictos entre los
sectores tradicionales y el gobierno, e incluso entre dirigentes de dis
tintas organizaciones agrícolas, que apreciaban diferenciadamente
178
la reactivación selectiva, no habían dejado de persistir-, en la indus
tria, las posiciones encontradas se silenciaron bastante.
Así entonces, sólo ciertos polos como el textil y el metalúrgico
(Instituto Textil y ASIMET) continuaron haciendo notar la crisis ele
la manufactura, aún cuando no llegaron a conflictos serios. Jorge
Cheyre, presidente de ASIMET declaraba en Enero de 1978: “Hace
algún tiempo hicimos un diagnóstico de lo que podía pasar con la
aplicación de la actual política económica y si bien, desgraciadamen
te, hemos tenido la razón, podemos afirmar que, en muchos aspectos
se han aceptado nuestras sugerencias” (277). Los empresarios texti
les, por su parte, al no implantarse el reglamento anti-dumping debi
do a que fue considerado inconstitucional, manifestaron: “Con este
nuevo cambio de las reglas del juego los industriales quedan total
mente inermes, indefensos ante la competencia desleal externa (. . .)”
(278). Pero, igualmente no hubo enfrentamientos agudos pese a la
gravedad de la medida para ese sector.
En consecuencia, la apuesta al modelo parece haberse impues
to en definitiva, a tal grado, que el perfil dualista que estaba adqui
riendo la industria, segmentada entre algunos polos dinámicos poi
una parte, y depresión de la manufactura sustitutiva por otra, no apa
recía recogido en su agudeza en el discurso de las dirigencias. La
emergente superación de la caída al vacío de 1975 se había verbaliza-
do y socializado como despegue y desarrollo.
Hernán Daroch, presidente de la SFF, expresaba este clima al
manifestar en Abril de 1978: “existe un ambiente de franco optimis
mo en todas las asociaciones industriales integrantes de la Sociedad y
la opinión es que el crecimiento de los primeros meses será sostenido
durante todo el afio”, agregando, con relación al Congreso de la Aso
ciación de Industriales Latinoamericanos a realizarse en Santiago:
“permitirá a los empresarios chilenos mostrar a sus colegas de todo
el continente el éxito de la política económica desarrollada en los úl
timos cuatro años” (279).
179
ocupan la escena en esta etapa sino marginalmente. Son los gremios
influyentes, el núcleo estratégico de ellos, quienes siguen como pri
meros actores. Sin embargo desde esa penumbra ocasionalmente se
hacen presentes.
Aunque en general su comportamiento continúa siendo más
bien corporativo, de coyuntura, hacia 1978 algunas indicaciones per
miten captar que el ánimo prevaleciente entre algunos de ellos era
crecientemente inquieto.
León Vilarín presidente de la Confederación de Dueños de
Camiones, entrevistado por un semanario afirmó en Septiembre de
ese año: “El gremio está viviendo condiciones insoportables. Consi
deramos que primero está Chile pero esto no debe entenderse como
capacidad infinita de espera (...). Y si me piden una definición del
régimen yo considero que estamos viviendo bajo una dictadura eco
nómica administrada por un grupo de civiles con el respaldo de las
Fuerzas Armadas (...). No fue esto lo que pidió la ciudadanía el
once de Septiembre de 1973 (...). Lo que los economistas llaman
sobreoferta no es otra cosa que la cesantía de los camioneros, que
afecta por lo menos a un 30°/o de nuestros socios (. ..). Varios miles
dejaron de trabajar; fueron condecorados con el título de ineficien
tes que dan ahora (. ..). Si es cierto que este sistema, a la larga como
se dice, puede ser bueno, serán pocos ios sobrevivientes que llegarán
a ver el éxito (. . .). Esto ya parece un juego de paciencias y eso es
peligroso” (280).
Este mismo dirigente intentó realizar el diez de Septiembre
una concentración -lo que le fue impedido- para conmemorar a los
camioneros fallecidos en la zona de Reñaca durante los paros contra
Allende. Antes, en Enero, fue encarcelado por deudas del gremio,
las que correspondían —según Vilarín— a préstamos para financiar
la Confederación, la cual después del decreto de libertad de asociación
quedó desfinanciada.
Varios colegios profesionales, a su vez, se movilizaban cada vez
más activamente frente a la cesantía creciente de sus miembros (281).
El Colegio Médico señalaba que de 260 egresados de la Escuela
de Medicina en 1977, 185 estaban cesantes. También daba cuenta
que emigraban del país 150 de estos profesionales por año.
El Colegio de Ingenieros (once mil afiliados) afirmaba que sa
lían de Chile 1.200 por año. El Colegio de Constructores daba un
porcentaje de 2°/o de emigrados. El de agrónomos 10°/o.
Estos mismos organismos se pronunciaron sobre la situación
180
del país. El presidente de los arquitectos declaró: ‘la política econó
mica ha llegado a un límite, a nuestro juicio, en cuanto a no enfati
zar la función social del Estado en vivienda, salud y educación, que
son fundamentales ( ...) ”. El Presidente del Colegio Médico, por su
parte señalaba: “se está produciendo una bomba de tiempo con una
promoción muy grande de profesionales que el país no puede pagar”.
En el caso de estos gremios profesionales su reacción no era
sólo frente al modelo económico mismo, sino frente al proceso gene
ral de privatización de la salud, la educación, la vivienda etc.
A estas alturas la lógica de mercado estaba ya saliendo de las
fronteras de la política económica para extenderse hacia campos mu
cho más amplios. Se trataba de las llamadas “modernizaciones” que
intentarían transformar todo el cuadro institucional del país desde la
escuela hasta la administración de justicia, pasando por los sindicatos
y el aparato público.
Frente a este proceso son los Colegios Profesionales los que se
pronuncian desde un comienzo críticamente. Los gremios empresa
riales en general permanecieron alejados de estos debates.
En suma, camioneros y Colegios Profesionales, dos de los gre
mios claves en el paro de Octubre de 1972, a diferencia de los gre
mios empresariales de la industria y de parte de la agricultura, viven
un proceso de distanciamiento del “despegue”. Comerciantes al de
talle, otros transportistas (taxistas, autobuseros, etc.) guardan un si
lencio que sólo se quiebra cuando es requerido el apoyo político al
régimen.
Así, en fin, la aproximación a la fase del llamado “boom” eco
nómico muestra un mosaico de actitudes en que las crisis previas, las
reestructuraciones, los ensayos de adaptación y el éxito diferenciado,
han configurado un mapa muy estratificado de las condiciones en
que las bases sociales de los gremios acceden a ese “despegue”.
182
En el caso de la consulta los gremios dieron apoyo público al
gobierno planteado esto como una actitud patriótica. En la disputa
Leigh - Junta, unos apoyaron la salida del General y otros tomaron
distancia del conflicto.
El presidente de la COPROCO (Manuel Valdés) declaró: “El
quiebre producido es clarificador ( ...) en el campo económico y fi
nanciero ésto implica una consolidación del esquema vigente que
producirá más confianza internacional (. ..). Se ha consolidado el
proceso de retorno a la institucionalidad porque (. . .) está en las
manos de las Fuerzas Armadas (...). Ahora el avance será sobre ba
ses más seguras”. Domingo Durán, de la CPA, dijo por su parte
“Chile es lo primero, no hay que agregar lefios a la discordia (. . .).
Todos son patriotas, yo no puedo decir cual es el patriota equivoca
do (.. .). No puedo hablar como representante de los agricultores
porque hay unos en una posición y otros en otra” (285).
En suma, como se ve, el ánimo de las dirigencias gremiales era
mantenerse al margen de las dinámicas que podrían generar conflic
to en el seno del régimen-.
183
—la mayoría—una situación de deterioro permanente. En consecuen
cia, se produce una grieta entre el éxito y el fracaso, donde el pará
metro para juzgar ha dejado de ser el desarrollo nacional para ser
reemplazado por la concurrencia mercantil sin fronteras.
A nuestro juicio, esto es tal vez, lo más relevante de esta etapa,
pues la lógica de la reconstrucción que es —con todo—una lógica na
cional, igual que las formulaciones primeras de los gremios (previas
a Septiembre de 1973) ha sido ahora mutada por una lógica de capi
talismo internacional.
La consecuencia es que el “despegue” , lo que llevará al “boom”
económico, no es un resurgimiento del conjunto de las fuerzas eco
nómicas sino sólo de aquellas que pudieron “reestructurarse”. Por
tanto, a nivel de los actores sociales ligados a estas fuerzas, los gre
mios entre ellos, la visión de lo que ocurre no es la del desarrollo del
país, sino la del éxito de agentes económicos individuales o de
grupos económicos. Esto cambia, sin duda, el escenario histórico
en que se movió el empresariado.
Ahora bien, sin embargo, los gremios en general no reaccionan
oponiéndose al esquema impuesto; es más, los más influyentes lo
comparten y difunden. Ello responde, en nuestro análisis, a una so
bre ideologización de ciertas dirigencias principales que identifican
el régimen militar con el conjunto de sus políticas, por lo que una
confrontación en el plano económico es vista como un conflicto
con el régimen mismo.
Así entonces, carentes de un proyecto socio-económico pro
pio, hecha una cesión casi total de la conducción política, el vacío
es llenado por el único programa global existente: el del equipo eco
nómico.
Sin embargo, como dijimos recién el modelo ha creado seg
mentaciones suficientemente profundas como para que el éxito del
eventual despegue no sea vivido genuinamente como comunidad
empresarial en este caso. Más allá de la asimilación política al régi
men, que es compartida por todos los gremios, la realidad se ha dua-
lizado y el “boom” será claramente el logro sólo de algunos vencedo
res. Esto, que como otros factores acumulados permanecerá en sordi
na, dará un perfil propio al despegue. Habrá tras él un núcleo con
vencido y exitoso y otro deprimido pero subordinado. Todo esto
permanecerá oculto tras el carisma de “revolución capitalista” que
pareciera estar gestándose, pero resurgirá, años después, cuando la
rutinización del régimen y sobre todo el resultado final de “la gran
apuesta” muestren sus resultados efectivos.
Con todo, desde la posición del logro o desde la del fracaso, los
gremios son en definitiva en esta etapa actores dependientes pero
184
constitutivos y constituyentes del modelo. Sin proyecto definido,
deslumbrados por una doctrina liberal que no practican histórica
mente, los actores gremiales son fácilmente apresados por el discurso
ideológico de la elite político-tecnocrática dominante. Es en estas
condiciones que ellos otorgan legitimidad al régimen sin hacer exi
gencias de representación.
CAPITULO IV:
LOS GREMIOS
Y E L “BOOM”
DEL MODELO ECONOMICO
Este capítulo aborda el período que transcurre entre el inicio de 1979
hasta los primeros meses de 1981, momento de la crisis de la Compa
ñía Refinadora de Azúcar de Viña del Mar (CRAV). Hemos denomi
nado a esta etapa, la del “boom” del modelo económico, utilizando
el mismo término que hizo público el gobierno y sus partidarios para
designar lo que pareció ser una coyuntura de gran auge. Sin duda que
estas fronteras pueden ser relativas, puesto que algunos señalan que el
llamado éxito económico o “despegue” se produjo a partir de 1977,
cuando el PGB mostró un crecimiento de 9.9°/o con respecto al año
anterior, o también durante 1979, en que el mismo indicador marcó
8.2°/o. Sin embargo, pese a estas indicaciones estadísticas, nuestro
cirterio para establecer el período se basó más bien en las percepcio
nes de los actores sociales que estudiamos. En efecto, como hemos
mostrado en el capítulo anterior, los años 77 y 78 son vividos en lo
fundamental como la salida paulatina de la crisis de 1975 y el inicio
de una reactivación elemental. Si bien algunos dirigentes comienzan
ya a pronunciarse sobre un eventual despegue en esos afios, la con
ciencia más general de muchas dirigencias gremiales no parece ser to
davía la de un éxito declarado, sino la de un esperanzador resurgi
miento. Por el contrario, de 1979 en adelante la asertividad de las cú
pulas dirigentes más favorables al modelo es casi total respecto a sus
logros. Se difunde asimismo en ese momento, para el conjunto de la
sociedad, una sensación de triunfo económico por parte del gobierno
y los medios de comunicación.
Desde el punto de vista estadístico, incluso, sólo a partir de
1979 puede notarse una superación efectiva de los niveles de 1969
en términos del crecimiento del PGB global.
Lo mismo ocurre con sectores específicos, con la industria e
incluso con el comercio, pese al importante dinamismo de este sec
tor.
En síntesis, a pesar de la distribución diferencial por sector de
los hitos estadísticos de reactivación, el llamado “boom, en nuestro
criterio, existió como conciencia subjetiva para las dirigencias gremia-
189
les preferentemente entre 1979 y comienzos de 1981. Su fin estuvo
marcado por el impacto de la crisis de CRAV, considerada una de las
empresas más sólidas y exitosas, hecho que, a despecho de cifras que
pudieran extender el “boom” durante todo 1981, marcó también
una frontera en la percepción de los actores sociales.
190
ción de ésta no eran sino los requerimientos de una superación del
atraso. Como muestra exterior de esta modernidad estaba el consu
mo extendido que comenzaba a aparecer de ciertos bienes (electrodo
mésticos y otros similares) importados y Financiados con crédito. Así,
la sociedad y la base gremial se vio impactada por una versión de lo
que estaba ocurriendo que, aunque podía entrar en contradicción
con situaciones sociales específicas y vitales (quiebras, cesantía,
coacción, marginalidad) a la vez ofrecía un muestrario (consumo a
crédito, inmediato o aspirable) que parecía avalar la apariencia de un
despegue económico sustantivo. En el nivel empresarial la imagen de
un “ahorro externo” que convertido en crédito podía generar un flu
jo indefinido de financiación también jugó el mismo rol que el con
sumo para la gran masa.
El “boom”, por tanto, fue vivido y visualizado por los gremios,
en nuestro análisis, a la vez como un fenómeno que confirmaba la
dualización/segmentación de la economía y la sociedad y como un
proceso cultural e ideológico verbalizado como modernización, la
que para algunos justificaba tal dualización y para casi todos estaba
expresado en la imagen del consumo asimilada a la noción de progre
so.
El “boom” fue igualmente un hecho que, siendo presentado
como económico, neutralizó a menudo ¡as dinámicas políticas críti
cas y extendió la idea de éxito del modelo económico al régimen
político.
Orlando Sáenz ex presidente de la SFF refiriéndose en general
al tema, entrevistado por nosotros señaló: “Existió plata extranjera
en gran cantidad, como nunca se ha visto en la historia de Chile. Y
en la medida que esa abundancia de recursos permitió abundancia
de bienes para consumir ya el boom existió. Si al boom se le llama
desarrollo, no existió (. ..). Para cierta gente fue una definición en el
plano de la ideología, para otra en el plano de los resultados”.
Angel Fantuzzi presidente de la ASIMET, también entrevista
do para esta investigación afirmó por su parte: “Yo digo que el país
consumidor vivió una época de boom. De hecho el país creció al
8°/o. Ahora que me digan que se creció con crédito externo y ese
crédito no se fue en inversión sino en consumo es otra cosa (. ..).
La manera en que se logró a lo mejor no fue la correcta”.
192
Manuel Valdés, presidente de la COPROCO, afirmaba, a su vez,
a la prensa después de una reunión con el general Pinochet: “El éxito
se debe a la coherencia del sistema y a la efectiva participación de
empresarios y trabajadores” (30/3/79) y Hernán Daroch reafirmaba
en la misma oportunidad “se ha superado la crisis”.
La SFF en sus informes trimestrales enfatizaba permanente
mente en las cifras de crecimiento de producción física y ventas in
dustriales y aseguraba que “se superarán en 1979 todos los niveles his
tóricos” (288).
El presidente de la ASIMET, por su parte, en su discurso ante
la Asamblea Anual del gremio declaraba: “Luego del tratamiento de
shock se produjo una desestabilización de las estructuras tradiciona
les de la industria nacional, provocándose una situación insostenible
para las empresas que no tenían condiciones de eficiencia y compe-
titividad (.. .). El nuevo esquema económico que había sido reclama
do por el sector productor por estar fundado en la libertad empresa
rial y la Ubre competencia advino súbita e inesperadamente, acarrean
do una escalada de cierre de fábricas por falta de adaptabilidad (. . .).
Producido este prceso doloroso, hoy día podemos declarar con orgu
llo que siendo un menor número de empresas metatúrgicas, las que
hemos logrado seguir funcionando estamos en condiciones de cons
tituir una base cualitativamente más fuerte e industrialmente más
eficiente” (289).
Este planteo refleja bien, a nuestro juicio, el clima con que se
enfrentaba el “boom” por parte de los dirigentes favorables al mo
delo. Como hemos dicho, se trata de un reconocimiento que hay
un paso a un estadio de modernidad y eficiencia y que los recursos
han sido reasignados por el mercado —actor inexorable— en donde
la dualización es el resultado necesario de este salto cualitativo.
En el mismo sentido se encuentra el discurso de Sergio Silva,
presidente de la Cámara Chilena de la Construcción en la 71 reunión
anual de la Cámara, realizada en Arica. En ella señaló: “El país supe
ró el desenfreno inflacionista y equilibró el gasto público (. ..). Si
bien la construcción se ha demorado en recuperar sus niveles ( ...)
aceptamos con patriotismo y silencio el desafío y la crisis que nos
afecta” (290).
El cuadro de optimismo parece haber sido lo suficientemente
extendido como para que el propio Instituto Textil, representativo
193
de uno de los sectores más deprimidos (la actividad había caído
en 35°/o desde 1974) declarara a través de su presidente: “Creemos
que la etapa crítica ya quedó atrás” (291).
Esta sensación de auge económico era vivida, según las evi
dencias, también como un éxito global del esquema de gobierno
para los gremios que se sentían identificados con éste. Ello se refle
jó, por ejemplo, en el apoyo político dado al régimen con ocasión
de la amenaza de boicot al comercio exterior chileno formulada por
la AFL - CIO norteamericana. En efecto, esta organización, a causa
de la ¡legalización de siete importantes federaciones sindicales chi
lenas en 1978 y en protesta por la inexistencia de una instituciona-
lidad laboral en el país, había decidido llevar adelante la acción re
ferida. Frente a ésto se movilizaron varios gremios empresariales
para respaldar al gobierno. La COPROCO organizó un acto de apo
yo al régimen en Concepción (Diciembre 1978) y emitió declaracio
nes al respecto. Una de ellas señalaba: “Los ataques fracasan cuando
empresarios y trabajadores están unidos frente al gobierno” (292).
También se manifestó indirectamente este apoyo en la neutra
lidad de los gremios frente al “Proyecto Ortúzar” de nueva constitu
ción el cual, pese a ser resultado de la comisión designada por el pro
pio gobierno, no contó con la aceptación plena del Jefe de gobierno.
De hecho durante 1979 ellos casi no formularon planteos públicos
al respecto y en la práctica siguieron la línea del General Pinochet.
Otra oportunidad que refleja bien este apoyo político fue el
mensaje presidencial del 11 de Septiembre de 1979 (293). En esa
(291) El Mercurio 23/7/79.
(292) Reproducida en El Mercurio 17/1/79. Posteriormente la AFL-CIO desis
tió del boic 9t ante la decisión gubernamental de iniciar un proceso de
institucionalización a través del denominado “Plan Laboral”, que enca
bezó el ministro José Pinera, designado entonces como titular del Minis
terio del Trabajo. Casi todos los gremios, con excepción de los camione-
ros y algunas críticas del comercio detallistas, apoyaron este plan.
(293) El discurso del presidente Pinochet planteó en síntesis que había termi
nado la etapa de la reconstrucción y que comenzaba la de moderniza
ción. Esta se expresaba en siete metas o “modernizaciones” : Plan Labo
ral, reforma previsional, reforma educacional, reestructuración de la sa
lud, modernización del sistema judicial, fortalecimiento de la agricultu
ra abierta al mercado internacional y reforma administrativa.
Señaló también que un plebiscito ratificará una nueva constitución y
también un período de transición para llegar a un momento en que se
transfiera el poder “a la civilidad”. Igualmente, afirmó que la estrategia
económica era definitiva y sentaba las bases de una nueva institucionali-
dad económica.
Se trataba, en fin, del diseño global de una estrategia de reestructura
ción de la sociedad y sus instituciones. Representaba así un programa
político muy definido e inspirado en los principios neoliberales que ha
bían comandado la economía todos esos años.
194
ocasión, varios de los dirigentes del núcleo más influyente de los
gremios manifestaron la extensión que hacían de su visión del éxito
económico hacia el espacio político. Hernán Daroch, presidente de
la SFF afirmó: “Ahora que el país tiene una base sólida puede
abordar las tareas políticas y sociales planteadas por el Presidente
(.. .) lo más importante es la decisión de mantener este esquema de
desarrollo que da confianza a los inversionistas privados nacionales
y extranjeros ( . . Manuel Valdés de la COPROCO señaló también:
“Estamos orgullosos los chilenos por haber recuperado nuestro ca
mino de dignidad, libertad y paz social. Ahora hay una tarea (social
y política) en conjunto por realizar”. Pero tal vez la más demostrati
va dé estas manifestaciones fue la expresada por J. Cheyre, presiden
te de la ASIMET. Citamos: “cualquier persona después de escuchar
se siente orgullosa de los gobernantes que tenemos (.. .). La recupe
ración del país es la obra titánica de un gran estadista (. ..) Chile ha
avanzado mucho sin elecciones (...). Los plazos para retornar a la
democracia (planteados por el presidente) están dentro de lo lógico”.
Así, una parte importante de las dirigencias gremiales ratifica
ba el proyecto político expresado en Septiembre de 1979 por el ge
neral Pinochet. Como se ha visto, directa o indirectamente el argu
mento es una asociación del éxito económico al plano político. En
este momento uno y otro aparecen ligados. Años después, cuando
sobrevengan otras condiciones estas dos esferas serán distinguidas en
el lenguaje de esos gremios.
En consecuencia, para el conjunto de gremios que hemos deno
minado núcleo estratégico el “ boom” del modelo económico consti
tuyó, desde su inicio en 1979, una situación de logro económico y
político. Su afiliación al régimen se robusteció y ellos asumieron
la coyuntura como el cumplimiento favorable de la apuesta ideológi
ca hecha desde 1973. Como se verá más adelante, durante 1980 esta
lógica permanecerá en lo fundamental y tendrá oportunidad de ex
presarse nítidamente en el proceso de plebiscito de la nueva constitu
ción.
196
(297). Por último, las ramas orientadas al consumo interno, como
textiles, algunos productos químicos, el caucho, la fabricación de lo
za, la industria del vidrio, la ferretería y los artículos eléctricos, en
los cuales la pequeña industria tenía importancia directa, estaban
también en 1979 entre las más deprimidas en el marco de la dualiza-
ción producida (298).
En fin, el pequeño comercio según dirigentes, si bien se encon
traba en el marco de uno de los sectores más dinámicos del modelo,
se enfrentaba en particular a una demanda restringida, al encareci
miento de los insumos y a un endeudamiento oneroso.
El cuadro de los profesionales y técnicos como se vio antes va
rias veces, se enfrentaba a un desempleo creciente y caída de sus ni
veles económicos.
No se trataba sin embargo de una coalición gremial opositora.
Al igual que antes, estos sectores seguían políticamente con el régi
men militar. Su apelación se dirigía a una idea de rectificación eco
nómica, a nombre de un cierto principio “nacional” que debiera re
gir la economía. La noción de Frente de Unidad Nacional, en nues
tro análisis, intentaba sugerir de algún modo, que el progreso del país
descansaba en una concepción de desarrollo integral de los recursos
del país y no en un esquema como el aplicado donde el núcleo de la
acumulación estaba segmentado y fuera, en los circuitos del capital
transnacional. Por cierto que la verbalización de estos dirigentes ten
día a expresarse en términos más simples, enfatizando la idea de mar-
ginación, de exclusión de sus sectores e insistieron sobre el riesgo que
ello implicaba para el país. Pero, de cualquier forma, subsistía -a
nuestro juicio—la apelación a la unidad frente a lo que veían como
desintegración.
Su alcance político, sin embargo, no iba en ese momento más
allá de “ser escuchados” por la máxima autoridad de gobierno.
Con todo, la movilización de estos gremios continuó y el 15 de
Enero crearon el Consejo Relacionador de los gremios encabezado
por Durán y Cumsille (CPA y Comercio Detallista respectivamente),
el cual inició una serie de entrevistas con los ministros; en particular
con el titular del Ministerio del Trabajo a quien plantearon la disgre
gación de la afiliación gremial que podría provocar el Plan Laboral.
Finalmente, el 6 de Febrero se formó la Confederación de la Peque
ña y Mediana Empresa (CPME) con la dirigencia de Durán (CPA),
Parragué (CONUPIA) Cumsille (Comercio Detallista) Juan Jara
(Taxistas) y León Vilarín (Camioneros). Este organismo que funcio
nará más como un lugar de coordinación que como una verdadera
197
Confederación, expresará de todas formas la fisonomía real que, a ni
vel de los gremios, había creado la dualización económica. Será así la
contraparte de la COPROCO, entidad que era la manifestación del
lado que proclamaba el “boom”.
En ese marco le tocará enfrentar múltiples tensiones.
198
den a buscar salidas diferentes en un contexto que ya se había modi
ficado sustancialmente.
Los taxistas, por su parte, celebran en el mismo mes un Con
greso Nacional. A diferencia de los autobuseros, éstos optan por la
decisión de fortalecer la unidad gremial del transporte y acuerdan
oponerse a la liberalizadón del sector que califican de “libertinaje”.
Concluyen además que es necesario una “reforma de excepción”
para el sector y una revisión de la política arancelaria.
Esta acumulación de confrontaciones de los transportistas y el
gobierno encuentra un punto álgido en Septiembre de 1979. En esa
ocasión los camioneros se reúnen en la localidad de Ley da para con
memorar el 11 de Septiembre. Seiscientos dueños de camiones y sus
máquinas se concentran en un acto al que asisten tres generales en re
tiro encabezados por Gustavo Leigh (general de aviación ex miembro
de la Junta, destituido en 1978). Hacen uso de la palabra Juan Jara
(de los taxistas), Berta Molina (dirigente de la Confederación de Due
ños de Camiones) y León Vilarín.
El primero de estos dirigentes afirmó en su discurso: “En Chile
ya no podemos señalar los mismos argumentos que planteamos el on
ce. Cada día cunde más la desesperación y el desencanto al ver las or
ganizaciones nacionales y de base totalmente terminadas. Hemos pre
senciado el esfuerzo de civiles, de hombres que no han querido pasar
a Chile la factura por lo que hicieron. Pero vemos a otros del sector
civil que ocupan grandes cargos, que antes estaban en el extranjero.
Los transportistas (.'..) queremos justicia igualitaria y que no venga
un grupo determinado a llevarse la riqueza de este país (...). Todo
lo hemos planteado al primer mandatario, pero ha sido inútil (. . .) lo
que habíamos conquistado ya no lo tenemos ( ...) . Los ministros de
ben renunciar cuando son incapaces (. ..) ” (303).
Berta Molina dijo a su vez: “Si la patria está en peligro y nues
tro trabajo e hijos están amenazados por el hambre y la cesantía, la
mujer chilena también estrecha filas (. ..). Pasó el tiempo y la unidad
que vimos fue perdiendo cohesión (.. .)” (304).
Finalmente, León Vilarín cerró el acto señalando: “Hay que
hablar en voz alta para que alguien nos escuche en el Diego Portales
(305) (. ..). No venimos de regreso del 73 ni estamos arrepentidos.
Pero es distinto que seamos masoquistas y no tengamos capacidad de
pensar donde vamos cayendo con el sistema económico impuesto
(.. .). Esto no puede continuar (.. .). No queremos forcejear con el
gobierno. Tampoco pedir ayuda y protección ( ...) sólo trabajo bien
199
remunerado (. ..). Yo ñamo al Plan Laboral, Plan antigremial (. . .).
Es muy peligroso forcejear con la mayoría del país ( ...) queremos
un poder legislador y fiscalizador” (306).
Los dirigentes del grupo sindical opositor de tendencia centris
ta, denominado “grupo de los 10”, presentes en el evento, subieron
al estrado dando así un cariz más político al acto.
Como se puede observar, este sector gremial estaba radicalizan
do sus posiciones e intentaba recuperar el proceso iniciado en 1973
para otros signos distintos de aquellos del gobierno, en especial res
pecto a su política económica. Pero sin duda estaba tambie'n insi
nuando correcciones institucionales al esquema político al referirse
a un poder legislador fiscalizante. Igualmente reaparece con más
fuerza que antes el tema de los grupos económicos monopolistas,
cuestión que había sido planteada menos explícitamente en 1976 -
78.
Después de los intentos frustrados de 1973 - 74 para recons
tituir un poder gremial capaz de lograr interlocución con el régi
men, este acto parece ser el esfuerzo más sustantivo para insistir
en ese proyecto. Sin embargo, durante el resto de 1979 la evidencia
encontrada muestra que la reacción fue insuficiente para sostener esa
estrategia establemente, si bien, como se verá más adelante, en 1980
recuperaría fuerza nuevamente.
Esta neutralización hacia fines del año 79 de las tensiones de
los transportistas tiene que ver también con la política del gobierno,
tendiente a separar a los componentes del sector con negociaciones
parciales a la vez que aplicaba dureza a los más intransigentes.
200
parece haber resultado un camino satisfactorio, dado el progresivo
clima de conflicto que muestran los antecedentes examinados.
El núcleo de estos choques son los agricultores cerealeros del
sur del país y en particular los trigueros y remolacheros. Entre am
bos rubros representaban aproximadamente el 41o/o de la producción
total del subsector de cultivos tradicionales. Como se ha mencionado
antes, la caída de producción y rentabilidad en 1978 fue grave en ese
rubro, el que salvo en 1974 y 1977 no había tenido un comporta
miento favorable.
La característica de estas tensiones en el agro es que generan
un enfrentamiento entre la SNA y los sectores afectados (CPA, CAS
asociaciones provinciales de productores) bastante más aguda que los
roces anteriores. Ahora definitivamente aparece una competencia de
dos esquemas radicalmente distintos para juzgar la situación agraria.
Esto tiene que ver, a nuestro juicio, con la perspectiva de consolida
ción del modelo económico que sostiene la SNA en el marco del
“boom” económico en desarrollo, lo que anula el carácter de los de
bates anteriores sobre posibles adecuaciones, válidas en un, proceso
transitorio, pero no en uno ya consagrado. Así entonces, como ocu
rría también en otros campos, ya no se trata de discutir la velocidad
o la extensión del modelo. Ahora se enfrenta más drásticamente la
asimilación o la crisis.
La dureza que alcanzaba la controversia se expresa en los docu
mentos difundidos en la época. Entre ellos citamos la carta enviada
por la Asociación Nacional de Productores de Trigo (ANPT) a la re
vista HOY en Enero de 1979. En ella se afirma: “La soberbia y la fal
ta de criterio de quienes en estos momentos están dirigiendo la polí
tica agraria del país ( ...) es realmente indignante pues refleja una
realidad que nada tiene que ver con nuestro Chile (...) . Estamos en
una sequía alarmante ( ...) los trigos se están secando sin granar (. ..)
los sembrados de primavera en gran parte se han perdido (...). Es in
dispensable que exista un parlamento al cual podamos acudir en de
fensa de nuestros derechos” (308).
Como se aprecia, al igual que en el caso de los camioneros, la
reivindicación económica comienza a dar lugar a sugerencias de or
den político; en este caso, la demanda de un poder contralor (parla
mento) que juegue el rol de contrapeso al ejecutivo. Este es un factor
nuevo con respecto a los períodos previos y refleja muy probable-
201
mente, la apelación de los sectores deprimidos a una alternativa que
posibilite algún mecanismo de contención de la hegemonía político
económica del bloque neoliberal. Ello no significa, sin embargo, una
oposición política declarada al régimen militar, sino al segmento do
minante en éste (los “Chicago”) que es identificado como deforma
dor del sentido genuino del gobierno. Respecto de este último, en
tanto régimen militar, los propios dirigentes de la ANPT se declaran
en esa misma carta “partidarios hasta las últimas consecuencias”.
Este planteamiento acerca de un parlamento, que observamos
en los gremios mencionados, es también un tema que se hace presen
te a nivel más general en el país con motivo de los anuncios de etapas
institucionalizadoras que venía haciendo el general Pinochet. Así, las
ideas sobre un parlamento designado circularon en diversos medios,
afirmando algunos que éste sería puesto en vigor ese año 79 y otros
que ello ocurriría en 1980 o después de plebiscitada la nueva consti
tución. Coincidía esto también con el inicio de una polémica en el
seno de los partidarios del gobierno entre los llamados “duros” (fa
vorables a una línea más restrictiva en lo político) y “blandos” (pro
clives al avance de pasos institucionalizadores que concedieran cier
tas aperturas reguladas).
Los gremios no participaron públicamente de este debate, pero
antecedentes examinadós muestran que al menos entre los sectores
más tensionados (camioneros, transportistas, agricultores del sur
del país), los primeros probablemente lograban algunas simpatías,
puesto que compartían sus críticas al modelo económico e insistían
también en que el régimen militar no podía ser subsumido en el
esquema neoliberal.
La idea de un parlamento se planteó a menudo, en los artícu
los de prensa donde aparecían consultados algunos, dirigentes gre
miales de esos sectores, como una cámara con representación de las
organizaciones sociales, más que como un ente de representación po
lítica. Así, estas dirigencias gremiales abogaban, a nuestro juicio, no
por una apertura política estrictamente, sino por mecanismos de in
clusión y de participación de sus sectores en las decisiones socio-eco
nómicas. Este era también un punto cercano a los llamados “duros”,
los que se inclinaban por estas líneas corporativistas.
Con todo, no disponemos de evidencia suficiente como para
afirmar que entre ese sector del gobierno y algunas dirigencias gre
miales existieran lazos políticos establecidos y actuantes.
El gobierno respondió a las demandas de los productores de
trigo abriendo una nueva línea de crédito para cancelar los anteriores
créditos a los cuales por la sequía y la situación depresiva del sector
no podrían hacer frente. La CPA respondió que ésta era una solución
m
insatisfactoria pues sólo retrasaba la crisis y endeudaba aún más a los
productores (309).
Esta posición de la Confederación de Productores Agrícolas
(CPA) que compartían los trigueros y a los cuales se sumó la Asocia
ción de Productores de Arroz (APA), declarando que era necesario
organizarse para hacer frente común ante la política agraria guberna
mental (310), provocó la reacción contraria de la SNA, iniciándose
una confrontación entre un sector y otro de las dirigencias agrícolas.
En el mes de Abril había asumido la presidencia de la SNA
Germán Riesco, ex director de la Oficina de Planificación Agrícola
del Ministerio de Agricultura (ODEPA) (311), personero decidida
mente partidario del modelo económico vigente. Riesco había for
mado parte del equipo agrario gubernamental que asumió el Minis
terio de Agricultura cuando Alfonso Márquez de la Plata (antes pre
sidente de la SNA) fue nominado ministro del ramo en 1977.
Como se recordará, en esa ocasión se estimó en el medio gre
mial que los agricultores habían logrado un avance al reemplazarse
el anterior cuadro ministerial del sector por uno más ligado a la acti
vidad agraria. Esa era la época en que se planteó el debate acerca de
los productos estratégicos (básicamente los alimentarios). Sin embar
go, dos años después, la línea gruesa del esquema económico era en
lo fundamental la misma que se había criticado y la agricultura si
guió los derroteros del modelo económico sin mayores concesiones.
De hecho la crisis de los cultivos tradicionales era entre otras cosas,
también el resultado de la no aplicación de una política que consi
derara la tesis de los productos estratégicos. Esto mostró que la he
gemonía del equipo económico era muy sustantiva y probablemen
te pueda agregarse también, que el sector dirigente ligado a la SNA
en funciones del gobierno o se había convencido de esa línea o valo
raba prioritariamente el equilibrio político global del régimen por so
bre sus necesidades sectoriales (312).
203
El primer acto de respuestas a la posición de los agricultores de
la CPA, los trigueros y en general los representante de las áreas depri
midas, fue dada por Riesco al asumir la presidencia de la SNA. En
esa ocasión afirmó: “El sector agrícola no pretende ni pedirá tratos
especiales (...). La acción se orientará a ayudar a los productores a
que se adapten con éxito al nuevo esquema económico (...). Hay
un sector que no ha aprovechado plenamente las ventajas del mode
lo escogido (...). La meta no es el autoabastecimiento sino la renta
bilidad” (313).
De inmediato la CPA contestó las observaciones de Riesco en
una declaración pública en que aseguró: “Ningún agricultor ha pedi
do tratamiento especial. Lo que se pide es el mismo tratamiento que
tiene la agricultura en el mundo entero (...). Se quiere confundir el
apoyo al gobierno con la incondicionalidad (...). Hay un cinturón
de civiles que rodean a los militares, los cuales han deslizado la creen
cia que quien no siente una adhesión ciega por el gobierno está en
su contra (...). Lo que se pide es que las autoridades planifiquen el
desarrollo agrícola ( ...) que la dieta nacional provenga en un 50°/o
de los campos chilenos” . En el mismo sentido se pronunció el presi
dente del Consorcio de Sociedades Agrícolas del Sur (CAS) Heriber-
to Schiling (314).
El presidente de la SNA reaccionó declarando a la prensa que
“no polemizaré con grupos minoritarios” y agregando: “el país está
viviendo una realidad concreta. No estamos en los años 75 - 76 en
que .se discutía sobre la política económica. Esta realidad significa
adaptarse a esta política y reconocer que ella ha sido en términos ge
nerales buena para los agricultores y el país” (315).
La visión optimista de Riesco estaba basada al parecer en los
indicadores de balanza comercial del sector pues a ellos hacía refe
rencia constantemente. Así, en Mayo de 1979 señalaba que -según
sus datos— el sector habría pasado de un déficit de más de 500 mi
llones de dólares en 1973 a un superávit de casi 200 millones de dó
lares en 1978 y que el aporte agropecuario al PNB habría subido al
doble en ese mismo período pese a la caída del último año. Sin duda,
204
su apreciación iba hacia lo que se ha llamado el “boom” exportador,
basado sobre todo, en la fruta (manzana y uva principalmente) y en
algunos rubros agropecuarios exportables (leguminosas, cultivos in
dustriales, vinos y algunos cereales). Estos rubros constituían por
cierto los polos dinámicos del sector y en ellos se había generado in
versión, aunque —como se sabe—parte importante de las inversiones
de esos rubros eran muy anteriores a 1974 e incidían en el auge
del período (316). Sin embargo, este polo “moderno” con todf
su dinámica, no implicaba un desarrollo “global” de la agricultura, co
mo parece haber sido el concepto a que aspiraba la CPA y los otros
gremios, sino su “especialización” en vistas del mercado mundial
Así, la visión que unos y otros tenían del desarrollo agrícola era por
cierto diferente en téminos muy sustantivos, sobre todo, dado el
hecho que el subsector dinámico no filtraba crecimiento para los
otros subsectores que se deprimían. Esto último, que al parecer tam
bién discutía la SNA, se vería confirmado más tarde, cuando la co
rrección de las cifras del crecimiento agrícola sobre las que ésta se
basaba sean corregidas en 1981 por ODEPLAN (317). Ello devela
rá la contradicción flagrante para los analistas del momento entre
la versión de aquella cifra y la versión de los actores sociales de las
áreas deprimidas.
Con esa perpectiva, la SNA proponía comisiones especiales pa
ra discutir el caso de los sectores “no adaptados” al modelo y estu
diar su inserción, a la vez que reprochaba a los agricultores de la CPA
su recurrente crítica. Según Germán Riesco (en carta pública del
26/5/79) ésta no contribuía a la unidad y hacía difícil comprender
a dirigentes como Domingo Durán, que “había concordado en no
polemizar”. Se refería con ello a una carta enviada por la CPA a la
SNA en que se le invitaba a debatir la situación agrícola en conjunto
con el CAS y la Confederación de Asentamientos Agrícolas, a fin de
evitar la confrontación pública como estaba ocurriendo.
La CPA replicó a esta carta pública en términos duros, con lo
que el intento de morigerar el conflicto que había sido ensayado con
la invitación al debate se frustró. La declaración de la CPA, dirigida
personalmente a Riesco, establecía: “( ...) ¿qué quería Ud.?, que la
Confederación guardara silencio para que el equipo económico, con
cuyos enfoques concuerda ciegamente, continúe ignorando el acon
tecer agrícola de importantes sectores que son arrastrados a la des
trucción o desaparecimiento de sus cultivos, sin que haya sido posi
205
ble encontrar otra alternativa (.. .)• Asistimos al triste espectáculo de
una teoría económica que nos fue planteada como tal y como tal la
aceptamos, sin embargo, ella se ha ido transformando en un intransi
gente sistema político, tan dogmático como el que le conocimos a
Vuscovic (318) ( ...) compartimos una economía de mercado pero
aplicada con flexibilidad (.. .). Somos leales a las Fuerzas Armadas
pero no a los economistas ( ...) ” (319).
Esta polémica entre las dos instituciones, que ocupó casi todo
el primer semestre de 1979, fue derivando hacia precisiones sobre la
línea de desarrollo agrícola de cada bloque gremial. Surgió así, ade
más de la controversia “desarrollo global” (CPA) versus especializa-
ción modernizante en polos exportadores (SNA - Gobierno), un
planteamiento de recuperación de la función estatal por parte de los
primeros, que se expresó en la necesidad de ciertos roles de planifi
cación a cumplir por aquél. Puede decirse que la CPA sugirió una
perspectiva de tipo mixto en la gestión global de la agricultura y no
puramente privatista y de libre mercado. A ello se referían muy pro
bablemente cuando insistían en la necesidad de flexibilidad del esque
ma económico. El CAS lo planteaba también a través de su presiden
te (H. Schilling) cuando declaraba en la Conferencia Latinoamerica
na de Comercialización del trigo: “sin ser opositores al gobierno ( ...)
creemos que hay casos en que el Estado debe dar una mano subsidia
ria” (320). Utilizando el lenguaje oficial, es claro que se estaba refi
riendo con esta apelación a la intervención estatal que hemos hecho
notar. La misma demanda está presente en la declaración de la CPA
del 5 de Mayo que se mencionó al inicio de la controversia SNA -
CPA.
Esta confrontación entre la visión favorable a una incidencia
del Estado que empezaban a plantear unos y la oposición de los otros
a considerarlo positivamente, fue recogida en diversos análisis de la
situación agraria de la época confirmando nuestra apreciación (321).
También en los agricultores deprimidos por el modelo econó
mico se desarrolló un planteamiento político: el de un parlamento
que jugara el rol de contrabalanceo de poderes frente al ejecutivo,
cuestión coincidente con lo planteado por el gremio de camioneros.
En síntesis, es claro que en el sector agrícola el “boom” econó
mico o despegue polarizó las posiciones de los actores gremiales, al
igual como estaba ocurriendo con los transportistas. Estas fisuras
206
no eran menores y se orientaban a la conformación de dos bloques
nítidos y en competencia. No obstante, es claro también que se tra
taba básicamente de una disputa económica, cuyos ribetes políticos
eran sólo incipientes y en cualquier caso subordinados, como venía
ocurriendo desde 1973, a una adhesión común al régimen militar.
El clima de tensión entre los gremios agrícolas disminuyó un
tanto hada los inicios del segundo semestre de 1979. Ello se debió
al surgimiento de dos problemas que los hicieron concurrir a posi
ciones relativamente comunes: la cuestión de la revaluación tributa
ria de los predios agrícolas y el problema de los precios para el trigo.
En el primer caso, el gobierno decidió recargar en casi un
100°/o las contribuciones de bienes raíces agrícolas. Esta medida es
taba relacionada, según parece, a la elevación de los precios relativos
de las tierras agrarias, en virtud de que éstas podrían comercializar
se con mayor libertad que en las legislaciones anteriores. La medida
provocó la reacción conjunta de la CPA y la SNA que calificaron de
inconsulta la medida y pidieron se postergara la revaluación. Su ar
gumento era que el valor comercial no era igual al valor de uso.
El gobierno, sin embargo, no aceptó postergar la decisión.
El conflicto se arrastraría posteriormente durante 1980 origi
nando un debate sobre la rentabilidad agraria y la forma de medirla,
el que no culminaría sino años después. Con todo, este hecho permi
tió distender las relaciones entre la SNA y la CPA y dio la oportuni
dad a la primera de apartarse un poco de su imagen de instrumento
operador de políticas gubernamentales.
JEn cuanto ál tema de los precios tanto la CPA como la SNA
pidieron en Jumo que se eliminara la banda aplicada al trigo en 1977,
que consideraban inadecuada. En particular la CPA argumentó que
nunca fue consultada sobre su forma de aplicación (322). El gobier
no accedió a este planteamiento y se liberaron los precios de los pro
ductos sometidos a bandas. A la vez se habían eliminado los poderes
compradores estatales de trigo y raps que operaba la Empresa de Co
mercio Agrícola (ECA).
Respecto de este tema es importante clarificar que la CPA ha
bía considerado en un inicio favorable la medida de bandas de pre
cios puesto que ello era concordante con su política de cautelar los
llamados “productos estratégicos”. Sin embargo, su desacuerdo esta
ba con el nivel fijado al “piso” o nivel mínimo de precios, el que
consideraba muy bajo en relación con los promedios internacionales,
lo que perjudicaba la rentabilidad de los productos. Así, su demanda
de derogación de las bandas tendía no a favorecer el libre mercado
207
de esos productos, sino a buscar otras alternativas que los protegie
ran mejor frente a un mercado monopolizado por empresarios moli
neros, que tenían una estructura altamente concentrada y fijaban los
precios controladamente (323). En consecuencia, la CPA, conjunta
mente con su demanda sobre las bandas de precios, planteó la crea
ción de un ente mixto (estatal - privado) que abriera un poder com
prador que regulara el precio del cereal. A la vez, insistió en la nece
sidad de que el gobierno actuara para hacer transparente el mercado
por medio de algún recurso que limitara el poder monopolístico de
los molineros (324).
Sobre este punto la SNA, según parece, tenía coincidencia en
cuanto a la liberación de precios, pero no es claro que compartiera
en ese momento la política de la CPA sobre mecanismos mixtos de
regulación, si bien había hecho notar en ocasiones que el problema
del monopolio molinero era real.
De cualquier forma, este tema abrió un cierto espacio de diá
logo CPA - SNA que contribuyó también a disminuir la algidez del de
bate de fondo antes referido. Con todo, el problema mismo de la re
gulación de precios y de los molineros no se resolvió en esa ocasión
y reaparecerá permanentemente en el futuro.
El gobierno continuó, independientemente de la polémica sur
gida entre la SNA y la CPA, su línea de liberalización en la agricultu
ra. Ello se expresó en la decisión de dejar libre la plantación de viñe
dos (cuestión que fue apoyada por la SNA) y en el anuncio de que se
licitarían las bodegas de la ECA. Frente a esto último la ANPT reac
cionó en contra v solicitó que no se ¡mplementara la medida. Propu
so también como alternativa que se rentara estas bodegas a la Asocia-
clon .
A estas alturas, el sector cerealero y la CPA como conjunto,
comenzaron a plantearse la opción de constituir sus propios pode
res compradores y de buscar mecanismos para lograr una organiza
ción económica independiente que le permitiera sobrevivir en el es
quema en vigor. Estas iniciativas se enfrentarían sin embargo a la
descapitalización creciente de estos agricultores y al inaccesible cos
to del crédito. Ello pese a que el gobierno otorgó líneas crediticias
208
a ocho mil pequeños productores (325), lo que, con todo no pare
ce haber significado una solución para el nivel del problema en esa
época. Lo mismo parece haber ocurrido con el nuevo contrato que se
otorgó a los remolacheros de Bío-Bío en Agosto del 79 el que, si
bien mejoraba el precio por toneladas, según los propios agricultores
no resolvía el nivel de crisis a que se había llegado (326).
Así entonces, al culminar el primer año en que oficialmente se
había consagrado el “despegue”, el cuadro de la situación agrícola
había generado dinámicas nuevas sobre problemas de viejo arrastre.
Estas apuntaban hacia expresar más organizada y colectivamente las
tensiones en el sector. En ese contexto la CPA y las Asociaciones de
cerealeros se reagrupaban activamente en defensa del polo deprimi
do del “boom”, en tanto que la SNA se mostraba como la portado
ra de los logros del modelo. Germán Riesco manifestaba bien esta
línea cuando afirmaba en su discraso de la FISA 79: “Después de
cuatro décadas de decrecimiento ( ...) comprobamos con compla
cencia la recuperación de nuestro sector a partir de 1973. Restable
cidos el orden ( ...) y el respeto al derecho de propiedad (.. .) libe
rados de la odiosa discriminación económica (. . .) como consecuen
cia del sistema de sustitución de importaciones que imponía sobre
nuestros hombros gran parte del costo de la exagerada protección
industrial en que se basaba ( ...) hemos iniciado la magna tarea de
desarrollar nuestras tierras (. ..)” (327).
209
tes de la Confederación del Comercio Detallista (C. C. D. ).
La razón parece haber estado en que el comerciante al detalle,
agrupado en la C. C. D., es básicamente el abarrotero, el de la peque
ña mercería y mucho comerciante por cuenta propia, cuyo merca
do está ligado al consumo familiar inmediato. En consecuencia, la
cesantía (13.6°yb en Santiago para 1979), la caída de los ingresos
(-16°,b en 79 con respecto a 1970) y el alto costo de cre'ditos e in-
sumos, los afectaba con fuerza. No era el caso del comercio de im
portación que se beneficiaba de los aranceles bajos y acudía a un
público con ingresos superiores, que podía obtener ventajas del sis
tema de pago a plazos directo o vía financieras.
Esta situación se manifestó en el Consejo Ejecutivo Nacional
celebrado el 15 de Julio de 1979 por la Confederación. En esa oca
sión 131 delegados de las 13 regiones del país establecieron en sus
conclusiones que “La situación es bastante difícil en el sector comer
cio” la razón: devaluación del peso y alzas que se está lejos de poder
controlar (328).
Rafael Cumsille, presidente del gremio, afirmó en tal oportuni
dad que la Confederación de la Pequeña y Mediana Empresa (CPME)
no estaba ni a favor ni en contra del gobierno sino “por Chile” y que
“Nos vamos a unir una vez más para salvar a Chile”.
León Vilarín, tambie'n orador del evento, señaló: “si los gre
mios se han alejado del gobierno es porque el gobierno se alejó pri
mero, nos cerró las puertas” y exhortó a los dirigentes del comercio
a unirse “para evitar que este gobierno, que no fue instituido para
una clase, quede en esas manos (. ..)”.
Por último, Domingo Duran intervino en representación de la
CPA expresando: “si no se ductiliza el esquema económico termina
rán por destruir el propio esquema militar”.
En el mes de agosto, la Confederación del Comercio Detallista,
como una forma de expresar su crítica a la política económica, acor
dó preparar en adelante su propio Indice de Precios al Consumidor, el
que denominó Índice de Precios l’iomedio (IIT).
El dirigente de la Confederación, Rafael Cumsille, confirmó las
posiciones de su gremio en una entrevista a la revista HOY N° 122
(de noviembre de 1979). En ella declaró: “Lo que los gremios orga
nizados pueden lograr es evitar que grupos determinados se sigan
adueñando de este país. La campana la estamos tocando muy fuerte
por todos lados. Y estamos esperando que esta campana se escuche
(. . .). En Chile los que hacen críticas constructivas (se dice que) es
tán en contra. Y los que aplauden las medidas suicidas que están a
210
favor (. . .). No hay pugnas entre consumidores y comerciantes.
Entre sectores tan agotados (. . .) qué pugna puede haber (. . .). Le
critico en primer lugar (a este gobierno) la conducción política. No
cabe duda que la cosa económica ha tenido éxito si se viera al país
como una empresa. Lamentablemente para esto se ha requerido el
sacrificio sufrido de una población. Es consecuencia de técnicas
frías (. . .). Se está dando una lucha (. . .) pronto tendrá que haber
algún sistema en que las mayorías puedan expresarse (. . .). Si no
hay cambios en el año que viene, efectivamente habrán muchos
sectores que no podrán seguir soportando. Tiene que venir alguna
medida del gobierno (.. .)”.
Como se aprecia, por los planteos antes citados, la dirigencia
de este gremio participaba de la misma lógica crítica de los camione-
ros y agricultores y hacía énfasis con ellos en la idea de organizarse
para “salvar” al gobierno de su desnaturalización por los neoliberales.
Esta concepción que el gobierno había caído en manos de una
oligarquía que deformaba al régimen militar, configuraba un esque
ma de razonamiento muy extendido en el mundo de los gremios reu
nidos en la CPME. Este, en síntesis, definía como sus antagonistas a
una cierta clase plutocrática y tecnocrática que se había convertido
en un obstáculo para que ellos, los “hombres de trabajo” (o la clase
media según otros), pudieran realizar, junto con los militares, una
sociedad de producción fundada en la propiedad privada del tipo que
ellos representaban.
Un tal razonamiento no se pronunciaba sobre el régimen sobre
el régimen político, cuyo autoritarismo era cuestionado esencial
mente en la vida económica pero no en sus expresiones de exclusión
ciudadana más sustantivas.
De cualquier forma, es claro que en la etapa del “boom econó
mico” se generó más definitivamente una mutación del raciocinio
de 1973 - 74, en que el antagonista era sólo el “caos marxista” pre
7 3 y existía un actor unificado que era “la chilenidad” portadora de
la Reconstrucción Nacional. Ahora sin duda el panorama había
cambiado, desvaneciéndose la utopía integrista de la nación contra la
anti-nación, para dar lugar a una lógica sustancialmente diferente.
Aquella de una clase propietaria básicamente no monopolista y local
confrontada con el poder concentrador de los grupos económicos
y del capital financiero internacional.
Sin embargo, en el campo de los gremios de comerciantes, al
igual como ocurría en la industria y la agricultura, existían contra
partes de la Confederación del Comercio Detallista (C.C.D.) que te
nían posiciones diferentes. Estas eran la Cámara Central de Comer
cio (C.C.C.), el Registro Nacional de Comerciantes (RNC) y el SIDE-
CO (Sindicato de Comerciantes). Estos últimos organismos se mani-
211
festaban a favor de la política gubernamental. De ellos, sobre todo el
primero agrupaba a muchos de los comerciantes de mayor tamaño y
mejor vinculados al éxito del sector, en conexión con las importacio
nes y el mercado de bienes a que accedían los estratos de mejor in
greso relativo. En un nivel intermedio se encontraba el SIDECO que
asociaba a los dueños de establecimientos del centro de la capital y
barrios residenciales de mejor nivel.
El Registro Nacional de Comerciantes afirmaba en una decla
ración del 7 de octubre (329): “Se nos ha dado un esquema econó
mico y nos hemos adecuado a él”. La Cámara Central de Comercio
por su parte, en las conclusiones de su Asamblea Anual del 23 de no
viembre declaraba: “(Esta política económica) es la que da mayores
posibilidades de desarrollo. La mayoría de los comercaintes se ha
adaptado al sistema de mercado” (330).
En consecuencia, aquí también se produjo una fisura entre dos
sectores gremiales si bien, según parece, en esta área de gremios la
confrontación no adquirió el carácter que tomó en el campo agrario.
8. El proceso de 1980
El segundo año del “boom” estuvo marcado por un cruzamiento de
hechos económicos y políticos. En efecto, durante 1980 el gobierno
va a implementar la aprobación plebiscitaria de un nuevo texto cons
titucional que reemplazaría a la Carta Fundamental de 1925. Esto
hará que la variable institucionalización del régimen se convierta en
el factor principal que otorgue la lógica central con la que se muevan
los actores sociales y en particular los gremios. En consecuencia los
debates sobre el “despegue” van a estar condicionados por la lealtad
política al régimen, perdiendo visibilidad las dimensiones más críti
cas que derivaban de las consecuencias de dualización y segmenta
ción que el “éxito” había producido. Ello no implicó que aquéllas
desaparecieran pero sí que se subordinaran al criterio de respaldo
político.
Como consecuencia de esta suerte de neutralización de la críti
ca, eí clima público general aparece definido por un triunfalismo
con menores contrapesos y cobra fuerza el mensaje oficial que afir
ma haberse iniciado la etapa délas modernizaciones. Así, cobra ma
yor credibilidad el argumento propuesto por el gobierno que una
vez logradas las bases económicas (el PGB de 1979 había marcado
212
8.3°/o de crecimiento) corresponde reestruturar las instituciones so
ciopolíticas y culturales del país. Todo ello contribuye a que proba
blemente este año sea aquel en que el gobierno adquiera un perfil
global más dinámico y se presente operando no sólo un cambio
económico sino tambie'n intentando lo que algunos analistas deno
minaron una “refundación capitalista” de la sociedad (331).
213
re/ca la actividad estatal. Por tajantes e intransigentes que sean las
políticas económicas de los Chicago bovs, es indispensable aceptar la
piesencia del Lstudo en nombre del bien co m ú n del país (. . .)
¿Quién le garantiza al país que el res'to de las plantas no va a seguir
la misma desmedrada suerte que ya han tenido tres: la de Oanquihue
(clausurada) y otra dos, tras pasar de la noche a la mañana al sector
privado? (. . .)” (333).
La posición de la SNA, manifestada por Germán Riesco fue
diferente. Este dirigente afirmó: “(la medida) introducirá un factor
de competencia que beneficiará a productores y consumidores. Los
agricultores tendrán la opción de vender a más de un comprador, lo
que elevará los precios del cultivo y asegurará un abastecimiento más
permanente (. . .). El Estado no es un buen administrador de empre
sas” (334).
La visión de unos y otros se reiteraba por tanto diametralmen
te opuesta. Tanto más cuanto la CPA exhibía cifras en las que señala
ba que la remolacha había caído de 57 mil hectáreas sembradas en
1977 a 11 mil en 1979 como consecuencia de los precios fijados por
el gobierno (bandas), argumentando además que la medida de la
IANSA provocaría aún mayores caídas, haciendo bajar más el nivel
de autoabastecimiento nacional y obligando a la importación. Afir
maba también que el cierre de la planta de Linares significaría 5.400
cesantes en la zona (335).
Esta polémica sobre la remolacha había tenido ya una reacción
anterior de la SNA cuando en junio de 1979 Germán Riesco propuso
que se reemplazara su cultivo por el de espárragos, producto que, se
gún el dirigente, tenía mejor mercado internacional (336).
Conjuntamente con el conflicto anterior, la cuestión de la ac
ción estatal se reprodujo también en relación con los trigueros, quie
nes había planteado en 1979 que se les rentara las bodegas de la ECA
en vez de licitarlas. El gobierno les respondió negativamente, argu
mentando sus personeros que el Estado “no puede pagar empleados
para el sector privado” (337).
Esta situación de IANSA y ECA, además de la evidencia que el
gobierno estaba dispuesto a continuar con su línea en el sector agrí
cola, generaron una serie de declaraciones de varias entidades gremia
les del agro. En ellas, junto a la manifestación de la crisis apareció a
214
menudo directa e indirectamente el tema de la ingerencia estatal, con
lo que se mostró que este tema se había extendido desde 1979 y que
aparecía como un elemento de argumentación recuperado por un
sector gremial después de mucho tiempo.
Entre estas declaraciones puede citarse la emitida por la ANPT
(trigueros) que en Carta pública al Ministro de Agricultura señalaba:
“Es absolutamente imposible seguir sembrando trigo de mantenerse
el esquema económico actual. No están dadas las condiciones para la
libre competencia (. ..)”. Al mismo tiempo planteaba como medidas
de emergencia la condonación de deudas provenientes de la “Campa
ña del trigo” (338) ya que sus intereses eran impagables y la consti
tución de una Comisión Nacional del Trigo - Estado - Productores
(339).
Manifestaciones públicas semejantes fueron las de la Federa
ción Agrícola de Osorno, en que se afirmaba que la crisis del agro era 1
la peor desde 1964 lo que exigía ser considerado por el poder públi
co (340), y la de los productores Agrícolas de Nuble que hacía una
dura crítica ai comportamiento prescindente del Ministerio de Agri
cultura respecto de la crisis (341).
También puede citarse la declaración de la SOCABIO (Socie
dad Agrícola de Bío-Bío) que cuestionaba el modelo económico
neoliberal afirmado que “no es conveniente ni promueve el interés
del productor (...). Ha sido implantado por personas ajenas a la rea
lidad del sector” (342).
La CPA solicitó públicamente (21/5/80) que el gobierno decla
rase la situación agrícola de sus sectores como catástrofe nacional y
utilizara el 2 por ciento constitucional previsto para estos casos. Co
mo alternativa planteó la contratación de un crédito internacional
con aval del Estado para enfrentar la crisis. Al*igual que la ANPT, pi
dió la formación de una comisión mixta Estado - gremios para anali
zar la condición de la agricultura.
En esa misma ocasión se hizo un llamado a encarar la crisis con
un esquema de reunificación gremial y se invitó a la SNA a participar
de este frente.
El Ministerio de Agricultura respondió que estas demandas
eran patemalismo o búsqueda de subsidio y la CPA insistió en la ne
cesidad de un papel más activo del Estado.
(338) La ANPT se refería a los primeros años del gobierno militar en que se
dió la campaña de “sembrar hasta los caminos”, cuestión que implicó
un endeudamiento de los productores que se arrastraba hasta entonces.
(339) El Mercurio 26/3/1980.
(340) El Mercurio 10/4/1980.
(341) El Mercurio 11/4/1980.
(342) El Mercurio 16/4/1980.
215
El clima alcanzó nuevamente un punto delicado el 8 de Junio
con ocasión de una asamblea de 4.000 agricultores en Talca. En esa
oportunidad, en que se formaba la Federación de Productores Agrí
colas de Talca, los participantes exigieron una acción gremial más de
cidida frente a la crisis provocada por la política económica. Domin
go Durán, presidente de la CPA, al parecer acogiendo esta demanda
•afirmó en su discurso de clausura: “Ha llegado exactamente el mo
mento en que el toro hay que tomarlo por las astas. No es posible se
guir pensando en soluciones de parche ( ...) ”. Al mismo tiempo lla
mó a formar “una organización de lucha integral (. ..) que controle
todas y cada una de las etapas del proceso productor”. Se refería con
ello a la estrategia que estaba intentando la CPA desde 1979, esto es
crear una organización gremial económica, capaz de adquirir la infra
estructura estatal (bodegas, plantas) que el Estado estaba licitando y
a la vez capaz de diseñar una política de planificación para su sector.
También incluía la formación de un poder gremial suficiente como
para presionar al gobierno a otorgarles participación en la formación
de decisiones para el área agrícola.
Con todo, este resurgimiento de la confrontación, con la polí
tica agraria del gobierno y con la SNA - en la medida que se orientó
hacia una estrategia que seguía siendo exclusivamente de defensa eco
nómica, con aún muy escasas referencias a temas de orden político
(sólo había surgido en 1979 la idea de un parlamento de contrapeso
al ejecutivo) fue fácilmente subsumida en la dinámica del plebiscito
que dominó el segundo semestre de 1980. Nos referiremos a ello más
adelante.
10. Transportistas: la evocación del “Pliego de Chile”
El otro sector que continuó recurientemene planteando sus posicio
nes críticas fue el de los transportistas, en especial camioneros y due
ños de taxis.
El gobierno, según los dirigentes de estos gremios, no había
respondido sus demandas (tarifas, insumos, participación, etc.). Más
aún continuaba, de acuerdo a las evidencias, tomando medidas sin
considerar la opinión de las organizaciones.
Aún cuando algunas de esas medidas fueran puntuales, al pare
cer el clima generado era hostil desde antes y las dirigencias se decla
raban hostigadas por el gobierno.
Uno de los hechos puntuales: la prohibición municipal de que
los taxis dejaran pasajeros en el centro de la ciudad de Santiago, de
sencadenó un conflicto que abrió nuevas grietas entre estos gremios
y el régimen. En declaración pública del 9 de Enero la FENATACH
señaló desde qué ángulo veía el problema. Allí sostuvo: “El gremio
216
no es merecedor de este trato puesto que pavimentamos con el paro
del transporte terrestre (Octubre 72 y Julio 73), el camino a la libe
ración chilena ( ...) ” (343).
Obviamente la alusión iba en el sentido de recordar una perte
nencia al proceso que en los hechos había sido negada y que desde
hacía ya tiempo había hecho germinar, en algunas dirigencias gremia
les, la idea que el gobieno debía ser “recuperado” de quienes lo apar
taron de sus bases sociales genuinas. Pero esto chocaba con la intran
sigencia de las medidas, por lo que la eventual recuperación parecía
ser sólo posible a través de la presión gremial, ya que no por la sim
ple queja o argumentación declarativa.
Así, el clima que rodeó a la prohibición de operar los taxis en
el centro de la ciudad era por cierto conflictivo. Tanto que se comen
zó a hablar de un paro del transporte.
Los camioneros en esa misma época habían realizado un Am
pliado Nacional en el que volvieron a concluir, como otras veces, que
el momento era “irresistible, debido a que hay poco trabajo y mal
pagado a raíz del esquema de libre competencia que nos lanzó a la
ley de la selva ( ...) ” (344).
Juan Jara, presidente de los dueños de taxis, invitado al evento
afirmó en su discurso: “Los taxistas somos un gremio acorralado que
exige respeto de las autoridades (...). Todas nuestras conquistas han
sido eliminadas (. ..)” (345).
El 14 de Enero la FENATACH llamó a un Congreso Nacional
Extraordinario, al que asistieron 200 delegados, quienes plantearon
como acuerdo exigir al gobierno respuestas a sus demandas en 72 ho
ras (346).
La tensión entre los transportistas según parece fue “in cres
cendo” y englobando más elementos. Ello se expresó en las declara
ciones de varios dirigentes, entre ellos Vilarín, que comenzaron a se
ñalar la necesidad de pensar en un nuevo Pliego de Chile, como el for
mulado en 1972 al gobierno de la Unidad Popular. En esta idea parti
cipaban también algunos sindicalistas del llamado “Grupo de los
Diez”. Reconocían sin embargo estos dirigentes que aún se requería
madurar más esta iniciativa para hacerla operable. El mismo Vilarín
afirmaba: ‘la caldera social aumenta de presión minuto a minuto(. ..)
y aunque el gobierno necesita que se le haga llegar un documento,
como el Pliego (. . .) aún no están reunidas las condiciones (. . .). Hay
algunos sectores laborales que no tienen todavía conciencia de que la
217
gente de trabajo debe unirse (. . .)” (347).
Con todo, el tenia de un posible paro y de un Pliego recorría el
medio transportista reeditando aproximadamente un cuadro conflic
tivo de ocho años atrás. En esta ocasión el núcleo de la controversia
apuntaba progresivamente a un antagonismo con los grupos econó
micos y la élite tecnocrática que conducía la economía del país. Co
mo se sabe, estos nudos conflictivos venían desarrollándose desde
antes y se hacían cada vez más nítidos.
León Vilarín resumía bien los elementos componentes de la
confrontación en una entrevista publicada el 16 de Enero en revista
HOY. Citamos: “Hay un pequeño número de chilenos groseramente
ricos y groseramente poderosos. Y aunque lo nieguen el poder eco
nómico conlleva el poder político (. . .). La situación de la clase me
dia, que somos mayoría en Chile, es dramática. Se la ha proletariza
do pero no ha desaparecido (...). Pero la caldera social por esto mis
mo aumenta de temperatura (. . .). Se hace indispensable que la ciu
dadanía se pronuncie respecto de qué tipo de gobierno quiere para
este país y quién quiere que lo gobierne (. . .)”.
Como se observa, los temas de la clase media, de la representa-
tividad gubernamental y el mismo tema del paro, eran una evocación
tal vez no similar porque en este caso aún era una lucha básicamen
te económica- pero sí cercana de los motivos del Pliego de Chile.
Esto mostraba, otra vez, que el “boom”, al margen de su imagen de
exijoso despegue, no inducía sólo modernidad y futuro sino también
fruto de la dualización, regresiones hacia los mismos conflictos que
se suponían superados. Por ello probablemente era fuerte el tema de
la “recuperación de gobierno” .
El 3 de Abril los taxistas bloquearon las calles del centro de la
ciudad con 2 0 automóviles en protesta por la medida mencionada
que les prohibía dejar pasajeros en esa zona. El 7 de ese mismo mes
se les prohibió ingresar al centro a los vehículos que hacían el servi
cio de taxjs - colectivos, desatándose así una competencia de fuerzas
entre el gobierno y el gremio.
Dos días después, en Asamblea de la FENATACH, Juan Jara,
su presidente, pronuncia un discurso extremadamente duro. En él afir
mó: “Basta de tonterías, basta de que un grupo de señoritos (. . .)
apoyados en las bayonetas de las Fuerzas Armadas y de Orden, piso
teen a los gremios. Son l»s mismo que no estuvieron en Chile en los
grandes acontecimientos, quienes vienen a imponer una política eco
nómica que la califican como la mejor y salvadora para el país (. . .).
A todo el transporte terrestre esta política lo está llevando a la quie
bra (. . .). Ha llegado el momento de decir basta, de rescatar al go-
(347) Entrevista en Revista HOY N° 129, enero 1980.
218
bierno de las manos de un grupo privilegiado” (348).
La reacción oficial fue tambie'n dura. El 10 de abril Juan Jara
es arrestado y el 16 encargado reo por injurias a las autoridades de
gobierno.
La FENATACH intenta realizar una asamblea el 12 de abril la
que fue prohibida por el Ministerio del Interior.
Estos hechos generaron la solidaridad con los taxistas de la
Confederación del Transporte Terrestre, de la CONUPIA e incluso
de sectores sindicales opositores. La Confederación de la Pequeña y
Mediana Empresa (CPME) respaldó al dirigente Jara y pidió movili
zarse a sus afiliados.
El tema del Pliego de Chile fue entonces propuesto pública
mente por los dirigentes de la Confederación de Dueños de Camio
nes. Julio Lagos, uno de sus directivos en una Asamblea de apoyo a
Juan Jara declaró concretamente: “En primer lugar hay que lograr la
unidad empresarial-laboral (...). Estos dos sectores sufren el mismo
mal, el económico (. ..). Empresarios y trabajadores deben presentar
un Pliego de Chile, junto a campesinos y pobladores. No sería un do
cumento político. Sería un documento que expresara a la mayoría
de los chilenos (...). La política económica creó dos clases en este
país: los muy ricos y los muy pobres. Además deterioró a la clase
media (. ..). Creíamos que este gobierno iba hacer un gran esfuerzo
por rescatar a las clases más necesitadas de la miseria y la hambruna
( ...) ” (349).
No obstante este nivel de explicitación conflictiva (350), la du
reza del gobierno, que no cedió en su querella contra Jara y la fuerte
presión que se ejerció sobre sectores proclives a asumir una postura
más movilizada, impidieron que se articulara un movimiento efectivo.
Tampoco logró configurarse un vínculo con la protesta de loi agri
cultores. Además, surgieron en el mismo seno del gremio del trans
porte focos de disidentes con el eventual movimiento que lo debili
taron (351).
En suma, como venía ocurriendo en las otras etapas, nueva
mente los clímax conflictivos, llegados a un cierto punto donde el
paso siguiente suponía una movilización efectiva, se desarticulaban.
Esta oportunidad no fue la excepción.
219
11. La hegemonía del discurso del “boom” en la industria
Los gremios de la industria permanecieron ajenos en general tanto
al conflicto de los agricultores como al de los transportistas. En este
sector y con la excepción, aunque a menudo débil, de la CONUPIA
y del Instituto Textil, el discurso del “boom” parece haber copado
más homogéneamente que en otros casos la vida gremial. Al menos
la disidencia tendió a declinar hacia 1980. Así, la hegemonía del
planteamiento de la SFF aparece públicamente más consolidada que
antes.
Según algunos analistas, en este fenómeno podría haber influi
do la capacidad de reciclarse de algunos segmentos industriales hacia
la importación y el comercio e incluso hacia el campo financiero o
combinaciones de estos movimientos. De ser así, es probable que
ello haya contribuido a subsumir la crítica existente.
También se afirma por-otros observadofes (O. Sáenz entrevis
tado por nosotros) que las dirigencias gremiales respondían aquí más
al gobierno que a sus bases o que, a lo menos, la crítica tenía dificul
tades para expresarse públicamente y a menudo se ejerció de manera
desorganizada y fragmentaria.
En cualquier caso, parece ser también efectivo que el ideologis-
mo pro-modelo fue en este sector extendido. Una muestra anecdóti
ca de ello es el caso de Jorge Cheyre ex presidente de ASIMET, quien
fue encarcelado por un juicio de cheques derivado, según parece, de
deuda de una sociedad agobiada por los intereses. Interrogado acerca
de si se consideraba una víctima del modelo que él mismo había con
tribuido a imponer a su sector éste respondió negativamente y afir
mó: “es el único que quedaba por aplicar después de 1973” (352).
Igualmente puede mencionarse, en relación con este predomi
nio de la fe en el modelo por sobre las conyunturas críticas, las esta
dísticas de quiebras proporcionadas por la SFF en junio de 1980.
Ellas muestran el progresivo aumento de la desarticulación industrial:
1973 = 25 quiebras; 1974=28;1975 = 82; 1976 = 132; 1977 =224;
1978 = 321; 1979 = 368; 1980 (Primer trimestre) = 130.
Por último, los comerciantes detallistas, después de un impulso
a la CPME en 1979 y a sus propias controversias con el gobierno per
manecieron también con un perfil más bajo en 1980. El tema central
que reapareció portado por ellos en este año fue el rebrote inflacio
nario hacia Mayo, lo que reanimó coyunturalmente sus demandas de
ajuste al modelo económico.
En cuanto a los Colegios Profesionales, durante 1979 y 1980
periodistas y médicos se mantuvieron en línea visible insistiendo los
(352) Reproducido en Revista HOY N ° 151, junio 1980. "
220
primeros en la libertad de prensa y los segundos en su oposición a la
liberalización de los servicios de salud, sosteniendo su tesis de un ré
gimen mixto. Una coyuntura más colectiva se presentó en 1979
cuando se liberó la exigencia de afiliación a los Colegios para ocupar
ciertos puestos profesionales en la administración pública. En esa
ocasión la mayoría de los Colegios manifestó su protesta.
En síntesis, en los que se refiere a los Colegios profesionales,
éstos manuvieron en general una posición a favor de recuperar un
concepto integral de desarrollo frente a las características polarizado-
ras del “boom”, con excepción del Colegio de Profesores, el que por
su propio origen era más bien un órgano gubernamental.
12. Los gremios y el proceso plebiscitario de ia nueva Constitución
Ya hemos señalado antes que 1980 fue un año marcado por el proce
so político institucionalizador del régimen que significó la convoca
ción a la aprobación plebiscitaria de una nueva Carta Constitucional
(353).
De hecho, conjuntamente con la declaración oficial sobre el
despegue económico, hacia 1979 se había iniciado una política de
anuncios sobre reestructuraciones institucionales, las que se plasma
ron en la formulación de las llamadas “siete modernizaciones” (354).
De esta manera el tiempo del “boom” fue también el tiempo del
proyecto político de “refundación capitalista” en su sentido más
societal. Este intento consistió principalmente tomando como base
lo señalado por M. A. Garretón (op. cit.)—en un esfuerzo por reordenar
la sociedad y la política sobre los mismos principios constitutivos
221
mercantilistas que se aplicaron a la economía. Esto es, desarticular el
sistema político tradicional, basado en la concurrencia y negociación
entre actores organizados políticamente en un espacio institucional
común y reemplazarlo por una concurrencia en un supuesto libre
mercado de decisiones individuales. Se fracturaba así la “columna
vertebral” del sistema político chileno.
Este proyecto, sin embargo, no sólo tenía esta dimensión fun
dacional sino también una coercitiva, de destrucción de adversarios
considerados la anti-nación, por lo que paradojalmente la formula
ción neo-liberal requería de un régimen autocrático para imponerse.
Dicho proyecto, o más bien el intento de refundar la sociedad
chilena sobre nuevas bases, implicaba por cierto una visión semanti-
zada como “modernidad capitalista”. Visión que se oponía al “atra
so histórico” del país, prefigurado éste en las consecuencias de “po
líticas obsoletas” aplicadas en los últimos cuarenta años, tales como
las desarrollistas en la economía y las de democracia a través de ac
tores políticos.
Como se ha visto anteriormente, una parte importante de las
dirigencias gremiales manifestaba compartir estas críticas a la historia
económica y política del país, al menos en un nivel doctrinal grueso.
Por otra parte, en los hechos, habían otorgado casi toda la iniciativa
en el campo político al gobierno, haciéndoles virtual cesión de su re-
presentatividad. A nuestro juicio esto derivaba de que tales dirigen
cias consideraban al régimen militar, en última instancia, garante in
trínseco de sus intereses fundamentales.
El proceso de reestructuración económica emprendido después
de 1975 y sus resultados de dualización y por consiguiente de polari
zación entre “modernidad” y crisis, habían producido fisuras serias
respecto a la legitimidad del modelo económico en los sectores depri
midos por éste. Pero como hemos visto antes estas grietas no alcanza
ban al plano político. En efecto, en tanto las dirigencias favorables a
todo la estrategia gubernamental hacía extensivo el éxito económico
proclamado al campo político, las otras intentaban separar modelo
eocnómico (que criticaban) y régimen político (que apoyaban).
En consecuencia, al iniciarse el proceso de institucionalización
vía modernizaciones y aprovaciones y aprobación de la nueva Carta
Constitucional, el conjunto de las dirigencias gremiales concurrieron
con su apoyo pese a que algunas de ellas se habían confrontado du
ramente con el gobierno en el plano económico. Esto demostraba
según nuestro análisis, que la crisis no había afectado el carácter de
garante del régimen militar antes mencionado por una parte, y por
otra, que la cesión de la iniciativa política desde 1973 había mutila
do a las dirigencias gremiales críticas de la capacidad para generar al
ternativas eficaces de intervención en ese plano. Así, las incipientes
222
sugerencias del parlamento y elecciones que hicieron los grupos de
primidos económicamente, aún sin ser en absoluto opciones opo
sitoras, carecieron de toda posibilidad de articulación.
Finalmente, el carácter de aprobación o rechazo a la gestión
gubernamental y a la propia naturaleza del régimen que adquirió en
el mensaje oficial el pronunciamiento sobre la nueva constitución,
alineó definitivamente a los dirigentes de gremios en favor de la pos
tulación del gobierno.
Fsto oscureció el cuadro conflictivo de 1979 y del primer se
mestre de 1980 que habían planteado agricultores, transportistas, co
merciantes y algunos colegios profesionales. El “boom” adquirió en
tonces plena visibilidad como argumento a favor del éxito guberna
mental y dejó de ser, al menos provisoriamente, un punto de con
frontación.
A nivel de la vida cotidiana, por otra parte, el acceso al merca
do de importaciones y la diseminación de símbolos de logro, tanto
en la esfera del consumo como el funcionamiento exterior de la vida
económica, configuraron un clima propicio para que estas disputas
quedaran subsumidas, en la esfera de la opinión pública, bajo la fuer
za de los elementos anteriores.
Las manifestaciones gremiales de apoyo se iniciaron a poco de
anunciado el plebiscito por el gobierno (Julio de 1980).
Hay que notar que ellas fueron en su gran mayoría de carácter
oficial, esto es que comprometían la opinión formal, de los gremios
y lo que éstos representaban.
La COPROCO difundió el 14 de Agosto una declaración de ad
hesión al planteo oficial en el plebiscito, señalando: “Apoyo al es
fuerzo del gobierno en aras de construir el futuro institucional del
país ( ...) y seguir avanzando en el desarrollo económico, social y
la integración de los chilenos (. . .)” (355).
La SFF por su parte emitió su posición el 29 del mismo mes.
En ella afirmó que la nueva Constitución “ofrecía una democracia
auténtica” . La declaración estaba firmada por las 23 asociaciones
gremiales y las seis agrupaciones regionales que integran la SFF. El
presidente del gremio, Hernán Daroch en un pronunciamiento an
terior había señalado que: “La transición contemplada en la Consti
tución permitirá seguir trabajando normalmente” (14/8/80).
La ASIMET dio públicamente a conocer un comunicado en el
que expresaba: “incondicional y formal apoyo a su gestión como
gobernante (el general Pinochet) y al plebiscito convocado” (24/8/80).
En el mismo sentido se pronunciaron la SNA y sus organismos afilia
dos (22/8/80).
(355) El Mercurio 14/8/80.
223
La CONUPIA en Asamblea Nacional acordó pleno apoyo al
gobierno tanto en relación al plebiscito como el período de transi
ción (27/8/80).
El 28 de Agosto siete entidades gremiales concurrieron a la
Secretaría General de Gobierno para dar su adhesión al gobierno y
al proyecto de Constitución (Federación General de Taxibuses, Aso
ciación Nacional de Hoteleros, Asociación de Industriales del Plásti-»
co entre otras).
El 5 de Septiembre se reflotó el Comando de Acción Gremial,
desaparecido desde 1974 el que apoyó la votación favorable a la
Constitución propuesta. En él formaban como dirigentes: Jorge
Fontaine (ex presidente de la COPROCO y en ese momento directi
vo de la Corporación Privada de Desarrollo Social), Benjamín Matte
(ex presidente de la SNA), Dimas Toro (dirigente de los autobuseros)
Manuel Valdés (presidente de la COPROCO), Jorge Alvares (dirigen
te de los camioneros), Ignacio Basterrica (de la Cámara Central de
Comercio), Julio Bazán (ex dirigente de la Confederación Unica de
Profesionales en 1972/73), Guillermo Elton (presidente de la Cámara
Central de Comercio) y otros.
La Cámara chilena de la Construcción declaró que “apoyaba
los esfuerzos del gobierno por el futuro institucional del país” y afir
mó que la economía bajo este régimen “había experimentado pro
gresos notables”. Su presídeme, analizando las consecuencias que
se producirían de triunfar la oposición a la constitución oficial afir
mó. “la situación económica sería de profundo caos porque retorna
rían en pocos días los problemas del desabastecimiento, la paraliza
ción de las inversiones, una anarquía total” (356). En la misma línea
se expresó Manuel Valdés, presidente de la COPROCO quien aseguró:
“(. . .) se produciría una enorme presión de compra de alimentos
(. . .) caería el valor de la propiedad (. . .) un alto número de asala
riados quedaría cesante (. . .)” (357). Guillermo Elton, de la Cámara
Central de Comercio divulgó también esta visión de crisis al señalar:
“(. ..) la construcción se paralizaría (. . .) habría pánico creciente en
la población (. . .)” (358).
Como se ve, las dirigencias gremiales más proclives al régimen
no sólo consideraban que la Constitución oficial aseguraba una evo
lución institucional favorable, sino que se hacían portavoces de una
perspectiva de crisis aguda si no era aprobada. Esto muestra el alto
grado de cooptación que el régimen había logrado de estos cuadros
dirigentes, así como la pauta ideológica prevaleciente, en la cual la
(356) Máximo Honorato citado por revista HOY N° 165 Septiembre 1980.
(357) Citado en revista HOY N ° 165, mencionada.
(358) Revista HOY N° 165, citada.
224
disyuntiva régimen militar o caos continuaba vigente. Sea la razón
de esto último el denominado “trauma” de la Unidad Popular, la
percepción de la situación con una orientación sustantivamente
clasista, la ausencia de alternativas o una combinación de estos fac
tores, el hecho es que la evidencia indica que el discurso político
pro-régimen se absolutizó neutralizando todo elemento crítico.
Sin duda que la fuerte presencia de manifestaciones oposi
toras en el país, crearon también la imagen que el acto plebiscita
rio podía deparar un revés al gobierno, pese a las seguridades que
éste había por cierto previsto para que ello no ocurriera. Esto, según
parece, contribuyó poderosamente a movilizar a los dirigentes de los
gremios descritos en términos de cerrar filas con el proyecto guber
namental.
En el sector de los gremios que habían tenido una acción más
crítica en el plano económico, con excepción de algunos dirigentes
como León Vilarín de los dueños de camiones, se produjo también
un comportamiento militante con el gobierno. Conviene examinar en
esto casos en torno a qué factores se produce este apoyo.
La CPA hizo un llamado a votar favorablemente el plebiscito
el 21 de Agosto. En su comunicado señaló: “(este llamado) no debe
interpretarse como una aprobación que incluye los errores cometidos
por determinados sectores del gobierno (. . .). Apoyamos a las Fuer
zas Armadas ( ...) pero estamos en frontal desacuerdo con las medi
das económicas aplicadas en el sector agrícola, que son incompati
ble con su realidad y que han deteriorado el desarrollo de muchas
zonas (.. .). Por encima del tenor literal de la Constitución importa
el espíritu con que los gobernantes aplican sus principios (. . .). La
Constitución, como toda obra humana contiene vacíos (en especial)
la ausencia de un adecuado poder fiscalizador en el plazo que media
hasta el regreso a la plenitud democrática (. . .)”.
La ANPT (trigueros) se planteó también críticamente frente a
la política económica pero aseguró su “adhesión al general Pinochet”
(21/8/80).
Una declaración de 46 organizaciones agrícolas (22/8/80) en
tre ellas varias de las zonas deprimidas, se pronunció a favor de apo
yar irrestrictamente la Constitución oficial argumentando que ella
“tiene espíritu democrático y respeta el derecho de propiedad (.. .)”
El Instituto Textil envió carta pública al gobierno en la que
afirmó. “Hay que ser conscientes que el gobierno ha dado la seguri
dad que se pedía en 1973” (9/9/80).
Otras declaraciones enfatizaban “Ampara la propiedad privada
y asegura la iniciativa individual” ( ...) “Garantiza libertad económi
ca y auténtica democracia” (El Mercurio, comerciantes 22/8/80 y
26/8/80).
225
Según se observa, para aquellas dirigencias gremiales parecen
existir tres factores decisivos: la defensa de la propiedad que ven
consagrada en la Constitución, la seguridad que garantiza el régimen,
también nominada por algunos como libertad, y la presencia de las
Fuerzas Armadas (o el general Pinochet en otros casos) que juegan
un rol, casi inmanente, de aval o de “espíritu de gobierno” que cau
tela los principios más allá de toda duda.
Estos factores son los que, en su argumentación parecen de
finir la decisión favorable a la Constitución oficial por encima de su
crítica al modelo económico. Ellos son el espacio de convergencia
que tienen con los dirigentes gremiales del núcleo COPROCO, SFF,
SNA, la Cámara de Comercio y la ASIMET que constituyen básica
mente el foco dirigente de adhesión más integral al esquema econó
mico y político social del gobierno.
Hay que notar también que la parte permanente de la Consti
tución (que expresa la idea de democracia protegida) era señalada a
menudo como "plenitud democrática”, “auténtica democracia”,
etc., lo que sugiere la perseverancia de una noción autoritaria del
régimen político en sus concepciones.
En síntesis, la gran mayoría de los gremios, incluyendo varios
Colegios Profesionales. (Profesores, Dentistas entre otros) dieron un
respaldo oficial a la posición gubernamental, lo que demostró que
admitían un involucramiento formal en el proyecto de un gobierno
específico. Esto, que había sido .planteado por muchos dirigentes
como un hecho extraordinario con relación a la instauración del régi
men militar después de 1973, argumentando la situación de excep
ción de ese momento, siete años después continuaba persistien
do como política institucional de los gremios. Un tal indicador per
mite insistir en la hipótesis acerca del vínculo estrecho, entre ese
comportamiento y un interés sustantivo de “clases propietarias” que,
más allás de las crisis, encontraba en el régimen militar la cautelación
fundamental de sus condiciones sociales de existencia.
El plebiscito tuvo como resultado la aprobación de la Constitu
ción propuesta por el gobierno en una proporción de aproximada
mente dos tercios a favor y poco menos de un tercio en contra.
La oposición denunció que las condiciones de competencia
habían sido extremadamente desiguales y que el gobierno había
mantenido un control discriminatorio de los recursos de comunica
ción y prensa impidiendo un voto informado de la población.
Con todo, el triunfo logrado tuvo el efecto de consolidar polí
ticamente al régimen y le permitió proyectarse con dos imágenes que
parecieron exteriormente sólidas: el éxito económico y el respaldo
político.
Se abrió así un período de máxima confianza en sí mismo por
226
parte del gobierno. Los gremios más críticos silenciaron en mucho
sus manifestaciones o al menos las hicieron de manera más espaciada.
El sector agrario siguió, sin embargo, movilizándose. Muestia
de ello fue la Asamblea de Agricultores en los Angeles (16/10/80) en
la cual se planteó nuevamente que la crisis seguía siendo grave para
los sectores cerealeros y requería de acciones prontas del gobierno
A ella asistieron G. Riesco (SNA) y D. Durán (ANPT). El primero
respondió a los planteos de los asambleísta afirmando que “el éxito
económico era total” y que “los sectores con problemas podrán solu
cionarlos con buena organización”. Como se ve el ánimo de este di
rigente reflejaba el triunfalismo del momento.
Esta visión la repetiría en su discurso de la FISA 80 en Octu
bre cuando afirmó que entre la VII y IX región la adaptación hab ía
sido dura en la agricultura debido a su menor ventaja comparativa
en los mercados internacionales, pero que todos los indicadores mos
traban el gran desarrollo de la agricultura.
También la Asociación de Productores de Trigo (ANPT) emi
tió declaraciones insistiendo que la situación agraria había llegado a
“límites intolerables” (14/11/80).
Los transportistas, en especial los dueños de taxis, muestran
igualmente actividad en la coyuntura post plebiscito. Ellos continua
ron sosteniendo los puntos de vista que habían mantenido durante el
año y enfrentándose a nuevas medidas. Entre éstas, el proyecto de
eliminación de tarifas para dejarlas al libre mercado, que provocó
nuevamente choques con el gobierno (Noviembre de 1980).
De todas formas, pese a estas manifestaciones, el clima general
era de silencio.
Durante los primeros meses de 1981 este clima de silencio gre
mial continuó casi sin alteraciones, salvo la protesta de los Colegios
Profesionales por la eliminación del caracter exclusivamente univer
sitario a varias carreras. Esto, que conmovió en parte a la opinión
pública no logró, sin embargo alterar el cuadro general de pasividad
gremial que siguió —con las excepciones anotadas—al triunfo plebis
citario.
El silencio, el inmovilismo, eran, sin duda, expresión del logro
efectivo de los segmentos insertados favorablemente en el modelo
económico y político. Pero expresión también de la anomia y per
plejidad de aquella parte de la estructura social y económica del
país, que veía consagrarse su desarticulación, a nombre de una racio
nalidad que intentaba refundar la sociedad desde el estado imponién
dose, quizás, a la sociedad misma.
El “boom” era en consecuencia, mucho más que un salto ha
cia arriba de los indicadores de recuperación económica, la manifes
tación de un proceso profundo. Aquel que iba configurando un nue
227
vo perfil de la estructura socio-económica en el que dualización y
profundización de la heterogeneridad eran los signos exteriores más
evidentes. Pero donde, en definitiva, se trataba también de un proce
so cultural. Proceso que intentaba privilegiar un cierto racionalismo
tecnocrático como el núcleo ordenador de las relaciones sociales.
Un racionalismo que proclamaba la muerte de los movimientos y
movilizaciones sociales y aspiraba a constituir como principio de fun
cionamiento social la concurrencia en un mercado de competencias
individuales. Principio que, hasta ahora, había requerido ser impues
to por la coerción.
228
CAPITULO V:
LOS GREMIOS Y LA CRISIS
DEL MODELO ECONOMICO
Este capítulo examina el período que va desde mediados de 1981
hasta la finalización de este estudio en diciembre de 1983. Durante-
este lapso se genera la crisis del modelo económico aplicado, desplo
mándose progresivamente el éxito proclamado por el “boom” en la
fase previa.
A través de distintas etapas y dinámicas, los gremios y sus diri
gencias van accediendo a un escenario completamente diferente
del que había prevalecido en la coyuntura del “despegue” y en los
momentos precedentes de la “apuesta” al modelo neo-liberal transna-
cionalizador. En efecto, la magnitud creciente de la crisis afectará la
credibilidad depositada en los gestores del modelo por importantes
sectores gremiales, así como por otros amplios segmentos sociales del
país. También, emergerán cuestionamientos de orden político con
mayor agudeza que antes y comenzará a tejerse una conflictiva trama
de dinámicas socio políticas que, al iniciarse 1984, enfrentará a los
gremios, como a otros diversos sectores sociales, a opciones que des
bordarán el plano de la gestión económica. Así, el período 8 1 -8 3
cubre el incubamiento y desarrollo de una crisis de origen económico
y con consecuencias políticas importantes, a partir de cuyo examen
será posible intentar formular hipótesis sobre el comportamiento gre
mial en los eventuales desenlaces que se abren para dicha crisis.
231
lumbraban ajustados uno al otro e incluso, para muchos analistas,
imbricados por una lógica implacable.
La imagen de una revolución capitalista “tardía” (359), dirigi
da autoritariamente desde el Estado —pese a su credo liberal—y do
tada de una ideología que parecía coherente, emergía portada por
una nueva clase capitalista-financiera y tecnocrática. Clase definida
por su identificación con las pautas culturales e ideológicas de la co
munidad de negocios transnacional, postulante de un proyecto de
modernización tributario de un racionalismo liberal extremo y opues
ta a la mediación política de las demandas sociales.
En ese clima se produce, abruptamente el primer signo exter
no y de visibilidad pública de la crisis que el propio éxito había incu
bado en su seno desde el principio (360).
El 22 de Mayo la firma INTER - CHILE pide la quiebra de la
Compañía Refinadora de Azúcar de Viña del Mar (CRAV - CRAVAL).
Razón: el vencimiento impago de un pagaré por 3 millones ochocien
tos mil dólares y el próximo vencimiento de otro por cuatrocientos
mil dólares.
¿Por qué razón era éste un signo tan relevante de crisis, en con
secuencia que para muchos otros sectores ésta era recurrente desde
hacía varios años?.
La respuesta se encuentra en que CRAV - CRAVAL pertenecía
a uno de los grupos económicos importantes (361), los que se habían
convertido en el núcleo central del funcionamiento económico - fi
nanciero del país. Así, la quiebra se producía en el seno mismo del
polo exitoso del modelo. Pero no sólo estaba el hecho de la perte
nencia a un grupo. Además, CRAV - CRAVAL aparecía con la ima
gen pública de una empresa representativa del paradigma de compe-
titividad y eficiencia que había difundido el equipo económico como
características de su modelo. Hasta 1980 los rankings de empresas
privadas la ubicaban entre las veinte primeras del país. Por sus acti
vos era considerada novena y por sus ventas décimotercera.
CRAV - CRAVAL había hecho una equivocada estimación
del mercado del azúcar. En la expectativá de un alza de precios com
pró 170 mil toneladas del producto en el exterior y la producción re-
molachera nacional de 1981. Al resultar una caída de los precios se
generó el desastre.
Aún cuando esta situación podría ser comprendida sólo como
232
un mal negocio y no afectar al sistema, de hecho repuso con fuerza
el tema de la especulación como lógica que estaba dominando la
economía del país. Al mismo tiempo, resurgió la cuestión del endeu
damiento, que hacía que las empresas vinculadas o no a grupos estu
vieran permanentemente equilibrándose en un circuito puramente
financiero sin respaldos reales suficientes.
Pero, sobre todo, la cuestión de la actividad monopolista vol
vió a ser enjuiciada, en cuanto, al actuar sin contrapesos, ponía en
riesgo a otros sectores del país. En este caso a 500 agricultores que
tenían comprometida su cosecha de remolacha con el grupo Ross
y a los 3.000 pequeños accionistas que -según declararon—no parti
ciparon en la decisión especulativa.
Así, más allá de los graves efectos económicos y financieros es
pecíficos (el índice general de acciones cayó en 7°/o y la quiebra
afectó a 24 bancos con los cuales CRAV - CRAVAL tenía deudas
por 307 millones de dólares) el efecto de CRAV - CRAVAL también
fue subjetivo e impactó la credibilidad sobre el modelo.
Con todo, hacia mediados de 1981 la evidencia muestra que
los signos de crisis general no eran todavía suficientemente visibles.
1980 había mostrado un crecimiento del PGB de 1.8°/o y el compor
tamiento de este indicador en los primeros seis meses de 1981 pare
cía, con altibajos en el primer trimestre, relativamente positivo. Por
esta razón posiblemente diversos sectores económicos y también las
dirigencias gremiales más influyentes no expresaron en general jui
cios que definieran la situación producida como de gravedad extrema.
Además, los grupos económico-financieros estaban intentando dila
tar la quiebra o encontrar mecanismos para absorber la deuda, a
fin de proteger el sistema financiero seriamente amenazado.
Así, cruzándose la solidaridad de los grupos económicos y de
las capas empresariales más fuertes para manejar la situación, con la
perseverancia de una imagen externa aún favorable de la economía,
se dio como resultado un clima más bien pasivo, considerando la gra
vedad de la situación.
Esta luz roja que se encendió en el corazón del sistema fue se
guida, hacia el cuarto trimestre de 1981, por otras indicaciones más
generales que señalaban una crisis en incubación, de la cual CRAV -
CRAVAL había sido más bien un signo prefigurativo y premonitorio.
En efecto, en este lapso el PGB cayó en 3.3°/'o respecto al mis
mo trimestre de 1980 y en un 5°/o respecto al trimestre anterioi
(362). Se iniciaban así las evidencias de un proceso recesivo que lia
ría emerger con fuerza las insuficiencias de un modelo económico
basado en el crédito extranjero, carente de inversión productiva in
(362) Fuente: Banco Central op. cit.
233
tema y externa (363) y con un aparato industrial y agrícola semide-
sarticulado. Entre estas insuficiencias resaltó de inmediato su incapa
cidad de reaccionar adecuadamente frente a la emergente crisis re
cesiva internacional la que, lógicamente, golpeó con dureza a una
economía abierta y sostenida en el flujo financiero de una liquidez
internacional ahora en agotamiento. ,
El cuadro global que se produjo entonces hacia fines del 81,
resultado de la situación internacional y de la fragilidad de la econo
mía interna, mostró un aumento sustancial del déficit en la balan
za comercial y en la cuenta corriente, superior con creces a los índi
ces históricos (364). Igualmente, señaló un incremento del endeuda
miento externo que tocaba límites peligrosos, sobre todo consideran
do que los créditos foráneos comenzaban a disminuir y encarecerse
por la crisis internacional y que las exportacionaes chilenas perdían
mercado y precios por la misma razón. Las tasas de interés reales lle
garon en el sistema financiero a niveles altísimos —sobre 2.5°/o men
sual— superando largamente los márgenes de utilidad de las empresas
(del orden del 20°/o real anual). Con ello se incentivaba los depósitos
de corto plazo disminuyendo la disponibilidad de fuentes de mediano
y largo plazo para el aparato productivo. Ligado a qsto y como un
fenómeno ya estructural, estaba la alta tasa de desempleo que entre
1975 y 1981 marcó una tasa promedio de 17. 1^0 (365) siendo para
ese último año de 15.6°/o (incluyendo el PEM). De esta forma la de
manda efectiva estaba contreñida, contribuyendo a la disminución
del ritmo de actividad.
En síntesis, una situación que ya era crítica para sectores am
plios de la actividad económica del país desde antes de 1981, co
mienza a generalizarse, al verse afectado el polo exitoso (que confi
guraba el “boom”) como resultado de la recesión internacional la
que quiebra su sostén básico de dinamismo (crédito externo fluido y
mercados para exportaciones). Restado este principal factor de so
porte, se desploma progresivamente un esquema que no contaba
con recursos internos para enfrentar la crisis y que había desarti
culado parte importante de las fuerzas productivas nacionales (en
particular la industria y la agricultura tradicional) a nombre de las
ventajas comparativas y los mercados abiertos.
Los indicadores de 1981 serían sólo el prólogo de un proceso
de caída consecutiva que llegará en 1982 a un punto extremadamen-
(363) La tasa de inversión promedio con respecto al PGB fue inferior entre 75
y 80 respecto a la histórica en la década del 60. Fuente: PET. Indicado
res económicos y sociales. Septiembre 1983.
(364) Ver CIEPLAN. Estudios N ° 8, Julio 82 pág. 25 y Banco Central op. cit,
(365) Fuente: PET. Indicadores económicos y sociales. Septiembre 1983.
k
234
te crítico en el cual el descenso de la economía se estabilizará casi
tocando el fondo de la paralización.
Las dirigencias gremiales no reaccionaron sin embargo todas
del mismo modo. Así, mientras las que constituían el “polo estra
tégico” o más influyente, no admitieron la crisis como tal sino hasta
bastante tiempo después de los hechos CRAV - CRAVAL y de cono
cidos los indicadores de fines de 1981, los sectores más deprimidos
radicalizaron sus posiciones y aceleraron una confrontación que al
canzó ribetes agudos hacia 1982. Los procesos que se generaron en
uno y otro sector gremial a partir de la crisis serán fundamentales
para la elaboración de hipótesis sobre su eventual comportamiento
en los posibles desenlaces socio políticos de 1984. Examinaremos
estos procesos a continuación.
235
Más adelante ratificarían esta posición cuando el general Pino-
chet afirmó su respaldo al Ministro De Castro y a su política en Sep
tiembre de ese año, ante las emergentes críticas de los sectores que
insistían en readecuaciones. Entre ellos el núcleo político de los de
nominados “nacionalistas” dirigidos por el abogado Pablo Rodríguez
Grez, quienes formaban el segmento llamado de ‘los duros” entre
los partidarios del régimen.
La SFF a través de su presidente Bruno Casanova (quien había
reemplazado a Domingo Arteaga) emitió su opinión declarando: “Ple
na conformidad con la mantención de la línea ( ...) que reafirma la
coherencia y continuidad de la política económica y social ( ...)
plena confianza en que el sistema se siga implementando con la ma
yor agilidad posible (.. .). El sector industrial se ha readecuado a las
nuevas condiciones ( ...) porque tiene la fe que S. E. reclama de to
dos los chilenos” (367).
La ASIMET se sumó a esta posición señalando que la manten
ción de De Castro “esclarece las reglas del juego” y la COPROCO
aseguró por su parte que “el camino que el gobierno ha elegido es el
correcto ( ...) ha permitido resultado altamente positivos (...). No
por ciertos obstáculos debemos detenernos” (368).
La Cámara Chilena de la Construcción en la misma línea y re
firiéndose a indicadores que mostraban una emergente crisis en la
construcción había afirmado también anteriormente: “Hay que ser
consecuentes con el esquema económico que hemos aceptado y pro
movido. No podemos desconocerlo por un “apretón” que sufre el
sector” (369).
Esta posición se mantuvo incluso cuando el gobierno, ante la
crítica situación de las carteras vencidas de varios bancos y financie
ras, decide intervenir ocho de estas instituciones el 3 de noviembre
de 1981. Ellas representaban una proporción importante de la activi
dad financiera del país y su quiebra habría implicado un grave desca
labro de todo el sistema. En consecuencia, el Estado asumió su res
paldo a fin de evitar el colapso.
La magnitud de la situación bancaria total y del conjunto de
las financieras se revela en la cifra de un 46°/'o de su capital compro
metido en carteras riesgosas a fines de 1981. Así, el caso de esas
ocho instituciones era sólo la punta del iceberg de una situación ex
tremadamente grave.
La luz roja encendida con CRAY - CRAVAL había vuelto a
236
iluminarse mostrando la fragilidad de una economía de negocios y
no de producción.
Esta vez el gobierno vuelve a confirmar al Ministro De Castro,
conductor principal de la política económica, aunque el 27 de no
viembre realiza ajustes en el gabinete al cual ingresa el general Luis
Danús como Ministro Director de ODEPLAN. En ese mismo movi
miento es reemplazado José Piñera E., Ministro de Minería enton
ces, por Hernán F. Errázuriz. El primero de ellos, había culminado
su labor de formulación de una nueva ley minera, pendiente de apro
bación.
Para algunos observadores el ingreso del general Danús signifi
caba mayor presencia de un sector militar favorable a aumentar la in
tervención estatal en la economía. Sin embargo, el hecho clave era la
mantención de De Castro así como del Ministro del Interior Fernán
dez, ligado éste a los núcleos civiles sustentadores de la política eco
nómica.
El clima político era difícil aún en el seno del gobierno, pues
el sector “nacionalista”, en esta nueva ocasión, había pedido que se
hiciera efectiva la responsabilidad política del Ministro De Castro por
la deprimida situación económica (370).
Con todo, como señalamos antes, las dirigencias gremiales liga
das a la COPROCO optaron por hacer suya la visión del gobierno que
afirmaba que la crisis era transitoria y se superaría en seis meses.
Esto mostraba la firmeza de su arraigo militante con el régimen y su
política y, probablemente, su convicción en que esa predicción era
viable.
La SFF realizó en esa misma época (26/11) un ampliado con
1 0 0 dirigentes y en sus conclusiones no criticó la situación económi
ca sino levemente, concentrándose en la petición de algunas medidas
protectoras para la industria (acerca del dumping extranjero sobre
todo).
La COPROCO emitió el 18 de Diciembre una declaración en la
que, pidió “fe en la actual política económica que ha sacado al país
de momentos peores que los actuales (. . .)” y su presidente, Domin
go Arteaga, hizo un llamado a los empresarios a que bajen sus costos
y hablen con sus trabajadores para enfrentar la coyuntura de esos
meses.
. Esta posición de enfrentar la situación como un obstáculo su
perable en el mediano plazo queda bien expuesta en un editorial de
El Mercurio de Diciembre. En él, luego de examinar los rubros pro
ducidos concluye: “No hay nada pues que revisar en la esencia de
237
la concepción económica y social vigente. Es sólo otro momento que
el del triunfo el que estamos viviendo.
Y la autenticidad de las convicciones debe probarse no tan
sólo en los instantes alegres sino también en las horas de zozobra”
(371).
Sin duda, junto al argumento de la transitoriedad volvía a apa
recer el de la fe en el modelo, el de las “convicciones” como señalaba
El Mercurio. Así, el peso de la ideología se revelaba aún omnipresen
te para algunos sectores y se entremezclaba con la apreciación de lo
que ocurría efectivamente en el funcionamiento de la economía. El
esquema económico era nuevamente recuperado no sólo como una
cierta estrategia de organización económica capitalista sino también
como portador de principios universales a los cuales se debía tener
lealtad.
En este cuadro la SNA es tal vez la primera de las organizacio
nes ligadas al núcleo COPROCO que a fines de 1981 enuncia un pri
mer reconocimiento de la crisis como tal. Ello se expresó en el dis
curso de Germán Riesco en la inauguración de la Fisa 81 en Octubre
de ese año. Contrariamente a los años anteriores, en que el mismo
Riesco había mostrado un grado de optimismo y convicción plena
en el modelo económico, en esta ocasión su planteamiento denotó
que la sensación de crisis alcanzaba también a este sector. Ello era
producto por cierto de la caída de los precios agrícolas, de las difi
cultades crecientes en algunos mercados de exportación (núcleo di
námico del agro) y de la descapitalización que implicaba el alto costo
del crédito. Algunos analistas (Jarvis, CIEPLAN op. cit.) han señala
do que en este cambio influyó también probablemente la nueva vi
sión que se tuvo de la situación agraria, cuando ODEPLAN publicó
en 1981 datos revisados sobre la agricultura. Estas nuevas estimacio
nes mostraron que la tasa de crecimiento anual de la producción
agrícola global entre 1974 y 1980 sería sólo de l^o. Así, hasta Mayo
de 1981 se habría estado enjuiciando la situación agraria sobre la ba
se de cifras muy sesgadas hacia arriba publicadas por ODEPLAN y
ODEPA, las que mencionaban una tasa media de crecimiento de
4.8°/o entre 1975 y 1979. Con bases a estos errores se habría con
figurado la imagen del sector agrícola como un sector líder, cues
tión que, a la luz de los nuevos datos, se evidenciaba equivocada.
De cualquier forma, el hecho es que la crisis aparece admitida
como tal por la antes optimista SNA, marcando el primer hito de un
proceso de comprensión de la situación del país en el núcleo CO
PROCO. El conjunto de este conglomerado tardará, sin embargo,
238
aún más tiempo en reemplazar la visión de “coyuntura transitoria”
por la de crisis declarada.
El discurso de Riesco fue el siguiente: “La agricultura ha sido
el sector que más drásticamente ha debido afrontar esta transforma
ción por haber sido, a su vez, la actividad más regulada por el Estado
hasta 1973; (ello) ha significado un esfuerzo extraordinariamente di
fícil para el productor (.. .). La SNA apoyó desde el primer instante
la gran tarea de transformación y modernización de Chüe (. . .) con
absoluta confianza que la política de libertad económica, aplicada
dentro dé un marco de orden, trabajo y respeto al derecho de pro
piedad no tardaría en traducirse en efectos positivos (. . .) que todos
hemos podido constatar durante los últimos cinco años (. ..). Ahora
bien (.. .) la SNA ha considerado su deber dar a conocer (. . .) la
difícil situación que afecta en la actualidad a los agricultores del país,
como consecuencia de los efectos negativos de la recesión económi
ca internacional. La disminución generalizada de los precios de los
productos agrícolas y el aumento del costo del cre'dito han significa
do una aguda presión adicional (. ..) más allá (. . .) del alto costo de
la necesaria adecuación pasada, presente y futura (. . .)”. Continua
mente planteó ocho medidas “todas encuadradas dentro del sistema
económico y social vigente (. . .) que contribuirán a paliar la aflicti
va situación que enfrenta en estos momentos la inmensa mayoría de
los productores del agro nacional (. . .)” Finalizó su intervención
afirmando: “La gravedad del momento hace imprescindible la urgen
te implementación de las medidas correctivas correspondientes”
(372).
Las medidas eran básicamente recurrir al apoyo estatal direc
to o indirecto (acción antimonopólica en la comercialización —caso
de los molineros— créditos de desarrollo, mayorinversión pública en
el sector).
Esta nueva perspectiva de la SNA, junto con puntualizar un
primer momento de reconocimiento de la crisis, señala también la
orientación hacia recuperar la acción del Estado antes recurrente
mente negada a nombre de la lógica mercadista. Dicha orientación
emergerá posteriormente también en otros sectores.
Con todo, en su conjunto, el bloque ligado a la COPROCO se
mantuvo en la tesis de la transitoriedad de la crisis. Esta tesis fue a su
vez reafirmada por el general Pinochet en su discurso de fin de año
en que señaló: “El esquema económico vigente es el que permite
enfrentar con éxito las actuales dificultades”. Descartó así cambios
sustanciales y anunció, como medidas, ahorros en el sector fiscal y
239
municipal. También planteó la promulgación próxima de una ley de
seguros para los ahorrantes (373).
En este cuadro de medidas parciales incluyó, sin embargo, una
afirmación que constituyó un indicador de una fisura producida en
tre el gobierno y los grandes grupos financieros. En efecto, refirién
dose a la situación de insolvencia de instituciones bancadas y de fi
nanzas declaró: “Hay problemas financieros que no están relaciona
dos con la crisis internacional y que son consecuencia de manejos
empresariales desacertados (. . .) sino inmorales (. . .)” (374).
Esta referencia aparece como la primera señal acerca de un cor
te en las relaciones positivas gobierno-grupos financieros, cuyo ori
gen parece haber estado en las situaciones que derivaron en las in
tervenciones de ocho entidades bancarias y financieras en noviembre
de 1981. Posteriormene esta confrontación se acrecentará, culminan
do en una ruptura cuyas consecuencias serán el control del patrimo
nio de los grupos por el gobierno a medida que la crisis fue generan
do la quiebra de sus negocios.
Al iniciarse 1982 las cifras mostraron un crecimiento del PGB
de 5.7°lo respecto del año anterior, lo que aún siendo todavía posi
tivo como resultado era sin duda inferior al ritmo de los cuatro años
anteriores y denotaba la pendiente que generó la crisis. La industria,
el transporte y el comercio fueron los sectores que tuvieron mayor
disminución en su ritmo de crecimiento (375).
En ese cuadro, la posición favorable al ajuste automático y a
calificar de transitoria la crisis y a situar sus causas, sobre todo, en
el factor recesión internacional sin admitir mayores componentes
internos de política económica, progresivamente fue perdiendo fuer
za en algunas dirigencias. Sin embargo, la COPROCO y la SFF, la
cúpula dirigente del núcleo gremial más militante, básicamente man
tuvo todavía algunos meses su adhesión a esas tesis agregándole peti
ciones de medidas específicas a fin de acelerar el “ajuste automático”
sostenido por el gobierno.
El presidente de la Corporación de la Producción y el Comer
cio (D. Arteaga) hizo un llamado a que cada ciudadano ahorrara el
5°/o de sus ingresos a fin de constituir un fondo de inversiones
(16/1/82) sugiriendo así una suerte de pacto social para enfrentar
la coyuntura. La SFF (19/1/83) comenzó a plantear la posible rebaja
240
de salarios como medida necesaria para lograr una superación de la
situación económica en el primer semestre.
Estas y otras medidas referentes al dumping de productos im
portados y al costo del crédito eran calificadas de “medidas prácti-
cas”que podrían ser tomadas sin alterar el modelo económico.
Así, el apoyo a la tesis de transitoriedad de la crisis se fue
acompañando de sugerencias que denotaban intranquilidad crecien
te frente a los eventuales resultados del “ajuste automático”.
La actitud de otros sectores ligados también al bloque COPRO
CO que igualmente asumieron la idea oficial sobre la transitoriedad
en 1961, ya en el año siguiente varió en el sentido de mostrar mayo
res signos de duda que la propia Confederación y la SFF. Entre éstos
la ASIMET y la Cámara Chilena de la Construcción. Los primeros
eran sin duda uno de los sectores más, deprimidos de la industria pese
a sus anteriores manifestaciones de readecuación y los segundos, ya
en 1981 habían manifestado indicaciones de crisis, aún cuando ella
no se había mostrado todavía con toda su fuerza en ese año (376).
El 3 de Enero de ASIMET junto a la CPA y la CONUPIA con
vocaron a formar el Comité de Defensa del Producto Nacional, lla
mado al que respondieron la Asociación de Exportadores, las de
Conserveros, de Licoreros, la de Madereros y la del plástico.
Entre sus acuerdos se registra la petición al gobierno de formar
una subsecretaría de industria y la decisión de constituir un fondo
para financiar readecuaciones en el área productiva (377)
La Cámara Chilena de la Construcción, por su parte, realizó en
febrero el seminario “Letras de Crédito Hipotecario y Financiamien-
to de la Vivienda”. En esa ocasión el presidente del gremio, Máximo
Honorato, señaló en su discurso principal: “De seguir el ajuste auto
mático señalado por ei gobierno la crisis en el mercado de la cons
trucción podría prolongarse por todo el año (. ..) ya que no es posi
ble esperar una disminución de las tasas de interés si no se toman
medidas especiales para enfrentar el problema (...). En este esquema
241
no se ofrece una base estable que asegure un piso a la construcción
( ...) ” (378).
En el propio seno de la SFF, según ciertos observadores (revis
ta HOY N° 235 - Enero 1982) se comenzaba a sentir inquietudes de
algunos sectores que demandaba a la directiva de Bruno Casanova
una actitud más firme frente a lo que estaba ocurriendo. Estas ten
siones se habrían expresado, entre otros momentos, en la reunión
que la SFF sostuvo con el Ministro De Castro en la Escuela de Nego
cios de Valparaíso, a la que asistieron 1.000 empresarios. Las críticas
emergían, según parece, por el lado de la aparente inoperancia de las
medidas puntuales que se estaban tomando.
Como se observa, el cuadro que se configuraba era de progresi
va inquietud. A estas alturas, la apelación a la fe en el modelo, a la
lógica del ajuste automático, no parecía tener el mismo efecto que
en 1975, cuando las dirigencias más militantes y el gobierno convo
caron a superar esa crisis a nombre de una gran apuesta hacia el fu
turo. Esta vez la apuesta ya se había jugado y el principio de identidad
ideológica, que seguía vigente, no parecía, con todo, suficiente para
garantizar por sí solo una cohesión como la antes conseguida.
Los dirigentes de la COPROCO y la SFF, según las evidencias
examinadas, reaccionaron contra las tendencias que se manifestaban
como demandas de auxilio estatal directo o indirecto y como exigen
cias de rectificación. Bruno Casanova (presidente de la SFF) declaró
a la prensa en Marzo: “Los empresarios no deben esperar interven
ción del gobierno para arreglar su situación”. Domingo Arteaga má
ximo dirigente de la COPROCO se pronunció en el mismo sentido
afirmando (17/3/81): “Es perjudicial para la economía que haya
gente que esté pidiendo cosas que no se pueden hacer”.
La posición de la dirigencia de la COPROCO y de la SFF se
vio sin embargo duramente golpeada cuando el gobierno, sopresiva-
mente, en el mes de Marzo, decidió un alza de impuestos, afirmando
que se había generado un déficit fiscal que era necesario cubrir por
esa vía. El efecto negativo de esta medida fue serio puesto que la
autoridad económica había afirmado que existía equilibrio fiscal só
lo tres meses antes. Todas las organizaciones gremiales criticaron la
medida sin excepción.
El gobierno aseguró que sería la última decisión para consolidar
el ajuste automático.
Sin embargo, el clima general del país ya estaba siendo ganado
por la incertidumbre y la tesis de la transitoriedad de la crisis perdía
casi toda credibilidad. Más aún cuando el gobierno había tomado
(378) Actas del seminario. Cámara Chilena de la Construcción 1982. También
Citado en revist'a HOY N ° 237, Febrero 1982.
242
medidas como las antes descritas después del discurso de fin de año
del Jefe de Estado que garantizaba estabilidad en las decisiones. So
bre todo teniendo en cuenta que los popios dirigentes gremiales que
militaban en las explicaciones oficiales no aparecían consultados.
El estado de la situación puede ser bien expresado recurrien
do al texto editorial de El Mercurio de una edición de fines de Marzo
1982. Citamos: % ..) las cosas se están haciendo mal, se están ma
nejando con rudeza de inexpertos, lo que provoca el desánimo de
los partidarios del gobierno y ponen a éste en peligro de quedar sin
más defensores que sus aguerridos soldados (. ..)”.
Los indicadores más sensibles del funcionamiento económico
confirmaban en ese momento la situación de incertidumbre: en los
primeros 18 días de Febrero las reservas en dólares del Banco Central
habían caído en 190 millones, llegándose a una cifra de reservas con
servadas de 3 mil 587 millones de USD, la más baja en catorce meses
(379). Es claro que existía un proceso de adquisición de la moneda
americana a fin de cubrirse frente a una posible devaluación.
Por otra parte, la producción industrial era un 16Plo inferior
en enero del 82 a la del mismo mes de 1981 y las ventas industriales
bordeaban el 1 2 ^ 0 de caída en la misma comparación (SFF).
El 16 de abril el ex presidente Jorge Alessandri, ligado direc
tamente al mundo empresarial (Presidente en ejercicio de La Pape
lera) hizo una intervención pública en que admitió la existencia de
una crisis grave, criticó la pasividad de la tesis del ajuste automático
y sugirió la inminencia de tomar medidas de fondo.
Ocho días después el Ministro De Castro era reemplazado en la
cartera de Hacienda por el economista Sergio de la Cuadra y en el
Ministerio de Economía se nombraba al general Luis Danús, entonces
Director de ODEPLAN desde noviembre de 1981.
Este hito marcó la caducidad en las dirigencias gremiales de
la concepción de transitoriedad de la crisis y de su asignación a orí
genes puramente foráneos. Así, casi un año después de la luz roja
que encendió CRAV - CRAVAL, el núcleo de dirigencias de los gre
mios más influyentes terminó por admitir que se estaba frente a una
crisis de largo aliento, que la apuesta al modelo económico ha
bía sufrido un serio revés y que su ideologismo estaba cobrando un
alto precio. Culminaba así una primera etapa del itinerario de la cri
sis.
En el gobierno también parecía existir la idea que el ajuste au
tomático no rendiría los frutos previstos. El ingreso del Ministro De
la Cuadra, aún siendo un personero de la misma línea del saliente De
Castro, según parece no significaba continuidad plena de la política
(379) Fuente: Banco Central
243
seguida. La presencia del general Danús en economía y de otros mi
litares era señalada por distintos analistas como indicador que la es
trategia seguida sufriría ajustes importantes.
En adelante se abrirán otras etapas todas marcadas por el signo
de la crisis ya declarada. Trataremos esto posteriormente.
En la sección inmediata examinaremos previamente el proceso
seguido post CRAV - CRAVAL por el otro polo de dirigencias gre
miales. Aquéllas que representaban los segmentos deprimidos por el
modelo económico.
245
En el sector del transporte también se registran reacciones en
el segundo semestre de 1981 post CRAV - CRAVAL. En este lapso
se encuentran pronunciamientos de la Confederación de Dueños de
Camiones, de la Asociación Metropolitana del Transporte de Pasaje
ros, de la Confederación Nacional Gremial del Transporte de Pasaje
ros de Chile, de la Confederación Nacional de Dueños de Taxis, de 1a
Asociación de Transporte Interurbano e Interprovincial y de la Con
federación del Transporte Terrestre. En todas ellas el signo es crítico,
igual que en los agricultores, respecto de una política económica que
no rectifica su línea. Si bien no se registran referencias directas al
caso CRAV - CRAVAL, el cuadro general que se describe es de una
situación de crisis agudizada y de un comportamiento indiferente de
la autoridad frente a las demandas gremiales.
Éstos pronunciamientos se efectúan en el marco del proceso
seguido por el gobierno al dirigente de los taxistas Juan Jara, quien
estaba afectado de una demanda de inhabilitación, lo que había des
pertado la solidaridad de los gremios del transporte (381).
Un primer punto que marca la decisión de intentar una movili
zación de mayor envergadura de este sector es el acuerdo tomado en
el Consultivo de la Confederación de Dueños de Camiones del 27 de
Septiembre de 1981, referente a promover una reunión con los diri
gentes de todos los gremios del país incluidos los Colegios Profesio
nales. El acuerdo estableció específicamente: “estructurar un orga
nismo que se constituya en un interlocutor válido entre los hombres
de trabajo y las autoridades del gobierno” (382).
Esta iniciativa era un indicador del clima favorable a reflotar
los multigremios, mecanismo que había mostrado su fuerza en el ré
gimen de la Unidad Popular, los cuales habían desaparecido después
de 1973. El antecedente previo a este intento era la Confederación
de la Pequeña y Mediana Empresa (CPME) formada en 1980, esfuer
zo que, según parece, se hab ía diluido sin lograr mayor consolidación.
Las evidencias examinadas muestran que la iniciativa no pros
peró en ese momento, en parte debido a que el gobierno de inmedia
to declaró que no aceptaría el multigremio como interlocutor y tam
bién porque persistían aún dificultades organizacionales en los gre
mios convocados. Sin embargo, la idea del multigremio continuó vi
gente como objetivo, lo que quedará de manifiesto un año después,
al producirse un paso más definido a la movilización colectiva de un
importante sector de estos gremios.
Los Comerciantes Detallistas se plantearon frente a la crisis
246
en una Reunión Nacional del 20 de Noviembre a la que asistieron re
presentantes de todas las regiones. Este evento destacó en sus conclu
siones —como los anteriores gremios— que la crisis no era reciente y
que sólo una rectificación profunda podía resolver la situación (383).
En el campo de los Colegios Profesionales, que a principios de
1981 habrían dado una lucha contra la nueva legislación sobre carre
ras universitarias, al producirse elecciones de directivas (por primera
vez en ocho años) varios dirigentes opositores fueron elegidos. Así,
la oposición obtuvo triunfos en los Colegios de Asistentes Sociales,
Periodistas, Farmacéuticos, Médicos y Constructores. El gobierno lo
gró mantener dirigentes favorables en los Colegios de Agrónomos,
Kinesiólogos, Dentistas y Abogados.
En síntesis, hacia fines de 1981 el cuadro de confrontación en
tre estos sectores gremiales y el gobierno, qu,e había sido neutraliza
do después del plebiscito de 1980, reaparece y se profundiza. A par
tir de esta reconstitución de la situación conflictiva y agudizada por
la evidencia de una crisis económica generalizada se producirá duran
te 1982 una aceleración progresiva de las tensiones.
A estas alturas, coexisten, en consecuencia, dos dinámicas dis
tintas. Una, que expresa a los gremios ligados a la COPROCO, la que
se sostiene en la tesis de la transitoriedad de la crisis económica y
otra, manifestada en los gremios de las áreas deprimidas, que define
la crisis como permanente y se involucra en un ritmo creciente de
confrontación. El único punto de contacto que parece persistir entre
un sector y otro es el deí apoyo al régimen político militar, sobre el
cual no se registran planteos disidentes sino muy tangencialmente.
Los dirigentes gremiales no entran públicamente al debate “du
ros” versus “blandos” en el seno del gobierno, si bien existe alguna
evidencia que los planteos críticos al modelo económico de los pri
meros encuentra coincidencias en los gremios del sector deprimido.
Sin embargo, no parece claro que se compartieran igualmente sus po
siciones sobré endurecimiento político. Al mismo tiempo, los secto
res vinculados a la COPROCO parecen haber sido eventualmente sen
sibles a la posición dé no abrir el espacio político. Los puntos de
contacto entre los gremios y el debate político interno del régimen
aparecen más bien cruzados oblicuamente.
Tal vez el sólo espacio donde se encuentra alguna ligazón en
cuanto a la perspectiva de la crisis económica es en el sector agrario.
Curiosamente, allí donde la confrontación intergremios fue más fuer
te surge, en la coyuntura 81 - 82, un espacio de convergencia CPA -
SNA. La razón de ello es la evidencia, en esa época ya clara, sobre la
(383) Las conclusiones fueron difundidas por la prensa el 21/11/81. En espe
cial el diario La Tercera.
247
irrealidad del despegue agrícola antes sustentado.
La reactivación de las confrontaciones en el segundo semestre
de 1981, como se anticipó antes, va a abrir una dinámica intensa en
1982. Agricultores del sector tradicional, transportistas y comercian
tes detallistas iniciarán una progresiva movilización, cada vez más de
cidida y orientada a obtener resultados por la vía de la presión direc
ta.
En Febrero (9/2/82) la Asociación Nacional d» Productores de
Trigo, realizó una Asamblea en la ciudad de Chillán. Sus acuerdos
registran las siguientes conclusiones: “El Estado debe intervenir en
forma inmediata en la comercialización del trigo porque el mercado
funciona en forma imperfecta (. . .). Si el precio puesto en molinos
no alcanza el nivel internacional, se acuerda por unanimidad decla
rarse en cesación de pagos frente a las instituciones financieras ( ...) ”
(384).
Este ánimo de endurecer las posiciones que indican los acuer
dos se refuerza en las intervenciones de algunos dirigentes registradas
en las actas de la asamblea (385). También ellas revelan algunas orien
taciones primarias de política económica alternativa que estaban
emergiendo. Citamos: Fernando Serrano (Secretario del Comité de
Productores de Trigo): “Nosotros pensamos que el Estado debe in
tervenir en la comercialización del trigo (. . .). La libre competencia
es fatal para nosotros ( ...) ”. Otras intervenciones: “La política eco
nómica ha sido un fracaso en lo que se refiere a alimentación. En
esta área somos totalmente dependientes del extranjero (. ..) ” ; “Es
inaceptable que los hombres que estamos alimentando a Chile este
mos humillados ( ...) ”.
En esa misma época los agricultores de Osorno, Valdivia y
Puerto Montt, enviaron una delegación a Santiago a plantear formal
mente demandas de cambio de la política al Ministro ,del ramo. Un
dirigente de esa zona declaró públicamente: “Mientras subsista esta
política de fronteras abiertas sin protección alguna para lá agricultu
ra creo que no saldremos de la crisis (. ..). La presunción de las con
secuencias que traería esta política se le hicieron ver al general Pi-
nochet en 1976” (386).
La Confederación de Productores Agrícolas (CPA) convocó
a un ampliado el 19 de Febrero. En él se acordó solicitar una inves
tigación sobre los mecanismos utilizados por los bancos para reajus-
248
tar las deudas de los agricultores, se decidió también exigir la supre
sión de ejecuciones de deudores agrícolas mientras dure la investiga
ción. Se acordó asimismo rechazar la explicación de causas externas
para la crisis económica y no aceptar tampoco la afirmación del
Ministro De Castro acerca de considerar un privilegio especial el que
se atiendan sus demandas. Se afirmó, por último, la necesidad que in
tervenga el Estado en la solución de la crisis.
En la misma fecha (19/2/82) la Asociación de Agricultores de
Llanquihue realizó una Asamblea extraordinaria. En ese evento se
acordó que, si 110 se lograban condiciones adecuadas de renegocia
ción, se declararían en cesación de pagos y sacarían a remate sus pro
piedades dadas en garantía.
El gobierno reaccionó ofertando la renegociación de deudas de
los agricultores con el Banco del Estado. Sin embargo estos últimos
estimaron que la oferta (l6°/o de interés más IPC para los nuevos pla
zos) era inadecuada, considerando que los créditos originales fueron
pactados al 12°/o. Las deudas de los agricultores, sólo en la X región,
eran de 300 millones de dólares con los bancos privados y el banco
estatal.
Este conjunto de acciones parciales de los agricultores encon
tró un primer punto de convergencia en la decisión de la Confedera
ción de Productores Agrícolas (23/2/82) de suspender toda negocia
ción en el Banco del Estado hasta llegar a un acuerdo completo a
nivel nacional.
Respaldando este acuerdo la CPA emitió un documento deno
minado “Posición de los Productores Agrícolas”. En él señaló lo si
guiente: “Rechazamos los (. . .) equivocados planteamientos del Mi
nistro de Hacienda (no intervención estatal, calificación de “petición
de privilegio” a las demandas de los agricultores). La actual recesión
es autogenerada en gran medida y obedece más a erróneas determina
ciones del equipo económico (. . .) que a factores de orden interna
cional (. . .) carece de justificación un sistema que protege al comer
cio bancario (. . .) mientras se desprotege a la agricultura (. . .). La
crisis de la agricultura ha dejado de ser un problema de los agriculto
res para transformarse en un grave problema nacional (. . .) (387).
La reacción del gobierno fue drástica frente a este endureci
miento de la posición de los agricultores y a la emergencia de acuer
dos colectivos que comenzaban a superar la dispersión de las protes
tas de años anteriores. El general Pinochet, en gira al sur del país, de
claró terminantemente que la política económica no se cambiaría y
que no habría ninguna excepción para la agricultura. En la ciudad de
Temuco, el dirigente de la ANPT, Carlos Podlech, no fue autorizado
(387) Reproducido en El Mercurio 24/2/82.
249
para hacer uso de la palabra en presencia del Jefe del Gobierno.
La tensión existente entre los agricultores en esa ocasión fue
expresada públicamente en el discurso del dirigente de los agriculto
res de Temuco, Félix García, ante el Ministro de Agricultura que
acompañaba al general Pinochet en la gira antes mencionada. Señaló
este dirigente: “En la época de la Unidad Popular, algunos decidimos
perder la vida (.. .) apuntando la escopeta al enemigo que venía esa
noche a tomamos. Existía al menos la satisfacción de morir peleando
(...). Pero hoy estamos viendo que somos expropiados, que vamos
siendo ejecutados por los bancos que nos van cercando con una polí
tica realmente sádica ( ...) Y no tenemos defensa ( ...) no podemos
cargar la escopeta para disparar porque estaríamos disparando contra
nuestro propio gobierno ( ...) ” (388).
El clima generado en ese “verano caliente” de los agricultores
fue recogido por el diario El Mercurio quien expresó en un editorial
del mes de Febrero: “Se trata de un debate político que asume la
forma de disidencia económica ( ...) la creciente animación de este
debate permite imaginar que su desenlace ha de tener consecuencias
políticas ( ...) ”.
La dureza de la respuesta gubernamental que no admitió dialo
gar no logró sino agudizar aún más el proceso. Los agricultores con
tinuaron movilizándose y presionando durante los meses siguientes,
en los cuales comenzaron también a pronunciarse los transportistas
y los comerciantes detallistas.
En efecto, durante el mes de Marzo se reunieron en la ciudad
de Valdivia (2/3/82) 200 dirigentes agrícolas, quienes examinaron la
alternativa de declararse colectivamente en quiebra. Casi al mismo
tiempo la Confederación de Dueños de Camiones (13/3/82) planteó,
a través de su presidente León Vilarín, la necesidad de hacer un ple
biscito respecto de la política económica para verificar el apoyo o
rechazo de ésta en la ciudadanía. Los comerciantes detallistas, por su
parte, acordaron en la ciudad de Valdivia (31/3)82) formar una co
misión conjunta con los agricultores para negociar colectivamente
sus deudas con los bancos.
También en el mes de Marzo, la Federación de Dueños de Ca
miones de la 8 a región emitió un documento de acuerdos de sus ba
ses (10.000 socios) en que señaló: “Postulamos que se reformule la
política económica. No se trata de introducirle algunas modificacio
nes porque ésta es intrínsecamente negativa para los intereses del
país (. ..)” (389).
250
A fines de ese mismo mes, la Confederación Nacional de Due
ños de Camiones realizó un Consultivo Nacional con 100 delegados
de las 93 asociaciones del país. Entre sus acuerdos principales estu
vieron (390): confirmar la petición de plebiscito sobre la política
económica y mandatar a su directiva para tomar contacto con “todas
las organizaciones democráticas de empleadores a fin de lograr la
unidad gremial”. Se acordó también crear el- Consejo Nacional del
Transporte con los gremios del sector. El dirigente Vilarín declaró a
la prensa en esa ocasión: “sólo un plebiscito nacional podría buscar
una salida (.. .) el país está cayendo en una crisis moral” (391).
La movilización creciente de los camioneros que, como se ve
comenzó a acompañar de cerca a la de los agricultores, generó una
escisión en el gremio. Un sector encabezado por el dirigente Jorge
Alvares se separó de la Confederación y creó la Asociación Nacio
nal de Dueños de Camiones que se declaró favorable a la política
del gobierno (Marzo de 1982). Esta asociación inició negociaciones
con la autoridad y la CORFO otorgó a ellos un nuevo plazo para el
pago del 50°/o de las deudas contraidas antes de 1978 (392).
Este hecho no parece sin embargo, haber influido mayormen
te puesto que la movilización crítica de los camioneros continuó ade
lante. En efecto, los transportistas de varias zonas del país, anuncia
ron que si no lograban solución a su situación de paralización y crisis.
de endeudamiento, abandonarían en la vía pública los camiones.
Este era el clima en el polo gremial que representaba a los secto
res más deprimidos por la política económica cuando se produjo el
cambio del Ministro de Hacienda De Castro por Sergio De la Cuadra
y el ingreso a la cartera de economía del general Luis Danús (22/4/82). •
Este punto representa el momento en que dos polos gremiales
(COPROCO y sector deprimido) convergen en la convicción de que
la crisis económica no será transitoria. Ello debido a que los sectores
vinculados a la Confederación de la Producción y el Comercio aban
donan la tesis de transitoriedad que habían sostenido hasta entonces.
Sin embargo, la evidencia examinada muestra que esta visión
acorde finalmente alcanzada no significó una estrategia común entre
ambas tendencias gremiales. En efecto, en el caso de las dirigencias
ligadas a la COPROCO, éstas pasaron a una etapa de negociación de
medidas rectificatorias con el gobierno, que más adelante dará lugar
a la elaboración de un “programa empresarial”.
251
Esta etapa de negociación estará marcada por un sentido de
compartir responsabilidades en la superación de la crisis, por lo que
no se revelará como una confrontación gobierno - empresarios si bien
existirán puntos de conflicto.
En el caso de los gremios de la Confederación de la Pequeña y
Mediana Empresa (CPME) el hito de cambio de Ministro y el inicio
de lo que pareció ser una coyuntura de modificaciones, no parece
haber neutralizado la dinámica de conflicto abierto que venía acu
mulándose desde 1981. Si bien las expectativas abiertas contribuye
ron a restar el impulso de generar de inmediato iniciativas colectivas
(cesación de pagos, negociación unificada, paralización de produc
ción, etc.) en el Semestre que siguió al mes de Abril éstas reflotaron,
hasta culminar en Octubre de 1982 con importantes hechos de movi
lización, las que abrirán sólo entonces, como se ha anunciado antes,
una nueva etapa para segmentos importantes de este sector: la del
conflicto agudo.
Examinaremos seguidamente la nueva fase que abren los gre
mios ligados a la COPROCO una vez que admiten la crisis, para re
tomar posteriormente el proceso del polo de los sectores deprimidos
hasta Octubre de 1982.
(393) Respecto a la situación económica del primer trimestre de 1982 ver in
forme aparecido en revista HOY N° 247, Abril 1982. También: Banco
252
llones de dólares inmovilizados. La deuda externa del país se estima
ba llegaría a fines del 82 a 17 mil 363 millones de dólares (393). Los
desocupados, incluido el PEM, eran un 15.6^0 de la fuerza de traba
jo a fines de 1981 y continuaban aumentando.
En ese marco y con las nuevas autoridades económicas insta
ladas se inicia un conjunto de contactos entre la COPROCO, la SFF
y el gobierno a fin de examinar en conjunto la situación, lo que mar
có un nuevo trato empresarios - gobierno. Este último adopta algu
nas decisiones puntuales, como rebajar la cobertura de los depósitos
de importaciones de 90 a 60 días y otras destinadas a reactivar la
construcción (créditos externos, inversión de largo plazo de las AFP,
fondos municipales, subsidios habitacionales). En el sector agrícola
se abre un poder comprador para la remolacha.
Al poco tiempo se forma un Comité económico y la SFF llega
a un acuerdo de comunicación directa gobierno - empresarios a través
de la presidencia del Banco Central.
La SFF, por su parte, forma una comisión en marzo para pro
poner al gobierno la aplicación de aranceles diferenciados (según ma
terias primas o bienes de consumo). Esta propuesta parece haber sur
gido como presión de una importante corriente de empresarios sobre
la directiva de Bruno Casanova (Presidente de la SFF).
La COPROCO, a su vez, inicia reuniones con el Ministro de Fla-
cienda a fin de preparar otra con el Jefe del Gobierno prevista para el
1° de Junio. En función de este último encuentro elabora un memo
rándum que contiene cuatro puntos, los cuales son el primer esbozo
de lo que posteriormente será el intento de formular un programa
propio del empresariado. Estos puntos fueron los siguientes: superar
la pérdida de competitividad de los productos chilenos, resolver la si
tuación de caída de reservas, actuar sobre las expectativas negativas y
enfrentar el problema del déficit fiscal y el gasto público. Las princi
pales medidas contempladas eran: devaluación por una vez entre 30
y 35°/o; sobretasas a la importación, subsidio a las exportaciones, re
baja de remuneraciones entre un 15 y un 20°/o.
La reunión con el general Pinochet no se realiza y éste declara
por su parte que no habrá devaluación (3/6/82), con lo que los plan
teos empresariales son en parte respondidos, mostrando además que
el gobierno estaba en línea de compartir la discusión de medidas pe
ro no de perder la iniciativa.
Todas estas iniciativas de las dirigencias de la COPROCO y la
SFF post salida del Ministro De Castro, representativas de un intento
de formular un cierto set de medidas reactivadoras, según parece ex-
Central, Boletín periódico y seminario economía 1982: Perspectiva e
Impactos. Gemines. Abril 1982.
t
253
presaban también la salida a superficie de presiones empresariales en
el interior de sus organizaciones, antes mantenidas en sordina. Así,
el cambio desde la tesis de la crisis transitoria a la comprensión de la
crisis como de largo aliento, no es sólo un proceso de conversión de
las dirigencias de ese momento, sino también el resultado de una ace
leración de las presiones internas. En efecto, al producirse el cambio
de gabinete, éstas ganan algunos espacios antes ocupados sólo por
los voceros más militantes en el modelo económico.
Las evidencias que permiten afirmar la existencia de este factor
sort varias.
En primer lugar —y como antecedente previo —la ya menciona
da formación del Comité de Defensa del Producto Chileno, que fue
una iniciativa impulsada por la ASIMET y la CPA en 1981 de manera
más bien autónoma respecto de la SFF y la COPROCO que no for
maron parte de él. Dicho comité constituyó además, un punto de
encuentro entre la posición crítica de algunos gremios del sector de
primido y uno de los gremios importantes del núcleo ligado a la CO
PROCO (la propia ASIMET).
También debe mencionarse la aparición en el debate público
de dirigentes como Gerardo Kunstman (de la SFF) que plantean dis
crepancias con el modelo económico. Este dirigente en diversas pu
blicaciones afirmó que la política arancelaria había sido criticada
en el seno de la SFF y que se había predicho que ella iba a producir
la crisis de la industria. Igualmente hizo señalamientos en el sentido
que el desempleo era un mal innecesario, producto del manejo inade
cuado de instrumentos económicos y que, en general, la falta de
pragmatismo del gobierno produjo la crisis, la cual no era el resulta
do de causas puramente exógenas (394).
En el mismo sentido está la elección de 13 consejeros de la
SFF realizada en el mes de Junio (de un total de 26 electivos) en que
se presentaron dos listas, una de las cuales representaba a los secto
res más críticos (Instituto Textil, Asociación de Industriales del Plás
tico, Asociación de Industriales Químicos, ASIMET, Asociación de
Fabricantes de Conservas y Asociación de Industriales de Valparaíso).
Si bien estas dos listas al parecer no implicaban una confrontación
aguda, puesto que ambas incluían nombres de consenso, el hecho es
que por primera vez en 9 años surgía una competencia interna que
revelaba la no existencia de unanimidad. El resultado de la elección
fue el triunfo de la lista más oficialista, aunque debe considerarse
que las cuatro primeras mayorías fueron nombres de consenso y que
Domingo Arteaga, presidente también de la COPROCO, personero
militante del modelo económico, obtuvo sólo la onceava posición.
(394) Al respecto ver revista HOY N ° 247, Abril 1982.
254
En consecuencia, lo que estaba ocurriendo con este núcleo
gremial después de Abril, aún cuando no pueda ser calificado en ab
soluto de disidencia respecto del esquema económico, sí revela que
la incondicionalidad a éste se había debilitado. Por tanto, que emer
gía, en el marco de una solidaridad vigente con el régimen, una ten
dencia a ganar cierta autonomía de proposiciones frente a la crisis.
Esto era lo que se manifestaba en la idea de negociar con el gobierno
las medidas de reactivación y no sólo aceptar linealmente su política,
como preferentemente había ocurrido antes.
La culminación de este movimiento en el seno del núcleo más
influyente de los gremios empresariales será la elección en el mes de
Julio (21/7/82), simultáneamente en la COPROCO y la SFF, de dos
nuevos presidentes: Jorge Fontaine y Ernesto Ayala respectivamente.
Ambos representarán un liderazgo distinto al de sus antecesores
puesto que, siendo personero favorables al régimen y a los principios
generales del modelo económico, constituían dirigentes fuertes, ca
paces probablemente de expresar con un mayor rango relativo de
independencia a sus gremios.
Jorge Fontaine, quien había encabezado la COPROCO en la
época de la Unidad Popular, podía ser perfilado como un dirigente
apto para épocas de crisis. Ayala, por su parte, ligado directamente
al ex presidente Alessandri, representaba al empresariado capitalis
ta y experimentado de la vieja guardia, favorable a la lógica liberal,
pero distinguible claramente de los “jóvenes de Chicago” que condu
jeron la gestión económica del gobierno.
En síntesis, estos cambios en las cúpulas dirigentes de la CO
PROCO y la SFF parecen haber significado el paso hacia un lideraz
go capaz de recuperar las críticas emergentes evitando a la vez rom
per con el modelo económico, lo que en el plano político podía ha
ber generado sin duda factores de desestabilización. Ello muestra cla
ramente la opción negociadora y no rupturista que adopta el núcleo
más influyente de la dirigencia empresarial ante la crisis. También da
cuenta que las dirigencias previas, no eran ya aptas para la nueva eta
pa, considerando que representaban las tesis precedentes a la acepta
ción de la verdadera naturaleza de la crisis. Esto aparece manifestado
en el discurso de renuncia de Domingo Arteaga a la COPROCO,
quien señaló que su decisión obedecía a “que las circunstancias ha
bían cambiado” lo que requería nuevos líderes (El Mercurio 22/7/82).
Mientras estos procesos internos a las organizaciones se gesta
ban, el gobierno, pese a su declaración que la moneda no sería deva
luada, el 14 de junio tomó esta medida. El precio de la divisa se fijó
en 46 pesos, lo que significaba una devaluación del 18°/o. Se estable
ció también una relación con una canasta de monedas extranjeras y
un procedimiento de devaluación periódica del 0 .8 ^ 0 mensual.
El impacto de esta decisión fue grande considerando los anun
cios anteriores y especialmente el volumen de deudas en dólares que
tenían gran cantidad de agentes económicos y personas. Sin embar
go, las dirigencias gremiales reaccionaron favorablemente, ya que es
te era uno de sus planteamientos aunque, como.se mencionó antes,
éstas solicitaban un 30 a 35°/o de devaluación.
Con todo, ellas siguieron insistiendo que era necesario tomar
medidas globales pues ahora, como anteriormente, pese a la magni
tud de la decisión, ésta seguía siendo una política parcial y puntual.
El gobierno, sin embargo, entrará en una dinámica gradualista y pun
tual, tensionado entre las presiones por rectificar la política econó
mica y las exigencias dé no renunciar a la lógica fundamental del mo
delo neoliberal.
Así, un mes después de la devaluación (13/7/82) se anuncia
por el Banco Central la oferta de comprar las carteras vencidas y ries
gosas de los bancos a cambio de pagarés intransferibles, reajustables
y sin intereses.
La medida es presentada como un saneamiento total del siste
ma financiero. Las instituciones financieras podrían recomprar esta
cartera en un plazo máximo de. diez años y con un pago mínimo de
un 5°/o semestral sobre el total de la deuda (395).
Posteriormente se decide que los bancos puedan prestar el to
tal de los créditos externos, que hasta ese momento estaban someti
dos a un encaje del 15°¡o. Igualmente, se elimina el plazo de cobertu
ra para el pago de importaciones, el que había venido siendo reduci
do desde 180 días a 90 y luego a 45 días sucesivamente.
Ese clima de medidas que aparecían sobrepuestas unas a otras
es el que estaba reinando cuando se produce, el cambio de directivas
en la COPROCO y la SFF. Aún cuando las medidas se orientaban
aparentemente en la dirección de reactivar y generar liquidez, crea
ban reacciones encontradas en los diversos segmentos empresariales.
El nivel de las dirigencias parece haber sido, a esa altura, suficiente
mente alto, como para dar lugar a que el dirigente Jorge Fontaine al
asumir su cargo declarara: “O nos ponemos de acuerdo todos o nos
hundimos todos” (396). Más adelante, el mismo dirigente expresaría
al periódico El Mercurio (13/8/82) "Me ha sorprendido tanta polari-
(395) La medida sobre las carteras vencidas, que significaba una forma de in
tervenir el quebrado negocio bancario por ei Estado va a generar la resis
tencia de uno de los grupos económicos más fuertes, el denominado
“grupo Vial” y agudizará la ruptura entre estos sectores y el gobierno
ya iniciada a fines de 1981. La disputa será ganada por el gobierno y
Javier Vial, cabeza del grupo, deberá renunciar a ia presidencia del
Banco de Chile.
(396) Citado en revista HOY N° 260, Julio 1982.
256
zación, tantas divisiones entre los que luchamos juntos contra la
Unidad Popular (.. .). Lo único que cabe es unir fuerzas para enfren
tar con éxito la emergencia (. . .)”•
A partir de la asunción de las nuevas directivas, los gremios li
gados a la COPROCO elevarán la presión por lograr un acuerdo ge
neral de reactivación. La intención de las dirigencias será ir sentando
las bases de un programa propio de los empresarios.
Sin embargo, la formulación de un programa del empresariado
agrupado en esas organizaciones no era en ese momento una tarea
sencilla. Esto debido a dos razones principales. De una parte, a las
posiciones encontradas en el seno de los gremios, sobre todo en rela
ción a la cuestión de los aranceles aduaneros y de otra parte, a la po
lítica gradualista del gobierno ya mencionada. En el primer caso, pe
se a que el propio Ayala se había declarado favorable, al asumir su
cargo en la SFF, a una modificación arancelaria (posición que tam
bién sustentó su contendor en esa elección Fernando Krumm), sub
sistía en la sociedad el debate acerca de si tal modificación debía ser
transitoria o permanente, e incluso permanecía en algunos consejeros
todavía la tesis que éstos no debieran modificarse.
En cuanto a la política gubernamental, ésta siguió acumulando
medidas puntuales, entre ellas, sucesivos cambios respecto del dólar.
Así, en agosto se cambió de dólar fijo a dólar libre y se estableció el
sistema de dólar preferencial para deudores en esa moneda. Al mes
siguiente se puso fin al sistema de cambio libre y se estableció el “dó-
las referencial” basado en una franja que se modificaba de acuerdo a
la inflación interna y a la de Estados Unidos. Vinculado con lo ante
rior, se anunció en Agosto la emisión de pagarés para deudores de la
¡banca extranjera y en Septiembre se derogó ese sistema garantizando
la provisión de divisas. En el intertanto (30/8/82) se produjo un nue
vo cambio de gabinete, por el cual el economista Rolf Lüders reem
plazó a los Ministros de Hacienda (De la Cuadra) y de Economía
(general Danús) y asumió como Bi-Ministro. Al parecer, parte de los
cambios entre Agosto y Septiembre se debieron a nuevas líneas im-
plementadas por el reciente ministro.
En cualquier caso, tanto las medidas mencionadas como otras
(397) profundizaron el ambiente de incertidumbre, por lo que las di
rigencias empresariales se veían en dificultades para asegurar acuer
dos consensúales respecto a un plan de réactivación. Sobre todo con
siderando que las variaciones de políticas puntuales creaban nuevos
257
i
258
feriores a los 35 millones de pesos m/n renegociar sus deudas, para lo
cual el Banco Central pondría a disposición 21 mil cuatrocientos mi
llones de pesos (399).
Las dirigencias gremiales reaccionaron negativamente afirman
do que los montos anunciados no cubrirían más de 3.5°/o de los pasi
vos del sector productivo (SFF). El clima adverso se manifestó ade
más en la estimación por aquélla que el gobierno no se había hecho
cargo de la gravedad del endeudamiento, lo que les confirmaba que
persistía la reticencia para asumir un plan global de reactivación, pe
se a los contactos realizados.
La SFF dio a la publicidad un documentó en que señalaba que
la industria “estaba viviendo la peor crisis de los últimos 25 años”
(400) y emitió declaraciones en que manifestaba la urgencia de adop
tar las medidas reactivadoras propuestas (401), criticaba la política
monetaria no activa y auguraba que la línea gubernamental llevaba
al país a un virtual estancamiento (402). El gobierno, por su parte,
aseguró que la política monetaria debía estar enmarcada dentro dé
los criterios acordados con el FMI para lograr el otorgamiento de
850 millones de dólares indispensables para la economía del país.
Esta confrontación entre el núcleo gremial ligado a la COPRO-
CO y el gobierno, si bien no rompió la línea de la Confederación y
sus asociados de seguir insistiendo en un acuerdo global de reactiva
ción negociada, contribuyó indirectamente a configurar una coyun
tura muy aguda de enfrentamiento entre los sectores productivos y
la autoridad gubernamental que se extenderá entre Octubre y Enero
1983. En efecto, como habíamos mencionado anteriormente, el
núcleo gremial de los sectores deprimidos, después de abril de 1982,
cuando se produjo el reemplazo del Ministro De Castro, a diferencia
de la COPROCO y la SFF, no se involucró completamente en la
línea de negociar un acuerdo de reactivación al estilo de aquéllos, si
no que optó por una línea de presión directa por la vía de la mo
vilización. Como hemos mostrado, ellb se debió a que este otro sec
tor venía acumulando tensiones desde muy atrás y por tanto parte
importante de sus dirigencias se había radicalizado adoptando cre
cientemente posiciones de conflicto abierto con la política económi
ca.
259
Hacia el mes de Octubre, y paralelamente con la beligerancia
que se produjo entre el gobierno y los sectores vinculados a la CO
PROCO, aquéllos ingresaron en una etapa de confrontación aguda
coa el gobierno.
Así, los dos modelos de acción (negociación de una parte y
movilización - presión de otra) con que uno y otro sector gremial en
frentó respectivamente la crisis, se cruzaron en la coyuntura crítica
de Octubre - Enero. Se abrió entonces un espacio de tiempo en que
se semiparaliza el esfuerzo negociador emprendido por el núcleo
COPROCO y la escena será comandada por la dinámica del conflic
to que encabezará el otro núcleo gremial. Esta dinámica había per
sistido entre Abril y Octubre de 1982 pero la estrategia de negocia
ción la recubrió hasta entonces.
En la sección siguiente examinaremos este proceso.
260
sectores estaban convencidos que, a esas alturas, sólo una acción del
Estado podía recuperar al país de la crisis.
En consecuencia, su línea se componía de dos factores princi
pales: aquél que definía el cambio de la situación como fruto de una
presión de actores sociales movilizados más que la sola negociación y
aquélla que identificaba las rectificaciones económicas con acción es
tatal. En este último punto la diferencia con el núcleo ligado a la
COPROCO era de grados, puesto que éste último, sin admitirlo ex
plícitamente, también estaba demandando la intervención del Estado.
En esta línea, la CPA pidió que el Banco del Estado obtuviera
un crédito extranjero con aval estatal para comprar las carteras venci
das de los Bancos con colocaciones en el sector agrícola. La sugeren
cia fue calificada de petición retrógrada y de “vuelta al pasado de
subsidios y protecciones” por las autoridades gubernamentales (403).
La Asociación Nacional de Remolacheros respondió señalan
do: “Hay que erradicar este estigma del estatismo. No podemos se
guir en este antiestatismo fanático. Del MIR rojo no hemos ido al
MIR blanco” (404).
En torno a estas otras múltiples demandas de apoyo estatal
que se formularon por parte de este sector gremial, casi todas las cua
les merecieron respuestas negativas del gobierno, se fueron acumu
lando mayores puntos de beligerancia. Así, la tensión que estaba ya
incubada se agudizó, reforzando la perspectiva de conflicto que ve
nía sosteniéndose entre aquéllos.
En el mes de Mayo el Ministro de Agricultura (Jorge Prado,
que había sido antes dirigente agrícola y que reemplazó a Márquez
de La Plata) se negó a recibir al presidente de los trigueros Carlos
Podlech afirmando que el “el gobierno no lanzará un salvavidas a los
deudores” (405). Este dirigente afirmó entonces que el Ministro ha
bía “cerrado las puertas a cualquier solución”.
A partir de entonces se sucedieron declaraciones y comunica
dos de los gremios afectados y respuestas descalificadoras de autori
dades de gobierno. La CPA, que había constituido una comisión re
negociadora de deudas para el conjunto de su sector la disolvió, se
ñalando que carecía de significado ante la intransigencia de la auto
ridad.
En el mes de Julio, 80 dirigentes empresariales del sector de
primido económicamente se reunieron en el Club de la Unión. En
ese evento, el orador principal, Carlos Podlech de la ANPT, afirmó:
261
“el país no tiene ninguna salida ( ...) a menos que se adopte un cam
bio económico completamente radical (.. .)” (406).
La CPA, por su parte, propuso ese mismo mes un encuentro
nacional de empresarios para el 14 de agosto que examinara colecti
vamente la situación y propusiera urgentes medides. Se invitó a pre
sidir este evento a Jorge Fontaine,máximo dirigente de la COPROCO.
Este sin embargo, declinó el ofrecimiento, argumentando que esta
ba pendiente una reunión con el general Pinochet, la que requería
ser previa a cualquier concertación gremial. Se frustró así un intento
de unificar a los dos núcleos gremiales.
Al parecer, el sector vinculado a la COPROCO estimó que re
sultaba riesgoso políticamente para el gobierno así como para la
estrategia negociadora la imagen de un frente empresarial común,
dada la conflictualidad creciente del núcleo al que se asociaba la
CPA.
En ese mismo mes (23/7/82) la propia CPA convocó a una
Asamblea Extraordinaria la que emitió una declaración.en que se
afirmó: “(.. .) procede el relevo urgente de los técnicos que se equivo
caron. Ahora es el momento de la acción para superar la emergencia
y encontrar con pragmatismo, el duro camino de la realidad, más allá
de las rígidas y discutibles doctrinas económicas y los dogmatismos”
(407).
Este clima caldeado de los pequeños y medianos agricultores
también tenía su paralelo en los transportista y los comerciantes. En
tre los primeros, los camioneros seguían insitiendo con fuerza en un
plebiscito nacional para definir la política económica a seguir y la
Confederación del Transporte de Pasajeros declaraba el 23 de Agosto:
“La situación ( ...) ha llegado a un punto de crisis de tal magnitud
que si el presidente ( ...) no anuncia medidas concretas para teminar
con la desesperación nadie puede predecir lo que ocurrirá” (408).
Los comerciantes detallistas a su vez habían manifestado en un
comunicado en la ciudad de Valdivia en Junio: “( ...) el milagro chi
leno falló ( ...) . No debemos tener ideologías internacionales. Esto
lo podemos decir ahora porque hace cuatro años había gente que
no se habría atrevido a manifestarlo ( .. .) sin recibir todo tipo de in
sultos (.. .)” (409). Posteriormente, en su Asamblea Nacional del
30 de Agosto y en el Consultivo interregional del 27 de Septiembre
acordaron solidarizar con el transporte y la agricultura y exigir inme
diatas medidas de protección y reactivación económica. En este últi-
262
mo mes organizaron una campaña de telegramas de todo el país pi
diendo prórrogas para el pago de tributos que el gobierno había deci
dido cobrar por adelantado.
Hacia Octubre la Confederación de Productores Agrícolas con
vocó a una reunión nacional en la localidad de Requinoa. En ella se
tomaron los siguientes acuerdos: “Darse una estructura más combati
va (...) que permite enfrentar eventuales contingencias que exigirían
que la gente de trabajo esté organizada ( ...) ha llegado el momento
de organizarse no sólo por la agricultura sino por el país. Iniciar una
campaña a nivel nacional para dignificar a la agricultura y a los hom
bres que trabajan la tierra. Defender la libertad y la democracia, el
único plano en que puede subsistir el gremialismo ( . .. ) ” (410).
Este evento a través de sus conclusiones sugiere indirectamente
que las inquietudes gremiales iban alcanzando un punto en que esta
ban pasando de una visión básicamente sectorial a otra de tipo más
general. El carácter de la reunión de Requinoa fue así un buen indi
cador previo de que se abriría en los sectores deprimidos un intenso
proceso de movilización y conflicto definido por el intento de dar
ese paso.
La coyuntura con que culmina el proceso de beligerancia ver
bal y que a la vez marca el inicio de una etapa de movilización y con
frontación más radical es la Declaración de Valdivia del 23 de Octu
bre de 1982. Este hito puede ser considerado como el punto en que
la acumulación de tensiones post CRAV - CRAVAL da lugar a un
nuevo momento, cuyo carácter conflictual abierto inaugurará un tra
mo netamente distinguible de los anteriores en el itinerario de la rela
ción gremios de los sectores deprimidos y régimen militar.
La Declaración de Valdivia, aún cuando tiene su origen en los
gremios de la producción y el comercio de la zona y en su situación
económica, es de hecho, en lo sustantivo, una apelación de nivel na
cional y tiene un carácter que supera con claridad la demanda secto
rial. Además, es a partir de ella que se desencadena una serie de movi
lizaciones en otras zonas, las cuales muestran también el paso desde
la protesta verbal a la presión abierta.
En nuestra hipótesis, el proceso iniciado en Octubre con la de
claración mencionada, parece haber sido el fenómeno de más enver
gadura vivido en el conflicto gremios - gobierno, en cuanto a que lle
vó por momentos a un sector gremial a las fronteras de una cuasi
ruptura con el gobierno.
Con todo, no se trató de un conflicto que alcanzara al régimen
político. Es claro que tanto la definición que las dirigencias gremiales
dieron a las movilizaciones así como a los contenidos de lo que esta-
(410) Fue reproducido en La Tercera 10/10/82.
263
ba en disputa, fue sustancialmente económica. Sin embargo, el hecho
que fuera así no quiere decir que pueda considerarse la acción desa
rrollada y el sentido otorgado a ella por sus actores como exclusiva-
mene corporativos, en el significado de intereses ligados sólo a situa
ciones particulares y a actividades empresariales específicas. En efec
to, la Declaración de Valdivia y las manifestaciones que le siguieron,
con distinto nivel y precisión por cierto, muestran una apelación más
amplia, que a nuestro juicio involucra la defensa de una cierta con
cepción más general de funcionamiento de la sociedad y la nación
que ven vulnerada. Partiendo de la economía y de la posición corpo
rativa sin duda, nos parece encontrar que se arriba a un cierto princi
pio de identidad más amplio y a concebier por tanto las alteraciones
como nacionales más que sectoriales. Por esta razón, si bien el proce
so no alcanzó o no se orientó a la crítica del régimen político, sí tu
vo, en nuestro criterio, un sentido político latente y éste hubiera po
dido eventualmente explicitarse de no mediar la pronta respuesta de-
sarticuladora que recibió de la autoridad gubernamental.
En consecuencia, aún cuando aparentemente se trató de una
coyuntura álgida más que de un proceso de largo alcance, la situa
ción generada a partir de la Declaración de Valdivia discrimina
claramente una etapa del mayor interés para formular hipótesis so
bre el comportamiento futuro de este sector gremial.
La ya mencionada declaración señalaba en sus puntos principa
les: “Frente a la desastrosa situación que se manifiesta en todas las
actividades económicas de la zona, los gremios de la producción y el
comercio de Valdivia se ven en la imperiosa necesidad de formular
un público llamado a las autoridades nacionales, para que arbitren
urgentes medidas destinadas a impedir y paliar los efectos de la para
lización de la actividad productiva y comercial (.. .). Observamos
con profunda alarma como se está destruyendo todo el aparato pro
ductivo agrícola e industrial por la vía de las ejecuciones judiciales,
desarticulando unidades económicas vitales ( ...) .
La liquidación de los activos a un vil precio está generando un
caos social enorme, manifestado en la cesantía de miles de chilenos.
Este acelerado proceso conduce a su vez a la desaparición de toda
una clase empresarial con las consecuencias políticas y sociales que
ello significa par el futuro del país ( ...) . Nos sentimos en el deber
patriótico de levantar nuestra voz de alerta frente a lo que podría so
brevenir de no mediar la intervención de las autoridades (. ..). No
deseamos el caos que ya se está enseñoreando sobre nosotros. Es vi
tal impedir que se siga destrozando el patrimonio productivo (. ..)
en aras de salvar el sistema financiero (. ..). Es más importante para
los intereses permanentes de la república preservar el patrimonio y
la supervivencia del sector productivo y de las fuentes de trabajo,
264
con una primerísima prioridad ( ...) . Responsabilizamos a los con
ductores de la política económica vigente del quiebre del aparato
productivo nacional (los que) dieron margen a un verdadero trasva
sije de la riqueza del sector productivo al sistema financiero (. ..).
Es nuestro deber como ciudadanos defender nuestro patrimonio
productivo y que pertenece a la comunidad que de él vive ( ...) . Con
dignidad y patriotismo podremos reaccionar inmediatamente que las
autoridades den señal de un cambio sustancial que todo el país espe
ra ( . .. ) ” (411).
Como puede observarse no se trata de una declaración de gue
rra, pero un examen atento de sus contenidos concluye que se está
ante una visión de profunda desarticulación de la economía con
efectos equivalentes sobre la sociedad. No hay aquí un diagnóstico
de situaciones parciales sino de fenómenos globales que han alterado
la lógica de funcionamiento de las capas empresariales y del contexto
social en que ellas existen. Es ante ésto que ellas en definitiva están
reaccionando, por lo que el paso a la movilización que ocurrirá segui
damente adquiere en esta coyuntura ese sentido más amplio que lo
puramente corporativo.
El efecto de este pronunciamiento puede registrarse tanto en la
reacción declarativa de otros sectores gremiales como en la dinámica
de acción que se desarrolla. En el primer aspecto tanto los agriculto
res de la CPA como los transportistas, los comerciantes detallistas y
sobre todo un gran número de organizaciones gremiales de Bío-Bío
al sur del país se manifiestan sucesivamente apoyándola en sus térmi
nos (412). El núcleo ligado a la COPROCO permanecerá en silencio
en un principio, para emitir posteriormente algunos planteos que
examinaremos más adelante. En cuanto a las movilizaciones, éstas
son de dos tipos: aquéllas que se expresan como acciones de protes
ta pública y aquéllas que se orientan a la formación de los multigre-
mios como instrumentos para hacer efectiva la política de presión.
Las protestas tomaron básicamente el diseño de impedir los
remates de predios agrícolas o industrias por parte de los bancos.
Así, en múltiples localidades de la zona sur del país, los empresarios
afectados y dirigentes gremiales organizaron manifestaciones públicas
masivas para obstaculizar las acciones judiciales (Lanco, Valdivia,
Osorno, Temuco) consiguiendo su objetivo en varias de ellas. Ame-
nudo estas acciones implicaron conatos de violencia con la policía y
con los representantes bancarios.
Las acciones adquirieron además un sentido de reivindicación
265
nacional, en que enarbolaban banderas chilenas insinuando que se es
taba recuperando un patrimonio expropiado por el capital financiero
y especulativo. Octubre y noviembre fueron meses en que esta suerte
de cuasi insubordinación civil de importantes núcleos de empresarios
de la región sur pareció que iba a generar un clima de desobediencia
empresarial más extendido. El caso más radicalizado se produjo en
Temuco donde las manifestaciones incluyeron un paro del comercio
(23/11/82) y la movilización agresiva de agricultores a la zona urba
na donde generaron enfrentamientos y una situación de fuerte ten
sión pública que se extendió por varios días.-
Otra de las expresiones de protesta registradas en estos meses
fue la convocación de diferentes gremios a iniciar una moratoria de
pagos. Acciones de este tipo se dieron entre la Federación de Agri
cultores de Cachapoal (centro del país) quienes además emitieron la
“Declaración de Rancagua” (22/11/82) en términos semejantes a la
de Valdivia. También se encuentra esta iniciativa en la convención re
gional de la Federación de Dueños de Camiones de Concepción
(22/11), en el Congreso Nacional de este mismo gremio (26/11),
en el 14 Congreso de los taxistas (4/12), en los camioneros de
la IV región (30/2), en los empresarios de Puerto- Montt (25/11),
en las asociaciones agrícolas de Chillán, San Carlos y Río Bueno
(16/12) y entre varias federaciones provinciales del comercio detallis
ta (413). Algunos de estos gremios o empresarios individuales hicie
ron efectiva esta medida y otros no, sin embargo, con motivo de ella
se dio origen a reuniones y manifestaciones gremiales que pusieron
en actividad a organizaciones que habían estado inmovilizadas mu
cho tiempo. Además se generó entre los gremios la imagen que exis
tían estrategias de movilización como ésta, que tenían alto grado de
convocatoria, robusteciendo así la tendencia de ese momento a man
tener una política de presión.
En algunos casos, el clima de conflicto alcanzó un nivel que
implicó al gobierno central llamar a los intendentes provinciales a
Santiago, como es el caso de Puerto Montt (414). En otras zonas,
como la provincia de Talca, la Confederación de Producción y el Co
mercio de la zona emitió declaraciones alertando sobre el desenlace
que estas movilizaciones podrían eventualmente tener. En efecto, el
27 de noviembre la COPROCO provincial señaló públicamente:
“Hay algunos grupos desesperados que pueden llegar a cometer he
chos que no desearíamos que ocurran, porque sobre todo debe res-
266
guardarse el orden y la estabilidad institucional del país (.. .)” (415).
Paralelamente a estas movilizaciones, que parecen haberse pro
ducido con alto grado de espontaneidad y de manera dispersa, se re
gistran las iniciativas orientadas a la formación de los multigremios.
En este caso, la evidencia examinada permite suponer que se dio un
grado mayor de concertación entre agricultores, transportistas y co
merciantes detallistas para intentar su constitución.
El tema fue tratado y aprobado en eventos formales de estos
gremios. Así, entre los dueños de camiones la propuesta fue adopta
da en el Congreso Nacional del 26 de noviembre, previo apoyo de las
Federaciones regionales, entre las cuales destacó la de la 8va región
que impulsó con anterioridad esta iniciativa. En el caso de los comer
ciantes detallistas la medida se aprobó en el 7mo Congreso Nacional
del 25 de noviembre. En esa oportunidad Rafael Cumsille, líder del
gremio, afirmó al respecto: “Los gremios, tal como hace una década
vuelven a unirse porqiie frente a un momento difícil, la gente tiende
a la unificación ( ...) la razón no triunfa si no está respaldada por
una fuerza efectiva (.. .)” (416). La Federación Nacional de Taxistas
(FENATACH) hizo también suya la iniciativa multigremial en su
14avo Congreso Nacional del 3 de diciembre. En cuanto a los agricul
tores, la acción principal se registra entre los dirigentes de la Asocia
ción de Productores de Trigo (ANPT) quienes convocan para el 3 de
diciembre a una Asamblea nacional de gremios en la ciudad de Te-
muco. Carlos Podlech, su presidente, declaró en esa oportunidad:
“Se elaborará un pliego de Chile (.. .) exigiremos la estatización de
los bancos si los demás gremios están de acuerdo (. . .)” (417). Al
evento fueron invitados, además de los dirigentes agrícolas, de los ca-
mioneros, de los taxistas y de los comerciantes, dirigentes de los dos
grupos sindicales más importantes de la oposición (Hemol Flores de
la Unión Democrática de Trabajadores UDT— y Manuel Bustos de
la Coordinadora Nacional Sindical —CNS-). Esta ocasión parece ha
ber sido definida como el momento en que se intentaría, finalmente,
reconstituir un multigremio nacional y además, no sólo de empresa
rios sino también con participación de sindicalistas. La idea del Plie
go de Chile, que se anunciaba sería allí formulado, era una reproduc
ción de la experiencia de 1972 frente al gobierno del Presidente
Allende.
En ese clima la COPROCO, que se había mantenido virtual
mente en silencio frente a las movilizaciones, se pronunció a través
de su presidente Jorge Fontaine quien afirmó: “La creación de mul-
267
tigremios es una reacción lógica y natural de los sectores productivos
cuando hay problemas y nuestra institución los apoya si sus fines son
netamente gremiales y no políticos (. . .)” (418).
La mención de Fontaine a “fines políticos” es un indicador de
la inquietud que parece haber existido en ese núcleo gremial acerca
de las consecuencias que podría desatar la iniciativa del multigremio.
En efecto, existen indicios que pueden registrarse desde la reunión
de Requinoa (10/10) de la CPA sobre el tema que la movilización
gremial se politizará en un sentido de oposición al régimen constitui
do. Frente a ello tanto los dirigentes de esa Confederación agrícola
como Cumsille de los detallistas señalaron a menudo que estaban
sólo por una presión gremial y económica. Con todo la aceleración
de los conflictos, sobre todo entre los productores de trigo y en la
zona de Temuco, parecen haber generado la inquietud que se produ
jera una derivación política que sobrepasara el campo de la confron
tación económica.
Al respecto no puede afirmarse que existiera en el conjunto de
las dirigencias efectivamente y de manera establecida una orientación
hacia el conflicto neto con el régimen político y por tanto hacia
transformar necesariamente el multigremio en el inicio de una oposi
ción empresarial declarada, que desbordara la demanda de cambios
en el modelo económico, cuestionando también el conjunto de la es
fera política y el régimen militar mismo. Lo que sí parece más proba
ble es que entre algunos dirigentes de las áreas más radicalizadas (tri
gueros, camioneros) existiera la convicción que una presión económi
ca y gremial en pronfundidad debería obtener también como resul
tado la salida del propio equipo económico e incluso que incluyeran
la salida del sector paradojalmente denominado “gremialista” (419)
que constituía, a su juicio, el bloque político de sustentación del mo
delo neo liberal. También es posible señalar que existían dirigentes
que pensaban que una apertura política era necesaria como mecanis
mo de participación en la solución de la crisis. En este sentido sí po
dría estimarse que había sectores gremiales con perspectiva política,
algunos de los cuales se orientaban hacia un cambio de las correlacio
nes de fuerza en el seno del bloque gobernante, pero no a una alinea-
268
ción con la oposición política al gobierno, y otros veían la urgencia
que el gobierno abriera espacios de concertación política.
De cualquier modo, parece claro que esta percepción del even
tual significado político de la iniciativa del multigremio puso en
guardia a la dirigencia de la COPROCO lo que, suponemos, gravitó
para que en definitiva no proviniera de ella ningún respaldo a la es
trategia multigremial, pese a que en la misma época su situación era
también conflictiva con el gobierno. Esto permite sugerir que el núcleo
COPROCO no estaba dispuesto a asumir una estrategia dé presión
que implicara costos políticos al régimen, cuestión en la que el otro
núcleo gremial parece haber tenido menos reservas, manteniéndose sí
en el perímetro del debate interno al gobierno.
El 3 de diciembre la ANPT hizo efectiva su disposición a reali
zar la asamblea convocada, pese a que el gobierno había manifestado
que la vetaba por considerarla que no era netamente gremial, dado el
clima creado respecto a ella y la presencia de dirigentes de otros gre
mios y de sindicalistas. El presidente de los productores de trigo,
Podlech, insistió en efectuarla, señalando que ellos asistirían como
invitados de la ANPT y que su finalidad seguía siendo gremial. La
consecuencia fue un enfrentamiento en el lugar elegido para la asam
blea (las instalaciones de la Sociedad de Fomento Agrícola de Temu-
co —SOFO—) entre los dirigentes y la policía uniformada, que proce
dió a impedir su realización. El dirigente Podlech fue detenido por la
autoridad policial, enviado a Santiago y expulsado del país hacia el
Brasil el día 5 de Diciembre.
Este hecho mostró que la decisión del gobierno era enfrentar con
dureza el proceso que se había iniciado con la Declaración de Valdi
via y que se había venido acelerando con las movilizaciones que le si
guieron.
La expulsión del dirigente de los trigueros fue un golpe duro a
la iniciativa del multigremio, pues a partir de allí el movimiento de
presión que se había generado comenzó a declinar aún cuando per
sistió todavía un tiempo.
Los dirigentes convocados a la Asamblea decidieron, pese a lo
sucedido, elaborar la llamada “Declaración de Temuco” , que recogía
los elementos básicos de su posición frente a la realidad del país. En
ella señalaban: “Hacemos un público y respetuoso llamado al Su
premo gobierno destinado a convencerlo de la urgente e imperiosa
necesidad de producir cambios sustanciales en las actuales políticas,
que cumplan con el objetivo de sacar al país del estado de desastre
económico y financiero en que está inmerso, situación que, de pro
longarse, desembocará irremediablemente en un caos político y so
cial (.. .). La crisis que aflige al país es de una profundidad tal, que
no solamente nos tiene postrados económicamente sino moralmente
269
(. . .). Hemos perdido la fe en este gobierno, no podemos Seguir cre
yéndole; y no solamente hemos perdido la fe, sino que nuestra pro
pia identidad comü clase media trabajadora, cuya mantención y cre
cimiento fue un día orgullo de nuestra patria y permitió la existencia
de una avanzada democracia en el concierto de países latinoamerica
nos (. . .)• Es un hecho incuestionable que cualquier solución econó
mica que se intente pasa necesariamente por una apertura política,
procurando un amplio consenso de todas las fuerzas políticas demo
cráticas y organizaciones intermedias, que resulte en una real partici
pación de éstas en la elaboración de un plan de emergencia nacional
(. . .). Depositamos asimismo, toda nuestra confianza en el patriotis
mo de las Fuerzas Armadas, a quienes sabemos preocupadas de la
grave situación del país, cuyas trascendentes decisiones deben mirar
únicamente a los superiores y permanentes intereses de la comunidad
nacional (. . .)” (420).
En esa misma ocasión se propusieron las medidas que un Plan
Nacional de emergencia debería considerar. Estas fueron intervención
de la banca nacional; congelación de los depósitos a plazo excluyen
do a los pequeños ahorrantes; eliminación de instrumentos financie
ros reajustarles; desvinculación de las instrucciones del FM I;una ac
tiva política monetaria; fijación de las tasas de interés por el Banco
del Estado; renegociación del endeudamiento financiero y moratoria
de la deuda; renegociación de la deuda externa, suspensión de subas
tas judiciales, protección arancelaria a la industria y agricultura y
bandas de precios a los productos esenciales.
Como puede apreciarse, la posición que expresaba-la “Decla
ración de Temuco” iba más adelante en términos políticos que la
formulada en Valdivia un mes y medio antes. En efecto, ésta sugería
una apertura política que permitiera una cierta concertación entre
las fuerzas sociales que expresaban los gremios, los que denominaban
fuerzas democráticas, y el régimen militar, a fin de superar la crisis por
medio del plan de emergencia. Con todo, como se ha señalado antes,
aún con la visión de crisis generalizada que se desprende del docu
mento y la apelación a fuerzas políticas, no se llegaba claramente a
una ruptura en sentido estricto con el “régimen de las Fuerzas Arma
das” sino con la gestión económica y sus responsables, a quienes, en
el hecho, separaban en su diagnóstico. Ello por cierto, no eliminaba
el hecho que el nivel de distanciamiento y confrontación con el go
bierno fuera muy serio en su análisis.
En definitiva, la “Declaración de Temuco” muestra el perfil
(420) El texto fue reproducido por revista HOY N° 281, diciembre de 1982,
y según nuestros registros se elaboró con participación de León Vilarín,
Hernol Flores, Juan Jara, y Andino Avalos (Comercio Detallista).
270
con que las dirigencias de los sectores más deprimidos habían llegado
a la estrategia de los multigremios. Este era sin duda un perfil de be
ligerancia a la vez que de desplome de casi todas las “apuestas” que
sobre el régimen habían formulado después de 1973.
Sin embargo, la coactiva respuesta del gobierno, expresada en
la expulsión del dirigente Podlech desarticuló el movimiento hacia el
multigremio e hizo perder fuerza a las tesis políticas que sugería el
documento de Temuco. Así, después de los hechos en que culminó
la frustrada Asamblea Nacional de los gremios se registraron sólo al
gunos otros eventos que insistieron en la misma línea. Entre ellos el
Congreso extraordinario citado por la FENATACH (dueños de taxis)
el 9 de diciembre, en el cual se intentó reflotar la concertación multi-
gremial, actuando nuevamente la policía uniformada para impedir el
acto. También la asamblea de casi todos los gremios del transporte
realizada el 12 de diciembre en la que se formuló un nuevo llamado a
formar un “consenso nacional” para enfrentar la crisis y presionar
por el cambio definitivo de política económica.
En el sector agrario, el 17 de ese mismo mes se produjo una
reunión de todas las organizaciones gremiales del sector en la ciudad
de Osorno, con especial participación de los dirigentes agrícolas de la
8va a la 1 l ava región. En ella, si bien se reafirmaron varias demandas
económicas específicas que estaban en el plan de emergencia, no se
logró acuerdo para una moción que pedía el gobierno reconsiderar
la medida de expulsión del dirigente Podlech, lográndose sólo una
declaración de solidaridad con su situación personal.
Por último, hacia el 20 de enero, una nueva declaración de los
gremios de Valdivia mostró que la estrategia había vuelto a resituarse
en el ámbito de la crítica económica, desplazando la mención a la
concertación política y a la organización multigremial.
Así, el proceso de conflicto más agudo que se generó en la rela
ción de los gremios del sector deprimido con el gobierno, y que pudo
contener el germen de una confrontación de mayor envergadura que
se traspasara al plano político, se desarticuló hacia el tercer mes de
su gestación. Cerrada esta etapa, volverá a recuperar fuerza en 1983
la tesis de la reactivación negociada que sostuvo la línea gremial vin
culada a la COPROCO, la que se había visto temporalmente sobrepa
sada por la “primavera caliente” de la efervescencia gremial en el sur
del país.
Esta recuperación se dará, sin embargo, en un cuadro diferente
desde el punto de vista económico y político. En efecto, en el primer
aspecto, la crisis se había precipitado en tal magnitud que el PGB de
1982 cayó en 14.3°/o respecto a 1981, lo que puso al gobierno en
una situación más débil que la de abril —octubre de 1982. En el pla
no político, como resultado tanto de la movilización crítica de los
271
gremios del sector deprimido (los que, pese a su derrota, habían lo
grado impactar en términos de generar un cuadro más politizado en
el conjunto del país) así como de la presión del sector sindical oposi
tor (421) y de movilizaciones estudiantiles, el régimen se fue, pese a
todo, orientado a una cierta apertura. Ello, una vez que los focos
conflictivos tanto gremiales como sindicales parecieron relativamente
neutralizados con la política de fuerza empleada.
La siguiente y última sección de este capítulo examinará el
proceso de reposición de la tesis de reactivación negociada y su coro
lario, la formulación de un plan empresarial. Esta será la opción por
la que se jugará el núcleo ligado a la Confederación de la Producción
y el Comercio durante 1983. Ella subsistirá, pese a no lograr impo
nerse plenamente, ante la no aparición de un cuadro político alterna
tivo que asegure cambios económicos más sustanciales pero garanti
zando a la vez los intereses empresariales básicos. Analizaremos esto
hacia el final de esta sección.
272
autónoma era aún precaria, puesto que todavía se fundaba básica
mente en una reacción frente a la crisis más que en la maduración de
un proyecto consensual alternativo. Así, el paso a una vinculación
colectiva estaba dominado por la ansiedad de salvarse de la debacle,
lo que podía darle expresiones conflictivas, pero a la vez lo hacía fá
cilmente frenable ante una concesión económica parcial o ante una
respuesta coactiva. En consecuencia, el nivel de autonomía del movi
miento hacia el multigremio era aún muy insuficiente cuando se pro
dujo la reacción gubernamental que la desarticuló.
Con todo, es claro que esta movilización mostró que el sector
gremial comprometido en ella estaba opuesto a una lógica económica
basada en el privilegio del sector financiero y apelaba a una lógica
centrada en la producción. Aún visto ello sólo como defensa corpo
rativa, adquiere importancia, pues establece un punto de ruptura bá
sica con la política gubernamental que no se resuelve con la desarti
culación del movimiento de octubre-enero. Así, estas tensiones vol
vieron a quedar en sordina, pero a nuestro juicio, vigentes.
En el polo dirigente ligado a la Confederación de la Producción
y el Comercio el proceso de esos tres meses parece haber influido en
dos sentidos. El primero se refiere, a nuestro juicio, a que comprendió
con claridad el carácter potencialmente explosivo de la crisis econó
mica y se reconoció que ello tenía bases reales incluso en sus propios
asociados. El segundo, a que aumentó la convicción que la alternati-
, va a una derivación política de la crisis, tal vez no gobernable por el
empresariado, era un programa propio de reactivación que generara
consenso en las bases gremiales.
Estas conclusiones probablemente provinieron no sólo de la
apreciación de lo que estaba ocurriendo con el otro polo gremial sino
de su propia situación y relación con las políticas de gobierno en el
mismo período.
En Octubre de 1982 había también un clima de beligerancia
entre este sector y la política que sugería el biministro Lüders. Este
clima se desencadenó con las decisiones sobre renegociación de deu
das del 26 de Octubre que los dirigentes consideraron extremada
mente insuficientes y no resolutorias de la globalidad del problema
del endeudamiento empresarial que amenazaba —según sus datos—
con quebrar casi todo el sector productivo.
En el seno de la SFF, además, se había desatado con rudeza el
debate sobre los aranceles apareciendo a la luz pública dos posiciones
definidas. Aquélla que insistía en que la sociedad propusiera arance
les diferenciados (de cero a 35°/o) y aquella que defendía los arance
les bajos y parejos siguiendo aún la lógica del gobierno. Estas posicio
nes, representadas por los consejeros Kunstman y Friedman respec
tivamente, fueron dirimidas el 18 de noviembre en una sesión del
273
Consejo en que la primera opción con algunas variaciones obtuvo 30
preferencias contra 19 de la otra (422). Según antecedentes recogi
dos, el debate adquirió tal radicalismo que se bordeó la ruptura del
Consejo.
Con esta decisión se generó otro punto explícito de confronta
ción con el gobierno puesto que hasta ese momento la posición de la
SFF sobre la modificación de aranceles no había adquirido el carác
ter de opción formal que tuvo luego del debate.
La tensión se acumuló aún más cuando la autoridad económica
anunció el 19 de noviembre que clasificaría a los deudores en “viables
y no viables” , según un estudio que entregarían en 30 días la Superin
tendencia de Bancos. Aquéllos que resultaran no viables serían ejecu
tados judicialmente. Los gremios reaccionaron negativamente puesto
que su tesis era precisamente que se implementaran medidas para re
negociar las deudas y se dieran condiciones de recuperación al sector
productivo.
La operación clasificatoria según viabilidad demostró que la
deuda no viable era de 110 mil millones de pesos, equivalente al
11.3°/o del crédito total concedido. La cifra sobrepasa el capital y
reservas de la totalidad del sistema financiero.
En ese cuadro, el gobierno tomó medidas restrictivas del circu
lante, limitando la aplicación de una política monetaria más activa,
la que había acordado en Octubre. A la vez estableció sobretasas
arancelarias para ciertos productos (hilados y telas) y modificó los
aranceles de otros 25 productos. También comenzó a tramitar un
préstamo stand-by con el FMI por 850 millones de dólares.
Así, la sucesión de medidas para controlar los efectos de la
crisis, algunas de las cuales iban en la línea que reclamaban los
gremios del núcleo SFF y COPROCO y otras que se oponían a ella,
daban a éstos una imagen errática de la conducta económica guber
namental en relación con sus posiciones.
Todo ello, unido a la evidencia hacia fines del año de la brutal
caída del PGB (14.3°/o global) que visto sectorialmente, en la indus
tria alcanzaba a más del 20°/o y en la construcción bordeaba el
30°/o, estaba sin duda configurando también un escenario explosivo
en el seno del núcleo empresarial que no se había ligado a la movili
zación multigremial.
Lo álgido de la situación, según parece, decidió a la COPROCO
a formular una interpelación al gobierno a través de dos comunica
dos públicos difundidos el 4 de diciembre y el 6 de enero. Al mismo
274
tiempo, a reiniciar los contactos gremiales para la formulación de un
plan empresarial que aunara los criterios de los sectores que la Con
federación representaba (423). A nuestro juicio, estas decisiones obe
decieron, en parte importante, a la preocupación de los dirigentes de
este núcleo sobre la potencialidad de una extensión de los conflictos
que se estaban desarrollando en los sectores gremiales de la zona sur
del país, lo que requería una acción de recuperación del liderazgo
para la línea de la reactivación pactada.
La declaración del 6 de enero afirmaba: “Hacemos esta decla
ración en la esperanza de contribuir a cerrar la creciente y peligrosa
brecha que observamos entre los planteamientos oficiales y la dura
realidad de la empresa chilena en la hora actual”. Los puntos centra
les que ella contenía (y que reiteraban los del 4 de diciembre) se ex
presaban así: ( . . . ) La tendencia de las últimas semanas se inclina
por la pendiente de la crisis financiera con sus previsibles consecuen
cias económicas y sociales ( . . . ) La causa inicial de estos problemas
es la crisis que afecta a la totalidad del mundo, agravada sustancial
mente por errores en que se incurrió en la conducción económica del
país ( . . . ) y en el hecho aún se continúa incurriendo en ellos (. . .)
Los errores antes referidos no invalidan ni desvirtúan, en modo algu
no, el sistema de economía social de mercado (. . .) de manera que,
debida y oportunamente superados, dicho sistema demostrará, una
vez más, su eficacia social e histórica (. . .)” (424). Las medidas que
este documento proponía eran: un programa de reactivación de la
economía, consistente en aumentar sustancialmente la masa mone
taria y las obras públicas; un programa de renegociación de deudas y
una política de reactivación de las exportaciones. Criticaba también
fuertemente las restricciones que implicaba el acuerdo con el FMI
(límite al déficit fiscal, al crédito interno, a la inflación).
En torno a estos planteamientos se retomaron los esfuerzos
para reflotar la estrategia de configurar el plan empresarial bajo la
conducción de la Confederación de la Producción y el Comercio
(425).
El gobierno no se mostró inmediatamente sensibilizado a reco
ger todos estos planteamientos, si se considera que el propio jefe del
gobierno insistía en esa época que, entre los responsables de la crisis,
275
junto a los grupos económicos, estaban también los empresarios que
pedían “perdonazos” (426).
Aún así, la Confederación parece haber insistido en implemen-
tar su línea y en movilizar a sus gremios afiliados. Ello fue recogido
por el periódico El Mercurio quien, en un editorial del 9 de enero,
comentando las declaraciones y sus desarrollos posteriores, señaló:
‘X- • •) más que meras coincidencias, estaría en marcha un consenso
más complejo y de amplias consecuencias (. . .)”.
Este proceso de intentar una concertación empresarial en tor
no a un programa reactivador se vio sin embargo nuevamente inte
rrumpido el 13 de enero. En esa fecha el Biministro Lúders anunció
la intervención de 5 bancos, la liquidación de dos más y de una fi
nanciera y la designación de inspectores delegados en otras institu
ciones afectadas. La intervención era la segunda después de la ocu
rrida en 1981 y esta vez involucraba al 40°/o del sistema bancario y
financiero y al 56°/o de los activos financieros privados. Este terre
moto económico venía a confirmar la crítica situación del sistema
bancario y financiero, ya percibido cuando el gobierno planteó la
medida de empresas viables y no viables en diciembre de 1982.
El hecho parece haber tomado de sorpresa a las dirigencias gre
miales, pese a que en el clima económico reinante era probable que
ocurrieran decisiones de este tipo. Para algunos analistas se trató de
una opción para salvar el sistema financiero en quiebra a la vez que
una acción para golpear a los grupos económicos con algunos de los
cuales el gobierno había entrado en franca beligerancia desde que
obligó a la venta de las carteras vencidas. Sea o no efectivo esto últi
mo, el dato concreto es que el gobierno tomó a su cargo la grave si
tuación bancaria y financiera sosteniendo de ese modo el pilar básico
de su lógica de funcionamiento económico.
A consecuencia de las intervenciones y liquidaciones se produ
jo la caída de los valores denominados Fondos Mutuos, en los cuales
se concentraba gran cantidad de ahorrantes medianos y pequeños.
Ello provocó un fuerte impacto en la confianza pública sobre el fun
cionamiento financiero produciéndose, tal vez, el momento más crí
tico de legitimidad de todo el esquema económico e ideológico en
que se sustentaba el gobierno.
En un primer instante la Confederación de la Producción y el
Comercio no logra ponerse de acuerdo en un criterio común frente a
lo sucedido y se decide que cada rama afiliada formule separadamen-
276
te sus pronunciamientos (427). Posteriormente (20/1/83) la COPRO-
CO emite una declaración en que reitera que la crisis global sólo pue
de ser enfrentada con las medidas propuestas el 6 de enero y que lo
grave de las intervenciones puede ser el que se ponga en riesgo la per
manencia de la empresa privada.
En el mismo sentido se manifestó la SFF y la Asociación de
Bancos. Además se hizo ver que se produciría cesación de pagos en
empresas productivas como consecuencia de la medida, lo que efec
tivamente sucedió.
Estos hechos crearon un nuevo cuadro económico y político
que, muy probablemente, incidió para que la ruta hacia el programa
empresarial tuviera que ser reemprendida sólo después de evaluar la
situación y sus consecuencias.
Así, la acción empresarial se registra disminuida por un tiempo
y es el gobierno quien según parece, exigido por la fuerte crisis de
confianza generada en el último tiempo, toma la iniciativa. En efec
to, el Jefe del Gobierno reordena su gabinete en febrero, nombrando
como Ministro de Hacienda al economista Carlos Cáceres y como Mi
nistro de Economía al empresario Manuel Martin (428), quienes re
emplazan al Biministro Lüders.
Posteriormente, el 11 de marzo, anuncia que se implementará
un Plan de Emergencia Económica y que se creará, una comisión
constitucional para que proponga las leyes orgánicas de la Constitu
ción plebiscitada en 1980. Estos anuncios generaron la imagen que
se abría una etapa de posibles cambios económicos y también polí
ticas, tendientes a desacelerar la situación de crisis de confianza y
respaldo que enfrentaba el régimen.
En ese cuadro de expectativas las dirigencias gremiales ligadas
a la COPROCO al parecer se mantuvieron a la espera de las medidas,
las que se hicieron públicas el 22 de marzo. En síntesis, ellas fueron
las siguientes: Deudas: los productores podrían repactar hasta el
30°/o de aquella parte de su deuda que no sobrepasara los 25.5 mi
llones de pesos o su equivalente en dólares (aproximadamente
250.000 USD); precio del dólar: éste se reajustaría de acuerdo a la
inflación interna y se ponía término al mercado libre del dólar pa
ralelo, salvo para operaciones no habituales; Vivienda: había un fi-
nanciamiento complementario del Banco Central para la venta del
(427) El Mercurio 14/1/83.
(428) El Ministro Cáceres es un economista ligado a la Escuela de Negocios
de Valparaíso de línea próxima a los monetaristas de Chicago por lo
que su incorporación no parece haber implicado un cambio sustancial
de línea. El empresario Martin ligado al negocio de los alimentos pare
ce haber sido un personero más cercano a los gremios aún cuando no
era dirigente de ellos.
277
stock acumulado de viviendas nuevas a plazos de hasta 20 años y al
8°/o de interés real anual; Aranceles Aduaneros: se alzaban al 2Q°jo
parejo (desde el 10°/o vigente) hasta octubre de 1984, con un retor
no gradual a los niveles existentes que culminaría en diciembre de
1985; Impuestos: se alzaban los aplicados a la gasolina y se aplica
ba el IVA a las compraventas de oro que efectuara el Banco Cen
tral. Posteriormente (26/3/83) se estableció que los deudores que
superaran los 25.5 millones de pesos podrían renegociar también
el 30°/o de su deuda. Sin embargo, esta sería automática sólo hasta
los 7.6 millones de pesos y sobre esa cantidad se requeriría acuerdo
del banco comercial acreedor.
La reacción de las dirigencias gremiales expresadas en la CO-
PROCO fue positiva, pero insistieron que ellas representaban “sólo
el inicio de un conjunto de medidas que permitirían una lenta reac
tivación” y que “se hacía necesario determinaciones específicas
que complementen los anuncios generales” (429).
De otra parte, el núcleo gremial de agricultores organizado en
la CPA y en las Asociaciones cerealeras del sur, así como los Comer
ciantes Detallistas, los transportistas y los gremios de la pequeña in
dustria, se mostraron menos favorables. Ellos estimaban según mani
festaron, que el plan sólo resolvía problemas parciales y que no se
habían producido cambios sustanciales (430).
A partir de ese momento se iniciará nuevamente una dinámica
de reactivación del itinerario orientado a la confección de un plan
empresarial. Este proceso estará jalonado de tensiones con la políti
ca gubernamental y de marchas y contramarchas en el seno de las
propias organizaciones gremiales. Ello mostrará que las dirigencias
y los distintos sectores económicos ligados a los gremios, pese a
coincidir en el diagnóstico de gravedad de la crisis, al parecer no
estaban sensibilizados colectivamente por un mismo tipo de solu
ciones.
El liderazgo de la iniciativa tendiente a concretar la estrategia
de reactivación negociada en un Plan aparece claramente radicado en
el dirigente Jorge Fontaine, presidente de la COPROCO. Este último
intenta movilizar a los gremios asociados en la Confederación en
torno a tres puntos principales de programa: aumento del déficit
fiscal propuesto por el gobierno, mayor liquidez en la economía y
mayores rangos de renegociación de las deudas. Estos puntos signi
ficaban, en los hechos, que las “medidas integrales” que se pedían
frente a la crisis eran grados mayores de amplitud respecto de las
decisiones gubernamentales. En particular, implicaban requerir una
278
flexibilidad más amplia a los acuerdos con el Fondo Monetario
Internacional (431). Los argumentos básicos estaban radicados en
que la crisis debía resolverse por un aumento de la demanda efec
tiva y que era necesario considerar que los riesgos económicos que
ello podrá involucrar (inflación principalmente) debían ser supera
dos en relación con los riesgos político-sociales desestabilizadores
que una cesantía ya estructural estaba generando (432).
Al respecto, es necesario mencionar que en el plano político la
situación se había dinamizado y amplios sectores de oposición co
menzaban a manifestarse organizada y públicamente. Además, a par
tir de mayo se iniciaron las denominadas “protestas” nacionales,
originadas por la activa movilización de la Confederación de Trabaja
dores del Cobre (CTC), el núcleo sindical más poderoso del país.
Ellas adquirieron un alto nivel de convocación y congregaron a múl
tiples sectores sociales de casi todos los estratos, sobre todo urbanos,
quienes mensualmente hicieron manifestaciones masivas y públicas
de oposición, nunca vistas en las ciudades del país durante los casi
diez años de gobierno militar. El grado de radicalidad que estas de
mostraciones adquirieron fue un claro indicador que la credibilidad
gubernamental estaba gravemente erosionada (433).
Este era, en consecuencia, el clima económico y socio político
en el que se desarrolló el nuevo esfuerzo de la COPROCO por dar a
luz un plan de reactivación de consenso entre los gremios empresa
riales. En ese cuadro, nuestra hipótesis es que la lógica de la dirigen
cia de la Confederación parece estar dominada por la necesidad de
abrir espacios que permitan sostener la estabilidad del régimen, evi
tando que las soluciones deriven al cambio político, sobre todo en
ausencia de una alternativa que ofrezca el mismo nivel de garantías
que el régimen militar. Esta lógica nos parece ya presente de manera
germinal desde 1982, cuando se da el paso al reconocimiento de la
crisis.
En el mes de mayo se logra un primer borrador del programa,
el que es discutido el 4 de junio por dirigentes de la COPROCO. En
esa ocasión se analiza un documento denominado “Hacia la Norma
lización Financiera” elaborado por la Confederación. Se registra tam
bién que la SFF habría presentado otro texto a la discusión. Poste
riormente, tras cuatro ediciones sucesivas que circulan privadamente
(431) Los acuerdos con el FMI suponían inicialmente un déficit fiscal no su
perior al 1.7°/o del PGB.
(432) A fines de 1982 el paro ocupacional abierto abarcaba ya el 20°/o de la
fuerza de trabajo, el que agregándole el PEM llegaba a casi el 30^0.
(433) Al respecto puede consultarse los análisis efectuados por la publicación
“Páginas Sindicales” números de mayo a agosto 1983. CETRA eds. Ca
silla 10482. Santiago.
279
entre los gremios asociados a la Confederación, se da origen el 4 de
julio a un documento final titulado: Recuperación Económica: Aná
lisis y Proposiciones (434). Este propuso en síntesis: renegociación
de todas las deudas con una tasa de interés real del 5°/o; traspaso de
las deudas en dólares a unidades de fomento (U.F.); aumento del gas
to público total; proyectos de inversión que privilegien el empleo;
endeudamiento del sector público de un 4°/o del PGB; flexibilidad
de los acuerdos con el FMI (435).
El cuadro siguiente muestra gráficamente las diferencias entre
la política gubernamental y el plan propuesto en sus puntos princi
pales:
Items Gobierno Plan COPROCO
Renegociación 30°/o 100°/o
Intereses U.F. + 7°/o U.F. + 5°/o
Déficit fiscal 2.3°/o del PGB 4°/o del PGB
IPC anual 20°/o 30°/o
Como se observa se trataba de una gradación diferente de las
medidas, como ya habíamos mencionado antes. El argumento de la
Confederación era que sus estimaciones permitirían una velocidad
mayor de la reactivación, pues darían lugar a la creación de 500 mil
empleos lo que, como ya se dijo, contribuiría a disminuir la presión
social y a resolver el problema central de la paralización de la deman
da efectiva.
Esta propuesta fue entregada al Ministro Cáceres el 8 de julio
incluyendo anexos de cada rama afiliada a la COPROCO. Aquél se
compromete a responder al planteamiento posteriormente.
Desde ese momento se inicia una polémica sobre el programa
de la Confederación que es apoyado y criticado por distintos secto
res. El dirigente Fontaine intenta movilizar esta propuesta en diver
sos ámbitos, incluyendo a los Colegios Profesionales (abogados, ar
quitectos, ingenieros) y a los gremios de los sectores que habían in
tentando en 1982 la formación del multigremio. Estos últimos, en
el mismo mes de julio habían anunciado la formación de un Conse
jo Nacional del Comercio, industria, agricultura y transporte, que
agruparía a la CPA, el Comercio Detallista, el Consejo Nacional del
Transporte y la CONUPIA. Se trataba de reeditar la Confederación
de la Pequeña y Mediana Empresa (CPME), iniciativa surgida en
280
1981 y que se había diluido posteriormente (436). Según sus impul
sores este Consejo Nacional sería representativo de un millón de
pequeños y medianos empresarios. Posteriormente, la CONUPIA se
marginaría del Consejo.
La primera reacción del Consejo recién creado es favorable a
la propuesta de la COPROCO (28/7/83) pero, más adelante, reuni
dos en su primera asamblea (21/8/83) varios de sus componentes
rechazan esta opción. Entre ellos los más radicales en su oposición
son los transportistas, en especial los dueños de camiones, y algu
nos sectores de agricultores vinculados a la CPA. Su argumento prin
cipal es que la COPROCO representaba a sectores empresariales que
eran responsables de su crítica situación (en particular los banque
ros) y que la demanda de repactación total de las deudas incluía a
las llamadas “empresas de papel”. Estas últimas eran las sociedades
ficticias creadas por los grupos económicos para efectos de juego
financiero. Además, el registro de los debates muestra que los diri
gentes de este núcleo gremial sostenían posiciones más críticas que
las de la COPROCO respecto del plan de emergencia del gobierno y
que consideraban a los personeros del equipo económico, con ex
clusión del Ministro de Economía Manuel Martin, exponente del
mismo pensamiento económico que había llevado al país al caos
(437), por lo que su perspectiva incluía el recambio de éstos para
recuperar la confianza en las políticas oficiales.
En consecuencia, el atisbo de convergencia que pareció insi
nuarse a fines de julio entre los dos núcleos gremiales, ya en agosto
estaba trizado.
Sin embargo, los comerciantes detallistas y la propia C.P.A.
desarrollaron, por su cuenta, una línea" más favorable del Plan de la
Confederación. Los primeros habían enviado ya antes una carta a
Fontaine en la que manifestaban que era “indispensable un gigan
tesco esfuerzo conjunto para superar la crisis” (438) y los otros
declararon que lo apoyaban si se eliminaba de la repactación a las
“empresas de papel” (439). Estos últimos reafirmaron tal posición
al formular una declaración conjunta con la SNA, el CAS y la So
ciedad Agrícola del Norte el 6 de agosto, en que manifestaron su
disposición a respaldar el Plan.
Más allá del medio gremial, personeros ligados al gobierno y
al medio universitario oficial polemizaron desde el principio con el
281
programa de la Confederación, criticando que este implicaba un
costo exhorbitante, estimándolo del orden de los 3.277 millones
de USD. Conjuntamente, plantearon que la iniciativa empresarial
significaba solicitar un traspaso de fondos públicos para cubrir las
deudas privadas y que, además, traería como consecuencia una
inflación superior al 90°/o anual (440).
En ese cuadro se produjo la intervención del Ministro de Eco
nomía Manuel Martin en el debate. Este, ¿n una reunión de la Con
federación del Comercio Detallista (Í8/7/83) planteó que debían
imponerse los criterios pragmáticos en el gobierno e hizo críticas
a los mandos medios del equipo económico, sugiriendo una visión
alternativa a la del Ministro Cáceres y su programa de emergencia.
El hecho generó manifestaciones de apoyo del naciente Consejo
Nacional que agrupaba a los gremios medianos y pequeños, dando
lugar a una suerte de confrontación pública entre dos líneas de go
bierno económico, una de las cuales aparecía gestando un apoyo
social en el medio empresarial. La prensa abundó sobre este con
flicto planteándolo como una disyuntiva que interpelaba la línea
oficial del gobierno.
El debate fue drásticamente cortado el 11 de agosto, cuando el
Jefe del Gobierno restructura su gabinete nuevamente reemplazando
a Martin por el economista Andrés Passicot y confirmando al Minis
tro Cáceres. Simultáneamente, designó en el cargo de Ministro del
Interior al ex senador y presidente del Partido Nacional Sergio Ono-
fre Jarpa (441). De este modo, se dio respaldo a la política económi
ca seguida con el Plan de Emergencia y a la vez se incorporó a un
personero como Jarpa, quien apareció como la figura que enfrentaría
la crisis política que se había acelerado con las “protestas” iniciadas
en mayó.
Este último, se estimaba, pondría en marcha un “plan políti
co” de relativa apertura, a fin de conformar una coalición más am
plia y estable que recuperara apoyo para el régimen.
Paradojalmente, la asunción del gabinete eventualmente aper-
turista coincidió con la reacción más coactiva del gobierno, al día
siguiente, frente a una nueva manifestación de protesta. La dureza
con que actuó la fuerza policial y militar pareció prefigurar la dilu-
sión en que culminaría tal gestión posteriormente.
Con todo, el cuadro general se politizó después de agosto, con
lo que el Plan de la COPROCO volvió a perder relieve aún cuando el
282
debate en torno suyo no se extinguió. Paralelamente comenzaron a
surgir signos de duda e incluso de eventuales discrepancias en algu
nos de los gremios afiliados a la propia Confederación. Se iniciarán
entonces movimientos de avance y retroceso que, como dijimos an-'
tes, indicaron que el consenso logrado en julio no parece haber sido
del todo consistente.
No disponemos de suficientes evidencias explícitas sobre la ra
zón de estas vacilaciones posteriores. Sin embargo, una hipótesis
posible de avanzar es la siguiente: el programa de la Cjnfederación
representaba un acuerdo de orden muy general, que fue costoso y
largo de concebir, debido a que los diferentes gremios, coincidiendo
en la visión de crisis general, representaban sin embargo situaciones
muy diversificadas en su interior. Así, los efectos de la crisis eran
diferentes y las soluciones favorables a unos eran perjudiciales para
otros. Esto muestra que el peso de los intereses corporativos era muy
grande a pesar de, o tal vez, precisamente por la situación de crisis.
En segundo lugar, el enorme poder que el Estado había adquirido en
el aparato financiero después del 13 de enero, probablemente jugaba
un rol morigerador para las posiciones más radicales en el empresaria-
do, si este requería repactar sus deudas. Por último, es también pro
bable que algunas dirigencias estimaran riesgoso económica y políti
camente el abandonar el esquema restrictivo, lo cual eventualmente
podría generar —como lo sostenía Cáceres- una secuencia impara
ble de demandas imposibles de resolver en el cuadro político vigen
te.
Seguramente una combinación de estos factores estaba a la ba
se de las vacilaciones mencionadas. Podría agregarse que la presión
por la intervención estatal, que era cada vez más fuerte entre los
pequeños y medianos empresarios y particularmente en el sector in
dustrial representado por la ASIMET, también jugaba un rol de fre
no. Esta demanda, existente en todos los niveles con diferencia de
grados estaba recogida, como situación de emergencia, en el Plan de
la COPROCO, lo que para algunos al parecer, representaba el riesgo
de no garantizar suficientemente la propiedad privada, habida cuenta
de lo ocurrido en el sector financiero.
Las discrepancias o dudas surgieron por el lado de la SFF y la
Cámara Central de Comercio. El ex presidente de la SFF Hernán Da-
roch declaró a la prensa que existían opiniones diversas sobre el plan
y que ellas tenían que ver con la mayor o menor celeridad de la reac
tivación lo que, en definitiva, quería decir que algunos sectores esta
ban más cerca del Plan y otros más cerca del esquema oficial (442).
Posteriores indicaciones, entre ellas la reproducción de un acta de
283
sesiones de la SFF por la sección Economía y Negocios de El Mer
curio, mostró que estas diferencias existían efectivamente y que
era probable que el Plan de la COPROCO no hubiera sido suficien
temente discutido en el seno de la SFF. En cuanto a la Cámara de
Comercio, ésta manifestó que era contraria a las consecuencias in
flacionarias del Plan y abrió una etapa de revisión del mismo.
Por otra parte, la Cámara Chilena de la Construcción, cuyo
presidente, Modesto Collados, había asumido recientemente como
Ministro de Obras Públicas, presentó el 10 de septiembre un Plan
de Reactivación para su sector. La SNA, a su vez, propuso también
a fines de agosto un Plan de Desarrollo para 10 años y la SFF el 5
de septiembre planteó un Programa de Avance Industrial centrado
en el empleo. Estas propuestas, si bien no puede afirmarse que se
seperaban definitivamente del Plan de la Confederación e incluso po
dría pensarse que eventualmente constituían una cierta forma sec
torial de presentar sus mismas demandas, de hecho hicieron perder
visibilidad a aquél como interlocutor colectivo frente al gobierno.
En ello influyó sin duda la respuesta que el Ministro Cáceres
dio oficialmente a la Confederación el 15 de agosto: no habría pro
nunciamiento global sobre el documento sino diálogo para analizar
algunas proposiciones (443).
De este modo, la estrategia de concertar una reactivación a
través de una propuesta global quedó virtualmente desarticulada,
como resultado en parte de la politización que empezó a dominar
la escena, como de las vacilaciones de los propios gremios y de la
política gubernamental de no conceder un examen global del Plan.
Muy probablemente contribuyó también a esta desmoviliza
ción la práctica oficial de ir negociando por separado con distintos
sectores o tomando gradualmente medidas, que correspondían, en
ciertos casos, a demandas incluidas en el Plan o en otros a las de los
gremios particulares. Aún cuando esta línea no tuviera por motivo
formal producir la desmovilización, en el hecho una de sus conse
cuencias fue eventualmente esa. Entre estas medidas puede mencio
narse el crédito acordado por 4.800 millones de pesos a las activi
dades productivas, a un 5°/o real de interés anual lo que coincidía
con la COPROCO (2/8/83). Igualmente, el plan contra la cesantía
anunciado el 18 de agosto o la repactación de deudas con un sector
de los camioneros del 5 de septiembre (444). Algunas de estas y
(443) El Mercurio 16/8/83.
(444) Otras medidas que pueden ser mencionadas son el establecimiento de
precios mínimos de referencia para la harina y la leche y la formación
de un Comité para estudiar las deudas agrícolas, presidido por el ex bi-
ministro Lüders. También el anuncio de un Consejo Económico y So
cial que eventualmente operaría en 1984.
284
otras medidas no mencionadas aquí, no se cumplieron como fueron
proclamadas y generaron conflictos posteriores, como es el caso de
los transportistas, pero en cualquier caso, parecen haber permitido
descongestionar la presión colectiva.
En otro sentido, el rol jugado por el Ministro Jarpa puede
también registrarse como un factor eventualmente contribuyente a
lo antes señalado. En efecto, además de su función política apertu-
rista o más bien, articulada con ella, el personero abrió una línea
de expectativas respecto de cambios económicos durante los prime
ros meses de su gestión. Sin embargo, su interlocución estuvo diri
gida menos hacia la COPROCO que hacia el núcleo de los transpor
tistas, los agricultores del sector deprimido y los pequeños comer
ciantes, si bien estableció también vínculos con aquéllos. Así en
tonces, abrió una línea que aparentemente no privilegió al Plan de la
Confederación como interlocutor principal, sino que diversificó la
atención de su gestión a un espectro más amplio. Con todo, los he
chos posteriores mostraron que su acción en la línea económica ob
tenía sólo resultados parciales y no lograba resolver las demandas de
los sectores a quienes había prestado atención especial.
(445) El crecimiento del PGB a fines de 1983 fue de -1.7°/°. según la Uni
versidad de Chile. En el sector industrial este mismo indicador (PGBi)
marcó 2°/o, en la agricultura (PGBa) -0.6°/o; en la minería -2.7°/o
(PGBm); en la construcción —1.2°/o (PGBco).
La desocupación abierta fue de un 16^0; incluidos el PEM y el POJH
llegaba a 29.7°/o.
Una cierta recuperación en la industria y agricultura en el tercer tri
mestre no parece ser sino estacional. En cualquier caso los indicadores
deben ser puestos en relación con la caída de 14°/o del PGB el año 82.
285
gieron en cambio signos de conflictualidad. La Confederación del
Comercio Detallista constituyó el 18 de octubre un Frente de Ac
ción Gremial cuyo fin sería la lucha por obtener transformaciones
en la política económica. Este Frente se congregó el 4 de diciembre
en el teatro “Caupolicán” de Santiago en un acto masivo, donde el
dirigente Cumsille pidió públicamente la salida de “los autores del
fracaso económico” y la Asamblea entregó autoridad a la directiva
de la Confederación para organizar un paro de protesta si era necesa
rio (446). Esta misma Confederación aceptó dialogar con el bloque
político opositor Alianza Democrática sobre sus propuestas econó
micas (11/11/83).
El 18 de diciembre, el Consejo del Transporte, presidido por el
dirigente camionero Adolfo Quinteros, en asamblea, acordó pedir
el retomo a la democracia y autorizó a sus dirigentes para decidir un
paro al igual que los comerciantes si las circunstancias lo hicieran
necesario (447).
El tema de la democratización del país se planteó también en
el Encuentro Nacional de la Empresa (ENADE 83) celebrado en el
mes de noviembre. Allí, en un medio más vinculado a la COPROCO,
el dirigente empresarial Heiremans planteó que “un retardo en la
democratización del país afecta también la reactivación económica”.
Los empresarios asistentes mencionaron, además, la “incertidum-
bre política”, junto a la cesantía, como los mayores problemas que
vislumbraban en el futuro (448).
Aún cuando la ENADE, a través de la intervención en ella del
ex presidente de la República y empresario, Jorge A. Alessandri, dio
un cierto respaldo a la política del Ministro Cáceres, fue sin duda
también un espacio donde se reveló que la variable socio política es
taba interviniendo con mayor fuerza en la perspectiva empresarial,
despejando la visión puramente económica que aparentemente siem
pre predominó en ese ámbito.
Todas estas manifestaciones, desde las más conflictivas hasta
las que sólo enuncian por vez primera inquietud e incertidumbre por
el futuro político del país, sin duda están relacionadas con el cuadro
general que vive hoy la sociedad chilena. Después de diez años de
predominio de un esquema económico y político, pueden registrarse
cada vez más sectores' sociales que comienzan a interpelar el status
vigente.
El gremialismo empresarial, en sus diversas manifestaciones,
con distinto ritmo e intensidad puede eventualmente aproximarse
286
también a esta orientación. Desde la “primavera caliente” de 1982,
que marcó el primer hito de una movilización que amenazó con sal
tar las fronteras de la lucha económica en el caso de los sectores más
deprimidos por el modelo económico, hasta el resurgimiento de la
apelación a un posible paro por estos mismos núcleos, pasando por la
dilusión de la estrategia de reactivación global negociada de la CO
PROCO, muchas tensiones y apuestas frustradas se han acumulado.
El largo recorrido de la década examinada en este estudio cul
mina entonces en una coyuntura o nudo crucial cuyo desarrollo tal
vez se encuentre próximo.
¿Cuál es esta coyuntura?
Nos parece que está definida de una parte, por el agotamiento de las
estrategias jugadas hasta ahora por las diversas tendencias gremiales.
Esto es, la movilización conflictiva puramente económica o el multi
gremio concebido sólo en la esfera sectorial. También parece diluido
el esquema de un programa global de negociación pactada. Con todo
en el cuadro actual todas ellas podrían incluso resurgir, pero, a nues
tro juicio la profundidad de la crisis económica difícilmente podría
permitirles éxitos efectivos.
De otra parte, la dinámica política global del país está mos
trando que surgen diseños de concertación socio política inéditos
hasta un tiempo. En consecuencia, a diferencia del vacío político en
que ocurrieron las acciones gremiales previas, hoy se encuentran cada
vez más espacios tensionados por esta búsqueda de opciones políti
cas. En ese marco, la separación entre demanda económica y deman
da política difícilmente podrá mantenerse.
La oferta gubernamental de un plan quinquenal de desarrollo,
que supone un 5.5°/o de crecimiento, y por tanto un 19.9°/o de in
versión del PGB a fin de lograr una tasa de desocupación del 9°/o, re
quiere sin duda de una correlación socio política favorable que le
sustente. Los actores sociales y económicos, entre ellos los gremios
empresariales, ¿encontrarán este espacio de concertación en el Con
sejo Económico y Social a crearse en el futuro o en las leyes consti
tucionales llamadas “políticas” y en los plazos formulados para todo
ello?
¿Hasta qué punto, la experiencia de agotamiento de las fórmu
las jugadas al interior del esquema, dado su estancamiento o dilusión,
no operará en un sentido de desconstitución del esquema de militan-
cia en que los gremios se inscribieron por tanto tiempo? Tal vez, el
factor de más peso que mantiene el anclaje de muchas dirigencias en
el sistema es de orden ideológico. Es decir de una visión a suma cero,
donde la ruptura del cuadro vigente se ve como una derrota neta en
287
tanto que clases propietarias. Si esto es así, el desanudamiento de la
coyuntura por el lado político sólo irá ante una alternativa garante
de sus intereses de largo plazo: aquélla que los preserve como actores
sociales fundados esencialmente en la propiedad y en su usufructo.
De no ocurrir así, la perspectiva de su dilusión nuevamente en la ló
gica del régimen y de los conatos esporádicos y parciales de confron
tación podría extenderse por mucho tiempo.
Así la cuestión está hoy, más en la política que en la econo
mía. Terminado el “milagro” , son otra vez las relaciones de clases las
que ocupan la escena, l a sociedad vuelve a ser de los actores.
288
CONCLUSION:
UN EJERCICIO DE SINTESIS Y PERSPECTIVA
El interés de esta conclusión es elaborar una síntesis del examen ya
realizado en el período 70-83 y a partir de ella, proponer un razona
miento acerca del futuro. Este no tendrá otra pretensión que confi
gurar las orientaciones principales de la acción gremial que se dedu
cen de su historia reciente y que pueden constituir las bases de su
acción en las coyunturas políticas y sociales más próximas del país.
289
segmentos gremiales se produjo cuando pudo ser formulado un prin
cipio común de oposición que los articulara y no porque hubiera sur
gido un proyecto sociopolítico y económico futuro y concertado.
En efecto, la movilización gremial fue básicamente una acción de
resistencia ante una política gubernamental que —según fue defini
da— se orientaba a la eliminación de lo que era considerado como su
condición fundamental de existencia y reproducción: la propiedad
privada de los medios de producción y comercio. Así, sobre un prin
cipio de orden general que se definió violentado, se logró construir
una convergencia entre actores antes escindidos.
Este principio se reveló como un poder ideológico de enverga
dura, pues unificó desde el pequeño productor o comerciante hasta
el gran empresario con ligazones transnacionales pasando por el pro
fesional independiente.
Sin embargo, esta unificación permaneció sólo en su dimensión
reactiva y no dio lugar realmente a un proyecto común de economía
y sociedad.
¿Por qué ocurrió esto?
La respuesta parece encontrarse alrededor de los siguientes
elementos:
a) Si bien la apelación a la noción genérica de propiedad privada
era efectivamente común, los diferentes gremios y más especí
ficamente sus dirigencias, no poseían realmente una visión más
global y elaborada sobre el funcionamiento y transformación
de la sociedad. A diferencia de otros sectores organizados, co
mo los sindicatos por ejemplo, ellos no parecen haber tenido
una socialización importante en estrategias comunes de acción
sobre el orden social. Por tanto, carecían en buena medida de
una práctica persistente de reflexión sobre aquél y sus alterna
tivas de cambio. A ello contribuyó también a nuestro juicio, el
hecho que, en un rango variable por cierto, muchos gremios de
empresarios grandes o pequeños tendían a considerarse a sí
mismos más como sujeto del orden establecido que de la trans
formación social. En consecuencia, su perspectiva estaba me
nos definida por “proyectos sociopolíticos” que por lógicas de
funcionamiento económico adaptativo y/o de competencia.
b) Quienes poseían realmente “proyectos sociopolíticos” adop
tables por los gremios eran los partidos políticos con los cuales
las dirigencias gremiales y sus bases podían tener ciertas afini
dades. Normalmente estas eran formaciones políticas de centro
290
o derecha e incluso los denominados “nacionalistas” (449).
Pero la mayoría de los gremios no parecen haber mantenido
relaciones cotidianas y extremadamente estrechas con los par
tidos -otra vez a diferencia de los sindicatos— por lo que su
vinculación a tales proyectos probablemente no podría llamar
se militante. Por consiguiente, existía una diferencia relativa
mente bien marcada entre la dirigencia gremial y la dirigencia
política. Esta última era la portadora de visiones y estrategias
más globales que los gremios apoyaban a partir de sus intereses
corporativos. De alguna manera, en el campo del gran empre-
sariado, ésto es lo que se expresó aproximadamente con las no
ciones de “derecha política” y “derecha económica” .
Así entonces, los gremios no eran normalmente fuente origina-
dora de proyectos sociopolíticos globales. Más aún, muchos di
rigentes estimaban que esa no era su función.
c) Por último, la heterogeneidad de intereses estrictamente eco
nómicos jugaba en contra de proyectos comunes, puesto que
las relaciones de dominación entre el gran empresariado y el
mediano y pequeño eran evidentes. En una estructura econó
mica concentrada y con rasgos monopolísticos como la chile
na, las confrontaciones eran continuas, lo que se muestra en
la histórica inexistencia de unidad entre las organizaciones del
empresariado de estrato superior y aquéllas del mediano y
pequeño.
Estos tres factores pueden contribuir a explicar también por
qué muchas dirigencias gremiales se plantearon un camino de nego
ciación con el régimen de la Unidad Popular, al menos el primer año
de su gestión. Ello respondía, a nuestro juicio, a que no necesaria
mente existía en todas ellas un juicio global apriorístico, como sí
lo había en algunas dirigencias políticas, sobre el carácter obligada
mente “antagónico” deí gobierno U.P. De alguna manera, la visión
corporativa y sectorial tuvo cierto peso al principio frente a las op
ciones sociopolíticas más totalizantes que se ofrecían (libertad versus
opresión) para fundar la oposición al régimen de izquierda.
En consecuencia, la unidad lograda por los gremios fue básica-
291
mente la reacción ante una preservación de amenaza sobre la propie
dad y sustancialmente permaneció así en importante proporción de
ellos hasta el mismo septiembre de 1973.
La articulación que se produce entre la defensa de la propie
dad amenazada —noción eje de todo el razonamiento gremial—, y un
discurso más globalizante. que liga aquélla con la “lucha por la de
mocracia” como ,régimen político y con otras propuestas sobre or
den socioeconómico, es un paso que, en nuestra visión, se impulsa
principalmente desde un núcleo dirigente muy específico (SFF,
COPROCO) y desde los partidos opositores. Esta articulación se
disemina y socializa como ideología de combate pero no constituye
estrictamente un programa consensual ni define completamente una
opción sociopolítica global unificada.
Lo anterior tiene que ver igualmente con el lugar prioritario
que ocupa en el discurso gremial la idea de restauración, de restitu
ción de los “valores históricos” supuestamente violados por el anta
gonista. Así, la.lógica que envuelve el proceso de unificación es a me
nudo la apelación a un pasado común más que la convocación a un
proceso de transformación social.
Hay que incluir también, como factor obstaculizante de la for
mación de un proyecto común, la segmentación ideológica que exis
tía entre los núcleos dirigentes que poseían una perspectiva socio-
política más elaborada. En efecto, más allá del soporte ideológico
consensual de la propiedad privada las distancias de perspectiva eran
importantes. Así, difícilmente podría hablarse de un movimiento
gremial, cuando en realidad coexistían tendencias diferenciadas bajo
el alero compartido de una lucha defensiva.
El núcleo dirigente ligado a la COPROCO y a la SFF sin duda
tenía una visión más propiamente de “clase capitalista” y por tanto,
su estrategia apuntaba directamente a la. lucha por la perservación
global de .una lógica de acumulación que era amenazada por las me
tas socialistas. Otro núcleo, situado principalmente entre los peque
ños y medianos empresarios agrícolas, sobre todo los de la región sur
del país y los camioneros, se definió en cambio en tom o a la noción
de “hombre de trabajo”, idea que apelaba, a nuestro juicio, menos
a una lógica capitalista estricta que a una visión de orden y estabili
dad para una clase media propietaria con aspiraciones de movilidad
social.
Si bien este último discurso era en ocasiones también verba-
lizado por el primer núcleo, las consecuencias que unos y otros deri
vaban no eran las mismas. Así, mientras los primeros vinculaban las
aspiraciones de los “hombres de trabajo” básicamente con la restau
ración y/o modernización de la organización capitalista del país, los
otros formulaban la idea del “poder social” de la clase media propie-
292
taria, que debía convertirse en el eje de la sociedad que reemplazara
a la que estaban viviendo. Este “poder social” implicaba una crítica
a las oligarquías económicas y a las oligarquías políticas que, en su
visión, habían hegemonizado la vida nacional desde hacía mucho
tiempo. En el caso de los agricultores, incluía tambie'n una crítica al
centralismo político y económico del país, cuya expresión eran
igualmente esas oligarquías económicas y políticas. La propia CO-
PROCO y la SFF eran identificadas a menudo como manifestaciones
de esa realidad.
En definitiva, resulta evidente que aún siendo un movimiento
muy poderoso el desarrollado por los gremios en 1972-73 y habien
do, sin duda, despertado muchas dinámicas sociopolíticas como las
recién comentadas, al momento de la intervención militar carecía
de un proyecto verdaderamente común de sociedad, economía y
política.
Aquellos esbozos de proyecto que existían permanecieron a
nivel de ciertas cúpulas dirigentes. Por tanto, la fuerza más decisiva
y colectiva fue la lógica del derrocamiento ante la amenaza socialis
ta sobre la propiedad. La apelación a la democracia y a ciertos valo
res denominados libertarios se organizó en torno a ese nudo matriz,
permaneciendo siempre como un corpus muy general, que permitía
definir ideológicamente una identidad común y un antagonista, pero
no un tipo de sociedad alternativa.
293
De este modo los distintos sectores gremiales suponen que sus pers
pectivas particulares están incorporadas en las decisiones que se van
tomando. En realidad lo que sucedía es que se había creado un gran
vacío político que favoreció la hegemonía progresiva de un núcleo
de poder distinto a las dirigencias gremiales: la del llamado grupo
“de Chicago”, los economistas neo-liberales. Esta tecnocracia era
efectivamente la única que poseía un proyecto no sólo económico
sino también sociopolítico. Ella había participado junto a las cúpu
las de la COPROCO y la SFF en la elaboración de un programa so
cioeconómico alternativo desde 1972.
Posteriormente ella adquirió una independencia de los gre
mios, precisamente porque la ausencia de un poder social efectivo
de éstos impidió que su gestión encontrara un contrapeso sustantivo.
El período de la Reconstrucción Nacional, con su signo mesiá-
nico y de restitución del “orden vulnerado” por la experiencia socia
lizante de la Unidad Popular, fue una etapa en la cual la política gu
bernamental logró el nivel más alto de expresión unifícadora respec
to de los gremios. Al amparo de este gran consenso ideológico crea
do en ese momento en el seno de las clases propietarias, las decisio
nes de política económica - sometidas todavía a un ritmo gradualis-
ta debido a que la hegemonía antes mencionada estaba recién en
proceso de consolidación- eran interpretadas por las diversas diri
gencias gremiales en función de sus propias aspiraciones sectoriales.
En efecto, la ausencia de un proyecto socioeconómico común y la
idea de representación intrínseca de sus intereses por el régimen, hi
cieron que los dirigentes de la industria sustitutiva supusieran que se
avecinaba un gran salto hacia adelante de la manufactura nacional;
que los agricultores tradicionales imaginaran que estaban a las puer
tas de un modelo que privilegiaría la agricultura “postergada por de
cenios” y así sucesivamente, cada sector apostó a que sería el centro
de un nuevo y potente esquema de desarrollo nacional.
El discurso económico oficial que diseminaba las nociones de
libre empresa, competencia de mercado, iniciativa privada, como los
conceptos genéricos sobre los cuales construía su política, recupera
ba bien, en un plano doctrinal global, el concepto nuclear que había
animado la lucha gremial en 1972 - 73, esto es el de defensa de la
propiedad privada. Por consiguiente, en el razonamiento de las diri
gencias gremiales ellas parecían bastar como programa, cediendo su
implementación a quienes suponían calificados técnicamente para
trasladar esos principios al plano del funcionamiento económico.
Esta cesión de la conducción económica estuvo en consecuen
cia marcada por un poderoso ideologismo de las dirigencias y de las
bases, el que sustituía la inexistencia del proyecto común y las man
tenía convocadas en tomo a la iniciativa gubernamental. Tal ideolo-
294
gismo no se dio con la misma intensidad en todos los sectores, pero
aún así fue lo suficientemente sólido como para que se desmontara
el llamado “poder gremial” , pese a los esfuerzos de algunos dirigen
tes por sostenerlo en los primeros años
Naturalmente que dicho ideologismo tenía bases materiales
efectivas, sobre todo al principio del régimen, puesto que las clases
propietarias recuperaron sus patrimonios y vieron eliminada la ame
naza de su expropiación. Pero ello, por cierto, no era necesariamen
te garantía que la conducción económica cedida correspondiera de
por sí a la totalidad de sus intereses, sin embargo, aparecía como si
efectivamente fuera así.
En el plano político la cesión es aún más completa. Aquí el
rol de garante del régimen militar adquirió toda su magnitud. Es
seguro que la desarticulación del “poder gremial” tuvo que ver más
directamente con la actitud de no sostener ningún contrapeso políti
co al gobierno, que con las convicciones sobre el funcionamiento de
la economía. Más aún, si én el plano económico existió algún indicio
de inquietud por un proyecto gremial, en el plano político la gran
mayoría de las dirigencias se adhirieron a la tesis que no les corres
pondía tener ninguno. Así, suscribieron el modelo autoritario y asu
mieron prácticamente todas las exclusiones sociopolíticas que éste
suponía, incluyendo la propia.
En este punto el estudio muestra que si bien hubo ciertas resis
tencia a esta cesión en el núcleo dirigente de los camioneros y de los
agricultores regionalistas del sur, primó finalmente la convicción que
sólo un régimen como el militar podía asegurar la no reversión hacia
el “peligro” socialista. Este principio se reveló con el tiempo incluso
más poderoso que el de adhesión a la economía mercantil expresado
en el modelo económico implantado. Así, cuando el último creó
condiciones desfavorables para importantes sectores empresariales
surgió la tesis que uno y otro podían ser considerados independien
tes. Volveremos posteriormente sobre este tema.
En síntesis, la carencia de un proyecto económico y sociopo-
lítico con que arriban los gremios a la instauración del régimen mili
tar y el carácter casi paradigmático que le atribuyen a éste, en térmi
nos de representación de sus intereses más generales, generó una de
legación de conducción en el nivel macroeconómico y político. Por
consiguiente, las dirigencias gremiales se orientaron a un modelo de
acción que recuperó el carácter corporativo más tradicional, abando
nando la naturaleza de movimiento que habían alcanzado en 1972 -
73. La seguridad que les otorgó el gobierno en cuanto a su sobreviven
cia y desarrollo como clases propietarias parece haber sido suficiente
para que definieran como resuelto el tema del régimen político. En
295
el plano económico, garantizado el principio de propiedad y estimu
lado el de liberalismo a un nivel doctrinario global, optaron por re
plegarse al ámbito de la actividad sectorial.
Este modelo de acción, más allá incluso de las razones que lo
originaron en esta etapa, a nuestro juicio encuentra sus bases en una
lógica de comportamiento de raíces anteriores. En efecto, la cuestión
del régimen político no parece haber sido un tema abordado por los
gremios empresariales sino de manera muy general en su fase más
contemporánea, apareciendo éste cedido en su tratamiento específi
co a los partidos políticos con los que tuvieran afinidad. La práctica
originaria de la SNA, de la SFF, de la SONAMI y otros gremios, —de
intervención frecuente y directa en la actividad política—parece ha
berse transformado progresivamente, en una etapa posterior, en una
influencia intermediada a través de las organizaciones partidarias.
Así, los gremios de empresarios adquirieron más propiamente la ca
racterística de grupos de presión corporativos que de actores poli-
directos. Ello no quiere decir que perdieran poder pues lo ejercían
a través de su rol corporativo, pero sin duda implicó que no fueran
ámbitos donde se produjera un pensamiento elaborado sobre el ré
gimen político.
En el plano económico, el rol de liderazgo que jugó el Estado
desde los treintas en la definición de las estrategias de desarrollo y
que creó las condiciones para la existencia del propio empresariado,
dio lugar también a que este último no -fuera el núcleo en que se ori
ginaran las líneas más sustantivas del modelo de crecimiento que
adoptó el país en las décadas que siguieron a la Gran Crisis. Por
consiguiente, la tendencia a las visiones sectorialistas era la tónica
más generalizada entre las dirigencias gremiales, con excepción de
ciertas cúpulas sobre todo aquéllas ligadas a la SFF y a la ASIMET.
Esta tradición corporativa sólo se rompe parcialmente duran
te el proceso 1972 - 73, puesto que la naturaleza defensiva que ad
quirió su comportamiento se mantuvo como eje de la acción, pese
a que fue recubierta por un discurso sociopolítico más global. Pero
éste provino más desde los partidos de oposición a la Unidad Popu
lar y desde los núcleos dirigentes políticamente más desarrollados
de los gremios (SFF, COPROCO, ASIMET) que del conjunto de la
estructura gremial. Esta última adoptó y socializó este discurso, no
cabe duda; sin embargo, como ya se ha dicho antes, no lo transfor
mó en un proyecto de sociedad.
Así entonces, al retirarse esos partidos como tales de la escena
y, al igual que los gremios, ceder la iniciativa al gobierno instalado,
lo que se produjo fue básicamente el repliegue hacia la esfera corpo
rativa.
No hubo en consecuencia realmente una lucha por la hegemo-
296
nía en la conducción política y económica global por parte de los
gremios, lo que dio lugar al “vacío político y social” ya mencionado
con anterioridad. La exclusión coactiva dé otros actores sociales co
mo los sindicatos y los partidos políticos de izquierda, contribuyó a
establecer un cuadro de casi irrestricta discrecionalidad para el poder
gubernamental y, en su seno, del núcleo neo-liberal que condujo la
política económica.
En ese clima de cesión del poder, el discurso ideológico de los
neo-liberales es el único que adquiere visibilidad, tanto más cuanto
que los gremios como conjunto no poseían uno propio, sino en el
plano de ciertos consensos doctrinales muy generales. Estos consen
sos: propiedad, libre mercado, iniciativa privada, aparecían comunes
con aquel discurso, por lo que la permeabilidad de éste fue amplia
entre las dirigencias gremiales. Incluso aquellos sectores de dirigentes
que se reconocían mejor en el discurso de corte “nacionalista”, de
tipo más estatista y alejado del liberalismo, morigeraron sus resisten
cias ante el copamiento que el nuevo lenguaje lograba en el medio
empresarial.
De este modo, la unión entre principios generales compartidos
y un modelo específico de funcionamiento económico es realizada
sin contrapesos mayores por el núcleo tecnocrático que conduce la
política económica y no por las dirigencias gremiales.
A este respecto hay que señalar que se produce una verdadera
cooptación ideológica de las cúpulas gremiales más influyentes (CO-
PROCO, SFF, SNA, ASIMET) las que asumen las formulaciones teó
ricas y estratégicas oficiales respecto del desarrollo del país casi en su
integridad. Ellas se transforman así en agentes pedagógicos respecto
de sus bases, a quienes difunden las líneas de pensamiento provenien
tes del campo económico gubernamental. En la persistencia de esta
línea de comportamiento parece haber influido el hecho que, no
existiendo hasta 1979 posibilidad de elección de directivas, resul
tó viable que las propuestas de representantes fueran en general
afines a la perspectiva oficial.
El proceso de cesión de la gestión económica y política y la
ausencia de proyecto tiene también como correlato que el núcleo
gubernamental que sí dispone de un proyecto (los neo-liberales)
^intente generar las bases de una ideología empresarial coherente y
disponga de recursos para ello. En otras palabras, se trata de un es
fuerzo por dotar al empresariado de una racionalidad global elabora
da y consistente. Esta es básicamente una ideología de moderniza
ción capitalista, de orientación transnacionalizante, que apela a un
“ethos” individualista y emprendedor que estaría radicado en la ini
ciativa privada. Una tal formulación fue sin duda atractiva como mo
delo de sí mismo para un empresariado formado en la práctica secto-
297
rialista y dependiente históricamente de la creatividad de una “inte-
lligentsia” que, radicada sobre todo en el Estado, había producido
las concepciones macrosociales y macroeconómicas hasta principios
de los setenta. Curiosamente, la élite que proponía esta ideología
empresarial estaba también radicada en el Estado.
En conclusión, la lógica que define las relaciones entre gremios
y régimen militar al momento de su instauración y que persiste por
un largo período, es la de autoexclusión de la gestión macroeconó-
mica y política y la delegación de este nivel a un gobierno definido
como garante inmanente de sus intereses globales.
La ruptura de este esquema es un proceso complejo y segmen
tado que permanece aún inconcluso. Examinaremos esto en el punto
inmediato.
298
¿En qué se basaba la fuerza de esta apelación al sacrificio?
El estudio nos otorgó algunas pistas hipotéticas al respecto.
Con todo, nos parece que es un tema que requerirá aún de mayor
examen en el futuro.
En primer lugar, y de ahí que denominemos a este fenómeno
como una “apuesta” ideológica, parece razonable pensar que mu
chas de las dirigencias gremiales y una proporción importante del
empresariado, —pese a que esta última noción recubre un objeto ex
tremadamente heterogéneo—, “adquirieron” el discurso neo-liberal
como la formulación que les otorgaba, después de mucho tiempo, el
lugar central de la historia nacional. En efecto, desde las experien
cias próximas al populismo, pasando por el “Estado de Compromiso”
hasta los proyectos “totales” post 1964 de la Democracia Cristiana
y de la Unidad Popular, el núcleo de los discursos político-ideológi
cos. al menos en su lenguaje formal, atribuía más relevancia a otros
actores sociales, fueran éstos la clase obrera, el pueblo, los partidos
o el propio Estado. Por contraste, el mensaje del equipo económico
les otorgaba el rol protagónico en un proyecto de modernización
y los desafiaba a hacer emerger el “ethos'’ emprendedor que había
sido mutilado por el estatismo y la demagogia. Así, la oferta neoli
beral no sólo debía ser considerada como un tipo de funcionamien
to económico sino también como un orden social cuyos portadores
serían ellos. No era por cierto éste un orden de actores colectivos
o de movimientos, sino de individuos competentes sometidos a la
lógica de la concurrencia mercantil y del logro individual.
Como nos ha comentado Orlando Sáenz ex presidente de la
SFF— el empresario adscribe a menudo a una lógica en la cual la su
peración del competidor forma parte intrínseca de su éxito, por ló
que el individualismo es un rasgo que integra su definición, aún cuan
do en la experiencia chilena el empresario haya sido menos competi
dor que negociador con el Estado y la administración pública.
En segundo lugar es claro que el requerimiento para el “schock”
estuvo muy próximo al discurso de la “Reconstrucción Nacional”
aunque fueran dos etapas diferentes. No puede olvidarse que en el
plano político el régimen se mantenía en la definición de una fase de
emergencia, por lo que, en realidad, la política de 1975 era definida,
a la vez, como la opción ineludible para que la Reconstrucción fuera
lograda y también como el percutor del “gran salto hacia adelante”.
Por tanto, en el plano de. la adhesión irrestricta a la “misión” del
nuevo gobierno de restaurar la nación, la aceptación del “schock”
jugaba un rol central.
Por último, el peso del discurso favorable del gran empresaria
do, capaz de una mayor versatilidad para transitar entre la esfera de
299
la producción, la del comercio y la de las finanzas y por tanto en
condiciones de resolver, incluso con beneficio, el desafío de la adap
tación requerida por la estabilización, se hacía sentir sobre el conjun
to de las dirigencias gremiales, impulsándolas a sumarse al sacrificio.
En definitiva, en nuestra hipótesis, la convocatoria guberna
mental a la gran apuesta sobre el modelo estaba dotada tanto de po
deres de movilización que apuntaban hacia un futuro exitoso, como
de mecanismos de compulsión doctrinal que tenían su origen en la
adhesión de clase a la gestión del régimen.
Con todo, que las fisuras producidas en 1975 reaparecen en
el bienio de 1977 a 1979, cuando la aplicación del esquema neo-li-
beral monetarista muestra su principal resultado: la dualización de la
estructura económica entre un polo exitoso y modernizante y un
polo recurrentemente deprimido. Esta constatación lleva al desplo
me progresivo de la fe en la apuesta realizada entre aquellos sectores
que, orientados históricamente al mercado interno, presencian su
destrucción en el cuadro de irrestricto mercadismo y apertura exter
na imperantes.
Estos segmentos, situados básicamente en la agricultura ali
mentaria tradicional, la manufactura sustitutiva, el transporte y el
pequeño comercio, constatan que el rango de oportunidades que les
proporciona el modelo económico es extremadamente estrecho y
que, en un cuadro de acrecentamiento del poder monopolístico del
sector financiero, su estrangulamiento es casi inevitable.
En consecuencia, inician una desafiliación progresiva de la ads
cripción a la línea económica oficial intentando presionar por un
cambio de ésta. Sin embargo, este proceso tiene para ellos dos obstá
culos que harán larga y dificultosa esta ruta.
El primero se refiere a que la cesión de la conducción macro-
económica y política, que habían efectuado junto al resto de las diri
gencias gremiales, a éstas alturas, los había desprovisto de casi todo
poder de presión colectiva. El segundo, tiene que ver con lo que po
dría denominarse una cierta “trampa ideológica”. En efecto, la adop
ción original del mensaje doctrinal del equipo económico, o al menos
su sujeción a él, implicó que difícilmente pudieran elaborar una argu
mentación que rompiera el marco general de aquél, por lo que su dis
curso permaneció, por bastante tiempo, como una crítica a la “apli
cación” de los principios y no a éstos mismos. Esto era claramente
equívoco, puesto que sus demandas de rectificación de hecho apela
ban a la intervención estatal, a la planificación de la economía y a la
protección del mercado interno, todos ellos principios contrapuestos;
al modelo en operación.
Estas condicionantes permanecerán hasta la crisis del esquema
económico en 1981 - 82 configurando un tipo de confrontación muy
300
segmentada y sobre todo casi enteramente defensiva.
Hay que hacer notar que estas fisuras no afectaron la adhesión
al modelo político autoritario. Hacia ese mismo trienio, éste comen
zaba ya a adquirir una fisonomía más institucionalizada a través del
enunciado de las denominadas “modernizaciones”, expresión en el
campo sociopolítico del proyecto neoliberal. Su formulación puede
ser recogida en el concepto de “democracia protegida”, noción que
incorporaba una lógica de exclusión permanente de los mecanismos
de representación social históricamente practicados en el país hasta
1973 y en particular, de las corrientes ideológicas calificadas de so-
cialistas-marxistas.
En consecuencia, estos sectores intentan separar la crítica eco
nómica de sus vinculaciones con el régimen político que sustentaba
la aplicación del modelo económico. Es a través de este punto de
consenso que normalmente se neutralizarán —además del efecto de
los obstáculos antes descritos- las demandas planteadas de rectifica
ción en la economía.
El peso de este factor neutralizante es sin duda grande, puesto
que la frontera puesta a la protesta de los sectores deprimidos es,
casi siempre, la “amenaza de desestabilización” que una beligerancia
originada en el campo gremial podía ocasionar al régimen. Las diri
gencias gremiales del sector deprimido se mostraron siempre sensi
bles a este argumento que las remitía a una lógica de “hombres de
orden” , la que constituía uno de sus principios de identidad más ela
borados.
Con todo, la profundización progresiva del esquema dualista
de la economía fue minando los diques de contención de la protesta
del empresariado excluido de la “modernización”. Esto se reflejó en
el bienio siguiente (1979 - 80) en la aceleración de las confrontacio
nes de estos sectores con la política económica, precisamente en el
momento del llamado “boom” del modelo económico. En efecto,
durante esos años, y al amparo de las cifras globales de crecimiento
económico (7 a 8 por ciento anual) se concluyó por el gobierno y las
dirigencias gremiales ligadas más directamente a los segmentos exito
sos, que el despegue anunciado había llegado. Sin embargo, este cre
cimiento, como se venía perfilando desde antes, no era sino la con
solidación de un diseño extremadamente heterogéneo y bipolar que
segmentaba al país entre una aparente modernidad y un estancamiento
que se hacía estructural. En ese cuadro, las dirigencias gremiales de
las actividades económicas deprimidas no se hicieron sino excepcio
nalmente partícipes del clima triunfalista que invadió al medio em
presarial mejor insertado en el esquema vigente.
Paradojalmente, el momento de mayor auge del modelo eco
nómico es también uno de los de mayor distancia entre los princi-
301
pales núcleos del gremialismo empresarial que habían contribuido a
fecundar el terreno para su implantación en 1973. Mientras para
unos aquél había logrado casi su plena consagración, para los otros
había desarticulado el orden económico en que podían sobrevivir.
En esta fase es cuando los intentos por disociar modelo eco
nómico \ modelo político si' hacen más recurrentes en el medio cre-
mial contestatario. El primero ha perdido fuertemente legitimidad
entre éstos, dando lugar a un emergente cuestionamiento ya no sólo
de su aplicación como antes, sino a sus fundamentos mismos. Reapare
ce así una línea argumental que se había diluido en los años anteriores
y que hacía hincapié en la necesidad de radicar en el espacio nacional
las metas del desarrollo económico. Esto es ahora formulado como
un cuestionamiento a la lógica transnacional que domina el diseño
económico neo-liberal monetarista. Asociada a ella resurge también
la demanda de recuperar el predominio de una economía de produc
ción por sobre una de negocios o financiera.
En cuanto al modelo político, éste mantiene su legitimidad y
su significado de representación otorgado desde el principio, pero
la separación que se postula respecto del esquema económico adquie
re una connotación nueva. En efecto, se manifiesta que los resulta
dos del modelo neoliberal afectarán los logros políticos del régimen
militar y sobre todo que éste amenaza con ser desfigurado por la per-
meación de los principios de aquél hacia su esfera. Así surge enton
ces la noción de que es necesario recuperar el gobierno para los sec
tores a quienes genuinamente expresa en el plano político.
Estos tres elementos: desarrollo nacionalista, economía de
producción y recuperación del gobierno, configuran un set de orien
taciones que animarán el discurso gremial de los sectores deprimidos
y que marcarán su razonamiento respecto de las relaciones entre mo
delo económico y político. Es también el principio incipiente de una
visión que empieza a trasladar la solución de la cuestión económica
al plano político.
Sin embargo, ello no dará lugar a un programa elaborado con
capacidad de ser alternativo al proyecto dominante. Esto debido a
que, pese a las referencias que aparecen hacia lo político, las dirigen
cias gremiales de esos sectores permanecerán en un comportamiento
práctico de tipo corporativo, diluyendo estas orientaciones en una
práctica de presiones parciales y desarticuladas.
Los intentos coyunturales de reflotar el sistema de multigre-
mios, que aparecen en el período, carecen de un elemento funda
mental que había contribuido a articularlos en 1972 - 73: la existen
cia de un referente político capaz de trasladar sus orientaciones al
plano global. Desprovistos de este mecanismo sus planteamientos
no encuentran posibilidad de diseminación social y de adquirir poder
302
de convocatoria sobre otros sectores nacionales.
Esta fractura en el consenso gremial, expresada en un polo irres
trictamente alineado con la política económica gubernamental y
otro desafiliándose de ella a partir de los resultados de dualización
económica que produjo, va a transformarse en el origen de dos es
trategias diferentes para enfrentar las crisis del modelo después de
1981.
303
a negociar, mantuvo una unidad sustantiva entre ambas posiciones.
Esta fue la de no generar desestabilización política al régimen. En
otras palabras, el núcleo gremial empresarial que adoptó esta línea
decidió asumir la crisis de manera básicamente concertada con el
gobierno, desestimando la confrontación. Ello revela la lógica q u e ,
■permanentemete presidió su comportamiento. De este modo, puede
sugerirse que su orientación dominante fue la preservación de un or
den sociopolítico garante de sus intereses fundamentales en tanto
que clases propietarias, la cual subordinó en últimas instancia, pese a
la magnitud de la crisis, sus demandas de rectificación en el plano
económico.
La segunda línea, que hemos denominado de movilización y
presión y que identificó al núcleo de los sectores desfavorecidos por
el modelo, se expresó en la estrategia de revitalización de los multi-
gremios hacia 1982. Esta había sido una opción intentada en forma
parcial antes de la generalización de la crisis; en ese momento se re
cupera y adquiere mayor dimensión. Su lógica central fue restituir
las condiciones de un poder gremial capaz de actuar como contrape
so a la discredonalidad del equipo económico. El motor de esta mo
vilización fueron los gremios de camioneros y los agricultores de la
zona sur del país a los cuales siguieron, con diversa intensidad, los
pequeños comerciantes y el resto de las dirigencias del sector trans
portista.
Aún cuando no se movilizó el conjunto de los gremios agrupa
dos hoy en el Consejo de la Producción, el Transporte y el Comercio,
ya que la zona de mayor acción fue, como se dijo, la región sur, du
rante el segundo semestre de 1982 esta estrategia alcanzó un nivel
importante de expresión. Ella consistió en la organización de multi-
gremios en algunas regiones y en una movilización pública de agricul
tores, comerciantes y transportistas que presionaron en sus zonas
por la vía de anunciar paralizaciones y cesaciones de pagos.
Nada autoriza a atribuir a este tipo de estrategia una orienta
ción de confrontación definida con el esquema político vigente, por
lo que no adquiere tampoco una connotación desestabilizadora del
régimen político. Sin embargo, a diferencia de la opción del primer
núcleo gremial, en este otro existieron referencias a la ya antes men
cionada tesis de la “recuperación del gobierno”, lo que puede ser
interpretado como una orientación hacia promover una recomposi
ción política al interior de éste mismo. En otras palabras, en tanto
que en la línea del Proyecto empresarial concertado no parece existir
la decisión de demandar una restitución de la iniciativa política cedi
da después de 1973, en la estrategia de presión puede estimarse que
ello es una orientación que adquiere progresiva vigencia.
Estas dos estrategias fueron neutralizadas hasta ahora por la
304
acción gubernamental. La de movilización y presión hacia fines de
1982, por medio de una respuesta coactiva respecto de algunos diri
gentes y en 1983 a través de negociaciones sectoriales separadas. La
del programa empresarial, durante 1983, mediante la no admisión de
una negociación global y también por medio de respuestas segmenta
das y graduales a demandas específicas.
En consecuencia, al iniciarse 1984, ambas estrategias parecían
bastante diluidas. Con todo, puede decirse que una y otra permane
cían aún como opciones válidas en ambos núcleos gremiales y se in
tentaba reflotarlas del nivel de relativo estancamiento en que habían
sido situadas por la política gubernamental. Las dirigencias ligadas a
la COPROCO ensayaban reformular sus planteamientos buscando
puentes pragmáticos con la política económica oficial. Las vincula
das al Consejo de la Producción, el Transporte y el Comercio se mo
vilizaban en tom o a la alternativa de ir a un paro nacional de activi
dades.
305
cuando no se manifieste así. Basta examinar, para mostrar lo anterior,
\
las definiciones que comienzan a tomarse —cada vez con más insisten
cia—respecto del rol del Estado. En el plano económico existe sin duda
entre los gremios, explícita o implícitamente, una apelación al Estado
como el único capaz de reconstituir una gestión apropiada para en
frentar la enorme magnitud de la crisis. El propio gobierno de hecho
ha estatizado directa o indirectamente las áreas claves del funciona
miento económico aún cuando defina esas políticas como transito
rias. Esta apelación al Estado implica hoy también una demanda poli-,
tica, puesto que, en definitiva, difícilmente podrá concebirse como
una nueva delegación de poder, sino como un diseño de concerta-
ción pública y privada expresado en acuerdos sectoriales. Una tal
visión de la acción estatal no puede sino incluir sectores muy diver
sos, más allá de los gremios, que acepten concertarse y por tanto re
gular su acción por un parámetro común. En consecuencia, ésta mis
ma tendencia hacia recuperar el rol del Estado incluye una dinámica
contrapuesta a la lógica de mantenerse dentro del perímetro del ré
gimen. Este, dado su carácter políticamente excluyente, dudosamen
te puede asegurar una concurrencia representativa de todos los secto
res necesarios a una concertación.
Por esta razón puede hipotetizarse, en una perspectiva de análi
sis, que el plan empresarial (estrategia de uno de los núcleos gremia
les) como está hoy concebido, tiene una frontera muy estrecha y
probablemente no podrá sino agotarse en una recurrente negociación
parcializada. Igualmente, la línea de presión y movilización multi-
gremial posiblemente sólo pueda alcanzar éxito si es capaz de conju
garse con otros sectores. Los análisis políticos muestran que esto no
parece razonablemente viable de no mediar una concurrencia de ob
jetivos que no se limiten al plano puramente económico, ni tampoco
a la esfera de las recomposiciones políticas internas.
En consecuencia, aún si se toma sólo como factor la deman
da económica corporativa y la incidencia que tiene en ella el com
ponente recuperación de un rol concertante del Estado, el análisis
lleva a considerar opciones de alcance político.
Las condiciones que pueden hacer pasar la estrategia de las di
rigencias gremiales desde una esfera de acción económica a una de
acción política no están suficientemente claras. En análisis sólo pue
de permanecer sobre este punto en el plano de las hipótesis. Ellas
pueden sugerirse en base a lo que parecen ser las orientaciones funda
mentales que definen a estos actores sociales.
Una primera hipótesis indicaría que la preservación de la pro
piedad privada y su libre usufructo económico sigue siendo la condi
ción básica que define la identidad principal de los sectores sociales
que se expresan en los gremios empresariales, independiente de su ta-
306
maño o posición relativa en la estructura económica. En consecuen
cia, este factor jugará sin duda un rol central en cualquier línea de
concertación política en la que decidan intervenir las dirigencias
gremiales. Lo anterior significa que difícilmente se producirá un so-
brepasamiento de la esfera económica a la confrontación política
si este factor no está asegurado.
Una segunda hipótesis sería que la orientación hacia la demo
cracia como régimen político no es un paso obvio en las dirigencias
gremiales. Esta no ocupa necesariamente un lugar prioritario en sus
perspectivas si no está asegurado que su finalidad no sea sólo la de
crear las condiciones para una reinclusión política de los diversos sec
tores sociales del país, sino también la de garantizar un funciona
miento económico, políticamente pactado, en qué las relaciones en
tre gestión pública y privada estén establemente definidas y no sean
sobrepasadas. En otras palabras, la cuestión de la democracia no pa
rece ser vista por la mayoría de las dirigencias gremiales tan sólo co
mo un sistema para que se ejerzan nuevamente los derechos políti
cos de todos los sectores. Tal vez, más allá de esta acepción, lo que
preocupa a los líderes gremiales es que la democracia asegure un cier
to “pacto social” a través de resguardos institucionales sólidos y con
trolables. Así, la democratización a que aspiran estos sectores tiene
al parecer la lógica de un método de concertación y no exclusiva
mente la lógica de la reincorporación política.
Dicha orientación es sobre todo fuerte en el núcleo gremial li
gado a los sectores económicos más influyentes. En el núcleo del me
diano y pequeño empresariado, el interés por una movilidad social, ga
rantizada también por el funcionamiento político de la sociedad, los
hace más sensibles a la lógica de integración-inclusión del régimen
político democrático. Y por tanto también más próximos a pensar
éste como recuperación de derechos políticos. Sin embargo son igual
mente sectores temerosos de una revolución de las demandas socia
les que altere o imposibilite en el futuro un orden social gobernable
donde la propiedad privada esté garantizada.
Como tercera hipótesis podría afirmarse, en consecuencia
con lo anterior, que el paso a la esfera política, de producirse, esta
ría muy probablemente dominado por un perfil decididamente con
servador y seguramente no reproduciría el cuadro de deslegitimación
del régimen vigente como ocurrió en 1973. Es decir, probablemente
no se gestaría un esquema de negación de toda legitimidad como
ocurrió en 1973, sino que se apelaría a una transición hacia la políti
ca resguardada o protegida de desenlaces rupturistas.
Con todo, no parece posible que las condiciones anteriores
(propiedad, pacto social, transición sin ruptura) sean elaboradas po
líticamente a partir de las propias dirigencias gremiales. Estas últimas
307
parecen estar lejos - salvo excepciones de ser una “clase política” ,
permaneciendo más bien en el campo de ser dirigentes económicos.'
Como se ha señalado en el estudio, los gremios no son espacios prin
cipales de elaboración de proyectos políticos aún cuando intervengan
en política. Tomados como conjunto, su definición permanece mu
cho más próxima de las’dimensiones corporativas que componen la.
acción de clase que de las dimensiones políticas. En este sentido,
contra lo que parece creerse comúnmente, los gremios son tal vez,
en grueso, menos politizados que los sindicatos pero, por cierto, eso
no significa en modo alguno que sus orientaciones sean menos clasis
tas.
Esta situación lleva a una cuarta hipótesis: el procesamiento
político de las condiciones de paso de la dirigencia gremial desde la
crítica económica a la esfera política probablemente no será hecho
sino por un agente propiamente político, sea éste una formación
partidaria o una coalición de partidos y fuerzas sociales. Esto es lo
que ocurrió en el proceso 1972 - 73 y la naturaleza de los actores
gremiales no parece haber cambiado en este punto.
Es evidente que este agente político no podrá sino ser expresión
de los intereses y condiciones que requieren ser cautelados por los
gremios para dar ese paso y que ya hemos señalado antes. En la situa
ción de 1984 no parece sin embargo que un tal agente o frente polí
tico haya surgido o al menos haya adquirido plenamente las caracte
rísticas requeridas. De alguna manera, aún cuando las circunstancias
son bien diferentes hoy día, las expectativas políticas de las dirigen
cias gremiales parecen no alejarse completamente de un modelo de
combinación política como la que hizo frente al gobierno de la Uni
dad Popular. Este parece ser el parámetro dentro de cuyos límites
pueden contenerse sus condiciones a la vez que disminuir el riesgo
del paso al espacio político. Es probable que la ihexistencia de una
combinación política de ese tipo sea el factor que frena el paso de la
crítica económica a la crítica política o al menos lo haga más lento.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que los gremios no son
una realidad unificada y por tanto, si bien las condiciones señaladas
nos parecen comunes a las tendencias gremiales en presencia, no ne
cesariamente debe esperarse que todos respondan a una misma lógica
de movimiento. Por tanto, el paso a la política pudiera ser un proce
so fracturado entre los dos núcleos gremiales. Ello dependerá —en
nuestra hipótesis— en gran parte,’si se constituye o no un agente
político con las características señaladas en el párrafo anterior. De
constituirse, entonces será más probable un comportamiento si no
unificado, al menos convergente de los gremios. Por el contrario, si
se dan combinaciones políticas diferentes a ese esquema el fracciona
miento podría producirse por el sector más damnificado con la polí-
308
tica económica: el de los pequeños y medianos gremios, más dispues
tos a una confrontación que el gran empresariado.
La sustitución del gabinete económico que conducía el Minis
tro Cáceres (Abril de 1984) si bien representa un avance de la estra
tegia que hemos denominado del “Plan Empresarial” (liderada por la
COPROCO y la SFF) difícilmente logrará metas de reactivación im
portantes si no obtiene un grado suficiente de concertación para ello
entre los actores sociales y económicos. En consecuencia, aún cuan
do se haya pasado a un mejor nivel que la negociación del Plan por
parcialidades (pese a que se está lejos de haberlo adoptado en su con
junto) la cuestión de un concurso de las variables políticas no puede
ser descartada. La ruta que se abre hacia el futuro para los gremios
muestra entonces, pese a lo que puede implicar la nueva conducción
económica, de todas formas un vértice crítico. Aquél que los sitúa
cada vez más ineludiblemente en la alternativa entre la preservación
de un garante político que ha devenido precario y que probablemen
te no domine la crisis (el régimen), y la búsqueda de una opción que,
superándola, conserve un orden social sin la amenaza que creyeron
resolver en 1973. Este es el desafío que deberán responder en la fase
actual.
309
ANEXO
1. ASPECTOS METODOLOGICOS
A. Fuentes de Información:
Para constituir el mapa de las organizaciones gremiales de nivel na
cional y cuantificar el volumen de su representación se recurrió a
fuentes de información directa e indirectas.
Fuentes Directas:
— Organismos públicos: De acuerdo a las disposiciones delD.L. 2757
del 4 de Julio de 1979, (comúnmente conocido como “Plan Labo
ral”) es el Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción la
instancia que centraliza los registros de afiliación y controla el cum
plimiento de las disposiciones legales que rigen la constitución y fun
cionamiento de las Asociaciones Gremiales. Este es el nombre genéri
co que reciben, de acuerdo a la ley, las organizaciones gremiales exis
tentes en el país, cualquiera sea su naturaleza.
— Organizaciones gremiales: Se consultaron documentos oficiales de
los propios gremios tales como: registros de asociados, memorias, pu
blicaciones periódicas y entrevistas a dirigentes de nivel nacional.
Fuentes Indirectas:
A través de la prensa escrita se obtuvo información pertinente pro
porcionada por dirigentes gremiales en el curso de conferencias de
prensa o a través de opiniones sobre temas específicos; o bien, a tra
vés de inserciones públicas de las propias organizaciones.
311
B. Limitaciones de las fuentes informativas
Los organismos públicos sólo poseen información a partir de la fecha
de vigencia del D.L. 2757. De este modo, a partir de esta fuente, es
imposible reconstituir el cuadro completo de las organizaciones gre
miales con anterioridad al 4 de Julio de 1979. La mayor información
disponible dice relación con la labor de fiscalización del cumplimien
to de la normativa legal que ejerce el Ministerio de Economía. Los
antecedentes cuantitativos, a su vez, son escasos y normalmente no
se encuentran actualizados.
La información proveniente de las propias organizaciones gre
miales también posee una validez relativa por cuanto, generalmente,
sus registros están incompletos y no actualizados. Hay, por otra par
te, casos de inaccesibilidad a la información existente.
A las dificultades señaladas es necesario agregar la heteroge
neidad organizativa del universo de gremios cubierto por el estudio.
Esta situación limita las posibilidades de establecer indicadores
comunes para el conjunto de las organizaciones.
(*) Las siglas empleadas no siempre son las oficialmente atribuidas por las pro
pias organizaciones. Corresponden, más bien, a siglas convencionales utili
zadas en el estudio.
312
2.1.1 .Los gremios de grandes y medianos empresarios
Se encuentran agrupados en la “Confederación de la Producción y el
Comercio (COPROCO).
En este caso la afiliación se encuentra registrada según el nú
mero de empresas-socio, ya sea a través de afiliación directa o a tra
vés de sus diferentes entidades componentes.
En la COPROCO se integran seis organizaciones de nivel nacio
nal. El número total de empresas afiliadas asciende aproximadamen
te a 45 mil cubriendo una amplia gama de tipos y tamaños (Ver cua
dro N° 1): desde un banco, incorporado a la Asociación de Bancos
e Instituciones Financieras, hasta una empresa comercial de tamaño
mediano, socia de la Cámara Central de Comercio.
La COPROCO expresa a las organizaciones empresariales más
antiguas por cuanto su origen se remonta a fines del siglo pasado. En
la actualidad agrupa a las siguientes organizaciones: Sociedad Nacio
nal de Agricultura (SNA); Sociedad Nacional de Minería (SONAMI);
Sociedad de Fomento Fabril (SFF); Cámara Central de Comercio
(CCC); Cámara Chilena de la Construcción y Asociación de Bancos
e Instituciones Financieras.
Su autoridad máxima radica en un Comité Ejecutivo —integra
do por representantes de sus asociados—el que delega su representa
ción en un Presidente.
a) La Sociedad Nacional de Agricultura (SNA)
Fundada en 1838, es la organización gremial empresarial más antigua.
En la actualidad afilia principalmente a los grandes empresarios agrí
colas de la zona central del país cuya actividad productiva está cen
trada en el mercado exportador de productos frutales (básicamente,
duraznos, uva de mesa, manzanas, etc.). Afilia, además, a empresa
rios que desarrollan su actividad en los llamados “cultivos tradiciona
les”, tales como trigo, arroz, maíz y frejoles.
Su máximo organismo de dirección permanente está constitui
do por un Consejo, que delega sus atribuciones en una Mesa Directi
va, conformada por consejeros electivos (que representan a las diver
sas regiones del país) y honorarios (personeros nominados como ta
les en virtud de sus servicios a la Sociedad Nacional de Agricultura).
Como organismos semi-permanentes, que integran a un núme
ro relativamente significativo de socios, existen los comités por ru
bros. Los más importantes en este momento son los del trigo, de la
leche, de oleaginosas y del vino.
Sus socios son personas naturales (productores individuales) y
personas jurídicas (empresas que actúan como sociedades), en una
proporción estimada de 70 y 30^0, respectivamente, El número de
313
socios inscritos alcanzaría a 4.000 aproximadamente. De ellos son
activos, vale decir con sus cuotas al día, un número que fluctuaría
entre 800 a 1.200.
315
f) Asociación de Bancos e Instituciones Financieras
Esta Asociación opera desde 1943, estando conformada por un Di
rectorio que representa a 38 bancos nacionales y extranjeros que
operan en el país. Entre ellos se incluye los más representativos, co
mo el Banco de Chile, de Crédito e Inversiones, Santiago, etc. Ade
más 6 entidades financieras, es decir, casi la totalidad de las existen
tes.
2.1.2.Los gremios de medianos y pequeños empresarios
Estos se encuentran agrupados en el Consejo de la Producción el
Transporte y el Comercio.
En este caso, la afiliación está registrada básicamente en tér
minos de empresarios individuales incorporados en cada una de sus
cuatro organizaciones nacionales. El número total de socios alcanza
aproximadamente a 186 mil medianos y pequeños empresarios
(ver Cuadro N° 1).
El Consejo de la Producción, el Transporte y el Comercio se
creó en Julio de 1983. Expresa a organizaciones relativamente nue
vas de empresarios pequeños y medianos, con predominio de estos
últimos.
Su dirección máxima está centrada en un Comité Directivo in
tegrado por tres representantes de cada una de sus cuatro asociacio
nes. Rotativamente, uno de ellos tiene la representación superior.
Las cuatro organizaciones que se integran en el Consejo son: la
Confederación Nacional Unida de la Mediana y Pequeña Industria,
Servicios y Artesanado (CONUPIA); la Confederación de Producto
res Agrícolas (CPA); la Confederación Gremial del Comercio Deta
llista Establecido y de la Pequeña Industria de Chile y el Consejo Su
perior Nacional del Transporte Terrestre.
a) Confederación Nacional Unida de la Mediana y Pequeña Industria,
Servicios y Artesanado (CONUPIA)
Este organismo data de 1970 y agrupa a medianos y pequeños em
presarios industriales localizados a lo largo del país.
Está constituido por 76 Asociaciones Gremiales, con un pro
medio aproximado de afiliación de 200 empresas cada una, que ha
cen un total del orden de los 15.000 afiliados.
Además, cuenta con 4 Federaciones Regionales: Valparaíso,
Concepción y dos en el Area Metropolitana.
Las Asociaciones Gremiales del área metropolitana están agru
padas por rubros productivos, tales como: “Joyeros, Relojeros y
afines” ; “Cuero y Calzado” ; “Gráficos” ; “Maderas y Muebles” , etc.,-
en tanto que en las de provincias prima el criterio de localización so
bre el de rubros.
316
b) Confederación de Productores Agrícolas (CPA)
Existe en cuanto tal desde 1973. Su origen se remonta a fines de la
década del 60 cuando se constituyó la Confederación de Sindicatos
de Empresarios Agrícolas, la que se fusionó con la Confederación de
Pequeños Agricultores, organismo que en la práctica tuvo poca signi
ficación, dándose así nacimiento a la actual Confederación de Pro
ductores Agrícolas.
Agrupa en la actualidad a 60 Asociaciones Gremiales. Aproxi
madamente 40 de ellas conforman 6 Federaciones Regionales (Acon
cagua, O’Higgins, San Fernando, Talca, Los Angeles y Osorno). Las
20 restantes están localizadas en las demás regiones.
También agrupa a 6 “Asociaciones de Productores por rubro”
(trigo, remolacha, arroz, tabaco, leche y maíz).
Su número actual de asociados es del orden de los 20.000 pro
ductores agrícolas.
c) Confederación Gremial del Comercio Detallista Establecido y de
ia Pequeña Industria de Chile
Esta Confederación se constituyó en 1938, agrupando principalmen
te a medianos y pequeños comerciantes localizados en todo el país.
Su número de asociados alcanza en la actualidad a aproximadamen
te 120.000, integrados en 250 organizaciones de base: cámaras, nor
malmente territoriales, y asociaciones gremiales, generalmente espe
cializadas, tales como peluquerías, carnicerías, etc.
A su vez, dichas 250 organizaciones se agrupan en 12 Federa
ciones Regionales (11 regionales y una metropolitana).
Además, registra en calidad de “socios colaboradores” a las
empresas siguientes: “Cía. Chilena de Tabacos” ; “Cía. de Seguros
Aseguradora de Magallanes S.A.” ; “Transportes Progreso S.A.” ;
Productos “El Gaitero” , y “Cía. Chilena de Fósforos S.A.” .
d) Consejo Superior Nacional del Transporte Terrestre
— Confederación de Dueños de Camiones de Chile
Fue fundada en 1953 y agrupa hoy en día a alrededor de 24.000
dueños de camiones, agrupados en 84 Asociaciones Gremiales
(ex sindicatos) que constituyen la base de 7 Federaciones Regio
nales localizadas desde la IV a X Región, una metropolitana y una
en la provincia de Magallanes.
— Federación Nacional de Sindicatos de Taxistas Independientes
de Chile (FENATACH)
Esta Federación se conformó en 1943 y agrupa en la actualidad a
118 asociados de base localizados en todo el país, con un número de
asociados del orden de los 5.000 dueños de taxis.
317
— Federación Nacional de Dueños de Taxibuses de Chile
Fue fundada en 1958, estando conformada a la fecha por aproxima
damente 2.000 asociados con 3.000 vehículos, agrupados en 32 aso
ciaciones de base integradas a su vez en 8 Federaciones provinciales:
Arica, Santiago, Concepción, Temuco, etc.
— Federación Nacional de Transporte Rural, Interurbano e Inter
nacional (FENABUS)
Esta Federación fue fundada en 1966. En la actualidad su número
de asociados asciende a 1.057 empresarios con aproximadamente
3.400 buses. Los asociados se reparten en 17 asociaciones regionales
y locales y 12 Asociaciones Gremiales, correspondiendo estas últimas
a empresas de transporte interurbano principalmente, tales como
“Sol del Pacífico” ; “Ruta 68” ;Pullman Bus”, etc.
— Federación Regional de Asociaciones de Dueños de Autobuses de
la V Región
Pese a su nombre, su acción trasciende el ámbito regional pues está
conformada por dos asociaciones regionales adicionales: Antofagasta
y Concepción. Se la consideró por tanto en el mismo nivel de las or
ganizaciones antes mencionadas.
Fue fundada en 1918 y agrupa a 700 empresarios con 1.600 buses
aproximadamente, incorporados en 8 Asociaciones Gremiales.
Dentro de esta misma categoría de empresarios medianos y
pequeños, estimamos que debe ser considerado el Consorcio de So
ciedades Agrícolas del Sur, pese a su carácter regional.
Ella está compuesta, a su vez, por seis sociedades agrícolas:
“Sociedad Agrícola del Bío-Bío” (SOCOBIO); “Sociedad Agrícola
de Malleco” (SAMA); “Sociedad de Fomento Agrícola de Temuco” ;
“Sociedad Agrícola y Ganadera de Valdivia” (SAGO) y “Sociedad
Agrícola de Chile” (SACHI). Se integran también, dos asociaciones
gremiales: “Asociación Gremial de Agricultores de la Provincia de
Llanquihue” y “Organización Ganadera y Agrícola Austral”.
318
Cabe señalar que el 19/8/1982 se constituyó la “Federación de
Colegios Profesionales Universitarios'de Chile, con 16 asociaciones
de base. Su existencia fue efímera puesto que el Ministerio de Eco
nomía, Fomento y Reconstrucción canceló su personería jurídica el
9/12/1982.
CUADRO NO 1
GREMIOS EMPRESARIALES: ORGANIZACION, FUNDACION Y REPRESENTACION
CONSEJO DE LA PRODUCCION, EL
TRANSPORTE Y EL COMERCIO
1. Confederación Nacional Unida de la Mediana
y Pequeña industria. Servicios y Artesanado
(CONUPIA) 1970 15.000 35.000
2. Confederación de Productores Agrícolas
(CP A) 1973 20.000 150.000
3. Confederación Gremial del Comercio
Detallista y de la Pequeña Industria de
Chile 1938 120.000 250.000
4. Consejo Superior Nacional del Transporte
Terrestre
4.1. Confederación de Dueños de Camio
nes de Chile 1953 24.000 60.000
4.2. Federación Nacional de Sindicatos
de Taxistas Independientes de Chile
(FENATACH) 1943 5.000 40.000
4.3. Federación Nacional de Dueños de
Taxibuses de Chile 1958 2.000 2.000
4.4. Federación Nacional de Transporte
Rural, Interurbano e Internacional
(FENABUS) 1966 1.057 1.057
4.5. Federación Regional de Asociaciones
de Dueños de Autobuses de la V Re
gión 1918 700 700
TOTAL 187.757 538.757
CONSORCIO DE SOCIEDADES
AGRICOLAS DEL SUR 8
(1) Esta columna, en el ca$o de la COPROCO, entrega estimaciones provisorias en base a datos del INE. Para el C.P.T.C. recoge
información entregada por las organizaciones o citada por ellas en registros de prensa acerca del universo que correspondería
a su radio de acción. Tiene por tanto un carácter meramente ilustrativo.
(2) Incluye una amplia gama de empresas de diferente tipo y tamaño. Su único común denominador es estar asociada a alguna
de las organizaciones de la COPROCO.
319
CUADRO N« 2
GREMIOS PROFESIONALES
320
FUENTE:
Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción, Marzo 1982 (última ac
tualización enviada por los Colegios). Esta cifra no corresponde a los asociados
efectivos puesto que, de acuerdo a la ley, son miembros del respectivo Colegio
aquéllos que están al día en sus cuotas sociales. Por tanto, normalmente el nú
mero real de asociados es superior a las cifras mencionadas. Por otra parte, al
no ser obligatoria la afiliación, como lo era antiguamente, las cifras no repre
sentan el número efectivo de profesionales existentes.
(*) Cifra extraoficial, proporcionada por las propias organizaciones; corres
ponde a socios inscritos.
321
Referencias Bibliográficas y documentales
(1) En el caso de las Memorias Anuales, en algunos casos se utiliza esta deno
minación para las Cuentas Anuales de Actividades, que cumplen la misma
' función.
323
8. Confederación Nacional de Dueños de Camiones de Chile
— Memorias Anuales
— Revista El Camionero (oficial) 1972 a 1983
9.Confederación Unida de la Pequeña Industria y el Artesanado
— Revista CONUPIA 1980 a 1983
10. Consorcio Agrícola del Sur (CAS)
— Memorias Anuales 1970 a 1983
11 .Colegio de Ingenieros
— Libro Blanco de la Ingeniería Chilena 1974
— Plan de Desarrollo de la Ingeniería Chilena 1978
12. Federación Nacional de Dueños de Taxis de Chile (FENATACH)
— Memorias Anuales 1970 - 1983
13.Multigremios de la VI Región
— Declaración de Rancagua. Noviembre 1983
14.Multigremios de la X Región
— Declaración de Valdivia. Octubre 1982
— Declaración de Valdivia. Febrero 1983
— Declaración de Temuco. Diciembre 1983
— Carta de Carlos Podlech a la Opinión Pública. Diciembre 1982
15.Sociedad de Fomento Agrícola de Temuco SOFO
— Discursos Anuales de inauguración de la SOFO 1970 - 1982
16.Sociedad de Fomento Fabril (SFF)
— Memorias Anuales 1969 a 1983 Nos. 86 a la 99
— Discursos anuales del presidente al directorio 1970 a 1983
— Síntesis económicas trimestrales y anuales 1969 a 1982
— Boletín Informativo 1983
— 100 años de industria (Edición de Aniversario 1983)
\ l 7.Sociedad Nacional de Agricultura (SNA)
— Memorias Anuales 1969 a 1983
— Discursos Anuales del Presidente en FISA 1970 a 1983
— Revista El Campesino (oficial) 1970 a 1983
— Boletín Económico 1975 a 1983
— Vocero Agrícola 1976 -1983
18. Sociedad Nacional de Minería
324
— Memorias Anuales 1969 a 1983
- Boletín Minero
B. Prensa
1.E1 Mercurio. Ediciones desde el Io de Enero 1970 al 1° de Febrero
de 1984.
2. La Tercera de la Hora. Ediciones desde el Io de Enero de 1970 al
Io de Febrero de 1984.
C. Revistas
1.Ercüla, ediciones desde Enero de 1970 a Enero de 1984.
2.Qué Pasa, ediciones desde Julio de 1970 a Enero de 1984.
3 .Hoy, ediciones desde Octubre de 1977 a Enero de 1984.
4.Estrategia, ediciones de 1979 a Enero de 1984.
D. Libros
1.Campero, Guillermo: El movimiento sidical chileno en el régi
men militar. Ed. 1LET 1982.
2.Garretón, Manuel A.: El proceso político chileno. Ed. FLACSO
1983.
3.Garretón, Manuel A. y Moullian, Tomás: La Unidad Popular
y el Conflicto Político en Chile. Ed. Minga 1983.
4.Gómez, Sergio: Los empresarios Agrícolas. Stgo. Chile 1972
ICIRA.
5.Gómez, Sergio: Organizaciones rurales y estructura agraria:
Chile 1973 -1976. FLACSO 1981.
ó.Montt Balmaceda, Manuel: Organizaciones de empleadores en
Chile: reseña histórica. Universidad de Chile 1983.
7. Moullian, Tomás: Democracia y Socialismo en Chile. Ed. FLACSO
1983.
8.Quimantú Editorial: Los gremios patronales. Doc. Especiales
1971 Santiago, 1973.
E. Estudios
1.Arellano, J.P. y Cortázar, René: Del Milagro a la Crisis Estudios
CIEPLAN. NO 8, Julio 1982.
2.Consultora EFES: Algunas reflexiones sobre Chile 1983. Sep
tiembre 1983.
3.Economic and Financial Survey: El Modelo de Economía de Mer
cado Chileno. 1973.
4.Foxley, Alejandro: Experimentos neoliberales en América Latina.
Estudios CIEPLAN No 7. Marzo 1982. CIEPLAN.
325
5.Ffrench-Davis, Ricardo: Capital extranjero, corporaciones transna
cionales y desarrollo. CIEPLAN, 1978.
6.Gana, Juanita: El sector forestal en el Desarrollo del País. CED,
documentos N° 5. 1983.
7.García, Alvaro: The Political Economy of the Rise and Fall of
The Chicago Boys. Working Paper N° 38. Center o f Latín Ameri
can Studies, University of Cambrigde, U.K. 1983.
8.Garretón, Manuel A.: Transformación Social y Refundación Po
lítica. FLACSO, 1981.
9. Jarvis, L.: La agricultura chilena 1975 - 1979. Estudios CIEPLAN
N ° 6. Diciembre 1981.
10.Lahera, Eugenio: Las empresas transnacionales en Chile CEPÁL.
1980.
11.Moullian, Tomás: Fases del Desarrollo Político chileno entre
1973 y 1978. FLACSO, 1982.
12.Moullian, T. y Vergara, P.: Estado, ideología y Políticas Econó
micas en Chile, 1973 -1978. CIEPLAN, 1979.
13.Programa de Economía del Trabajo (PET): Series anuales. Indica
dores Económicos y Sociales. 1983.
14.Programa de Economía del Trabajo (PET): La crisis del modelo
económico chileno. 1983.
15.Vignolo, Carlos: El crecimiento exportador y sus perspectivas
bajo el modelo neo-liberal chileno. CED, documentos N° 2,1983.
F. Documentos oficiales
Banco Central: Indicadores Económico Sociales 1960 - 1982.
Instituto Nacional de Estadísticas:
— Anuario Estadístico 1976.
— Compendio Estadístico 1977 -1979.
— Censo Industrial 1979.
— Encuesta industrial de establecimientos 70 - 72 - 74 - 75 - 76 - 77.
— Censo Nacional de manufacturas.
Gobierno:
— Estatuto Social de la empresa. 1975.
— Mensajes Presidenciales 1974 - 1983.
ODEPLAN: Plan indicativo de Desarrollo 1976-1981.
G. Entrevistas
— Domingo Durán (CPA)
326
- Benjamín Matte (SNA)
- Manuel Valdés (SNA) (COPROCO)
- Orlando Sáenz (SFF)
- León Vilarín (CDC)
- Angel Fantuzzi (AS1MET)
327
_____________________ I