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El significado del juicio divino

Juzgar significa justificar


De acuerdo con la comprensión bíblica, «juzgar» significa «justificar», lo cual es una acción
legal que tiene un impacto impresionante en nuestras vidas. Cada vez que confesamos nuestros
pecados y somos perdonados, pasamos por el juicio escatológico de Dios que se abre paso en
nuestra vida, y somos justificados por su gracia, es decir, hemos sido declarados justos. El juicio
es la justificación: Dios, como verdadero Juez, justifica a los pecadores arrepentidos (Rom. 3: 22-
26; 5: 6-11)
22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no
hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien
Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa
de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en
este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Rom. 3: 22-26

6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir
por el bueno. 8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros. 9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos
salvos de la ira. 10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su
Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. 11 Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la
reconciliación. Rom. 5: 6-11
y somos limpiados y absueltos de toda culpa (Sal. 51: 1-2; Isa. 6: 7; Zac. 3: 4).
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades
borra mis rebeliones. 2 Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Sal. 51: 1-2
7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y
limpio tu pecado. Isa. 6: 7
4
Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras
viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala.
Zac. 3: 4

Él hace eso y puede hacerlo, ¡porque es nuestro Juez celestial! De esta manera, por ejemplo,
Abraham fue juzgado por Dios y declarado justo porque creyó en él (Gén. 15: 6); y Josué, el sumo
sacerdote, fue proclamado justo (Zac. 3: 3-5). Isaías ha declarado audazmente: «En Jehová será
justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel» (45: 25). De esta manera, juzgar significa
«limpiar» (Sal. 51: 7-10; Job 4: 17; Isa. 1: 18; Dan. 8: 14).
Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve.
8Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido.
9Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. Sal.

51: 7-10
18 Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana,

como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como
blanca lana. Isa. 1: 18

Y los pecadores justificados han de permanecer en una relación restaurada y correcta con su Señor.
Esta proclamación positiva de Dios a nuestro favor nos da plena seguridad de la salvación, nuevo
valor para vivir, trae verdadera paz y alegría festiva a nuestras vidas.
David afirma alegremente: «Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y
cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad y en cuyo
espíritu no hay engaño» (Sal. 32: 1-2). Es por eso que Pablo aclara sin ambigüedades: «Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Rom. 8: 1). Jesús también lo
asegura claramente: «De cierto, de cierto os digo, el que oye mi palabra y cree al que me envió
tiene vida eterna y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida» (Juan 5: 24).
El transgresor perdonado no entra en el juicio de condenación y no experimentará la desaprobación
de Dios.1 Ninguna de nuestras actuaciones (por nobles que sean), grandes logros o buenas obras
pueden ayudarnos a ganar el reino divino.2 ¡Recibimos la salvación como un don puro únicamente
por medio de y en Cristo! No es de extrañar que a Jesús se le diera autoridad para pronunciar el
juicio (Juan 3: 17-18; 5: 22-23, 27, 30; 6: 37-40, 44; 8: 16; 9: 39; cf. Dan. 7: 13-14),
17
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea
salvo por él. 18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado,
porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Juan 3:17,18
22
Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo… 27 y también le dio autoridad de
hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. 30 No puedo yo hacer nada por mí mismo; según
oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió, la del Padre. Juan 5:22

1
La frase clave en Juan 5: 24, «no vendrá a condenación», puede ser traducida de una manera diferente: «no vendrá
a juicio» (Traducción propia). El ambiguo término griego krisis se usa intencionalmente aquí con un doble significado
para aludir a dos términos complementarios (es decir, condenación y juicio) donde ambos son correctos. Los que creen
en Cristo no serán condenados en ningún juicio (Rom. 8: 1; 14: 10; 2 Cor. 5: 10) y no serán llevados al juicio final de
condenación de los impíos porque en ese momento los justos ya serán habitantes de la Nueva Jerusalén (véase Apoc.
20: 7-21: 4).
2
Las buenas obras tienen una triple función: 1) no son importantes para nuestra salvación pero sí para la salvación de
los demás (Mat. 5: 16; Rom. 10: 14; Gál. 5: 6; Efe. 2:10; 1 Ped. 2: 9); 2) demuestran que nuestra fe está viva porque
sin obras nuestra fe está muerta (Sant. 2: 26) y 3) revelan nuestra salvación que es un don 100% de Dios (Juan 14: 15;
1 Juan 4: 19).
39
Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada,
sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo
aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero...
44
Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día
postrero. Juan 6:39,40,44.
16
Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre.
Juan 8:16
39
Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven,
sean cegados. Juan 9:39
y toda la gloria le pertenece (Sal. 34: 2; Jer. 9: 23-24; 1 Cor. 1: 29-31; 10: 31; Col. 1: 27; Jud. 24-
25; Apoc. 5: 12-13).
En Jehová se gloriará mi alma; Lo oirán los mansos, y se alegrarán. Sal. 34: 2
24
Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme,que yo soy
Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice
Jehová. Jer. 9: 23-24
29
a fin de que nadie se jacte en su presencia. 1 Cor. 1: 29
27
a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles;
que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria… Col. 1:27

El primer juicio registrado en la Biblia es sobre Adán y Eva después de que rompieron su
relación de amor y confianza con su Creador y comieron el fruto prohibido (Gén. 3: 6). En lugar
de ser destruidos como Dios dijo inicialmente –«pero del árbol del conocimiento del bien y del
mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás» (Gén. 2: 17)–, por la gracia
divina sus vidas fueron salvadas, e incluso Dios los buscó (Gén. 3: 9). El llamado de Dios
(«¿Dónde estás?») fue una expresión de su profundo amor en busca de la humanidad y así reveló
el juicio y la gracia divina al mismo tiempo. A causa de la gracia que venía del Cordero, quien fue
inmolado antes de la creación del mundo (Apoc. 13: 8; 1 Ped. 1: 20; Efe. 1: 4), se le dio vida a
Adán y Eva. El protoevangelio anunció el amor divino a favor de los pecadores porque únicamente
Dios podía proveer una solución para nuestra situación pecaminosa y derrotar a Satanás (Gén. 3:
15). Cuando estamos en Cristo, somos hijos e hijas de Dios y herederos de su reino. En Cristo
tenemos todo (Gál. 3: 29; 4: 7; Rom. 4: 13-16; 8: 32; 1 Juan 3: 1) y podemos cubrirnos
completamente en su perdón divino.
29
Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.
Gál. 3: 29;
7
Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. Gál.
4: 7
13
Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero
del mundo, sino por la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana
resulta la fe, y anulada la promesa. 15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay
transgresión. 16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme
para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de
la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros. Rom. 4: 13-16
32
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos
dará también con él todas las cosas? Juan 8:32
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el
mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 1 Juan 3:1

George Ladd explica correctamente: «La doctrina de la justificación significa que Dios ha
pronunciado el veredicto escatológico de absolución sobre el hombre de fe en el presente, antes
del juicio final […] Así que el hombre en Cristo es realmente justo, no éticamente sino de manera
forense, en términos de su relación con Dios».3

Juzgar significa salvar


Dios salva a los creyentes de la segunda muerte,4 el pecado, la culpabilidad, el poder del mal
y les da vida eterna (Juan 1: 12; 3: 16; 10: 28; Rom. 6: 5-9, 23; 8: 1-4). El rey David primero ha
descrito un aspecto negativo del juicio divino en términos de destrucción y extinción, pero luego
subraya el juicio como salvación:
«Pero todos los pecadores serán destruidos; el porvenir de los malvados será el exterminio. La
salvación de los justos viene del Señor; él es su fortaleza en tiempos de angustia» (Sal. 37: 38-39).
Asaf subraya que el hecho de que Dios se levante para juzgar, significa que viene «para
salvar a todos los mansos de la tierra» (Sal. 76: 9). Así, estos textos bíblicos declaran
explícitamente que juzgar, para Dios, significa salvar a su pueblo. El juicio divino es salvación y
viene únicamente del Señor (Sal. 62: 1; 118: 14; Isa. 12: 2; Jon. 2: 9).
En Dios solamente está acallada mi alma; De él viene mi salvación. Sal. 62: 1
Mi fortaleza y mi cántico es JAH, Y él me ha sido por salvación. Sal. 118: 14
He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH
Jehová, quien ha sido salvación para mí. Isa. 12: 2
La salvación es de Jehová. Jon. 2: 9

Dios es el Salvador y Redentor (Deut. 32:15, 36, 43; 2 Sam. 22: 3; Job 19: 25; Sal. 18: 46;
19: 14; 43: 5; Isa. 44: 6; 48: 17; 59: 20; 63: 8-9; Jer. 14: 8; Ose. 13: 4). La palabra hebrea yasha’

3
George Eldon Ladd, A Theology of the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1974), 446.
4
La primera muerte es una muerte natural como resultado de nuestra naturaleza pecaminosa, pero la segunda muerte
es una muerte eterna como consecuencia de nuestra vida pecaminosa y la condenación de Dios en su juicio (Rom. 6:
23 “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna”; Apoc. 14: 13; 20: 6 “el que tiene parte en
la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos”).
«denota la obra salvífica de Dios a pesar de una condena que está legalmente libre de reproche».5
Cuando Dios envía su mensaje de juicio a las personas, este es un mensaje de gracia, una
oportunidad para arrepentirse; véase la experiencia de los ninivitas (Jon. 3: 6-10) o los mensajes
de Daniel a Nabucodonosor (Dan. 4: 27-33). El relato bíblico del diluvio (Gén. 6-9) es otro buen
ejemplo de salvación en medio de la actividad que tiene Dios de juzgar. Toda esta historia está
escrita en una estructura quiástica con una declaración culminante: «Entonces se acordó Dios de
Noé» (Gén. 8: 1).6 Este clímax no significa que Dios tuvo falta de memoria y de repente recuerda,
sino que intervino a favor de Noé en medio del juicio para salvarlo a él, a su familia y a los animales
en el arca. Además, Noé recibió la gracia divina (Gén. 6: 8). Es importante observar que el término
«gracia» (khen) aparece por primera vez en la Biblia en la narrativa del diluvio.
Sorprendentemente, la gracia divina que interviene en los asuntos humanos es la cúspide de la
historia, pues de ella fluyen todas las acciones salvíficas para la humanidad.
La gracia divina no era únicamente para Noé, sino también para el pueblo antediluviano.
Génesis 6: 3 revela que el Espíritu de Dios estaba contendiendo con la gente llamándola al
arrepentimiento. Sin embargo, Dios tuvo que proclamar tristemente: «No contenderá mi espíritu
con el hombre para siempre» (Gén. 6: 3). En este versículo aparece la palabra hebrea din, «juzgar»,
y los traductores están desconcertados porque no están seguros de qué hacer con este concepto.
No intentan ocultar la dificultad de este versículo y proponen varias soluciones.7
3
Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es
carne; mas serán sus días ciento veinte años. VRV1960
3
Pero el Señor dijo: «Mi espíritu no permanecerá en el ser humano para siempre, porque no es más
que un simple mortal; por eso vivirá solamente ciento veinte años». NVI
3
Y el Señor dijo: «No va a estar mi espíritu peleando siempre con el hombre, pues él no es más que
carne. Vivirá hasta ciento veinte años.» RVC.

¿En qué sentido el Espíritu del Señor ya no podía «juzgarlos»? Dios quiso justificar y salvar
al pueblo antediluviano, pero debido a su terquedad, su negativa a escuchar la palabra divina, a

5
Gerhard Kittel Y Gerhard Friedrich, ed., Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 1971), 7:977. En adelante TDNT.
6
William H. Shea, «The Structure of the Genesis Flood Narrative and Its Implications», Origins 6 (1979): 22-23.
7
Véase Francis Brown, S. R. Driver, y Charles A. Briggs. A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament
(Oxford: Clarendon Press, 1907), 192. En adelante BDB. Emil Kautzsch, ed., Gesenius’ Hebrew Grammar, trad.
Arther E. Cowley, 2da ed. (Oxford: Clarendon, 1910), 199. Para una perspectiva general de las diferentes opiniones,
véase Richard M. Davidson, «The Nature of the Human Being from the Beginning: Genesis 1-11», en “What Are
Humans Beings That You Remember Them?” Proceedings of the Third International Bible Conference Nof Ginosar
and Jerusalem, June 11-21, 2012, ed. Clinton Wahlen (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2015), 33-36.
Compárense diferentes traducciones de este versículo, por ejemplo, NVI, RVC, y RV1995.
seguir sus instrucciones, y por sus malos pensamientos, Dios no pudo juzgarlos favorablemente.
No obstante, aún en una situación tan extraña, Dios les dio 120 años de gracia adicional para que
pudieran arrepentirse y volver a él (Gén. 6: 3b). Desafortunadamente, la maravillosa gracia divina
no fue recibida generosamente, y el resultado se describe en un lenguaje que indica un estado total
de depravación humana: «Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que
todo designio de los pensamientos de su corazón solo era de continuo el mal» (Gén. 6: 5; véase
también 8: 21). Noé era un predicador de justicia para ellos (2 Ped. 2: 5), pero sus palabras y su
ejemplo de piedad no fueron tomados en serio.
Dios tenía que detener el incremento del mal, pero estuvo esperando hasta el último segundo.
Cuando Dios intervino con su juicio negativo, en realidad intervino en su gracia, porque ya no
podía seguir viendo la destrucción, la perversión, la violencia, la tortura y la explotación del mundo
antediluviano. Destruyó lo que ya había sido destruido por los mismos humanos (Gén. 6: 11-13).8
Dios, como el cirujano, ¡corta el cáncer del pecado! Si Dios no hubiese intervenido, lo más
probable es que con el tiempo la plaga del pecado hubiera invadido incluso a este fiel remanente.
La simiente prometida de Dios no habría tenido un lugar para nacer, su palabra no habría sido
cumplida (Gén. 3: 15) y la venida del Mesías habría sido obstaculizada. Así, el cáncer del pecado
habría envuelto completamente al mundo, el mal habría ganado, Satanás habría triunfado, ¡la causa
de Dios habría sido derrotada y la humanidad se habría perdido!9 ¡Sin embargo, la gracia divina
prevaleció incluso en este trágico evento (Rom. 6: 20b-21)!
El versículo más significativo con respecto al juicio salvífico de Dios está en Isaías 35: 4.
Dios instruye a Isaías para que anime a la gente: «Decid a los de corazón apocado: “¡Esforzaos,
no temáis! He aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá y os

8
En el diluvio, Dios no destruyó algo que era bueno, bello, significativo y tenía potencial para crecer. Él puso fin a la
corrupción humana y a la destrucción. El autor de la narrativa del diluvio juega con la palabra hebrea shakhat, que
tiene un doble significado: 1) «destruir» y 2) «corromper». El juego de palabras en Génesis 6: 11-13 es sorprendente
(se usa cuatro veces la palabra shakhat): ¡Dios ha destruido lo que los humanos ya habían destruido! Así, el juego de
palabras revela la reacción real de Dios a la consumación del mal. En otras palabras, en el diluvio Dios destruyó un
gran «campo de concentración» de maldad. Destruir no es su naturaleza, porque él es el Creador, Dador y Sustentador
de la vida. Sus juicios negativos son su «extraña obra» y «extraño trabajo» (Isa. 28: 21), y no le agrada la muerte de
los malvados (2 Sam. 14: 14; Eze. 18: 23, 32; 33: 11). Cuando el Señor tuvo que aniquilar a los malvados, «se
arrepintió» y «le dolió en su corazón» (Gén. 6: 6). Esto está en gran contraste con las historias extrabíblicas del diluvio
donde los dioses enojados destruyen a los seres humanos debido al bullicio que hacían (como por ejemplo, en la Épica
de Atrahasis) Juan en el libro de Apocalipsis conecta sabiamente el juicio de Dios en la segunda venida de Jesús con
Génesis 6 al señalar que Dios destruirá «a los que destruyen la tierra» (Apoc. 11: 18).
9
Según la declaración del Génesis, «Engrandezca Dios a Jafet, que habite [Elohim] en las tiendas de Sem» (Gén. 9:
27), el Mesías debe venir de la posteridad de Sem, uno de los hijos de Noé. Para un análisis detallado de este pasaje,
véase Walter C. Kaiser, Jr., The Messiah in the Old Testament (Grand Rapids: Zondervan, 1995), 42-46.
salvará”» Esta es la noticia que necesita ser predicada y difundida ampliamente.

Juzgar significa liberar


Dios, como nuestro Juez, nos libra de la condenación y de la tiranía del pecado porque él es
el verdadero Libertador (Juan 8: 32, 36; Rom. 8: 2; 2 Cor. 3: 17; Gál. 5: 1, 13). Él es el vencedor
en el gran conflicto contra Satanás (Juan 12: 31-32; 14: 30; 16: 11), por lo tanto, él es capaz de
librarnos de diferentes adicciones al pecado. Él es el Dador de la libertad. Aunque estamos en
peligro de ser esclavos del pecado (Rom. 6: 11-18), nuestro Juez nos libra del poder del maligno
(Mat. 6: 13). «A lo largo de la Biblia, aquellos que han experimentado la liberación por parte de
Dios lo hacen por medio de su juicio».10 Dios liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto, y lo
liberó por medio de su juicio contra los dioses egipcios y sobre aquellos que se asociaron con ellos
(Éxo. 3: 8; 5: 2; 6: 6; 7: 5; 12: 12). Esta liberación es aún más profunda; ser libre del pecado
significa ser sanado (Sal. 41: 4). La salvación, en última instancia, significa la liberación del poder
sobre el pecado y un completo bienestar o sanidad. La palabra griega soteria abarca este abundante
significado.11
Dios nos ayuda a entender la naturaleza de su juicio a través del libro de Jueces. ¿Cuál era
la función principal de estos jueces? ¿Condenar, castigar o destruir al pueblo de Dios? Por el
contrario, los jueces fueron enviados por Dios para liberarlos de la opresión y devastación de sus
enemigos. Fueron llamados a proteger, cuidar, salvar y liberar al pueblo de Dios de sus enemigos.
¡Estaban allí para dar y asegurar la libertad! Este libro debería llamarse el «Libro de los
libertadores». ¡El juicio para Dios es su manera de demostrar su actitud positiva hacia los
oprimidos, su venida para rescatarlos (Sal. 9: 7-10)!

Juzgar significa vindicar


Dios está siempre a nuestro favor. Como el gran Juez, él vindica a su pueblo contra las
acusaciones de Satanás, quien está contra nosotros. El salmista ha hecho bien en expresar que
«Jehová juzgará [heb. din] a su pueblo y se compadecerá de sus siervos» (Sal. 135: 14). La historia

10
James M. Hamilton, Jr., «The Glory of God in Salvation through Judgment: The Center of Biblical Theology?»
Tyndale Bulletin 57, no. 1 (2006), 62.
11
Véase TDNT, 7:965-998; Frederick W. Danker, Walter Bauer, William F. Arndt, y F. Wilbur Gingrich, Greek-
English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature. 3ra ed. (Chicago: University of Chicago
Press, 2000), 801; Ceslas Spicq, Theological Lexicon of the New Testament (Peabody, MA: Hendrickson, 1994),
3:344-357.
de Job revela esta verdad. En el tribunal celestial, Satanás acusó a Job de motivos egoístas impuros:
«¿Acaso teme Job a Dios de balde?» (Job 1: 6, 9) El término clave en esta pregunta diabólica es la
palabra hebrea khinnam («de balde»).12 En este contexto judicial, Dios está del lado de Job aunque
no pueda responder directa e inmediatamente a la acusación de Satanás, porque el acusador
únicamente puede ser derrotado por alguien que es más débil que él y no por la argumentación o
el poder de Dios. Al final, Dios logra la victoria moral cuando se revela el amor desinteresado, la
confianza y el servicio de Job. En última instancia, el amor, la verdad y la justicia de Dios
conquistan todo y prevalecen (Sal. 100: 5; 101: 1; 103: 8-11; 117; Efe. 1: 10; Fil. 2: 9-11),13 y Dios
es justo mientras justifica a los pecadores (Sal. 51: 4; Rom. 3: 4, 26).14 Esta teodicea es el corazón
de la guerra espiritual.15
Daniel 7: 22 describe el aspecto de vindicación/justificación del juicio celestial
preadvenimiento (véase Dan. 7: 9-10,13-14). El texto arameo debe traducirse con mayor precisión
de la siguiente manera: «Hasta que vino el Anciano de Días y el juicio se pronunció a favor de los
santos del Altísimo» (Traducción propia).16 ¡Qué hermosa imagen de Dios. Él está por nosotros y
nunca contra nosotros!17 Varias veces David ora: «¡Júzgame, Jehová!» (Sal. 7: 8; 26: 1; 35: 24; cf.
Sal. 43: 1).18 El contexto explica claramente que David necesita la vindicación divina de las falsas
acusaciones de sus enemigos, y muchas versiones modernas traducen como «¡Vindícame,

12
Este es un término importante en el libro de Job que ocurre cuatro veces y es expresado por diferentes personas: Job
1: 9 (Satanás), 2: 3 (Dios), 9: 17 (Job) y 22: 6 (Elifaz). Esta palabra tiene muchos significados: «sin razón», «gratis»,
«en vano», «sin propósito», «inmerecidamente», «desinteresadamente». Véase BDB, 336.
13
Muchos eruditos abogan por la unidad entre el amor y la justicia en el juicio ya que es la naturaleza misma de Dios
(Éxo. 34: 6-7). Véase, por ejemplo, James P. Danaher, «Forgiveness, Mercy and Judgment», Modern Believing 48,
no. 4 (2007): 30-39; Randall C. Zachman, «The Unity of Judgment and Love», Ex Auditu 20 (2004): 148-161.
14
Sobre cómo Dios se justifica ante las naciones, véase Ezequiel 28: 22, 25; 36: 23; 38: 16, 23; 39: 7. La frase «cuando
sea santificado en ti» únicamente se usa en Ezequiel 36: 23 y 38: 16.
15
Para un estudio más detallado del caso de Job, véase mi artículo «The God of Job and Our Adversary», JATS 15,
no. 2 (2004): 104-117.
16
Richard M. Davidson provee apoyo exegético para esta traducción, especialmente el inglés. Véase Richard M.
Davidson, Song for the Sanctuary: A Graduate Textbook on the Biblical Doctrine of the Sanctuary (Berrien Springs,
MI/Silver Spring, MD: Andrews University Press/Biblical Research Institución, de próxima publicación), capítulo 20.
La mayoría de las versiones bíblicas modernas reconocen un «dativus commodi» en el uso de la preposición hebrea le
sobre la cual una acción recae. En este contexto se ha de traducir «a favor de» los santos. Véase NVI, RVC, NTV,
NBLH.
17
Para una mayor discusión del significado positivo de Daniel 7: 22, véase el capítulo 20 de Davidson, Song for the
Sanctuary.
18
Los primeros tres de estos salmos son explícitamente davídicos, de acuerdo a su sobrescrito o encabezado. El cuarto
tiene la inscripción «Una contemplación de los hijos de Coré», pero esto puede referirse a la melodía y no a la letra.
Elena G. de White atribuye a David las palabras del Salmo 42 (y por lo tanto también el Salmo 43, que está íntegra,
estructural y temáticamente relacionado con el Salmo 42). Véase Elena G. de White, La educación (Doral, FL:
IADPA, 2009), 148. Véase Elena G. de White, Obreros evangélicos (Buenos Aires: ACES, 1997), 270; Elena G. de
White, Testimonios para la iglesia (Doral, FL: IADPA, 2007), t. 4, 526.
Señor!».19
Juan declara que Jesús silenció las acusaciones de Satanás debido a su victoria en la cruz:

«Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su


Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba
delante de nuestro Dios día y noche. Ellos lo han vencido por medio de la sangre del
Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, que menospreciaron sus vidas hasta la
muerte. Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores
de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo
que tiene poco tiempo» (Apoc. 12: 10-12).

Satanás acusa, pero Dios defiende y vindica (Zac. 3: 1-4; Dan. 12: 1; Rom. 8: 31-39; Heb.
7: 25).

19
Al parecer, solo las versiones inglesas han captado bien esta idea. Entre ellas, véase, por ejemplo, NASB, NIV,
NET. Entre las versiones españolas para los Salmos 7: 8, 26: 1 y 35: 24, están, por ejemplo, la NTV (“declárame
justo”, 7: 8); LBLA, DHH, NBLH, NVI, RVC (“Hazme justicia”, 26: 1), NTV, TLA (“Declárame inocente”, 26: 1);
NBV, NTV (“Declárame inocente”, 35: 24), RV2015 (“Hazme justicia”, 35 :24).

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