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Está claro, por tanto, que debemos partir en nuestro análisis de lo que hemos denominado
oración, en principio: un sintagma que expresa coherentemente algo:
Ambos sintagmas son oraciones, aunque de muy diverso tipo, como veremos. Son
sintagmas con un sentido completo, coherente. Ahora bien, como en el caso de los signos,
nos conviene delimitar la oración en su forma más simple, para estudiar sus características,
su composición y sus posteriores transformaciones. Por definición ya sabemos que la oración
será:
- Independiente sintácticamente.
- Pero aún podemos encontrar sintagmas con menor número de signos que tengan
independencia semántica, sintáctica y vayan enmarcados entre pausas:
«Ven».
«¡Bravo!».
«Desde luego».
«No», etc.
Lo característico de estas oraciones simples es, además de que dicen o predican algo
mediante un reducido número de signos lingüísticos, la presencia de un predicado de
naturaleza comunicativa, expresiva o apelativa. En efecto, el criterio formal más seguro para
delimitar una oración simple es la presencia real de al menos un signo que realice la función
de predicado.
«Chaval, escucha».
«Mira, ven».
y a veces, expresiva:
« ¡Hombre !».
«¡Caramba!», etc.
En estos casos, pues, aparecen sintagmas simples que funcionan con independencia
sintáctica y semántica. Cabe ante ellos dos interpretaciones: como nos hallamos fuera del
normal plano comunicativo del lenguaje, no se trata de oraciones simples: nada se predice o
comunica, sino que llamamos a alguien o expresamos algo. El análisis gramatical puede, en
estos casos, reducirse precisamente a señalar el valor expresivo o apelativo de estos
elementos. El análisis es posible cuando estos sintagmas tienen, además, alguna carga
comunicativa, en cuyo caso aparece el predicado gramatical:
«¡Lástima!».
«¡Cuidado!», etc.
De modo más simple se puede considerar el sintagma con estas características como la
expresión de un predicado cuyo sujeto es quien lo emite.
Hay algunos sintagmas que son oraciones aparentemente simples, pero que sólo se pueden
considerar tales en relación con el contexto o la situación:
-«¿Cuándo me pagarás?».
-«Mañana».
«Mañana», en este caso, reúne en apariencia todas las características de la oración simple.
En realidad su sentido es demasiado dependiente, determinado, por el contexto. No hay
inconveniente en denominar como predicado a todos estos sintagmas que aparecen
ocasionalmente formando una oración simple, porque ésta es la función que -en definitiva-
asumen (como quizá, ¿Sí?, bueno, ¿Qué?, etc.), pero cuidando siempre de señalar su carácter
contextual o situacional.
- Así pues, si hemos dicho que la lengua funciona mediante la emisión o creación de
oraciones y que éstas constan obligatoriamente de un Predicado y un Sujeto, implícito o
explícito, está claro que el proceso del habla puede resumirse genérica e inicialmente en una
regla muy sencilla: el hablante emite oraciones o sintagmas de enunciados completos y
coherentes caracterizados por su composición de S (Sujeto) y P (Predicado). Gráficamente:
1. - O ---> (S) + P