Sunteți pe pagina 1din 3

Costeños, paisas y rolos. Tres arquetipos para una radiografía de la migración en Colombia.

Afirmaba el reputado historiador Hermes Tovar que “con excepción de la inmigración española y
la introducción de negros africanos durante los siglos XVI a XVIII, el territorio colombiano no ha
sido receptor de grandes corrientes migratorias”. Lo anterior permite afirmar, no sin riesgo de
caer en esencialismos, que la población en Colombia es lo suficientemente estable y que las
culturas mantienen cierta homogeneidad a pesar del fructífero mestizaje. Lamentablemente el
desplazamiento interno del país ha sido alarmante por el conflicto interno casi centenario y por la
reciente inmigración de venezolanos, inmigración sólo superada por la de Siria. Si el tiempo lo
permite, presentaré una visión y opinión de este fenómeno, pero antes me ocupare en trazar una
descripción de los grupos poblacionales emblemáticos del país, a saber: costeños, paisas y rolos.

1. Los costeños

Ubicados en la zona norte del país, la población que denomino costeños son en su mayoría de tez
negra, herencia evidente de sus antepasados esclavos, una de las dos inmigraciones de
consideración en el país. Aunque la esclavitud ya no los determina social y económicamente, han
quedados ciertos rasgos en su carácter que merecen ser mencionados. El desparpajo, la
extroversión y espontaneidad características de este pueblo hace que sus carnavales sean de los
más pintorescos y fogosos del país. Así ciudades como Barranquilla, Sincelejo y Valledupar son
hitos para celebraciones de resonancia mundial. Lo anterior presupone un detalle no menor: nadie
baila tan bien como los costeños. Esto sin lugar a dudas se debe a la relación que el individuo tiene
con su cuerpo. Creciendo en ambientes intensamente poblados y con pocas inhibiciones y
espacios para la privacidad, el costeño -y su antepasado el esclavo- se ve sujeto a entrar
rápidamente en comunicación con los otros, donde el cuerpo es quizás el medio principal.

Sumado al baile, la costa atlántica colombiana se caracteriza por un ritmo muy particular de
música: el vallenato. Acompañado siempre por el acordeón, el juglar comunica sus hazañas y
también sus decepciones. Mencionar este ritmo sirve de pretexto para relacionar los restos de un
mestizaje ya consolidado. En el acordeón se evidencia la presencia europea, así como en la
organización estrófica de la métrica española, pero en los instrumentos se percibe el sabor caribe
en la caja o tambor de origen esclavista y la guacharaca de origen indígena. Sobra decir, que el
vallenato -como la cultura en general- ha sufrido modernizaciones que enriquecen el género.

La supresión de cualquier inhibición conlleva a prácticas poco comunes que ponen en riesgo la ya
frágil vinculación familiar. En efecto, la infidelidad está a la orden del día siempre, llegando a
extremos insospechados como la zoofilia y el incesto. Para el hombre son menos las inhibiciones
que para las mujeres, por ende el peso social que llevan éstas es mucho mayor que el de aquellos.
Así se configura una constante familiar: el predominio de la mujer como cabeza de hogar. Esto
como todo lo anterior queda en evidencia en una obra literaria de la fama de Cien años de soledad
donde es una mujer, Úrsula la que lleva la voz cantante de la sociedad. Es sobre su memoria
vidente que se tejen los amores incestuosos de Macondo que se evidencian en castigos como una
cola de cerdo para el fruto de dichas relaciones.

Al ser una cultura cercana al mar y con rica presencia de ríos, en la costa atlántica colombiana
nunca hace falta el pescado. Esto no es nada excepcional, lo que si puede resultarlo es la presencia
de preparaciones que contienen sal como el queso y el suero costeño, preparaciones que someten
la leche a procesos de degradado y salinización que se reflejan en productos únicos.

2. Los paisas

Advertíamos al inicio que sólo ha habido dos inmigraciones importantes en Colombia: la de los
esclavos y la de los españoles. Pues bien tratada superficialmente la de los esclavos, pasemos a
ocuparnos de la de los españoles. En la provincia de Antioquia se asentaron gran parte de los
colonizadores que aprovecharon las condiciones climáticas para la siembra y el establecimiento
permanente. En la zona cafetera de Colombia el clima siempre es favorable, no por nada conocen
a Medellín como la ciudad de la eterna primavera.

La distinción con respecto a la región costeña es de antaño marcada. Mientras en la costa el


latifundio o palenque fueron los centros de concentración de la población esclava, en Antioquia
los pequeños propietarios se expandieron en minifundios de carácter familiar donde la propiedad
era lo primero. No es lo mismo trabajar para la libertad que trabajar para la propiedad, ésta
presupone aquella. Los primeros moradores de esta región eran entonces individuos libres que se
trataban de igual sin caer nunca en la vulgarización que da la familiaridad ni en la formalidad que
da el desconocimiento. Esta región como ninguna se reflejó en la tierra, de allí el insoslayable
regionalismo que se percibe. Tanto así que ha sido el único Departamento, provincia o estado que
ha querido independizarse de los demás.

Paisa, que es el apocope de la palabra paisano, es el gentilicio con el que se identifica al habitante
de la región centro-occidental de Colombia. A diferencia del costeño, la principal actividad de este
pueblo era la siembra, mayormente del café. Así se disponía de varias manos para una misma
parcela, manos que empezaban desde muy niñas a ganarse el sustento en un trabajo familiar y
marcadamente jerarquizado. El patriarcado de esta región es tan imponente que los jóvenes
pronto se independizaban de la familia con miras a establecer una nueva unidad económica. La
pujanza de las civilizaciones se logra gracias a la sublevación primordial contra el padre.

Esto es paradójico. Que la parcela que da seguridad y confort genere a la vez separación y
migración familiar sólo es entendible en un patriarcado fuerte donde padre e hijo no pueden
convivir ya que el hijo pronto se quiere revestir de autoridad y la del padre aún no se encuentra en
caída como para eclipsarla. Con todo, la homogeneidad se conserva ya por el respeto debido al
padre, ya por la admiración atribuida al hijo. Esa verraquera que caracteriza al individuo lo invita a
trabajar con sus coterráneos, no en contra de ellos.

La gastronomía de esta región es mucho más variopinta. La emblemática bandeja paisa contiene
siete ingredientes tan disimiles pero tan necesarios para una dieta exigente como la es la del
agrónomo. Las fiestas son mucho más serenas y mesuradas de tal modo que no se tienen
carnavales como el de Barranquilla, sino eventos más mesurados como la Feria de las flores,
Muestras equinas y diversos reinados. Nótese como la identificación de la región con sus
productos es causa de celebración, manifestaciones que se traslucen en las composiciones
literarias como la novela de Tomás Carrasquillas Frutos de mi Tierra.

3. Los rolos

Esta población, que resulta ser la más numerosa, engloba dentro de sí una variedad de
costumbres más o menos similares. Ubicados en el centro del país y sometidos a temperaturas
bajas, los rolos son personas de carácter reservado y de formalismos exigentes. Su relación con el
cuerpo no es tan fluida como la de los costeños en parte porque el clima lo impide, en parte por la
configuración histórica misma. En efecto, los colonizadores que se adentraron hasta esta zona
encontraron tribus organizadas que pudieron ser sometidas a servidumbre, no al aniquilamiento
que afrontaron otras tribus más bélicas. El uso del “sumercé” es un rastro indeleble de esa
relación en que entraron estas primeras comunidades, lo mismo puede ser dicho del constante
uso del usted, aunque claramente, este uso ha disminuido en las generaciones recientes.

Que queden rastros de la servidumbre colonial puede ser interpretado como una consecuencia de
la escasa o nula movilidad social de esta región. Para los habitantes de la región central no había
posibilidad del cambio, llevaban internalizadas las estructuras de dominación. Y así la migración no
fue constante y espontanea como la que se evidenció en la fuga de esclavos en la costa y la
rebelión contra el padre en Antioquia. La persistencia en trabajos en el subsuelo pueda ser un
buen indicio para esto. La explotación minera y el cultivo de tubérculos son las actividades
predominantes de la región. Con todo, la esperanza del cambio permaneció constante y se
escribió en manifiestos que esperan el hombre nuevo una actitud transformadora. En este sentido
rescato la novela de Fernando Soto Aparicio La rebelión de las ratas.

En cuanto a las manifestaciones culturales, debemos advertir que estas corresponden al carácter
de los moradores. Así en el baile, se observa la predominancia de guabina y pasillo, músicas muy
tristes y contenidas, poco efusivas, que cantan con emotividad el amor imposible o la
peregrinación a alguna concentración religiosa. En cuanto a las fiestas se refieren, en el interior los
feriados suelen corresponder a un hito religioso o del patrón de un pueblo. El despliegue de
fuegos artificiales y la muestra gastronómica son las constantes de estas celebraciones.

S-ar putea să vă placă și