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Los Estados Unidos de América son un pueblo cuyo nombre cuenta parte de su propia
historia. El plural obedece a que en un primer momento fueron un conjunto de colonias
británicas que decidieron rebelarse contra la metrópoli y se constituyeron en Estados
independientes. Luego, soberanamente, decidieron unirse en una confederación. Más
adelante tomaron la decisión de disolverse como tal y vincularse por medio de una
federación.
Consideramos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados
iguales; que están dotados por el Creador de derechos inalienables, entre los cuales están
[los derechos a] la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Que para asegurar esos
derechos los hombres instituyen gobiernos que derivan sus poderes del consenso de los
gobernados. Que cuando cualquier forma de gobierno se convierte en destructiva a tales
fines, es derecho de las personas alterarla o abolirla e instituir un nuevo Gobierno, que
siente su fundación en tales principios y organice sus poderes de tal manera que sea para
ellas el más adecuado para hacer efectiva su seguridad y su felicidad.
El gobernador de este último estado alegó que la geografía y el poder favorecían al Sur, y el
senador de Massachusetts Timothy Pickerin recordó que la secesión era el principio de la
Revolución Americana. "Prefiero anticipar una nueva confederación, exenta de la
influencia deleznable y corruptora de los demócratas aristocráticos del Sur", sentenció. Las
mismas ideas, dadas la vuelta, esgrimirían posteriormente los confederados.
Massachusetts no era un caso aparte, ni mucho menos, de pasión por el autogobierno, como
queda de manifiesto en la historia del segundo banco central de los Estados Unidos, contra
el que libró una dura batalla el presidente demócrata Andrew Jackson. Los estados del
Norte le asistieron en la lucha, cargando a la referida institución con tantos impuestos como
para hacerla desaparecer de sus dominios. Así las cosas, el presidente del Tribunal
Supremo, el federalista John Marshall, emitió su célebre dictum: "The power to tax is the
power to destroy", y negó a los estados el derecho a hacer lo que estaban haciendo. Pero las
Cortes de Ohio no consideraron la opinión del Supremo más importante que la suya propia
a la hora de interpretar la Constitución y, citando expresamente las resoluciones de
Kentutky y Virginia, resolvieron que los estados tenían "igual derecho a interpretar la
Constitución por sí mismos".
Hamilton, Clay, Lincoln
La tradición política de los Estados Unidos era, pues, muy refractaria al centralismo, a
engordar el Gobierno federal. La Constitución listaba expresamente cuáles eran sus
poderes, "pocos y definidos", según explicaba James Madison en El Federalista. Ahora
bien, el poder siempre ha tenido quién le defienda y dé cobertura. En EEUU, Alexander
Hamilton concibió un sistema mercantilista que heredó y perfeccionó Henry Clay, el genio
whig de la política estadounidense, que incluso le puso nombre: Sistema Americano.
El partido whig se creó como reacción al cierre del segundo Banco de los Estados Unidos,
ordenado por Andrew Jackson, y fue en su seno que se articuló el sistema americano de
Clay, que se mantuvo fiel a dicha formación hasta el colapso de la misma, en los años 50.
Entonces, en 1856, se sumó al Partido Republicano, del que sería su primer presidente. Sus
objetivos políticos quedan claros en esta declaración de 1832 de su más fiel discípulo:
Presumo que todos saben quién soy. Soy el humilde Abraham Lincoln. Son muchos los
amigos que me han pedido que me convierta en candidato para el Congreso. Mi programa
es breve y dulce como el baile de una mujer vieja. Estoy a favor de la banca nacional, del
sistema de mejoras internas y de una aduana proteccionista .
Nació Abraham Lincoln en una familia de Kentucky "sin distinción alguna"; pero en aquel
país cualquier persona podía llegar a lo más alto en la economía o en la política, como
demostraría nuestro hombre. Se dedicó a la abogacía y se especializó en la defensa de la
pujante industria del ferrocarril. Hoy le llamaríamos "lobista", una profesión perfectamente
legítima que consiste en abogar por los intereses de un determinado colectivo. Fue el mejor
y el más destacado de los de su época; y se hizo rico, debido en parte a su elevado caché
(llegó a rechazar un sueldo inicial de 10.000 dólares) y en parte a enjuagues poco honrados,
como cuando compró terrenos en Council Bluffs (Iowa) –lejos de su zona de actuación: el
estado de Illinois– poco antes de que el Gobierno subsidiara la puesta en marcha de un
ferrocarril transcontinental con parada en... Council Bluffs.
Lincoln, un hombre del ferrocarril, defendía que el Gobierno derramara fondos públicos en
abundancia sobre esa industria y otras aledañas, como la de los canales. Ambas formaban
parte de lo que se conocía como internal improvements, o "mejoras internas", es decir, el
fomento de ciertos sectores con dinero público. Con mucho dinero público. Los estados
servían a ese propósito, pero Hamilton, Clay y Lincoln sabían que las mejoras internas
necesitaban de un Gobierno federal con recursos ingentes, y que la mejor manera de dotarle
de ellos era tirar de los impuestos y la inflación.
El de aduanas era el principal de los tributos: aportaba al Gobierno federal el 90 por ciento
de sus ingresos . Ahora bien, lo que pretendían los republicanos y el propio Lincoln iba más
allá de obtener grandes ingresos con unas tasas aduaneras altas: su objetivo era abrigar la
potente industria estadounidense, en su mayoría radicada en el Norte, con una aduana que,
más que de recaudadora, hiciera de muro proteccionista. De lo que se trataba era de alejar a
la competencia europea y hacer del Sur un cliente cautivo.
Evidentemente, el Sur era el que más padecía con esta política, que le forzaba a pagar más
caros los productos finales y los bienes de capital, que tanto necesitaba para hacer
competitiva su propia producción. El aumento de los costes no podía repercutirlo en sus
clientes internacionales, pues en un mercado de competencia internacional los precios están
dados y los márgenes son muy limitados. Además, dado que las exportaciones de los
sureños eran cuatro o cinco veces superiores a sus ventas en el interior, la salud económica
de sus clientes era muy importante, y el hecho de que británicos, franceses y demás
perdieran parte de su negocio por el proteccionismo estadounidense les perjudicó.
El de la creación de un banco central parta financiar las mejoras internas es un asunto un
poco más complejo. Thomas Jefferson, Andrew Jackson y, en general, los antifederalistas
eran partidarios de un dinero sano: ésta fue la filosofía del Partido Demócrata desde su
nacimiento. Por el contrario, los partidarios de un poder central fuerte defendían el
inflacionismo, el dinero fiduciario (es decir, no respaldado por el oro o la plata) y el
establecimiento de un banco central que les permitiera llevar a efecto sus políticas
mercantilistas y clientelistas.
Si dejamos de lado los dos primeros bancos centrales con que contó EEUU, poco
relevantes, hasta la llegada de Lincoln al poder la regulación de la banca recaía en los
estados, no en el Gobierno federal. De 1836 a 1860 la mayoría de los estados aprobaron
leyes de banca libre que permitían a los individuos poner en marcha bancos que aceptaran
depósitos y emitiesen billetes sin necesidad de obtener un permiso especial por parte del
Congreso estatal. "Los estados con banca libre imponían menos restricciones,
requerimientos y costes –informan Mark Thorton y Robert Ekelund–. Y a pesar de la falta
de regulación y de la inestabilidad inherente a la banca de reserva fraccionaria, los billetes
emitidos por la banca libre eran por lo general seguros, y pocos depositantes perdían su
dinero" . No era la base monetaria puramente metálica que querían los jeffersonianos, pero
era lo que más se le parecía. No es casualidad que esos años coincidieran con "las dos
décadas de expansión económica más significadas de la historia de los Estados Unidos, si
no del mundo" .
Rumbo a la secesión
La idea del acuerdo entre estados y el derecho de éstos a anular las leyes federales y, en
última instancia, a la secesión tenía más tradición en el Norte que en el Sur, pero éste
también creía firmemente en ella, y a ella recurrió cuando vio que se violentaban sus
intereses y derechos.
El Sur era eminentemente agrícola, y sus excedentes (grosso modo, cuatro quintos de su
producción) los exportaba al resto del país y al exterior. Ello le permitía importar los bienes
manufactureros que necesitaba pero que no podía producir competitivamente. Cosas de la
división del trabajo, que hace a las sociedades más complejas, interrelacionadas y
prósperas.
Los tres ejes de la política de Lincoln tenían efectos perversos en el Sur, y los americanos
de esas tierras lo sabían muy bien. Lo que más polémica generó fue el debate sobre los
aranceles, no en vano fue el principal problema del país desde 1824 hasta la Guerra entre
los Estados.
El arancel de 1816 fue una reacción nacionalista a la guerra de 1812... y un primer logro de
Henry Clay. En virtud de sus esfuerzos, el Congreso aprobó otro en 1824, claramente
proteccionista, que doblaba el anterior y despertó muchas protestas en el Sur. Todas las
alarmas saltaron en 1828, cuando el arancel rozó el 50 por ciento del valor de muchos
bienes manufacturados. Era el "arancel abominable", que hizo que la ira se extendiera por
el Sur como un reguero de pólvora. Los políticos del lugar veían en ello un "sistema de
robo y saqueo" que hacía a una parte del país tributaria de la otra .
El más destacado de sus detractores fue John C. Calhoun , vicepresidente con Andrew
Jackson y autor de la "Exposición y protesta de Carolina del Sur", donde defendía el
derecho de su estado natal a anular una ley federal y esgrimía los precedentes de Kentucky
y Virgina. Pero iba más allá, pues abogaba por el derecho de Carolina del Sur a la secesión.
Jackson, un defensor de los derechos de los estados, no estaba sin embargo dispuesto a
permitir la secesión y paró en seco tal movimiento.
La última victoria de Clay en este asunto fue el arancel de 1832. Las tornas empezaron a
cambiar en 1844, cuando accedió a la Casa Blanca el demócrata James Polk, que impuso
una gradual reducción de las tasas a la importación. Las políticas librecambistas tuvieron su
oportunidad hasta la llegada de Lincoln a la Presidencia.
Todo el mundo sabía cuáles eran los objetivos políticos de Lincoln, y los efectos que
tendrían en el Sur. De hecho, no recibió un solo voto en diez de los 36 estados. Fue el
primer presidente elegido sólo por una región del país. Poco después de su victoria, el 19 de
febrero de 1861, dio una conferencia en Pittsburgh, Pennsylvania, en la que dejó claro que
ningún aspecto de su programa era tan importante y urgente como la imposición de un
arancel alto. Sus palabras no tardarían en convertirse en realidad. El 2 de marzo, dos días
antes de su discurso de inauguración, se aprobó el arancel Morrill , el más alto de la historia
de los Estados Unidos.
¿Quién empezó la guerra? El primer disparo fue confederado, y tuvo por objetivo el fuerte
Sumter. "El fuerte Sumter estaba a la entrada del puerto de Charleston, ocupado por tropas
federales que apoyaban a los funcionarios de aduanas de los Estados Unidos –escribe
Charles Adams–. No fue demasiado difícil para los de Carolina del Sur hacer el primer
disparo" . Si Carolina del Sur mantuviera el control sobre el puerto de su capital, todo el
plan de Lincoln se vendría abajo, pues el Sur podría comerciar sin pagar los aranceles
impuestos desde Washington. Lincoln no lo iba a permitir.
Seamos claros: el Sur tenía todo el derecho a "cultivar la paz y el comercio con todas las
naciones", y el Norte, ninguno a impedírselo. Volvamos a Charles Adams: "La guerra
comenzó no por el elevado arancel Morrill, sino exactamente por lo opuesto: fue por los
bajos aranceles del Sur, que crearon un área de libre comercio. Esos aranceles y sus
consecuencias económicas para el Norte –consecuencias desastrosas– fueron lo que
provocó la indignación de los comerciantes del Norte, y convirtieron la apatía de éstos
hacia los estados secesionistas del Sur en un odio militante" . Ese área de libre comercio
nació con la misma Constitución confederada, mucho más liberal que la de los Estados
Unidos .
Lincoln, ¿dictador?
Hay que decir que ninguno de los quince "muy distinguidos ciudadanos" que le precedieron
en el cargo, a los cuales se refirió en su discurso inaugural, se vio en una situación tan
extrema como la que hubo de afrontar Lincoln. Pero lo cierto es que la culpa era suya, de su
política, que partía de la explotación de una parte del país. Y es igualmente cierto que podía
haber seguido otro curso. Cuando la crisis de 1807 amenazó con romper la Unión, el
presidente Jefferson hizo votos por que ésta no se produjese pero igualmente expresó sus
mejores deseos para los estados que finalmente decidieran marcharse, así como su
esperanza de que más adelante volviesen a la Unión como hermanos y amigos.
Abraham Lincoln no actuó de ese modo. Sustituyó una unión voluntaria, basada en
cuestiones prácticas como la defensa común y la prosperidad en un marco de libertades, por
una de nuevo cuño, sostenida en abstracciones e impuesta desde el Gobierno federal. Los
ideales abstractos tienen el problema de que no hay consideración práctica, como los
inconvenientes, injusticias y pérdidas de una guerra, que se les pueda oponer.
Lincoln, desde luego, no se detuvo ante nada ni ante nadie. Así, declaró formalmente la
guerra a los Estados Confederados arrogándose una prerrogativa que la Constitución
confiaba exclusivamente al Congreso. Igualmente, se atribuyó unos "poderes de guerra" no
contemplados en la Constitución y que le colocaron por encima de cualquier ley. De hecho,
desde la caída del fuerte Sumter, en abril de 1861, hasta la sesión especial del Congreso de
julio de ese mismo año actuó con un poder absoluto, encarnando los poderes legislativo,
judicial y, por supuesto, ejecutivo.
Con un desprecio total por las instituciones que le permitieron llegar a la primera
magistratura del Estado, Abraham Lincoln se saltó la Constitución y las leyes una y otra
vez. El 3 de mayo llamó a 40.000 voluntarios y ordenó que se ampliaran el Ejército y la
Armada, con lo que de nuevo usurpó poderes al Congreso. Y una semana más tarde
permitió que el Ejército suspendiera el habeas corpus, con lo que volvió a ningunear al
Legislativo.
El presidente del Tribunal Supremo, Roger Taney, emitió una opinión, en el caso Ex Parte
Merryman, en el sentido de que Lincoln no tenía autoridad para suspender el habeas
corpus. Pero éste no sólo no se echó atrás, sino que dio la orden de que se detuviese al juez
y se le encerrase en una cárcel militar .
La suspensión del habeas corpus permitió al Gobierno detener sin cargos a miles de
ciudadanos... del Norte. ¿Su crimen? Por ejemplo, cuestionar la conveniencia de la guerra,
criticar la política de Lincoln u oponerse al reclutamiento forzoso: a juicio del Ejército, se
trataba de posturas "desleales". El secretario de Estado, William Seward, llegó a crear una
policía secreta para cazar a los desafectos y enviarlos a prisión . Thomas DiLorenzo
informa de que hay acuerdo entre los historiadores de que "más de 13.000 presos políticos
fueron encarcelados en las prisiones militares de Lincoln" . La situación fue tal, que
cualquier juez que persiguiese a las autoridades federales por saltarse la ley se convertía en
un criminal. El espíritu totalitario de la nueva política llegó a límites orwellianos, como
cuando Lincoln declaró sin ambages: "No se puede malinterpretar al hombre que
permanece callado cuando se debate sobre los peligros de su Gobierno. Si no se le detiene,
estad seguros de que ayudará al enemigo. Especialmente si es ambiguo, si habla de su país
con peros y condicionales y no obstantes" . Es decir, que colocaba en las filas de los
sospechosos a quienes no le bailaban el agua. La Administración republicana cerró no
menos de 300 periódicos y censuró las comunicaciones telegráficas. Detuvo a gran parte de
los miembros electos del Congreso de Maryland sin siquiera presentar cargos contra ellos.
Apresó al alcalde de Baltimore. Confiscó propiedades y haciendas. Violó sistemáticamente
la Segunda Enmienda. Etcétera.
Un caso señero de la política dictatorial de Lincoln fue el del congresista por Ohio Clement
Vallandigham, quien respondió al discurso sobre el Estado de la Unión de aquél
denunciando todos los abusos de su Administración. Fue arrestado sin orden judicial y
enviado a una prisión militar, y luego se le entregó a las autoridades confederadas: el
objetivo era presentarlo como un agente del enemigo en vez de como lo que era, un leal
miembro de la Cámara de Representantes.
¿Fue Lincoln un dictador? No cabe duda de que lo fue durante los tres meses en que usurpó
todos los poderes y gobernó sin estar sujeto a ninguno. El único de la historia de Estados
Unidos. Pero colocarle tal etiqueta es menos importante que tener claro que para él lo
importante era su objetivo político y que estaba dispuesto a todo con tal de conseguirlo:
mentir sobre la historia del propio país, arrogarse todos los poderes, perseguir y encarcelar
a los disidentes, cerrar centenares de periódicos, actuar contra los jueces independientes y,
en última instancia, librar una guerra innecesaria e injusta.
El 16º presidente de los Estados Unidos no acabó con la esclavitud. Lo habría hecho la
historia. El capitalismo hizo retroceder esa institución milenaria porque el trabajo esclavo
no puede ser rival del libre en una sociedad capitalista , ni tiene en ella hueco. Por lo
demás, numerosos países la abolieron sin necesidad de revoluciones o guerras civiles . No
es legítimo considerar a Lincoln "el gran emancipador"; ese título ha de ser adjudicado al
capitalismo.
Tampoco es justo decir que Lincoln mantuvo la Unión. Primero, porque la desunión se
originó en su política sectaria, de la que se beneficiaban ciertas clases del Norte en abierto y
abrumador perjuicio del Sur. Y segundo, porque no era tan importante mantener la Unión
como los principios sobre los que se fundó. Como dice Richard Gamble en Rethinking
Lincoln, "en el curso de salvar la unión, él destruyó dos confederaciones: la de 1861 y la de
1789" .
Además, inició la centralización de la regulación bancaria, que acabó con el sistema de
banca libre; extendió las mejoras internas hasta niveles antes desconocidos; introdujo el
execrable impuesto sobre la renta; fue el primero en recurrir a la conscripción; se arrogó
poderes de guerra ilimitados; y su política económica fue la primera en recibir la
denominación de new deal. Sentó, pues, numerosos malos precedentes, que fueron
aprovechados por varios de sus sucesores.
Lincoln fue un revolucionario, que transformó por completo el carácter de la Unión: pasó
de ser voluntaria a impuesta.
He aquí el verdadero legado de Lincoln: acabó con un país que fue "concebido en libertad"
y alumbró otro que sólo se relaciona melancólicamente con los ideales de los Padres
Fundadores.