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Cuando un individuo sufre un asalto, presenta una serie de reacciones a nivel psicológico y fisiológico

debido a la vivencia de amenaza a la integridad personal; se experimenta el riesgo de perder la vida o


sufrir lesiones físicas. Las creencias de control y omnipotencia acerca de sí mismo y del mundo son
cuestionadas en forma dramática, generando respuestas que buscan enfrentar la sensación de
vulnerabilidad interna. Creer que las personas obtienen lo que merecen o sentir que el mundo es un lugar
seguro, son creencias que se frustran (hay pérdida de fe y sentimiento de desesperanza)3.

A esta amenaza a la integridad individual se suma la intencionalidad del agresor, lo que causa en la víctima
sentimientos de rabia e impotencia por la percepción de injusticia y desamparo, llevando muchas veces a
la idea de vengarse por lo sucedido.

Las respuestas inmediatas ante un suceso traumático serán diferentes en cada individuo y variarán según
la naturaleza y consecuencias de la agresión. En la primera etapa, o de shock, que puede durar desde
algunos minutos a días, el sistema defensivo del sujeto se activa ante el peligro, lo que puede facilitar o
entorpecer el enfrentamiento a la situación y la posterior reacción emocional. La respuesta al trauma
estará dada por la percepción de la amenaza y el significado que adquiera el hecho traumático; dicha
percepción dependerá del acontecimiento en sí mismo, como de las características de la persona4-6.

La respuesta individual dependerá también de la existencia de lesiones físicas y de la necesidad de


atención médica a causa de las lesiones. Las hospitalizaciones, tratamientos invasores y de rehabilitación
que se requieran, podrían determinar variaciones en la respuesta emocional del sujeto. La relación entre
la severidad de la lesión y los síntomas postraumáticos es bastante variable; se podría esperar que a mayor
gravedad de la lesión fuera mayor la percepción subjetiva de amenaza a la vida, lo cual aumentaría la
probabilidad de desarrollar alteraciones psicológicas7.

Una vez superada la etapa de shock puede aparecer una respuesta emocional que se caracteriza por
horror e indefensión. Breslau et al encontraron que 22,6% de los sujetos expuestos a un asalto
desarrollaron un Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT)8.

Los síntomas primordiales del TEPT se caracterizan por una tríada con síntomas invasores, de evitación y
de hiperalerta9. Pueden presentarse recuerdos recurrentes del hecho, pesadillas, evitación de
conversaciones, personas o lugares que evoquen el trauma, alteraciones del sueño, irritabilidad e intensa
angustia.

No todas las personas expuestas a un acontecimiento traumático desarrollan un TEPT. Diversos estudios
plantean que sólo la mitad de los sujetos presentarán síntomas característicos del TEPT10,11.

El TEPT reflejaría la mantención de la vivencia disruptiva y del impacto emocional que ha causado el asalto
en la persona. Después del asalto el paciente se enfrenta a un mundo peligroso y no es capaz de modificar
su conducta ante las contingencias externas4. No sólo está temeroso, confuso y con rabia, sino que
además, se encuentra en una vivencia constante de vulnerabilidad al revivir el acontecimiento traumático.

Una parte importante de los pacientes atendidos en el Servicio de Salud Mental del Hospital del
Trabajador de Santiago (HTS) por TEPT han sido víctimas de un asalto en el trayecto desde su trabajo al
hogar, o viceversa, siendo por esta razón acogidos por la Ley de Accidentes del Trabajo 16.74412. Cuando
ingresan al Servicio de Salud Mental son evaluados por un médico psiquiatra, quien precisa el diagnóstico,
indica el tratamiento farmacológico y, en caso de requerir psicoterapia, los deriva a una atención
psicológica.

El tratamiento psiquiátrico se fundamenta en un modelo médico con orientación psicoterapéutica de tipo


cognitivo-conductual, cuyo objetivo final es el control de los síntomas y la pronta reinserción laboral y
sociofamiliar.

Debido a las repercusiones personales, laborales y familiares que tienen estos hechos traumáticos, se
decidió estudiar el perfil clínico y evolutivo de los pacientes con la intención de detectar factores como:
sexo, lesiones físicas, características de personalidad y del tratamiento que pueden influir en la evolución,
para así poder ofrecer la terapia más adecuada.
¿Cómo se produce socialmente el miedo? ¿La ciudad es una de las causas del miedo?

¿En qué condiciones el miedo se convierte en principio urbanístico? ¿Cuál es la realidad

social del miedo en la ciudad? Con estas preguntas en mente, este ensayo propone

una discusión sobre el fenómeno de la inseguridad en un terreno marcado por la

dialéctica del miedo constituida entre imaginarios y urbanismos de la inseguridad

ciudadana.

Analizar el miedo implica, de partida, entender su significado más allá de su definición

psicológica. En este sentido, la palabra miedo dependerá del lenguaje desde donde es

enunciada y de cómo se la ha construido socialmente, lo cual puede

denominarse"imaginario del miedo"; concepto que expresa, retomando la metáfora de

Armando Silva (2004), la invención de un Dios que termina controlando a sus

creadores a través de la religión y la moral. Es decir, socialmente se construye un

imaginario del miedo que después genera conductas de la población acordes con él.

Para Silva el imaginario es un elemento constitutivo del orden social; pero no como

reflejo de la realidad, sino como parte integrante de ella en tanto define estructuras de

significación fijadas en procesos históricos y culturales concretos en los cuales la gente

da forma y sentido a su existencia.

Y bien, ¿cómo se define el miedo? La Real Academia Española define la palabra “miedo” como
una angustia, recelo o aprensión que alguien tiene por un riesgo o daño real o imaginario. Este
instinto primario, característico de todos los animales, incluyendo el ser humano, se detona de
manera natural ante la percepción de un peligro específico. Pero, ¿qué sucede cuando ese
instinto deja de ser solo un reflejo y se convierte en una sensación común y continua en los
habitantes de las ciudades, afectando completamente el modo de vida de esas personas? ¿Qué
fenómenos son actualmente reconocidos como aquellos que generan un riesgo? Autores como
Virilio (2012) plantean que el miedo es parte de la realidad actual del mundo entero, porque la
Tierra se está “encogiendo” y el espacio está desapareciendo al ser comprimido por el tiempo
instantáneo, es decir, recibimos cada vez con más frecuencia, bombardeos mediáticos que nos
permiten enterarnos de situaciones de peligro e inseguridad a nuestro alrededor y en todo el
planeta; y que, por lo anterior, lo único que podemos hacer, en lugar de intentar lidiar con el
miedo, es aceptarlo y buscar estrategias para administrarlo. Para Bauman (2009), la aguda y
crónica experiencia de inseguridad del mundo contemporáneo es un efecto de la convicción de
que, más allá de los esfuerzos, es imposible obtener una seguridad completa, principalmente en
un contexto en que las certezas y las formas de protección de la “modernidad sólida” se quedan
diluidas, y la solidaridad social es destruida por el individualismo y la competencia. Cuando esto
ocurre, los individuos experimentan una sensación de abandono. En este contexto, en el
momento en que la gente percibe que no logrará una seguridad completa, busca explicar esta
“falla” imaginando que fue causada por un acto de maldad premeditada, lo que implica la
existencia de un delincuente.
Existe o se construye, paso a paso,
la identidad de la ciudad y de sus
ciudadanos, en la medida en que
éste es un proceso histórico y
cultural. Los ciudadanos construyen
su ciudad según sus riquezas y
flaquezas, de acuerdo con sus
concepciones. Pero a su vez la
ciudad genera un cierto tipo de
ciudadano que ha nacido y ha
crecido dentro de sus calles,
escuelas, colegios, universidades,
plazas y casas, que la conforma.
Es decir, el carácter de los hombres
se imprime en la ciudad y el
carácter de ésta va definiendo el de
ellos. Por eso " la ciudad te
perseguirá" como dice el poeta
griego Constantin Kavafis
refiriéndose a la ciudad de Itaca.
La identidad de una ciudad consiste
en un conjunto de rasgos, no
meramente aparentes o formales,
que le dan un aire propio que la
identifica y la hace reconocer como
tal.

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