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Peligros y oportunidades

Yanquis desbocados en el mundo y la resistencia del pueblo


Fatima Resolucao
1. SE ABRE NUEVO CAPÍTULO
El martes 11 de septiembre de 2001 será recordado en la historia como el día que los Estados
Unidos le declaró la guerra al mundo. Al igual que el incendio del Reichstag de la Alemania
nazi1, los acontecimientos de aquel día dieron la tan anhelada oportunidad de tomar medidas
preparadas con anterioridad. George Bush, quien había estado organizando un gabinete de
guerra desde hace algún tiempo, anunció un nuevo consenso que unió a la mayoría de la clase
dominante estadounidense. El objetivo sin precedente: un mundo, un imperio.
El eje de la actual política yanqui es reestructurar las relaciones mundiales, desde los países
donde su ejército ya está asesinando o preparándose para ello, hasta el mundo entero en sí.
Deja una sombra sobre cada aspecto de la vida social, el cine y el deporte inclusive, tal y como
se vio en la obsesión política y sanguinaria de los Juegos Olímpicos de Salt Lake City.
Principalmente, esta situación representa un nuevo nivel de violencia contra las masas y
naciones oprimidas del mundo. De una forma cualitativamente nueva, el imperialismo yanqui
actúa como “el policía del mundo”, usando su poderío bélico para reforzar y organizar la
explotación globalizada a través de la intervención militar, de modo que ninguna potencia
pueda rivalizarle. Según Bush, las naciones oprimidas no tienen ningún derecho que su
gobierno esté obligado a respetar. Ha proclamado una guerra ilimitada contra todos los que “no
compartan nuestros valores”; o sea, acatar lo que el imperio yanqui dicte. Sin importar la
soberanía, ley internacional alguna ni ninguna otra restricción, el imperialismo yanqui está
despachando sus fuerzas armadas y declarando su derecho a quitar y poner gobiernos en el
tercer mundo [los países oprimidos por el imperialismo] según sean sus intereses.
La cruzada también va dirigida contra los antiguos “aliados” de los Estados Unidos. Para
estabilizar el “ambiente comercial global”, los Estados Unidos actúa en nombre de los intereses
de los países capitalistas monopolistas grandes y pequeños. Pero al mismo tiempo, aunque
hasta ahora Bush se ha cuidado de no quedar aislado, la mayoría de las potencias antes
consideradas aliados de los yanquis, han quedado relegadas a un segundo plano como
miembros de una alianza temporal, para ser consideradas amigos de “América” a condición de
que no se quedaran con la mejor parte del botín. Ahora hasta la OTAN ha quedado como mero
vestigio de su antecesor.
El peligro de esta situación para las masas del mundo es obvio. El imperialismo, mediante el
autoproclamado liderato estadounidense, tiene la disposición y mayor capacidad de intervenir
directamente donde sea que sus intereses lo requieran, por medio de una concentración de
fuerzas en una escala hasta hace poco imposible, y también por medio de una represión
interna de un modo hasta hace pocos años considerado demasiado costoso políticamente.
Aunque fundamentalmente, los imperialistas tienen en la mira a los pueblos del mundo, por el
momento principalmente buscan someter a sus antiguos lacayos y otros reaccionarios menores
que se han escapado de su control. Así, han sembrado confusión y hasta cinismo, pues lo que
ofrecen a las masas no representa ninguna opción en absoluto. En medio de la movilización del
poderío militar imperialista bajo el gobierno yanqui y la situación política actual (con la mezcla
de confusión, temor e incluso parálisis de algunas fuerzas de oposición), nos enfrentamos a un
formidable enemigo presto para ir a batalla, o al menos a las batallas que puede librar en
terreno favorable.
La lucha contra las masas revolucionarias y las guerras populares no es terreno favorable para
los imperialistas, y éstos lo saben. Por eso, los imperialistas recibieron, entusiastas, el 11 de
septiembre como una oportunidad especial. Pero, a pesar de lo que quieran, se están erigiendo
en eje de las contradicciones del mundo y uniendo a los pueblos del mundo en su contra. Una
vez más, confirman a los pueblos del mundo el principio de Mao: “el Poder nace del fusil”.
Los imperialistas yanquis están aprovechando las oportunidades de la disparidad sin
precedente de fuerzas militares en el mundo actual, pero corren peligros no menos
trascendentales. Saben que para alcanzar su sueño de un nuevo orden mundial, primero el
mundo tendrá que pasar por un gran desorden. En sus preparativos para eso, incluida su
represión de la resistencia en su “territorio nacional”, hacen una apuesta peligrosa con un dejo
de desesperación. Si no alcanzan un “dominio de todo el espectro”, como lo pone el
Pentágono, en las esferas militar, política y económica, corren el peligro de perderlo todo. A
largo o hasta a mediano plazo, no puede perdurar la hegemonía yanqui sobre los otros
imperialistas. Como un vocero francés dijo sobre las relaciones europeo-estadounidenses: “La
situación no es sostenible”. Ante todo, la campaña yanqui en pro de un nuevo orden mundial
pone en tela de juicio todas las relaciones de poder existentes, provoca trastornos, y engendra
y azuza una resistencia a nivel mundial. La espiral de estas contradicciones podría hacer que la
situación se salga del control de los imperialistas, incluso de los yanquis, y aún no se sabe
quién saldrá victorioso del caos y tormentas por venir.
2. 1989-2001: LA ECONOMÍA, POLÍTICA Y FUSILES DE LA GLOBALIZACIÓN
La política es la expresión concentrada de la economía, dijo Lenin, y la guerra es la
continuación de la política por otros medios. Los objetivos del imperialismo yanqui tratan más el
comercio y las inversiones2 en el mundo, que el derrumbe de las torres gemelas.
Desde fines del siglo 19, cuando la industria y la banca se fusionaron para formar el capitalismo
monopolista y los países ricos cayeron bajo el control de un puñado de magnates financieros,
el sistema imperialista no se ha cambiado en lo fundamental. Desde entonces, el mundo se ha
caracterizado por una aguda competencia entre monopolios rivales y países capitalistas
monopolistas, la exportación de capital en busca de ganancias fuera de los centros nacionales
del imperialismo, la división del mundo entre países imperialistas y oprimidos, el reparto del
mundo entre las grandes potencias y el afán de los países imperialistas de repartirse el mundo
a su favor. Y el más importante aspecto, a largo plazo, ha sido el surgimiento de la revolución
proletaria mundial.
Este sistema se ceba de los recursos que le arranca a un planeta mutilado y en especial a la
mano de obra de los pueblos del mundo, producto de la explotación en los países imperialistas
como de las superganancias que exprime a los países donde mantiene salarios bajos mediante
la conservación de condiciones semifeudales, economías desarticuladas, opresión nacional y la
ausencia de derechos políticos. Y es un sistema en que no se concilian la paz y las ganancias,
y los “órdenes mundiales” crecen y caen ante las pruebas de las guerras de los imperialistas
por controlar su presa y conservar su fuerza relativa constantemente cambiante.
En una palabra, es un sistema de relaciones de poder mundial basado en la fuerza.
En la “guerra fría”, entre las potencias occidentales la hegemonía yanqui no tenía rival. Había
dos bloques rivales relativamente definidos y en cada bando sólo un país podía encabezar una
guerra nuclear. Aunque a algunas potencias europeas no les agradaba ocupar el papel de socio
menor a los Estados Unidos, la única alternativa era jugar el mismo papel a la Unión Soviética,
y no se permitía ese cambio de bando3. Asimismo, casi todos los países oprimidos estaban
repartidos entre los dos bloques y el menor desafió al alineamiento provocaba férreas
reacciones. Cuando la elección de Allende en 1970 amenazaba con ampliar la influencia
soviética en América Latina, el gobierno yanqui desató un baño de sangre4.
Y, de repente, el bloque de una superpotencia se esfumó como si nada.
En esencia, la URSS ejercía un control o influencia militar sobre una buena parte del mundo
pero no tuvo suficiente capital para sacarle el máximo provecho a la situación, mientras el
imperialismo occidental no pudo exportar capital a las regiones donde no ejercía el control
político y militar (por ejemplo, la India), y debido a la necesidad de no ayudar a los satélites
soviéticos (en Europa oriental, por ejemplo), tuvo opciones económicas limitadas. La caída de
la URSS, en muchos sentidos víctima de la crisis económica que azotaba al sistema
imperialista mundial, oriente y occidente por igual, hizo venirse abajo relaciones geopolíticas
antes congeladas en grandes partes del mundo. Y con la aplicación de las nuevas tecnologías
que se habían desarrollado para librar una guerra mundial que de repente se desinfló, se
generaron nuevas oportunidades de expansión global que propiciaron una década de
prosperidad a ciertos sectores sociales y empeoraron bruscamente la miseria de miles de
millones más.
La caída de la URSS generó las condiciones políticas para un salto cualitativo de los
fenómenos económicos que ya estaban en marcha. Ahora, el capital imperialista podía penetrar
de forma más profunda los mercados del mundo, explotar la mano de obra a que antes no tenía
acceso y hacerlo con una mayor intensidad que antes. Muchas personas llamaban el proceso
“globalización”. Fue posible organizar la producción industrial y distribución a un nuevo nivel en
el mundo; el capital financiero empezó a cruzar fronteras a un ritmo y volumen sin precedente;
y hasta fue posible coordinar programas macroeconómicos entre las potencias imperialistas e
imponerlos sobre los países dependientes de ellas. En apariencia, Indonesia, Corea del Sur,
Tailandia y otros países del sur de Asia, los llamados “milagros” del desarrollo mundial de los
años 1990, tenían su propia industria y economía independientes, pero cuando el capital
financiero imperialista abandonó a esos países en busca de nuevas oportunidades
especulativas, el colapso correspondiente descubrió las relaciones subyacentes.
Desde hace mucho, la exportación de capital ha sido un elemento del sistema imperialista,
tanto formas directas como la propiedad británica del sistema ferroviario indio, las plantaciones
de caucho francesas y las minas bélgicas en El Congo, como en forma indirecta mediante
préstamos privados y públicos que sangran al pueblo trabajador de los países oprimidos y las
ganancias en forma de intereses que exprime el capital financiero extranjero a los países donde
no es propietario formal de los medios de producción. El capital imperialista ha ido más allá de
sacar materias primas y productos agrícolas; y del control indirecto de la producción para el
mercado local (mediante el fraude de la “sustitución de importaciones” en que el gobierno local
es dueño de la producción y el capital imperialista lleva la batuta y saca las ganancias), a
nuevas formas de organización de la mano de obra para el mercado global.
Con frecuencia, la exportación de capital asume la forma de inversión extranjera directa (por
ejemplo, la producción propiedad del Japón y los Estados Unidos en China). Otra forma común
es la “subcontratación”, en que “contratistas independientes” en los países oprimidos fabrican
refacciones y componentes y a veces líneas de productos, pero que dependen de la
importación de bienes de capital y financiamiento del occidente. En estos casos, el “cliente”
imperialista es rey, controla todo detalle del proceso al igual que McDonald's controla las
franquicias “independientes”. Hoy, tanto las trasnacionales grandes como las empresas
medianas y hasta algunos pequeños capitalistas occidentales pueden tener el privilegio de
explotar a hombres, mujeres y niños en los países oprimidos.
Con el advenimiento de las telecomunicaciones digitales, se crearon nuevos sectores para
canalizar las ganancias hacia el occidente. Un sector dinámico es la “contratación de servicios
comerciales”. Muchas corporaciones han formado centros de servicios para el cliente en el
exterior, plantaciones de captura de datos, parques de desarrollo de programas de
computación, etc. Así, ahora la mano de obra “de oficina” cuesta mucho menos que el anterior
nivel salarial occidental, gracias al atraso y pobreza en que están atrapados estos países,
hecho que eleva la rentabilidad de las empresas y el capital imperialista.
La prosperidad del “auge clintoniano” no se generó en Wall Street ni el valle Silicon sino en las
maquiladoras mexicanas, las fábricas de las “zonas de libre comercio” del sureste de China y la
República Dominicana, las maquiladoras de prendas de vestir de Turquía y Bangladesh y los
centros de programación de computadores de Bangalore. También se generó una mayor
polarización del proletariado en los países imperialistas, quizá de forma más dramática en los
Estados Unidos.
Por otro lado, el desarrollo globalizado ha tropezado con varios problemas interdependientes
en las esferas económica y política.
Primero, según sus leyes, la sobrevivencia del sistema capitalista depende de la mayor
intensificación y expansión de la explotación. A pesar de la prosperidad de algunos sectores y
la propaganda de “beneficios para todos” durante los años 1990, y a pesar del mayor
crecimiento y rentabilidad del sistema imperialista en general, en comparación con el período
de inicios de los años 1970 hasta la caída de la URSS, la tasa de crecimiento mundial jamás ha
alcanzado el nivel promedio de los años 1945-1975. El nivel relativamente bajo de rentabilidad
sigue siendo un fuerte obstáculo a la expansión. A fines de los años 1990, el “auge clintoniano”
no se pudo sostener sin otro salto cualitativo en la penetración de los países oprimidos.
Es más, en el caso de los Estados Unidos, como los capitalistas en general, no se trata de la
rentabilidad general del sistema sino de su propia participación en las ganancias. Los capitales
europeo y japonés presionan al estadounidense como nunca antes. En 1950, el 50% de la
producción mundial se realizaba en los Estados Unidos; en 1996, había caído a 20%. Pero, las
apariencias engañan, pues el capital estadounidense controla mucha producción en otros
países. No obstante, su fuerza económica ya no basta para arrebatar más mercados y
oportunidades de inversión a las otras potencias imperialistas. Hasta en su esfera de influencia,
América Latina, el capital estadounidense ya no ocupa una posición monopólica5.
A su vez, el proceso de la globalización ha estado generando una pujante resistencia y tumulto.
La penetración del capital imperialista desgarra sociedad tras sociedad, y socava los cimientos
económicos, políticos y sociales de los gobiernos en que descansa tal penetración. Ciertos
elementos de esta situación se manifiestan en todos los países oprimidos6. La fuerza del
capital imperialista y su derribo de las barreras del mercado han obligado a algunos países a
pasar de la autosuficiencia cerealera a la dependencia de importaciones, y en otros países, la
importación de trigo y productos de trigo ha destruido la economía campesina. En muchos
países, se están evaporando las promesas de la globalización para grandes sectores de la
clase media. Tienen MTV y cibercafés pero ninguna posibilidad de llevar la vida que ven en las
telenovelas estadounidenses y, a veces, casi ningún futuro en absoluto. Hasta las clases altas
se sienten más humilladas. Por ejemplo, para ciertos sectores de las clases altas de Arabia
Saudita la degradación nacional impuesta por los Estados Unidos es intolerable.
Al imperialismo le ha costado trabajo reemplazar a ciertos gobiernos que durante décadas han
mantenido la estabilidad para sus inversiones. Por ejemplo, Suharto, colocado en el Poder en
Indonesia por la CIA sobre los cadáveres de cientos de miles de comunistas y otras personas,
fue un eje del imperialismo yanqui en el sudeste asiático. La mayor integración de esta
economía al sistema imperialista de finanzas e inversión, que iba a constituir una fuente de
estabilidad y ganancias, provocó mayor inestabilidad. Cuando el gobierno tuvo que dimitir en
medio de motines y batallas callejeras, el gobierno yanqui lo reemplazó con otro títere, pero no
pudo volver a imponer el mismo alineamiento de clases y camarillas en que descansaba su
dominación. La caída de Mobutu en Zaire provocó problemas similares.
Rebeliones y levantamientos también recorrieron México, Argelia (en especial, en Cabilia) y
Corea del Sur. Ante la pujante resistencia de los palestinos, la estructura de dominación
imperialista por medio de Israel y sus tejemanejes con los gobiernos productores de petróleo se
han vuelto un problema que no tiene salida para los imperialistas. En América del Norte y
Europa, las protestas contra la globalización han tenido una combatividad y tamaño no vistos
en las últimas décadas.
La mayor inestabilidad y descontento, olas de resistencia y, en algunos países, lucha armada y
hasta guerra popular sacudían al mundo en víspera del 11 de septiembre. Como analizó el
Movimiento Revolucionario Internacionalista en 2000: “Si bien aún no existe la misma clase de
oleada de lucha revolucionaria a nivel mundial que atestiguamos en el pasado y que seguro
veremos de nuevo, podemos hablar con seguridad de una nueva ola de la revolución proletaria
mundial que se nos viene” (“Entrevista al Comité del MRI”, UMQG 2000/26).
Todos los imperialistas enfrentan problemas similares en diversos grados, por lo que no es tan
fácil despachar las tropas y “reprimir a los nativos”. Ante todo, no podrán hacerlo aunque
quisieran, pues tienen fuerzas armadas aptas para una guerra mundial entre imperialistas, en
particular con la URSS, y no para la clase de guerra que tienen que librar en la actualidad. Y, en
todos estos países, de maneras diferentes, existe un fuerte sentimiento de la población opuesto
a tales guerras, un legado, entre otras cosas, de las largas y fallidas guerras coloniales de los
años 1950 y 1960, en especial Vietnam.
Pero en su conjunto, ven una mayor necesidad de la intervención imperialista directa. En los
años 1990, lo hicieron so pretexto de “actividades humanitarias” y de proteger los “derechos
humanos”. En Francia, surgió la idea del “derecho de interferir”, es decir, que la soberanía
nacional de ciertos países ocupaba un lugar secundario a la importancia universal de los
derechos humanos. En la actual situación mundial, se manifestó este concepto con el
nombramiento del antiguo radical francés y ex fundador de Médicos Sin Fronteras, Bernard
Kouchner, al puesto de administrador civil de la ocupación de Kosovo por la OTAN. El mundo
anglosajón es más directo: el significado del “derecho de interferir” es lo que el poeta del
colonialismo británico, Rudyard Kipling, llamó “el deber del hombre blanco”. Hoy, se recicla esta
idea con un barniz humanitario: el doloroso deber del occidente de administrar a los países
menos afortunados. Algunos expertos hablan de la “recolonización”, sintetizada en la gira de
2002 de Tony Blair por las antiguas colonias británicas de África. Hasta el arresto de Pinochet,
líder del golpe de Estado de 1973 en Chile, se puede considerar parte de crear un ambiente en
que se podría extender la llamada superioridad moral de los países imperialistas a la
superioridad jurídica... con implicaciones militares y políticas muy reales mas sutiles7.
Al mismo tiempo, la rivalidad entre las potencias imperialistas ha sido un importante obstáculo a
la imposición de las condiciones estables de explotación que requieren; por ejemplo, el
desmantelamiento de Yugoslavia, en que Alemania, Francia, Rusia y los Estados Unidos
contendían por el botín8; las horrorosas guerras de sustitutos en Africa central, en que la
rivalidad franco-yanqui jugó un gran papel genocida; y Colombia, donde el eventual respaldo
europeo (en especial Alemania) a los guerrilleros ha obstruido la “pacificación” yanqui y su
“aseguramiento para inversiones extranjeras”. Y esta rivalidad ha dificultado la imposición de la
estabilidad política que requieren de una manera más amplia en muchos países oprimidos.
Los gobiernos de los países oprimidos juegan un papel importante en esta rivalidad, pues sus
estructuras militares y políticas son necesarias para someter al capital local y las aspiraciones
del pueblo. De las estructuras de la dominación imperialista, el Estado neocolonial es la más
fundamental. Hay pocos países hoy en que una potencia imperialista, aparte de los Estados
Unidos, pueda imponer su propio gobierno, lo que limita fuertemente las oportunidades que
tiene la potencia dominante para explotar al país y sus relaciones con los otros explotadores
imperialistas. Como dijo Lenin, en el imperialismo, no es posible dividir el mundo salvo con
relación al poderío militar relativo de las potencias que lo saquean.
3. DESARROLLO DESIGUAL
Un informe encomendado por el secretario de Defensa yanqui Rumsfeld en 2001, predice que
la mayor globalización de la inversión “aumentaría la brecha entre los que tienen y los que no”,
pero que la “sinergia estadounidense de superioridad espacial, terrestre, marítima y aérea”
podría “proteger los intereses e inversiones estadounidenses” y darle “una ventaja militar
extraordinaria”. Una ventaja contra quienes se oponen a la globalización, de un lado, y del otro,
una ventaja contra los rivales del imperialismo yanqui.
Cuando los atentados a las torres gemelas y el Pentágono, por primera vez las potencias de la
OTAN aplicaron la cláusula del tratado que estipula que un ataque contra un integrante es un
ataque contra todos. Pero cuando a partir de la invasión a Afganistán, todos los integrantes
querían meter mano en el baño de sangre, el gobierno yanqui les dijo bruscamente: “No nos
llamen; nosotros les llamaremos”. Al comienzo, rechazó las ofertas de tropas de los gobiernos
francés, alemán e italiano. Luego, puso al Reino Unido a cargo de una fuerza no-OTAN en
Kabul y se encargó del resto del país. Después, envió tropas a las Filipinas, su antigua colonia,
sin invitar a nadie a la fiesta, y declaró que el siguiente blanco era Irak, pese a la oposición a tal
guerra de parte de casi todos los integrantes de la OTAN. Se tensaron tanto las relaciones
entre los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN que el ministro de Relaciones Exteriores
alemán se quejó de que “los socios de la alianza no son satélites”, insinuando que los yanquis
trataban a la nueva Alemania unificada de la misma manera que la URSS trató antes a la RDA.
¿Se opone el ministro alemán a la guerra yanqui contra el mundo? Como sus contrapartes
europeos, la ha defendido y pujado por subirse al carro de la guerra9. Pero los países europeos
no tienen el poderío militar necesario para incidir en la cruzada yanqui y en ausencia de tal
poderío, al imperialismo yanqui no sólo no le interesan sus ofertas sino que usa su superioridad
en aras de sus propios intereses independientes y opuestos. En este contexto, los otros
imperialistas no pueden sino pagar el precio que odian, por un servicio del que no pueden
prescindir.
Ningún país puede contender con los Estados Unidos en la “proyección de fuerza”: la
capacidad de enviar tropas y armamento en forma rápida y masiva. Y esta situación abarca a
Rusia, lo que constituye un cambio importante en el mundo desde la guerra del Golfo. La
antigua URSS se ha desintegrado y cuando su base económica ya no pudo sostener su
poderío militar, éste se vino abajo. La debacle del submarino Kursk mostró cuán débil es la una
vez poderosa armada nuclear10. Cuando al inicio Alemania intentó enviar tropas a Afganistán,
salió humillada porque sus aviones de transporte no pudieron despegar debido al mal tiempo.
Tuvo que pedir prestados aviones rusos. Europa no fabrica aviones de transporte militar que
pueden competir con los aviones de transporte de largo alcance estadounidenses, y aunque
tuviera que comprárselos a Boeing, eso acabaría con el deseo de la comunidad europea de
rivalizar con la campaña yanqui de monopolizar la fabricación de grandes aviones (monopolio
de importancia militar y económica estratégica). Hasta ahora, han fracasado las tentativas de
formar una fuerza de ataque europea. Solamente Francia ha perfeccionado su capacidad de
enviar fuerzas especiales para masacrar y mangonear a países pequeños, en especial en
África11. Aparte de Rusia, solamente dos potencias, Francia e Inglaterra, tienen proyectiles y
armadas nucleares12. Hoy, Inglaterra es el único aliado yanqui de largo plazo, debido a la
“relación especial”, en que se entrelazan profundamente los capitales ingleses y
estadounidenses13. Londres está más cerca a Manhattan que a París. En el caso de Francia, a
veces descrita como lo más cercano que tiene los Estados Unidos a un rival en estos tiempos,
su único portaaviones nuclear y baluarte de su fuerza nuclear, el Charles de Gaulle, ha pasado
tanto tiempo en reparación como en alta mar.
¿Por qué debe acatar el gobierno yanqui la “política de coalición” cuando casi cuenta con un
monopolio sobre los medios para una intervención militar masiva? Su presupuesto militar es
más grande que el de todos sus potenciales rivales en conjunto; el presupuesto aumentará
15% en el siguiente año fiscal (50 mil millones de dólares, o el mayor aumento en dos décadas
y una cantidad que eclipsa los presupuestos de la mayoría de los integrantes de la OTAN). En
la conferencia sobre seguridad internacional en Munich en febrero de 2002, el secretario
general de la OTAN se quejó de que las potencias europeas corrían el riesgo de ser reducidos
a “pigmeos militares”. El International Herald Tribune publicó este intercambio: “Cuando un
integrante alemán expresó inquietudes sobre las amenazas estadounidenses a Irak, [el
funcionario estadounidense] McCain escupió: `Le diría a nuestro amigo alemán que salga y
compre unos fusiles' antes de cuestionar las intenciones o el poderío estadounidense”.
Se habla de elaborar una nueva doctrina militar en que con una combinación de poder
manufacturero absoluto (gigantes aviones de transporte de tropas, bombarderos de superlargo
alcance, helicópteros artillados y otros aviones especiales) y alta tecnología (bombas
inteligentes, misiles cruceros teledirigidos, aviones no tripulados Depredador, comunicaciones
digitales mejoradas y espionaje electrónico), pequeños grupos de tropas especiales podrían
trabajar con carne de cañón local de modo que se reduzca la necesidad de cooperar con otros
imperialistas y aún limitar la cantidad de bajas estadounidenses. Es una doctrina militar para el
combate en las antiguas colonias, y no para una guerra mundial entre imperialistas. Ninguna
potencia imperialista tiene tal poderío militar y ninguna, al menos por ahora, puede costear la
necesaria reorganización de sus fuerzas armadas que el gobierno de Bush propone realizar en
los próximos cinco años, a un costo de 250 mil millones de dólares.
Esta disparidad militar se debe en gran medida a factores históricos, en particular la división de
tareas que establecieron los integrantes de la OTAN en los años en que se preparaban para
una guerra contra el bloque soviético en Europa central, y esta disparidad no puede durar
mucho. El 3% del producto interno bruto estadounidense se destina al presupuesto militar
directo cada año (sin contar los pagos de préstamos de presupuestos anteriores, pensiones
militares, etc.), o sea, casi el doble del promedio europeo, aunque el Reino Unido y Francia no
se han quedado muy atrás y su promedio ha sido mayor en algunos años recientes. Alemania y
el Japón también están en un nuevo plan. La doctrina Bush sólo puede estimular las iniciativas
militares de Europa y el Japón. Hace poco, el presidente francés Chirac llamó a Europa a
desarrollar su propio sistema de localización terrestre satelital, Galileo, a un enorme costo, para
no tener que depender de los Estados Unidos en un conflicto militar y correr el peligro de
convertirse en “vasallos” estadounidenses. Alemania, renuente al inicio, decidió apoyar el plan.
La fuerza económica de Europa es casi igual a la estadounidense y por ello la actual disparidad
militar no necesariamente seguirá indefinidamente. Pero, hoy, existe tal disparidad. Por eso, el
imperialismo yanqui tuvo que actuar, si no en un día cualquiera de septiembre, al menos
pronto.
4. DE SUPERPOTENCIA A POTENCIA ÚNICA
Varios halcones, hoy anidados firmemente en el gabinete de Bush, comenzaron a proponer
teorías acerca de un nuevo orden mundial a inicios de los años 1990. Sostenían principalmente
que la rendición de su principal rival, la URSS, ocurrió con tanta facilidad que el gobierno no
cumplió la otra parte de lo que tenía que hacer: deshacerse de los compromisos con sus
aliados y apoderarse del mundo entero.
En 1992, Paul Wolfowitz, ahora brazo derecho de Rumsfeld, y L. Lewis Libby, ahora asesor de
seguridad nacional del vicepresidente Cheney, redactaron un informe para el Pentágono
titulado “Pautas para la política de defensa 1992-1994”. El documento recomienda “impedir que
cualquier `potencia hostil domine las regiones' cuyos recursos le permitirían obtener una
posición de gran potencia, desanimar los planes de los países industriales avanzados de
desafiar el liderato estadounidense o trastornar el orden económico y político establecido, y
prevenir el surgimiento de cualquier competidor global potencial”14. Inventó la frase
“dominación benigna”, o sea, hacia los otros imperialistas.
Si bien redactaron el informe poco después de la guerra contra Irak y poco después de la caída
de la URSS, no se pudo ni se necesitó alcanzar esas metas en la misma forma que se puede y
se necesita hoy, debido a los factores mencionados: la mayor disminución de la fuerza de
Rusia, de un lado, y la mayor urgencia de intervenir en los países oprimidos y las
contradicciones entre las potencias imperialistas, del otro. Pero, hoy se cuenta con una política
unificada de la clase dominante yanqui, al menos por ahora. El nombramiento de sus autores a
altos puestos en el gabinete de Bush, en que militares o expertos militares civiles y “de
seguridad nacional” afiliados con esta propuesta ocupan puestos importantes, comprueba la
adopción consciente de esta nueva doctrina.
La advertencia de Bush de que “están con nosotros o están en contra” se dirige a “enemigos” y
ex “amigos” por igual. Un “funcionario del gobierno” estadounidense anónimo dio esta
interpretación de las palabras del general Colin Powell sobre las dudas de algunos ex aliados
suyos acerca de una invasión a Irak: “En cierto momento, los europeos, muy nerviosos,
muchos de los cuales sí querían vernos entrar a Afganistán, verán que tienen dos opciones.
Pueden subirse al carro o apearse”15. Apearse quiere decir quitarse del camino yanqui o dejar
el mundo. Tras la caída del bloque soviético, se hablaba mucho de un mundo multipolar. Bush
propone uno unipolar.
Desde la Alemania nazi, no ha habido una campaña tan abierta por la hegemonía mundial. O
tal vez sería apropiado decir que no desde el fin de la II Guerra Mundial, cuando el imperialismo
yanqui comenzó a inmiscuirse en las colonias de sus enemigos (Alemania y Japón) y de sus
aliados (Inglaterra y Francia). Pero, entonces, se topó con el bloque socialista encabezado por
la Unión Soviética, un formidable contrincante que más tarde se convertiría mediante la
contrarrevolución en un rival socialimperialista (socialista de nombre, imperialista en los
hechos) de la misma estatura del imperialismo yanqui.
El gobierno yanqui comenzó a deshacerse de sus compromisos con otros países mucho antes
del 11 de septiembre, rechazando casi todo tratado y convención internacional imaginable.
Basta recordar que la decisión de Bush de retirarse del acuerdo de Kioto de 1997 fue uno de
sus primeros mensajes a un mundo incrédulo: No permitiría ninguna limitación a su sagrado
derecho de contaminar. También era un mensaje ideológico: nada es más importante que la
ganancia y el gobierno estadounidense tiene tanto desprecio por el planeta como por sus
habitantes. Un suceso igualmente asombroso ocurrió cuando el gobierno yanqui se negó a
apoyar un pacto internacional contra el lavado de dinero y la evasión de impuestos. Luego,
salió a la luz el porqué: el escándalo Enron reveló lo importante en que se han convertido para
el funcionamiento de las trasnacionales los bancos de los “paraísos fiscales”. Incluso antes de
Bush, los yanquis habían rechazado tratados internacionales contra el desarrollo de armas
biológicas; amenazan con destruir a Irak a fin de obligar a Saddam Hussein a aceptar la
entrada de inspectores internacionales de guerra biológica, mientras prohíben inspecciones en
su propio territorio. También rechazaron una convención que hubiera hecho de la Corte Mundial
una institución permanente, a pesar de que la aprobó para el juicio de Milosevic. Objetaron que
semejante tratado significaría que algún día sus propios soldados u oficiales podrían ser
condenados por crímenes de guerra, y por lo tanto pidieron su abolición.
La administración bin Bush descartó el camino emprendido por Bush padre y Clinton en materia
de armas nucleares, por lo que en lugar de destruir misiles en una cantidad igual a la destruida
por Rusia, los pondrá “a salvo” e incrementará el presupuesto para el desarrollo de nuevas
armas nucleares. Hasta propone reanudar las pruebas nucleares para su perfeccionamiento.
La clase dominante yanqui también ha ratificado otro proyecto de Bush: reanudar el plan de
Reagan de un sistema antimísiles. A diferencia de sus predecesores, Putin ha aceptado esto
sin protestar, a pesar de la oposición de los gobiernos de la Unión Europea. El nuevo pretexto
estadounidense es “el peligro que representan la antigua Unión Soviética y los Estados
`canallas'”. Hoy, ningún Estado se atrevería a iniciar un ataque nuclear contra los Estados
Unidos. Durante la guerra del Golfo, por temor a las consecuencias, Saddam Hussein no se
atrevió a utilizar su supuesto armamento químico contra Israel, un país mucho menos
peligroso. (Con frecuencia, el gobierno estadounidense justifica un escudo antimísiles
señalando a Saddam Hussein.) Al retener miles de misiles y construir un escudo antimísiles
capaz de derribar un número limitado de proyectiles, el imperio yanqui apunta a neutralizar
cualquier intento de las potencias menores de usar armas nucleares para resistir una invasión
convencional y de esta forma poder lanzar un primer ataque sin temor a un contraataque16.
En pocas palabras, el imperialismo yanqui ha proclamado descaradamente que hará lo que sea
necesario para proteger sus intereses. Un ayudante de Powell dijo que en el caso de los
Estados Unidos: “Las leyes internacionales no existen”. Un experto lo ha denominado “la
desregulación del mercado internacional de la violencia”, y al igual que la desregulación del
comercio mundial (por ejemplo, el acero), el objetivo es liberar los intereses yanquis de
cualquier obstáculo, sin que esto signifique que alguien más sea libre de hacer lo mismo contra
los intereses yanquis.
La ley internacional significa ley imperialista: acuerdos pactados por los gobiernos de los países
más poderosos para proteger sus intereses comunes a expensas de los demás. Y los Estados
Unidos, como cualquier otro país imperialista, nunca ha reconocido las leyes internacionales
cuando entran en conflicto con sus intereses. Tal es el caso de la invasión de Bush padre a
Panamá en 1989. Puso a Noriega y lo quitó mediante su ejército cuando así lo quiso. Sin
embargo, dio la apariencia de respetar las leyes internacionales aunque en realidad se burló de
ellas. Por ejemplo, Noriega fue tratado como prisionero de guerra y aún hoy sigue en prisión de
acuerdo al Tratado de Ginebra. Los prisioneros de Bush hijo en la base naval yanqui de
Guantánamo, Cuba, reciben un trato jurídico y humano distinto. Se ha obstinado tanto en
rechazar las leyes internacionales, que cuando la Corte de Derechos Humanos de Bosnia
(establecida a instancias del occidente) ordenó la liberación de seis hombres mesoorientales
por falta de evidencia (acusados de planear un ataque contra la embajada estadounidense en
Sarajevo), soldados yanquis los secuestraron (con la probable complicidad del gobierno bosnio)
y los llevaron a Guantánamo. Ahí están con prisioneros franceses, británicos y de otras
nacionalidades, y las solicitudes de sus países para jurisdicción o hasta acceso, han sido
negadas.
El gobierno yanqui admite que los prisioneros en Guantánamo son sometidos a interrogatorios
severos, manipulación psicológica (privación sensorial y aislamiento tal, que hasta han dicho no
saber dónde están) y otras formas de trato que se supone que los prisioneros de guerra no
deben sufrir. Ya que la prensa estadounidense y europea ha defendido la tortura, no es difícil
imaginar lo que pasa en una isla cerrada a la prensa y observadores internacionales. (Cuando
surgieron protestas, la Cruz Roja investigó y redactó un informe secreto, únicamente para el
gobierno yanqui.) Por equivocación o arrogancia, el Pentágono divulgó la foto de los prisioneros
esposados con los ojos y oídos tapados. ¿Por qué Bush está tan decidido a que no sean
reconocidos como prisioneros de guerra bajo el Tratado de Ginebra, a pesar de las protestas
en el mundo y de que, según él, es “un asunto de abogados” que no tendría importancia en los
hechos? “Para preservar la flexibilidad”, dijo un ayudante de Bush.
“Flexibilidad” en todo es exactamente lo que quiere el gobierno estadounidense. Quiere que el
mundo sepa que hará lo que quiera a quien sea que quiera y punto, y que siempre habrá
espacio en Guantánamo para todo aquél que no esté de acuerdo.
Guantánamo no sólo es un campo de concentración para prisioneros de Afganistán, es un
símbolo de lo que el imperialismo yanqui tiene deparado para todo aquél que se cruce en su
camino. Sin embargo, reconoce implícitamente la división del mundo en naciones opresoras y
oprimidas; y no se propone, al menos por ahora, hacer lo mismo a Chirac de Francia. La
existencia misma de Guantánamo es una amenaza y una advertencia: “únanse al plan o
quítense”.
Esta nueva unilateralidad no significa que intente actuar solo. Bush ha prestado mucha
atención a formar coaliciones bajo su liderazgo. Siempre habrá cooperación entre los
imperialistas cuando esto sirva a sus intereses comunes; incluso ahora los soldados franceses
están trabajando junto a los soldados yanquis en la construcción de una base aérea
permanente en Kirguizistán. Pero en la medida de lo posible (y esto podría ser muy discutible),
el imperialismo yanqui tiene la intención de actuar rápida y decisivamente sin lograr consenso
alguno, imponiendo sus decisiones en los hechos para dejar refunfuñar a los demás, sin
ataduras de tratado alguno con sus aliados, confiado en su propia soberanía y despreciando la
de otros países (especialmente la de los países oprimidos). Wolfowitz explica: “No habrá una
coalición única sino diferentes coaliciones para diferentes misiones”, en que el gobierno
estadounidense espera trabajar principalmente con “fuerzas locales” (o sea, ejércitos títeres),
no con “socios” y rivales.
Sus aliados más cercanos son ahora los imperialistas subalternos, que reconocen su propia
debilidad y así le entran al plan unipolar. Rusia nunca estuvo tan dócil al imperialismo yanqui
como lo ha estado desde el 11 de septiembre. Vladimir Putin se convirtió en el “mejor amigo” de
Bush mediante amenazas y señuelos, como la idea, o al menos la esperanza, de que el
gobierno estadounidense dejara el movimiento de independencia de Chechenia que Rusia ve
como parte de una campaña para dividir ese Estado en pequeños pedazos. Putin apoyó la
invasión a Afganistán y le dijo a su “mejor amigo” que no se opondría a un ataque yanqui a Irak,
siendo alguna vez ambos países objetivos de la rapaz ambición rusa. En un acto inesperado,
accedió a que la OTAN se extendiera hasta las actuales fronteras de Rusia, abarcando los
Estados bálticos que pertenecieron a la URSS hace una década, y aceptó que el gobierno
estadounidense construyera 13 bases nuevas y apostara tropas permanentes en lo que fue la
Asia central soviética. Incluso dio su aval para la actual incursión yanqui a Georgia, ex territorio
de la URSS y al menos hasta ahora, apuntalado por los Estados Unidos y Turquía como peón
militar contra Rusia. Esto no necesariamente significa que toda la clase dominante de Rusia
comparta la interpretación de sus intereses por parte de Putin, y seguramente los intereses del
imperialismo ruso entrarán en un conflicto agudo con los estadounidenses.
5. LA GEOPOLÍTICA DEL APOCALIPSIS
La lista de los países a atacar, o al menos amenazar, que tiene Bush, es muy ilustrativa. Por
descabellado que sea, es un plan bien pensado (y con amplio apoyo de la clase dominante
estadounidense) para hacer del mundo un lugar seguro para el saqueo imperialista yanqui. Por
ejemplo, tras una larga disputa entre las diferentes potencias con influencia en Afganistán para
poner un gobierno interino, el imperialismo yanqui descartó a la Alianza del Norte (que llevó la
mayor parte de los combates contra los talibanes) por considerarla demasiado amigable con
sus rivales, y puso a Hamed Karzai, un antiguo asesor de la compañía Unocal de California,
cuyos propuestos oleoductos son lo único que vale la pena en el país, según los intereses
occidentales. (El enviado especial yanqui, Zalmy Khalilzad, también estuvo en la nómina de
Unocal.)
O veamos a Irak: al principio, algunos comentaristas no creían que Bush pelearía una guerra
tan repugnante para sus antiguos aliados de la guerra del Golfo. El contraste entre la
insistencia de Bush y su oposición ha sido tan impresionante que un comentarista ha resaltado
que Europa “al parecer estuvo tentada a considerar el problema de Irak como parte de la
hegemonía estadounidense en la política del mundo, y no de la brutalidad y traición de
Saddam”. De hecho es un balance acertado de lo que está en juego17. Henry Kissinger –
antiguo socio de Rumsfeld en el gobierno de Nixon– escribió hace poco: “En el caso de Irak, no
se trata del ataque terrorista a los Estados Unidos. El reto de Irak es esencialmente
geopolítico”.
A pesar de la cruzada yanqui contra Irak, Francia, Alemania, Inglaterra y Rusia han estado
haciendo negocios con el gobierno iraquí. Casi todo el mundo (hasta compañías
estadounidenses) ha mantenido relaciones comerciales con ese país durante años. (El
vicepresidente Cheney, en sus días de mozo del petróleo, trató de aventajar a los europeos en
negocios con Saddam.) Desde que Bush padre suspendió antes de tiempo la guerra contra
Irak, al darse cuenta de que el derrocamiento de Saddam provocaría el desmembramiento de
Irak y por ende la desestabilización para los intereses estadounidenses en la región, el régimen
ha sido símbolo de los límites del poderío yanqui. Esto parece ser lo que Bush quiere superar:
quiere demostrar de forma convincente que los cambios durante la década pasada y la postura
que ha adoptado el gobierno estadounidense sobre esa base, significan que esos límites ya no
son válidos18.
La decisión de Bush de agregar Irán al “eje del mal” en enero de 2002, desconcertó a muchos
observadores, pues las recientes concesiones iraníes al gobierno yanqui incluían un acuerdo
secreto para rescatar pilotos yanquis derribados, cooperación para intermediar el gobierno
“interino” en Afganistán y permiso para descargar suministros yanquis para Afganistán en
puertos iraníes19. Al parecer, los mullas no quisieron rebajarse lo suficiente ante Bush, pues
éste pidió más y de todas formas amenazó con derrocar el régimen. Pero como ha aceptado
cierto nivel de inversión de Francia, Alemania y otros países europeos, el gobierno iraní ha
podido conservar una posición no tan sumisa hacia el imperialismo yanqui. Un país que vive de
la venta del petróleo necesita al menos una Francia que lo explote. Ser lacayo político y ser
lacayo económico de los Estados Unidos son dos caras de la misma moneda. La amenaza de
enviar tropas yanquis a Irak parece haberlo apurado a ceder más hacia los Estados Unidos,
reprimiendo a las fuerzas afganistaníes en Irán opuestas al gobierno bushiano de Afganistán y
hostigando a los extranjeros (entre ellos, estadounidenses), que desagradaban a Washington.
Hace poco, Irán dio a entender que permitiría al Consejo Nacional Iraquí (patrocinado por el
gobierno yanqui y supuestamente la elección de éste para reemplazar a Saddam) abrir oficinas
en Teherán, la capital iraní y transmitir llamados a derrocar a Saddam desde territorio iraní, lo
cual no es algo que se espere de un gobierno integrante de un “eje” con Irak. El plan yanqui
para invadir a Irak le permitiría doblegar al actual régimen de Irán a su antojo, o insistir en una
ruptura entre los sucesores de Jomeini y lo que considera un gobierno aceptable. En ambos
casos, usará la fuerza para imponer los cambios que quiere.
Otra pieza del rompecabezas es el envío de tropas yanquis a Yemen, el cual en sí no es de
importancia para los Estados Unidos, sino únicamente en cuanto le sirve de base naval en esa
zona para cumplir su objetivo de convertir el Golfo en un su propio lago.
La importancia estratégica del Golfo reside en el petróleo, pero no se trata sólo de dinero. El
citado informe de Wolfowitz-Libby le hace eco a las observaciones de Lenin sobre la
importancia del petróleo durante la I Guerra Mundial: los imperialistas consideran el petróleo
como un recurso estratégico no sólo para su propio beneficio sino para negárselo a sus rivales.
Hoy, Europa, y sobre todo Japón, dependen más del petróleo del Medio Oriente que los
Estados Unidos. De mayor importancia que las enormes ganancias es el hecho de que quien
controle estas fuentes de petróleo en los hechos tiene controladas las economías europeas y
japonesa.
Llama la atención que las Filipinas fuera el segundo país en ser invadido por los Estados
Unidos, después de Afganistán en octubre de 2001, y a gran escala (cerca de 900 tropas
yanquis, 650 de ellas fuerzas de combate; algunas han patrullado al campo junto con las tropas
filipinas).
El imperialismo yanqui hizo de las Filipinas una colonia, sacando provecho de una rebelión
popular contra la dominación española20. Se ha dicho que el ejército estadounidense adoptó el
revólver semiautomático .45 porque los combatientes filipinos resistían tan férreamente que no
era posible detenerlos con balas pequeñas. Las islas llegaron a ser una avanzada militar
importante del imperialismo yanqui en el Pacífico, tal y como se vio en las batallas estratégicas
durante la II Guerra Mundial. Después de la guerra, el imperialismo yanqui tuvo que dejar el
control político directo pero mantuvo el control político y económico indirecto. Y, tuvo en su base
naval de la bahía Subic su eje en el Pacífico, hasta que optó por abandonarla tras un
levantamiento popular y la caída de la dictadura de Marcos proyanqui en los años 1980. La
rebelión de las masas musulmanas oprimidas del sur de las Filipinas ha sido hace años un
fuerte obstáculo para los gobiernos lacayos del imperialismo yanqui, pero los ataques de éste
no apuntan únicamente a las plazas fuertes musulmanas en la isla Sulú. En vuelos sobre el
norte de Luzón, al otro lado del archipiélago, las tropas yanquis han intercambiado fuego con
las tropas del Nuevo Ejército Popular dirigido por el Partido Comunista de las Filipinas. Es obvio
que el gobierno estadounidense busca reforzar el control sobre su antigua colonia, y que sus
planes no se limitan a las Filipinas, ya que también está negociando el derecho de acceso a la
vasta base naval de Cam Ranh en Vietnam, la cual construyó durante su fallida guerra por
conquistar el sudeste de Asia. Rusia está a punto de abandonar la base por incosteable.
La inclusión de Corea del Norte en el “eje del mal” de Bush es difícil de entender, ya que
durante años ha tratado desesperadamente de complacer al gobierno yanqui. Clinton dice que
estuvo a punto de aceptar su capitulación al cierre de su mandato en diciembre de 2000. Hace
unos años, Corea del Norte suspendió unilateralmente las pruebas de misiles de las que se
queja Bush. Al cierre de esta edición, no está claro si Bush hará la guerra ahí o no, pero desde
que entró en funciones, ha puesto en claro que está renuente a dejar que Corea del Norte haga
las paces. De nuevo, podemos ver que la propaganda acerca de su ruptura con la política de
Clinton encierra cierto simbolismo político. Sin embargo, lo más importante no es Corea del
Norte sino las 37.000 tropas que mantiene estacionadas en Corea del Sur. El mantenimiento de
una situación militar movediza en la península es un importante factor que usa para intimidar a
China, la cual Bush espera incorporar más firmemente a su órbita y a Japón, país cuya
explotación de Corea es la esencia de su existencia imperialista.
Otros países donde el imperialismo yanqui ya tiene apostadas fuerzas armadas o donde
sopesa entrometerse son: Colombia, Yemen, Indonesia (adonde tal vez envíe asesores) y
hasta Argelia (ha comenzado a suministrar equipo militar al gobierno de Argelia, lo cual es una
provocación en el patio trasero de Francia, donde hasta ahora ha tenido contacto
principalmente con los “terroristas” islámicos fundamentalistas). En todos estos sucesos,
podemos ver que desde hace mucho el gobierno estadounidense ha considerado que sus
intereses políticos y económicos estratégicos requieren intervención militar, y también podemos
ver la necesidad que existe tras la demencia de Bush.
6. UNA GUERRA JUSTO A TIEMPO
La relación entre la política y la economía es compleja y dinámica. La situación mundial actual
tiene sus raíces en el “gigantesco progreso de la socialización de la producción” y su
contradicción con la apropiación privada, tal y como señaló Lenin hace un siglo, cuando llamó
al imperialismo la antesala de un nuevo sistema de cooperación global que surgiría vía la
revolución proletaria. Las convulsiones económicas que impulsan a los imperialistas (crisis,
rivalidades y leyes de expandirse o morir), al igual que la lucha del proletariado internacional y
sus aliados, tienen sus orígenes en esa contradicción. Estas clases dominantes son los
representantes de las necesidades del capital imperialista y no simplemente toman las
decisiones políticas a voluntad. Pero, las nuevas políticas han surgido de la compenetración de
estas necesidades y de las políticas imperialistas.
Hay mucha evidencia de que la administración Bush entró en funciones en busca de algo como
el 11 de septiembre, una oportunidad para cambiar el curso militar, político y social en el que
estaba el imperialismo yanqui. En una entrevista citada en el Washington Post del 29 de enero
de 2002, Bush dijo: “Creo que en otros países, tienen una imagen de que en nuestro país,
somos muy materialistas, sin valores, y que cuando somos atacados no nos defendemos”. En
el mismo reportaje, Rumsfeld cuenta que cuando Bush le hizo una entrevista para el puesto de
secretario de Defensa (que llegó a ocupar el rol principal en el gabinete de Bush), éste criticó a
Clinton por haber seguido una política de “retirada reactiva” cada vez que una intervención
militar yanqui entraba en apuros, tal y como pasó en la derrota a manos de las milicias locales
de Somalia. Rumsfeld respondió que el poderío estadounidense necesitaba “disciplinar al
mundo”. “No le dejé ninguna duda de que, cuando algo pase, yo estaré presionándolo para
inclinarse hacia adelante, no hacia atrás y que quería que él lo supiera. Y Bush dijo, sin titubear,
que eso es lo que él haría y que teníamos una forma de pensar en común”. Eso es
exactamente lo que hizo Bush: “inclinarse hacia adelante” para aprovechar la primera buena
oportunidad de guerra que se presentara. Desde luego, las cartas ya estaban echadas cuando
Bush fue escogido para presidente.
El régimen talibán surgió en medio de la porquería y suciedad del maniobreo imperialista para
controlar los oleoductos y gasoductos en Asia central. Los imperialistas yanquis le dieron luz
verde a Pakistán para colocar en el Poder a los talibanes en 1996, ya que creyeron que eso
traería la estabilidad política necesaria para que la corporación Unocal construyera un
oleoducto de Turkmenistán a Pakistán vía Afganistán, asegurando el control yanqui sobre el
petróleo proveniente de las antiguas repúblicas soviéticas. Al apoyo a los talibanes lo
acompañaron las estrechas relaciones militares que el gobierno estadounidense desarrollaba
con la mayoría de los países de Asia central. La opresión medieval de las mujeres no fue
obstáculo alguno, especialmente porque encajaba con el programa defendido por los
fundamentalistas cristianos estadounidenses, muy respetados en los círculos de Bush. Por otra
parte, el gobierno yanqui vio tanta utilidad potencial en el régimen talibán, que por un tiempo el
departamento de Estado bloqueó la investigación del FBI a Osama bin Laden por el bombazo
al buque Cole en Yemen, debido a que esperaba persuadir al gobierno talibán que lo entregara
sin agitar sus relaciones mutuas. (El jefe de la investigación del FBI, que renunció en protesta,
se convirtió en el jefe de seguridad de las torres gemelas de Nueva York, donde mordió el
polvo.) Las negociaciones entre el gobierno estadounidense y los talibanes continuaron hasta
julio de 2001. El diario francés Le Figaro dijo que el jefe local de la CIA tuvo un encuentro con
bin Laden, mientras éste era tratado en el Hospital Americano en Dubay ese mes21.
Tales negociaciones fueron interrumpidas en agosto de 2001, pues parece que el gobierno
yanqui se fastidió y ya estaba buscando pelea en Afganistán. De una u otra forma, lo consiguió.
¿Quién disparó primero? Eso no importa. Tal como el apoyo al régimen talibán, la invasión a
Afganistán tiene como propósito establecer un régimen semifeudal, patriarcal y lacayo del
imperialismo. Es más, Afganistán sólo fue un blanco político y militar fácil, a diferencia de los
revolucionarios vietnamitas que derrotaron al imperialismo yanqui y obtuvieron gran apoyo de
todo el mundo. Afganistán fue importante no tanto por el país en sí, sino porque es un buen
lugar para echar a andar una cruzada de rabia y rapiña mundial.
Tal como dijo Lenin: “La guerra no altera la dirección de la política anterior a la misma, sino que
por el contrario, acelera su desarrollo”. Las consecuencias del 11 de septiembre no alteraron el
curso de la historia; sin embargo, señalaron una nueva situación, cualitativamente diferente.
7. EL “FRENTE INTERNO”
Las políticas de “coalición” y “concesión” que Bush dejó atrás, estaban ligadas a la renuencia
de su gobierno a mandar tropas al combate, en especial donde era posible que murieran en
cantidad importante, lo cual sería políticamente difícil de manejar. Hace poco, los imperialistas
europeos criticaban a los Estados Unidos por no mandar suficientes soldados, en especial a
lugares donde habían ido tropas europeas como la ex Yugoslavia, donde se decía que “los
Estados Unidos bombardea, nosotros morimos y las ONG dan de comer”. Hoy más que antes,
el imperialismo yanqui quiere asesinar desde una distancia segura, cosa que ha demostrado en
Afganistán matando miles de civiles. Cuando en una conferencia de prensa alguien se refirió a
una boda de una aldea que había sido bombardeada y los sobrevivientes ametrallados,
Rumsfeld contestó fríamente que esas cosas no tienen importancia.
Para Bush los estadounidenses tienen que acostumbrarse a sacrificar soldados. Aunque la
“lluvia de muerte desde arriba” seguirá siendo el pilar de su estrategia, los imperialistas yanquis
también están intentando enterrar el “síndrome de Vietnam” (el temor a atascarse en una
guerra imperialista de conquista sin perspectiva) y la renuencia a sacrificar soldados en pos de
sus fines. O sea, el control político requiere de tropas terrestres. Ningún imperialista quiere que
sus tropas sean las únicas golpeadas en la lucha por nuevas posiciones.
El cambio de dirección en la política militar va de la mano con el cambio de política en la
sociedad estadounidense. Tras el 11 de septiembre, una amplia gama de representantes de la
clase dominante ha estado trabajando por cambiar el pacto social con algunos sectores de la
clase media, de cuando su aprobación pasiva era suficiente para darles ciertas concesiones, a
una situación más espartana, en que la guerra sin fin y la aceptación de las movilizaciones y
sacrificios que sean necesarios están a la orden del día.
El terreno político yanqui ha sido sacudido una y otra vez durante los últimos años, a medida
que surgía una nueva agenda ante los cambios de la situación, la lucha interna en la política y
un consenso cambiante. Ha habido duras “guerras culturales” en torno al aborto, la familia
patriarcal y temas culturales (acerca de cómo vive la población), pero se ha dicho poco en
público acerca del objetivo de todo esto, salvo artículos poco conocidos en publicaciones de
política exterior. El que crean en su sistema de ideas o en que sea buena propaganda, los
representantes de la clase dominante que apoyan a Bush tienen una agenda cultural y social
muy represiva. Buscan crear una situación social interna radicalmente diferente acorde con el
modelo de imperio global desenfrenado que buscan. Sin hacer comparaciones superficiales
que confirme o no la historia, o ignorando las profundas diferencias entre una Alemania
desesperada por salir de su condición de potencia derrotada y un Estados Unidos a la cabeza
de la pandilla imperialista y decidido a permanecer así, se puede decir que la reconstrucción
nazi de la sociedad iba de la mano con los objetivos globales del imperialismo alemán y de lo
que sabían que sería necesario para lograrlos.
8. PELIGROS Y OPORTUNIDADES
Después de la I Guerra Mundial, Stalin escribió: “La importancia de la guerra imperialista
desencadenada hace diez años estriba, entre otras cosas, en que juntó en un haz todas estas
contradicciones y las arrojó sobre la balanza, acelerando y facilitando con ello las batallas
revolucionarias del proletariado”. La situación actual es diferente en muchos sentidos (hoy las
contradicciones entre los imperialistas las condiciona principalmente la contradicción entre el
imperialismo y los países oprimidos), pero la analogía es aleccionadora, ya que debido a que
las contradicciones del mundo están entrelazadas, se aprieta más el haz y las contradicciones
son arrojadas de nuevo “sobre la balanza”. Estos sucesos dramáticos están en marcha y los
imperialistas y reaccionarios han puesto la guerra, la resolución de las contradicciones por la
fuerza de las armas, a la orden del día, lo que puede acelerar y facilitar las luchas del
proletariado y los oprimidos en los albores del siglo 21.
Para que esto suceda y para descubrir y plasmar el potencial favorable de la situación mundial
actual, hay que llevar a cabo mucho trabajo para colocar firmemente el estandarte del
proletariado en la actual tormenta de contradicciones. Nunca antes en la existencia del
Movimiento Revolucionario Internacionalista se han manifestado tan agudamente la necesidad
y las posibilidades para el liderato maoísta.
Es indiscutible –incluso George Bush lo vislumbra– que habrá resistencia. Surgirá en diferentes
formas y a diferentes ritmos en diferentes países, y no seguirá un camino recto. Pero la
pregunta clave para los maoístas es: ¿Debemos salirle al paso (dirigir la atención a otro lado,
esperando condiciones diferentes)? ¿Quedarnos a la zaga de las corrientes contradictorias y a
veces sin salida? ¿Ponernos al frente de ellos y dirigirlos? ¿Quién más puede unificar
correctamente a los diferentes elementos de la lucha, descubrir los intereses comunes del
pueblo y los del enemigo, y señalar lo que hay que hacer para cada etapa de la misma?
Lenin escribió “La experiencia de la guerra... aturde y quebranta a unos, pero que instruye y
templa a otros”. Señaló que la guerra revela lo que en tiempos normales se oculta: que el
sistema imperialista depende de su fuerza militar para sobrevivir y que la guerra crea
condiciones más favorables para que el proletariado y el pueblo establezcan su propio dominio
a través de la revolución. Este nuevo desorden mundial asustará a algunos y será bienvenido
por otros, pero hará despertar a millones junto con sus diferentes puntos de vista e intereses.
Tales sucesos desenmascaran las verdaderas relaciones que gobiernan el mundo y las fuerzas
y debilidades del pueblo como de sus enemigos, y movilizan y templan a las masas a luchar en
su contra. Las palabras de Lenin en la actual situación significan que enfrentamos, por un lado,
el peligro de ser derrotados por un enemigo que ataca agresivamente y aprovecha nuestra
pasividad y nuestros errores, y por el otro lado, la necesidad y la posibilidad de ponernos a la
altura y dirigir la lucha a escala mundial de una forma no concebible cuando las masas del
mundo no enfrentaban semejante enemigo tan desbocado.
Lo que se requiere hoy es una resistencia global que seguramente tomará muchas formas, y
una expresión más enérgica de la posición proletaria.
Se necesita que haya movimientos masivos a nivel internacional, uniendo a todos los que se
pueda unir, difundiendo la posición y el programa de lucha del proletariado en estas batallas y,
así, ganándose a las amplias masas de todos los países para oponerse y resistir
poderosamente a la guerra y agresión imperialistas, y para comprender y apuntar claramente al
sistema imperialista como la causa de la injusticia y opresión del mundo entero.
Al mismo tiempo, un elemento importante de la capacidad de los maoístas para subir
enérgicamente al escenario político a nivel mundial es ver que la actual situación internacional
posibilita y hace necesario acelerar la lucha para tomar el Poder en cada país y construir y
fortalecer los partidos maoístas capaces de dirigir este proceso. Se vislumbran las condiciones
para esto en diversos grados en diferentes países.
Por ejemplo, hoy podemos ver que la Guerra Popular de Nepal interactúa con la mayor
agudización de la situación revolucionaria de toda la región. Las resonantes victorias de la
Guerra Popular constituyen un modelo de cómo luchar y para qué. La posibilidad de semejante
cambio en el polvorín del sur de Asia es sin duda uno de los motivos por los cuales la
revolución de Nepal enfrenta de forma tan directa la oposición de los imperialistas yanquis y
británicos, así como de la India, el gendarme regional del imperialismo mundial. Y las
rivalidades entre los Estados reaccionarios, especialmente la India y Pakistán, así como el
tumulto y resistencia desatados por la “guerra contra el terrorismo”, crean condiciones
favorables para la revolución en todo el subcontinente.
Asimismo, en otros Estados en la línea del fuego de esta “guerra”, el proceso revolucionario
está mucho más condicionado por la cruzada estadounidense. En Irán, la falsa oposición del
gobierno al imperialismo podría ser puesta a prueba, así concientizando mentes y abriendo
caminos para la revolución. El imperialismo yanqui se preocupa más por la futura estabilidad
del gobierno de Turquía ante las tensiones políticas y económicas que implica participar en la
cruzada yanqui, lo cual es de alto riesgo22. Para citar otro ejemplo importante de los planes
estadounidenses, a pesar de la ocupación israelí para “someter a los palestinos”, como dice
Sharon, ésta no trae estabilidad sino continúa generando mayor resistencia e inestabilidad en
la región. El regreso de tropas yanquis a las Filipinas ha desatado una ola de antiimperialismo
en ese país y podría ofrecer oportunidades para un nuevo nivel de movilización y unidad de las
masas para la lucha armada.
Los efectos particulares variarán entre uno y otro país y serán difíciles de predecir. En general,
puede ser que las medidas impuestas por Bush tengan consecuencias contradictorias. Las
guerras populares son necesariamente prolongadas y pasan por avances y retrocesos. Pero,
para los gobiernos reaccionarios de la mayoría de los países oprimidos por el imperialismo, es
imposible mantener el control en todo su territorio (en particular en el campo), debido a la
debilidad relativa del aparato estatal centralizado, y para los imperialistas yanquis es imposible
intervenir en todas partes a la vez y tendrán que elegir entre opciones muy difíciles.
Las fuerzas yanquis están estacionadas en al menos 100 de los 189 miembros de las Naciones
Unidas, su mayor presencia desde la II Guerra Mundial. Muchas fuerzas operan en territorios
relativamente desconocidos como Asia central, lejos de su territorio nacional, y dependen de
bases intermedias en países “confiables” del tercer mundo como Arabia Saudita, que a veces
son poco estables. Por “fuertes y eficientes” que estén sus tropas, tienen que cubrir mucho
territorio del mundo en comparación con la fuerza económica del país. El gobierno yanqui
apuesta a que puede convertir su extensa presencia militar en ganancias económicas. Pero
semejante situación deja expuestas y vulnerables a sus fuerzas a una escala sin precedentes.
Aunque el imperialismo yanqui ha podido dirigir en cierta medida a las demás potencias
imperialistas en la fase inicial de la “cruzada”, el conflicto de intereses entre estas potencias
significa que no serán capaces de mantener para siempre un campo unificado: la colaboración
y la contienda son aspectos permanentes del imperialismo. Ya se manifiestan las fisuras de la
“coalición” dirigida por los Estados Unidos en relación a Irak y Palestina y se irán profundizando
conforme se vaya intensificando la resistencia popular.
Cuando Rumsfeld definió su nueva doctrina militar como la capacidad de combatir,
principalmente solo, en cuatro grandes escenarios a la vez, daba por hecho que nadie se
defendería con mucha fuerza y que sus fuerzas sostendrían victorias fáciles. Como se sabe, la
guerra de Vietnam fue una sola guerra y aun así no la pudo ganar. Esta situación genera retos
sin precedentes para las fuerzas revolucionarias, como elevar su unidad internacionalista para
dirigir de forma más unida la lucha global contra el imperialismo.
En los países imperialistas, también hay experiencia histórica. “Jamás el gobierno es tan fuerte
como al comienzo de una guerra”, se dijo durante la I Guerra Mundial. En 1915, Lenin escribió
una polémica contra esta visión que únicamente veía ese aspecto de la situación y no las
situaciones revolucionarias que surgían como consecuencia de la guerra desatada en los
países beligerantes. Dijo: “En primer lugar, nunca como en tiempos de guerra, el gobierno
necesita tanto del acuerdo a esa dominación de todos los partidos de las clases dominantes y
de la subordinación `pacífica' de las clases oprimidas; en segundo lugar, aun cuando `al
comienzo de una guerra', sobre todo en un país que espera una rápida victoria, el gobierno
parezca omnipotente, nadie en el mundo vinculó nunca las esperanzas en una situación
revolucionaria exclusivamente, con el instante del `comienzo' de una guerra, y mucho menos
identificó lo `aparente' con lo real”.
Hoy, no existe una situación revolucionaria en los países imperialistas. Dichas situaciones son
imposibles sin crisis generadas por sucesos como la actual guerra, y nadie puede decir con
certeza si ésta o alguna crisis posterior generará tal situación revolucionaria. Nunca ha habido
una guerra imperialista que no haya comenzado con una ola de patriotismo. De cerca, los
sentimientos de los sectores intermedios en los Estados Unidos y otros países imperialistas son
más complicados que lo que parecen a simple vista. Asimismo, la situación entre los países
imperialistas es necesariamente desigual, pero la febril carrera armamentista, de militarizar las
sociedades y tener tropas terrestres para luchar por el control y el botín dondequiera que sea
posible, arrastrará a estos países al centro de la tormenta. La posición de los Estados Unidos
como líder arrastrará a las masas a la vida política en mayor grado, y las luchas contra la
cruzada yanqui tendrán un enorme impacto en el resto del mundo, al igual que las luchas en
otros países serán un incentivo para aquéllos que luchan en las entrañas de la bestia.
La resistencia a la cruzada tendrá un impacto crítico en el desarrollo de la revolución mundial.
Marx habló de la necesidad de que la clase trabajadora resista a los capitalistas o de que corra
el riesgo de quedar reducida a una masa de miserables; lo mismo es aplicable a la resistencia
contra las guerras injustas de hoy. Es más, los inmigrantes del Medio Oriente en los Estados
Unidos ya viven bajo ley marcial. Gran Bretaña ha encerrado a los solicitantes de asilo en
condiciones de campo de concentración, y ha propuesto que lleven una “tarjeta inteligente” con
microchip cuyo contenido es secreto incluso para los hombres y mujeres que lo llevan23, lo que
se ha comparado a las estrellas amarillas que los nazis les hacían portar a los judíos. Las
guerras coloniales, hoy y ataño, van inevitablemente acompañadas de la represión contra
aquéllos que son obligados a abandonar sus tierras para trabajar en las metrópolis
imperialistas, donde constituyen un componente básico del proletariado. Esto se vio en las
masacres de los manifestantes argelinos en París durante la guerra de Francia contra Argelia.
Si los proletarios avanzados y sus representantes maoístas en estos países se solidarizan con
las masas del mundo, podrán adecuarse para el ejercicio del Poder, y así podrán representar
los intereses y unir a los trabajadores y a la mayoría de la población de esas sociedades cuyos
intereses fundamentales son opuestos a la clase de mundo en que están atrapados.
En tal contexto, la actividad de organización tiene que pasar de lo que Lenin describió como
una situación de revolucionarios calzando “zapatos de suela delgada”, a una donde se
necesitan “botas bien claveteadas”. Sería un error muy grande y tal vez de consecuencias
fatales no reconocer la existencia e implicaciones de la nueva situación.
Existe un gran peligro de perder la orientación revolucionaria ante esta situación. Ya ha habido
cierta experiencia en los movimientos antiglobalización, cuyo auge antes del 11 de septiembre
alarmó tanto a los imperialistas del mundo y provocó las medidas represivas tomadas después
del 11. (Las balas que la policía disparó a los manifestantes en Gotemburgo y Génova
anunciaron el cambio de reglas en la política del occidente.) Algunas fuerzas han desligado las
demandas antiglobalización de las guerras actuales y de la preparación para otras más. El
mayor reto para estos movimientos, al igual que para el resto de los habitantes del mundo, es
tomar partido con los pueblos del mundo. Si no, las importantes y justas protestas contra
McDonalds y los productos genéticamente modificados, o hasta contra la represión política,
corren el riesgo de no comprender el fondo de todo esto. Por ejemplo, no hubo suficiente
oposición contra la guerra yanqui en la conferencia antiglobalización de Porto Alegre, Brasil, en
la cual les permitieron participar a miembros y partidarios de los gobiernos europeos (en
especial Francia) como si ellos no fueran parte del problema. Éste es un ejemplo de cómo la
demanda de un mundo mejor ha quedado reducida a un anhelo hipócrita e insignificante que
ignora el obstáculo principal para construir dicho mundo: el imperialismo y sus fuerzas
armadas. Para tomar otro ejemplo, plantear consignas contra tanto la guerra como el
terrorismo, significa no apuntar la lucha a los Estados Unidos y a las propias clases
dominantes, y eso contribuirá a sofocar la resistencia popular. Aquéllos que capten la
posibilidad y necesidad de apoyarse en las masas y unir a todos los que se pueda unir contra la
cruzada del imperialismo yanqui, serán capaces de inspirar y dirigir el complejo trabajo de
analizar la situación mundial y explicar a las masas que sus intereses no están con los
imperialistas y sus gobiernos, sino con los pueblos del mundo.
Hace poco, el Movimiento Revolucionario Internacionalista escribió: “El mundo ha entrado en
un período de fuertes cambios en que lo que a simple vista parecía permanente y fijo, se
sacude por contradicciones internas. Es una época de grandes oportunidades pero también de
verdaderos peligros. Se necesitará de toda nuestra determinación proletaria, nuestra posición,
concepción del mundo y método marxista-leninista-maoístas así como nuestra orientación
política correcta para avanzar en medio de la agitada tormenta. Podemos vislumbrar con mayor
claridad la posibilidad de la victoria pero eso requerirá de más lucha y mayor sacrificio”.
Mao Tsetung dijo que el imperialismo es a la vez un tigre de verdad y un tigre de papel, y que a
la larga son las masas, y sólo ellas, los verdaderamente poderosos. En el mundo de hoy, quien
ignore que el imperialismo es también un tigre de verdad predica una falacia suicida. Pero, ¿por
qué es un tigre de papel? Este aspecto puede permanecer latente en tiempos ordinarios, pero
sube a la superficie únicamente ante la presión de las luchas populares, porque las atrocidades
que comete el imperialismo en su territorio y en el mundo, y no el derrumbamiento de sus
rascacielos, atizan el odio de las masas y las unen a luchar en su contra, y a la larga
únicamente las masas, y sólo ellas, incluso en las entrañas de la bestia, podrán resolver las
contradicciones que engendra. El mundo se hunde cada vez más en desastres que únicamente
las masas pueden resolver, movilizadas en lucha revolucionaria bajo una línea marxista-
leninista-maoísta.
NOTAS
1. El incendio del Reichstag (parlamento) alemán en 1933 le dio a Hitler el pretexto para
declarar a su manera “están con nosotros o están en contra” y consolidar su gobierno como
preludio de la guerra por la hegemonía mundial.
2. En el mundo de hoy, tales términos económicos “neutrales” significan caos y sufrimiento a
una escala sin precedente en la historia. Por ejemplo, el “funcionamiento normal” del comercio
mundial causó la destrucción de la economía de Zambia e hizo su economía dependiente de
las minas de propietarios extranjeros; ese mismo funcionamiento hizo que cuando el puñado de
monopolios rivales del mundo produjo demasiado cobre en los países oprimidos que controla,
cerró las minas de Zambia y el capital se fue a otra parte. El Fondo Monetario Internacional
resolvió el problema de la falta de oportunidades rentables para el capital imperialista en
Zambia abriendo su economía a nuevas formas de penetración. Obligó al país a eliminar las
barreras comerciales que protegían las fábricas de prendas de vestir donde trabajaban las
esposas, hermanas e hijos de los mineros. Pronto, la ropa de importación las arrasó. De esas
decenas de mujeres que a duras penas mantenían con vida a sus hijos vendiendo unos
cuantos jitomates en un mercado local, una le dijo a un reportero: “Nadie que aún está con vida
ha visto pobreza así”. Tras la crisis financiera provocada por las fluctuaciones mundiales de
divisas, en cosa de semanas los campesinos indonesios tuvieron que reemplazar el arroz por la
corteza de árboles en su dieta. El mundo ha vivido hambrunas, plagas y otros desastres, pero
jamás se ha visto con tanta claridad como ahora la mano del hombre en ellos.
3. Los dos bloques se cimentaron por intereses mutuos, no la fuerza, pero no se permitían
deserciones en ningún bando. Los soviéticos remacharon este principio con su invasión de
Checoslovaquia en 1968. Los yanquis también obedecieron el principio, si bien menos
abiertamente; por ejemplo, en Italia, con el proyecto Gladio y organizaciones secretas como la
Logia Masónica P2, organizaron el lanzamiento de un golpe de Estado militar en contubernio
con los sectores afines de la clase dominante italiana en caso de que el prosoviético Partido
Comunista italiano se acercara demasiado al Poder.
4. El secretario de Estado nixoniano, Henry Kissinger, dijo: “No podemos permitir que un país
se vuelva marxista solamente porque su población sea irresponsable”. Mandó a la CIA
organizar un golpe de Estado militar para derrocar a Allende. Los generales, con el apoyo de
los yanquis, masacraron a miles de reales o presuntos obstáculos a los intereses yanquis, lo
que generó condiciones políticas para mayores inversiones estadounidenses.
5. Argentina es un buen ejemplo. El capital europeo (y en especial el de España) está tan
fuertemente concentrado en ese país y en sus vecinos que el FMI se negó a renegociar los
préstamos del país y la bolsa de valores española se tambaleó, pero el mercado
estadounidense pudo superar el momento. Francia y España intentaron bloquear la medida,
pero los yanquis tienen el poder de veto en las elecciones ponderadas del FMI. Mala suerte
para los bancos españoles, y para millones de argentinos que un buen día, cuando se
desplomó la moneda nacional, despertaron en la pobreza.
6. Véase “Libre comercio: ¿motor de crecimiento o saqueo?”, UMQG 2000/26.
7. El argumento de que los “derechos humanos” tengan prioridad sobre la soberanía ha abierto
paso a una nueva doctrina: la “seguridad nacional” (de los Estados Unidos, desde luego) tiene
prioridad sobre los derechos humanos, que hoy son solamente “una causa y moda de la lejana
década del 1990”, según un articulista cínico.
8. Hoy, el tribunal internacional de La Haya procesa al matón serbio Milosevic, favorecido por
Rusia y buena parte de la clase dominante francesa, mientras que el croata Tudjman, el matón
favorecido por Alemania y los Estados Unidos, sigue en el Poder.
9. Por fin, obtuvieron lo que buscaban en los cruentos combates de marzo al sur de Gardez, la
primera batalla en la guerra contra Afganistán en que participaron fuerzas convencionales de
los Estados Unidos. Participaron tropas de Australia, Canadá, Dinamarca, Francia, Alemania y
Noruega, y Francia compartió la tarea de bombardeos aéreos. Por unos días, los ministros del
exterior del continente europeo le bajaron el tono.
10. La URSS fabricó rifles automáticos Kalashnikov, cazas MIG, el mayor avión militar del
mundo y otro equipo militar, de al menos la misma calidad que aquél del occidente. Pero, al tipo
de cambio actual, el presupuesto militar anual ruso es de solamente 9 mil millones de dólares.
En comparación, según ciertos estimados, el gobierno yanqui gasta mil millones de dólares al
día. Se dice que el desequilibrio económico provocado por el costo de mantener la paridad
militar con el occidente, con la base económica menor del bloque oriental, fue un importante
factor en su desintegración. Tal vez encierre lecciones para los Estados Unidos y sus planes
para una gran expansión de su gasto militar.
El cambio de la correlación mundial de fuerzas militares, provocado por el mayor debilitamiento
de Rusia, ha frustrado los sueños de los rusos de unir su poderío militar a la fuerza económica
europea. Ésa es otra diferencia importante entre la situación mundial de hoy y la de los años
1990.
11. Francia ha desarrollado una fuerza ofensiva de reacción rápida de 50.000 elementos, como
parte de una reorganización estratégica iniciada en 1996, para dejar atrás la orientación nuclear
de sus fuerzas armadas durante la guerra fría. Ha abandonado sus proyectiles terrestres y
bombarderos nucleares y, con la abolición del servicio militar obligatorio, le es más fácil en lo
político enviar tropas a otros países. Hace poco, Alemania sólo contaba con mil soldados
equipados y entrenados para intervenir rápidamente en el exterior. El Reino Unido tiene 4 mil
soldados especiales experimentados, SAS, con una sangrienta reputación en Irlanda y otros
lugares. En contraste, unidades alemanas semejantes participaron en combate por primera vez
en Kosovo. Estos tres países se han empeñado en despachar a estos soldados a combates
cuandoquiera y dondequiera que sea posible, con metas militares y políticas inmediatas, así
como para probarlos y entrenarlos como unidades élite para futuras necesidades.
12. En el escenario militar del mundo, podemos dejar de lado las armas nucleares paquistaníes
e indias. Las armas nucleares israelíes tienen un papel específico: afianzar la avanzada
sionista patrocinada por los Estados Unidos en el Medio Oriente.
13. Tal vez éste sea el modelo que el gobierno yanqui quiere aplicar en algunos o todos los
países imperialistas, semejante al imperio romano que incorporó a las clases dominantes
locales, en beneficio mutuo, mientras Roma sacara la tajada de león y tuviera la última palabra.
14. Véase Philip S. Golub, “Gobierno de guerra fría con ninguna guerra que librar: aspiraciones
imperiales estadounidenses”, Le Monde Diplomatique (edición en inglés), julio de 2001. Nótese
el título: este análisis de la campaña yanqui de poder unipolar salió antes del 11 de septiembre.
Golub señala que antes de trabajar de secretario de guerra por Bush, Rumsfeld lanzaba
advertencias acerca de un nuevo “Pearl Harbor”; tal vez sea más acertado decir que Rumsfeld
pedía uno. Así describieron los bushianos los sucesos del 11. En el Pearl Harbor original, los
japoneses atacaron a la flota yanqui en Hawai, suceso que el gobierno yanqui tomó como
pretexto para entrar a la II Guerra Mundial, y al menos lo recibió con beneplácito, si no lo
provocara o lo permitiera ocurrir a propósito.
15. Poco después, Powell acusó a su homólogo francés, Hubert Vedrine, de haber “tenido un
ataque de vapores”, o en palabras de otro “vocero anónimo” yanqui, de haberse portado como
“mujer menopáusica”. Con tales comentarios, del diplomático en jefe de Bush (¡vaya!), los
yanquis imponen las reglas del debate: “machos verdaderos” o mujeres y afeminados... una
provocación para el militar yanqui macho, misógino y homofóbico.
16. El gobierno yanqui anunció recientemente que desarrollaría artefactos nucleares “tácticos”
pequeños que usaría en guerras “normales”. Ha señalado a Afganistán e Irak como posibles
blancos. Los estrategas de guerra solían hablar del “balance del terror”, en el cual ningún lado
se atrevería a provocar un enfrentamiento termonuclear. Es posible que ahora, en el mundo de
la post-guerra fría, pronto veamos la primera contienda nuclear desde Hiroshima.
17. A Bush poco le importa dar pretextos creíbles. La misma CIA (repentinamente a la
“izquierda” en cuanto a política estadounidense) dijo en febrero que por ahora Irak, como Irán y
Corea del Norte (países del “eje del mal” de Bush), no está considerado dentro del “terrorismo”.
Bush ni ha intentado argumentar lo contrario; ha remachado que las armas que podría obtener
el gobierno iraquí en el futuro, si es que existieran, se empequeñecerían en comparación con
las armas químicas, bacteriológicas y nucleares de “destrucción masiva” ya en manos de los
Estados Unidos, Israel, etc. (El ántrax enviado por correo para matar lo fabricó el gobierno
yanqui, con fines igualmente asesinos.)
18. Además del fin de la citada “política de coalición”, hace una década la URSS era el principal
defensor de Irak; hace poco, Rusia se negó a recibir a un ministro iraquí.
19. Concesiones que no tienen nada de nuevo, pues este gobierno suministró armamento a la
contra nicaragüense proyanqui a principios de los años 1980.
20. De la misma forma, se apoderó de Cuba y Puerto Rico durante la guerra contra España en
1898.
21. En contraposición a su práctica cotidiana y casi predecible de no confirmar o de rechazar
los alegatos acerca de sus actividades, posteriormente la CIA lo descartó como una fabricación.
22. Una razón de por qué el FMI rescató a Turquía y no a Argentina.
23. En un país que se enorgullece de que sus ciudadanos no lleven tarjeta de identificación
nacional.

*Defensoría del Pueblo (2001-2003), Serie Red Nacional de Promotores de Derechos Humanos, Derecho
Internacional Humanitario.

GLOSARIO1

El presente glosario no pretende explicar la totalidad de los conceptos propios del Derecho
Internacional Humanitario. Los conceptos aquí definidos simplemente buscan aclarar el
contenido de los términos técnicos utilizados en los textos que componen el presente volumen,

1
La elaboración de algunos términos del glosario se apoyó en el "Diccionario específico de DIH", publicado en la
página Web del Comité Internacional de la Cruz Roja y en el folleto Lo que usted debe saber sobre el DIH,
publicado por la Defensoria del Pueblo.
de manera tal que puedan ser comprendidas por cualquier persona independientemente de su
actividad u oficio.

Alerta temprana de primer grado: clase de aviso que se emite cuando el análisis de la
información obtenida por el sistema de alertas tempranas - SAT permite deducir que un ataque es
inminente o existe una alta probabilidad de que se produzca. Para emitir esta alerta se tiene en
cuenta que existan amenazas expresas, acompañadas de demostraciones de fuerza, maltratos a
miembros de la comunidad, ultimátum o exigencia inmediata de desplazamiento, destrucción de
bienes de la comunidad, combates y ataques a poblaciones vecinas, presencia comprobada de
grupos armados en el área y motivos de disputa bien definidos.

Artículo 3º común a los cuatro Convenios de Ginebra: norma de derecho internacional de los
conflictos armados en cuyo texto se consagra el mínimo de disposiciones humanitarias que
deben ser observadas por las partes contendientes en un conflicto armado interno. Al artículo 3º
se le denomina común porque aparece en cada uno de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949.
Sus disposiciones han sido desarrolladas por el Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra
relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional
(Protocolo II).

Bienes civiles: son todas aquellas instalaciones que se utilizan para actividades propias de la
población civil, tales como viviendas, templos y escuelas. No son objetivos militares y por lo
tanto no deben ser objeto de ataques ni de represalias.

Cláusula de Martens: norma introducida en el Convenio de La Haya sobre las leyes y


costumbres de la guerra terrestre (1907) y en otras disposiciones del Derecho Internacional
Humanitario Se formula en el Preámbulo del Protocolo II a los Convenios de Ginebra de 1949.
Según esta disposición "en los casos no previstos por el derecho vigente, la persona humana
queda bajo la salvaguardia de los principios la humanidad y de las exigencias de la conciencia
pública.”

CICR: Comité Internacional de la Cruz Roja. Institución con sede en Ginebra e independiente de
los Gobiernos. A ella se debe el origen y el desarrollo de las normas que buscan garantizar la
mayor protección posible a las víctimas de los diferentes tipos de conflictos armados, ya sean
ellas combatientes o civiles. Este organismo también ayuda a la aplicación de dichas normas
mediante actividades concretas que despliega basándose en los principios de neutralidad,
humanidad e imparcialidad.

Combatientes: son aquellas personas miembros de alguna de las partes en conflicto (de las
fuerzas armadas o de un grupo organizado) que participan directamente en las hostilidades. El
DIH prohíbe reclutar a menores de quince años. Los combatientes tienen la obligación de
distinguirse de la población civil y de respetar las normas del DIH.

Conflicto armado internacional: confrontación armada entre Estados. También son conflictos
armados internacionales aquellos que surgen como consecuencia de la lucha de un pueblo contra
la dominación colonial, la ocupación extranjera o un régimen racista.

Convenios de Ginebra: son los cuatro tratados internacionales aprobados el 12 de agosto de


1949 por la Conferencia Diplomática reunida en Ginebra. Constituyen la expresión más
completa de los esfuerzos de la comunidad internacional para codificar las normas que protegen
a la persona contra las calamidades de la guerra.
Crímenes de guerra: infracciones graves de los Convenios de Ginebra y, en general,
violaciones graves de las leyes y usos aplicables en los conflictos armados internacionales y no
internacionales.

Derecho de los Conflictos Armados: denominación que también se da al Derecho Internacional


Humanitario. Concepto que igualmente se usa como sinónimo del llamado derecho de la guerra.

Derecho Internacional Humanitario: conjunto de normas de derecho internacional, ya sean de


carácter convencional o consuetudinario, que se aplican en los conflictos armados
internacionales e internos con el fin de prevenir o solucionar los problemas humanitarios
generados por las hostilidades. Estas normas protegen a las personas y los bienes que resultan
afectados o puedan resultar afectados por los mencionados conflictos. Las normas de carácter
convencional son aquellas que hacen parte de los tratados. Las consuetudinarias son las que han
surgido de la costumbre o práctica común aceptada por los Estados como obligatoria.

Disturbios interiores: situaciones en las que sin configurarse un conflicto armado propiamente
dicho, existe en el plano interno un enfrentamiento que presenta cierto carácter de gravedad o de
duración y que implica actos de violencia. Son situaciones que se caracterizan porque demandan
el empleo de vastas fuerzas de policía, incluso de las fuerzas armadas, con el fin de restablecer el
orden interior.

Hostilidades: actos de fuerza ejercidos por un beligerante contra un adversario con el propósito
de aniquilar su resistencia y de someterlo. El derecho internacional no define este término pero
ha sido utilizado ampliamente.

Infracciones graves del DIH: conductas con las cuales los combatientes desconocen las
obligaciones y las prohibiciones que les imponen las normas aplicables en situaciones de
conflicto armado internacional o interno.

Males superfluos: efectos de ciertos métodos o de ciertos medios de combate que agravan
inútilmente los sufrimientos de las personas. Tales medios y métodos están prohibidos por el
derecho de los conflictos armados.

Medios de guerra: armas y sistemas de armas con los cuales se ejerce materialmente la fuerza
contra el adversario.

Métodos de guerra: procedimientos tácticos o estratégicos utilizados en la conducción de las


hostilidades para vencer al adversario, empleando los efectos de las armas combinadas con el
movimiento y la sorpresa. El DIH prohíbe algunos métodos de guerra, como por ejemplo, los que
recurren a la perfidia, al terror, a hacer padecer hambre, a las represalias contra objetivos no
militares y a los ataques indiscriminados. También están prohibidos los métodos que causen
daños al medio ambiente natural y a las obras e instalaciones que contienen fuerzas peligrosas y
los destinados a no dar cuartel. De igual forma están proscritos el pillaje, la toma de rehenes, los
métodos que aprovechan la presencia o los movimientos de la población para favorecer la
conducción de las hostilidades, el uso indebido de signos de protección internacionales y el
ataque contra personas fuera de combate.

Medios sanitarios de transporte: todo medio de transporte, militar o civil, permanente o


temporal, destinado exclusivamente a la atención médica. Puede ser sobre ruedas, acuático o
aéreo. Está protegido por el derecho internacional. Para los fines de protección puede portar las
señales distintivas reconocidas.

Minas: según la Convención de Ottawa son artefactos explosivos diseñados para ser colocado
debajo, sobre o cerca de la superficie del terreno u otra superficie cualquiera y concebido para
explotar por la presencia, la proximidad o el contacto de una persona o vehículo.

No combatiente: persona que no participa directamente en las hostilidades y, por lo tanto,


forma parte de las personas protegidas por el DIH.

Objetivo militar: bienes que por su naturaleza, localización, propósito o uso, contribuyen
efectivamente a la capacidad o actividad militar del enemigo. Su destrucción total o parcial o su
neutralización debe ofrecer una ventaja militar definida frente a las circunstancias imperantes en
ese momento.

Perfidia: método de combate expresamente prohibido por el DIH. Según el artículo 37 del
Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra “constituirán perfidia los actos que, apelando a
la buena fe de un adversario con intención de traicionarla, den a entender a éste que tiene
derecho a protección, o que está obligado a concederla, de conformidad con las normas de
derecho internacional aplicables en los conflictos armados”.

Persona protegida: en el DIH una persona protegida es aquella que los combatientes deben
respetar porque son integrantes de la población civil, son miembros del personal sanitario, son
miembros de las fuerzas armadas que han depuesto las armas (como en los casos de rendición) o
son, en general, personas que han quedado fuera de combate por cualquier causa (como en los
casos de enfermedad, herida o detención).

Personal sanitario: personas que de manera permanente o temporal están asignadas a tareas
sanitarias: búsqueda, recogida, transporte, diagnóstico o asistencia a los heridos, enfermos y
náufragos, prevención de las enfermedades, administración y funcionamiento de las unidades
sanitarias o de los medios de transporte sanitario. El personal sanitario incluye el personal
sanitario militar y civil, el de la Cruz Roja y el asignado a organismos de protección civil. Este
personal tiene derecho a la protección y al trato previstos por el derecho internacional: no puede
ser objeto de violencia. Se compone de médicos y de personal paramédico.

Personas civiles: es una de las categorías de las personas protegidas por el DIH. Se consideran
civiles todas aquellas que no pertenecen a alguna de las partes enfrentadas en el conflicto. Las
personas civiles están protegidas por normas especiales del derecho internacional tanto en los
conflictos armados internacionales como en los no internacionales.

Personas desplazadas: personas que a causa de un conflicto armado, de disturbios interiores o


de violaciones graves, masivas y sistemáticas de derechos humanos, huyen de su lugar de
residencia habitual pero no salen del territorio de su Estado de residencia.

Población civil: conjunto de personas civiles. En los conflictos armados internacionales y en los
no internacionales, la población civil y las personas civiles gozan de una protección general
contra los peligros procedentes de operaciones militares.

Prisioneros de guerra: es todo combatiente que, en el transcurso de un conflicto armado


internacional cae en poder del adversario, más exactamente, en poder de la Potencia enemiga.
Protocolos adicionales: tratados que complementan los Convenios de Ginebra con el propósito
de ampliar su cobertura y adaptar la regulación de guerra a las circunstancias actuales.

Refugiados: toda persona que huye del país de su nacionalidad a causa de persecuciones o de
amenaza de persecuciones de las que haya sido objeto. Las personas que reúnan las condiciones
previstas por los instrumentos jurídicos internacionales adquieren el estatuto de refugiados y
están regidas por un régimen de derechos y obligaciones específicas. En el derecho internacional
humanitario hay cierto número de normas directa o indirectamente destinadas a los refugiados.

Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo (SAT): un instrumento de política


integral de prevención de violaciones masivas de los derechos humanos y del Derecho
Internacional Humanitario. Tiene por objetivo advertir sobre la factible ocurrencia de ese tipo de
violaciones dentro del contexto del conflicto armada interno, con el fin de obtener respuesta
integral del Estado para mitigar o alejar las situaciones de riesgo o para superar, eliminar o
disminuir la amenaza de vulneración de los derechos fundamentales sobre una comunidad
determinada.

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