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Título de la obra reseñada:

Fernando Aínsa, DEL TOPOS AL LOGOS. Propuestas de geopoética, Iberoamericana-


Vervuert, Madrid-Frankfurt am Main, 2006, 303 pp.

Autora de la reseña:
María Lucía Puppo

Publicado en LETRAS, 57-58, Enero-diciembre 2008, 185-186.

La consideración del espacio como categoría del relato y el drama acompañó desde
siempre el desarrollo de los estudios literarios, pero sólo en el siglo veinte esta noción fue
elaborada y redefinida en el marco conceptual de las teorías de la ficción o de la semiótica de la
cultura, dando origen a los conceptos de cronotopo, de Bajtín, y semiosfera, de Lotman. El
espacio creado del texto artístico invita al “topoanálisis” que propuso Gaston Bachelard en La
poética del espacio, a los estudios sobre “el espacio del texto” de Georges Poulet y de Maurice
Blanchot, y a los del “espacio genético y espacio plástico” de Francastel y de “la mirada en el
espacio” de Jean Paris. Todos estos puntos de vista son integrados en Del topos al logos.
Propuestas de geopoética, donde Fernando Aínsa los combina además con los hallazgos
recientes de otras disciplinas como la antropología simbólica, la sociología urbana y la
psicogeografía.
La hipótesis central de Aínsa está claramente planteada en la Introducción del libro:
“Construir y habitar concretan el lugar, el topos; al describirlo se lo trasciende en logos. La
representación se filtra y distorsiona a través de mecanismos que transforman la percepción
exterior en experiencia psíquica y hacen de todo espacio un espacio experimental y
potencialmente literario” (11). La metodología apuntada exige agudizar el ojo crítico para
desentrañar las diversas operaciones con las que el logos literario representa, refigura o
transforma el topos americano. Esto implica estrategias tan dispares como revisar tópicos de
larga prosapia como la selva, el río, la ciudad y el jardín; rastrear la génesis de los espacios
inéditos soñados por la imaginación; abordar el estudio de mitemas y problemas asociados al
espacio, como es el caso de la tierra prometida, el límite, la frontera y la utopía. Trabajando
sobre un corpus de cuentos y novelas cuidadosamente seleccionado para cada capítulo, en todos
los casos el autor arriba a una labor final de síntesis, a través de una conclusión bien
fundamentada que pone en evidencia continuidades y rupturas entre las obras y los períodos
analizados. De ese modo logra trazar las coordenadas de un “sistema de lugares”, respondiendo
siempre al objetivo directriz de sentar las bases de una geopoética de la narrativa
latinoamericana.
La Primera Parte está conformada por cuatro capítulos incluidos bajo el título genérico
de “Espacios inéditos”. El primero de ellos tiene una función introductoria, puesto que brinda un
marco teórico de referencia para el desarrollo posterior de los otros capítulos. Allí el autor
adelanta algunos puntos que serán tratados extensamente en el libro: la relación entre el espacio
exterior y las vivencias interiores, el vínculo identitario que se construye en torno a un lugar, la
dinámica del viaje, el vacío y sus signos amenazadores, las funciones de orientación en el
espacio y la noción de horizonte, la dependencia recíproca de las categorías de tiempo y espacio,
y la confluencia de todos estos aspectos en la creación de un espacio estético. La fórmula
resultante es que “donde termina un espacio real, empieza el espacio de la creación” (35). El
siguiente capítulo aborda un tema frecuentemente citado, la toma de posesión del espacio
americano por parte de un imaginario espacial hiperbólico y conflictivo, fundado en el Diario de
Colón y continuado por las cartas y crónicas de Indias. El tercer capítulo es un ejemplo de
aquellos itinerarios hermenéuticos en los que Aínsa se mueve con mayor profundidad y soltura.
“El topos de la selva” es estudiado en cuatro novelas de la tierra paradigmáticas, donde el
simbolismo presenta este espacio como cárcel, laberinto o espiral de la naturaleza, fuente de
sensualidad femenina o puente hacia el amor primordial. En esta galaxia de significados, se
destaca el penetrante estudio sobre Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier. En cuarto lugar,
“La desembocadura literaria de los ríos inéditos” focaliza el análisis en la narrativa de Horacio
Quiroga y Enrique Amorim, donde el Paraná y el Uruguay implican textualmente
fragmentación, marginación y melancolía.
La Segunda Parte reúne cuatro estudios bajo el título aglutinante de “Ciudades”. El
primer capítulo indaga en la dimensión temporal de las grandes urbes latinoamericanas como
“lugares de la memoria” individual y colectiva. Si la ciudad contemporánea ha perdido la noción
de genius loci, aún continúa acumulando un sentido histórico, de pertenencia orgánica a un
proceso local, nacional o regional. El segundo capítulo, “La invención literaria del espacio
urbano”, traza una biografía arquitectónica y espiritual de la ciudad americana, a partir de los
textos literarios fundamentales, remontándose a las cuatro esquinas del universo prehispánico
hasta arribar a la ciudad descentrada, simbiótica y amalgamada del capitalismo tardío. Un
contrapunto fundamental es el tercer capítulo, dedicado a “El espacio preservado del jardín”,
que ofrece un excelente análisis de este microespacio intimista en la narrativa de José Donoso.
Esta Parte del libro se clausura con el estudio “Las ciudades soñadas”, donde ficción y realidad
se imbrican a partir de las figuras de Kublai Kan y Marco Polo, reinventadas en el poema de
Coleridge y las prosas geniales de Borges y Calvino.

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La Tercera Parte presenta los tres últimos capítulos bajo el título de “Fronteras”. En el
primer estudio, “Límite, diferencia y espacio de encuentro y transgresión”, Aínsa plantea la
ambivalencia inherente al concepto de límite o frontera, que ha sido el eje de numerosos debates
en torno a antinomias reductoras e insalvables (la ciudad y el campo, lo nacional y lo extranjero,
la civilización y la barbarie). El segundo capítulo rastrea un tópico de raigambre bíblica, “La
tierra prometida”, asociado a lo que Ernst Bloch llamó el “espacio del anhelo”, que se
contrapone al “espacio real” del cautiverio o la pobreza. La patria definitiva o la tierra de asilo
invitan a la utopía o el desencanto de dos figuras antagónicas, el emigrante y el exiliado.
Finalmente, el tercer trabajo se centra en “La frontera argentina”, comenzando por los
programas políticos de Sarmiento y Alberdi hasta llegar a las ficciones utópicas, babilónicas o
híbridas de los novelistas del siglo veinte. En este último capítulo se echa de menos un estado de
la cuestión de la bibliografía sobre estos temas, como es sabido muy transitados y polemizados
por la crítica académica vernácula. Además del hecho de ahorrar los debates de fondo que
incluso permitirían valorar más los criterios expuestos por Aínsa, al libro se le puede objetar que
su atenta lectura de la narrativa excluye sin mayores miramientos la consideración de una
importante producción ensayística de los mismos períodos analizados: la reseña de los sucesivos
proyectos de país asociados a “la cuestión nacional” podría complementarse con una breve
referencia a otros clásicos literarios como lo son hoy los textos no ficcionales de Ingenieros,
Martínez Estrada y Mallea.
Del topos al logos resulta un volumen compacto, de redacción madura, que delata una
tarea continua de investigación sostenida a lo largo de años y décadas. Dos virtudes poco
comunes lo destacan entre otros estudios críticos de su género. Por un lado, el rigor y la
coherencia metodológica, que logran poner en relación y acoger los aportes de diversas
disciplinas muchas veces percibidas como campos del saber enfrentados. Por otro, la frescura de
una prosa austera pero elegante, puesta al servicio de la lectura sensible y de la pasión por
compartir el placer inagotable de los textos.

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