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SOBRE LA RELACIÓN ENTRE MICROECONOMÍA Y EVALUACIÓN

DE PROYECTOS:
REFLEXIONES DE UN PRACTICANTE*

Alberto Müller **

1. OBJETIVO Y JUSTIFICACIÓN

El presente trabajo trata acerca de la relación entre la teoría microeconómica


convencional y la corriente doctrina de evaluación de proyectos. Es habitual la literatura
considera ambas temáticas como si la segunda fuera una deducción práctica de la
primera, en una suerte de relación análoga a la existente entre ciencia y tecnología; pero
este trabajo apuntará principalmente a sostener que la vinculación entre ambos campos
es menos inmediata de lo que en general se sostiene, y que esto tiene algunas
consecuencias dignas de mención.

Podría en principio invocarse una razón histórica para este fenómeno, con sólo considerar
que las técnicas de evaluación de proyectos efectivamente se desarrollaron con
autonomía de lo que hoy se conoce como cuerpo teórico microeconómico, compartiendo
el campo con el análisis financiero. Así, conceptos tales como la Tasa Interna de Retorno
no surgen en forma inmediata en los corrientes manuales de microeconomía, sino que
eventualmente requieren una presentación especial.

Sin embargo, se sostiene en este trabajo que la naturaleza de la relación entre


microeconomía y evaluación de proyectos responde a razones sustantivas, por lo que los
aspectos histórico-genéticos no son centrales, aunque seguramente resultan ilustrativos.

En primer lugar, se presentará lo que se considera el contraste fundamental entre lo que


daremos en denominar análisis microeconómico tradicional (en adelante AM) y evaluación
social de proyectos (en adelante EP). Seguidamente, se expondrán a modo de ejemplo
dos “estudios de caso” que ilustran dicho contraste. Por último, se delinearán algunas
conclusiones.

Antes de comenzar, conviene destacar que nuestro objetivo es meramente la clarificación


conceptual. No se ofrecerán perspectivas teóricas o técnicas innovadoras; nos
limitaremos a ofrecer algunos conceptos que esperamos ayuden a mejor comprender la
practica analítica, tanto en el área del AM como de la EP. En consecuencia, además, lo

*
El subtítulo “Reflexiones de un practicante” indica que este trabajo refleja principalmente la
experiencia del autor como analista de proyectos, y sólo en segundo plano en el ejercicio de la
docencia o investigación. No debe en consecuencia esperarse profundidad teórica, sino reflexiones
vinculadas al orden práctico, con cierta dosis de pragmatismo. El lector más interesado en una
aproximación teórica al tema podrá así obviar la lectura de un texto de relativa utilidad para él.

**
Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas (U.N.B.A.) y de la Maestría en Economía y
Políticas Públicas del Instituto Di Tella. Investigador del Centro de Estudios de Población, Empleo y
Desarrollo (Facultad de Ciencias Económicas – U.N.B.A.). El autor agradece los comentarios (y la
paciencia) de Felipe Orlando, sin comprometerlo desde ya con el contenido del presente trabajo.
que se entenderá en este trabajo por ambos términos debe ser rescatado en los
corrientes libros de texto, y no en desarrollos teóricos “de punta” 1.

2. PLANTEO INICIAL: EL PROYECTO EN EL ANÁLISIS MICROECONÓMICO

Empezando por el principio, si quisiéramos formular en forma sintética el objetivo del AM,
diríamos que su preocupación central es la eficiencia en la asignación de recursos. Esta
cuestión es habitualmente planteada en un marco analítico estático, que consiste en
optimizar la asignación de un conjunto dado de recursos no producidos, perfectamente
divisibles, usualmente denominados factores; la oferta de éstos depende de la
remuneración que en definitiva logren, para la producción de un conjunto de bienes que
satisfarán las necesidades de los propietarios. El concepto de eficiencia que se adopta es
el conocido como de óptimo paretiano: esto es, estaremos en situación de eficiencia toda
vez que no sea posible incrementar el nivel de utilidad de un individuo sin desmedro del
nivel de utilidad de algún otro; técnicamente, esto significa que la particular combinación
de utilidades de ambos individuos pertenece a la frontera de posibilidades de utilidad.
Esta situación se caracteriza también por una composición de la producción de bienes
que pertenece a la frontera de transformación; ello nos indica que no es posible producir
una unidad adicional de un bien sin reducir la de algún otro.

Puede afirmarse que en buena medida el AM se detiene en aquellos aspectos de una


economía que le impiden alcanzar la situación de eficiencia así descripta. Esto comprende
el estudio de las denominadas imperfecciones de mercado (monopolio, oligopolio,
información insuficiente, etc.). Pretende adoptarse el mismo enfoque también para lidiar
con activos durables, indivisibilidades y producción conjunta; pero ello es trata como algo
que altera el contexto analítico originario, caracterizado por producción instantánea e
insumos divisibles.

Por su parte, la EP apunta a optimizar la decisión de inversión, entendiendo por ello la


selección entre distintas alternativas o cursos de acción que implican un adelanto de
recursos para contabilizar beneficios en períodos posteriores. Si bien en principio se
trataría de una decisión análoga a la analizada por el AM, en cuanto se trata de decidir
acerca de la asignación de recursos, en realidad enfoca un caso diferente.

Para comprender esto, puede partirse de una pregunta tan simple como la siguiente: ¿por
qué hay que evaluar un proyecto en la forma en que corrientemente se recomienda? Esto
es, ¿por qué la decisión acerca de un proyecto de inversión requiere un análisis más
cuidadoso y exhaustivo, respecto de otras decisiones, tales como una política de ventas,
la implementación de horas extra o turnos adicionales, etc.?

Una respuesta estándar apunta a la necesidad de anticipar comportamientos futuros de


mercados y costos, a fin de no tomar decisiones equivocadas. Ahora bien, el AM presenta
dificultades para aceptar una respuesta de este tipo, para dos planteos característicos.
• En un planteo totalmente estático, no existe la cuestión acerca de anticipar
comportamientos futuros, por definición. Claramente, no hay lugar para siquiera
plantear la pregunta.
• En planteos intertemporales (por ejemplo, en elección intertemporal, mercados

1
Por este motivo, además, es posible que los conceptos vertidos aquí coincidan con los de otros
trabajos sobre el tema, más allá del conocimiento del autor.
contingentes o equilibrio temporario) puede existir la necesidad de anticipar
comportamientos futuros. Pero esto no explica porqué la materia de análisis de la EP
requiere un tratamiento diferencial: todas las decisiones deberían ser objeto de un
análisis similar.

Pero hay más: cuando el AM trata la temática de proyecto, ni siquiera el tratamiento


intertemporal es lo habitual. Es así como la economía del bienestar caracteriza el proyecto
como un desplazamiento de la frontera de posibilidades de utilidad, y por lo tanto de la
frontera de transformación de la economía.

Este enfoque tiene una consecuencia que parece digna de mención: la problemática no
es más la de cómo alcanzar dicha frontera. Este aspecto no es menor, toda vez que el AM
no dispone de mayores elementos para explicar porqué ocurre este cambio, por lo menos
en los términos del convencional modelo estático. Una explicación instintiva es el cambio
tecnológico; pero por cierto que no todos los proyectos lo implican necesariamente (este
tema se profundizará un poco más adelante).

Puede agregarse el comentario siguiente. La propia asociación entre “proyecto” y


“desplazamiento de frontera de transformación” puede ser puesta en duda. Dado que -
como tendremos oportunidad de constatar - una inversión concreta implica especializar
activos en determinada configuración técnica, una vez que ella se concrete no será
factible un desplazamiento “a lo largo” de la frontera de transformación, salvo un caso en
el que existiera la posibilidad en la propia planta de producir todos los bienes. El proyecto
quedaría entonces más identificado con un punto o entorno de la frontera, y no con la
frontera en su totalidad.

Seguidamente, podría levantarse el supuesto de que el proyecto nos sitúa en un punto de


la frontera, por cuanto pueden existir distorsiones en la economía que impiden que ello
ocurra. De aquí surge una tipología de casos posibles, en cuanto al “movimiento” de
fronteras, combinando las situaciones antes y después del proyecto con la pertenencia o
no a la frontera de cada una de ellas. Esto es, cuatro casos posibles:

Dentro de la frontera En la frontera


Sin proyecto 1 2
Con proyecto 3 4

Los cambios posibles serán entonces las combinaciones siguientes de casos: 1➜3, 1➜-4,
2➜3 y 2➜4.

No es necesario enfatizar las dificultades que existen en el orden práctico para determinar
en cuál caso debe ser encuadrada la evaluación de un proyecto determinado. Por lo
demás, no resulta totalmente claro si esta cuestión es en definitiva importante, dado que
puede evaluarse un proyecto puntualmente, con prescindencia de la naturaleza de la
frontera. Y eventualmente, puede proponerse una noción de frontera de transformación
“con distorsión”, a lo largo de la cual se efectiviza una eventual compensación que
asegure una mejoría paretiana. Dicha frontera “con distorsión” se debería encontrar
naturalmente a la izquierda de la frontera de transformación habitual en AM 2.
2
En Samuelson (1950) pueden rescatarse, como concepto análogo, el de frontera de utilidades
factibles (traducción libre para utility feasibility frontier); éste pretende incluir los efectos distorsivos
de una redistribución de utilidades entre individuos, a partir de un punto de equilibrio situado en la
Pero aun cuando esta discusión pueda ser de interés (y por tal motivo reaparecerá
posteriormente en este trabajo), resulta claro que ella no nos ayuda a responder a la
pregunta que se planteara: por qué los proyectos se evalúan como generalmente se lo
hace. Es menester procurar elementos adicionales de juicio. El AM podrá sernos de
ayuda, como veremos a continuación, pero requiere recontextualizar algunos conceptos.

3. POR QUÉ EVALUACIÓN DE PROYECTOS

Una posible respuesta alternativa a la pregunta planteada reside en que los casos
tratados por la EP presentan particularidades significativas, a saber:
• durabilidad y especialización de activos
• no proporcionalidad de las funciones de costos
• innovaciones de producto y proceso

Ello será tratado a continuación; complementariamente, se presentarán algunas


consideraciones acerca del concepto de capital y rentabilidad, con relación al AM y a la
EP. La conclusión importante a la que llegaremos es que la razón de ser de la EP es la de
tratar cuestiones relativamente periféricas para el AM.

3.1. Activos durables y especialización

Un primer fundamento para la EP radica en la incorporación de activos durables. No es


casualidad que la noción originaria de proyecto se encuentre estrechamente asociada a
éstos: la EP es, clásicamente, el análisis de la factibilidad técnica y económica de
incorporar edificios, represas, maquinaria, etc. al acervo productivo de una economía
determinada. Al respecto, es oportuno enfatizar un aspecto particular del activo durable,
además de lo que surge de su definición, y es el nivel de especialización que éste
implica; esto en realidad no es sino el reflejo de una estadio “superior”, si se quiere, del
proceso de división del trabajo, en el cual especializamos trabajo para producir equipos
productivos a su vez especializados. Esta circunstancia indica una de las razones por las
que necesitamos evaluar cuidadosamente este tipo de decisiones: los activos durables,
una vez especializados, no son susceptibles de utilización alternativa, razón por la cual los
costos de una decisión equivocada perduran en el tiempo. En otros términos, no se trata
de una decisión reversible a bajo costo.

Notemos incluso que la especialización, y la consecuente irreversibilidad, son aspectos


fuertemente condicionantes del alcance y contenido de la formulación y evaluación de un
proyecto determinado. El siguiente ejemplo intenta poner esto en evidencia.

Considérense los dos proyectos siguientes, referidos al sector transporte:


1. extensión de una línea de transporte automotor
2. extensión de una línea de ferrocarril subterráneo.

En primera aproximación, el tipo de análisis requerido parece similar: en ambos casos, se


trata de proyectar los costos de prestación del nuevo servicio, a partir de estándares
existentes, y estimar la futura demanda, a partir de estudios de campo (generalmente, la
información secundaria existente no es suficiente para tomar una decisión de esta

frontera de posibilidades de utilidad.


naturaleza).

Sin embargo, existe una circunstancia técnica que diferencia claramente ambos tipos de
decisiones: la posibilidad de rever la decisión. La línea de autotransporte puede ser
implementada a un costo irreversible relativamente bajo en cuanto a inversión, por las
razones siguientes:
• los vehículos, de costo relativamente bajo, pueden ser fácilmente reutilizados en otros
servicios alternativos, dado que existe un nivel importante de normalización.
• la infraestructura vial existe, independientemente de la prestación o no del servicio (lo
que denota la existencia de indivisibilidad y producción conjunta)
• los elementos durables adicionales, referidos básicamente a señalización, son de muy
bajo costo, y son además reutilizables en alguna medida.

El ferrocarril subterráneo presenta en tal sentido características opuestas:


• los vehículos son de muy alto costo y difícil reutilización, en la mayoría de los casos
• la infraestructura debe ser construida, también a costos muy elevados, no existiendo
posibilidad alguna de reversión.

Adicionalmente, cabe destacar que los estudios de demanda de transporte suelen ser
imprecisos en sus resultados, excepto que se incurra en erogaciones desproporcionadas.

Por estas razones, los procedimientos a adoptar son diferentes, en cada caso:
1 para la línea de autotransporte, lo más pertinente será reducir los estudios de
preinversión a un mínimo, y operar el servicio en forma experimental, decidiendo en
último instancia a partir de los resultados alcanzados.
2 para la línea de subterráneo, será necesario en cambio realizar un extenso y detallado
estudio de preinversión

Esta diferenciación de tratamientos es de aplicación en diversos casos. Pero ella


seguramente no surge de enfoques basados en el AM.

3.2. No proporcionalidad de costos

Si los costos fueran siempre linealmente proporcionales a los niveles de producción, a


corto y largo plazo, el espectro de alternativas técnicas para una actividad determinada
sería mucho más reducido, y buena parte de la EP tendría escasa razón de ser. Pero las
trayectorias de las funciones de costos son generalmente irregulares, en varios sentidos;
y éste es precisamente uno de los motivos principales por las que se formulan y evalúan
alternativas para un mismo proyecto.

Existen ejemplos clásicos de esto: la elección entre generación local y conexión a la red
de energía eléctrica, la viabilidad de redes de agua potable y saneamiento, la elección
entre remodelar un edificio o construir uno nuevo, la electrificación de un servicio
ferroviario, la opción entre construir un nuevo dispensario médico o ampliar uno existente,
la construcción de una usina hidroeléctrica. Todos estos casos ilustran la gran riqueza de
alternativas que la EP debe considerar, sólo por la pervasividad de funciones de costos no
lineales. Notemos que ello puede ser tanto atribuible a la dicotomía entre costos fijos y
variables, como a la presencia de economías de escala o finalidad, casos que son
enfocados como excepción en el ámbito del AM.

Agreguemos a esto que indivisibilidades y tamaños mínimos razonables nos introducen


en un ámbito donde imperan discontinuidades de diversa naturaleza. Por ejemplo, no
tiene sentido proyectar plantas productivas de sectores determinados de menos de
determinado tamaño; o sólo puede ajustarse el tamaño de planta por saltos discretos, en
función de la existencia de equipamiento de producción seriada, no siendo
económicamente razonable solicitar tamaños fuera de los productos estándar (éste es el
caso, por ejemplo, de la incorporación de motores eléctricos de baja potencia). Cabe
alertar que no siempre estas discontinuidades son relevantes. En los proyectos
hidroeléctricos, usualmente no existen componentes normalizados, dada la singularidad
de cada caso; al producirse los componentes por encomienda, puede ajustarse el
dimensionamiento con mayor libertad (por ejemplo, determinando diversas cotas del
embalse).

Es de subrayar que este aspecto se combina necesariamente con lo mencionado acerca


de durabilidad y especialización: las indivisibilidades y economías de escala no son sino
un reflejo de los efectos de la especialización.

3.3. Innovación de producto y proceso

Con frecuencia, el proyecto que se formula plantea adoptar nuevas tecnologías y/o
producir nuevos productos. Si bien el AM no excluye esta posibilidad, no se trata de una
materia de su interés central. En consecuencia, el carácter esencialmente desequilibrado
de este tipo de innovaciones no es internalizado por aquél, particularmente en enfoques
estáticos tradicionales. Por ejemplo, no dispone de un concepto tan claro de eficiencia,
cuando se produce un proceso de gradual adopción de una nueva tecnología, o cuando
un bien es desplazado por otro producto nuevo. Cuando mucho, el AM puede brindarnos
un concepto de optimalidad una vez que el proceso innovador ha concluido.

Notemos al respecto que el propio concepto de un valor actual neto positivo de un


proyecto se encuentra íntimamente vinculado a la existencia de formas de desequilibrio
como las planteadas por la innovación3.

Es pertinente destacar aquí lo siguiente. El AM asume que todas las opciones técnicas
son conocidas; el problema de eficiencia consiste, entre otras cosas, precisamente en
establecer cuál es la selección tecnológica correcta. La EP, con gran frecuencia, aborda
una decisión que consiste en investigar una alternativa en alguna medida desconocida
hasta el presente. Nótese que este desconocimiento puede originarse tanto en una
innovación tecnológica pura como en el aprovechamiento de una oportunidad no
visualizada o explotada con anterioridad. Parece evidente que el conocido mapa de
isocuantas no nos permite reencontrarnos con este proceso de identificación de opciones
innovadoras 4.

De aquí se deriva una constatación de interés. La identificación de “necesidades”, que


generalmente (y no sin razón, desde ya) se enfatiza como un aspecto central en la

3
Sobre este aspecto, se volverá más adelante.
4
Una taxonomía propuesta por el AM (en particular, por A. Alchian) es denominar “tecnología” al
conjunto (“mapa”) de isocuantas y “técnica” a un punto determinado de dicho conjunto. En este
contexto, habría innovación tecnológica cuando se produce una modificación en el conjunto de
isocuantas. En la práctica, parece muy difícil distinguir entre selección de técnica y cambio
tecnológico “pequeño”, porque la hipótesis de omnisciencia de técnicas para una “tecnología” dada
es manifiestamente irrealista.
formulación de un proyecto, no necesariamente es la clave para su concepción. Con
frecuencia, las “necesidades” se encuentran satisfechas de alguna manera; lo que el
proyecto propone es innovar, proponiendo una forma más económica o beneficiosa de
satisfacerlas. Cuando se proyecta pavimentar una ruta, la “necesidad” de conexión ya se
encuentra satisfecha, pero se examina una forma más eficaz de proveer el servicio vial.
Un proyecto de informatización viene sin duda a cubrir “necesidades” ya atendidas, pero
propone una nueva tecnología más apta, que además atiende a “necesidades” que antes
no podían cubrirse (por ejemplo, acceso a datos en tiempo real).

Surge de estos conceptos el carácter esencialmente creativo de la formulación de un


proyecto; este aspecto, muchas veces omitido aun en los textos habituales de EP 5, es
claramente constrastante con el escenario de “omnisciencia técnica” habitual en el AM.
Tal vez podría sugerirse que la intención de asociar AM y EP es un incentivo para que
este aspecto creativo deje de percibirse.

3.4. El enfoque estático, el concepto de inversión y los indicadores de rentabilidad

¿Cuál es el correlato de indicadores tales como el Valor Actual Neto y la Tasa Interna de
Retorno en el AM?

Si consideramos alguna variante del tradicional modelo de equilibrio general de 2x2x2


(factores, productos e individuos), podremos encontrar que capital y trabajo son los dos
factores primarios, provistos por los individuos. La remuneración de ambos corresponde a
su productividad marginal, esto es, al valor monetario del incremento de producto que
aporta una unidad adicional del factor. Este planteo asume explícitamente, entre otras
cosas, que la producción del período corriente no lleva tiempo relevante, que no existen
indivisibilidades y que no hay activos durables que reaparezcan en un período posterior.
Seguramente, no hay lugar aquí para los indicadores habituales en EP como los
mencionados, toda vez que ellos se refieren a flujos de varios períodos. Más claramente,
toda asociación entre la tasa interna de retorno y la “productividad marginal del capital” no
es lícita 6. Más aún, puede cuestionarse el propio empleo del concepto de “capital”, en
este contexto, por cuanto no puede distinguírselo técnicamente o económicamente de
cualquier insumo corriente (por ejemplo, combustible).

Se plantea entonces la cuestión acerca de si pueden reencontrarse en el AM estos


indicadores usuales en EP. El análisis de equilibrio parcial puede ser de utilidad aquí.

Partamos al efecto de la distinción entre el equilibrio de la firma a corto y largo plazo, en


los términos habituales del AM. A corto plazo, la condición de igualación entre precios y
costos marginales implica que los costos invariantes con el nivel del producto no deben
ser considerados; a largo plazo, sin embargo, necesariamente éstos deben “entrar en la
cuenta”, por cuanto de su cobertura depende la viabilidad de la unidad productiva.

Ahora bien, ¿cómo se traza esta distinción entre corto y largo plazo? Una aproximación
habitual la equipara a la de fijos y variables; pero ello no es estrictamente cierto:

5
De los textos que el autor recuerda, únicamente el Manual de Proyectos Industriales de la OCDE
(1975) destaca este aspecto creativo de la formulación de proyectos.
6
Esto implica cuestionar el concepto de tasa incremental de producto/capital, a los efectos de
determinar la tasa de descuento.
determinados costos pueden ser fijos, pero inmediatamente evitables, si se discontinúa el
emprendimiento (por ejemplo, gastos de mantenimiento independientes del nivel de
utilización de la capacidad instalada). Esto significa que de alguna forma tales costos fijos
inmediatamente evitables deben ser computados para la decisión de corto plazo7.

Queda como caso relevante el de los costos fijos por corresponder a activos durables;
dichos costos son efectivamente fijos a corto plazo. La continuidad del emprendimiento
queda supeditada a la decisión de renovar tales activos, en la oportunidad
correspondiente. Cabe señalar que ésta no necesariamente es definible en forma
unívoca; generalmente, los activos no tienen vidas útiles similares, por lo que los
requerimientos de renovación se distribuyen, a veces en forma bastante caprichosa, a lo
largo del tiempo; podría incluso afirmarse que la propia noción de costo marginal de corto
plazo es de difícil identificación8. Pero a fin de no complicar innecesariamente nuestro
análisis, se asumirá aquí que cabe una distinción unívoca entre costos fijos y variables, a
corto plazo.

Ahora bien, el ajuste de capacidad en este contexto representa una inversión, por cuanto
implica incorporar activos durables; ella se evalúa precisamente a través de indicadores
de EP: en la medida en que arroje un resultado positivo, dicho ajuste será realizado. A
largo plazo, y suponiendo retornos constantes a escala, todas las plantas se encontrarán
operando a su costo medio de largo plazo, y no existirán utilidades extraordinarias. En
estado estacionario, el valor actual neto del emprendimiento será nulo. Esta constatación
nos permite alcanzar dos conclusiones de interés:
1. En la medida en que un proyecto de ampliación de capacidad tenga valor actual neto
positivo, no existirá equilibrio de largo plazo en la rama productiva; esto significa que
deberían producirse más incrementos de capacidad (por ampliación o entrada de
nuevas plantas), hasta tanto el precio iguale el costo medio de largo plazo. Nótese que
de existir indivisibilidades relevantes (por la razón que fuera), es posible que aún a
largo plazo subsistan utilidades extraordinarias.
2. El indicador de rentabilidad del proyecto no nos da estrictamente una valuación
intrínseca del mismo, sino una indicación acerca de la prioridad relativa que tendría el
proyecto, frente a otros, a fin de alcanzar la capacidad instalada de oferta en el largo
plazo.

Una conclusión análoga puede alcanzarse en el caso de proyectos fundamentados en


economías de costos. También en este caso, la existencia de rentabilidad extraordinaria
no será sino el resultado de un desequilibrio que tenderá a corregirse en el largo plazo;
sólo que en este caso, habrá ocurrido un desplazamiento hacia abajo de la curva del
costo de largo plazo.

Seguramente, existe sentido común en las decisiones que se fundan en la EP, para lidiar
con estos casos: todo proyecto que implique reducir costos y ampliar consiguientemente
el consumo de determinado bien es conveniente.

7
Esta distinción, muchas veces olvidada, no es seguramente nueva. Ya consta en un artículo de
W.A.Lewis, de 1949.
8
Al decir de Lewis, en el artículo citado, “no existe esa cantidad denominada costo marginal del
producto; no hay siquiera la posibilidad de una elección sencilla entre dos cantidades, costos de
corto y largo plazo; hay una extensa variedad de costos, dependiendo de cuál sea nuestro
horizonte de análisis, y tal elección de costos varía día a día, en la medida en que se alteran los
compromisos corrientes” (1968, pág. 64 - nuestra traducción es un tanto libre).
Pero interesa destacar que en términos del AM, no disponemos más de un criterio de
eficiencia tan inmediato, como el que surge de modelos de equilibrio general y simultáneo
(esto es, de la igualación de los precios de los factores a sus productividades marginales).
La decisión sobre inversiones es en última instancia una decisión acerca de cómo
priorizar ajustes de capacidad entre unidades productivas y sectores: allí donde las
utilidades extraordinarias sean relativamente mayores, será conveniente priorizar la
inversión; ello podrá responder tanto a necesidades de ajustar capacidad por crecimiento
de la demanda como al aprovechamiento de oportunidades para la baja de costos. El AM
convencional seguramente poco aporta en tal sentido. Obviamente, el concepto de
eficiencia se torna aún más inasible si se presenta un escenario de permanente cambio
técnico, que impide el ajuste a una situación de equilibrio en el largo plazo.

Hay un caso que escapa a estas consideraciones: el de proyectos que aportan valores de
uso antes inexistentes. En este caso, no puede aducirse ajuste de capacidad. Pero en
realidad se plantea aquí un problema complejo para el AM (y también para la EP), toda
vez que se comprometen las posibilidades de comparar situaciones con y sin proyecto.
Asegurar la comparabilidad implica asumir que existen mapas de indiferencias para todos
los bienes posibles e imaginables, hipótesis difícil de asumir aun por quienes estén más
persuadidos por el AM. Si esta hipótesis se descarta, deberá aceptarse que el nuevo valor
de uso modifica las preferencias del individuo, por lo que estrictamente no permite cotejos
en situación con y sin proyecto. Una eventual salida consistiría en adoptar como situación
sin proyecto el mundo con la “idea” del nuevo valor de uso, y considerar que la capacidad
instalada para el mismo es nula; se trata de una salida híbrida, que puede ser aceptada,
por su sentido común. Se trataría en consecuencia de una suerte de caso extremo o
límite, pero equiparable a los otros ya mencionados de ajuste de capacidad. Esta salida
(que parece más una escapatoria que otra cosa) será adoptada de aquí en más, a falta de
algo mejor.

4. “ESTUDIOS DE CASO”

Este apartado se destinará a considerar dos temas en los que la literatura combina AM y
EP, para el tratamiento de problemas específicos. El primero se refiere a la discusión en
torno del criterio de compensación y la posibilidad de evaluar proyectos con
independencia de juicios distributivos. El segundo tópico elabora algunas observaciones
acerca del tema de precios de cuenta, deteniéndose en particular en la propuesta
originada en los “tres postulados de la economía del bienestar aplicada”, de A. Harberger.

Si bien los conceptos a presentar en parte reiteran lo ya expuesto hasta aquí, entendemos
que estos “estudios de caso” permite clarificar aspectos importantes que hacen a la
temática de este artículo.

4.1. Primer “estudio de caso”: El criterio de compensación y el juicio distributivo

4.1.1 Planteo

La exposición habitual del tema puede resumirse en los términos siguientes9:

9
Esta temática es tratada por diversos textos de economía del bienestar y evaluación de proyectos.
En Button (1994, pág.178 y ss.) puede encontrarse un desarrollo interesante, que muestra incluso
la posibilidad de inconsistencias en decisiones sobre sucesivos proyectos. La exposición que sigue
• El contexto de análisis es una economía de 2 individuos (I1 e I2) y 2 productos (X1 y X2).
• Un proyecto produce el desplazamiento de la frontera de posibilidades de utilidad,
localizando la economía en un nuevo punto de la misma; para mayor claridad de la
exposición, denominaremos las situaciones antes y después del proyecto como A y B,
respectivamente 10.
• Si el punto B se encuentra al “noreste” del punto A, el proyecto producirá una mejora
paretiana, en cuanto I1 e I2 verán mejorada su situación.
• Si el punto B se encuentra al “noroeste” o al “sudoeste” del punto B, existirá la
posibilidad de compensar: I2 podrá compensar a I1, entregando bienes o ingreso, lo que
producirá el desplazamiento a lo largo de la frontera con proyecto, hasta alcanzar
nuevamente un punto situado al “noreste” de A, que denominaremos B´ (ver gráfico 1).
Complementariamente, se indica que B´ debe ser tal que no permita una nueva
compensación, para volver a A. Esto es, la compensación debe soportar un test de no
reversibilidad.

se basa en este texto y en la presentación de Samuelson (1950), que si bien no se refiere


específicamente a la EP, reseña adecuadamente los tópicos centrales.
10
Como ya se vio en este trabajo, esta conceptualización del proyecto es pasible de observaciones
diversas. Sin embargo, a los fines del presente acápite, ella será mantenida sin modificaciones.
• En tal caso, el proyecto introducirá nuevamente una mejora paretiana, pero que se
efectivizará sólo en caso de que se produzca la compensación. Se establece además
que no es necesario que ella ocurra, puesto que se trata de una cuestión distributiva. A
los fines de indicar que el proyecto introduce una mejoría, es suficiente con indicar que
es posible que ambos individuos se encuentren en un mayor nivel de utilidad.
• Esta argumentación, expuesta originariamente por Kaldor y Hicks, es objeto de dos
críticas.
Þ Por una parte, se menciona que ella no es neutra, desde el punto de vista
distributivo, por cuanto asume el punto A como válido.
Þ En segundo término, se indica que cuando ambas fronteras de posibilidades de
utilidad (esto es, con y sin proyecto) se cruzan, no necesariamente se cumple
la condición de no reversibilidad. Ello ocurre por ejemplo cuando A y B se
encuentran en los respectivos tramos “externos” de sus respectivas fronteras de
posibilidades de utilidad (gráfico 2).
En consecuencia, el problema no puede ser resuelto teóricamente sin recurrir a algún tipo
de juicio distributivo explícito (expresado mediante la función de bienestar social -
función de Bergson-Samuelson). Esta función establece juicios de “mejor-peor” para
diversas combinaciones de utilidad de los individuos.
• A pesar de ello, es corriente asumir en la EP que la compensación es posible sin
reversión, y por lo tanto que resulta lícito sumar costos y beneficios de la sociedad,
independientemente de cómo ellos se distribuyan. Esto implica asumir que no se
produce la intersección de fronteras. De esta forma, la distribución puede ser tratada
como un tema independiente de la eficiencia; o, lo que es lo mismo, la situación con y
sin proyecto puede ser estudiada como el desplazamiento de la frontera de
posibilidades, antes que como el paso de A a B11.

Por cierto, la argumentación presentada constituye un muy buen ejemplo de cómo el AM


intenta apuntalar teóricamente la EP, pese a su elevado nivel de abstracción. Pero en
este cruce de lo teórico a lo práctico parecen haberse deslizado subrepticiamente algunos
aspectos dignos de mención. En particular, se considera importante destacar los que se
mencionan a continuación.

4.1.2. Decisión condensada e imposición: La compensación como juicio distributivo

La afirmación acerca de que la efectivización de la compensación depende de un juicio de


carácter distributivo amerita el siguiente comentario. En primer término, el propio planteo
parece alejado de lo que se supone es una “sociedad” para el AM, en cuanto conjunto de
individuos soberanos, que entran en relación entre si por mera conveniencia; este
contexto es alterado sin aviso al introducir el principio de la compensación. En caso de
que el proyecto fuera consensuado entre ambos individuos, no existiría la necesidad de
“compensación”, dado que sería factible si y sólo si ambos se benefician; el único juicio
distributivo que se formulará entonces será referido a la situación inicial.

Esto puede ser comprendido más claramente, ejemplificando como contraste la


argumentación en el siguiente caso análogo. Cuando se trata de establecer qué ocurre
con una dada distribución de dos bienes entre dos individuos, el análisis mediante la caja
de Edgeworth nos indica que ellos procederán a intercambiar un bien por otro, definiendo
una “trayectoria” que concluirá cuando se produzca la tangencia de sus respectivas
curvas de indiferencia, y por lo tanto se alcance la curva de contrato. En este análisis, no
hay necesidad de discutir compensación alguna; el único juicio distributivo implícito es el
que se refiere a la distribución inicial de los bienes entre ambos individuos. En principio,
no habría razones para no aplicar este mismo enfoque para el caso de un proyecto que
desplaza la frontera de posibilidades de utilidad. Pero por algún motivo, el contexto de
análisis es alterado, y ahora la decisión es impuesta12. Podemos sugerir dos razones,
diferentes y eventualmente complementarias, para este cambio:
Þ La discontinuidad que implica el proyecto no permite rastrear una “trayectoria”,
tal como ocurre en cambio en el caso tratado mediante la caja de Edgeworth,
creando una cierta indefinición.
Þ La decisión acerca del proyecto es tomada por alguna suerte de “agente ex-
machina”, que naturalmente sería el estado13.
Notemos que si se acepta la idea de proyecto estrictamente consensuado, se facilitan las
cosas, por cuanto se puede lidiar con el caso en que ambas fronteras de posibilidades de
utilidad se crucen: sólo se permitirían movimientos estrictos al “noreste”. Pero como se
verá a continuación, tal vez esto no resulte tan relevante.
11
Ver Azqueta Oyarzún (1984), para una presentación de esta temática.
12
Tal vez no sea superfluo señalar que los criterios de compensación fueron originariamente
diseñados para comparar distintas situaciones de bienestar a partir de datos de ingreso nacional.
El citado artículo de Samuelson trata precisamente esta temática. Su incorporación al área de EP
se realizó con posterioridad.
13
Podría argumentarse eventualmente que habría imposición en el caso de externalidades
negativas. Esto es, la disminución en el nivel de utilidad de uno de los individuos sería
consecuencia de un efecto negativo el proceso de producción con proyecto. Esta hipótesis es sin
duda perfectamente admisible, aun cuando resulte un caso bastante particular, lejos de la
generalidad que se postula para el criterio de compensación.
4.1.3. La relevancia del “cruce de fronteras”

¿Qué significa en la práctica el que las fronteras de posibilidades de utilidad se crucen?


Tal como señala Samuelson (op.cit.), esta situación se refleja en el cruce de fronteras de
transformación; ello es además fácil de percibir, si se considera que cuando éstas últimas
no se cruzan, a dados niveles de utilidad del primer individuo siempre corresponderán
niveles mayores para el otro, por cuanto siempre habrá más de ambos bienes. Es
interesante indagar acerca de qué puede determinar el “cruce de fronteras”, para
establecer cuándo este caso tiene relevancia. A tal fin, consideremos uno de los extremos
de cada frontera; esto es, cuánto del bien X1, digamos, puede producirse si la economía
se especializa totalmente en su producción. El “cruce” indicará entonces que en situación
con y sin proyecto, podrá producirse en el límite más o menos de X1, y simétricamente
menos o más de X2. Ahora bien, podemos razonablemente suponer que el proyecto
apuntará a mejorar la producción de uno de los dos bienes, digamos X1. En tal caso, si la
economía se especializara totalmente en la producción de X2, no habría razón para que el
total de producción en este caso cambie, con respecto a la situación sin proyecto; en
consecuencia, el punto de arranque para ambas fronteras será el mismo. Viceversa, si la
economía se especializara en producir X1, la producción sería mayor con proyecto. Prima
facie, esto implicaría que ambas fronteras no se cruzarían, por cuanto arrancan de un
mismo punto (X2 máximo) y concluyen en dos puntos diferentes (X1 con y sin proyecto).
Esto sin embargo no es necesariamente así, por cuanto podría ocurrir que a medida que
pasamos de la situación de X2 máximo, se debiera sacrificar más producción de X1 en la
situación con proyecto, con respecto a la situación sin proyecto. En términos más
técnicos, la tasa marginal de transformación ∆X1/∆X2 será mayor en la situación con
proyecto, en un tramo determinado de la frontera (ver gráfico 3). Una razón no
extravagante para que esto ocurra sería que el proyecto, volcado a la producción de X2,
genera externalidades negativas importantes para la de X1, por lo que cada avance del
primero cuesta más en términos del segundo. La relevancia práctica de esta posibilidad
deberá ser aquilatada en cada caso; pero parece claro que no parece ser generalizable,
por cuanto las externalidades negativas pronunciadas son un fenómeno relativamente
excepcional.
En consecuencia, la discusión teórica acerca del posible “cruce de fronteras” y el
consecuente “riesgo de reversión” pareciera referirse a una situación práctica poco
generalizable. Esto nos permite concluir que la solución corrientemente adoptada por la
EP - esto es, la suma de costos y beneficios “sin mirar a quién” - encontraría mayor
fundamento del que usualmente se le asigna. Ello no quita, desde ya, que el juicio
distributivo implícito en aceptar la distribución inicial siga vigente; pero podríamos tratar
con mayor liberalidad el proyecto como “desplazador de fronteras”, antes que como
pasando de A a B.

Una mayor vocación por lo concreto por parte del AM tal vez podría haber contribuido en
el tratamiento de esta temática.

4.2. Segundo “estudio de caso”: precios de cuenta

La temática de los precios de cuenta14 es seguramente un ámbito de interés para este


trabajo, puesto que en él confluyen explícitamente AM y EP (podría incluso sugerirse que
éste es el único ámbito en el que la EP requiere indefectiblemente del instrumental
microeconómico). El alcance de las observaciones y comentarios que siguen será limitado
y bastante diversificado. En primer lugar, se presentará una reflexión de orden general;
luego, se tratará la solución propuesta por el enfoque de los “tres postulados” de la

14
Se hará referencia con el término “precios de cuenta” para aludir básicamente a lo que se
denomina habitualmente “precios de eficiencia” en sentido amplio. Esto es, no se incursionará en lo
referido a cuestiones distributivas.
economía del bienestar aplicada.

4.2.1 Múltiples soluciones prácticas para una única perspectiva teórica

Una constatación por cierto que trivial, pero significativa a los fines de esta discusión, es
la llamativa multiplicidad de soluciones prácticas que se proponen para la definición de
precios de cuenta, habida cuenta que todas ellas se referencian en un único marco
teórico.

Tal vez podría argumentarse que también en la relación entre ciencia y tecnología se
verifica esta situación, toda vez que la matriz teórica dada por las ciencias duras (física,
química y biología) da lugar a soluciones técnicas alternativas entre si, sin que aquélla
pueda definir la opción más adecuada. Sin embargo, entendemos que el tipo de
vinculación que se plantea entre ambos niveles no es comparable al caso del vínculo
entre AM y EP.

Tomemos al efecto, como ejemplo, la opción técnica entre pavimentación mediante


hormigón y asfalto. Ambas tecnologías brindan un servicio comparable, siendo que la
primera requiere mayor inversión que la segunda, al tiempo que su vida útil es mayor. En
principio, si a partir de los principios de física y química fuera posible un conocimiento
exhaustivo, no habría dificultades para establecer técnicamente el desempeño de cada
opción. Pero esto no es así, dado que no existen modelos comportamentales
suficientemente detallados a fin de analizar estructuras tales como los pavimentos. En
consecuencia, se diseñan procedimientos empíricos ad-hoc, los que no contradicen el
contexto teórico, pero que aportan un conjunto de especificaciones y mediciones creadas
al efecto15. Las pruebas empíricas, más o menos controladas (pero nunca totalmente),
pueden dar lugar a optar por una alternativa u otra. Pero esto desde ya no implica
cuestionar el marco teórico más general, por cuanto éste no es hábil para dirimir el
problema específico en cuestión.

En el caso de los precios de cuenta, en cambio, las determinaciones buscan fundarse


directamente en el AM, utilizando con frecuencia terminologías análogas (típicamente,
conceptos tales como “costo marginal” y “nivel de utilidad”). Las dificultades al parecer
surgen de la imposibilidad de replicar en la práctica la propuesta teórica del AM
(recordemos lo ya visto acerca de la dificultad de especificar el proyecto como punto en la
frontera de transformación o como frontera en su totalidad). Esto se refleja en el recurso a
abordajes teñidos de pragmatismo:
Þ enfoque de los tres postulados de Harberger
Þ utilización del mercado internacional como referencia (abordaje Little-Mirrless/Squire-
Van der Tak - véase por ejemplo Azqueta Oyarzún, 1984)
Þ utilización de esquemas de insumo-producto (por ejemplo, Powers, 1981)

El punto central de divergencia con el caso de la relación ciencia-tecnología reside en que


no disponemos más de la oportunidad de comprobación empírica. Con lo cual, la cuestión
práctica acerca de la definición de precios de cuenta al parecer queda encerrada en una
curiosa paradoja:

15
Estos conceptos son típicos del análisis del comportamiento de materiales (dureza, resistencia a
la tracción, resiliencia, etc.), pero también pueden hacer referencia a propiedades de estructuras
más complejas (por ejemplo, el número estructural de pavimento, o el índice de rugosidad de la
superficie).
Þ Por una parte, se valida exclusivamente por su referencia al marco brindado por el AM;
esto es, se trata de precios “válidos” en la medida en que sean coherentes con la
teoría, por cuanto no hay pruebas empíricas que permitan una validación per se.
Þ Por la otra, dicho marco no puede concretarse en una sistematización de las
economías reales, por las limitaciones propias del enfoque estático. Se requieren
aproximaciones parciales, que hacen que tal validación no resulta posible16.

Si bien esta conclusión no deja de tener un sentido negativo - investigar precios de cuenta
en el marco de enfoques de equilibrio general usuales en AM puede parecer algo
quijotesco - la noción de precios “correctos”, en cuanto indicadores necesarios para la
toma de decisiones en general - en particular, para la EP - continúa siendo un tema
importante. Probablemente, se requiere definir un marco referencial alternativo.

4.2.2 Los tres postulados de la economía del bienestar aplicada: un comentario.

a. Planteo

La conocida propuesta de determinación de precios de cuenta de A. Harberger se asienta


en los denominados “tres postulados” de la economía del bienestar aplicada. Ellos pueden
enunciarse de acuerdo a lo siguiente (según ILPES, 1993):
a) Primer postulado: el beneficio marginal social del consumo individual se puede medir
por intermedio del precio de demanda.
b) Segundo postulado: el costo marginal social de producción individual se puede medir
por intermedio del precio de oferta
c) Tercer postulado: el beneficio o costo social conjunto se puede medir como simple
suma de beneficios y costos sociales individuales.

En la práctica, esto implica un tratamiento diferenciado para la producción que el proyecto


aporta. A tal efecto, ella es descompuesta en dos partes: la producción que desplaza la de
otros productores del bien y la producción incremental neta que aporta. Los tres
postulados conducen a las siguientes reglas prácticas
• los beneficios correspondientes al desplazamiento de otros productores resultan de la
diferencia entre los costos marginales del proyecto y los de los competidores, y deben
ser computados a precios de oferta (esto es, netos de impuestos indirectos)
• los beneficios correspondientes a la producción incremental neta deben ser valuados a
precios de mercado (esto es, incluyendo impuestos indirectos), por cuanto reflejan la
disponibilidad a pagar de los consumidores por la nueva producción
• los beneficios totales resultan de la suma de los dos montos anteriormente definidos.
El gráfico 4, por demás conocido, ilustra el cómputo descripto de beneficios. Esta
argumentación es generalizada para el caso de insumos, mercados monopólicos, etc. 17.

16
Es importante destacar que esta conclusión no es en manera alguna generalizable. El AM resulta
ser una guía útil para el análisis de temas regulatorios, estructuras de mercado, etc., pero
precisamente en la medida en que sea eficaz para formular enunciados contrastables.
17
Una presentación reciente de este enfoque, ampliamente desarrollada, puede ser encontrada en
Harberger y Jenkins (1997). En el conocido texto de Fontaine (1997), puede encontrarse un
desarrollo análogo.
La conceptualización presentada - que ha dado lugar a numerosos ensayos prácticos de
cálculo de precios de cuenta - constituye sin duda un aporte desde el AM para la EP, a los
fines del cálculo de precios de cuenta. Es de destacar incluso la preocupación de
Harberger en definir procedimientos sencillos, significativos y operables para guiar
adecuadamente las decisiones prácticas.

Por estas razones, esta propuesta resulta de interés a los fines de este trabajo. Nuestros
comentarios se limitarán a algunas consideraciones acerca de su naturaleza, en lo que
hace al alcance de la solución y al plazo de análisis.

b. Corto y largo plazo - equilibrio parcial y general

El enfoque de Harberger tiene la particularidad de rescatar la noción de proyecto que ya


hemos presentado: al tratar el proyecto como una cuestión referida a ajuste de capacidad,
el excedente que produce resulta de la diferencia entre costos marginales de corto plazo;
esto implica la hipótesis de que existen activos durables, por lo que los costos marginales
de corto y largo plazo difieren.

Ahora bien, de acuerdo a lo consignado por Wisecarver (1988), se ha criticado al enfoque


de Harberger de precios de cuenta por limitarse a un enfoque de equilibrio parcial 18.

18
En particular, este autor cita a Sieper (1981); no nos ha sido posible localizar este trabajo, por no
encontrarse publicado.
Wisecarver ensaya una defensa, indicando que la eventual limitación del análisis a los
mercados más directamente vinculados al bien bajo análisis responde más bien a
limitaciones de orden práctico. En particular, señala lo siguiente:
“Se supone que (en la ausencia de externalidades) los precios de demanda (libremente
expresados) miden el beneficio marginal que sus compradores atribuyen a cualquier bien,
servicio o insumo; que los precios de oferta (también expresados libremente) miden el
costo marginal correspondiente, y que cuando se trata de calcular el efecto neto para la
sociedad originado en alguna medida de política económica, simplemente se suman los
beneficios y costos (medidos por los precios de demanda y oferta), sin referirse a la
identidad de los beneficiarios/perjudicados. Es decir, con esta metodología el precio de
demanda representa el beneficio marginal social y el de oferta el costo marginal social. El
enfoque supone que los mercados, aunque distorsionados, funcionan en el sentido de que
los agentes económicos responden a los incentivos que les son pertinentes. Por lo tanto,
la mayor parte de la información necesaria para la evaluación social de proyectos se
encuentra en los mercados afectados” (pág. 30 - paréntesis y bastardillas del autor -
subrayado nuestro). Y más adelante, se concluye que “la metodología de Harberger
siempre mantiene sus raíces en el marco conceptual del equilibrio general, pero para
adelantar la meta objetiva y práctica de lograr la uniformidad de criterios y
profesionalismo, no se requiere de nuevos conocimientos teóricos” (pág. 33).

No parece difícil rastrear la etiología de esta polémica. El análisis de equilibrio general ha


ganado prestigio, con respecto de los abordajes de equilibrio parcial, por su mayor
capacidad de captar eventuales efectos indirectos de determinados cursos de acción
sobre el conjunto de la economía. El abordaje de los tres postulados debe entonces
justificarse por la adopción de un procedimiento típicamente de equilibrio parcial ante el
“tribunal del equilibrio general”. No se pretende terciar directamente en esta polémica;
pero se entiende que la respuesta de Wisecarver amerita los comentarios siguientes:
• La argumentación de Wisecarver no parece ser en realidad “de equilibrio general”;
antes bien, intenta mostrar que se consideran repercusiones en otros mercados; pero
nada permite asegurar que tal repercusión equivalga a la determinación de las
condiciones de equilibrio en todos los mercados.
• Si efectivamente es un enfoque de equilibrio general el que subyace, se trata de un
caso bastante particular de equilibrio general, por cuanto implica necesariamente
distinguir entre corto y largo plazo, algo no habitual en este tipo de abordaje. Si
efectivamente, el análisis planteado distingue entre corto y largo plazo, los equilibrios
que se alcanzan no lo son a largo plazo; y tal como vimos, es precisamente esta
característica la que permite que medidas tales como el valor actual neto puedan
adquirir valores superiores a cero.

Estas consideraciones permiten visualizar una suerte de disyuntiva para el enfoque de los
tres postulados: si acepta su naturaleza de equilibrio de corto plazo, parece difícil su
inscripción en visiones de equilibrio general, más allá de la consideración más o menos
ad-hoc de efectos indirectos en otros mercados. Si por otra parte, pretende tal inscripción,
tendrá a relativizar el concepto de proyecto entendido como ajuste de capacidad, que
tanta relevancia parece tener en la EP. En opinión del autor de este trabajo, parece
claramente preferible preservar la distinción corto-largo plazo, aun sacrificando la
pretensión de responder a encuadres de equilibrio general, de carácter estático; de esta
forma, se asegura lo que parece haber surgido como “misión central” de la EP, esto es,
guiar las decisiones referidas a ajustes de capacidad. Pero debe destacarse que la
argumentación de Wisecarver no parece tener presente esta disyuntiva, y considerar que
ambos presupuestos son conciliables sin dificultades mayores. A riesgo de parecer algo
extremista, podría afirmarse que en realidad la EP lidia con problemas dinámicos
demasiado complejos como para pretender coherencia con el modelo de equilibrio
general que el AM plantea.

Cabe señalar incidentalmente un aspecto terminológico, que parece contribuir a esta


asociación entre equilibrio parcial y equilibrio general. Al enunciar los tres postulados, se
hizo referencia a costos y beneficios sociales “marginales”. Ahora bien, el concepto de
marginalidad aplicable en este caso no es el que se emplea habitualmente en AM, porque
en este caso no estamos frente a efectos de cambios imputables a variaciones pequeñas,
típicamente caracterizables mediante cálculo diferencial. Por el contrario, el proyecto
implica un salto discreto significativo, tal como se ha visto en distintas instancias en este
trabajo, y tal como surge de la propia propuesta de precios de cuenta, donde el proyecto
es caracterizado como un desplazamiento discreto de la curva de oferta. En
consecuencia, sería tal vez conveniente sugerir el reemplazo del término por alguna otra
locución más precisa, tal como “cambio de costos/beneficios imputable al proyecto”. De
hecho, el tratamiento de Harberger es típicamente discreto: un desplazamiento “visible” en
la curva de oferta. Pero no deja de ser importante destacar que la utilización de esta
terminología contribuye a la idea de una vinculación fuerte en AM y EP.

c. La pertinencia de los precios de cuenta adoptados

En función de las consideraciones vertidas acerca de corto y largo plazo, interesa revisar
los criterios del enfoque Harberger a la luz de la “misión” de la EP, esto es, el ajuste de
capacidad.

Al respecto, si se adoptan los valores de corto plazo para todo el horizonte del proyecto,
ello implica aceptar que se mantendrán en el largo plazo. Dado que estos valores de corto
plazo encierran - tanto para el producto del proyecto como para sus insumos - alguna
implicancia en cuanto a la utilización de capacidad instalada, cabe preguntarse si la
hipótesis resultante es correcta. Habría en principio razones para pensar lo contrario: si
hablamos de valores de corto plazo, su proyección al largo plazo implica mantener una
situación de desequilibrio, cuando es probable que - en ausencia de otros factores
desequilibrantes - a largo plazo la capacidad se ajuste hasta alcanzar valores “normales”
de precios.

En otros términos, el precio de cuenta “correcto” debería contener una anticipación acerca
de la evolución futura de la capacidad instalada del propio bien y de sus insumos. Nótese
que el efecto de esta corrección - suponiendo que fuera posible - sobre el valor actual
neto no puede ser determinado de antemano; por ejemplo que si la capacidad instalada
para la elaboración de insumos se ajustara más rápidamente que la del bien producido, el
valor actual neto sería mayor del que resultaría de computar precios de corto plazo, a la
manera del enfoque de Harberger, y menor en el caso contrario. Por otra parte, asumir
una hipótesis contraria extrema - esto es, adoptar directamente valores de costo
económico de largo plazo - no ayuda demasiado, por cuanto implicará sencillamente
anular la posibilidad de obtener un valor actual neto positivo, salvo bajo la forma de renta
de algún factor de oferta fija. Esto significaría perder la guía para priorizar ajustes de
capacidad, que es precisamente el objetivo de la EP.

Obviamente, cualquier intento de abordar el tema bajo este enfoque se enfrenta con
dificultades prácticas insuperables, por los requerimientos de predicción que plantea;
estamos frente a las típicas dificultades de un análisis intertemporal, en particular cuando
involucra la existencia de activos durables. Al margen de la posible existencia de salidas
prácticas de esta naturaleza (algo que el autor de este trabajo desconoce), la propuesta
de Harberger parece perder parte de su atractiva simplicidad.

En conclusión, el AM que sustenta la propuesta de precios de cuenta en función de los


“tres postulados” puede conducirnos a una conclusión bastante diferente, aun cuando se
rescaten los conceptos básicos de costo de oportunidad, y no se haya alterado la teoría
de la demanda. Tal conclusión surge de una apreciación más rigurosa del marco en el
que dicha propuesta es planteada. Por otra parte, parece procedente, precisamente en
salvaguardia de los “tres postulados”, evitar cualquier asociación inmediata con el
equilibrio general.

5. CONCLUSIONES

La excursión reflexiva que este trabajo se ha propuesto lleva a concluir que la relación
entre AM y EP es menos inmediata de lo que la literatura habitualmente sugiere. En
particular, la inserción de la EP en contextos de equilibrio general parece acarrear
dificultades considerables; entre ellas, sobresale la dificultad primaria de identificar el
proyecto con un punto en una frontera de transformación o con la totalidad de ésta.

Ahora bien, si tal vinculación es poco firme, es necesario clarificar hasta qué punto el AM
puede ser el fundamento de la EP. En particular, cabe recordar lo siguiente:
• Los conceptos de marginalidad, que cumplen un papel central en AM, no son
estrictamente necesarios en EP (excepto el caso trivial en el que se asocia
marginalidad con evitabilidad en forma genérica). De hecho, ésta no requiere ni
siquiera establecer una distinción tajante entre costos fijos y variables, o entre
elementos durables y no durables; alcanza con conocer su ocurrencia, para
consignarlos en los flujos de fondos.
• La EP encuentra un campo central de actuación en la innovación de producto y
proceso, mientras que el AM asume generalmente que ambos rubros son
paramétricos. Esto implica abandonar el sencillo concepto de eficiencia que éste último
adopta.

Sin duda, esta constatación no deja de ser frustrante, toda vez que la expectativa de que
el AM sea el fundamento de la EP es más que lícita. Pero podría sugerirse que al AM le
resulta complejo trascender los límites que el mismo se ha impuesto; y que esta
circunstancia deviene principalmente de la preocupación del AM por adoptar pautas
científicas plausibles o aceptables, antes que encarar la comprensión de fenómenos con
fines prácticos 19. Un punto teórico central donde parece radicar buena parte del problema
es el concepto de optimalidad del AM. Su aplicación en la EP implica asumir que dicho
concepto es reconstituible en situaciones reales; y la propia temática de proyectos indica
que este concepto no es aplicable, por escapar del contexto estático.

Naturalmente, esto en forma alguna invalida el esfuerzo teórico realizado. La discusión

19
Más concretamente, la inclinación a seguir el modelo de la mecánica clásica, que excluye
cualquier noción de transformación o cambio cualitativo; ver al respecto Georgescu-Roegen (1971,
Introducción). Podría sugerirse que precisamente éste es materia central de la EP (por lo menos,
en su práctica), lo que explicaría en parte las “desconexiones” con el AM; pero dirimir esta hipótesis
escapa a los alcances de este trabajo (y al conocimiento del autor).
desarrollada en el presente trabajo es sin duda esclarecedora (por lo menos, así lo ha
sido para su autor), y sugiere la conveniencia de buscar una formulación para el AM
compatible con la problemática que encara la EP 20. Encontrar un concepto de optimalidad
adecuado y operable en el contexto intertemporal e innovador que caracteriza a la EP no
deja de ser una tarea de gran envergadura.

A juicio del autor, hasta tanto este tema no esté resuelto, la vinculación entre EP y AM
seguirá siendo problemática. A nivel práctico, la cuestión de la optimalidad en EP deberá
por el momento ser tratada con mucho de sentido común. La concepción del proyecto
como acción de ajuste de capacidad, que se ha sugerido en este trabajo, puede constituir
un sustituto parcial útil a tal fin.

BIBLIOGRAFÍA

Azqueta Oyarzún, D. - Teoría de los precios sociales - Instituto Nacional de la Administración


Pública (España) - 1984

Button, K. - Transport economics - Edward Elgar - 1993

Ferguson, C. y Gould - Teoría microeconómica - Fondo de Cultura Económica - 1995.

Fontaine, E. - Evaluación social de proyectos - Ediciones de la Universidad Católica de Chile -


1997

Gerogescu-Roegen, N. - The entropy law and the economic process - Harvard University
Press - 1971

Harberger, A. Y Jenkins, G - Manual-Cost benefit analysis of investment decisions - Harvard


Institute for International Development - 1997

Lewis, W. A. - Fixed costs. En D. Munby (ed.) “Transportation” - Penguin Books Ltd.- 1968
Originariamente publicado en “Overhead Costs”, del autor - Allen and Unwin - 1949

OCDE - Manual de projetos industriais - Editora Atlas/Edusp - 1975

Powers, T. (Ed.) - El cálculo de los precios de cuenta en la evaluación de proyectos - Banco


Interamericano de Desarrollo - 1981

Samuelson, P. - Evaluation of real income - 1950

Sieper, E. - “The structure of general equilibrium shadow pricing rules for a tax-distorted
economy” . Mimeo - 1981 - Citado en Wisecarver (1988).

Varian, H. - Microeconomía intermedia: un enfoque moderno- Antoni Bosch - 1994.

Wisecarver, D. - Introducción: el cálculo de los precios sociales en Chile - Cuadernos de


Economía N° 74 - Abril 1988

20
El autor no descarta desde ya que existan desarrollos en teoría microeconómica que hayan
avanzado en este sentido, y en consecuencia que la tarea que aquí se plantea esté en
efectivamente en curso Se recuerda al respecto que este trabajo se limita a considerar las
versiones estándar del AM y la EP.

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