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DE PROYECTOS:
REFLEXIONES DE UN PRACTICANTE*
Alberto Müller **
1. OBJETIVO Y JUSTIFICACIÓN
Podría en principio invocarse una razón histórica para este fenómeno, con sólo considerar
que las técnicas de evaluación de proyectos efectivamente se desarrollaron con
autonomía de lo que hoy se conoce como cuerpo teórico microeconómico, compartiendo
el campo con el análisis financiero. Así, conceptos tales como la Tasa Interna de Retorno
no surgen en forma inmediata en los corrientes manuales de microeconomía, sino que
eventualmente requieren una presentación especial.
*
El subtítulo “Reflexiones de un practicante” indica que este trabajo refleja principalmente la
experiencia del autor como analista de proyectos, y sólo en segundo plano en el ejercicio de la
docencia o investigación. No debe en consecuencia esperarse profundidad teórica, sino reflexiones
vinculadas al orden práctico, con cierta dosis de pragmatismo. El lector más interesado en una
aproximación teórica al tema podrá así obviar la lectura de un texto de relativa utilidad para él.
**
Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas (U.N.B.A.) y de la Maestría en Economía y
Políticas Públicas del Instituto Di Tella. Investigador del Centro de Estudios de Población, Empleo y
Desarrollo (Facultad de Ciencias Económicas – U.N.B.A.). El autor agradece los comentarios (y la
paciencia) de Felipe Orlando, sin comprometerlo desde ya con el contenido del presente trabajo.
que se entenderá en este trabajo por ambos términos debe ser rescatado en los
corrientes libros de texto, y no en desarrollos teóricos “de punta” 1.
Empezando por el principio, si quisiéramos formular en forma sintética el objetivo del AM,
diríamos que su preocupación central es la eficiencia en la asignación de recursos. Esta
cuestión es habitualmente planteada en un marco analítico estático, que consiste en
optimizar la asignación de un conjunto dado de recursos no producidos, perfectamente
divisibles, usualmente denominados factores; la oferta de éstos depende de la
remuneración que en definitiva logren, para la producción de un conjunto de bienes que
satisfarán las necesidades de los propietarios. El concepto de eficiencia que se adopta es
el conocido como de óptimo paretiano: esto es, estaremos en situación de eficiencia toda
vez que no sea posible incrementar el nivel de utilidad de un individuo sin desmedro del
nivel de utilidad de algún otro; técnicamente, esto significa que la particular combinación
de utilidades de ambos individuos pertenece a la frontera de posibilidades de utilidad.
Esta situación se caracteriza también por una composición de la producción de bienes
que pertenece a la frontera de transformación; ello nos indica que no es posible producir
una unidad adicional de un bien sin reducir la de algún otro.
Para comprender esto, puede partirse de una pregunta tan simple como la siguiente: ¿por
qué hay que evaluar un proyecto en la forma en que corrientemente se recomienda? Esto
es, ¿por qué la decisión acerca de un proyecto de inversión requiere un análisis más
cuidadoso y exhaustivo, respecto de otras decisiones, tales como una política de ventas,
la implementación de horas extra o turnos adicionales, etc.?
1
Por este motivo, además, es posible que los conceptos vertidos aquí coincidan con los de otros
trabajos sobre el tema, más allá del conocimiento del autor.
contingentes o equilibrio temporario) puede existir la necesidad de anticipar
comportamientos futuros. Pero esto no explica porqué la materia de análisis de la EP
requiere un tratamiento diferencial: todas las decisiones deberían ser objeto de un
análisis similar.
Este enfoque tiene una consecuencia que parece digna de mención: la problemática no
es más la de cómo alcanzar dicha frontera. Este aspecto no es menor, toda vez que el AM
no dispone de mayores elementos para explicar porqué ocurre este cambio, por lo menos
en los términos del convencional modelo estático. Una explicación instintiva es el cambio
tecnológico; pero por cierto que no todos los proyectos lo implican necesariamente (este
tema se profundizará un poco más adelante).
Los cambios posibles serán entonces las combinaciones siguientes de casos: 1➜3, 1➜-4,
2➜3 y 2➜4.
No es necesario enfatizar las dificultades que existen en el orden práctico para determinar
en cuál caso debe ser encuadrada la evaluación de un proyecto determinado. Por lo
demás, no resulta totalmente claro si esta cuestión es en definitiva importante, dado que
puede evaluarse un proyecto puntualmente, con prescindencia de la naturaleza de la
frontera. Y eventualmente, puede proponerse una noción de frontera de transformación
“con distorsión”, a lo largo de la cual se efectiviza una eventual compensación que
asegure una mejoría paretiana. Dicha frontera “con distorsión” se debería encontrar
naturalmente a la izquierda de la frontera de transformación habitual en AM 2.
2
En Samuelson (1950) pueden rescatarse, como concepto análogo, el de frontera de utilidades
factibles (traducción libre para utility feasibility frontier); éste pretende incluir los efectos distorsivos
de una redistribución de utilidades entre individuos, a partir de un punto de equilibrio situado en la
Pero aun cuando esta discusión pueda ser de interés (y por tal motivo reaparecerá
posteriormente en este trabajo), resulta claro que ella no nos ayuda a responder a la
pregunta que se planteara: por qué los proyectos se evalúan como generalmente se lo
hace. Es menester procurar elementos adicionales de juicio. El AM podrá sernos de
ayuda, como veremos a continuación, pero requiere recontextualizar algunos conceptos.
Una posible respuesta alternativa a la pregunta planteada reside en que los casos
tratados por la EP presentan particularidades significativas, a saber:
• durabilidad y especialización de activos
• no proporcionalidad de las funciones de costos
• innovaciones de producto y proceso
Sin embargo, existe una circunstancia técnica que diferencia claramente ambos tipos de
decisiones: la posibilidad de rever la decisión. La línea de autotransporte puede ser
implementada a un costo irreversible relativamente bajo en cuanto a inversión, por las
razones siguientes:
• los vehículos, de costo relativamente bajo, pueden ser fácilmente reutilizados en otros
servicios alternativos, dado que existe un nivel importante de normalización.
• la infraestructura vial existe, independientemente de la prestación o no del servicio (lo
que denota la existencia de indivisibilidad y producción conjunta)
• los elementos durables adicionales, referidos básicamente a señalización, son de muy
bajo costo, y son además reutilizables en alguna medida.
Adicionalmente, cabe destacar que los estudios de demanda de transporte suelen ser
imprecisos en sus resultados, excepto que se incurra en erogaciones desproporcionadas.
Por estas razones, los procedimientos a adoptar son diferentes, en cada caso:
1 para la línea de autotransporte, lo más pertinente será reducir los estudios de
preinversión a un mínimo, y operar el servicio en forma experimental, decidiendo en
último instancia a partir de los resultados alcanzados.
2 para la línea de subterráneo, será necesario en cambio realizar un extenso y detallado
estudio de preinversión
Existen ejemplos clásicos de esto: la elección entre generación local y conexión a la red
de energía eléctrica, la viabilidad de redes de agua potable y saneamiento, la elección
entre remodelar un edificio o construir uno nuevo, la electrificación de un servicio
ferroviario, la opción entre construir un nuevo dispensario médico o ampliar uno existente,
la construcción de una usina hidroeléctrica. Todos estos casos ilustran la gran riqueza de
alternativas que la EP debe considerar, sólo por la pervasividad de funciones de costos no
lineales. Notemos que ello puede ser tanto atribuible a la dicotomía entre costos fijos y
variables, como a la presencia de economías de escala o finalidad, casos que son
enfocados como excepción en el ámbito del AM.
Con frecuencia, el proyecto que se formula plantea adoptar nuevas tecnologías y/o
producir nuevos productos. Si bien el AM no excluye esta posibilidad, no se trata de una
materia de su interés central. En consecuencia, el carácter esencialmente desequilibrado
de este tipo de innovaciones no es internalizado por aquél, particularmente en enfoques
estáticos tradicionales. Por ejemplo, no dispone de un concepto tan claro de eficiencia,
cuando se produce un proceso de gradual adopción de una nueva tecnología, o cuando
un bien es desplazado por otro producto nuevo. Cuando mucho, el AM puede brindarnos
un concepto de optimalidad una vez que el proceso innovador ha concluido.
Es pertinente destacar aquí lo siguiente. El AM asume que todas las opciones técnicas
son conocidas; el problema de eficiencia consiste, entre otras cosas, precisamente en
establecer cuál es la selección tecnológica correcta. La EP, con gran frecuencia, aborda
una decisión que consiste en investigar una alternativa en alguna medida desconocida
hasta el presente. Nótese que este desconocimiento puede originarse tanto en una
innovación tecnológica pura como en el aprovechamiento de una oportunidad no
visualizada o explotada con anterioridad. Parece evidente que el conocido mapa de
isocuantas no nos permite reencontrarnos con este proceso de identificación de opciones
innovadoras 4.
3
Sobre este aspecto, se volverá más adelante.
4
Una taxonomía propuesta por el AM (en particular, por A. Alchian) es denominar “tecnología” al
conjunto (“mapa”) de isocuantas y “técnica” a un punto determinado de dicho conjunto. En este
contexto, habría innovación tecnológica cuando se produce una modificación en el conjunto de
isocuantas. En la práctica, parece muy difícil distinguir entre selección de técnica y cambio
tecnológico “pequeño”, porque la hipótesis de omnisciencia de técnicas para una “tecnología” dada
es manifiestamente irrealista.
formulación de un proyecto, no necesariamente es la clave para su concepción. Con
frecuencia, las “necesidades” se encuentran satisfechas de alguna manera; lo que el
proyecto propone es innovar, proponiendo una forma más económica o beneficiosa de
satisfacerlas. Cuando se proyecta pavimentar una ruta, la “necesidad” de conexión ya se
encuentra satisfecha, pero se examina una forma más eficaz de proveer el servicio vial.
Un proyecto de informatización viene sin duda a cubrir “necesidades” ya atendidas, pero
propone una nueva tecnología más apta, que además atiende a “necesidades” que antes
no podían cubrirse (por ejemplo, acceso a datos en tiempo real).
¿Cuál es el correlato de indicadores tales como el Valor Actual Neto y la Tasa Interna de
Retorno en el AM?
Ahora bien, ¿cómo se traza esta distinción entre corto y largo plazo? Una aproximación
habitual la equipara a la de fijos y variables; pero ello no es estrictamente cierto:
5
De los textos que el autor recuerda, únicamente el Manual de Proyectos Industriales de la OCDE
(1975) destaca este aspecto creativo de la formulación de proyectos.
6
Esto implica cuestionar el concepto de tasa incremental de producto/capital, a los efectos de
determinar la tasa de descuento.
determinados costos pueden ser fijos, pero inmediatamente evitables, si se discontinúa el
emprendimiento (por ejemplo, gastos de mantenimiento independientes del nivel de
utilización de la capacidad instalada). Esto significa que de alguna forma tales costos fijos
inmediatamente evitables deben ser computados para la decisión de corto plazo7.
Queda como caso relevante el de los costos fijos por corresponder a activos durables;
dichos costos son efectivamente fijos a corto plazo. La continuidad del emprendimiento
queda supeditada a la decisión de renovar tales activos, en la oportunidad
correspondiente. Cabe señalar que ésta no necesariamente es definible en forma
unívoca; generalmente, los activos no tienen vidas útiles similares, por lo que los
requerimientos de renovación se distribuyen, a veces en forma bastante caprichosa, a lo
largo del tiempo; podría incluso afirmarse que la propia noción de costo marginal de corto
plazo es de difícil identificación8. Pero a fin de no complicar innecesariamente nuestro
análisis, se asumirá aquí que cabe una distinción unívoca entre costos fijos y variables, a
corto plazo.
Ahora bien, el ajuste de capacidad en este contexto representa una inversión, por cuanto
implica incorporar activos durables; ella se evalúa precisamente a través de indicadores
de EP: en la medida en que arroje un resultado positivo, dicho ajuste será realizado. A
largo plazo, y suponiendo retornos constantes a escala, todas las plantas se encontrarán
operando a su costo medio de largo plazo, y no existirán utilidades extraordinarias. En
estado estacionario, el valor actual neto del emprendimiento será nulo. Esta constatación
nos permite alcanzar dos conclusiones de interés:
1. En la medida en que un proyecto de ampliación de capacidad tenga valor actual neto
positivo, no existirá equilibrio de largo plazo en la rama productiva; esto significa que
deberían producirse más incrementos de capacidad (por ampliación o entrada de
nuevas plantas), hasta tanto el precio iguale el costo medio de largo plazo. Nótese que
de existir indivisibilidades relevantes (por la razón que fuera), es posible que aún a
largo plazo subsistan utilidades extraordinarias.
2. El indicador de rentabilidad del proyecto no nos da estrictamente una valuación
intrínseca del mismo, sino una indicación acerca de la prioridad relativa que tendría el
proyecto, frente a otros, a fin de alcanzar la capacidad instalada de oferta en el largo
plazo.
Seguramente, existe sentido común en las decisiones que se fundan en la EP, para lidiar
con estos casos: todo proyecto que implique reducir costos y ampliar consiguientemente
el consumo de determinado bien es conveniente.
7
Esta distinción, muchas veces olvidada, no es seguramente nueva. Ya consta en un artículo de
W.A.Lewis, de 1949.
8
Al decir de Lewis, en el artículo citado, “no existe esa cantidad denominada costo marginal del
producto; no hay siquiera la posibilidad de una elección sencilla entre dos cantidades, costos de
corto y largo plazo; hay una extensa variedad de costos, dependiendo de cuál sea nuestro
horizonte de análisis, y tal elección de costos varía día a día, en la medida en que se alteran los
compromisos corrientes” (1968, pág. 64 - nuestra traducción es un tanto libre).
Pero interesa destacar que en términos del AM, no disponemos más de un criterio de
eficiencia tan inmediato, como el que surge de modelos de equilibrio general y simultáneo
(esto es, de la igualación de los precios de los factores a sus productividades marginales).
La decisión sobre inversiones es en última instancia una decisión acerca de cómo
priorizar ajustes de capacidad entre unidades productivas y sectores: allí donde las
utilidades extraordinarias sean relativamente mayores, será conveniente priorizar la
inversión; ello podrá responder tanto a necesidades de ajustar capacidad por crecimiento
de la demanda como al aprovechamiento de oportunidades para la baja de costos. El AM
convencional seguramente poco aporta en tal sentido. Obviamente, el concepto de
eficiencia se torna aún más inasible si se presenta un escenario de permanente cambio
técnico, que impide el ajuste a una situación de equilibrio en el largo plazo.
Hay un caso que escapa a estas consideraciones: el de proyectos que aportan valores de
uso antes inexistentes. En este caso, no puede aducirse ajuste de capacidad. Pero en
realidad se plantea aquí un problema complejo para el AM (y también para la EP), toda
vez que se comprometen las posibilidades de comparar situaciones con y sin proyecto.
Asegurar la comparabilidad implica asumir que existen mapas de indiferencias para todos
los bienes posibles e imaginables, hipótesis difícil de asumir aun por quienes estén más
persuadidos por el AM. Si esta hipótesis se descarta, deberá aceptarse que el nuevo valor
de uso modifica las preferencias del individuo, por lo que estrictamente no permite cotejos
en situación con y sin proyecto. Una eventual salida consistiría en adoptar como situación
sin proyecto el mundo con la “idea” del nuevo valor de uso, y considerar que la capacidad
instalada para el mismo es nula; se trata de una salida híbrida, que puede ser aceptada,
por su sentido común. Se trataría en consecuencia de una suerte de caso extremo o
límite, pero equiparable a los otros ya mencionados de ajuste de capacidad. Esta salida
(que parece más una escapatoria que otra cosa) será adoptada de aquí en más, a falta de
algo mejor.
4. “ESTUDIOS DE CASO”
Este apartado se destinará a considerar dos temas en los que la literatura combina AM y
EP, para el tratamiento de problemas específicos. El primero se refiere a la discusión en
torno del criterio de compensación y la posibilidad de evaluar proyectos con
independencia de juicios distributivos. El segundo tópico elabora algunas observaciones
acerca del tema de precios de cuenta, deteniéndose en particular en la propuesta
originada en los “tres postulados de la economía del bienestar aplicada”, de A. Harberger.
Si bien los conceptos a presentar en parte reiteran lo ya expuesto hasta aquí, entendemos
que estos “estudios de caso” permite clarificar aspectos importantes que hacen a la
temática de este artículo.
4.1.1 Planteo
9
Esta temática es tratada por diversos textos de economía del bienestar y evaluación de proyectos.
En Button (1994, pág.178 y ss.) puede encontrarse un desarrollo interesante, que muestra incluso
la posibilidad de inconsistencias en decisiones sobre sucesivos proyectos. La exposición que sigue
• El contexto de análisis es una economía de 2 individuos (I1 e I2) y 2 productos (X1 y X2).
• Un proyecto produce el desplazamiento de la frontera de posibilidades de utilidad,
localizando la economía en un nuevo punto de la misma; para mayor claridad de la
exposición, denominaremos las situaciones antes y después del proyecto como A y B,
respectivamente 10.
• Si el punto B se encuentra al “noreste” del punto A, el proyecto producirá una mejora
paretiana, en cuanto I1 e I2 verán mejorada su situación.
• Si el punto B se encuentra al “noroeste” o al “sudoeste” del punto B, existirá la
posibilidad de compensar: I2 podrá compensar a I1, entregando bienes o ingreso, lo que
producirá el desplazamiento a lo largo de la frontera con proyecto, hasta alcanzar
nuevamente un punto situado al “noreste” de A, que denominaremos B´ (ver gráfico 1).
Complementariamente, se indica que B´ debe ser tal que no permita una nueva
compensación, para volver a A. Esto es, la compensación debe soportar un test de no
reversibilidad.
Una mayor vocación por lo concreto por parte del AM tal vez podría haber contribuido en
el tratamiento de esta temática.
14
Se hará referencia con el término “precios de cuenta” para aludir básicamente a lo que se
denomina habitualmente “precios de eficiencia” en sentido amplio. Esto es, no se incursionará en lo
referido a cuestiones distributivas.
economía del bienestar aplicada.
Una constatación por cierto que trivial, pero significativa a los fines de esta discusión, es
la llamativa multiplicidad de soluciones prácticas que se proponen para la definición de
precios de cuenta, habida cuenta que todas ellas se referencian en un único marco
teórico.
Tal vez podría argumentarse que también en la relación entre ciencia y tecnología se
verifica esta situación, toda vez que la matriz teórica dada por las ciencias duras (física,
química y biología) da lugar a soluciones técnicas alternativas entre si, sin que aquélla
pueda definir la opción más adecuada. Sin embargo, entendemos que el tipo de
vinculación que se plantea entre ambos niveles no es comparable al caso del vínculo
entre AM y EP.
15
Estos conceptos son típicos del análisis del comportamiento de materiales (dureza, resistencia a
la tracción, resiliencia, etc.), pero también pueden hacer referencia a propiedades de estructuras
más complejas (por ejemplo, el número estructural de pavimento, o el índice de rugosidad de la
superficie).
Þ Por una parte, se valida exclusivamente por su referencia al marco brindado por el AM;
esto es, se trata de precios “válidos” en la medida en que sean coherentes con la
teoría, por cuanto no hay pruebas empíricas que permitan una validación per se.
Þ Por la otra, dicho marco no puede concretarse en una sistematización de las
economías reales, por las limitaciones propias del enfoque estático. Se requieren
aproximaciones parciales, que hacen que tal validación no resulta posible16.
Si bien esta conclusión no deja de tener un sentido negativo - investigar precios de cuenta
en el marco de enfoques de equilibrio general usuales en AM puede parecer algo
quijotesco - la noción de precios “correctos”, en cuanto indicadores necesarios para la
toma de decisiones en general - en particular, para la EP - continúa siendo un tema
importante. Probablemente, se requiere definir un marco referencial alternativo.
a. Planteo
16
Es importante destacar que esta conclusión no es en manera alguna generalizable. El AM resulta
ser una guía útil para el análisis de temas regulatorios, estructuras de mercado, etc., pero
precisamente en la medida en que sea eficaz para formular enunciados contrastables.
17
Una presentación reciente de este enfoque, ampliamente desarrollada, puede ser encontrada en
Harberger y Jenkins (1997). En el conocido texto de Fontaine (1997), puede encontrarse un
desarrollo análogo.
La conceptualización presentada - que ha dado lugar a numerosos ensayos prácticos de
cálculo de precios de cuenta - constituye sin duda un aporte desde el AM para la EP, a los
fines del cálculo de precios de cuenta. Es de destacar incluso la preocupación de
Harberger en definir procedimientos sencillos, significativos y operables para guiar
adecuadamente las decisiones prácticas.
Por estas razones, esta propuesta resulta de interés a los fines de este trabajo. Nuestros
comentarios se limitarán a algunas consideraciones acerca de su naturaleza, en lo que
hace al alcance de la solución y al plazo de análisis.
18
En particular, este autor cita a Sieper (1981); no nos ha sido posible localizar este trabajo, por no
encontrarse publicado.
Wisecarver ensaya una defensa, indicando que la eventual limitación del análisis a los
mercados más directamente vinculados al bien bajo análisis responde más bien a
limitaciones de orden práctico. En particular, señala lo siguiente:
“Se supone que (en la ausencia de externalidades) los precios de demanda (libremente
expresados) miden el beneficio marginal que sus compradores atribuyen a cualquier bien,
servicio o insumo; que los precios de oferta (también expresados libremente) miden el
costo marginal correspondiente, y que cuando se trata de calcular el efecto neto para la
sociedad originado en alguna medida de política económica, simplemente se suman los
beneficios y costos (medidos por los precios de demanda y oferta), sin referirse a la
identidad de los beneficiarios/perjudicados. Es decir, con esta metodología el precio de
demanda representa el beneficio marginal social y el de oferta el costo marginal social. El
enfoque supone que los mercados, aunque distorsionados, funcionan en el sentido de que
los agentes económicos responden a los incentivos que les son pertinentes. Por lo tanto,
la mayor parte de la información necesaria para la evaluación social de proyectos se
encuentra en los mercados afectados” (pág. 30 - paréntesis y bastardillas del autor -
subrayado nuestro). Y más adelante, se concluye que “la metodología de Harberger
siempre mantiene sus raíces en el marco conceptual del equilibrio general, pero para
adelantar la meta objetiva y práctica de lograr la uniformidad de criterios y
profesionalismo, no se requiere de nuevos conocimientos teóricos” (pág. 33).
Estas consideraciones permiten visualizar una suerte de disyuntiva para el enfoque de los
tres postulados: si acepta su naturaleza de equilibrio de corto plazo, parece difícil su
inscripción en visiones de equilibrio general, más allá de la consideración más o menos
ad-hoc de efectos indirectos en otros mercados. Si por otra parte, pretende tal inscripción,
tendrá a relativizar el concepto de proyecto entendido como ajuste de capacidad, que
tanta relevancia parece tener en la EP. En opinión del autor de este trabajo, parece
claramente preferible preservar la distinción corto-largo plazo, aun sacrificando la
pretensión de responder a encuadres de equilibrio general, de carácter estático; de esta
forma, se asegura lo que parece haber surgido como “misión central” de la EP, esto es,
guiar las decisiones referidas a ajustes de capacidad. Pero debe destacarse que la
argumentación de Wisecarver no parece tener presente esta disyuntiva, y considerar que
ambos presupuestos son conciliables sin dificultades mayores. A riesgo de parecer algo
extremista, podría afirmarse que en realidad la EP lidia con problemas dinámicos
demasiado complejos como para pretender coherencia con el modelo de equilibrio
general que el AM plantea.
En función de las consideraciones vertidas acerca de corto y largo plazo, interesa revisar
los criterios del enfoque Harberger a la luz de la “misión” de la EP, esto es, el ajuste de
capacidad.
Al respecto, si se adoptan los valores de corto plazo para todo el horizonte del proyecto,
ello implica aceptar que se mantendrán en el largo plazo. Dado que estos valores de corto
plazo encierran - tanto para el producto del proyecto como para sus insumos - alguna
implicancia en cuanto a la utilización de capacidad instalada, cabe preguntarse si la
hipótesis resultante es correcta. Habría en principio razones para pensar lo contrario: si
hablamos de valores de corto plazo, su proyección al largo plazo implica mantener una
situación de desequilibrio, cuando es probable que - en ausencia de otros factores
desequilibrantes - a largo plazo la capacidad se ajuste hasta alcanzar valores “normales”
de precios.
En otros términos, el precio de cuenta “correcto” debería contener una anticipación acerca
de la evolución futura de la capacidad instalada del propio bien y de sus insumos. Nótese
que el efecto de esta corrección - suponiendo que fuera posible - sobre el valor actual
neto no puede ser determinado de antemano; por ejemplo que si la capacidad instalada
para la elaboración de insumos se ajustara más rápidamente que la del bien producido, el
valor actual neto sería mayor del que resultaría de computar precios de corto plazo, a la
manera del enfoque de Harberger, y menor en el caso contrario. Por otra parte, asumir
una hipótesis contraria extrema - esto es, adoptar directamente valores de costo
económico de largo plazo - no ayuda demasiado, por cuanto implicará sencillamente
anular la posibilidad de obtener un valor actual neto positivo, salvo bajo la forma de renta
de algún factor de oferta fija. Esto significaría perder la guía para priorizar ajustes de
capacidad, que es precisamente el objetivo de la EP.
Obviamente, cualquier intento de abordar el tema bajo este enfoque se enfrenta con
dificultades prácticas insuperables, por los requerimientos de predicción que plantea;
estamos frente a las típicas dificultades de un análisis intertemporal, en particular cuando
involucra la existencia de activos durables. Al margen de la posible existencia de salidas
prácticas de esta naturaleza (algo que el autor de este trabajo desconoce), la propuesta
de Harberger parece perder parte de su atractiva simplicidad.
5. CONCLUSIONES
La excursión reflexiva que este trabajo se ha propuesto lleva a concluir que la relación
entre AM y EP es menos inmediata de lo que la literatura habitualmente sugiere. En
particular, la inserción de la EP en contextos de equilibrio general parece acarrear
dificultades considerables; entre ellas, sobresale la dificultad primaria de identificar el
proyecto con un punto en una frontera de transformación o con la totalidad de ésta.
Ahora bien, si tal vinculación es poco firme, es necesario clarificar hasta qué punto el AM
puede ser el fundamento de la EP. En particular, cabe recordar lo siguiente:
• Los conceptos de marginalidad, que cumplen un papel central en AM, no son
estrictamente necesarios en EP (excepto el caso trivial en el que se asocia
marginalidad con evitabilidad en forma genérica). De hecho, ésta no requiere ni
siquiera establecer una distinción tajante entre costos fijos y variables, o entre
elementos durables y no durables; alcanza con conocer su ocurrencia, para
consignarlos en los flujos de fondos.
• La EP encuentra un campo central de actuación en la innovación de producto y
proceso, mientras que el AM asume generalmente que ambos rubros son
paramétricos. Esto implica abandonar el sencillo concepto de eficiencia que éste último
adopta.
Sin duda, esta constatación no deja de ser frustrante, toda vez que la expectativa de que
el AM sea el fundamento de la EP es más que lícita. Pero podría sugerirse que al AM le
resulta complejo trascender los límites que el mismo se ha impuesto; y que esta
circunstancia deviene principalmente de la preocupación del AM por adoptar pautas
científicas plausibles o aceptables, antes que encarar la comprensión de fenómenos con
fines prácticos 19. Un punto teórico central donde parece radicar buena parte del problema
es el concepto de optimalidad del AM. Su aplicación en la EP implica asumir que dicho
concepto es reconstituible en situaciones reales; y la propia temática de proyectos indica
que este concepto no es aplicable, por escapar del contexto estático.
19
Más concretamente, la inclinación a seguir el modelo de la mecánica clásica, que excluye
cualquier noción de transformación o cambio cualitativo; ver al respecto Georgescu-Roegen (1971,
Introducción). Podría sugerirse que precisamente éste es materia central de la EP (por lo menos,
en su práctica), lo que explicaría en parte las “desconexiones” con el AM; pero dirimir esta hipótesis
escapa a los alcances de este trabajo (y al conocimiento del autor).
desarrollada en el presente trabajo es sin duda esclarecedora (por lo menos, así lo ha
sido para su autor), y sugiere la conveniencia de buscar una formulación para el AM
compatible con la problemática que encara la EP 20. Encontrar un concepto de optimalidad
adecuado y operable en el contexto intertemporal e innovador que caracteriza a la EP no
deja de ser una tarea de gran envergadura.
A juicio del autor, hasta tanto este tema no esté resuelto, la vinculación entre EP y AM
seguirá siendo problemática. A nivel práctico, la cuestión de la optimalidad en EP deberá
por el momento ser tratada con mucho de sentido común. La concepción del proyecto
como acción de ajuste de capacidad, que se ha sugerido en este trabajo, puede constituir
un sustituto parcial útil a tal fin.
BIBLIOGRAFÍA
Gerogescu-Roegen, N. - The entropy law and the economic process - Harvard University
Press - 1971
Lewis, W. A. - Fixed costs. En D. Munby (ed.) “Transportation” - Penguin Books Ltd.- 1968
Originariamente publicado en “Overhead Costs”, del autor - Allen and Unwin - 1949
Sieper, E. - “The structure of general equilibrium shadow pricing rules for a tax-distorted
economy” . Mimeo - 1981 - Citado en Wisecarver (1988).
20
El autor no descarta desde ya que existan desarrollos en teoría microeconómica que hayan
avanzado en este sentido, y en consecuencia que la tarea que aquí se plantea esté en
efectivamente en curso Se recuerda al respecto que este trabajo se limita a considerar las
versiones estándar del AM y la EP.