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Ensayo: “Científicas.

Cocinan, limpian y ganan el premio nobel (y nadie se entera)”

A lo largo del tiempo, las mujeres han tomado un lugar en la historia. O tal vez han tomado el lugar que la
historia nos ha contado. Sería absurdo pensar - y me avergüenzo por haberlo hecho - que por más de dos mil
años, las mujeres no sintieron el deseo de saber mas al alzar la vista al cielo o en su vida cotidiana,
peguntándose no sólo que estaban observando, sino también el porqué y la manera en cómo podrían
descubrir mas de ese fenómeno que las interesó. ¿No es acaso que las mujeres también participamos en la
vida y tenemos sed de saber mas? Entonces nos preguntamos como es que la gran mayoría de nombres que
nos vienen a la mente al hablar de interés científico son de hombres. ¿Es tal vez que las mujeres siempre
estuvieron tan quietas que sólo respiraban y no pensaban? Y por supuesto la respuesta es que no, que las
mujeres siempre han sido participes de la ciencia, aunque en su momento y mucho tiempo después, no les fue
reconocido e incluso se les llegó a condenar en la hoguera sólo por ser buenas químicas o por tener ideas
propias y aun peor, decirlas en voz alta o incluso escribirlas.

Es como lo cuenta en su libro "Científicas", Valeria Edelsztein quien a lo largo de sus páginas nos describe - de
una manera increíblemente amena e interesante - como es que las mujeres no dejamos de existir y mucho
menos de hacer descubrimientos, al practicar la química, la física, la medicina y la astronomía, ya sea en la
vida diaria, estudiando de forma secreta e incluso en la práctica trabajando junto y mano a mano al sexo
masculino (aunque siempre de forma muy anónima o con el crédito robado).

Si debemos comenzar con los ejemplos, seria bueno iniciar en la antigüedad donde las mujeres muchas
ocasiones ostentaban el poder como la reina Hatsheput, de la dinastía XVIII una mujer médica que organizó
una expedición botánica por tierra y mar a Punt para buscar especies medicinales, pero de quienes no tenemos
noticia. O como parte del increíble grupo griego llamado Las Hetairas, mujeres que por no ser ciudadanas no
podían estudiar, y de donde formaba parte Aspasia de Mileto, quien era una mujer sabia y astuta que incluso
era visitada constantemente por Sócrates y Platón. O en Egipto con la primer alquimista, María la judía quien
escribió tratados que se encontraban en la biblioteca de Alejandría y de quien sobreviven tratados en donde
describe cómo elaborar cristal coloreado.

En el tiempo también han existido mujeres que han tenido que ser hombres -al menos en disfraz- para poder
acceder a los mismos recursos de educación que los hombres, como es el caso de Agnódice quien tenía que
ejercer la obstetricia y la ginecología en Grecia de esta manera, cosa que era muy valiente porque el castigo
por ser mujer y practicar la medicina era la pena de muerte. En este tiempo antiguo tenemos moticias de
diversas mujeres que fueron pioneras en diversos de campos como lo fue Aglaonike, considerada la primer
mujer astrónoma o Hipatia, considerada la primer mujer matemática de la historia.

En la Edad Media marcada cuando en el 476, la invasión de los bárbaros terminó con el Imperio Romano de
Occidente, muchas cosas cambiaron, sobre todo en el Oriente y en el Occidente. Al este, en el Imperio
Bizantino del Oriente, surgieron emperatrices con intereses científicos; en China las ingenieras hacían avanzar
la ciencia y la tecnología y existían mujeres alquimistas en la escuela de Bagdad. Entre estas mujeres se
encuentra una trascendente por ser la creadora de uno de los inventos que han sido de los m ás importantes en
el mundo: el tenedor. Este fue inventado en el año 1077 por Teodora, hija del emperador Bizancio Constantino
Ducad, quien se casó con el duque de Venecia Domeneico Selvo (Edelsztein, 2014) y revolucionó Italia al
introducirlo, pero la gente no se pudo acostumbrara este artefacto y fue Catalina de Médici, la responsable de
incorporar el tenedor en Francia en el siglo XVI. En Oriente, en el lado de China cerca del año 557, unas
cortesanas durante un asedio en el que había escasez de leña y por lo que además de morir de frío y de no
poder cocinar, crearon una primera versión del fósforo. No sucedió lo mismo e el Oeste, en donde el poder
quedó en manos de la Iglesia Católica y tuvo una suerte oscurantista y supersticiosa. Aquí, muchas mujeres
que practicaban la medicina, principalmente en los conventos, porque las universidades europeas entre los
siglos XII y XII, excepto en Italia, estaban prohibidas a las mujeres. Fue Italia un refugio para las mujer, ya que
en el siglo XV era el único país que aceptaba mujeres en sus universidades y estaba en pleno Renacimiento
mientras el resto de Europa estaba en obsesionadas con la quema de brujas, quienes mas que otra cosa eran
valientes mujeres con curiosidad científica y con hambre de conocimiento. Esto podía llegar a tal extremo como
en el caso de Jacoba, quien nació en Florencia a finales del siglo XIII, quien ejerció la medicina sin estudiarla y
cuyas curaciones funcionaban, sus diagnósticos eran precisos y los tratamientos exitosos (Edelsztein, 2014).

Más en el oeste, en la sociedad Maya, la mujeres desempeñaron papel como madres, cocineras, tejedoras y
expertas coloristas. Para poder extraer los colores, las mujeres debían hacer uso de la física y de la química sol
extraer de diversas partes de las plantas tintes como el rojo, el azul, el amarillo y el verde. Una de sus mayores
contribuciones es el azul maya que utilizaron en sus murales y en su cerámica; pero también el carmín o
sangre de tuna, obtenido de la grana de la cochinilla. Es así como estas mujeres hicieron una doble
contribución tanto al arte como a la ciencia.

Pero fue en la Edad Media en donde las mujeres fueron públicamente señaladas, incriminadas y asesinadas.
Bajo el título de brujas, las mujeres que por excelencia fueron sanadoras en la historia de la humanidad fueron
perseguidas. Aproximadamente 100 mil acusaciones de brujería, de las que la mitad terminaron en la hoguera
(Edelsztein, 2014). Tal fue el caso de María Sánchez de la Rosa, condenada por la Inquisición por inventar en e
laboratorio de ungüentos.

Y afortunadamente llegó la Revolución científica en el siglo XVII y aunque en realidad las ideas sobre la mujer
cambiaron muy poco existieron de igual manera mujeres que nunca saciaron su sed de conocimiento. Por
ejemplo Isabella Cortese, una química-alquimista y escritora italiana que publicó una obra en 1561 en donde
compartía remedios para dolencias, formulas químicas, cosmética, perfumería, etc. Otra mujer digna de
mención es Olivia Sábuco, quien era una médica y filósofa que nació en Alcaraz en 1562 y que en un de sus
obras, nueva filosofía de la naturaleza del hombre, publicada en 1587, sugirió que un malestar psíquico puede
originar uno físico e incluso intuyó la existencia de una sustancia neurotransmisora para explicar la transmisión
de los impulsos nerviosos. También existimos mujeres que con su deseo de saber fueron el antecedente y la
piedra angular de otros descubrimientos, como lo fue Anna Finch Conway, quien escribió The principales of the
most ancient and modern philosophy, en los que redefinió los conceptos de mónada y átomo y sin saberlo
influyó sobre el pensamiento de Leibnitz. También hubo mujeres que elevaron su mirada al cielo, como es el
caso de Marie Cunitz, quien en 1650 publicó Urania propitia, que incorporaba tablas astronómicas para calcular
la posición de los planetas. Aunque desafortunadamente, a Marie nunca se le otorgó el cargo de Astrónomo
Asistente en la Academia de Berlín, porque los miembros no querían contratar a una mujer.

Hasta aquí se ha hecho un breve recorrido desde la antigüedad hasta el siglo XVIII en donde las mujeres
aunque no reconocidas o con triunfos robados, han prestado gran servicio a la ciencia y por tanto a la
humanidad. Nunca dejándose derrotar y encontrando la instrucción en su deseo de saber mas. A lo largo de la
historia se descubren mujeres extraordinarias y maravillosas científicas, quienes tuvieron que luchar contra el
pensamiento absurdo, en un mundo donde su única diferencia era ser mujeres y eso las convertía de manera
automática en seres inferiores. ¿Cómo se lucha contra la mente cerrada de una sociedad? Día a día como lo
hicieron ellas, sin dejarse derrotar y guiándonos por el deseo de saber y por la pasión de hacer y descubrir lo
que nos atrae y en lo que somos buenas. Pensando que no sólo nos abrimos brecha a nosotras mismas, sino
también a las generaciones que están por llegar, las que van a ser las futuras científicas, astrónomas,
matemáticas, medicas, investigadoras. Y al final no solo al género, sino también a la raza humana de la que
todos formamos parte.

BILBIOGRAFÍA
Edelsztein, V. (2012) Científicas cocinan, limpian y ganan el premio nobel (y nadie se entera) Buenos Aires:
Siglo Veintiuno Editores. 2012.

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