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Para otros usos de este término, véase Vida (desambiguación).
El término vida (en latín: vita)?,1desde la biología, hace referencia a aquello que distingue a los
reinos animal, vegetal, hongos, protistas, arqueas y bacterias del resto de las
realidades naturales. Implica las capacidades de organización, crecimiento, metabolizar,
responder a estímulos externos, reproducirse y morir.
A pesar de que no puede indicarse con precisión, la evidencia sugiere que ha existido vida en
la Tierra durante 3700 millones de años al menos,23 aunque algunos estudios la datan desde
hace 4250 millones de años,4 o incluso 4400 millones de años, según un estudio publicado
en Nature.5
Científicamente, puede definirse como la capacidad de administrar los recursos internos de
un ser físico de forma adaptada a los cambios producidos en su medio, sin que exista
una correspondencia directa de causa y efecto entre el ser que administra los recursos y el
cambio introducido en el medio por ese ser, sino una asíntota de aproximación al ideal
establecido por dicho ser, ideal que nunca llega a su consecución completa por la dinámica
del medio.6
La Tierra es el único lugar del Universo del que se sabe que hay vida; cuna y hogar de la Humanidad, y
de todas las formas de vida conocidas.
Índice
1Generalidades
o 1.1En la ciencia
o 1.2En la química
o 1.3En la filosofía
o 1.4En la religión
2Visión retrospectiva del concepto de vida
3Vida y biología
4Lo vivo
o 4.1Las tres funciones básicas de todos los seres vivos
o 4.2Las bases de lo vivo
o 4.3Qué no es vida
o 4.4Vida en la Tierra
5Rasgos comunes de las estructuras orgánicas
6El origen de la vida
o 6.1Ejemplo de modelo híbrido
7Vida sintética
8Astrobiología
9Especulaciones recientes
10Interpretaciones de la vida según diversas religiones
11Véase también
12Referencias
13Bibliografía adicional
14Enlaces externos
Generalidades[editar]
En la ciencia[editar]
En términos científicos, y para la física y otras ciencias afines, la vida hace referencia a la
duración de las cosas o a su proceso de evolución (vida media, ciclo vital de las estrellas).7
En biología, se considera la condición interna esencial que categoriza, tanto por sus
semejanzas como diferencias, a los seres vivos. En general, es el estado intermedio entre
el nacimiento y la muerte. Desde un punto de vista bioquímico, la vida puede definirse como
un estado o carácter especial de la materia alcanzado por estructuras moleculares
específicas, con capacidad para desarrollarse, mantenerse en un ambiente, reconocer y
responder a estímulos y reproducirse permitiendo la continuidad.
Las estructuras de vida biomoleculares establecen un rango de estabilidad que permite que la
vida sea continuada, dinámica y finalmente evolutiva. Así pues, los seres vivos se distinguen
de los seres inertes por un conjunto de características, siendo las más importantes la
organización molecular, la reproducción, la evolución y el manejo no espontáneo de su
energía interna.
En la medicina, existen distintas interpretaciones científicas sobre el momento determinado en
el que comienza a existir la vida humana,8 según las diferentes perspectivas filosóficas,
religiosas, culturales, y según los imperativos legales. Para algunos, la vida existe desde que
se fecunda el óvulo;9 para otros, desde que ya no es posible legalmente el aborto,10 hasta el
cese irreversible de la actividad cerebral o muerte cerebral. Se define también la vida
vegetativa como un conjunto de funciones involuntarias nerviosas y hormonales que adecuan
el medio interno para que el organismo responda en las mejores circunstancias a las
condiciones del medio externo, funciones que parecen estar regidas por el hipotálamo y el eje
hipotálamo-hipofisario.11
En cosmología, aún no se conoce ni se sabe si será posible conocer la existencia de vida en
otros lugares del Universo distintos de la Tierra, pero científicos como el ya difunto
divulgador Carl Sagan piensan que, probabilísticamente hablando, y teniendo en cuenta las
condiciones necesarias para la vida tal como la conocemos, el cosmos es tan inmenso que se
hace necesaria la existencia de, incluso, civilizaciones avanzadas en otros planetas.12
La ecuación de Drake es un intento de estimación inicial del número de civilizaciones
existentes fuera de la Tierra.13 Una serie de proyectos científicos, los proyectos SETI, están
dedicados a la búsqueda de vida inteligente extraterrestre. Por otra parte, la reciente teoría de
supercuerdas lleva, entre otras conclusiones, a la posible existencia de infinitos universos
paralelos en parte de los cuales existirían mundos con vida idénticos al que conocemos, así
como también, en otros universos, mundos con variaciones respecto al nuestro desde sutiles
hasta totales, dentro de un enorme —aunque finito— abanico de posibilidades.
Desde la perspectiva de la psicología, la vida es un sentimiento apreciativo por las
interacciones del ego con el medio, y, por reacción a dicho sentimiento, la lucha por sostener
su homeostasis en estado preferente.
En la química[editar]
Según el Premio Nobel de Química Ilya Prigogine la vida es el reino de lo no lineal, de la
autonomía del tiempo, de la multiplicidad de las estructuras, algo que no se ve en el universo
no viviente. La vida se caracteriza por la inestabilidad por la cual nacen y desaparecen
estructuras en tiempos geológicos.
Para Ilya Prigogine la vida es el tiempo que se inscribe en la materia y los fenómenos
irreversibles son el origen de la organización biológica. Todos los fenómenos biológicos son
irreversibles. Esta irreversibilidad es una propiedad común a todo el Universo, todos
envejecemos en la misma dirección porque existe una flecha del tiempo.
Para Prigogine es la función la que crea la estructura y los fenómenos irreversibles son el
origen de la organización biológica, es decir, de la vida.
La vida no se corresponde a un fenómeno único; la vida se forma cada vez que las
circunstancias planetarias son favorables. A partir de los principios de
la termodinámicasabemos que el porvenir de la vida es incierto y desconocemos hasta donde
puede llegar. Los sistemas dinámicos de la biología son inestables, por lo tanto se dirigen
hacia un porvenir que es imposible de determinar a priori. El futuro está abierto a procesos
siempre nuevos de transformación y de aumento de la complejidad de los sistemas vivos, de
la complejidad biológica, en una creación continua.14
En la filosofía[editar]
Desde una perspectiva filosófica, puede abordarse desde diferentes modos de
conceptualización: objetivismo (Edmund Husserl), dualidad alma-cuerpo
(Platón, Descartes, Max Scheller, Ludwig Klages), mente y cerebro (Henri Bergson), vida y ser
(Albert Vilanova), y la fenomenología del conocimiento y la aprehensión (Nicolai Hartmann).15
El concepto de vida o existencia, inseparable del de muerte o inexistencia, y su trascendencia,
han sido y son diferentes en los distintos lugares y épocas de la historia de la humanidad. La
importancia primordial de la vida para el ser humano influye en el lenguaje, de forma que son
numerosos los diferentes usos y expresiones que contienen este término.16
En la religión[editar]
Para la mayoría de las religiones, la vida presenta connotaciones espirituales y
trascendentales.
Fuerza interna sustancial mediante la que obra el ser que la posee.17
Filosófica:
Actividad natural inmanente autoperfectiva.
Religiosa cristiana:
La vida humana es un paso que conduce al alma de la inexistencia a la plenitud eterna en un período de
tiempo.
El pago que da el pecado es la muerte, pero el don de Dios es vida eterna en unión con Cristo. 18
Entonces Dios formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se
convirtió en un ser viviente.19
O bien:
Estado de actividad. Existencia animada de un ser o duración de esa existencia. 20
Religiosa budista:
La vida es cada uno de los estados de reencarnación de los seres sintientes en el samsara.
Fisiológica:
Un organismo vivo es aquel, compuesto por materia orgánica (C,H,O,N,S,P), capaz de llevar a cabo
funciones tales como comer, metabolizar, excretar, respirar, moverse, crecer, reproducirse y responder
a estímulos externos.
Pero tales funciones no son del todo determinantes. Por ejemplo, ciertas bacterias
quimiosintéticas anaerobias estrictas no realizan la respiración. Hoy en día esta definición no
se ajusta correctamente y, a pesar de su popularidad inicial, ha sido ya desechada.
Metabólica:
Un sistema vivo es un objeto con una frontera definida que continuamente intercambia sustancias con el
medio circundante sin alterarse.
También ha sido rechazada por no poder incluir objetos vivos tales como las semillas, las
esporas, o bacterias encapsuladas en estado de latencia. Y también por definir como vivos
entidades tales como el fuego.
Bioquímica:
Todo organismo vivo contiene información hereditaria reproducible codificada en los ácidos nucleicos los
cuales controlan el metabolismo celular a través de unas moléculas (proteínas) llamadas enzimas que
catalizan o inhiben las diferentes reacciones biológicas.
A pesar de ser más precisa y acertada, tampoco se la considera una definición válida ya que
excluye la vida fuera de la química que conocemos y, por ejemplo, la imposibilita en el campo
cibernético o en una química distinta; algo que, hasta ahora, no se ha demostrado.
Genética:
La vida es todo organismo capaz de evolucionar por selección natural.
Una vez más, tal definición no es aceptada por muchos biólogos ya que incluye
los virus dentro del grupo de los seres vivos y podría en un futuro introducir algún virus
informático polimórfico que incluyera algún tipo de rutina avanzada de evolución darwiniana.
Por supuesto nadie diría que tal programa de ordenador fuera un sistema vivo.
Termodinámica:
Los sistemas vivos son una organización especial y localizada de la materia, donde se produce un
continuo incremento de orden sin intervención externa.
Esta definición, quizá la mejor y más completa, nace de la nueva y mejor comprensión
del Universo que se ha tenido en este último siglo. Se basa en el segundo principio de la
termodinámica, el cual dice que la entropía o desorden de un sistema aislado siempre
aumenta.
El aumento de orden en un sistema vivo no incumpliría el citado principio termodinámico, ya
que al no ser un sistema aislado tal incremento se logra siempre a expensas de un incremento
de entropía total del Universo. Así pues, la vida formaría parte también de los
llamados sistemas complejos. (véase complejidad biológica)
Vida y biología[editar]
Artículo principal: Ser vivo
Niveles
estructurales
Ciencia que lo estudia
de los sistemas
vivos
Tejidos Histología
Comunidad Ecología
Ecosistema Ecología
Biosfera Ecología
Lo vivo[editar]
Artículo principal: Principales características de los seres vivos
La luz del sol penetrando entre secuoyas. El árbol más alto del mundo pertenece a esta especie, y mide
115,55 m.
El estudio de la vida se llama biología y los biólogos son los que estudian sus propiedades.
Tras el estudio por parte de éstos, se hace evidente que toda reacción bioquímica capaz de
establecer una estructura homeostática que desarrolle la función metabólica, se la puede
definir como materia viva orgánica u organismo, compartiendo algunas características
comunes, producto de la selección natural:
El origen de la vida[editar]
Artículo principal: Origen de la vida
Molécula de ADN.
Las estructuras moleculares esenciales para la vida, se formaron y desarrollaron por aparecer
en un preecosistema que así lo permitió, en su estado prebiótico. El origen de la vida es el
resultado termodinámico del acoplamiento de diferentes átomos en un medio que fomentó la
aparición de moléculas más complejas, pues termodinámicamente hablando era lo óptimo.
Ofreciendo un bajo potencial energético (una molécula de adenina no es físicamente reactiva,
es estable en el tiempo, y poca utilidad tiene en una central eléctrica o en una reacción de
fusión nuclear), pero alto potencial bioenergético (debidamente acoplada a una molécula de
ribosa, forma un reactivo bioquímico muy potente), favorecieron la aparición de otras
propiedades, que emergieron por la abundancia de esas moléculas.
Las formas biológicas más primitivas establecen la formación de biomoléculas, basta un
esquema simple molecular, que adecuadamente estimulado bioquímicamente hablando,
pueden dar estructuras más complejas (aminoácidos).
Según el medio iba cambiando, las estructuras también lo hacían, estableciendo un proceso
evolutivo basado en una función retroalimentada. La abundancia de biomasa, fomentó la
agudeza de ciertas propiedades, que en otras circunstancias pasarían desapercibidas, tales
como la hidrofobicidad, ósmosis, catálisis, permeabilidad, etc. La semejanza y simetría de
ciertas propiedades de ciertos elementos, generaron barreras de potencial por diferencia de
densidad; dicho medio aislado, variaba con el tiempo y los materiales generados en el interior,
desetabilizaban dicha barrera: En ocasiones, cierta parte de esa barrera de potencial, se
debilitaba en ciertas partes, permitiendo la entrada de nuevos elementos
(propiedades electrolíticas). Por el simple acoplamiento debido a las diferentes propiedades de
densidad de los elementos, las disposiciones de los aminoácidos comenzaron a formar
estructuras más sólidas, definiendo una clara membrana compuesta de proteínas y
emergiendo una nueva propiedad: La permeabilidad selectiva.
Según el medio contuviese más o menos materia orgánica, las combinaciones moleculares
darían combinaciones más complejas y con mayor potencial bioquímico. El primer
microorganismo que apareciese aportaría al medio los desechos orgánicos que no necesitase,
así como su propia estructura. Floreciendo este primer microorganismo, abriría el abaníco de
posibilidades aún más.
El alimento es la principal fuente de evolución de los seres vivos. De hecho, si la vida tiene la
forma que tiene es porque es sostenible desde un punto de vista termodinámico. Las formas
de vida que se alimentan de estructuras vivas, aportan a su sistema información de como ser
energéticamente más adaptables. La fuente de alimento es el principal resorte de selección
natural. Así se establece el ciclo retroalimentario de la siguiente manera: Las estructuras
moleculares aportan al medio estructuras orgánicas homeostáticas, a su vez estas estructuras
necesitan energía para mantenerse activas y son al mismo tiempo un aporte de variabilidad al
entorno que les rodea. Por lo que la evolución no hubiera sido posible de no existir tanto un
punto de inicio biomolecular, como estructuras homeostáticas que aporten al medio más
información de cómo ser termodinámicamente óptimo. Todo este proceso es sostenible
gracias al aporte energético de la estrella más cercana, el sol, y por la disipación de esa
energía en el frío espacio, se establece un ciclo físico y posiblemente (como es el caso del
planeta Tierra) biológico.
Vida sintética[editar]
Artículos principales: Vida sintética y Mycoplasma laboratorium.
Astrobiología[editar]
Artículo principal: Astrobiología
Para deducir el tipo de vida que pueda existir en otros planetas, se deberá comprobar el
aporte energético de la estrella más cercana, pues, si es demasiado, la energía aportada al
planeta será tan intensa que hará imposible establecer moléculas biológicamente estables; si
es escasa, las formas de vida quizás no se desarrollen más que a nivel bacteriano. Las
condiciones físicas del planeta pueden influir en la cantidad de energía que llega de la estrella
a su superficie, y establecerán los cauces de la evolución biológica, pues de florecer este tipo
de actividad, será capaz de influir en el medio, adaptarse al mismo y transformarlo. Solo ha de
cumplir el requisito termodinámico: sostenibilidad entre el aporte y la disipación energética.
Indudablemente, su esquema biomolecular será el resultado de las condiciones físicas que lo
han condicionado. Así, de forma paralela a la evolución, la selección natural es la función que
permite el desarrollo sostenible de la vida en el planeta.
Especulaciones recientes[editar]
Existe una hipótesis no demostrada que matiza la definición termodinámica de la vida, la cual
fue defendida por Lynn Margulis. Esta hipótesis considera la vida como un sistema
complejo que surgiría bajo condiciones iniciales favorables, y que localmente aceleraría la
conversión energética entre, en nuestro caso, el calor del Sol y el frío espacio. La larga vida
media de una estrella permite que este sistema vivo evolucione a niveles cada vez más
complejos de vida (complejidad biológica), dado que el sistema se perpetúa mediante material
genético de copia imperfecta (definición bioquímica) y de alguna forma es seleccionada
siempre la copia más eficiente (definición genética) siendo ésta la más favorable
termodinámicamente.
Esta interpretación no sirve para definir mejor qué es la vida, pero complementa la visión
termodinámica con un porqué. No solo lo vivo tiende a aumentar el orden sin una ayuda
material externa, sino que además este aumento del orden es perfectamente lógico con la
tendencia al desorden general, porque para ello se utiliza constantemente energía. En parte,
da una vuelta al enfoque y un ser vivo pasa de ser el que utiliza la energía para vivir al que
vive para utilizar la energía. Lo que nos lleva a la definición del principio.
Véase también[editar]
Nacer
Autopoiesis
Enfermedad
Esperanza de vida
Materia orgánica
Morbilidad
Mortalidad
Muerte
Natalidad
Salud
Ser vivo
Suicidio
Referencias[editar]
1. ↑ «vida.» Avance de la vigésima tercera edición. Diccionario de
la lengua española. Consultado el 27 de septiembre de 2014.
2. ↑ Milsom, Clare; Rigby, Sue (2009). Fossils at a Glance (2nd
edición). John Wiley & Sons. p. 134. ISBN 1405193360.
3. ↑ History of Life. Universidad de Berkeley.
4. ↑ (en inglés) Courtland, Rachel (2 de julio de 2008). «Did
newborn Earth harbour life?». New Scientist. Consultado el 27
de septiembre de 2014.
5. ↑ (en inglés) Steenhuysen, Julie (20 de mayo de 2009). «Study
turns back clock on origins of life on Earth». Reuters.
Consultado el 27 de septiembre de 2014.
6. ↑ Lynn Margulis, Captando genomas. Una teoría sobre el origen
de las especies. Editorial Kairós. (La cita aun está por depurar)
7. ↑ NASA. Life Cycle of Stars.
8. ↑
"Un tema clave en el debate [de los tiempos] del aborto es
el estatus moral del embrión y el feto", señalaba un
informe elaborado por la British Medical Association. "La
cuestión de cuándo empieza la vida se ha debatido
durante años y continúa siendo un tema en el cual los
miembros de la sociedad tienen visiones opuestas (...).
Probablemente nunca sea posible alcanzar un acuerdo
sobre esta cuestión"
[1]
Bibliografía adicional[editar]
Schrödinger, Erwin (2012). What is Life?. Cambridge
University Press. ISBN 9781107604667.
Enlaces externos[editar]
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Datos: Q3
Multimedia: Life
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Vida
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organización sin á
Con respecto a si sería viable que el ser humano viviera en Marte queda aún
mucho por investigar y por establecer. No obstante, los datos que hasta el
momento han llegado hasta nuestras manos indican que por el momento
ninguna persona podría aguantar más de 20 segundos en ese planeta si no es
con un traje espacial. No sobreviviría, perdería el sentido porque la presión
atmosférica es realmente baja.
DEFINICIÓN SIGUIENTE →
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REFERENCIAS
Autores: Julián Pérez Porto y María Merino. Publicado: 2015. Actualizado: 2017.
Definicion.de: Definición de vida humana (https://definicion.de/vida-humana/)
D E F I N I C I O N E S R E L A C I O N A D AS
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Definición de nivel de vida
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RESUMEN: En el trabajo nos ocupamos de la cuestión de ¿qué entender por vida humana?, que
vamos abordando a través del análisis de las concepciones antropológicas que en el plano filosófico
han ido marcando las pautas con relación al tema en cuestión en la cultura occidental, y que se
encuentran en la base de las diversas interpretaciones de la configuración personal de la vida
humana. Partiendo del supuesto de que la fundamentación antropológica de la vida humana tiene
una importancia meridiana para la solución de los disímiles problemas ético-jurídicos de la sociedad
contemporánea, nos afiliamos a las concepciones que permiten una expresión más plena o menos
excluyente de lo humano en la actualidad.
La vida humana es un fenómeno complejo, tal vez el más complejo e importante sobre el que se
pueda tener conocimiento. El desarrollo de la ciencia arroja que ésta surge en un momento
determinado, siendo aun, pese a lo avanzado, oscura la explicación del momento específico de su
aparición y comienzo de su evolución. La vida humana es parte de la vida en general, es una forma
de su manifestación, la más desarrollada de las conocidas. Desde los albores mismos de la
civilización el hombre inicia el interminable camino hacia el descubrimiento y explicación de la verdad
sobre la razón de ser de su existencia, pues cada individuo humano a lo largo de su vida va
adquiriendo una visión muy particular y específica sobre este fenómeno de acuerdo a lo vivido. Esto
hace extremadamente compleja la existencia del hombre y su investigación porque las vivencias y
valoraciones particulares de cada sujeto condicionan en buena medida la objetividad del
conocimiento adquirido, pues cada existencia humana acrisola una dosis importante de creación
individual y colectiva que tiende a expresarse de uno u otro modo en su subjetividad.
¿Qué es eso que llamamos vida humana? Según Recansens Siches, la sola cuestión nos retrotrae
a la modalidad de existencia de un ser del universo que no sólo se diferencia de los demás, “sino
que es el ser fundamental” porque su vida “es la realidad primera y radical y a la vez la base y ámbito
de todos los otros seres y la clave para la explicación de éstos” (Siches, 2009). Hasta dónde se sabe,
el ser humano es el único que hoy toma su vida y la de los demás como objeto investigación, y aquí
en la tierra no caben dudas de que la vida de todos los demás seres está cada vez más condicionada
por la actividad vital de éste. El conocimiento sobre el hombre y su vida son aspectos que tienden a
fundirse, de ahí la enorme importancia de revelar la esencia de éste como ser genérico para poder
desentrañar su singular modalidad de existencia: la existencia humana.
Señala José Ramón AMOR PAN, que “las divergencias en problemas relacionados con la vida
humana radican en diferencias fundamentales en la antropología que, explícita o implícitamente, nos
apoya” (Amor, 2005, p. 87). En un período no del todo determinado antes de nuestra era, el salmista
parece haberse percatado de ello cuando se hizo la pregunta fundamental de las humanidades:
“¿Qué es el hombre…?” (Salmos: 8:4), a la que la cultura griega tempranamente trató de dar
respuesta, estableciendo las bases para el origen de la antropología filosófica. Los sofistas fueron
los primeros filósofos en hacer de los problemas humanos el objeto principal de su reflexión,
aseverando con Protágoras que el hombre era el centro de todas las cosas (Laercio, 1990, p. 236).
Sócrates enunció que la esencia del hombre radicaba en su alma, mostrando con ello que la
racionalidad era el rasgo distintivo de lo humano, por lo que alma y cuerpo comenzaron a
diferenciarse como elementos integrantes de toda vida humana. Siguiendo a su maestro, Platón
reconoció la primacía del alma sobre el cuerpo, entendiendo que éste no era más que un obstáculo
o cárcel para el alma que preexiste y lo sobrevive. Para el filósofo griego, el hombre era
esencialmente su alma –o un alma que se puede hacer servir de un cuerpo-, por ello encaminó su
filosofía a enseñar cómo liberar al alma de la prisión del cuerpo mediante la acción purificadora del
conocimiento1. En La República aclaró que el alma perfeccionaba al cuerpo (Platón, 1991, Libro
tercero, p.485), valorando su relación con éste en la existencia humana individual y social, en la que
la función directiva o de gobierno se organizaba en correspondencia con su parte racional2.
A diferencia de Platón, que veía la relación entre el alma y el cuerpo como accidental en la vida
humana, Aristóteles consideraba al hombre como una sustancia compuesta de cuerpo y alma, en la
que el alma era la sustancia formal o “la entelequia primera de un cuerpo natural que tiene la vida
en potencia” (Aristóteles, 1969, II, 1, pp. 47-48). Reconocía que ambos elementos eran inseparables,
pero estimaba que lo que realmente distinguía a la vida humana era la presencia en ella de la razón
o alma racional. Por ello planteaba en la Política que “los hombres llegan a ser buenos y virtuosos
por tres cosas, que son la naturaleza, el hábito y la razón”, pero que encontrándose las dos primeras
también en los demás animales, “el hombre vive por la razón que sólo él posee, por lo que es preciso
que en él guarden aquellas tres cosas una armonía recíproca” (Aristóteles, 1992, VII, 12, p. 295).
Sin embargo, la vida del hombre y en general la humana no se agotan con la corporeidad y la
espiritualidad individual, porque estas son a su vez partes de un conglomerado mucho mayor que
resulta de la interacción de los propios seres humanos: la sociedad. Aristóteles también se percató
de lo anterior, por ello definió al hombre diciendo que “por naturaleza es un animal político”, al tiempo
que aseveraba “que quien por naturaleza y no por casos de fortuna carece de ciudad, está por debajo
o por encima de lo que es el hombre”. Según la visión aristotélica, la sociedad precede al hombre
como el todo a la parte por cuanto éste como individuo no se puede bastar a sí mismo, de ahí que
considere que quien sea incapaz de vivir en sociedad o a causa de su suficiencia no la necesite, “es
una bestia o un dios” (Aristóteles, 1992, Libro I, 1, pp. 158-159).
En la Edad Media encontró continuidad el pensamiento griego, pero esta vez de forma subordinada
o como medio para un cometido mucho mayor: hacer razonable la fe. Para el cristianismo, religión y
cosmovisión dominante en este período, la vida en general y la humana en particular eran el
resultado de un acto de creación, adquiriendo su esencia de manos del creador, quien creó al hombre
a imagen y semejanza suya, razón por la que el alma se llegó a interpretar como la expresión
individual de la eterna espiritualidad divina en un cuerpo mortal. “Ningún ser vivo hay que no venga
de Dios –decía San Agustín-, porque El es, ciertamente, la suma vida, la fuente de la vida” (San
Agustín, 1956, XI, 21, p. 93).
Siguiendo a Platón, San Agustín consideraba que el hombre era esencialmente alma, un alma que
se servía de un cuerpo (San Agustín, 1956, XXIII, 44, p.121), por ello, como ser libre, el hombre se
veía obligado a elegir cómo vivir, según la carne o según el alma, y asumir las consecuencias de su
elección (San Agustín, 2008). Así, basado en la concepción antropológica platónica y en su
experiencia personal, el Obispo de Hipona entendió que al hombre, a quien todo le viene de Dios
(San Agustín, 1997, I, VI, p. 14), la investigación lo debe conducir a la fe. Para ello solo tenía que
buscar la verdad en si mismo -en su interior o alma-, para que le fuera revelada, y luego purificarse
por la propia fe y lograr así su renovación (San Agustín, 1956, XXXVI, 66, 67, pp. 151-152).
Ya estos pensadores tomaban en cuenta aspectos a los que el desarrollo posterior de la reflexión
sobre la vida humana no dejará de hacer alusión: el alma o razón, el cuerpo y su proyección individual
y social. Fue así como el alma -por las posibilidades que ofrece- comenzó a ser el aspecto decisivo
en la definición de los actos humanos, que el humanismo clásico tuvo a bien distinguir de los actos
del hombre. Tomas de Aquino enunció con claridad esta diferencia en su Suma Teológica, en la que
precisaba:
De las acciones que el hombre ejecuta solamente pueden llamarse “humanas” aquellas que son
propias del hombre como tal. El hombre difiere de las criaturas irracionales en tener dominio de sus
actos. Por lo tanto, solamente aquellas acciones de las cuales el hombre es dueño pueden llamarse
con propiedad humanas. Este dominio de sus actos lo tiene por la razón y la voluntad; por eso el
libre albedrío se llama “facultad de la voluntad y de la razón”. En consecuencia sólo se podrán
considerar acciones propiamente humanas las que proceden de una voluntad deliberada. Y si
algunas otras acciones hay en el hombre, pueden llamarse acciones del hombre; pero no
propiamente humanas, porque no son del hombre en cuanto tal. (de Aquino, 1954, 1,1, p. 101)
La causa de esa superación algunos la veían en la casualidad, como Hobbes4, mientras que otros
–la mayoría- consideraban que era la resultante de una inclinación natural a vivir en sociedad, que
Kant estimó que coexistía con la inclinación a aislarse5, pero en fin, todos aceptaban de una forma
u otra que su desarrollo pleno el hombre lo alcanzaba viviendo en sociedad. Con independencia de
los argumentos, los diversos enfoques tendieron a destacar que el hombre individual es universal,
que es la unidad primaria del género humano. El hombre como género expresa lo común, esencial
y necesario de cada uno de sus miembros, con lo cual al mismo tiempo se niega a sí mismo porque
formando parte de ese rasgo común que lo caracteriza se encuentra la libertad individual que tiende
a afirmar su particular existencia frente a la vida genérica o comunidad existencial. La corriente
iusnaturalista derivará la generalidad de su carácter natural, postulando que los hombres son libres
por naturaleza, de donde se infiere su tendencia natural, genérica, a la afirmación de su
individualidad como ente particular. Los racionalistas lo harán de su razón, entendiendo que el
hombre debe ser racionalmente libre a la vez que insisten en el carácter individual de su libertad6.
Según Descartes, “el sentido común o razón es igual en todos los hombres”, por lo cual las
diferencias entre ellos no pueden negar el aspecto común que les identifica7. En esencia, dice, el
hombre es “una cosa que piensa”, pues se trata de un ser compuesto de cuerpo y de alma8, tesis
en la que continua con el inagotable problema de la naturaleza dual del hombre. El hombre alberga
una doble naturaleza porque posee atributos de dos sustancias: la sustancia espiritual – se divide
en finitas (almas) y finita (Dios)-, cuyo atributo es el pensamiento; y la sustancia corporal (cosas
extensas), que tiene como atributo a la extensión9. Sin embargo, dando por sentada la relación entre
lo espiritual y lo corporal, Descartes no la explicó10 por considerar que ésta era una verdad que no
admitía explicación11.
Spinoza trató de resolver la cuestión que dejó pendiente Descartes, esbozando una nueva tesis: el
hombre no puede ser una mezcla de sustancias por la sencilla razón de que existe una única
sustancia, que es infinita y causa de sí misma: Dios (Spinoza, 2006, p.7). Por ello, a lo sumo, el
hombre no es más que una esencia compuesta por dos modos de los atributos divinos: el cuerpo,
que es un modo del atributo divino de la extensión; y el alma, que es modo del atributo divino del
pensamiento. Esto hace que ninguno de los atributos pueda ser causa del otro, siendo como son –
ambos- efectos de una única sustancia (Spinoza, 2006, pp. 57-60). Con este nuevo planteamiento,
Spinoza reconoció una dignidad al cuerpo de la que carecía en la concepción de Descartes: la de
ser atributo de uno de los modos de la sustancia divina (Jardines, 2005, p. 82). De manera que el
hombre no se puede comprender y definir sin alusión al cuerpo humano; es, por tanto, un cuerpo
consciente de sí y del mundo12.
La interpretación de Holbach representa una ruptura con el supuesto ontológico anterior. Afirmó
categóricamente que el hombre es “un ser material, organizado o conformado de cierto modo, que
hace que pueda sentir, pensar y ser modificado de ciertas maneras que le son particulares, como
también a su organización, y a las combinaciones particulares de las materias que se hayan reunidas
en su composición”(Holbach, 1989, VI, p. 73). Según él, las facultades intelectuales del hombre no
se pueden ver separadas de la naturaleza en la cual se originan, siendo como son, modalidades de
su existencia corporal (natural). Por ello consideraba que la pretensión del hombre de verse superior
a las demás producciones de la naturaleza era un error provocado por su dual posición de ser al
mismo tiempo espectador y parte del universo, y por sus propios intereses (Holbach, 1989, VII-X).
Según Hégel, el hombre es un ser pensante y en esto se distingue del animal, lo que quiere decir
que en todo lo humano -sensación, saber, apetito, voluntad- hay un pensamiento. Sin embargo,
estimaba que esto no era suficiente porque “el pensamiento está subordinado al ser, a lo dado,
haciendo de éste su base y su guía”, que no es otra que lo acontecido en la historia real, la
objetivación del pensamiento o el pensamiento pretérito objetivado (Hegel, 1973, pp. 83-84), es decir,
el mundo del espíritu que es el reino de la conciencia universal creado por el hombre. En este sentido,
planteaba Hegel, la naturaleza humana viene a ser la resultante de la unión del espíritu con la
naturaleza. “Lo que el hombre es realmente, tiene que serlo idealmente”, en virtud de lo cual el
hombre sabe, a diferencia del animal, lo que determina su actuación. Sus móviles son las
representaciones de lo que es y de lo que quiere, es decir, son fines ideales los que determinan en
última instancia sus actos mediando entre el reclamo de los impulsos y su satisfacción. El hombre
puede inhibir o reprimir los primeros, con lo cual se hace libre y en este mismo acto supera a la
naturaleza (Hegel, 1973, pp.100-105).
De la misma manera que lo universal debe realizarse mediante lo particular, el hombre se realiza a
través del individuo, que es el hombre realmente existente. Él es el espíritu subjetivo, el espíritu
individual consciente de sí mismo que se objetiviza en sus propias obras, la más importante de las
cuales es el Estado. En el Estado, dice Hegel, reside el ser del hombre, y no porque el último pueda
hacer del primero el medio fundamental para alcanzar todos sus fines, sino porque a través del
Estado la razón, que es su propio ser, deviene objeto de sí misma y se logra autoconocer; en otras
palabras, su esencia racional adquiere a través del órgano estatal una existencia objetiva e
inmediata. Es precisamente a través del Estado que se da la unidad entre lo individual y lo universal,
porque es el que hace posible la participación del hombre en las costumbres, en la vida jurídica y
moral, toda vez que las normas (leyes) – porque el Estado acostumbra a obrar según la voluntad
universal y a proponerse fines universales- unen la voluntad individual con la social, lo subjetivo con
lo objetivo. Y como la esencia del espíritu es su actuación, el hombre es su acto o la serie de sus
actos, que dejan de ser abstractos al concretizarse en las dos manifestaciones fundamentales del
espíritu: el Estado y los individuos (Hegel, 1973, pp.125-146).
Feuerbach hizo de la reflexión sobre el hombre el centro de su filosofía. Para el filósofo alemán, la
esencia del hombre había que buscarla en su diferencia esencial del mundo animal, que de acuerdo
a la opinión más simple, general y popular no es otra que la de su conciencia en sentido estricto, que
“sólo se encuentra allí donde un ser tiene por objeto la reflexión, su propia esencia, su propio género”
(Feuerbach, 1980, p. 34). El carácter reflexivo de la conciencia permite que el hombre lleve, a
diferencia de los animales, una vida doble, objetiva y subjetiva, pues su vida interior no se identifica
con su vida exterior como en aquellos. Esto hace, según Feuerbach, que el hombre pueda “colocarse
en el lugar del otro, precisamente porque no sólo su individualidad, sino también su género y su
esencia, son los objetos de su reflexión” (Feuerbach, 1980, p. 35). A partir de estas ideas, Feuerbach
destaca los elementos constitutivos fundamentales – “las fuerzas más altas” o “perfecciones” - de la
esencia del hombre que le revela su propia conciencia, y que no son otros que la razón, la voluntad
y el corazón. “La fuerza del raciocinio –nos dice- es la luz de la inteligencia; la fuerza de la voluntad
es la energía del carácter, y la fuerza del corazón es el amor” (Feuerbach, 1980, p. 36).
Pero en modo alguno la esencia del hombre se puede reducir a su pensamiento u otro aspecto
fundamental, porque éste se diferencia de los animales con todo su ser. Por ello precisa que no
tenemos incluso que rebasar el marco de la sensibilidad para establecer la diferencia entre el hombre
y los animales porque su existencia es universal, ilimitada y libre, y no particular y limitada como la
del resto de los seres vivos; y la causa de lo anterior no se puede buscar en facultades específicas
suyas, como la razón y la voluntad porque se extiende a todo su ser (Feuerbach, 1976, p.107).
Para Marx, son las características de la actividad vital humana las que marcan su diferencia del resto
del reino animal. Por ello, concluye diciendo en la mencionada obra:
Analizando las concepciones esbozadas sobre el hombre (en concreto la judeo-cristiana fundada en
el origen divino, la clásica griega que lo interpreta como ser racional, la basada en la ciencia moderna
que lo ve como un ser natural que se diferencia de los demás por el grado y proporción en que
combina la energía y facultades ya existente en la naturaleza infrahumana, entre otras), Max Scheller
planteaba que el concepto esencial del hombre debe hacer referencia a su negación del mundo
animal en general (Scheller, 1971, pp. 23-26). La esencia del hombre se revela en el acto mismo en
que se humaniza tomando a la naturaleza como objeto, porque en el se nos muestra su estructura
fundamental, es decir, “todos los monopolios, todas la funciones y obras específicas del hombre: el
lenguaje, la conciencia moral, las herramientas, las armas, las ideas de justicia y de injusticia, el
Estado, la administración, las funciones representativas de las artes, el mito, la religión y la ciencia,
la historicidad y la sociabilidad” (Scheller, 1971, pp. 108-109).
Arnold Gehlen nos dirá que el hombre es un ser orgánicamente carencial, que al no ser apto para
vivir en ningún ambiente natural se ha visto precisado a crear una segunda naturaleza, es decir, un
mundo substitutivo artificial, inofensivo, manejable y útil para satisfacer sus necesidades vitales
(Gehlen, 1993, pp. 63-66). Henri Bergson planteaba que el hombre se define a partir de su facultad
para fabricar instrumentos, que es en ella donde se origina su inteligencia y el carácter creador de
su pensamiento, por lo que propone el término homo faber y no el de homo sapiens para designar a
nuestra especie, por considerarlo mucho más preciso (Bergson, 1963, pp.557-558).
Ernst Cassirer descubre un nuevo rasgo diferenciador de la vida humana al estudiar la diferencia de
las respuestas de los animales y el hombre ante los estímulos del mundo exterior. Mientras que las
respuestas de los primeros son directas e inmediatas, las del segundo se caracterizan por ser
demoradas y en general retardadas por estar mediatizadas por el universo simbólico del cual se sirve
el pensamiento humano, que analiza cada estímulo y respuesta. Este universo se teje por un
conjunto de elementos artificiales, tales como el lenguaje, el mito, el arte, la religión, entre otros, que
mediatizan el conocimiento de la realidad y las reacciones humanas ante ésta. Por tal razón, para
Cassirer sería mucho más preciso definir al hombre como un animal simbólico que como un animal
racional (Cassirer, 1974, pp.47-49).
Al final del decimonónico y comienzos del siglo XX comienzan perfilarse dos corrientes filosóficas
que harán específicamente de la vida el objeto de su reflexión: la filosofía de la vida y el
existencialismo. La filosofía de la vida se lanza contra el rasgo fundamental por el que se define a la
vida humana en la modernidad: la razón y la naturaleza socializada del hombre, para erigir en su
lugar un nuevo rasgo, hasta entonces excluido de su definición: lo irracional. Según Arthur
Schopenhauer, la vida es la manifestación de una fuerza cósmica o impulso irracional, la voluntad,
y está al servicio de esa fuerza. El hombre no escapa a ese designio, sólo que a diferencia de los
demás seres vivos logra representárselo tomando conciencia del mundo a través de la manifestación
de esa voluntad en su cuerpo, que deviene así esencia del hombre. A la fundamentación de esta
tesis dedicó su más importante obra: El mundo como voluntad y representación (Schopenhauer,
1985, 1, pp17-18).
Friedrich Nietzsche es sin duda el negador más activo de la concepción moderna de la vida en esta
corriente. Eugen Fink subraya que la filosofía de Nietzsche se torna antropológica y su “reducción al
hombre va acompañada también de un cambio en el concepto de vida”, que se despoja de su
proyección metafísica y mística para centrarse ahora en un concepto biológico del hombre (Fink,
1969, p. 62). Según Nietzsche, el aspecto más destacado por los modernos como determinante y a
la vez definidor de la vida humana, la razón, no ha sido más que una máscara tras la que se ha
estado escondiendo lo más esencial y significativo: los instintos y la voluntad de poder. Al considerar
que la vida se estructura en sí misma, en la biología y no en el más allá ni en las cosas que la
trascienden, su visión del hombre corre pareja con la proclamación de la muerte de Dios. Y es que
en la visión nietzscheana el hombre se hace libre cuando se libera de los ideales, de las ideas
trascendentes, en fin, de Dios, de la moral y de la metafísica.
Para los existencialistas, la vida del hombre no es un simple estar en el mundo o una mera presencia,
sino más bien, como dijera Martín Heidegger, una elección y un proyecto. La existencia es el modo
de ser del hombre que, a diferencia de los animales, no limita su vida a lo naturalmente dado sino
que la construye con sus propias decisiones, es decir, es un “poder ser” que se realiza, no sin
angustia a causa de que el hombre, según Jean Paul Sartre, al reflexionar sobre su libertad capta
que es totalmente libre y al mismo tiempo incapaz de hacer que el sentido del mundo provenga de
él (Sartre, 1989, p. 75).
Por tanto, de acuerdo a la filosofía del existencialismo, el hombre es una conciencia que se hace a
sí misma en total libertad, es el resultado de sus decisiones, de ahí que sea en esencia, como ser
individual, una posibilidad que se realiza en un tiempo y espacio histórico específico. Según Emilio
Lledó, el existencialismo se mueve dentro del modelo yo-libertad-historia, con la peculiaridad de que
aquí no se trata ya del yo creador y, en parte racional, sino de un individuo sin importancia colectiva,
que cuando lanza su proyecto vital tropieza continuamente con el absurdo, porque el campo de la
libertad se le abre tanto que pierde los límites entre los cuales ésta tiene sentido, lo que le lleva a
encontrase no con los límites que marcan los dominios de las conquistas de su libertad, sino con su
negación infinita (Lledó, 1973, pp. 76-79). Pese a ello, el hombre es responsable de su existencia
frente a toda la humanidad. Así lo ve Sartre:
Y cuando decimos que el hombre es responsable de sí mismo, no queremos decir que el hombre es
responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres. [...] Cuando
decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero también
queremos decir con esto que al elegirse elige a todos los hombres. En efecto, no hay ninguno de
nuestros actos que al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del
hombre tal como consideramos que debe ser. Elegir esto o aquello es afirmar al mismo tiempo el
valor de lo que elegimos, porque nunca podemos elegir el mal; lo que elegimos es siempre el bien,
y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos. Si, por otra parte, la existencia precede
a la esencia y nosotros quisiéramos existir al mismo tiempo que modelamos nuestra imagen, esta
imagen es valedera para todos y para nuestra época entera. Así, nuestra responsabilidad es mucho
mayor de lo que podríamos suponer, porque compromete a la humanidad entera. Si soy obrero y
elijo adherirme a un sindicato cristiano en lugar de ser comunista; si por esta adhesión quiero indicar
que la resignación es en el fondo la solución que conviene al hombre, que el reino del hombre no
está en la tierra, no comprometo solamente mi caso: quiero ser un resignado para todos; en
consecuencia, mi acto ha comprometido a la humanidad entera. (Sartre, 1978, pp. 19-20).
a) Gran inteligencia.
c) Autoconciencia.
4. Desarrollo del fenómeno conocido como cultura, entendida como norma de vida del grupo social
y los productos materiales y espirituales de las colectividades humanas.
7. Hijos prematuros que requieren de mayor tiempo de cuidado comparado con el que le dedican
otras especies a los suyos.
10. Piel desnuda, con vellos localizados en regiones (cabeza, axila, pubis).
Sin embargo, las ciencias sociales siguen definiendo al hombre por sus rasgos esenciales y no como
un todo o compendio de rasgos. Así operan el Derecho y en general las ciencias jurídicas, e incluso
la Bioética. En la medicina ha tenido un mayor impacto el enfoque multifactorial, que es el que preside
la mayoría de las concepciones etiológicas actuales que se atienen al enfoque del hombre como un
complejo de partes o aspectos, las cuales se estructuran a partir de tres grandes sistemas: el
biológico, el psicológica y el social, lo que ha dado lugar a la concepción del hombre como un ser
biopsicosocial. En un lugar tan sensible como el de la praxis sanitaria, dónde se suelen tomar
decisiones que atañen a la vida y a la muerte del paciente, los médicos han tenido que asistir al
enfrentamiento de posiciones ideológicas en torno a lo humano.
Una de las más perniciosas, no tan difundida hoy, es la del determinismo biológico del hombre o la
antropología biologicista conocida como darwinismo social. Sus orígenes se remontan a la propia
modernidad, donde el debate acerca de la esencia de la naturaleza humana trasciende el terreno
filosófico para convertirse en un asunto también de las ciencias particulares (botánica, zoología,
anatomía, entre otras) que luego se integran en una disciplina mucho más abarcadora: la biología.
Lo que para los antiguos fue sólo especulación, ahora se torna un hecho: los hombres y los animales
tienen aspectos comunes, aunque son cualitativamente diferentes. Sin embargo, el problema
siempre sigue siendo descubrir hasta dónde cada uno de los aspectos constitutivos del hombre
determina que su existencia sea cualitativamente diferente.
Una de las vertientes de mayor influencia en la investigación de la determinación biológica del
hombre ha sido sin dudas la teoría evolucionista de Charles Darwin, según la cual todas las formas
vivas evolucionaron conforme a la ley de selección natural y su mecanismo, la lucha por la existencia;
tesis con la que tampoco queda claro cómo fue que se diferenció cualitativamente la vida del hombre
de la del resto de sus congéneres15. Pero dado por cierto el juicio de la ley de la evolución, algunos
comenzaron a basar en ella la doctrina económica y política liberal del laissez-faire. Otra
consecuencia importante del reduccionismo biologicista fue la eugenesia y el racismo, tristemente
emparentados en la teoría y en la práctica, toda vez que el afán de la perfección del ser humano
propio de la primera da por sentada la superioridad biológica de determinados seres de la especie
homo sapiens.
Con el desarrollo y conclusión del Proyecto Genoma Humano comenzaron a doblar campanas a
favor del biologicismo, esta vez fundamentado en los nuevos avances de la genética y la biología
molecular. Al parecer, veinte siglos de era cristiana y prácticamente 18 de filosofía y ciencia en
Occidente no han sido suficientes para que nos percatemos de una vez y por todas de que la vida
humana emerge a partir de la vida biológica pero es mucho más que eso16. No obstante, la
valoración de la vida humana no puede ser ajena al hecho mismo de los elementos que la integran,
pues son los que hacen de ella algo cualitativamente superior a cualquier sustancia animal o
simplemente viviente que se expresa espontáneamente en determinada corporeidad. El viviente
humano deviene persona que, a decir de Cofré Lagos, es “una construcción espiritual y social que,
dependiente de lo que hemos entendido como viviente, va mucho más allá de él y lo supera
largamente” (Cofre, 2004). Y es cierto que ningún ente de la naturaleza llega a ser persona ni tiene
personalidad, pero también lo es que tampoco ninguno tiene la plasticidad necesaria para serlo, lo
que significa que ya la biología humana, a pesar de tener cosas comunes con la de los demás seres
vivos, es también sustancialmente distinta, pues ha sido transformada en el propio proceso de la
praxis en el que aparece la persona y ésta transforma la naturaleza creando una segunda naturaleza:
la de la cultura.
La vida humana es vida personificada, es la vida de la persona que se distingue por ser consciente
y voluntaria, es decir, es vida que llega a tener conciencia de sí misma y elige alternativas de
desarrollo individual y social por las que contrae cierta responsabilidad. La existencia personal está
condicionada socialmente toda vez que es personificación individual de la vida social o genérica, de
un mundo cultural que se expresa en un determinado contexto histórico. Lo biológico, aunque
subordinado al componente consciente y social, también es humano en el hombre, y no sólo porque
se haya transformado y socializado a través del desarrollo histórico, sino también por ser el soporte
natural de la persona, lo que le confiere valor y dignidad.
La vida humana se reconoce y existe jurídicamente como vida personal, lo que ya entraña de por sí
una cualidad del hombre o de lo humano. El problema está en la concepción de que se parte: de la
interpretación de la persona como la actualización o manifestación individual de ciertas propiedades
distintivas del ser humano, o como una entidad consustancial a lo humano. Acogiéndose a la primera
interpretación, Tristram Engelhardt señalaba que lo que distingue a las personas “es su capacidad
de tener conciencia de sí mismas, de ser racionales y preocuparse por ser censuradas y alabadas”,
concluyendo que “no todos los seres humanos son personas” porque “no todos son autoreflexivos,
racionales o capaces de formarse un concepto de la posibilidad de culpar o alabar”. Por tal razón,
“los fetos, los retrasados mentales profundos y los que se encuentran en coma profundo” no son
personas aunque sean seres humanos o miembros de la especie homo sapiens (Engelhardt, 1995,
p. 155).
El anterior criterio también es compartido por autores como Peter Singer, Michael Tooly, R. F. Frey
y Martín Farrel, entre otros. Según Massini, la posición opuesta estima que la persona no puede
reducirse a la constatación empírica de sus cualidades porque ella es el supuesto ontológico de lo
humano y, por tanto, consustancial a su esencia17. Uno de los representantes más activos Robert
Spaemann, señala que “reducir la persona a ciertos estados actuales –conciencia del yo y
racionalidad- termina disolviéndola completamente: ya no existe la persona sino `estados personales
de los organismos`”(…) La personalidad es una constitución esencial, no una cualidad accidental. Y
mucho menos un atributo que (…) se adquiera poco a poco. Dado que los individuos normales de la
especie homo sapiens se revelan como personas por poseer determinadas propiedades, debemos
considerar seres personales a todos los individuos de esa especie, incluso a los que todavía no son
capaces, no lo son ya o no lo serán nunca, de manifestarlos”18.
En su encíclica Pacen in terris, JUAN XXIII dice exactamente: “En toda convivencia humana bien
ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es
persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre
tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia
naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden
renunciarse por ningún concepto” (1963, núm. 9).
Notas
2. Su construcción del estado ideal la basó en la estructura del alma, al igual que su idea de justicia.
Vid. Platón, “La República o de lo justo”, cit., Libro cuarto, pp. 508-509.
3. Rousseau se detuvo a analizar las consecuencias perjudiciales del desarrollo social y científico
para el hombre, sobre todo en lo relacionado con el origen de los males y la corrupción de las
costumbres. Vid. Al respecto sus obras: Discurso sobre las ciencias y las artes y el Discurso sobre
el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres.
5. Kant lo explica del siguiente modo: “Entiendo en este caso por antagonismo la insociable
sociabilidad de los hombres, es decir, su inclinación a formar sociedad que, sin embargo, va unida a
una resistencia constante que amenaza perpetuamente con disolverla. Esta disposición reside, a las
claras, en la naturaleza del hombre. El hombre tiene una inclinación a entrar en sociedad; porque en
tal estado se siente más como hombre, es decir, que siente el desarrollo de sus disposiciones
naturales. Pero también tiene una gran tendencia a aislarse; porque tropieza en sí mismo con la
cualidad insocial que le lleva a querer disponer de todo según le place y espera, naturalmente,
encontrar resistencia por todas partes, por lo mismo que sabe hallarse propenso a prestársela a los
demás” . Vid Kant, I. (1978) “Idea de una historia universal en sentido cosmopolita”, en Filosofía de
la historia, FCE, México, pp. 46-47.
6. Cfr.Baeza, C., “Descartes: filosofía y Edad Moderna”, en: Descartes, R. Obras, Ciencias Sociales,
La Habana, 2001, pp. VII-X.
7. Dercartes, R. “Discurso sobre el método que ha de servir la razón para buscar la verdad en las
cosas”, en: Descartes, R (2001). Obras. La Habana: Ciencias Sociales, p. 3.
8. Dercartes, R., “Meditaciones sobre la Filosofía Primera”, en: Descartes, R. Obras, cit., Meditación
Segunda, pp. 64 y ss.
10. El filósofo moscovita señalaba:”Cómo pueden concordar entre sí –y no de modo casual, sino
sistemática y regularmente –dos mundos que no tienen entre sí nada de ‘común’ o ‘idénticos’?” Vid.
Ilienkov, E. V. (1977). Lógica dialéctica. Moscú: Editorial Progreso, p. 23.
11. “Extractos de las cartas de Descartes”, en: Descartes, R. Obras, cit., p. 395.
12. Larroyo, F. “La Filosofía de Spinoza”, estudio introductorio, en Spinoza, B. (2006), Ética, La
Habana: Editorial Ciencias Sociales, p. XXVII.
13. Esta idea aparece desarrollada sobre todo cuando critica a la moral cristiana y a la razón moderna
en El Anticristo. Vid. Nietzsche, F. (1999). El Anticristo, tercera edición. Buenos Aires: Ediciones
Fausto, pp. 20-25.
15. Si algo asemeja la conducta del hombre actual con la de los antepasados animales de los que
se dice haber evolucionado, es su rapacidad, pues la relación depredadora que sostiene con la vida
de la tierra está comprometiendo su propia existencia humana.
16. Martínez Gómez, J. A. “El proyecto genoma humano. Enfoque ético y antropológico”, en Colectivo
de Autores (2004). Lecturas de Filosofía, Salud y Sociedad. La Habana: Editorial Ciencias Médicas,
pp. 201-201)
17. Vid. Massini, C. I. “El derecho a la vida en la sistemática de los derechos humanos”, en Saldaña,
J. (2000). Problemas actuales sobre derechos humanos. Una propuesta filosófica. México:
Universidad Autónoma de México, p.163.
18. Spaemann, R. (1992). ¿Todos los hombres son persona?, en del Barco, J L. (1992). Bioética.
Madrid: Rialp, p. 72.
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medieval, Editorial Ciencias Sociales, La Habana.
Scheler, M. (1971). El puesto del hombre en el Cosmos, 9ª edición. Buenos Aires: Losada.
a filosofía es para el ser humano innata, y me encanta por ser tal amplia, de acuerdo con el criterio de cada quien, pero es maravillosa su
terpretación dependiendo del ángulo y la observancia, ya que el conocimiento no viene por saber viene por observar. Gracias por el
eportaje es interesante.
uede profundamente admirado de lo que somos nosotros mas que piel,ojos,cara,manos,brazos,piernas somos seres trascendente en lo qu
o estoy de acuerdo con la teoria de la seleccion natural
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[ 338 ]
Resumen
En este ensayo, más que un juego lingüístico de términos y expresiones, se tratara de enfatizar los
términos vida humana y persona humana, como estos de la simple sinonimia en la conversación
habitual, han sido trastocados en sofisticado instrumento jurídico, al concluir en Costa Rica la Sala
Constitucional, por quien sabe que ciencia infusa, que el embrión recién fecundado ya es persona.
Por tanto se enfatiza con fuerza el contrasentido de aseverar que el principio y el producto son lo
mismo, entendiendo que la semilla es diferente al fruto, citando a Savater, cuando dijo que el que
come un huevo no ha comido pollo. El embrión recién fecundado o pre-embrión, es principio,
semilla, potencia, quizás un día sea persona, de ahí la conclusión de que no toda vida humana es
persona humana.
Palabras Claves
Embrión, pre-embrión, vida humana, persona humana, Sala Constitucional, individualidad, proyecto
genoma humano, clonación.
Summary
In this essay, more than a linguistic game of terms and expressions, we treat the meanings of
human life and the human person, and how this simooms in the habitual language, have been to
changed into a sophisticated judicial tool, by the conclusion of the Costa Rican Constitutional Court,
who using a mysterious science, has said that once the ovule has been fecund, it is a human being.
For that reason we emphasize the contra sense to sever that the beginning is the same than the
product, understanding that the seed is different than the fruit, referring to Savater, when he said,
when you eat an egg you are not eat chicken. The embryo recently fecund or pre-embryo is
beginning, seed, potency, maybe one day it will be a human person, from there the conclusion that
not all human life is a human person.
Key words
Embryo, pre-embryo, human life, human person, Constitutional Court, individuality, human genome
project, clonation.
En esta conferencia vamos a partir de los siguientes supuestos lingüísticos, a saber, los términos o
expresiones "ser humano" "sujeto humano", "individuo humano", "hombre" (incluyendo tanto al
varón como a la hembra) los tomamos y los tomaremos como equivalentes y homologables
a persona. Yo sé que en el lenguaje ordinario - en nuestras conversaciones habituales- también las
expresiones "vida humana" y "persona" se toman como sinónimos, es decir, se pueden
intercambiar, puesto que parecen implicarse mutuamente, en el sentido de que una persona
humana, si es tal, necesariamente ha de estar viva o ha de tener vida humana, y también,
aparentemente, todo lo que tiene vida humana por fuerza ha de ser persona.
Algunos de ustedes eventualmente pueden arrugar el ceño o esbozar una incipiente sonrisa de
conmiseración. "Vaya -se dirán- han invitado a este Congreso de Médicos a un filósofo para que
haga juegos malabares con las palabras, para que nos entretenga proponiendo meros cambios de
significado en significantes de uso cotidiano, etc.".
Nada más lejos de mi intención. No pretendo solucionar problemas muy serios y reales
manipulando, simple y arbitrariamente, las palabras o el significado de las palabras.
El problema que intento abordar y, en cierto sentido, esclarecer -qué es una persona- es grave,
complicado y no me lo invento yo ni los que han organizado este Congreso. Está ahí, delante de
nosotros, y a la base de las muchas posibilidades o situaciones planteadas por las nuevas
tecnologías médicas: fecundación in vitro, clonación humana, etc. ¿Un óvulo recién fecundado es
ya una persona? Un enfermo con muerte cerebral, pero que sigue respirando aunque sea con la
ayuda de un respirador artificial- ¿sigue siendo persona? Por más que queramos eludir o esquivar
este tema -qué es una persona- casi siempre vuelve a aparecer, a revertir y está a la base de los
grandes dilemas de la medicina moderna.
En Costa Rica, por ejemplo, hoy por hoy, y según dictamen de mayoría de la Sala IV -cito
textualmente- "el embrión humano es persona desde el momento de la concepción". Es decir, en
Costa Rica, al menos por ahora y desde el punto de vista jurídico, ya se ha definido o acotado de
manera muy precisa lo que es persona. Y sostener lo contrario, de nuevo desde el punto de vista
jurídico, puede ser peligroso, temerario e incluso condenable. Pero, uno, por muy ignorante que
sea, no puede por menos de preguntarse: ¿Cómo saben los señores magistrados que un embrión
recién fecundado es persona? ¿Es que ellos disponen de alguna ciencia infusa, humana o divina,
que no está al alcance de los demás mortales? ¿En qué argumentos sólidos, irrebatibles y
comprensibles racionalmente, se han basado para sostener tamaña afirmación? Aquí, como
ustedes pueden advertirlo, las cosas comienzan a complicarse.
Y concretamente, cuanto más confusa y complicada es una cuestión, se impone una mayor
exigencia conceptual y una mayor concreción en el significado de las palabras. De otro modo,
caeremos en ambigüedades y daremos pie a interpretaciones equivocadas e incluso a
tergiversaciones interesadas.
En nuestro caso se hace necesario, pues, aclarar o profundizar en conceptos tales como "vida
humana", "persona", "personalización", "individualización", "embriogénesis" o procesos que van
desde la fecundación al embrión y desde el embrión al feto. Son los biólogos, los ginecólogos y los
médicos en general -y no los filósofos- los que han inventado términos como gametos, zigoto,
blastocistos, mórula, preembrión o embrión preimplantatorio, embrión, feto, feto no viable, feto
viable, etc. Obviamente, hay que suponer -es lo mínimo que podemos hacer- que esta diversidad
de términos no se aplican a una misma realidad porque sería complicamos la vida y el lenguaje
inútilmente- sino a realidades distintas, o, en todo caso, a una realidad en estadios de desarrollo y
de evolución netamente distintos.
Aclaro, por si fuera necesario, que decidir si el zigoto, pre-embrión, embrión, etc. son personas
humanas no es competencia exclusiva, por separado, del biólogo, ni del ginecólogo, ni del médico
en general, ni del jurista, ni del teólogo, ni, por supuesto, tampoco del filósofo. Sin embargo todos
estos profesionales que acabo de nombrar tienen algo que decir, algo que aportar a la discusión
sobre qué características ha de tener un ente para que pueda llamarse y ser verdaderamente una
persona humana.
Quiero dejar bien claro que hoy ninguna persona honesta, medianamente informada de los últimos
descubrimientos biológicos, el ADN, el Proyecto Genoma Humano, etc., puede negar que hay vida,
y vida específicamente humana, en el zigoto o embrión recién fecundado. En efecto, los
conocimientos biológicos actuales nos enseñan que la pertenencia de un ser vivo a una especie
viene dada por su genoma, y éste queda fijado desde la penetración del espermatozoide en el
óvulo. Y dado que cada embrión humano posee un genoma que es idéntico al del adulto que está
llamado a devenir, es obvio que pertenece, tanto como el adulto, a la especie humana. De hecho,
ningún embrión podría devenir en humano en el curso de su desarrollo si no lo fuera ya desde el
principio. Hay un proceso de continuidad, y no de ruptura, entre el embrión, el feto y el recién
nacido. En conclusión, el embrión, o si se prefiere, el pre-embrión es algo vivo, y tiene el ADN
específicamente humano, lo cual quiere decir sencillamente que pertenece a la especie humana.
Todo esto son datos científicos elementales y, hoy por hoy, indiscutibles. Hasta aquí todo parece
estar claro. Lo que no esta claro, por más afirmaciones que se hagan al respecto, es que el
embrión sea además, y desde el principio, una persona humana. Jamás la biología, la embriología,
etc. han afirmado tal cosa ni lo podrían hacer, por la sencilla razón de que ésta categoría -persona
humana- no es una categoría biológica, sino filosófica-teológica. Dicho de otra manera, el concepto
de "persona" no pertenece a la biología, sino que es un constructo filosófico-teológico-jurídico.
Como escribe con razón un autor actual: "Los datos biológicos nos muestran que, desde el
comienzo, el embrión es humano. Pero ellos no nos pueden decir sí es una persona, ya que esta
noción pertenece al ámbito filosófico. El biólogo no está habilitado para decimos desde cuándo el
nuevo ser está dotado de un espíritu, porque este aspecto inmaterial de la persona escapa por su
naturaleza al objeto de la ciencia" (1 ).
Quiero enfatizar con más fuerza, si cabe. que se comete un evidente paralogismo, una enorme
falacia, cuando se quiere concluir inmediatamente que, por el hecho de que el preembrión tiene
vida humana desde el principio, también desde el principio es, tiene que ser, persona humana. Del
hecho -por lo demás altamente improbable en términos meramente estadísticos- de que un zigoto
o un embrión recién fecundado pueda convertirse en persona humana, de ninguna manera se
sigue que el zigoto sea ya persona humana. Como afirmaba recientemente el científico español
Federico Mayor Zaragoza, Director durante muchos años de la UNESCO, "en el proceso de la
embriogenesís no tiene sentido aseverar que el principio y el producto son los mismos, que la
semilla es igual al fruto, que la potencia es igual a la realidad" (2 ). Dicho de otra manera, el
preembrión es un principio, una semilla y una potencia que se convertirá, si los dioses y las
circunstancias le son sumamente favorables, en un individuo humano, en una persona. Pero aún
no es persona. Para ello tiene que atravesar todavía muchos Rubicones.
Al obvio sofisma de confundir el principio con el fin, la semilla con el fruto y la potencia con la
realidad, otro brillante intelectual español, Fernando Savater, responde en forma brutal y
provocativa: "Resulta evidente que un embrión o un feto no son un niño, por lo mismo que un
huevo no es un pollo. Decir que el aborto es 'el asesinato de un niño' me parece tan extravagante
como asegurar que uno acaba de comerse una tortilla de dos pollos" ( 3 ). En otras palabras, del
hecho de que el huevo pueda convertirse en pollo -tenga potencia para ello- no se sigue que ya lo
sea.
Anticipándose a las actuales y, a veces, ácidas discusiones en tomo a éste tópico, hace ya
bastante años, el preclaro humanista y genial médico Pedro Laín Entralgo escribió lo que sigue,
hablando de la evolución del zigoto: "El zigoto humano no es todavía hombre; la condición humana
solo puede ser atribuida al naciente embrión cuando sus diversas partes se han constituido en
esbozos unívocamente determinados a la morfogénesis de los aparatos y órganos del individuo
adulto, lo cual comienza a ocurrir... con la aparición de la llamada cresta neural... En suma: el
zigoto humano no es un hombre, un hombre en acto, y solo de manera incierta y presuntiva puede
llegar a ser un individuo humano" (4 ).
Insisto una vez más, usque ad nauseam, hasta el aburrimiento, en que del hecho de que haya vida
humana en el pre-embrión no se sigue que éste sea ya persona. Hoy sabemos que hay vida
humana en la raíz de un cabello o de una uña, en un pequeño trozo de nuestra piel, en una
muestra de nuestra sangre, etc. Todos estos elementos son portadores del genoma humano y
contienen un código genético humano individual e inconfundible. Pero, obviamente, ninguno de
éstos elementos es una persona. Así de sencillo y elemental. Por tanto, vida humana no es igual,
sin más, a persona. Decir que un embrión recién fecundado es o tiene vida humana no es más que
decir que también hay vida humana en ciertos órganos cuyo transplante se admite. Por ejemplo, un
corazón, para poder ser trasplantado con alguna esperanza de éxito, en algún sentido tiene que
estar vivo, pero, no por ello, un corazón humano es una persona.
Del famoso voto de la Sala IV sobre la FIVTE se sigue que en Costa Rica "persona es un embrión
de menos de catorce días". Sin embargo, a la mayoría de los costarricenses nos resulta difícil de
creer -digo bien creer, porque no lo podemos ver ni comprender- cómo puede ser ya realmente una
persona algo que no tiene, no digamos ya desarrollado el cerebro, sino ni tan siquiera el más
mínimo esbozo o rudimento del sistema nervioso, y, por consiguiente, no solo es incapaz de
albergar cualquier idea, sino ni tan siquiera de experimentar ningún tipo de sensibilidad. Como se
sabe, es a partir del día catorce, momento aproximado de la implantación, que aparecerá la
llamada "línea primitiva", primer esbozo del sistema nervioso. A decir verdad, la Sala IV nos exige a
todos los costarricenses un verdadero acto de fe para poder aceptar su dictamen.
En efecto, lo que, en definitiva, los creadores de la oveja Dolly demostraron es que el núcleo de
una célula adulta puede ser reprogramado cuando se transfiere a un óvulo de la misma especie al
que se le ha quitado previamente su núcleo. Este descubrimiento implica que nos hallamos ante
una situación totalmente novedosa y de consecuencias incalculables. Es decir, se ha demostrado
ya que, en principio, en el núcleo de cualquier célula adulta se encuentra el programa genético
para el desarrollo de un nuevo individuo. De forma equivalente, se ha demostrado ya
experimentalmente que es falso que la aparición de un nuevo ser humano -una nueva persona-
tenga que comenzar necesariamente por la fecundación o unión del óvulo con el espermatozoide.
En efecto, en la clonación, por definición, se prescinde del elemento espermatozoide y sería
totalmente insensato sostener, si la clonación humana se llegase a realizar, que el clonado no
sería una nueva persona.
En otras palabras, después de Dolly, nos encontramos ante la siguiente tesitura: quienes
defendían, y aún hoy siguen defendiendo, que un embrión recién fecundado es un ser humano,
porque en su interior ya se encuentra el programa genético que determinará todo su desarrollo
posterior, tendrán que buscar otra argumentación más convincente, ya que hoy, después de Dolly,
se sabe que ese programa genético se encuentra, en principio, en el núcleo de cualquier célula
adulta. Y tampoco se puede argumentar que cualquier ser humano es único e irrepetible aduciendo
que lo que le confiere tales características es precisamente su programa genético único e
irrepetible. Hace ya tiempo que se sabe que los gemelos monozigóticos o univitelinos poseen el
mismo código o programa genético, y, no por eso, son la misma persona, ni se les va a dar,
eventualmente, el mismo pasaporte. Lo que hace único e irrepetible a cada ser humano es su
propia individualidad, y ésta es producto no solo de su programa genético, sino también de toda
una serie de factores: en primer lugar, de las influencias maternal, alimentaria, familiar, ambiental,
social, etc., y, en segundo lugar, de las propias decisiones que el interesado vaya tomando en el
transcurso de su vida (5 ).
Quiero ir concluyendo esta pequeña disertación aclarando algunas cuestiones que eventualmente
habrán quedado oscuras y respondiendo a alguno de los muchos interrogantes a los que mis
palabras posiblemente habrán dado lugar.
En concreto, quiero hacer constar que del hecho de que yo defienda que el pre-embrión, aunque
tenga vida humana, no es propiamente persona, de ahí no se sigue que el pre-embrión sea una
simple cosa o un objeto que pueda ser objeto de cualquier manipulación o experimentación sin
ningún control. Al contrario, nada se opone a que goce de protección legal, por cuanto ya tiene real
y actualmente vida humana. A este respecto, la tesis más común en nuestro medio costarricense
es que "el ser en gestación" no tiene propiamente personalidad, pues ésta se adquiere con el
nacimiento. Y en caso de no llegar a nacer vivo, para el derecho es como si nunca hubiera existido.
No obstante, aún antes de nacer puede ser sujeto de ciertos derechos y puede y debe ser
protegido por la ley. Y ello por cuanto, como bien razona el profesor Víctor Pérez, "todos los
efectos que la ley atribuye al concebido son una muestra de la tendencia del ser humano a
proyectarse en el futuro, lo cual ha movido al legislador a considerar como ya venido al mundo a
aquel cuyo nacimiento se espera, en función de los futuros intereses de que podrá ser portador"
(6 ). En suma, el preembrión, el embrión, precisamente por ser vida humana, exigen ser tratados
con todo respeto y circunspección, pero pretender que tengan exactamente los mismos derechos
que una persona hecha y derecha es una evidente hipérbole y una extrapolación ilegítima.
En segundo lugar, creo que el interrogante obvio e inevitable que atraviesa y subyace a toda mi
exposición es el siguiente: Entonces ¿desde cuándo comienza a existir propiamente la persona
humana? Por favor, me dirán, aclárenos este asunto. Pues, en principio, no se lo voy a aclarar. Se
lo aclararía si, aceptando ustedes como creo que la mayoría de ustedes la aceptarán- la teoría
científica de la evolución del hombre, que propuso Charles Darwin allá por 1859, ustedes
previamente me aclaran a mí en qué momento preciso el prehomínido dejó de ser tal para
convertirse, cuasi milagrosamente, en un hombre, en todo un ser humano perfecto y acabado.
Evidentemente estamos ante un proceso continuo e ininterrumpido, donde no se puede señalar un
instante mágico en que se hubiera pasado del estado prehumano al humano. Algo parecido ocurre,
creo, a nivel individual. Lo que comienza siendo un pre-embrión, en algunos pocos casos terminará
siendo una persona. Yo no puedo señalar en qué momento exacto ocurre esa transformación,
precisamente porque se trata de un proceso continuo e ininterrumpido. Es la sociedad la que
decide, la que tiene que decidir -partiendo no de una definición arbitraria y caprichosa de persona
sino de una definición sensata y consensuada de la misma- desde qué momento el embrión y el
feto se convierten en personas y se les deberá tratar como a tales.
En realidad, la tesis que propugno -a saber que la persona no es una realidad que aparezca ya
completa y de una vez, instantáneamente, sino que se va formando gradualmente a medida que se
desarrolla la potencialidad humana inscrita en el embrión- no es algo original ni novedoso. Está en
perfecto acuerdo y sintonía con la clásica teoría hilemórfica de Aristóteles aplicada al ser humano.
Es decir, hay una continuidad de la vida que va ascendiendo a estratos cada vez más altos: vida
vegetativa, vida sensitiva y vida intelectiva. Mi tesis calza también perfectamente con ciertas
ceremonias simbólicas, presentes en todas las culturas tradicionales, que celebran el embarazo, el
nacimiento, la imposición del nombre, la entrada en la pubertad, etc., como eventos o hitos
significativos que señalan el acceso paulatino y progresivo del ser en gestación al pleno status de
persona. Las mismas leyes en general -y sin entrar por ahora en casos particulares- conceden una
protección creciente al ser humano a medida que éste va creciendo y desarrollándose. Antes de la
anidación el embrión prácticamente carece de protección legal. Después es protegido débilmente
en la medida en que gran parte de las legislaciones actuales permiten la interrupción del embarazo
por causas múltiples.
A partir de los tres meses el feto goza ya de una protección legal mucho más eficaz en cuanto que
las leyes, para permitir la interrupción del embarazo exigen razones mucho más graves y
ponderadas. Por supuesto, el recién nacido, aún prematuro, es considerado persona para todos los
efectos legales y amparado como tal por las leyes.
Parece, pues, innegable que se da un acceso progresivo, gradual, desde el pre-embrión hacia el
ser personal. En este proceso de humanización o personalización creciente hay ciertos umbrales
de desarrollo especialmente significativos. Suele decirse que todo comienza con la fecundación
(unión del óvulo y el espermatozoide), pero esto no es del todo exacto: por una parte, como ya se
vio, con la clonación puede aparecer un nuevo ser humano sin fecundación, y, por otra, la misma
concepción o fecundación no es el comienzo de la vida: los gametos deben estar ellos mismos
vivos para que, a partir de ellos, pueda surgir una nueva vida. Después, los hitos o umbrales más
significativos serían la anidación (antes no habría propiamente individuación, puesto que el pre-
embrión podría dar lugar a dos individuos por división gemelar), la aparición de la capacidad
sensitiva en el embrión (lo que supone el esbozo de un sistema nervioso), el momento de la
viabilidad del feto (lo que implica que se ha convertido en un organismo capaz de vida
relativamente independiente) y, finalmente, la aparición de la razón y de la conciencia.
En una palabra, la persona humana, el ser más complejo del planeta Tierra, no aparece ya hecho y
acabado -como, al parecer, surgió la diosa Palas Atenea con todas sus armas y arreos de la
cabeza de Zeus- sino que es el resultado final de un proceso vital maravilloso, continuo e
ininterrumpido: "omne vivum ex vivo" (toda vida viene de la vida).
Notas y referencias
1. Andorno, R., Bioética y dignidad humana. Madrid: Tecnos, 1997, [ Links ] pp. 95-96.
4. P. Laín Entralgo, El Cuerpo Humano; citado por F. Mayor Zaragoza, art. cit. en "El País", 05-07-
2002.
5. Ver Bernat Soria y Verónica Juan, Células madre, embriones y clonación, en "El País". (Madrid),
16-01-2002, p. 22.
6. Citado por María Carolina Elizondo Ugalde, Implicaciones éticas y jurídicas de la fecundación in
vitro. Tesis de Licenciatura en Derecho. San José, Universidad de Costa Rica, 1988, pp. 131-132.
Bibliografía básica
3- Charlesworth, M., La bioética en una sociedad liberal. Gran Bretaña: Cambridge University
Press, 1996. [ Links ]
6- Fagot - Largeault, A. - Delaisi de Parseval, "Qu 'est-ce qu'un embrión? Panorama des positions
philosophiques actuelles", en Esprit, Núm. 151, juin, 1989, pp. 86-120. [ Links ]
7- Gafo, J., 10 Palabras clave en bioética. Estella: Verbo Divino, 1994. [ Links ]
8- Jonas, H., Técnica, Medicina y Ética. La práctica del principio de responsabilidad. Barcelona:
Paidos, 1997. [ Links ]
10- Palacios, M., (Coord.). Bioética 2000. Gijón: Edít. Nóbel, 2000. [ Links ]
11- Polaino - Lorente, A., Manual de Bioética general. Madrid: Rialp, 1994. [ Links ]
14- Vidal, M., Bioética. Estudios de bioética racional. Madrid: Tecnos, 1994. [ Links ] El Dr.
Marlasca es Catedrático y Director del Instituto de Investigaciones Filosóficas,
Universidad de Costa Rica. amarlasc@Ie.ucr.ac.cr
Dictó la presente conferencia en las XVI Jornadas de Medicina Legal, Derecho Genético, Agosto
2002.
Recibido para su publicación 20-7-02
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cabarca